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Transcript
MACROECONOMÍA Y CRISIS
Diego Guerrero (ed.)
Prólogo
José Luis Sampedro: "Antes y después de lo económico"
Presentación
PENSAMIENTO ECONÓMICO CRÍTICO Y MACROECONOMÍA HETERODOXA
Diego Guerrero, Depto Eª Aplicada V, Universidad Compluense de Madrid; [email protected]
I. Nuevos fundamentos teóricos para una macroeconomía alternativa
INFLACIÓN Y DESEMPLEO: UNA ALTERNATIVA A LA ECONOMÍA LIBERAL
Anwar Shaikh, New School for Social Research (Nueva York), [email protected]
EL CRECIMIENTO ECONÓMICO DESDE UNA PERSPECTIVA CLÁSICA
Duncan Foley y Adalmir Marquetti, New School for Social Research (Nueva York), [email protected]
UN CICLO ENDÓGENO DE LA TASA DE GANANCIA
Alan Freeman , University of Greenwich (R. U.), [email protected]
LOS TIPOS DE CAMBIO REALES Y LOS MOVIMIENTOS INTERNACIONALES DE CAPITAL
Anwar Shaikh, New School for Social Research (Nueva York), [email protected]
II. La mundialización de la economía, y la economía española
DOS VERSIONES DE LA MUNDIALIZACIÓN: GEORGES SOROS Y SAMIR AMIN
José Mª Vidal Villa, Depto. Eª Internacional, Universidad de Barcelona, [email protected]
LA VULNERABILIDAD DE LOS MODELOS ECONÓMICOS NEOLIBERALES
Miren Etxezarreta, Depto. Eª Aplicada, Universidad Autónoma de Barcelona, [email protected]
LA ALDEA GLOBAL: EL PROYECTO Y LA REALIDAD
Jesús Albarracín, Servicio de Estudios, Banco de España, Madrid, [email protected], [email protected]
DEPAUPERACIÓN OBRERA EN LOS PAÍSES RICOS: EL CASO ESPAÑOL
Diego Guerrero, Depto Eª Aplicada V, Universidad Complutense de Madrid; [email protected]
III. La crisis financiera del capitalismo global
CAPITAL FINANCIERO Y NEOLIBERALISMO: UN ANÁLISIS DE CLASE
Gérard Duménil y Dominique Lévy, Universidad de Paris-Nanterre y CEPREMAP-CNRS; [email protected];
[email protected]
ELEMENTOS PARA UNA DISCUSIÓN DE LAS TEORÍAS MARXISTAS DE LAS CRISIS FINANCIERAS
Paolo Giussani, ex-director de Plusvalore. Studi di Teoria i Analisi Economica; [email protected]
DEUDA, RENTABILIDAD Y CRISIS ECONÓMICA: UNA PERSPECTIVA DINÁMICA
Andrew Kliman, Dept. Social Sciences, Pace University, N. York; [email protected]
TENDENCIAS RECIENTES EN LA PROPIEDAD DE LA RIQUEZA EN LOS ESTADOS UNIDOS
Edward Wolff, Dept. of Ecoomics, New York University; [email protected]
EL CAPITAL FINANCIERO, UN SIGLO DESPUÉS DE HILFERDING
Paul Mattick, jr, Adelphi University, N. York; [email protected]
IV. Las consecuencias de la crisis global para las economías regionales
LA CRISIS ACTUAL DE LA ECONOMÍA USA: ¿DEPRESIÓN EN EL 2000?
Fred Moseley, Mount Holyoke College, Massachusetts; [email protected]
DIFERENCIAS NACIONALES DE SALARIOS MEDIOS: EL CASO DE MÉXICO Y ESTADOS UNIDOS
Alejandro Valle, División de Posgrado, Universidad Nacional Autónoma de México, México, DF; [email protected]
LAS CRISIS FINANCIERAS Y PRODUCTIVAS EN ASIA ORIENTAL (1997-1999): UN ANÁLISIS CRÍTICO
Pablo Bustelo, Depto. Eª Aplicada I, Universidad Complutense de Madrid; [email protected]
Epílogo
REFLEXIONES PERSONALES SOBRE EL I SEMINARIO INTERNACIONAL COMPLUTENSE NUEVAS
DIRECCIONES EN EL PENSAMIENTO ECONÓMICO CRÍTICO
Carlos Berzosa, Depto Eª Aplicada I, Universidad Complutense de Madrid; [email protected]
PRÓLOGO:
JOSÉ LUIS SAMPEDRO: ANTES Y DESPUÉS DE LO ECONÓMICO
Casi un fósil de la economía, yo todavía he estudiado con los Principios de Marshall,
con la Economía de Pareto, y cuando Keynes era poco menos, o poco más, que un joven
revolucionario. De modo que vengo de las brumas del pasado y me siento un poco
olvidado, y agradezco mucho a mis colegas que me hayan llamado. Y que me hayan
llamado precisamente para un acto como éste. Porque si algo necesita la Economía es
crítica. La economía oficial vigente es algo absolutamente inaceptable. No quiero decir
con esto que todo lo que dice no es verdad: dice muchas cosas que son verdad, pero no
son suficientemente verdad. Y, además, está teñido por creencias que son totalmente
anacrónicas. No puedo extenderme --yo había preparado una bonita intervención de dos
o tres horas para tratar estos temas--, pero se me ha pedido que abrevie, y eso salen
ustedes ganando.
¿Qué quiero decir con lo de "de antes de la Economía"? Pues que antes de la Economía
hace falta una base, unos cimientos, unos fundamentos sobre los cuales edificar la
Economía. Y, como la Economía es una ciencia social, esos fundamentos son la
sociedad. Y, como la sociedad la constituyen las personas, el problema de las personas
es decisivo para la Economía. No se puede hablar de desarrollo económico, ni de
inflación ni de nada parecido sin hablar del comportamiento de las personas. Y el
comportamiento de las personas se deriva de su educación. Y su educación determina
sus creencias. Porque, frente a quienes creen que todo lo que se puede hacer en
economía es cuantificable y susceptible de modelo, están los que creemos que, al
contrario que en las ciencias naturales, aquí, en una ciencia social, operamos también,
no sólo con hechos contrastables empíricamente, sino también con creencias. Y las
creencias son fundamentales.
Hay ahora un interés, más creciente que en mis tiempos, por la calidad de las personas,
como sujetos de la economía. Se habla ya --y a mí me parece una denominación
horrenda, porque es cosificar al ser humano-- de capital humano. Y hay unos índices de
desarrollo y de otros tipos que antes no existían. Pero, de todas maneras, el interés por la
educación no es suficiente. Y en la educación, quisiera destacar --sólo enumerándolas,
porque quiero ser muy breve-- dos cosas. Y quiero ser muy breve porque mi función
aquí es esencialmente la de telonero. Y es una función que ejerzo con orgullo: el
telonero es el que aparece primero, es el menos importante de todo el espectáculo para
decir. "Pasen, señores, pasen; van a ver ustedes lo bonito que es lo que hay dentro". De
modo que lo voy a hacer así, y por eso sólo enunciaré las cosas.
En la educación hay sobre todo --entre las creencias que se nos infunden a todos
nosotros, en el mundo occidental que conocemos--, hay dos hechos importantísimos.
Uno, las creencias religiosas. Desde el punto de vista del desarrollo económico, la
autoridad eclesiástica es un lastre para el desarrollo. La Iglesia es enemiga de la ciencia
a lo largo de toda su historia. la Iglesia es enemiga de la mujer; lo que quiere decir que
anula los esfuerzos de la mitad de la humanidad y, por consiguiente, es un lastre. Y a mí
me asombra tremendamente que, cuando me han enseñado, cuando nos enseñan
Historia Económica de España, se escamotee constantemente la tremenda
responsabilidad del pensamiento clerical a lo largo de los siglos primeros de la Edad
Moderna, como factores del retraso que explican la decadencia económica de España.
No es el único factor, evidentemente; pero tuvo un peso tremendo. Si alguna vez tenéis
tiempo, leeos algunos de los ensayos de Feijoo y veréis cómo Feijoo, el padre Feijoo, un
benedictino, tiene que defender a los protestantes, físicos y científicos, que, aunque sean
protestantes, dicen cosas que son verdad. Cosas que negaban, apoyándose en la Biblia,
los colegas de Feijoo. El peso de la Iglesia durante esos siglos fue decisivo. Y eso se nos
escamotea en general. Ha habido historiadores que lo han tratado; pero no se pone
énfasis en la cuestión.
El segundo aspecto --y no voy a insistir mucho en él, porque precisamente este
Seminario está convencido de lo que digo-- es el problema del pensamiento único, el
liberalismo y todo lo demás. No voy a atacar el liberalismo desde el punto de vista de si
es mejor o es peor. En mi opinión, nunca habrá un sistema social totalmente bueno,
igualmente bueno para todo el mundo. Porque en la sociedad hay intereses
contrapuestos. Y los sistemas sociales son básicamente ideologías, no verdades
científicas, aunque en parte lo son y se apoyan en esa parte; pero son ideologías. Y su
función está, consiste, en legitimar el poder que está en ese momento, legitimar a quien
se encuentra disponiendo de ese poder.
El liberalismo fue positivo, fue útil, fue valioso en sus comienzos, cuando entró a
legitimar un gran cambio de poder que se producía en la sociedad europea de la época.
En aquel momento, el poder se trasladaba desde el poder feudal de las tierras, de la
nobleza y del clero a los comerciantes, a los empresarios. Y empezaba a emerger un
nuevo poder social. Y en ese momento, el liberalismo, el capitalismo, favoreció la
expansión de fuerzas productivas, y favoreció el progreso de la técnica. Y en ese sentido
digo que es positivo. Pero, hoy, es anacrónico. No es que sea malo: es que es
anacrónico, es que es anticuado; es que no sirve para resolver los problemas.
Nunca fue verdad el hecho de que el mercado sea la libertad. Pero, hoy, es menos
verdad que nunca. Lo que pasa es que los señores neoliberales padecen una enfermedad
frecuente en los creyentes de todas clases, sean religiosos o laicos. Es la ceguera del
creyente: cuando alguien cree a pies juntillas en alguna cosa, ya no puede ver, no ve lo
contrario a sus creencias. Ni siquiera mira: no le interesa, vive con arreglo a sus
creencias. Eso es importantísimo en las ciencias sociales: el hecho de que en las ciencias
sociales es verdad lo que creemos que es verdad, no lo que podemos contrastar
empíricamente, como se hace en las ciencias naturales. Es otro tipo de conocimiento; y
eso se olvida con frecuencia.
Pues bien, padecen la ceguera del creyente y siguen afirmando que el mercado es la
libertad, cosa que no hay más que asomarse al mercado para comprobar, primero, que
sin dinero, uno no tiene ninguna libertad en el mercado, segundo, que en el mercado,
dominan los fuertes. Y que, además, disponen de unos medios de publicidad, de
dominio, de vendernos lo que quieren vendernos, y no lo que nosotros queremos que
nos vendan. Y que eso está al alcance de cualquier observador. Salvo que sea un ciego,
un ciego con la ceguera de los creyentes. De modo que nos encontramos con una
situación distinta.
Y lo grave del asunto no es el mercado económico. El mercado es imprescindible en un
sistema social para el intercambio de los bienes. Lo malo es que por ese lado, por este
camino, se ha llegado a que toda la sociedad sea un mercado, a que vivamos en una
sociedad de mercado, es decir una sociedad en la cual el valor de algo lo decide el
mercado; incluso el valor de los sentimientos, incluso el valor de las cosas no
cuantificables, incluso el valor de un bosque, de un paisaje, de un espectáculo. Si el
mercado no le atribuye un precio, se piensa que nada tiene valor. Nuestro poeta Antonio
Machado, a principio de este siglo, lo dijo en una coplilla: "Cualquier necio confunde
valor y precio".
No es lo mismo valor y precio. Pero para los entusiastas del mercado, el precio es lo
importante. Y lo que vale mucho, aunque valga, aunque sea el amor, aunque sea la
amistad, aunque sea la exaltación lírica o poética, si el mercado no lo aprecia, no
interesa, no vale. Y eso es una aberración. En esta sociedad de mercado, las decisiones
se toman, sobre todo, según el beneficio. Y el beneficio puede ser, y es, una orientación,
una brújula útil para la empresa, porque la función de la empresa es hacer beneficios.
De modo que una empresa, cuando hace beneficios, está en su papel. Pero el papel del
hombre y de la mujer, el papel de la persona, no es ganar más dinero, no es la misión
suprema de nuestra vida. Ni es el goce supremo de la vida. La misión de la sociedad no
es siempre el beneficio.
De modo que, el liberalismo comete el error terrible, del que puedo poner como ejemplo
una frase del que fuera Ministro de Defensa del presidente Eisenhower. Eisenhower
nombró ministro de Defensa a Charles Wilson, que era el presidente de la General
Motors, y cuando el Comité del Senado le preguntó si se consideraba capaz de
representar los intereses de los Estados Unidos, dijo con esta frase definitoria: "Claro
que soy capaz porque estoy dirigiendo la General Motors, y lo que es bueno para la
General Motors, es bueno para los Estados Unidos". No es verdad. Lo que sirve para
ganar dinero a la General Motors no es necesariamente bueno para los Estados Unidos.
En este momento, la General Motors y muchas empresas van a ganar muchísimo dinero
con lo que estás pasando en Kosovo y en Serbia. Y eso no creo que sea bueno ni para
Serbia, ni para Kosovo ni para los Estados Unidos ni para Europa. De modo que es una
falsedad tremenda.
La sociedad de mercado es una tremenda falsedad. El beneficio es una guía eficaz para
la empresa, pero no es una guía eficaz para la vida ni para la persona. De modo que han
cambiado las cosas, aparecen nuevos poderes. Hoy, los que mandan no son ya los
Krupp o los Rockefeller, los grandes empresarios que producían mercancías en aquella
época, sino los capitalistas especuladores, como los George Soros o las grandes
empresas, cuyos nombres, en general, ni siquiera conocemos. Hoy estamos en esa
globalización que es en parte verdad --porque mandan sobre todos--, pero en parte
mentira, porque dentro no se benefician más que los globalizados. Y hoy hay otra nueva
transferencia de poder. Voy a leer una simple frase del que fue presidente del
Bundesbank alemán, Hans Tietmeyer: "Los mercados financieros desempeñarán cada
vez más el papel de gendarme. Los políticos deben comprender que, desde ahora, están
bajo el poder de los mercados financieros". Es lo que está pasando con el Banco Central
Europeo. Los políticos están bajo el poder de los mercados financieros. Y eso quiere
decir que los ciudadanos estamos bajo el poder de los mercados financieros, porque los
ciudadanos, de vez en cuando, votamos a los políticos --aunque no nos hagan mucho
caso--, pero nunca votamos a los presidentes de los mercados financieros. De modo que
hemos cedido el poder y ha habido una transferencia de poder. Todos esos cambios
hacen mucho más anacrónico todavía al liberalismo. No voy a insistir más en este
aspecto.
Éstas son las cosas --las dos creencias básicas-- que están antes de la Economía. Voy
terminar brevemente hablando del "después de la Economía". ¿Qué hay después? ¿A
dónde va la economía? ¿Cuál va a ser la economía del año 2020, 2025, cuando vosotros
estéis en la madurez y ejerciendo vuestras profesiones?. No lo sé, evidentemente; no lo
sé. Pero quisiera apuntar algunos cambios fundamentales. Hay tremendos cambios de
metodología. Frente a los análisis parciales y causales que yo utilicé y que me
enseñaron, y que yo estudié, hoy el análisis es mucho más un análisis sistémico, un
análisis de interdependencia. Y frente a aquella obsesión por el equilibrio en que se
movían los economistas clásicos, hoy, no sólo la economía, sino la ciencia toda, está
trabajando a base de conceptos como el caos, las catástrofes, los desequilibrios o sus
consecuencias. Todo eso son nuevas metodologías.
Pero, además, nos esperan revoluciones científicas que están ya empezando, en las
puertas, y que van a ser de unas consecuencias completamente imprevisibles. Se habla
de la era de la informática. Hay algo más importante todavía: la revolución de la
genética no sabemos lo que va a introducir. No se puede guiar la genética con el criterio
del beneficio. El liberalismo es completamente inútil y ciego para afrontar los
problemas de la genética. ¿Qué va a ser de los seres humanos? ¿Qué vamos, qué vais, o
qué van a poder hacer con los seres humanos? Y, al mismo tiempo, hay los avances de
la neurobiología. Mirando entre la genética y la neurobiología, ese concepto y esa idea
del alma, que ya dejó con un tatarantán el buen Freud, no sé en qué va quedar.
De modo que todo esto son cambios sobre creencias, cambios sobre problemas.
Cambios. Me parece a mí que, además del pensamiento de la economía, que es el que
vais a estudiar aquí, hace falta, incluso, ir empezando a pensar en un nuevo paradigma
de la economía para enfrentarlo al liberalismo. Porque, mientras no tengamos un nuevo
paradigma, no lo desmontaremos. Porque respalda intereses establecidos. Y, construir
un nuevo paradigma tiene una dificultad extraordinaria, porque resulta que hay que
trabajar con las categorías, los conceptos, las estadísticas elaborados por los del
paradigma viejo, anacrónico y estropeado. Es muy difícil hacer eso; pero a mí me
parece que hay que hacerlo y que es posible hacerlo. Con las piedras de las basílicas
visigodas se hacían las mezquitas musulmanas. Y con las piedras de las mezquitas
hicieron los cristianos las iglesias. Con las piedras del liberalismo hay que reconstruir,
remodelarlas, construirlas de otra manera y hacer una nueva teoría. Una nueva teoría en
la cual, en vez de hacer una sociedad de mercado, hagamos un mercado de sociedad. Es
decir que, reintegremos la economía como ciencia social. Que, en vez de la Economics
que ahora se estudia, pasemos a la Political Economy que se estudiaba en otros tiempos.
Con esto --y me temo que he pasado en cinco minutos del cuarto de hora en que había
quedado mi media hora--, termina el telonero. Soy el telonero, el que tiene la menor
importancia de cuantos están aquí. Y ahora se levantará el telón, ahora veréis de verdad
trabajos importantes, serios. Yo me alegro de que en esta Universidad, en esta Facultad,
que fue la mía y de la que me honro en proceder, se reúna un plantel tal de científicos de
primera categoría, de científicos con espíritu crítico y de científicos buenos, para iros
preparando para la economía del año 2020.
Muchas gracias.
PRESENTACIÓN
Diego Guerrero1[1]:
PENSAMIENTO ECONÓMICO CRÍTICO
Y MACROECONOMÍA HETERODOXA
Agradecimientos
Los trabajos que se recogen en este libro son, en su mayoría, el fruto del Primer
Seminario Internacional Complutense sobre Nuevas direcciones en el pensamiento
económico crítico, celebrado en mayo de 1999 en el campus de Somosaguas, con el
apoyo, principalmente, del Vicerrectorado de Relaciones Internacionales de la U.C.M.,
y de las Facultades de CC. Políticas y de Económicas. Desde el primer momento en que
me dirigí al profesor Sampedro, primer catedrático de Estructura Económica que ha
habido en España --aunque para los estudiantes actuales sea hoy mucho más conocido
como novelista que como economista, o metaeconomista, como a él le gusta
autodefinirse--, éste hizo gala de su bien conocida predisposición incondicional a
ayudar a todo cuanto sea desarrollar el espíritu crítico de la comunidad académica, en
particular, y de la sociedad en general, y se mostró encantado en participar en el
Seminario, como Presidente de honor del Comité Organizador, y como la persona que
daría la charla de bienvenida a los asistentes, que ahora figura como prólogo de este
libro. Por consiguiente, es a él a quien corresponde nuestro primer respetuoso y
sincerísimo agradecimiento.
El profesor Carlos Berzosa, amigo y discípulo de José Luis Sampedro, y a su vez
maestro y amigo mío, fue la persona con quien más tiempo discutí los detalles y
menudencias organizativas que conlleva un acto de este tipo, y al que más tiempo le
robé por esta razón. Como siempre, se mostró más generoso en ideas y apoyos de lo que
en justicia se le puede pedir a un amigo, y no sólo estuvo presidiendo las sesiones en
varias ocasiones sino que hizo posible su prolongación por varios medios, incluido un
interesante debate en el Colegio de Economistas, que contó con la participación de
varios de los invitados extranjeros.
Otros muchos colegas y amigos de los comités científico y organizador del Seminario,
de mi Departamento, o de otros lugares, que también ayudaron de una u otra forma a la
celebración de este Seminario, deben ser reconocidos aquí a justo título, aunque la falta
de espacio me obligue a hacerlo de forma anónima y colectiva.
Por supuesto, el Seminario hubiera sido imposible si no hubieran accedido todos los
invitados extranjeros a venir a Madrid, no sólo sin poner ningún tipo de condición, sino
derrochando entrega y buen hacer a cambio de nada, e incluso haciendo arreglos de
calendario y otros esfuerzos adicionales sólo por tener la oportunidad de participar
juntos en un acto de este tipo. El mero hecho de que un núcleo tan prestigioso de
economistas, mundialmente conocidos en su campo y especialidad, nos hicieran el
honor de aceptar la invitación de la UCM, es algo que nos llena de legítimo orgullo; y
1[1]
Depto. Eª Aplicada V; Fac. CC. Políticas y Sociología; Campus de Somosaguas; Universidad
Complutense de Madrid; tel. (34) 91-394.2824/08, fax (34) 91.394.2810; email:
[email protected];
véase:
http://www.geocities.com/CollegePark/Plaza/4033/
y
http://www.ucm.es/info/bas/ec/
que me corresponde a mí, como presidente del comité organizador, agradecer con todas
mis fuerzas y sinceridad.
Contenido del libro
Como se puede observar en el índice, el libro está dividido en cuatro partes. En la
primera, se recogen los trabajo de naturaleza más teórica, que pretenden abrir nuevas
vías a la hora de elaborar análisis alternativos a la macroeconomía convencional, desde
el punto de vista de los fundamentos de las teorías clave de este campo de la economía,
como son las teorías del desempleo y la inflación, del crecimiento y los ciclos, o del
comercio y la competencia internacional y los tipos de cambio. En la segunda, se
recogen los trabajos que se refieren a las relaciones entre el nivel anterior y el análisis
de la economía española, ya sea en el terreno de la política económica, en el de los
cambios estructurales de la misma o en el de la repercusión de ciertas ideas claves en el
marco de la literatura internacional sobre la materia. En cuanto al tercer apartado, se
recogen en él los trabajos que tratan más de cerca la cuestión, cada día más central en
nuestra época, del lado financiero de la economía, y, por consiguiente --cosa lógica,
tratándose de un libro que analiza la Macroeconomía en relación con las diversas
manifestaciones del fenómenos de las crisis--, del lado financiero de la crisis económica
contemporánea y de su contribución a la depresión. Por último, en la última sección del
libro se recogen los trabajos que analizan las consecuencias que tienen las crisis de esta
época de globalización sobre regiones específicas de nuestra economía mundial, de
especial relevancia, como son los Estados Unidos, América Latina y Asia.
a) Nuevos fundamentos teóricos para una macroeconomía alternativa
El primer trabajo de Anwar Shaikh --autor del que sólo se conoce en español una
pequeña parte de su extensa obra (véanse su libro, editado en Colombia, de 1990, el
artículo recogido en la recopilación de Vegara, 1977?, y su famoso artículo sobre la
función de producción, en el que destrozaba los fundamentos lógicos de la función de
producción del premio Nobel Robert Solow-- se refiere al núcleo mismo de la
Macroeconomía, como son las teorías de la inflación y del desempleo, así como de sus
relaciones mutuas. Tras poner en evidencia tanto a la Macroeconomía neoclásica como
a la keynesiana y postkeynesiana (kaleckiana), Shaikh demuestra en el artículo que en
ambas versiones la inflación aparece como un fenómeno vinculado al pleno empleo ( o
a su cercanía), lo cual viene contradicho por la experiencia histórica y la evidencia
empírica disponible de las últimas décadas. Tras el análisis de esta evidencia, Shaikh
propone una teoría alternativa de la inflación, que, además de ser compatible con la
explicación marxiana del desempleo (como ejército industrial de reserva) y con la
evidencia histórica, hace uso de un nuevo concepto, el troughput coefficient (esfuerzo
de acumulación**), que demuestra tener una amplia correlación empírica con el con el
comportamiento de las tasas reales de inflación en los países de la OCDE.
El artículo de Foley --autor bien conocido, como uno de los creadores, junto a G.
Duménil, también coautor de este libro, de la llamada Nueva Interpretación del
problema de la Transformación de los valores en precios de producción (véase Foley,
1982, y, en español, 1985?-- y Marquetti se centra en la cuestión de las pautas
estructurales que se observan en la evolución secular del crecimiento económico. Tras
discutir las distintas formas de progreso técnico que se observan en la realidad de las
economías actuales --para lo que hacen uso de esa estupenda base de datos que supone
los trabajos de la Penn World Table, con estadísticas homogéneas y comparables para
más de cien países--, los autores concluyen que, tanto en los dos casos que estudian con
más detalle (Estados Unidos y Brasil), como en el resto de los países, se observa una
pauta general de cambio técnico del tipo de las conocidas como "sesgado a la manera de
Marx" (es decir, lo que éste llamaba cambio técnico acompañado por un aumento de la
composición orgánica del capital). Lo novedoso de este trabajo no es tanto el resultado
en sí, ya obtenido muchas veces por otros autores, sino la extensión y solidez con que se
manejado en esta ocasión el material estadístico, así como el uso del instrumental
analítico sraffiano, una de cuyas variantes --la curva de eficiencia-- se convierte en el
instrumento visual inmediato de análisis más utilizado en el trabajo.
El artículo de Alan Freeman --uno de los máximos representantes de la que va camino
de convertirse en una nueva escuela (véase Freeman y Carchedi, 1994) dentro de la
tradición de economía marxista, conocida como el enfoque del Temporal Single System
(o sistema único y temporal), que se contrapone polarmente a la interpretación de la
teoría del valor que predomina en el terreno de la economía matemática walrasianosraffiana, apoyándose en una visión único de los así llamados espacios de valor y de
precios, y una perspectiva que pretende ser dinámica, y no estática-- pretende ser un
modelo de ciclo endógeno construido a un nivel de sencillez extremo, pero donde la
fuerza del movimiento cíclico estriba en una sola variable, como es la tasa de ganancia
media de la economía. De clara inspiración marxista, Freeman construye sobre los
modelos bien conocidos de Godwin, con el objetivo declarado, no de llegar a
conclusiones directamente realistas, sino de descartar la necesidad, defendida por
algunos, de recurrir a otras variables como exigencia necesaria para obtener las citadas
fluctuaciones cíclicas.
Por último, un segundo artículo de Anwar Shaikh cierra este primera parte del libro.
Creemos que el trabajo de Shaikh en relación con la extensión de la teoría marxiana de
la competencia, desde el ámbito general al caso particular de la economía internacional -es decir, en un contexto donde existe una pluralidad de divisas y se plantea, por tanto,
la cuestión de los determinantes a largo plazo de la evolución de esos tipos de cambio
reales-- es de muy primera importancia teórica, porque, como ha demostrado en trabajos
previos sobre este mismo tema, supone, en primer lugar, romper con la tradición
dominante dentro de la economía marxista, que desconoce la teoría de la competencia
de Marx, bien porque la sustituye con la teoría burguesa del monopolio y de la
competencia imperfecta, bien porque usa conceptos marxistas como el intercambio
desigual (véase Emmanuel, 1969) para romper con la tradición de Marx, basada en la
teoría de la ventaja absoluta y la competitividad basada en la ventaja de costes unitarios
reales (a nivel internacional e intrasectorial), y no en la armonicista teoría de la ventaja
comparativa, que tiene su origen en Ricardo, pero que sigue estando en la base de las
modernas teorías hegemónicas en la teoría ortodoxa del comercio internacional (modelo
Heckscher-Ohlin, modelo Krugman, etc.). Este trabajo resume su posición sobre el tema
y, a nuestro juicio, demuestra que los tipos de cambio reales entre las diversas divisas
vienen determinados, a largo plazo, en su dinámica fundamental, por los niveles
relativos de costes de producción (o valores-trabajo) de las empresas o capitales
reguladores de cada país.
b) La mundialización de la economía, y la economía española
El segundo grupo de trabajos reunidos en este libro se ocupa de diversos aspectos de la
economía española que se ven sometidos a los efectos de la mundialización progresiva
de la economía global.
El artículo de José María Vidal Villa --catedrático de la Universidad de Barcelona y
bien conocido del público español por sus numerosos trabajos sobre la cuestión de la
mundialización, que entroncan, junto a su manual de Economía Internacional (editado
conjuntamente con Javier Martínez Peinado) y otros escritos sobre esta materia, con sus
primeros trabajos sobre la cuestión del Imperialismo (Vidal, 1976?)-- es un repaso de
suma actualidad a dos de los libros recientes que más literatura han generado sobre la
cuestión de la globalización en todo el planeta. Se trata, por una parte, del libro del
financiero George Soros, estrella del paraíso de la especulación financiera,
mundialmente conocido, entre otras cosas, por haber sacado a la libra esterlina del
sistema monetario europeo en la primera mitad de los noventa; y, en segundo lugar, del
libro que sobre el tema ha publicado recientemente uno de los autores preferidos de
Vidal, el economista egipcio Samir Amin. En un interesante repaso comparado de
ambas aportaciones, Vidal nos va señalando las similitudes que existen en el análisis de
dos personajes tan diferentes desde el punto de vista ideológico, a la vez que nos indica
los puntos que tienen en común sus respectivas interpretaciones de la economía
globalizada contemporánea, y todo ello sin dejar de reparar en que muchas de sus
manifestaciones ya habían sido advertidas por el propio Vidal en trabajos de hace más
de una década.
En cuanto al artículo de Miren Etxezarreta --también catedrática en Barcelona, aunque
en su Universidad Autónoma en este caso--, su objeto de atención es la crítica de los
modelos neoliberales que se proponen servir de base a la política económica típica de la
Nueva Macroeconomía Clásica (es decir, neoclásica) contemporánea. Tras su
importante y pionero trabajo sobre La reestructuración del capitalismo en España
(1970-1990), que recopiló un buen número de las aportaciones críticas que se
levantaban frente a la interpretación tradicional de la estructura y la política económica
de nuestro país, Etxezarreta insiste en este artículo en las limitaciones que caracterizan a
los modelos neoclásicos y neoliberales que utilizan las instituciones más importantes de
la economía mundial (OCDE, FMI, Banco Mundial) como base para diseñar sus
temidos (con razón) planes de ajuste estructural, dirigidos a cuantos países son
declarados culpables de haber transgredido la disciplina financiera exigida por los
centros del poder financiero transnacional. Dichos planes, aunque más abundantes en el
caso de los países del llamado tercer mundo, son básicamente el mismo tipo de recetas
monetaristas y antilaborales que recomiendan también dichas instituciones para todo
tipo de países, como bien conocemos, por haberlos padecido, en el caso de España.
En cuanto al trabajo de Jesús Albarracín --uno de los pocos economistas críticos, junto a
Pedro Montes, del Servicio de Estudios del Banco de España--, la idea central de su
aportación se resume en los efectos que la formación de lo que él llama la aldea global -que las fuerzas mundializadoras, empezando por el creciente poder de las
multinacionales, han conseguido ir imponiendo poco a poco-- está teniendo en la fase
actual del capitalismo tardío, en especial sobre la capacidad de reducir la autonomía
económica de todos y cada uno de los países singulares --entre ellos, España-- para
hacer frente a la enajenación de esas capacidades de decisión. Tras analizar la
progresiva liberalización del comercio internacional y, lo que es más importante, el
descontrol casi absoluto de los flujos financieros transnacionales, Albarracín pasa a
analizar factores específicos que afectan a la pérdida de autonomía en el caso español,
como consecuencia de la puesta en práctica del proyecto de Unión económica y
monetaria terminado de diseñar en Maastricht, oponiendo a todos estos factores un
proyecto alternativo basado en una construcción europea solidaria y democrática, una
apuesta por el bienestar general y todo ello dentro de un nuevo orden económico
internacional más justo.
Por último, el trabajo de Diego Guerrero analiza un aspecto particular de los efectos del
creciente dominio capitalista sobre la superficie del globo terráqueo, entrando a
investigar las repercusiones particulares de ese proceso sobre la situación de los
trabajadores españoles. En concreto, se analiza el proceso de depauperación relativa de
la clase obrera, entendido como una tendencia a la disminución de la parte que le
corresponde a los asalariados en el conjunto de la renta nacional creada por el esfuerzo
conjunto de los productores, llegando a la conclusión de que el caso español ilustra bien
la tendencia que prevé la teoría marxista como pauta general, es decir, un aumento del
salario real al mismo tiempo que un descenso del salario relativo(o depauperación).
Finalmente, el autor analiza las relaciones entre ese fenómeno y el papel que
desempeñan el Estado y los sindicatos en los procesos de redistribución de la renta
nacional creada, haciendo una crítica de los planteamientos sindicales que olvidan usar
las categorías citadas en el texto en su análisis de las relaciones entre el capital y el
trabajo, que no son armónicas --como parecen creer algunos sindicatos modernos--, sino
más bien antagónicas y sin posibilidad de superación en el marco de este sistema.
c) La crisis financiera del capitalismo global
La mayor parte de los trabajos recogidos en este libro tiene que ver con la esfera de la
economía capitalista que más en primer plano está, actualmente, en los análisis de las
novedades más características del capitalismo que ha entrado ya en el siglo XXI: las
finanzas, la cuestión de la globalización y las burbujas financieras, etc.; en definitiva,
los más recientes desarrollos del llamado capital financiero.
El artículo de Duménil y Lévy --autores que han sabido combinar como pocos, en sus
trabajos colectivos de las dos últimas décadas, los análisis teóricos de enorme calado
con los trabajos empíricos detallados realizados con el propósito de contrastar en la
práctica la bondad, mayor o menor, de sus hipótesis teóricas (véase, como última
muestra, los recentísimos datos que han proporcionado a la comunidad internacional en
relación con el famoso debate Brenner (1998), en su página de internet:
http://www.cepremap.cnrs.fr/~levy/dle1999e_.htm)-- trata precisamente de la relación
entre el neoliberalismo y el capital financiero, analizada desde el punto de vista de un
análisis de clases y fracciones de clase. Pues de lo que se trata, hoy en día, no es sólo de
la universal oposición entre capital y trabajo, sino de la especial relevancia adquirida
por una de las contradicciones secundarias que surgen en el seno del comunismo
capitalista del que hablara Marx: la lucha por el reparto de la plusvalía total generada
que tiene lugar entre los capitalistas del ámbito productivo y los de la esfera fianciera.
Utilizando datos muy recientes referidos a la economía de los Estados Unidos, estos dos
autores franceses comparan la evolución de la rentabilidad (junto a otras variables) en
ambos sectores, para terminar investigando como el desarrollo patológico e
hipertrofiado del segundo se ha convertido en una gran amenaza para el conjunto del
sistema.
El artículo de Paolo Giussani --que ha desarrollado su actividad tanto en Nueva York,
Londres y Hamburgo, como en Milán, donde el extinto Centro Studi di Economia
Politica daba cobertura a la excelente revista que él dirigía, Plusvalore-- es un breve
repaso de algunas de las aportaciones más relevantes para la correcta comprensión de
las relaciones entre las dos dimensiones complementarias --la real y la financiera-- del
fenómeno de las crisis y las depresiones que de ellas derivan. Partiendo de las ideas
fragmentarias de Marx al respecto, Giussani analiza las contribuciones de autores que
han seguido esa línea, así como los que se sitúan más bien en la estela postkeynesiana,
poniendo énfasis en la cercanía de los análisis de ambos conjuntos, y los pasos adelante
dados en la doble tradición que él analiza, desde Makoto Itoh a E. Ray Canterbery,
pasando por Hyman Minsky y Martin Wolfson. El trabajo de Giussani termina con una
interesante comparación entre la época de la crisis de 1929-30 y las crisis y problemas
de la etapa actual, así como con una insistencia en los elementos que aún están faltos de
un tratamiento adecuado para que la teoría de la crisis pueda considerarse completa.
El trabajo de Andrew Kliman --hasta muy recientemente coordinador, junto con Alan
Freeman del International Working Group on Value Theory, que celebra su última
reunión anual en Washington (febrero de 2000)-- usa la misma perspectiva del TSS
(Temporal Single System) para analizar las teorías de la crisis que, dentro de la tradición
marxista, optan por elementos ya criticados por el propio Marx, como son las teorías del
subconsumo, la teoría de la crisis basada en la productividad, etc. Kliman defiende,
frena a ellas --y también en contra de los teóricos de los precios relativos--, que no
puede haber un análisis completo de la crisis si no se integra dentro de la tendencia
descendente de la tasa de ganancia los límites que el sistema levanta a la creación
siempre acrecentada de la cantidad de valor exigida para la salud de la acumulación,
límites que tienen mucho que ver con el análisis del fenómeno de la deuda (del crédito)
como una relación temporal entre el dinero (el valor) situado en dos momentos
temporales distintos, lo cual exige una perspectiva temporalista de análisis, muy distinta
de la perspectiva estática que domina en la mayoría de los teóricos de la crisis, incluidos
los marxistas.
El artículo de Paul Mattick, jr. --autor que mantiene viva la tradición de los muy
valiosos trabajos de su padre, Paul Mattick, sr. (véase, por ejemplo, Mattick, 1969),
desde las páginas del International Journal of Political Economy-- complementa los
trabajos anteriores con una muy oportuna revisión histórica del concepto de capital
financiero, tal como aparece en uno de los autores marxistas que más hicieron por
desarrollar, a principios de siglo, los análisis económicos inconclusos de Marx. Se trata
del libro de Rudolf Hilferding sobre El Capital financiero, que Mattick sitúa, por su
influencia, al lado de los libros más famosos de Rosa Luxemburgo y de Henryk
Grossmann. Sin embargo, frente al respeto por la posición política de Luxemburgo y
por los análisis económicos de Grossmann (véase la excelente colección de cartas de
éste a Mattick, padre, en relación con la cuestión de las relaciones entre el elemento
objetivo y el subjetivo en el advenimiento del derrumbe del sistema capitalista, en
Grossmann, 1926??), en el artículo son evidentes las críticas a las posiciones políticoeconómicas de Hilferding, que quedan de manifiesto no sólo en el texto largamente
comentado por Mattick, jr., sino también en otras manifestaciones de la actividad
hilferdinguiana, como reflejan sus discursos parlamentarios y toda su actividad
reformista. Sin embargo, la crítica que se hace en este trabajo a la idea, de Hilferding,
del cártel como posibilidad y/o necesidad de un capitalismo organizado, capaz de
superar definitivamente las crisis económicas, es una de sus aportaciones más
importantes; por cuanto hay que tener siempre presente que se trata de una idea
recurrente que reaparece, una y otra vez, con distinto ropaje, en forma de múltiples
intentos revisionistas de dar por terminada la historia de la revolución contra el
capitalismo.
Finalmente, el artículo de Edward Wolff, uno de los máximos especialistas mundiales
en el campo de los análisis comparativos de productividad, competitividad,
convergencia y distribución de la renta por países, es una contribución de primer orden
al análisis del lado financiero de la crisis, aunque se trata del producto de una
perspectiva en principio muy diferente. Se trata de una investigación dirigida a la
minuciosa recomposición de las pautas más recientes experimentadas en la distribución
de la riqueza --mucho más desigual que la distribución de la renta, que es la que suele
dominar en las estadísticas de más presencia mediática-- en los Estados Unidos. Pero,
por suerte, el artículo de Wolff pone mucho énfasis en un aspecto específico, pero de
importancia primordial, de esa distribución, como es la distribución de la riqueza
financiera de las familias, donde no se incluye todo el patrimonio neto de éstas, sino tan
sólo el que es realmente líquido, en el sentido de poderse convertir en dinero sin poner
en peligro de grave deterioro el nivel de vida habitual de la propia familia (lo que
ocurriría, por ejemplo, si se vendiera la propia vivienda). Los numerosos datos que
proporciona Wolff demuestran hasta qué punto es un mito el famoso capitalismo
popular que se atribuye en las películas de Hollywood --y otros medios de
comunicación-- a la experiencia de los EE. UU. La inmensa mayor parte de las familias
tienen un patrimonio financiero neto negativo o cero (cuando se tiene en cuenta sus
niveles de endeudamiento), y el grado de concentración de las acciones en poder de una
capa ínfima de la población total sigue superando los niveles del 80% del total, y todo
ello en el contexto de una distribución de rentas y patrimonios, no sólo desigual, sino
crecientemente desigual durante los años 90.
d) Las consecuencias de la crisis global para las economías regionales
Nos parecía de especial interés incluir un último apartado de este libro dedicado a tener
en cuenta los efectos de las relaciones entre Macroeconomía y crisis no sólo en el
terreno de la teoría o del análisis de la economía española y del capital financiero, sino
también en el ámbito de los efectos globales de la crisis sobre las poblaciones de partes
muy importantes de la población mundial. Para ello, aparte de seleccionar los casos de
Asia, donde se concentra la mayor parte de la población mundial, y de América Latina,
donde se ubica la que más cercana a nosotros está en términos de comunidad de cultura
y lengua con la madre patria (como dicen ellos, más que nosotros), se ha seleccionado
también el caso de los Estados Unidos.
A primera vista podría parece contradictoria esta selección, pero se observará que no es
así si se tiene en cuenta las probabilidades reales de que se dé un panorama como el que
se aventura a predecir Fred Moseley en el primer trabajo recogido en este apartado,
escenario que, de darse, tendría indudablemente repercusiones muy negativa para toda
la población mundial, y no sólo para la de los Estados Unidos. La aportación del
artículo de Moseley es el minucioso recorrido por las fuentes de demanda de la
economía de los EE. UU., para sopesar, en el contexto actual de la situación económica
mundial, los enormes riesgos de que, uno a uno, se vayan cerrando todos los grifos por
donde se ha venido inyectando hasta ahora la energía que mantenía en marcha hasta
ahora el motor de la economía norteamericana. Así, desde las posibilidades de un
agravamiento en el déficit comercial y de Pagos --como consecuencia de la situación
depresiva, recesiva o pre-recesiva de buena parte del mundo--, hasta los riesgos para la
buena marcha de la inversión en nuevo capital o, finalmente, los muchos más graves
augurios sobre la posibilidad de una caída de Wall Street, que ponga fin al efecto
riqueza que ha hecho posible que la tasa de ahorro de ese país haya llegado a estar por
debajo de cero (es decir, que se haya financiado el consumo y la inversión con préstamo
procedente del exterior), con el consiguiente hundimiento del consumo privado y de la
producción, el autor pasa revista a todas estas posibilidades para concluir que existen
grandes posibilidades de que la economía de los Estados Unidos experimente una
profunda crisis en el muy corto plazo.
El artículo del mexicano Alejandro Valle, primer inspirador, junto con el brasileño
Alfredo Saad-Filho, de la esperada revista electrónica Critica Iberoamericana, se centra
en un asunto d especial relevancia para las economías iberoamericanas, como es el de
las relaciones entre sus niveles de vida y de renta (de salario) y los niveles respectivos
de la gran potencia del norte, como son los Estados Unidos. Actualizando un trabajo
anterior publicado en los Estados Unidos (véase Valle, 1987/98), Valle lleva a cabo,
para el caso de México, la anterior comparación citada, insistiendo tanto en los
diferenciales de salario como en los de niveles de productividad (especialmente, en la
industria manufacturera), con el propósito confesado de realizar un primer acercamiento
al estudio de la competitividad de ambos bloques de países, y de encontrar las razones
últimas por las que Estados Unidos, aun teniendo el primer déficit comercial del mundo,
es un país que todavía conserva su superávit con toda América Latina (bloque de países
que, dicho sea de paso, parece condenado al déficit comercial estructural, como lo
demuestran las series estadísticas disponibles de comercio exterior para todos y cada
uno de los países de la región).
Por último, el profesor Pablo Bustelo, uno de los máximos especialistas nacionales en
Economía asiática y del desarrollo --para cuya observación tiene a su disposición el
Instituto de Estudios de Asia, que él dirige, dentro del Instituto Complutense de
Estudios Internacionales-- nos da una sintética y fructífera interpretación de las crisis
ocurridas en el sureste asiático en el periodo 1997-1999, calificadas no como simple
crisis financieras sino también como crisis productivas, aspecto en el que insiste ya
desde el título de su artículo. Por esta razón, Bustelo razona que el comportamiento
especulativo del capital internacional no hizo sino superponerse a una vulnerabilidad
endógena que venía ligada a un proceso que él caracteriza de liberalización comercial y
financiera (desregulación y apertura) prematura e indiscriminada, todo lo cual provocó
serios problemas de rentabilidad y de endeudamiento exterior de las economías de los
países de Asia-5. Estos problemas de rentabilidad tienen mucho que ver con los
problemas de sobreinversión y por consiguiente exceso de capacidad instalada,
principalmente en los sectores manufactureros que en el periodo anterior a la crisis se
estaban comportando de forma más explosiva. Su análisis le lleva, finalmente, a
proponer formas alternativas de gestionar la globalización, en cuanto a efectos sobre
este tipo de países se refiere, abogando especialmente por controles en materia de
regulación financiera y por la renuncia a las políticas de tipos de cambio fijos.
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Pirámide.
I. NUEVOS FUNDAMENTOS TEÓRICOS
PARA UNA MACROECONOMÍA ALTERNATIVA
CAPÍTULO 1
Anwar Shaikh2[2]
LA EXPLICACIÓN DE LA INFLACIÓN Y EL DESEMPLEO: UNA
ALTERNATIVA A LA TEORÍA ECONÓMICA NEOLIBERAL.
Introducción.
Durante la mayor parte del periodo de posguerra, los problemas de inflación y
desempleo han ocupado un lugar central en el debate económico y político. Y ha sido en
este contexto en el que ocurrió que la economía neoliberal ha dado en convertirse en
dominante, tanto en la teoría como en la política macroeconómicas.
El capitalismo ha experimentado una crisis económica mundial por más de dos décadas.
Su respuesta consistió en una serie de ataques contra el trabajo y las instituciones que lo
apoyan, un amplio movimiento de quiebras y suspensiones de pagos, una vertiginosa
espiral de concentración y centralización, y una urgente compulsión a encontrar nuevos
mercados y nuevas fuentes de recursos para el imparable poder de los capitales
mundiales dominantes (Shaikh, 1987). La política económica neoliberal surgió de la
necesidad de apoyar y coordinar estas respuestas típicas de la clase capitalista.
Pero la teoría económica neoliberal ocupó un lugar central debido a que la teoría
keynesiana fue incapaz de proporcionar una explicación adecuada de la "estanflación"
subsiguiente a la crisis económica. Esto resulta bastante irónico, ya que la propia teoría
económica keynesiana llegó a dominar treinta años antes debido a que la teoría
económica neoclásica que sirve de soporte a la economía neoliberal era a su vez incapaz
de explicar el enorme y duradero desempleo de la última Gran Depresión.
La macroeconomía heterodoxa moderna se encuentra atrapada en este conflicto, ya que
en la década de los setenta la mayor parte de ella había quedado subsumida en buscar
respuestas a problemas keynesianos. Así, tanto la economía radical como la
postkeynesiana parten normalmente de alguna versión de la teoría de la demanda
efectiva de Keynes o Kalecki: un sistema de equilibrio estático en el que la práctica de
fijación de precios mediante un margen de beneficio permite aislar los precios de la
demanda, desplazando así el proceso de ajuste hacia el terreno de la producción y el
empleo, por lo menos hasta llegar a las proximidades del pleno empleo. En este marco,
el obstáculo al pleno empleo con estabilidad de precios es normalmente de tipo político,
no económico, arraigado en la mezcla de intereses en conflicto originado por el tira y
afloja tripartito entre el capital, el trabajo y el estado-nación. La rama kaleckiana de esta
tradición tan sólo difiere en su énfasis algo mayor sobre el poder de monopolio y los
potenciales problemas asociados al "pleno empleo" (Kalecki, 1968).
La teoría económica neoclásica no tiene problemas de este tipo, ya que supone que el
sistema capitalista proporciona pleno empleo de forma automática y eficiente. En su
forma básica, la inflación se origina en que un aumento de la oferta monetaria estimula
la demanda agregada en presencia de una oferta agregada limitada por el pleno empleo.
Versiones más recientes, que incorporan conceptos tales como la tasa natural de
desempleo, son meros refinamientos del argumento básico. También aquí, al igual que
2[2]
Graduate Faculty; Department of Economics; New School for Social Research; 65 Fifth Avenue, NY,
NY 10003, USA; email: [email protected]
en la teoría keynesiano-kaleckiana, se espera que la inflación suba al acercarse la
economía al pleno empleo.
En contraste con estas conocidas perspectivas, me gustaría presentar una explicación
clásica de la inflación y de su relación , o ausencia de relación, con el desempleo. En
términos generales, un marco clásico considera que el crecimiento económico es el
estado normal de la economía capitalista, impulsado por los continuos intentos de cada
capital individual de (auto-)expandirse permanentemente. Puesto que cada capital actúa
de forma individual, sin preocuparse directamente por el lugar que ocupa en la división
global del trabajo de la sociedad, la interacción de esas unidades individuales produce
un proceso intrínsecamente turbulento: la división del trabajo imaginada por las
expectativas de los capitales individuales se enfrenta de forma continua a la división
real del trabajo que crean sus propias acciones mutuas, y las discrepancias entre ambas
reaccionan a su vez tanto sobre las expectativas como sobre las acciones, creando otra
ola de nuevas discrepancias, etc. Este proceso inherentemente turbulento es
precisamente lo que la economía neoclásica trata de captar mediante su recurso a la
competencia perfecta y el equilibrio general. Pero de hecho, el desequilibrio es siempre
lo que hay, y es precisamente mediante la compensación de fases de pasarse con otras
de no llegar como se realizan de facto las tendencias intrínsecas. Desde este punto de
vista, las condiciones de equilibrio de diversos tipos (oferta y demanda, producción y
capacidad, crecimiento sectorial, etc.) representan las fuerzas internas que imponen un
orden oculto bajo el aparente desorden: se trata del orden-en-y-a-través-del-desorden,
un viejo concepto de Marx que ha quedado finalmente legitimado gracias a la dinámica
no lineal.
En mi propio trabajo, he intentado mostrar que este enfoque puede formalizarse lo
suficiente como para presentar un sistema de desequilibrio dinámico integrado capaz de
analizar endógenamente el crecimiento, el dinero y los ciclos (Shaikh, 1989, 1991,
1992). Partiendo del trabajo clásico de Goodwin (Goodwin, 1967), su sistema puede
extenderse hasta incorporar una teoría endógena del desempleo duradero derivada de la
propia competencia. Esto es lo que Marx llama el ejército de reserva industrial, y que
bien podríamos llamar hoy la "tasa de desempleo intrínseca", para distinguirla de la
perniciosa idea neoliberal de una "tasa de desempleo natural". El primer concepto se
basa en la noción de que el sistema funciona perfectamente bien cuando crea y mantiene
una reserva de desempleados involuntarios a disposición del capital; la última afirma
que son las imperfecciones del sistema las que originan el aumento del desempleo
voluntario, es decir, la abstención de trabajar (Friedman, 1968).
En el presente artículo, me gustaría enfrentarme a la otra gran cuestión: la de la
inflación y sus lazos, si existen, con el desempleo. En la próxima sección, seguiré el
tratamiento de estos temas en las teorías ortodoxas, tal como aparecieron en respuesta a
los retos planteados por los acontecimientos históricos mismos. Seguidamente ,
resumiré un enfoque alternativo de la cuestión de la inflación, y lo ilustraré con datos de
la media de los principales países de la OCDE, y en particular de los Estados Unidos.
1.1. Desempleo e inflación en la teoría y en la historia.
La macroeconomía moderna tiene su origen en la confusión generada por la Gran
Depresión de los 30. Mientras que la teoría económica dominante seguía insistiendo en
que el capitalismo era intrínsecamente eficiente, autorregulado y automáticamente capaz
de ofrecer empleo a todo el que lo deseara, la realidad económica ofrecía un aspecto
completamente diferente. Numerosas bancarrotas, desempleo masivo, miseria social
generalizada: éstos eran los hechos sociales e históricos del momento. En ese contexto,
la Teoría General de Keynes (Keynes, 1936) supuso un paso adelante en el intento de
explicar el desempleo duradero, así como de encontrar un remedio para el mismo. El
conocido modelo de renta-gasto derivado de este enfoque llegó a dominar tanto la teoría
como la política macroeconómicas durante un tercio de siglo en la mayoría de los países
capitalistas desarrollados del mundo. Era sistemático, cuantificable y flexible en su
aplicación, y fácilmente adaptable a la política fiscal. El modelo se pone en marcha a
partir de los componentes exógenos de la demanda agregada, bajo el supuesto de que
existen recursos desempleados, en especial trabajo. Un aumento en un componente
exógeno de la demanda estimula la producción y el empleo, las crecientes rentas
resultantes a su vez favorecen el consumo y, por consiguiente, adicionales incrementos
en la demanda agregada (aunque en menor medida que en la ronda anterior), y así
sucesivamente, hasta que el impulso original ha producido finalmente un efecto
multiplicador sobre la producción y el empleo.
En este marco, la política fiscal parecía ser un poderoso instrumento para regular el
nivel de empleo, ya que se suponía que el déficit público originaría un incremento
multiplicado en la producción y el empleo. Los keynesianos tendían a pensar que el
desempleo era una característica típica de una economía capitalistas desregulada, y que
con un uso juicioso de la los déficits fiscales, el gobierno podría hacer subir el nivel de
empleo y conseguir algo muy parecido al pleno empleo. Esto se convirtió en un premisa
fundamental de la política social de la posguerra (Artis, 1992, p. 139).
Posteriores modificaciones debilitaron un tanto el análisis de la capacidad de los déficits
presupuestarios, pero no revirtieron el empuje básico del argumento. Se reconocía que
un déficit público podría elevar los tipos de interés, y en la medida en que ello inhibiera
la demanda de inversión, podría anular una parte del impacto expansivo original del
déficit. También se añadió la idea de que una reducción del desempleo debida a la
expansión de la demanda agregada podría llevar a salarios monetarios más elevados e
inducir, por esta vía, inflación. La noción del dilema entre salarios monetarios y
desempleo, implícito en la curva de Phillips (Phillips, 1958), rápidamente trastocada en
un dilema entre inflación y desempleo, se convirtió en parte imprescindible del arsenal.
Fleming (Fleming, 1962) y Mundell (Mundell, 1963) extendieron el análisis hacia la
relación entre producción y empleo, por una parte, y la balanza comercial ("balanza
exterior"). La complejidad resultante del modelo, con sus múltiples posibles "objetivos"
(niveles deseados de empleo, de inflación, de tipos de interés, de balanzas comerciales y
externas, etc.), llevaba a la conclusión de que la política económica era tarea de
iniciados. Pero estaba claro que esas complicaciones eran tan sólo extensiones de la
teoría básica, no un reto que se alzara contra ella.
Un punto central en todos estos desarrollos era la noción de que la inflación sólo
surgiría cuando la economía estuviera cerca del pleno empleo. Sin embargo, la
confianza en esta proposición empezó a quebrarse a finales de los sesenta. Por entonces,
la inflación no sólo se había convertido en un problema práctico de cierta importancia,
sino también en un problema teórico: mientras la curva de Phillips predecía que la
inflación se vería acompañada de una disminución del desempleo (que estimularía el
alza de los salarios monetarios y, por tanto, de los precios), la nueva oleada de inflación
en la práctica coincidía con un aumento del desempleo. Esta novedad parecía
contradecir la noción misma de un dilema entre ambas variables.
Un intento de superar la dificultad consistió en suponer que las expectativas
desempeñaban un papel significativo en la espiral de salarios y precios. Así nació el
concepto de la curva de Phillips ajustada con expectativas (Phelps, 1967; Friedman,
1968), y así también la de una "tasa natural" de desempleo que mantendría a raya la
inflación. Los modelos de la inflación basada en los conflictos sociales y la infame
NAIRU también nacieron en el mismo caldo de cultivo (Godley y Cripps, 1983;
Rowthorn, 1984).
Pero estas ideas demostraron ser de dudoso beneficio para el paradigma keynesiano: no
sólo minaban la fuerza básica de la política social keynesiana, sino que proporcionaban
también la base de la Nueva Macroeconomía Clásica que iba a terminar suplantando al
propio keynesianismo (Artis, 1992, pp. 140-42). Por ejemplo, la idea de una tasa natural
de desempleo tiene su raíz en el paradigma del pleno empleo automático de la economía
neoclásica, aquello que los keynesianos estaban intentando precisamente superar. En la
visión neoclásica, se supone que cuando todos los mercados están en equilibrio, todos
los trabajadores serán capaces de alcanzar su nivel deseado de empleo a cierto nivel de
salario de equilibrio. Pero si la información no es totalmente perfecta, y si existen
impedimentos en el mercado de trabajo, siempre habría un nivel friccional, "natural", de
desempleo incluso en condiciones de equilibrio general (Mathews, 1992, p. 247). Una
tasa natural de este tipo es voluntaria, ya que deriva de las decisiones que toman los
individuos de no trabajar en presencia de costes de busca de trabajo y de prestaciones de
desempleo, subsidios, etc. Así, en contra de la opinión keynesiana, la mera existencia de
desempleo, incluso desempleo creciente, no probaría que se trata de desempleo
involuntario. No es, pues, sorprendente, que los economistas neoliberales se hayan dado
prisa en proclamar que el desempleo existente es de hecho completamente voluntario
(Bennett, 1995).
En segundo lugar, se afirmaba que los niveles efectivos de inflación dependían no sólo
del nivel de desempleo sino también de las expectativas de inflación. Un nivel más alto
de expectativas de inflación podía dar lugar a mayores niveles de inflación efectiva para
cualquier nivel de desempleo dado. Puesto que se suponía que las expectativas de
inflación cambian lentamente (son persistentes), se derivaba de ello que podría ser
necesario tolerar (o quizás inducir, incluso) una mayor tasa de desempleo que la
"natural" tanto como se precisara para hacer descender las expectativas de inflación. Al
caer éstas, harían bajar los niveles efectivos de inflación compatibles con cualquier
nivel de "desempleo no natural" (el desempleo que superaba la tasa natural),
permitiendo así que el exceso de desempleo se redujera algo, hasta que finalmente la
economía se deslizara hacia un estado de equilibrio a largo plazo en el que la inflación
efectiva y la esperada serían cero, y el desempleo estaría otra vez en su tasa natural (la
tasa más baja sostenible).
La economía keynesiana podría haberse adaptado a la idea de que la "absorción" de la
inflación puede ser costosa. Pero la noción de que cualquier tasa de desempleo
observada era esencialmente voluntaria era muy extraña a las concepciones originales
de Keynes. En cualquier caso, fue una vez más la realidad la que dio el empujón
decisivo contra la economía keynesiana. En todo el mundo, un país capitalista tras otro
se encontró, durante los setenta y ochenta, con inflación, desempleo, bajo crecimiento y
aumento en la pobreza y en la miseria social, a pesar de déficits presupuestarios récords.
Estas catastróficas tendencias alimentaron la sensación de que la teoría keynesiana de la
política fiscal, a pesar de lo mucho que se había modificado, era simplemente
inadecuada para la nueva época.
1.2. La teoría convencional versus las pautas empíricas de la inflación y el
desempleo.
Hemos visto que las teorías neoclásica y keynesiana difieren en su explicación de la
inflación y el desempleo. Pero es importante advertir que, sin embargo, ambas
comparten una idea clave: concretamente, que existe un dilema [**] empírico entre
inflación y desempleo.
¿Pero encuentra apoyo empírico una afirmación así? Se pueden apuntar tres cosas al
respecto. En primer lugar, como se ve en la figura 1, entre la primera y la segunda mitad
del periodo de posguerra, el crecimiento histórico en los niveles medios de desempleo
de los países de la OCDE se asocia directamente con una caída similar en las tasas
medias de crecimiento de la producción. En otro lugar he intentado mostrar que esto
puede explicarse por el hecho de que una caída en la tasa de ganancia destruye
gradualmente las bases del crecimiento y produce, por tanto, un salto en las tasas de
desempleo (Shaikh 1987).
Figura 1: Crecimiento y desempleo en la OCDE
Crecimiento y Desempleo en la OCDE
Tasa de desempleo
7
6
Crecimto
Del PIB
5
4
Tasa de desempleo
Crecimto
3
del PIB
2
1
0
1964-74
1975-91
Fuente: OECD Main Economic Indicators
Fuente: OCDE: Main Economic indicators
En segundo lugar, como muestra la figura 2, no existe ningún dilema [**] histórico
entre desempleo e inflación. Como puede verse, la pauta para el conjunto de los países
de la OCDE indica que, si bien un dilema así parece existir para el periodo más reciente,
1975-1991, la pauta exactamente contraria está presente en el periodo anterior, 1964-74
(los datos globales para antes de 1964 no están disponibles). Por supuesto, esta primera
pauta parece que se ha vuelto a imponer en tiempos recientes, cuando el desempleo ha
caído en países como los Estados Unidos sin que se haya visto resurgir la inflación, para
desgracia de los defensores de la hipótesis de la tasa natural. Por ejemplo, en 1995 la
tasa de desempleo en los EE. UU. había caído al 5.4%, justo cuando algunos de estos
defensores preeminentes, como Martin Feldstein y Robert Gordon, machacaban que la
tasa natural de desempleo, el punto desencadenante de la presión inflacionista, era del
6.0% o incluso del 6.5%. Incluso en 1997, con una tasa de desempleo aun más baja,
sigue sin haber evidencia de una nueva inflación (acelerada o no). Gordon, al menos, ha
respondido bajando sucesivamente su estimación de la tasa natural a medida que la tasa
efectiva bajaba por debajo de aquélla (Bennett, 1995).
