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Joan Martínez Alier y Jordi Roca Jusmet, ECONOMÍA
ECOLÓGICA Y POLÍTICA AMBIENTAL, México, FCE,
2013, 639 pp, (3ª edición revisada y aumentada).
ISBN: 978-607-16-120-6.
Óscar Carpintero1
Universidad de Valladolid
En 2014 se cumplen 25 años desde que el enfoque teórico de la Economía Ecológica hiciera su presentación
académica internacional a través del lanzamiento, en 1989, de la revista Ecological Economics. El libro
que ahora nos ocupa, Economía ecológica y política ambiental, ha protagonizado también un fragmento
importante de esa historia reciente. Fue, desde su primera edición en 2000, un texto necesario y de
referencia, y ha ido creciendo durante los últimos quince años, con sus tres ediciones y sus numerosas
reimpresiones2. Un crecimiento en consonancia con el interés académico y social despertado por la Economía
Ecológica a escala nacional e internacional; y al que han contribuido, sin duda, los afanes y preocupaciones
intelectuales de los autores del libro. Ellos mismos han estado entre los protagonistas principales de esta
evolución de la Economía Ecológica.
Desde la modestia metodológica, se apunta en la primera página que el libro pretende ser un manual
de referencia "en un curso sobre las relaciones entre economía y naturaleza, desde una perspectiva de
análisis económico". Pero, tras su lectura, se llega fácilmente a la conclusión de que no sólo estamos ante
un excelente manual. Su claridad en el estudio de la Economía Ecológica, de las relaciones economíanaturaleza y del análisis de las posibles políticas ambientales serían ya rasgos suficientes para recomendarlo
vivamente como texto introductorio. Debo añadir, sin embargo, que es mucho más. Es un libro que subraya
la voluntad pedagógica y analítica sin renunciar al punto de vista propio; y que huye del dogmatismo y
el sectarismo al arrojar luz, no sólo sobre los enfoques criticados, sino también sobre las limitaciones de
algunas de las propuestas defendidas. Un libro, además, donde la honestidad en el tratamiento de algunos
asuntos controvertidos de las relaciones economía-naturaleza hace que estemos también ante un texto
avanzado, preocupado por las discusiones y progresos más recientes (varios de ellos protagonizados por
los propios autores), y no sólo por consolidar los conocimientos ya asentados.
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Se podría hablar incluso de cuatro ediciones y casi dos décadas de circulación si se tiene en cuenta que en 1995 apareció una
primera versión, bajo los auspicios del PNUMA, con el título Curso de Economía Ecológica.
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Aunque el libro es susceptible de múltiples destinatarios (estudiantes e investigadores de ciencias
sociales preocupados por las cuestiones ambientales, y estudiantes e investigadores de ciencias naturales
con afán por abrirse a los asuntos socioeconómicos), dada la publicación en la que aparece esta reseña,
me centraré en subrayar algunas de las razones por las que este libro debería ser un texto clave también
para los economistas críticos o heterodoxos. En sus páginas se encontrarán cuestiones que afectan a
las peculiaridades de la Economía Ecológica como enfoque teórico, a las controversias con el enfoque
económico convencional, y a los instrumentos de política económico-ambiental. Y todo ello con amplio
recorrido y mirada histórica. Así las cosas, varias son, a mi juicio, las razones para acercarse por primera
vez a este libro, o releer con provecho esta tercera edición.
En primer lugar, obviamente, el libro está escrito desde la perspectiva de la Economía Ecológica
pero no renuncia a presentar y discutir con honestidad el enfoque de la economía convencional sobre las
cuestiones ambientales postulado por la Economía Ambiental y de los Recursos Naturales. De hecho, el
lector heterodoxo que se acerque al libro aprenderá mucha y buena Economía Ecológica, pero también
conocerá con solvencia los rasgos de la Economía Ambiental, aunque los aprenderá sin el sentimiento de
que le están intentando camelar, pues ahora, en este libro, le cuentan la historia completa del adversario
intelectual. Así ocurre cuando se explican los problemas relacionados con la valoración monetaria del
medio ambiente (tanto en el plano conceptual, como en el de las herramientas o métodos de valoración);
o la profunda y lúcida discusión sobre las implicaciones de una herramienta como el análisis coste-beneficio
y la trascendencia socioeconómica y ambiental del "descuento del futuro". También cuando se discuten las
posibilidades y limitaciones de los instrumentos de política ambiental, o las críticas antiguas y recientes
a las deficiencias del PIB como indicador y las dificultades para corregir ecológicamente los agregados
de las cuentas nacionales manteniendo el mismo esquema contable. Tienen razón los autores cuando
sugieren que, en este último aspecto, "…no se trata de llegar a un nuevo indicador sintético y único que
tenga en cuenta los aspectos ecológicos, sino de analizar una rica variedad de estadísticas físicas, que se
supone complementan o suplementan la contabilidad macroeconómica habitual, aunque están expresadas
en unidades de medida distintas".
