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La administración
de los/ ISSN:
recursos
económicos:
Revista Digital ISOCUANTA
2145-1419
/ Vol. 2 / No. factor
2. / 2012decisivo...
/ pp. 17-30
el de
LA ADMINISTRACIÓN DE LOS RECURSOS
ECONÓMICOS: FACTOR DECISIVO EN EL DESARROLLO
SOSTENIBLE EN UNA SOCIEDAD*
The economic resource management: critical factor in sustainable
development in a society
Laura Stefania Pulido Aranzazu**
Resumen
actividad humana. Por ello, es conveniente racionalizar
el uso de los recursos naturales, teniendo en cuenta lo
soportable, lo viable y lo equitativo.
El desarrollo económico tiene estrecha relación con el
funcionamiento financiero “clásico” y la creación de
empresas de todos los niveles, y está ligado al contexto social, ya que para satisfacer las necesidades de la
sociedad se requiere de un buen manejo económico. El
desarrollo social permite evidenciar los impactos sociales
de la actividad de la empresa en todos los niveles: los
trabajadores, sus condiciones de trabajo, el nivel salarial,
los proveedores, los clientes, etc. A su vez, el bienestar
social está limitado por el nivel tecnológico y se relaciona directamente con los recursos del medio ambiente
y la capacidad de este para absorber los efectos de la
Palabras clave: recursos económicos, desarrollo sostenible, sociedad, medio ambiente, recursos naturales,
conservación, sostenibilidad.
Clasificación JEL: Q20, Q32, Q56.
Abstract
Sustainable development is composed of independent
structures that are mutually reinforced; these structures are based on the economy, the society and the environment. The economic development has to do with the
“classic” financial functioning and entrepreneurship
of all ranks; this structure is closely related with society, in order to meet the ends of society it requires proper
management of the economy. Social development in this
field is evidenced by the social consequences of business
* Artículo de reflexión. Recibido: 9 de febrero de 2012; revisado: el 1 de
marzo de 2012; aprobado: 17 de abril de 2012.
**Estudiante de Economía de la Universidad Santo Tomás, Bogotá. Coordinadora de la revista Isocuanta de la Facultad de Economía, monitora
de la cátedra Economía Matemática e integrante del Semillero de Investigación de Geopolítica y Relaciones Internacionales. Correo electrónico:
[email protected]
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socialmente deteriorado; sin embargo, el alcance industrial se aceleró para la década de los cincuenta, lo que
permitió que los actores involucrados reconocieran que
los recursos que se utilizaban para la producción y consumo de bienes y servicios eran finitos y que, por tanto,
el impacto del hombre sobre la tierra estaba siendo cada
vez mayor.
activity at all levels: the employees (working conditions,
salary levels, etc.), suppliers, customers, local communities and society in general, basic human needs such as
food, clothing, housing, and labor. The social welfare is
limited by technology and is directly related with environmental resources and the capacity to absorb the effects
of human activity. Protecting the environment is the compatibility between the social activities of the company and
the preservation of biodiversity and ecosystems.
Las primeras iniciativas se debatieron en el Club de Roma
en 1968, cuando se reunieron los politólogos, científicos y
economistas más renombrados de la época, con el fin de
promover proyectos viables económicos, sociales y ecológicos. Desde este evento, algunos países –sobre todo
los más desarrollados–, ciertas organizaciones no gubernamentales y ciertos intelectuales se han interesado
cada vez más por el desarrollo sostenible, en tanto esto
configura la única solución para resolver los problemas
que hoy en día agobian al ser humano y, por supuesto,
al planeta.
Keywords: financial resources, sustainable development,
society, environment, natural resources, conservation,
sustainability.
JEL Classification: Q20, Q32, Q56.
Introducción
Es necesario tener en cuenta que los recursos económicos
son los bienes y medios que son administrados de la forma más conveniente y provechosa, con el fin de generar
un desarrollo que satisfaga las necesidades del presente, sin poner en peligro la capacidad de las generaciones
futuras (Desarrollo Sustentable, 2009, p. 1) o el medio
ambiente. Estos recursos son utilizados para atender las
necesidades de un conjunto de personas que conviven y
se relacionan dentro del mismo espacio y ámbito cultural.
La intención de este ensayo es presentar y discutir la relación entre economía, sostenibilidad y naturaleza; discurso que hoy día se presenta como la dicotomía entre
conservación y desarrollo. También se pretende dar a conocer una visión analítica sobre el crecimiento económico
y el medio ambiente, generando un sentido de conciencia
y preocupación por el deterioro ambiental frente a los objetivos del progreso económico.
El desarrollo sostenible ha sido estudiado y aplicado en
diferentes épocas y contextos. En el siglo XIX, en plena
Revolución Industrial, los estudios acerca del desarrollo sostenible se realizaban en términos económicos de
producción y comercio eficientes. Después de la década
de los treinta se le acuñó la rama social como un esfuerzo de traducir el crecimiento industrial y económico
en un desarrollo de vida mejor. Al terminar la Segunda
Guerra Mundial, el mundo se encontraba económica y
El desafío de la sociedad
El contexto mundial actual no es muy alentador: deterioro
ambiental, escasez, hambrunas, enfermedades, desestabilización política a consecuencia de las profundas diferencias sociales, crisis internacionales políticas y financieras. Está claro que una de las soluciones para afrontar
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estos problemas es la cooperación mutua entre todos los
países del mundo; si no lo hacemos, nuestros días como
especie humana podrían estar contados.
