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¿POR QUÉ ESE ODIO HACIA EL MERCADO?
Martín Wolf - Financial Times
Nuestra época está marcada por un gran acontecimiento económico: la
globalización. Ella determina lo que los gobiernos pueden -y deberían- hacer. Pero,
exactamente, que es la globalización y por qué es deseable? En su último panorama
de la economía mundial, el Fondo Monetario Internacional la define como "la creciente
interdependencia económica del conjunto de los países del mundo, provocado por el
aumento del volumen y de la variedad de las transacciones transfronterizas de bienes
y servicios, como de los flujos internacionales de capital, al mismo tiempo que por la
acelerada y generalizada difusión de la tecnología" 3. Entre 1930 y 1990, el precio
promedio facturado, por cada milla de transporte aéreo bajó de 0.68 a 0.11 centavos
de dólar; el de una comunicación telefónica de tres minutos entre Londres y Nueva
York, pasó de 244.65 a 3.32 dólares. Entre 1960 y 1990, el costo de una unidad de
potencia informática decreció en más del 99%. Del mejoramiento de las
comunicaciones ha nacido una innovación organizacional: la empresa multinacional,
extraordinario mecanismo de transferencia de tecnología más allá de las fronteras.
La tecnología hace posible la globalización. La liberalización la desencadena. Y
la liberalización ha dado la nota: entre 1970 y 1997, por ejemplo, el número de países
que han abolido el control de cambio que afecta a las importaciones de bienes y
servicios, pasó de 35 a 137. Reconozcamos que, desde ciertas perspectivas, la
economía mundial está menos integrada de lo que estaba antes de la I Guerra
Mundial. En su apogeo anterior a 1914, las salidas de capitales británicos
representaron hasta el 9% del PIB del Reino Unido, es decir, en proporción de su PIB
respectivo, dos veces más que los de Alemania y Japón de los años 80. En aquella
época existía una moneda única mundial: el oro. Y al comenzar el siglo XX, el número
de trabajadores que cruzaban las fronteras ha sido el más elevado de la historia. No
obstante, la globalización ha ido más lejos que en el pasado. En la década del 70, la
parte de la exportación, en relación con el conjunto de la producción, regresó al nivel
de 1913. Desde entonces, ha subido de 12% a 17%. Los mercados financieros están
altamente integrados, las tecnologías se transfieren a ritmos sin precedentes y los
gobiernos están cada vez más unidos por acuerdos multilaterales. ¿Por qué tantos
gobiernos han elegido -o se han visto obligados- abrirse a la economía mundial? La
respuesta se encuentra en las lecciones de la experiencia. Los estados tienen el poder
de poner en prisión a sus ciudadanos, pero no tienen el de obligar a esos prisioneros a
dar pruebas del mismo espíritu de iniciativa que los individuos libres.
Compárese Alemania Oriental con Alemania Occidental, Corea del Norte con
Corea del Sur, China maoísta con Taiwan. En cada uno de esos casos, los primeros
nombrados eligieron -o fueron obligados a elegir- el aislamiento, mientras que los
segundos optaron por la integración económica mundial. Después de cuarenta años,
los ingresos reales por habitante en los segundos, son por lo menos tres veces más
elevados. Disponemos de los datos de una serie de experiencias económicas
controladas. Sus resultados nos explican por qué China se ha liberalizado, por qué la
Unión Soviética se derrumbó y por qué Tony Blair ha elegido llamar a su partido el
"nuevo laborismo". Hay que ser muy obtuso para creer que la actual liberalización es
incomprensible o irracional. Este es el caso de muchas personas. Sus motivaciones
son de tres tipos: odio al mercado, temor de los extranjeros e inquietud con respecto a
los salarios, los empleos y la actividad económica. Las dos primeras actitudes son
patológicas. La tercera, por lo menos, es racional..
