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6º Coloquio internacional Marx y Engels
GT 5: Relaciones de clase en el capitalismo contemporáneo
CLASES Y ESTAMENTOS EN EL CAPITALISMO AVANZADO
Juan Ignacio Castien Maestro
Profesor del Dpto. de Psicología Social
Universidad Complutense de Madrid
I. Introducción. Clases, estamentos y capital
En una comunicación presentada al V Coloquio sobre Marx y Engels 1 habíamos
distinguido ya dos procesos básicos de estructuración de las relaciones sociales. El fundamento
del primero de ellos es la categorización social. Consiste en adscribir a las personas a una serie
de categorías sociales, a las cuales se asocian luego una serie de derechos y deberes, así como,
con enorme frecuencia también, un conjunto de presuntos rasgos psicológicos. La articulación
entre estas categorías sociales y esas otras categorías que establecen distintos derechos y deberes
y distintos tipos de personalidad da lugar a un sistema de orientación social. A veces estas
categorías sociales y los sistemas de orientación basados en las mismas ostentan una notable
rigidez y amplitud, de manera que organizan una gran parte de la existencia de la gente. En este
caso se les puede denominar estamentos, del mismo modo que se puede llamar
estamentalización al proceso mediante el cual las categorías sociales y los sistemas de
orientación social adquieren esta rigidez y esta amplitud. Así suele ocurrir con el “género”, la
“raza”, la “etnia” y demás categorías en casi todas las sociedades. En ocasiones, como es
habitual en las sociedades pre-capitalistas, las propias relaciones de producción quedan asimismo
estructuradas mediante la categorización social y, más en concreto, mediante la
estamentalización. En este caso son los sistemas de orientación social estamentalizados los que
determinan los grados de control- utilizando un término más amplio que el de “propiedad” –de
cada uno sobre las fuerzas productivas, es decir, los medios de producción y la capacidad
productiva humana- entendida ésta también en un sentido más general que el de la mercancía
“fuerza de trabajo” específica del capitalismo. De este modo, ciertos estamentos están operando
como clases sociales, por lo que pueden ser denominados clases estamentales.
El segundo mecanismo social al que nos habíamos referido ya es el que puso de
manifiesto el mismo Marx al desentrañar la naturaleza de las relaciones sociales mercantiles.
Cuando estas relaciones han alcanzado ya un determinado grado de desarrollo, ligado a su vez a
un cierto progreso de la división del trabajo, se hace necesario introducir el dinero, en cuanto que
equivalente general de valor. El dinero permite obtener prácticamente cualquier bien o servicio,
de modo que la capacidad de cada persona para acceder a estos bienes y servicios viene
determinada por la cantidad del mismo de la que dispone. Su capacidad para adquirirlo viene
dada a su vez por su capacidad para obtenerlo a cambio de los bienes y servicios que ofrece en el
mercado. Uno de los mecanismos básicos para acrecentar la cantidad de dinero con la que se
cuenta consiste en utilizarlo como capital, adquiriendo con él medios de producción y fuerza de
trabajo y haciendo que con ellos se produzcan unos bienes y servicios cuyo valor dinerario sea
superior a lo que se invirtió en su adquisición. En función de este proceso, la sociedad se
estructura en clases sobre la base del grado de control poseído sobre las fuerzas productivas,
1
Juan Ignacio Castien Maestro, “Clases y estamentos. Una propuesta de conceptualización”. Anais do V
Coloquio Internacional Marx y Engels, 2007, disponible en www.unicamp.br/cemarx/.
determinado a su vez por el grado de control sobre el capital. Estas clases son, así, clases
determinadas por el capital, del mismo modo que otras lo son mediante la estamentalización. Si
hemos denominado a estas últimas clases estamentales, a estas otras les podemos llamar
entonces clases con respecto al capital.
Una vez que hemos distinguido claramente entre estos dos procesos de estructuración
social, en general, entre estos dos procesos de estructuración, más en particular, de las relaciones
de producción y entre estos dos procesos, en consecuencia, de generación de clases sociales en el
sentido marxiano, vamos ahora a estudiar, en esta comunicación, algunos de los modos en que
todos estos procesos se articulan entre sí en el ámbito del capitalismo avanzado. Se tratará de
mostrar con ello la centralidad de las clases con respecto al capital, pero al mismo tiempo la
necesidad de tomar en cuenta también su combinación con ciertos procesos de
estamentalización.
