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Guillermo Haro: Sacerdote del telescopio
Por: Ricardo Cruz García
Fecha: 26/03/2013
Nombrado por Alfonso Reyes
“sacerdote
del
telescopio”,
Guillermo Haro Barraza nació el 21
de marzo de 1913 en la Ciudad de
México. Reconocido como el
fundador
de
la
astronomía
moderna en nuestro país, llevó a
cabo una extensa labor para lograr
que la ciencia mexicana fuera
considerada de primer mundo.
Aunque deseaba dedicarse a los
estudios filosóficos, cuando tenía
28 años encontró su verdadera
vocación, gracias a que en 1941 conoció a Luis Enrique Erro, quien lo
invitó a trabajar como ayudante en la instalación del observatorio
astrofísico de Tonantzintla –en la sierra de Puebla–, que fue
inauguró el 17 de febrero de 1942 con la presencia del presidente
Manuel Ávila Camacho.
Después de dos años en el observatorio de la Universidad de
Harvard, su esmero en el estudio y su contacto con destacados
científicos estadounidenses, permitieron a Haro que se convirtiera
en un elemento fundamental del nuevo recinto astronómico
mexicano y se hizo cargo de la cámara Schmidt –que permite abarcar
un amplio campo visual– adquirida por el gobierno especialmente
para Tonantzintla.
Durante varias décadas México sólo contó con el Observatorio
Astronómico Nacional de Tacubaya –perteneciente a la UNAM–, por
entonces dirigido por Joaquín Gallo. A la salida de éste, en 1949, el
rector Salvador Zubirán nombró en su lugar a Guillermo Haro, quien
alternó su trabajo científico entre la capital y Puebla, hasta que en
1951 se convirtió en director del observatorio de Tonantzintla, en
sustitución de Erro.
Haro fue un descubridor de astros. En 1949, a la par que el
estadounidense George Herbig, halló lo que después se llamarían
objetos Herbig-Haro, relacionados con la formación de estrellas.
Además de encontrar novas, supernovas y cometas, en 1956 reveló la
existencia de galaxias de color muy azul que también fueron
bautizadas con su nombre.
En 1959 se dio a la tarea de identificar estrellas “enanas blancas”
(similares al Sol pero en decadencia) y las T-Tauri (objetos jóvenes
parecidos al Sol). Gracias a sus reconocidos estudios y destacada
trayectoria, en 1986 recibió el premio Lomonosov de la URSS, un
tipo de Nobel de astronomía.
Con el objetivo de alcanzar la trascendencia que logró la
astronomía indígena, Haro impulsó la ciencia en México no sólo con
el intercambio de ideas y la creación de instituciones científicas
(como el Instituto Nacional de Astrofísica, Óptica y Electrónica), sino
también a través del apoyo a jóvenes para especializarse y adquirir
en el extranjero la experiencia y los conocimientos que aquí faltaban.
Considerado por sí mismo como “un astrónomo de muy buena
estrella”, Haro estaba seguro de que la ciencia y la educación eran
fundamentales para acabar con el atraso y la pobreza en México.
Después de una existencia dividida entre el cielo y la tierra, Haro
murió el 26 de abril de 1988, pero su legado perdura a través del
tiempo. Además de astros, Guillermo Haro cuenta con dos calles que
llevan su nombre. En la Ciudad de México, por el rumbo de Santa Fe,
se halla una vía que le hace homenaje, pero es en Mazatlán donde se
encuentra con su medio natural, en una colonia plena de grandes
pensadores y científicos como Copérnico, Humboldt, Pitágoras,
Kepler, Einstein, Heráclito y Galileo.
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