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OPINIÓN 4 Francesca Faverio Socióloga, Candidata a Magíster en Sociología PUC LA RESPONSABILIDAD SOCIAL DE LAS EMPRESAS PARA EL TERCER SECTOR La discusión sobre las responsabilidades sociales privadas es un tema transversal que involucra no sólo al mundo empresarial, sino también al resto de la sociedad al plantear la necesidad de redefinir los roles de los principales actores sociales y volver a asignar sus responsabilidades. En primer lugar, intento definir qué es lo que se entiende por responsabilidad social de las empresas destacando cuáles son las claves del concepto y cómo llega a Chile. En segundo lugar, propongo diferenciar entre el concepto de responsabilidad social y el de filantropía clásica mayormente conocido hasta ahora. Finalmente, abro la discusión respecto a la relación que se establece entre las responsabilidades sociales de la empresa y el Tercer Sector, destacando el rol central que a este último le compete en tanto experto en las necesidades y problemas de las personas, privilegiando una relación basada en la cooperación capaz de maximizar beneficios para ambas instituciones y para la sociedad en general. Ciudadanos Responsables La discusión sobre la responsabilidad social empresarial es un tema de largo desarrollo, que encuentra sus antecedentes en el origen mismo del capitalismo, cuando los desequilibrios sociales generados por la irrupción del mercado autorregulado exigieron que la sociedad implementara contramedidas para protegerse de las devastadoras fuerzas de mercado (Polanyi, 1947). En las sociedades contemporáneas, el ámbito económico adquiere centralidad, especialmente por la relevancia de las empresas entendidas como el motor de la economía y, por lo tanto, uno de los principales generadores de bienestar. Las empresas son un actor social fundamental, desempeñando funciones que van más allá del mero intercambio económico, y capaces de injerir en temas como el crecimiento del país, la resolución de los problemas sociales, y la capacidad de integración de los individuos a la sociedad. En este sentido, existe un creciente énfasis por fortalecer la capacidad de las empresas para entregar valor a la sociedad en la que están insertas, no un valor en términos económicos –como su función básica le exige– sino un valor en términos culturales, éticos y de sentido1. Tras la idea de la RSE existe un re-perfilamiento del rol que le compete a las empresas y que se traduce en una nueva demanda hacia ellas como instituciones sociales, es decir, en tanto ciudadanos corporativos, responsables de sus acciones y de las consecuencias que afectan al entorno en el cual están situados. Bajo esta mirada, se supera el paradigma de la empresa reducida solamente a una unidad económica, y se entienden como instituciones insertas en el sistema social, portadores de derechos y también de deberes hacia otros. Esta atribución de rasgos de ciudadanía a las empresas surge a partir de un modelo de ciudadanía política que establece una relación en dos direcciones; desde la comunidad hacia el ciudadano y, desde el ciudadano hacia la comunidad. En esta última dirección, el ciudadano –en nuestro caso, ciudadano corporativo– contrae deberes respecto a la comunidad y, en consecuencia, debería asumir activamente sus responsabilidades en ella. Con la RSE se plantea que las actividades económicas también necesitan situarse en este plano, puesto que requieren de legitimación social, en consecuencia, pese a que el 1 Para el sociólogo Gilles Lipovetsky (1994) nos encontramos en una época que es testigo de un inesperado resurgimiento de los valores y de la ética. El renacer de temas valóricos en distintos ámbitos se observa desde el nivel individual hasta a nivel de las organizaciones, como las empresas. En esta tendencia se enmarcan las nuevas propuestas de responsabilidad social empresarial, que buscan valores, alma, comportamientos y negocios éticos. Con la ética de los negocios, la figura de la empresa privada cambia de un modelo moderno a uno postmoderno, mientras la empresa moderna era anónima, disciplinaria, teconcrática y mecanisista, la empresa postmoderna quiere ser portadora de sentido y de valor. 