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El fracaso de las
teorías keynesianas
y del “Estado de
Bienestar”
Lucía Gueler
La tesis del “modo de acumulación
financiero”
Abundan en todos los medios masivos de
comunicación las teorías que plantean que a
partir del triunfo de las políticas neoliberales
en los comienzos de la década del ´70 se afirmó la hegemonía del “capital financiero”1.
En lo esencial la tesis afirma que la producción gira, a partir del triunfo de lo que lla-
1 Aunque el propósito de este artículo
no sea entrar en la discusión profunda
de este concepto, queremos aclarar que
lo encomillamos ya que consideramos
como categoría científica la expuesta
por Lenin en su obra “El Imperialismo.
Etapa superior del capitalismo”, y no
man la “reacción neoliberal”, en torno a las
necesidades y exigencias de un capital “financiero” que separan artificialmente de otro
que sería “productivo”. “Lo financiero”, en estas teorías, comprendería a los accionistas,
los tenedores de capital dinero, los fondos de
inversiones, los bancos, el FMI, las aseguradoras de riesgo y similares. Las “finanzas” (en
esta concepción estrecha) habrían tomado
como lo difunden los defensores de
estas tesis. En este caso, el capital
financiero surge a comienzos del siglo
XX cuando el grado de concentración
de la banca y la industria llevan a la
necesidad de su fusión en aras de
eliminar la competencia y el logro de
cada vez mayores ganancias. Generar
una separación artificial entre un
“capital productivo” y un “capital
financiero” sólo responde a la
necesidad de embellecer al sistema
capitalista, como veremos más
adelante.
nº 68 (101) / agosto-octubre de 2009 / 59
las riendas de mando a partir del “golpe” de
fines de la década de 1970, con la suba de las
tasas de interés, y desde entonces el capital financiero se habría convertido en la fracción
dominante de la clase capitalista, subordinando al capital industrial y comercial a su
imperio.
Por eso se habla de la etapa actual como la
etapa de la financiarización. Se piensa que la
crisis, y los problemas y padecimientos que sufren los pueblos, se deben en lo esencial a este
dominio y al parasitismo asociado al mismo.
Lo que esconden estas teorías es que todas
las actividades empresariales se rigen según
criterios de rentabilidad inmediata, por encima de criterios productivos. ¿Acaso los criterios productivos en el capitalismo pueden entenderse por fuera de la lógica de la ganancia?
La producción en el capitalismo sólo se realiza en función de ella, jamás en base a necesidades sociales o a “criterios productivos” en
abstracto. De este erróneo diagnóstico concluyen que la precarización del trabajo, la superexplotación, es culpa del neoliberalismo
que expresa en política este nuevo modo de
acumulación “financiero”.
Así lo expresa, por ejemplo, el economista
francés Gerard Dumenil, que se autoproclama “marxista” 2 : “el neoliberalismo es una
nueva etapa del capitalismo… Es una etapa
del capitalismo, un nuevo orden social que
definimos a partir de una nueva hegemonía
financiera, cuya meta sigue siendo el poder y
los ingresos de la clase capitalista”3.
Los Krugman, Stiglitz y Soros no se cansan de repetir su teoría de la actual crisis económica mundial por la falta de regulaciones.
La crisis no sería del capitalismo sino culpa
de unos financistas sedientos de ganancias
especulativas rápidas que no fueron controlados por el Estado. “Pero la desregulación no
fue un capricho. Se generalizó para recomponer la ganancia y volverá a imperar si afecta
agudamente esa variable. Bajo el capitalismo
2 En la Argentina este economista es
seguido como referente por diversas
corrientes estudiantiles y de
intelectuales que se autoproclaman de
izquierda independientes y que en
60 /
PolíticayTeoría
los controles están articulados en torno a la
rentabilidad y se refuerzan o debilitan en
función del lucro”4.
Sostenemos aquí que las crisis son inherentes al capitalismo como modo de producción.
