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Prof. Daniel Antonio Hernández
Universidad Central de Venezuela
Caracas
VENEZUELA
Las nuevas industrias culturales o las trampas del poder
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_________________________________________________________
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2
LAS NUEVAS INDUSTRIAS CULTURALES O LAS TRAMPAS DEL PODER.
Prof. Daniel Antonio Hernández
Universidad Central de Venezuela. Caracas. Venezuela.
Del conocimiento como reflexión por el sentido de la vida
al conocimiento como información rentable.
Quizás la más importante lección del mundo griego antiguo, en la forma que
ha sido asimilada por occidente, sea la reflexión sobre el sentido de la vida. Los
griegos reflexionaron por el sentido de la existencia y unieron indivisiblemente ética y
política, con preeminencia de aquella concepción de la libertad que la asume positiva
y social antes que negativa e individualmente. Según Aristóteles1, la ética se ocupa
del bien como fin supremo del hombre que no es otro que la felicidad, entendida
como un estado de eudaimonia, es decir, un estado de florecimiento pleno de las
potencias que le son inherentes al hombre en tanto tal hombre. La ética aristotélica
estudia además cómo se construye tal felicidad. Y concluye que sólo se accede a ésta
como praxis. El desarrollo de las potencias humanas no se logra entonces como
disfrute pasivo, ni siquiera como fruto de la acción, sino que sólo es posible a través
de la acción misma. Entendida de esta manera, la praxis es el momento constitutivo de
la humanidad y la felicidad del sujeto humano. Presupone por tanto una reflexión
moral que la oriente a la consecución de su fin, que no es otro que la felicidad. La
indivisibilidad entre reflexión y praxis, articuladas alrededor de una escala axiológica,
surge como el principio rector de la vida humana vital. Las virtudes intelectuales
orientan las virtudes morales y ambas orientan la praxis. El hombre puede aprender
los principios y conocer con ciencia y por tanto, orientarse a la verdad, a la cual
accede mediante la práctica de la virtud. En síntesis: la vida orientada a lograr el pleno
florecimiento de las potencias humanas; la praxis como la mediación para alcanzar
este florecimiento; la virtud y la verdad como contenido de la reflexión que orientan
tal praxis; la prudencia como la principal virtud rectora del carácter; la comunidad
como escenario de la praxis y la solidaridad como la principal mediación de la misma.
Si bien en la modernidad Hegel y luego Marx son depositarios y en sentidos
diferentes sus continuadores, este legado fue traicionado por la corriente del
pensamiento que se hizo dominante en la modernidad. Maquiavelo escindió la ética
de la política. Hobbes, desgajó al sujeto de su comunidad y lo convirtió en un
individuo aislado y racionalmente perverso. Locke trasladó las coordenadas de la
reflexión ética por la vida al conocimiento de las cosas necesarias para la
acumulación. Constant convirtió la libertad de los antiguos en algo obsoleto y la idea
de bien común en algo sospechoso. Kant, a pesar de su defensa del mundo moral,
escindió la razón de la vida social. Smith aportó la racionalidad necesaria para
convertir al mercado en la mediación fundamental de la vida social, acudiendo a un
artificio esotérico El positivismo lógico, con su carga de objetivismo, expulsó al
sujeto del campo cognoscitivo, pasional, pulsional y lúdico. Y finalmente, el
liberalismo y la escuela económica neoclásica convirtieron al hombre en un sujeto
racionalmente egoísta, preocupado sólo de la defensa de sus intereses y la
maximización de sus ganancias. El resultado de este proceso ha sido la
1
Véase Aristóteles Ética a Nicomaco. Porrúa. Buenos Aires. 1969.
3
transformación del conocimiento como reflexión ética sobre el sentido de la vida por
el conocimiento como mera información, particularmente información rentable.
¿Cuál es el resultado histórico-social de este proceso? Que el conocimiento, en
la versión que se hizo hegemónica en la modernidad se separó de la vida humana, de
la verdad y de la virtud. Hoy interesa el conocimiento que produce ganancias y que
legitima el actual orden social. El mundo humano no se confronta con la propia vida
humana, ni con la verdad, ni la con la virtud, dentro de una perspectiva social y
comunitaria de largo alcance. El mundo humano se confronta con cosas, pues estas
dejaron de ser una simple mediación de la vida para convertirse en un fin en sí mismo.