40 concepto de ciudadano surge en el plano político se ha ido expandiendo a otras esferas sociales, como la económica, aplicando la idea de la participación de cada sujeto en la toma de decisiones que le afectan, sea éste un individuo o una organización. Por otro lado, también se advierte que esta ciudadanía no puede ser pasiva, es decir, fundada en el derecho a tener derechos, sino que, por el contrario, debe desarrollarse una ciudadanía activa capaz de asumir responsabilidades. Esto conduce a un tránsito desde una época basada en los derechos, a un nuevo tiempo que pone su énfasis en las responsabilidades; tránsito que también implica el cambio desde una ciudadanía acostumbrada a exigir a una ciudadanía acostumbrada a participar en proyectos comunes. En este contexto, la RSE se entiende como todas aquellas iniciativas de la empresa privada dirigidas a la construcción del tejido social, tanto hacia su interior como hacia el mundo que la rodea. Todos coinciden en que las empresas son organismos vivos que deben velar por mantener la unidad interna –concitando a grupos diversos pero esenciales para su función como sus trabajadores, proveedores, clientes o accionistas–. Pero a la vez, deben cumplir con responsabilidades en el sistema mayor en el que están insertas, constituyéndose en un actor social que construye –en conjunto con otros– el sistema del cual es parte. Esta tendencia busca establecer principios universales que garanticen el cumplimento de ciertos mínimos éticos, con lo cual se aspira a conformar una comunidad a nivel internacional que promueva el despliegue de una economía social de mercado, basándose en el respeto a individuos y al medio ambiente, y haciendo posible la construcción de comunidades sanas y fuertes. La RSE apela a las responsabilidades de las empresas hacia los demás, bajo esta lógica, la empresa conforma una comunidad con sus públicos o grupos de interés, establecida por el compromiso hacia los otros. En este contexto, el concepto de responsabilidad se desarrolla en espacios de la vida en comunidad bajo una lógica de donación y aproximación voluntaria a otros sujetos, estableciendo relaciones de reciprocidad en ámbitos públicos. Si bien esta reciprocidad puede tener un interés determinado para cada una de las partes de la relación, no existe una retribución establecida, directa ni predeterminada, con lo cual escapa a la lógica del intercambio económico. Lo más relevante en este sentido, es que este conjunto de relaciones de reciprocidad constituyen un tejido social determinado, que sentará las bases para el crecimiento, progreso y desarrollo de la sociedad. Así, los promotores de la responsabilidad privada ven en ella la clave para acceder a mejores niveles de desarrollo, en forma análoga a lo que Fukuyama (1996) entendía por la confianza como elemento diferenciador y factor de éxito económico. Los orígenes del debate actual El moderno concepto de RSE aparece en el escenario mundial durante la década de los sesenta en un clima de contestación y desagrado frente al sistema, pero es recién a fines de los ´90 y en los inicios del nuevo siglo, cuando el fenómeno adquiere relevancia política y se comienzan a observar iniciativas de distintos actores que buscan dar cuenta del problema. Es el caso de iniciativas como el “Libro Verde de la Comisión de las Comunidades Europeas”, que persigue fomentar un marco europeo para la responsabilidad social empresarial (2001), el Pacto Mundial establecido por las Naciones Unidas (2000), o la declaración tripartita de la OIT (1977/2000). Estos hitos mundiales responden a la creciente demanda social por establecer parámetros conjuntos, aunar valores y principios respecto de las responsabilidades sociales que les competen a entidades privadas respecto a sus acciones y omisiones en la vida diaria de una sociedad. Estas declaraciones se constituyen en nuevos códigos valóricos, y pese a que tienen un carácter esencialmente voluntario, desde la década de los ´90, se multiplican y generalizan a la par de la globalización de las economías. Si bien existe consenso