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La Viola Céltica
EL HOMBRE Y LA NATURALEZA
En las tradiciones Irlandesas y Escocesas de Europa y América
Programa
The Caledonia Set
Archibald MacDonald of Keppoch Tradicional irlandesa
The Musical Priest Tradicional irlandesa
Scotch Mary Tradicional irlandesa
Caledonia’s Wail for Niel Gow Captain Simon Fraser (1816 Collection)
Sackow’s Jig Tradicional irlandesa
(Viola soprano, Arpa / Salterio y Bodhran)
The Lancashire Pipes
A Pointe or Preludium - The Lancashire Pipes
The Pigges of Rumsey - Kate of Bardie
Manchester Gamba Book (ca. 1640)
The Cup of Tea Tradicional irlandesa
A Toy Manchester Gamba Book
(Viola baja, the Bag-pipes Tuning)
Flowers of Edinburg
The Rover Reformed John Playford (1623-1686)
Lady Mary Hay’s Scots Measure Tradicional escocesa
The hills of Lorne Charlie Hunter
The Flowers of Edinburg Reel
Lament for the Death of his Second Wife Niel Gow (1727-1807)
Fisher’s Hornpipe
Peter’s Peerie Boat Tomas Anderson
(Viola soprano, Arpa y Bodhran)
The Donegal Set
The Tuttle’s Reel Tradicional irlandés
Planxty Irwin Turlough O’Carolan
Alexander’s Hornpipe O’Neill, Chicago 1903
Jimmy Holme’s Favorite
Gusty’s Frolics Tradicional de Donegal
(Viola soprano, Arpa/Salterio y Bodhran)
Jordi Savall
Jordi Savall es una de las personalidades musicales más polivalentes de su generación. Da a conocer al mundo desde hace más de cincuenta años maravillas
musicales abandonadas en la oscuridad de la indiferencia y el olvido. Dedicado
a la investigación de esas músicas antiguas, las lee y las interpreta con su viola
de gamba, o como director. Sus actividades como concertista, pedagogo, investigador y creador de nuevos proyectos, tanto musicales como culturales, lo sitúan entre los principales artífices del fenómeno de revalorización de la música
histórica. Es fundador, junto con Montserrat Figueras, de los grupos musicales
Hespèrion XXI (1974), La Capella Reial de Catalunya (1987) y Le Concert des Nations (1989), con los cuales explora y crea un universo de emociones y belleza
que proyecta al mundo y a millones de amantes de la música.
A lo largo de su carrera ha grabado y editado más de 230 discos de repertorios
de música medieval, renacentista, barroca y del clasicismo con especial atención al patrimonio musical hispánico y mediterráneo; una producción merecedora de múltiples distinciones, como los premios Midem, International Classical Music y Grammy. Sus programas de concierto han convertido la música en
un instrumento de mediación para el entendimiento y la paz entre pueblos y
culturas diferentes y a veces enfrentados. No en vano fue nombrado en el 2008
fue nombrado «Embajador de la Unión Europea para el diálogo intercultural»,
y junto con Montserrat Figueras fueron designados los dos «Artistas por la Paz»
dentro del programa «Embajadores de buena voluntad» de la UNESCO.
Su fecunda carrera musical ha recibido las más altas distinciones nacionales e
internacionales; entre ellas, el título de doctor honoris causa por las universidades de Évora (Portugal), Barcelona (Cataluña), Lovaina (Bélgica) y Basilea (Suiza),
la insignia de Caballero de la Legión de Honor de la República Francesa, el Premio
Internacional de Música por la Paz del Ministerio de Cultura y Ciencia de Baja
Sajonia, la Medalla de Oro de la Generalitat de Cataluña y el prestigioso premio
Leoni Sonning, considerado el premio Nobel de la música. «Jordi Savall pone de
manifiesto una herencia cultural común infinitamente diversa. Es un hombre
para nuestro tiempo» (The Guardian, 2011).