Figura 2: Inflación y desempleo en la OCDE, 1965-1991
Ta
sa
de
12
Infl
aci
10
ón
Inflación vs. Desempleo en la OCDE: 1965-1991
<=========== 1975-1991 ============>
<=== 1965-1974 ====>
8
6
4
2
2
2.5
3
3.5
4
4.5
5
5.5
6
6.5
7
7.5
8
8.5
9
Tasa de desempleo
Fuente: OECD Main Economic Indicators
Fuente: OCDE: Main Economic indicators
Hay una pista clave, sin embargo, en la relación empírica entre inflación y desempleo
representada en la figura 3. En el primer periodo, 1965-74, aun excluyendo el salto en
los precios del petróleo debido a la OPEP que se ve en el extremo superior izquierdo del
cuadrante, parece haber poca relación entre inflación y crecimiento. En todo caso,
parece más bien que el bajo crecimiento está asociado con menor inflación. Pero en el
periodo siguiente, 1975-1991, el menor crecimiento está asociado con una mayor
inflación. Como en el caso anterior, este comportamiento es desconcertante desde el
punto de vista de las teorías convencionales. Pero, como veremos, no tiene por qué ser
así partiendo de una teoría clásica de la inflación.
Figura 3: Inflación y desempleo en la OCDE: a) 1965-74; b) 1975-1991
Ta
sa
de
12
Inf
lac
10
ió
n8
Inflación vs.Crecimiento en la OCDE: 1965-1974
6
4
2
0
1
2
3
4
5
6
4
5
Tasa de crecimiento
Fuente: OECD Main Economic Indicators
Ta
sa
de
11
Inf
10
lac
ió9
n8
Inflación vs. Crecimiento en la OCDE: 1975-1991
7
6
5
4
3
-1
0
1
2
3
Tasa de crecimiento
Fuente: OECD Main Economic Indicators
Fuente: OCDE: Main Economic indicators
1.3. La reconciliación con la evidencia empírica: un enfoque alternativo a la
inflación.
Los hechos que acabamos de ver son perfectamente compatibles con un enfoque
alternativo de la inflación y el desempleo, derivado de la tradición clásica. Hay tres
elementos en este enfoque.
El primero se refiere a la cuestión del equilibrio a corto plazo. Tanto la economía
keynesiana como la neoclásica tienden a analizar la producción y los niveles de precio
efectivos como si se tratara de niveles de equilibrio asociados con la igualdad a corto
plazo entre oferta y demanda. Desde este punto de vista, el ciclo económico es una
fluctuación en el equilibrio a corto plazo de la producción misma (Kalecki 1968). Pero
yo he argumentado coherentemente que el proceso de igualación de la demanda y la
oferta agregadas es lo que genera el ciclo económico (de crecimiento) de hecho de 3 a 5
años: lo que actualmente se conoce como "el" ciclo económico es la fluctuación de la
producción efectiva (en desequilibrio) generada por el movimiento de la demanda y la
oferta en busca de su igualación, alrededor de la senda de crecimiento generada
endógenamente. Esto significa que las fases de alzas y bajas del ciclo se asocian con
fases de exceso de demanda positivos y negativos, respectivamente (Shaikh 1989, 1991,
1992).
El segundo punto tiene que ver con el dinero y el crédito. Un gasto deficitario por parte
de cualquier unidad, es decir, un gasto por encima de su renta actual, sólo puede
financiarse mediante una baja en sus activos (tomando prestado de los propios stocks) o
mediante el crédito de un tercero (Earley, Parsons et al., 1976). Para la economía en su
conjunto, esto equivale a la creación de nuevos créditos por parte de la banca privada, y
a la expansión de la base monetaria por parte del banco central. Puesto que ni el nuevo
nivel de crédito ni el de la nueva base monetaria se crean para satisfacer una demanda
de dinero como activo líquido, esto puede generar fácilmente episodios duraderos de
exceso de demanda agregada alimentados por un exceso de oferta monetaria generado
endógenamente (Moore, 1989, p. 483). Los gastos deficitarios agregados por parte de
los gobiernos, el sector privado (incluidos los hogares), combinados con entradas desde
el exterior de poder adquisitivo, pueden producir por tanto una presión persistente sobre
diferentes mercados, en especial sobre el mercado de bienes. En un proyecto
actualmente en curso, estamos desarrollando medidas del exceso de demanda agregada
y de la financiación que la sostiene, intentando demostrar su relación con el crecimiento
y la inflación en los Estados Unidos.
El tercer elemento se refiere a las consecuencias de un exceso duradero de la demanda.
El exceso de demanda, que es el exceso de una demanda que crece de forma general por
encima del crecimiento de la oferta, acelera el crecimiento de la oferta. Los límites de
este proceso aparecen cuando surgen límites al crecimiento de la oferta. Tanto la
tradición neoclásica como la keynesiana suponen que la disponibilidad de trabajo
proporciona el límite general de la oferta de mercancías. Por consiguientes, ambas
anticipan que el exceso de demanda estimulará la inflación sólo después de haber
alcanzado prácticamente el pleno empleo. Por supuesto, ambas difieren en qué es lo que
quiere decir el pleno empleo, y en si se trata o no de la situación normal del capitalismo,
pero comparten la idea de la relación inversa entre desempleo e inflación. El problema
con eso, como hemos visto, es que les exige hacer piruetas increíbles para intentar
explicar los periodos de crecimiento conjunto de la inflación y el desempleo.
Ni la teoría clásica ni la historia capitalista dan razón alguna para suponer que la
producción está limitada por la oferta de trabajo. Por supuesto, en la tradición clásica
existe un límite intrínseco distinto frente al crecimiento. Efectivamente, incluso si se
dispone libremente de trabajo al salario real corriente, la máxima tasa sostenible de
acumulación de capital en una economía viene dada por la tasa de ganancia a capacidad
normal. Marx fue el primero en demostrar que una acumulación sostenida requiere un
crecimiento equilibrado, y en sus esquemas de reproducción ampliada aparece
claramente que esta tasa máxima de crecimiento sostenible se da cuando toda la
plusvalía se reinvierte, es decir, cuando la tasa de crecimiento iguala a la tasa de
ganancia (Marx, 1981). Se puede llegar a un resultado similar usando la senda
aconsejable [**] (es decir, la de utilización normal de la capacidad) de Harrod con una
función de ahorro clásica (de Kaldor), pues en ese caso la igualdad inversión-ahorro I =
S = sc·P significa que la tasa de acumulación aconsejable gkw = I/K = sc·(P/K) = sc·r,
donde sc = la propensión al ahorro de los capitalistas, P = beneficios totales (a capacidad
normal), K = el stock de capital, y r = P/K = la tasa de ganancia a capacidad normal. Se
desprende de ello que la tasa de crecimiento máxima aconsejable se da cuando todos los
beneficios se ahorran (sc = 1). Por último, los famosos artículos de von Neumann y
Leontief demuestran la existencia del mismo límite en el caso de los modelos
multisectoriales (von Neumann, 1945-46; Leontief, 1953)3[3].
Llamaré a la tasa de crecimiento sostenible máximo el "límite inversor[**]" de la
economía. Supongamos ahora que en un periodo determinado existen un exceso
persistente de demanda y a la vez trabajo desempleado. En ese caso, el exceso de
demanda estimulará (acelerará) la tasa de crecimiento de la producción y del capital y
reducirá la tasa de desempleo, en la medida en que la tasa de crecimiento no se vea
limitada por el límite inversor [**]. Pero si por cualquier razón se reduce la brecha
entre la tasa de crecimiento efectivo y el límite inversor, existirá cada vez menor
espacio para un crecimiento de la producción y, por consiguiente, una presión cada vez
más fuerte sobre los precios. El cociente entre la tasa de acumulación efectiva y el
límite inversor (la tasa de ganancia a capacidad normal, r), que llamaremos "coeficiente
inversor", es por tanto un índice de la presión inflacionaria. Obsérvese que este
coeficiente es simplemente el cociente entre la inversión y los beneficios a capacidad
normal, ya que el stock de capital aparece en el denominador tanto de la tasa de
acumulación (I/K) como de la tasa de ganancia (P/K).
El proceso recién descrito no tiene por qué producirse coincidiendo con una tasa
creciente de crecimiento. Si la tasa de ganancia a capacidad normal estuviera
descendiendo, como lo hizo en la mayor parte del periodo de posguerra en los Estados
Unidos, entonces cabría esperar que disminuyeran también las tasas de crecimiento del
capital (que dependen de la rentabilidad de la inversión). Pero si la tasa de acumulación
cayera más lentamente que la tasa de ganancia, el coeficiente inversor (que el cociente
entre la primera y la segunda) aumentaría. De esta forma, es posible entender cómo una
rentabilidad decreciente puede inducir tanto un desempleo creciente debido al menor
crecimiento, y a la vez una presión inflacionaria creciente a través del aumento del
coeficiente inversor. Yo diría que ésta fue precisamente la razón de que las economías
más desarrolladas experimentaran, durante los setenta y ochenta, a la vez estancamiento
e inflación, algo que los neoclásicos y los keynesianos han tenido enormes dificultades
en explicar.
Para contrastar la relación entre el coeficiente inversor y la inflación, se necesitan datos
de beneficios totales, stocks de capital y utilización de capacidad. En lo sucesivo, sólo
usaré datos de los Estados Unidos, para los que dispongo de series coherentes de las
variables implicadas4[4]. Téngase en cuenta que los Estados Unidos son una parte
3[3]
La relación agregada de tipo harrodiano deja claro que existiría también el mismo límite si la tasa de
ganancia cambiara en el tiempo debido al cambio técnico y la lucha de clases. Sin embargo, Pasinetti
argumenta que en un modelo multisectorial desagregado con cambio técnico continuo y proporciones
variables de demanda, la tasa máxima de crecimiento equilibrado, basada en la tecnología como en
Leontief y von Neumann (op. cit.), deja de ser relevante (Pasinetti 1981, pp. 118-23). Pero aunque pueda
ser estrictamente verdad, en el sentido de que tasas continuamente diferentes de cambio técnico y de
crecimiento de la demanda puedan modificar la definición exacta de la tasa de crecimiento máximo
sostenible (la tasa de inversión **throughput], parece igualmente claro que no pueden abolir el límite en
cuanto tal.
4[4]
Los datos para las figuras 4 y 5 proceden de Citibase. La inversión real = inversión residencial + no
residencial, en $ de 1987. Beneficios reales = beneficio total de las sociedades en el interior, ajustado de
IVA y de consumo de capital y deflactado por el deflactor implícito de precios de la inversión. Beneficios
importante de la OCDE en su conjunto. La figura 4 muestra que, en los Estados Unidos,
tanto la tasa de ganancia de las sociedades a capacidad normal como la correspondiente
tasa de acumulación (tasa de crecimiento del capital) cayeron rápidamente desde
mediados de los sesenta hasta principios de los 80. Una caída así explica el aumento de
la tasa de desempleo en dicho periodo.
En la figura 5, donde se compara la tasa de inflación en los EE. UU. con su coeficiente
inversor, encontramos que el mismo movimiento explica también la inflación a lo largo
de ese periodo. La expectativa empírica clave es que la tasa de inflación tenderá a crecer
a medida que la tasa de acumulación de la economía se acerque a su límite inversor, es
decir, a medida que el coeficiente inversor aumente. Podemos someter esta proposición
a una prueba empírica algo grosera comparando directamente ambas. La figura 5 recoge
la tasa de inflación en los EE. UU. (en términos del deflactor del PIB) y el coeficiente
inversor definido ahora como la inversión en planta y equipos de las sociedades en
relación con los beneficios totales de las sociedades a capacidad normal. Los beneficios
a capacidad normal se definen de forma similar a la producción (potencial) a capacidad
normal, dividiendo los beneficios efectivos por el nivel de utilización de la capacidad,
basando ésta última en la medida desarrollada en Shaikh, 1987.
Figura 4: Tasa de ganancia y tasa de acumulación en los Estados unidos
(sector de sociedades, tasas reales)
Tasas de ganancia y de acumulación en los EE. UU.
(Sector de sociedades, tasas reales)
0.18
0.16
Tasa de ganancia real
De las sociedades, a capacidad
normal
0.14
0.12
Tasa de crecimiento
Del capital real de las
sociedades
0.1
0.08
0.06
0.04
1947
1952
1957
1962
1967
1972
1977
1982
1987
1992
Figura 5: Tasa de inflación versus coeficiente de inversión en los EE. UU.
a capacidad normal = beneficios reales divididos por el grado de utilización de la capacidad. La medida
de la utilización de la capacidad deriva de los datos de la Encuesta del Servicio de la Reserva Federal
sobre añadidos y expansión de la capacidad, tal como se explica en el apéndice B de Shaikh 1987. Se
actualizó utilizando una regresión con la serie de utilización de capacidad de la industria manufacturera
publicada por el Servicio de la Reserva Federal.
Tasa de inflación en EE. UU. vs coeficiente inversor
0.1
0.8
0.08
0.7
Tasa de inflación
(escala izquierda)
0.06
0.6
0.04
0.5
0.02
Coeficiente inversor
(escala derecha)
0
0.4
-0.02
0.3
1947
1952
1957
1962
1967
1972
1977
1982
1987
1992
Es muy sorprendente la forma tan parecida en que la tasa de inflación en los EE. UU.
reproduce los movimientos del coeficiente inversor. Mirando las figuras 4 y 5,
observamos que entre 1947 y 1962 la tasa de ganancia es alta, y tanto la tasa de
ganancia como la tasa de acumulación son estables. Por consiguiente, en dicho periodo
el coeficiente inversor es bajo y estable, así como la tasa de inflación (y la de
desempleo). A continuación se da el breve boom de beneficios originado por la guerra
de Vietnam, de 1963 a 1965, en el que la tasa de ganancia aumenta pero aumenta más
aun la tasa de acumulación, de forma que el coeficiente inversor aumenta
sustancialmente, haciendo que la tasa de inflación haga lo propio. Desde 1966 a 1982,
sin embargo, la tasa de ganancia a capacidad normal desciende, y la tasa de
acumulación le sigue. Pero la última desciende menos rápidamente, de forma que
coeficiente inversor continúa creciendo, lo mismo que ocurre con la tasa de inflación.
Finalmente, en el último periodo, de 1983 a 1995, una tasa de ganancia de las
sociedades creciente es capaz de superar la tasa de acumulación, reduciendo así el
coeficiente inversor. Y es precisamente en este periodo cuando nos encontramos con
que la tasa de inflación se reduce de forma tan clara. En su conjunto, el coeficiente
inversor da excelentes resultados como indicador de la presión inflacionaria de la
economía de los Estados Unidos.
1.5. Resumen y conclusiones.
Las teorías keynesiana y neoclásica esperan que la inflación aparezca solamente en las
proximidades del pleno empleo. Difieren entre ellas en la cuestión de si el capitalismo
está normalmente en estado de pleno empleo. Pero comparten la idea clave de que la
expansión de la oferta está limitada por la disponibilidad de trabajo, de modo que la
presión sobre los precios aumenta cuando el sistema se aproxima al pleno empleo. La
presunta relación inversa entre inflación y desempleo ha sido una preocupación central
para ambas teorías, y sus respectivas políticas, a lo largo de todo el periodo de
posguerra.
Pero en la economía clásica, no hace falta presuponer nada de eso. El concepto de una
reserva de trabajadores (involuntariamente) desempleados, generada y mantenida de
forma endógena, es central en esta tradición. Esto significa que el crecimiento de la
oferta de trabajo no supondrá normalmente el límite del crecimiento de la producción.
La evidencia histórica confirma la idea de que la inflación no se asocia necesariamente,
ni siquiera habitualmente, con el pleno empleo (efectivo).
Entonces, ¿cómo explicar el hecho de que una inflación creciente coincidía con un
desempleo creciente en los 70 y 80, o que un descenso en la inflación se asocie a un
desempleo constante (en muchos países de la OCDE) o incluso decreciente (en los
Estados Unidos) en tiempos más cercanos? Hemos mantenido que el límite relevante
para el crecimiento del sistema reside en su tasa de ganancia a capacidad normal, pues
ésa es la máxima tasa de acumulación (tasa de crecimiento del capital) del sistema. El
cociente entre la tasa de crecimiento efectivo de la acumulación y la tasa de ganancia
normal, que he llamado coeficiente inversor, puede, pues, interpretarse como una
especie de manómetro de la presión inflacionista. La diferente dinámica de las dos
variables implicadas proporciona la clave de la explicación de la inflación y de sus
distintos vínculos con el desempleo. Los datos para la economía de los EE. UU. durante
el periodo de posguerra confirman esto al mostrar una fuerte relación entre el
coeficiente inversor y la tasa de inflación (figura 5).
Por último, vale la pena mencionar que aunque el trabajo parece el límite fundamental
de la producción en un marco estático, como en la mayoría de las versiones keynesianas
y kaleckianas, la idea de un límite intrínseco al crecimiento es perfectamente compatible
con las versiones dinámicas de estas mismas teorías. Harrod nos viene obviamente a la
cabeza en este punto. No tiene por qué haber ninguna contradicción, por tanto, entre las
ideas desarrolladas aquí y las de las tradiciones keynesianas y kaleckianas. Por
supuesto, el coeficiente inversor, que es una especie de tasa de utilización del potencial
de crecimiento, nos libera de las contorsiones exigidas por la necesidad de buscar una
relación inversa mecánica entre inflación y desempleo.
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CAPÍTULO 2
Duncan F. Foley5[5] y Adalmir Marquetti6[6]:
EL CRECIMIENTO ECONÓMICO DESDE UNA PERSPECTIVA CLÁSICA7[7]
Resumen: La curva de eficiencia de una economía, una línea trazada entre un eje vertical en el que se
representa la producción por trabajador, o productividad del trabajo, y un eje horizontal que recoge la
producción por unidad de capital, o productividad del capital, es un método de visualizar las pautas de
crecimiento económico y cambio técnico a lo largo del tiempo. Las curvas de eficiencias construidas a
partir de las series de largo plazo de Duménil y Lévy para la economía de los Estados Unidos revelan una
pauta de cambio técnico ahorrador de trabajo y utilizador de capital (en el sentido de Marx), que se
corresponde con el perfil que subyace a la explicación que da este autor de la caída de la tasa de ganancia,
interrumpida por un periodo de cambio técnico basado en el puro aumento de los factores (neutral en el
sentido de Hicks). Los datos de las Penn World Tables junto con nuestras propias estimaciones de stock
de capital revelan una pauta similar de cambio técnico sesgado en el sentido de Marx para muchas
economías en muchos periodos de tiempo. Esta pauta aparece en más de la mitad de las observaciones
muestrales. Sin embargo, en los datos no parece haber una fuerte correlación cuantitativa entre las
magnitudes de progreso técnico ahorrador de trabajo e intensivo en capital.
Palabras clave: crecimiento económico, cambio técnico, sesgo marxiano].
Introducción
El objetivo de este artículo es explorar la existencia de pautas de cambio técnico
sesgado en el crecimiento económico. El instrumento básico utilizado para el análisis es
la curva de eficiencia, una versión de la relación salario-tasa de beneficio de Piero
Sraffa (1961). La curva de eficiencia de una economía en un periodo dado del tiempo,
que se desarrolla en detalle en la siguiente sección, se determina por la productividad
real del trabajo y por el cociente producción/capital, al que nos referiremos, abusando
un poco del lenguaje, como productividad del capital. Las comparaciones de las curvas
de eficiencia de una economía dada a lo largo del tiempo ponen de manifiesto la senda
de cambio técnico experimentada por la economía. Usando ampliamente los datos de las
Penn World Tables (Summers y Heston, 1991) y datos de largo plazo para la economía
de los Estados Unidos (Duménil y Lévy, 1993), buscamos tendencias sistemáticas hacia
sesgos en las pautas de cambio técnico.
Los datos revelan una tendencia sorprendentemente persistente hacia el aumento de la
productividad del trabajo en el tiempo, acompañada de descensos en la productividad de
capital. Existen, sin embargo, excepciones significativas e interesantes a esta pauta, en
particular durante periodos en los que tanto la productividad del trabajo como la del
capital o aumentan o disminuyen conjuntamente. Estos periodos de progreso y retroceso
técnicos uniformes parecen estar asociados con ciertos mojones históricos en el
desarrollo económico que separan épocas de cambio técnico sesgado hacia la
productividad del trabajo y en contra de la productividad del capital.
Los economistas han reconocido hace mucho esta tendencia básica al aumento de la
productividad del trabajo y al descenso de la productividad del capital, y la han
5[5]
Graduate Faculty; Department of Economics; New School for Social Research; 65 Fifth Avenue, NY,
NY 10003, USA; email: [email protected]
6[6]
Graduate Faculty; Department of Economics; New School for Social Research; 65 Fifth Avenue, NY,
NY 10003, USA.
7[7]
Una versión anterior de este artículo se presentó en el Congreso Internacional de la Universidad de
Brasilia, 2-4 abril de 1997.
explicado desde diferentes puntos de vista. Los dos enfoques básicos son la
interpretación clásica, que ve en estos movimientos el reflejo de un sesgo en la adopción
de cambios técnicos inducido por los incentivos sistemáticos de la economía capitalista,
y la interpretación neoclásica, que los interpretan como si ocurrieran a lo largo de la
isocuanta de una función de producción históricamente estable. Nosotros nos
inclinamos por la interpretación clásica, y comentaremos sobre ello más adelante. Pero
nuestro propósito fundamental en este trabajo es documentar la tendencia subyacente
misma, más que ofrecer explicaciones de ésta.
Los datos que usamos son medidas de producción total nacional basadas en valores de
mercado de los productos, insumos globales de trabajo, y medidas de capital total
basadas en el valor de mercado de los diferentes bienes de capital. El marco analítico
sencillo que empleamos supone una medida única de la producción, el trabajo y el
capital para armonizar la estructura de los datos. Hay problemas importantes de
agregación que se plantean al usar cada una de estas medidas. Por ejemplo, se abstraen
de cambios en las cualificaciones del trabajo y en la composición de los insumos de
trabajo por cualificaciones. Tampoco se distingue entre cambios en la medida de capital
debidos a cambios en los precios y en la composición del stock de bienes de capital de
los cambios debidos a modificaciones uniformes en la cantidad de bienes de capital de
cada clase, un problema profusamente debatido en las controversias de los dos
Cambridge sobre el capital. No nos plantearemos expresamente estas cuestiones en este
trabajo, excepto para puntualizar que la existencia de una pauta omnipresente en los
datos agregados plantea un problema de explicación para cualquier enfoque teórico, y
para observar que nuestro aparato analítico, basado como está en las concepciones de
Sraffa, puede extenderse hasta incluir datos desagregados de capital.
2.1. La curva de eficiencia
Empezamos con la construcción de la curva de eficiencia como un marco de análisis del
cambio técnico en el curso del crecimiento económico. En cualquier periodo es posible
medir la producción real bruta anual de una economía, X, que será representada por el
dato de PIB real proporcionado por el Penn World Table (PWT); su insumo agregado
de trabajo, N, representado por el dato de trabajo empleado en PWT, y el stock de
capital, neto de depreciación, K, representado por nuestra estimación del valor real de
capital neto, construida con los métodos descritos en el apéndice. Conviene trabajar con
cocientes que sean independientes de la escala absoluta de la economía, x = X/N, el
cociente entre producción real e insumo de trabajo, que es una medida de la
productividad de trabajo, y r = X/K, el cociente entre la producción real y el capital, que
mide la productividad del capital. La productividad del trabajo se mide en unidades de
producto real por año de trabajo, y la productividad de capital tiene naturaleza de un
porcentaje anual, como un tipo de interés o una tasa de crecimiento. El cociente x/r = k
es el cociente capital-trabajo de la economía.
La curva de eficiencia de una economía en el espacio (x, r) es una línea recta que
intercepta el eje vertical en x y el eje horizontal en r. El cociente capital-trabajo es la
pendiente de esta línea cambiada de signo.
Figura 1:
La curva de eficiencia representa la productividad del trabajo, x, la productividad del capital, r, y
el cociente capital-trabajo, k, como una línea recta que conecta (0, x) con (r,0), y con pendiente = -k.
Figura 2: La curva de eficiencia también puede representar el lado de la producción y de las rentas
de las cuentas nacionales en términos per cápita.
La curva de eficiencia es también la base para una representación útil de las cuentas
nacionales. Tomando la identidad básica del producto nacional X = C + I, donde C es el
consumo, I la inversión bruta, y donde las compras gubernamentales de bienes y
servicios, y las exportaciones netas se han incluido en el consumo y en la inversión
bruta respectivamente, podemos representar la cuenta de producción sobre la curva de
eficiencia como la línea vertical de altura x a la tasa de crecimiento bruto g + d = I/K,
dividida por la curva de eficiencia entre consumo social (que incluye el consumo de los
no trabajadores), c = C/N, y la inversión bruta por trabajador, i = I/N. Aquí d representa
las cargas de depreciación como una fracción del stock de capital.
De forma similar, el lado de la renta de las cuentas nacionales, X = W + Z, donde W es
la masa salarial, y Z = X - W es la suma de rentas no salariales incluida la depreciación,
puede representarse como una línea vertical en la tasa de ganancia bruta, r + d = Z/K
dividida por la curva de eficiencia entre salario por trabajador, w = W/N, y cash flow
por trabajador, z = Z/N.
2.2. Cambio técnico y curva de eficiencia
El movimiento de la curva de eficiencia a lo largo del tiempo nos da una vívida
representación de la pauta del cambio técnico en una economía en crecimiento.
El cambio técnico que eleva la productividad del trabajo y a la vez mantiene constante
la del capital (cambio técnico ahorrador puro de trabajo, o consumidor de trabajo, o
neutro en el sentido de Harrod **) se corresponde con una rotación de la curva de
eficiencia en el sentido de las agujas del reloj, alrededor de la intersección de la curva
en el eje horizontal. Medimos el grado de cambio técnico ahorrador de trabajo por el
crecimiento porcentual de la productividad de trabajo entre dos periodos, que
denominamos g = H (xt+1 /x) - 1.[**]. Un valor negativo de g indica un descenso en la
productividad del trabajo.
El cambio técnico que aumenta la productividad del capital al tiempo que mantiene
constante la productividad del trabajo (cambio técnico ahorrador puro de capital, o
consumidor de capital **) corresponde a un movimiento de la curva de eficiencia en
sentido contrario a las agujas del reloj, y alrededor de su intersección con el eje vertical.
En lo que resulta ser el caso más común, con descensos en la productividad del capital,
este tipo de cambio técnico se llama utilizador de capital **. Medimos el grado de
cambio técnico ahorrador de capital por el incremento porcentual en la productividad
del capital entre dos periodos, que llamamos c = H (rt+1 /r) - 1. En muchos casos
históricos, resulta que c < 0, lo que corresponde a cambio técnico utilizador de capital.
Si c = 0, tenemos el caso de cambio técnico neutral en el sentido de Harrod, y si c = g,
la curva de eficiencia se mueve en paralelo, que es el caso del cambio técnico neutral en
sentido de Hicks.
Cualquier pauta arbitraria de cambio técnico puede descomponerse en una combinación
de cambios ahorradores de trabajo y ahorradores de capital, correspondiendo al par (c,
g), que representa los grados de cambio ahorrador de capital y ahorrador de trabajo
experimentados, y los correspondientes movimientos de las intersecciones horizontal y
vertical de la curva de eficiencia. La pauta de cambio técnico puede observarse también
atendiendo al par (c, g).
2.3. La teoría clásico-marxiana de la tasa de ganancia decreciente
Adam Smith, siguiendo una larga tradición anterior, asoció una tasa decreciente de
ganancia con la acumulación de capital y el crecimiento de una economía, como una
tendencia omnipresente del crecimiento económico. David Ricardo explicaba esta
tendencia en términos de los rendimientos decrecientes generados por la escasez de
recursos naturales (por ejemplo, tierra agrícola fértil y yacimientos mineros de fácil
acceso), que conducía al descenso de la productividad del trabajo a medida que se
acumulaba capital y crecía la población, junto a un aumento en las rentas y una caída de
la tasa de ganancia. Ricardo reconocía que los cambios técnicos que ahorraban recursos
naturales escasos podían aumentar temporalmente la productividad del trabajo y la tasa
de ganancia, pero anticipó el cese final de la acumulación de capital como resultado de
la elevación de las rentas y de la caída hasta cero de la tasa de ganancia.
Karl Marx criticó la explicación de Ricardo de la tendencia descendente de la tasa de
ganancia, sobre la base de que ignoraba los poderosos incentivos hacia el progreso
técnico inherentes en el modo capitalista de producción. Marx veía las economías
capitalistas como generadoras de un cambio técnico sistemáticamente suficiente para
superar los rendimientos decrecientes de los factores de producción escasos, y rechazó
la explicación de Ricardo de la citada tendencia como resultado de una productividad
decreciente del trabajo y unas crecientes rentas de los recursos escasos. Marx afirmaba
que la tendencia de la tasa de ganancia a caer, identificada y aceptada por Smith,
Ricardo y una larga tradición en la literatura económica anterior, tenía que explicarse en
conjunción con una productividad creciente del trabajo inducida por el cambio técnico.
Marx afirmaba que los capitalistas individuales buscarían adoptar cambios técnicos que
bajaran sus costes de producción a los niveles dados de salario real (llamados cambios
técnicos viables en la teoría moderna), con el objetivo de obtener "beneficios
extraordinarios" gracias a seguir vendiendo el producto a precios determinados por los
costes, más elevados, de sus competidores menos avanzados técnicamente. Marx
concebía este proceso como un poderoso motor de revolución técnica de la producción
capitalista. Si los salarios reales crecen en paralelo con la productividad del trabajo (lo
que ha sido la experiencia histórica efectiva de las economías capitalistas, y corresponde
a una proporción constante de los salarios en la renta nacional, o un valor constante de
la fuerza de trabajo, en términos de Marx (véase Foley, 1986), el proceso de
mecanización puede generar una tasa de ganancia decreciente. (Como apunta Okishio,
1961, los cambios técnicos viables no pueden rebajar la tasa de ganancia sin que se
incremente el salario real). Marx resumía esta visión del desarrollo a largo plazo del
modo de producción capitalista en sus teorías del plusvalor relativo y de la tasa de
ganancia decreciente. Reescribiendo estas ideas en términos modernos, Marx pensaba
en un sesgo sistemático hacia el cambio técnico ahorrador de trabajo y utilizador de
capital como la pauta típica del desarrollo capitalista. En contraste con el cambio
técnico neutral en el sentido de Harrod, que es ahorrador de trabajo pero ni ahorrador ni
utilizador de capital, y se corresponde con una rotación en el sentido del reloj de la
curva de eficiencia a partir de su punto de intersección con el eje horizontal, y a
diferencia del cambio técnico neutral en sentido de Hicks, que es a la vez ahorrador de
trabajo y de capital, y se corresponde con desplazamientos paralelos de la curva de
eficiencia, podríamos decir que el cambio técnico sesgado al modo de Marx es
ahorrador de trabajo y utilizador de capital, y se corresponde con una rotación en el
sentido del reloj a partir de un punto determinado en el cuadrante positivo. Por tanto, el
cambio técnico en Marx supone g > 0 y c < 0. El punto de intersección de la nueva
curva de eficiencia con la antigua representa un salario real para el cual ambas son
igualmente rentables, y puede llamarse el punto de cambio [**].
Desde este punto de vista, la tasa de ganancia en una economía capitalista está
determinada por dos factores: la pauta de cambio técnico y la evolución de la parte de
los salarios en la renta nacional. Una combinación del cambio técnico sesgado en el
sentido de Marx con una proporción constante (o levemente decreciente) de los salarios
en la renta puede conducir (aunque no lo exige necesariamente) a un descenso en la tasa
de ganancia. En este artículo consideramos la pauta de cambio técnico, sin examinar la
evidencia sobre la parte de los salarios en la renta ni la tasa de ganancia.
Figura 3: Una tasa de ganancia descendente con progreso técnico sesgado al modo de Marx,
y con una proporción constantye de los salarios en la renta
2.4. Pautas de crecimiento a largo plazo en los Estados Unidos
Gérard Duménil y Dominique Lévy (1993) han reunido estadísticas agregadas para la
economía de los EE. UU. desde 1869 a 1992, que han puesto amablemente a nuestra
disposición. En particular, estas estadísticas incluyen cuidadosos cálculos del valor real
de la producción bruta, del trabajo empleado y del valor real del stock de capital que nos
permiten dibujar curvas de eficiencia para la economía de los EE. UU. para dichos años,
y visualizar las tendencias a largo plazo del cambio técnico en esta economía.
Figura 4: Cambio en la curva de eficiencia de los Estados Unidos entre 1970 y 1985
(datos de Duménil y Lévy)
Figura 5: Cambio en la curva de eficiencia de los Estados Unidos entre 1870 y 1885
(datos de Duménil y Lévy)
Las figuras 4 y 5 muestran un cambio típico en la curva de eficiencia de los EE.- UU. a
lo largo de un periodo de 15 años, estimado a partir de los datos de Duménil y Lévy.
A pesar del siglo que separa los dos periodos, la pauta cualitativa de cambio es
notablemente coherente, y refleja el sesgo marxiano de ahorro de trabajo y uso de
capital. Una comparación de las dos figuras en su conjunto, revela sin embargo que
tanto la productividad del trabajo como la del capital crecieron sustancialmente entre los
dos periodos. La productividad del trabajo se multiplicó casi por 10, mientras que la
productividad del capital creció del orden de un 25%.
El aumento estudiado en la productividad del capital a la largo de un siglo muestra que
la pauta de sesgo marxiano no es uniforme en los datos de los Estados Unidos. Por
supuesto, si miramos al periodo 1929-49, como en la figura 6, observamos una pauta de
cambio técnico sorprendentemente diferente que parece haber hecho aumentar la
productividad de ambos factores casi en la misma proporción (es decir, haber sido
neutral en el sentido de Hicks).
Figura 6: Cambio en la curva de eficiencia de los Estados Unidos entre 1929 y 1945
(datos de Duménil y Lévy)
Como afirman Duménil y Lévy, usando métodos de análisis algo diferentes, en la
economía de los EE. UU. el periodo 1919-49 fue un periodo tremendamente anómalo en
términos de las pautas de cambio técnico que acompañaron a la acumulación de capital.
El sesgo marxiano que caracteriza tanto al periodo precedente como al posterior da paso
a un periodo de cambio técnico de aumento uniforme en los factores que hizo aumentar
tanto la productividad del trabajo como la del capital. Este hallazgo refuerza la idea de
que el periodo 1919-49 fue un mojón en la historia económica de Estados Unidos, un
periodo en el que hubo profundos y duraderos cambios estructurales en la organización
y técnica de producción.
La figura 7 muestra las curvas de eficiencia en intervalos de 5 años para el periodo
1949-1989, confirmando así la idea del retorno de la pauta característica del sesgo
marxiano.
Figura 7: Curvas de eficiencia de los Estados Unidos en intervalos de 5 años, 1949-1989
(datos de Duménil y Lévy)
2.5. La curva de eficiencia en Brasil, 1959-1990
También podemos usar los datos de PWT y nuestra propia reconstrucción de stocks de
capital nacional para calcular las curvas de eficiencia de un amplio abanico de países
durante el periodo 1959-92, cubierto por PWT. En algunos casos, hemos hecho nuestros
propios cálculos de datos de stocks de capital para algunos países y años que no
aparecían en PWT, usando el método que se describe en el apéndice.
Antes de atender al análisis de este conjunto de datos, examinaremos la experiencia de
un país, Brasil.
La figura 8 muestra la evolución de la curva de eficiencia de Brasil entre 1959 y 1979.
El periodo muestra la pauta del cambio técnico de sesgo marxiano (ahorrador de
trabajo, utilizador de capital) que ya habíamos observado en los datos de los Estados
Unidos.
Figura 8: Curvas de eficiencia de Brasil en intervalos de 5 años
(datos de Penn World Table y reconstrucción propia de los stocks de capital nacional)
Sin embargo, esta característica pauta se interrumpió durante los ochenta, como se ve en
la figura 9. En los 80, el sesgo marxiano en el cambio técnico de Brasil da paso a
fluctuaciones del tipo neutral según Hicks, en el que la productividad del trabajo y del
capital se mueven al unísono. Además, como indica la figura 10, el fuerte movimiento
alcista de la productividad del trabajo en el periodo 1959-79 cambia en los ochenta a
una pauta fluctuante alrededor de un nivel constante. Claramente, en Brasil los años 80,
como el periodo 1929-49 en los EE. UU., representa un periodo de cambio estructural
en la economía. En los Estados Unidos, el periodo 1929-49 significó un avance
sustancial en las productividades del trabajo y del capital, poniendo las bases para un
nuevo periodo de cambio técnico de tipo marxiano. En Brasil, los 80 marcaren un
periodo de estancamiento en ambas productividades.
2.6. Pautas mundiales de crecimiento económico
La notable extensión de los datos de PWT nos permite examinar también las pautas de
cambio técnico en el mundo. Si el sesgo marxiano, ahorrador de trabajo y utilizador de
capital, es típico del desarrollo económico capitalista, esperaríamos ver una fuerte
relación decreciente entre x y r en toda la economía mundial.
La figura 11 representa los datos (r, x) de todos los 126 países y años para los que se
dispone de datos para cualquier parte del periodo 1959-90. Los datos se han ajustado
usando un robusto método no paramétrico (Cleveland, 1993) llamado loess ** robusto.
Figura 9: Curvas de eficiencia de Brasil, 1980-1990
(datos de Penn World Table y reconstrucción propia de los stocks de capital nacional)
Figura 10: La evolución de la productividad en Brasil, 1959-1990
(datos de Penn World Table y reconstrucción propia de los stocks de capital nacional)
La técnica loess ** aplica un ajuste de mínimos cuadrados ponderados a los datos en
cada punto del panel **, con ponderaciones rápidamente decrecientes con la distancia
entre los datos puntuales y los puntos del panel **. El ajuste loess se hace robusto
calculando ponderaciones de robustez que disminuyen rápidamente con el tamaño del
residuo de cada dato a partir del ajuste loess, iterando posteriormente el ajuste loess con
dichas ponderaciones de robustez.
Figura 11: Muestra completa de los puntos (r, x), 1959-1990
(datos de Penn World Table y reconstrucción propia de los stocks de capital nacional)
La existencia de una pauta muy clara de correlación negativa entre la productividad de
capital y la productividad del trabajo a lo largo del desarrollo económico es
inconfundible en estos datos. Hay algunas sorprendentes excepciones (representadas por
los puntos que se escapan hacia el nordeste del racimo principal). Es igualmente claro
que existen variaciones sustanciales en las sendas exactas que siguen las economías
nacionales en el curso de su desarrollo económico, como se observa en la amplia
dispersión de puntos alrededor del punto en que se dobla la curva ajustada. Pero el
clarísimo arremolinamiento de los puntos en torno a la pauta de relación inversa y la
aguda identificación de la relación monotónica entre r y x por el ajuste loess robusto,
dejan pocas dudas de que existe una poderosa tendencia a que las economías nacionales
sigan una senda de productividad decreciente del capital y productividad creciente del
trabajo en el curso de su desarrollo económico.
La explicación de esta sorprendente pauta supera los límites de este artículo, que tan
sólo pretendía explorar los grandes rasgos del desarrollo económico capitalista.
Mencionaremos enseguida dos hipótesis adelantadas en la literatura sobre el tema. La
enorme literatura sobre el modelo de crecimiento neoclásico (desde Solow, 1970, hasta
Mankiw, Romier y Weil, 1992) intenta interpretar esta pauta como si tuviera su origen,
al menos parcialmente, en la existencia de una relación estable del tipo función de
producción entre los insumos de capital y de trabajo. Pero existen serias anomalías
cuantitativas en esta línea explicativa, que sigue siendo enormemente influyente. La
mucho más reducida literatura que sostiene una alternativa de tipo clásico--marxiana a
la función de producción neoclásica (Duménil y Lévy, 1995, es un ejemplo notable)
sugiere que estas pautas son el resultado de sesgos en el cambio técnico inducido, más
que de movimientos a lo largo de una isocuanta de la función de producción.
2.7. Pautas de cambio técnico
La evidencia presentada hasta aquí apoya la hipótesis de que el desarrollo económico
capitalista sigue de forma general, aunque no universal, una pauta de cambio técnico en
la que se combinan los ahorros de trabajos con el uso más intensivo del capital. En esta
sección, contemplamos directamente los datos de tasas de cambio de la productividad
del trabajo y de productividad del capital, c y g.
La figura 12 representa c y g medidos en periodos de 5 años (esto es, para cada país y
año, calculamos la tasa de variación de r y de x entre ese año y otro 5 años posterior)
para los 126 países de nuestra muestra. Existe, como cabía esperar, una fuerte tendencia
a que los puntos se agrupen en el cuadrante noroeste, como corresponde a una c
negativa y una g positiva, aunque los puntos están dispersos en todos los cuadrantes. La
curva loess ajustada a estos datos no revela, sin embargo, ninguna correlación no
negativa entre c y g. En el cuadrante noroeste** la curva es prácticamente plana,
indicando que no hay correlación sistemática entre la magnitud de los cambios en c y
los cambios correspondientes a g en ese periodo. Esto parece incoherente con la
hipótesis de que las economías nacionales se moverían a lo largo de una isocuanta de la
función de producción, pues una isocuanta así introduciría una correlación negativa
entre c y g.
Figura 12: Muestra completa de los puntos (c, g), medidos en intervalos de 5 años, 1959-1990
(datos de Penn World Table y reconstrucción propia de los stocks de capital nacional)
La media y la desviación típica de los datos de c y g se presentan en la tabla 1. La media
confirma la hipótesis general de un cambio técnico sesgado al modo marxiano, pero la
amplia dispersión de los puntos hace que las desviaciones típicas sean grandes en
relación con las medias.
Media
Desv. Típica
c
-1.80931
3.37411
G
1.40838
3.02809
Tabla 1: Media y desviación típica para la muestra total (c, g), medidas en intervalos de 5 años,
1959-1991 (datos PWT y estimaciones propias de stocks de capital nacional)
Un test χ2 ** de la distribución de las pautas de los signos de c y g basados en la tabla 2
rechaza la hipótesis de una igual probabilidad entre las diferentes pautas de cambio
técnico, con una P (nivel de significación probabilística) prácticamente cero.
g> 0
G<0
C<0
0.52907
0.192202
c>0
0.21238
0.0663475
Tabla 2: Frecuencia de las pautas de signo para la muestra total (c, g), medidas en intervalos de 5
años, 1959-1990 (datos PWT y estimaciones propias de stocks de capital nacional)
2.8. Conclusiones
Los economistas políticos clásicos, Smith y Ricardo, identificaron una tendencia
decreciente de la tasa de ganancia con la acumulación de capital. Marx asoció esta
tendencia con un sesgo más fundamental en las pautas del cambio técnico en las
economías capitalistas, hacia técnicas ahorradoras de trabajo e intensivas en capital,
pauta que hemos etiquetados como cambio técnico "sesgado en el sentido de Marx".
Las largas series de datos reunidas para la economía de los Estados Unidos por Duménil
y Lévy muestran que la pauta sesgada al modo de Marx dominó entre los periodos
1869-1919, y 1949-1989 de la economía de los Estados Unidos, con un periodo
intermedio en el que aparece un progreso técnico neutral en el sentido de Hicks. Los
datos de PWT y nuestros propios cálculos de stock de capital nominal también muestran
la misma pauta de cambio técnico à la Marx para la economía brasileña en el periodo
1959-80', seguida de un estancamiento del progreso técnico en la década de los ochenta.
Una exploración de la evidencia de sesgos marxistas en las pautas de cambio técnico en
los datos PWT, completados con nuestros cálculos de stocks de capital nacional, para el
crecimiento económico nacional entre 1959-90 confirma el predominio de la pauta
sesgada al modo de Marx, pero también muestra una minoría significativa de casos con
otras pautas de cambio técnico. Mientras que la relación inversa a grandes rasgos entre
descensos de la productividad del capital y aumentos de a productividad del trabajo es
coherente con la función de producción neoclásica, los detalles estadísticos plantean
problemas cuantitativos sustanciales para el enfoque de la función de producción.
Estos hallazgos preliminares sugieren un número de pistas para futuras investigaciones.
Sería útil categorizar los casos "anómalos", no sesgados à la Marx, para entender qué
países y años representan, y tratar de identificar los factores políticos, sociales y
económicos que podrían explicar este resultado anormal. También sería útil estudiar la
dependencia empírica del grado de cambio técnico ahorrador de trabajo y utilizador de
capital respecto de otros factores, tales como el tamaño de las economías nacionales y
su grado de desarrollo absoluto, medido por sus productividades de trabajo. Estos
estudios podrían llevarnos a una comprensión más profunda del carácter inmanente del
crecimiento económico capitalista.
Reconocimientos
Nos gustaría agradecer a Thomas R. Michl por sus extensos debates sobre la curva de
eficiencia, y por proporcionarnos el acceso a artículos no publicados sobre este tema.
Referencias bibliográficas
Blades, D. 1993. "Comparing capital stocks", en Explaining Economic Growth: Essays in Honor of
Angus Maddison, eds. Adam Szirmai, bar van Aark, y Dirk Plat, Amsterdam: North-Holand.
Cleveland, W. S. 1993. Visualizing Data, AT&T Bell Laboratories.
Duménil, G.; D. Lévy, 1993. The Economics of the Profit Rate, Edward Elgar.
(1995). "A stochastic model of technical change: an application to the U. S. economy (18691989). Metroeconomica 46 (octubre), 213-45.
Foley, D. 1986. Understanding Capital: Marx's Economic Theory. Harvard University Press.
Mankiw, N. G.; D. Romer; D. N. Weil. "A contribution to the empirics of economic growth", Quarterly
Journal of Economics, 152, mayo, 407-37.
Okishio, N.. 1961. "Technical change anbd the rate of profit". Kobe University Economic Review, 7, 8699.
Solow, R.. 1970. Growth Theory. Oxford University Press.
Sraffa, P. 1961. Production of Commodities by Menas of Commodities. Cambridge University Press.
Srinivasan, T. 1995. "Long-run growth theories and empirics: anything new?", en Growth Theories in the
Light of the East Experience, ed. Takatoshi Ito y Anne Krueger. Chicago: University of Chicago Press.
Summers, R.; Heston, A. 1991. "The Penn World Table (Mark 5): An expanded set of international
comparisons, 1950-1988", Quarterly Journal of Economics, 106: 327-68.
Apéndice sobre fuentes de datos y metodología
Este apéndice presenta las fuentes de datos y una breve descripción de la metodología usada para calcular
las series empleadas en este artículo. La fuente de datos utilizada es el Penn World Table (Mark 5.6)
(PWT v. 5.6). El PWT v. 5.6 muestra, para 152 países, un conjunto básico de cuentas nacionales, precios
relativos y datos demográficos que permite comparar entre países y a lo largo del tiempo. Para algunos
países, también se recogen los datos de stock de capital del periodo 1965-1992. Para la lista de variables y
la exposición de la metodología PWT, véase Summers y Heston (1991). La PWT v. 5.6 cubre el periodo
1950-1992 para algunos países, y para otros empieza después de 1950 o termina antes de 1992. En este
artículo, se eliminaron todos los países que tenían sus primeros datos con posterioridad a 1960. El
resultado es una muestra de 126 países con la siguiente distribución por continentes: África, 48; América,
27; Asia, 22; Europa, 25; Oceanía, 4.
El PIB real utilizado es el índice encadenado expresado en términos de paridad de poder adquisitivo
(PPA) de 1985. Se obtuvo multiplicando la población total y el PIB real per cápita. La productividad del
trabajo se presenta en el PWT v. 5.6 medida como el PIB real por trabajador. Sin embargo, esta variable
presenta su último dato en 1990, por lo que éste ha sido el último año cubierto en este artículo.
La productividad del capital se calcula usando nuestro propio cálculo de datos de stock de capital para los
126 países y nuestros "datos de referencia [benchmark data**], los cálculos de PWT v. 5.6. Nuestro stock
de capital se obtiene por el método del inventario permanente (MIP), usando las series de inversión
obtenidas a partir de la variable proporción de la inversión real en el PIB proporcionada por el PWT v.
5.6. Se empleó una vida útil de 10 años, es decir, una tasa de depreciación del 10%. Se supone que la
depreciación sigue un comportamiento lineal. Además, todos los activos se consideran de la misma
duración de vida útil. Inicialmente, los datos de inversión se acumulan adecuadamente hasta obtener la
primera estimación, y a continuación se obtiene el stock de capital. Es la suma acumulada y depreciada de
las inversiones agregadas en el pasado, en tanto que nuestros puntos de referencia ** son "las sumas
acumuladas y depreciadas de inversión interior bruta en bienes duraderos de producción, construcción no
residencial y otras construcciones" /Summers y Heston, 1991, p. 347) a las que se añadió el stock de
capital en construcción residencial.
Hay ciertos problemas inherentes a cualquier intento de extender así los datos PWT. En primer lugar, está
el problema de la calidad de los datos sobre inversión de la tabla PWT. Srinivasan (1995) llama la
atención sobre este problema. En segundo lugar, como los datos de inversión no se presentan por
categorías de formación bruta de capital fijo y se ofrecen para un corto periodo de tiempo, no sólo se
supone que todas las categorías de formación bruta de capital tienen la misma vida útil de sus activos,
sino que además esa vida útil es muy corta. El método MIP infravalora el tamaño del stock de capital y su
sesgo relativo puede cambiar considerablemente para países con composiciones muy diferentes de la
formación bruta de capital fijo cuando se considera la 'verdadera' vida del activo. En términos de tasas de
crecimiento del stock de capital, el efecto de una vida activa corta es reducir dicha tasa en una economía
con una rápida expansión de la inversión, y viceversa. Pero, como señala Blades (1993, p. 404), "el uso de
vidas útiles erróneas no introduce ningún sesgo sistemático en las tasas de crecimiento del stock de
capital". El cálculo del stock reduce el periodo de cobertura del presente artículo en relación con el
periodo que ofrecen los datos de PWT v. 5.6. La primera observación para los países analizados se
extiende de 1959 a 1969.
A pesar de los límites de la información y de lo limitado de nuestro procedimiento, nuestros cálculos del
cociente producción-capital y de su tasa de crecimiento son similares a los calculados con nuestras
referencias de los datos del PWT cuando dichos datos están disponibles. El coeficiente de correlación
media entre nuestros cálculos de stock de capital y los de PWT es de 0.97. En primer lugar, se estimó la
correlación para cada país para el que PWT proporciona un cálculo de stock de capital, y luego se sacó la
media de todos ellos. Esto indica una asociación lineal muy alta entre ambos cálculos.
CAPÍTULO 3
Alan Freeman8[8]
UN CICLO ENDÓGENO DE LA TASA DE GANANCIA
3.1. Las ecuaciones
Consideremos el siguiente sistema:
K' = I
(1)
I' = a (S/K - R)S
(2)
La variable K representa el valor monetario del stock de capital; la variable I es el valor
monetario de la tasa de inversión; S, una constante, es el valor monetario de los
beneficios por periodo; R es la tasa de ganancia 'objetivo', y a es un parámetro. S/K es,
por tanto, la tasa de ganancia media que llamaremos r. Una I negativa significa
desinversión neta.
Como vamos a ver, este sistema muestra ciclos periódicos estables tanto de I como de
K, excepto en el punto fijo estable K = S/R. I oscila entre extremos positivos y
negativos iguales, mientras que K fluctúa simétricamente entre un mínimo inferior a
S/R pero superior a cero, y un máximo superior a S/R pero limitado. Esto es válido para
cualquier valor inicial de I y cualquier valor inicial positivo de K y de los parámetros S,
R y a.
La ecuación (1) afirma que el stock de capital crece o disminuye a una tasa igual a la
tasa de inversión. La ecuación (2) afirma que si la tasa de ganancia media cae por
debajo de la tasa objetivo, los empresarios reducirán su inversión total; mientras mayor
sea la brecha, más rápida será esa reducción. Inversamente, si la tasa de ganancia crece
por encima de la tasa objetivo, la inversión crecerá de la misma manera. El cambio en la
inversión se representa aquí como una proporción a(r - R) de la masa de ganancias, S.
Los gráficos 1a, 1b y 1c muestran el perfil de K, I y r en el tiempo, y los gráficos 2a y
2b recogen las órbitas de K y r alrededor de I, para valores iniciales K0 = 200, I0 = 10, y
para S = 50, R = 0.05 y a = 0.02.
El 'mecanismo' cualitativo es el siguiente. Comencemos en un 'punto típico' (A) en el
que la tasa de ganancia efectiva supera la tasa objetivo, y donde I es positivo. K
aumenta, disminuyendo la tasa de ganancia hasta que se alcanza el umbral K = S/R o r =
R. En cuanto r supera a R, la inversión comienza a caer, pero sigue siendo positiva hasta
el punto B, estando determinados el máximo de K y el mínimo de r por a, R y las
condiciones iniciales. Una vez que la inversión cae por debajo de cero (desinversión), K
empieza a disminuir de forma que r se hace creciente aunque I siga cayendo. Cuando K
alcanza de nuevo el umbral S/R en el punto C, la inversión todavía en negativa pero I' se
hace positiva. K desciende hasta el mínimo D, determinado también por los parámetros
y las condiciones iniciales; I se hace ahora positiva y el stock de capital comienza a
aumentar, reiniciando el ciclo.
8[8]
School of Social Sciences; University of Greenwich: Avery Hill Road; London SE9 2HB; Tel. (44)
181 858 6865; [email protected]; www.greenwich.ac.uk/~fa03
0
3.2. Significado económico
2500
2300
2400
2200
2100
1900
2000
1800
1600
1700
1500
1400
1200
1300
1100
1000
800
900
700
500
600
400
300
100
200
Profit Rate (=S/K)
2400
2500
2000
2100
2200
2300
1700
1800
1900
1300
1400
1500
1600
900
1000
1100
1200
600
700
800
200
300
400
500
0
100
Investment
2300
2400
2500
1800
1900
2000
2100
2200
1300
1400
1500
1600
1700
800
900
1000
1100
1200
300
400
500
600
700
0
100
200
Capital Stock
Chart 1a: Capital Stock (K) against time
4500
4000
3500
3000
2500
2000
1500
1000
500
0
Time
Chart 1b: Investment (I) against time
15
10
5
0
-5
-10
-15
Time
Chart 1c: Profit rate (S/K) against time
0.8
0.7
0.6
0.5
0.4
0.3
0.2
0.1
0
Time
Figura 1: Gráficos temporales para K0 = 200, I0 = 10, S 0 50, R = 0.05, a = 0.02
Se sabe que pueden generarse o simularse ciclos económicos endógenos usando
sistemas de ecuaciones lineales de segundo orden, siendo el más conocido de los
primeros ejemplos de este tipo el modelo del multiplicador-acelerador de Samuelson
(1939).
Una crítica generalmente admitida hacia los modelos lineales es que sólo un valor del
parámetro de control produce ciclos estables autosostenidos. Se plantea por tanto el
problema de explicar dos de las características más notables del sistema capitalista,
como son la persistencia de los ciclos económicos y la falta de un equilibrio estable.
Un acelerador no lineal y otros modelos posteriores fueron desarrollados por Godwin
(1951, 1992), y sus colaboradores nos hicieron caer en la cuenta de que los ciclos
persistentes sólo aparecen cuando hay términos no lineales en la ecuación de
movimiento. Pero en la mayoría de estos modelos, la tasa de ganancia como
determinante del comportamiento de la inversión o bien estaba ausente o desempeñaba
un papel incidental, y el proceso de ajuste se centraba, bien en la interacción entre
inversión y consumo o producción, bien en la interacción entre empleo y niveles de
salario.
Chart 2: Investment (I) against Capital Stock (K)
K=S/R = 1000
15
A
10
I
5
D
0
0
B
500
1000
1500
2000
2500
3000
3500
4000
4500
-5
-10
-15
C
Capital Stock (K)
Chart 2b: Investment (I) against Profit Rate (r)
Note: High r corresponds to low K and vice versa
15
A
10
r = R = 0.05
5
I
B
0
0
D
0.1
0.2
0.3
0.4
0.5
0.6
0.7
0.8
-5
-10
-15
C
r
Figura 2: Órbitas para K0 = 200, I0 = 10, S 0 50, R = 0.05, a = 0.02
Ni los pensadores neoclásicos ni los marxistas han construido, que yo sepa, modelos
formales en los que la propia tasa de ganancia ejerza su influencia predominante en la
conducta de la inversión, a pesar de la importancia que la tasa de ganancia tiene en las
teorías marxista y clásica, y a pesar de la significativa evidencia empírica descubierta
por autores de ambas escuelas sobre variaciones de la tasa de ganancia a lo largo del
ciclo.
Los trabajos neoclásicos y postkeynesianos se han centrado en el comportamiento de los
precios, en las expectativas o en la relación entre inversión y producción o consumo. El
interés marxista en los ciclos a principios de siglo se centraba, desde Rosa Luxemburgo
en adelante (véase Day, 1981), en la inestabilidad de las proporciones de reproducción
per se, mientras que los modelos duales cruzados como los de Semmler, Flaschel y sus
colaboradores (véase Wegnerg, 1990) ocupan una posición intermedia, en la medida en
que se mantiene la preocupación por las proporciones intersectoriales pero se deja que
el sistema de precios desempeñe un papel dinámico importante.
Yo he ideado este sistema de ecuaciones para comprobar si podían generarse ciclos
estables exclusivamente sobre la base de cambios en la tasa de ganancia. El sistema se
abstrae consecuentemente de todas las variaciones en el comportamiento de la inversión
que estén influidas o determinadas por cambios en el mercado de trabajo, el nivel de
precios o las variaciones en las cantidades consumidas o producidas. Por esta razón, S,
la parte del excedente monetario disponible para la inversión o para el consumo de los
capitalistas privados, se supone constante, y sólo se dejan variar al stock de capital y a
la inversión, viéndose ésta afectada exclusivamente por la tasa de ganancia.
Estos rasgos simplificadores no pretenden representar una economía real. Se trata de un
ejercicio mental para mostrar que desde un punto de vista teórico la influencia de la tasa
de ganancia sobre el ciclo económico debe ser re-estudiada seriamente. Puesto que el
modelo presenta fluctuaciones cíclicas persistentes sobre la base de variaciones en la
tasa de ganancia exclusivamente, y puesto que empíricamente la variación de la tasa de
ganancia es una variable clave en el curso real de los ciclos económicos, me parece que
existen fundamentos más que suficientes para llevar a cabo un estudio teórico de esta
variable olvidada.
Sin embargo, los supuestos especiales exigidos por el modelo son muy escasos. K e I se
refieren a los valores monetarios y, por tanto, la primera ecuación es una identidad.
Además, I es un residuo. No representa, por tanto, el conjunto de los beneficios, sino
sólo la porción de los mismos que no se consume privadamente. Al mismo tiempo
incluye la inversión 'no deseada'. Las ecuaciones no excluyen, por tanto, cambios en los
salarios monetarios o en la estructura física del capital o de la inversión, y, por
consiguiente, del 'cociente capital-producto'. Lo que hacen es abstraerse de ellos.
Simplemente aíslan el impacto de la tasa de ganancia media que es una variable
sintética que representa el efecto combinado de todos los cambios citados más arriba.
Sin embargo, como muestran los resultados, se trata de una variable sintética muy
poderosa.
Su propiedad crucial es que aunque otras variables explicativas como el salario real
puedan cambiar o no, el comportamiento del sistema es independiente de lo que ocurra
con ellas. Esto arroja algunas dudas de hasta qué punto es inteligente tratarlas como
factores causales de las variaciones cíclicas, y reabre la olvidada cuestión del papel de la
propia tasa de ganancia en el ciclo.
3.3. Propiedades formales del sistema
Podemos transformar las ecuaciones (1) y (2) en una forma canónica, que nos facilita la
tarea de estudiar sus propiedades básicas, usando las coordenadas k, i, donde k, la
transformación de K, es 0 cuando K = S/R y -1 cuando K = 0, y donde i se re-escala
para mantener la relación k' = i. Las ecuaciones de esta transformación son:
K = K(R/S) - R/S
Por tanto, K = (k + 1)S/R y K' = x' S/R
I = I R/S
Y, por tanto, I = I S/R y I' = i' S/R
Todo esto nos lleva a que
I' = aS(S/1+k R/S - R) = aSR (1/1+k - 1) = -aSR k/1+k
Escribiendo la constante B en lugar de aSR, tenemos
K' = i
(3)
I' = - B k/1+k
(4)
Esto es un sistema autónomo plano**, lo que significa que el tiempo no desempeña aquí
ningún papel explícito. Esto hace posible derivar la ecuación de la órbita (la relación
entre k e i, o K e I) directamente, dividiendo k' entre i' para obtener:
Di/dk = -B k/1(1+k)
(5)
Por separación de variables llegamos a
Idi = -B k/1+k dk = B(1/1+k - 1)
A partir de lo cual, mediante integración, obtenemos
i2 = B {log(1+k) - k} + C
(6)
donde C es la constante de integración. Esto nos da un conjunto de curvas cerradas en el
plano k-i, que se corresponden con oscilaciones periódicas de K y de I.
Podemos profundizar algo más observando que si se elimina i para obtener la ecuación
diferencial de segundo orden
K'' = -B k/1+k
(7)
lo que puede compararse con el clásico oscilador lineal (y la linealización de este
sistema)
k'' = -Bk
(8)
donde Bk es una fuerza restauradora proporcional a la distancia de k desde el equilibrio.
Esto oscila indefinidamente en una órbita fija, salvo que se lo someta a parones o
empujones. Si la fuerza de restauración no es proporcional a la distancia k, el sistema
puede compararse bien con un manantial que se va haciendo más caudaloso (la fuerza
aumenta 'más rápidamente' que Bk) o más débil (la fuerza aumenta 'más despacio' que
Bk).