en la falta de profundidad y desarrollo de las definiciones conceptuales de la RSE, ya es posible afirmar que se ha planteado el tema como un amplio debate internacional. En nuestro país, la llegada de la RSE y su asimilación por parte de los actores involucrados ha sido lenta y confusa, especialmente porque no existe claridad respecto a qué significa y cuáles son sus implicancias. No obstante, en los últimos años es posible observar un creciente aumento del interés público hacia la RSE: se crean fundaciones y organizaciones especialmente dedicadas al tema; se generan instancias dedicadas a iluminar un concepto ambiguo; la gran mayoría de las grandes empresas realizan y promocionan acciones en nombre de la RSE y crean nuevos departamentos dedicados a su desarrollo, por su parte, los medios reflejan estas inquietudes posicionando el tema en la opinión pública. En este escenario, uno de los mayores incentivos para promover el desarrollo de la RSE a nivel nacional, fueron los tratados de libre comercio suscritos durante el 2003, ya que con estos se establece la necesidad de situar al mundo empresarial a la altura de las nuevas exigencias. Así, los acuerdos comerciales plantean a la clase empresarial, la urgencia por desarrollar habilidades y competencias necesarias para acceder a los nuevos mercados y para poder competir en ellos bajo sus reglas. Una de estas nuevas exigencias es el “sello” de la RSE, es decir, asegurar que las empresas chilenas produzcan 41 OPINIÓN 4 bajo ciertos estándares mínimos de preocupación social y medioambiental, convirtiéndose en buenos ciudadanos corporativos. La emergencia de la RSE en Chile se ve acompañada de un generalizado sentimiento de ansiedad en la clase empresarial por definir, mensurar y acotar un tema que plantea grandes amenazas para el modelo neoliberal pero, a su vez, promete importantes retribuciones y oportunidades para su actor principal2. Sin embargo, no sólo los empresarios se preguntan sobre el tema, es posible observar un creciente interés por parte de distintos sectores de la sociedad por definir y aprehender el concepto. Si bien, en Chile el concepto se encuentra “en pañales”, es posible observar que rápidamente nos hemos insertado en la corriente internacional, lo que se ha convertido en una búsqueda desordenada por definir y cumplir con las exigencias del mundo desarrollado. Más allá de la filantropía tradicional La RSE replantea un viejo tema para la sociología: la relación entre economía y sociedad, es decir, el equilibro entre el sistema productor de riquezas y bienestar, y el sistema social que lo sustenta. Pese a que la RSE comparte muchas cualidades y principios con las acciones filantrópicas tradicionales y es posible comprenderla como una forma modernizada de ésta –es decir, como una sistematización y racionalización de la filantropía tradicional– el concepto de RSE aparece como un concepto nuevo y diferente. En primer lugar, el concepto de RSE plantea para la empresa una preocupación constante en el tiempo que aspira a la participación de ella en la resolución de los problemas sociales. En este sentido, la idea de responsabilidad apela a la preocupación, interés y participación constante, es decir, pone el énfasis en la idea del compromiso. Ésta es la clave de las diferencias con el concepto tradicional de filantropía, el cual apelaba únicamente a la donación esporádica de recursos, sean económicos, personales o de conocimiento. En este sentido, la filantropía es unidimensional y se reduce sólo a la donación, mientras que la RSE involucra en el vínculo, todas las dimensiones de ambas partes, es decir, la RSE no sólo toma en consideración la dimensión económica de la empresa, sino que también involucra otras dimensiones como los valores de la institución, los objetivos estratégicos a largo plazo, las relaciones personales, las ideologías, los afectos personales, etc. En segundo lugar, pese a que tanto la RSE como la filantropía tradicional se basan en la voluntariedad de la acción social, la moderna RSE es entendida como un deber de los ciudadanos corporativos hacia los demás ciudadanos, es decir, como la otra cara