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Las múltiples dimensiones de la crisis actual y la propuesta social
para superarlas
Ponencia que presenta Mario Rechy
En la Universidad Autónoma de Chapingo
Centros Regionales
29 de Octubre de 2009
Nota previa:
Se nos ha dado un tiempo muy limitado para exponer nuestra intervención. Desde
luego que me siento muy agradecido de poder dirigirme al conjunto académico de
mi universidad, y me dispongo a llenar estos próximos cuarenta minutos con
apretado resumen de mi tema. Pero cada uno de los cinco apartados en los que lo he
subdividido podría ocuparnos horas de exposición. A quienes tengan interés en
mayores elementos o datos los puedo remitir a otros trabajos de su servidor. Les dejo
para este propósito mi correo electrónico: [email protected] A todo el que lo
solicite le enviaré textos adicionales.
I La dimensión civilizatoria
La idea del progreso, el papel de la tecnología y la abolición de los valores
Desde que se inventó la palanca en Grecia y hasta que el economista Stephen
Robbins separó el ejercicio científico, bajo el supuesto objetivismo, de los valores,
occidente nos ha ido dejando un solo valor con la dimensión de la ideología. Este
valor que se ha convertido en objetivo de la economía y en sentido de la cultura es el
progreso. Una idea que significa que todo lo nuevo es mejor, que todo debe ser más
complejo, más avanzado y conseguirse a una mayor velocidad. Sin embargo es una
idea que nos ha conducido a confundir el bienser y el bienestar con el vértigo de la
civilización del consumo, con la ilusión del productivismo y con el desdeño a la
naturaleza, a sus ritmos y a sus límites.
La insustentabilidad del modelo de civilización.
El progreso es el fundamento de la carrera por convertirlo todo en ganancias
contantes y sonantes, y por la irresponsable contaminación de nuestro mundo. Por
ello la ecología y las políticas de sustentabilidad no pueden sino llegar al fondo del
problema, que es el cuestionamiento del progreso como ideología que todo lo defina.
Preocuparnos por el agotamiento de los ecosistemas, por el destino de nuestros
residuos o desechos, cualesquiera que estos sean, y por la conservación del mundo y
de la dimensión humana, nos lleva necesariamente a cuestionar e impugnar la idea
del progreso.
II La crisis del modelo de crecimiento
La incapacidad para generar empleo.
Se viene cuestionando al sistema en el que vivimos por sus políticas que generan
pobres y por su grotesca caridad. Pero el fondo del asunto es que el sistema ha
creado una economía que para mantener sus tasas de utilidad ha creado una
estructura que genera desempleo. Y no es posible que la economía capitalista o
neoliberal siga funcionando sin aumentar el desempleo estructural. Por ello inventa a
través del estado un paliativo para lavar su conciencia culposa o la de la opinión
pública, y reparte un poco de comida y da un poco de empleo temporal. Pero en
ningún momento formula un diagnóstico de las causas que originan la desocupación.
La incapacidad para alimentar a la población
La causa última de que exista el hambre en el mundo contemporáneo, en el que el
desarrollo tecnológico permite una abundancia mucho mayor a la de las necesidades
de consumo, es el desempleo. Sin empleo la gente no puede comprar en el mercado.
Hasta hace unos cuantos años, muchos productores tenían una plataforma propia de
producción que generaba sus propios alimentos. Pero como esta población
demandaba servicios y cuestionaba la marcha general de la economía, el estado
neoliberal emprendió una política de aniquilamiento. Los pobres existen porque el
sistema pretende reducirlos a la condición más miserable. Y los necesita así para que
no lo impugnen, para que sólo reciban su caridad.
La incapacidad para distribuir la riqueza.
El modelo socioeconómico surgido de la revolución se planteo que el estado velara
por la redistribución del ingreso. Los que ganaban o producían más eran grabados
para que el estado llevara servicios y generara oportunidades a los más necesitados.
Tanto la política fiscal como las políticas de gasto e inversión públicas respondían a
este imperativo. Pero en el neoliberalismo el estado se convierte en garante de las
utilidades y abandona su papel como redistribuidor del ingreso. Hoy las
cuatrocientas empresas más grandes no pagan impuestos, porque son beneficiarias
de las políticas de consolidación de los holdings, a través de los cuales se ahorran el
pago de impuestos. Mientras que el grueso de los contribuyentes somos los
asalariados.
La incapacidad para conseguir la soberanía o la autosuficiencia.
En el periodo de ascenso del capitalismo la seguridad fue parte de las prioridades.