Por este camino llegamos a una sociedad donde, por un lado, dominan las formas del
conocimiento sin valores, es decir, saberes abstractos desligados y contrapuestos a las
vivencias humanas, que sólo obedecen a la lógica de la maximización de la ganancia
y a una brutal racionalidad instrumental. Por otro lado, esta racionalidad ha dado paso
a una cultura que, entendida en su acepción más general como representanción e
imaginario social, se funda en la creencia que la felicidad es la mera tenencia
hedonista de los objetos tecnológicos. La vida y la felicidad humanas, entendidas
como expresión de la praxis y del ejercicio de los valores humanos más nobles, como
la solidaridad, la comprensión o la ternura, resultan un prejuicio obsoleto en las
formas culturales cosificadas que se han hecho dominantes.
El discurso hegemónico justifica esta situación apelando a la ciencia y la
tecnología. Presentadas como distanciadas y por encima del contexto político,
económico, social y moral donde se producen, supuestamente aportan la impoluta
racionalidad científica que legitima las teorías que justifican estas prácticas sociales y
estas matrices culturales. La exacerbación del individualismo, del egoísmo hedonista,
de la racionalidad mercantil y la competitividad por la posesión de la cosa, del
objetivismo excluyente de lo humano, quedan así santificadas por un cierto credo
científico que deja al mundo humano sin sentido de humanidad, ni conciencia de
totalidad, ni unidad de propósitos, ni objetivos trascendentes. De hecho, hoy día,
ninguna ciencia social o humana parte en sus definiciones más elementales de la
vivencia humana. Todas están dirigidas implícita o explícitamente a preparar mano de
obra para administrar eficazmente los procesos de acumulación del capital. Por eso la
ciencia de hoy no ayuda a la humanización del mundo humano ni a su liberación, pues
como ya lo advirtió Marx, partir para la ciencia de una base distinta de la vida, es una
falacia a priori. También Hegel, señaló que sin orientación y unidad de propósitos no
existe voluntad libre. Hoy la voluntad humana se desperdiga intrascendentemente en
infinidad de actos inconexos orientados, bien a la supervivencia, en el caso de la
mayoría, bien a la posesión del último producto que oferta el mercado, en el caso de
los privilegiados. Quizás esto explique la actual multiplicación de los muchos “post”
que hoy pululan con su carga de nihilismo, su obsesión por el sin sentido, por la
incertidumbre, por la fragmentación, en una sociedad delirante que lleva al sujeto a
refugiarse egoístamente en su interioridad, alejado de cualquier utopía social.
Si la ciencia y la tecnología son la fundamentación de las prácticas sociales
dominantes, pero se encuentran escindidas de una escala axiológica profundamente
humana, entonces la “verdad científica y tecnológica” se escinden de la verdad
humana y sólo opera como una cobertura ideológica del poder. Como ya lo evidenció
Marcuse, la dominación se perpetúa no sólo por medio de la tecnología sino como
tecnología, creando las matrices culturales que legitiman tal dominación tras un
monstruoso aparato publicitario que ofertando bienestar, confort, información y
conocimiento para todos, en realidad crea unas matrices culturales perversas que
excluyen la vida humana y en las que sólo la posesión de cosas le dan sentido de
4
realización, participación y pertenencia al sujeto social. Este sentido egoísta y de
inmediatez instintiva de la vida no trasciende el horizonte de la tenencia posesiva de
objetos tecnológicos, que supuestamente ponen el futuro en nuestras manos, como
reza con gran estruendo la publicidad. Pero los únicos que aseguran su futuro –por lo
menos en términos de ganancias- son los mercaderes de las tecnologías, pues el futuro
del hombre no es ser tenido por las cosas, sino trascender los horizontes de su época a
través de aquella utopía que pone en el centro de la acción humana al propio hombre,
como sujeto y criatura de su realización.
La llamada sociedad del conocimiento sugiere un hombre más consciente, más
humano, más sensible, en cuanto ha llegado socialmente a un grado desconocido de
desarrollo de su intelecto. Pero el dominio cada vez mayor sobre la naturaleza que le
otorga este conocimiento, también es profundización del dominio de unos hombres
sobre otros. Por paradójico que parezca, en la misma medida en que el intelecto
humano dota de vida intelectual a las fuerzas materiales, en esa misma medida reduce
la vida humana al nivel de una fuerza material bruta. Los triunfos del arte se
adquieren al precio de cualidades morales y la luz de la ciencia sólo puede brillar
sobre el fondo tenebroso de la ignorancia pues la ciencia no tiene como presupuesto
desarrollar la condición humana. La pregunta que surge, a cuya explicación esta
dedicado el siguiente apartado es: ¿Qué explica el profundo contraste entre la pobreza
espiritual y el extraordinario crecimiento científico y tecnológico de la sociedad
actual?.