En el curso de las últimas dos décadas, se han profundizado las brechas
salariales entre trabajadores calificados y no calificados en las economías avanzadas,
no obstante la progresión de la oferta de trabajadores calificados. Algunos hacen caer
la responsabilidad de esta evolución, a la creciente competencia de países con bajos
salarios. Se puede tener esa impresión, pero los hechos muestran que tal explicación
es errónea. La teoría es simple: la importaciones provenientes de países que disponen
de una relativa abundancia de trabajadores no calificados deberían hacer bajar los
precios de los productos que utilizan esta mano de obra de manera intensa. Ello
conducirá a hacer evolucionar la producción de los países avanzados hacia productos
con alta incorporación de mano de obra calificada, haciendo crecer la demanda por estos últimos , y haciendo caer la de los trabajadores no calificados. A ello seguirá, ya
una ampliación de la brecha entre trabajadores calificados y no calificados, ya un
aumento del desempleo entre estos últimos.
Esta teoría es atractiva, pero los datos disponibles conducen a pensar que los
precios relativos de bienes producidos por la mano de obra no calificada no han
disminuido, sin duda porque las importaciones de países como China han
reemplazado a las de países como Corea, más que a las de países avanzados. Las
importaciones de mercancías de los países en desarrollo no representan sino el 3.8%
de la producción total de las economías avanzadas. En un documento de trabajo del
FMI, Slaughter y Swagel, concluyen en que "el aumento del comercio explica
solamente entre el 10% y el 20% de las modificaciones sufridas por la distribución de
los salarios y de los ingresos en los países desarrolladosff4.
En todas las economías avanzadas, la fracción de la población activa empleada
en la industria va en disminución: de 30% a 20% entre 1970 y 1994 en la Unión
Europea; de 28% a 16%, entre 1965 y 1994, en Estados Unidos. Esta disminución va a
la par, en precios constantes, con la parte de productos manufacturados dentro del
PIB, lo que conduciría a pensar que el descenso en el empleo manufacturero, dentro
del empleo global, es imputable a la estagnación de la producción. Las apariencias
engañan. De hecho, en precios constantes, la relativa declinación del empleo
manufacturero ha estado muy limitada. Es el ritmo de crecimiento de la productividad,
más elevada en la industria que en los servicios, lo que ha provocado el descenso de
los precios relativos de bienes manufacturados, al mismo tiempo que el del empleo por
unidad producida. Así, entre 1971 y 1994, la producción industrial en las economías
avanzadas ha progresado a un ritmo anual de 2.5%, mientras que, por asalariado,
aumentó en 3.1%. En los servicios, las cifras han sido, respectivamente, de 3.3% y
1.1%. Por consiguiente, la parte del empleo industrial no podía sino regresar, como es,
desde hace tiempo, el caso de la agricultura.
Los pretendidos daños infligidos por la globalización a ciudadanos de los países
avanzados, es un mito. Por el contrario, no se habla de las oportunidades brindadas
por la integración económica a los países pobres. Entre 1965 y 1995, por ejemplo, el
ingreso real per cápita en los nuevos países industrializados de Asia, han sido
multiplicados por siete, no obstante haber sido cuadruplicada su parte en el comercio
mundial. De la misma manera, se puede fechar el inicio del período del desarrollo
rápido de China: en el momento de su decisión de liberalizar la agricultura y de abrirse
a la economía mundial. Allí donde el comercio ha sido ubicado en lugares de privilegio,
los flujos de capital han llegado. Sólo China ha recibido más inversiones en 1996 que
la totalidad de los países en vías de desarrollo en 1989. La globalización no ha sido
inevitable, tanto más cuando no es el simple reflejo de la marcha indetenible de la
tecnología. Marca el éxito de la difusión mundial de una liberalización económica,
comenzada en Europa occidental con el plan Marshall, hace ya medio siglo. Aporta
posibilidades sin precedente a millones de hombres en todas partes del mundo.
Inevitablemente provoca el clamor de aquellos que temen al mercado y a los
extranjeros. No hay que escucharlos. Por el contrario, conviene seguir de cerca lo que
los gobiernos pueden -y deberían- hacer cuando su mercado es global y simplemente
local su radio de acción5