A diferencia de aquellos que sostienen que las
crisis son provocadas por algún espíritu avaro
y codicioso que guía el accionar de sectores ligados a las finanzas (en este caso el neoliberalismo), Marx descubrió que el capitalismo es
un régimen social de producción cuya lógica
de funcionamiento depende de la búsqueda de
ganancias; por lo tanto la producción de bienes sólo se realiza si las ganancias a obtener
con ella son satisfactorias; de no ser así, los capitalistas buscarán invertir sus capitales en
otras actividades que se las garanticen. Es en
esos momentos, en los que las actividades especulativas y usurarias (mal llamadas financieras) cobran todo su vigor. Desde ya, el capital/dinero volcado a la usura y a la especulación
proviene de la enorme masa de plusvalía extraída a los trabajadores. Por lo tanto, cuando se
generan burbujas (con las cuales se obtienen
en forma efímera y a corto plazo enormes fortunas) totalmente desligadas de la producción,
ellas terminan en ESTALLIDOS. Este estallido y
la consecuente caída abrupta de todos los valores que cotizan en bolsa, son evidencias de las
crisis. De ninguna manera, su causa.
La lógica de la competencia (donde algunos
sucumben y se genera cada vez mayor concentración) y el consecuente achicamiento de los
mercados consumidores (por la necesidad de
“achicar costos” en esa despiadada competencia), son los factores que ponen en evidencia
que el capitalismo genera sus contradicciones
inherentes que derivarán (y así lo hicieron históricamente) periódicamente en crisis.
Creemos que las políticas económicas
asociadas al llamado neoliberalismo son la
expresión de la revancha de los grandes monopolios capitalistas mundiales contra la clase obrera y los pueblos en condiciones histó-
política son muy suaves en sus
posturas hacia el kirchnerismo.
3 Dumenil, Gerard. Entrevista en
Revista Kamchatka. Año 1 Nº 2,
mayo 2009.
ricas que lo hicieron posible, para reestablecer su poder omnímodo y su rentabilidad.
La especulación financiera es intrínseca y
existe desde los orígenes del capitalismo. En
todo caso, en la etapa actual conocimos un
nivel inédito de sofisticación de esa acción especulativa. Y la difusión de la misma no es un
parásito al que es posible extirpar de un cuerpo sano, sino expresión de que la inversión
productiva dejó de ser rentable debido a la
sobreproducción relativa, propia de un modo
de producción que limita constantemente
sus mercados (con caídas abruptas de los ingresos populares con la explícita finalidad de
recomponer las ganancias) y concentra las riquezas en cada vez menos manos. En los Nº
65 y 67 (100) de nuestra revista se abordó esta cuestión. Citamos aquí diversos autores
que contribuyen (aunque desde ópticas no
siempre coincidentes) en esta interpretación
de la crisis actual.
“La crisis iniciada en 2007 es una crisis de
sobreproducción capitalista. Hay crisis porque
las fuerzas productivas se han desarrollado y
entran en contradicción con las relaciones sociales de producción, esto es, con la propiedad
privada del capital y con la lógica que gobierna
la acumulación, la tasa de ganancia” 5.
“Es importante indagar las contradicciones
productivas que subyacen bajo el colapso bancario para evitar la fantasmagoría financiera.
Esos desequilibrios obedecen a un ciclo de sobreproducción, resultante del periódico desfasaje
entre expansión creciente de la producción y
restricciones al poder de compra, que caracteriza al capitalismo. La competencia por incrementar la tasa de explotación potenció esta brecha de excedentes”6.
La culpa ¿es del neoliberalismo?
Desde diversas usinas ideológicas de la
socialdemocracia a nivel mundial, y que en
la Argentina se expresan en las posiciones de
diversos sectores políticos y sociales que se
proclaman progresistas, se plantea que la
crisis fue causada por las “políticas neoliberales” y que para salir de ella es necesario retornar a las recetas keynesianas y de intervención y regulación estatal redistribuyendo
las riquezas, generando un equilibrio entre
Estado y mercado, a través de políticas sociales y controles estatales.
Desde el punto de vista teórico, estas corrientes se guían por la escuela regulacionista,
que plantea la existencia del capitalismo como
una realidad dada, inmodificable, y plantean
la sucesión de diversos modos de acumulación
de capital. Son ellos los que entran en crisis
(nunca el modo de producción) y siempre el
capital encuentra un nuevo régimen de acumulación que suplante al moribundo. En sus
análisis prevalece el orden, el equilibrio y las
crisis siempre vienen a reestablecer el equilibrio perdido. En esta interpretación, como veremos mejor más adelante en este artículo,
existe una vergonzante admiración por el que
llaman Modo de Acumulación fordista que
permitiría demostrar la viabilidad de un capitalismo productivo con condiciones sociales de
vida “aceptables” para los trabajadores.