Teniendo en cuenta la problemática anteriormente señalada, son claros los frentes de ataque en los que la
humanidad deberá esforzarse, a saber: un frente social,
un frente económico y un frente ambiental. En estos
momentos solo hay un proyecto que se esfuerza por dar
soluciones a estos tres frentes de manera conjunta: el
desarrollo sostenible.
Nuestro planeta es tal vez el que está pagando el mayor precio por nuestra negligencia como especie. Nuestra
incapacidad de organizarnos pacíficamente como seres
humanos en pro de satisfacer nuestras necesidades es
la “piedra en el zapato” que impide encontrar soluciones
eficientes y oportunas para afrontar la realidad de nuestro presente y futuro.
El término “desarrollo sostenible” hace referencia a una
serie de retos ambientales y socioeconómicos que pretenden llevar a la humanidad a un estado de prosperidad
social y viabilidad. Al mismo tiempo, refiere la condición
de “soportable”, para que la naturaleza tenga la capacidad de absorber la actividad humana.
Erróneamente, la humanidad de la Modernidad ha considerado como fuente de riqueza absoluta al dinero, y en
esa medida, el ser humano se ha empeñado en conseguirlo a cualquier costo. Los monopolios comerciales y
sus modos de producción abogan por la teoría comercial
de producir cada vez más barato, con el fin de aumentar
la tasa de ganancia, sin importar las consecuencias a
corto y a largo plazo. Esto ha llevado a iniciar el siglo XXI
con un mundo que se deteriora ambientalmente a ritmos
agigantados y con profundas diferencias sociales en el ingreso, hasta alcanzar niveles inimaginables. El 1% de la
población posee el 40% de la riqueza del planeta, 34.000
niños mueren cada día a causa de la pobreza y enfermedades prevenibles, el 50% de la población mundial vive
con menos de 2 dólares diarios, en un contexto donde
los gobiernos y ciudadanos son víctimas de un sistema
económico que exige competitividad e innovación, pero
es indiferente.
Desarrollo sostenible
Tras la aparición de Informe sobre nuestro futuro común
(1987-1988), coordinado por Gro Harlem Brundtland en
las Naciones Unidas, se fue poniendo de moda el objetivo
del desarrollo sostenible, entendiendo por tal a aquel que
permite “satisfacer nuestras necesidades actuales sin
comprometer la capacidad de las generaciones futuras
para satisfacer las suyas”1.
La palabra “sostenible” evidencia una gran preocupación
por los ecosistemas y recursos naturales que mantienen
en pie a nuestro planeta. Con ello se pone de manifiesto la
relación económico-ambiental, que busca un desempeño
óptimo en el avance y crecimiento económico, sin dejar
de lado la conservación del medio ambiente.
Una cosa es clara: la riqueza de este planeta no son esos
papeles con los que una persona intercambia víveres,
ropa o joyas; la riqueza de este planeta son sus recursos
naturales, pero que cada día se vuelven más escasos debido a nuestra falsa ilusión materialista.
1 Al mismo tiempo que se extendía la preocupación por la “sostenibilidad”,
se subrayaba implícitamente la insostenibilidad del modelo económico
hacia el que nos ha conducido la Revolución Industrial (Naredo, 2001).
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La denominación “desarrollo sostenible” expresa una
trascendencia a través del tiempo, puesto que inicialmente, para referirse al medio ambiente y al desarrollo,
se adoptó la palabra “ecodesarrollo”; sin embargo, esta
no era lo suficientemente aceptada por los economistas,
y el contexto exigía un retoque en el vocabulario, por lo
que se sustituyó ese término por el de “desarrollo sostenible”. Pero no todos los economistas estaban conformes con la nueva expresión, por lo cual no demoraron en
hacerse notar algunas críticas que señalaban inconsistencias: “Es imposible definir el desarrollo sostenible de
manera operativa con el nivel de detalle y de control que
presupone la lógica de la Modernidad” (Norgaard, 1994).
“El objetivo de la sostenibilidad se revelaba incompatible
con el desarrollo de un sistema económico cuya globalización origina a la vez la homogeneización cultural y la
destrucción ambiental” (Norgaard, 1996).
dar codazos y pisar los talones al que va delante, característicos del tipo de sociedad actual, e incluso que constituyen
el género de vida más deseable para la especie humana. No
veo que haya motivo para congratularse de que personas
que son ya más ricas de lo que nadie necesita ser, hayan
doblado sus medios de consumir cosas que producen poco o
ningún placer, excepto como representativos de riqueza, solo
en los países atrasados del mundo es todavía el aumento de
producción un asunto importante; en los más adelantados lo
que se necesita desde el punto de vista económico es una
mejor distribución (citado en Naredo, 1997).
Esto se debe a que la economía y, por ende, el bienestar de los países del tercer mundo dependen casi en su
totalidad de los rendimientos productivos, incluyendo
cualquier cambio marginal que ocurra en el proceso. Pero
los países desarrollados no tienen esa preocupación de
marginalidad, puesto que sus ganancias son de mayor
tamaño; simplemente les falta una mejor organización en
la repartición de los recursos.