El denominador 1/(1+k) modifica este comportamiento de forma asimétrica. Para k
positivas, disminuye la 'fuerza restauradora' con una distancia desde k =0,
comportándose como un manantial decreciente, mientras que para k negativas (-1 < k <
0) la aumenta, comportándose como un manantial creciente. Por consiguiente, la fase
del ciclo para la que la inversión es decreciente (k < 0) es más larga que la fase en que
la inversión crece (k > 0), de forma que, por una parte, la tasa de ganancia está por
encima del objetivo por un periodo más largo del ciclo del que está por debajo; pero,
por otra, el gráfico de la inversión en relación al tiempo es un diente de sierra invertido,
con el filo delantero (cuando la inversión crece) más afilado que el trasero (con
inversión decreciente).
El segundo resultado no concuerda con la pauta observada del ciclo económico, pero
nuestra intención no es mimetizar el ciclo. Es demostrar que, puesto que se puede
generar un ciclo en un sistema en el que todas las variaciones debidas a fluctuaciones de
precios y cantidades se han dejado de lado, sería imprudente concluir que son éstos los
únicos factores que operan. Puesto que los ciclos aparecen cuando el impacto de las
variaciones en la tasa de ganancia es el único factor presente, este factor tiene que
tomarse en serio en futuras investigaciones.
Las órbitas del sistema vienen dadas por la ecuación
H(k, i) = i2 + Bk - Blog(1+k) = C
(9)
donde H, dicho sea de paso, es el hamiltoniano del sistema, interpretado a veces como
su 'energía'. Quizás merezca la pena señalar que i2 corresponde a la integral de la
inversión en el tiempo, con lo que podría considerarse como la 'bomba' que hace oscilar
al sistema.
3.4. Forma y estabilidad
Como se ha dicho, la órbita es una curva cerrada en el plano k-i, de modo que el sistema
recorrerá ciclos estables que vuelven al mismo punto (k0, i0) donde empezaron. Puesto
que en ese punto las ecuaciones son idénticas al punto de partida, su periodo debe ser
fijo, aunque esto no nos diga cuál es.
Para estudiar la forma de la órbita nos puede ser de utilidad una rápida mirada a la curva
Z = log(1+k) - k
(10)
que aparece en la figura 3. Tiene una singularidad cuando k = -1, que, de acuerdo con la
elección de nuestras coordenadas, corresponde al punto K = 0. Es, por tanto, importante
establecer si k puede caer por debajo de -1, ya que esto correspondería a un stock de
capital negativo.
La curva tiene un máximo en k = 0 (K = S/R), en el cual z es igual a cero. Esto nos da
de forma inmediata los extremos de i a partir de la ecuación (6), es decir, i = ± √C. Esto
refuerza también el resultado de que no hay órbitas reales para C < 0.
Abordaremos, antes de establecer los extremos de k, la dependencia de la órbita rspecto
de las condiciones iniciales y el parámetro a, que determinan conjuntamente el valor de
la constante B.
Chart 3: Graph of log(1+k)-k
1.5
1
0.5
0
log(1+k)
-0.5
k
log(1+k)-k
-1
-1.5
-2
1
0.9
0.8
0.7
0.6
0.5
0.4
0.3
0.2
0
0.1
-0.1
-0.2
-0.3
-0.4
-0.5
-0.6
-0.7
-0.8
-0.9
-2.5
k
Sustituyendo los valores iniciales de k0, i0, tenemos
C = i02 - B{log(1+k0) - k0}
Y por consiguiente (6) se convierte en
i2 - i02 = B{log(1+k) - log(1+k0) - (k - k0)}
(11)
Los valores extremos de k se obtienen escribiendo di/dk = 0, que, a partir de (5), nos
lleva a i = 0 y, por tanto
k - k0 - log(1+k) + log(1+k0) = i02
log (1+k) - k = log(1+k0) - k0 - i02
(12)
Como se dijo, si k tiende a -1 o a ∞, log(1+k) - k tiende a -∞, de modo que (al ser la
órbita una curva cerrada) si estos extremos existen deben estar en el rango -1 < k0 < ∞.
Los extremos no existirán si el lado derecho de (12) está por encima del máximo del
lado izquierdo, es decir k = 0, lo que significa que la órbita existe y da valores de k entre
-1 y ∞ para cualquier valor real positivo inicial K0 y cualquier B positiva.
3.5. Comentario y conclusión
Que yo sepa, éste es el primer modelo de ciclo económico endógeno en el que la única
variable explicativa es la tasa de ganancia. Es tentador presentar un modelo así sólo
como un juguete para especialistas matemáticos o como reivindicación de un punto
olvidado de la economía. Pero yo creo que se trata de algo más.
Es un lugar común que la prueba de una teoría radica en su predicción de la realidad
observada. Hay una tendencia a reducir esto a una simple exactitud numérica, sirviendo
para ello la econometría como una especie de manantial decreciente. Una comprobación
empírica más exigente de una teoría es su capacidad para explicar todos los hechos
observados sin dejar nada fuera. Esto incluye los hechos cualitativos. Una teoría que
predice numéricamente precios para seis años dentro de un margen del 5%, pero no es
capaz de explicar una devaluación, no es válida empíricamente, no por el tamaño de la
desviación numérica --que puede ser efímera si da paso a buenos tests de significación-sino a causa de la importancia cualitativa de las devaluaciones.
Además, las teorías conquistan normalmente picos cualitativos antes de nivelar los
valles cuantitativos. Éste es el punto decisivo del que depende su poder glacial. Por
supuesto, deben conquistar todo el terreno; pero una teoría que no sube a las cimas no
puede recorrer los valles. Desde este punto de vista, la superioridad de la astronomía de
Galileo no radica en la exactitud de su detalle, sino en el hecho de que podía explicar
una observación cualitativa decisiva --las lunas de Júpiter-- que no podían explicarse de
otra forma. Al introducir un nuevo modelo de ciclo, es apropiado entonces preguntar
qué fenómenos cualitativos debería abordar cualquier explicación de los ciclos
económicos.
La contribución decisiva de Goodwin es sin duda su insistencia en que la teoría debe
explicar dos rasgos cualitativos esenciales del capitalismo, como son la persistencia y la
estabilidad de los ciclos. Éstos, junto a la desigualdad de gentes y naciones, son quizás
los dos fenómenos más repetidamente observados en una economía de mercado. Su
explicación es un Santo Grial de la investigación económica seria aunque tengan que
ver con la más burda realidad mundana.
Merece la pena destacar dos puntos más, que son menos evidentes. En primer lugar, una
teoría verdaderamente general tiene que basarse en los rasgos más persistentes y
profundos de una economía de mercado, ya que los ciclos económicos han existido
desde que existe el capitalismo. Cualquier explicación que recurra a rasgos efímeros o
transitorios de este sistema es sin duda cuestionable, pues el investigador riguroso debe
preguntar por qué los ciclos ocurren aunque estén ausentes esos rasgos. En segundo
lugar, y por lo que respecta a esos rasgos más transitorios de una economía de mercado,
aun si no se usan como variables explicativas, es importante que el modelo no los
excluya a priori. En caso contrario, sería imposible integrarlos en una versión posterior,
más completa y, por tanto, más exacta, del modelo.
Se necesita por tanto que una teoría del comportamiento cíclico combine dos rasgos
difíciles de reconciliar. Por una parte, en su forma más simple y abstracta, sus variables
deben referirse a los rasgos más profundos, persistentes y generales de las economías de
mercado; pero por otro lado estas variables no deberían excluir, sino resumir y
comprender, todas las demás, y diversas, variaciones que se asocian con ciclos
particulares en momentos y lugares específicos.
Consideremos la ecuación del acelerador
K* = kY
Donde K* es el stock de capital deseado, Y es el capital, y k es el cociente capitalproducto. Ésta es la base del modelo de acelerador no lineal de Goodwin (1951),
consistiendo el proceso dinámico de ajuste en la forma en que la inversión K' reacciona
ante las diferencias entre K* y K, el stock efectivo de capital.
La interpretación habitual de k es un rasgo técnico de la economía, que representa la
productividad física del capital. Por supuesto, ésta es la razón de que normalmente se la
considere, bien como una constante, bien como una consecuencia del cambio técnico.
Goodwin (1951) ya se refirió a algunas de las limitaciones de esta ecuación. Aquí
llamaré la atención solamente sobre un punto sutil, que es el siguiente: al formar parte
los activos monetarios del stock de capital K (y competir también por la atención de los
inversores), y al ser K e Y cantidades monetarias, la supuesta relación técnica entre
ambas no es tal. Pues, en el transcurso de una recesión el primer y más probable proceso
no es el descarte parcial del stock de capital físico sino la emigración del nuevo capital
de inversión desde la inversión productiva a la improductiva; esencialmente en activos
monetarios.
Esta característica particular de la economía de mercado --la migración del capital entre
activos monetarios y productivos-- puede que no sea universal pero fue objeto de mucha
atención por parte de Keynes, para quien el 'ajuste' del stock de capital a la producción
puede y de hecho tiene lugar a través de un ajuste a la baja de la producción, no a través
de una ajuste al alza del capital. Pero esto corrige también el cociente capital-producto a
la baja, tal como cabe esperar de una transferencia de activos fuera de la producción,
aun siguiendo siendo parte del stock general de capital. Así se rompe un eslabón clave
en esta cadena del modelo de acelerador-multiplicador: la supuesta relación técnica
entre la producción y el capital.
La aparente sencillez de los modelos de multiplicador-acelerador se obtiene por tanto a
un coste cierto: la simplificación deja fuera variables explicativas esenciales. Éstas
pueden ser reincorporadas luego, pero al coste de la sencillez inicial. No es posible
teorizar una relación puramente técnica entre producción y capital salvo si se prescinde
de la dimensión monetaria.
Un problema diferente surge con los supuestos exigidos por los postkeynesianos,
basados en modelos de ajuste duales cruzados, o salarios-empleo, lo mismo que otros
intentos más complicadas, todos los cuales introducen algún supuesto especial de
comportamiento que rige la conducta de los agentes. Por ejemplo, en el bien conocido
modelo de Lotka-Volterra de Goodwin, se necesita que un aumento en los salarios
monetarios venga acompañado de un descenso en el empleo, y viceversa. Esto es
frecuente, pero no universal.
No se aprecia plenamente que la tasa de ganancia, y la relación entre inversión y
acumulación, es inmune a ambas dificultades. La clásica relación de Harrod
K' = I
es una identidad contable una vez que la variable K se amplía hasta incluir los activos
financieros y la inversión, I, hasta incluir los efectos de la depreciación y la apreciación.
La masa de ganancias, una vez extendida hasta incluir todas las apropiaciones a partir
de la renta bruta incluidos el interés y la renta, está igualmente relacionada con la
producción neta por la identidad contable
S=Y-W
donde W son los salarios monetarios. La ecuación de la tasa de ganancia
R = S/K
no deriva, por tanto, como se supone a menudo, de ningún supuesto técnico o especial,
sino que es una identidad deducida a partir de dos identidades, y define por tanto un
parámetro universal de una economía de mercado. El modelo que hemos presentado es
tan simple y esquelético como el modelo multiplicador-acelerador, pero está desprovisto
de sus supuestos especiales.
La relación entre la tasa de ganancia y el stock de capital puede de hecho establecerse
con independencia de relaciones técnicas o físicas, si se hace en términos monetarios e
incluye los activos monetarios. Es sencillamente el cociente entre los beneficios
monetarios totales y el capital monetario total. Esto tiene que ser así, con independencia
de los cocientes físicos subyacentes; está entre las características más sobresalientes de
una economía monetaria. Igualmente persistente, e igualmente independiente de todas
las relaciones técnicas, es la tendencia del capital a buscar el rendimiento más alto
posible, y me parece más convincente buscar los determinantes del comportamiento de
la inversión (como hicieron Keynes y Marx) en la relación entre a inversión y la
rentabilidad que ofrece; o, al menos, tener esta relación en cuenta.
Podría parecer que este énfasis excluye el proceso de cambio técnico en sí de la
explicación, para atender tan sólo a la expresión aparentemente superficial de los
precios de mercado. Esto malinterpretaría lo que el sistema de ecuaciones nos permite
afirmar.
¿Qué ocurre cuando, gracias al cambio técnico, un producto más barato sustituye a otro
más caro? Según la teoría más tradicional, el valor corriente del stock existente de este
producto se cuenta en la producción a su nuevo valor, el valor de reposición. Un cuerpo
creciente de investigación teórica (véase Freeman y Carchedi) se opone a ese punto de
vista argumentando la evidencia de que el valor de cualquier elemento del stock de
capital en los inventarios del inversor no es lo que le cuesta ahora reemplazarlo, sino su
precio monetario en el momento de la compra. La depreciación, desde este punto de
vista, supone una ganancia caída del cielo para el productor del producto nuevo y más
barato, y una pérdida para el propietario del stock más antiguo y costoso.
Desde el punto de vista de la sociedad en su conjunto, en consecuencia, el valor
monetario del stock del capital --la suma sobre la que se calcula la tasa de ganancia-- es
igual al coste monetario histórico del stock, no a su coste de reposición.
Al ser esto así, la ecuación de Harrod, K' = I, es, en términos monetarios, una verdad
exacta, una identidad.
Bajo esa verdad fundamental puede haber una multiplicidad de realidades físicas. La
desinversión en términos monetarios, por ejempo, , puede resultar tanto del desecho
físico o del simple remplazamiento del stock físico más antiguo y caro al menor precio
que el avance técnico hace posible, siendo el excedente monetario gastado
improductivamente en este caso. En resumen, para que se aplique la fase de caída de la
producción que se representa en el modelo precedente basta con que el proceso de
cambio técnico continúe a una tasa decreciente, sin una expansión real.
Igualmente, la simple afirmación de un volumen monetario de ganancia constante no
excluye de ninguna manera substanciales variaciones del salario real. S es una variable
sintética que expresa la interacción combinada de los cambios tanto en la productividad
en el sector de bienes de consumo como en el salario monetario. En términos
adecuados, simplemente expresa una combinación de costes que aumenta en total a la
misma tasa que la productividad.
Por consiguiente, la sencillez de la ecuación de la tasa de ganancia oculta la
complejidad de las relaciones físicas que puede expresar. En particular, si a través del
análisis del valor podemos aislar los efectos de los cambios en la productividad de los
cambios efímeros en el nivel agregado de precios, llegamos a que dichas variables
actúan, como la energía en Física, como la base para establecer las constantes de
movimiento de un sistema por lo demás complejo --quizás lo más cercano que la
economía pueda estar de una expresión global del antiguo objetivo de un resumen
esencialmente simple de sus complejas leyes de movimiento.
Referencias bibliográficas
Las obras que se citan no deben entenderse como una lista completa de la literatura, sino como una
selección de los repasos más recientes entre los que el lector puede encontrar en este campo.
Attfield, C.I.F.; Demery, D.; Duck, N.W. (1992). Rational Expectations in Macroeconomics, Oxford:
Blackwell.
Day, R. B. (1981). The Crisis and the 'Crash': Soviet Studies of the West, 1917-1939, Londres: Verso.
Dore, M. H. I. (1993). The Macrodynamics of Business Cycle. Oxford: Blackwell.
Drazin, P. G. (1992). Nonlinear Systems. Cambridge: CUP.
Freeman, A.; Carchedi, G. (1995). Marx and Non-Equilibrium Economics, Aldershot: Edward Elgar.
Goodwin, R.M. (1951). "The non-linear accelerator and the persistence of business cycles",
Economterica, 19.
(1992). Chaotic Economic Dynamics. Oxford: OUP.
--; Krüger, M; Vercelli, A. (eds.) (1984). Non-Linear Models of Fluctuating Growth. Berlín: Springer
Verlag.
Mulineux, A.; Dickinson, D.G.; Peng, W. (1993). Business Cycles. Oxford: Blakwell.
Samuelson, P. A. (1939). "Interactions between multiplier and the principle of acceleration", Review of
Economics and Statistics, XXXI, pp. 75-78.
Wegberg, M. Van (1990). "Capital mobility and unequal profit rates: a classical theory of competition by
boundedly rational firms", Review of Radical Political Economics, vol. 22, nº 2-3.
CAPÍTULO 4:
Anwar Shaikh9[9]
LOS TIPOS DE CAMBIO REALES
Y LOS MOVIMIENTOS INTERNACINALES DE CAPITAL
Resumen. Este artículo demuestra que los términos de intercambio [**o comercio] de los países están
determinados por la igualación de las tasas de ganancia de los capitales reguladores internacionales, dados
unos niveles socialmente determinados de los salarios reales nacionales. Esto proporciona una base
clásico--marxiana para la explicación de los tipos de cambio reales, basada en el mismo principio de la
ventaja absoluta de costes que regula los precios nacionales. Para ello, no es necesario tener en cuenta los
flujos internacionales de inversión directa; basta con suponer la movilidad internacional del capital
financiero. Este tipo de determinación de los términos de intercambio conlleva que el comercio
internacional generará normalmente desequilibrios comerciales estructurales y persistentes, que se
cubrirán con flujos de capital determinados endógenamente, que cerrarán las brechas existentes en las
balanzas de pagos totales. Se desprende también que las devaluaciones no tendrán efectos duraderos sobre
las balanzas comerciales, a menos que se produzcan también cambios fundamentales en los niveles
nacionales de salarios reales o de productividad. Por último, se concluye asimismo que en general no
serán válidas ni la versión absoluta ni la relativa de la hipótesis de la Paridad de Poder Adquisitivo (PPA),
aunque la última parece tener vigencia cuando un país experimenta una tasa de inflación relativamente
alta. Todas estas pautas están bien documentadas, y, en contraste con la teoría de la ventaja comparativa o
de la PPA, este enfoque muestra que la evidencia histórica disponible es perfectamente coherente. Se han
hecho contrastaciones empíricas de las proposiciones defendidas en este artículo, siempre con buenos
resultados.
El objetivo de este artículo es demostrar que los tipos de cambio reales entre países
están determinados por la igualación de las tasas de ganancia entre los capitales
reguladores a escala internacional, dados unos niveles de salario real socialmente
determinados a escala nacional. Esto proporciona una explicación clásico-marxiana de
los términos de intercambio internacional, basada en el mismo principio de la ventaja
absoluta de costes que rige los precios nacionales. Un enfoque de este tipo forcé la clara
ventaja de ser coherente con las pautas empíricas más importantes mostradas por el
comercio internacional. Por su parte, se opone frontalmente al principio de la ventaja
comparativa en el que descansa la mayor parte de la teoría del comercio internacional.
Los argumentos teóricos que se presentan a continuación se han comprobado
empíricamente en Román, 1997; Napoles, 1997; Antonopoulos, 1997; Shaikh, 1998.
A continuación se mantendrán los siguientes supuestos fundamentales. Dentro de cada
nación, se supone que tanto el capital como el trabajo son móviles, aunque se supone
que el último lo hace más lentamente y más condicionado por vínculos culturales e
históricos. Ésta es la razón de que los salarios reales puedan diferir entre las regiones de
un mismo país, dentro de ciertos límites. No se supone la existencia de pleno empleo.
A escala internacinal, se supone que tanto el capital financiero como el no financiero
fluyen de un país a otro en busca de rendimientos más elevados. Se supone que los
obstáculos a esta movilidad, especialmente en el caso del capital financiero, son mucho
menores que los que frenan la movilidad internacional del trabajo. Por tanto, se supone
que las tasas de ganancia sobre las nuevas inversiones directas gravitarán alrededor de
medias comunes en los diferentes países. Veremos que basta con suponer la movilidad
del capital financiero para obtener este resultado. Por otra parte, las diferencias entre los
9[9]
Graduate Faculty; Department of Economics; New School for Social Research; 65 Fifth Avenue, NY,
NY 10003, USA; email: [email protected]
salarios reales de los diferentes países pueden superar las que se dan en el interior de los
mismos, y ser más duraderas.
En el interior de cada industria, tanto nacional como internacional, las nuevas
tecnologías se introducen sucesivamente, a medida que las más antiguas se hacen menos
competitivas hasta finalmente desaparecer (o ser desechadas). Esta dinámica incesante
produce un espectro de técnicas operativas en el interior de cada industria, de forma que
los capitales capaces de reproducir el producto con menores costes regularán el precio
de mercado. Puesto que los capitales de cualquier industria (nacional o internacional)
puede extenderse por muchas regiones y nacionales, la mezcla y el nivel medio de la
tecnología pueden ser diferentes al comparar más allá de los citados límites geográficos.
Nada de lo anterior impide que el comercio internacional pueda tener un impacto tanto
sobre los salarios reales como sobre las tecnologías. Pero sí se deduce de ello que sus
respectivos determinantes básicos deben localizarse en la matriz político-cultural de las
respectivas naciones involucradas. Éstas pueden cambiar, y de hecho lo hacen, en
ocasiones de forma radical. Pero no existe ningún mecanismo que las haga cambiar en
forma tal que se tienda al equilibrio automático de la balanza comercial entre países.
Los supuestos anteriores sobre diferencias en salarios reales y tecnologías, expresables
éstos últimos en términos de coeficientes input-output determinados, son bien conocidos
en las tradiciones clásica y marxiana. Por supuesto, son la base misma de la que Ricardo
deriva su principio de los costes comparativos (Shaikh, 1980), principio que sigue
subyaciendo a la mayoría de los modelos de comercio de las teorías modernas, incluido
el modelo Heckscher-Ohlin (HO)10[10]. Y, más importante, las diferencias
internacionales duraderas en salarios y tecnologías siguen aún caracterizando el mundo
actual (Dollar, Wolff y Baumol, 1988, pp. 31, 33, 42). La cuestión es explicar cómo el
libre comercio tiene en eso sus raíces, y cómo al mismo tiempo las reproduce
continuamente.
Los argumentos analíticos que se desarrollan a continuación se basan en el conocido
modelo de dos sectores. Otras derivaciones más generales a partir de los mismas
proposiciones básicas pueden encontrarse en Shaikh, 1991.
4.1. La determinación de los precios relativos en el interior de un país.
Los tipos de cambio reales no son más que los precios relativos internacionales en una
moneda común. Para entender sus determinantes, conviene empezar por el análisis de la
formación de los precios relativos competitivos en el interior de una nación.
Supongamos que hay muchos productores de cualquier mercancía dada, agrupados en
función de sus costes unitarios de producción. En otro lugar, he defendido que, en este
caso, el conjunto de productores con menores costes de reproducción serán los que
10[10]
Las diferencias entre costes potenciales de producción son el punto de partida tanto de las teorías del
comercio internacional basadas en las ventajas absolutas como comparativas, puesto que no hay espacio
alguno para el comercio si todas las naciones producen todos los bienes a los mismos costes. El modelo
HO supone que la teoría del coste comparativo regula el comercio, pero afirma que las diferencias
subyacentes en los costes potenciales derivan del impacto de las diferentes 'dotaciones de recursos' con
las que cuentan los países sobre la base de una función de producción internacional única.
regulen las condiciones de coste en que se basan los precios de mercado, porque son
esas condiciones de producción las que constituyen el objetivo de los flujos de nueva
inversión. En cada industria, los capitales que satisfacen tales condiciones forman los
capitales reguladores de esa industria.
Puesto que es la rentabilidad de estas nuevas inversiones la que regula los flujos de
capital entre industrias, la tasa general de ganancia se formará como consecuencia de los
movimientos de capital entre las condiciones reguladoras de producción de cada
industria. Para la economía en su conjunto, dados los salarios reales de cada industria,
son esas condiciones reguladoras las que determinarán los precios relativos y la tasa
general de ganancia (Shaikh, 1996, pp. 67-76).
Las tasas de ganancia que se igualan por estos flujos de capital son las correspondientes
a las nuevas inversiones realizadas en dichas condiciones reguladoras. Los capitales no
reguladores se verán forzados por la competencia a vender al mismo precio, y obtendrán
en consecuencia una gama de tasas de ganancia determinada por sus respectivas
condiciones individuales de producción. Puesto que cada sector tendrá su propio
conjunto de capitales no reguladores, dependiendo de la historia del cambio técnico de
dicho sector, las tasas de ganancia sectoriales medias no tienen por qué igualarse. Esto
es un resultado conocido en la tradición clásico-marxiana, pues constituye la base de la
renta diferencial en la agricultura. Como es bien sabido, en el caso de la agricultura, las
condiciones de producción de menor coste generalmente reproducibles (aquéllas de las
que pueden disponer las nuevas inversiones) están en el margen de cultivo precisamente
porque las tierras mejores están ya plenamente utilizadas. En el caso de la industria,
diferencias similares de coste derivan del hecho de que el cambio técnico continuo da
lugar a un espectro de técnicas de diferente antigüedad, la mayoría de las cuales ya no
son punteras pero siguen siendo lo suficientemente rentables para mantenerse activas.
En este caso, es la mejor técnica generalmente disponible para nuevas inversiones la
que determina las condiciones reguladoras. En ambos casos, es el dominio de los
productores con menores costes lo que hace de la 'ventaja absoluta de costes' el
principio regulador de la competencia en el interior de cualquier nación.
A. Precios competitivos nacionales con salarios reales desiguales.
Consideremos ahora un sencillo ejemplo de dos países y dos mercancías, en el que hay
dos productores de cada tipo de bien. Escribamos pk = precio de los bienes de capital, pc
= precio de los bienes de consumo, a = input de capital (circulante), y l = input de
trabajo --todo ello por unidad de producto-- de los capitales reguladores. Sean r = tasa
de ganancia, w = salario monetario, wr = salario real. Adelantándonos al caso
internacional, no vamos a suponer que cada productor se enfrenta a idéntico salario real,
sino tan sólo que los salarios reales están determinados por condiciones sociales locales
(pensemos en dos productores cualesquiera situados en diferentes regiones de un mismo
país).
En la medida en que la competencia entre los vendedores de un bien cualquiera los
obliga a venderlo al mismo precio aproximado11[11], las diferencias en tecnología o/y en
salarios reales entre los productores darán lugar a diferencias en las tasas de ganancia.
1) pc = (pk•ak + pc•wrk·lk)•(1+rc)
1') pc = (pk•ak' + pc•wrk' lk')•(1+rc')
2) pk = (pk•ac + pc•wrc·lc)•(1+rk)
2') pk = (pk•ac' + pc•wrc' lc')•(1+rk')
[**ojo: los subíndices parecen intercambiados]
En cada sector, las condiciones de producción de uno de los productores serán las
condiciones reguladoras, es decir, representarán las condiciones de menor coste que las
nuevas inversiones en la industria pueden esperar reproducir12[12]. Los flujos de capital
intersectorial impondrán por consiguiente los precios que igualen las tasas de ganancia
de esos capitales específicos. Y, a su vez, esos precios determinarán las tasas de
ganancia de los capitales no reguladores. Se desprende de ello que las tasas de ganancia
medias no serán por lo general iguales en los diferentes sectores.
Suponiendo que los capitales reguladores son los primeros de cada ecuación, y haciendo
igual la tasa de ganancia para todos ellos, se obtiene:
1) pc = (pk•ac + pc•wrc·lc)•(1+r)
2) pk = (pk•ak + pc•wrk·lk)•(1+r)
11[11]
La ley de un único precio deja espacio para diferencias de precio debidas a costes de transporte y
diferencias impositivas locales. Si ambos son suficientemente importantes como para bloquear a los
productores no locales, entonces el bien en cuestión será no comerciable y el productor local se convertirá
en el capital regulador. Esto puede asumirse tratando cada uno de los bienes no comerciables como un
bien distinto, como se hace en la sección II.4.
12[12]
La definición de 'menor coste' no está desprovista de ambigüedad en el caso del capital circulante,
cuando los costes materiales y salariales unitarios son a la vez el capital avanzado, de forma que el
margen de beneficios sobre los costes es al mismo la tasa de ganancia sobre el capital adelantado. En ese
caso, el productor de menor coste será el que tenga a la vez el margen de beneficio y la tasa de ganancia
más elevados, ya que todos los productores se enfrentan al mismo precio. En cambio, una vez introducido
el capital fijo, la cuestión se traslada hacia qué es lo que determina la mayor tasa de ganancia esperada de
una nueva inversión. Lo que depende a su vez de la senda prevista de precios futuros de cara a la
competencia. Si la competencia se entiende como competencia perfecta, en la que los productores se
suponen pasivos 'precio-aceptantes' que esperan que el precio actual siga siendo el mismo
indefinidamente, entonces el que tenga mayor tasa de ganancia al precio de venta actual será el capital
regulador. Sin embargo, si se concibe la competencia como un proceso de lucha (competencia real), lo
decisivo es la tasa de ganancia esperada frente a las sucesivas rebajas de precios de venta inducidas por la
competencia prevista (Nakatani, 1980; Shaikh, 1980).
Esto a su vez puede re-escribirse en términos de precios relativos, la tasa de ganancia y
los dos salarios reales:
1)' pc/pk = (ak + (pc/pk)•wrk·lk)•(1+r)
2)' 1 = (ac + (pc/pk)•wrc·lc)•(1+r)
Dados los dos salarios reales, el sistema anterior se reduce a dos ecuaciones en dos
variables (r, pc/pk), que puede resolverse para la tasa de ganancia y los precios relativos.
Salvo en lo que respecta a la diferenciación de los dos salarios reales sectoriales, todo
esto es bien conocido. Los valores de equilibrio resultantes son de la forma:
r = r (wrc, wrk)
pc/pk = F (wrc, wrk, r) = f (wrc, wrk)
B. Efectos de incrementos en el salario real sobre los precios relativos.
Como en el caso de los sistemas con un salario uniforme, un incremento en el salario
real de cualquiera de los sectores hará bajar la tasa general de ganancia (véase el
apéndice). Pero el efecto en el precio relativo puede ser más complejo. Un aumento en
el salario real de una industria incrementa su coste laboral unitario, pero a la vez hace
bajar la tasa general de ganancia (y afecta indirectamente los precios de los inputs no
laborales). El primero tiende a elevar el precio en esa industria particular. El último
tiende a bajarlos en todas las industrias, ya que todas se ven afectadas directamente por
una tasa general de ganancia menor. No sería sorprendente, por tanto, que un descenso
en el salario real de una industria particular bajara casi siempre su precio relativo. Sin
embargo, es también teóricamente posible el resultado opuesto, en caso de que posibles
descensos en los precios de los materiales y de los bienes de capital superen el efecto
directo en sentido contrario de una elevación salarial (Sraffa, 1963, c. VI).
Se puede llegar también a un resultado más interesante, que tiene la ventaja adicional de
poder aplicarse a cualquier tipo de precios (por ejemplo, precios de mercado, precios de
monopolio, etc.). El secreto están en reagrupar los componentes de cualquier precio en
la suma de sus costes laborales unitarios verticalmente integrados (reguladores) más los
correspondientes márgenes de beneficio (Shaikh, 1984, pp. 65-71)13[13]. Por razones de
sencillez, consideremos un sistema de capital circulante con un bien cuyo precio es p =
10 $. Siempre es posible dividir este precio entre sus costes laborales directos unitarios
(reguladores) (3 $), sus beneficios directos unitarios (2 $) y sus costes materiales
unitarios (5 $). Pero el último elemento no es sino el precio de un conjunto de bienes
que puede, a su vez, ser dividido entre costes laborales unitarios (2.5 $), beneficio
unitario (0.5 $) y costes materiales de sus costes materiales originales (2 $). Este último
componente, el coste de los materiales de los costes materiales originales, puede a su
13[13]
Son los costes de los capitales reguladores los que regulan el precio de mercado, no los de los
capitales no reguladores.
vez descomponerse de igual manera. Al continuar con el proceso, el residuo será cada
vez más pequeño, hasta que, en el límite, podamos expresar el precio original (10 $)
como la suma de los costes laborales directos más indirectos (3 $ + 2 $ + ...= 7 $) y la
suma de sus márgenes de beneficio directos e indirectos (2 $ + 0.5 $ + ... = 3 $). El
primer término de esta última descomposición puede interpretarse como el coste laboral
unitario verticalmente integrado de la mercancía (v = 7$), y el segundo como su
beneficio unitario verticalmente integrado (3$). Sacando como factor común el primero,
podemos expresar cualquier precio como el producto de su coste laboral unitario
verticalmente integrado y un cociente beneficio/salario verticalmente integrado: p =
v•(1+ ).
Por tanto, podemos siempre expresar el cociente de dos precios cualesquiera como el
producto de dos términos: el cociente de sus costes laborales unitarios verticalmente
integrados (que puede expresarse en términos reales dividiendo ambos elementos por el
precio de los bienes de consumo) y los márgenes brutos relativos. Así que podemos, en
nuestro caso, escribir:
Pc/pk = (vrc/vrk)•[(1+ c)/ (1+ k)],
donde vr = v/pc, y
= el cociente beneficio/salario verticalmente integrado.
Al llegar a los costes laborales unitarios verticalmente integrados, sumamos los costes
salariales directos e indirectos por unidad de producto. Podríamos construir también una
medida paralela de requerimientos de trabajo verticalmente integrados sumando los
requerimientos de trabajo directos más indirectos, lo que no daría el trabajo total por
unidad de producto ( ) requerido directa e indirectamente para la producción de una
mercancía. Pero puesto que los costes salariales son simplemente las tasas salariales
multiplicadas por las cantidades de trabajo requeridas, también podemos expresar los
costes laborales unitarios verticalmente integrados como el producto de un salario
verticalmente integrado medio (wr = vr/ ) y el requerimiento total de trabajo ( ).
3) pc/pk = (wrc• c/wrk• k)•zck,
donde zck = [ (1 +
c)/
(1 +
k)],
y wr = vr/ .
El término zck puede concebirse como un término 'perturbador' cuyo tamaño depende de
la medida de la dispersión entre los cocientes beneficios/salarios verticalmente
integrados de los dos sectores. Y en este punto es muy importante darse cuenta de que
cada uno de estos cocientes beneficio/salario verticalmente integrados es tan sólo una
especie de media ponderada de los cocientes beneficio/salario directos de los dos
sectores. Esto significa que la dispersión de los cocientes beneficio/salario verticalmente
integrados será menor que la de los cocientes directos, normalmente muy inferior.
Además, puesto que los cocientes beneficio/salario directos tienden a ser menores que
1, así ocurrirá también con los cocientes verticalmente integrados. Al sumar 1 a cada
uno de los anteriores, tal y como se precisa para obtener zck, disminuirá todavía más la
dispersión de las variables resultantes.
Una sencilla ilustración de lo anterior será suficiente. Supongamos que los cocientes
beneficio/salario son 2/3 y 1/3 (una variación del 100%), y que los verticalmente
integrados son 3/5 y 2/5 (una variación del 50%). Entonces el término z = (1 + 3/5)/(1 +
2/5) = 1.14, que significa que los cocientes de los precios se desviarán de los cocientes
de los costes laborales unitarios en menos de un 15%. En realidad, las desviaciones
empíricas efectivas en los Estados Unidos, a nivel de las tablas input-output de 80
sectores, resultan ser incluso menores (Shaikh, 1998a; Chilcote, 1997; Bienenfeld,
1988; Ochoa, 1984).
En consecuencia, escribir lo siguiente es una aproximación extremadamente buena:
4) pc/pk = (wrc• c/ wr• k) = costes laborales unitarios
verticalmente integrados relativos reales.
Vale la pena recordar que en la última expresión cada coste laboral unitario real
verticalmente integrado es una media ponderada de varios costes laborales unitarios
reales directos, incluyendo el del propio sector. Por consiguiente, si el coste laboral real
directo unitario de un sector desciende, lo mismo ocurrirá con su correspondiente
verticalmente integrado. Se deriva de ello que el precio relativo de un sector tenderá a
caer, es decir, a depreciarse, cuando el coste laboral unitario real de sus capitales
reguladores caiga.
La aproximación anterior es muy útil para posteriores análisis teóricos y empíricos. Pero
obsérvese que la determinación de los precios relativos (y, por consiguiente, la de los
términos internacionales de intercambio) no depende de esta aproximación.
C. Precios relativos nacionales con tasas de ganancia desiguales.
Consideremos ahora qué ocurriría si, en lugar de tasas de ganancia comunes en todos
los sectores, existieran diferentes tasas de ganancia determinadas, por ejemplo, por
diferentes niveles sectoriales de 'poder de monopolio'. El resultado sorprendente es que
no son posibles diferenciales arbitrarios en las tasas de ganancia reguladoras. Existe
una conexión subyacente entre ellas debido a las relaciones de intercambio entre los
diferentes sectores.
Si permitiéramos diferentes tasas de ganancia rc, rk en las ecuaciones 1' y 2', tendríamos
un sistema en tres variables (pc/pk, rc, rk), con sólo dos ecuaciones. Tomada por
separado, cada ecuación nos daría un valor determinado de los precios relativos para
cada tasa de ganancia dada. Pero puesto que estas ecuaciones representan sectores que
intercambian productos con los demás o con terceras partes comunes (como los
trabajadores), los mismos precios relativos deben prevalecer para ambos. De modo que
sólo ciertas combinaciones de tasas de ganancia reguladoras entre sectores pueden
sostenerse, precisamente debido a la interrelación existente entre los sectores. Esto
implica varias cosas.
En primer lugar, no es posible suponer que las tasas de ganancia reguladoras en cada
sector se determinan de forma independiente, digamos por algo como el grado de
concentración sectorial o cualquier otro indicador de 'poder de monopolio'. Supongamos
que un incremento en la 'concentración' en el sector de bienes de consumo permitiera a
las empresas reguladoras elevar sus precios relativos un 20% por encima de su nivel
competitivo, incrementando por esta vía su tasa de ganancia sectorial en cierta
proporción, y haciendo bajar la del sector de bienes de capital en la proporción
correspondiente14[14]. Supongamos que, a su vez, esta caída en las ganancias provoca
una sacudida en el sector de bienes de capital, que pasa a incrementar su propio grado
de concentración, de forma que ahora el precio relativo de este sector sube un 20%. Una
subida así restauraría entonces el cociente de precios de competencia y la igualdad de
las tasas de ganancia15[15]. Un aumento general en la 'concentración' y el 'poder de
monopolio' produciría por tanto exactamente la misma distribución sectorial de tasas
de ganancia que en el caso competitivo.
Por exactamente las mismas razones, tampoco se puede hablar de tasas de ganancia
nacionales determinadas de forma independiente cuando existe comercio internacional
entre productos sectoriales. Las tasas de ganancia nacionales quedan vinculadas desde
el momento en que aparece el comercio de mercancías, incluso si se supone que no
existen flujos internacionales de capital.
D. Variaciones regionales procedentes de la competencia en el interior de
una nación.
Se ha venido insistiendo en que los capitales reguladores no son los únicos productores
de un bien, sino tan sólo los dominantes. Supongamos por tanto que existieran dos
regiones distintas en un país, en una de las cuales existieran muchos capitales
reguladores, mientras que sólo unos pocos estuvieran presentes en la otra región. Sería
perfectamente comprensible que los consumidores de la región menos competitiva
tendieran a comprar muchos bienes producidos en la otra región. Al mismo tiempo, los
productores de la región débil tendrían dificultades para vender muchos de sus
productos más allá de su territorio. Por tanto, no sería una sorpresa que las
'importaciones' de la región débil procedentes de otras regiones del mismo país
tendieran a provocar un déficit comercial interno que sólo podría mantenerse si
aparecieran otros flujos (remesas, inversiones de fuera, préstamos, etc.) que pudieran
financiarlo. Esto es un resultado completamente normal derivado de la competencia en
el contexto de un desarrollo regional desigual en el interior de un país, y no existe
14[14]
Podemos comprobarlo observando que las ecuaciones 1' y 2' con tasas de ganancia diferentes
implican que la tasa de ganancia de cada sector aumenta con su propio precio relativo.
15[15]
Ni siquiera es cierto que sucesivas alzas en el 'poder de monopolio' tuvieran que elevar
necesariamente el nivel general de precios, ya que una subida en el precio de un sector podría
contrarrestarse por una caída en los precios de otros sectores. Es imposible analizar estos problemas sin
enfrentarse a la teoría del nivel general de precios, lo cual se sitúa fuera de los límites de este artículo.
ningún mecanismo financiero automático que sirva para equilibrar las cosas
(McCombie y Thirwall, 1994, pp. xxiv-xxvi).
Es obvio también que dos regiones diferentes no tienen por qué tener índices de precios
medios similares incluso si se enfrentaran a precios individuales similares para los
bienes comerciables, puesto que no es necesario que produzcan (ni consuman) cestas
similares de bienes en cada momento. Y, por supuesto, si se tiene en cuenta la
existencia de bienes y servicios locales no comerciables, las diferencias en los índices
de precios pueden ampliarse aun más. Sólo si la cesta de producción (o de consumo)
fueran iguales, y si el cociente entre los precios de los bienes comerciables y no
comerciables fuera el mismo, y siguieran siéndolo a lo largo del tiempo, tenderían los
índices regionales de precios a moverse en la misma dirección básica en el tiempo.
Los dos puntos anteriores se dirigen realmente hacia una teoría de los términos
internacionales de comercio a largo plazo (tipos de cambio reales). La teoría de la
Ventaja Comparativa afirma que si las dos regiones mencionadas fueran dos países
distintos, entonces el tipo de cambio real entre ambos se modificaría automáticamente
hasta equilibrar su balanza comercial, es decir, hasta hacerlos igualmente competitivos
en la práctica. Y la teoría de la paridad del poder adquisitivo (PPA) afirma que las
naciones tenderán a tener los mismos niveles medios de precio, o al menos las mismas
variaciones en sus índices de precios, de forma que en el tiempo el tipo de cambio real
se mantenga aproximadamente constante, es decir, estacionario (Schumpeter, 1954, p.
1106; Harrod, 1933; Dornbusch, 1988). A continuación trataremos estas cuestiones.
4.2. La determinación de los precios internacionales en moneda común.
A. Las consecuencias del comercio entre naciones.
Consideremos ahora dos naciones (A, B) cuyas divisas (£, $) se negocian al tipo de
cambio e ($/£). Cada nación tiene sus propios capitales reguladores en cada industria,
sus propias tasas de ganancia de los capitales reguladores y sus correspondientes
precios. Estos precios representan ahora precios potencialmente internacionales, y, para
poder compararlos, necesitamos expresarlos en una divisa común ($).
Tabla 1
País A (moneda nacional = £)
País B (moneda nacional = $)
5)
pcA·e
=
pcA·e·wrcA·lcA)·(1+rA)
(pkA·e·acA
+ 5') pcB·e = (pkB·e·acB + pcB·wrcB·lcB)·(1+rB)
6)
(pkA·e·akA
+
6') pkB·e = (pkB·e·akB + pcB·wrkB·lkB)·(1+rB)
pkA·e
=
pcA·e·wrkA·lkA)·(1+rA)
Al comenzar el comercio, habrá inicialmente dos precios para cada mercancía, pues
cada país produce ambos bienes. Para un bien dado, el productor de menores costes se
convertirá en el regulador y será capaz de apoderarse de cierta parte del mercado del
otro mercado a través de sus propias exportaciones.
Supongamos que el país A acaba exportando bienes de consumo, y el país B bienes de
capital16[16]. En ese caso, el país A determinará el precio de los bienes de consumo en
moneda internacional, y el país B el de los bienes de capital, y el sistema de precio
quedará reducido a las ecuaciones que derivan de las condiciones reguuladoras de la
producción, es decir, a las ecuaciones 5 y 6' respectivamente, sujeto a la restricción (la
ley de un único precio) de que pkA·e = pkB y pcB = pcA·e.
7) pcA·e = (pkA·acA + pcA·e·wrcA·lcA)·(1+rA)
8) pkB = (pkB·akB + pcB·e·wrkB·lkB)·(1+rB)
Re-escribiendo lo anterior, obtenemos:
7') pcA·e /pkB = (acA + (pcA·e /pkB)·wrcA·lcA)·(1+rA)
8') 1
= (akB + (pcA·e /pkB)·wrkB·lkB)·(1+rB)
El último sistema de precios es estructuralmente idéntico al del caso nacional con
diferenciales de beneficio entre sectores. Se trata de un sistema de dos ecuaciones en
tres variables: los términos internacionales de comercio (tipo de cambio real) η = pcA·e
/pkB, y dos tasas de ganancia nacionales, rA y rB. Como antes, las dos tasas de ganancia
diferentes no pueden determinarse independientemente (digamos, por diversos grados
de 'poder de monopolio' nacional)17[17]. La fijación de una de ellas determinará a la vez
los términos de intercambio y la otra tasa de ganancia.
Pero ahora la posibilidad alternativa adquiere una relevancia especial: ¿No podría ser
que el precio relativo internacinal, pcA·e /pkB, viniera determinado por otro conjunto de
relaciones que a su vez determinaran las dos tasas nacionales de ganancia? Esto es
precisamente el cierre propuesto por la teoría de la ventaja comparativa, al afirmar que
16[16]
La historia sería la misma si inicialmente un país dominara el comercio de ambos bienes, como en la
famosa exposición de Ricardo. En ese caso, un solo país determinaría los precios de ambos bienes, y por
consiguiente también los términos de intercambio.
17[17]
Sin embargo, en caso de que las barreras comerciales permitieran que los precios de un país dado
fueran más elevados que los que impondría la competencia internacional, las tasas de ganancia
dependerán en parte de condiciones locales. Si dichas barreras fueran suficientes para eliminar todo
comercio, volveríamos a los dos sistemas nacionales separados con sus tasas de ganancia determinadas de
forma local.
los términos de intercambio se moverán en forma tal que vendrán determinados
finalmente por las exigencias de equilibrio del comercio.
Pero no hay razón alguna para esperar que al iniciarse el comercio ya se partirá de una
situación de equilibrio. Supongamos por tanto que el país A tiene un déficit comercial
inicial, de forma que debe exportar dinero para financiar sus importaciones netas. En
caso de tipos de cambio fijos, la teoría de la ventaja comparativa supone que el
descenso en la oferta monetaria interna resultante de esa salida de dinero hará bajar el
nivel relativo de precios internos, a través de la teoría cuantitativa del dinero. Puesto
que el tipo de cambio nominal es fijo, esto equivale a un descenso en los términos de
intercambio, η ( = pcB·e /pkB). En el caso de tipos de cambio flexibles, supone que el
déficit de balanza de pagos deprecia el tipo de cambio nominal mientras que los precios
nacionales relativos se mantienen igual, de forma que también en este caso caen los
términos de intercambio. En ambos casos se supone además que la disminución de los
términos del intercambio mejorará la balanza comercial del país. Sólo se detendrán en
su movimiento cuando las exportaciones y las importaciones se igualen, lo que significa
que vienen determinados en último término por este requisito. Como se sabe, no se
puede decir entonces que vengan regulados por el coste de los productores de los bienes
en cuestión.
Existen varias objeciones bien conocidas al argumento de la ventaja comparativa
(McCombie y Thirwall, 1994, p. 124). Se pueden producir ajustes parciales a través de
descensos en la producción y en el empleo (en relación con la tendencia), pues un
déficit comercial tenderá a reducir la demanda agregada, la producción y por tanto
también las importaciones, mejorando así el déficit comercial inicial. Al mismo tiempo,
la salida de dinero debida a un déficit comercial continuo es probable que reduzca la
liquidez interna y eleve los tipos de interés, atrayendo por esta vía flujos de capital que
compensarían --de forma parcial, pero no completa- el desequilibrio comercial. Incluso
si los términos de intercambio disminuyeran algo, siempre estaría presente la cuestión
de si la demanda de exportaciones e importaciones serían suficientemente elásticas para
generar una mejora de la balanza comercial. Y, finalmente, está el hecho indiscutible
empíricamente de que el comercio internacional en general no ha estado en equilibrio,
ni en regímenes de tipos de cambio fijos ni variables (Arndt y Richardson, 1987).
Nuestro marco de referencia nos proporciona razones adicionales para el escepticismo,
ya que los términos de intercambio no sólo afectan a la balanza comercial sino también
a la dispersión de las tasas nacionales de ganancia. El efecto sobre la balanza comercial
es conocido, ya que para el país A
9) b = tasa de cobertura = pxA·XA / [(pmA/e)·MA] = η·X(η, YB)/M(η, YA) = f (η, YA, YB)
10) B = b - 1 = f (η, YA, YB) = balanza comercial como porcentaje de las importaciones,
en el país A,
donde px, pm son los precios de exportación en moneda nacional y de importación en
moneda extranjera, e es el tipo de cambio nominal (divisa extranjera/divisa nacional), η
son los términos de intercambio definidos previamente, X(η, YB), M(η, YA) son las
funciones de exportación e importación, y, por último, Y es la producción. Por
consiguiente, la balanza comercial depende de los términos de intercambio, aunque un
descenso en éstos sólo mejorará aquélla si se satisfacen todas las condiciones de
elasticidad relevantes. Incluso en un caso así, la balanza comercial variará
positivamente también con la producción exterior y negativamente con la producción
interna.
El efecto sobre las tasas de ganancia deriva del hecho de que en las ecuaciones 7' y 8',
cualquier caída en los términos de intercambio del país A, η, hará bajar rA y subir
rB18[18]. Puesto que las tasas de ganancia negativas no se pueden sostener, todas las
variaciones factibles en el tipo de cambio real estarán confinadas entre los puntos
definidos por rA, rB > 0, o posiblemente dentro de un rango menor incluso, como rA - iA,
rB - iB > 0, donde i es el tipo de interés.
La figura 1 ilustra ambos conjuntos de relaciones. Suponiendo que las funciones de
exportación e importación tienen forma funcional lineal-logarítmica (**), y aun en el
caso en que se satisfagan las condiciones de elasticidad, se observa que, al variar los
términos de intercambio, las curvas B1-B3 reflejan la respuesta de las balanzas
comerciales relativas para tres niveles distintos de producto nacional Y A, mientras que
las curvas rA y rB representan la respuesta de las tasas de ganancia nacionales. Es fácil
ver que incluso en estas circunstancias --las mejores de todas las posibles-- puede
ocurrir que muchas curvas (por ejemplo, B1, B3) salgan fuera del rango factible de tasas
de ganancia19[19].
Ta
sas
de
ga
na
nci
ay
1.5
bal
an
zas1
co
me
rci
0.5
ale
s
0
Figura 1:Términos de intercambio, balanza comercial y tasas de ganancia nacionales
Rrangeo posible de
ttérminos de intercambio
B1
Curva sectorial de tasa de ganancia
B2
rA
A1
rB
A0
B3
-0.5
Curva de Balanza comercial
-1
1.4
1.6
1.8
2
2.2
2.4
2.6
Términos intercambio
2.8
3
Figura 1: Términos de intercambio, balanza comercial y tasas nacionales de ganancia
Estamos ahora en condiciones de evaluar el proceso de ajuste implícito en el argumento
de la ventaja comparativa. Para cualquier curva B dada, el punto al que cruza el eje de la
18[18]
Las ecuaciones 7' y 8' nos dan 1 + rA = η/(ac + er·wrc·lc), 1 + rB = 1/(ak + η·wrk·lk).
Siguiendo a McCombie y Thirwall, 1994, pp. 234-35, la figura 1 supone que M = a· ηη·(YA)η, X = b
η*
η ·(YB)η*, con los parámetros b/a = 0.68, η + η* - 1 = 1.5, π = 1.3, π* = 1.95, YA = 15, YB = 10, 13, 16,
sucesivamente, para generar las curvas B1-B3.
19[19]
x representa la situación de comercio equilibrado. Resulta evidente que sólo ciertas
curvas nos darán una balanza comercial coherente con tasas de ganancia positivas. En
nuestro ejemplo, sólo la curva B2 satisface esta exigencia, en el punto A0. Por el
contrario, el punto al que se igualan las tasas de ganancia corresponderá generalmente a
desequilibrios comerciales (extendiendo la línea vertical a través del punto A1 nos
indica un excedente para el país A si está sobre las curvas B1 y B2, y un déficit para la
curva B3).
La figura 1 deja claro que, a lo sumo, los términos de intercambio pueden variar tan
sólo dentro de límites estrictos impuestos por las tasas de ganancia sectoriales positivas
(que pueden expresarse en términos netos de intereses). Por consiguiente, incluso si los
términos de intercambio cayeran como respuesta a un déficit comercial, e incluso si
todas las condiciones de elasticidad fueran satisfechas20[20], el resultado final podría ser
el colapso del comercio más que su equilibrio automático (es decir, la curva B1 sólo es
compatible con un déficit comercial del país A, y B3 con un excedente comercial) 21[21].
En segundo lugar, incluso cuando una situación de equilibrio comercial es factible en
términos de rentabilidad, como en el punto A0, esto generalmente coincidirá con tasas
de ganancia distinta para los países. De forma que volvemos así a nuestro punto de
partida inicial. Tasas de ganancia desiguales provocarán flujos internacionales de
capital, moverán los términos de intercambio hacia el punto A1, y crearán así un
desequilibrio comercial sostenido por los propios flujos de capital. Desde este punto de
vista, los desequilibrios comerciales generales serán una consecuencia perfectamente
normal del libre comercio, en presencia de movilidad internacional del capital.
B. Precios competitivos internacionales.
Supongamos que las diferencias en las tasas de ganancia internacionales provocan de
hecho flujos de capital suficientes para igualar (aproximadamente) las tasas de ganancia
de las nuevas inversiones. En ese caso, podemos escribir las ecuaciones 7' y 8' como
11) pcA·e /pkB = (acA + (pcA·e /pkB)·wrcA·lcA)·(1+r)
12) 1 = (akB + (pcA·e /pkB)·wrkB·lkB)·(1+r)
Este sistema es idéntico al que utilizamos para los precios competitivos nacionales
(ecuaciones 1' y 2'). Sólo que ahora, junto a la tasa de ganancia internacional, se
20[20]
La ecuación 11 de la próxima sección arroja más luz sobre la flexibilidad potencial de los términos
de intercambio.
21[21]
El ejemplo original de Ricardo es muy ilustrativo al respecto. Al comenzar el comercio, la inicial
ventaja absoluta de costes de los productores portugueses les permite invadir los mercados ingles de vino
y de tejidos. Por supuesto, la caída en los precios de las mercancías allí deben hacer caer las ganancias de
los productores ingleses, lo que muy bien podría sacar a uno o a ambos de los sectores fuera de la
producción. Ricardo no se extiende en este punto. Sin embargo, supone que los ingleses continúan
comprando bienes portugueses. Supone que el flujo de fondos resultante desde Inglaterra a Portugal
rebaja los costes del primer país y los eleva en el segundo, hasta que la industria textil portuguesa
sucumbe y la inglesa revive o incluso resucita.
determinan al mismo tiempo los términos de intercambio internacional, pcA·e /pkB,
dados cualesquiera salarios reales nacionales. Se trata de una extensión directa de los
resultados del caso de la competencia nacional al caso internacional, y proporciona
resultados similares para la tasa de ganancia internacional y para los términos de
intercambio (tipo de cambio real) de equilibrio. Debemos insistir en que, puesto que
sólo se igualan las tasas de ganancia reguladoras de los sectores, las tasas de ganancia
medias nacionales (que incluyen las de los capitales no reguladores, así como la de los
bienes no comerciables) no tienen por qué igualarse.
r = r(wrcA, wrkB)
η ≡ pcB·e /pkB = F(wrcA, wrkB, r) = f(wrcA, wrkB)
Exactamente igual que en el caso nacional, ofrecemos una poderosa aproximación a los
precios relativos internacionales a través de los costes unitarios laborales verticalmente
integrados relativos reales (Shaikh, 1998a). Esto significa que, a menos que los salarios
reales mismos se vean alterados en el proceso de ajuste, los términos del intercambio
no serán en absoluto flexibles.
13) η ≡ pcB·e /pkA ≈ (wrcB λcB /wrkA λkA)
C. Implicaciones de unos términos de intercambio determinados para la
balanza comercial.
Las ecuaciones 11-13 dejan claro que los términos de intercambio se determinan por la
igualación internacional de las tasas de ganancia, y que en general seguirán la evolución
de los costes laborales unitarios reales a lo largo del tiempo. Pero precisamente por esta
razón, no pueden servir al mismo tiempo para equilibrar el comercio entre los países; al
menos, no pueden hacerlo salvo que los costes laborales unitarios reales subyacentes (es
decir, los salarios reales y las productividades) experimenten los ajustes necesarios para
ello. Pero no existe ningún mecanismo automático para que esto ocurra.
El resultado final de toda la discusión es que unos términos de intercambio
estructuralmente determinados tenderán a producir desequilibrios comerciales
estructurales, incluso si la demanda y los tipos de cambio reales pueden experimentar
sustanciales variaciones en el corto plazo. Ésta es una diferencia crucial entre las teorías
de la ventaja absoluta y la de la ventaja comparativa.
D. Un camino alternativo hacia la ley de Thirwall.
La ecuación 10 demostraba que la balanza comercial relativa no sólo depende de los
términos del intercambio, sino también de ambos productos nacionales: B = f(η, YA,
YB). La teoría keynesiana ya observó tiempo ha que habría un efecto de
retroalimentación entre los productos de dos naciones y sus balanzas comerciales. Pero
la interdependencia mutua no implica que los productos nacionales se ajusten
automáticamente hasta hacer B = 0. Por supuesto, es posible darle la vuelta al problema.
Si las sendas temporales de YA, YB están determinadas nacionalmente (aunque
vinculadas a través de su balanza comercial mutua), entonces, dados los términos de
intercambio determinados por la igualación internacional de las tasas de ganancia, la
senda temporal de B también estará determinada.
B variará con el tiempo, como de hecho ocurre. Pero si resulta ser aproximadamente
estable, entonces existirá necesariamente una asociación particular entre el crecimiento
de la producción de un país y el crecimiento de sus exportaciones, y a esto es a lo que se
llama la ley de Thirwall (Davidson, 1994, pp. 220-221). Pero la causación es aquí
diferente. Para entenderlo, volvamos a las fórmulas de las balanzas comerciales
relativas B en las ecuaciones 9-10, que ahora escribimos como
14) B = b - 1 = η·XA /M(η, YA) - 1
Puesto que los términos de intercambio están determinados por los costes reales, es
probable que se modifiquen lentamente en el tiempo. Si además se produce una balanza
comercial relativa estable, entonces las exportaciones e importaciones de A deben estar
creciendo a tasas aproximadamente iguales, lo que significa que el crecimiento de las
exportaciones y de la producción interna estarán ligados a través de la elasticidad-renta
de las importaciones del país A:
15) gy = gx /εM,Y
donde gY, gx = tasas de crecimiento de YA, XA, respectivamente, y εM,Y = la elasticidadrenta de las importaciones para el país A22[22]. Ésta es la misma asociación que establece
la ley de Thirwall. McCombie y Thirwall la derivan del supuesto teórico de que el
comercio está en equilibrio a largo plazo (B = 0, b = 1), junto a la observación empírica
de que los términos de intercambio cambian lentamente en el tiempo (η ≈ constante)
(McCombie y Thirwall, 1994, p. 236, ecuación 3.8, y pp. 301-304). En nuestro caso, por
el contrario, resulta de una estabilidad empírica contingente de cualquier desequilibrio
comercial particular (B ≈ constante) y de la estabilidad derivada teóricamente de los
términos de intercambio (η = wrcB·λcB /wrkA·λkA).
22[22]
Con una balanza comercial relativa B = η·X A /M(η, YA) - 1 constante y con términos de intercambio
variando lentamente, las tasas de variación de exportaciones e importaciones deben ser aproximadamente
iguales: gX ≈ gM. El último término puede descomponerse adicionalmente si observamos que la derivada
total de la función de importación es dM = (δM/δη)·dη + (δM/δYA)·dY A. Entonces, con η cambiando
lentamente, gM = (dM/dt)·(1/M) ≈ (εM,Y)·gY, donde (εM,Y)·= (δM/δYA)·(YA/M) = elasticidad-renta de las
importaciones, y gY = (dYA /dt)·(1/YA). Sustituyendo la expresión de gM en la expresión gX ≈ gM nos da la
ecuación 15, o sea, la ley de Thirwall.
Otra consecuencia adicional de la determinación estructural de los términos de
intercambio es que la devaluación de una moneda no tendrá efectos duraderos a menos
que afecte indirectamente a los costes laborales unitarios reales. En la medida en que
lleva tiempo que los precios se adapten a una devaluación, el efecto inicial podría muy
bien ser el descenso de los términos de intercambio del país (su tipo de cambio real) y,
por tanto, la mejora de su balanza comercial. Pero salvo que el aumento resultante en
los precios de importación sirvan para reducir permanentemente el salario real hasta el
punto de equilibrar la balanza comercial (lo que exigiría como mínimo que los
trabajadores fueran totalmente incapaces de defender cualquier nivel de vida particular),
los términos de intercambio a largo plazo seguirán siendo 'inadecuados' y el
desequilibrio comercial estructural volverá a aparecer.
Finalmente, el supuesto de que la Ley de un Único Precio rige para cada bien
comerciable implica necesariamente que los índices de precios nacionales sean
similares, pues las cestas comerciables pueden ser diferentes entre las diferentes
naciones (véase la sección 5, más abajo). De forma que la Paridad de Poder Adquisitivo
(PPA) no tendrá una vigencia general. Sin embargo, la existencia de tipos de cambio
permite una excepción particular: un país que experimente una tasa de inflación
relativamente rápida sufrirá una depreciación de su divisa de magnitud comparable, de
modo que la PPA relativa parecerá regir en este caso particular. De la ecuación 7 se
desprende que el producto de los precios relativos nacionales y el tipo de cambio
nominal debe seguir la senda de la evolución de los costes laborales reales unitarios
verticalmente integrados relativos. Pero debido a que estos últimos se moverán muy
lentamente, el grueso de cualquier aumento inflacionista en los precios relativos se verá
seguido por la correspondiente depreciación nominal de la moneda23[23]. En
consecuencia, la paridad de poder adquisitivo relativa parecerá cierta cuando las tasas
relativas de inflación son altas, pero tenderá a no servir en caso contrario. Esto es
precisamente lo que puede comprobarse empíricamente.