Banalización de la vida cotidiana y cosificacion mercantil de la conciencia social
Uno de los resultados del actual avance científico y tecnológico es la
concentración del capital y la producción, con la consiguiente profundización del
desequilibrio estructural entre oferta y demanda, producto de un crecimiento
explosivo de la oferta potencial y la contracción de la demanda global. El auge del
potencial productivo de inicio de un nuevo ciclo histórico no coincide con una fase de
expansión de la economía, como en otros momentos históricos. Por el contrario, el
uso de las TIC, genera un crecimiento intensivo y excluyente, con desempleo
estructural y reducción del ingreso, la demanda global y, por ende, de la inversión
productiva. El resultado es, como hemos señalado en otra parte2, la tendencia a la
ruptura del ciclo industrial, que no es más que la manifestación de la agudización de
las contradicciones entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones
sociales de producción que ha bloqueado el uso productivo social de las TIC,
obligándolas a deslizarse a la especulación financiera y a la industria del espectáculo
con importantes repercusiones sobre el orden social.
En efecto, la convergencia tecnológica apoyada en las TIC ha permitido
integrar en una misma articulación los procesos de acumulación de capital, dominio
político y manipulación socio-cultural. Antes de la actual revolución tecnológica, si
bien todo el aparato ideológico y publicitario funcionaba legitimando el sistema, los
procesos de acumulación del capital se daban fundamental en un espacio (la factoría,
la empresa) y en un tiempo (el tiempo de trabajo) y la publicidad y el entretenimiento
se daba en otro espacio (el espacio privado del hogar) y en otro tiempo (el tiempo de
ocio). Hoy día, el proceso de acumulación sobrepasa el tiempo tradicional de trabajo y
2
Véase mi presentación para Efectos 2001, “La sociedad del conocimiento: nuevas estrategias
del capital y viejas formas de explotación y opresión política”
5
se extiende al tiempo libre apropiado por la industria del espectáculo, que coloniza el
espacio privado en función del consumo convirtiendo el tiempo de descanso y ocio en
una esfera más de acumulación que, además, se despliega como manipulación sociocultural. La enajenación del trabajo ya no se solapa con la enajenación de la
conciencia social, sino que ambos procesos se integran ahora en un mismo momento
potenciándose recíproca y plenamente al interior de una misma articulación.
Como consecuencia, nos encontramos frente a un monstruoso aparato
comunicacional que opera directamente sobre la conciencia social promoviendo una
racionalidad y un imaginario social consistente con el poder instituido y los procesos
de acumulación de capital. La vieja sentencia de Marx de que la clase que tiene a su
disposición los medios para la producción material dispone al mismo tiempo de los
medios para la producción espiritual, es hoy más palpitante que nunca, pues el
desarrollo del capitalismo transformó estos medios materiales en medios directos de
producción espiritual. En efecto, las industrias del espectáculo, que inciden
directamente sobre la producción espiritual de la sociedad, se han convertido en el
sector más dinámico y concentrado de la economía mundial 3. Por ejemplo, el mercado
de los medios de comunicación está dominado por entre 5 y 8 grandes empresas,
llamadas Wolrd Company, seguidas, a gran distancia, por otros grupos de carácter
regional o secundario. Tres agencias de prensa (Associated Pres -USA-, Reuter Reino Unido-, y France Press –Francia-, transmiten el 80% de las noticias destinadas
al público que circulan por el mundo y Hollywood es un empresario más importante
que todos los fabricantes de la industria aeroespacial juntos4. Obligados por la
persistente tendencia a la recesión de la economía mundial, este monstruoso aparato
trata de crear su propio mercado, actuando sobre la sicología del consumidor a través
de una gigantesca industria publicitaria5 que sofisticada e intensamente incita al
consumismo, en lo que constituye la cruzada más feroz de envilecimiento de la
conciencia social que conozca la historia.