de los derechos que dispone la empresa. En este sentido, la filantropía no representa un deber en términos ciudadanos, sino que apela a una obligación moral, espiritual y muchas veces religiosa. Además, mientras la clásica idea de filantropía se basa en la donación desinteresada, sin esperar nada a cambio más que la tranquilidad de la conciencia, la RSE es una acción social que espera una retribución, y pese a que ésta no está predeterminada en términos económicos, sí se constituye en una especie de devolución –tangible o intangible– a la acción social de la empresa. Esta retribución puede variar mucho y es indeterminada, puede constituirse en un aumento de legitimidad social, en la consolidación de una imagen pública positiva, la fidelización de clientes generando un aumento de las ventas, la preferencia de los inversionistas o en la atracción de trabajadores más calificados. En consecuencia, podemos afirmar que existen importantes diferencias conceptuales entre ambos términos, no obstante, sus límites en la práctica tienden a ser ambiguos y muchas veces se confunden. La relación entre ambos conceptos puede interpretarse como un tránsito en la forma de interacción entre la empresa y la sociedad, es decir, existiría una evolución histórica desde el tradicional concepto de filantropía ligado a la caridad hacia una forma modernizada de acción social como la actual RSE ligada al compromiso y a la idea del deber ciudadano. Al respecto, Bernardo Kliksberg señala que: “Hubo una primera etapa en la que los ideólogos de la ortodoxia económica decían que la empresa sólo existía para producir beneficios a sus accionistas. Virtualmente descartada en los países desarrollados por prominentes líderes empresariales, se pasó a otra, la de la filantropía empresarial, con donaciones y fundaciones. En la tercera etapa, la de la ciudadanía corporativa, se pide a la empresa que sea como un ciudadano ejemplar. Entre sus responsabilidades 2 Para los más conservadores las nuevas responsabilidades son una amenaza al modelo neoliberal y a la libertad del mercado, ya que son acciones que desencadenarían un creciente aumento de los costos y una disminución de la eficiencia, además del peligro de aumentar las normas y obligaciones legales. En cambio, para otros, las nuevas responsabilidades son una oportunidad de mayor protagonismo y poder para la empresa privada al interior de la sociedad, a través de la cual es posible legitimar el modelo económico. 42 La responsabilidad social de las empresas para el tercer sector se hallan: juego limpio con los consumidores, buen trato a su personal, preservación del medio ambiente, buenas prácticas en los países en desarrollo e integración a las grandes acciones sociales y a lo local”3. El desafío del Tercer Sector La discusión sobre RSE es todavía incipiente en nuestro país, y en la gran mayoría de los casos, los compromisos de la comunidad empresarial con la sociedad se expresan mediante políticas sociales tradicionales, con lo que se confunden las nuevas exigencias sociales de responsabilidad con filantropía corporativa, mecenazgo o caridad. No obstante, es cada día más compartido que las nuevas demandas sociales a las empresas exigen una nueva visión de los negocios que supere la “ética de frontera” (Perdiguero, 2003) propia de la filantropía y que se integre y comprometa íntegramente con su entorno. Uno de los mayores desafíos que se enfrentan en la actual discusión sobre las responsabilidades privadas apunta a que se requiere superar la condición de moda empresarial e intelectual, y dar paso a algo concreto, institucionalizar las intenciones de ayuda social y establecer caminos claros que permitan a las empresas ser responsables. En este aspecto, aparece como fundamental el papel que le compete a las organizaciones del Tercer Sector, y se plantea una oportunidad interesante para institucionalizar las relaciones de cooperación entre el mundo privado y las organizaciones sociales. Desde esta perspectiva, la RSE es un tema que le concierne directamente a la sociedad civil y que promete amplias posibilidades de acción. A partir de la discusión por las responsabilidades