E. Bienes no comerciables.
Al igual que las regiones, los países tendrán por lo general bienes que no son
comerciables porque su transporte de un país a otro es demasiado caro. Puesto que el
arbitraje de precios no es factible en este caso, incluso los bienes no comerciables que
por lo demás son similares deberían tratarse como bienes nacionales distintos.
Supongamos, por tanto, que cada país tiene un bien no comerciable diferente.
Si los bienes no comerciables fueran artículos puramente 'suntuarios' (no básicos), que
no entran ni en la producción de la cesta de salario real ni en la de cualquier otro bien,
entonces nada cambiaría apenas en nuestro análisis. Podríamos añadir simplemente dos
ecuaciones de precios nacionales distintos a nuestro sistema 11-12. Los precios de los
no comerciables se vería afectado por los precios de los bienes de consumo y de capital
comerciables, pero no viceversa. Los términos de intercambio en particular no se verían
alterados. Pero incluso en ese caso, el tipo de cambio real en términos de los índices
23[23]
La depreciación de una divisa sujeta a una presión inflacionista sustancial se produce en parte porque
las divisas extranjeras, más estables, se convierten en sustitutos de la moneda interna cuando las tasas de
inflación son altas y variables (Agenor y Montiel, 1996, pp. 89-95).
generales de precios nacionales dependerían ahora tanto de los términos de intercambio
como de la mezcla particular de bienes comerciables y no comerciables.
Pero si los no comerciables entran en la producción de otros bienes, incluidos los de
consumo de los trabajadores, entonces el análisis se complica. Las dos mercancías
adicionales en el sistema pueden afectar ahora tanto los términos de intercambio (a
través de los salarios reales y de los costes materiales) como el tipo de cambio real
(Shaikh, 1999, 1998). Los términos de intercambio a largo plazo seguirán estando
determinados por la igualación internacional de tasas de ganancia, pero ahora reflejarán
también los costes de los bienes no comerciables.
F. Condiciones para la igualación internacional de tasas de ganancia.
El argumento desarrollado en las secciones anteriores se ha basado en la presunta
tendencia de las tasas de ganancia a igualarse para las nuevas inversiones
internacionales. Es por tanto aconsejable observar que, aunque los flujos de inversión
directa son suficientes, no son estrictamente necesarios. Los flujos de capital
internacional a corto plazo tienen fuerza suficiente para provocar el mismo resultado.
Si el capital financiero se mueve entre países, tenderá a igualar las tasas internacionales
de rendimiento de los bonos. Pero puesto que los bonos están competitivamente ligados
a las tasas de rentabilidad nacionales de las (nuevas) inversiones reales, también éstas
tenderán a igualarse, ¡sin necesidad de que haya flujos de inversión directa
internacional! Esto significa que la movilidad internacinal del capital financiero, que es
tan antigua como el capitalismo mismo, basta para producir una tendencia sustantiva
hacia la igualación de las tasas de rendimiento internacional de la nueva inversión. La
inversión directa alimentará aun más este proceso, pero no necesita ser su único, ni
siquiera el principal, instrumento. No se necesitan, por tanto, amplios flujos de
inversión directa.
G. La balanza de pagos y el tipo de cambio nominal.
Términos de intercambio determinados y sendas de producción nacional dadas son pues
compatibles con desequilibrios comerciales estructurales y duraderos. Supongamos que
un país tiene un déficit comercial. Puede tener también cualesquiera flujos de capital
neto a largo plazo (de entrada o salida) debido a la igualación de las tasas de ganancia,
flujos correspondientes de salarios, beneficios y dividendos, y otras varias partidas
exógenas. Si estos flujos cubren el déficit comercial, entonces la balanza de pagos será
cero y el tipo de cambio nominal será estable. Si la brecha que deja la balanza comercial
en la balanza de pagos se supera con ellos, o no llega a cerrarse, entonces existirán
mecanismos endógenos que ajustarán la balanza de pagos al nivel adecuado.
El mecanismo en cuestión procede del efecto que tienen los excedentes o déficits de
balanza de pagos sobre la liquidez interna. Por ejemplo, un déficit continuado de
balanza de pagos supone una salida neta de fondos de ese país, que hará disminuir la
liquidez y, por tanto, subir los tipos de interés y las tasas de rendimiento de los activos
financieros (Harrod, 1933, p. 53)24[24]. Las elevadas tasas de rendimiento a su vez
atraerán entradas de capital internacional a corto plazo para llenar la brecha de la
balanza de pagos, que harán aumentar al mismo tiempo la liquidez, haciendo volver las
tasas de rendimiento (ajustadas con la prima de riesgo) hacia su igualdad con las
extranjeras25[25].
En caso de tipos de cambio controlados, el gobierno tendrá que contrarrestar la salida
potencial de fondos para mantener el tipo de cambio nominal. De esta forma, el déficit
comercial se cubre a través de una pérdida de reservas gubernamentales y los tipos de
interés no necesitan variar en ese caso. En ausencia de una intervención así (tipos de
cambio flexibles), el drenaje de liquidez elevará los tipos de interés y atraerá capital a
corto plazo hacia el país, hasta que, en un cierto punto, el déficit comercial sea
completamente cubierto26[26]. En efecto, las entradas o salidas de capital a corto plazo
sirven para 'colmar' cualquier déficit o excedente de balanza de pagos resultante de la
suma de la balanza comercial y de los flujos exógenos de capital.
Estos particulares flujos 'compensadores' están regulados por el arbitraje entre las tasas
internacionales de rendimiento de los activos. Un mecanismo similar está implícito en el
Enfoque Monetario a la Balanza de Pagos (EMB), ya que se supone también aquí tipos
de interés igualados internacionalmente. Los modelos de Equilibrio de Cartera (EC)
[**], por su lado, tienden a tratar los activos financieros internos como si fueran
diferentes de los extranjeros, al presentar a los diferentes agentes nacionales como
dotados de funciones de demanda de activos diferentes. Los dos enfoques son similares
[**] si el enfoque EC se interpreta como un análisis de la prima de riesgo entre activos
(Isard, 1995, p. 111). Pero si no sucede así, entonces haría falta completar la
formulación del EC con un conjunto adicional de agentes, los arbitristas, cuya única
preocupación consistiría en mover sus capitales como respuesta a los diferenciales de
tasas de rendimiento ajustadas con las correspondientes primas de riesgo,
proporcionando así los flujos equilibradores necesarios. De esta forma, nos vemos otra
vez ante el resultado clásico (compartido por el EMB) de la igualación internacional de
las tasas de rendimiento financieras, que es absolutamente independiente de las
intenciones y los motivos psicológicos de los agentes que no actúan en operaciones de
arbitraje.
4.3. Resumen y conclusiones.
24[24]
Éste es también el punto de partida de Ricardo, pero Ricardo arguye que la salida de dinero inducida
por los déficits comerciales duraderos harán bajar el nivel nacional de precios, a través del mecanismo
Specie Flow [**] de Hume.
25[25]
En una economía en crecimiento, que es la regla, la igualación de las tasas de rendimiento entre
sectores es compatible con inversiones netas duraderas en todos los sectores. Las inversiones sectoriales
se acelerarán cuando los rendimientos suban por encima de lo normal. De igual forma, los flujos netos de
capital entre naciones son compatibles con tasas de rendimiento igualadas internacionalmente.
26[26]
En todo esto, el tipo de cambio nominal puede caer inicialmente debido al déficit de balanza de
pagos inicial, para después subir a medida que el primero se va cubriendo. En la medida en que los
términos de intercambio siguen estando vinculados a los costes, los precios relativos fluctuarán entonces
en sentido opuesto.
La teoría de la ventaja comparativa se presenta normalmente bajo dos formas. En
primer lugar, como una proposición normativa acerca de lo que debería ocurrir en el
libre comercio. Pero también como una afirmación positiva sobre las tendencias
efectivas del comercio libre entre países capitalistas. Esta última afirma que el libre
comercio hará automáticamente que todos los países de la arena internacional sean igual
de competitivos, con independencia de cuál sea su nivel de desarrollo. La teoría admite
que tales diferencias pueden producir inicialmente pautas comerciales según las cuales
los fuertes dominen a los débiles. Pero argumenta que si se da libertad total a las fuerzas
de mercado, éstas conducirán los tipos de cambio reales hasta el nivel adecuado para
que las balanzas comerciales se equilibren en todos los países. Con tiempo
suficiente27[27] (y con la suficiente fe), el libre comercio supuestamente igualará a los
participantes en el campo de juego internacional.
Ninguna de estas tendencias puede observarse en el terreno empírico. Los desequilibrios
comerciales han sido endémicos tanto en regímenes de tipos de cambio fijos, como
flexibles y mixtos. Este artículo afirma que la evidencia histórica disponible es
perfectamente coherente, puesto que el tipo de cambio real a largo plazo viene
realmente regulado por los costes relativos reales de producción, a través de la
movilidad internacional de capital. Más que conducir a la eliminación automática de las
desigualdades existentes en la competitividad internacional, el libre comercio lo que
hace es reflejar las desigualdades existentes.
Desde este punto de vista, es la ventaja absoluta la que regula la competencia
internacional, al igual que la competencia hace lo propio en el interior de cada nación.
La teoría de la ventaja absoluta llega a la conclusión de que los desequilibrios
comerciales tenderán a mantenerse, pues no hacen sino reflejar desigualdades
estructurales en los costes de producción reales de los países. Concluye que las
devaluaciones no tendrán efectos duraderos sobre las balanzas comerciales, a menos
que se les opongan cambios fundamentales en los propios costes de producción (es
decir, en los salarios reales y en las productividades nacionales). En caso contrario, los
desequilibrios comerciales provocarán flujos de capital internacional en sentido
contrario, con el subsiguiente crecimiento de la carga de la deuda internacinal.
Finalmente, concluye que ni la versión absoluta ni la relativa de la hipótesis de la
Paridad del Poder Adquisitivo (PPA) son válidas en general, pues la senda de los tipos
de cambio reales reflejarán la lenta pero persistente evolución de los costes reales
relativos. La única excepción es que la versión relativa de la PPA parece ser cierta si un
país experimenta una tasa de inflación relativamente alta, ya que, en ese caso, su tipo de
cambio nominal se depreciará aproximadamente en la misma proporción, consiguiendo
mantener el tipo de cambio real en sintonía con los costes reales relativos. Todas estas
proposiciones, y algunas otras, están documentadas en Shaikh (1998b), junto a
exámenes empíricos de la hipótesis de que los términos de comercio están determinados
por los costes laborales unitarios reales.
Apéndice: efectos de aumentos en el salario real sobre la tasa general de ganancia.
27[27]
Froot, 1995, pp. 1657, 1662, sugiere que podrían necesitarse entre 75 y 100 años para que el tipo de
cambio real converja hacia la PPA.
Los efectos en cuestión no dependen del modelo 2x2. Escribiendo los vectores de dimensión n y las
matrices cuadradas en negrilla, y haciendo B la matriz de cestas de nivel de vida de los trabajadores en
cada sector, y L la matriz diagonal de coeficientes de trabajo, podemos escribir
1) p = p·(A + B·L)·(1 + r)
2) p·[(1/(1 + r) - (A + B·L)] = 0
Como es bien conocido, el término 1/(1 + r) es la raíz característica dominante de la matriz (A + B·L), en
tanto que el vector de precios relativos p (normalizado para una constante) es el vector característico
dominante. Es interesante resaltar que un aumento en cualquiera de los coeficientes de la matriz (A +
B·L) hará aumentar la raíz dominante y, por tanto, bajar la tasa general de ganancia. Se incluyen en ello
los aumentos de cualquiera de los elementos de la matriz de estándares vitales de los trabajadores, B.
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II. LA MUNDIALIZACIÓN DE LA ECONOMÍA
Y LA ECONOMÍA ESPAÑOLA
CAPÍTULO 5
José María Vidal Villa28[28]
DOS VERSIONES DE LA MUNDIALIZACION:
GEORGE SOROS Y SAMIR AMIN
Hace ya diez años, en el capítulo de Conclusiones y Pronósticos de mi libro "Hacia una
economía mundial"29[29], escribía lo siguiente:
"Las contradicciones intercapitalistas deben situarse en el marco de un proceso a
largo plazo que lleva, a mi parecer, de forma inexorable hacia la constitución de
un solo Estado mundial. Es decir, la tendencia a la mundialización de la
economía, cada día más evidente y más vigorosa requerirá a largo plazo la
adecuación de las superestructuras políticas, legislativas, militares, etc. a esa
mundialización de la base económica. Por ello, podría caracterizarse el próximo
periodo, a medio plazo, como un periodo de transición en el cual se manifestará
fuertemente la contradicción entre la mundialización de la economía y la
pervivencia de los Estados nación. Tal situación puede agudizar los
enfrentamientos estatales entre los tres grandes bloques (EE.UU., Europa,
Japón), enfrentamientos por el control estatal de un proceso que por su propia
dinámica está ya rebasando los límites de cualquier Estado"30[30]
En aquel momento, este pronóstico recibió duras y acerbas críticas. Utópico, idealista,
demagogo, no científico y otros epítetos se utilizaron contra esa idea. Pero he aquí que
sólo diez años después, lo que yo afirmaba entonces empieza a ser un lugar común que
hasta la prensa acoge en sus páginas. Este cambio de actitud se ha visto acelerado por la
intervención militar de la OTAN contra Yugoslavia y la puesta en evidencia de la
necesidad urgente de organismos políticos de carácter internacional, incluso mundial,
que controlen, regulen, dirijan y condicionen la intervención armada de un pseudo
ejercito mundial en el territorio de Estados nacionales que, hoy por hoy, continúan
siendo soberanos. Pero siendo este un fenómeno extremadamente importante no es el
que atrae mi atención en este escrito.
Aquí quiero referirme a la posición que, con respecto a la globalización, o a la
mundialización, según la terminología que se desee, han adoptado dos autores de
ideología, formación y praxis absolutamente diferente y antagónica. Me refiero a
George Soros y a Samir Amin, cuyas dos recientes aportaciones al debate sobre la
mundialización son especialmente significativas.
¿Por qué estos dos autores? Por su gran representatividad el uno, Soros, en el mundo de
los mercados financieros; el otro, Amin, en el de la izquierda mundial y el pensamiento
marxista. Dos polos del pensamiento, de la acción y de la actitud ante la vida. Pero
coinciden en algo: el capitalismo global está en crisis, los Estados nacionales declinan
y pierden funciones, se hace imprescindible la construcción de alternativas políticas
globales- Por ello he elegido estos dos autores y sus correspondientes libros para tratar
28[28]
Departamento de Economía Internacional, Facultad de CC. Económicas, Universidad de Barcelona,
Diagonal, 690, 080**, Barcelona; email: [email protected]
29[29]
Vidal Villa, José María: Hacia una economía mundial. Ed. Plaza & Janés. Barcelona. 1990.
30[30]
Op. Cit. p.406.
de explicar la situación actual y el futuro del mundo, precisamente en la línea que yo
señalara en 1989, hace diez años.
5.1.- La crisis del capitalismo global31[31] según George Soros
Antes de glosar el pensamiento de este autor es imprescindible hacer una mención breve
del personaje de que se trata. Soros, húngaro de nacimiento y en la actualidad ciudadano
de los Estados Unidos, es el prototipo del magnate de los mercados financieros. Su más
famosa intervención se produjo en el mercado internacional de divisas cuando con su
presión logró expulsar a la libra esterlina y a la lira del sistema monetario europeo y casi
lo logró también con el franco francés y la peseta. Se le atribuyen acciones semejantes
en otras latitudes e incluso el Gobierno de Malasia le ha acusado --al parecer
injustamente-- de ser el promotor de la crisis de ese país e incluso de la reciente crisis
asiática de los años 97 y 98. Dirige el Soros Fund Management a través del cual
interviene en los mercados financieros mundiales. Al propio tiempo es propietario de
numerosas empresas comerciales en múltiples países de América Latina, Asia, Europa y
EE.UU. Pero a este carácter de activo actor en el mundo de los mercados financieros se
añade otro, del cual él mismo señala la importancia: el de filántropo, función que ejerce
a través de la Open Society Fund, institución con actividad en numerosos países, entre
los cuales cabe destacar a los de la antigua órbita soviética, y en cuya evolución hacia el
capitalismo Soros y su Fundación tuvieron una implicación directa.
Estamos, pues, no ante un autor de libros de economía, un economista o un profesor. Se
trata de un financiero y además de un financiero en activo. Quizá por ello sus
reflexiones son tan significativas. Veamos algunas de ellas.
1.- El marco conceptual
Por confesión propia, Soros se adscribe a la influencia del pensamiento filosófico de
Popper y recoge de él, en particular, la noción de sociedad abierta. Volveré sobre ello
más adelante. Pero en lo que atañe al razonamiento económico, y esto es lo más
sorprendente del libro de Soros, se aparta substancialmente de la doctrina convencional
y critica duramente la inoperancia conceptual e interpretativa de la economía neoclásica.
"Todo el mundo sabe que el análisis económico no tiene la misma validez
universal que las ciencias físicas. Pero la razón más importante del fracaso del
análisis económico --y de la inevitable inestabilidad de todas las instituciones
sociales y políticas que asumen la validez absoluta de la economía de mercado-no se comprende adecuadamente. Los fracasos de la economía no se deben
únicamente a nuestra imperfecta comprensión de la teoría económica ni a la falta
de estadísticas adecuadas. Estos problemas podrían remediarse en principio
mejorando la investigación... Pero el análisis económico, así como la ideología
del mercado a la que respalda, son subvertidos por un defecto mucho más
fundamental e insoluble. Los acontecimientos económicos y sociales, a
diferencia de los acontecimientos que preocupan a los químicos y a los físicos,
suponen la presencia de actores pensantes. Y los actores pensantes pueden
cambiar las reglas de la economía y los sistemas sociales en virtud de sus
propias ideas acerca de esas reglas. La afirmación de la validez universal de la
31[31]
Soros, George: La crisis del capitalismo global. Ed. Debate. Madrid. 1998
teoría económica se hace insostenible una vez que se comprende adecuadamente
este principio"32[32]
Este es el meollo del concepto de reflexividad que utiliza Soros y sobre el cual volveré
después. Pero lo que interesa reflejar ahora es un hecho particularmente relevante: Soros
se separa del marco conceptual y de la ideología derivada de la teoría económica clásica
y neoclásica y asume conceptos que son propios de una corriente de pensamiento
diametralmente opuesta, a saber: el marxismo. Por ejemplo, Soros utiliza conceptos
tales como sistema capitalista mundial, Centro-Periferia y otros que están siempre
absolutamente ausentes de la literatura económica convencional al uso. Y los utiliza con
conciencia de que se está refiriendo a una realidad que es precisamente la que los
marxistas han venido designando con esos términos durante mucho tiempo. Incluso lo
reconoce explícitamente:
"Está muy extendida la suposición de que la democracia y el capitalismo van de
la mano. Lo cierto es que la relación es mucho más compleja. El capitalismo
necesita a la democracia como contrapeso porque el sistema capitalista por si
solo no muestra tendencia alguna al equilibrio. Los dueños del capital intentan
maximizar sus beneficios. Si se les dejase a su libre arbitrio, continuarían
acumulando capital hasta que la situación quedase desequilibrada. Marx y
Engels hicieron un análisis muy bueno del sistema capitalista hace 150 años,
mejor en algunos aspectos, debo decirlo, que la teoría del equilibrio de la
economía clásica"33[33]
A renglón seguido, no obstante, Soros descalifica el comunismo y se sitúa en las
antípodas del socialismo y el pensamiento de izquierdas. Pero... le ha parecido bueno el
análisis de Marx y Engels. Y esto es una auténtica novedad en ese medio y entre ese
tipo de autores.
2.- El fundamentalismo de mercado
Pero no se trata sólo de la teoría. También se refiere a la ideología dominante, aquella
que ensalza el mercado por encima de la toma de decisiones colectivas, aquella que
enaltece el individualismo por encima del bien común. Es decir, se enfrenta
abiertamente a la ideología dominante. Y para hacerlo acuña un punzante término, muy
de actualidad: fundamentalismo del mercado. Veamos como lo define.
"Sostengo que la situación actual es poco sólida e insostenible. Los mercados
financieros son intrínsecamente inestables y existen necesidades sociales que no
pueden satisfacerse dando carta blanca a las fuerzas del mercado.
Lamentablemente, no se reconocen estos defectos. Existe, en cambio, el
convencimiento general de que los mercados se autocorrigen y que una
economía global puede prosperar sin necesidad de una sociedad global. Se
afirma que la mejor manera de servir el interés común es permitir que cada cual
defienda sus propios intereses y que los intentos de proteger el interés común
mediante la toma de decisiones colectivas distorsiona el mecanismo del
mercado. Esta idea recibió en el siglo XIX el nombre de laissez faire o
liberalismo, pero puede que no sea hoy una denominación tan apropiada porque
32[32]
33[33]
Op. cit. pp.61-62
Op. Cit. p.29
es un término francés y la mayoría de las personas que creen en la magia del
mercado no hablan francés. He encontrado un nombre mejor para designarlo:
fundamentalismo del mercado... El fundamentalismo del mercado es el
responsable de que el sistema capitalista global carezca de solidez y sea
insostenible"34[34]
Más contundente, imposible. Para Soros lo importante no estriba en determinar un
equilibrio teórico entre oferta y demanda --de mercancías, de mano de obra, de valores
bursátiles, etc.--, lo cual es la afición preferida de los economista neoliberales,
neoclásicos e, incluso, keynesianos. Para Soros lo importante es reconocer que el
mercado dejado a su libre actuación lejos de llevar a la economía hacia el equilibrio 35[35]
lo que provoca es el desequilibrio y que la situación normal de la economía capitalista
es precisamente el desequilibrio y no lo que sostienen los economistas convencionales.
Por ende, hay que alejarse de ese tipo de pensamiento y de ese tipo de argumentación
porque lejos de esclarecer la realidad la vela, la obscurece.
Por el contrario, hay que reconocer tal carácter desequilibrador del mercado. Y, en
consecuencia, cuando esos desequilibrios afectan a la sociedad, hay que intervenir. Y
¿quién tiene que intervenir? Lógicamente, el Estado. Y aquí vuelve a enfrentarse con
otro dogma liberal: la necesaria no intervención del Estado en la economía. Para Soros
lo importante es que para que una economía sea sólida hace falta que sustente una
sociedad próspera y esto no lo consigue el mercado por sí solo. Hace falta la acción
consciente del Estado. Y esta acción consciente la han llevado a efecto hasta ahora los
Estados nacionales, en su máxima expresión en aquellos en los que impera el Estado del
Bienestar. Pero, ¿qué ocurre cuando la economía se globaliza y la sociedad y el Estado
no?. Este es el quid de la cuestión. Volveremos sobre ello.
3.- La reflexividad
Los hechos pueden verse influidos por la formulación de enunciados sobre ellos36[36],
dice Soros. Y esta idea condensa su concepto de reflexividad. Se trata, sucintamente
resumido, de que, a diferencia de las ciencias naturales y la naturaleza, en las ciencias
sociales y en la sociedad, los actos y los pensamientos de los actores, sean científicos o
agentes activos, modifican la propia realidad. Existe, según él, una intensa interacción
entre pensamiento y realidad que hace imposible, o casi imposible, sostener la
existencia de una realidad estrictamente objetiva en la economía y en la sociedad. Y se
fundamenta en su propia actuación y la de sus iguales: los grandes especuladores
financieros. No basta un conocimiento de la estructura y evolución de los mercados
financieros para predecir el futuro puesto que la propia acción de uno de los agentes
activos conlleva la modificación de las expectativas de otros y ello modifica el propio
comportamiento del mercado.
Esta es sucintamente la idea. A mi entender, es una de las más endebles que nos ofrece
Soros. Es ciertamente actuante en el terreno de los mercados financieros si uno es un
gran especulador. Pero el común de los mortales no es un gran especulador. Para el
común de los mortales la economía se presenta como un dato, como algo externo a él,
como una situación a la que inexorablemente se debe someter y debe actuar en
34[34]
Op. Cit. p. 22.
"El concepto de equilibrio es muy útil, pero también puede ser muy engañoso... El equilibrio es algo
que rara vez se ha observado en la vida real" (Op. Cit. p. 69).
36[36]
Op. cit. p.65.
35[35]
consecuencia. Por tanto, para el común de los mortales la economía tiene el valor de ser
una realidad objetiva inmodificable mediante la acción personal e individual de cada
uno de ellos.
No obstante, este concepto de reflexividad lleva a Soros a concluir con la necesidad de
abandonar la teoría económica al uso y la necesidad de construir otra nueva, que
trascienda el marco de la búsqueda del equilibrio y que abandone el paradigma de que el
mercado es el mejor método para resolver "cualquier cosa".
4.-La sociedad abierta
Tras examinar la evolución de la economía capitalista y sobre todo la crisis más reciente
--asiática, Rusia, Brasil--, es decir, al poner de manifiesto las insuficiencias del mercado
que han provocado tal situación, Soros se adentra en el proceloso mar de lo que él
denomina el sector no mercado de la sociedad. Y su propuesta se concentra en la idea
popperiana de sociedad abierta.
Para Soros, la "sociedad abierta" es, por supuesto, una sociedad democrática, con libre
juego político, elecciones, etc. Pero no es sólo eso, no es sólo la democracia formal. Es
el resultado de la aplicación de un conjunto de valores morales que, en última instancia,
hacen prevalecer el bien común sobre los intereses individuales, que actuando
ciegamente pueden provocar precisamente lo contrario al bien común. Grosso modo y
con muchos matices, tales sociedades abiertas se han producido en los Estados-nación
occidentales y son el ejemplo a seguir en otras latitudes. No obstante, la pérdida de
valores morales y el predominio del fundamentalismo del mercado está erosionando la
sociedad abierta incluso en el mundo occidental.
Pero ese no es el principal problema. El principal problema es que no existe una
sociedad abierta global que se corresponda a la economía global que efectivamente
existe. Para Soros
"...No existe un sistema político global que se corresponda al sistema capitalista
global. Por otra parte, no hay consenso en cuanto a que un sistema político
global sea viable ni deseable" 37[37]
El propio Soros se ha respondido ya a esta pregunta en páginas anteriores:
"Para estabilizar y regular una economía verdaderamente global es necesario
algún sistema global de toma de decisiones políticas. En una palabra,
necesitamos una sociedad global que respalde nuestra economía global. Una
sociedad global no significa un Estado global. Abolir la existencia de los
mercados no es viable ni deseable, pero en la medida en que hay intereses
colectivos que trascienden las fronteras estatales, la soberanía de los Estados
debe subordinarse al derecho internacional y a las instituciones
internacionales".38[38]
37[37]
38[38]
Op. Cit. p. 247
Op. Cit. p.31
Soros es realista y no aboga por el fin de los Estados nacionales aunque advierte su
claro declive y patrocina su pérdida de funciones en aras de ámbitos institucionales
supranacionales. Este es el argumento central de su propuesta para solventar la, según
él, inexorable crisis del capitalismo global. Se trata de la construcción de instituciones
internacionales que regulen y legislen en ese ámbito de tal modo que los mercados no
consigan llevar a todo el sistema al desplome. Pero que nadie se llame a engaño. Soros
tiene bien claro quien debe dirigir ese proceso y como. No se trata de alumbrar una
sociedad democrática mundial sino de, manteniendo la actual estructura de Estados
nacionales, crear las instituciones que los obliguen a actuar en el sentido de lo que Soros
considera que es la sociedad abierta, dicho de otro modo, en el sentido de la sociedad
occidental. Sus últimas palabras, con las que concluye su libro son altamente
esclarecedoras.
"Una sociedad abierta global no puede ser obra únicamente de las personas o de
las organizaciones no gubernamentales por sí solas. Los Estados soberanos
tienen que cooperar y esto requiere una acción política. La opinión pública y la
sociedad civil tienen que desempeñar papeles importantes porque en una
democracia los políticos deben ser receptivos a las demandas populares. En las
democracias que funcionan bien los estadistas podrían incluso encabezar la
movilización de la opinión pública. Necesitamos esa clase de liderazgo para
formar una coalición de países de ideología afín comprometidos con la creación
de una sociedad abierta global"39[39]
¿Tal vez el grupo de países aliados en torno a Estados Unidos en la OTAN es ese grupo
de países?. Soros no lo aclara, pero parece ser que es algo así en lo que está pensando.
En definitiva, para este representativo autor, la economía capitalista global no sólo está
en crisis sino que además es inviable y corre hacia un inexorable desplome a no ser que
se actúe POLITICAMENTE a nivel mundial. Cierto que no se puede tocar la sacrosanta
figura de los Estados nacionales, pero Soros es muy claro al manifestar que tales
Estados son sólo parte de un engranaje que les supera. Y por eso clama por su sumisión
al derecho internacional y por la construcción de instituciones que regulen y ordenen la
economía global. Ese es su objetivo y, al parecer, algo de ello ya está sucediendo.
5.2.- El capitalismo en la era de la globalización40[40] de Samir Amin
A diferencia de Soros, Samir Amin no es ni financiero ni filántropo. Este autor, de
origen egipcio y de formación fundamentalmente francesa, es un pensador marxista,
creador de la conocida teoría del desarrollo desigual y de la acumulación a escala
mundial, comprometido con la lucha de los pueblos por su liberación y por su
emancipación. Representa el punto de referencia esencial en la interpretación del
sistema mundial capitalista como un sistema integrado por un Centro desarrollado y una
Periferia subdesarrollada y es, junto con otros autores, sobre todo los agrupados en la
llamada "escuela de la dependencia", uno de los más profundos analistas críticos del
capitalismo global.
El libro de Samir Amin, publicado en 1999, consiste en un conjunto de siete trabajos
publicados con anterioridad a 1997. No obstante la relativa distancia temporal de la
39[39]
40[40]
Op. Cit. p 270.
Samir Amin: El capitalismo en la era de la globalización. Ed. Paidós. Barcelona,1999.
publicación del original, los planteamientos de Samir Amin continúan teniendo
suficiente vigencia.
De los siete artículos mencionados he elegido dos, que por su contenido me parecen los
más significativos para el tema que aquí nos ocupa. Se trata de los siguientes:
El futuro de la polarización global
El auge de la etnicidad: una respuesta política a la globalización
económica
En ambos casos el autor efectúa un conjunto de planteamientos originales sobre la
situación actual del capitalismo Asimismo, expone su opinión sobre la evolución
próxima del sistema, sometido a un proceso de globalización acelerado que conduce a la
crisis global del sistema, punto en el que, precisamente, coincide con G. Soros.
1.- El declive del Estado-nación y los cinco monopolios
Para Samir Amin, la mundialización actualmente en curso se inscribe en un proceso
histórico en el cual el capitalismo ha atravesado por diversas fases de las cuales la
mundialización sería la más reciente, pero resultado de las anteriores y sin representar
una ruptura con el modo de producción, de acumulación y de dominación capitalista. En
este sentido, Amin parece distanciarse de un modelo de interpretación de la historia del
capitalismo considerada como una sucesión de hegemonías, en la cual el Centro ha sido
ocupado por sucesivos países, o incluso ciudades. Se trata de autores como Braudel,
Wallerstein, Attali, etc. Al parecer, aunque no los menciona, Amin no coincide con
ellos:
"...este análisis del capitalismo mundial (el de Amin) no se centra en la cuestión
de las hegemonías, puesto que no me adscribo a la escuela de las hegemonías
sucesivas de cierta historiografía. El concepto de hegemonía es a menudo estéril
y acientífico merced a la vaguedad de las definiciones al uso, de modo que no
creo que deba constituir el centro del debate"41[41]
Al mismo tiempo que reconoce el papel de Estados Unidos en la actual configuración
del sistema, señala que es tan frágil y precaria como la globalización de las estructuras
a través de las que opera.
No obstante, si se atiende a la evolución del sistema, el punto básico es que no se tiende
hacia la construcción de un nuevo orden mundial sino hacia el caos.
"Esta evolución no apunta hacia un nuevo orden mundial caracterizado por
nuevas formas de polarización, sino hacia el desorden global. El caos al que nos
enfrentamos proviene de un triple fracaso del sistema, que ha sido incapaz de
desarrollar: a) nuevas formas de organización social y política que vayan más
allá del Estado-nación, un nuevo requisito del sistema globalizado de
producción; b) relaciones políticas y económicas capaces de reconciliar el auge
de la industrialización en las nuevas zonas periféricas competitivas de Asia y
América Latina con el objetivo del crecimiento mundial; y c) una relación que
41[41]
Op. Cit. p.17
no sea excluyente con la periferia africana, que no está implicada en modo
alguno en una industrialización competitiva"42[42]
El primer punto es, a mi juicio, el más relevante. El declive del Estado-nación, la
pérdida de funcionalidad de los Estados tal y como surgieron del siglo XIX y han
permanecido prácticamente hasta la fecha sin apenas modificación, ha dejado de ser útil
al sistema, ya no asegura sino que obstaculiza la acumulación. Y, como corolario, la
ausencia de instituciones mundiales de regulación y control político del proceso genera,
por consiguiente, el caos.
Y esto sí que representa un rasgo novedoso del sistema en la actualidad, precisamente la
no armonía entre la base económica y la superestructura política: Samir Amin señala
que
"1.- La erosión del Estado-nación centrado en sí mismo y la consiguiente
desaparición del vínculo entre la esfera de la reproducción y la de la
acumulación, que acompaña al debilitamiento del control político y social que
hasta el momento había sido determinado precisamente por las fronteras de ese
Estado-nación autocentrado.
2.- La erosión de la gran fractura entre un centro industrializado y las regiones
periféricas no industrializadas, es paralela a la emergencia de nuevas
dimensiones de polarización.
La posición de un país en la jerarquía global viene definida por su capacidad
para competir en el mercado mundial"43[43]
Ahora bien, contra la opinión neoliberal predominante, Amin no acepta la idea de que es
el mercado libre en virtud de sus leyes objetivas el que regula y organiza el espacio
mundial, es decir, las economías de los diferentes países, la competitividad y, en última
instancia, por supuesto, el propio sistema. Muy al contrario, existen importantes sesgos
a tal libre mercado que determinan y condicionan la posición de cada cual en el proceso
de mundialización. A este respecto, Amin señala la existencia de lo que denomina
CINCO MONOPOLIOS bajo el control del Centro del sistema, que distorsionan
considerablemente el funcionamiento del mercado y establecen una clara situación de
desigualdad. Tales cinco monopolios son los siguientes:
1.- Monopolio tecnológico
2.- Control de los mercados financieros mundiales
3.- Acceso monopolista a los recursos naturales del planeta
4.- Monopolio de los medios de comunicación
5.- Monopolio de las armas de destrucción masiva.44[44]
Es precisamente la conjunción de todos estos aspectos lo que anula el impacto de la
industrialización en las periferias y las mantiene subordinadas al sistema mundial aun
controlado por el Centro.
42[42]
Op. Cit. p.16
Op. Cit. p. 17
44[44]
Op. Cit. pp.18 y 19
43[43]
Ante esta situación, Samir Amin propone una alternativa humanista a la actual situación
que pasa necesariamente por
"La construcción de un sistema político que reemplace al Estado-nación y se
constituya en la única unidad política en condiciones de gestionar un mercado
ampliado"45[45]
Con el fin de combatir los cinco monopolios, y de asegurar el descenso de la
polarización mundial, sugiere como escenario de futuro, que contrapese la influencia de
l Centro, la
"...reorganización del sistema mundial a partir de grandes regiones, que
agruparían zonas dispersas de la periferia. De esta forma se podrían constituir las
regiones latinoamericana, árabe, africana, del sudeste asiático, junto a China e
India"46[46]
A estas regiones cabe añadir Europa y la antigua Unión Soviética y, por supuesto
Estados Unidos y Japón.
Pero lo más relevante es el papel de Estados Unidos. El fin de la guerra fría, el
monopolio o casi del arma nuclear y la posesión del arsenal más diabólico de armas de
destrucción masiva, sitúa a este país en el vértice superior de la jerarquía mundial. Pero
esa situación ya no se corresponde plenamente a la base económica de un sistema
globalizado.
"El objetivo de Estados Unidos sigue siendo el mantenimiento de las ventajas
que se derivan de su hegemonía mundial, que se encuentra amenazada por la
erosión de su competitividad en la economía mundial y por el exorbitante coste
de las intervenciones que hace con el objeto de mantener su posición.
Enfrentado, tras la desaparición de la bipolaridad, a un número creciente de
"enemigos", el número de esas intervenciones ha aumentado"47[47]
Libia, Irak, Somalia, Sudán, Yugoslavia, y ¿dónde más en el futuro? Son ejemplos que
corroboran lo anterior. Estados Unidos YA NO PUEDE EJERCER SU HEGEMONI
únicamente por medio de la economía o de la política; necesita utilizar la violencia, la
fuerza militar y ello convierte al planeta en un mundo inestable y en constante peligro
de guerra. Y ante tal situación sólo caben dos posiciones: enemigo o comparsa. Es, tal
cual, lo que está sucediendo con la intervención de la OTAN en Yugoslavia.
Y concluye Samir Amin:
"En tales condiciones, careciendo de formaciones sociales progresistas en el
mundo y de una regionalización del sistema mundial comprehensiva y flexible,
¿puede Estados Unidos imponer las reglas del juego capitalista? En caso
afirmativo, ¿qué reglas y con qué medios?. Existe una fuerte tentación de
fomentar las fuerzas conservadores para imponer la utopía del mercado, que
agravará la polarización y, al resultar tal cosa insoportable, comportará
45[45]
Op. cit. p.21
Op. Cit. p. 25
47[47]
Op. Cit. p 94
46[46]
erupciones violentas. Existe, pues, la urgencia de responder con bombardeos
masivos que, tristemente, ya se probaron en la guerra del Golfo"48[48]
Y ahora en Yugoslavia. ... Es decir, Estados Unidos no puede ejercer su hegemonía por
medios pacíficos. Necesita la guerra. Y ese parecer ser el marco en el cual el proceso de
globalización avanza.
Señala Samir Amin que, dado el desconcierto popular ante el desmoronamiento del
socialismo, las alternativas al sistema capitalista mundial desigual, polarizador y
agresivo no aparecen con demasiada claridad. No obstante, la respuesta es lo que él
denomina el ascenso de la etnicidad, es decir, de las respuestas populares a partir de la
afirmación de su identidad sea esta cultural, religiosa, nacional o de cualquier otro tipo,
frente a los Estados-nación caducos y frente a la potencia mundial globalizadora de los
Estados Unidos y sus comparsas.
Se está, sin embargo, aun muy lejos de conseguir alternativas generales y factibles a esta
situación. Pero el camino está trazado, es decir, la no validez de los tradicionales
Estados-nación debe abrir paso a otras formas de organización política que, como dice
Amin, en una primera fase deberían adoptar la forma regional: América Latina, Asia del
Sur-Este, Africa, Europa, el mundo árabe, China, India, la antigua Unión Soviética.
Pero tales potenciales supra-Estados se deben construir sobre la base del respeto
escrupuloso de las etnias, pueblos y naciones que los constituirían,
--excluyendo
por tanto cualquier tipo de "limpieza étnica del estilo de la que acontece en Kosovo--,
sin ceñirse a las fronteras de los Estados-nación ya obsoletos. Largo y difícil camino por
recorrer.
5.3. Conclusión
Samir Amin y George Soros son ideológicamente diametralmente opuestos. Son,
políticamente antagónicos. Son socialmente desiguales. Son económicamente
diferentes. Tienen y defienden intereses muy distintos...
Pero ambos coinciden en varias cosas.
1.- Existe un sistema capitalista mundial polarizado en centro y periferia
2.- Este sistema está en proceso acelerado de globalización
3.- Este sistema globalizado está en crisis
4.- No existe un ámbito político mundial que tenga atribuciones suficientes para
regular y controlar la economía mundializada
5.- Frente a la economía mundializada no se está creando una sociedad
mundializada
6.- La acción libre del mercado no es suficiente para resolver la crisis; por el
contrario, el mercado es creador de desequilibrios y no tiende, como afirman los
neoliberales, hacia el equilibrio.
7.- Si no se actúa políticamente, la situación sólo puede conducir al caos y al
desorden internacional
48[48]
Op. Cit. p. 99
Hasta aquí algunas de las coincidencias. Pero en las soluciones están las divergencias.
Para Soros la solución es la construcción de un grupo de países que ejerzan el liderazgo
mundial para construir su modelo de sociedad, la llamada sociedad abierta. Al parecer
ese grupo de países ya existe. Se trata de Estados Unidos y sus comparsas de la OTAN
Para Samir Amin, la hegemonía norteamericana ya no puede ejercerse en el seno del
sistema de modo pacífico y la guerra empieza a ser necesaria para mantener tal
hegemonía. Guerras locales, bombardeos masivos, policía mundial norteamericana (y de
sus comparsas), pero sigue estando ausente la regulación mundial de la base económica.
Para Amin, los pueblos deberían reaccionar construyendo agrupaciones regionales que
se enfrenten a la globalización encabezada por el Centro y que respeten la etnicidad,
con la intención de dar una respuesta humanista a la crisis del sistema y al caos que
engendra la globalización.
Y, en fin, de momento prima la guerra... como está ocurriendo en Yugoslavia.
CAPÍTULO 6
Miren Etxezarreta49[49]
LA VULNERABILIDAD DE LOS MODELOS ECONÓMICOS NEOLIBERALES
Introducción
Desde finales de los años setenta, las recomendaciones de política económica de las
instituciones internacionales a las autoridades económicas de los diversos países han
consistido en la aplicación de programas económicos neoliberales50[50] 1. En los países
desarrollados, tras la segunda crisis del petróleo en 1979, la OCDE (Organización para
la Cooperación y el Desarrollo Económicos aconsejó la utilización de este tipo de
programas, que, además, fueron justificados con entusiasmo por la academia y
potenciados en su aplicación con la llegada al poder de Thatcher y Reagan. En los
países en desarrollo, es bien sabido que a partir de la crisis de la deuda, el Fondo
Monetario Internacional (FMI), secundado por el Banco Internacional de
Reconstrucción y Desarrollo (BIRD/Banco Mundial), ha tenido el poder de exigir la
aplicación de duras estrategias de ajuste a los países que a él recurrían. En conjunto,
puede considerarse que desde los últimos setenta los programas neoliberales han
constituido la recomendación casi universal de política económica tanto en los países
industrializados como en los menos desarrollados.
La generalización y el mantenimiento durante muchos años de un mismo tipo de
programas lleva a pensar que éstos deben ser útiles y muy eficaces para resolver los
problemas que aquejan a los países en cuestión. Sin embargo, estos modelos han sido
fuertemente criticados. Mayoritariamente, a causa de las graves consecuencias
negativas en el ámbito sociai, que han sido ampliamente demostradas. El objetivo de
este trabajo es distinto. Partiendo de que los efectos sociales negativos son ya
conocidos, el propósito de este articulo consiste en revisar si, efectivamente, estos
modelos han probado su validez dentro de su propia lógica para los objetivos que
señalan las instituciones que los impulsan e imponen. Una rápida revisión de dichos
modelos para explorar si, efectivamente, han servido para lograr la estabilidad y el
crecimiento, me lleva a concluir que los mismos tienen una construcción interna que no
resuelve los problemas de fondo y que conduce a la inestabilidad en la mayoría de las
economías.
Dado que no es posible que quienes propugnan estos modelos no perciban estas
limitaciones, se avanza la hipótesis de que los verdaderos objetivos de estos modelos no
consisten en resolver los problemas de los países que los soportan, sino que son otros
no expresados deforma explícita, pero que se pueden deducir por sus resultados y por
las 'preferencias reveladas' que los expresan. Estos objetivos no explicitados consisten
principalmente en facilitar la operación de los grandes capitales internacionales en
torno a tres aspectos:
49[49]
Departamento de Economía Aplicada, Facultad de CC. Económicas, Universidad Autónoma de
Barcelona, Bellaterra, 08***; email: [email protected]
50[50]
Estos programas han formado siempre parte de la ‘caja de herramientas‗ de estas instituciones.
Recordemos el famoso Plan de Estabilización para España de 1959 elaborado bajo los auspicios del FMI
y que esencialmente consistía en las mismas medidas que los planes neoliberales de la actualidad (lo que
lleva a pensar que las instituciones internacionales han redescubierto la panacea mágica de planes de
política económica válidos para todas las situaciones y en todos lo tiempos).
Primero: estabilizar y controlar las economías en las que pueden operar, especialmente:
a) en cuanto se refiere a la estabilidad monetaria -tasa de inflación y tasa de cambio- de
forma que asegure el mantenimiento del valor de los capitales líquidos y de los activos
de los capitales internacionales, y b) respecto a la estructura de distribución de la renta,
particularmente la austeridad de la participación de los trabajadores y las capas
populares,
Segundo: facilitar ámbitos de operación rentable y sólida a los enormes flujos de
capitales líquidos internacionales que buscan oportunidades de valorización,
Tercero: suministrar oportunidades para que las grandes empresas transnacionales
absorban los segmentos de demanda efectiva más dinámicos de todos los países y, al
mismo tiempo, facilitar la racionalización y reestructuración de los grandes agentes
productivos internacionales a nivel mundial o de los grandes espacios regionales.
6.1. Los principios básicos de los modelos neoliberales
Los modelos de ajuste propugnados por la OCDE, el FMI y el Banco Mundial son
modelos sencillos, actualmente bien conocidos, que transcurren por las líneas
siguientes:
Tras diagnosticar que los problemas económicos de los países se deben exclusivamente
a sí mismos (minimizando así la incidencia de los elementos externos al país)
fundamentaimente por estar viviendo por encima de sus medios, y por su mala gestión,
consideran que, en primer lugar, el país debe resituarse en sus posibilidades económicas
reales. En el caso de los países periféricos, a ello se añade el hacer frente a sus
compromisos respecto a la deuda externa. Lo que requiere un programa duro de ajuste una 'recesión controlada'- para colocar al país de nuevo en una senda apropiada de
crecimiento. Crecimiento que habrá de lograrse con una economía abierta,
principalmente impulsando las exportaciones, que permitirán satisfacer el servicio de la
deuda externa y ejercerán el papel de motor del desarrollo (can su efecto multiplicador
dinamizarán la economía interna). Lo que implica la imperativa necesidad de que el
sistema productivo alcance niveles de competitividad internacional. A plazo medio, si
estos aspectos se logran, el mercado proporcionará el desarrollo y el bienestar.
Para materializar este diseño, exigen la aplicación de un programa standard de política
económica formado por tres bloques principales:
- respecto a la intervención pública: Con el objetivo de controlar los procesos
inflacionarios, reducir la demanda interna y estimular la actividad privada, se exige una
disminución sustancial de la intervención pública en la economía. Una drástica
reducción del gasto público, y todavía mayor del deficit fiscal, la privatización de las
empresas públicas y la desregulación de la economía son los ejes de este apartado.
Acompañados del control monetario. La recesión del crédito en el interior ha de ser
también herramienta básica de control inflacionario y de reducción de la demanda
interna, lo que liberará recursos que se dirigirán a las exportaciones. El incremento del
tipo de interés a que dará lugar esta contracción monetaria mantendrá la inflación 1>ajo
control y estimulará la entrada de capital extranjero.
- en cuanto al mercado laboral: se impulsa una política de austeridad en los
ingresos, con rentas salariales acusadamente restrictivas o incluso recesivas, que
implican una reducción del poder adquisitivo de la población. En los países en
desarrollo, además, ésta permite acercar los niveles de vida a las posibilidades reales
del país y liberar recursos para las exportaciones. Una legislación laboral favorable para
las empresas y la potenciación de la flexibilidad laboral (temporalidad, movilidad de la
fuerza de trabajo, despido libre, además de doblegar el poder de los sindicatos) se
consideran indispensables para estimular las inversiones, particularmente las
extranjeras, que deben constituir el elemento clave en la consecución de la
competitividad.
- referente a la política externa: se considera indispensable una adecuación del
tipo de cambio a un nivel realista (casi siempre una devaluación) y una muy amplia (en
muchos casos total), liberalización de las transacciones económicas internacionales del
país en cuestión (liberalización comercialy de flujos de capitales además de la
legislación interna necesaria para facilitar las inversiones del exterior). Del capital
exterior, además de su contribución al equilibrio de la Balanza de Pagos, se espera la
nueva tecnología y la expansión de los mercados externos. Las exportaciones, hacia las
que deben dirigirse el máximo de recursos facilitarán la consecución del equilibrio
externo.
Se postula que este paquete de política económica permitirá recuperar los
equilibrios macroeconomicos, establecer niveles realistas y adecuados de las
principales variables económicas, y contribuirá a hacer competitivos los países en la
escena mundial. En los países menos desarrollados con problemas de deuda, contribuirá
a la obtención de las divisas necesarias para su servicio. Se acepta que estos programas
suponen reducciones en el nivel de vida de una gran parte de la población, mayores en
los países más pobres, pero, utilizando el símil médico, se considera que es
imprescindible un duro tratamiento de choque tras el que se recobrará la salud
económica. Saneado el sistema, restablecidos los equilibrios macroeconómicos, se
iniciará de nuevo una senda de crecimiento que conducirá a cotas cada vez más altas de
desarrollo, que mejorarán el nivel de vida de la población.
La política económica durante los años ochenta ha sido regida por estas líncas. Desde
Estados Unidos con Reagan, hasta los países más pobres del mundo, han seguido en sus
líneas generales estos modelos. Obviamente, los distintos niveles de riqueza de los
países y las circunstancias de su economía han modulado su planteamiento y las formas
de su aplicación, han motivado la introducción de matices distintos, pero en esencia han
sido los mismos modelos.
6.2. Algunas debilidades de este modelo
Los modelos neoliberales propugnan una liberalización del sector exterior y del
conjunto de las economías afectadas. Las refrescantes ráfagas de la competencia
universal se consideran imprescindibles para que los respectivos sistemas productivos
nacionales produzcan con la óptima asignación de recursos (nacional e internacional).
La base teórica de esta estrategia está constituida por la teoría del comercio
internacional, siguiendo los plantemientos del teorema Heckscher-Ohlin-Samuelson y
su base, la teoría de la ventaja comparativa.
La teoría del comercio internacional constituye una de las partes del análisis económico
convencional más criticada, tanto en términos teóricos como en su constatación
empírica. Cualquier repaso de los manuales al uso atestigua de ello. De aquí que cuanto
sigue en este apartado no incorporará planteamientos novedosos, sino que se destacarán
algunos límites aparentemente obvios de la teoría, que, sin embargo, son ignorados para
un gran número de autores e instituciones que realizan recomendaciones de política
económica o evalúan tos programas propuestos. Es interesante constatar que, aunque la
mayoría de tratadistas teóricos reconocen las limitaciones de la teoría pura del comercio
internacional y sus importantes restricciones operativas, no se oponen a que tan
precaria teoría sea la base de recomendaciones de política económica cruciales para la
vida de millones de seres humanos. La amplia aceptación profesional a estos modelos
proporciona interesantes reflexiones acerca de la relación entre la ciencia económica (y,
en general las ciencias sociales) y los intereses políticos e ideológicos clominantes, e
incluso los personales de sus profesionales.
Entre los múltiples aspectos que podrían considerarse, llama la atención el poco interés
que en la teoría del comercio internacional se concede a los dos elementos siguientes:
- El reduccionismo de los postulados de la ventaja comparativa51[51].
Las ventajas comparativas constituyen el mecanismo esencial que permite que todos
los países tengan algún sector que es posible potenciar. Según éstas, es la ventaja
interna, el coste de oportunidad de cada país respecto a su propia producción, el que
delimita los productos susceptibles de comercio internacional para lograr la óptima
asignación de recursos. De esta forma, siempre existen productos susceptibles al
comercio, ya que en todos los países, necesariamente, unos productos tendrán un coste
de oportunidad superior o inferior a otros. El paso de la teoría de la ventaja absoluta a la
ventaja comparativa es, en definitiva, el gran hallazgo que permite que todos los países
tengan productos en los que comerciar.
Este planteamiento, sim embargo adolece de dos falla que me parecen significativas:
Por una parte, su tratamiento de la demanda para los productos a exportar es altamente
insatisfactorio. Se limita a integrar la magnitud de dicha demanda en términos de los
precios relativos de los productos con los que se comercia a nivel internacional, con lo
que de hecho, se asume que siempre existe la demanda internacional para dichos
productos. Lo que dista mucho de ser la situación actual. Imaginemos un país que
tuviera ventaja comparativa en la producción de diligencias, junto con la de ábacos e
hilados de lino, ¿podemos suponer que este país generará las divisas suficientes para
adquirir todos los demás productos que le son imprescindibles (petróleo, medicinas y
fertilizantes para su agricultura...)?. Por supuesto, el ejemplo es extremado, pero ¿no
están hoy muchos países pobres en situación similar a la del imaginario país fabricante
de diligencias?. La insuficiencia de la demanda externa se acentúa en el caso de los
51[51]
No trataré aquí las numerosas limitacioncs 'técnicas' que plantean estos modelos y que ya han sido
incorporadas en todos los manuales, tales como las profundas limitaciones que imponen los supuestos de
los que parte la teoría como la inmovilidad de los factores, o la igualdad de las funciones de producción y
otro elementos, o la imposibilid de que la misma responda a temas cruciales como las economías de
escala, la competencia imperfecta y el comercio intraindustrial, sino que me concentraré en aspectos más
directamente vinculados a la política económca que se está practicando.
países periféricos cuya deuda externa absorbe una gran parte de las divisas que logran
con sus exportaciones.
Añádase a ello que la mayoría de los países periféricos, con una determinada
distribución de la renta, unos sistemas productivos y comerciales transnacionalizados y
unas pautas de consumo modeladas sobre las de los países centrales, presentan una alta
elasticidad renta para las importaciones. Sobre todo de las clases medias y altas,
principales demandantes de bienes importados. Lo que contribuye a mantener
programas de austeridad que sufren las clases más débiles, ajenas al aumento del
consumo de importaciones.
Así, las importaciones de bienes y servicios entre 1986 y 1993 en México se han
multiplicado por 3,67 veces, 3,15 veces en Argentina, 1,87 en Brasil, suponiendo
también el éxito chileno un incremento de 2,8 veces en importaciones para el mismo
período. Y así sucesivamente, sin ignorar el poderoso Estados Unidos con un deficit
comercial impresionante52[52], o España, donde entre 1985 y 1992 las importaciones han
crecido en un 241%53[53].
Resulta curioso que, frente a todos los problemas que causa el desequilibrio externo,
muy raramente las instituciones internacionales ponen en cuestión la magnitud de las
importaciones, que, sin embargo, constituyen una parte sustancial de tal desequilibrio.
A mi juicio, manifiesta de forma 'revelada' que el equilibrio exterior no es un objetivo
verdaderamente prioritario de los programas de ajuste54[54]. La posibilidad que estas
importaciones proporcionan a los grupos transnacionales de absorber la demanda de los
grupos económicamente más solventes de todo el mundo, y de racionalizar global o
regionalmente sus estructuras productivas y comerciales es mucho más importante que
el equilibrio externo de los países implicados.
Por todo ello, es muy poco probable que muchos países puedan generar las divisas
suficientes para satisfacer sus necesidades de financiación externa. Aún si se continúa
aceptando la teoría de la ventaja comparativa, }qué garantías existen de que el libre
comercio generado por un país con menor desarrollo que la media mundial, va a
generar las divisas necesarias para cubrir la deuda externa y equilibrar las compras que
este país necesita realizar en el exterior55[55]?. Además de la capacidad de producción
interna, ésta dependerá, necesariamente, de la demanda que para esos productos exista
a nivel mundial en relación con la demanda interna para los productos externos.
En un mundo donde todos los países pretenden ser exportadores netos, el problema de
la demanda se convierte en un aspecto crucial a considerar antes de implantar una
política basada en las exportaciones. El débil tratamiento que sobre la demanda realiza
la teoría del comercio internacional no está justificado si en la misma han de basarse las
recomendaciones de política externa a implementar.
52[52]
Fuente de los datos; CEPAL. Estudio económico de America Latina y El Caribe, 1993.
OCDE: Estudios económicos de h OCDE- España, junio 1994.
54[54]
Incluso en un país con una situación económica tan desesperada, como Nicaragua, las
importacionciones han crecido entre 1989 y 1904 en un 17,6%.
55[55]
La respuesta ortodoxa a esto es que el país en cuestión ha de limitar sus importaciones a lo que es
posible. Es decir, es la capacidad de exportar lo que determina su capacidad de importar. Pero ello es
difícil de contemplar en la actual estructura económica de los paises- y más de los países más pobres, de
gran dependencia tecnológica externa-, cuando éstos tienen una muy baja posibilidad de vender en el
exterior.
53[53]
Por otro lado, la teoría ignora totalmente el impacto que la liberalización del comercio
puede tener en el sistema productivo de un país. Todo el análisis teórico se realiza
asumiendo que la curva de producción riel país no cambia o que la capacidad
productiva se expande, lo que dista mucho de ser la única posibilidad. Debido, en
primer lugar, a que la liberalización comercial de un país con débil posición
competitiva puede conducir a un aumento de las importaciones que tengan un fuerte
impacto negativo en la estructura productiva interna, considerablemente superior a la
mejora alcanzada con el incremento de las exportaciones. Lo que lleva al decrecimiento
o desaparición de algunas ramas produtivas, que no se ven compensadas por la
ampliación de las exportaciones. Es decir, la curva de producción real (distinta de la
potencial) disminuye o, lo que supone lo mismo, la economía real se encuentra
operando por debajo del límite de la curva de producción de origen (con recursos
excedentes). Por lo tanto, no es imposible que tras el comercio, el bienestar del país en
cuestión disminuya en lugar de aumentar.
Tendencia que se refuerza cuando la liberalización tiene lugar en el marco de un
programa de ajuste. Con estos programas la demanda interna disminuye, lo que
dificulta el mantenimiento de las empresas y sus posibilidades de acumulación, ya que
se ven obligadas a competir con productos importados de países con una estructura
productiva mucho más avanzada y una estructura comercial internacionalizada56[56].
Como es sabido, el argumento del FMI es, precisamente, que esta competencia externa
forzará a la producción interna a ser más eficiente y productiva. Sin embargo, en la
mayoría de situaciones, muchas ramas productivas del interior no pueden aguantar la
reducción de ventas y la competencia. Al postular que la liberalización comercial
obligará a incrementar la competitividad de la estructura productiva interna, los
programas de ajuste ignoran los problemas que los países con menor desarrollo pueden
tener para lograr dicha competitividad y para sustituir la producción de unos sectors por
otros, de forma que la estructura productiva de éstos va siendo debilitada
sustancialmente. La competencia externa lleva a un vaciado del sistema productivo
interno. Se realizan planteamientos bsados en la estructura productiva de los países
industriales, asumiendo que existe un amplio tejido industrial que puede sustituir con
empresas más eficientes a aquellas afectadas por la competencia internacional, cuando
ella dista mucho de ser la situación, incluso en países semi-industrialziados.
Por ejemplo, si observamos el caso de España, ¿desde 1986 no están disminuyendo las
ramas productivas en las que somos competitivos en el exterior aunque el coste de
oportunidad de los productos en el interior no se haya alterado? Muchos productos
tanto del sector agrario (leche, carne, remolacha, vino), como de otros sectores como la
siderurgia, la metalurgia, el sector naval, o el textil, todos ellos en reestructuración
conytractiva desde los setenta, se ven obligados a reducir su producción ante la
competencia de los productos de los demás países de la UE, aunque nuestro coste de
oportunidad a nivel de país respecto a estos productos no haya variado sustancialmente.
Aunque en el cso español ello no ha impedido la expansión de la exportaciones (otros
sectores se han ido expandiendo, como el automóvil), ello implica una conecntración y
56[56]
Es bien sabido que la existencia de una fuerte demanda interna es un factor altamente opsitivo para
que las empresas tengan una alta competitividad en el exterior.
especialización productiva que debilita la matriz interindustrial del país57[57]. De hecho,
el informe 1995 del World Economic Forum señala el deterioro de la competetitividad
de España en la escena internacional, donde ha pasado del puesto 25 en 1994 al 28 para
este año, dentro de un total de 48 países58[58].
Los aspectos a los que acabamos de referirnos han de considerarse incluso si se acepta
que son las ventajas comparativas las que están en la base del comercio mundial.
Pero, ¿son realmente éstas las que están en la base del comercio internacional actual?
Es difícil afirmar que la parte mayoritaria del comercio internacional actual responde a
las mismas, cuando éste consiste principalmente en comercio intraindustrial (con una
parte importante de transacciones intraempresa), mucho más basdo en consideracioes
estratégicas de las grandes empresas transnacionales o en otras razones empresariales..
no cubiertas por la teoría tradicional. Si se acepta meramente la idea de que el comercio
internacional no se basa sólo en las ventajas comparativas, sino que hay otros
elementos distintos altamente significtivos que inciden en las pautas del comercio
internacional, las recomendaciones basadas en la teoría pura del comercio internacional
muestran plenamente su debilidad. En particular, si se admite, siquiera como hipótesis
de trabajo, que las ventajas absolutas se han convertido en relevantes para una buena
parte del comercio internacional59[59], la situación –y la teoría que la puede explicar—
cambia muy sustancialmente. La posición sería mucho más precaria para los países
menos productivos que, con frecuencia, se encuentran con que ninguna de sus ramas
productivas tiene ventaja bsoluta en relación con los países más avanzados.