Con esta lógica, por ejemplo, resulta más sencillo evaluar la controversia sobre la sustentabilidad
analizada en el capítulo VIII y también la importancia de la evaluación multicriterio como herramienta de
la Economía Ecológica en los procesos de toma de decisiones socioeconómicas y ambientales. Conviene
huir aquí de la peligrosa pretensión de extender la vara de medir del dinero con el análisis coste-beneficio
más allá de lo que éste puede razonablemente alcanzar. Pues, como muy bien sugieren los autores, esta
cautela frente a la conmensurabilidad monetaria no implica que no sea posible la comparabilidad entre los
costes y beneficios de diferentes opciones políticas o proyectos. Tan sólo hay que aceptar que no es posible
resolver técnicamente la elección entre diferentes alternativas que se expresan en diferentes lenguajes y
unidades3, y que debe ser a través de procesos informados y democráticos de participación social como es
posible solventar la elección.
En segundo lugar, el libro presenta un análisis clarificador y equilibrado de las posibilidades y
limitaciones de los instrumentos de política ambiental. La explicación se pondera siempre con las posibilidades
pragmáticas de su aplicación, ya sea en el caso de la reforma fiscal ecológica y los impuestos sobre el
carbono (explicados con rico detalle), o en el de los permisos de contaminación comercializables (que no
"derechos", como muy bien se especifica). Y lo mismo cuando se discuten los subsidios u otros incentivos y
regulaciones con trascendencia ambiental o la novedosa técnica de los pagos por servicios ambientales. En
Más allá, claro, de desechar aquellas alternativas que sean las peores desde todos los puntos de vista (social, ambiental y
económico), es decir, las "estupideces". ¡Qué diferente hubiera sido la historia reciente en este país si, al menos, hubiéramos sido
capaces de aplicar la técnica de decisión multicriterio para evitar la realización de las numerosas "estupideces" que han rodeado
la ejecución de varios proyectos de inversión en los últimos años!
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todo caso, tampoco se renuncia a su utilidad desde el punto de vista de algunas estrategias de Economía
Ecológica dado que pueden ser instrumentos para encauzar los comportamientos de la producción y el
consumo por derroteros más sostenibles.
En tercer lugar, siendo muy valioso todo lo anterior, conviene no olvidar que el libro desarrolla e ilustra
las principales categorías y propuestas de la Economía Ecológica, además de las fértiles conexiones entre
ésta y la Ecología Política. No en vano, arranca con un importante primer capítulo revisado y aumentado
cuyo título, "La economía como sistema abierto", es toda una seña de identidad de este enfoque. Un
enfoque que, a diferencia del planteamiento neoclásico, considera el sistema económico como un sistema
abierto, que forma parte de un sistema más amplio como es la Biosfera, con el que intercambia energía
y materiales, y lo hace en estrecha relación con el sistema social. Con buen criterio, el libro se hace eco
del desarrollo experimentado durante los últimos años en torno a la noción de metabolismo económico,
así como de los estudios de contabilidad de flujos materiales que lo cuantifican en los ámbitos español y
latinoamericano. Pues, de la misma manera que los organismos vivos ingieren energía y alimentos para
mantenerse vivos (y permitir su crecimiento y reproducción), y excretan residuos que van a parar al medio
ambiente; así también una economía convierte materias primas, energía y trabajo en bienes finales de
consumo —más o menos duradero—, e infraestructuras, y genera residuos que también van a parar a la
naturaleza. Con ello en mente, es posible promover un enfoque que vaya "más allá del valor monetario",
incorporando los flujos de recursos naturales antes de que sean valorados, y los residuos que, por su propia
naturaleza, carecen de este atributo.