Desde que el hombre venció la escasez todos los gobiernos se había preocupado por
garantizar el abasto y la prevención de las hambrunas. El sello de los tiempos en que
el hombre no había logrado rebasar los umbrales de la sobrevivencia marcaba
todavía sus imperativos y definía sus políticas.
Pero en el neoliberalismo el objetivo de la ganancia subordina todos los demás. Y no
el de la ganancia democráticamente distribuida, sino el de la ganancia de quienes
dominan la economía mundial. Por ello la soberanía o la autosuficiencia fueron
sustituidas por la lógica global, en la que se persigue que los más “competititivos” y
“eficientes” sean los que puedan vender sus excedentes, aun a costa de destruir las
capacidades productivas de quienes consiguieron con siglos de evolución su
soberanía. La economía global es la economía de las corporaciones que provocan el
hambre, la destrucción de la economía local y la desarticulación de los mercados
nacionales.
La dependencia ideológica y la corrupción total.
La historia de cada nación fue un largo camino en el que el orgullo y la identidad se
alimentaron de las virtudes que cada pueblo había desarrollado. Pero la ideología del
progreso como objetivo absoluto se sobrepone a toda cultura y sólo nos deja las
cuentas de un gasto necesario o un presupuesto creciente. Tal y como hoy lo ha
expuesto Carstens.
Antes el presupuesto era el necesario para satisfacer las necesidades sociales, hoy es
el monto para cubrir las prioridades del sistema global: pago puntual de la deuda,
pago de los altos salarios de los administradores del sistema y sostenimiento de la
estructura tecnoburocrática en que se ha convertido al poder público. El que hoy se
defienda un ingreso necesario y no un plan de gobierno con programas que
respondan a las necesidades, convierte al estado y a quienes quieren formar parte de
él en simples interesados en el presupuesto.
El poder como objetivo
El poder había sido un medio que se perseguía para poder cumplir un proyecto de
gobierno. Pero hoy que el gobierno no es más que un administrador de los intereses
de la globalidad y las corporaciones, el poder no se contempla como medio para
resolver problemas o atender necesidades sino como mecanismo de control y como
forma de acceso a la administración de dinero. Nunca había sido tan corrupto el
ejercicio del poder. Y nunca había llegado a desvirtuar en forma tan total a la
política. Todos los partidos no son sino caminos para llegar al poder. A ese poder
que esta enfocado en velar por los dineros y la globalidad.
III Carácter terminal de la crisis financiera actual
Los derivados como culminación del proceso de ruptura entre la economía real y el
proceso de acumulación.
Los análisis de los economistas vulgares se circunscriben a concebir la crisis como
un conjunto de quiebras y una necesidad de nuevas inversiones. Pero los científicos
sociales han demostrado ya que el origen de esta crisis está en la separación entre el
mundo financiero y el mundo de la producción real de satisfactores. Como las
economías pasaron de estar regidas por el sector productivo a un nuevo dominio
financiero, y como la voracidad del capital no supo aceptar los límites de la
rentabilidad que la producción le permitía, inventó formas ficticias, virtuales, para
mantener su ritmo de acumulación. Ha sido pues la búsqueda insaciable de
utilidades lo que llevó al capital al diseño de formas especulativas que permitían que
el dinero sudara dinero, dejando atrás su papel como expresión de valor del conjunto
de las mercancías. Este hecho, que es el verdadero fondo de la crisis, nos permite
afirmar que no se trata de una crisis de liquidez sino de una crisis estructural y
definitiva.
Las dimensiones de la burbuja, o de cómo la riqueza real no puede pagar el tamaño
del quebranto.
El gobierno de Obama autorizó un refinanciamiento de 700 mil millones de dólares
para detener la quiebra financiera, y eventualmente reactivar la economía. Pero ese
dinero no ha llegado a la realidad. Se quedó, como los fundamentos de la economía
especulativa, en el mundo virtual. Sin embargo, aunque se hubieran inyectado esos
recursos, que hoy vemos que tienen el mismo carácter que las promesas de los
especuladores: generar confianza a partir de la nada, no habrían podido detener la
caída.