En este sentido conviene precisar la diferencia entre ventajas comparativas y
competitividad. Un país puede tener un coste de oportunidad menor en ciertos
productos (por lo tanto, serían los que habría de exportar) que, sin embargo,
experimentan una tal competencia por parte de otros países que también los quieren
exportar, que la exportación por parte del primero sea imposible. Es decir, se ignora
que la ventaja comparativa serí sólo la condición necesaria para que se produzca el
comercio internacional, pero que la presencia de otros competidores en el mercado
mundial puede hacer fracasar las exportaciones del primer país. Por ejemplo, España
puede tener ventaja comparativa en la exportación de cítricos, pero no puede ignorar
que Marruecos e Israel, que tienen ventaja comparativa para los mismos productos,
están intentando vender también sus naranjas, siendo posible que estos países presenten
precios de venta más bajos en los mercados mundiales. Brasil puede tener ventajas
comparativas en la producción de soja, encontrándose con que Argentina tiene también
ventaja comparativa en el mismo producto y, además, unos precios de producción
considerablemente más bajos60[60].
57[57]
En el caso español, por ejemplo, los subsectores de exportación con una importancia superior al 2%
en la coposición de las exportacines, ha pasado de ser más de diez en 1990 a solamente 6 3n 1995, con las
tres primeras partids ascendiendo al 28.7% de todas las exportaciones.
58[58]
Datos recogidos en El Mundo, 6/9/95.
59[59]
Véase el libro de D. Guerrero, La competitividad: teoría y política, Ariel.
60[60]
La ortodoxia según Herkscher-Ohlin señalaria que ello seria debido a que los precios de los factores
serían más bajos en los países más competitivos y que, precisamente el comercio internacional los
conduciría a la igualación. Empero, incluso sí sucediera así- cosa que ya ni los economitas más
ortodoxos consideran que sucede- transcurriría un largo tiempo para ello, con lo que el país con venlaja
comparativa en un producto seguiría sin poder exportarlo a pesar de su interés.
En este tema, también se ignora casi siempre el importante teorema del 'second-best', el
cual demuestra que las aproximaciones (sucesivas) a un hipotético óptimo no suponen
en absoluto acercamiento a tal óptimo cuando falta alguna condición esencial para la
consecución del mismo. Si falla una condición para el óptimo, la mejor situación no se
encuentra aproximándose lo más posible al óptimo anterior sino que requiere la
búsqueda de otro óptimo distinto para las nuevas condiciones, que puede estar a gran
distancia del anterior. Según este teorema, no existe garantía alguna de que las
aperturas sucesivas aproximen al óptimo a ninguno de los países implicados mientras
no se produzca la liberalización total del comercio mundial.
Además, una somera lectura de la teoría del comercio internacional permite percibir
que, incluso si se acepta la teoría pura acerca del mismo, la optimización universal en la
asignación de recursos no garantiza la distribución equitativa de los frutos del
comercio. ¿Qué mecanismos de salvaguardia se establecen en los programas de
liberalización externa para garantizar que los países en dificultades (que son a los que
por definición se aplican los programas de ajuste), y los grupos específicos más
vulnerables de estos países, van a beneficiarse de la liberalización impuesta?
Ante todo esto, ~es posilble actuar con tal ligereza, asumiendo que el comercio
internacional indiscriminado elevará la capacidad y eficiencia productiva de todos los
países y contribuirá al bienestar de su población?
- La vulnerabilidad que implica basar los equilibrios externos en los flujos de
capitales.
Ya se ha comentado antes que, en general, los países sometidos a programas de ajuste
tienen grancies dificultades para obtener las divisas que requieren.
Necesidades que no pueden cubrir solo con el incremento de las exportaciones y que
los propios modelos proponen completar con los flujos de capital externo.
Para las instituciones internacionales, los flujos de capital internacional constituyen una
aportación crucial a los problemas financieros de los países en proceso de ajuste y en el
transcurso del desarrollo posterior. Los flujos de capitales facilitarán las divisas
necesarias para el pago del servicio de la deuda externa y, si se produce un deficit
comercial, lo compensarán en la Balanza de Pagos. Incluso en países con un gran
incremento en las exportaciones y grandes logros debidos a los programas de ajuste se
plantea esta situación: 'Si bien el saldo de la cuenta corriente acusó un déficit de
magnitud similar (3% del PIB) al del año anterior, se registro un ingreso de capitales
del orden de 3300 millones de dólares, esto es cerca del 12% del PIB' '...señalar que el
deterioro de las balanzas comercial y corriente (de México) solo ha sido factible por la
entrada de capitales; en 1992 la entrada neta de capitales superó los 23 mil millones de
dólares, casi un 8% del PIB'61[61]. La ineludible necesidad de recurrir a los capitales
extranjeros es una constante en todos los países, con la única excepción de Japón y
algunos países de la OPEP. Incluso países con mercancías tan valiosas para la
obtención de divisas como el petróleo, caso de México y Venezuela, tienen que recurrir
a magnitudes considerables de endeudamiento externo. Lo que, sin duda, proporciona
61[61]
CEPAL., Estudio Económico de América Latina y el Caribe, 1990, p.176, y Rosell J. et al., Diez
años de reestructuración en la economía mexicana.
múltiples oportunidades de beneficios a los inmensos flujos de capitales que atraviesan
el mundo buscando su valorización.
Los flujos de capitales no solo se convierten en mecanismo básico para el equilibrio
externo, sino que en ellos se basa la modernización tecnológica del sistema productivo
y la expansión de las exportaciones de los países sometidos al ajuste. Pero los capitales
externos exigen grandes incentivos, estabilidad económica y una gran solidez política.
Por ello, es imperativo que los programas de saneamiento sean sólidos, sancionen la
máxima libertad de movimientos de capital y generen incentivos que atraigan capitales
extranjeros a un nivel suficiente. Aún suponiendo que los capitales acudan a estos
países, la mínima alteración a sus exigencias impulsa su rápido abandono de los
mismos. De nuevo la preferencia revelada nos muestra que para los programas de ajuste
es, por lo menos tan importante, encontrar lugares de inversión para el capital con
rentabilidades saneadas y todas las garantías, como contribuir realmente a resolver los
programas de medio plazo de los países afectados.
En este punto aparece con toda claridad la extrema vulnerabilidad intrínseca de estos
modelos.
En primer lugar, la proporción de inversiones directas de naturaleza productiva que
acuden a estos países es limitada. Además, desde los ochenta, éstas con frecuencia van
dirigidas a beneficiarse de los programas de privatización de las empresas públicas (en
México, por ejemplo, otro modelo de éxito hasta 1994, el número de empresas publicas
paso de l155 en 1982 a 257 en Agosto de 1991 y se han privatizado otras desde esta
fecha62[62]), lo que supone que las inversiones extranjeras directas ni amplían la capacidad
productiva ni la de exportación de forma significativa, si bien es posible que realicen
reestructuraciones sustanciales en las empresas adquiridas que mejoren la productividad
de las mismas63[63]. Igualmente, a menudo, cuando las inversiones directas amplían las
exportaciones incrementan también significativamente las importaciones, por lo que el
efecto neto en la balanza comercial es escaso.
Tampoco se puede olvidar que el capital privado internacional elige los sectores en los
que invierte, y no siempre se dirige hacia el sector exportador sino que puede estar
orientado a ocupar el mercado interno, con lo que las exportaciones no aumentan. No
ignoremos, tampoco, que una gran parte de las inversiones extranjeras directas se dirigen
a los servicios o al sector inmobiliario.
62[62]
Datos de Ramses 93. IFRI. París.
Es importante distinguir entre mejoras en la productividad y en la competítividad. Puede,
perfectamenente mejorar la productividad, que supone un incremento de la producción por persona
respecto a una situación anterior, y no mejorar la competitividad, que implica una comparación con la
productvidad de otro país. Por ejemplo, es muy posible que mejore la productividad de la industria de
ordendores en Brasil, sin que afecte a su competitividad internacional. Y también al contrario: puede
mejorar la competitividad mediante una devaluación sin que se modifique en nada la productividad.
63[63]
Además, el capital externo que acude a los países en dificultades no es mayoritariamente
capital de inversiones productivas, sino generalmente capitales de cartera, a corto plazo,
de carácter financiero, extremadamente fluidos, que acuden atraídos por los altos tipos de
interés que esta estrategia comporta. Estos capitales exigen alta rentabilidad y, además,
una fuerte estabilidad económica (control de la inflación y la tasa de cambio) y política
(gobiernos fuertes y 'paz' laboral principalmente). En el momento que se produce la más
mínima indicación de que estos elementos peligran, como es bien silbido, los capitales de
cartera abandonan con extremada rapidez el país en cuestión, con lo que la situación se
deteriora mucho más de lo que estaba inicialmente. No solo se resentirá el equilibrio
externo sino que se produce el hundimiento de la tasa cíe cambio, dando lugar a intensos
acontecimientos de inestabilidad económica, capuces de destruir en períodos muy cortos
los ímprobos esfuerzos que se han hecho durante años por lograr una ansiada estabilidad.
México es el caso límite y el ejemplo obvio de esta dinámica, pero no solamente sucede
en los países menos desarrollados: recuérdese que en una de las múltiples crisis
monetarias recientes en Europa, Suecia se vio obligada a subir sus tasas de interés a más
del 500% para evitar la huida del capital a corto y que los tipos de interés del Reino Unido
no le iban a la zaga. E incluso Estados Unidos, aunque no vive con tal intensidad el
peligro de huída de capitales debido al carácter de moneda refugio del dolar, no es ajeno
al temor a decisiones de los grandes agentes económicos, especialmente japoneses, que
financian una gran parte de su deficit comercial y su deficit público. En España sabemos
bien que los altos tipos de interés que perjudican a la inversión real se mantienen a causa
de la necesidad de retener al capital foráneo.
La necesidad ineludible de capitales externos para resolver los problemas de los países
en procesas de ajuste, supone situarles en cuasi total dependencia de la dinámica y las
decisiones de las economías centrales. Lo que derrota el esfuerzo por disminuir la
dependencia externa e impide resolver el problema de la deuda (la satisfacción de su
servicio en gran parte no es más que un cambio de deuda vieja por compromisos
financieros más recientes).
Hay que añadir a ello que la afluencia de capitales exteriores es, además, altamente
selectiva. Los capitales que buscan colocación se dirigen solamente a aquellos países
que presentan buenas expectativas de desarrollo y bajo riesgo-país, siendo
extremadamente reducidas las inversiones en un gran número de países que no parecen
presentar tales perspectivas. Los flujos de capital exterior se dirigen cada vez más hacia
el sureste asiático, mientras que en América Latina se orientan a destinos muy
especfiicos -México hasta la crisis de Chiapas, Chile, Brasil, Argentina y algo
Centroamérica, (donde los distintos países manifiestan ya una agria competencia por
recibir capitales externos64[64])-. El continente africano no entra para nada en la
consideración de los grandes inversores internacionales con la excepción de alguna
inversión en el extremo norte -Magreb-, y algo más en el extremo sur- Sudafrica-; los
países del Este europeo solo son considerados muy selectivamente y la periferia europea
sufre cada vez más de la competencia de otros destinos.
6.3. La validez del modelo
64[64]
Por ejemplo Costa Rica manifiesta abiertamente su preocupación porque los capitales externos
dedicados a la inversión en turismo parecen dirigirse hacia Cuba a expensas de la orientación anterior
al período de apertura cubano que favorecía al primer país.
Los esquemas neoliberales de ajuste se basan en una recesión en el interior y una
liberalización externa, que conduce a una distribución de la renta y unos niveles de vida
cada vez más desiguales y polarizados. La dualidad en la distribución de la renta lleva a
un fuerte incremento de las importaciones para las clases privilegiadas, mientras que la
competencia externa lleva a un vaciado del sistema productivo interno (menos acusado
en el sector exportador si es posible expandirlo). Las dificultades para exportar lo
suficiente para hacer frente al deficit comercial y a las necesidades de capital para la
inversión, junto con el servicio de la deuda, llevan a un agravamiento del déficit
externo que sólo puede equilibrarse con aportaciones de capitales del exterior, que
exigen grandes incentivos, estabilidad económica y una gran solidez política. Aún
suponiendo que los capitales acudan a estos países, la mínima alteración en sus
exigencias impulsa su rápido abandono de los mismos, poniendo de relieve claramente
la extrema vulnerabilidad de estos modelos.
Es decir, en sus propios términos y sin entrar en otro tipo de consideraciones, la eficiencia
de los modelos de ajuste y las estrategias de política económica recomendadas por las
organizaciones económicas internacionales, es altamente cuestionable. En las propias
soluciones que propugnan llevan el germen de la inestabilidad financiera y el
debilitamiento de la mayoría de los sistemas productivos a los que afectan, junto con una
alta probabilidad de un sustancial incremento en los desequilibrios externos y su deuda
externa. Lo que hace factible, e incluso probable, el inicio de una espiral recesiva muy
difícil de frenar y que, además, no está en manos de las autoridades nacionales
afectar65[65]. Con lo que se frena el crecimiento y la situación se deteriora para la mayoría
de la población.
Se suele citar a Chile como ejemplo del éxito de esta estrategia, ya que este país, tras un
largo período de durisimo ajuste, presenta una pauta de crecimiento basado en las
exportaciones que parece fuerte y permanente. No se trata aquí de negar que este modelo
pueda tener algunos logros relevantes, sino de considerarlos mucho más como la
excepción (~que confirma la regla?) que como el resultado normal del esquema. Chile
parece, efectivamente, que confirma las predicciones optimistas que se realizan para estos
programas66[66], pero su dependencia de los flujos de capital exterior para los equilibrios
externos no deja de presentar siempre un elemento crucial de vulnerabilidad. También
México pareció haber logrado el éxito en los primeros noventa, para hundirse
estrepitosamente en 1994, o España que se sostiene inciertamente basada en los
permanentes flujos de capitales de cartera desde el exterior... El modelo es en esencia
altamente vulnerable, aunque en raras ocasiones parezca que está funcionando
satisfactoriamente.
6.4. Otros problemas pendientes
65[65]
No hay que pensar que los gobiernos están neceseriamenle en contra de las directrices de las
instituciones internacionales. Con mucha frecuencia participan del interés en el mismo modelo e incluso
utilizan la autoridad de las instituciones internacionales para reforzar su posición frente a la resistencia de
sus poblaciones.
66[66]
No haremos mención de algunos aspectos mucho menos satisfactorios de la situación en Chile como
la tasa de paro o la precarariedad laboral, porque ya hemos señalado que no entraríamos en estos aspectos
en este artículo.
En los equilibrios externos y la deuda
Muchos países en desarrollo con graves problemas de endeudamiento han logrado, por
medio de una dura reasignación de los recursos hacia las actividades externas, aumentar
sus exportaciones y generar un excedente en sus balanzas comerciales para hacer frente
a los compromisos de la deuda. A pesar del importantísimo esfuerzo exportador, los
excedentes obtenidos no son suficientes para cubrir los compromisos anteriores, con lo
que es necesario un nuevo endeudamiento para completar los importes necesarios para
el servicio de la deuda. De esta manera se produce un doble movimiento: Por una parte,
se genera un importante flujo de capitales desde los países endeudados a los grandes
centros financieros internacionales, para satisfacer la deuda, pero, al mismo tiempo,
estos países tienen que atraer nuevos créditos aumentando de nuevo su endeudamiento.
Hay un permanente flujo de entrada y salida de capitales con los países endeudados
financiando los intereses correspondientes.
No es sorprendente, por tanto, que no se produzca una mejora sustancial en la deuda
externa de estos países, que paradójicamente, se ha presentado como uno de los
elementos que más ha justificado la implantación de los programas de ajuste. Es bien
sabido que actualmente la deuda externa de la mayoría de los países en desarrollo es
superior a la de los primeros ochenta, cuando estalló la crisis67[67]. No puede ser de otra
manera debido al fuerte peso del servicio de la deuda y a que los propios mecanismos
de ajuste conducen a la imperiosa necesidad de financiación externa.
En la estabilidad económica
Los mejores resultados de los programas neoliberales de ajuste se observan en el
control de la inflación. Lo que revela, una vez más, cuales son los elementos
prioritarios para quienes diseñan los programas de austeridad68[68]. No puede ignorarse
que la aplicación de éstos ha conseguido controlar la hiperinflación que afecta con
relativa frecuencia a muchas economías latinoamericanas69[69], ni que los aumentos de
precios presentan niveles muy moderados en el mundo industrializado. Largos años de
austeridad, liberalización comercial y recesión monetaria están logrando el anhelado
control de los precios. No sabemos cuanto durará, pero de momento no puede dejar de
reconocerse que los niveles de inflación son muy bajos en relación con los 'habituales'
experimentados por las economías desde el final de la ll Guerra Mundial.
67[67]
Pudiera parecer sorprendente que ante ello no se repita la situación de los ochenta cuando la crisis de
la deuda, pero el hecho es que, una vez aprendido a gestionar la deuda, y que esta proporcione un
importante flujo de intereses, al capital financiero ya le conviene esta situación.
68[68]
La movilidad internacional de capitales necesaria para rentabilizarlos, y el recurso a tos capitales
externos para el equilibrio de las Balanzas de Pagos que constituyen características fundamentales de los
modelos neoliberales de política económica, hacen que el control de la inflación y las tasas de cambio
constituyan el primer objetivo prioritario del capital, ya que los grandes capitales internacionales
necesitan imperativamente asegurarse de la estabilidad del valor de los capitales que invierten.
69[69]
Podría señalarse que, precisamente, el control de la inflación ha sido uno de los elementos que ha
llevado o mantenido en el poder a bastantea gobiernos actuales latinoemericanos -lo- casos de Argentina
y Brasil serían los más evidentes–, reelegidos por unos pueblos hartos de fenómenos inflacionarios muy
acusados.
La evaluación es menos brillante para el caso de la tasa de cambio. Se ha logrado la
estabilidad en las tasas de cambio de los países latinoamericanos más volátiles al
vincularla cada vez más al dolar (los casos de Argentina y Brasil son los más claros al
respecto). No obstante, el caso de México muestra que también estos aspectos positivos
pueden desaparecer rápidamente si se produce un fenómeno que mine la confianza del
capital extranjero en la economía en cuestión Por el contrario, las tasas de cambio de los
países industrializados de Europa han experimentado situaciones de inestabilidad
extrema, destruyendo en la práctica el Sistema Monetario Europeo y poniendo claramente
de relieve la vulnerabilidad a la que conduce la movilidad irrestricta de capitales. Tanto es
así que ha comenzado a surgir, en los propios países industrializados, la idea de la
necesidad de un cierto control de los flujos de capitales para evitar acontecimientos tan
dramáticos como los que se han experimentado en el ámbito monetario en los últimos
años.
Los resultados son también ambiguos respecto a la tasa de crecimiento de la economía y
su estabilidad. Los ochenta fueron los años de un estancamiento prácticamente total en los
países en desarrollo sometidos a programas de ajuste, si bien en los noventa se considera
que se ha retornado el crecimiento y se inicia una nueva fase de expansión. Pero el cuadro
no se presenta del todo claro y la inestabilidad está siempre al acecho (el caso de
Argentina los últimos meses lo muestra y ya hemos comentado más arriba acerca del caso
de Chile y México). En los países industrializados, el segundo quinquenio de los ochenta
fue de crecimiento y prospe- ridad, pero la crisis volvió a golpear duramente a las
economías entre 1992 y 1995. En todas las áreas, los períodos de expansión son cada vez
más cortos, no permiten resolver muchos problemas (el paro de una gran parte de la
población se ha convertido en endémico en la mayoría de los países, pero no lo es menos
el desequilibrio externo financiado con el recurso a flujos de capitales) y la incertidumbre
se acentúa.
No parece que los modelos neoliberales hayan resuelto los problemas de fondo de las
economías. Nótese que para nada hemos hecho referencia al bienestar de las
poblaciones implicadas. Nos estamos limitando únicamente a considerar la
recuperación de los equilibrios económicos y una saneada senda de crecimiento,
aspectos que nominalmente suponen las preocupaciones prioritarias de éstas
instituciones. Según ellas si estos objetivos se alcanzan, el mercado proporcionará el
desarrollo y el bienestar.
Con los sistemas neoliberales, ni los desequilibrios macroeconomicos se resuelven de
forma estable, ni el crecimiento está consolidado, ni se refuerza un sólido sistema
productivo. Es decir, no mejora el sustrato de la economía real. La medicina debilita
extremadamente al 'enfermo' sin resolver realmente ninguna de los problemas
coyunturales que plantea, ni poner las bases para un crecimiento futuro sólido y estable.
Una prueba más lo constituye el hecho que este tipo de modelos se están practicando
desde los primeros ochenta, y parece que su continuidad se sigue considerando
necesaria, ya que la prensa nos anuncia que se programa su permanencia incluso
después de la consolidación de la moneda única en 1999 (o en sus alrededores¡).
¿Qué justificación tienen entonces los programas neoliberales para una gran parte de las
poblaciones que los soportan?. Estos programas no han supuesto ni una mejora de la
situación económica real de sus países, ni de sus expectativas de futuro, ni
remotamente, una mejora en sus condiciones de vila, sino, por el contrario, un grave
deterioro. ¿Qué sentido tendría la quimioterapia si nunca curase el cáncer?
El único sentido que los programas neoliberales pueden tener es el que han tenido
desde el principio: son la mejor estrategia posible para los grandes intereses
económicos. Les permite actuar sin restricciones en el mundo entero con su enorme
poder industriai y financiero, pueden reestructurar y nacionalizar sus actividades
relocalizando las que estimen oportunas, les abre todos los mercados solventes, las
privatizaciones proporcionan pingües negocios, les asegura muy flexibles colocacio-nes
para sus ingentes flujos financieros que producen sustanciosos intereses, facilita que los
ricos del mundo sean cada vez más ricos, mientras aumentan los pobres del mundo y
sus condiciones de vida... Aquí reside 'el éxito' de los modelos neoliberales.
CAPÍTULO 7
Jesús Albarracín70[70]
LA ALDEA GLOBAL: EL PROYECTO Y LA REALIDAD
Durante los últimos tiempos, no hay debate, coloquio, tertulia o artículo de economía en
los que no se hable de globalización económica, mundialización o economía mundo.
Todas estas palabras son expresiones con las que se trata de definir un fenómeno
aparentemente nuevo: la forma en que el capitalismo actual se ha internacionalizado,
desbordando los estrechos marcos de los mercados nacionales para invadir completamente
el mundo en la inmensa mayoría de las facetas de la actividad económica. La invasión de
mercancías extranjeras en los supermercados o los almacenes de los países industriales; la
amplia gama de vehículos de todas las marcas, nacionales o extranjeras, que se ponen a
disposición de los posibles compradores; el considerable avance de las
telecomunicaciones, del que Internet no es más que una muestra; la rapidez con la que los
grandes medios de comunicación transmiten las informaciones y las noticias de uno a otro
lado del planeta, o, en fin, la gran movilidad con la que los capitales se desplazan de un
lado a otro del mundo, son algunos de los ejemplos que muestran que, en los albores del
siglo XXI, el mundo entero parece haberse convertido en una gran aldea global.
Sin embargo, cuando se disecciona la realidad económica actual, la llamada aldea global
es mucho menos global de lo que a simple vista parece. Cuanto menos, la llamada aldea
global desempeña un doble papel.
Por un lado, la globalización económica no es más que la expresión actual de la tendencia
a la internacionalización del ciclo productivo del capital. El enorme papel desempeñado
por las multinacionales en la actualidad, por ejemplo, muestra hasta que punto las leyes de
concentración y centralización del capital, formuladas por Marx hace más de un siglo, se
han cumplido sobradamente. Pero la estructura de las relaciones económicas
internacionales muestran, también, que la realidad está muy alejada de lo que a menudo se
propugna interesadamente. Si es verdad que no existen dudas sobre la internacionalización
de los mercados financieros, en los que la globalización económica ha sido completa, no
sucede otro tanto con las relaciones reales. El porcentaje que representa el comercio
internacional respecto al PIB de la llamada ―triada‖ –Estados Unidos, la Unión Europea y
Japón--, que creció considerablemente durante las décadas de expansión posteriores a la
Segunda Guerra Mundial, está estancado desde el inicio de la crisis económica, lo que
parece indicar que la internacionalización se ha producido dentro de cada uno de los
componentes de la ―triada‖, pero no entre ellos. No estaríamos, por tanto, en presencia de
un fenómeno de globalización sino más bien ante procesos de integración regionales y ante
una reestructuración del papel desempeñado por el tercer mundo para el capitalismo.
Pero por otro, la globalización económica es un proyecto político y un arma ideológica de
gran eficacia. Es un proyecto político, pues se trata de construir una organización
económica internacional en la que la libre circulación de mercancías y de capitales no
encuentre el más mínimo obstáculo, en la que los gobiernos se vean incapacitados para
realizar cualquier política social contradictoria con los intereses del capital o que dificulte
el libre funcionamiento de las leyes del mercado, sea cuales fueren sus resultados, algo
que, a pesar de las apariencias, todavía está muy alejado de la realidad. Y es un arma
70[70]
Servicio de Estudios. Banco de España; Alcalá, 50, 280** Madrid; emails: [email protected] y
[email protected]
ideológica para imponer las condiciones de vida y laborales que el capital necesita para ser
rentable en la fase recesiva de la onda larga del capitalismo tardío. La globalización
justifica las políticas recesivas, las agresiones al estado del bienestar, la flexibilización del
mercado de trabajo, la desregulación económica, etc., todo ello, en función de conseguir
una competitividad sin la cual no es posible sobrevivir. Este aspecto ideológico de la
globalización es, sin duda, el que tiene más repercusiones en la situación actual en la
medida en que está sirviendo para imponer de forma generalizada las políticas económicas
y sociales neoliberales.
7.1. El creciente poder de las multinacionales
Uno de los aspectos en los que la globalización es más evidente es en el enorme papel que
desempeñan actualmente las grandes corporaciones multinacionales. Este no es ni mucho
menos un fenómeno nuevo. A lo largo de la historia del capitalismo, se ha registrado un
proceso de concentración y centralización del capital que ha llevado a la existencia de
corporaciones industriales cada vez mayores a las que se les quedaba pequeño el
restringido marco de las fronteras nacionales. Pero después de la Segunda Guerra
Mundial, este proceso se ha acelerado notablemente y los grandes grupos
multinacionales se han convertido en un dato de la situación.
En la actualidad, existen mas de 35.000 empresas multinacionales, entendiendo por tales a
aquellas que operan en varios países. Su participación en el comercio mundial es el 70%
del total, más del 40% de las transacciones internacionales de mercancías y servicios se
realiza entre multinacionales o entre las casas matrices de estas y sus filiales y controlan el
75% de las inversiones mundiales. Tienen, por tanto, una gran influencia en las relaciones
políticas y económicas internacionales y son en gran parte responsables de la globalización
económica que se está produciendo. Pero estas cifras ocultan, a su vez, el extraordinario
grado de concentración que se da dentro de ellas. Unos datos pueden servir para mostrarlo.
CUADRO 1
LOS 100 GRUPOS INDUSTRIALES MÁS GRANDES DEL MUNDO. Distribución
por países
NUMERO FACTURACION BENEFICIOS EMPLEADOS
DE GRUPOS MM DE ECUS
MM DE
MILES
ECUS
ESTADOS
UNIDOS
JAPON
ALEMANIA
INGLATERRA
FRANCIA
ITALIA
COREA
SUIZA
ESPAÑA
HOLANDA
SUECIA
VENEZUELA
MEJICO
35
887,4
15,9
4.697,7
17
12
7
9
4
3
3
2
1
2
1
1
439,3
286,4
223,5
165,7
134,2
68,4
63,6
28,5
24,6
20,9
18,0
15,5
8,0
6,2
7,9
4,1
1,3
0,4
2,6
0,1
0,4
0,1
0,4
0,5
1.838,1
2.285,6
1.120,0
1.016,0
871,3
373,2
507,2
161,8
240,0
193,9
54,9
166,9
AUSTRIA
BRASIL
BELGICA
TOTAL
1
1
1
100
11,7
10,5
10,2
2.408,5
0,0
0,5
0,4
48,9
78,7
58,9
17,1
13.681,2
FUENTE: La Industria Europea en 1991. Euroestat
En 1991, los 100 grupos industriales mayores del mundo ocupaban a 13.681.000 personas,
una cifra equivalente al 32% del empleo industrial de la Unión Europea y a 6,5 veces los
asalariados de la industria española. Su volumen total de facturación ascendía a 2,4
billones de ECUs, lo que a los tipos de cambio de ese año equivalía a 311 billones de
pesetas, 9,2 veces el valor de la producción industrial española. Un hipotético país que
estuviera formado exclusivamente por estas 100 multinacionales sería la octava potencia
económica del mundo y generaría un valor añadido superior al PIB conjunto de 150 países
de los 205 que existen en la actualidad. Y recordémoslo, estamos hablando solo de 100
grupos industriales, sin considerar las empresas proveedoras o clientes que dependen de
ellos, las que forman parte de las redes de comercialización o de servicio técnico de sus
productos, los servicios que generan, etc.
Atendiendo a su origen, la Unión Europea ocupa el primer lugar, con 36 grupos
industriales entre los 100 mayores del mundo que ocupan a 5.709.000 personas, el
13,6% del empleo industrial de los doce. Le sigue Estados Unidos, con 35 grupos y
4.698.000 empleados, y Japón, con 17 grupos industriales y 1.838.000 trabajadores. Si
se analizan los 200 grupos industriales mayores del mundo, en lugar de 100, el resultado
es similar: la Comunidad Europea vuelve a ocupar el primer lugar del mundo, seguida
de Estados Unidos y, a cierta distancia, de Japón. Y si a los de la Unión Europea se les
suman los grandes grupos industriales que pertenecen a países miembros de la
Asociación Europea de Libre Comercio, la hegemonía de Europa por lo que se refiere a
las grandes multinacionales es abrumadora.
La distribución por sectores industriales también presenta una alta concentración, ya
que el automóvil y la ingeniería eléctrica y electrónica ocupan por si solos al 47% del
empleo total de los 100 primeros grupos industriales del mundo. Estos sectores, donde
la competencia de las grandes multinacionales europeas --Daimler-Benz, Fiat,
Volkswagen, Renault, en el automóvil, y Philips, Siemens, Alcatel, Thomson y General
Electric Company, en el electrónico-- americanas --General Motors, Ford, Chrysler,
etc., en el automóvil, y General Electric, Westinghouse, etc., en el electrónico-- y
japonesas --Toyota, Nissan, Honda, Mistsubishi, Mazda, etc., en el automóvil, y
Hitachi, Matshushita Electric, Toshiba, NCE, Sony, etc., en el electrónico-- es más
manifiesta, son en los que más difícil resulta mantener una política industrial
independiente. Otro tanto ocurre en sectores muy especializados, como el de
ordenadores --IBM, Fujitsu, Digital, Hewlett-Pakard, Olivetti--, máquinas fotográficas -Eastman Kodak, Canon--, máquinas de fotocopias --Rand Xerox, Canon--, etc.,
dominados por multinacionales americanas y, en un segundo plano, japonesas. Pero en
el resto de los sectores siempre es posible encontrar actividades en las que se puede
realizar un desarrollo industrial porque la competencia está formada en realidad por
multinacionales muy pequeñas. Es muy difícil competir con General Motors,
Volkswagen, Fiat, IBM o Rand Xerox, pero no tiene por qué serlo en muchos productos
electrónicos, en ramas enteras de la industria de la alimentación, la confección, la
maquinaria industrial, etc., actividades en las que el dominio del mercado por las
grandes multinacionales es mucho menor.
Sin embargo, la importancia de las multinacionales rebasa con creces los aspectos
cuantitativos derivados de la mayor o menor penetración de sus mercancías en los
mercados. En primer lugar, tienen una gran influencia en las relaciones económicas y
políticas internacionales y, en gran parte, han desempeñado un papel decisivo en el
proceso de integración europea. Baste mencionar a este respecto que la «Mesa de los
industriales europeos», que agrupa a los dirigentes de las principales multinacionales del
viejo continente, llegó a elaborar un informe público sobre las ideas que habían de animar
la política económica que tubo una importancia decisiva en la elaboración del Libro
Blanco de Delors. En segundo lugar, la inmensa mayoría de los avances tecnológicos parte
de ellas. La mejora de los productos y de los procesos de producción y los nuevos
productos y los nuevos procesos casi siempre tienen su origen en una multinacional o, para
su éxito, terminan siendo absorbidos por una de ellas. En tercer lugar, las multinacionales
tejen una red de empresas proveedoras, de comercialización de sus productos, de asistencia
técnica posventa y de servicios relacionados con sus productos o su actividad que
dependen considerablemente de las decisiones de la casa matriz. Formalmente, estas
empresas no son de la multinacional, pero su actividad y su propia existencia depende
totalmente de la misma. Finalmente, sus enormes volúmenes de capital, cifra de negocio y
empleo las sitúan en una buena posición negociadora con los gobiernos, las convierten en
uno de los principales operarios de los mercados financieros, etc.
CUADRO 2.
LOS 100 GRUPOS INDUSTRIALES MAS GRANDES DEL MUNDO
Distribución por sectores económicos
AUTOMOVIL
INGENIERIA
ELECTRICA Y
ELECTRONICA
REFINO DE CRUDO
PETROLEO
ALIMENTACION
QUIMICO
CONGLOMERADO
S
ORDENADORES
AEROESPACIAL
METALURGIA
CONSTRUCCIONES
MECANICAS
INSTRUMENTOS
MINERIA
PRODUCTOS
METALICOS
PAPEL
TOTAL
NUMER FACTURACIO BENEFICIO EMPLEADO
O DE
N MM DE
S MM DE
S MILES
GRUPOS
ECUS
ECUS
16,0
556,6
2,0
3.174,1
18,0
450,0
9,1
3.247,2
17,0
4,0
10,0
9,0
4,0
305,3
258,0
207,9
173,8
107,9
8,6
10,1
9,4
6,8
-0,1
871,9
416,8
1.630,4
1.066,1
743,8
4,0
4,0
4,0
3,0
95,1
70,4
62,8
39,9
-0,3
0,6
0,2
0,3
710,3
565,6
363,3
272,2
3,0
2,0
1,0
39,9
20,2
10,7
1,3
0,3
0,1
331,1
147,2
70,7
1,0
100,0
10,2
2.408,5
0,3
48,9
70,5
13.681,2
FUENTE: la Industria Europea en 1991. Euroestat
Así pues, las multinacionales son la forma organizativa hegemónica del gran capital en el
capitalismo tardío y, en consecuencia, su importancia y su poder son considerables. Al
menos por lo que se refiere a las multinacionales, está claro que la ley de concentración y
centralización del capital, que formuló Marx, se ha cumplido sobradamente
7.2. Un gran mercado mundial acorde con las necesidades del capital
El segundo aspecto en el que la globalización se hace más evidente es en la forma en que
parece estar integrada la producción mundial. En el capítulo primero de un conocido
manual de Introducción de la Economía usado frecuentemente en las universidades de los
países industriales, se intenta asentar esta idea entre los alumnos explicando que en la
producción de un automóvil cualquiera intervienen piezas fabricadas en 45 países distintos.
Y el caso del automóvil no es exagerado porque otro tanto se podría decir de un yogur, por
ejemplo, cuyo envase puede haber sido producido con una plástico elaborado en Alemania
con petróleo de oriente medio, la leche con vacas alimentadas con piensos provenientes de
estado Unidos, etc..
Este elevado grado de integración de la producción mundial, en el que las multinacionales
desempeñan un papel fundamental, hace que el capital busque continuamente espacios
económicos más amplios que los que se corresponden a los mercados internos de cada
país, lo que exige derribar las barreras arancelarias o económicas que puedan oponerse al
libre tránsito de las mercancías y los capitales por el mundo. Pero este no es un fenómeno
nuevo en la medida en que tampoco lo son las multinacionales.
Durante las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, la intensa expansión que se
produjo puso rápidamente de manifiesto los límites que la existencia de estados nacionales
imponía al desarrollo capitalista. La estrechez de los mercados internos de cada país
impedía la producción a gran escala, al tiempo que las inversiones necesarias para hacer
frente a tal competencia y atender a unos mercados ampliados requerían de unos
desembolsos de capital e implicaban unos riesgos que escapaban a las posibilidades de los
países aislados. Además, a las multinacionales les interesaba derribar las fronteras
económicas que dificultaban la circulación internacional de mercancías y capital para
evitar que su actividad económica se viera parcelada entre los diferentes mercados internos
en los que actuaban. Las sucesivas rondas negociadoras del GATT, con las que se intentó
liberalizar el comercio internacional cada vez más, el nacimiento y posterior evolución del
Mercado Común y la creación de la Asociación Europea de Libre Cambio no son más que
la forma en que se concretó esta búsqueda de espacios económicos más amplios. Pero este
proceso encontraba el límite que imponía la hegemonía ideológica del keynesianismo en
todos los gobiernos. A ninguno de ellos les interesaba hipotecar las posibilidades de
actuación de la política económica interna y esto hacía necesario restringir los
movimientos internacionales de capital, mantener protecciones aduaneras, etc.
Con la irrupción de la crisis económica en la primera mitad de la década de los setenta y la
hegemonía del neoliberalismo que se ha producido posteriormente, el panorama ha
cambiado drásticamente. El neoliberalismo concibe el mercado como la mejor forma de
organizar la actividad económica de la sociedad y esto tiene una traducción en el ámbito
del comercio internacional. Para el neoliberalismo, el comercio libre entre todos los países
es la base de la prosperidad económica, pues permite que cada uno de ellos pueda
especializarse en lo que produce mejor y obtener lo que le falta al menor coste. Todos los
países pueden beneficiarse de él, pero la condición es que no exista ningún obstáculo al
comercio internacional, lo que significa que deben eliminarse todos los aranceles y
restricciones cuantitativas que se opongan al funcionamiento libre del mercado mundial.
De la misma forma, hay que liberalizar todos los movimientos de capital, para que los
recursos productivos puedan asignarse eficientemente sin ninguna dificultad.
En definitiva, el neoliberalismo concibe el mundo como un gran mercado en el que el
capital se pueda mover a su antojo y concluye que de esto sólo pueden deducirse
beneficios para la humanidad. La creación de la Organización Mundial de Comercio, el
Acta Unica y el Tratado de Maastricht en Europa y el NAFTA (Tratado de Libre Comercio
entre Estado Unidos, Canadá y México) van en la dirección apuntada. Con el OMC, se
trata de reducir los aranceles y demás obstáculos que restringen el comercio mundial. Con
el Tratado de la Unión Europea, se intenta construir un mercado único en el que las
mercancías y los capitales puedan moverse libremente y en el que, incluso, exista una
única moneda. Y con el NAFTA, se pretende la creación de una zona de librecambio en
América, esto es, una zona en la que se han eliminado los aranceles y las restricciones
cuantitativas entre los países miembros.
7.3. El mito y la realidad
Los resultados obtenidos con la liberalización del comercio mundial o la integración
económica en grandes áreas son mucho más modestos de lo que a menudo se pretende, al
menos en los países industriales. En efecto, obsérvese lo sucedido en la llamada ―triada‖
formada por la Unión Europea, Estados Unidos y Japón que, en conjunto, supone el 75%
del PIB mundial y en la que, como se ha visto, se concentran la inmensa mayoría de las
multinacionales y del comercio internacional. Si tratamos de medir el grado de
mundialización por el porcentaje que representa el comercio internacional de la triada en el
PIB conjunto de la misma, los resultados resultan sorprendentes.
Durante las décadas de expansión posteriores a la Segunda Guerra Mundial, justo cuando
no se hablaba de este fenómeno, dicho porcentaje aumentó vertiginosamente, pasando del
10,8% del PIB en 1960 al 18,4% en 1980, si lo medimos por las exportaciones. Si
excluimos el comercio exterior interno de la Unión Europea, los resultados son similares,
aunque el crecimiento es mucho menos espectacular (del 8,6% en 1960 al 12,4% en 1975).
Esto significa que, durante la expansión de la posguerra, la mundialización de la economía
fue creciente, a pesar de las barreras arancelarias que existían y del enorme grado de
autonomía que tenían las políticas económicas de los países debido a la hegemonía
ideológica del keynesianismo.
Sin embargo, desde 1980, esto es, justamente en los años en los que más se ha hablado de
mundialización, globalización, etc., y en los que el neoliberalismo ha sido hegemónico,el
porcentaje que representa el comercio internacional en el PIB de la Unión Europea,
GRÁFICO 1. EL COMERCIO EXTERIOR DE LA TRIADA
Porcentaje del PIB. Medias móviles de 3 años
20
20
18
18
16
16
14
14
12
12
10
1960
1965
1970
1975
1980
1985
1990
10
1995
Figura 1: Porcentaje que supone la suma de las importaciones (o exportaciones) de bienes y servicios del la Unión Europea,
Estados Unidos y Japón sobre el PIB conjunto de todos ellos Fuente: European Economy
GRÁFICO 2. EL COMERCIO EXTERIOR DE LA TRIADA
EXCL UIDO EL COMERCIO DE BIENES INTRACOMUNITARIO
Porcentaje del PIB Medias móviles de 3 años
13
13
12
12
11
11
10
10
9
9
8
8
7
1960
1965
1970
1975
1980
1985
1990
7
1995
Figura 2: Porcentaje que supone la suma de las importaciones (o exportaciones) de bienes y servicios del la Unión Europea,
Estados Unidos y Japón sobre el PIB conjunto de todos ellos Fuente: European Economy
Estados Unidos y Japón ha dejado de aumentar y, en la actualidad, sigue situado en torno
al 18%. Si excluimos el comercio interno de la Unión Europea, los resultados son similares
y destaca el reducido porcentaje que representa el comercio internacional de la triada
respecto al PIB conjunto de la misma: el 12,8% en 1994. Esto muestra hasta que punto la
mundialización no es sólo un fenómeno real sino, lo que es mucho más significativo, un
objetivo político del capital y una coartada para imponer las políticas neoliberales
atentatorias contra las condiciones de vida y laborales de las poblaciones de los diferentes
países.
El caso de la Unión Europea es significativo de lo que ha sucedido. Las exportaciones
de los 15 países que lo componen actualmente han pasado del 19,7% del PIB en 1960 al
31% en 1994, lo que parecería indicar el extraordinario grado de mundialización que se
ha producido. Sin embargo, el mencionado aumento de las exportaciones se ha debido
totalmente al comercio exterior intracomunitario, pues las exportaciones de bienes de
los 15 países miembros a otras áreas geográficas, que en 1960 suponían el 8,7% del
PIB conjunto de la Comunidad, en 1994 continuaban en ese mismo porcentaje. Con las
importaciones ha sucedido algo similar: mientras que las importaciones totales han
pasado del 19,3% del PIB en 1960 al 27,5% en 1994, las provenientes de otras áreas
geográficas distintas a la Comunidad han descendido desde el 9,8% del PIB en 1960 al
8,5% en 1994. Como puede apreciarse en el Gráfico, se ha producido incluso una
reducción de la dependencia exterior de la Comunidad, en la medida en la que el déficit
comercial crónico con relación al resto del mundo se ha transformado en un ligero
superávit.
Así, por lo que respecta a los países de la Unión Europea, el problema no es tanto la
llamada mundialización como el proceso de integración económica que se ha
producido, en la medida en la que el comercio exterior de la Comunidad con el resto del
mundo sigue siendo un porcentaje reducido del PIB. Volviendo al ejemplo de la
internacionalización de la producción de la industria del automóvil, cualquier vehículo
europeo con toda seguridad no se habrá producido sólo en un único país, pero debe ser
muy reducido el número de piezas provenientes de países ajenos a la Comunidad. En
definitiva, para los países europeos, la competencia fundamental no proviene de Estados
Unidos, Japón o los llamados ―dragones asiáticos‖, sino de los propios países de la
Unión Europea.
GRÁFICO 3. EL COMERCIO EXTERIOR
EXTRACOMUNITARIO DE LA UE
Porcentaje del PIB. Medias móviles de 3 años
12
12
10
10
8
8
6
1960
1965
1970
7.4. La economía de casino
1975
1980
1985
1990
6
1995
En lo que se refiere a los movimientos internacionales de capital, la mundialización es
mucho más significativa y sus repercusiones más importantes. Pero hay que señalar que
en una gran medida dichos movimientos de capital no se corresponden con inversiones
reales, sino con inversiones financieras.
Durante los últimos años, los elevados déficits públicos y la financiación ortodoxa de
los mismos han llevado a un endeudamiento público que no tiene precedentes en la
historia del capitalismo. En 1993, la deuda pública bruta de los doce países de la
Comunidad suponía el 66% del PIB conjunto de la misma, lo que equivale a una cifra
superior a los 4 billones de dólares. En ese año, la deuda neta del gobierno de los
Estados Unidos equivalía al 39,6% del PIB, lo que suponía otros 2,7 billones de dólares.
Si a ello se le suma las deudas de los gobiernos del resto de países de la OCDE, cuyos
porcentajes respecto al PIB son también muy elevados, no es aventurado afirmar que los
mercados de capitales se han visto engordados por activos emitidos por los Estados que
se acercan a los 10 billones de dólares.
A la deuda pública hay que sumarle la de las empresas, que también ha sido creciente,
y, sobre estos cimientos se ha levantado un enorme edificio financiero producto de la
multiplicación del crédito: los Estados emiten deuda, las empresas o los fondos de
inversión los compran, financiándolos con su propia deuda, y así sucesivamente en un
proceso que no encuentra fin. Se inventan nuevos tipos de títulos y nuevas formas de
financiación en un proceso que se denomina «innovación financiera», lo que contribuye
a que crezca aún mas el edificio, a facilitar la especulación, etc. Y el resultado es que se
ha levantado una enorme montaña de papel, formada por lo que Marx denominó
«capitales ficticios», sobre el capital directamente productivo, que ha introducido una
gran inestabilidad en el funcionamiento del capitalismo.
Esta montaña de papel, unida a la libertad para los movimientos internacionales de
capital y el enorme desarrollo de los medios de comunicación, permite que los
especuladores pueda intervenir por la mañana en los mercados de capitales europeos,
por la tarde en Wall Street y por la noche en Tokio, convirtiendo el mundo en un gran
casino. El resultado es el crecimiento desorbitado de las cotizaciones en la inmensa
mayoría de las bolsas de los países industriales, lo que se traduce en unas ganancias de
capital producto de la especulación que contrastan enormemente con la evolución de los
salarios o la miseria que se extiende entre amplias capas de la población como resultado
del paro masivo. Pero la contrapartida es la gran inestabilidad financiera en la que se ha
instalado el capitalismo.
Por un lado, los elevados niveles de las cotizaciones no tienen nada que ver con la
situación real de las empresas, porque lo que les lleva a invertir a los especuladores no
es la rentabilidad de las mismas sino las ganancias de capital especulativas Esto ha
hecho que los mercados de capitales se encuentren sobrevalorados, por lo que el ajuste
de las cotizaciones en bolsa a la situación real del capitalismo está aún pendiente.
Cualquier acontecimiento puede desencadenar la crisis y esta es la causa del
nerviosismo que invade a los círculos financieros cuando se produce una caída de la
bolsa de Nueva York.
Por otro, en un solo día, se puedan mover decenas de millones de dólares en contra de
unas monedas y a favor de otras sin que los gobiernos de los países afectados puedan
evitarlo. Baste señalar que el volumen diario de intercambios en los mercados
internacionales de divisas asciende a 1,2 billones de dólares, equivalentes a 179 billones
de pesetas. Esto significa que, en un solo día, se intercambian divisas por un valor
equivalente al 85% de las reservas de divisas mundiales o a ¡dos veces y media el PIB
español de un año! Huelga decir que tales movimientos de capital son incontrolables
incluso por parte de los gobiernos de los países industriales más poderosos.
Y sobre todo ello, hay que añadir el problema de la deuda externa de los países del
tercer mundo que, lejos de resolverse, se agrava cada vez más. En 1986, dicha deuda
ascendía a 1.037 miles de millones de dólares, en 1994 se había elevado hasta 1.489,
esto es, había crecido casi un 50%. A este volumen hay que sumar otros 215.000
millones de dólares de los países del Este. Dos datos adicionales pueden servir para
mostrar la gravedad del problema: en 1994, el servicio de la deuda externa de los países
del tercer mundo se elevaba a 203.000 millones de dólares, lo que suponía el 4,3% del
PIB de estos país, un porcentaje notablemente superior al crecimiento anual del mismo,
y más de la mitad de la deuda corresponde a países con dificultades para hacer frente al
servicio de la misma. La deuda de los países del tercer mundo continua siendo, pues,
una bomba adosada al sistema financiero internacional.
La magnitud que ha cobrado la esfera financiera supera cualquier otra etapa histórica,
incluida los años que precedieron a la gran depresión del 29, pero su magnitud y
características refleja condiciones especificas de su actual estadio de evolución
(internacionalismo del capital, descomposición del sistema monetario internacional,
desregulación de los mercados), que hacen mas inestable y peligroso el castillo de
naipes levantado con la expansión financiera y crediticia.
7.5. Algunas conclusiones
Lo que se conoce como «globalización económica», «aldea global» o «economía
mundo» es el resultado de un proceso de internacionalización del capital que, en los
momentos actuales del capitalismo tardío, tiende a convertir al mundo en un gran
mercado, reduciendo al mismo tiempo la autonomía económica de cada uno de los
países. Sus características fundamentales son las siguientes:
Por un lado, la mundialización económica viene determinada por la existencia de
grandes grupos industriales multinacionales, cuyo marco de actuación abarca a un
conjunto de países, cuando no al mundo entero. Las multinacionales realizan una
producción en la que intervienen factorías repartidas por muchos países y, con ella,
abastecen un mercado que también es mundial. De este modo, la extensión creciente de
las multinacionales ha llevado a una internacionalización también creciente de la
actividad productiva y a una cierta homogeneidad de los productos, que ya no dependen
del lugar geográfico en el que se fabrican, sino de la multinacional que los produce.
Esto hace que una buena parte de las decisiones de producción, acumulación, etc., se
tomen más allá de las fronteras de cada país en concreto, con las consiguientes
dificultades para la formulación de una política industrial autónoma.
Por otro lado, la creciente liberalización del comercio internacional entre los tres
bloques económicos --Europa, América y la cuenca del Pacífico-- pero, sobre todo,
dentro de cada uno de ellos, contribuye sustancialmente a la mundialización económica.
Al eliminar prácticamente todas las barreras comerciales, los mercados se amplían mas
allá de las fronteras nacionales, se agudiza la competencia internacional y la competitividad se convierte en el objetivo supremo de todos los gobiernos, condicionando, por
tanto, a la política económica y social.
Finalmente, la libertad casi absoluta para los movimientos internacionales de capital,
unida al progreso de las telecomunicaciones, ha convertido al mundo en un gran
mercado financiero en el que se puede especular las 24 horas del día y se pueden mover
enormes volúmenes de fondos de unas monedas a otras, de unos países a otros, etc., en
un proceso difícilmente controlable por los gobiernos. Esto limita considerablemente las
posibilidades de la política económica general, dado que el agravamiento de los
desequilibrios económicos básicos, cualquier medida de política económica o, incluso,
problemas políticos o sociales pueden provocar intensos movimientos especulativos de
capital.
Los anteriores son los principales elementos que determinan la mundialización
capitalista que se está produciendo en la actualidad. En conjunto, tienden a diseñar un
mundo concebido como un gran mercado en el que las mercancías y los capitales
puedan moverse a su antojo y en el que no queda prácticamente ningún espacio para las
políticas económicas nacionales. Pero como se ha visto, este objetivo encuentra
múltiples obstáculos --fracaso del modelo de crecimiento basado en las exportaciones,
hipertrofia financiera que genera una gran inestabilidad, contradicciones entre los
grandes bloques económicos y entre los países que componen cada uno de ellos, etc.--,
por lo que todavía está muy lejos de alcanzarse.
Por lo que respecta a los países europeos, las restricciones no vienen impuestas tanto por
el proceso de mundialización capitalista en general, como por el proceso de integración
europeo. Y a este respecto, la principal restricción se deriva del Mercado Unico y el
proyecto de Unión Económica y Monetaria, en cuyo marco no es posible la formulación
de una política económica y social progresista ni de una política industrial activa. Por un
lado, la construcción del mercado único sobre una base neoliberal imposibilita la puesta
en práctica de una política industrial activa, ya que se trata de homogeneizar el mercado
interno europeo sobre la base de la competencia más estricta y la mínima intervención
activa de los Estados, que deben limitarse a mejorar las condiciones generales en las que
se mueven las empresas capitalistas. Por lo que se refiere a las políticas económicas e
industrial, el peso de las principales decisiones se desplaza cada vez más desde las
capitales de los Estados a Bruselas. Por otro, las condiciones de convergencias aprobadas
en Maastricht hasta ahora y el pacto de estabilidad en el futuro obligan a practicar una
política macroeconómica también neoliberal, basada en los objetivos de reducir la
inflación y el déficit público, aunque el precio que haya que pagar por ello sea el paro y el
retroceso en las prestaciones sociales.
Frente a todo ello es preciso poner en pie un proyecto de construcción europea
solidario, democrático y basado en el bienestar general. La Europa neoliberal diseñada
en el Acta Unica y en el Tratado de Maastricht está en abierta contradicción con la
construcción europea a la que deben aspirar los trabajadores y los pueblos del continente:
una Europa en la que la cohesión social y la participación democrática son condiciones
imprescindibles, que cuenta con un modelo social basado en el bienestar general y en la
solidaridad, que es respetuosa con los equilibrios ecológicos y que no es una fortaleza
frente al tercer mundo, sino que, al contrario, es solidaria con él. El que hoy parezca muy
lejano conseguir este objetivo no significa que no se deba luchar por él. Al contrario, es
preciso que la izquierda se rearme ideológicamente y, abandonando todo conformismo,
recupere el debate y la lucha ideológica contra la Europa del capital y por un proyecto de
construcción europea favorable a los trabajadores y los pueblos del continente. En
consecuencia, el Acta Unica y el Tratado de Maastricht deben ser rechazados sin ninguna
ambigüedad. Además debe partirse del principio de que todo avance en el proyecto de
integración europea diseñado por el capital es negativo y todo retroceso en el mismo es
positivo. Cuanto más se instale el neoliberalismo, más difícil será reconducir el proyecto
de construcción europea hacia una orientación progresista, porque sus efectos serán
difícilmente reparables en muchos aspectos, como los destrozos en el tejido productivo, la
dependencia exterior, el desmantelamiento del sector público, los retrocesos en el estado
del bienestar, etc.
Pero también es preciso construir un orden económico internacional más justo. La
Unión Europea no es más que una pieza del injusto orden económico internacional que
existe actualmente. La división internacional del trabajo responde como nunca lo había
hecho a los intereses del capital, que quiere convertir al mundo en un gran mercado en el
que las mercancías y el capital puedan moverse a su antojo. Los países se ven
imposibilitados para ordenar la vida económica según las necesidades de sus
correspondientes poblaciones, por un lado, porque el poder de las multinacionales es tan
grande que una gran parte de las decisiones de producción, acumulación y distribución
escapan de su soberanía y, por otro, porque la competitividad y la lucha por los mercados
se han convertido en los principales determinantes de la política económica y social y a
ellas hay que subordinar todo. El intercambio desigual, según el cual los países del Tercer
Mundo tienen que exportar cada vez más para obtener los mismos productos de los países
industriales, se ha convertido en una fuente de explotación de los países pobres nada
despreciable. Y al intercambio desigual ha venido a unirse el problema de la deuda de los
países del Tercer Mundo, que se ven obligados a hacer esfuerzos inhumanos y a
subordinar toda la sociedad al objetivo de pagar los servicios de dicha deuda, lo que
supone un factor adicional de extorsión de considerable importancia. El rearme ideológico
de la izquierda es fundamental también en este terreno. El desorden neoliberal debe dar
paso a un mundo en el que las necesidades de los pueblos tengan un lugar preferente y
desplacen las conveniencias del capital; en el que, frente al poder de las multinacionales,
los países sean los centros de ordenación de la actividad económica; en el que los países
débiles puedan protegerse de los más fuertes y los subdesarrollados queden liberados de
la carga insoportable de la deuda externa; un orden internacional, en fin, más justo y que
contribuya a mantener el equilibrio ecológico del planeta.
CAPÍTULO 8:
Diego Guerrero71[71]
DEPAUPERACIÓN OBRERA EN LOS PAÍSES RICOS: EL CASO ESPAÑOL
8.1. Salario relativo, subsistencia y depauperación: interpretación contemporánea.
Para Marx, el concepto de salario relativo era mucho más importan te que los de
salario nominal y salario real. Sin embargo, este concepto ha caído sorprendentemente
en desuso entre sus discípulos contemporáneos, lo que se explica en parte por la falta de
comprensión de que ha gozado su teoría salarial (tanto entre sus críticos como entre sus
seguidores), y en parte también por la equivalencia aproximada entre la función teórica
que en su sistema desempeña el concepto de salario relativo (SR) y otro mucho más
difundido y popular: la tasa de plusvalía (p'). Es fácil ver la relación matemática que
existe entre ambos, ya que p'=pv/v, y SR=v/ (v+pv), de donde resulta SR=1/ (1+p'), o
bien72[72].: p'=(1/SR)-1 En efecto, el salario relativo equivale a la participación de los
salarios en la renta nacional (la parte de los trabajado res en el "pastel", en expresión
corriente) y es un concepto no originario de Marx, sino de Ricardo73[73], a quien se lo
atribuye expresa y repetidamente aquél, otorgándole una importancia decisiva. Pero ésta
no consiste en ser un elemento teórico adecuado para la defensa moral o política de una
distribución de la renta más justa. Marx criticó esta posición repetidamente (Marx 1857,
1875) porque supo utilizar el concepto en el interior de un sistema teórico global,
basado, entre otras, en la idea de que la distribución es inseparable de la producción
(más exactamente, que el modo de distribución viene determinado por el modo de
producción) y, en consecuencia, no puede conseguirse una distribución más justa en el
marco de las formas capitalistas de producción. Es decir, Marx desarrolló el concepto de
salario relativo a través de la formulación de la que Rosa Luxemburgo llamó la "ley de
71[71]
Depto. Eª Aplicada V; Fac. CC. Políticas y Sociología; Campus de Somosaguas; Universidad
Complutense de Madrid; tel. (34) 91-394.2824/08, fax (34) 91.394.2810; email:
[email protected];
véase:
http://www.geocities.com/CollegePark/Plaza/4033/
y
http://www.ucm.es/info/bas/ec/
72[72]
Siendo v = capital variable; pv = plusvalía; (v + pv) = renta nacional. Pero hay que hacer una
advertencia previa importante, pues en la cuestión de las relaciones entre la teoría marxista del valor y las
posibilidades de comprobación, o medición empírica, de las categorías basadas en ella, existe mucha
confusión. Así, a Vegara le parece un "error" o una "contradicción" la utilización de "estadísticas
corrientes (en términos de precios) para poner de relieve la evolución cuantitativa de conceptos teóricos
marxistas, definidos en términos de valores trabajo (tasa de plusvalía, composición orgánica del capital,
etc.)" (Vegara, 1977:25-26). Sin embargo, esto sólo puede derivar de un conocimiento insuficiente del
pensamiento marxiano. Para Marx (precisa mente porque el trabajo abstracto, que es el que crea valor, es
una relación social subyacente en las relaciones de intercambio mercantil capitalista, y, por ello, no puede
cuantificarse ni medirse de forma directa), precisamente por ello surge la necesidad de que el contenido
del valor tenga una forma (forma de valor) adecuada a dicha cuantificación directa. Por ello, los valores
trabajo se expresan necesariamente en precios mercantiles (Moseley, 1986), y por ello las estadísticas en
precios son perfectamente utilizables en el contexto de la teoría del valor trabajo. Porque el valor es una
categoría necesaria del análisis y de la explicación, no de la cuantificación: para la cuantificación están
precisamente los precios. El papel del valor en el sistema teórico marxiano es esencial, pero lo es porque
constituye el patrón de determinación social última de la evolución de los precios mercantiles (Shaikh
1984, Ochoa 1988, 1989) que giran en torno a los precios de producción, determinados, a su vez, por los
valores. Ni que decir tiene que el papel de los precios es también fundamental.
73[73]
Aunque éste no utilizó la expresión "salario relativo" sino la mucho más confusa de "valor real de los
salarios".
la tendencia descendente del salario relativo", que no es sino lo que más frecuentemente
se conoce por "Depauperación Relativa de la clase obrera en el capitalismo".
Éste es un punto que está hoy tan desprestigiado (o más) entre los críticos de Marx (y no
sólo entre ellos: también muchos marxistas lo discuten), como la famosa
"Transformación" o la defensa de la "Ley de la tendencia descendente de la tasa de
ganancia". Sin embargo, pocas cosas son tan evidentes para el observador
desapasionado de la realidad, si se tiene cuidado en no malinterpretar el contenido de las
tesis marxistas. Porque ocurre, en efecto, que se confunde la teoría de la depauperación
de Marx con una pretendida teoría de la depauperación absoluta de los trabajadores,
como si la primera tuviera algo que ver con el salario real en vez de con el salario
relativo. A su vez, esta confusión se basa en la interpretación del salario de subsistencia
como un salario cuantitativamente fijado74[74]. Es verdad que, en un primer momento,
Marx tuvo una concepción del salario que incluía una previsión negativa respecto de la
evolución tendencial del salario real (Mandel 1967). Sin embargo, su concepción
madura es bien diferente y ha sido muy mal comprendida históricamente: sigue
utilizando durante toda su obra la expresión "salario de subsistencia", pero no en un
sentido biológico o fisiológico, sino social. Lo importante de la teoría marxiana del
salario de subsistencia es su descubrimiento de que tan de subsistencia es, por ejemplo,
el salario del obrero inglés como el del alemán, aunque, en términos reales, uno sea de
doble magnitud que el otro.