privadas, se puede afirmar que la forma de relacionarse del mundo empresarial hacia la sociedad está cambiando, deja atrás las nociones de filantropía y se adecua a una forma modernizada –racional e instrumental– de ejecutar las inquietudes sociales. Así como surge un nuevo tipo de voluntariado, también se observa una nueva forma de hacer caridad. Vivimos en una época en la cual las responsabilidades sociales están poco claras. A nivel mundial, la crisis del Estado de Bienestar deja atrás la idea de un Estado central, sobre-protector y paternalista, que se hacía cargo de la amplia variedad de necesidades de sus ciudadanos. La figura estatal disminuye al máximo sus ámbitos de acción y es necesario reasignar los deberes de cada actor social para enfrentar las necesidades y problemas de la sociedad. En los términos de Rosanvallon (1995) urge reestablecer el contrato social que une a las sociedades y que distribuye los deberes. Volviendo a lo ya mencionado, es necesario superar la búsqueda individualista de derechos y volver a poner el énfasis en los deberes hacia el resto de la sociedad, donde la responsabilidad se entiende como una “renta” que cada individuo debe pagar por el privilegio de pertenecer a una comunidad y vivir en una sociedad civilizada (Oaks, 1998). Por lo tanto, las miradas se dirigen ahora hacia otros sectores capaces de dar cuenta de las necesidades sociales como son las empresas privadas y el Tercer Sector, ambos actores pasan a estar en primer plano y urge que se establezca una relación de cooperación entre ellos4. Si bien, no podemos ignorar que esta relación de cooperación ha existido siempre, hasta ahora dependía de la buena voluntad del empresario para conseguir los aportes de la empresa a la labor social. La actual RSE es una oportunidad para generalizar esos aportes superando las particularidades de las creencias personales, es decir, se convierte en una tendencia que impone a todos los empresarios un comportamiento responsable sin importar sus valores. La acción social deja de estar remitida a las creencias y comienza a hablarse en el mismo lenguaje del mundo económico, ya que se convierte en un factor más para alcanzar el éxito empresarial. En este sentido, la RSE le habla a los empresarios en su mismo idioma, acercando al sector privado y la sociedad civil en cuanto a metas, objetivos y acciones, lo que permite mayores puntos de encuentro. Entonces, es interesante evaluar la RSE como una oportunidad que promete superar una relación basada en sentimientos altruistas y códigos filantrópicos para pasar a una relación de co-responsabilidad acorde con los tiempos que corren. Esto es especialmente importante en contextos donde las necesidades y los conflictos sociales superan con creces las capacidades de los Estados, como el caso Latinoamericano, por lo que se necesita de progresos urgentes en este tema, entendido por muchos como una dimensión crucial para el desarrollo. “Un continente con 3 “Hacia una nueva ética empresarial”, Bernardo Kliksberg, http://idbyouth.biglist.com/unsub.php/ 4 Al respecto, James Austin afirma que “El siglo XXI será la edad de las alianzas. En esta era, la colaboración entre organizaciones sin fines de lucro y las corporaciones privadas aumentará en frecuencia y en importancia estratégica. Las relaciones de colaboración migrarán cada vez más desde la filantropía tradicional, caracterizada por un donante benévolo y un receptor agradecido, hacia alianzas estatégicas más profundas (...) Estas alianzas van mucho más allá de la mera emisión de cheques. Refuerzan las competencias de ambos socios, y crean valor en el intercambio”. (Austin, 2000: 19). 