Hace un año, escribíamos el Senador Ocejo y un servidor un texto en el que
referíamos a una reflexión de Paco Gil sobre este punto: --decíamos entonces—“dice
el exsecretario de Hacienda que los derivados sobre créditos alcanzan 43 billones
métricos.1 Y aclaramos nosotros, billones métricos es lo que en lenguaje menos
moderno llamábamos trillones. O sea millones de millones de millones.” Una cifra
del mismo orden había ya dado Samir Amin, pero también la habían calculado otros
economistas como Eric Toussaint2, George Soros3 o los dos últimos premios Nobel
disidentes del neoliberalismo4. Cuando comparamos esa cifra que expresa el tamaño
del quebranto con el PIB mundial, que es apenas de 44 trillones de dólares,
verificamos una desproporción de 45 a uno. Lo que quiere decir, sin remedio, que
por más que hagan o por más que le inyecten a la crisis, esas cifras son inexorables,
y dejan ver que no existe dinero suficiente para superarla. Hablando en términos de
inversión y financiamiento.
Se trata del gran crack anunciado por Rosa Luxemburgo. Que no ocurrió como ella
lo anticipaba, pero que igualmente es terminal.
El papel de las instituciones financieras como garantes de la tasa de utilidad y sin
vínculo con la generación de riqueza.
Cuando la economía se mantenía con los pies en la tierra, las finanzas eran un
ejercicio para captar el ahorro y reorientarlo a los renglones de oportunidad o
necesidades. Pero en el neoliberalismo decadente las finanzas son un conjunto de
mecanismos ajenos a la producción que garantizan a los inversionistas una tasa de
utilidad que está por encima del crecimiento real de la producción y la oferta de
satisfactores.
1
Francisco Gil Díaz, Crónica de una crisis anunciada, en la Revista Poder. 23 de octubre de 2008.
Eric Toussaint, La bolsa o la vida.
3
George Soros The Crash of 2008.
4
Krugman, Stiglitz.
2
Antes los bancos fueron palanca del desarrollo, hoy son mecanismos de extracción
de la riqueza y sustento de los especuladores. Podemos vivir perfectamente sin
bancos.
Las políticas del estado neoliberal que alienta y favorece el mundo de la
especulación pero es incapaz de mantener la planta productiva.
Todo lo que hace el estado neoliberal está encaminado a tres cuestiones: En primer
lugar a sostener la economía global como una economía en donde las prioridades
son el comercio externo y el financiamiento con capitales internacionales. En
segundo lugar a sostener el sistema bancario, aun a costa de los recursos que
servirían para financiar el desarrollo. Y en tercer lugar a conservar el control de la
población, recurriendo a cualquier medida, incluyendo las campañas de terror, como
la de la influenza, o a políticas de represión generalizada, como la que se está
instrumentando con el ejército.
Lo que no hace el estado es velar ni por la planta productiva, ni el empleo, ni la
redistribución del ingreso. Lo demás es retórica, demagogia y discurso mareador.
La contracción del mercado como resultado de este nuevo crack.
La quiebra de los bancos en Estados Unidos, así como de los organismos financieros
y las empresas inmobiliarias ha provocado el despido del 10% de la fuerza de
trabajo, y la contracción del ingreso de todos los empleados y trabajadores. Lo obvio
es que su capacidad de consumo se ha caído, y con ello la demanda por bienes de
consumo de todo tipo también. El sistema ha caído formalmente en una recesión,
pero en realidad se trata de una caída inexorable que en el largo plazo no recuperará
ya los niveles de demanda para sostener la economía como sistema global.
Ningún país podrá volver a vender en el mercado externo lo que hasta hace dos años
había colocado. Excepto sin duda Estados Unidos, que seguirá subsidiando sus
exportaciones y abriendo mercado a sus productos por la vía que considere
necesario. Aquí lo ha hecho comprando la conciencia y la lealtad de los políticos que
controlan la economía. Pero lo hará por la fuerza si por esa vía no consigue mantener
las importaciones en cada uno de los países dependientes.
La decadencia irreversible, y sus paliativos de guerra e intervencionismo.
El intervencionismo va más allá de los motivos ideológicos. Es el instrumento por
excelencia para garantizar que el flujo de efectivo se mantenga. Lo vimos en Iraq, y
lo seguiremos viendo conforme el déficit de la economía norteamericana requiera de
mayores ingresos líquidos para aminorar o disminuir el ritmo de su caída.
Estamos en el periodo de la decadencia. Tal y como se vivió durante siglos la
decadencia del imperio romano.
Entonces llegaron los bárbaros y fueron minando la autoridad y el control del
sistema, hasta que el feudalismo terminó con esa economía global de la antigüedad.
Hoy pueden ser los bárbaros del narcotráfico y la economía delincuencial. Pero no
estamos ante una amenaza inexorable.
