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La Tercera - Negocios - Noticia, 06 de mayo de 2012
Arancel cero: fin del proceso de apertura comercial de 40 años
La decisión del gobierno de llevar a 0% los aranceles en 2015 se considera la medida de
política económica más importante incluida en la reforma tributaria. Es la culminación de
un camino que se inició a mediados de los 70, que está a la base del crecimiento
experimentado por el país y que lo ubicará, junto con Suiza, Singapur, Hong Kong y
Macao, en el club de mercados con total apertura comercial.
por Mauricio Rodríguez Kogan
HACE casi 40 años, algunos productos importados por Chile eran sujeto de un arancel
aduanero de hasta 750%, con lo cual su precio en el mercado local fácilmente se elevaba en
ocho o nueve veces. Esta semana y en lo que los economistas coinciden en calificar como
la más importante medida de política económica contenida en el proyecto de reforma
tributaria, el gobierno propuso rebajar este impuesto para que en tres años llegue a 0%. De
aprobarse dicha medida, será la culminación de un proceso que se inició hace cuatro
décadas, que ha constituido uno de los pilares del modelo económico chileno, que ha sido
fuente esencial del importante crecimiento que ha registrado el PIB en este período, y que
cada uno de los últimos seis gobiernos se encargó de profundizar.
Con esto, Chile también se sumará a las cuatro únicas economías del orbe -hasta ahora- con
plena apertura comercial: Suiza, Singapur, y las provincias autónomas chinas de Hong
Kong y Macao.
La iniciativa del gobierno prevé que el arancel vigente de 6% uniforme a importaciones
desde países con los que no hay TLC se reduzca a 4% en 2013, a 2% en 2014 y, finalmente,
a 0% el 1 de enero de 2015.
Hoy el arancel efectivo, ponderado por productos importados, es del orden de 1%, el octavo
más bajo del mundo, según el Banco Mundial (la media global es 2,69%. La diferencia
entre 6% y 1% se da porque cerca de un 70% de los productos importados paga 0% o
menos del 1%, en virtud de los 23 tratados de comercio que hay suscritos, explican en el
gobierno.
Con la medida, las importaciones más favorecidas serán las que pagan mayores aranceles por ejemplo, las de Vietnam, cuyos productos se gravan en 6%; las de naciones africanas,
con un promedio de 5,9%; Indonesia, con 5,9%, e India, con 5,3%-.
El costo de la medida se estima en unos US$ 500 millones ya en régimen, dice el
subsecretario de Economía, Tomás Flores.
Pero sus beneficios se estiman mayores: contribuirá a “potenciar a Chile como una
plataforma para la exportación de manufacturas y servicios, porque todos los insumos ya no
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pagarán arancel, a lo que se suma la modernización de los puertos y del resto de la
infraestructura”, dice Jorge Desormeaux, ex consejero del Banco Central.
Pero no siempre fue así. En 1969 Chile entró con otros cinco países al Pacto Andino, con
un objetivo que hoy parece incomprensible.
Este “redistribuía las distintas actividades industriales para que cada país tuviera un sector
importante, lo cual era una locura. Es lo mismo que hizo Chile desde el año 30, con una
política industrial que elevaba los precios a los productos industriales para que se pudieran
producir, aumentando los aranceles, impidiendo la importación, con lo cual también se
impedía exportar”, recuerda Sergio de Castro, ministro de Economía en 1975-76 y de
Hacienda en 1976-82.
“Con un arancel de 700% se podía producir cualquier cosa y se vendía internamente; era
conveniente importar la materia prima, que tenía aranceles más baratos, precisamente para
proteger a la industria, y los productores ganaban mucho dinero aun siendo muy
ineficientes, porque tenían un arancel muy elevado, que protegía contra la entrada del
producto. La industria textil, por ejemplo, era así”, dice.
Esa estrategia de “desarrollo hacia adentro” tuvo un fin abrupto con la llegada del gobierno
militar en 1973, el que procedió a liberalizar la mayor parte de 3.500 precios fijados
entonces, asesorado por un grupo de técnicos, entre quienes figuraban De Castro, Fernando
Léniz y Sergio de la Cuadra, entre otros. La economía pasaba de seguir indicaciones
políticas a un escenario en que los precios obedecían a la oferta y la demanda.