Sobre la base de la concentración monopólica que da el convergente dominio
tecnológico, este nuevo sector articula comunicaciones, computación e industrias de
contenido y entretenimiento y opera como activo agente emisor de concentrados
flujos de comunicación al interior de la sociedad, que van unidireccionalmente de
norte a sur6 a través de una compleja estructura que une en una “tela de araña”
noticias, películas, videos, programas de TV, discos, libros, diarios y revistas,
telemática, multimedia, tecnologías de información y comunicación. Todos estos
3
Según la OIT la industria de la música en el mundo está dominada por cinco importantes
compañías de grabación: Sony, Warner, Universal, BMG y EMI. Las industrias de los medios de
comunicación, la teledifusión y la cinematografía están también dominadas por importantes empresas:
Disney, Time Warner (que incluye CNN, Fortune, Time, Metro Goldwyn Mayer), News Corporation
(que incluye The Australian, The Times, The New York Post, Harper Collins, y muchas empresas de
cinematografía y televisión), Viacom, Sony, Bertelsmann, Seagram/Universal-Polygram, Gannett,
Kirch, Havas, Vivendi, Fininvest, Pearson, entre otras -- así como por empresas gigantes a escala
regional, por ejemplo, Globo y Televisa en América Latina. Estas empresas son encarnizadamente
competitivas y se están convirtiendo en verdaderas estructuras de poder por derecho propio. Véase
www.ilo/org/public/english/support/publ/bookssa.htm
4
Véase Informe Mundial sobre la Comunicación. Los medios frente al desafío de las nuevas
tecnologías. UNESCO – Acento – Fundación Santa María, Madrid, 1999.
5
“La publicidad es ahora una empresa con un valor de 435.000 mil millones de dólares… …Si
se incluyen todas las formas de comercialización, la cifra aumenta a cerca de un billón de dólares. El
gasto mundial en publicidad ha aumentado siete veces desde 1950, un tercio más rápido que la
economía mundial” PNUD, Informe sobre el desarrollo Humano, Mundi Prensa, Madrid, 1998, pag 61.
6
Véase Murciano Marcial: Estructura y Dinámica de la Comunicación Internacional. Bosch,
Barcelona, 1992.
6
canales de comunicación son articulados por sistemas educativos y desplegados en el
espacio de la vida cotidiana, bajo el poderoso influjo de la publicidad, convertida en el
principal vehículo de una penetración transnacional que implanta estructuras sociales
concretas que tienden a introducir y legitimar en los espacios locales, las
representaciones sociales que articulan las “visiones del mundo” promovidas desde
los centros de poder.
En la medida en que el capital presiona para ampliar su esfera de circulación,
este sector va colonizando todos los intersticios de la vida social, imponiendo como
única visión posible del mundo una bestial racionalidad mercantil. La lógica perversa
del sistema que criticaron Adorno y Horkheimer7 y posteriormente Marcuse8,
siguiendo las huellas de Marx, según la cual la única lógica posible del sistema es el
consumo, y en la que la alteridad critica queda clausurada y la cultura sacrificada a la
lógica de la mercancía, parece haber llegado a un punto histórico culminante, con la
consecuencia de una brutal cosificación del mundo humano que excluye y olvida al
propio sujeto humano. Reconocido socialmente sólo en cuanto poseedor y
consumidor de cosas y necesitado de tal reconocimiento en cuanto su naturaleza
social, el hombre se ve obligado a canalizar sus energías hacia la apropiación de
cosas a las que asigna poderes especiales de realización de su Yo interno. La
necesidad de la tenencia, uso y consumo de cosas, como razón del éxito y la propia
existencia social, conduce a una competencia hobbesiana inevitablemente violenta
con aquellos que apetecen las mismas cosas con mayor urgencia.
Se sigue de lo anterior una profundización de la cosificación de la conciencia
social en la que los valores humanos vitales y la comunicación dialógica quedan en la
opacidad pues el sujeto social es totalmente fragmentado en su subjetividad. Sentado
frente a la ventana tecnológica “de alta resolución” que lo conecta en tiempos reales
con la economía y la cultura-mundo, ensimismado por el verdor edénico del paisaje
“modernizador”, atolondrado por el avasallante embrujo del placer posible, el sujeto
social de estos tiempos asiste a la fragmentación de su propia subjetividad entre los
vapores embriagantes y soporíferos del discurso de la dominación y el poder, que se
cuela impunemente por todos los intersticios de la vida social masificando las
aspiraciones humanas en marcas connotadas, sitios renombrados, usos y consumos
frívolos para satisfacer necesidades superfluas, artificialmente creadas por la
publicidad. Desde esta fragmentación de la subjetividad, terreno feraz para la
violencia, los objetivos plenos de significación de la actividad humana son
difuminados en una masa informe de apetencias estériles realizadas en el consumo de
los privilegiados y en la frustración de los excluidos.9 Los exegetas del sistema
pretenden que esta competencia desarrolla las potencias humanas, olvidando la vieja
lección de Marx de que el mundo humano sólo se desarrolla a partir del intercambio
de valores humanos10. Olvidan también a Hobbes, que demostró en su Leviatán, que
la desconfianza que genera la competencia y el afán de poder conducen a una
sociedad humanamente insostenible pues el hombre se ve privado de algún sentido
trascendente de su existencia.