El mundo tiene escenarios adelante que no están definidos. También puede ocurrir
un nuevo periodo de guerra total. En el que los sobrevivientes, en los que
sobrevivirán muchos chinos, se encarguen de reorganizar al mundo.
Apostemos sin embargo al mejor de los escenarios. Al que no se plantee la
continuidad del género humano después de la guerra, sino el tránsito ordenado y
pacífico hacia un horizonte mejor.
IV El anuncio de la utopía y el papel que tiene hoy la economía social
De la globalización a las economías regionales y la soberanía local.
Hace unos cinco lustros, un utopista que criticaba al sistema del socialismo real en
Alemania del este y que terminó exiliado, decía que la economía global llegaría
pronto a su fin. Rudolf Bahro pronosticó entonces que la economía global
sucumbiría ante su propio carácter insustentable, ante la irracionalidad de fabricar
aparatos que tenían componentes de más de una docena de naciones. En aras de la
racionalidad y el menor esfuerzo, Bahro nos anunció que el mundo se reorganizaría
a partir de las capacidades locales para satisfacer las necesidades. De hecho ya desde
entonces el desarrollo tecnológico, concebido como un instrumento para potenciar la
autonomía local y no como un instrumento de las corporaciones para aumentar la
utilidad, ofrecía ser un instrumento de soberanía.
Bahro explicó ya entonces que el comercio mundial declinaría, y que antes de un
siglo estaríamos viviendo en un mundo en el que el traslado de bienes a escala
planetaria no rebasaría el cinco por ciento del total, quedando otro porcentaje
semejante para el comercio regional o nacional y predominando la economía local
en un 90%.
El ensayo en el que este pensador hacía su pronóstico fue luego utilizado como
epígrafe de conferencias, antologías y nuevos ensayos. Y fue llamado la visión de
las nuevas utopías.
Pero la Utopía se nos ha venido encima.
En todas partes, mientras el mundo formal se empeña en reiterar su rumbo y en
infructuosos intentos por recomponer la especulación, la banca y la globalidad, lo
que surge incontenible es la economía social lidereada por las cooperativas.
Lo que no aparece ni en la televisión, ni en la prensa, ni en la estadística de la
economía convencional es que mil millones de jefes de familia en el mundo trabajan
en el cooperativismo. Es decir, que la mitad del género humano ha emprendido un
camino local, autogestivo, de producción de satisfactores básicos, con tecnologías
bajo dominio de los productores, y muchas veces contra corriente de la economía de
sus países.
Países donde todo parecía imposible para acceder al desarrollo registran ejemplos
extraordinarios de cooperativas que están generando empleos, están resolviendo la
pobreza, el hambre y superando la economía marginal.
Los ejemplos que podríamos citar cubren todas las economías, y muestran a una
fuerza emergente por encima de los partidos, de las ideologías o las filiaciones
convencionales, y proyectando su propio camino.
La recuperación de los valores como fundamento de la economía.
Lo primero que caracteriza a esta economía emergente, que anima a los piqueteros
de Argentina, a los obreros en rebeldía en la Federación Rusa, a los socios de
Mondragón en España, a los administraciones de la red de almacenes de granos en
Canadá, a los millones de productores agrícolas cooperativizados de Brasil, Panamá
o la India, son los valores. Eso que la economía neoclásica había desterrado del
análisis y el ejercicio técnico de una falsa objetividad.
Los valores y principios cooperativos son el fundamento universal de esta nueva
economía. Tan nueva como cada uno de sus ejemplos, y tan vieja como el ideal que
reunió a los pioneros de Rochdale hace más de 150 años.
La educación en estos valores es su fortaleza. Y la garantía de su expansión y
consolidación como opción universal dependen de que se eduque a cada uno de los
socios en su ejercicio y fortalecimiento.
De la competencia a la solidaridad y la ayuda mutua.
El mundo está organizado para competir y que sólo los más grandes o los más
agresivos puedan salir adelante. Pero la humanidad no acepta que el resto se
mantenga en la marginación o sea desplazado de las ventajas o posibilidades que la
sociedad tiene hoy en día. Y la única forma de impedir que el estado o los partidos, o
el mercado irrestricto impongan esa ley de selección artificial de privilegiados es que
la base o fundamento de toda actividad productiva y de toda organización social sea
la solidaridad y la ayuda mutua.
De la empresa “privada” a las cadenas articuladas de productores soberanos.