43 OPINIÓN 4 tanto potencial económico, y al mismo tiempo, con niveles récords de pobreza y desigualdad, requiere altas dosis de responsabilidad social empresarial para hacer frente a estos flagelos. Progresar rápidamente en este camino (de RSE) en el que América Latina está claramente atrasada es fundamental para mejorar la integración social, la equidad y la competitividad. Es hora de aplicar el mensaje de la RSE a este continente, en el que hay una creciente y legítima demanda social de comportamientos éticos”5. No hay duda de que el Tercer Sector, por ser un sector emergente, despierta una gran cantidad de expectativas, y se entiende que las necesidades que puede venir a satisfacer son precisamente aquellas que dejan sin cubrir otros sectores. Esto es especialmente importante en un contexto en el que a las clásicas instituciones generadoras de bienestar, como la Familia, el Estado y el Mercado, se les cuestiona su capacidad de garantizar la satisfacción de algunas de las necesidades básicas de las personas (Esping Andersen, 1999). A partir de esto, algunos intelectuales aconsejan a los ciudadanos cuidar de sí mismos, potenciando el nivel comunitario y creando un colchón que amortigüe los golpes recibidos en virtud de la tercera revolución industrial (Cortina, 1999). permitir una actitud de irresponsabilidad en otros planos, por lo cual su misión debe incluir también la labor de motivar a los demás a actuar en consonancia. Dada la complejidad de las cuestiones, la discusión sobre quién debe hacerse cargo de las tareas sociales está lejos de ser resuelta. Para algunos es el Tercer Sector el que puede asumir estas responsabilidades, exonerando a las empresas de toda participación. En este sentido, Peter Drucker afirma que la pretensión de que las empresas asuman una responsabilidad social es querer regresar al pluralismo de la época feudal, querer que “manos privadas asuman el poder público” (Cortina, 1999:129), por lo cual, las empresas deberían quedar libres de tales responsabilidades las que deberían ser asumidas por la sociedad civil. Sin embargo, ésta es una solución inaceptable porque libera al mundo empresarial de toda responsabilidad social y, como veíamos, una empresa que se abstrae del mundo es una empresa obsoleta. En segundo lugar, el Estado tampoco puede aislarse de las responsabilidades, a pesar que disminuya su acción, sigue siendo el encargado de velar por la protección del acceso universal a bienes básicos. En este sentido, el Tercer Sector puede satisfacer muchas de las necesidades que dejan sin cubrir otros sectores, no obstante, no debe convertirse en un receptor de los desechos de otros, ni En este contexto, es el sector más idóneo para apropiarse de la RSE y sacarla de los círculos netamente empresariales en los que se cuestiona su neutralidad y su finalidad autorregulativa6. Es el actor capaz de canalizar las intenciones de solidaridad de las empresas privadas, sin importar si estas intenciones responden a una moda superficial o a intenciones profundas; a intereses económicos o afanes altruistas. Por su posición en la sociedad es el mejor actor para hacerlo. Este llamado a canalizar las responsabilidades privadas apunta a inventar creativamente fórmulas que encaucen las inquietudes de las empresas hacia las necesidades más importantes de la gente. Convertirse en ‘expertos’, ejecutores de dichas intenciones para aprovechar al máximo los recursos que la empresa está dispuesta a invertir y de asegurar que estos no se mal usen, no se pierdan en los afanes de tribuna política, burocracias o preferencias personales que los alejen de quienes más los necesitan. El Tercer Sector, por su estrecho vínculo con la sociedad y porque conoce directamente los problemas sociales, es el ‘experto’ en materias de necesidades de las personas. Mientras el Estado es ciego a éstas por la burocracia y el sector privado es sordo por funcionar en base a una lógica diferente –la lógica de mercado carente de solidaridad– el Tercer Sector es el que está más cerca de los problemas sociales, es independiente y moviliza una fuerza voluntaria, que de por sí tiene cualidades y energías diferentes. Además, si lo miramos desde otro punto de vista, para las organizaciones sociales la RSE es una buena oportunidad de superar las dificultades de conseguir financiamiento, especialmente frente a la tendencia global de reducción estatal, en la cual las ONGs ya no están al amparo de los gobiernos tanto para las definiciones de sus proyectos y acciones como para obtener recursos, por lo cual la reducción de los presupuestos hacia las organizaciones sociales las compele a buscar