La subsistencia, pues, no hace referencia a nivel físico alguno, no es un nombre para
una "cesta de la compra" de volumen fijo. La subsistencia es el modo de vida del
asalariado, una expresión equivalente a la esencia del concepto económico de
asalariado: el trabajador en cuanto socialmente determinado por su cualificación de
polo opuesto del capitalista, y, en cuanto tal, imposibilitado a escala global para
transformarse en su contrafigura social. Ningún asalariado, por alto que sea su salario
real, gana lo suficiente como para dejar de ser asalariado y transformarse en capitalista o
en productor independiente. Mejor dicho, algunos sí lo hacen (a título individual), pero
son asalariados meramente "nominales" y no pertenecen verdaderamente a la clase
obrera, estructuralmente definida por su dependencia real respecto del mercado de la
fuerza de trabajo, y del salario como medio de subsistencia75[75].
74[74]
"El desarrollo hecho por Marx de la lógica interna del concepto de subsistencia consiste en una
concepción cualitativamente determinada del salario real, que trasciende su interpretación puramente
cuantitativa. El concepto de subsistencia se presenta no como un simple nivel del salario real sino como
una banda de posibles niveles del salario real consistentes con la reproducción del sistema capitalista"
(Ong 1980:704). Por otra parte, Ong precisa que esta errónea interpretación de la teoría del salario de
subsistencia --como equivalente a un nivel determinado del salario real-- se encuentra también en Sraffa y
en los que llama "ricardiano-marxistas" (seguidores de Dobb y Meek), o al menos se desprende
fácilmente del hecho de que, al venir centrado el sistema sraffiano en la cuestión estrictamente formal de
"la relación entre el nivel del salario real y la tasa de ganancia, el efecto ha sido aumentar la importancia
de la idea de un salario real cuantitativamente específico" (ibíd.:717).
75[75]
Téngase en cuenta que Marx no niega esta dinámica social interclasista en términos absolutos, ya
que es consciente de que algunos asalaria dos pueden de hecho convertirse en productores mercantiles, o
incluso en capitalistas. Pero señala que, al ser más fuerte la dinámica contraria (que convierte a un
número superior de capitalistas y productores mercantiles en nuevos asalariados), puede prescindirse
teóricamente de la primera circunstancia, y analizarse el fenómeno en términos netos.
En este punto, puede captarse el lugar que ocupó la asimilación del concepto de salario
relativo en la trayectoria intelectual de Marx hacia la construcción del concepto de
plusvalía: el salario, antes que un precio o que una medida, es una categoría social,
una forma social ligada a la forma histórica "capital". Por ello, es irrelevante la altura o
magnitud del salario real, frente a la idea de que cualquier nivel de éste ha de consistir
en un salario inevitablemente "relativo", esto es, implicar la generación de plusvalor
para el capital. Lo cual significa dos cosas: en primer lugar, que el obrero es un
"pauper", es pobre por su determinación social (Marx 1857, vol. I, p. 560); pero, en
segundo lugar, que es, además, cada vez más pobre. Y ello, no sólo en un sentido
metafórico o "especulativo" (como podía ser en los escritos de juventud de Marx,
inspirados por la lectura de autores como Bray o Cherbuliez), sino en el exacto
("positivo"76[76] sentido de que su participación en el producto de su trabajo (es decir, en
la renta nacional) tiende a ser cada vez menor. Marx es consciente de que el salario real
debe crecer como consecuencia de la complejidad, la intensidad y la cualificación
crecientes del trabajo social (Grossmann, 1929, ha explicado esto perfectamente),
procesos derivados, a su vez, de la marcha incesante de la acumulación de capital, que
es la base del crecimiento de la productividad del trabajo. Pero supo captar que el
aumento del salario real nunca sería lo suficientemente grande, en el largo plazo, como
para recuperar para la clase obrera los avances que la productividad del trabajo haría
posibles en el ritmo de crecimiento de los beneficios. Por eso, esta dinámica capitalista
debía traducirse necesariamente en una disminución tendencial de la parte de los
salarios en el producto (renta nacional).
8.2. La medida empírica de la depauperación relativa en el capitalismo real
Pero ahora viene la segunda parte. Muchos de los que comprenden correctamente este
punto de la teoría salarial de Marx (la depauperación, como depauperación relativa, no
absoluta) apelan a la evidencia histórico-empírica para fundamentar su rechazo a la
teoría marxista. Por supuesto, no puede haber ciencia sin contrastación empírica de las
tesis teóricas, pero deben darse los suficientes pasos intermedios para conectar los
diferentes niveles de análisis, y, además, no puede pasarse de la más pura abstracción a
la realidad concreta sin tomar precauciones metodológicas. Precisamente, la
contrastación precipitada de esta tesis es lo que explica que la realidad de la
depauperación no aparezca siempre como evidente y pase tan a menudo desapercibida
por sus críticos. Pero veamos. El análisis teórico de Marx --como no puede dejar de ser
con todo pensamiento científico-- se lleva a cabo sobre la base de supuestos
simplificadores. Por ejemplo, supone a menudo que sólo existen capitalistas y obreros
(trabajadores asalariados)77[77] En este contexto de "capitalismo puro", la depauperación
relativa de los obreros significa que cae directamente su participación en la renta
nacional (RN o PIB). Por tanto, si llamamos RA (remuneración de los asalariados) y
76[76]
En el sentido que le da Sacristán, por contraposición a "especulativo"; es decir, como sinónimo de
"científico" (relativo a la "ciencia normal" o science) por contraposición a "metafísico" o "precientífico"
(perteneciente a los dos campos paracientíficos: la Wissenchaft y la Kritik): Sacristán 1980.
77[77]
En realidad, no se puede equiparar, sin más, obrero y asalaria do, salvo como una primera
aproximación. Sin embargo, si se logra demostrar la depauperación del conjunto de los asalariados, con
ello se demuestra, a fortiori, la depauperación de la clase obrera, ya que es razonable suponer que las
capas asalariadas no obreras (en la Administración y en las empresas) no sólo reciben un salario superior,
sino más rápidamente creciente que el salario medio.
EXC (excedente) a sus dos componentes, la depauperación relativa del proletariado se
expresaría en la disminución del cociente (RA/PIB), o en el aumento de (EXC/PIB).
Sin embargo, en la realidad cotidiana de los países capitalistas --países como el nuestro
o el de nuestros vecinos--, no sólo existen capitalistas y asalariados: también existen
otras clases sociales, como los productores mercantiles independientes y trabajadores
autónomos, por ejemplo (resultado de lo que, a nivel teórico, se conoce como la
coexistencia del modo de producción capitalista con otros modos de producción
diferentes, en el seno de cada formación social concreta). Por consiguiente, si se quiere
verificar, o falsar, empíricamente la verdad objetiva de la tesis teórica de la
depauperación, habrá de tenerse cuidado en la elección de las variables apropiadas. No
podrá prescindirse de la evolución de la estructura social real (el reparto de la población
activa entre asalariados y no asalariados) ni de la evolución de la parte de la renta
nacional que no es resultado del trabajo de los asalariados sino del de los productores
autónomos. Porque ocurre en la realidad que el rápido crecimiento de la asalarización
de la población trabajadora encubre (gracias a que el aumento relativo de los efectivos
de este grupo compensa el descenso simultáneo de su participación individual en el
producto de su trabajo) lo que de otro modo aparecería como una depauperación
evidente. De hecho, esto es lo que ha sucedido en los países capitalistas durante el siglo
XX.
Los teóricos no marxistas hablan de la "constancia", o incluso del "crecimiento", secular
de la parte salarial en el PIB (véase, por ejemplo, Yábar y otros 1983), porque se
olvidan del rápido aumento relativo de los asalariados en la población activa (rápida
proletarización de la población)78[78] y no tienen en cuenta --o no miden correctamente-que lo que la Contabilidad Nacional llama "excedente de explotación" no sólo incluye la
plusvalía sino también la "Resati"79[79] (una categoría de rentas sometida a una dinámica
especialmente rápida de descenso histórico). Por eso, para contrarrestar el efecto
"enmascarador" que tiene sobre la depauperación la proletarización de la población
activa, se ha recurrido a veces al cálculo de "coeficientes" que relacionan la
participación de los salarios en la renta con la parte de los asalaria dos en el total de
ocupados (véase, para el caso español, Palacio, 1978, Lovelace, 1979, Moral, 1981). En
el momento presente, es fácil actualizar este tipo de cálculos80[80] para la economía
española (hasta 1989), a partir de la recopilación de datos proporcionada recientemente
78[78]
Obsérvese el cuadro que construye Mandel (1976/1981), en nota al pie de la página 133, referido a
los "Trabajado res asalariados (incluidos los desempleados), como porcentaje de la población activa
total":
────────────────────────────────────────────────────────────
1930-1940
1974
────────────────────────────────────────────────────────────
Alemania
69.7 (1939)
84.5 (RFA)
Bélgica
65.2 (1930)
83.7
Canadá
66.7 (1941)
89.2
Estados Unidos
78.2 (1939)
91.5
Francia
57.2 (1936)
81.3
Italia
51.6 (1936)
72.6
Japón
41.0 (1936)
69.1
Reino Unido
88.1 (1931)
92.3
Suecia
70.1 (1940)
91.0
79[79]
Renta de los "Empleados sin asalariados" y "Trabajadores independientes". Para una discusión del
método de cálculo de esta "Resati", véase Guerrero 1989, capítulo 3, pp. 558 y siguientes.
80[80]
Basados en la aceptación acrítica de las estadísticas convencionales.
por Rafael Myró. Combinando los datos de sus cuadros 9 y 17 (Myró, 1989: 1120,
1132), podemos construir el cuadro 1:
Cuadro nº 1: La depauperación según la Contabilidad Nacional de España
(Ra/PIB)
(Prol/PA)
Coeficiente de
(a)
(b)
depauperación (a/b)
1964
41.4%
58.6%
70.6%
1975
51.5%
68.9%
74.7%
1982
50.4%
73.2%
68.9%
1988
45.9%
76.2%
60.0%
Fuente: Myró (1989) y construcción propia. Ra: Remuneración de los asalariados; PIB: Producto
Interior Bruto; Prol (proletariado): suma de asalariados y parados; PA: población activa total.
Aunque el proceso de depauperación es evidente después de 1975 (pudiendo
distinguirse dos fases diferentes: una más lenta, entre 1975 y 1982, con una pérdida en
el coeficiente de -5.8 puntos en 7 años; otra, más rápida, desde 1982, con pérdida de 8.9 puntos en seis años), la simple utilización de estos datos podría sugerir que no se
trata de una dinámica general, sino coyuntural, específica, vinculada a la singularidad de
la crisis económica de las dos últimas décadas (idea que encontraría apoyo en la subida
de 4.1 puntos en el coeficiente durante el periodo 1964-1975). Sin embargo, esta
impresión es falsa, como se desprende de la evaluación cuidadosa de los siguientes
puntos.
En primer lugar, la contabilidad convencional introduce un sesgo indudable en el reflejo
de los procesos económicos reales, como consecuencia de la utilización de unos
principios de valoración que confunden las categorías de valor y de valor de uso. En
efecto, la concepción "ortodoxa" de la Contabilidad Nacional81[81] considera que todo
trabajo retribuido lo es porque es útil, y que todos los valores de uso producidos deben
contabilizarse en la renta nacional. Por esta razón, considera esta teoría que el trabajo de
los funcionarios de la Administración aporta una contribución positiva al Producto
Interior Bruto82[82]. Sin embargo, la concepción marxista al respecto debe ser
consecuente con la teoría de Marx, y computar la renta nacional en términos de valores
creados (lo que no significa, por cierto, "directamente en valores", sino: "a través de su
traducción en precios mercantiles"), y no en valores de uso (que, además, debido a su
heterogeneidad, no son asimilables ni comparables entre sí). El valor sólo se crea en la
producción mercantil porque sólo cuando las relaciones sociales subyacentes en los
procesos de producción son tales que exigen la puesta en común de los trabajos
concretos exclusivamente a través de su equiparación como trabajo abstracto (Rubin
1923, especialmente cap. XIV, pp. 185 y siguientes) y su igualación en el mercado, sólo
en ese caso se crea valor (cuya expresión monetaria es el precio).
La "producción" de los funcionarios es producción de valores de uso, pero no creación
de valor, y, en consecuencia, no debe contar en la renta nacional. Esto significa que la
Contabilidad Nacional occidental duplica una parte de la renta nacional, al contabilizar
81[81]
Es decir, el sistema contable vigente en los países capitalistas, como en el caso de España, donde la
Contabilidad Nacional de España (CNE) sigue al Sistema Europeo de Cuentas (SEC).
82[82]
No obstante, al no poder medir en precios de mercado esta contribución, se supone simplemente que
equivale a los salarios pagados por la Administración Pública a sus empleados. Análogamente, el trabajo
doméstico se conceptúa como contribuyente real a la renta nacional, aunque se renuncie, por razones
puramente técnicas (de insuficiente disponibilidad estadística) a su contabilización efectiva (Studenski
1958, vol. II, p. 17).
doblemente el valor de la RAap (Remuneración de asalariados de las Administraciones
Públicas): 1) lo contabiliza por primera vez, de forma tácita, entre el conjunto del valor
producido en el sector productivo de la economía, de donde tienen que proceder,
necesariamente, los fondos que recauda el Estado para poder financiar, entre otros, los
salarios de sus funcionarios; 2) y lo contabiliza por segunda vez, expresamente, como
tal RAap, en concepto de renta ganada por este segmento de la población activa. Por
consiguiente, si, como ocurre en la época contemporánea, el peso relativo del empleo
público (en la Administración) representa, en el tiempo, una proporción creciente83[83],
el error inducido por la doble contabilización del valor de estos salarios se hace cada
vez más importante en términos cuantitativos. Por ello, si se elimina el efecto
distorsionador de esta duplicación contable (con el resultado de que la RAap no debe
contar ni como renta nacional ni como capital variable o masa salarial global), las
proporciones entre salarios y renta nacional varían de forma perceptible, y lo hacen no
sólo en cuanto a su nivel sino, sobre todo, en cuanto a su evolución.
Por otra parte, deben refutarse los dos tipos de objeciones que pueden surgir de la
consideración de un trabajo empírico de este tipo (basado en categorías marxianas) sin
descender a lo concreto de la problemática contable implicada. Por una parte, está el
prejuicio de los que consideran que la única razón para utilizar estas categorías
"heterodoxas" estriba en la búsqueda a cualquier precio de unos resultados imposibles
de "obtener" por medio de las convencionales. Por otra parte, el de los que parecen
rechazar como insuficientemente rigurosos aquellos datos obtenidos mediante el empleo
de variables marxistas que, sin embargo, no discrepan "suficientemente" de los
ofrecidos por la Contabilidad Nacional. Respecto a esta cuestión, lo único que cabe
decir es que no es aceptable ninguna toma de partido "a priori": sólo la crítica de las
alternativas utilizadas puede decidir cuál de los métodos es superior al otro y por qué.
En determinados casos, o para determinadas variables, puede suceder que las
estimaciones "marxistas" se aproximen bastante a las "convencionales"; pero, también
puede ocurrir lo contrario84[84]. Por lo que se refiere a la cuestión que nos ocupa, el
cuadro 2 refleja una situación intermedia:
Cuadro nº 2: Contabilidad marxista y depauperación
(v/PIB)
(v/PIN)
(v/RN)
(Prol/PA)
(a)
(b)
Coef. de
depauperación
(a/B)
1954
34.5%
39.3%
45.1%
53.4%
84.5%
1964
36.1%
40.6%
46.6%
59.5%
78.3%
1975
43.2%
50.8%
55.6%
69,6%
79.9%
1982
39.8%
45.0%
53.9%
79.9%
72.3%
1988
35.3%
40.2%
48.1%
72.3%
62.9%
Fuente: Guerrero (1989); v: capital variable; PIB: producto interior bruto; PIN: producto interior
neto; RN: renta nacional; Prol: proletariado (asalariados más parados); PA: población activa.
83[83]
Por ejemplo, en el caso español, el porcentaje de asalariados de las Administraciones Públicas sobre
el total de los asalariados pasó de menos del 7% en 1965 a un 16% en 1987.
84[84]
En cualquier caso, sólo un sistema contable realmente alternativo y completo, que exija la
coherencia interna de todo el conjunto de medidas y cálculos efectuados en su interior, puede demostrar
su superioridad sobre el sistema en uso en los países capitalistas. Por eso, es tan importante cualquier
contribución parcial a un sistema de tales características, aunque aún más fundamental es la búsqueda de
la homogeneidad metodológica. En cuanto a los esbozos conocidos de contabilidad nacional sobre
presupuestos marxianos, véanse: Delaunay (1971), Nagels (1974), Shaikh (1978), Giussani (1984) y
Guerrero (1989).
Por una parte, puede observarse que, para el periodo común con el analizado por Myró
(1964-1988), la participación del capital variable85[85] en la renta nacional (columna 3
del cuadro 2) se mantiene siempre por encima de la que refleja la porción del PIB que se
resuelve en remuneración de asalariados (columna 1, cuadro 1)86[86]. Además, las
grandes líneas de la evolución temporal de ambos cocientes prácticamente coinciden:
aumento entre 1964 y 1975 (+10.1 puntos, según Myró y la CNE; +9.0, según las
categorías marxistas), seguido por un descenso entre 1975 y 1988 (de -5.6 y -7.5 puntos,
respectivamente). Sin embargo, la diferencia global es apreciable: en el conjunto del
periodo 1964-1988, la subida no es de +4.5 (un 10.9%), sino tan sólo de +1.5 (un 3.2%).
Lo mismo ocurre con los "coeficientes de depauperación" respectivos (en cuanto al
índice de proletarización, prácticamente coincide en ambos tipos de cálculos): el
"marxista" se mantiene siempre por encima del convencional en términos absolutos,
sube entre 1964 y 1975 (aunque sólo 1.6 puntos, en vez de 4.1), baja en 1975/1982 (7.6
puntos, no 5.8), y baja más aún en 1982/1988 (9.4 puntos, en vez de 8.9). Sin embargo,
el cálculo del coeficiente sobre una base marxista puede rastrearse más atrás en el
tiempo, hasta 195487[87], con lo que su análisis global, para el periodo 1954-1988,
proporciona determinadas enseñanzas que no ofrecen los datos de Myró: 1) es falso
suponer que durante los periodos de expansión del capitalismo no hay lugar para la
85[85]
Por supuesto, el cociente relevante en este caso es v/RN, y no v/PIB o v/PIN: si se utilizan categorías
marxistas, nada sería más absurdo que utilizarlas sólo a medias.
86[86]
La medida rigurosa del proceso de depauperación exige la utilización de las categorías contables
marxianas (en estrecha correspondencia con las de su teoría del valor), tanto para el cálculo de la tasa de
plusvalía como de ese índice simétrico suyo que es el salario relativo. Pero ambos exigen la previa
estimación del capital variable (v), la masa de plusvalía (pv) y la renta de los empresarios sin asalariados
y trabajadores independientes (resati), cuya suma da la renta nacional (RN). En realidad, la estimación de
esta última sobre esta base marxista supone, para cualquier análisis de la distribución de la renta, un
importante paso adelante respecto de la utilización del PIB o del PIN, tanto si éstos se calculan al coste de
los factores como a precios de mercado. Para el cálculo de la Renta Nacional, debe descontarse del
Producto Interior Neto a precios de mercado (PINpm): 1) la remuneración de los funcionarios públicos
("Remuneración de los asalariados de las Administraciones Públicas", RAap, donde no se cuentan los
salarios de las empresas públicas, que deben tratarse exactamente igual que las empresas privadas); 2) el
falso valor creado por lo que la C.N.E. llama la "rama de alquileres de vivienda"; 3) el falso valor
generado por el servicio doméstico asalariado. En cuanto a la esfera de la circulación (que por ningún
concepto debe confundirse con las ramas comercia les y financieras), digamos que lo que la C.N.E.
considera como valor producido dentro de dicha esfera no es en realidad tal, sino valor transferido allí
desde el sector productivo. No obstante, se trata de auténtico valor y, por tanto, no debe descontarse del
PINpm. Por su parte, para el cálculo del capital variable, existen varias alternativas posibles. En Guerrero
(1989) se ofrecen dos medidas diferentes para la masa anual del capital variable en España, y en Moral y
Guerrero (1990) pueden encontrarse tres cálculos distintos. En cualquier caso, las diferencias
cuantitativas entre ellos no son importantes ni en lo referente a su volumen ni en lo tocante a su evolución
temporal. Lo esencial es descontar de la Remuneración de asalariados (RA) que proporciona la
Contabilidad Nacional la citada RAap (salarios de los empleados de la Administración). Por el contrario,
no deben descontarse los salarios de los trabajadores empleados en la circulación "pura", ya que: 1) la
mayor parte del trabajo que se desarrolla en el comercio y en la banca es, al igual que en el resto del
sector productivo, trabajo de producción (y productivo de plusvalía), y no de circulación (es decir, ligado
a la transferencia y registro de derechos: propiedad, etc.); 2) la tendencia inmanente del modo de
producción capitalista no es al aumento sino a la disminución en términos relativos del trabajo
improductivo de la esfera de la circulación (en relación con el trabajo total). Si esto lo unimos a la
progresión del capital (como modo específico de producción) en el conjunto de la producción real
(mercantil) de un país como España (1954-1988), podemos suponer que la pequeña porción de los
salarios de estos trabajadores improductivos ha representado, además, un porcentaje prácticamente
constante (a lo largo de dicho periodo) del capital variable desembolsado por el conjunto de las empresas
capitalistas.
87[87]
Cálculo que he llevado a cabo en Guerrero (1989).
depauperación: al menos, el caso español revela que, aunque es cierto que el proceso es
mucho más rápido en épocas de crisis económica (o, más exactamente, durante la fase
depresiva de la onda larga de acumulación), el mismo proceso tiene lugar también
durante su fase expansiva (pérdida de 4.6 puntos en el periodo 1954-1975), aunque de
forma menos acentuada; 2) teniendo en cuenta la relativa correspondencia entre los
niveles y sentidos del movimiento de los dos conjuntos de datos comparados, es
razonable suponer que también los datos "convencionales" para el periodo 1954-1975
reflejarían la misma tendencia de depauperación "a cámara lenta", que, unida a la
depauperación "acelerada" del periodo 1975-1988, conforman un cuadro
inequívocamente depresivo en lo referente al nivel de vida relativo de la clase obrera
española de los últimos decenios.
Evidentemente, con estos datos no podemos extraer conclusiones absolutamente
generales para cualquier país y cualquier época del desarrollo capitalista. Sólo la teoría
puede permitir el convencimiento de que ésta debe ser la situación general. Sin
embargo, y aunque existen otros trabajos que confirman las mismas conclusiones para
otros países capitalistas desarrollados, no se analizan aquí debido a que su
homogeneidad metodológica con el que ha servido de base para el cuadro 2 no es
total88[88]. Sólo cuando esta homogeneidad sea mayor, y, sobre esta base se haya
generalizado más este tipo de cálculos alternativos, hasta abarcar a la totalidad de los
países capitalistas, podrá ofrecer se una "demostración" empírica completa de la
vigencia contemporánea de la teoría marxista de la depauperación relativa de los
asalariados.
8.3. La depauperación, el estado y los sindicatos
Tras mostrar que los "datos empíricos" del caso español de ninguna manera falsan la
tesis de la depauperación obrera, sino que muestran todo lo contrario --su total vigencia
y actualidad--, son muchas las cuestiones que podrían plantearse a partir de ésta. Sin
embargo, voy a limitarme a sugerir algunas reflexiones en torno a dos puntos: a) la
cuestión de la "redistribución" (o distribución secundaria de la renta) en relación con el
papel del Estado (el llamado "Estado del Bienestar" o, en España, el "Estado social y
democrático de Derecho") en dicho proceso; y b) la cuestión de la estrategia sindical
coherente con los planteamientos marxianos en torno al salario relativo y la
depauperación.
A. Intervención del Estado y Depauperación:
En relación con la primera cuestión, cabe preguntarse si el Estado español ha
contribuido a paliar el proceso de depauperación de los asalariados, y cómo, lo cual
vuelve a plantear el problema de la definición teórica y la delimitación cuantitativa del
capital variable a escala nacional. La magnitud del capital variable (v) reflejada en el
88[88]
En Delaunay (1984), puede encontrarse una recopilación de las medidas históricas de la tasa de
plusvalía realizadas tanto en países capitalistas como socialistas, así como una detallada estimación de
dicha tasa para todo el siglo XX en Francia. Igualmente, en Gouverneur (1987) y en Duménil y Lévy
(1988), se obtienen, respectivamente, unos resultados que confirman el aumento de la tasa de plusvalía en
cinco países europeos (entre principios de los sesenta y comienzos de los ochenta) y en los Estados
Unidos (1869-1979). En Carballo (1976), puede encontrarse un precedente interesante en el intento de
medida de la tasa de plusvalía española.
cuadro 2 corresponde a la primera forma de concebir el capital variable, es decir, como
el volumen total del capital "adelantado" por las empresas en concepto de gastos
laborales totales89[89]. Pero si se tiene en cuenta la intervención del Estado, son dos, o
incluso tres90[90], las medidas posibles del capital variable, ya que es preciso distinguir
dos momentos (lógicos, no cronológicos) en la intervención estatal (y ello, tanto por el
lado del ingreso como del gasto): 1) al producirse la percepción de las rentas netas por
parte de los asalariados y de los propietarios de las empresas91[91]; 2) al disponer o
utilizar dichas rentas (para el consumo o para la acumulación).
Por consiguiente, es posible distinguir tres conceptos del capital variable: V1, si no se
tiene en cuenta ninguno de los dos momentos de la intervención estatal; V2, si se tiene
en cuenta sólo el primero; y V3, si se consideran ambos. Utilizando los apéndices
estadísticos de Alcaide (1988) y de Moral y Guerrero (1990), puede construirse el
cuadro 3 para el periodo 1970-1987. En los datos de las dos últimas columnas tenemos
la prueba de que la intervención estatal es una carga adicional para los asalariados, y no
una ayuda tendente a contrarrestar la depauperación generada por la dinámica del
proceso de acumulación del capital. Por una parte, los asalariados contribuyen (en los
89[89]
Delaunay defiende la "racionalidad de dos magnitudes posibles del capital variable: una, llamada
primaria, que designa al capital variable tal como puede evaluarse a partir de los datos de las cuentas de
las empresas no financieras (...); otra, secundaria, que expresa el capital variable que puede calcularse
tras tener en cuenta los efectos de la intervención del Estado sobre la distribución primaria de la renta. Es
el capital variable disponible (después de impuestos y del pago de prestaciones). Nada garantiza, a priori,
que ambas magnitudes sean idénticas" (Delaunay 1984:193-194). Sin embargo, este autor renuncia, por
problemas estadísticos, a medir el capital variable "secundario", de forma que --aunque sólo en el caso de
que las cotizaciones sociales más los impuestos pagados por los salarios coincidan con las prestaciones
sociales recibidas se identificarán las tasas de plusvalía primaria y secundaria-- puede escribir que "todo
ocurre, en nuestro estudio, como si hiciésemos la hipótesis de la neutralidad de la renta disponible estatal
en relación con la medida del capital variable y de las tasas salariales" (ibid.:201). Esta es la hipótesis que
se mantuvo para los cálculos del cuadro 2.
90[90]
Algún autor, como Moseley, rechaza toda definición de capital variable diferente de la que se basa
en la "circulación del capital". Por tanto, no admite ni su conceptuación desde el punto de vista de la
"renta disponible" (la más frecuentemente utiliza da) ni desde el punto de vista del "consumo de los
trabajado res" (por ejemplo, Sharpe, que excluye de "v" el ahorro realizado a partir de las rentas salaria
les) (Moseley 1986:173). Ello significa la no consideración de los impuestos (por ser una simple
operación secundaria, una redistribución de segundo orden, posterior a la definición del capital variable y,
en cuanto tal, exterior a la circulación del capital), ni de las prestaciones sociales proporcionadas por el
Estado (en la medida en que ningún gasto público funciona ni puede funcionar como capital, es decir,
como dinero que busca su autovalorización a través de un proceso productivo). En este sentido, es
interesante comparar los cálculos de Moseley con los efectuados por Anwar Shaikh (dos tipos de
estimaciones diferentes), así como los que pueden hacerse utilizando la metodología elaborada por Yaffe.
Moseley recoge y compara los dos tipos de resultados obtenidos por Shaikh. Se trata, por una parte, de
una tasa de plusvalía basada en una definición del capital variable como equivalente a la íntegra
remuneración de los asalariados productivos (es decir, sin tener en cuenta la intervención estatal); y, por
otra parte, de una tasa de plusvalía "ajustada", para tener en cuenta el efecto del "impuesto neto" que
recae sobre las remuneraciones salariales, es decir, la presión fiscal total bruta sobre los salarios,
deducidas las prestaciones sociales recibidas. La conclusión es que, para el periodo analizado por Shaikh
(1952-72), el crecimiento de ambas tasas es bastante similar (10% y 5%, respectivamente). En cambio, si
se parte, como Yaffe, de considerar los impuestos "salariales" como parte de la plusvalía, y a la vez se
excluye de "v" todo tipo de prestaciones sociales, el resultado que se obtendría, a partir de los datos
proporcionados por Shaikh para los Estados Unidos, equivaldría a un crecimiento mucho más rápido de la
tasa de plusvalía (en torno al 31%), en lógica correspondencia con el rápido crecimiento del "impuesto
neto" salarial así definido. Por consiguiente, estos resultados parecen depender de la evolución del citado
impuesto neto. Si se supone que su peso relativo está creciendo, entonces la diferencia entre tasa de
plusvalía ajustada y no ajustada se incrementará a favor de la primera: es lo que ocurre con la definición
de Yaffe. Para un cálculo de dicho "impuesto neto" en el caso español, véase Moral y Guerrero (1990).
91[91]
Se prescinde en este punto de las clases diferentes de asalariados y capitalistas.
dos momentos) con un "impuesto neto" hacia el Estado, lo que significa que los no
asalariados reciben como mínimo esa magnitud de renta (o superior, si tenemos en
cuenta el déficit público global). Pero, además, dicho "impuesto neto" sobre los
Cuadro nº 3: La clase obrera y los ingresos y gastos públicos
(A)
(B)
(C)
(D)
E = A/B
F = C/D
1970
195.3
225.5
96.8
137.0
86.6%
70.7%
1975
537.9
714.3
251.9
307.1
75.3%
82.0%
1982
2852.1
3337.8
1024.4
1086.7
85.4%
94.3%
1987
5274.8
6292.7
1580.6
2520.1
83,8%
62.7%
Fuente: Alcaide (1988), pp. 19 y siguientes, y Moral y Guerrero (1990). Las cifras de las columnas A
a D están expresadas en miles de millones de pesetas corrientes. (A) representa los gastos estatales
en favor de la clase obrera en el primer momento (suma de salarios netos pagados a los empleados
públicos, las prestaciones de desempleo y una parte proporcional (calculada a partir de la evolución
del índice de proletariza ción de la población activa) del resto de las pensiones); (B) recoge los
ingresos públicos procedente de la clase obrera en esta primera fase (100% de las cotizaciones
sociales y de los impuestos directos soporta dos por las rentas salariales); (C) son los gastos a favor
de los asalariados en la segunda fase (parte proporcional (en función de la participación de los
asalariados en el consumo privado, identificado por el cociente "RA/Consumo Privado") de las
subvenciones y transferencias totales y de las prestaciones farmacéuticas); (D), los ingresos públicos
procedentes de los asalariados en el momento del consumo (mismo porcentaje que en la tercera
columna (RA/consumo privado) de los impuestos ligados a la producción y a la importación, y las
transferencias corrientes y de capital recibidas por el Estado).
asalariados recae con una intensidad relativa superior precisamente en el último periodo
considerado (1982-1987)92[92], precisamente cuando mayor ha resultado ser el proceso
"directo" de depauperación. Por consiguiente, es fácil concluir que, en líneas generales,
la política económica del Gobierno ha coadyuvado en la misma dirección seguida por la
dinámica del capital.
B. Depauperación y estrategia sindical
En cuanto a la estrategia sindical, no es inútil recordar, en estos tiempos que corren,
algunas palabras muy claras de nuestros clásicos. Si se considera demostrado que, en
España, como no podía ser de otra forma, rige la "ley general de la acumulación
capitalista", según la cual bajo el capitalismo "tiene que empeorar la situación del
92[92]
Obsérvese que el porcentaje de cobertura de la presión fiscal sobre los salarios representado por los
gastos públicos en favor de los asalariados (columnas E y F) interrumpe su tendencia al alza en 1982,
iniciando un movimiento a la baja (especialmente, en F). Esta tendencia es incuestionable si se analiza la
evolución de la presión fiscal sobre los salarios neta de gastos públicos recibidos. En cambio, si el
análisis se limita a la presión fiscal sin tener en cuenta el otro aspecto del problema (el gasto público), se
puede llegar a conclusiones erróneas, como en el --por otra parte interesante-- artículo de Montes (1989),
donde se lee que "esta evolución [se refiere al periodo 1982-1988] sugiere que durante esos años ha
tendido a corregirse la regresividad del sistema fiscal (...)" (p. 33). Él calcula que del incremento de 5.5
puntos (en relación con el PIB) en la presión fiscal total en 1982-1988, 2.3 han repercutido sobre las
rentas del trabajo y 3.2 sobre las del capital. En Moral y Guerrero (1990) se obtiene, respectivamente, 2.5
y 6.1 (un total de 8.6 puntos en relación con la Renta Nacional, no con el PIB); pero si se tiene en cuenta
el lado del gasto recibido por cada tipo de renta (incremento de -0.5 y +6.3 respectivamente) resulta un
incremento neto de 2.9 para las rentas del trabajo y de -0.2 para las de capital: la intervención estatal total
ha incrementado, pues, su regresividad.
obrero, sea cual fuere --alta o baja-- su remuneración" (Marx 1867, vol. 3, p. 805),
entonces los sindicatos deben tener muy en cuenta los dos aspectos contradictorios que
subraya el viejo Marx sobre los efectos de dicha ley. Puesto que, si es muy cierto que
"el propio desarrollo de la moderna industria contribuye por fuerza a inclinar la balanza
cada vez más en favor del capitalista y en contra del obrero" (Marx 1865:85), también
es verdad que "el rápido incremento del capital es la condición más favorable para el
trabajo asalariado" (Marx 1847:63). Esta ambigüedad no significa que los sindicatos
deban renunciar a su estrategia reivindicativa para facilitar el "rápido incremento del
capital" (ésta ha sido y es la estrategia de los Gobiernos González/Boyer y
González/Solchaga), sino todo lo contrario: deben elevar su estrategia a un nivel
superior, tras tomar conciencia de que no pueden esperar del modo de producción
capitalista sino pausas transitorias (en las que se darán las "condiciones más favorables"
citadas) en el proceso de depauperación relativa, que se manifiesta sin trabas en las
fases depresivas del ciclo largo de acumulación del capital.
Si el objeto de la ciencia es descubrir las "leyes" que se ocultan al conocimiento normal,
los sindicatos que pretendan basar su estrategia sobre el fundamento científico de los
principios objetivos, y no en voluntarismos de cualquier género, deben tener en cuenta
la vigencia y doble manifestación de esta "ley general" del capitalismo. No se puede ir
contra las determinaciones objetivas de la forma socioeconómica, pero esto tampoco
debe interpretarse como una nueva versión de la ley "de bronce de los salarios". Si la
subsistencia deja de concebirse en términos cuantitativos, y se capta el alcance de la
noción de salario relativo, se estará en disposición de contestar acertadamente a la
pregunta de Marx: "Pero si la tendencia, dentro de este sistema, es tal, quiere esto decir
que la clase obrera deba renunciar a defenderse contra las usurpaciones del capital y
cejar en sus esfuerzos para aprovechar todas las posibilidades que se le ofrezcan para
mejorar temporalmente su situación?" (Marx 1865:85).
Por supuesto, la respuesta es: No! Marx escribió que si la clase obrera no desplegara su
lucha diaria contra el capital "veríase degradada en una masa informe de hombres
desgraciados y quebrantados, sin salvación posible (...) Si en sus conflictos diarios con
el capital cediesen cobardemente, se descalificarían sin duda para emprender
movimientos de mayor envergadura" (ibíd.: 85-86). Ahora bien, ello no es óbice para
comprender que lo fundamental es que los sindicatos, o, como escribe Marx, la clase
obrera "no debe exagerar a sus propios ojos el resultado final de estas luchas diarias. No
debe olvidar que lucha contra los efectos pero no contra las causas de estos efectos; que
lo que hace es contener el movimiento descendente pero no cambiar su dirección; que
aplica paliativos pero no cura la enfermedad. No debe, por tanto, entregarse por entero a
esta inevitable guerra de guerrillas (...) debe comprender que el sistema actual, aun con
todas las miserias que vuelva sobre ella, engendra simultáneamente las condiciones
materiales y las fuerzas sociales necesarias para la reconstrucción económica de la
sociedad" (ibíd.:86; las cursivas son mías)93[93].
Realmente, si se piensa detenidamente en lo que significa la depauperación, se
comprenderá por qué la toma de conciencia de esta situación tiene necesariamente que
93[93]
No otra cosa expresa la conocida tesis leninista de "la lucha económica como una de las partes
integrantes de la lucha de clases del proletariado", pues, en efecto, "la lucha económica puede conducir a
un efectivo mejoramiento de la situación de las masas obreras y a afianzar su verdadera organización de
clase", pero "sólo si esa lucha se combina adecuadamente con la lucha política del proletariado" (Lenin,
op. cit., p. 30).
llegar, por qué, a pesar de todo, sigue siendo cierta la afirmación de que es la propia
burguesía la que "a la par que avanza, se cava su fosa y cría a sus propios enterradores.
Su muerte y el triunfo del proletariado son igualmente inevitables" (Marx y Engels
1848:36). Pero lo importante es darse cuenta de que este convencimiento no le viene a
Marx sólo de su visión general del mundo, de su concepción filosófica, sino que es
producto de un detallado análisis científico94[94] del proceso de producción y de
explotación capitalistas, que lo llevó a concluir que, a la par con el crecimiento de la
explotación (no otra cosa significa la ley de la depauperación relativa creciente, o ley
del descenso tendencial del salario relativo), se "acrecienta también la rebeldía de la
clase obrera, una clase cuyo número aumenta de manera constante, y que es
disciplinada, unida y organizada por el mecanismo mismo del proceso capitalista de
producción" (Marx 1867, vol. 3, p. 953). Si se piensa desapasionadamente en estas
palabras, se estará de acuerdo en que, en efecto, y prescindiendo ahora de matices, esta
rebeldía es mucho más generalizada hoy que hace un siglo.
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94[94]
Coincido con la opinión expresada en un excelente artículo de García Ábalos, que excluye a Marx de
la lista de los economistas "morales", para situarlo donde le corresponde, como máximo representante de
los economistas "teóricos", ya que son de esta naturaleza las preguntas que hace y las respuestas que
ofrece. Para García Ábalos, el pensamiento de Marx en relación con la cuestión de los salarios --y
podemos extender esta reflexión a todo su pensamiento-- "no sale nunca del campo de la más pura teoría.
En Marx no se encuentran más que consideraciones sobre las relaciones de causa a efecto, sin segundas
intenciones políticas y sociales, ya que Marx no se ocupa más que de las cuestiones siguientes: ¿Qué
movimiento sigue el nivel de los salarios? ¿Cuáles son las causas que influyen estos movimientos? Las
investigaciones de Marx no tienden más que a encontrar las leyes a que está sometida la formación del
precio de la fuerza obrera de trabajo" (García Ábalos, 1949, pp. 319-320).
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Yábar, A.; y otros (1982): La distribución funcional de la renta en España y en la Comunidad Económica
Europea, Instituto de Estudios Económicos, Madrid.
III. LA CRISIS FINANCIERA DEL CAPITALISMO GLOBAL
CAPÍTULO 9
Gérard Duménil95[95] y Dominique Lévy96[96]
CAPITAL FINANCIERO Y NEOLIBERALISMO: UNA ANÁLISIS DE CLASE
[RESUMEN. El neoliberalismo no es sino la expresión del regreso a un papel hegemónico de una
fracción de las clases dominantes: la banca. Sólo colocándolo en su dinamismo histórico podremos captar
la lógica de este movimiento. La banca moderna, ligada al sistema productivo, apareció tras la crisis
estructural de finales del siglo XIX. Se vio obligada a abandonar su incuestionado dominio en el
compromiso keynesiano tras la crisis de 1929 y la Segunda Guerra Mundial. Y su vuelta al poder (su
nueva pujanza) es consecuencia de la crisis iniciada en los años 1970. El carácter de clase del
neoliberalismo aparece claramente (crudamente) inscrito en las simples cifras: debilidad continua de la
tasa de beneficio de las empresas no financieras, de donde se derivan la propia crisis, el paro, los déficits
y endeudamiento de los Estados, deuda del Tercer Mundo, etc. Sin embargo, el provecho que la banca
saca de su gestión de la crisis no se ha resaltado suficientemente: crecimiento formidable de su renta
(beneficios) y explosión del sector financiero. Y no es que la banca se haya organizado de tal forma para
sufrir lo menos posible los efectos de la crisis, sino que sacó de ella unos beneficios difícilmente
imaginables. Y sin olvidar la miseria de los parados, de los marginales del sistema y del Tercer Mundo, la
inestabilidad sistemática (intrínseca) de todo lo cual es responsable esta nueva hegemonía de la banca y
que es, a su vez, su principal coste]
Introducción
Los análisis hechos desde la izquierda coinciden en considerar el neoliberalismo como
una consolidación del poder de las finanzas. El mismo término finanzas oculta una red
de instituciones que se solapan unas a otras de una forma compleja; pero tras estas
instituciones se ocultan individuos, Aunque no sea fácil trazar los límites de esta
entidad, esta nueva toma de iniciativa por parte de las finanzas es muy evidente desde el
final de los años 70. El alza de los tipos de interés reales favorece claramente a los
prestatarios; la reestructuración del sistema productivo, a escala planetaria, se lleva a
cabo bajo el báculo de los grandes bancos de negocios; la bolsa vuelve a estar de nuevo
en el corazón de la financiación económica; los gestores de empresas se ven forzados a
volver a centrar toda su actividad atendiendo a la remuneración de los propietarios.
Todo ello hace que, en estas últimas décadas, las finanzas se hayan convertido en el
centro neurálgico del dispositivo neoliberal.
Pese a que la reconquista por parte de las finanzas de su posición hegemónica haya
coincidido con la continuación del movimiento de internacionalización del capital y de
la globalización de los mercados , no hay que dejarse engañar por lo que respecta a la
naturaleza de la relación existente entre ambos fenómenos. Son las finanzas las que
dictan al capitalismo mundial, en sus ansias de expansión, sus formas y sus contenidos;
no es la mundialización lo que hace de la trayectoria contemporánea del capitalismo una
fatalidad histórica.
Describir las finanzas tras el neoliberalismo y la mundialización es prácticamente ya
entrar en una lógica de clase. Afirmar que un conjunto de transformaciones
institucionales y políticas sirve a los intereses de una minoría privilegiada es reconocer
ya una cierta conformidad con la división de la sociedad en clase y a las luchas que de
todo ello se derivan. Se está ya muy cerca de una problemática marxista. basta con
95[95]
MODEM-CNRS, París, email: [email protected]
CEPREMAP-CNRS, email: [email protected]; véase también:
http://www.cepremap.cnrs.fr/~levy/
96[96]
añadir dos ideas fundamentales para dar el paso (1): el capitalismo evoluciona
periódicamente hacia grandes crisis estructurales que resuelve con transformaciones
importante de su funcionamiento; (2) el movimiento de la tasa de ganancia, en
particular sus fases a la baja, tiene un papel fundamental en la aparición de estas crisis.
Es este punto de vista del análisis marxista el que estructura este estudio, tanto en el
plano de la lucha de clase o de la evolución de las relaciones de producción, como desde
el análisis económico propiamente dicho97[97].
La caracterización del neoliberalismo aquí propuesta es bastante esquemática98[98].
Combina el análisis histórico con el análisis cuantitativo (cuando los fenómenos son lo
suficientemente importantes, las cifras son por sí mismas acusadoras). Se divide en
cuatro partes:
1. En el núcleo de nuestra interpretación de la historia del último siglo de capitalismo,
se encuentran las siguientes observaciones: (1) la fianza moderna no ha existido siempre
y precisamente es desde su nacimiento a finales del siglo XIX desde donde es necesario
empezar; (2) las finanzas, encarnación contemporánea de la propiedad capitalista, ha
luchado siempre para perpetuar su preeminencia es decir, por la preeminencia de las
relaciones de producción capitalistas; (3) ha experimentado significativos avances hace
ya unos quince o veinte años debido a la nueva crisis estructural, al término de la
regresión que había experimentado durante el periodo keynesiano, tras la crisis de 1929
y la Segunda Guerra mundial (hablar de reafirmación del poder de las finanzas es dar
por sobreentendido que este poder había disminuido en un cierto periodo). En este
análisis, se tendrá en cuenta, fundamentalmente, el ejemplo de los Estados Unidos.
2. Los costes del neoliberalismo para las otras clases ha sido descritos muy a menudo.
Nos detendremos aquí sólo haciendo una llamada de atención sobre la prolongación de
la crisis, el paro, el endeudamiento del Tercer Mundo y de los Estados, llegada de la
sociedad neoliberal con una violencia específica.
3. Los intentos por evaluar las ganancias, en el sentido más trivial del término,
obtenidas por las finanzas durante la crisis, son menos frecuentes. Y, sin embargo, estas
cifras aparecen sin ningún tipo de ambigüedad: sí, una clase y un sector de la economía,
aquellos que suelen estar bajo lo que denominamos con el término finanza, han sacado
unos provechos económico increíbles de la crisis. Frente a la miseria del Tercer Mundo
y al paro, se observa sin ningún tipo de tapujos el enriquecimiento de una minoría de
privilegiados.
4. El análisis de la fragilidad financiera actual es complejo. Pero no se insistirá nunca
bastante sobre su ligazón directa con la naturaleza misma de las finanzas ni sobre la
autonomía de la que ha sabido dotarse con respecto al sistema productivo y con respecto
al propio Estado.
Las figuras que aparecen en este estudio se apoyan en cálculos efectuados a partir de
fuentes oficiales (INSEE, OCDE y Banco mundial. Algunos de estos cálculos son muy
directos; otros está más elaborados, intentando resaltar fenómenos más o menos
97[97]
Hemos desarrollado esta problemática en numerosos trabajos. Recientemente, en La dinámica del
capital. Un siglo de economía americana, París.
98[98]
Este estudio prefigura un libro sobre el mismo tema, aún en preparación.
intuitivos, pero cuya amplitud ha sido subestimada durante mucho tiempo. Los aspectos
técnicos de esta investigación no han sido tenidos en cuenta.
9.1 Las finanzas al poder:mutación de las relaciones de producción y dominio de
clase
Tal como las entendemos hoy, las finanzas nacieron a finales del S. XIX. Hasta
entonces, su actividad se había concentrado en la financiación del gasto público. Hacia
finales del siglo XIX sobrevino una profunda transformación del capitalismo,
transformación en la que se inscribe la aparición de las finanzas modernas, cuya
relación con el sistema productivo era uno de los caracteres fundamentales.
Este cambio ocurrió dentro del contexto de la crisis estructural del final del S. XIX. Los
historiadores económicos coinciden generalmente sobre la existencia de un largo
estancamiento en Europa y, sobre todo, en Francia, al final del siglo. En los Estados
Unidos la situación fue sensiblemente diferente debido al ritmo de desarrollo propio de
la sociedad americana y a la Guerra de Secesión. Este país conoció dos crisis profundas,
una hacia 1870, muy ligada a la deflación posterior a la Guerra Civil; la otra, en los años
1890. Ambas separadas por una fortísima recuperación hacia 1880, como consecuencia
de la vuelta a la convertibilidad del dólar, interrumpida desde la Guerra.
Este periodo de fuerte inestabilidad y de crisis debe ponerse en relación cona una fase
de varios decenios de cambios técnicos à la Marx, en donde el desarrollo de la
productividad es costeado mediante fortísimos aumentos en capital constante, en
concreto, del fijo (y, por tanto, de alzas de las composiciones técnicas y orgánicas), y
donde la tasa de beneficio disminuye. En estas circunstancias se declaró una crisis muy
importante de la competencia, en la que las empresas intentaron soslayar la debilidad
general de la rentabilidad mediante acuerdos. Fue la época de los cartels y de los trusts.
En el aspecto legislativo coexistieron dos tipos de desarrollo aparentemente
contradictorios y que tuvieron consecuencias importantes en la evolución del sistema
productivo. Por una parte, la Sherman Act (1890) creo, por primera vez, una legislación
antitrusts a escala federal. Por otra parte, apareció (primeramente en Nueva Jersey) una
legislación favorable a las sociedades por acciones y, sobre todo, a los holdings. De
hecho, la ley prohibía los acuerdos en los que diversas firmas dificultaran las reglas de
la competencia, (al repartirse los mercados o los beneficios), a la vez que preservaba su
independencia. Pero la ley permitía las fusiones puras y simples. Una formidable ola de
fusiones se llevaron a cabo como consecuencia de la crisis de 1890. Y si es verdad que
estamos ante evoluciones progresivas, fue a finales de siglo cuando adquirieron forma
estas nuevas instituciones del capitalismo.
Existen dos términos en Estados Unidos para designar a estas transformaciones:
1. Por una parte se aplica la expresión corporate revolution para designar a la formación
de grandes sociedades por acciones, sostenidas y controladas por las finanzas. ¿Hay que
hablar de fusión entre las antiguas finanzas y la industria, o más bien de toma del
control de la industria99[99] por parte de las finanzas? Dejaremos de lado esta
99[99]
Véase Lenin: L'impérialisme, stade suprême du capitalisme (1916), Oeuvres, tome 22, p. 201-327,
París: Éditions sociales, 1977; R. Hilferding: Le capital financier. Étude sur le développement récent du
capitalisme (1910), París: Éditions du Minuit, 1970. Este debate no está cerrado: W. G. Roy: Socializing
controvertida cuestión, pues lo que aquí nos interesa es la aparición de estas modernas
finanzas ligadas a la industria. Las finanzas estaban en el corazón del sistema de las
modernas grandes sociedades y ejercía su hegemonía sobre el crédito, es decir, sobre la
creación monetaria (muy estrechamente ligado al mercado bursátil). Las dos primeras
décadas del siglo XX iban a ser testigos de un desarrollo sin precedentes de los
mecanismos monetarios y financieros.
2. Llaman managerial revolution a la transformación de la organización empresarial,
dirigida por un estado mayor de cuadros y empleados. Estas nuevas formas de
organización y gestión eran inseparables de las nuevas configuraciones tayloristas o
fordistas del taller, pero afectaban ya a todos los aspectos de la actividad de las
empresas (comercio, gestión de los stoks, tesorería, personal, etc.). La distancia que
separaba a los trabajadores de sus medios de trabajo se agrandaba aún más, a la vez que
su propio trabajo estaba definido y controlado por asalariados especializados.
La intervención de los ejecutivos en la gestión de las grandes empresas fue mirada con
cierto recelo por los propietarios. ¿Cuál sería el alcance de las iniciativas de los
ejecutivos? ¿Qué mecanismos garantizarían preeminencia del criterio de la
maximalización de la tasa de beneficio según los intereses de los propietarios? Aunque
sus referentes teóricos y políticos fueran bien diferentes, a los de Marx, los
investigadores coetáneos de estas transformaciones captaron rápidamente la importancia
histórica de esta evolución de las relaciones de producción capitalistas. Lo que estaba en
juego era la propiedad de los medios de producción. Y esta nueva clase de
organizadores hacía gravitar una amenaza sobre el dominio de los propietarios de los
capitales.
A pesar de todas estas tensiones, las primeras décadas del siglo estuvieron dominadas
por las finanzas privadas, que seguían teniendo el control completo sobre las reglas que
regían el funcionamiento de sus instituciones, en concreto, el control de la creación
monetaria, de la estabilidad de los precios (percibida mediante la expresión del poder de
compra de la moneda en oro), así como el de todo el sistema financiero. Los grandes
bancos de Nueva York funcionaban más o menos colectivamente con respecto al resto
del sistema como verdaderos bancos centrales privados. las continuas crisis seguidas de
suspensiones de pago y de quiebras espectaculares de bancos llevaron, en 1913, a la
creación, demorada durante mucho tiempo, del banco central, la Reserva federal. Pero
las finanzas seguían teniendo el control del funcionamiento de esta institución,
perpetuando así su hegemonía.
El término liberalismo es demasiado vago como para singularizar de una forma
específica a este nuevo discurrir del capitalismo de principios del presente siglo, pues el
término se aplica igualmente a las décadas anteriores en configuraciones institucionales
y políticas sensiblemente distintas100[100]. Podríamos decir que el término sigue
Capital: The Rise of the Large Industrial Corporation in America, Princeton: Princeton University Press,
1996.
100[100]
Se habla, por ejemplo, de liberalismo a propósito del capitalismo de la primera mitad del siglo
XIX, el de Andrew Jackson, basado en la oposición de los pequeños propietarios a lo que ya eran
llamados monopolios (big business). Emplear el mismo término, liberalismo, para hablar de la
Progressive Era que se extiende desde finales del siglo XIX hasta la Primera Guerra Mundial, es darle ya
otro sentido. ¿Cuál es el punto común entre estos diferentes períodos a los que se tiende a calificar con
igual epíteto, liberal ? Sin duda alguna, James Weinstein tiene razón cuando, en la introducción de su
libro, afirma: "El liberalismo, tanto en la forma que adoptó en el siglo XIX como en la que revistió en el
caracterizando a las primeras décadas del siglo XX. Era ya un capitalismo
profundamente alterado: un capitalismo en el que la separación entre propiedad y
gestión quedó consagrada; un capitalismo en el que las grandes firmas y las grandes
finanzas coexistían mediante algunas conexiones institucionales, y en el que una clase
de ejecutivos disfrutaba ya de una amplia autonomía y en el que los mecanismo
monetarios y financieros estaban en manos de las finanzas. La intervención del Estado
(del Tesoro) sólo había hecho tímidas apariciones.
Fue la crisis de 1929 la que desestabilizó este equilibrio social en beneficio de una
fuerte intervención estatal. Las finanzas eran incapaces de parar la catástrofe, tanto
desde el punto de vista del sistema productivo como del financiero. Pusieron en práctica
los procedimientos aprendidos en las precedentes crisis con vistas a estabilizar el
mercado bursátil y a evitar quiebras de instituciones financieras y la suspensión de pago
de los bancos. Ya sabemos cuál era la situación de la economía americana en 1933. El
sistema bancario fue clausurado y sólo los bancos más saneados pudieron reabrir sus
puertas. El Estado se hizo cargo de una gran parte de los créditos de dudoso cobro. El
sistema financiero se vio fuertemente reglamentado. El sistema productivo se dividió en
doce agrupaciones, en las que industrias y sindicatos estaban bajo el control de agentes
gubernamentales a fin de fijar precios y salarios mínimos y repartirse los mercados. Si
bien es verdad que el Estado llevó a cabo grandes obras públicas, era aún pronto para
considerar al déficit presupuestario como palanca para luchar contra la crisis. El primer
New Deal fue una formidable experiencia de gestión, estimulada por los llamados
planificadores.
Gran parte de este dispositivo desapareció rápidamente, dando lugar a un nuevo
compromiso social que se reafirmó durante la Segunda Guerra mundial, que se llamó
compromiso keynesiano, y está en el corazón mismo del tema que nos ocupa aquí: el del
poder de las finanzas. La gran idea de Keynes consistió en tenerlo todo en cuenta en la
relación entre la iniciativa privada y la intervención pública.. El gobierno no debía
alterar la relación establecida entre las finanzas y las empresas y menos aun sustituirlas.
Keynes estaba dispuesto a arruinar lentamente a los rentistas al disminuir los tipos de
interés, pero respetaba el carácter privado de todo aquello que en el capitalismo está
ligado, directa o indirectamente, a la empresa. Por el contrario, el control de la
utilización de los recursos, en el plano macroeconómico, no debe dejarse en manos de
intereses particulares. La capacidad de separar estos dos aspectos del funcionamiento
del capitalismo, es decir, la posibilidad de llevar un control macroeconómico,
respetando a la vez lo esencial de la actividad privada, representa el punto fundamental
del análisis de Keynes.
Esta invasión de las prerrogativas de las finanzas adquiría una importancia considerable.
Según Keynes, no existían mecanismos privados capaces de garantizar el pleno empleo,
y de limitar las fluctuaciones coyunturales, y era el Estado quien debía encargarse de
s. XX, representó a la ideología política de los medios financieros y de negocios (business groups)
ascendentes y después dominantes" (The Corporate Ideal in the Liberal State, 1900-1918, Boston:
Beacon Press, 1968, p. xix). Este libro se redactó antes de que el neoliberalismo contemporáneo
emergiera. La idea de Weinstein puede prolongarse fácilmente hasta esta tercera edad del liberalismo.
Subraya el extraordinario dinamismo del concepto, el cual se refiere sucesivamente: 1) a mediados del s.
XIX, la ideología de los pequeños propietarios aferrados a los principios de la libre competencia; 2) a
principios de siglo, la ideología de las nuevas finanzas y de los responsables de las grandes empresas en
la fase de constitución de las formas modernas del capitalismo; 3) en el curso de los últimos decenios, la
ideología de las finanzas al encontrarse de nuevo con su antiguo poder.
realizarlo. Esto era ya negar a las finanzas su autonomía, es decir, retirarles el control
que venían ejerciendo sobre el crédito, al menos, sobre sus masas globales, y
reglamentar su actividad tanto en el plano interior como internacional. La creación de
un banco central había sido ya muy difícil en los Estados Unidos y la definición de la
responsabilidad macroeconómica del Estado no fue verdaderamente posible que tras las
sucesivas depresiones de los años 1930 y de la segunda Guerra mundial, con un fondo
en el que aparecía la pujanza del movimiento obrero (y de la URSS).
Las finanzas vivieron muy mal estas limitaciones de sus iniciativas. Y, frente a los
planes de los keynesianos, ellas propusieron los suyos propios, concretamente, en lo que
concernía a su esfera internacional101[101]. Conscientes de la necesidad de un control de
su actividad, pretendió ser ella misma la que se lo impusiera. Sin embargo, un nuevo
marco keynesiano vio la luz, y que, a pesar de ser objeto de ataques constantes,
prevaleció. Las finanzas salieron de la guerra reglamentadas desde el punto de vista de
sus propias actividades, sobretodo aquéllas relacionadas con las tasas aplicadas, y con la
prohibición impuesta a los bancos de depósitos de practicar las principales actividades
financieras. Los responsables de las empresas dispusieron de esta forma de una amplia
autonomía. La autofinanciación y el crédito financiaban generosamente el crecimiento
de las firmas, disminuyendo así su dependencia con respecto a los propietarios. En el
plano internacional, se establecieron importantes limitaciones a la movilidad de los
capitales. Este periodo culminó hacia los años 1960.
Ciertamente, la pérdida del control privado de la macroeconomía fue el elemento de
mayor peso en el retroceso de lasa finanzas, pero no fue el único. La macroeconomía
keynesiana fijaba un objetivo completamente nuevo dentro de la producción capitalista:
la garantía del pleno empleo, un cuasi-reconocimiento del derecho al trabajo. Este
objetivo era inseparable de un acrecentado control de las fluctuaciones coyunturales que
servía. además de a los intereses de los trabajadores, a los del sistema productivo. Este
control incluía también la posibilidad de dejar a la deriva el nivel general de los precios,
permitiendo importantes transferencias de los prestamistas hacia los prestatarios,
prácticas que hasta entonces se habían limitado a los periodos de guerras. Estas políticas
keneysianas se combinaron con el desarrollo de sistemas de cobertura de riesgos, en los
que el Estado estaba más o menos implicados; en todo lo relacionado con los accidentes
laborales, el paro, enfermedad y jubilación (El Estado de Bienestar). La misma
condición salarial se vio en sí misma profundamente modificada.
Con las perspectiva del tiempo, es difícil mantener una imagen ajustada de la amplitud
de la transformación del capitalismo. Numerosos teóricos anunciaron por los años 1960,
además del final de las crisis y de la pobreza, la del capitalismo mismo. Se trataba de
una muerte lenta: los propietarios percibían una renta limitada, y su influencia
determinante sobre la economía iría decreciendo. Las empresas estaban sometidas a
varios objetivos, de los cuales, la rentabilidad no era sino un elemento más. La
intervención estatal tenía un bello porvenir. Algunos teóricos, citemos en concreto a J.
K. Galbrath, vieron en todo ello el advenimiento de una sociedad tecnocrática
postcapitalista102[102].
101[101]
G. W. Domhoff: The Power Elite and the State. How Policy is Made in America, New York:
Aldine de Gruyter, 1990.
102[102]
J. K. Galbraith: The New Industrial State, Londres: Penguin Books, 1969.
Pero se olvidaba que esta evolución iba acompañada de una permanente combate por
parte de las finanzas a fin de reconstruir su preeminencia. Su actividad para este fin fue
especialmente diligente en el plano internacional. Desde los años 1960, desarrollaron
(Las finanzas) un sistema financiero internacional, llamado de las euromonedas, que
escapaba a los controles y reglamentaciones nacionales.. El cómo y el porqué fueron
estas prácticas no sólo aceptadas, sino alentadas por los propios gobiernos es una
cuestión difícil y muy debatida. Es bien conocido que la circulación de masas de dólares
por el mundo tuvo en ello un papel importante. El elemento principal fue sin duda el
hecho de que el crecimiento de estas finanzas paralelas coincidió con la internalización
del capital, de la expansión de las multinacionales. Había empresas implantadas en
diversos países que necesitaban de instituciones que les garantizaran la circulación de
capitales a nivel mundial. Estas necesidades hubieran podido quedar satisfechas a través
de instituciones internacionales puestas bajo el control asimismo internacional; pero
fueron las finanzas privadas las asumieron esta función.
