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“Esperando al Transatlantic Trade and Investment Partnership”
Julio FRUTOS RODRIGUEZ
Si hiciésemos una 'foto' del mundo de hoy apreciaríamos, entre otros muchos aspectos, la multitud de
organizaciones y acuerdos regionales existentes, de muy diverso carácter: económicos, energéticos,
militares… o bien combinando varios de estos objetivos. Por citar los más importantes se encuentran
el Acuerdo Estratégico Transpacífico de Asociación Económica -que engloba a países de América
como EEUU, Canadá, Chile o Méjico, los asiáticos Japón, Singapur o Vietnam, y de Oceanía como
Nueva Zelanda y Australia-; el Área de Libre Comercio Asia- Pacífico -en la que se encuentra también
EEUU junto con pesos pesados como China, Rusia, Japón o Indonesia- o la RCEP (Regional
Comprehensive Economic Partnership) que incluye a India, Laos o Camboya.
Estos acuerdos, además de ser un buen medidor geoestratégico -al revelar las redes de alianzas
existentes entre los Estados y las líneas de actuación que se comprometen a seguir sus firmantes-,
también son una gran oportunidad para el desarrollo económico y comercial de quienes formen parte
de los mismos.
Desde 2013, el gobierno de Barack Obama dio el pistoletazo de salida que iniciaría las negociaciones
sobre la futura aprobación de una Asociación Transatlática para el Comercio y la Inversión (en sus
siglas en inglés, TTIP): un tratado de libre comercio entre la Unión Europea y los Estados Unidos que
fortalecería las relaciones comerciales entre ambos y crearía la mayor zona de libre comercio del
planeta. Su texto, a pesar de no haberse aprobado aún la versión definitiva, plantea interesantes
interrogantes para el mercado laboral, el estado de la balanza comercial, la defensa de los derechos
de los consumidores o el papel de los inversores, que no han estado exentos de polémica.
Las relaciones comerciales entre UE y los EEUU no son algo nuevo, y basta con echar un vistazo a
las cifras para comprobar el buen estado de éstas. Según datos del Ministerio de Economía de España
la relación bilateral de comercio e inversión entre la UE y EEUU representa alrededor del 31% del
comercio mundial y más del 53% del PIB mundial. Ello significa, a modo comparativo, que las
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inversiones de EEUU en la UE son tres veces mayores que las inversiones de EEUU en toda Asia y,
al mismo tiempo, las inversiones de la UE en EEUU son ocho veces mayores que la suma de las
inversiones de la UE en India y China. En materia de servicios se podrían citar la Agenda
Transatlántica de 1995 -de carácter político-, el Acuerdo de Reconocimiento Mutuo de 1999 -de
unificación de requisitos para la exportación de productos-, el Consejo Económico Transatlántico foro de debate para impulsar las relaciones económicas-, o el Acuerdo de Cielos Abiertos, firmado en
2007 y que permite que las aerolíneas europeas y estadounidenses exploten rutas entre cualquier
ciudad de ambos territorios- para tener una visión de la entidad de dichas relaciones.
Ahora se trata, en teoría, de dar un paso más allá. En palabras de Barack Obama, este plan para el
desarrollo del comercio y la inversión con la Unión Europea reduciría barreras comerciales, abriría
aún más los mercados e impulsaría la creación de empleo y el crecimiento económico en ambas partes
hasta un 3 %. Hasta ahora, y desde junio de 2013, el texto aún está en fase de negociaciones, aunque
se pueden consultar borradores1 (ver bibliografía) y el estado de las mismas en la web de la Comisión
Europea. Esta institución ha manifestado que el procedimiento de negociación se está contando con
la participación de expertos, empresas, grupos de interés, sindicatos, organizaciones de consumidores
o parlamentarios europeos. Asimismo, se están empleando su página web y redes sociales como
Twitter para anunciar novedades o colgar documentos relacionados con el estado de las
negociaciones. Con todo ello se intenta dar una imagen de transparencia en el proceso que contrasta
con el secretismo denunciado por diversas voces. Aún es pronto para aventurarse a sentenciar el TTIP
pues no contamos con el texto definitivo, pero según un estudio de la Comisión Europea de
septiembre de 2013, 'Transatlantic Trade and economic partnership: The economic analysis
explained'2 este Tratado podría incrementar el tamaño a largo plazo de la economía europea en 120
billones de euros (un 0,5 % del PIB total) y el de la economía estadounidense en 95 billones (0,4 %
del PIB). El estudio apunta a que ello podría suponer un aumento continuado del crecimiento en
ambas zonas. Un artículo de 'The Economist' 3publicado el 13 de diciembre de 2014 señalaba que ello
podría ser una buena forma de potenciar el crecimiento en unas economías lastradas por la austeridad,
1
http://keionline.org/sites/default/files/eu-kommission-position-in-den.pdf
'Transatlantic Trade and economic partnership: The economic analysis explained'
http://trade.ec.europa.eu/doclib/docs/2013/september/tradoc_151787.pdf
3 http://www.economist.com/news/europe/21636061-trade-deal-america-would-be-good-everybody-yet-it-still-may-nothappen-ships-pass
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sin necesidad de hacer reformas estructurales o aumentar el gasto público. Apunta también al
significado geoestratégico que tendría firmar el mismo -“la OTAN económica” como algunos lo han
calificado- frente a los movimientos de Rusia (su acuerdo con China en materia de energía y gas) o
la reciente estrategia de Barack Obama hacia Asia. Se trata de un movimiento importante que afectará
al panorama internacional, uniendo cada vez más a los EEUU y la UE y aislando a una Rusia que,
afectada por la caída del rublo y las sanciones de la UE, buscará reforzar sus lazos con China.
Sin embargo, hablar de las potenciales virtudes de tal acuerdo no puede impedir dejar de referirse a
la amplia controversia que está generando en algunos sectores. Así, se denuncia que el Tratado puede
mermar derechos laborales y vulnerar la protección a los consumidores -en el espinoso caso de los
transgénicos- y al medio ambiente, mientras se tachan de “abusivas”algunas cláusulas relativas a la
protección de los inversores – “Solución de Controversisas entre Inversores y Estados”-.
Por otro lado, el aumento de la competitividad que generaría en el mercado no beneficiaría a todos
los sectores por igual, según el estudio del que hablé anteriormente. Sus partidarios insisten en que se
trata de una oportunidad única de impulsar el crecimiento económico sin necesidad de reformas
estructurales de calado ni comprometer las cuentas públicas, crear puestos de trabajo e incentivar las
exportaciones.
Mientras, el debate continúa, llegando poco a poco a la opinión pública. Parece evidente que los
negociadores europeos deberán marcar ciertas 'líneas rojas' para lograr un Tratado ambicioso y al
tiempo respetuoso con derechos laborales o del consumo, más garantistas en la UE que en los Estados
Unidos. El Tratado en su borrador ya garantizaba que el texto definitivo respetaría estos parámetros,
si bien la negociación política -que ya está teniendo lugar- será aquí fundamental. Y aunque buena
parte de nuestra clase política, desgraciadamente, sólo parezca acordarse de la UE en época de
elecciones o cuando hay que buscar un 'chivo expiatorio' a quien culpar de medidas impopulares, la
pedagogía política, a la hora de comunicar al ciudadano qué es todo este tema también se pondrá de
manifiesto.
Julio Frutos Rodríguez
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