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Pontificia Universidad Católica Argentina
“Santa María de los Buenos Aires”
FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES Y ECONOMICAS
Trabajo de Integración Final de Licenciatura:
“Economía y Felicidad”
Alumno: Julián Alberto Batista (03-040216-4)
Director: Dr. Francisco Ciocchini
Índice
Introducción…………………………………………………………….............................1
Does economic growth improve the human lot? Some empirical evidence…....................5
Unhappiness and unemployment……………………….....................................................9
Happiness and economic performance..............................................................................14
Happiness, economy and institutions………………………………………………….....18
Preferences over Inflation and Unemployment: Evidence from Surveys of Happiness....23
Income and Happiness: Towards a Unified Theory…………..........................................27
What Can Economists Learn from Happiness Research? .................................................31
The macroeconomics of happiness………………………………………………………37
The anatomy of subjective well-being………………………………………...................44
Money, sex and happiness: An empirical study………………………………………….48
The economics of happiness……………………………………………………………..50
Happiness and public policy: a challenge to the profession……………………………..53
Does transition make you happy? ……………………………………………………….56
Income and Happiness: Evidence, Explanations and Economic Implications…………..62
Análisis estadístico de datos de bienestar reportado provenientes de la población
argentina………………………………………………………………………………….69
Conclusión……………………………………………………………………………….75
Anexo I…………………………………………………………………………………...80
Anexo II………………………………………………………………………………….84
Bibliografía………………………………………………………………………………85
Introducción
En 1974, Richard Easterlin publicó su trabajo titulado “Does economic growth
improve the human lot?” en el que se cuestionaba la capacidad del crecimiento
económico de generar un aumento sostenido en el bienestar de la humanidad. Era la
primera vez en la historia que un economista presentaba una crítica formal a la asociación
implícita entre riqueza y felicidad que forma parte de la economía sustentándose en datos
provenientes de encuestas.
Para poder avanzar en este sentido, el autor tuvo que desafiar los procedimientos
metodológicos tradicionales que estaban arraigados en el corazón de nuestra ciencia.
Si bien parece algo muy lógico preguntar directamente a los individuos que tan
felices son y relacionar sus respuestas mediante técnicas econométricas con su nivel de
ingresos, el ambiente intelectual imperante en la ciencia económica no siempre fue
favorable hacia la aceptación de dicho método.
La economía moderna nace a finales del Siglo XVIII con la conocida obra de
Adam Smith “La riqueza de las naciones”. Necesariamente las características
metodólogicas y concepciones filosóficas se vieron impregnadas por el ambiente
intelectual que dominaba el saber en dicho momento.
El paradigma filosófico reinante durante estos siglos era el Positivismo. Esta
corriente busca explicar todos los fenómenos causalmente mediante leyes generales y
universales, sobre todo leyes al estilo de la física y la biología. La forma de llegar a
conocer la realidad es mediante el método inductivo. El Positivismo privilegia el
conocimiento científico, objetivo y documentado como el único válido.
Como podrá deducir el lector, en este contexto no queda lugar para cuestiones
subjetivas, y mucho menos para intentar parametrizar la felicidad que reporta cada
individuo.
La Economía fue construida en esta dirección. Se abrazaron fervientemente las
observaciones objetivas y los modelos inductivos. Se estructuró la ciencia partiendo de
las observaciones de la vida cotidiana referidas a la vida económica de las personas y a
partir de esto se construyeron modelos que replicaban dicha realidad y de los que se
obtenían conclusiones para el agregado.
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Durante los siglos XIX y XX los enormes avances en el campo de las
matemáticas contribuyeron crucialmente a reforzar el carácter positivista de la economía.
Los modelos lógicos fueron reemplazados por modelos matemáticos formales,
posibilitando enormes avances en dicha dirección.
Con respecto a la felicidad, la aproximación utilizada por nuestra ciencia fue
siempre la de la utilidad ordinal, es decir que se alude a la posibilidad de ordenar las
preferencias de una persona. La cardinalidad es rechazada debido a la imposibilidad de
realizar comparaciones objetivas entre el bienestar que le produce una determinada cesta
de consumo a distintas personas. En esta dirección no tendría mucho sentido pedirle a un
individuo que se ubique a sí mismo en una escala numérica de felicidad. No hay
información que pueda ser observada y aproximada de un modo objetivo.
Con respecto a la capacidad del crecimiento económico para aumentar el
bienestar de una persona, la herramienta tradicionalmente utilizada ha sido la de las
preferencias reveladas:
Hay dos canastas de bienes A y B. En el momento t solo puede adquirirse la
canasta A debido a las restricciones presupuestarias y tecnológicas. En el momento t+1
ambas canastas están disponibles para adquirir, pero solo se puede consumir una por las
restricciones antes mencionadas. Si el individuo elige la canasta B por sobre la A
entonces significa que en el período t+1 se encuentra mejor que en t.