Como sabemos, fue la crisis de los años 1970 la que aceleró el progreso de las finanzas.
Esta crisis tuvo causas similares a las de finales del siglo pasado., fundamentalmente en
lo que hace referencia a la importante disminución de la rentabilidad del capital en los
principales países capitalistas desarrollados. La celeridad de la inflación acrecentó de
manera significativa la transferencia patrimonial de los prestamistas hacia los
prestatarios, especialmente, hacia las empresas. Numerosos estudios han descrito las
condiciones en las que operó la nueva forma de controlar la situación por las finanzas,
puntualizando que fue una acción consciente y muy bien organizada103[103]. El hecho de
mayor importancia fue el cambio de política monetaria de 1979, haciendo de la
erradicación de la inflación un objetivo cuasi exclusivo de la política macroeconómica.
Tanto los gobiernos como las instituciones monetarias de la época, herederos de los
instrumentos macroeconómicos keynesianos, pusieron en práctica una política eficaz en
este terreno, que vino a combinarse con medidas generales de desregulación,
enfrentamiento con los sindicatos y con una política favorable a las fusiones. Así fue
como nació una nueva era, llamada neoliberal, y que no es sino la vuelta al poder de las
finanzas104[104].
El verdadero significado social del neoliberalismo, evidente ya en la conducta de la
política macroeconómica al favorecer la estabilidad de los precios frente al empleo, no
hizo sino confirmarse con el tiempo: ataque en toda regla contra los sistemas de
protección social, liberalización de las actividades financieras (en concreto, en materia
de movilidad internacional del capital), y meter en vereda a los estados mayores de
gestión insuficientemente motivados por la remuneración de los accionistas, etc.
Pero este contenido político y social del neoliberalismo se hace aun más evidente al
intentar cuantificar sus efectos. Estas serán las dos partes siguientes. ¿Quién paga los
gastos de la política neoliberal? ¿Quién recoge sus beneficios? Las respuestas a estas
103[103]
Véase, por ejemplo, E. Helleiner: States and the Reemergence of Global Finance. From Bretton
Woods to the 1990s, Ithaca: Cornell University Press, 1994.
104[104]
La evolución de estas relaciones de fuerza se ve reflejada asimismo en la evolución del saber
académico. A la vez que las finanzas se oponían al keynesianismo, la universidad llegaba a una síntesis
entre las diversas corrientes de la teoría económica, llamada síntesis neoclásica. El ascenso de las finanzas
frente a la inflación vino acompañado de una vuelta m uy significativa del monetarismo. El apogeo del
neoliberalismo coincidió con el de la Escuela de Chicago.
preguntas a nadie van a sorprender, pero merece la pena ver el alcance real de estos
fenómenos.
9.2. El crimen: la violencia de las cifras
La responsabilidad que incumbe a las finanzas en la persistencia del paro en Europa es
inmensa, sin que haya que hacer de ella las responsables de la crisis general. Ésta
comenzó mucho antes que la alza de los precios que siguió al cambio de la política
monetaria en 1979. Los caracteres favorables del progreso técnico, principal factor de
prosperidad que siguió a la Segunda Guerra mundial, desaparecieron a lo largo de los
años 1960 o 1970, según los países. La tasa de beneficio provocó su caída.
La figura 1 presenta una medida de la tasa de beneficio en las economías de los Estados
Unidos y como media de tres países europeos: Alemania, Francia y Reino Unido (ante
de los impuestos y del pago de intereses). Es llamativa la similitud de sus respectivas
evoluciones. Los cuatro países conocieron una bajada bastante regular y de similar
amplitud, cuyo punto más bajo se sitúa en 1981 ó 1982. Como hemos demostrado en
diversos trabajos, estos beneficios son el corazón mismo de cualquier explicación de la
crisis105[105]. La crisis tuvo numerosas manifestaciones con respecto a los ritmos del
cambio técnico y a la inestabilidad económica, pero la disminución de la acumulación y
de las inversiones fueron los factores fundamentales de la formación de la oleada de
paro estructural desde los años 1970.
Ya desde 1982 se anunciaba una subida en la tasa de ganancia. Según la figura 1, la tasa
de beneficio volvía a alcanzar, ya en los comienzos de los años 1990, semejantes
niveles que los de 1970, tanto referido a los Estados Unidos como para los tres países
europeos señalados. Por supuesto, este nivel seguía estando por debajo del alcanzado en
los años sesenta, pero una recuperación era ya evidente.
La primera curva ( ) de la figura 2, que presenta otra medida de la tasa de beneficio
francesa desde 1970, confirma la existencia de esta recuperación parcial de la tasa de
beneficio. Además del hecho de que las series comienzan diez años más tarde, las tasas
de la figura 2 son claramente inferiores a las precedentes, pues los beneficios se
entienden obtenidos una vez deducidos los impuestos, tantos los referidos a la tasa de
beneficio como a los impuestos indirectos106[106]. La amplitud de este aumento de la tasa
de beneficio es similar a la de la figura precedente, a niveles parecidos a los de 1970.
La súbita alza de las tasas de intereses reales prolongó los efectos de la crisis. Los
beneficios de la recuperación de la rentabilidad de las empresas se transfirieron a los
acreedores, anulando así sus potenciales efectos en materia a la creación de empleo. La
figura 2 ilustra la amplitud de esta transferencia en el caso francés. La segunda curva
105[105]
Sintetizados recientemente en G. Duménil y D. Lévy: La dynamique du capital, op. cit., nota 1. En
relación a las diferencias entre Europa y Estados Unidos, véase Duménil y Lévy (1997): "Structural
unemployment in the crisis of the late twentieth century. A comparison between the European and the US
experineces", en prensa en Global Money, Capital Restructuring and the Chnaging Pattern of
Production, Aldershot, Inglaterra: Edward Elgar.
106[106]
Se trata del conjunto de las sociedades, más precisamente las sociedades y cuasi-sociedades no
financieras de la Contabilidad Nacional.
( ) tiene en cuenta el efecto de las tasas de interés reales, es decir, corregidos de la
inflación, ya que el alza de los precios disminuye el valor de la deuda107[107].
1. Antes de 1982, las dos curvas se sobreponían a pesar del endeudamiento de las
empresas. Y esto es debido a que la inflación la carga que representaba la deuda, al ser
prácticamente nula la tasa de interés real.
Figura 1: Estados Unidos ( ) y la media de los tres países europeos
(Alemania, Francia y Reino Unido) ( ) (1960-1993): tasa de ganancia, en %
Estas tasas se refieren al sector privado. El beneficio, en el numerador, es el PIB menos la
amortización de capital y menos los costes salariales (ajustados en función de la asalarización). El
denominador es el stock de capital fijo (sin viviendas). Los datos proceden de la OCDE. La serie
para Europa se detiene en 1991 debido a falta de más datos para el Reino Unido. La tasa de
ganancia de los EE. UU. se ha dividido por 1.5 para hacer más evidente la similitud de las
evoluciones, y también a causa de que la interpretación de esta brecha plantea un problema en sí
misma.
Figura 2: Francia (1970-1996): tasa de ganancia de las sociedades no financieras,
antes del pago de intereses ( ) y depués ( ), en %
El beneficio es el excedente neto de explotación menos los impuestos sobre los beneficios. Está
dividido por el capital fijo sin viviendas. El interés restado en la segunda curva es el interés neto y
corregido de depreciación de la deuda debida a la inflación. Los datos proceden del INSEE.
2. A partir de esta fecha, la carga se hizo demasiado pasada. Hizo disminuir la tasa de
ganancia entre 3 y 5 puntos más o menos, según loa años, mientras que, por otro lado, el
tipo de interés subía de un 2% a un 8%. En definitiva, la carga de los intereses
comprometía seriamente la recuperación de la tasa de ganancias (recordemos,
comparativamente, que el alza del costo salarial era entonces prácticamente nulo).
El mantenimiento de estos bajos niveles de rentabilidad explica ampliamente la
debilidad de las inversiones de las empresas, la lentitud del crecimiento y, por tanto, la
dificultad que presentaba la reabsorción del paro. En tales circunstancias las empresas
intentaron liberarse de su carga de endeudamiento, pero la estabilidad de los precios
hacía muy difícil esta operación. Esta voluntad de desendeudamiento fue revelada en los
estudios como un factor importante de la debilidad inversora108[108]. Y se manifiesta en
las altísimas tasas de autofinanciación que aún se mantienen actualmente. Finalmente,
hay que señalar que, para las pequeñas empresas, resulta mucho más difícil liberarse de
este endeudamiento109[109].
Todos los agentes endeudados, y no únicamente las empresas, fueron afectados por el
cambio de política ocurrido en 1970, y este fue el caso, en particular, del propio Estado:
107[107]
El tipo de interés real es igual al tip nominal menos la inflación: iR = i - j. Multiplicando esta
relación por el stock de deudas neto de activos financieros, se verifica que las transferencias reales
equivalen al montante de los intereses pagados, iD, menos la desvalorización de estas deudas, jD: iRD =
iD - jD.
108[108]
B. Paranque: Compétitivité et rentabilité des entreprises industrielles, Banque de France, B95/06,
París, 1995.
109[109]
Conseil National du Crédit: Rapport Annuel 1995, París: Fiche thématique 1995.
1. La ruptura del ritmo del crecimiento económico había afectado, ya desde el inicio de
la crisis, al crecimiento de los ingresos presupuestarios, a la vez que la evolución de los
gastos manifestaba una cierta inercia. En Francia fueron necesarios unos diez años,
hasta 1982, para poder ajustar los dos ritmos de progresión, el de los gastos y el del PIB.
Mientras tanto, los gastos del conjunto de las administraciones públicas (incluida la
Seguridad Social), pasaron de representar un 40% del PIB a un 50%.absorber
2. la deuda de los estados tendía a reabsorberse desde la guerra, a lo que ayudaba las
tasas de interés reales. Una parte considerable de esta deuda estaba financiada por
títulos a corto plazo, constantemente renovados. Cuando las tasas de interés reales de
repente subieron al inicio de los años 1980, fue preciso ajustar estos títulos a los nuevos
tipos. Con lo cual, la carga de los intereses dio un salto similar al de la deuda.
En estas condiciones fácil es de comprobar que, en ausencia de la carga de interés, el
equilibrio del presupuesto se hubiera mantenido, fuera el año bueno o malo. Tal fue el
caso en los Estados Unidos, en Alemania, en el Reino Unido y en Francia, siendo Italia
una excepción.
¿Fue el alza de los tipos de interés la causa de los déficits? El hecho es que sin la carga
de interés, que aumentaba muy de prisa, los presupuestos se hubieran mantenido
equilibrados. Esta discusión es enormemente política, y los partidarios del
neoliberalismo sostienen que los déficits fueron la causa de los altos tipos de interés y,
por ende, del paro. Esta argumentación en por completo errónea y puede ser invertida
fácilmente: en un periodo de debilidad de la rentabilidad del capital, las finanzas ponen
en práctica un proceso deapropiación mediante un cauce distinto del tradicional circuito
del beneficio, la obtención de un excedente a través del impuesto, provocando los
déficits. Se podrá objetar el que estos déficits hubieran sido aun mayores si no se
hubiera dado el alza de los tipos de interés, implicando con ello una toma del control
sobre el gasto. Argumentación sorprendente: era preciso que aumentara el peso del
déficit y de la deuda para que la progresión de los gastos fuera moderada, pero, eso
sí, ¡no era lo mismo cualquier tipo de déficit (desde luego, no el creado por el
crecimiento de esos mismos gastos), debía ser un déficit exógeno, por decirlo de
alguna forma, más elevado y acumulativo, impuesto por los propios acreedores!
El peso del endeudamiento repercute desde entonces en los hogares o, al menos, en una
parte de ellos. Ya se sabe la angustia que ocasiona actualmente el sobreendeudamiento
de algunos hogares. Esta cuestión es, por diversos motivos, muy delicada. La población
que componen los hogares es muy heterogénea. La fracción más acomodada est
acreedora, mientras que otra parte es deudora. Este último fragmento es también en sí
misma heterogénea (hay una gran diferencia entre un ejecutivo, cuyo empleo está
asegurado, que se endeudará para comprar su vivienda, y un parado, que se endeuda
para hacer frente al vencimiento de sus plazos)110[110]. En su globalidad, los hogares
franceses estaban en posición acreedora. El crecimiento del endeudamiento de los
hogares endeudados data del final de los años 1980. Fueron víctimas de la crisis y de los
cambios en la política macroeconómica111[111].
110[110]
Desde este punto de vista, se observan diferencias importantes entre países, en concreto en materia
de créditos al consumo.
111[111]
La política llevada en un primer momento, tras la llegada de la izquierda al poder en 1981, quizo
que Francia no se viera afectada por la recesión de 1982 en la misma medida que los Estados unidos. El
ajuste se operó de forma más gradual pero también violentamente en los años siguietnes. A finales de
Uno de los efectos más dramáticos del cambio de política monetaria en los Estados
Unidos fue, sin embargo, la crisis de la deuda del Tercer Mundo y la carga insoportable
que la nueva coyuntura hizo recaer sobre estos países (consideramos aquí el conjunto de
países en vía de desarrollo, en el sentido del Banco Mundial). La violencia del choque
queda descrita en las figuras 3 y 4:
1. La figura 3 describe la evolución de la tasa de interés real aparente que soportaron
estos países (la relación entre la masa de los intereses con respecto al total de la deuda
deflactada por la tasa de inflación americana). En un primer momento estas tasas fueron
negativas. Fue la época del fuerte crecimiento de la deuda, que fue posible gracias a
estas condiciones favorables. El PIB de estos países, expresado en dólares 1992, crecía
con gran rapidez. El alza de los tipos de interés frenó de una forma brutal este primer
episodio.
2. El crecimiento de la carga de la deuda es bien evidente en la figura 4, que muestra la
relación entre el servicio de la deuda (intereses y pago del principal) y las exportaciones
de estos países. De 1971 a 1977, esta carga representaba alrededor del 8% de sus
exportaciones. Al final de los años 1970, la situación comenzaba ya a deteriorarse en
estos países, a la vez que su endeudamiento era cada vez a más corto plazo. La súbita
alza de los tipos de interés reales convirtió esta degradación en una verdadera
hecatombe. La relación entre el servicio de la deuda y las exportaciones se elevó en sólo
pocos años más allá de un 20%, antes de estabilizarse alrededor de un 17%. El
crecimiento de la producción de estos países expresado en dólares 1992 se transformó
en un brutal disminución112[112]. ¡En 1995 la producción no había alcanzado aún los niveles
de 1978!
Figura 3: Países en desarrollo (1971-1996): tipos de interés real aparente, en %
Se trata del cociente entre la masa de intereses y el total de la deuda (corregida con la tasa de
inflación americana). Los datos proceden del Banco Mundial
Figura 4: Países en desarrollo (1971-1996): cociente entre carga de la deuda
(intereses y principal) y exportaciones, en %
Estas observaciones son tan espectaculares que sobra cualquier comentario. Una
estrategia de desarrollo -cuya pertinencia habría, por otra parte, que discutir- basada en
el endeudamiento, se convirtió en catástrofe por una decisión de política económica
tomada por una fracción de las clases dirigentes de los los países dominantes, con un
1986, la economía francesa terminaría por hundirse al final de un periodo de presión que duraba desde
1983 y apuntaba a romper la inflación (el llamado periodo de austeridad). A pesar del elevado nivel del
tipo de interés, el crédito fue liberalizado de repente, y la actividad se acelerço. Fue durante este corto
periodo de fuerte relanzamiento cuando algunos hogares se endeudaron, sobre todo a corto plazo. La
relación entre deuda del conjunto de las familias y su renta disponible, que oscilaba suavemente alrededor
del 60%, creció súbitamente hasta el 82% en 1990. Desde esa fecha, sólo ha hecho disminuir. Los hogares
endeudados se convirtieron así en víctimas de los avatares de una política que perseguía la erradicación
de la inflación jugando peligrosamente con la inestabilidad de la actividad. Esta política creó un problema
serio de sobre-endeudamiento, manifestado a comienzos de los 90, cuando acabó la coyuntura de finales
de los 80.
112[112]
La caída fue del 32% entre 1978 y 1984, y refleja en parte la variación muy fuerte de los tipos de
cambio a lo largo de ese periodo.
desprecio absoluto hacia un porvenir insostenible para el Tercer Mundo, tal como
ocurre con la indiferencia hacia el paro113[113].
9.3 ¿Quién se beneficia del crimen?
Quizá la idea de que determinada clase social pueda sacar provecho de una situación de
crisis estructural será considerada excesiva, incluso por algunos de los que tienen una
visión crítica sobre el funcionamiento del capitalismo. ¿Tiene o no tiene la clase
capitalista en su conjunto interés en la prosperidad general? Esta perspectiva ignora o
subestima el carácter antagónico del propio sistema. Más allá de la idea fundamental de
la explotación, de la extorsión de la plusvalía, la crisis iniciada en los años 1970 ilustra
de una forma más que suficiente las contradicciones de clases que traspasan a las
sociedades capitalista.
El ejemplo mismo de la inflación es revelador en cuanto a las tensiones de poder y de
renta, y de su intrínseco carácter de clase. Frente a la bajada de la tasa de ganancia de
los años 1970, la aceleración de la inflación permitió un traspaso formidable de los
prestamistas a los prestatarios, poniéndose así remedio, en parte, a las tendencias
desfavorables que estaban actuando en aquellas fechas, anulándose, por tanto, de alguna
forma la carga del interés. Esta evolución sólo puede entenderse sino como una
continuación de los enfrentamientos de los años precedentes. Ya se ha dicho que la
crisis de 1929 dejó a las finanzas en una situación de relativa disminución por lo que
hace a su poder anterior. Al delirio inflacionista y a la caída de las tasas de interés reales
hacia valores negativos vinieron a añadirse el declive de los mercados bursátiles, la
reglamentaciones, la autonomía creciente de los cuadros dirigentes de las grandes
empresas o de los responsables de sus economías. Las finanzas terminaron ganando en
estos dos planos:
1. Introdujeron o, si se quiere restablecieron mecanismos de funcionamiento que
consagraban su primacía. Éste es una primera parte del neoliberalismo: la entrada en la
sociedad neoliberal ? En todos los casos , las políticas neoliberales coincidieron con
estrategias de meter en vereda a cualquier fuerza social que interrumpiera su camino. La
perpetuación del paro fue condición para poder volver a controlar el coste salarial, y los
déficits públicos se utilizaron para romper la dinámica de los gastos sociales; la crisis de
la deuda permitió loa imposición de un modelo neoliberal en el Tercer Mundo. Y
hacemos abstracción en este punto de los aspectos políticos de esta reconquista.
2. Las finanzas atrajeron hacia sí a una masa formidable de rentas, en un contesto, sin
embargo, marcado por fuertes tensiones sobre el reparto. Y lo hizo a través de su canal
tradicional, es decir, de las rentas que la finanzas extraen del sistema productivo y
mediante la misma fiscalidad, en tanto en cuanto las finanzas son las poseedoras de la
deuda pública. Lo que aquí queremos demostrar es directo y sencillo: las finanzas se
han enriquecido enormemente durante la crisis, incluso con respecto a la situación
anterior ala misma crisis. Al igual que resulta difícil obtener informaciones sobre los
patrimonios & más elevados, de igual forma este aspecto de las cosas no está descrito
en toda su crudeza. Y para ello, bastarán algunas cifras.
Figura 5: Francia (1970-1996): cociente entre las ganancias (o pérdidas)
113[113]
Estas observaciones no significan que todo fuera perfecto antes de la subida de los tipos de interés.
obtenidas por las familias de sus activos monetarios y financieros y su renta total, en %
Las ganancias tenidas en cuenta en el cálculo de esta variable comprenden en primer lugar los
intereses y dividendos recibidos por las familias, más las debidas a la subida de la bolsa, menos la
variación del valor de los activos monetarios y financieros (cuantas, títulos de préstamos y acciones)
debido al efecto de la inflación. Los datos proceden del INSEE.
Figura 6: Estados Unidos ( ), Alemania ( ), Francia ( ) y Reino Unido (x) (1965-11996):
cotización de la bolsa, coregida de inflación (1965-70 = 1)
Los datos proceden de la OCDE
Vamos a ilustrar este proceso desde tres puntos de vista. (1) las rentas familiares; (2) las
cotizaciones de bolsas; y (3) la rentabilidad del sector financiero.
1. ¿Cómo hacer evidente el efecto que el cambio de política tiene sobre las rentas
familiares? ¿Qué variable podrá sernos de ayuda?
Las familias poseen activos financieros y monetarios, algunos de los cuales les procuran
un flujo de renta, ya sea en dividendos o en intereses114[114]. Pero algunos de estos
activos, como las acciones, sufren importantes variaciones en sus cotizaciones, que
deben ser tenidas también en cuenta. El valor nominal de todos estos haberes deben ser
corregidos según la inflación.
La figura 5 muestra la evolución de esta relación en la renta total de las familias, de las
ganancias que resultan de la detención de haberes monetarios o financieros (en
definitiva, la resultante de las ganancias y de las pérdidas)115[115]. Hasta 1980, estas
ganancias eran prácticamente negativas pues representaba una pérdida media anual de
casi un 8% de la renta total percibida por los hogares entre 1970 y 1980, Esta deducción
hacía evidente la depreciación de los activos monetarios y de los títulos de que eran
titulares las familias. Claramente se ve el efecto del cambio de política monetaria y de la
lucha contra la inflación a partir de los años 1980. la variable, inicialmente negativa, se
endereza de repente. Y a partir de 1984 llegó a ser netamente positiva, y después osciló
alrededor de un 11% como media de la renta familiar entre 1987 y 1996. Esta
observación no permite la menor ambigüedad: desde los inicios de los años 1980, es
muy fructuoso poseer haberes financieros y monetarios, contrariamente a lo que
ocurría anteriormente.
2. Este diagnóstico se ve reforzado si examinamos las cotizaciones de la bolsa, teniendo
en cuenta la corrección debida al alza de los precios116[116]. Esto es lo que nos muestra la
figura 6 referida a cuatro países: Estados Unidos, Alemania, Francia y el Reino Unido
(incidentalmente hay que hacer notar hasta qué punto es sorprendente el paralelismo).
Durante la crisis, todos los valores bursátiles cayeron y permanecieron bajos durante
diez años, desde mitad de los años 1970 hasta mediados los años 1980, a un nivel
alrededor de dos veces inferior al de antes de la crisis; posteriormente, la subida fue
114[114]
Se deja de lado la posesión de bienes raíces e inmobiliarios.
No se trata de la renta disponible, sino de la renta total antes de las exacciones obligatorias (el total
de la cuenta de renta del INSEE). No se cuentan las ganancias debidas a la variación de la cotización de
las acciones.
116[116]
Divididas por el índice de precios de cada país.
115[115]
muy brusca; se alcanzó no sólo el nivel anterior, sino que fue superado en casi un 50%.
De nuevo, el recuperación de las finanzas dentro del nuevo orden neoloiberal fue de lo
más espectacular. Por último, hay que hacer notar que la hipótesis de una eventual
superioridad de los resultados obtenidos por las finanzas norteamericanas sólo podrá
sostenerse si hablamos únicamente de los puntos últimos de la curva117[117].
3. La forma en la que las finanzas supieron, no sólo restablecer, sino mejorar su
posición a lo largo de la crisis resulta igualmente evidente si se mira a nivel del sector
financiero. Los intereses netos que percibía este sector (su principal fuente de renta)
representaban entre un 2 y un 3% del PIB del país. En los comienzos de los años 1980,
esta tasa empezó acrecer de una forma regular, hasta llegar a alcanzar el 6% diez años
más tarde. Este crecimiento estuvo vio alimentado por las empresas y por el Estado.
Esta evolución favorable al sector financiero se reflejó en el nivel alcanzado por su
rentabilidad. La figura 7 compara las tasas de ganancia de las sociedades no financieras
y financieras definidas de tal forma que permitan tal comparación, es decir, un poco
diferente de la figura 2. Se ve en ella que el sector financiero mantuvo más o menos con
dificultades una rentabilidad positiva a lo largo de los años 1970, mientras que la tasa de
ganancia de las sociedades no financieras iba disminuyendo. El cambio de política
monetaria tuvo efectos fulminantes, permitiendo al sector financiero obtener una
rentabilidad extraordinaria.
Cuando un economista de formación clásica o marxista observa la figura 7, se le viene a
la cabeza que tal modificación de las rentabilidades relativas debería haber provocado
movimientos de capitales118[118]. Los capitales se lanzaron hacia las finanzas en unas
proporciones que no conocían precedentes. El rendimiento de los fondos propios del
sector financiero pasó en unos diez años de un 20% a un 55% del PIB francés, y
precisamente cuando se producía el alza de la rentabilidad del sector. Esta afluencia no
fue sino en un pequeña medida el efecto de la autofinanciación permitida por las tasas
de beneficio obtenidas: esta afluencia representaba claramente la afluencia de una
financiación exterior. Las proporciones en las que los capitales se repartieron entre las
sociedades financieras y las sociedades no financieras se encontraron por tanto
profundamente modificadas a lo largo de diez años. La figura 8 describe la evolución de
la relación entre los fondos propios de las sociedades financieras y los del conjunto de
las sociedades, ya sean o no financieras. Antes del cambio de política, esta relación
oscilaba sobre un 13%. A partir de entonces, esta relación fluctúa alrededor de un 27%.
Más de la cuarta parte del capital nacional se invierte desde entonces en el sector
financiero frente a menos de la sexta parte anterior al alza de los tipos de interés119[119].
Hay que observar. además, aunque incidentalmente que un nuevo reflujo parece
iniciarse.
Estos mecanismos no son sino la expresión de un fenómeno general de financierización
de la economía. Y no estamos sugiriendo que, por propia iniciativa, el capital financiero
tuviera la capacidad de beneficiarse a sí mismo, pero el alza de las tasas de interés
117[117]
Saber si estos niveles están justificados de alguna manera y si existe, por consiguiente, un riesgo de
desestabilización, nos llevaría a otra discusión que no podemos abordar aquí sobre la base del examen de
una serie de cotizaciones.
118[118]
K. Marx: Le Capital, livre III, tome I, París: Éditions sociales, 1894, ch. X. Sobre este tema, Marx
desarrolló directamente los análisis de Smith y Ricardo.
119[119]
Mientras que el sector financiero explotaba, el crecimiento de la cantidad de dinero y de crédito se
reducía mediante una política restrictiva. ¡No fue el crecimiento de las masas de crédito lo que hizo
rentables las finanzas, sino la elevación de los tipos de interés!
provocó una asignación excesiva de capital hacia el sector financiero. ¿ ¿Se realizó este
movimiento en detrimento y perjuicio de la inversión real ? Esto sería otro tema de
debate, que nosotros no hacemos sino mencionar aquí, pues pone en juego la dinámica
general de la acumulación en la producción capitalista y de los mecanismos
macroeconómicos complejos.
9.4. Vitalidad de las finanzas y fragilidad financiera
El neoliberalismo consagra la nueva hegemonía de las finanzas. Partiendo de esta
constatación, no resulta extraño observar que las finanzas marcan profundamente con
sus características específicas al capitalismo contemporáneo. Para captarlo, es necesario
volver a la configuración específica de las relaciones de producción capitalistas
modernas, cuya emergencia a principios del siglo veinte ya se ha descrito en la primera
parte.
Figura 7: Francia (1970-1996): tasa de ganancia de las sociedades no financieras ( )
y del sector financiero ( ), en %
El sector financiero incluye los seguros. No puede medirse la rentabiliad de las finanzas según la
definición de la figura 1. La comparación de las rentabiliaddes sólo es posible en la definición
siguiente. Partiendo del beneficio después de impuestos y neto de intereses, y teniendo encuenta la
depreciación de la deuda a causa de la inflación, se añaden los dividendos recibidos y se restan los
créditos no recobrados, convertidos en pérdidas. El denominador es el valor de los fondos propios
(activos menos deudas).
Figura 8: Francia (1970-11996): cociente entre los fondos propios de las sociedades financieras
y los fondos propios totales del conjunto de sociedades, en %
El capitalismo del siglo XX está por completo marcado por la automatización de la
propiedad con respecto al objeto poseído, y, en el caso que nos ocupa, con el aparato
productivo. la separación entre propiedad y gestión es una de las condiciones de esta
autonomía, ya que el comportamiento de los negocios en la producción implica una
presencia continua y minuciosa, que está ya asumida colectivamente por cuadros,
ayudados por los empleados. Pero sobre la base de esta separación se ha llegado a
construir un conjunto de instituciones, en concreto mercados (títulos y cambios), según
la terminología consagrada, que da todo su alcance a esta autonomía.
Desde el punto de vista de las finanzas, el avance de capital debería implicar siempre un
carácter inmediatamente reversible. Comprometidos con campo concreto de
inversiones, los fondos deberían siempre poder desprenderse de ellos con la mayor
facilidad y con el menor coste posibles. Esta movilidad tiene dos aspectos: (1) la
posibilidad de entrar y de salir de un campo de inversión; (2) la posibilidad que se
desprende de esto, es decir, la de desplazarse de un terreno a otro. Este segundo aspecto
puede describirse en términos de movilidad. Históricamente, las finanzas nunca han
dejado de construirse instituciones que autorizaran estos desplazamientos. La bolsa
constituye el mejor ejemplo de ello, pero lo mismo puede decirse de todos los mercados
de activos monetarios y financieros. Cualquier poseedor de un título o divisa debe poder
desprenderse de ellos o adquirirlos en cualquier momento. Las finanzas neoliberales ha
posibilitado la expansión y el desarrollo de estos mercados hasta alcanzar un nuevo
nivel de perfeccionamiento, al hacer desaparecer a las numerosas limitaciones que lo
impedía.
Hay una contradicción más que evidente entre la realidad de la inversión del capital en
la producción, duradera por naturaleza, con sus riesgos específicos, y esta libertad
absoluta que las finanzas reivindican. El sistema productivo debe afrontar las crisis
estructurales ligadas a las tendencias del cambio técnico y del reparto (sobre todo la
bajada tendencial de la tasa de beneficio), así como las recesiones del ciclo coyuntural,
y hacer frente a los imponderables que la competencia pueda representar. Las finanzas
intentan utilizar sus propios mecanismos para protegerse de estos riesgos al garantizarse
las posibilidades de desprenderse de sus compromisos, intentando, a la vez, hacer cargar
sobre otros las consecuencias de estas maniobras. De este modo, pueden agravar las
crisis e, incluso, originarlas, comprometiendo así el crecimiento y el empleo. Más arriba
hemos señalado de qué forma las finanzas habían prolongado la crisis estructural de los
últimos decenios en los principales países capitalistas. Sabemos el papel que
desempeñan en la crisis japonesa. ¿ Es necesario recordar los ejemplos de Méjico, del
Sureste asiático, de Rusia, etc.?
Ésta será, pues, la última acusación que haremos contra el neoliberalismo: las
transformaciones del capitalismo en la fase neoliberal contemporánea provocan crisis en
las que los mecanismos monetarios y financieros desempeñan un papel esencial,
provocando un aumento de la inestabilidad intrínseca al sistema. Si lo que queremos, de
acuerdo con el título de este trabajo, es enumerar y comparar los costos del
neoliberalismo, estas crisis representan algunos de sus fundamentales componentes.
Una crisis más general y de alcance mundial, llamada sistémica, sería su punto
culminante.
CAPÍTULO 10
Paolo Giussani120[120]
ELEMENTOS PARA UNA DISCUSIÓN DE LAS CRISIS FINANCIERAS
El poderoso aumento de la especulación financiera y monetaria a partir de finales de los
años setenta, que ha llevado a la economía mundial a un estado de creciente fragilidad
financiera, puesto de manifiesto por síntomas variados --como por ejemplo, por citar
sólo algunos de los más impactantes, pero ciertamente no los únicos, la caída de las
bolsas de octubre de 1987 o la sensible caída del mercado mundial de obligaciones
(alrededor de un 25%) durante 1994, por no hablar de los peligros de crisis financiera
mundial que tantos analistas advirtieron a partir de las crisis experimentadas en los
últimos años en Japón y el sureste asiático, Brasil, Rusia, etc.--, ha traído a primer plano
la urgencia de un desarrollo de los análisis empíricos y teóricos de las finanzas y el
crédito, sobre todo entre los economistas marxistas, clásicos y postkeynesianos.
Mientras tanto, los monetaristas y los neoclásicos se han limitado hasta muy
recientemente a fingir que no veían lo que estaba ocurriendo ante sus ojos, como parte
esencial para tener éxito en su propaganda de que un desastre financiero del tipo del de
1929-30 no sólo no podía repetirse sino ni tan siquiera perfilarse en el horizonte.
En realidad, sin ser la fragilidad y las crisis financieras un fenómeno nuevo en absoluto,
tampoco lo son los intentos de analizarlas, sino más bien los de prolongar y poner al día
las elaboraciones ya existentes y quizás un tanto anticuadas [**]. Examinemos por tanto
las principales y más interesantes teorías existentes, para abordar después los problemas
que todavía están abiertos, especialmente en relación con la fase crítica que atraviesa el
capitalismo contemporáneo.
10.1. Karl Marx
Desde el punto de vista de la teoría económica de Marx, las crisis financieras son un
producto de la existencia y del desarrollo del sistema crediticio, sin el cual no podrían ni
siquiera tener lugar. Es verdad que la existencia del dinero implica la posibilidad de la
separación espacio-temporal entre la venta y la compra de las mercancías, pero tal
posibilidad permanece en estado latente hasta que no se desarrolla sobre esa base una
circulación puramente crediticia basada en cadencias temporales definidas. La
evolución de un sistema crediticio autónomo y de un mercado del dinero y de los
capitales monetarios implica la posibilidad de disociación de la dinámica de la renta de
los capitalistas monetarios (los intereses) respecto de la dinámica de las rentas de los
capitalistas productivos (el beneficio), y con ello la potencial insolvencia de estos
últimos.
Marx define las crisis financieras como situaciones de iliquidez general, y en cualquier
caso las hace depender la explosión, en última instancia, del descenso a largo plazo de
la tasa de ganancia. Sin embargo, el mecanismo que debería conectar los dos
fenómenos, descrito en el volumen III de El Capital, está muy lejos de ser claro, por
cuanto es bastante drástico en la afirmación de que las crisis financieras están
determinadas por un parón imprevisto en la práctica del crédito, cuya extensión habría
sido conducida "más allá de los límites fisiológicos" del aumento vertiginoso de una
120[120]
email: [email protected]
demanda de dinero que no va en busca de inversiones sino que aspira a hacer frente a
deudas anteriores ya vencidas.
La aceleración del aumento de la demanda de medios de pagos comporta una alza, más
o menos rápida, del tipo de interés, ligado de cualquier forma al movimiento de las
reservas bancarias, que puede acabar superando, incluso con claridad, el nivel alcanzado
por la tasa de ganancia bruta. La política del banco central --analizada por Marx en
relación a la controversia de su época entre la Currency School y la Banking School-puede sin embargo ser tal que aumente la disponibilidad momentánea de moneda, y, por
tanto, la tasa de liquidez, alejando el peligro de un hundimiento generalizado;
circunstancia ésta muy relevante ciertamente, en la que muchos ven aspectos comunes
con la teoría keynesiana.
Podemos, por tanto, resumir del modo siguiente, la cadena causal de acontecimientos
que contiene la teoría de Marx:
(1) Disminución a largo plazo de la rentabilidad del capital productivo
↓
(2) Descenso de la solvencia a medida que vencen las deudas
↓
(3) Aumento de la demanda de dinero como puro medio de pago
↓
(4) aumento del tipo de interés
↓
(5) Restricción del crédito. Insolvencia general
↓
(6) Crisis. Deflación. Liquidaciones forzadas
De esta forma, sólo recientemente se ha reemprendido la teoría marxiana, y sólo por un
número más bien pequeño de autores, siendo todavía muy grande el número de quienes
se limitan a afirmar más o menos vagamente la existencia de una relación entre la
disminución de la tasa de ganancia y la crisis. Pero la reducción gradual de la tasa de
ganancia que se supone en la teoría marxista no puede provocar por sí misma ninguna
detención del proceso de acumulación, y mucho menos una crisis financiera y crediticia
de alcance general. Como máximo, puede tender lentamente a reducir la tasa de
acumulación al hacer bajar el límite teórico máximo de esta última. Por tanto, deja
todavía muy abierta la cuestión de cómo pueda pasarse del hecho (1) al (2) en el cuadro
anterior, que es lo que nos interesa principalmente.
10.2. Makoto Itoh
A Makoto Itoh le corresponde el mérito, entre otros, de haber afirmado con precisión
dos cosas: a) Que sin crisis crediticio-financiera no puede haber un parón o una
obstrucción seria de la acumulación en la esfera productiva y comercial; b) que la
conexión entre el evento (1) y el (2) en el cuadro anterior, aun siendo crucial, no resulta
como algo evidente del tratamiento dado por Marx a la cuestión.
El complemento que propone Itoh consiste en recurrir al aumento de la especulación, un
elemento que ya está presente en el desarrollo de El Capital, pero que no queda
integrado con el resto de la obra. Itoh considera el crédito comercial --es decir, el
crédito que se conceden recíprocamente los capitalistas industriales y comerciales
mediante la emisión de letras**-- como la base de todo el sistema crediticio, en el que
los bancos desempeñan fundamentalmente la función de instituciones de descuento
cambiario. En las fases de expansión, caracterizada entre otras cosas por precios
crecientes de las mercancías, se alcanza un punto en el que las mercancías comienzan a
adquirirse por parte de algunos agentes con el propósito, no de ser revendidas
normalmente en el circuito comercial, sino con el objetivo de estar almacenadas en caso
de acelerarse el movimiento ascendente de los precios y ganar así unas ganancias a
corto plazo. La financiación crediticia de este tipo de actividad especulativa aumenta la
demanda de capital monetario más allá del nivel fisiológico, elevando, de forma más o
menos rápida, el tipo de descuento (y de interés) incluso bastante por encima de la tasa
de ganancia corriente, que está bajando simultáneamente a causa de la presión salarial,
con la consiguiente aparición de problemas a la hora de devolver regularmente el flujo
de pagos a su debido vencimiento. De esto se sigue que la fenomenología ya apuntada
está resumida en el cuadro anterior.
Siendo ésta una teoría coherente, aunque meritoriamente basada en oportunas
concesiones endógenas del dinero crediticio **, obsérvese que el descenso, a largo o a
corto plazo, de la rentabilidad del capital --en cuya versión de profit-squeeze se basa
Itoh-- no es un ingrediente estrictamente necesario de este tipo de hipótesis. El análisis
de la dinámica del capitalismo contemporáneo no permite que nos limitemos, por
consiguiente, al crédito comercial y a la simple especulación a partir de stocks de
mercancías.
10.3. Hyman P. Minsky
La extensión de una teoría del tipo Itoh al crédito de inversión y a la especulación de
títulos (el conjunto de lo que Marx llama capital ficticio) puede encontrarse en Hyman
P. Minsky, en forma de una reinterpretación y un acabado de la teoría keynesiana de la
acumulación. Minsky parte del supuesto de que el crecimiento capitalista es
esencialmente inestable, ya que en él operan de forma incesante procesos internos que
tienden a transformarlo en un boom de tipo especulativo caracterizado por una creciente
fragilidad financiera. Por fragilidad financiera se entiende, según Minsky, un estado en
el cualquier acontecimiento, aun el más corriente, puede generar una cadena general de
insolvencias y, por tanto, de liquidaciones forzadas. El grado de fragilidad financiera
está determinado por la situación financiera media de las unidades económicas, por el
nivel de liquidez y por la cuota de recurso al crédito para financiar las inversiones.
El factor dinámico crucial es el endeudamiento creciente de las unidades económicas
por el aumento de las inversiones en el curso de las fases de expansión, aumento
determinado por el hecho de que deudas mayores implican para los capitalistas mayores
beneficios en virtud del 'teorema de Kalecki', según el cual "los trabajadores gastan lo
que ganan, mientras que los capitalistas ganan lo que gastan". El resultado final de esta
carrera de deudas es una reducción progresiva de la liquidez, y al mismo tiempo la
aparición de posiciones financieras deterioradas (uso del crédito para hacer frente a
problemas de liquidez inmediatos; uso del crédito para refinanciar el pago de los
intereses). Se extiende la parte de la demanda de capital monetario que es insensible a
los cambios en el tipo de interés: el tipo de interés sube también de forma acelerada. El
número de insolvencias y de quiebras aumenta, haciendo cada vez más cierto el peligro
de una cadena universal ovvero ** de una deflación en las deudas. La tendencia al
crecimiento de los tipos de interés produce tres importantes efectos: a) las obligaciones
de pago al contado tienden a superar los ingresos; b) el valor de mercado de la actividad
(a largo plazo) tiende a disminuir en relación con los pasivos (corto plazo); c) los
prestamistas de capital monetario tienden a contraer, de forma más bien imprevista, el
volumen de crédito disponible.
Se deriva de lo anterior que la acumulación de capital empezará a disminuir su ritmo,
cuando no a declinar directamente, con el subsiguiente efecto de reducir los beneficios
(que depnden del nivel de la inversión), lo que no puede dejar de exacerbar aun más los
problemas de liquidez, hasta llegar a la liquidación forzada de la actividad para obtener
dinero en efectivo, fenómeno que Minsky identifica con la explicación de la crisis
finaniciera. Si este hecho, hacia el que conduciría el curso espontáneo de las cosas,
puede conjurarse, o lo ha sido hasta ahora, o al menos se ha mantenido latente, ha sido
gracias a la intervención más o menos oportuna y solícita del banco central, en cuanto
'prestamista de última instancia', y también debido al aumento del déficit público que
contribuye a mantener elevados los beneficios de las empresas.
10.4. Martin H. Wolfson
En tiempos bastantes recientes, Martin H. Wolfson ha tratado de unir un análisis
empírico preciso de las crisis financieras de la historia estadounidense de la posguerra
con un modelo teórico en el que se podría encontrar juntos la influencia de la teoría de
Marx y la importancia concedida por Minsky a la dinámica del proceso de fragilidad
financiera.
El escenario de fondo de la teoría de Wolfson lo constituye la teoría marxiana del
descenso de largo plazo en la rentabilidad del capital, que ofrece el terreno necesario
para la puesta en movimiento del mecanismo de las crisis financieras,
fundamentalmente originado por la divergencia entre las obligaciones ligadas al servicio
de la deuda por parte de los capitalistas productivos y los beneficios brutos.
Según Wolfson, en las cercanías del punto superior del ciclo económico, y debido a la
aceleración de la disminución de la tasa de ganancia, se deterioran las condiciones
financieras de las empresas, y sus ingresos brutos dejan de ser suficientes para satisfacer
las obligaciones de pago. La respuesta de las sociedades es un recurso acrecentado al
crédito bancario y/o al mercado de obligaciones a corto plazo, no con el fin de proseguir
o extender las inversiones, sino sólo para hacer frente a los vencimientos acumulados.
Como consecuencia de ello**, los bancos comerciales ven aumentar el número de
impagados en los vencimientos preestablecidos y reducirse sus reservas. La política
monetaria del banco central se restringe, dejando así a los prestamistas en la
desagradable situación de tener que afrontar una mayor demanda de crédito por parte de
los deudores menos solventes con reservas que al mismo tiempo están disminuyendo.
Los bancos comerciales reaccionan limitando en seco el crédito para los nuevos
clientes, o para los menos importantes, y para las instituciones no mercantiles, para
concentrarse en sus clientes tradicionales, especialmente en las grandes sociedades. Al
mismo tiempo, los bancos comerciales alteran la estructura de su propia cartera
reduciendo las inversiones en títulos respecto a los préstamos de capital monetario por
el lado de la actividad, y recurriendo mayoritariamente a fondos como los certificados
de depósito, que tienen obligaciones de reserva ** inferiores, por el lado del pasivo **
(ver antes attivitá, passivitá**].
Sin embargo, todo esto aumenta la inseguridad general puesto que este tipo de fondos
no está asegurado y es muy volátil. En un contexto así, cualquier suceso imprevisto
puede desencadenar una crisis financiera originada por una cadena de insolvencias
que interrumpe el abastecimiento normal de crédito. Cuando se inicia un suceso de este
tipo, el comportamiento general se caracteriza por una intensa, casi desesperada,
búsqueda de liquidez que hace necesaria la venta forzosa , y pone fuera de juego al
mercado financiero. La fase aguda de la crisis financiera comienza a pasar con la
reducción de la intensidad de la demanda de liquidez, sobre todo mediante la acción del
banco central como proveedor de reservas líquidas de última instancia. Sin embargo,
este tipo de acciones, aunque consiguen poner remedio a la fase aguda de la crisis, no es
capaz por sí misma de eliminar la elevada vulnerabilidad de la economía, que puede
superarse tan sólo mediante la mejora en la rentabilidad del capital, fuente última del
aumento regular del crédito.
10.5. E. Ray Canterbery
En una contribución aun más reciente, basada en el análisis de la experiencia de los
años de las administraciones Reagan y Bush y en la crítica de la tristemente célebre
Reaganomincs, E. Ray Canterbery ha propuesto una interpretación original de la crisis
financiera, como una crisis generada por un 'efecto Casino', una forma especial de
fragilidad financiera, en la estela de Minsky y Marx. Canterbery parte de la
comprobación de que la contabilidad nacional infraestima groseramente el ahorro, al
omitir en él los cálculos de las variaciones del valor nominal de los activos financieros,
el objeto y fin fundamental de la actividad especulativa. En este contexto, interpreta la
permanente reducción de los tipos marginales de imposición sobre las rentas más
elevadas impuesta por Reagan (aunque iniciada ya bajo la administración Carter) como
la aplicación de una leva para la creación de liquidez (ahorro) con fines especulativos.
Por cuanto ** las transacciones y las rentas derivadas de la actividad financiera escapan
a la limitada percepción de la contabilidad nacional estándar, todo el sector financiero y
crediticio gira en torno a ello: bancos, cajas de ahorro, brokers son empresas que tienen
la característica muy particular de detentar un pasivo que son activos de otras empresas
e individuos. En el transcurso de los años 80, el movimiento de esta relación ha
constituido el fundamento de lo que llama Canterbery 'el efecto Casino'.
Una vez puesto en marcha, el proceso de crecimiento de los valores nominales de los
activos financieros y mobiliarios tiende a asumir un carácter exponencial, perdiendo
rápidamente cualquier relación con el crecimiento de los valores de los stocks físicos de
capital productivo y mercantil. Un fenómeno así se observa sobre todo desde finales de
los años 70, pero quizás también en la década anterior, mientras que durante los 50 y 60
se mantenía una relación más o menos constante entre crecimiento de los valores de los
stocks productivos y de los stocks financieros. Las consecuencias de este 'efecto Casino'
se miden sobre todo en el crecimiento inmanente de la cuota de los intereses (la única
categoría de renta que creció en los 80 y 90) en la renta nacional, y en la evaporación de
la liquidez crediticia, descenso, este último, que ha llegado al punto de haber provocado
virtualmente la extinción del sector de las cajas de ahorro, haber puesto bajo una terrible
amenaza al sector de seguros, y en una aguda tensión a todo el sistema bancario. Si se
considera el clima político, Canterbery ve, por ejemplo, en una revuelta fiscal potencial
de los contribuyentes una amenaza permanente a todo el edificio actual de la economía
de los Estados Unidos, que está en una situación de fragilidad financiera extrema por
segunda vez en la historia de este siglo.
10. 6. El periodo 1929-1930
En la historia del capitalismo moderno, que desde la mitad del siglo pasado hasta hoy ha
experimentado más de treinta ciclos cortos, hubo sólo una ocasión en la que una crisis
financiera sirviera de prólogo a una depresión económica de amplio alcance. La
sucesión de acontecimientos que condujo al hundimiento de Wall Street en octubre de
1929, a la parálisis crediticia de unos meses más tarde, y de esta última a la depresión
más aguda registrada hasta el presente, es seguramente el material experimental más
interesante e ilustrativo del que disponemos para formular y examinar la comprobación
de modelos teóricos. Y no es ciertamente una casualidad que en los últimos tiempos
haya renacido tan claramente el interés por el periodo 1929-30. El hecho de que, a pesar
de que la conexión entre la hiper-especulación de los años 1921-29 y la caída de los
valores nominales de los títulos se diera siempre por descontado, el mecanismo concreto
parece difícil de desvelar; tanto es así que contamos con algunos autores que aseguran
que hundimiento financiero y depresión son fenómenos adyacentes en el tiempo pero
separados funcionalmente, y muchos otros según los cuales el nexo causal no procede
de las finanzas hacia el sector productivo sino al contrario.
Tabla 1. Estados Unidos. Destino del capital monetario prestado. 1920-1929.
Préstamos sobre títulos Préstamos sobre títulos Inversiones en títulos de
en % del total
en % del total de
sociedades como % de
préstamos e inversiones
la inversión total
1920
1922
1924
1926
1928
1929
31
35
36
40
44
45
22
25
26
29
30
34
Nd
Nd
Nd
40
42
42
La tabla muestra un considerable aumento de la deuda con fines especulativos en el
curso de los años veinte: mientras el crédito total creció entre 1921 y 1929 un 160%
aproximadamente, el crédito para títulos aumentó en más del 200%. La idea de que en
el curso de este periodo los bancos comerciales se volcaron en prestar saldos a clientes
que los utilizaban para especular después en la bolsa se ve reforzada por la
comprobación del gigantesco incremento de la exposición de los bancos a la
financiación de la adquisición de acciones: de un nivel de 3.1 miles de millones de $ en
1926 a 8.5 mil millones en 1929 (¡un incremento del 174%!). El crecimiento inmanente
de esta exposición queda todavía bastante oscuro debido a la circunstancia de que la
relación entre endeudamiento de los brokers y valores de mercado de los títulos
permaneciera prácticamente inalterada (entre el 8.5% de 1926 y el 9.7% de 1929)
gracias al impresionante incremento paralelo de la cotización nominal de los títulos.
No se observa un incremento apreciable del endeudamiento en relación con las rentas
brutas y las inversiones en el sector industrial considerando en su conjunto, el cual sin
embargo se expuso al mismo riesgo mediante el uso de la financiación por medio de la
emisión de acciones, circunstancia que puede considerarse equivalente a una
transferencia de la deuda desde el sector industrial a los demás sectores; a pesar de ello,
para un cierto grupo de ramas y de empresas industriales y comerciales los años 20
señalan un continuo incremento de la deuda a corto plazo.
Lo que falta todavía en el análisis de la Gran Depresión de los años 30 es la
individualización tanto del factor concreto que la desencadenó como del mecanismo
exacto de repercusión del hundimiento de la cotización de los títulos sobre la liquidez
bancaria, ya que el riesgo evidente es imaginarse algo similar a un círculo vicioso: la
disminución de la liquidez interrumpe el flujo de crédito con destinos especulativos, el
valor de los títulos disminuye catastróficamente, se deriva de ello una cadena de
insolvencias que destruye liquidez y crédito. Está bastante claro que la contracción
inicial de la liquidez --señalada, supongamos, por un aumento imprevisto en los tipos de
interés-- debe ser un fenómeno diferente de la reducción final de la liquidez,
caracterizada por la imposibilidad de muchos bancos de hacer frente a sus propios
riesgos. En cualquier caso, la fenomenología de la crisis financiera del 1929-30 en parte
escapa todavía a los modelos propuestos por dos motivos principales:
a) la gravedad y difusión de la crisis están fuera del alcance de los simples
modelos cíclicos (Itoh, Wolfson);
b) en muchos modelos la especulación como inversión para la ganancia por
variación del precio a corto plazo de los stocks no está presente (Minsky), y donde sí lo
está, se limita (al respecto, el 'efecto Casino' de Canterbery es una excepción) a la
especulación sobre el capital mercancía en la fase expansiva, sin prever todavía el papel
del capital ficticio y de su propia creación por motivos especulativos.
10.7. Problemas actuales
Tras casi una década de estancamiento económico interrumpido por dos recesiones
mundiales, los años ochenta los años 80 se presentaron ante el mundo arriesgando**
una tercera, aun más violenta, contracción productiva y la emergencia de una onda
especulativa capaz de hacer borrar cualquier recuerdo del pasado. Desde entonces, con
varias crisis financieras y entre continuos patemi** más o menos fundados, la actividad
especulativa se ha mantenido siempre extremadamente elevada, generando el huevo de
serpiente de una política económica totalmente regresiva impuesta en todos los países
sin ninguna excepción y sin encontrar ninguna verdadera oposición.
La muy notable subida de la cotización de los títulos, la extensión del crédito con fines
especulativos, las espectaculares oscilaciones en la evolución de los tipos de cambio, la
subida de largo plazo de los tipos de interés reales, la débil --a pesar de los esfuerzos-recuperación de la rentabilidad del capital, son todos elementos que la dinámica
prevaleciente desde el inicio de los años 80 tiene en común con la evolución ya
observada en los años veinte. A esto se añade un rasgo más bien preocupante, un
endeudamiento total más elevado en relación con la renta bruta, un riesgo más marcado
de la deuda ante el corto plazo y la continuación del descenso tendencial de la tasa de
acumulación, que parece completamente insensible a las mejoras, por leves que sean, de
la tasa general de ganancia. La idea tradicional keynesiana, en parte compartida también
por Wolfson, de que la fase aguda de las crisis financieras pueda resolverse con la
intervención del banco central como proveedor final de liquidez, se está viendo
erosionada cada vez más por el creciente desequilibrio de fuerzas entre la capacidad de
los movimientos internacionales instantáneos de masas de capital monetario (iguales a
unas 25 veces el volumen del comercio mundial) y la limitada liquidez que poseen los
bancos centrales aislados.
Muchos autores han subrayado la progresiva restricción en la creación de crédito desde
finales de los años 80, sobre todo en relación con las crecientes demandas de liquidez
para satisfacer obligaciones pasadas, en parte no trascurabile** pero no sólo
procedentes del sector productivo (que en muchas descripciones de la Gran Depresión
aparece como la víctima pasiva de una crisis que se origina fuera de su terreno). La idea,
ya presente en Marx y brillantemente retomada por autores como Minsky, Itoh y
Wolfson, de que un desequilibrio financiero acumulativo tenga que reaccionar
finalmente sobre el sistema productivo, paralizando su sistema circulatorio, está
encontrando nueva confirmación y proporcionando la base para una oleada de notables
estudios teórico-empíricos sobre un desastre ya anunciado.
CAPÍTULO 11
Andrew J. Kliman121[121]
DEUDA, CRISIS ECONÓMICA Y CAÍDA TENDENCIAL DE LA TASA DE
GANANCIA: UNA PERSPECTIVA TEMPORAL
Tras el reciente éxito de Brasil a la hora de obtener nuevo crédito, el financiero George
Soros y Michel Camdessus, del Fondo Monetario Internacional, declararon que la crisis
global se había terminado. Quieren decir que el mundo se ha vuelto nuevamente seguro
para nuevas inversiones de capital. Incluso si fuese cierto, cientos de millones de
personas en el Este de Asia, Rusia, Brasil, etc., se han visto sometidas --y todavía lo
están-- a inmensos padecimientos como consecuencia de la crisis. El supuesto ** fin de
la crisis tan sólo significa que las crisis permanentes no existen en el capitalismo. Más
bien, el sistema transita ** de crisis en crisis. El propio Soros están a la espera de la
siguiente.
En mi opinión, el problema fundamental es el antagonismo entre dos aspectos del
proceso de producción --la producción de valores de uso (bienes y servicios) y la
producción de valor--, que es la naturaleza misma del modo de producción capitalista.
Por una parte, éste "tiende hacia un desarrollo absoluto de las fuerzas productivas [...]
mientras que por otra parte su objeto es mantener el valor del capital existente y
valorizarlo [expandir su valor] en la mayor medida posible" (Marx, 1981b, pp. 357-58).
Pero, al crecer la productividad, los valores de las mercancías bajan. Este fracaso del
valor para "autoexpandirse" suficientemente lleva a caídas** en la producción de
valores de uso, precisamente porque esta producción y la producción de valor no son
sino aspectos diferentes de un mismo proceso de producción.
La última crisis ha aparecido en forma de una crisis de sobreproducción, o de
insuficiente demanda y de crisis de deuda. De acuerdo con esto, las cuestiones
principales que abordaré en este artículo son: (1) ¿qué determina el crecimiento de la
demanda?; (2) ¿Qué determina el volumen sostenible de deuda?
El primer objetivo del artículo es poner de relieve que el núcleo de la respuesta a ambas
preguntas es: el crecimiento del valor nuevo. En vez de ser un apéndice "metafísico" sin
influencia sobre las relaciones reales --que es a lo que lo reducen las teorías
atemporales--, el valor y sus tasa de autoexpansión en el tiempo son el determinante
crucial de la dinámica del capitalismo. Ejerce una influencia decisiva en la tasa de
ganancia, que a su vez influye sobre la demanda de inversión y, por tanto, sobre la
demanda agregada. Un crecimiento excesivo de la deuda puede definirse, por otra parte,
con referencia a la tasa de crecimiento del valor, porque es ésta la que determina qué
volumen de deuda es sostenible.
Si esto es correcto, podemos plantearnos una cuestión adicional: "¿qué determina la tasa
de crecimiento del valor?". Según la teoría de Marx, la determina el crecimiento del
empleo, o, más exactamente, el del trabajo vivo que se extrae en la producción. El
121[121]
Department of Social Sciences, Pace University, Pleasantville, NY 10570, USA; Tel. (212) 5800206; emails: [email protected] y [email protected]
segundo objetivo del artículo consiste en sostener que esta teoría puede explicar los
fenómenos relevantes mejor que la teoría dominante en los círculos marxistas, según la
cual la tasa de ganancia (e, implícitamente, la autoexpansión del valor) se determina
fundamentalmente por la productividad. Lo que debe explicarse es la coexistencia de los
siguientes fenómenos: (1) el crecimiento lento, cuando no negativo, del empleo; (2) la
creciente productividad, incluyendo una revolución en la microelectrónica que ha sido
calificada de Tercera Revolución Industrial; (3) la tendencia decreciente de los precios,
recientemente intensificada; (4) el peso creciente de las deudas pública y privada; y (5)
las crisis económicas que aparecen bajo la forma de crisis de sobreproducción y de
deuda.
11.1. Tautologías versus explicaciones
En un trabajo reciente sobre la crisis que ha sido muy polémico, Robert Brenner (1998,
p. 8) afirma que la "naturaleza no planeada, no coordinada y competitiva" del
capitalismo privado impulsa a las empresas a competir por la vía de la expansión. Se
expanden sistemáticamente más deprisa de lo que la demanda permitirá en el largo
plazo: "hay una demanda insuficiente para permitir que empresa con costes crecientes
mantengan sus antiguas tasas de ganancia" (Brenner, 1998, p. 25). El resultado es una
crisis de exceso de capacidad y de sobreproducción, es decir, un exceso de producción
por encima de la demanda.
Un fallo básico de esta argumentación es que se trata de una tautología, más que de una
explicación de la crisis. Como afirmara Marx (1981a, p. 486), "es una pura tautología
decir que las crisis son provocadas por una falta de demanda efectiva o consumo
efectivo [...] El hecho de que las mercancías no se puedan vender sólo puede significar
que no se han encontrado suficientes compradores para ellas". Atribuir la crisis a un
exceso de la producción sobre la demanda equivale, en otras palabras, a afirmar que hay
una crisis. No supone ni siquiera el comienzo de una explicación de cuál ha sido su
causa. Para ello, se necesitaría explicar por qué el volumen de producción ha
demostrado ser excesivo, es decir, por qué la demanda ha sido insuficiente para permitir
que se pudiera vender todo a los precios existentes.
Brenner no se preocupa por ofrecer una explicación de este punto. Greider (1997), otro
reciente defensor de la tesis de la sobreproducción, también se muestra incapaz de
hacerlo. La tendencia a sustituir las explicaciones por simples tautologías también se
observa en la moda de atribuir la crisis económica en Asia a la sobre-expansión del
crédito. Esto es el mismo tipo de **petición de principio que la tesis de la
sobreproducción. Que se dé una salida repentina de capital de una región significa
precisamente que la expansión crediticia anterior ha demostrado ser, a posteriori,
excesiva. El fenómeno se ha descrito de una forma distinta , pero no se lo ha explicado.
Una observación similar es pertinente respecto de la "hipótesis de la inestabilidad
financiera" de Minsky (1982). Al insistir en el aumento excesivo del endeudamiento -financiación especulativa y "Ponzi"??-- que tiene lugar en las épocas tranquilas, esta
teoría ofrece valiosos análisis de las condiciones que permiten que los "shocks" de la
economía se conviertan en crisis de pleno derecho**. Sin embargo, se deja sin explicar
por qué la carga de la deuda es excesiva: ¿con relación a qué se ha hecho excesiva? Al
igual que autores como Brenner y Greider necesitan explicar por qué la demanda no
puede seguir el ritmo de la producción, las explicaciones basadas en el lado financiero
de la crisis necesitan explicar por qué la capacidad de la economía para absorber el
crédito no puede seguir el ritmo de su capacidad de creación. Podemos preguntarnos de
nuevo: ¿Qué determina el crecimiento de la demanda, y qué determina el volumen
sostenible de deuda? Sólo con una respuesta conjunta a ambas preguntas puede pasase
de la tautología a la explicación.
11.2. El subconsumismo tradicional
En contraste con Brenner y Greider, las antiguas teorías "del lado de la demanda" han
intentado explicar qué determina el crecimiento de la demanda. El punto central es
siempre que la demanda total está finalmente determinada por la demanda de bienes de
consumo, que está limitada en forma estricta por las necesidades biológicas y/o por el
desarrollado limitado de las necesidades en un marco capitalista.