A muchos de ellos quizás les incomode escuchar que desde la derecha se suman voces a
estas interpretaciones. Como el presidente
francés, Nicolás Sarkozy quien planteó en
una nota de opinión de Clarín “Esta crisis no
es la del capitalismo. Es, al contrario, la crisis
de un sistema que se aleja de los valores más
fundamentales del capitalismo… es la crisis
de un sistema que ha tolerado que tantos actores y que tantas plazas financieras escaparan a todo control… Lo que se espera de nosotros es que reconstruyamos juntos un
capitalismo renovado, mejor reglamentado,
más ético, más solidario”7.
También economistas, apologistas del capitalismo, como Dani Rodrik –profesor en
Harvard- cuando plantea que “ni la propiedad privada ni el estado pueden funcionar
4 Katz, Claudio. Lección acelerada de capitalismo.
5 Astarita, Rolando. Crítica de la tesis de la
financiarización. Diciembre 2008.
6 Katz, Claudio. Idem
7 Clarín. Jueves 2 de abril de 2009.
nº 68 (101) / agosto-octubre de 2009 / 61
solos. Exigen que otras instituciones sociales
los apoyen. El derecho de propiedad depende
de los jueces y del imperio de la ley, y los mercados, de reguladores para frenar sus abusos
y corregir sus fallas… La lección no es que el
capitalismo está muerto. Es que tenemos que
reinventarlo… Quienes predicen el fin del capitalismo olvidan un dato histórico: el capitalismo tiene una capacidad ilimitada de
reinventarse. Su maleabilidad le permitió superar crisis periódicas durante siglos y sobrevivir a las impugnaciones, de Marx en adelante… porque el capitalismo no tiene rival
para desencadenar las energías económicas
colectivas de las sociedades.” 8(sic!!!)
En la Argentina, también desde sectores
de derecha podemos escuchar afirmaciones
como la siguiente: “La versión neoliberal,
desregulada, salvaje del capitalismo está evidentemente agotada. Pero eso no implica el
fin del capitalismo. La mejor época de la historia del capitalismo, y tal vez de la humanidad , es la de los llamados “treinta gloriosos
años”, los que transcurrieron desde el final de
la Segunda Guerra Mundial y la crisis del 70.
Era otro capitalismo, un capitalismo más ordenado. Hay que buscar el equilibrio entre la
sociedad civil, el Estado y el mercado”9.
Frente a estos postulados que defienden
explícitamente el capitalismo, se ofrece, como variante desde la izquierda o “centroizquierda”, desde sectores que se autoproclaman “progresistas”, la tesis que encuentra en
el “capitalismo fundamentalista del libre
mercado” o “capitalismo salvaje” el culpable
de todos los males: la “teoría económica ha
estado dominada por un grupo de adoradores del mercado en los últimos cuarenta
años”, dice el pakistaní/yanki promocionado
por Página 12 Anwar Shaikh. Como vemos,
hasta aquí no encontramos siquiera matices
con los argumentos antes escuchados.
8 Clarín. Suplemento Economía.
Domingo 15 de marzo de 2009.
9 Juan José Sebreli. La Gaceta de
Tucumán. 5 de abril. El subrayado
es mío.
10 Incluso algunos intelectuales
62 /
PolíticayTeoría
Desde esa crítica, reivindican la viabilidad
de un capitalismo “productivo”, regulado por
el Estado, quien a su vez garantice que las riquezas se redistribuyan. Shaiks lo plantea de
esta manera: “una síntesis entre el capitalismo
y otras formas de producción socialmente
orientadas”. Fundamentan estas ilusiones en
la experiencia histórica del período de la segunda posguerra (1945 – 1970) al que denominan “edad dorada del capitalismo”, “los
treinta años gloriosos”10 (reivindicación que
ya escuchamos también en boca de intelectuales apologistas del capitalismo como Sebreli).
