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LXXIII ASAMBLEA GENERAL
24 Y 25 de junio de 2016
Declaración Final
Al término de la LXXIII Asamblea General de Cáritas Española, reconociendo la
complejidad e incertidumbre que se vive en el ámbito político y social, queremos volver
nuestra mirada a un mundo que sigue “gimiendo y llorando bajo dolores de parto” (Rom
8, 22). Como discípulos de Cristo sentimos como propios “los gozos y las esperanzas, las
tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y
de cuantos sufren” (GS, 1) y manifestamos, una vez más, nuestra vocación de servicio y
entrega a los descartados y empobrecidos de nuestras sociedades.
Nos hacemos eco de la realidad de las personas en situación de mayor vulnerabilidad a
las que acompañamos cada día y sobre cuyos derechos fundamentales hemos llamado
la atención de los representantes políticos y los agentes sociales en nuestro documento
de Propuestas políticas. Esta ha sido la respuesta de la Confederación Cáritas en España
a la apelación del Papa Francisco a “ayudar a los demás a cambiar el curso de la propia
vida” y a ser “la sal, la levadura y la luz que ofrece un faro de esperanza a los necesitados”
(Mensaje a la última Asamblea General de Cáritas Internationalis).
En la instrucción pastoral Iglesia, servidora de los pobres, los obispos españoles alertan
de manera valiente y clara sobre la pérdida de primacía del ser humano en nuestra vida
social y política. Se está consolidando en las relaciones sociales y económicas un proceso
de vaciamiento de lo humano que relativiza la inviolable dignidad de las personas para
convertirlas en un mero producto. Hoy, desde el Evangelio de la misericordia, es preciso
seguir demandando la necesidad imperiosa de poner en el corazón de la vida social la
centralidad de la persona y el bien común como horizonte político de nuestro mundo.
Cuando el pasado 6 de mayo el Papa Francisco recibía en Roma el Premio Carlomagno,
finalizaba su discurso con estas hermosas palabras: “Sueño una Europa de la cual no se
pueda decir que su compromiso por los derechos humanos ha sido su última utopía”.
Una Europa que soñó con ser casa de hospitalidad y que se ha convertido en fábrica de
expulsiones; que anheló ser cuna del desarrollo social del mundo y que ha extraviado su
“alma humanista”.
La crisis intensa de estos años, que ha erosionado la cohesión social de nuestras
sociedades, está culminando con un abandono profundo y atroz de los derechos
humanos de millones de personas. Es una crisis económica con profundas raíces
morales, que trasluce también una radical fractura de sentido y de referentes.
Queremos poner en el centro de nuestro corazón a las personas migrantes y refugiadas
que, desde los países del Sur, las fronteras europeas o nuestros propios barrios, siguen
experimentando los efectos de ese escandaloso proceso de descarte de lo humano.
El Espíritu nos mueve, también, a acercarnos de forma preferente a los hogares que
sufren exclusión severa, a los trabajadores víctimas de la precariedad laboral y a los
jóvenes sin perspectivas de futuro sean el foco de atención preferente de toda la vida
social. Y aspiramos a que todos aquellos expulsados del bienestar sean la médula de las
políticas sociales y de un nuevo modelo de economía social inspirada por la solidaridad
y la sostenibilidad. Desde el Evangelio de la justicia, soñamos y luchamos para que los
“últimos sean los primeros” (Cfr. Mt, 20,16) tanto en las políticas como en las
preocupaciones ciudadanas.
En este contexto, vemos con esperanza cómo las comunidades cristianas, las Cáritas
parroquiales y las organizaciones sociales de diversas creencias y condición han
reforzado su compromiso con las personas y familias excluidas. La Buena Noticia surge
en medio de la desesperación, del dolor y de la injusticia. La esperanza, sin embargo, no
es una mera aspiración o una tendencia. Hay que reconocerla, recrearla y contagiarla
día a día. Este es el distintivo significativo y profético de nuestra acción, que conlleva no
perder nunca el foco de la dignidad y la justicia con una actitud atenta y activa. La
nuestra es una apuesta por una esperanza:
-
Que nos aproxime a nuestros hermanos y hermanas migrantes que, como Cristo
dolientes de nuestros días, están siendo crucificados por la indiferencia y la
injusticia en múltiples fronteras de nuestro mundo.
-
Que sepa “escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres"
(LS 49) porque “si cuidas el planeta, combates la pobreza”.
-
Que denuncie, con profunda espiritualidad, la vulnerabilidad de unas sociedades
que descartan a los más pobres, y hacen de la exclusión una herencia y de la
precariedad un instrumento de desarrollo económico.
-
Que nos implique, desde la responsabilidad que brota del Evangelio, en la tarea
de extender, defender y practicar los derechos humanos como indicador esencial
de desarrollo en la construcción del Reino de Dios.
Todas las personas, las comunidades y la ciudadanía estamos convocados a construir
otro mundo desde la “inseparable preocupación por la naturaleza, la justicia con los
pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior" (LS 10). Esta es la misión y
vocación a la que los participantes en esta Asamblea General nos comprometemos
desde la radical llamada que nos lanza el Evangelio de la justicia y la misericordia.
El Escorial, 24 de junio de 2016.
Festividad de la Natividad de San Juan Bautista