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AFGANISTÁN: DIARIO DE UN SOLDADO
Teresa Ramos
Pamplona, abril, 2016
Quería leer al sol, borrar la oscuridad
de las armas, aprendí a leer
un libro de guerra o un libro de paz.
Un soldado es un extraño,
un extraño es un soldado,
y un día cualquiera de un civil,
un campo de batalla.
Leí al sol, aprendí a leer al sol,
me adentré en la espesura de las armas.
Los prejuicios sobre el oficio explosionaron
rendidos ante un testimonio veraz.
De la mano de un soldado aprendí a leer el sol.
He leído Afganistán, diario de un soldado, de Guillermo de Jorge.
Me he sentido conmovida, he pensado: esto es Poesía, y he
pensado que estaba ante el testimonio veraz de quien apela a
despertar la conciencia de los ciudadanos dormidos. Me ha hecho
pensar en el mensaje de la filósofa Hannat Arent y su banalidad del
mal. He creído sentir que este libro llegaba a mí como la pieza que
necesitaba para completar para la comprensión de este desatino al
que nos atrevemos a llamar civilización.
“Si por algún momento fuese sincero, amor mío, te confesaría que
no tengo la certera seguridad de si algún día volveré
;
Pero de lo que sí estoy realmente seguro es que siempre te amaré
:
Siempre.”
Me pregunto si me encuentro ante un diario de guerra o un diario
de amor, tal vez ante un diario de amor-guerra, tan real como real
es la vida y la muerte en medio de sus batallas cotidianas. Rezuma
intensidad y un mensaje claro: siempre nos redime el amor.
Me pregunto, a su vez, ¿acaso hay mayor acto de amor que
entregar la vida por los otros? Y me responderán que ser militar es
un oficio y volveré a preguntar, ¿por qué ese oficio y no otro?
Algunos dirán, que tal vez sea demencia o interés, algunos
pacifistas, como yo misma, podrían descartar esta lectura desde el
prejuicio, tal vez. Yo digo que hay que tener coraje y valor para
ponerse al frente en la batalla, que ser soldado es un oficio antiguo
como el mundo, y que todavía y doy fe, compruebo sorprendida,
que existen hombres y mujeres, que en medio de la contienda, son
capaces de responder con un despliegue ingente de humanidad y
diré más, lo hacen por nosotros.
“y sin embargo un día cualquiera dejamos de existir, sin más,
amor, para volver nunca”
…” así es, en el momento más inoportuno
desaparecemos, sin más
para dejar de creer en todo”
Guillermo apela a la conciencia de la temporalidad, todo termina y
lo sabemos, somos conscientes de esa “insoportable levedad del
ser”, parafraseando a Kundela. El militar, el soldado, el poeta, vive
con la espada sobre su cabeza, en cualquier momento todo puede
terminar, por eso, consciente de esa herida que comporta vivir
permanentemente en peligro, está más en el ahora, se vuelve un
hombre sincero, si cabe. Frente a la posibilidad de la muerte no hay
lugar al que huir, nada que ocultar.
En el envés está el amor al que apela constantemente:
“,
Ya ves
,
Yo
,
Aquí,
, sin ti
,
Como una
tempestad amarrada al pecho, como
un huracán que entona el
principio de todos
los tiempos, que pronuncia el final de todos
los tiempos.”
:
tú
y
sólo tú, amor
,
en este instante
en el que dejo de existir para convertirme en un sol,
-dado
azul
bajo
la pólvora
.”
Un soldado es un sol dado, magnífica fractura la que aporta este
juego semántico en el que la función de la palabra se amplía y
crece: el soldado aporta sol, luz, lucidez, podría decirse (al menos
este soldado) y, a su vez, es un artilugio que depende del azar como
el dado de la caída y de los números que conjugan su suerte.
Las guerras son viejas como el mundo y su respuesta resulta
atávica. La lucha por la sobrevivencia, el beso de la muerte, su
presencia, lo cambia todo: no hay seguridad, solo un futuro
incierto.
Los versos hablan por boca de un poeta soldado, la realidad es
espantosa en el campo de batalla, pero también en los espacios
civiles en donde el poeta soldado también es. Y reclama la atención
del lector, apela a su conciencia, a que piensen que existe alguien
que asume tareas que el civil ni se plantea, alguien que da la cara
por él o por ella. La vida y la muerte impresas en la naturaleza
humana, resulta terribles y bella al mismo tiempo. El poeta soldado
nos da cuenta de ello y nos traslada al infierno del combate en
donde la sobrevivencia se impone frente a cualquier razón. Sin
embargo, este soldado decide pelear de frente, en un ejercicio de
lealtad frente al contrincante.
