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Elidia Wong Miranda
(1911-2013)
Nació el 4 de marzo de 1911, en Bocas del
Toro, pero pasó gran parte de su infancia en
Chiriquí.
Hizo estudios universitarios en la ciudad de Panamá, pero también
- de Supervisión Educativa - en la Universidad del Estado de
Pennsylvania (Estados Unidos), entidad en donde obtuvo años más
tarde una Maestría en Administración Educativa.
Trabajó en Guatemala como escritora de libros de textos para niños
de escuela primaria en Centroamérica y Panamá (Proyecto
R.O.C.A.P.) y fue Subsecretaria General de la Universidad de
Panamá durante dos años. Fue miembro de la Comisión
Permanente de Literatura Infantil del Ministerio de Educación de
Panamá.
Falleció en la ciudad de Panamá a los 102 años.
CONOCE A TU
AUTOR
Homenaje Póstumo
Obras publicadas (Literatura Infantil): El doctor Pildorete y cinco
cuentos más (Editorial Chen, Panamá, 1993), Los Caminos de mi
tierra (1976), Los versos de Onyn (Poesía infantil, 1975), Tema de
amor (Panamá, s.f.), Los cuentos de Elidia Wong Miranda (Piggy
Press, Panamá, 2007).
Una publicación de la Academia Panameña de Literatura Infantil y
Juvenil Abril 2013
Dirección: Irene de Delgado
Diseño y diagramación: Genesistrini Espinosa
Academia Panameña
de Literatura Infantil y
Juvenil
LA FLOR DEL ESPÍRITU SANTO
Aquella tarde llovió tanto que las hojas de las plantas estaban mustias,
tristes, doblegadas por el agua que luego formó pequeñas lagunas y
corrientes en la tierra.
—No resistiremos —dijeron las azucenas, cuyos tallos largos y delgados se
inclinaban hacia el suelo—. Moriremos ahogadas, nuestras raíces ya están
sin fuerzas, casi arrancadas.
—Yo —dijo el jazmín— no lo soportaré más. Buscaré un lugar donde nadie
pueda maltratarme, ni la lluvia, ni el sol, ni las manos de los que no me
quieren.
—Aquí estoy yo —dijo la brisa campesina—. Siempre vengo a esparcir en
el campo la fragancia de las flores. Yo las ayudaré; buscaré más allá entre
el monte y la montaña un lugar escondido para ayudarlas a vivir.
—Durmamos ahora —dijo entonces la luna—, y yo iluminaré con mis
rayos el lugar donde nacerá una nueva flor que será la admiración de
todos los que aman la belleza.
De las azucenas y el jazmín sólo quedaron las raíces que fueron recogidas
por la brisa y llevadas a la montaña para esconderlas bajo el verdor de los
árboles.
—Aquí—dijo la luna, iluminando la floresta con sus rayos de plata—
cultivaremos una planta que hinque sus raíces en las rocas para que
pueda soportar los embates de los vientos y pueda soportar la
inclemencia de las lluvias.
—Nosotros no diremos donde están —dijeron los ruiseñores—. Así, nadie
podrá encontrarlas.
—La lluvia no lo marchitará porque los árboles con sus hojas protegerán
sus flores —dijeron las golondrinas que volaban hacia el mar.
—Las flores tendrán el color y el perfume de las margaritas, los jazmines y
las azucenas —dijo el ratoncito montañero con voz que parecía un trino.
—No hablemos más —dijeron las hormigas, tratando de abrir un huequito
para sembrar las raíces—. ¡Hay que trabajar!
Días después, las abejas y las mariposas llevaron polen para fertilizar la
planta que ya comenzaba a florecer y esa noche un ángel bajó del cielo y
tomó con sus manos la flor que apenas abría sus pétalos.
—Tendrá la gracia y los dones de los que aman a Dios —dijo, colocando
una gota de rocío en el centro del cáliz ya abierto. En un milagro de infinita
armonía celestial, floreció allí en el centro del cáliz el símbolo eterno del
Espíritu Santo, que dio nombre a la preciosa flor.
La flor del Espíritu Santo, que nació al arrullo de la brisa, iluminada por los
rayos de la luna, es la flor símbolo único de amor y paz. Ella sólo florece en
nuestra tierra, en nuestro Panamá. Su espléndida belleza no pasa
desapercibida por los que contemplan su cándida pureza, su gracia
singular, divina presencia de Dios entre los hombres.
Así un poeta panameño la inmortalizó en sus versos:
De nuestros bosques en lo más recóndito,
Bajo altísimos techos de verdor
Crece entre peñascos áridos
¡Una preciosa peregrina flor!