Document related concepts
Transcript
En el Jardín Blanco de Sissinghurst, la Rosa mulliganii es la estrella. Este vigoroso rosal trepador luce su extraordinaria floración en la pérgola central. singhurst, al sur de Inglaterra (ver texto en verde). Pero la fórmula no pierde vigencia. Cada año, en la gran cita jardinera del Chelsea Flower Show, en Londres, algún paisajista basa sus plantaciones en este canon infalible. En la edición del pasado mayo, el jardín de Christopher BradleyHole para The Telegraph, una representación abstracta del paisaje inglés desde su admiración por la jardinería zen, jugaba con los diferentes tonos de verde del boj y el tejo recortados en cubos o rectángulos desiguales en altura, entre los que se desplegaban plantaciones de flor blanca con algún que otro destello azul o borravino. Todo ello entre los esculturales troncos desnudos de los avellanos (Corylus avellana) y enmarcado por una columnata de roble natural a modo de claustro. Entre las plantas de flor utilizadas, varias de umbelas sutiles como pequeñas cofias de encaje: Orlaya grandiflora, Cenolophium denudatum, Anthriscus sylvestris, el perifollo verde, y Myrrhis odorata, mirra o perifollo de olor, todas ellas dotadas de un plumoso follaje de hojas muy divididas. Estas especies proporcionaban una sensación de plantación espontánea de pradera entremezcladas con masas de hierbas: Melica altissima ‘Alba’, de finas varas florales con panículas de minúsculas flores blancas entre el verde pálido del follaje; Luzula nivea, la llamada nieve de los bosques por sus pequeñas y brillantes florecillas blancas agrupadas en densos ramilletes contra su oscuro follaje, y dos gramíneas: Sesleria autumnalis, de follaje verde y plumas plateadas, y Deschampsia cespitosa, que produce inflorescencias de un precioso efecto evanescente. En el jardín tampoco faltaban las peonías: la fragante Paeonia lactiflora ‘Krinkled White’, con pétalos arrugados de un blanco EL JARDÍN BLANCO DE SISSINGHURST El White Garden de los jardines de Sissinghurst, en Kent, creados por la escritora Vita SackvilleWest hacia 1939, es uno de los ejemplos más consumados de jardín blanco, y un modelo para muchos que se hicieron después. Este icónico jardín, que su creadora imaginó con flores blancas y follajes verdes y grises, revela cuántos matices guarda el blanco, entre el más puro y los cremas, en una sabia selección de plantas. En él goza de gran protagonismo una apabullante Rosa mulliganii, un vigoroso y rústico rosal trepador de origen chino, que emite en la pérgola central una profusión de ramilletes de pequeñas flores simples de cinco pétalos, que en otoño dan paso a pequeños escaramujos anaranjados. Pero no hay que olvidar la colección de vivaces que se despliegan entre los setos formales de boj: Cosmos bipinnatus de flor blanca sobre un plumoso follaje verde vivo, esbeltas azucenas (Lilium candidum), margaritas (Leucanthemum x superbum), phlox, numerosas herbáceas con flores en umbela, como Ammi majus, la elegante Orlaya grandiflora, o la Gillenia trifoliata, una preciosa planta de hojas palmeadas, tallos rojizos y desordenadas panículas de flores blancas estrelladas con el cáliz rojo. Las altas espigas florales aportan verticalidad al jardín: Physostegia virginiana ‘Alba’ y Chamaenerion angustifolium ‘Album’, que recuerdan a las dragonarias o conejitos, y el cultivar Delphinium ‘Ice Cap’, una espuela de caballero con densas flores de una blancura extrema. No faltan masas del decorativo cardo Eryngium giganteum, de reflejos grises con matices azules, ni de violetas (Viola cornuta) de flor blanca. Destacan por sus llamativas hojas verdeazuladas perennes y sus flores en grandes racimos verticales muy atractivos, las matas de Melianthus major, la flor de miel. Dentro de los arbustos, varias hortensias: Hydrangea macrophylla ‘Lacecap’, cuyas corolas parecen cofias de blonda, H. arborescens ‘Annabelle’ y la curiosa H. quercifolia, de flores en panícula y hojas recortadas parecidas a las del roble. Y entre las trepadoras, el guisante de olor (Lathyrus odoratus) sobre obeliscos de madera. inmaculado en torno a un centro amarillo; la Paeonia emodi, también de flores blancas, y el destello rojo oscuro de la ‘Buckeye Belle’. Una Amsonia tabernaemontana var. salicifolia ponía un toque azul pálido con sus pequeñas flores en forma de estrella. Aciertos y errores El jardín de Christopher Bradley-Hole bien vale para ilustrar el buen uso de las plantas de flor blanca en un jardín: • El blanco produce un efecto apaciguador y refrescante, pero ¡cuidado con la monotonía! El paisajista la evitó jugando con las formas y texturas de las plantas —hojas lacias, redondeadas, muy divididas— y flores —umbelas, espigas, pequeñas estrellas, peonías—, y situándolas contra un fondo plano de topiarios de especies que ofrecen distintos matices de verde. Es más, aportó alguna que otra nota de color burdeos para romper la uniformidad y crear sensación de profundidad. • El blanco ilumina el jardín, pero cuidado con producir masas cegadoras. Para evitarlo es preferible elegir plantas de texturas muy definidas, con floraciones sutiles, o de follaje plateado o gris, que contrarresten la intensidad del blanco (ver Jardines plateados en Verde es Vida nº70). • El blanco de las flores blancas no es siempre puro. Existen matices crema, amarillos, rosados, verdosos, azulados... También hay que tenerlo en cuenta a la hora de mezclarlas. La suma de una segunda tonalidad confiere dimensión al espacio verde. Para acentuar el toque de frescor, nada como las tonalidades claras del azul y el violeta, como la Perovskia atriplicifolia ‘Blue Spire’, de bella floración en forma de agujas azules, que parece difuminarse en la distancia. ✿ 27