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MECANISMOS PARA UNA NUEVA DIPLOMACIA ECONOMICA La Diplomacia Económica, combinación virtuosa entre diplomacia y economía, es esencial para el crecimiento económico de cualquier país, teniendo como misión la utilización de la influencia diplomática y los recursos del país, para explorar y crear nuevas oportunidades para la economía nacional. En la actualidad, la mayor parte de los países tienen sus “modelos” de Diplomacia Económica. Se trata de plantear estratégicamente –potenciando sus redes de Embajadas y Consulados- la coordinación entre captación de inversión extranjera, promoción de la imagen nacional en el exterior y apoyo a la internacionalización de las empresas. Esta forma específica de diplomacia está basada en una combinación político/económica/diplomática. A nivel político, lo protagonistas son los representantes máximo de cada Nación. Así vemos, por ejemplo, que en Francia, Jaques Chirac mantuvo a lo largo de su mandato una vigorosa campaña de diplomacia económica, visitando oficialmente en un solo año China, U.S.A. Finlandia, Rumania, Alemania y Rusia. A nivel diplomático/económico, la mayoría de los países cuentan con agencias especializadas en esta área, así como con la propia red diplomática, a quienes se atribuyen, entre otras funciones, la de coordinación del apoyo a las empresas y a la captación de inversión extranjera. Cuenta Durao Barroso que, en 1988, siendo Ministro de Negocios Extranjeros, un embajador le pregunto si podía apoyar a una empresa privada en un determinado mercado. Hoy ningún diplomático me haría esa pregunta, afirma, la diplomacia portuguesa tiene que estar al servicio de la economía. Por ello, la idea primordial de la nueva Diplomacia Económica, es adecuar fórmulas que optimicen los recursos existentes en los Ministerios de Asuntos Exteriores y Economía, para establecer un nuevo modelo económico basado en un significativo aumento de las exportaciones, de las inversiones directas extranjeras y del turismo, teniendo como piedra angular la nueva diplomacia económica. Este modelo supone la ejecución de un proyecto de internacionalización de la economía y de las empresas, centrado en las Embajadas, Consulados, Agencias para las Inversión y los Institutos de Comercio Exterior -asentados en nuevos contornos- con doble dependencia en el plano externo, de los Ministerios de los Negocios Extranjeros y de Economía. Este modelo potencia un círculo virtuoso en que la diplomacia y la economía se avalan mutuamente en pro de más y mejores exportaciones, de la internacionalización de las empresas nacionales, de la promoción del país como destino turístico y de la imagen de las marcas nacionales en el exterior. Ello implica que, además del conjunto de las funciones a desempeñar por los servicios y funcionarios del Ministerio de de Asuntos Exteriores y del Instituto de Comercio Exterior -informar, promover, divulgar, activar canales de comunicación e influencia, negociar y ejecutar estrategias en mercados prioritarios- importa también definir nuevos mecanismos para la diplomacia económica en articulación con los diferentes actores nacionales -instituciones públicas y privadas- creando nuevos modelos y metodologías de trabajo. Su gestión debe seguir un modelo empresarial con base en diversas tutelas; en las redes de consejeros para la internacionalización de la economía, cámaras de comercio, asociaciones empresariales, clubs de excelencia, pequeñas y medianas empresas, centros de investigación, de tecnología e innovación etc. Se deben de programar planes de actividades en función de mercados prioritarios y elaborar el perfil de más adecuado a cada uno de ellos, adaptando a su estructura permanente o “core business”. Por otro lado, siendo única la representación externa del Estado, debe racionalizarse la presencia en el exterior, evitando duplicidades y pérdidas de recursos. Las redes diplomática y consular pueden y deben asegurar esas unidades, dando mayor coherencia y cohesión a la acción externa del Estado en sus múltiples funciones, dirigidas al servicio de las empresas. Así en el plano externo, el modelo apunta hacia una doble dependencia de los Embajadores -en materia económica- de los Ministerios de Asuntos Exteriores y Economía, en interacción con los Institutos de Comercio Exterior y otros organismos de estos departamentos de Estado. Los objetivos son de naturaleza estratégica e implican decisiones de carácter político/económico. Ello abriga una definición de prioridades en términos de actuaciones concretas en mercados existentes, o potenciales, basados en instrumentos disponibles o a desarrollar. Es determinante, para todo ello, encontrar formulas para definir los recursos humanos, físicos y financieros, necesarios para la operacionalidad del modelo y de los mecanismos de la nueva diplomacia económica. El perfil de los diplomáticos, o de los nuevos consejeros económicos y comerciales, deberán adecuarse a los nuevos objetivos, métodos y articulaciones propuestos para estos organismos. Solamente así se aprovecharan sinergias y se defenderán mejor los intereses nacionales. La programación por objetivos solo será eficaz si va acompañada por la evaluación de los resultados alcanzados en el plano económico, sin olvidar la vertiente política y diplomática. Por otro lado, una red diplomática y consular tendrá que ser gradualmente rediseñada en función de la diplomacia económica, como uno de los objetivos prioritarios de los Gobiernos. Con relación a las instalaciones, una integración de las delegaciones de los Institutos de Comercio Exterior en las representaciones diplomáticas y consulares es doblemente ventajosa, pues potenciaría las economías de escalas y asegura la convergencia de acción, más no deja de obligar a su redimensionamiento. Así la fusión de las redes externas implica un análisis casuístico de espacios disponibles en línea a optimizar soluciones. Todos sabemos que la soberanía se defiende cada vez más en el terreno de la economía. Durante siglos, los Ministerios de Asuntos Exteriores asumieron con éxito, la defensa de la soberanía nacional y de los intereses nacionales en el exterior, además de proteger a los compatriotas que viven y trabajan en otros países. Hoy los diplomáticos tienen que reforzar este nuevo frente en defensa de estos intereses; un frente que debe defender el comercio, incentivar las inversiones y atraer turismo. Estas acciones deben tener un lugar prioritario en todas las agendas diplomáticas. Pero los actores de esta nueva diplomacia económica no son solamente los diplomáticos, ni el Ministerio de Asuntos Exteriores tiene su monopolio, debe ser otra la perspectiva, ya que son otros los objetivos que nos debemos proponer: la globalización, la tecnología de vanguardia y las nuevas fronteras de Europa. El ritmo de las crisis y los mercados obligan a nuevos horizontes internos y externos y a nuevas experiencias. Todo ello implica una revolución en los métodos diplomáticos tradicionales.