El crecimiento económico amplía la cantidad de bienes y servicios que una
sociedad tiene disponible para su consumo. En períodos posteriores las personas serán
capaces de adquirir cestas de consumo que, dada la frontera de producción actual, hoy
son inaccesibles. Si dichas cestas son preferidas a las que estas consumen en la actualidad
entonces se puede pensar que se estará mejor en el futuro, o en otras palabras se estará
podría estar más feliz.
El gran avance que produjo el trabajo de Easterlin (1974) consistió en la
recolección de datos que sostuvieran la relación entre bienestar e ingreso en series de
corte transversal y la inexistencia de relación entre ambas variables en series de tiempo.
Esta afirmación es conocida como la Paradoja de Easterlin.
Pero para poder arribar a dicha conclusión el autor debió utilizar encuestas de
bienestar reportado como variable proxy del concepto metafísico de felicidad. Reemplazó
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la observación de las elecciones de los individuos por la concepción del nivel de bienestar
propio.
Easterlin (1974) se encontraba en un clima intelectual sustancialmente más
favorable para la realización de investigaciones de este tipo que sus predecesores.
El paradigma científico de la actualidad difiere en mucho del positivismo. Se
acepta que el ser humano es incapaz de conocer la realidad en su totalidad y que la misma
no puede ser objetivamente abordable al estar necesariamente interpretada por el ojo de
su observador. El énfasis no se encuentra puesto en la obtención de leyes generales que
permitan entender todos los fenómenos sino en conocimientos más acotados y precisos,
que permitan entender cuestiones en particular. Se prioriza el conocimiento de las causas
internas de los fenómenos por sobre las causas externas.
Este es el contexto que incentivó a el autor en cuestión a tomar el camino del
bienestar subjetivo como aproximación a la felicidad. Así mismo, dicho método ya poseía
un probado éxito en otras áreas del saber como la ciencia política, la sociología y la
psicología.
Lo significativo de este camino es que permite una aproximación directa al
bienestar de la persona, y, aún más importante, aborda la cuestión desde el ángulo que, en
definitiva, es el más relevante para el ser humano. No debe olvidarse que el fin último de
los científicos consiste en incrementar el estado del conocimiento vigente para mejorar
las posibilidades de realización del hombre. La felicidad, en cierto sentido, es el fin
último de la vida humana. Y no hay mejor forma de acercarse a ella que preguntándole a
las personas por la suya.
El objetivo del presente trabajo consiste en hacer una revisión de literatura
reciente que relacione la felicidad y la economía, priorizando aquellos trabajos
elaborados por autores de reconocida trayectoria. Se intentará otorgar al lector un
acercamiento a los principales pilares de esta rama de nuestra ciencia, que aún se
encuentra en desarrollo. Este recorrido permitirá interiorizarse con el tema en cuestión y
vislumbrar cual será la dirección que tomarán las investigaciones en el futuro.
Así mismo, se analizarán datos provenientes de la Encuesta de la Deuda Social
Argentina para el año 2007, elaborada por el Departamento de Investigaciones
Institucionales de la Pontificia Universidad Católica Argentina. Dicha encuesta releva
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información de argentinos que habitan los principales conglomerados urbanos, lo que
permite analizar la evidencia nacional a la luz de las herramientas teóricas discutidas a lo
largo de este trabajo.
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Easterlin, Richard A. – Does economic growth improve the human
lot? Some empirical evidence (1974)
Este trabajo es el primero en poner a prueba la máxima de la economía según la
cual cambios en la tasa de crecimiento del producto de largo plazo producen cambios en
la tasa de de bienestar de largo plazo.
Para poner a prueba dicho axioma el autor junta los resultados de encuestas de
felicidad que se habían realizado en 19 países, más y menos desarrollados, desde la
Segunda Guerra Mundial. Es la primera vez que un economista analiza la evidencia
existente sobre bienestar autorreportado.
Para obtener estos datos se utilizan dos fuentes. La primera es en una encuesta de
tipo Gallup (AIPO Poll y Nacional Opinion Research Center) en la que se le pregunta al
encuestado “En general ¿Qué tan feliz diría que es Usted: muy feliz, bastante feliz, no
muy feliz?”. La segunda fuente proviene del trabajo de Cantril (1965) “The pattern of
human concerns”. El procedimiento para medir la felicidad en dicho estudio consiste en
pedirle a cada persona que describa la mejor situación posible en la que podría estar.