Sobre este tema Duménil afirma: “Después de la II Guerra Mundial teníamos otro
orden social que podemos llamar socialdemócrata o keynesiano, en el cual las clases
capitalistas disminuyeron su ingreso comparativo y su poder” 11. Es decir, que la socialdemocracia y las teorías keynesianas serían contrarias a los capitalistas… Termina
de ratificar esta idea cuando plantea que ese
era “un período de progreso del poder de compra, de la protección social, la educación; y a
la vez, de limitación de la acción de las empresas en particular a escala mundial... pero
en la década del 70 comienza otra lucha de
clases en la cual ganaron las clases capitalistas, y entramos en el neoliberalismo donde se
reestableció el poder y los ingresos de las clases capitalistas”12.
Subyace a todas estas interpretaciones la
idea de que el socialismo fracasó. Y, entonces,
habría que buscar dentro del capitalismo una
“alternativa” más humanizada.
Así, por ejemplo, lo plantea un historiador
que, surgido de la escuela marxista inglesa, ha
sido y es un exponente en la historiografía del
revisionismo marxista desde la época de Jruschov en adelante, siendo uno de los intelectuales más influyentes de la socialdemocracia, vieja y nueva, a nivel mundial: Eric Hobsbawm.
marxistas coinciden con esta
caracterización cuando hablan
acríticamente de ese período como el
del “boom de posguerra”, sin
cuestionar que ese boom no fue del
capitalismo, sino de las luchas
obreras y populares y del triunfo del
socialismo en la tercera parte de la
humanidad, como trataremos de
demostrar a lo largo de este artículo.
11 Dumenil, Gerard. Idem
12 Ibidem
“La idea básica que dominó la economía y la
política del siglo pasado claramente se ha ido
por el resumidero de la historia: el pensar a las
economías industriales modernas, o a todas las
economías en términos de dos opuestos excluyentes: capitalismo o socialismo”13.
Y reafirma después “La impotencia asedia, entonces, tanto a los que creen en un capitalismo de mercado, puro y sin intervención estatal, una especie de anarquismo
burgués internacional, como a quienes creen
en un socialismo planificado no contaminado por la búsqueda de ganancias. Ambos se
fueron a la quiebra”14.
La crítica de Hobsbawm a las experiencias
socialistas intenta ser disimulada con oraciones perdidas como ésta: [las supuestas deficiencias políticas y económicas del socialismo] “no debería llevarnos a subestimar sus
impresionantes logros sociales y educativos ”
(la negrita es mía).
¿Qué nos propone Hobsbawm? “Una política progresista requiere… una vuelta a la
convicción de que el crecimiento económico y
la riqueza que conlleva son un medio. El fin
es lo que le hace a las vidas, las oportunidades
y las esperanzas de la gente”. Pero, ocultando
que SÓLO bajo la dictadura del proletariado
se pudo construir una sociedad regida por la
satisfacción de las necesidades sociales y no
por la lógica de la ganancia, nos intenta convencer de la posibilidad de lograr que este Estado en este sistema tenga una iniciativa pública que no persiga el fin de la ganancia,
cuyo rol esencial debiera ser “redistribuir la
acumulación privada. Decisiones públicas
que apunten al mejoramiento social colectivo
del cual deberían beneficiarse todas las vidas
humanas. Esa es la base de la política progresista, no maximizar el crecimiento económico
y los ingresos personales.” 15
¿Dónde quedó el marxismo de este inte-
lectual? Cuántas semejanzas entre sus actuales postulados y los más arcaicos de teorías liberales y humanistas burguesas del siglo XIX
que atribuían las injusticias y desigualdades
a una esfera supuestamente desvinculada del
modo de producción, de la economía, como
el Estado, las instituciones. “Decisiones públicas al servicio de las vidas humanas” (increíble!!) ¿Y las clases sociales? ¿y la teoría
marxista del Estado?
Es evidente que Hobsbawm ha resuelto
traicionar el marxismo y convertirse en un
apologista de “las economías mixtas” (mercado con intervención estatal), creando falsas
expectativas en la posibilidad de una vida
digna para las mayorías populares del mundo en un sistema cuya lógica inherente es la
búsqueda de cada vez mayores ganancias y
donde el Estado es el instrumento del que
disponen las clases dominantes en cada nación para asegurar este objetivo.