Carolan’s Harp
Try if it is in tune: Feeghan Geleash Anónimo (Irlanda, Bunting MS)
Carolan’s Dream: Molly McAlpin Turlough O’Carolan (1670-1738)
The Reel of Tullochgorum Tradicional escocesa
(Arpa sola)
Irish Landscapes
The Lamentation of Owen Roe Turlough O’Carolan (O’Neill)
The Morning Dew Tradicional irlandesa
The Hills of Ireland
Apples in the Winter
The Rocky Road to Dublin
The Kid on the Mountain
Morrison’s Jig
(Viola soprano, Arpa / Salterio y Bodhran)
excmo. ayuntamiento
de toledo
Plaza Mayor, s/n · 45001 Toledo
Tel. 925 21 57 08 · Fax. 925 25 47 78
[email protected]
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Domingo 15 | 20h
La Viola Céltica
Jordi
Savall
La Viola Celta
Elogio de la transmisión
vinculados siempre a los de las instituciones
del poder espiritual y secular (la Iglesia y la
corte). A partir de los siglos XVII (Inglaterra) y
sobre todo XIX (Alemania), sobrevivió en los
círculos eminentemente burgueses.
Si la cara es el espejo del alma, la música de un pueblo es el reflejo del espíritu
de su identidad, individual en un principio
pero que va adquiriendo forma con el tiempo en tanto que imagen del conjunto de un
espacio cultural propio y único. Toda música transmitida y conservada por tradición
oral es el resultado de una feliz supervivencia, consecuencia de un largo proceso de
selección y síntesis. Al contrario que ciertas
culturas orientales que se desarrollaron sobre todo en un marco de tradición oral, en
el mundo occidental sólo las músicas llamadas tradicionales, populares o folklóricas,
han sabido perdurar gracias a esos mecanismos de transmisión no escrita.
La invención de la notación musical,
un fenómeno ligado muchas veces a los
círculos sociales literarios, permitió que
ciertas culturas (como las de China, Corea,
Japón y Europa occidental) pudieran desarrollar desde tiempos muy antiguos numerosos sistemas de notación utilizados
en situaciones muy diferentes. En cambio,
otras culturas (como las de los países de
Oriente Próximo, salvo Turquía; o de los
países del sur o el sudoeste asiático) sólo
los desarrollaron –antes de los últimos cien
años– de modo muy escaso. En el mundo
de las músicas «cultas» de Europa occidental, la comunicación musical basada en lo
no escrito perduró hasta finales de siglo
XVII, aunque sólo en las prácticas ligadas a
la improvisación y la realización de acompañamientos sobre «bajo continuo» y más
tarde en los espacios de creación musical
Por eso las músicas celtas para fiddle
o violín celta de Escocia e Irlanda (e incluso las procedentes de las comunidades de
emigrantes de esos países a Norteamérica)
constituyen en Europa occidental un caso
único, así como uno de los patrimonios
más ricos y hermosos de todas las tradiciones musicales vivas de nuestro tiempo. Todos esos miles de airs, pastorals, laments,
hornpipes, reels, rants, jigs, etcétera, conservados por las diferentes tradiciones orales, transmitidas con amor de padres a hijos, y con perseverancia de una generación
a otra, son en realidad auténticas músicas
supervivientes. Son, en efecto, músicas que
han tenido el privilegio y la suerte para nosotros de sobrevivir a la inevitable y constante amnesia cultural del hombre y sus
locuras globalizantes.
Del mismo modo que quedé seducido y fascinado en 1965 por la voz olvidada
de la viola da gamba, ya en 1975 decidimos
incorporar con Montserrat Figueras y Hespèrion XX –desde nuestros primeros conciertos y grabaciones–, junto al repertorio
de las músicas de la corte y la Iglesia, las
maravillosas músicas de los judíos españoles, brutalmente expulsados en 1492,
y conservadas por tradición oral durante
más de cinco siglos en las diferentes comunidades sefardíes instaladas en el ámbito
mediterráneo. Cabe recordar que, salvo algunas excepciones (Falla, Bartók, Villa-Lobos, Kodaly, etcétera), la injusta valoración
de esas músicas llamadas “populares” o
“folklóricas” las ha relegado inevitablemente a un universo propio, sin mucha comunicación ni tampoco respeto por parte del
mundo de la música llamada “clásica”. Por
otra parte, la terrible amnesia debida a la
pérdida de conciencia de las antiguas prácticas nos ha impedido a menudo comprender el valor real de obras conservadas sólo
en su versión melódica, incluso en el caso
de músicos muy reconocidos como O’Carolan y otros. Por ello, en diccionarios de
música muy importantes podemos leer a
propósito de las obras de O’Carolan que «
unfortunately most are only in single line
form, so that it is not definitely known how
he harmonized or accompanied his melo-
dies » (“por desgracia, la mayoría sólo están en su versión melódica, de modo que
no sabemos con seguridad cómo armonizaba ni cómo acompañaba sus melodías.”).