El término “desarrollo sostenible” está sirviendo para
mantener, en los países industrializados, la fe en el crecimiento y hacer las veces de burladero para escapar a
la problemática ecológica y a las connotaciones éticas
que tal crecimiento conlleva. No está de más subrayar
el retroceso operado al respecto, citando a Stuart Mill
(1848) en sus Principios de economía política, que fueron durante largo tiempo el manual más acreditado en la
enseñanza de los economistas. Cuando se aceptaba que
la civilización industrial estaba abocada a toparse con un
horizonte de “estado estacionario”, este autor decía hace
más de un siglo:
Sin duda es más deseable que las energías de la humanidad se empleen en esta lucha por la riqueza que en
luchas guerreras, hasta que inteligencias más elevadas
consigan educar a las demás para realizar mejores cosas. Mientras las inteligencias sean groseras, necesitan
estímulos groseros. Entre tanto, debe excusársenos a los
que no aceptamos esta etapa muy primitiva del perfeccionamiento humano como el tipo definitivo de este, por
ser escépticos con respecto a la clase de progreso económico que excita las congratulaciones de los políticos
ordinarios: el aumento puro y simple de la producción y
la acumulación. Sin embargo, permanecen bien vivos los
afanes que concita el simple aumento generalizado de
estos; mientras que el problema de exceso de residuos
predomina hoy, la falta de recursos hace un siglo se veía
como el principal freno que impondría al sistema un horizonte de “estado estacionario”.
No puedo mirar al estado estacionario del capital y la riqueza
con el disgusto que por el mismo manifiestan los economistas de la vieja escuela. Me inclino a creer que, en conjunto,
sería un adelanto muy considerable sobre nuestra situación
actual. Confirmo que no me gusta el ideal de vida que defienden aquellos que creen que el estado normal de los seres
humanos es una lucha incesante por avanzar y que aplastar,
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ciclo y tienden a terminar, para volver a comenzar de otra
forma, ya sea por factores ajenos a él que influyan en su
comportamiento o por modificaciones naturales internas.
Por estas razones, no resulta fácil hablar de “sostenibilidad”, y mucho menos asegurar eventos de los cuales se
desconocen las posibles reacciones a través del tiempo.
La situación actual se revela más problemática porque
en vez de encontrarse la expansión del sistema con el
límite objetivo que impone la falta de recursos, esta expansión está provocando un deterioro ecológico cada vez
más acentuado, con lo que la moderación y reconversión
del sistema no solo habría que aceptarla, como hacía Mill
al ver su parte positiva, sino incluso promoverla para evitar que prosiga mencionado deterioro; es decir, hace falta
que la sociedad reaccione a las señales de deterioro en
las condiciones de habitabilidad de la Tierra, corrigiendo
el funcionamiento del sistema económico que lo origina (Naredo, 1997). En la anterior apreciación, el autor
plantea un mejor manejo de los desechos que cada día
afectan más a la biósfera y al planeta Tierra en general, lo
que es causado por una mala utilización del dinero y una
falta de proyección.
Concepto de sostenibilidad potencial integral
Para que un proceso continúe indefinidamente en un sitio,
es necesario ver en el futuro su potencialidad específica.
Pensamos que ese concepto tiene que ser integral, con
lo cual diferimos con muchos analistas, para quienes el
concepto de sostenibilidad es simplemente físico y biótico, es decir, hay que sostenerlo. Y en parte tienen razón,
pero el concepto hay que ampliarlo: además de lo ecológico, que es importante, hay factores de sostenibilidad que
son sociales, políticos y económicos; por eso hablamos
del concepto de sostenibilidad integral (Carrizosa, 2005).
Como nos podemos dar cuenta, este concepto tiene más
coherencia con lo dicho anteriormente, puesto que no
basta con solo mirar uno o dos factores variables. La idea
es tratar de abarcar la mayoría de las situaciones que
puedan ocurrir, para que de esta manera disminuya el
margen de error al hacer algún cálculo. Aplicando todos
estos parámetros, resulta más fácil hacer análisis económicos relacionados con el crecimiento sostenible.
¿Qué es sostenibilidad?
Se ha optado por una definición amplia, referida siempre
a los procesos que se deben mantener a perpetuidad. El
concepto de sostenibilidad es ambicioso; no se trata de
mantener las cosas en un corto o mediano plazo, ni siquiera en un largo plazo: se trata de mantenerlas para
siempre, y la única forma de lograrlo es determinando lo
que se quiere mantener a perpetuidad. Solo entonces se
habla de “procesos” (Carrizosa, 2005).
Sobre el contenido del término “sostenible”
Adicionalmente, tampoco resulta del todo completo pretender “darle vida eterna” a las cosas con el hecho de
decirlo. Se tiene que buscar cómo se van a realizar o,
al menos, contar con una planificación a mediano plazo
para poder cumplir, con un gran porcentaje de certeza, la
duración del proceso. Esto requiere de tiempo y dedicación, pues hay que tener en cuenta que la mayoría de los
proyectos –si se les puede dar este nombre– cumplen un
Se aprecia poca voluntad de hacer planes de reconversión de la sociedad actual hacia bases más sostenibles
o físicamente viables, por mucho que las referencias a la
sostenibilidad aparezcan en multitud de publicaciones y
declaraciones. Si hubiera verdadero afán de aplicar ese
propósito, habría que empezar por romper ese “cajón
de sastre” de la producción de valor, para enjuiciar el
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comportamiento físico de las actividades que contribuyen a ella. Esto es lo que con poca fortuna pretendieron
los autores –hoy llamados “fisiócratas”– cuando hace
más de dos siglos proponían aumentar la producción de
riquezas “renacientes” –hoy diríamos “renovables”–, sin
detrimento de los “bienes fondo” o de los stocks de riquezas preexistentes. Los autores en mención fueron descalificados en este empeño por los economistas posteriores,
que eligieron el “cajón de sastre” del valor como centro
de la ciencia económica, separándolo del contexto físico
y social en el que se desenvolvía. Vemos, pues, que no se
trata tanto de “descubrir la pólvora” de la sostenibilidad,
sino de desandar críticamente el camino, volviendo a conectar lo físico con lo monetario y la economía con las
ciencias de la naturaleza.
romper la homogeneidad de ese “cajón de sastre” de la
producción de valores pecuniarios, en virtud de analizar
la realidad física subyacente (Naredo, 1997).