Junto con esa fijación, en Chile había varias restricciones al comercio, como cuotas,
autorizaciones y depósitos previos, regímenes especiales, exenciones y múltiples tipos de
cambio, lo cual generaba distorsiones. “La rebaja de aranceles -y la eliminación de otras
restricciones al comercio- se inició unilateralmente por Chile, junto con el proceso de
liberalización de toda la economía, a fines de 1973. Inicialmente se rebajaron los aranceles
más elevados y se colocaron aranceles a los productos que no los tenían, para disminuir el
rango de los aranceles existentes de 0%-200% a 10%-30%”, explica el ex ministro de
Hacienda (1982-83) Rolf Lüders.
En la gestión de De Castro, “en 1976, se decidió profundizar el proceso y rebajar los
mayores aranceles paulatinamente, hasta llegar a uno parejo de 10% en 1979”, detalla
Lüders.
Sucede que Chile tenía una nueva estrategia de desarrollo, consistente en abrir la economía
al exterior para aprovechar mejor las ventajas comparativas, estimular las exportaciones y
someter a la industria a la competencia externa. Y, para exportar, era necesario importar.
“Cuando uno pone barreras a las importaciones, baja el tipo de cambio. Si se puede
importar hay demanda de dólares, y mientras más se pueda importar, más alto será el tipo
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de cambio, llegando un punto de equilibrio en que conviene producir todo lo cual a ese tipo
de cambio el país es eficiente; así se asignan los recursos productivos en forma racional”,
explica De Castro.
Esta apertura sufrió un retroceso en 1983 y 1984, período de una gran crisis financiera
internacional, que hizo caer la demanda externa e interna y los productores presionaron por
protección. Luis Escobar Cerda era ministro de Hacienda y ordenó un alza de hasta 35% de
los aranceles.
“En el corto plazo se la puede proteger (a la industria interna) con un aumento de aranceles,
pero en el largo plazo tiene muchos costos, porque desincentiva la producción de bienes
que se exportan, porque los insumos suben”, dice Juan Eduardo Coeymans, economista de
la UC que participó en la reforma arancelaria desde el Banco Central.
El proceso retomó el curso en 1985, con Hernán Büchi en Hacienda, quien llevó los
aranceles a 15% hacia el fin del gobierno militar.
“El gran beneficiado fue el país, dado que la liberalización comercial -vía mucho mayor
competencia- se tradujo eventualmente en un gran aumento de eficiencia de la producción
en todos los sectores”, opina Lüders.
Pese a que los nuevos actores políticos, con el retorno de la vida democrática, habían sido
“supremamente críticos” con el sistema, dice De Castro, todos los consultados destacan la
visión y pragmatismo de Alejandro Foxley, al no revertir, sino que profundizar el proceso.
“Fue importante al imponer la dirección correcta. A partir de ese momento la apertura se
transformó en política de Estado”, dice Flores.
La apertura tuvo una segunda etapa: del unilateralismo se pasó al bilateralismo, y los
sucesivos gobiernos no sólo hicieron caer el arancel a 6% en 2003, sino que también
iniciaron la era de los TLC (ver infografía).
Al punto cúlmine se llegará en 2015, cuando los aranceles se sitúen en 0%. “Con el tiempo,
Chile puede ir transitando hacia parecerse a un Hong Kong, aunque falta mejorar la mano
de obra calificada”, plantea Desormeaux.
Por lo pronto, “la rebaja evita efectos de desviación de comercio”, dice Coeymans,
producidos por un arancel promedio de 1% y otros de 6%, diferencia que no deja de ser
significativa: estima que estos efectos tienen costos similares al de recaudación de la rebaja
de aranceles, unos US$ 500 millones.
Estas desviaciones permiten que se importen productos más caros, pero a los que se les
carga un arancel menor a 6% por provenir de países con acuerdo comercial, por lo que los
importadores los prefieren, explica.
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Un costo de la rebaja que se ha mencionado es la eventualidad de no poder responder a
medidas proteccionistas.
Para eso, sin embargo, existe la reciprocidad, dice De Castro: “Chile puede responder
prohibiendo importaciones y/o subiendo aranceles, para contrarrestar el efecto nocivo del
dumping, por ejemplo”. Flores destaca la disponibilidad de la Comisión Antidistorsiones,
que responde a estas inquietudes. “Se pueden mejorar los tiempos de respuesta y optimizar
los procesos”, dice. En general, hay una institucionalidad que consagra el uso de
salvaguardias y derechos compensatorios en esos casos. Otra instancia es la OMC, agrega
Coeymans.
Otra área de inquietud es cómo queda Chile parado frente a potenciales socios comerciales:
qué ofrecer si los aranceles son cero.
“Las negociaciones con otros países pueden seguir ocurriendo, porque existen en comercio
internacional otro tipo de barreras no arancelarias que continuarán siendo eje de
conversaciones bilaterales”, aseguran en el gobierno.