Es una lástima, desde luego, no saber la
forma exacta en que se llevó a cabo del
acompañamiento de tales piezas, pero no
hay que olvidar que en muchas de ellas la
melodía, gracias a su belleza y emoción, se
basta sola. Y, al mismo tiempo, debemos
constatar que, en el caso de piezas que piden acompañamiento, sabemos hoy lo suficiente sobre la práctica del acompañamiento improvisado en los siglos XVII y XVIII para
reconstruir versiones plenamente satisfactorias en términos artísticos. Por esa misma
razón, las seis suites para violonchelo solo
de J. S. Bach fueron “completadas” con un
acompañamiento para piano durante el siglo XIX y quedaron “olvidadas” como música
de arte por los intérpretes durante más de
dos siglos. Hay que esperar hasta finales del
siglo XIX para que sean redescubiertas (¡en
1890!) por un joven Pau Casals quien, diez
años más tarde, hacia 1900, empezaría a
darlas a conocer al mundo.
Mi primer encuentro con la música
celta se remonta, por una parte, a los años
1977-1978, al momento de nuestra visita a
Kilkenny para un concierto con Hespèrion
XX. Durante ese festival, las calles, las plazas
y los pubs estaban llenos de toda clase de
músicos (violines, flautas...) que tocaban sin
cesar, solos o acompañados (con una guitarra o una pequeña arpa). Qué vitalidad, qué
magia ver a tantos músicos vivir la música
con intensidad y emoción. Por otra parte,
el otro encuentro se produce a través de
la audición de grabaciones históricas de las
décadas de 1920-1930, como las realizadas
por los geniales James Schott Skinner y Joe
MacLean, y de la audición de conciertos de
grupos como The Chieftains, entre otros.
Durante estos treinta años también he
quedado absolutamente fascinado por el
repertorio británico para la viola y por esta
razón he estudiado, interpretado y grabado
muchas de esas músicas para viola sola o
para consort de violas: desde Christopher
Tye hasta Henry Purcell pasando por Tobias
Hume, Alfonso Ferrabosco, William Corkine,
William Brade, John Dowland, William Byrd,
Thomas Ford, Orlando Gibbons, John Jenkins, William Lawes, John Playford, Matthew
Locke..., así como autores anónimos isabelinos o jacobeos. Sin embargo, fue con el
descubrimiento de manuscritos como el del
Manchester Gamba Book, con sus más de
30 maneras diferentes de afinar (tuning o
scordatura) la viola –y muy, en concreto, las
bagpipe tunings–, cuando empecé a darme
cuenta de que también en el caso de la viola
existían verdaderas relaciones con una antigua tradición celta que había sido olvidada,
al igual que había sido olvidada la existencia
misma del instrumento tras la muerte de
los últimos violistas, como K. F. Abel, quienes en vida asombraron por la belleza y la
expresividad de sus improvisaciones con la
viola da gamba. Burney escribió de Abel: “I
have heard him modulate in private on his
six-stringed base with such practical readiness and depth of science, as astonished
the late Lord Kelly and Bach, as much as myself.” (“Lo he oído modular en privado con
su bajo de seis cuerdas con tanta agilidad y
derroche de conocimientos que desconcertó al difunto lord Kelly y a Bach tanto como
a mí mismo.”).