La empresa privada conduce a que el mercado se organice en función del interés de
las corporaciones. Son ellas las que manipulan la oferta y generan la demanda. Nada
tienen que ver con las necesidades. Los viejos fundamentos de la organización social
en la que las estructuras respondían al cumplimiento de una función, y esa función
atendía un conjunto de necesidades, fueron sustituidos por estructuras que tienen por
objetivo la utilidad y su incremento. Ahí desaparecieron los ciudadanos y sus
imperativos. Sólo existe demanda solvente y acopio de bienes comercializables.
La sociedad no puede superar ese galimatías sobre la base e regular el mercado ni de
políticas públicas, lo primero porque toda regulación carece de fuerza ante el tamaño
de las corporaciones, su capacidad para corromper a los encargados de la regulación,
y su capacidad para acopiar los satisfactores y manipular los precios. Tampoco
puede hacerlo con nuevas políticas públicas, porque el carácter del estado es el que
determina su orientación, y hoy el estado dejó de tener como fundamento principal
el del pacto social y responde ante todo a los grandes intereses. Y cualquier persona
que se inserta en su estructura es arrastrada a la vorágine de su lógica y nueva
naturaleza. No existen ya condiciones para cambiar el poder o reorientar el carácter
del estado.
La sociedad no lo ha terminado de asimilar en su significado teórico, pero si lo ha
percibido de manera concreta. Por ello la sociedad, en la medida de las condiciones
locales y acorde con sus propias fuerzas, está sustrayendo su organización y su
economía del vértigo de la globalidad y de la economía global.
Y lo hace sin romper con el mercado, pero fortaleciendo las capacidades locales,
tanto de producción como para integrar de manera complementaria sus distintas
actividades.
En cierta forma estamos viendo una reproducción de lo que ha sido la economía
campesina como conjunto diversificado de susbsistemas productivos que se
complementan entre sí para el óptimo aprovechamiento de recursos, distribución
eficiente de mano de obra y complementariedad de sus opciones productivas para
alcanzar mejores condiciones de vida y convivencia.
De la competitividad a la satisfacción de las necesidades.
El objetivo que las organizaciones sociales están buscando es la satisfacción de las
necesidades, y por ello en lugar de competir entre sí construyen conjuntos de
cooperación y complementariedad. Y una vez más se repite la lógica campesina, en
la que cada parte o cada unidad es responsabilidad directa de su operador, pero el
conjunto requiere de manos vueltas, faenas, y la institucionalización de nuevas
formas de solidaridad.
Del mercado según oferta y demanda al mercado como distribuidor regulado de
satisfactores.
Contra lo que creían los marxistas en el sentido de que el valor predominaría durante
toda la existencia del capitalismo, el estado neoliberal y la economía global nos han
demostrado que las mercancías se pueden vender muy por debajo de su valor --y aun
de su precio de producción--, y que se pueden comprar muy por encima de su valor
y de su tiempo de producción socialmente necesario.
La economía global ha instituido un mercado capaz de anular la operatividad de la
ley del valor. Y la prueba irrefutable es precisamente el origen de esta crisis. Ahí el
capital no ha resultado de la plusvalía industrial ni de la renta de la tierra, sino de la
especulación que genera valores ficticios, sin sustento en la economía real.
La economía del trabajo y del valor acorde con el tiempo y la productividad es
asunto de las economías locales y el mercado regional.
Y es una desgracia que los economistas sigan perdiendo el tiempo en la discusión
sobre la transformación de los valores en precios. No hay mas que oferta y demanda.
Por ello la economía se reorganizará sobre la base de producir satisfactores y
distribuir bienestar.
De la economía global a la construcción ascendente de empresas autónomas.
No es pues sobre la base de reformas al sistema global como llegaremos a una nueva
etapa de bienestar, sino sobre la base de unidades emergentes que están creando una
nueva economía desde abajo.
De la planeación corporativa a la planeación regional.
La planeación central fracasó no solamente porque suprimió el mercado, sino porque
desdeñó lo que el mercado atendía, que eran las necesidades de consumo. La
planeación corporativa, que es la planeación de las ganancias, ha fracasado también,
pero su razón no está en el mercado sino en su abandono de su referente productivo.
Nada podrá planearse a partir del interés en la utilidad o en el margen de utilidad. La
tasa interna de retorno será sustituida por la rentabilidad social, por los índices de
sustentabilidad y por un margen razonable de excedentes que permitan la extensión
del proceso en función de las necesidades humanas.
De la organización piramidal a la organización horizontal y autogestiva.