En primer lugar hay que advertir que la ambigüedad conceptual de fondo no puede resolverse mediante simples
retoques terminológicos o definiciones descriptivas o
enumerativas más completas de lo que ha de entenderse
por sostenibilidad, al igual que ocurre con las nociones de
producción o de desarrollo, que encuentran implícitamente su definición en la propia idea de sistema económico. A la hora de la verdad, el contenido de este concepto
no es fruto de definiciones explícitas, sino del sistema
de razonamiento que apliquemos para acercarnos a él.
Evidentemente, si no aplicamos ningún sistema en el que
el término “sostenibilidad” concrete su significado (como
actualmente ocurre), este se seguirá manteniendo en los
niveles de brumosa generalidad en los que hoy se mueve.
No importa que las brumas se disipen al intentar matizar
las definiciones explícitas y discutir si interesa más traducir el término inglés originario sustainability por “sostenibilidad”, “durabilidad” o “sustentabilidad”.
La mayor parte de la indefinición vigente procede del empeño de conciliar el crecimiento, también llamado “desarrollo económico”, con la idea de sostenibilidad, cuando
estos dos conceptos se refieren a niveles de abstracción
y sistemas de razonamientos diferentes: las nociones de
crecimiento y de desarrollo económico encuentran su definición en los agregados monetarios homogéneos de producción y sus derivados, lo que consolida la idea usual de
“sistema económico”; mientras que la preocupación por
la sostenibilidad recae sobre procesos físicos singulares
y heterogéneos. En efecto, la idea de crecimiento (o desarrollo) económico con la que hoy trabajan los economistas se encuentra desvinculada del mundo físico y no tiene
ya otro significado concreto y susceptible de medirse que
el referido al aumento de los agregados de renta o producto nacional; es decir, de agregados monetarios que,
por definición, hacen abstracción de la naturaleza física
heterogénea de los procesos que los generan, careciendo, por tanto, de información y de criterios para enjuiciar
la sostenibilidad de estos últimos. Para ello habría que
Clarificar la situación exige, en primer lugar, identificar
cuál es la interpretación del objetivo de la sostenibilidad
que se puede hacer desde la noción usual de sistema económico, cuáles son las recomendaciones extraídas de este
sistema de razonamiento y cuáles son las limitaciones de
este planteamiento. Afortunadamente, estas cuestiones
han sido ya respondidas por un economista altamente
cualificado: Robert M. Solow. Este autor, que había sido
galardonado con el premio Nobel en 1987 precisamente
en razón de sus trabajos sobre el crecimiento económico,
se tomó la molestia de definir la sostenibilidad “desde la
perspectiva de un economista” y en hacer las oportunas
recomendaciones al respecto (Solow, 1992).
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Solow advirtió que si deseamos que la sostenibilidad
signifique algo más que un vago compromiso emocional,
debemos precisar lo que se quiere conservar, concretando así el genérico enunciado del Informe de la Comisión
Brundtland. Para el autor, lo que debe ser conservado es
el valor del stock de capital, incluyendo el capital natural
con el que cuenta la sociedad, que es lo que otorgaría a
las generaciones futuras la posibilidad de seguir produciendo bienestar económico en igual situación que en la
actualidad. Entonces, el problema estriba, por una parte,
en lograr una valoración que se estime adecuadamente
completa y acertada del stock de capital y del deterioro
ocasionado en este; por otra, en asegurar que el valor de
la inversión que engrosa anualmente ese stock cubra, al
menos, la valoración anual de su deterioro:
planteado pueda encontrar solución en el universo aislado de los valores pecuniarios o de cambio, a partir de que
los economistas especializados descubran nuevas técnicas de valoración de los recursos naturales y ambientales
y practiquen los oportunos retoques en las estimaciones
del stock de capital y de los agregados, obteniendo así
el “verdadero” producto neto que puede ser consumido
sin que se empobrezcan las generaciones futuras. Solow
(1992) reconoce que los precios ordinarios de transacción no aportan una respuesta adecuada, y advierte:
Francamente, en gran medida, mi razonamiento depende de
la obtención de unos precios-sombra aproximadamente correctos […] Estamos abocados a depender de indicadores
físicos para poder juzgar la actuación de la economía con
respecto al uso de los recursos ambientales. Así, el marco
conceptual propuesto debería ayudar también a clarificar el
pensamiento en el propio campo del medio ambiente.
El compromiso de la sostenibilidad se concreta así en mantener un determinado monto de inversión productiva […],
[pues] el pecado capital no es la extracción minera, sino el
consumo de las rentas obtenidas de la minería (Solow, 1992).
Con independencia de la fe que se tenga en las posibilidades que brinda el camino sugerido por Solow, en
términos de corregir los agregados económicos habituales, subrayemos que su propuesta no está reñida con
sino que necesita apoyarse en el buen conocimiento de
la interacción de los procesos económicos con el medio ambiente en el que se desenvuelven, restableciendo
la conexión entre el universo aislado del valor sobre el
que venían razonando los economistas y el medio físico
circundante. En otras palabras, esto es abrir el “cajón
de sastre” de la producción de valor para analizar los
procesos físicos subyacentes.