II. Algunas formas de categorización social articuladas con las clases con respecto al capital
Las relaciones de producción capitalistas requieren siempre de una categorización de las
personas involucradas en ellas. Desde el momento en el que el poseedor de una suma de capital
contrata a un asalariado, el primero puede ser ya categorizado como el “dueño” o el “propietario”
y el segundo como su “empleado”. Entre ambos se establecen una serie de derechos y deberes
recíprocos, que en parte están reglamentados jurídicamente y en parte poseen un carácter tácito.
En la medida en que esto es así, existe ya un sistema de orientación social y, por lo tanto,
también un sistema de categorización social. Tiene un carácter intrínseco y constitutivo con
respecto a las relaciones de producción capitalistas. Sin su concurso, estas relaciones no podrían
existir. Lo mismo puede decirse con respecto a las relaciones meramente mercantiles a propósito
de categorías como las de “vendedor” y “comprador” o “cliente” y las reglas que rigen sus
relaciones mutuas. Sin embargo, estos sistemas de orientación social poseen dos peculiaridades
distintivas. El primero es su falta de poder. El sistema de categorización no determina a priori el
rol de cada uno, sino que simplemente registra una situación de facto. El sistema de orientación
social no determina, así, por adelantado quién ocupa una posición u otra, ni tampoco quién
desempeña, por ello, una función u otra. Ello es establecido en función del grado de acceso a la
entidad dinero. Después, una vez realizada esta adscripción a una posición y a una función, sí se
establecen, en cambio, con detalle los derechos y deberes ligados a las mismas. Nos
encontramos, pues, ante un sistema de orientación que actúa a posteriori. Asimismo, puesto que
sólo rige un conjunto de actividades muy circunscrito, carece de amplitud. Es en todo, como
vemos, lo opuesto a un sistema estamental. Podemos considerar a estas peculiares categorías
sociales como categorías meramente funcionales, como el resultado, por tanto, de una variedad
especialmente rala y poco desarrollada de la categorización social. Esta categorización
meramente funcional es muy frecuente, como cuando, por ejemplo, se distribuyen dentro de un
equipo de trabajo las distintas tareas a realizar. Estas últimas categorías funcionales, de carácter
técnico u operativo, son en sí diferentes, y en parte independientes, de las categorías
profesionales que dependen a menudo de un reconocimiento institucional y de la posesión de
certificados escolares. Tales categorías poseen ya un carácter más amplio y rígido y, por lo tanto,
más estamental. Tanto las categorías técnicas como las profesionales son en sí distintas de las
categorías funcionales derivadas de la posición con respecto al capital.
Una segunda forma de articulación, también absolutamente necesaria, entre la clase con
respecto al capital y la categorización social se deriva de la necesidad que tiene el capitalismo de
que exista algún sistema de herencia, basado en algún tipo de parentesco, a fin de que el capital
se transmita y lo haga además de un modo desigual, sin lo cual este sistema no podría
reproducirse 2 . La existencia de este sistema de parentesco implica que las personas sean
categorizadas en función de ciertos criterios, como las relaciones de filiación, afinidad y
precedencia por orden de nacimiento que mantienen entre sí, y que, sobre la base de todo ello, se
establezcan sus respectivos derechos a heredarse unas a otras.
Junto a estas dos articulaciones necesarias existen, asimismo, otras de carácter
contingente. En ellas la categorización social se utiliza de manera complementaria para regular
ciertos aspectos de unas relaciones regidas en lo fundamental por una lógica capitalista. Los
ejemplos son numerosos. Puede recurrirse así a ciertos criterios de categorización social, como el
parentesco, la etnia, la nacionalidad o el género, como un medio para seleccionar, al menos en
parte, al personal que se recluta para ser contratado, en general, y para ser adscrito, en particular,
a determinados puestos. Así, es en buena medida mediante la aplicación de todos estos sistemas
de orientación social cómo se determina quién en concreto va a tener preferencia a la hora de
ocupar la categoría funcional de asalariado en general y la categoría funcional técnica de
asalariado adscrito a un determinado puesto de trabajo. La utilidad de todas estas articulaciones
es notoria y ha sido puesta de manifiesto en numerosos trabajos. Abarca desde el reclutamiento
de un personal de más confianza, hasta el de otro con menos poder social y más sumiso. Ayuda a
desarrollar poblaciones de trabajadores especializadas en ciertas profesiones, a enfrentar a ciertos
colectivos de asalariados con otros y a incrementar la explotación de ciertos trabajadores, al
hacer que se les considere merecedores de un peor trato. No obstante, por más que todas estas
articulaciones puedan favorecer determinados procesos de acumulación capitalista, no debe
olvidarse que ellas no obedecen a las necesidades intrínsecas del capitalismo, sino a la
interrelación contingente entre este sistema y ciertos procesos sociales no capitalistas. En
realidad, el capitalismo podría pasarse perfectamente sin estas articulaciones y además sus
efectos disfuncionales para el mismo son igualmente manifiestos, desde la pérdida de
flexibilidad y de racionalidad derivadas de la imposibilidad de seleccionar siempre a la persona
más capaz, con independencia de cualquier criterio de categorización social, hasta los límites a la
expansión de los mercados y, por tanto, del propio proceso de acumulación, originados por el
sometimiento de una parte de la población trabajadora a una explotación diferencial superior a la
media. Por todo ello, su existencia sólo puede explicarse a partir de la estructura históricamente
determinada de la formación social más amplia en la que se inscriben 3 .