Toda economía de privilegios ha construido una pirámide de administración. Porque
la lógica del control obliga a que sean unos cuantos los que tomen decisiones. Bien
sea porque en la sociedad de acciones es el socio mayoritario el que dice la última
palabra, bien sea porque en el estado autoritario es el dictador o el ejecutivo el que
define las políticas de distribución de recursos y privilegios, la organización
piramidal de administración y control será barrida.
Este es probablemente el punto nodal que definirá el ritmo y el terreno de los
cambios. Una sociedad bien organizada y capaz de ejercer su soberanía desplazará
sin dificultades al cuerpo de la administración estatal e irá transfiriendo funciones a
sus propios ámbitos autogestivos.
Una sociedad autoritaria, donde el estado se niegue a ceder espacios ante la sociedad
emergente, desatará violencia, reprimirá, y será suprimido en respuesta a la violencia
con que pretenda detener los cambios que la sociedad ha emprendido.
En todo caso, los días de la sociedad jerárquica están contados. Vamos hacia una
sociedad organizada horizontalmente, donde las decisiones tendrán un fuerte y
creciente contenido local.
Es impredictible si viviremos un periodo como el que pasó el imperio romano de
guerras periféricas, asesinatos de los caciques regionales o los agentes pretorianos
del imperio en cada sitio, o si ante la caída de la globalidad existirán dirigentes
responsables que asuman el liderazgo de sus regiones, de sus ciudadanos y aún de
sus naciones.
De la productividad tecnológica a la productividad social.
El incremento de la producción es necesario, pero no para poner a competir a las
unidades productivas entre sí, sino para alcanzar los niveles o dimensiones del
producto que alcancen para el consumo necesario de los ciudadanos.
La productividad dominada por la ganancia conducía a la composición orgánica
creciente del capital, como la llamaba Marx. Con su consecuente desempleo.
Pero la productividad social es otra cosa, porque sólo se plantea el empleo de la
tecnología en la medida que ello sea indispensable para generar suficientes
satisfactores sin sobrepasar el aprovechamiento de recursos y sin contaminar al
planeta.
Los ejemplos de la economía social emergente:
Esta economía de la que les estoy hablando no existe solamente en otros países. De
hecho hace tiempo que empezó a surgir en nuestro país sin que muchos la
descubrieran o tuvieran conciencia de su significación. Algunos ejemplos tienen ya
varias décadas, como la
--Tosepan Titaniske
Esta organización surgió como una búsqueda para comercializar lo que los indígenas
estaban obligados a entregar a los coyotes capitalistas en sus regiones. El precio lo
definían naturalmente los acaparadores, y la utilidad se la repartían entre los agentes
locales de acopio y los grandes corporativos que controlan las materias primas a
nivel global.
Pero la Tosepan no se ha circunscrito al acopio y venta de la pimienta, como fue su
objetivo inicial, sino que se han convertido en un organismo de articulación de todas
las actividades de la economía campesina. Hoy la Tosepan tiene áreas de mejora de
cultivos, administra invernaderos, prepara la sustitución de las plantaciones, otorga
créditos diversos, almacena, y además de comercializar según ofertas consolidadas,
se ha insertado en nichos de mercado que rompen con la lógica global.
--UCIRI
Por su parte, que se origina buscando sustituir al Inmecafé, que fuera el organismo
paraestatal encargado de acopiar y comercializar el café mexicano en el mercado
mundial, desaparecido hace ya sexenios, se convierte en un organismo
autogestionario a través del cual no solamente se cumple la soberanía regional de los
productores, sino que también se articulan todas las actividades campesinas.
--FOCOA de Michoacán
Los fondos comunitarios autogestivos de Michoacán, que están constituidos por más
de cien núcleos o grupos, cada uno de los cuales ubicado en una localidad de aquél
estado, se originan como esfuerzo de ahorro de grupos ciudadanos, que aspiraban a
crear su propio capital para autofinanciarse. Algunos de estos fondos han trabajado
ya más de un lustro, y a partir del primer año fueron capaces de financiar diversas
actividades productivas.
Sin registro, con apoyos escasos y con grandes esfuerzos, los FOCOA de Michoacán
tienen hoy un capital de varios millones de pesos, una tasa de generación de
excedentes que supera el 25 % anual, y una clara ruta de consolidación regional.
--UNIPRO
Pero el ejemplo probablemente más notable de este camino que la sociedad ha
emprendido probablemente está representado por la organización que conjuga la
tradición comunitaria de los menonitas y la experiencia de los mejores especialistas
de la economía agropecuaria del Estado de Chihuahua.