El tratamiento del tema de la sostenibilidad en términos
de inversión explica que se haya extendido entre los economistas la idea de que el problema ambiental encontrará solución más fácil cuando la producción y la renta
se sitúen por encima de ciertos niveles que permitan
aumentar sensiblemente las inversiones en mejoras ambientales. Esto explica también la recomendación a los
países pobres de anteponer el crecimiento económico a
las preocupaciones ambientales, para lograr cuanto antes los niveles de renta que, se supone, les permitirán
resolver mejor su problemática ambiental.
Con todo, hay que advertir que el tratamiento de las
cuestiones ambientales y, por ende, de la propia idea de
sostenibilidad ha escindido hoy las filas de los economistas. En efecto, por una parte, se han magnificado las
posibilidades del enfoque mencionado, sin subrayar su
dependencia de la información física sobre los recursos y
Como no podía ser de otra manera, vemos que la lectura del objetivo de la sostenibilidad, desde la idea usual
de sistema económico, se circunscribe lógicamente al
campo de lo monetario. Sin embargo, como el propio
Solow precisa, ello no quiere decir que el problema así
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los procesos; por otra, toda una serie de autores, más o
menos vinculados a la corriente derivada de la revista y
asociación Ecological Economics, advierten que el tratamiento de las cuestiones ambientales y de la propia idea
de sostenibilidad requieren no solo retocar, sino ampliar y
reformular la idea usual de sistema económico.
La imposibilidad física de un sistema que arregle internamente el deterioro ocasionado por su propio funcionamiento invalida también la posibilidad de extender a
escala planetaria la idea de que la calidad del medio ambiente esté llamada a mejorar a partir de ciertos niveles
de producción y de renta que permitan invertir más en
mejoras ambientales. Ciertamente, estas mejoras pueden lograrse a escala local o regional, pero el ejemplo que
globalmente ofrece el mundo industrial no resulta hasta
ahora muy recomendable, ya que se ha venido saldando
con una creciente importación de materias primas y energía de otros territorios y con la exportación de residuos y
procesos contaminantes hacia ellos. Con ello se ejemplifica la posibilidad común, en el mundo físico, de mantener e incluso mejorar la calidad interna de un sistema con
base en la utilización de recursos de fuera y del envío de
residuos a otra parte.
La principal limitación que estos autores advirtieron en
la interpretación que se hacía de la sostenibilidad desde
la noción del sistema económico proviene de los objetos
que componen esa versión ampliada del stock de capital,
pues no son ni homogéneos ni necesariamente sustituibles. Es más, se postula que los elementos y sistemas que
componen el “capital natural” se caracterizan más bien
por ser más complementarios que sustitutivos respecto al
capital producido por el hombre (Daly, 1990). Esta limitación se entrecruza con otra que impone la irreversibilidad propia de los principales procesos de deterioro como
la destrucción de ecosistemas, suelo fértil, extinción de
especies, agotamiento de depósitos minerales, cambios
climáticos, entre otros.
La otra posibilidad supondría rediseñar el sistema, para
conseguir que utilice con mayor eficiencia los recursos y,
en consecuencia, genere menos pérdidas ya sea en forma
de residuos o en calidad interna. El problema estriba en
que una diferencia cualitativa capital no tiene un reflejo
claro en el universo homogéneo del valor, como tampoco
lo tiene, en general, la casuística de los procesos físicos que se oculta bajo el velo monetario de la producción
agregada de valor.
Ehrlich (1989) apunta a que el flujo circular en el que
la inversión corrige el deterioro ocasionado por el propio
sistema que la produce es inviable en el mundo físico:
“Es el simple diagrama de una máquina de movimiento perpetuo, que no puede existir más que en la mente
de los economistas”. Por eso, solo cabe representar el
funcionamiento de organismos, poblaciones o ecosistemas en términos de sistemas abiertos, es decir, los que
necesitan degradar energía y materiales para mantenerse
en vida. La clave de la sostenibilidad de la biósfera está
en que tal degradación se articula sobre la energía que
diariamente recibe del sol y que en cualquier caso se va a
degradar, mas no en que la biósfera sea capaz de reparar
tal degradación.
Viendo las limitaciones que ofrece la aproximación al
tema de la sostenibilidad que se practica desde el aparato conceptual de la economía estándar, algunos autores
tratan de analizar directamente las condiciones de sostenibilidad de los procesos y sistemas del mundo físico
sobre los que se apoya la vida de los hombres. Se llega
así, según Norton (1992), a dos tipos de nociones de sostenibilidad diferentes que responden a dos paradigmas
también diversos: una sostenibilidad débil, formulada
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obvio, dependen de la configuración y el comportamiento
de los sistemas sociales que los organizan y mantienen.
Por lo tanto, la clarificación del objetivo de la sostenibilidad es condición necesaria pero no suficiente para su
efectiva puesta en práctica. La conservación de determinados elementos o sistemas integrantes del patrimonio
natural no solo necesita ser asumida por la población,
sino que requiere de instituciones que velen por la conservación y transmisión de ese patrimonio a las generaciones futuras; tema sobre el que insiste Norgaard en los
textos citados.
desde la racionalidad propia de la economía estándar, y
otra fuerte, formulada desde la racionalidad de esa economía de la física –la termodinámica– y de la economía
de la naturaleza –la ecología–. En adelante, nos ocuparemos de esta sostenibilidad fuerte, que se preocupa
directamente por la salud de los ecosistemas en los que
se inserta la vida y la economía de los hombres, pero sin
ignorar la incidencia que sobre los procesos del mundo físico tiene el razonamiento monetario. Es la sostenibilidad
fuerte, en el sentido indicado, la que puede responder a
las necesidades de las ciudades y de los asentamientos
humanos, aspecto sobre el que se centra este documento
(Naredo, 1997).