LA EPOCA ¿DORADA? DEL CAPITALISMO
Un poco de historia: el fracaso histórico de
las teorías keynesianas.
El propósito de este artículo es intentar
desmontar la tesis mentirosa según la cual hubo un período en la historia reciente del mundo occidental en el que la clase obrera y los
pueblos de estas regiones vivieron más dignamente gracias a la existencia de un capitalismo guiado por una lógica “productivista”, no
contaminado por la histeria especulativa, con
políticas keynesianas y “del bienestar” redistributivas, cualidades atribuidas a un supuesto
modo de acumulación fordista basado en un
círculo virtuoso: empresarios emprendedores
– aumentos de productividad – aumentos salariales. En síntesis, la utopía de un capitalismo no gobernado exclusivamente por la lógica
13 Suplemento IEco de Clarín.
Domingo 19 de abril de 2009.
14 Ibidem.
15 Idem
nº 68 (101) / agosto-octubre de 2009 / 63
pura de la ganancia y compatible con la búsqueda de mayores cuotas de justicia social.
La historia del capitalismo ha demostrado,
por el contrario, que las políticas “keynesianas”
de regulación y mayores márgenes de intervención estatal, a las que recurrió y recurre la burguesía frente a las crisis, no pueden evitarlas y
tampoco eliminar las contradicciones propias
de este modo de producción.
En primer lugar, las recetas keynesianas
aplicadas en EEUU partir de 1933 con el llamado “New Deal”, no permitieron sacar de la
crisis a ese país, sólo consiguieron atenuar, en
determinados períodos, sus efectos. Fue recién a partir de los enormes gastos estatales
bélicos (con los impuestos pagados por toda
la población) en medio de la Segunda Guerra
Mundial, que se recuperaron los índices de
producción y empleo.
Aquellos “30 años gloriosos” de posguerra
hay que ubicarlos en un contexto donde la
gloria no fue precisamente para el capitalismo, sino para el avance de las conquistas
obreras y populares. Las concesiones arrancadas y aceptadas por las burguesías monopolistas como un mal menor, fueron puro
instinto de supervivencia ya que una vez terminada la guerra, Europa Occidental quedó
en un estado de destrucción fabuloso: el capitalismo estaba en peligro:
• avanzaban las luchas obreras en las debilitadas potencias europeas,
• triunfó en 1949 la Revolución China,
• el socialismo se extendía por toda Europa Oriental, mientras la URSS batía récords en la rapidez de su reconstrucción
(gracias al esfuerzo y voluntad del pueblo
soviético)
• avanzaban las luchas de liberación nacional en los países coloniales,
• los Partidos Comunistas en Europa obtenían importantes resultados electorales,
• crecían en América Latina movimientos
reformistas dirigidos por las burguesías
nacionales o por sectores de la pequeña
16 Aunque ellas mantuvieron áreas
claves de la economía –a través del
capitalismo de Estado- y, en un
64 /
PolíticayTeoría
burguesía –apoyados (en algunos casos)
en enormes movilizaciones obreras, campesinas y populares- que ponían en peligro la dominación imperialista,
• triunfó en 1959 la Revolución Cubana.
Es en este contexto histórico cuando comienzan a aplicarse las políticas de los llamaEstados de bienestar” y las recetas keydos “E
nesianas de intervención y regulación estatal.
Se nacionalizaron ramas básicas de las economías capitalistas. En un momento de enorme debilidad y destrucción del capital privado
que necesitaba de “su” Estado –es decir, el instrumento de dominación del capital- que,
operando como capitalista colectivo ideal, se
hiciera cargo de ramas fundamentales de la
economía posibilitando la reconstrucción del
proceso de acumulación de capital. Por ejemplo, en Francia y Gran Bretaña se nacionalizaron el sector bancario, la aviación, las minas
de carbón, la industria siderúrgica, empresas
de transporte. En Francia, además de las nacionalizaciones, se llegaron a implementar
políticas de planificación estatal.