otros aliados. Como el tema ha quedado hasta ahora en el discurso de su sujeto principal –empresas privadas– y no ha alcanzado un diálogo permanente con sus objetos –sociedad civil– ni 5 “Hacia una nueva ética empresarial”, Bernardo Kliksberg, http://idbyouth.biglist.com/unsub.php/ 6 El fenómeno de la RSE adquiere una dimensión autorregulativa, ya sea en forma coordinada a través de agrupaciones empresariales o fruto de la imitación y de la elevación de estándares producto de los resultados. Esto lleva a preguntarse sobre la legitimidad de una autoridad asociativa que busca hacer cumplir normas voluntariamente adoptadas y que, idealmente, persigue sobreponerse a la autoridad central o estatal. 44 La responsabilidad social de las empresas para el tercer sector con sus posibles aliados –Estado–, es necesario incorporar a otros interlocutores a la discusión. Esto se refleja en que en su mayoría las acciones de RSE son decisiones tomadas a nivel gerencial, buscando maximizar los recursos invertidos en resultados de comunicación y publicidad, lo cual no debiese ser negativo, pero es necesario incorporar en esas decisiones a los representantes de la sociedad civil. Esto es especialmente relevante en nuestro país, donde la RSE se ha desarrollado especialmente a partir de las mismas empresas, ya sea en iniciativas particulares y aisladas o a través de asociaciones empresariales. Hasta ahora han sido las empresas las que la han promovido, buscando adecuar una tendencia mundial al contexto nacional, lo que ha generado que las acciones de RSE se desarrollen en un plano que de por sí no es el más experto en los temas sociales y además pone en tela de juicio ante la opinión pública las intenciones que las motivan. Un aspecto central de la RSE es que es un tema transversal, es decir, que involucra a distintos sectores, que demanda una acción conjunta de ellos y los interpela desde otras perspectivas, en otras palabras, es un tema que se juega en la relación entre sectores: entre el mundo privado, lo público y la sociedad civil. Dicha transversalidad demanda precisar el papel que a cada uno le concierne, superar la acción individual en la que cada actor se mantiene en su parcela y generalizar la acción conjunta y permanente. Pese a que hay importantes excepciones en las que el sector privado y la sociedad civil aúnan esfuerzos y establecen vínculos de cooperación constante7; estos siguen siendo casos esporádicos y aislados. Esto marca el camino que aún nos falta recorrer en Chile, urge que la sociedad civil haga suyo este desafío de colaboración y que se entablen relaciones sólidas que compartan objetivos a mediano y largo plazo, que generen un mayor valor social. Entonces, a través de la discusión de las responsabilidades empresariales se abre la puerta a un tema mucho mayor que propone al Tercer Sector una nueva forma de alianzas con los privados, que serán la clave para enfrentar los nuevos tiempos. Bibliografía • Francis Fukuyama, Confianza: Las virtudes sociales y la capacidad de generar prosperidad, Atlántida, Buenos Aires, 1996. • Tomás Perdiguero, La Responsabilidad Social de las empresas en un mundo global, Anagrama, Barcelona, 2003. • Gilles Lipovetsky, El crepúsculo del deber: la ética indolora de los nuevos tiempos democráticos, Anagrama, Barcelona, 1994. • James E. Austin, El desafío de la colaboración, Granica, Argentina, 2000. • Adela Cortina, Ciudadanos del Mundo: hacia una teoría de la ciudadanía, Alianza Editorial, Madrid 1999. • Pierre Rosanvallon, La Crisis del Estado Providencia, Civitas, Madrid, España, 1995. • Gosta Esping-Andersen, Social Foundations of PostIndustrial Economies, Oxford University Press, New York, 1999. • Karl Polanyi, La gran transformación. La gran Transformación: Los orígenes políticos y económicos de nuestro tiempo. Editorial Claridad, Buenos Aires, 1947. • Dallin H. Oaks, “The essential communitarian reader”, Amitai Etzoni Editor, Rowman & Littlefield Publishers Inc., U.S.A. 1998. 7 En las cuales, organizaciones como UTPCH demuestran ejemplos exitosos –como la construcción de mediaguas por empresas– que pueden iluminar la dirección del desarrollo. 45