7
Véase Adorno, T y Horkheimer, M: Dialéctica de la Ilustración, Trotta, Madrid, 1998.
(Publicada originalmente en 1947).
8
Véase Marcuse, H: El hombre unidimensional. Orbis, Barcelona, 1984. (Publicado
originalmente en 1964)
9
Véase mi trabajo “Racionalidad neoliberal y publicidad televisiva: las caras ocultas de la
violencia”. En ANUARIO ININCO. Investigaciones de la Comunicación. Nº 9. (69-96). Instituto de
Investigaciones de la Comunicación. Facultad de Humanidades y Educación. Universidad Central de
Venezuela. Caracas.
10
Véase Carlos Marx, Manuscritos de economía y filosofía. Alianza, Madrid, 1995.
7
En suma, se trata de la colonización total de la vida humana, de los espacios
públicos y privados y del tiempo libre, éste último condición para el desarrollo de
actividades gratificantes y vitales para el hombre, que son aniquiladas por el capital.
Por un lado, porque el sentido de la vida social, en tanto vínculo humano vital, fue
sustituido por el aislamiento privado como simple espacio del consumo. Por otro
lado, porque el consumo no se asume en una dimensión humanamente productiva,
sino como simple necesidad reproductiva del capital que despliega poderosamente su
ideología hedonista del placer paralizante, aniquilando la subjetividad humana y la
formación de una voluntad de cambio social.
Justamente esta voluntad de cambio ha sido obturada, porque progresivamente
desde mediados de los años ´80, con el telón de fondo del colapso de los llamados
socialismo reales, el núcleo de los flujos de comunicación social ha sido el discurso
que exige que todas las esferas de la vida económica, social, política y cultural, tanto
pública como privada, se organicen en función de los intereses mercantiles de los
dueños del capital. Se ha creado así un imaginario social hegemónico consistente con
tal racionalidad mercantil que, como expresión del pensamiento único, opera
clausurando cualquier alteridad con la argumentación de la muerte de las ideologías,
aunque para ello tuvo que decretar también el “fin de la historia”.
Este proceso de identificación de toda la sociedad con la defensa de los
intereses mercantiles, ha sido posible porque los flujos de comunicación social, a
partir de los cuales se articulan diversos grados de conciencia individual, expresan
todos los intereses comerciales de la burguesía. En efecto: “Al burgués le es tanto
más fácil demostrar con su lenguaje la identidad de las relaciones mercantiles y de las
relaciones individuales e incluso de las relaciones humanas generales, por cuanto este
mismo lenguaje es un producto de la burguesía, razón por la cual, lo mismo en el
lenguaje que en la realidad, las relaciones del traficante sirven de base a todas las
demás. Así, por ejemplo, propiété expresa, al mismo tiempo, la propiedad y la
cualidad; property designa la propiedad y la peculiaridad, lo “propio” en sentido
mercantil y en sentido individual, indica el valeur, el value, el valor; commerce el
tráfico comercial; échange, exchange, el intercambio etc., palabras empleadas tanto
para designar las relaciones comerciales como para expresar cualidades y relaciones
de los individuos como tales”11.
Se crea así la base social más poderosa para el dominio burgués, en tanto que
la conciencia generada espontáneamente reproduce constantemente el mundo del
intercambio mercantil como condición de vida. Esta situación da lugar a una
“psicopatología de la vida cotidiana”: por un lado, porque el sujeto realiza prácticas
sociales que se le imponen desde afuera, comportándose como territorio colonizado
por el discurso del poder. Por otro lado, porque en tanto colonizado no puede
descodificar críticamente su propia práctica social. El sujeto social se ve compelido a
la pasividad mediante la obediencia a tal discurso ya que las prácticas sociales se
configuran alrededor del sentido de pertenencia social que presupone la aceptación de
códigos que aparecen como normales en el sentido de aceptados por todos. La
normalidad se convierte así en una forma de alienación y dominación.
