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Maya Alfaro Santiago 1°B
Colegio La Paz
LOS SECRETOS DE LA SELVA.
Había una vez una hermosa selva donde habitaban enormes árboles viejos y sabios, de una belleza muy especial,
ya que alojaban a muchos animales, como jaguares, venados, triguillos, tapires y en lo alto de sus largas ramas,
ardillas, guacamayas, serpientes, búhos, monos y una cantidad enorme de insectos.
Pero lo que mucha gente no sabe, es que la selva guarda un gran secreto: en ella viven pequeñas hadas que pueden
volar tan rápido como un colibrí: ¡son las guardianas de todos los animales, plantas, flores y arboles!; estas
pequeñas hadas son las encargadas de mantener la armonía, el equilibrio y el respeto a la vida de cada ser, ya sea
grande o muy pequeño; ellas cuidan la conexión entre cada especie de la tierra con el universo, estrellas, astros,
planetas, galaxias y otros mundos lejanos.
Los dioses más sabios les dijeron a las hadas: “El Dios de todos los Dioses creo el cielo y la selva, en el cielo sembró
estrellas y en las selvas sembró árboles; cada árbol y cada estrella son de una misma raíz, cada vez que cae un árbol
cae una estrella”.
En especial las hadas cuidaban a una maravillosa familia con tres hijos. El más grande de ellos tenía 6 años, se
llamaba Yeyé. Diariamente se despertaba a las 5 de la mañana, preparaba su caballo, tomaba una cubeta llena de
maíz que su madre le dejaba preparado, y se dirigía al molino, a esa hora todo era una profunda obscuridad y
silencio, se alcanzaba ver la niebla y el rocío de las plantas. Yeyé disfrutaba de esa sensación y recordaba las palabras
de su abuelo que le decía: -La obscuridad es la paz de la noche. Era como una aventura diaria acompañado de su
caballo y su perro Duque, incluso cuando iba en el camino, se quedaba dormido sobre su caballo, pero las hadas lo
cuidaban y guiaban al caballo hacia el molino, ya que veían que en ese niño existía un gran amor y conexión con la
tierra.
Yeyé era aventurero le gustaba explorar, escuchar los pájaros, subir a los árboles y cortar los frutos de la parte más
alta; observaba que en la mañana, el primer rayo del sol caía en la montaña. Un día, simplemente se lanzó a
perseguir los primeros rayos del sol naciente porque eso llenaba su corazón de fuerza y energía.
Cuando regresaba a casa compartía, con sus dos hermanitos gemelos, sus aventuras y de la belleza de la selva y
entregaba a su madre el maíz molido para que pudiera preparar las tortillas del desayuno.
Maya Alfaro Santiago 1°B
Colegio La Paz
A los 8 años, Yeyé se dispuso hacer una hortaliza donde sembró chicharos, tomates, lechugas, zanahorias y otras
legumbres; al ver todo el esfuerzo y dedicación, las hadas decidieron cuidar su hortaliza; les dijeron a todas las
hormigas, gusanos y topos que no comieran las verduras y legumbres que Yeyé había sembrado.
En las noches, las hadas escuchaban los deseos que Yeyé pedía a las estrellas; en sus oraciones estaba siempre
incluida su familia, sus animales y la huerta; al terminar, él decía –Gracias por todo. Conmovidas las hadas por este
pequeño niño, cumplieron sus deseos y para toda la vida lo protegieron y apoyaron en su camino de vida.
Ese niño con el tiempo se convirtió en adulto y enseñó a sus hijos lo importante que es respetar a todos los seres
de la tierra.
“Todos juntos podemos ser guardianes de nuestro planeta; respetando cada vida, estaremos respetando el
universo entero”.
ISIS SANTIAGO COUTIÑO.