Igualmente, en este capítulo inicial, se presentan de forma sintética las posibilidades que ofrece el
sistema Input-Output, no sólo desde el punto de vista convencional para detectar las interrelaciones de
diferentes sectores económicos, sino como herramienta para observar el detalle de la economía como
sistema abierto, esto es, los intercambios físicos de energía, materiales y residuos entre los sectores y
actividades económicas de producción y consumo y el medio ambiente en el que se insertan. Los hallazgos
y perspectivas en este campo son muy relevantes, sobre todo a la hora de juzgar la responsabilidad del
deterioro ecológico desde el punto de vista de los países o regiones que realmente consumen los recursos,
y no tanto en función del lugar geográfico del que se extraen.
El libro amplía el foco que proporciona el análisis Input-Output en términos ambientales para un
país o región con el estudio de las relaciones entre producción, consumo y medio ambiente a escala
microeconómica. Tienen razón los autores en subrayar las limitaciones del cambio en las pautas de
consumo de la población para avanzar hacia una mayor sostenibilidad (posibles contradicciones entre las
demandas de los individuos como ciudadanos y como consumidores lo suelen dificultar). Aunque a veces
se trata de iniciativas valiosas, y suponiendo que no funciona el "efecto rebote", parece claro que el cambio
hacia pautas de consumo con menor impacto ambiental serían más fáciles de conseguir si se cuenta
con dos requisitos: mayor y mejor información sobre las características de los bienes y sus impactos, y
una sólida regulación de los procesos productivos que prohíba o dificulte notablemente la producción de
bienes claramente perjudiciales, o de procesos de producción muy exigentes en recursos o generación de
residuos. El texto explica adecuadamente los rasgos de aquellos enfoques que, como el Análisis de Ciclo
de Vida, el eco-etiquetaje, la Ecología Industrial o las auditorías ecológicas para las empresas, resultarían
imprescindibles para conseguir esos objetivos. Sin embargo, la insuficiente generalización de estas
propuestas en el caso de los países ricos (muy vinculadas a su carácter fundamentalmente voluntario para
las empresas o industrias), y su práctica ausencia en los países pobres (unida a un marco institucional y
de control más laxo con el deterioro ecológico y social) ha tenido como resultado que la responsabilidad
ambiental de las empresas sea todavía muy deficiente.
Esto explica el surgimiento de movimientos sociales que, sobre todo en el Sur, están demandando
el reconocimiento de las deudas ecológicas (daños provocados) que generan las empresas sobre los
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territorios en forma de pago indemnizatorio por concepto de pasivos ambientales (en igualdad con el resto
de pasivos empresariales). Se trata de reconocer que una parte importante de la rentabilidad empresarial
se obtiene gracias a que se repercuten sobre el conjunto de la sociedad una fracción considerable de los
costes ambientales de fabricación (y es probable que, si éstos se incluyeran como pasivos ambientales,
en algunos casos podrían llevar a la insolvencia patrimonial de muchas corporaciones). Por desgracia, la
gran mayoría de lo que se conoce como Responsabilidad Social Corporativa se ha utilizado para disfrazar
o encubrir esos costes. El libro ofrece una excelente discusión sobre el concepto de pasivo ambiental
ilustrándolo con varios casos como el de la empresa Doe Run en La Oroya (Perú), o el de la contaminación
generada por Chevron-Texaco en Ecuador, el de British Petroleum en el golfo de México, o el de la compañía
Shell en Nigeria. Aunque la valoración monetaria de los daños ambientales y la responsabilidad jurídica son
dos cuestiones controvertidas, la sentencia de febrero de 2011 favorable a Ecuador en el contencioso con
Chevron-Texaco y que obliga a la compañía a indemnizar con 9.500 millones de dólares es, sin duda, un
buen precedente para futuras batallas.
La discusión sobre los pasivos ambientales lleva, de manera natural, a desvelar un rasgo característico
del enfoque propuesto: la vinculación con la dimensión distributiva y, por tanto, con los conflictos ecológicodistributivos. Esto se expresa muy certeramente en el siguiente paso que no me resisto a citar: "No sólo
la economía forma parte de la naturaleza, sino que la economía está imbricada también en una estructura
de derechos de propiedad y en una distribución social de renta y poder. Los problemas ecológicos –y
las políticas para hacerles frente– no pueden analizarse al margen de conflictos sociales. La economía
ecológica no evade el análisis de los conflictos, como sí suele hacer la economía neoclásica con sus asépticos
análisis en términos de eficiencia. Conflictos que son intra e intergeneracionales". Además de los casos de
pasivos ambientales ya mencionados, el capítulo IX discute y tipifica ampliamente varios conflictos (tanto
intra como intergeneracionales), atendiendo a las diferentes fases del proceso económico (extracción,
transporte y comercio, y evacuación de residuos), y dando un especial tratamiento a los que tienen como
telón de fondo el conflicto internacional sobre cambio climático (las emisiones de CO2), la biodiversidad
agraria o la biopiratería.