Es justamente la indicación del ámbito espacio-temporal
de referencia la que da mayor o menor amplitud a la noción de sostenibilidad fuerte de un proyecto o sistema.
Cualquier experimento de laboratorio o cualquier proyecto
de ciudad puede ser sostenible a plazos muy dilatados si
se ponen a su servicio todos los recursos de la tierra; sin
embargo, muy pocos lo serían si su aplicación se extendiera a escala planetaria.
El segundo paso para superar el estadio de indefinición actual se centra en la sostenibilidad de procesos
y sistemas físicos, separadamente de las preocupaciones económicas ordinarias sobre el crecimiento de los
agregados monetarios. Reflexionemos, pues, sobre la
noción de “sostenibilidad fuerte”, a fin de disipar sus
propias ambigüedades, dejando ya de lado el tema del
desarrollo. Para ello, lo primero que tenemos que hacer
es identificar los sistemas cuya viabilidad o sostenibilidad pretendemos enjuiciar, así como precisar el ámbito
espacial, con la consiguiente disponibilidad de recursos
y de sumideros de residuos atribuidos a los sistemas.
Esto implica pensar también el horizonte temporal para
el que se cifra su viabilidad.
Hablaremos, pues, de sostenibilidad global cuando razonemos sobre la extensión a escala planetaria de los sistemas considerados. La tierra se toma como escala de
referencia y de sostenibilidad local cuando nos referimos
a sistemas o procesos más parciales o limitados en el
espacio y en el tiempo. Asimismo, hablaremos de “sostenibilidad parcial” cuando se hace referencia solo a algún
aspecto, subsistema o elemento determinado, por ejemplo, el manejo de agua, algún tipo de energía o material
o el territorio, mas no al conjunto del sistema o proceso
estudiado con todas sus implicaciones. Evidentemente,
a largo plazo tanto la sostenibilidad local como la parcial
están llamadas a converger con la sostenibilidad global.
Sin embargo, la diferencia entre sostenibilidad local o
parcial y la global cobra importancia cuando, como es
habitual, no se razona a largo plazo.
Si nos referimos a los sistemas físicos sobre los que
se organiza la vida de los hombres, como los sistemas
agrarios, industriales o urbanos, podemos afirmar que
la sostenibilidad de estos dependerá de la posibilidad
que tengan para abastecerse de recursos y deshacerse
de residuos, así como de su capacidad para controlar
las pérdidas de calidad tanto interna como “ambiental”
que afectan su funcionamiento. Estos aspectos, como es
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el contenido de esta ni sobre la compleja problemática
que entraña la amplitud del enfoque adoptado, dadas las
múltiples interconexiones que observan los sistemas intervenidos o diseñados por el hombre sobre el telón de
fondo de la biósfera, en relación, claro está, con la hidrósfera, la litósfera y la atmósfera. Si queremos enjuiciar
la sostenibilidad de las ciudades en el sentido global antes mencionado, debemos preocuparnos no solo por las
actividades que en ellas tienen lugar, sino también por
aquellas otras de las que dependen, aunque sucedan e
incidan en territorios alejados.
El enfoque analítico parcelario aplicado a la solución
de problemas y a la búsqueda de rentabilidades a corto
plazo –enfoque predominante en la civilización industrial– ha sido una fuente inagotable de externalidades
no deseadas y de sistemas cuya generalización territorial
resultaba insostenible en el tiempo. En este contexto, es
paradigmático el caso de los sistemas urbanos, porque
las mejoras obtenidas en las condiciones de salubridad y
habitabilidad que posibilitaron el enorme crecimiento de
las ciudades se consiguieron, generalmente, a costa de
acentuar la explotación y el deterioro de otros territorios.
El problema estriba en que este crecimiento no solo se
revela globalmente insostenible, sino que también pone
en peligro los logros en salubridad y habitabilidad, por lo
que los tres aspectos deben tratarse conjuntamente.
Desde esta perspectiva, enjuiciar la sostenibilidad
de las ciudades nos conduce por fuerza a enjuiciar la
sostenibilidad, o más bien, la insostenibilidad del núcleo principal del comportamiento de la Revolución
Industrial. De ello se deriva la inclusión de la propia
agricultura y de las actividades extractivas e industriales que abastecen las ciudades, teniendo en cuenta los
procesos que en ellas tienen lugar. El principal problema
reside en que la sostenibilidad local de las ciudades se
ha venido apoyando en una creciente insostenibilidad
El Libro verde del medio ambiente urbano (1990) de la
Unión Europea (UE) superó los planteamientos fragmentarios habituales, al preocuparse no solo por las condiciones de vida en las ciudades, sino también por su
incidencia sobre el resto del territorio. Este planteamiento coincide con la sostenibilidad global antes indicada
y se mantiene en documentos posteriores, en particular, el informe final del Grupo de Expertos sobre Medio
Ambiente Urbano de la UE, titulado Ciudades europeas
sostenibles (1995). En este se señala que “el desafío de
la sostenibilidad urbana apunta a resolver tanto los problemas experimentados en el seno de las ciudades, como
los problemas causados por las ciudades”. Sin embargo,
cinco años después de haber enunciado la meta de la
sostenibilidad global, todavía no se han establecido ni el
aparato conceptual ni los instrumentos de medida necesarios para aplicarlo con pleno conocimiento de causa y
estableciendo su seguimiento.
global de los procesos de apropiación y vertido de los
que dependen (Naredo, 1997).