A todo esto, debemos agregar los miles de
millones de dólares que los Estados Unidos
inyectaron en Europa Occidental (a través
del Plan Marshall y otras inversiones) y en
Japón. Necesitaban preservar a su principal
aliado frente al avance socialista en plena
Guerra Fría (mientras todavía la Unión Soviética era socialista) para fortalecer a las
burguesías europeas y subordinarlas.16
La clase obrera europea, en este período,
conquistó significativos beneficios sociales
en salud, educación, vivienda, seguros sociales, aumentos salariales de importancia. Por
esto, se denominó a esta etapa como la de los
“Estados de Bienestar”, como si los Estados
capitalistas de entonces hubieran logrado
independizarse milagrosamente del dominio del capital convirtiéndose en una especie
de Robin Hood.
Pero, como ya dijimos, estas conquistas,
entonces, fueron arrancadas a los Estados ca -
proceso, se volverían competidoras de
los yankis, una vez reconstruidas.
pitalistas en un momento de enorme debilidad de las burguesías monopolistas. Estas
debieron hacer concesiones. Secundariamente, y a la larga, permitieron un crecimiento
del mercado interno y, teniendo en cuenta el
nivel de destrucción general que había dejado la guerra, las economías capitalistas vivieron un período de crecimiento económico
muy importante. La burguesía imperialista
supo hacer de la necesidad, virtud. Sin embargo, desde el marxismo debemos recordar
el punto de partida del mismo y los motivos
que lo impulsaron, para no sacar las conclusiones erróneas que ya indicamos.
En América Latina esa situación fue aprovechada por diversos movimientos nacionalistas burgueses para acceder al gobierno e intentar convertir a la burguesía nacional en una
clase hegemónica sobre la base de recortar privilegios y beneficios de las oligarquías nativas y
de los monopolios imperialistas, a través de la
nacionalización de ciertas ramas de la economía y ampliando el mercado interno con la
concesión a la clase obrera y el campesinado de
ciertas reivindicaciones históricas. El carácter
dual de esa clase social impidió que esos proyectos triunfaran al no animarse a destruir el
latifundio y la dependencia de raíz. Su derrocamiento a través de golpes de estado dictatoriales o la traición lisa y llana aliándose con el
imperialismo, fue el corolario de estas experiencias de las burguesías nacionales.
En las potencias occidentales estos avances en las condiciones de vida y de trabajo de
la clase obrera y sus luchas contribuyeron a
que hacia fines de la década del ´60 se evidenciara una caída de la tasa de ganancia de
esos monopolios.
La tasa de ganancia en el sistema capitalista es inversamente proporcional al aumento en las condiciones salariales y de vida de
las masas obreras y populares. Por lo tanto, la
inversión productiva del capital dejó de satisfacer sus expectativas de rentabilidad. Comenzó entonces una nueva crisis económica
del capitalismo.
En aquel caso, el factor determinante se encontraba en la caída de la tasa media de benefcio -no en la superproducción relativa (como
en el caso de la crisis del ´30 o la actual) ya que
la demanda se mantenía (por las conquistas y
las luchas ya mencionadas). Esta situación de
caída de la actividad productiva y desempleo,
sumada a una demanda en crecimiento o estable derivó en lo que se llamó durante los ´70 la
estagflación, es decir estancamiento con inflación (durante los ´30 la caída abrupta de la
producción vino acompañada de una profunda
deflación de precios).
En esta crisis, entonces, se puso de manifiesto la ley descubierta por Marx de “tendencia descendente de la tasa de ganancia”,
en momentos en que el aumento de la composición orgánica del capital (proporción del
capital constante en la masa total de capital
desembolsado) producto del período anterior de crecimiento, no pudo ser contrarrestado por un aumento en la extracción de la
plusvalía (mediante reducción salarial directa o indirecta).
Marx planteó que esta ley hay que entenderla como una tendencia en el largo plazo y
que el propio capital genera los mecanismos
que necesita para contrarrestarla. En particular, la propia innovación tecnológica al mismo
tiempo que aumenta la Composición Orgánica del Capital (y, por lo tanto, podría derivar
en una posible caída de la tasa de ganancia),
permite simultáneamente –y es este uno de
los propósitos con los que se realiza- aumentar la plusvalía extraída al obrero, al reducir el
tiempo de trabajo necesario (aquel con el cual
el obrero cubre su salario) y, consecuentemente, aumentar el tiempo de trabajo excedente (plusvalía) apropiado por el capitalista.
En el caso histórico que estamos analizando,
la posibilidad de aumentar la plusvalía relativa se vio frenada por la imposibilidad de reducción salarial producto de la correlación de
fuerzas de la clase obrera que ya explicamos.