Luego se le pide que realice lo mismo con la peor situación posible. A continuación se le
muestra una escala del 0 al 10 y se le pide, teniendo en cuenta que 10 es la mejor
situación posible y 0 la peor, que indique en que situación se encontraría hoy en día.
Se plantea el problema de si es posible realizar un análisis científico sobre la
felicidad teniendo en cuenta distinto países al mismo tiempo dado que existe la
posibilidad de que no todas las culturas entiendan de la misma forma el concepto de
felicidad.
Cantril resuelve esta cuestión utilizando el siguiente procedimiento: Cuando
realiza la encuesta a una población árabe se le pide a un traductor árabe que traduzca las
preguntas del inglés a su idioma. Luego se le pide a un traductor inglés que traduzca la
traducción al árabe del primer traductor al idioma original. Cuando se cotejan los
resultados se puede apreciar que no existen diferencias significativas. Así mismo, la tasa
de respuesta es muy alta, llegándose a la conclusión de que el concepto de la felicidad
trasciende las culturas.
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Según el estudio de Cantril, los temas más mencionados por los americanos como
parte de la mejor situación posible por tema son: económicos (65%), salud (48%), familia
(47%), valores personales (20%), status quo (11%), situación laboral (10%), situación
internacional (10%), valores sociales (5%) y política (2%). Así mismo recoje los mismos
datos para otros países, obteniendo resultados sorprendentemente similares.
Otro problema que surge consiste en la posibilidad de que las respuestas pueden
estar determinadas por estados emocionales altamente variables que tienden a fluctuar
mucho con los altos y bajos de la vida cotidiana. El trabajo de los autores Robinson y
Shaver (1969) “Measures of social psychological attitudes” hace notar la estabilidad de la
felicidad reportada por el mismo grupo de individuos en períodos cortos de tiempo. Por
lo tanto se puede concluir que la felicidad autorreportada es estable en el tiempo.
Los datos analizados por Easterlin arrojan los siguientes resultados. Dentro de un
país, los ricos tienden a ser más felices que los pobres. No existe una asociación clara
entre ingreso y felicidad entre personas de distintos países (el autor utiliza una muestra de
14 naciones). Tampoco se visualiza una asociación entre el ingreso y la felicidad en
EE.UU. entre 1946 y 1970. Lo mismo se puede apreciar en los siguientes cuadros:
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Para interpretar estos resultados el autor utiliza una función de utilidad, según la
cual las personas derivan utilidad de su nivel de consumo relativo y no absoluto. La
función apareció por primera vez en el trabajo de Duesenberry (52) y tiene la siguiente
forma:
Ui = f [Ci/(ΣaijCj)]
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Donde,
U: Utilidad del individuo i
Ci: Gasto en consumo del individuo i
Cj: Gasto en consumo del individuo j
aij: Peso que le otorga el individuo i al consumo del individuo j
Mientras más se encuentre una persona por encima del ingreso medio más feliz
será. Si se pondera por igual a todas las personas dentro de la sociedad, entonces un
incremento por igual en el ingreso de todos (crecimiento económico) no tendrá efecto
alguno sobre las felicidades individuales. Es necesario notar que las personas tienden a
ponderar más a su grupo de referencia, por lo que los ricos no tienden a ser
abrumadoramente más felices que los pobres.
Esta función se basa en la noción que tendemos a evaluar nuestra felicidad
comparando nuestra experiencia con una norma derivada de la experiencia social
personal previa y/o actual. La referencia estándar a través de la cual las evaluaciones de
bienestar se forman es una función de las condiciones sociales. A medida que estas
condiciones mejoran, la norma tiende a avanzar con las experiencias de las personas. El
análisis económico ha sido capaz, por largo tiempo, de resistir las implicaciones no
agradables de este mecanismo, asumiendo que los gustos están dados y no son medibles.
Mientras las normas varían entre los individuos dentro de un sociedad, también
contienen parámetros similares por la experiencia común que las personas comparten al
ser miembros de una misma cultura. Entonces, mientras las aspiraciones materiales de los
ricos exceden a las de los pobres, la dispersión es menor en las normas de referencia que
en los ingresos de estos dos grupos. Por eso los más pobres son menos felices que los más
ricos. Con el tiempo, mientras avanzan las condiciones económicas también lo hace la
norma social, ya que es está formada por la cambiante experiencia económica de
sociabilización de las personas. Por la misma razón entre las distintas sociedades en un
momento dado, tiende a haber una correspondencia entre los niveles de vida y la norma
social. Como resultado la correlación positiva entre ingreso y felicidad que aparece
dentro de un país es débil y casi inexistente en comparaciones entre sociedades y a través
del tiempo. La evidencia que sostiene esta conclusión es abrumadora.
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