Durante los últimos años, empecé a
estudiar primero las recopilaciones del siglo XVII de músicas escocesas e irlandesas
y, luego, descubrí la extraordinaria riqueza de las principales colecciones de música celta, como las reunidas por: George
Farquhar Graham, The Songs of Scotland
(Edimburgo, 1848); George Petrie, Complete Collection of Irish Music (Londres, 1852;
reeditada en 1902-1905); William Bradbury
Ryan, Mammoth Collection (Boston, 1883);
O’Neill, Music of Ireland (Nueva York, 1903)
y The Dance Music of Ireland (Nueva York,
1907); P. W. Joyce, Old Irish Folk Music
and Songs (Londres, 1909); James Hunter,
The Fiddle Music Of Scotland (Edimburgo,
1979); Alastair J. Hardie, The Caledonian
Companion (Edimburgo, 1981); y Aloys
Fleischmann, Sources of Irish Traditional
Music, c. 1600-1855 (Nueva York y Londres,
1998), entre otras.
Ante todo me sorprendió constatar
semejante abundancia de material histórico documentado, porque el conjunto de
todas esas colecciones comprende más de
10.000 obras. Todas de gran calidad artística. También me pareció muy interesante
descubrir que ciertas melodías celtas tenían figuras muy parecidas a cantos antiguos de Cataluña, como las presentes en El
testament d’Amèlia y en Màiri Bhàn Òg. Sin
embargo, la tarea más difícil ha sido limitar
la selección (para el programa) a una treintena de piezas más representativas, procedentes de épocas y orígenes diversos,
así como elegir las diferentes afinaciones
adaptadas a cada tipo de música. Improvisando y siguiendo las informaciones de la
época y las prácticas tradicionales, Andrew
Lawrence-King ha realizado los acompañamientos de algunas de las piezas con
el arpa irlandesa y el salterio. Se trata de
un enfoque voluntariamente sobrio para
mostrar que todo lo esencial de estas músicas se encuentra en ellas mismas, en la
fuerza y la magia de su discurso musical.
Soy también muy consciente de la enorme
distancia que puede haber entre la interpretación de un músico que ha nacido con
esa música y la de otro que ha tenido que
aprenderla durante varios años y sabe que
aún le queda mucho por aprender. Espero, al menos, que mi experiencia con las
músicas del Renacimiento y el Barroco me
hayan permitido ofrecer una visión diferente de las que oímos en las tradiciones
modernas. Por último, este programa es
ante todo un ferviente homenaje al arte
de la transmisión, al talento de todos esos
músicos que crearon este maravilloso patrimonio y también a todos los demás músicos, no menos importantes, que supieron
transmitirlo de generación en generación
para conservarlo plenamente vivo.
La música expresa y prolonga lo que
no puede decir la palabra, y el tiempo filtra y limpia esas melodías transmitidas
por tradición oral de cuanto no es esencial. Y así todas esas músicas, cuyos autores permanecen anónimos la mayoría de
las veces, se han convertido, gracias a su
vitalidad, belleza, emoción y encanto, en
indispensables para la celebración de los
momentos más destacados de las diferentes etapas de la vida cotidiana y la vida del
hombre. Canciones para vencer la tristeza
o celebrar las buenas noticias, danzas para
festejar los momentos de felicidad y alegría,
lamentos para superar la pérdida de un ser
querido o el recuerdo de un acontecimiento
desdichado, todas esas obras maravillosas,
pero frágiles, representan el aporte sensible y más personal de unas culturas a veces
marginadas o perseguidas a la historia de
la creación musical. Permanecen y permanecerán en nuestro corazón como las voces
auténticas y el espíritu esencial de una civilización que, gracias a la música, ha sabido y
sabe conservar viva la memoria y el alma de
su identidad histórica.
Jordi Savall
Lyra-viol de 7 cuerdas (viola de gamba baja)
de BARAK NORMAN, Londres 1697.
Viola de gamba soprano de Nicolas
Chappuy, París ca. 1750
Andrew Lawrence–King
Arpa irlandesa & Salterio.
Frank McGuire
Bodhran.
Con el apoyo del Departament de Cultura de la
Generalitat de Catalunya y el Institut Ramon Llull