Es la fuerza de trabajo la creadora de valor
nuevo y por lo tanto la parte de ese valor nuevo apropiado por el capitalista (plusvalía) determina la tasa de ganancia (tg = p /c+v). Si
mejoran las condiciones de vida y de trabajo
de las masas populares, disminuye la plusvalía apropiada por los capitalistas y, en definitiva, cae la tasa de ganancia.
La crisis de fines de la década del 60 y comienzos de los ´70 demostró que las recetas
keynesianas habían fracasado en términos
de superar las crisis bajo el capitalismo.
nº 68 (101) / agosto-octubre de 2009 / 65
Cuando aquello sucedía, la burguesía monopolista comenzó a buscar otras “inversiones” más rentables –como en todas las crisisa través de la usura financiera por parte de la
banca privada monopolista, particularmente
en el galopante endeudamiento del Tercer
Mundo. Fue la época de los euro-dólares (a
los que se agregarán a los petrodólares) que
se ofrecían al Tercer Mundo en cantidad y a
tasas de interés muy bajas, proceso que derivó en la llamada “crisis de la deuda” en América Latina en la década del ´80 cuando esas
tasas de interés se fueron por las nubes.
Al mismo tiempo, comenzaron a presionar
a sus propios estados para que eliminaran
aquellas conquistas obreras y populares permitiéndoles recuperar sus niveles de ganancia, así como a acusar de la crisis al “excesivo
gasto estatal”, claro que en temas como salud
y educación. Así se abrieron paso las recetas
“neoliberales” de “reducción del déficit fiscal a
través de la reducción del gasto público”17.
Aquella contraofensiva de los monopolios
y las burguesías imperialistas para liquidar
todos los beneficios sociales conquistados
pudo desplegarse a fondo a partir de la restauración capitalista en la URSS, que a la vez
dio un enorme impulso al revisionismo y al
reformismo de las direcciones de la clase
obrera europea, fundamentalmente. La restauración capitalista en China en 1978 culmina este proceso.
Al ser derrotado el socialismo y, aún peor,
con la “máscara socialista” que hacía aparecer
la ferocidad imperialista y explotadora de la
URSS y luego de China como “socialismo”,
pudieron comenzar con las llamadas políticas
“neoliberales” con Reagan y Tachter como exponentes principales; comenzó la ofensiva
mundial contra las conquistas obreras y populares, pero no sólo desde las potencias capitalistas occidentales, sino también en el este,
en el norte y en el sur. Los matices entre conservadores, liberales y socialdemócratas se
volvieron cada vez más tenues. En nuestro caso, el golpe de Estado de 1976 hegemonizado
por los pro-soviéticos (en dura disputa con
sus rivales yankis) es un ejemplo paradigmático de esta contraofensiva.
Así, en definitiva, entonces y hoy, cuando
la tasa de ganancia no es satisfactoria para
66 /
PolíticayTeoría
continuar el ciclo de reproducción del capital
por la vía de la extracción de plusvalía a los
trabajadores (urbanos y rurales) la presión de
las clases dominantes exigen a sus estados
que muten sus formas de intervención. Llegó
el momento de i n t e r v e n i r para garantizar
mayores ganancias:
• Aprobar leyes de flexibilización-precarización laboral (derogar derechos laborales
conquistados en la etapa anterior): permitir despidos masivos, intensificar ritmos
de producción, alargar la jornada laboral,
fraccionar vacaciones, reducir salarios.
• Desmantelar los llamados “Estados de
Bienestar”:
Desfinanciar y precarizar los sistemas
de salud y educación públicas.
Eliminar seguros de desempleo y
sistemas de jubilación.
• Liberalizar la entrada de inmigrantes
para superexplotarlos con salarios de
hambre y sin seguridad social18
• Privatizar ramas claves de la economía
• Desregular todos los movimientos de
capital
• Eliminar leyes proteccionistas allí donde
traben la entrada de los productos de los
monopolios capitalistas a través de los llamados “tratados de libre comercio”
• Liberar las tasas de interés
• Avanzar en el dominio de las economías
dependientes: trasladando procesos productivos allí donde brillan por su ausencia
los derechos laborales, saqueando los recursos naturales, generando niveles inéditos de endeudamiento externo con tasas
de interés usurarias, garantizando la fuga
de capitales por las vías más diversas
(exenciones de impuestos, pago de patentes y regalías, etc.)