Crecimiento económico y
desarrollo sostenible
Sin duda alguna, en la economía ambiental, el estudio
parcial de los distintos problemas del crecimiento sostenido y sostenible se ha logrado a costa de renunciar, al
menos temporalmente, a una teoría general; para bien o
para mal, el énfasis ha consistido en desarrollar modelos de análisis que permitan abordar la complejidad de la
materia, más que en establecer predicciones o leyes de
desarrollo sobre la posibilidad del crecimiento sostenible
El documento en mención se lanza a discutir las políticas
favorables a la sostenibilidad, sin añadir precisión sobre
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Recordemos que los recursos naturales son los factores
geopolíticos más importantes. Estos eran considerados
como cosas o sustancias hasta que empezaron a escasear. Tal como lo dijo Erich Zimmermann, los recursos naturales son “funciones”, ya que cada una de ellos cumple
un objetivo específico. Entre los recursos naturales renovables (infinitos) están el agua, el viento, los bosques,
los peces, la radiación solar, la energía hidráulica y eólica, entre otros. Son recursos no renovables (finitos) el
petróleo, los minerales, los metales, el gas natural, los
depósitos de agua subterránea, etc.
(Gómez, 2006). Para determinar algún resultado o dar
una conclusión acerca de cómo alcanzar el desarrollo
sostenible, en primer lugar debe haber una documentación previa al tema de estudio, la cual incentive la investigación amplia de diferentes autores con teorías heterogéneas, para obtener así una respuesta objetiva que dé
solución al interrogante inicial, teniendo en cuenta que la
economía ambiental aún está en proceso de elaboración.
Al profundizar un poco más en el concepto de escasez
económica, se puede indagar si el comportamiento que
tiene el crecimiento económico resulta inverso al comportamiento de los recursos. Al analizar esta situación,
cuando se presenta crecimiento económico hay una relación directa con la naturaleza –relación, en su mayoría,
inversamente proporcional–, debido a que si la población
está recibiendo un beneficio de ella es porque se están
explotando elementos endémicos que causan impacto
ambiental, es decir, entre más aumento haya de la economía, más se reducen las materias primas de un ecosistema. Esto es así porque hay elevación en la demanda
de estos recursos naturales no renovables, que generalmente son escasos; en consecuencia, por este acelerado
consumo podría llegarse al punto en que los recursos no
den abasto con la población. Una manera de reducir e
impedir esta cuestión sería “imponiendo límites cuantitativos a la utilización de los recursos y al crecimiento de la
población” (Gómez, 1998).
Además de hablar de los recursos, es primordial referirnos al estudio de impacto ambiental: analizar cómo van a
tratarse y a manejarse los residuos de lo que se consume,
puesto que si esto no se lleva a cabo directa o indirectamente, estaríamos cometiendo ecocidio, es decir, crimen
contra la naturaleza.
Comenzaremos con el recurso más importante de todos: el agua, que es un factor de necesidad absoluta
para todos los seres vivos. Enfocándonos directamente
en nuestro país, sabemos de su gran riqueza hídrica:
Colombia cuenta con fuentes de agua dulce encontradas
en los páramos ubicados en la cordillera de los Andes;
también sabemos que gracias a un proceso llamado
“evapotranspiración”, estos lugares son considerados
“fábricas de agua”, como el páramo de Sumapaz, catalogado como el primer productor de agua en el mundo.
Para que esto siga siendo así, hay que velar por la preservación de dichos sitios, ya que son muy vulnerables y
están en vía de extinción.
Los recursos naturales
Al tener una visión muy detallada de qué es el desarrollo
sostenible y sus características, se hace estrictamente
necesario hablar de cuáles son los recursos naturales
que debemos proteger en este proceso de desarrollo y por
qué es importante su conservación.
El cambio climático y la contaminación son los mayores
factores que inciden en el agotamiento del agua; estos,
a su vez, son causa de la gran explosión demográfica
que se presenta en forma creciente al pasar de los años.
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La administración de los recursos económicos: ...
Algunas consecuencias de ello son el aumento de la temperatura mundial y la incubación de bacterias, virus e
infecciones, que no permiten la pureza del agua, la cual
–muchas veces por desconocimiento o por simple necesidad– es consumida por un gran número de personas,
desarrollándoles enfermedades que en algunos casos
pueden ser mortales.
productos, entre otros. Ya nos hemos dado cuenta de que
estos son de vital importancia: no podemos acabar con lo
que nos queda.
Conjuntamente se posee un recurso natural que casi no
es tomado en cuenta y no se explota como debería. Estoy
hablando de la órbita geoestacionaria que se refiere a
todo el campo electromagnético que se localiza por encima del espacio terrestre hasta el infinito y que permite,
entre otros usos, el desarrollo de las telecomunicaciones
y la ubicación de satélites en esta área, buscando intereses particulares. La correcta administración de este recurso beneficiaría al país, brindándole avance científico y
progreso económico.