Y la vida también es adaptación al medio:
“Tres días
para ada
-ptarse al clima
,
Siete días
para star
inmerso en la rutina”
¿Cómo se adapta alguien a la rutina después de haber visto volar
por los aires a un compañero, cómo se limpia el impacto de una
bala, con qué manos se aparta a un ser humano reducido a masa
informe en un segundo? ¿Cómo se encaja que esta vez no has sido
tú el desaparecido?
En ese caso, la adaptación parece una broma macabra, porque,
claro está, hay que encajar lo vivido, el soldado inventa su propia
fórmula, empieza la creación de un universo imposible de adoptar y
adaptar desde la normalidad, si acaso tal cosa existiera.
“ada (¿acaso convocas a un hada con h para hacerlo más fácil y por
eso recurres a un ser mitológico que puebla los territorios
infantiles, los de la inocencia?) Tú hada no lleva h.
Tampoco hablas de apartarse. -ptarse (la palabra aparece partida
como una evocación que sugiere esa necesidad de apartarse…)
¿Acaso para integrar tanto dolor, tanto espanto, sea necesario una
dosis de magia y apartarse de la realidad, quebrar el sentido
etimológico de la palabra y construir una nueva que refleje la única
posibilidad saludable y que contenga, a su vez, la magia y la
esperanza?
“,
siete días
para star
inmerso en la rutina”
“Star” no es lo mismo que estar, star es una estrella en inglés, el
idioma de los negocios, también de los negocios de la guerra y star
es una estrella del firmamento, de la música, de los deportes, la
evocación de los mejores sueños. Un hombre necesita estrellas
para poder estar, estrellas que brillan en el firmamento, necesita
sobre todo, estar junto a los suyos (sus propias estrellas), a los que
ama y a quienes quiere abrazar, un militar condecorado llevará
estrellas en su uniforme; y sobre todo, y en cualquier caso, un
hombre también es una estrella pequeña en el mar del firmamento,
“somos polvo de estrellas” (Reich).
“para star
inmerso en la rutina”
Bendita rutina, estrella rutina, rutina del pulso de la vida, para
STAR.
Muy lejos de la “ ca
í
da”
del segundo
P
R
O
Y
E
C
T
I
L
.
.
.
.
Las palabras se desmiembran, rompiendo la lógica de su existencia
y su función. Resulta fascinante esta ruptura de la forma del
lenguaje que invita al lector a contemplar nuevas posibilidades. Es
el verbo del poeta soldado que está al frente de la vanguardia, que
no en la retaguardia.
El soldado es dueño de la conciencia de la muerte, el campo de
batalla lo evidencia.
“Que la vida iba en serio uno lo empieza a comprender más tarde”
dice Jaime Gil de Biedma en su poema “No volveré a ser joven”. El
soldado no lleva el ritmo sosegado de la maduración tranquila que
aporta el tiempo, el soldado madura a golpe de machete, de
escopeta, a cañonazos, y eso sí va en serio. La muerte susurra
versos al oído, descorre el velo y apunta directo al corazón.
“Esto ha sido tan
real
como si un muyahidín
se hubiese inmolado
en mil pedazos
para poder terminar así de una vez por todas con esa ausencia
.”
El soldado de infantería que conoce su estirpe, la de los hombres y
mujeres valientes que luchan y se entregan hasta el final, conoce y
defiende el juego limpio, el de el verdadero guerrero, el luchador,
el que se enfrenta abiertamente al oponente, le honra, no
contempla la trampa, la traición, y la cobardía de atacar por la
espalda. Lo testimonian estos versos:
“Nosotros combatimos cara a cara contra el oponente; pactamos
el lugar y el momento. Decidimos el cómo y el para qué y, sin
embargo, nunca hemos disparado a un hombre por la espalda,
nunca hemos apuntado a vuestros hijos, nunca hemos hecho
blanco a vuestros hogares: nunca; no lo necesitamos, ni nos lo
plantemos, ni siquiera lo queremos.
No nos hace falta hacer eso para sentir que dios está con
nosotros;
sencillamente no necesitamos la sangre para entrar en el paraíso:
“dicen que somos iguales: dicen; pero nosotros sabemos que no es
así, pertenecemos a una estirpe, a una historia, a un lugar donde
nos han depositado una tradición, una forma de vivir, una manera
sola manera de amar
:
Somos la infantería española”.
Creo que me encuentro frente a un tratado de ética. Enhorabuena
y gracias por este magnífico libro, sincero donde los haya.