III. Capital y estamentalización en la conformación de las clases sociales en el capitalismo
avanzado
Dejando aparte todas estas formas de articulación, necesarias o contingentes, entre los
procesos sociales activados y organizados mediante el dinero y aquellos otros activados y
organizados mediante la categorización social, podemos estudiar también un fenómeno mucho
más concreto y particular. Consiste en los modos en que ambos procesos se articulan entre sí a la
hora de conformar las clases sociales en las sociedades capitalistas realmente existentes. Aunque
concedamos una elevada centralidad a los procesos regidos por la lógica del capital, no por ello
debemos remitir toda su dinámica interna a esta lógica específica. Las sociedades capitalistas
reales no deben ser reducidas al modo de producción capitalista, en cuanto que modelo teórico
abstracto. No pueden serlo, desde luego, las sociedades capitalistas menos avanzadas, en donde
la existencia de formas sociales precapitalistas es evidente. En su caso, ideas como la de una
formación social constituida por la articulación entre diversos modos de producción resultan muy
apropiadas. Pero incluso en las propias sociedades capitalistas avanzadas, en donde estas
2
3
Castien Maestro, “Familia y reproducción del capitalismo”. Madrid, Política y Sociedad, 2001, p. 250-257.
Castien Maestro, “Familia y reproducción del capitalismo”. cit., p. 253.
pervivencias poseen escasa relevancia, tampoco puede llevarse a cabo su reducción a un modo
de producción abstracto. Estas sociedades son el resultado de un entrecruzamiento
extraordinariamente complejo e intenso entre procesos sociales regidos por lógicas distintas. La
sociedad capitalista y la propia economía capitalista son ciertamente capitalistas, pero son más
que eso.
En razón de lo anterior, tampoco podemos reducir las clases sociales existentes a las que
se derivarían de un modo de producción capitalista establecido de un modo abstracto. Durante
generaciones muchos marxistas se han esforzado en cubrir la distancia entre el modelo de clases
dicotómico “capitalistas-asalariados”, que se deduciría de su modelo teórico más abstracto, y las
realidades más concretas que tenían frente a sí. De un modo perfectamente legítimo y razonable,
han señalado que las clases se podrían dividir en capas y fracciones, en función de los niveles de
riqueza y de los sectores económicos más específicos en los que se sustentan, y que además
pervivirían a menudo restos de clases ligadas a modos de producción más antiguos. Pero todo
esto es aún insuficiente. Es preciso tomar en cuenta también que las clases sociales, en cuanto
que posiciones diferenciales con respecto a las fuerzas productivas, son conformadas por otros
procesos aparte de los organizados por el capital. Estas clases sociales tendrían que ser
concebidas entonces como totalidades concretas, en las cuales se entrelazasen diversos procesos
sociales más generales y abstractos. Aquí vamos a examinar dos de ellos, los basados en el
capital y en la estamentalización. Vamos a centrarnos además en las sociedades capitalistas
avanzadas precisamente porque en ellas podemos estudiar su articulación con una mayor pureza,
sin que nos distraiga esa otra cuestión, analíticamente diferente, de la articulación entre distintos
modos de producción, en posesión cada uno de ellos de una relativa autonomía.