El agua nos rodea e integra como seres vivos, además
de proporcionar múltiples usos esenciales para la supervivencia, como la hidratación, la alimentación, la facilitación de la producción agrícola, la higiene corporal y de
los alimentos. Por estas razones y muchas más, el gran
reto que tenemos en nuestras manos es dar las garantías
necesarias para que la gente cuente con la cantidad y
calidad de agua requerida para hoy y mañana (Cadena,
2010). De no ser así, nos estaríamos enfrentando a una
grave crisis por escasez de este recurso, lo que se presentaría en un periodo no muy lejano y sería causa suficiente para desatar una guerra mundial.
Por otra parte cabe resaltar, de manera muy concisa, que
la seguridad humana hace parte del tema de la sustentabilidad, puesto que señala aspectos comunes y nexos
ente los derechos humanos y el desarrollo de la sociedad.
Este último concepto ha sido incorporado a importantes
debates y acuerdos sobre asuntos ambientales, particularmente en lo relacionado con el desarrollo sustentable
(Cadena, 2010).
Al mismo tiempo, vale la pena destacar otro recurso de
gran importancia: los bosques. Últimamente, ellos han
resultado muy afectados por incendios y tala abusiva,
lo que ha generado una disminución considerable de árboles, que son esenciales para la captación y almacenamiento de agua y para la transformación del CO2 en
Conclusiones
El desarrollo sostenible encierra los retos de la humanidad para el siglo XXI y siglos posteriores; retos que ya
habíamos mencionado anteriormente, a saber: retos
ambiental, social y económico. Es cierto que es bastante
difícil de abordar estos tres frentes de manera conjunta.
Los países en desarrollo, por ejemplo, no pueden afrontar
los costos de una economía eficiente y, al mismo tiempo, ecológica; tampoco se pueden abandonar los problemas sociales como vivienda, trabajo, educación, entre
otros, con el fin de dar más recursos al medio ambiente.
oxígeno, elemento indispensable para la subsistencia de
todos los seres humanos y animales.
Una forma de ayudar a preservar los bosques es no
arrojar basura, haciendo un adecuado manejo de reciclaje de residuos, sembrando árboles, no arruinado las
pocas zonas verdes que poseemos, dando un buen uso
y aprovechamiento a la mayor parte del árbol, sin desperdiciar materias que pueden servir para la elaboración de
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Además, la forma como está organizada la superestructura social es de tipo mayoritariamente capitalista, lo que
hace más difícil invertir nuevos recursos en lo ambiental
o en lo social.
de desarrollo de los países. Superado un cierto umbral
de desarrollo, es posible que el crecimiento económico
resulte compatible con la mejora en la calidad del medio
ambiente. No obstante, también se encontraron teorías
que argumentan, de manera acertada, el caso contrario
de la afirmación anterior, involucrando así a la economía
en procesos que afectan al medio ambiente.
Sumado a esto, el desarrollo sostenible surge desde una
perspectiva multidisciplinar, en función de atender los
conceptos de conservación y desarrollo y según la dicotomía de seguir creciendo sin importar el medio ambiente o de si es más importante el medio ambiente para
preservar la vida. Algunos dicen que los recursos nunca
se van a agotar, porque obedecen a la ley de la oferta y
demanda, es decir, si se agotan los recursos naturales, el
precio sube y las personas dejan de consumir. Pero esta
situación no siempre se cumple, y menos cuando se tratan recursos tan vitales como el agua.
Con este estudio se trató de ir más allá del concepto de
desarrollo sostenible, constituido a partir de la globalidad.
En cierta manera, el concepto de desarrollo sostenible ha
sido optado por modelos económicos bajo los conceptos
de competencia, productividad y eficiencia, hasta el punto de que personas conocedoras del tema afirman que
para llegar al desarrollo sostenible, lo único que hay que
hacer es abrir los países a los mercados. Frente a esos
modelos de desarrollo sostenible global es necesario y
urgente estudiar lo local, lo regional y lo urbano desde el
punto de vista de su sostenibilidad.
Sin embargo, vivimos en una realidad que muestra claramente las consecuencias de nuestros actos: si no
adoptamos una postura de eficiencia, estabilidad social
y sostenibilidad ambiental, como lo plantea el desarrollo
sostenible, vamos a llegar a un punto sin retorno que se
podría traducir en la destrucción total de la raza humana
y del mundo como lo conocemos hoy.
Adicionalmente, se puede concluir que la sociedad, al ver
problemas de escasez, buscará el método de satisfacer
sus necesidades; de no ser así, se adaptará y responderá
de otra manera a las dificultades planteadas por la liquidez de las funciones económicas del medio ambiente.
Después de haber realizado esta investigación, se obtiene
una serie de respuestas diversas: por un lado se presentan
las teorías que sostienen que la mayor contaminación y el
mayor deterioro ambiental no están asociados necesariamente con el aumento de la escala de la economía, ya que
intervienen factores aleatorios totalmente independientes
de ella; por otro lado, otras teorías asumen que no existe
una relación negativa entre el crecimiento económico y
su impacto sobre el medio ambiente. Tales impactos deben verse menos como la consecuencia del tamaño de la
actividad económica y más como el resultado de un nivel
Finalmente, se trata de lograr un crecimiento económico
con una idea de sostenibilidad, lo cual es difícil porque
son conceptos que provienen de sistemas de razonamiento diferentes. Esto hace que la idea de desarrollo
económico no se vincule con el mundo físico en el que se
vive. Pero ello no se puede lograr hasta que no se construya una conexión objetiva (sin ambigüedades) entre lo
monetario y lo físico.
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