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Martes 10 de abril de 2012 l Heraldo de Aragón
22 l TRIBUNA
EL MERIDIANO
J. M. Fernández
Sobrevivir
MÁS allá de las buenas intenciones que puedan tener nuestros gobiernos para sacarnos de esta maldita crisis que todo lo asfixia, estos sufren un problema que pagaremos caro. Empolvada en una sucia estantería la vieja consigna de reforma del sistema hacia un modelo más
justo y solidario, el niño se
tropezó y de ello brotó
una responsabilidad que
no busca contentar al ciudadano, que apenas piensa
en él. Lo decía hace unos
días uno de nuestros ministros, en relación a los
Presupuestos Generales
del Estado: que los mercados iban a estar muy contentos con las cuentas del
Ejecutivo. La bolsa, los inversores de aquí y de allá,
todos felices mientras el
pueblo, quienes les han
puesto donde están, se ve
cada vez más ahogado.
Este viraje hacia la felicidad del que no late entre
sesenta y cien veces por
minuto, fomenta dramas
humanos que son difíciles
de detectar entre ese hormiguero de opiniones, esperanzas, frustraciones y
entretenimientos.
Dimitris Christoulas paseó un miércoles entre calles contaminadas hasta la
céntrica y calurosa plaza
ateniense de Syntagma.
Allí, con setenta y siete
años a las espaldas, apretó
el gatillo, reventó sus recuerdos, escupió la vida.
Agobiado por las cuentas,
enfermo de cáncer, cansado de que le tomaran el
pelo, de asumir esfuerzos
por errores ajenos, agónico como su país, su dignidad pudo a su ingrávida
esperanza. Los mercados y
los ejecutivos de cuentas
seguro tardaron horas en
enterarse de este suceso, y
probablemente no lo entenderán; uno no entiende
al otro cuando las cosas le
sonríen, cuando cree tener
sobre sí el mapa del tesoro. Entonces, nada es para
tanto. Pero Dimitris es una
anécdota grabada a fuego
en la plaza de la democracia griega, y cada sesión
parlamentaria mirará hacia ese punto donde se
despidió de una lucha que,
augura, continuarán los jóvenes. Si antes bañarse en
un mar calmado permitía
sacar la cabeza a flote,
ahora las banderas rojas
capitalizan las arenas de
las playas que mueren
donde se engulle el sol urbanizable. Habrá que estar
cada día más atentos al reparto de los salvavidas.
Twitter: @Juanmafdezg
EL REFLEJO I La recuperación económica solo puede venir de la mano del sector privado,
con inversiones selectivas de las empresas en nichos de mercado y financiadas con fondos propios
Por Vicente Salas Fumás, catedrático de Organización de Empresas de la Universidad de Zaragoza
Deuda, crédito y recuperación
LA economía española tiene un exceso de capacidad, especialmente
en el sector de la construcción y
otros relacionados, como banca y
servicios financieros e infraestructuras. La destrucción de puestos de
trabajo y el alto desempleo reflejan
la eliminación de la capacidad excedentaria en un contexto depresivo en la demanda interna y dubitativa en lo que se refiere a la demanda externa. El ajuste a la baja de la
capacidad con la desinversión en
bienes de capital es, sin embargo,
mucho más lento. La diferente velocidad del ajuste en el trabajo y en
los activos no humanos se debe a
que estos activos están financiados
en buena parte con deuda bancaria.
Reconocer la pérdida de valor de
los activos financiados con deuda
significa disminuir el valor del colateral de esa deuda, alimentando
las pérdidas de las entidades financieras y generando riesgo de inestabilidad para el conjunto del sistema financiero. Como la deuda
proviene en parte del ahorro del
resto de los europeos, la inestabilidad podría contagiar a la zona del
euro y con ello a la economía mundial.