Los procesos estructuradores basados en el capital y en la estamentalización se articulan
de dos formas básicas en lo que atañe a la conformación de la estructura de clases del capitalismo
avanzado. El primero, más sencillo, consiste en una estamentalización realizada sobre la base de
los resultados de los procesos que tienen lugar en el mercado. Es en este mercado en donde se
genera la distinción fundamental entre capitalistas y asalariados. Es en él asimismo en donde
también se generan distintas distinciones dentro de los capitalistas y los asalariados en función de
la cantidad de dinero que logran adquirir. El acceso a estas cantidades diferenciales de dinero
permite acceder también a distintas cantidades de bienes y servicios mediante los que se pueden
sustentar luego unos determinados estilos de vida. Estos niveles de consumo diferenciales y estos
estilos de vida concomitantes son utilizados como un principio de categorización fundamental
para distinguir a grandes rasgos entre las clases “alta”, “media” y “baja”, junto con distintas
subdivisiones dentro de cada una de ellas. Se trata, como puede apreciarse, de una categorización
estamental realizada a posteriori. Partiendo de la misma, la gente orienta luego una gran parte
de su comportamiento cotidiano. Los sociólogos que distribuyen a la población en estratos
basados en una combinación de criterios de este tipo obran de un modo parecido a los actores
sociales. Se trata de una clasificación relevante, en cuanto que ayuda a explicar muchos aspectos
de la existencia de las personas, y que, por lo tanto, es perfectamente aceptable en términos
científicos. Su gran carencia estriba, sin embargo, en que trabaja más sobre los efectos que sobre
las causas, es decir, más sobre las diferencias que sobre los procesos que las generan. Aquí
reside, en nuestra opinión, la indudable superioridad del enfoque marxista clásico, pese a su
carácter incompleto.
En cambio, en otros casos las distinciones estamentales sí van a contribuir a conformar
realmente las clases sociales. Ha sido señalado hasta la saciedad el hecho de que determinados
asalariados, como, por ejemplo, los ejecutivos, aún siendo formalmente empleados a sueldo,
reciben ingresos astronómicos y detentan un amplio poder discrecional. A este respecto, Erik
Olin Wright 4 , partiendo de una tesis original de John Roemer 5 , ha aportado algunas ideas muy
sugerentes, aunque necesitadas de una mayor elaboración teórica. Intentando dar cuenta de la
complejidad de la estructura de clase en las sociedades capitalistas avanzadas, añade a la
posesión o no de los medios de producción la posesión o no también de "bienes de cualificación"
y de "bienes de organización". Creemos que no simplificamos mucho su pensamiento, si
definimos los bienes de cualificación como el grado de cualificación de la fuerza de trabajo y los
bienes de organización como la ocupación de posiciones de mando dentro de una pirámide
organizacional. La posesión de estos bienes permitiría, al igual que la de los medios de
producción, obtener poder social y explotar a otros. En la sociedad contemporánea muchos
trabajadores asalariados poseen este tipo de bienes. Ello les convierte a un mismo tiempo en
dominados y dominadores y en explotados y explotadores, ubicándolos en lo que Wright define,
muy acertadamente como una "posición de clase contradictoria".
Este enfoque adolece, sin embargo, de una deficiencia importante, consistente en la
confusión en la que incurre entre lo que podemos denominar, por una parte, la base material
directa de cualquier relación de producción y, en consecuencia, de dominación y explotación en
muchos casos, y, por la otra, el mecanismo o el proceso social, mediante el cual se controla esta
base material. Para nosotros, la base material directa que hay que controlar está constituida
siempre por las fuerzas productivas. Pero el control sobre la misma se consigue a través de
distintos mecanismos sociales. Uno de ellos es la estamentalización y otro el control sobre el
capital. Veamos ahora cómo podemos encajar aquí la propuesta de Wright. En lo que respecta a
los llamados “bienes de cualificación”, dado que se trata simplemente de fuerza de trabajo
cualificada, la podemos considerar como parte de las fuerzas productivas. En cuanto a los bienes
de organización, Wright hace un amago de definición de los mismos como fuerza productiva,
definiéndolos como aquella capacidad productiva extra deparada por una buena gestión de los
recursos y que es controlada por los gestores. De ser así, se trataría simplemente de una
tecnología de gestión, y de sus efectos, y formaría también parte de las fuerzas productivas, en su
condición de conocimiento aplicado a la producción, sin nada que la diferenciase
substancialmente de otras tecnologías6 . En definitiva, los bienes de cualificación y de
organización a los que se refiere Wright no son sino un subtipo particular de las fuerzas
productivas entendidas en un sentido amplio. Así pues, con su propuesta la base material de las
relaciones de producción no cambia en absoluto. Esta aportación simplemente serviría para
incidir más en la importancia creciente de la cualificación laboral como componente de la fuerza
de trabajo, que ahora permite conseguir mejores ingresos, y en la importancia también creciente
de las tecnologías organizativas y de su control, ya sea por los trabajadores, en cuanto que
cualificación de su fuerza de trabajo, o ya sea por las propias organizaciones empresariales, en
cuanto que instrumento de valorización de su capital dinerario. Todo ello resulta muy pertinente,
pero no altera en definitiva el cuadro tradicional del capitalismo.