Esta preocupación por la dimensión distributiva no es casual y les viene de lejos a unos autores que
cultivaron, desde sus inicios como economistas, las aproximaciones heterodoxas en términos de economía
política y cuyos resultados han sabido utilizar para enriquecer su planteamiento económico-ecológico.
Muestra de ello es la original incorporación de la contribución clásico-sraffiana a la economía de los recursos
no renovables descrita en el capítulo VI, que permite ver cómo, también en este caso, la técnica que se
elija para explotar un determinado recurso no es independiente de la distribución previa entre salarios y
beneficios. De ahí el especial interés del impacto que las posibles trayectorias de los precios de recursos no
renovables puedan implicar sobre los precios relativos del resto de bienes y sobre el conflicto distributivo
entre trabajo y capital.
La dimensión distributiva en el caso de los recursos no renovables alcanza todavía mayor notoriedad
si tenemos en cuenta un aspecto del libro que ya destacaba por su originalidad desde la primera edición
en 2000, y que muestra el especial olfato intelectual de sus autores: la temprana consideración de la
importancia del "pico del petróleo", lo que al pasar los años se ha mostrado de especial trascendencia si
se quiere gestionar el futuro energético. Llama la atención, por ejemplo, que la mayoría de los manuales
convencionales sobre gestión y explotación de recursos naturales ni siquiera hagan referencia a una de las
principales novedades geológico-económicas de las dos últimas décadas. Lo que, de paso, dice mucho del
rasgo mixtificador y encubridor de la economía convencional ante cualquier limitación que pueda quebrar
la expansión y crecimiento del sistema económico.
Por lo demás, la atención por las otras corrientes del discurso económico heterodoxo (además de la
sraffiana) es otro de los rasgos meritorios del texto, lo que se plasma, por ejemplo, en la valoración de las
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propuestas minoritarias de algunos autores por ecologizar el marxismo, o la incorporación de las criticas
a la economía neoclásica y a los agregados de la contabilidad nacional por parte de la economía feminista
y el ecofeminismo.
Si uno conoce razonablemente la literatura sobre Economía Ecológica y sus principales textos
introductorios, entonces cabe afirmar que la combinación de todos estos elementos hacen de Economía
Ecológica y Política Ambiental un libro único a escala internacional. Y además un libro que muestra un
equilibrio inusual gracias a la complementariedad de sus autores. Un texto donde conviven el cuidado por
los detalles y los matices, por la exactitud y por evitar los falsos atajos del aprendizaje, junto a la escritura
de frontera, que apunta intuiciones prometedoras o que ilustra con sencillez ideas profundas.
El capítulo final constituye una rica reflexión sobre lo que la Economía Ecológica ha avanzado en las
últimas cuatro décadas de discusión teórica e intelectual con la corriente ortodoxa. Es verdad que, en ese
plano, los argumentos de los economistas ecológicos han sido mejores, más sólidos y mejor apoyados
empíricamente, aunque lamentablemente esto haya tenido de momento poca traducción en la práctica
académica y en términos de influencia social. Lo que sí me parece es que la Economía Ecológica va a tener
mucho que decir en el escenario futuro. Un escenario en el que la profundidad de la crisis multidimensional
actual se hará más evidente y la transición socioecológica de modelo de producción y consumo obligará,
por primera vez en la historia y dadas las limitaciones existentes derivadas del pico del petróleo y del
resto de minerales, a que el resultado sea un menor consumo de recursos totales y per cápita que en la
etapa anterior (y un descenso de la proporción de los recursos no renovables). Vamos, pues, hacia un
metabolismo socioeconómico diferente.
Para gestionar la situación con racionalidad, igualdad y sensibilidad social necesitaremos buenas
ideas, buen conocimiento y buenas herramientas. En este libro hay bastante de todo ello y por eso supone
una excelente brújula intelectual para navegar por ese mundo que, ojalá, y al contrario de lo que sugería
el clásico, no se haga cada vez más grande y terrible.
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