Por otra parte, como hemos afirmado supra, el determinismo tecnocrático se
despliega en auxilio del discurso del poder con la oferta de la novedad. Lo nuevo tiene
el objetivo de descontextualizar los procesos sociales, mostrándolos como emergiendo
de la nada, lo cual tiene la función ideológica de abolir la memoria histórica social,
requisito indispensable para el reconocimiento de las condiciones objetivas en las que
11
Carlos Marx, La Ideología Alemana. Pueblos Unidos. Montevideo, 1979. pags 266-227.
8
el sujeto puede apropiarse de su propia subjetividad y desplegarla en una voluntad de
transformación social. Lo “nuevo” tiene el propósito de borrar el pasado, y obturar la
ventana al futuro con la oferta de disfrutar el presente. En el trasfondo el objetivo del
mensaje es borrar cualquier horizonte de utopía, cualquier búsqueda de alternativas a
un orden social agotado en sus propias fundamentaciones.
En suma, desde la ideología de acceder a lo novedoso, sustentado en las
nuevas tecnologías que traen consigo supuestamente la clave del bienestar social,
desde el hedonismo consumista individualista y la exacerbación del egoísmo y la
resignación ante el caos creciente de la sociedad, la memoria histórica individual y
social y la praxis quedan abolidas como posibilidad de transformación social. El
sujeto es así vaciado de su propia subjetividad e imposibilitado de acceder a las
condiciones desde las cuales puede recomponerla en una voluntad de acción social
transformadora. Despojado del horizonte de su trascendencia, arrastrado al vacío por
la “muerte” de las ideologías y las utopías, aniquilado ante la “potencia” de un orden
social que se muestra inconmovible, el hombre se convierte en presa fácil de un
discurso que lo invita al disfrute del presente tecnologizado como refugio del desastre
que por innegable, sólo afecta a los demás.
Se ha constituido de esta manera un imaginario social que funciona como
abreviatura, de una manera fija, cerrada y definitiva, constituyendo el sentido de
normalidad desde el cual se penaliza como patológico aquello que no coincide con lo
aceptado, particularmente el pensamiento crítico. El sujeto social se difumina así en
una práctica social carente de significado vital, pues el sentido institucionalizado en el
imaginario social se cierra sobre sí mismo, excluyendo cualquier alteridad frente a los
criterios que se han hecho hegemónicos. Los sectores subordinados son así
subsumidos en la defensa de los intereses del poder instituido, son atrapados en las
trampas de la cultura del poder.
Una breve conclusión:
recuperar la teoría crítica para articular nuevas prácticas socioculturales
Frente a este “estado de cosas” reivindicamos una vez más el papel de la teoría
critica, la política y la filosofía, o si se quiere, de la filosofía política crítica. De la
política, si se asume como alteridad radical de las prácticas sociopolíticas y culturales
instituidas a través del cuestionamiento radical de las instituciones establecidas y del
imaginario y las prácticas socioculturales que las sostienen. De la filosofía si se asume
como reflexión desde la cual se cuestiona radicalmente las representaciones
comúnmente aceptadas que soportan y legitiman los poderes instituidos. En ambos
casos, partimos de un enfoque epistémico y metodológico que permite la superación
del reduccionismo cientificista, que se articula sobre la recomposición de la
dimensión ética y que no desconoce tampoco la dimensión estética y lúdica del
hombre.
En otras palabras, reivindicamos la vigencia de una filosofía política de
carácter crítica como alteridad a los discursos del poder hegemónico, como camino
para recuperar la praxis política transformadora del sujeto y el orden social, como
forma de constitución y recomposición de su subjetividad, desde la cual trazar la
utopía de un nuevo orden social como horizonte ético posible, lo que supone la
reconstrucción de la subjetividad del sujeto social para el ejercicio de la política y de
prácticas socioculturales articuladas alrededor de la ética como su esencialidad.
Sostenemos la necesidad de desarrollar prácticas socioculturales orientadas
éticamente a la defensa de la vida humana vital a través de la participación de sujetos
9
sociales relacionados mediante una conciencia moral, ética y solidaria, fundamento
del hacernos a nosotros mismos como posibilidad siempre abierta apelando no a una
razón lógica y abstracta, sino más bien a la imaginación creativa y la fantasía y a una
subjetividad entendida como apertura a la realización de la existencia, a hacerse
haciendo, a través de una identidad asumida conscientemente, que es capaz de recibir
e integrar información objetiva, que es libre de expresarse y actuar por sí mismo y
desde su propia identidad, pero en armonía dialéctica con lo real, que es capaz de
disfrutarlo y reelaborarlo a pesar de sus contradicciones, y que en el sentido más
general, es capaz de recuperar la ternura como esencia humana.