En cuanto a los mecanismos sociales mediante los que se logra controlar esta base
material, la propuesta de este autor reviste un mayor interés, aunque también es muy confusa. La
posesión de una mayor cualificación permite ciertamente acceder a posiciones más elevadas
dentro de la pirámide organizacional. Estas posiciones revisten una gran importancia práctica y
teórica, aunque el concepto de “bienes de organización” resulte demasiado vago para dar cuenta
de ellas. Quienes ocupan posiciones destacadas en cualquier aparato administrativo controlan
parcialmente el proceso productivo, gracias al amplio poder discrecional que les otorga su
4
Eric Olin Wright, Clases. Madrid, Siglo XXI, 1994, p. 69-112.
John Roemer, Teoría general de la explotación y de las clases. Madrid, Siglo XXI, 1989, p. 213-320.
6
Gerald A. Cohen, La teoría de la historia de Karl Marx. Una defensa. Madrid, Siglo XXI-Fundación Pablo
Iglesias, 1986, p. 49-52.
5
función directiva. Este poder les permite concederse a sí mismos salarios enormemente elevados,
junto con privilegios como los gastos de representación y el acceso privilegiado a paquetes de
acciones, así como, en ocasiones, desviar fondos de manera ilegal. A todo ello se une el interés
de los propietarios y de otros ejecutivos por mantener su lealtad, mediante todo tipo de favores y
regalos, y el de los representantes de otras instituciones por ganarse su benevolencia, sirviéndose
de los mismos medios. De este modo, las categorías funcionales de carácter directivo llevan
aparejado un amplio margen de maniobra que suele ser bien aprovechado. Esta es la clave de lo
que Roemer 7 denomina una "explotación de estatus" y que suele compensar con creces cualquier
explotación sufrida en calidad de asalariado.
Queda, sin embargo, por definir con mayor precisión la naturaleza de los procesos
sociales implicados en esta dominación y en esta explotación. La presencia de la categorización
social es obvia. Cualquier sistema burocrático se estructura mediante una articulación entre
distintas categorías sociales, ligadas a distintas funciones y prerrogativas. Constituye, por ello, en
sí mismo un peculiar sistema de orientación social. Estas categorías sociales podrán poseer
luego, según el caso, un carácter más meramente funcional o estamentalizado, del mismo modo
que el grado de jerarquización entre ellas, en cuanto a su asociación con distintos derechos y
deberes, podrá variar igualmente. Cuanto más jerarquizado y estamentalizado sea el sistema de
orientación social en su conjunto, mayores tenderán a ser en general la dominación y la
explotación existentes. No obstante, en los sistemas burocráticos modernos la estamentalización
es limitada. Los cargos no se heredan y se pueden perder. Por ello también, las posiciones
sociales que deparan son más frágiles que las basadas en la propiedad del capital.
Pero junto a esta estamentalización interna y constitutiva de la propia organización hay
que contar asimismo con otras dos estamentalizaciones añadidas. La primera actúa seleccionado
en parte el acceso a las categorías superiores de las pirámides organizacionales, sobre la base de
criterios como el parentesco, la etnia y, sobre todo, las diferencias estamentales basadas en el
estilo de vida y en el nivel de consumo. La segunda tiene, en cambio, un carácter a posteriori.
Quienes han alcanzado las posiciones superiores, y detentan la riqueza y el poder concomitante,
son debidamente categorizados por ello. Esta categorización se añade y se confunde con esa otra
ya señalada más arriba, basada en el grado de éxito obtenido en el ámbito de las relaciones
mercantiles, un ámbito distinto analíticamente del que ahora estamos analizando.
Podemos afirmar, en suma, que ciertos asalariados son más que meros asalariados,
gracias a su disfrute de una suerte de múltiples refuerzos estamentales. En cuanto a quienes
ocupan la base de la pirámide social, los trabajadores poco cualificados y sin funciones
directivas, no sólo son asalariados, sino que además no son nada más que eso. Su desposesión no
se limita a la carencia de propiedad, sino que incluye también su mala situación estamental. Con
ello su drama se vuelve aún más agudo.
7
Roemer, Teoría general de la explotación y de las clases. cit., p. 268.