El endeudamiento excesivo de la
economía española va paralelo con
un crecimiento extraordinario de
los balances bancarios. Reducir la
capacidad excedente, y con ello el
endeudamiento, requiere una contracción en esos balances, incluido el ‘stock’ de crédito concedido
a las empresas, que es donde se
concentra el exceso de capacidad
en el sector privado. El ‘stock’ de
crédito a empresas no financieras
por los bancos españoles se reduce desde hace unos meses, situación que está generando una cierta alarma porque la contracción
del crédito se percibe como una
causa de la recesión y del desempleo. Se piden más facilidades de
crédito para las empresas con la
expectativa de que el crédito estimulará la actividad. Sin embargo,
si la economía española tiene un
exceso de capacidad estructural,
más crédito indiscriminado no resolverá el problema. Por otra parte, ¿quién prestará a nuestros bancos para que den crédito en una
economía ya sobre-endeudada?
HERALDO
Es verdad que el exceso de deuda no es igual en todos los sectores ni en todas las empresas. Por
ello es legítimo pedir a los bancos
un esfuerzo de discriminación para que el exceso de unos no perjudique la actividad normal de otros.
También está justificada la petición de que las autoridades y los
actores directos eliminen lo antes
posible el desajuste por exceso de
endeudamiento y capacidad, incluyendo la reestructuración y reforma del sistema bancario. Pero
hay que tomar conciencia de que
el crédito bancario no va a proporcionar el primer impulso para retornar al crecimiento y a la creación de empleo. Con unas finanzas
públicas saneadas y menos contagio entre deuda privada y pública,
sería el Estado, con la inversión pública, quien podría cambiar las expectativas de los agentes, frenar la
destrucción de empleo, generar
confianza y recuperar la demanda
interna. En la situación actual, el
sector público está ajustando su
«Urge una política de rentas
en la que la masa salarial esté
al servicio del mantenimiento
del empleo actual y los
beneficios, al de la inversión»
exceso de inversión en el pasado y
tampoco puede ser protagonista.
La recuperación de la actividad
debe venir, por tanto, del sector
privado, con inversiones selectivas
de las empresas en nichos de mercado con potencial de crecimiento y financiadas con fondos propios, especialmente beneficios retenidos. La intensa destrucción de
empleo ha aumentado la productividad por encima del crecimiento de los salarios que, a su vez, están creciendo por debajo de los
precios. Esto significa que las rentas de capital están aumentando en
términos relativos sobre el conjunto del valor añadido bruto de la
economía. Es necesario que los beneficios se movilicen hacia la inversión productiva allí donde existan oportunidades rentables, dando estabilidad a los trabajadores
con empleo y mejorando las expectativas de empleo futuro para
todos. Así se cambiará el signo de
las expectativas y el crecimiento
en la demanda interna volverá a tasas positivas. Cuando ello ocurra
el crédito bancario se sumará a la
senda de recuperación.
Urge por tanto una política de
rentas en la que la masa salarial se
ponga al servicio del mantenimiento del empleo actual, con recortes salariales equitativos si fuera necesario, y los beneficios de las
empresas, al servicio de la inver-
CANO
sión, el empleo y los salarios futuros. Una empresa aislada que
afronta la decisión de mantener o
no un puesto de trabajo tomará la
decisión desde su interés particular. En cambio, la coordinación entre las empresas a la hora de tomar
la decisión de mantener el empleo
puede dar lugar a beneficios colectivos e individuales inalcanzables
sin esa coordinación. La razón por
la cual el mantenimiento del empleo puede ser racional bajo una
actuación colectiva y no serlo bajo una óptica individual es que si
se consigue frenar la pérdida de
puestos de trabajo se consigue
también recuperar la confianza,
estimulando la demanda, algo que
beneficia a todos.
Independientemente de las
oportunidades para la negociación
a nivel de cada empresa que ofrece la reforma laboral, es necesario
algún mecanismo de coordinación
colectiva que oriente las decisiones de empleo, salarios e inversión
de cada empresa hacia el interés
colectivo. Los responsables públicos y las representaciones de empresarios y trabajadores deben activar mecanismos de coordinación
que rompan la actual inercia del
sálvese quien pueda en la que está
inmersa la economía española, y
que podría acentuarse con la aplicación descoordinada de la nueva
reforma laboral.