La UNIPRO produce manzanas, trigo y el 40% del maíz del Estado. Más de
cincuenta mil ha están en su administración. Y sus servicios comprenden asesoría
técnica, avío, refaccionario, nuevos proyectos de inversión, formulación y
evaluación de proyectos, seguro agrícola y pecuario, almacenaje, comercialización,
cobertura de riesgos para precios, y hasta cobro de subsidios de comercialización y
para coberturas con ASERCA, el organismo descentralizado de la SAGARPA.
Lo importante de estos ejemplos es que se han constituido al margen del estado,
basándose fundamentalmente en sus propios esfuerzos y capacidades, e integrando
un conjunto de actividades según el interés de sus propios socios productores.
El mercado les ha sido un reto, pero han conseguido reinsertarse en él, sin asumir la
lógica global, y aprovechando sus ventajas como organismos que asumen todas las
tareas, todas las funciones de toda la cadena productiva.
Son los pioneros de una economía basada en la organización local que sustituirá la
economía de las corporaciones y el mercado global.
V La economía de tres sectores y el papel del sector social
El artículo 25 de la Constitución.
En México estamos ciertamente en situación difícil. Mientras en la absoluta mayoría
de los países que padecen la crisis se ha optado por dejar atrás los objetivos que
habían impuesto los organismos financieros internacionales, aquí nuestras
autoridades están empecinadas en continuar la misma ruta. Todas las economías
tienden a reducir la dependencia del dólar y de las exportaciones hacia los Estados
Unidos, mientras México sigue con la idea de traer inversión extranjera y recuperar
las exportaciones. Mientras las economías aceptan que las variables
macroeconómicas no pueden seguir imponiendo como prioridades el superavit, la
deuda y los privilegios fiscales, aquí se cuidan de que nuestro déficit no rebase el .8,
la deuda siga siendo la parte no programable del gasto y la reforma fiscal se cargue a
los que ya estamos en la raya mientras se exenta a los grandes industriales.
Estamos sin duda en una situación grave, porque los responsables de la economía no
alcanzan a ver las dimensiones históricas y terminales de la crisis y siguen atados
ideológica y prácticamente a los dictados del Banco Mundial, del Fondo Monetario
y las corporaciones.
Y sin embargo no podemos decir que todo está perdido. Porque al mismo tiempo
tenemos una ventaja que otras naciones no cuentan. Y es que nuestra historia,
nuestra tradición, y aun nuestro texto constitucional, han sentado las bases para que
el sector social pueda jugar un papel importante en el proceso de superación de esta
crisis y en la construcción de una nueva economia.
Porque el artículo 25 de la Constitución define a México como una economía de tres
sectores, el público, el privado y el social. Entendiendo a este último como el que
está constituido por cooperativas y empresas que son propiedad de los mismos
trabajadores.
Esto no es retórica priísta ni debe ser desdeñado, porque está en cada uno de
nosotros como cosmovisión, como herencia cultural y como actitud ante la vida.
Ese fundamento permitirá, eventualmente, que la economía que vamos a construir
tenga fundamento y base de defensa y consolidación.
La larga marcha del sector social en México.
Hemos tocado este punto incontables veces. Debo solamente reiterar que en la
historia de nuestro país, la constante ha sido la moderación de la opulencia y la
miseria, la lucha contra el privilegio de la propiedad, y la restricción tanto de la
propiedad privada, como de los derechos mercantiles. Desde la época prehispánica,
hasta el día de hoy, atravesando por las palabras y los dictados de Morelos, Hidalgo,
Ignacio Ramírez, Flores Magón, Zapata, Villa, Cárdenas y la APPO, lo que subyace
a la historia oficial es una tendencia indoblegable por recuperar la ruta socioliberal.
La crisis bancaria anterior y la multiplicación de cajas y cooperativas de ahorro.
En la crisis bancaria de deudas que se vivió hace dos décadas lo que la sociedad
organizó fueron cooperativas de ahorro y préstamo. Nadie lo ha reseñado ni
interpretado. Pero hoy suman miles, y representan, según estadísticas oficiales de la
Secretaría de Hacienda, más de setenta y siete mil millones de pesos.
Estas cooperativas están dispersas o presentes en todo el territorio nacional y han
sustituido a los bancos en la función básica del financiamiento de las necesidades de
la población sencilla.
Las cifras del cooperativismo en México.
Además de los tres millones de ahorradores que sostienen a las cooperativas
financieras de nuestro país, existe un número imprecisable de cooperativistas de todo
género, de unidades ejidales cooperativizadas, de integradoras cooperativas, de todo
tipo de productos, y de todo tipo de servicios y consumos.