• Reducir impuestos al capital.
Otra conclusión que debemos extraer de
aquella crisis: la tendencia más global del
capitalismo es a la pauperización creciente
de la clase obrera y NO es compatible en el
mediano y largo plazo con avances en las
condiciones de vida de las masas populares.
A partir de la restauración capitalista primero en la URSS y luego en China, comenzó
la reunificación del mercado capitalista mun-
dial, proceso concluido con la caída del Muro
de Berlín y el desmembramiento de la URSS
en los inicios de la década del ‘90. De este
modo, no sólo fue posible incorporar a millones de personas al mercado consumidor de
los grandes monopolios imperialistas, sino
que estos contaron con una masa enorme de
mano de obra que pudo ser superexplotada y
permitió aumentar enormemente la extracción de plusvalía y, por ende, sus ganancias.
En conclusión, las teorías keynesianas y de
regulación estatal que intentan utópicamente
(en sus versiones más sinceras) obtener “justicia social” bajo el capitalismo y salvarlo de sus
crisis, demostraron ya su fracaso. Suponen la
posibilidad de un sistema capitalista en el cual
los monopolios y los grandes terratenientes
acepten resignar parte de sus ganancias y de
sus rentas a favor de mejorar las condiciones
de vida para la clase obrera y el pueblo. Esta sí
que es una gran utopía. En definitiva, niegan
el carácter de clase de los Estados. Por el contrario, lo que demuestra la historia es que sólo
la lucha popular puede y podrá arrancar nuevamente conquistas sociales y sólo con la revolución será posible hacerles pagar esta nueva
crisis en beneficio de las mayorías populares
en cualquier lugar del mundo.
La crisis actual
En los años 90 la ofensiva de las burguesías monopolistas e imperialistas, revestida de
ropaje “neoliberal” aunque también “socialdemócrata”, recuperaron sus tasas de ganancia. El período de crecimiento económico fenomenal, con avances tecnológicos de gran
importancia (comunicaciones, informática,
robotización) fue la contracara de la superexplotación del proletariado a nivel mundial,
engendrando la base de la actual crisis de sobreproducción relativa.19
Cuanto más grandes fueron las masas de
plusvalía extraída a la clase obrera (y, por lo
tanto, menor su capacidad de consumo)
más tuvieron que buscar otras colocaciones
rentables, constituyendo la base para la especulación y para inflar el crédito; que a su
vez ayudó a mantener la economía, a pesar
de la debilidad de la inversión. Se trató de
una fuga hacia delante hasta que la crisis
volvió a manifestarse, esta vez a una escala
mucho mayor. ///
17 En este contexto de crisis, la
19 David Harvey colabora en esta
cuadruplicación del precio del petróleo
(decidido por la OPEP) en 1973 vino
a agravar y profundizar aún más la
crisis, aumentando enormemente los
costos de producción. Pero de ninguna
manera, como teorizan los
socialdemócratas, se trató de una
crisis “del petróleo”.
idea cuando plantea que “el subitáneo
colapso de la Unión Soviética y la
transformación de buena parte de China vinieron a añadir a cerca de 2 mil
millones de personas al proletariado
global en el pequeño espacio de 20
años. Así pues, la disponibilidad de
trabajo no representa hoy problema
ninguno, y el resultado de eso es que el
mundo del trabajo ha ido quedando en
situación de indefensión en los últimos
30 años. Pero cuando el trabajo está
inerme, recibe salarios bajos, y si te
empeñas en represar los salarios, eso
limitará los mercados. De modo que el
capital comenzó a tener problemas
con sus mercados.” David Harvey.
¿Estamos realmente ante el fin del neoliberalismo? La crisis y la consolidación del poder de las clases dominantes. Abril de 2009.
18 Es notable ver cómo hoy esos
mismos Estados aprueban leyes
fascistas contra los inmigrantes
frente al desempleo creciente,
intentando contener las luchas de su
propia clase obrera.
nº 68 (101) / agosto-octubre de 2009 / 67
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PolíticayTeoría