No podremos saber cuántos somos hasta que no se concluya la nueva Ley General
de Cooperativas y establezcamos un registro nacional.
El anterior registro fue suprimido por el neoliberalismo durante el periodo de Miguel
de la Madrid.
Pero de una cosa pueden estar ustedes seguros, y es de que los millones de
cooperativistas tendrán una participación creciente en el diseño y la instrumentación
de las economías locales.
Caracterización del la crisis ejidal.
Los ejidos entraron en crisis no por que su carácter fuera social, sino porque al
mismo tiempo fueron parte del aparato corporativo del estado. Se los apoyó y aun
subsidió en la medida que representaban el voto verde del partido oficial, y en la
medida que eran al mismo tiempo uno de los pilares del partido en el poder. Pero la
crisis del estado autoritario no tuvo solamente componentes políticos, sino también
restricciones presupuestales. El estado corporativo tenía enormes costos para toda la
sociedad, y en la medida que no se lo ha desmantelado del todo sigue teniéndolos.
Crédito subsidiado, estructura de acopio y distribución garantizada, prebendas y
cuotas de poder. Todo lo cual era insostenible desde una perspectiva presupuestal de
un estado incapaz de actualizar el proyecto de la revolución y las políticas de
desarrollo.
El ejido entró en crisis porque se abandonó la soberanía alimentaria y se entró en la
globalidad y el libre comercio. Y porque además el nuevo esquema del crecimiento
económico concluyó que sobraba la población rural.
Y el ejido no puede recomponerse como tal por la vía anterior. No es un asunto
presupuestal, sino también de política de organización del campo. No tenemos por
que reconstruir el viejo sistema de poder del PRI, se trata de transformar al ejido
para que asuma su nuevo papel como parte del sector social emergente.
Perspectivas del desarrollo a partir del sector social en México.
--Dificultades
La principal dificultad para que el sector social asuma su papel y desarrolle su
potencial es la ausencia de líderes claros que conozcan su naturaleza, su potencial y
sus ejemplos. Hoy los líderes del sector social tienen una visión de corto plazo,
siempre circunscrita a su entorno, su organismo o cuando menos su sector y sus
funciones inmediatas. Carecen de visión histórica, desconocen lo que está pasando
en el mundo, lo que ha sido la larga marcha del sector en México y lo que puede
organizarse a partir de las cooperativas, los ejidos, las integradoras y la nueva
economía emergente. De tal manera que la tarea principal es formar cuadros,
vincular la investigación social de las universidades con las tareas del sector, y
formar equipos de cooperativistas e investigadores de las universidades.
La segunda dificultad está en el marco jurídico insuficiente. Hemos logrado detener
la embestida del estado en el terreno jurídico, pero necesitamos todavía que se
apruebe la ley reglamentaria del artículo 25 de la Constitución y la Nueva Ley
General de Cooperativas.
La tercera dificultad está en la falta de vinculación entre la estrategia productiva y el
ahorro de las cooperativas financieras. Las cooperativas financieras no se proponen
financiar a las cooperativas, sino que han sido contaminadas por la inercia
especulativa y guardan su dinero en los bancos.
Y la cuarta dificultad está en la inexperiencia de los organismos cooperativos para
operar proyectos que trasciendan su carácter individual y recojan las experiencias de
los organismos integradores que ya mencionamos como ejemplo de lo nuevo que se
está creando.
--Potencialidades
El potencial que tiene el sector social es sin embargo enorme. De hecho, por su
naturaleza y lógica de operación es el único sector que puede cumplir dos objetivos
centrales: el de la producción de alimentos y reconstrucción del mercado interno, y
el del empleo de la población hoy subempleada o cesante.
--La ruta a seguir.
Hace cuarenta años, los radicales de entonces emprendimos el camino al encuentro
del pueblo. Nos fuimos a las fábricas y al campo. Nuestra experiencia fue el
comienzo de cambios políticos fundamentales que nos han heredado una nueva
Nación. Una nación donde el sistema de partido único terminó, y donde la sociedad
civil inició un proceso de autonomía y sacudimiento de la hegemonía ideológica de
la revolución y su estado autoritario.
Hoy se vuelve a plantear el mismo camino. Pero no para organizar un nuevo partido
ni una revolución política, sino para crear una nueva economía.
El reto de la actual generación es construir una economía autogestiva desde abajo.
Sin caudillos, y sin otra política que la de la solidaridad cooperativa.
¡Salud y revolución social!