Los subconsumistas reconocen, por supuesto, que la demanda de inversión constituye
una fuente adicional de demanda, y que se determina además de forma distinta, en
particular por el deseo que muestran las empresas por incrementar la producción. Sin
embargo, mantienen que el aumento de la producción está limitado por la demanda de
los bienes de consumo porque, de forma directa o indirecta, "el proceso de producción
es y debe seguir siendo, con independencia de su forma histórica, un proceso de
producción de bienes para el consumo humano" (Sweezy, 1970, p. 172). La demanda de
bienes de consumo, por tanto, también pone límites al gasto en inversión.
Dado el limitado crecimiento de la demanda de consumo, y el más rápido crecimiento
potencial de la producción que resulta del progreso técnico, se deriva una tendencia
crónica, estructural, a que la producción agregada supere a la demanda agregada. Esta
situación es, por supuesto, insostenible en el largo plazo. Cuando el crecimiento de la
producción sobrepasa el límite impuesto por la demanda de consumo, se producen las
crisis de sobreproducción. O bien la producción y el empleo caen, o caen los precios, o
bien se produce una combinación de ambos descensos.
Es un mérito considerable que los subconsumistas hayan intentado explicar
**directamente por qué la demanda no puede seguir el ritmo de la producción. Sin
embargo, su afirmación principal, que la expansión de la producción capitalista está
limitada por la demanda de consumo, resulta ser falsa. Esto lo demostró Marx en primer
lugar, en sus esquemas de reproducción del volumen II de El Capital. Él no negaba la
tendencia al subconsumo, pero mostró que esa tendencia no era ningún obstáculo
insuperable para la expansión de la producción (Dunayevskaya, 1989, p. 126).
Una parte de la producción total consiste en bienes de consumo, y otra en medios de
producción que se usarán, directa o indirectamente, para producir bienes de consumo en
el futuro. La demanda de consumo pone límites a la expansión de esas fracciones de la
producción. Sin embargo, Marx demostró, en primer lugar, que existe otra parte de la
producción, medios de producción, que se usarán para producir medios de producción
adicionales, que a su vez producirán más medios de producción, y así sucesivamente.
(El hierro, por ejemplo, se usa para producir acero, y éste para producir equipo minero,
que a su vez se usa en la producción de hierro, etc.) El crecimiento de esta parte de la
producción no está limitado por el "consumo humano", ya que sus demandantes no son
los humanos, sino los capitales.
Marx demostró también que el crecimiento en condiciones capitalistas requiere por lo
general una expansión de la proporción que representa esta parte de la producción en la
producción total122[122]. Por tanto, en vez de ser un sistema que produce con el fin de
satisfacer el consumo, el capitalismo es cada vez más un sistema de producción para la
producción.
En vez de intentar refutar estas demostraciones --algo imposible, pues son válidas--, los
subconsumistas las rechazan simplemente a favor de lo que ellos consideran que es la
realidad, es decir, su dogma de que incluso la producción capitalista es producción
destinada al consumo123[123]. Las explicaciones deben, por supuesto, corresponder a la
realidad; el problema es, sin embargo, que los esquemas de reproducción de Marx
demuestran que el dogma subconsumista no lo hace.
Precisamente porque la parte de la producción que no está limitada por la demanda de
consumo representa una parte creciente del total, la producción puede crecer más
deprisa que el consumo, incluso en el largo plazo. Por tanto, si la expansión de la
producción no está limitada por la demanda de consumo, y la demanda de inversión
responde al deseo capitalista de aumentar la producción, se sigue de esto que la
demanda de consumo no puede suponer un límite insuperable al crecimiento de la
demanda de inversión. Las referencias al subconsumo son, por tanto, incapaces de
explicar qué es lo que determina la demanda total.
Esto significa que el subconsumo no puede ser una explicación de la crisis. Si la
demanda de inversión es suficientemente fuerte, no habrá crisis a pesar de los límites
con que se enfrenta el crecimiento de la demanda de consumo. Si, por el contrario, la
demanda de inversión es demasiado débil, de forma que estalla una crisis, la falta de
demanda de inversión, y por tanto la crisis, no pueden deberse al subconsumo.
Casi todo el mundo reconoce que lo que realmente regula la inversión es la rentabilidad,
es decir, los beneficios pasados que la financian y las expectativas de beneficios futuros
que incentivan su existencia. Tras el descenso del gasto de inversión se encuentra, sin
embargo, la tendencia decreciente de la tasa de ganancia.
Los teóricos de la demanda estarían de acuerdo. Sin embargo, afirman que la falta de
demanda en el mercado es lo que deprime la tasa de ganancia, que es lo que a su vez
lleva a un volumen insuficiente de inversión. No obstante, tal como acabamos de ver, la
insuficiencia en el gasto de inversión debe ser presupuesta primero para poder explicar
la falta de demanda. Los subconsumistas caen en un razonamiento circular. ¡Su
explicación se reduce a la afirmación de que la falta de inversión es la causa de la falta
de inversión!
Sólo si se da la vuelta a esa relación causal es posible liberarse de esa circularidad. Es la
tasa de ganancia la que regula la demanda de inversión, y por tanto la demanda total, y
122[122]
Un descenso de los coeficientes input-output podría servir de contrapeso a esta tendencia.
"Todo intento de desatender este hecho fundamental representa una huida de la realidad ...[La
existencia de] los esquemas de reproducción que demuestran aparentemente lo contrario no cambian la
cuestión en lo más mínimo: la producción es producción para el consumo" (Sweezy, 1970, p. 172).
123[123]
no al revés. La tendencia decreciente de la tasa de ganancia no puede ser, por tanto, el
resultado de problemas de "realización" en el mercado, ya que estos problemas no son
su causa, sino su consecuencia. Esto fue reconocido hace más de 50 años por
Dunayevskaya (1991, p. 43)124[124]: "La crisis [...] no la causa la insuficiencia de
'demanda efectiva'. Al contrario, es la crisis la que causa una escasez de 'demanda
efectiva'. La [...] 'incapacidad de vender' se manifiesta así debido al descenso anterior
de la tasa de ganancia, que no tiene nada que ver en absoluto con la incapacidad de
vender".
11.3. La tasa de ganancia y el crecimiento del valor nuevo
Entonces, si la tendencia descendente de la tasa de ganancia no se origina en el
mercado, ¿cuál es su origen? Una posibilidad es el incremento salarial. Sin embargo,
hay sólidos argumentos teóricos para defender que cualquier incremento salarial que
amenace la rentabilidad será temporal y se negará a sí mismo (Marx, 1977, pp. 769772). Una rentabilidad decreciente lleva a las empresas a reducir la producción y
despedir trabajadores, lo que hace bajar los salarios. Los salarios crecientes inducen
además la sustitución de trabajadores por máquinas, lo que deprime asimismo la
demanda de trabajo y, por tanto, los salarios. La naturaleza temporal de las rentas
salariales "excesivas", junto a la fuerte evidencia empírica del lento, incluso negativo,
crecimiento salarial, sugieren que el estancamiento de la economía global que dura ya
todo un cuarto de siglo no puede explicarse básicamente a partir de un incremento en
los salarios (Brenner, 1998, pp. 16-21).
Otra posibilidad es que la tendencia decreciente de la tasa de ganancia tenga su origen
en el proceso de producción. Como mostraré a continuación, una vez que nos
abstraemos de los cambios en la tasa salarial, el determinante fundamental de la tasa de
garnica en el largo plazo es la tasa de crecimiento del valor nuevo (valor añadido).
La manera más simple de dejar a un lado la influencia salarial es examinar la tasa de
ganancia máxima, r, que se corresponde con un nivel salarial cero. R = N/C, donde N es
el nuevo valor generado, y C es el valor del capital adelantado. El que r aumente, se
mantenga constante o caiga depende de que:
(1)
Ct+1 depende de dos factores. El primero es la "la destrucción de capital a través de
crisis" (Marx, 1968, p. 495, p. 496) --tanto destrucción del capital físico "real" como
destrucción de capital "nominal", es decir, "depreciación de los valores"--, lo que tiende
a hacer bajar Ct+1 en relación a Ct. Supongamos por un momento que no se produce una
destrucción de este tipo. Entonces Ct+1 dependería solamente de lo que llamaré la "parte
de la acumulación", es decir, la fracción del valor total del periodo t que se reinvierte o
acumula. Si suponemos además que no hay capital fijo (los resultados son similares
124[124]
Su análisis apareció por primera vez en New International, abril de 1946 y mayo de 1946, bajo el
seudónimo de "Freddie Forst".
cuando lo hay), entonces el valor total de la producción del periodo t es la suma de los
valores ya existente más el nuevo, Ct + Nt. Dados estos dos supuestos,
Ct+1 = a(Ct + Nt)
(2)
Donde a es la "parte de la acumulación". Si empleamos la identidad
Nt+1 ≡ (1 + gN) Nt
(3)
Donde gN es la tasa de crecimiento del valor nuevo, y sustituyendo, obtenemos
Tras manipular, y recordando que rt = Nt /Ct, esto puede reescribirse como
Es fácil probar por inducción que r converge hacia el lado izquierdo (LI) de (5). Por lo
ya visto, sabemos que si el LI es mayor (menor) que rt, entonces r aumenta (baja). Por
consiguiente, rt+1 está más cerca del LI de lo que lo estaba rt. Repitiendo el mismo
razonamiento para rt+1, vemos que rt+2 debe estar aun más cerca. Y así sucesivamente.
rLR = [gN + (1-a)] / a es, por tanto, la tasa de ganancia máxima en el largo plazo. Sus
determinantes son simplemente la parte de la acumulación y la tasa de crecimiento del
valor nuevo125[125]. Parece razonable suponer que los movimientos en la parte de la
acumulación sean sobre todo movimientos a corto plazo, asociados con el ciclo
económico, de forma que a puede muy bien no mostrar tendencia alguna en el largo
plazo. Tampoco hay razón alguna para esperar que la tasa de crecimiento del valor
nuevo experimente un descenso secular. Hay por tanto poca justificación, si es que
existe alguna, para suponer que rLR desciende con el tiempo. ¿Cómo es posible decir,
entonces, que la tasa de ganancia muestra una tendencia descendente?
La respuesta es que la tendencia decreciente no se refiere a diferentes estados de
equilibrio (niveles de rLR), sino a la dinámica de transición, es decir, a los ajustes hacia
el estado de equilibrio. Una vez reconocido esto, y trayendo a colación la "destrucción
de capital por medio de crisis", se entienden fácilmente algunas cuestiones esenciales de
la dinámica de acumulación y crisis. Imaginemos, por razones de sencillez, que la tasa
de ganancia efectiva en un periodo cualquiera es igual a la tasa máxima, r. Si,
inicialmente, r es mayor que rLR, entonces tenderá a descender hacia el nivel de ésta,
como se vio más arriba. Esto, el ajuste a la baja de la tasa de ganancia hacia rLR, es la
tendencia decreciente de la tasa de ganancia.
Por medios que aún tenemos que discutir, esta tendencia decreciente conduce a crisis
que, a su vez, llevan a la destrucción de capital. Esta destrucción eleva la tasa de
125[125]
Si todo el capital es fijo, es decir, no se deprecia, puede mostrarse que rLR = gN / a, de forma que
sus determinantes siguen siendo exactamente los mismos. Puesto que la rLR efectiva tiene que ser un
punto intermedio entre esas dos tasas, estará asimismo determinada por esos dos factores.
ganancia por medio de la reducción del denominador. Por consiguiente, r vuelve a ser
otra vez mayor que rLR, y el proceso vuelve a comenzar una vez más.
De la discusión precedente se desprenden tres resultados principales. En primer lugar, la
tendencia decreciente de la tasa de ganancia se expresa, no en un descenso secular de la
rentabilidad en el tiempo, sino en crisis recurrentes: "la tasa decreciente de ganancia [...]
tiene que superarse continuamente por medio de crisis" (Marx, 1981b, p. 367). En
segundo lugar, "las crisis permanentes no existen" (Marx, 1968, p. 497n) porque, al
destruir capital, restauran por esa vía la rentabilidad.
Por último, y más importante para nuestra argumentación, la tasa de ganancia está
limitada por la tasa de crecimiento del valor nuevo. Si gN es demasiado baja en relación
a la tasa de ganancia existente, la rentabilidad tenderá a descender. Y puesto que la
demanda de inversión y la demanda total dependen de la rentabilidad, también ellas
estarán limitadas por la tasa de crecimiento del valor nuevo. Incluso si no varían como
respuesta a los movimientos de la rentabilidad a corto plazo, el crecimiento del valor
nuevo condiciona sus crecimientos en el largo plazo, pues la demanda total en términos
de valor no puede estar permanentemente por encima del valor total producido.
11.4. El crecimiento de valor nuevo y la carga de la deuda
El marco anterior puede ayudar a aclarar que lo que hace que la deuda se convierta en
excesiva es que la expansión de la deuda es demasiado grande en relación con el valor
nuevo creado. El mismo desequilibrio hace de la financiación tipo Ponzi** un factor
desestabilizador, y no algo que pueda sostenerse a largo plazo.
La deuda en el momento t+1 es igual a (a) la deuda en el momento t más los intereses
que se adeudan por ella, menos (b) los pagos netos de deuda (cancelaciones de deuda
menos nuevo endeudamiento). La deuda corriente más los intereses pueden expresarse
como Dt(1+i), donde i es el tipo de interés. Suponiendo que no hay liquidación neta de
activos, la cantidad máxima de deuda que puede devolverse es el valor total creado (Ct
+ Nt = Ct+1/a) menos la porción de éste que vuelve a comprometerse en la producción
(Ct+1), es decir, (1 - [1/a])Ct+1. Obviamente, este caso es el que con menos probabilidad
llevará a un apilamiento excesivo de deuda. El mejor escenario posible es por tanto:
Dt+1 = Dt(1+i) - (1 - [1/a])Ct+1
(6)
La "financiación Ponzi"** se refiere a un aumento en el endeudamiento, no con el
propósito de adquirir nuevos activos productivos, sino simplemente para pagar los
intereses de la deuda corriente (Minsky, 1982, p. 28). Por tanto, si el cociente entre
deuda y valor de los activos, D/C, crece, eso significa que se está usando una
financiación tipo Ponzi**.
Puesto que estamos considerando el mejor escenario posible, debemos suponer que el
capital obtiene la tasa de ganancia máxima. Como se vio antes, esta tasa es convergente,
lo que significa que C, su denominador, crece a la misma tasa que N, su numerador, en
el largo plazo. Por tanto, a largo plazo, Ct+1 = (1+gN)Ct. Dividiendo (6) por Ct+1, y
usando esta última igualdad, obtenemos:
Si la tasa de crecimiento del valor nuevo es menor que el tipo de interés, D/C aumentará
en el tiempo. Por tanto, si el valor nuevo no consigue crecer o lo hace muy lentamente,
la financiación Ponzi** será prácticamente inevitable. La estructura financiera se hace
inestable, cada vez más predispuesta a una crisis al enfrentarse a un "shock" cualquiera.
Un descenso en el tipo de interés, alentado posiblemente por los bancos centrales,
podría seguramente cancelar esa tendencia. Por otro lado, al aumentar la deuda en
relación con la base de los activos, los prestamistas exigirán mayores primas de riesgo,
y el tipo de interés tenderá, por el contrario, a crecer.
Otra medida común de la carga de la deuda es el cociente entre deuda y renta. Para la
economía en su conjunto, la renta es igual a N, el nuevo valor añadido. Puesto que N y
C crecen al mismo ritmo a largo plazo, el cociente D/N crece igual que el cociente D/C.
Nuevamente, podemos concluir que la carga de la deuda se hace insostenible cuando la
tasa de crecimiento del valor nuevo es menor que el tipo de interés.
Al referirme a la tasa de crecimiento del valor en esta sección y en la precedente, estaba
suponiendo implícitamente que no había discrepancia entre las tasas de crecimiento del
valor real y el valor nominal. (Si el crecimiento del empleo determina el crecimiento del
valor real, entonces cualquier aumento en el valor nuevo por encima de ése es nominal.)
Durante la fase expansiva del ciclo económico, sin embargo, el valor total nominal
tiende a crecer más rápidamente que el valor total real. Esto eleva la tasa de ganancia de
forma temporal y mejora la tendencia hacia un endeudamiento excesivo.
Cuando la deuda pública se usa como instrumento de política monetaria, aparece una
considerable discrepancia a largo plazo entre el crecimiento nominal y real del valor
nuevo, lo mismo que cuando una política de dinero fácil se usa para facilitar el préstamo
al sector privado. La demanda agregada crecerá más rápidamente que el crecimiento
real del valor, causando una subida de los precios de las mercancías por encima de sus
valores reales. Este proceso también tiende a compensar la tendencia decreciente de la
tasa (nominal) de ganancia.
En contraste con la discrepancia entre los valores nominales y reales inducida por una
expansión, este otro tipo de expansión agrava el problema de deuda, precisamente
porque un crecimiento excesivo del endeudamiento --un crecimiento superior al de los
valores subyacentes-- es precisamente el mecanismo que impulsa a los precios. Por una
parte, la tendencia decreciente de la tasa de ganancia se expresará de forma inmediata
con menos probabilidad; es menos probable que la tasa caiga, en otras palabras. Por otra
parte, lo que se consigue no es negar las tendencias del sistema a la crisis, como afirman
los keynesianos, sino desplazarlas. En vez de aparecer en el mercado de bienes,
aflorarán más bien en forma de crisis de deuda y crisis fiscales del Estado.
Tabla 1: Deuda pública, 1980-1995, como % del Producto Interior Bruto (deuda pública/PIB)
PAÍS
EE. UU.
1980
37.0
1995
62.2
CAMBIO
PORCENTUAL
68
Japón
Alemania
Francia
R.U.
Italia
Canadá
España
Holanda
Bélgica
Suecia
Austria
49.6
31.1
30.9
54.5
58.1
43.3
20.8
46.9
77.1
44.3
36.6
76.0
60.5
60.1
59.0
124.2
97.6
71.4
78.6
130.8
79.8
69.2
53
95
94
8
114
125
243
68
70
80
89
* Deuda bruta de las Administraciones Públicas Fuente: Economic Outlook, nº 64, diciembre 1999,
OCDE.
La tabla 1 ayuda a entender la magnitud y ubicuidad de los problemas fiscales. Los doce
países juntos, ordenados en función de su PIB, representan casi la mitad de la
producción mundial. Excepto en el caso del R. U., todos los demás han experimentado
un aumento masivo en su deuda pública.
11.5. Precios decrecientes y "deflación de deuda"
Hay otro par de vías, estrechamente relacionadas, por las que un valor nuevo
insuficiente puede conducir a crisis. Si el trabajo vivo es la fuente de todo el valor
nuevo, entonces una cantidad determinada de trabajo vivo no genera más valor por
mucho que aumente la productividad. Lo que ocurre es que, al generarse una mayor
producción, los valores por unidad de producto descienden. Los precios tenderán
consecuentemente a caer (aunque una expansión excesiva de deuda puede anular esta
tendencia), pudiendo dar lugar a un proceso de deflación de deuda.
La manera en que la innovación tecnológica conduce a descensos en los precios, y éstos
a un descenso de la rentabilidad, es sencilla. Al aumentar la productividad, una empresa
produce a menores costes que sus rivales, y puede entonces bajar su precio de venta a la
vez que mantener, o incluso aumentar, su tasa de ganancia. La bajada del precio le
permite captar una porción mayor del mercado. Sus competidores tendrán que elegir
entre bajar sus propios precios para recuperar sus cuotas de mercado, o ir
desapareciendo del mismo. En ambos casos, las empresas supervivientes venderán a
precios menores, que conducen a menores tasas de ganancia.
Aunque la teoría dominante dentro de la "economía marxista", la atemporal, niega esta
relación entre cambio técnico, precios decrecientes y rentabilidad decreciente, la
relación se conoce muy bien. Tanto Brenner como Greider, por ejemplo, ponen énfasis
sobre este punto126[126]. Este último escribe:
"la verdad de la cuestión de la revolución tecnológica es que deprime
normalmente la tasa de rentabilidad por unidad de la empresa, ya sea que ésta
126[126]
Sin embargo, ninguno de ellos explica adecuadamente por qué caen los precios. Ambos sugieren
que los avances tecnológicos provocan un exceso de producción en relación con la demanda, y que por
esta razón caen los precios. Como ya vimos, esta explicación es tautológica porque carece de una teoría
de la demanda que la soporte.
fabrique coches u ordenadores. Los precios a la baja, como siempre, amenazan
los márgenes de ganancia. Los costes de producción pueden caer drásticamente
y los volúmenes de venta subir de forma importante. Sin embargo, la tasa de
rendimiento seguirá estando en peligro" (Greider, 1997, p. 46).
Éste también era el punto de vista de Marx. Marx sostenía que "la progresiva tendencia
decreciente de la tasa general de ganancia es tan sólo la expresión, típica del modo
capitalista de producción, del desarrollo progresivo de la productividad social del
trabajo" (Marx 1981b, p. 319). "La tasa de ganancia no cae porque el trabajo se haga
menos productivo sino más bien porque se vuelve más productivo" (Marx, 1981b, p.
347)127[127].
Además de provocar una tendencia a la baja de la tasa de ganancia, la tendencia de los
precios a caer como resultado del cambio tecnológico conduce también a lo que Irving
Fisher llamó "deflación de deuda". El descenso en los valores corrientes de los bienes
y/o activos financieros, en relación con el valor nominal de la deuda, lleva a pérdidas de
capital, problemas con el pago de intereses, insolvencias, quiebras de bancos, etc.128[128].
Todo esto puede, a su vez, causar una crisis en la economía real.
Aunque este proceso es sencillo, posee una importancia teórica muy grande, pues revela
un fallo esencial en la idea de que "sólo cuentan los precios relativos". Esta idea está
muy generalizada; la corriente dominante, atemporal, de la "economía marxista" tiende
a suscribirla. Sus defensores nos dicen que, en un mundo con "una mercancía", las
categorías de valor y precio serían superfluas, porque el beneficio y la tasa de beneficio
vendrían determinados "directamente como un cociente de cantidades de trigo, sin que
apareciese cuestión alguna de valoración" (Sraffa, 1982, p. xxxi).
Para ver cuál es el problema de esa afirmación, pensemos en una empresa que produce
trigo por medio de trigo. Adquirió hace un año 4 quintales de simiente de trigo, los
plantó, y recolectó 5 quintales de trigo en el presente. Los 4 quintales originales
costaron 25 $ cada uno, es decir, un total de 100 $. Debido al crecimiento de la
productividad, sin embargo, el trigo sólo vale hoy 20 $ por quintal. El total de los 5
quintales valen sólo 100 $. Al no tener más valor en la actualidad que un año antes, los
beneficios de la empresa parecen ser 0 $, al igual que su tasa de ganancia (0%). ¡Sraffa,
sin embargo, nos dice que su beneficio es en realidad 1 quintal y que su tasa de
ganancia es realmente un 25%!
127[127]
Véase también Marx (1968, p. 439): "La tasa de ganancia [...] cae, no porque el trabajo se haga
menos productivo, sino porque se vuelve más productivo". Insisto en lo obvio, hasta el punto de citar un
pasaje casi idéntico, sólo porque Laibman (1999b) ha intentado recientemente poner en entredicho lo
obvio. Sugiere que, debido a que "la productividad creciente está íntimamente conectada con una
creciente composición orgánica del capital", Marx quería decir en realidad que la tasa de ganancia cae a
causa de la última y no debido al crecimiento de la productividad. El siguiente pasaje, un ejemplo famoso
de los "errores lógicos" de Marx, debería bastar para demostrar lo contrario: "Ningún capitalista aplica
voluntariamente un nuevo método de producción, con independencia de lo productivo que sea [...] si
reduce la tasa de ganancia. Pero cada nuevo método de producción de esta clase hace que las mercancías
sean más baratas. En un principio, por tanto, puede venderlas por encima de su precio de producción [...]
Se embolsa la diferencia entre sus costes de producción y el precio de mercado de las otras mercancías,
que se producen a costes más elevados [...] Pero la competencia hace que el nuevo procedimiento se
universalice y lo convierte en la ley general. La consecuencia es una caída de la tasa de ganancia" (Marx,
1981b, pp. 373-74).
128[128]
El descenso de precios tenderá a reducir los precios de los activos financieros, al deprimir las
ganancias futuras esperadas en que se basan éstos.
No obstante, supongamos que la empresa pidió prestados los 100 $ que usó para
comprar la simiente, y que le llega ahora el momento de devolverlos. ¿Podrá convencer
la empresa a sus acreedores para que acepten 4 quintales de trigo como forma de pago,
puesto que ellos le dieron 100 $ que eran equivalentes a 4 quintales de trigo hace un
año? ¿Podrá convencerlos para que, ya que los 100 $ equivalían a 4 quintales, y 4
quintales equivalen hoy a 80 $, acepten 80 $ como pago de la deuda? Parece más
probable que le exijan la cantidad total de 100 $, además de los intereses, lo cual no
podrá pagar la empresa.
Por tanto, incluso si sólo existiera una mercancía producida, también podrían existir
obligaciones crediticias fijas y otros pasivos financieros fijos. Medida en términos de
los activos de los acreedores (el préstamo), nuestra empresa productora de trigo ha
sufrido un descenso en el precio relativo de su activo, y sus acreedores se han
beneficiado del aumento del precio relativo de su activo, que podía comprar 4 quintales
hace un año, y sin embargo hoy puede comprar 5 más los intereses. Si, por otra parte, la
empresa no paga su deuda, o incluso si sólo amenaza con no hacerlo, el precio de
mercado de los activos del acreedor se hundirá en relación con su valor nominal.
Como recalca King (1993), "la inflación de deuda es un fenómeno real, no monetario, y
tiene que ver con un cambio en los precios relativos. Es el cambio en la distribución del
valor neto entre deudores y acreedores lo que lleva a una caída en la demanda y en la
producción" Inversamente, la falta de pago en las deudas hace a los acreedores
relativamente más pobres. También una elevación en el riesgo de esos impagos tiene el
mismo efecto, al reducir el valor de mercado de los activos de los acreedores. Esto bien
podría tener como consecuencia una retirada del capital financiero, con el resultado de
una demanda y una producción descendentes.
Por tanto, aunque valor y precio son sin duda categorías relativas, esto no quiere decir
que "el valor [sea] una relación entre mercancías contemporáneas [...] exclusivamente"
(Bailey, 1825, citado en Marx, 1971, p. 154), que es donde reside el mensaje central de
la teoría de los precios relativos. Todas las relaciones financieras son necesariamente
relaciones temporales, relaciones que ligan el pasado al presente, el presente al futuro,
relaciones en las que el valor subsiste a lo largo del tiempo.
11.6. La teoría de la rentabilidad basada en la productividad
Los defensores de la teoría dominante, atemporal, dentro de la economía marxista,
niegan prácticamente todo cuanto aquí se ha dicho sobre la tasa de ganancia decreciente,
el efecto que sobre ella tienen los precios decrecientes, la importancia de la tasa de
crecimiento del nuevo valor y la relación de todo esto con la crisis económica. Veamos
por qué, y si tienen o no razón.
Sobre la base de modelos de equilibrio general formulados por teóricos como
Bortkiewicz (1952), Sraffa (1960) y Okishio (1961), la corriente dominante de la
economía marxista se apunta a lo que podría denominarse teoría de la rentabilidad
basada en la productividad (TRP). Sus modelos suponen que la tasa de ganancia
máxima es el cociente entre la producción y el stock de capital físico (o su equivalente
en una economía multisectorial). Un aumento en la productividad del capital produce
por tanto un aumento en la tasa de máxima. La productividad creciente se supone que
ejerce también una influencia positiva sobre la tasa de ganancia efectiva.
Dado un salario real constante, la tasa de ganancia de la TRP se convierte en un índice
de la "productividad de todos los factores". Para que surja una tendencia descendente de
la tasa de ganancia del interior del proceso de producción, la productividad factorial
total debe descender (véase Brenner, 1998, p. 11). Si, por el contrario, es el valor de los
salarios lo que es constante --un "hecho estilizado" del crecimiento económico--, la tasa
de ganancia efectiva, al igual que la tasa máxima, se convierte en un puro indicador de
la productividad del capital129[129]. En este caso, una tendencia decreciente de la tasa de
ganancia puede provenir de la disminución de la productividad del capital. Para obtener
una tasa de ganancia descendente, Laibman (1997, p. 56), por ejemplo, postula
"rendimientos intensamente decrecientes de la mecanización". En ambos casos, el
resultado es, en feliz expresión de Brenner (1998, p. 11), una "proposición malthusiana
impecable".
Debido a que la productividad total de los factores crece evidentemente en el tiempo, la
TRP es incapaz de explicar el descenso de la tasa de ganancia salvo a través de un
incremento de los salarios reales. Pero lo salarios crecientes se originan fuera de la
producción, con lo que la TRP es incapaz de hecho de encontrar la base del descenso de
la rentabilidad en el proceso de producción.
La evidencia empírica contraria al argumento de la productividad decreciente del capital
es bastante fuerte como para haber hecho de la constancia del cociente global
producción/capital uno de los "hechos estilizados" básicos que toda teoría del
crecimiento económico debe ser capaz de explicar. Los datos microeconómicos indican,
además, que la productividad del capital sube de hecho a lo largo del tiempo. Al resumir
esta evidencia, Peterson (1994, p. 124) escribe que "con independencia de la industria
de que se trate, casi todos los avances tecnológicos tienden a sustituir equipo de capital
menos eficiente por otro más eficiente". Por tanto, incluso si en un periodo particular la
rentabilidad estuviera correlacionada con el cociente producción/capital, esto no sirve
para confirmar el argumento de la productividad decreciente del capital, debido al
problema de la causación inversa. En una recesión, por ejemplo, la producción
disminuye, pero el stock de capital no desciende menos, o incluso nada --simplemente
se utiliza a una tasa inferior-- y el cociente producto/capital cae por tanto como
consecuencia, no como causa, del descenso de la rentabilidad.
La TRP puede ser criticada también por su negación implícita de la compulsión de los
capitalistas a adoptar avances tecnológicos para sobrevivir en la batalla competitiva. Se
entiende de forma general que, cuando algunas empresas innovan, las demás verán
cómo sus tasas de ganancia descienden, de manera que su propia supervivencia les
exige adoptar asimismo avances tecnológicos. Según la TRP, sin embargo, las tasas de
ganancia de las empresas atrasadas permanecen inalteradas --pues su productividad,
después de todo, no se ha visto alterada-- a menos que los precios relativos de sus
productos caigan. Pero es imposible que los precios relativos de todas las empresas
caigan al mismo tiempo. La TRP sugiere que, si los avances tecnológicos están
129[129]
La tasa de ganancia agregada del TRP es (Y - wL)/(K + wL) = (1 - [wL/Y])/([K/Y] + [wL/Y]),
donde Y es la producción neta, w es la tasa de salario real, y K el stock de capital físico. WL/Y se
interpreta como el valor de los salarios. Si es constante, la tasa de ganancia cae si, y sólo si, cae la
productividad media del capital, Y/K.
produciéndose en el conjunto de la economía, las empresas atrasadas pueden seguir
siéndolo y, por término medio, mantener sus tasas de ganancia.
11.7. Rentabilidad y valores decrecientes
Los defensores de la TRP sí aceptan que los avances tecnológicos crean una tendencia
decreciente en los precios. Lo que rechazan es que las reducciones de precios
perjudiquen a la rentabilidad. Esto lo hacen por una de las dos vías siguientes.
En primer lugar, derivan sus conclusiones de modelos de equilibrio general que son de
naturaleza estática. Los precios en estos modelos son estacionarios, es decir, el precio
de todas las mercancías es el mismo cuando entran en la producción como insumos que
cuando salen de ella como productos. ¿Cómo puede decirse, entonces, que el cambio
tecnológico conduce a precios decrecientes? La respuesta es simple: ha habido historia,
pero ya no la hay. El cambio tecnológico provocó que los precios descendieran, son
ahora inferiores que antes, pero desde entonces se han estabilizado. Se ha alcanzado el
"equilibrio" a una tasa de ganancia superior a la inicial.
Algunos teóricos de esta tradición, aunque no todos, han tenido cuidado en precisar que
es sólo la tasa de ganancia "de equilibrio" la que tiende a aumentar como resultado de
los aumentos de productividad. Pero, a pesar de esta matización, la afirmación sigue
siendo falsa, porque una tasa de ganancia de equilibrio, es decir, la obtención de una
tasa uniforme en toda la economía, ni exige ni garantiza que los precios sean
estacionarios (Kliman 1997b).
No faltaría razón, sin embargo, a la afirmación de que una innovación tecnológica única
conduce a reducciones de precio que duran para siempre. El problema con el postulado
de los precios estacionarios es más bien que el avance tecnológico bajo el capitalismo es
un proceso continuo, no un episodio aislado. Mucho antes de que los efectos de una
innovación se extingan, ya se introduce otra nueva, y luego otra, de forma que el
cambio tecnológico continuo conduce tendencialmente a continuos descensos en los
precios. En la medida en que esta tendencia se lleva a la práctica, los precios de los
productos caen de forma continua en relación con los precios de los insumos. Al reducir
continuamente las rentas que se reciben hoy en relación con los costes habidos en el
pasado, este proceso tiende a disminuir la rentabilidad.
El aumento de la productividad influye, por tanto, sobre la tasa de ganancia de dos
formas contradictorias. Aumenta la producción por unidad de input. Considerado de
manera unilateral y abstracta, esto tiende a aumentar la tasa de ganancia. Pero esta
tendencia es negada inmediatamente debido a que, de forma totalmente simultánea, el
propio incremento de la productividad genera una tendencia al descenso de los precios.
11.8. La "tasa de ganancia a costes de reposición"
La otra vía por la que los defensores de la TRP intentan negar que el descenso de los
precios reduce la rentabilidad es utilizando la "definición" de los beneficios y de la tasa
de beneficios en términos de costes de reposición, Al hacer irrelevantes los cambios
experimentados por los precios entre el momento de su uso como input y como output,
este procedimiento, al igual que el postulado de los precios estacionarios, proporciona
una medida de la "tasa de ganancia" que varía directamente con la productividad. Sin
embargo, hay varios problemas con esta medida. No es la tasa de ganancia lo que guía
las decisiones de los capitalistas (la tasa que pretenden maximizar), la tasa de "autoexpansión" del valor, o tasa que regula la acumulación del capital.
Desde el punto de vista del inversor, el ejecutivo o el planificador estatal de la realidad,
la tasa de ganancia es la tasa de rendimiento de su inversión efectiva, inicial. Su
concepto de ganancia es por tanto temporal. Las medidas de rentabilidad usadas en las
decisiones de inversión, tales como la tasa de rendimiento interno (TRI) o el valor
presente neto de un proyecto de inversión, comparan sumas de valor en momentos
distintos del tiempo. En el caso más simple de una inversión de un periodo, la tasa de
rendimiento interno es TRI = (R1 - C0)/C0, la diferencia relativa entre los rendimientos
(r), recibidos en el momento 1, y el coste (C) del proyecto, ocurridos en el momento 0.
La forma que tenía Marx de medir los beneficios también era temporal, y esencialmente
la misma que usan los capitalistas en la práctica. Al introducir por primera vez el
concepto de circuito del capital, D-M-D', definió explícitamente el plusvalor como la
diferencia entre la suma de valor que "se retira finalmente de la circulación" (D') y la
suma original "que se introduce en ella al comienzo" (D), es decir, D' - D, el "exceso
sobre el valor original por **" (Marx 1977, p. 251). También definía habitualmente la
ganancia como "un exceso encima del capital total adelantado" (Marx 1981b, p. 133),
más que el exceso sobre los costes de reposición de los medios de producción.
Otros pasajes indican, con más claridad incluso, que Marx usaba "beneficio" para
indicar el aumento de valor del capital al final del periodo por exima de valor
adelantado al comienzo. "El beneficio [...] expresa de hecho el incremento de valor que
el capital total recibe al final de los procesos de producción y circulación, por encima
del valor que tenía antes d ese proceso de producción, al entraren él" (Marx 1991, p.
91). "La relación entre el valor precedente a la producción y el valor que resulta de ella
--el capital como valor precedente es el capital en contraste con el beneficio-- constituye
el factor universal y decisivo del proceso de producción capitalista en su totalidad"
(Marx 1971, p. 131)130[130].
La tasa de ganancia temporal es "factor universal y decisivo" por dos razones. En
primer lugar, es una medida precisa de la tasa de "autoexpansión del valor" por medio
de la producción. Puesto que el propósito del capitalista es expandir sus tenencias de
valor (acumular capital), la tasa de ganancia gobierna sus decisiones de inversión. En
segundo lugar, regula la tasa de acumulación de capital, puesto que ésta no puede ser
mayor que la tasa de ganancia. Si se reinvierte todo el beneficio, las dos tasas son
iguales. Por medio de la tasa de acumulación, entonces, la tasa de ganancia influye la
tasa de crecimiento de la economía. ¿Existen entonces buenas razones para que la
principal cuestión abordada por la teoría marxista del valor y de la tasa de ganancia sea
qué es lo que determina la diferencia "entre el valor anterior a la producción y el valor
que sale de ella"?
Esta pregunta no puede responderse por medio del concepto de coste de reposición. El
"beneficio" concebido en términos de coste de reposición no es la diferencia entre D' y
D, sino la diferencia entre los ingresos recibidos en el momento 1 y el coste --también
en el momento 1-- de reponer los activos usados en la generación de esos ingresos. La
130[130]
Todas las cursivas de los dos últimos párrafos han sido añadidas.
"tasa de ganancia a costes de reposición" es, por tanto, TGCR = (R1 - C1)/C1. Cuando
los defensores de la TRP parecen estar explicando el origen del plusvalor, D' - D, están
de hecho explicando otra cosa distinta, la diferencia entre el valor de la producción y el
coste de reposición de los insumos en un mismo momento del tiempo.
11.9. Un ejemplo
Consideremos el siguiente ejemplo sencillo, elegido no por su realismo, sino para
ayudar a ver las diferencias en primer plano. Supongamos una economía sin capital fijo,
en la que se produce trigo por medio de semillas de trigo y trabajo. La tasa salarial es
cero, de forma que los beneficios son iguales al valor añadido en la producción (N), y el
valor de capital avanzado (C) es igual al valor adelantado en forma de semillas. Los
capitalistas reinvierten toda la producción de trigo como nuevas semillas de trigo; en
consecuencia, el valor total (R = C + N) de la producción de un año se convierte en el
valor del capital adelantado en el siguiente.
Por último, supongamos que N es constante a lo largo del tiempo. Será de ayuda pensar
que N se determina de acuerdo con la teoría del valor de Marx. Éste sostenía que la
extracción de trabajo vivo en la producción determina la magnitud de nuevo valor
generado, de forma que la misma cantidad de trabajo siempre genera la misma cantidad
de valor nuevo (véase, por ejemplo, Marx, 1981b, p. 323). La constancia de N implica
por tanto que el empleo no crece.
Dadas las condiciones iniciales C = 1250 $ y N = 125 $, la tabla 2 muestra que la
cantidad de nuevo valor generado (el numerador de la tasa de ganancia) está estancada
en 125 $ cada año. Sin embargo, el valor total (R) sí aumenta año tras año, precisamente
en los 125 $ de valor nuevo generado en la producción. Puesto que se reinvierte todo el
valor, además, el capital adelantado (el denominador de la tasa de ganancia) aumenta en
125 $ cada año. La tasa de ganancia temporal, la TRR (equivalente aquí a [D' - D]/D),
cae por tanto continuamente y tiende hacia cero. La tasa de acumulación de capital (el
incremento porcentual de C) es siempre igual a la tasa de ganancia, que es como tiene
que ser, puesto que todo el beneficio es constantemente reinvertido.
Tabla 2
Año
1
2
3
4
C
1250 $
1375
1500
1625
N
125 $
125
125
125
R
1375 $
1500
1625
1750
TRI
10.0%
9.1
8.3
7.7
%ΔC
10.0%
9.1
8.3
---
Obsérvese que las relaciones establecidas más arriba eran suficientes para calcular las
tasas de ganancia y de acumulación y para adivinar sus descensos, incluso sin que
tengamos información alguna sobre productividad. Los resultados anteriores son por
tanto compatibles con cualquier posible serie de valores input-output. Dadas las series
de semilla de trigo (ST) y de producción de trigo (PT) de la tabla 3, las tasas de
ganancia y de acumulación de esta economía coexisten con una productividad del
capital continuamente creciente y, por tanto, una tasa de ganancia material
contiguamente al alza (TGM = (PT - ST)/ST)131[131]. Puesto que el empleo es constante,
mientras que la producción crece, la productividad del trabajo crece continuamente.
Año
1
2
3
4
ST
1250
1375
1525
1705
PT
1375
1525
1705
1921
Tabla 3
Neto
TGM
121
10.0%
150
10.9
180
11.8
216
12.7
CCR
NCR
1250.00% 125.00 $
1352.46
147.54
1453.45
171.55
1553.23
196.77
TGCR
10.0 %
10.9
11.8
12.7
El precio unitario del producto de trigo es R/PT, de forma que el coste de reposición de
la semilla de trigo es CCR = (R/PT)(ST). El "valor" añadido nuevo en términos de costes
de reposición es NCR = R - CCR. La tasa de ganancia a coste de reposición (TGCR =
NCR/CCR) crece continuamente y es idéntica a la tasa de ganancia material. Si las sendas
de crecimiento de ST y PT continua de forma indefinida en el futuro (STt = 625[1 +
(5/6)(1.2)t] y PTt = 625[1 + (1.2)t]), la TGM y la TGCR se aproximarán finalmente al
20%, a pesar de que la TRI y la tasa de acumulación están cayendo hacia cero. Aunque
la tasa de ganancia debería ser igual a la tasa de acumulación máxima, la TGCR la
supera cada vez más. Al pasar el tiempo, la TGCR se hace una medida cada vez menos
adecuada de la expansión efectiva de valor en relación con el valor del capital
adelantado y con la tasa de acumulación del valor del capital.
Vale la pena señalar unas cuantas características adicionales de este ejemplo. En primer
lugar, refuta el teorema de Okishio (1961), que intenta darle la vuelta a la ley de la caída
tendencial de la tasa de ganancia de Marx. El teorema pretende probar que, dado un
salario real constante, ningún cambio técnico que reduzca los costes unitarios
contabilizados a precios corrientes puede reducir la tasa de ganancia de equilibrio (es
decir, uniforme). Pero el salario real en este ejemplo es constante, el cociente
decreciente entre ST y PT significa que los cambios técnicos están reduciendo
continuamente los costes y, al existir un solo sector, la tasa de ganancia es
necesariamente uniforme.
En segundo lugar, puesto que el ejemplo supone que no hay capital fijo, su presencia
obviamente no se necesita para restablecer la coherencia interna de la ley de Marx. Los
diferentes métodos de valorar el capital fijo no pueden afectar, por tanto los resultados
anteriores, y las alegaciones de que la defensa de la ley de Marx exige que "los bienes
de capital, una vez comprados y añadidos al stock de capital, nunca lo abandonen"
(Laibman, 1999b) son evidentemente falsas. La semilla de trigo de cada año se gasta de
forma íntegra en la producción de la cosecha de ese año; ésta es la única fuente de todo
ápice de semillas de trigo del año siguiente.
En tercer lugar, si se introdujeran diferenciaciones tecnológicas en el ejemplo, el
resultado probable serían tasas de ganancia crecientes para los productores avanzados y
tasas decrecientes para los retrasados. Podría parecer, entonces, falsamente, que la
causa del descenso de la tasa media es bien el efecto depresivo ejercido sobre la tasa de
131[131]
Laibman (1999b) escribe que "Kliman y [Alan] Freeman [...] no pueden citar ningún pasaje donde
Marx describa una creciente tasa de ganancia 'material' o 'en términos de productividad', comparada con
una descendente tasa 'verdadera' o 'en términos de valor/precio'". Por supuesto. Es imposible incluso
encontrar cualquier pasaje en el que Marx abandone su idea de la tasa de ganancia como un cociente de
valores, y la considera como un cociente de cantidades físicas. ¿Puede lograrlo Laibman?
ganancia por las empresas tecnológicamente atrasadas (Laibman 1999a), bien la
competencia por la supremacía tecnológica, en especial el efecto de castigo que ejercen
los productores más avanzados sobre los más atrasados (Brenner, 1998; Reuten, 1998).
Sin embargo, todos los productores del presente ejemplo estaban igualmente avanzados.
Cada año, todos ellos empleaban las técnicas disponibles más avanzadas, y su
productividad crecía continuamente. Esto deja claro que la tasa decreciente de ganancia
se debe a la caída en la producción de nuevo valor en relación con el valor existente, y
no a ninguna otra cosa.
11.10. ¿Qué crea el valor?
¿Existe alguna forma en que se pueda desafiar la coexistencia de la productividad
creciente y las tasas decrecientes de ganancia y de acumulación? Por supuesto. Sólo hay
que rechazar la teoría de Marx sobre que la extracción de trabajo vivo es lo que crea
todo el valor nuevo --aunque no haya obligación de rechazarla.
Una manera de conseguirlo es defender que el valor se determina en el mercado, no en
la producción. En otras palabras, el valor total de las mercancías es simplemente el
precio que se paga por ellas. El valor total se determina entonces por la relación entre la
oferta agregada y la demanda agregada. Sin embargo, como se vio más arriba en
relación con el subconsumismo, la demanda agregada debe explicarse sobre la base de
la tasa de ganancia, y no al revés. Puesto que la tasa de ganancia depende, a su vez, del
crecimiento del valor, las teorías de esta clase vuelven a caer en un razonamiento
circular: ¡la generación de valor determina la demanda agregada que determina la
generación de valor! Por consiguiente, estas teorías no pueden explicar realmente la
determinación de valor.
Otra vía para rechazar la teoría de Marx es afirmar que la magnitud del nuevo valor
generado se determina, no por la suma de trabajo vivo extraído, sino por la magnitud de
la producción neta. Puesto que el valor viene determinado así por el valor de uso, el
movimiento del valor y el movimiento de las cantidades físicas de valor de uso no
pueden ser ya contradictorios, y la rentabilidad vendrá por supuesto determinada por a
productividad.
Es útil ilustrar esto mediante el ejemplo anterior. La producción neta viene dada por las
series "netas" de la tabla 3. Si la producción neta es la fuente de todo el valor nuevo,
entonces el nuevo valor debe ser siempre proporcional a ella. Entonces, si las 125
unidades de producto neto del año 1 se expresan monetariamente en 125 $, la serie
revisada con los nuevos valores, N*, es simplemente la serie neta con el signo del $
añadido. Sobre la base de los mismos supuestos usados para la tabla 2, ahora obtenemos
las cifras de la tabla 4. Las tasas de ganancia y de acumulación de capital revisadas son
idénticas a las tasas material y a costes de reposición. La creciente productividad del
capital se refleja claramente en incrementos de la tasa de ganancia.
Tabla 4: El trigo como substancia del valor
Año
1
2
3
C*
1250 $
1375
1525
N*
125 $
150
180
R*
1375 $
1525
1705
TRI*
10.0%
10.9
11.8
%ΔC*
10.0%
10.9
11.8
4
1705
216
1921
12.7
---
Ya se dijo que los defensores de la TRP aceptan que el cambio tecnológico tiende a
reducir los precios. Sin embargo, la TRP misma no es compatible con esta tendencia.
Una vez que el producto neto se convierte en el determinante del valor nuevo, no sólo
las tasas de ganancia y de acumulación crecen de acuerdo con la TRP, sino que el
avance tecnológico no puede producir que disminuya el precio unitario del producto
(véase la tabla 5)132[132]. Las dos van de la mano: precisamente porque la tasa de
ganancia es una medida de valor, los movimientos de precios y los movimientos de las
tasas de ganancia están directamente relacionados unos con otros.
Tabla 5
Año
1
2
3
4
PT
1375
1525
1705
1921
R
1375 $
1500
1625
1750
R*
1375 $
1525
1705
1921
Precios unitarios
R/PT
R*/PT
1.00 $
1$
0.98
1$
0.95
1$
0.91
1$
No obstante, que puedan existir fuentes de valor distintas del trabajo vivo no puede
descartarse a priori. La ley de Marx sobre el descenso tendencial de la tasa de ganancia
podría ser falsa. Sin embargo, los ejemplos producidos por los temporalistas (Ernst,
1982; Freeman, 1996; Kliman, 1996; Ramos, 1997), como el mostrado arriba,
demuestran de forma concluyente que la ley no padece de la falta de coherencia interna
que se le atribuye133[133]. Se deben usar criterios empíricos, por tanto, para decidir la
cuestión.
Sugiero que la bien conocida tendencia a que el crecimiento de la productividad
conduzca a precios decrecientes es una evidencia muy fuerte a favor de la teoría de
Marx. En esencia, la idea de que el valor está determinado por el tiempo de trabajo no
es sino otra manifestación de esta misma tendencia. Con una productividad creciente, la
misma cantidad de trabajo genera más producción, pero más valor, de forma que el
valor de cada unidad individual de producción desciende. Las otras teorías, en cambio,
no pueden predecir esta tendencia. Como el subconsumismo no puede explicar los
movimientos de la demanda, tampoco puede explicar los movimientos de precios. La
TRP da resultados peores aun. Si los cambios de la tasa de ganancia son el reflejo de
cambios en la productividad, la productividad creciente no puede conducir a precios
decrecientes.
11.11. Conclusión
Este artículo es una crítica, sobre bases a la vez teóricas y empíricas, de destacadas
teorías de la rentabilidad y la crisis, especialmente del subconsumismo y de la "teoría de
la rentabilidad a partir de la productividad" que predominan en la economía marxista.
Se ha afirmado, en vez de eso, que las crisis económicas tienen su origen en la
132[132]
Este fenómeno perverso fue identificado, de forma independiente y simultánea, por Freeman
(1997) y Kliman (1997a).
133[133]
Weeks (1982), Harvey (1982) y Carchedi (1991) también contienen análisis muy valiosos de este
punto desde una perspectiva temporal.
naturaleza productora de valor que caracteriza al capitalismo. Los imperativos exigidos
por la producción y acumulación de valor llevan a interrupciones recurrentes de la
producción material. Es por supuesto cierto que la producción de valor como un fin en
sí mismo es la barrera inmanente y la fuente de crisis del capitalismo. La conclusión
principal que se deriva de ello en materia de política económica es que terminar con las
crisis recurrentes exige una manera distinta de producir y de coordinar la sociedad,
basadas en un objetivo diferente: "el desarrollo de las potencialidades humanas como un
fin en sí mismo" (Marx, 1981b, p. 959).
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CAPÍTULO 12
Paul Mattick, jr.134[134]
EL CAPITAL FINANCIERO, UN SIGLO DESPUÉS DE HILFERDING
De un libro que ha sido tan famoso como éste desde su publicación en 1910 cabe
preguntarse las razones tanto de por qué tardó 70 años en ser traducido al inglés, como
de la relevancia que pueda tener en el momento actual. Junto a La acumulación de
capital (1913), de Rosa Luxemburgo, y La ley de la acumulación y del derrumbe del
sistema capitalista (1929), de Grossmann, El capital financiero es una de las obras
principales de economía en la tradición marxista. La temprana debilidad del marxismo
como fuerza política en los países anglófonos no alentó la traducción de estos libros, y
la victoria del fascismo, el estalinismo y el americanismo del siglo XX bloquearon los
desarrollos posteriores de esta tradición. Desde la II Guerra Mundial, la misma ha
revivido de forma curiosa: no como la expresión intelectual del movimiento de los
trabajadores, sino confinada dentro del mundo académico, en un intento de encontrar
sustitutos para la ideología burguesa en estado de desintegración.
El renacimiento del marxismo dentro del movimiento estudiantil de finales de los 60
produjo la reimpresión alemana de los tres libros citados. La acumulación del capital se
había publicado en inglés ya en 1951, con una introducción de Joan Robinson. Una
traducción de la crítica de Hilferding a Böhm-Bawerk había aparecido dos años antes.
Durante décadas se han preparado traducciones de El capital financiero, hasta que
finalmente Tom Bottomore se encargó de combinar dos de ellas en la presente versión
inglesa. Aunque hay rumores de una traducción del libro de Grossmann, es fácil
comprender que no se trata de un accidente el que los otros dos salieran antes. Sólo
Grossmann, entre los tres autores citados, intentó desarrollar una crítica de la economía
capitalista en el marco de la teoría de Marx sobre acumulación y crisis. Aunque
Luxemburgo veía al capitalismo como condenado a la catástrofe, y Hilferding predecía
un futuro más prometedor para el sistema, ambos compartían el mismo interés central
por el proceso de circulación en vez de por la producción de plusvalor. Ambos
concentraban su atención, al contrario que Grossmann, no en la dinámica de la tasa de
ganancia, sino en las condiciones de equilibrio de la reproducción supuestamente
estudiadas por Marx en el segundo volumen de El Capital. Ambos, por tanto, trabajaron
en una línea más próxima a la moderna economía burguesa, en particular a los análisis
de la competencia imperfecta y de las teorías del crecimiento asociados con la "escuela
de Cambridge".
El capital financiero ofrece por sí mismo un gran interés, sin duda, tanto como un
intento de aplicar categorías marxistas al análisis de un campo concreto, el sistema
financiero, como en cuanto intento de extraer consecuencias políticas a partir de ese
análisis. El nivel de discusión es a menudo bastante alto, especialmente comparado con
el trabajo de mediocridades contemporáneas como Mandel o Sweezy. Además, es
interesante como precursor y modelo para la versión de la teoría marxista que todavía
domina en la actualidad, y en particular para la dificultad que tiene esta versión para
romper con la economía y con la política burguesas135[135].
134[134]
Adelphi University, Garden City, NY 11530; email: [email protected]
Bottomore merece nuestra gratitud por haber publicado este libro. La traducción es exacta y clara.
Mientras que su introducción transluce una comprensión no muy grande de los problemas teóricos
evocados, sin embargo sitúa bastante bien el libro en su contexto histórico. La bibliografía de Bottomore,
135[135]
La tesis de Hilferding, es en esencia ésta: "Capital financiero significa la unificación del
capital. Las esferas anteriormente separadas de los capitales industrial, comercial y
bancario están ahora bajo la dirección común de la alta finanza, en la que se combinan
los amos de la industria y de los bancos en una asociación personal estrecha. La base de
esta asociación es la eliminación de la libre competencia entre los capitalistas
individuales por parte de los grandes combinados monopolistas. Esto genera de forma
natural al mismo tiempo un cambio en la relación de la clase capitalista con el poder del
estado" (p. 301). El capital financiero, al dominar el Estado, impone a éste sus objetivos
imperialistas, la extensión de las formas monopolistas a la esfera internacional. Al
mismo tiempo, sin embargo, "la función socializadora del capital financiero facilita
enormemente la tarea de superación del capitalismo" (p. 367).
Gracias a la reelaboración de Lenin, la teoría del imperialismo de Hilferding ha estado
en el centro de la mayoría de las discusiones recientes sobre su trabajo. Sin embargo,
éste representa sólo un área de la realidad capitalista que Hilferding pretendía analizar.
Poco después de su publicación, el trabajo de Hilferding fue descrito (por Kautsky)
como "el cuarto volumen de El Capital". En su detallada descripción de las formas de
crédito, el funcionamiento de los mercados de acciones y de futuros, y del sistema
financiero en general, puede considerarse una extensión de la parte V del tercer
volumen de la obra de Marx, según Engels, estudia** "el tema más importante de todo
el libro"136[136]. Sin embargo, en su análisis de las consecuencias políticas del capital
financiero, "Hilferding va evidentemente más allá de la crítica de la economía política
de Marx en dirección a lo concreto"137[137]. Hilferding afirma, sin embargo, que el
concepto de capital financiero proporciona un puente entre lo abstracto y lo concreto,
entre el análisis que Marx hace del "capital" aparte de la competencia, el mercado
mundial y el Estado, y, por otra parte, los problemas estratégicos y tácticos de (por
ejemplo) la Socialdemocracia alemana. El capital financiero no es sólo "la última fase
del desarrollo capitalista", sino también "la expresión suprema y más abstracta" del
capital (p. 21)138[138].
Es decir, el capital financiero tiende a ser, en opinión de Hilferding, la expresión
concreta del concepto marxiano de "capital en general", el capital total que existe en
forma de una "multitud de capitales" representada en las empresas competidoras
individuales. En la medida en que la competencia da paso al monopolio y finalmente al
"capitalismo organizado" como un sistema total, tal y como decía Hilferding, los
múltiples capitales se combinaban en un capital social que era ahora tanto para sí como
en sí. "El resultado último de este proceso sería la formación de un cártel general. Toda
la producción capitalista estaría regulada conscientemente por un órgano único que
determinaría el volumen de la producción en todas las ramas de la industria [...] El
capital aparece ahora como un poder unitario que ejerce su dominio soberano sobre el
proceso de vida de la sociedad" (pp. 234-235). Esta identificación del capital financiero
como una forma "en la que todas las formas parciales del capital" --bancario, productivo
y comercial, y todas las ramas individuales de la producción-- "se unen dentro de una
sin embargo, no menciona la Bibliographie über Rudolph Hilferding (Tokyo, 1972, de Minoru Kurata, la
lista más completa hasta la fecha de las publicaciones y cartas de Hilferding.
136[136]
Engels, Prefacio a Marx: Capital, vol. III (Penguin, 1981), p. 94.
137[137]
Cora Stephan, "Geld- und Staatstheorie in Hilferding's 'Finanzkapital'", pp. 111-154, en H. G.
Backhouse et al., Gesellschaft, Beiträge zur Marxschen Theorie, 2 (Frankfurt, 1974), p. 13.
138[138]
Véase también la p. 176: "Considerado en abstracto, todo el capital social podría ser capital
bancario. Pues capital bancario, después de todo, sólo es capital que está a disposición de los bancos, y no
hay ninguna razón interna para que todo el capital no pueda pasar a través de los bancos".
totalidad" (pp. 234-235) es lo que permite que el argumento de Hilferding alcance desde
la descripción empírica de una fase particular del desarrollo capitalista hasta los
fundamentos más abstractos de la teoría de Marx: la teoría del dinero y su base, la teoría
laboral del valor.
Según Hilferding, lo que distingue a una sociedad de mercado de otra regulada
conscientemente (ya sea pre o post-capitalista) es la necesidad de transacciones de
intercambio para convertir la actividad productiva de sus componentes individuales en
una producción social. "El resultado de llevar a cabo todos los actos posibles de
intercambio en una sociedad así es lo que se habría conseguido en una sociedad
comunista, planeada conscientemente por una autoridad central, en particular, qué
producir, cuánto, dónde y por quién" (p. 28). La venta de un producto, su cambio por
dinero, demuestra que el trabajo que lo produjo era socialmente necesario. Son las
relaciones sociales entre productores lo que representan los valores de cambio
recíprocos de sus productos. En tal sistema, en fin, el dinero --una mercancía que sirve
para representar el valor de cambio de todas las demás mercancías en relación con ella-proporciona una forma física al valor (trabajo social) como tal. Así, "el dinero es una
relación social que se expresa en forma de objeto" (p. 37).
Hilferding nos recuerda que, como señalara Marx, la elaboración del proceso de
intercambio por mediación del dinero (de forma que una mercancía se cambia por
dinero que a su vez se cambia por una segunda mercancía) hace posible la separación en
el tiempo entre la venta y la compra. Los bienes pueden entregarse antes de que se
pague su precio; alternativamente, el precio puede adelantarse a la entrega. Con este
crédito nace específicamente el crédito comercial que extienden los vendedores
capitalistas a sus clientes, ya sea al por mayor o al detalle. Otra fuente de crédito se basa
en la circulación del capital productivo mismo. El capital es dinero que se usa para
hacer dinero. Para ello, debe trasformarse en medios de producción y en fuerza de
trabajo, que, una vez combinados, pueden crear un producto de valor mayor que sus
ingredientes, dado que el valor de la fuerza de trabajo es inferior al valor creado por el
trabajo en que esa fuerza se convierte. Cuando se vende el producto, se recupera la
suma adelantada inicialmente (si todo sale bien) además de un plusvalor que para el
capitalista es el beneficio. Parte del capital invertido en medios de producción puede
que no se recupere durante años, y puede que no se necesite hasta años después (por
ejemplo, las sumas invertidas en edificios y en maquinaria pesada). Mientras tanto, el
valor de este capital se acumula en forma de dinero. "Puesto que el dinero ocioso no
puede generar beneficio alguno, se intenta siempre evitar dicha ociosidad, y esta tarea
sólo la puede desempeñar el crédito, que adquiere así una nueva función" (p. 70). El
dinero se presta a capitalistas que pueden utilizarlo para producir nuevo plusvalor. Esto
tiene entonces que repartirse entre beneficio para el empresario prestatario y un interés
para el prestamista del dinero. La recogida de dinero por parte de quienes no lo van a
usar y su préstamo a los que pueden usarlo se convierte en una función de los bancos,
junto al manejo de las diferentes formas de instrumentos de crédito y de pago. El
sistema de sociedades por acciones, otro medio para la reunión de sumas de dinero
ocioso en sumas que puedan usarse para la inversión productiva, cae también bajo la
influencia, cuando no el control, de los bancos, que, a la vez que prestan dinero a los
especuladores en bolsa, manipulan la fluctuación de las acciones.
En esta descripción de las formas de crédito, Hilferding se hace eco ampliamente de la
discusión que hace Marx en el volumen III de El Capital. Lo que nuevo es la afirmación
de Hilferding de que en el estudio del "papel que desempeña el dinero en la circulación
del capital industrial [...] podemos encontrar el secreto de cómo los procesos de
circulación proveen al crédito capitalista con el poder de dominar finalmente todo el
proceso social" (p. 67). Y, de hecho, El Capital financiero difiere sorprendentemente de
su ancestro marxiano al enfocar exclusivamente hacia los fenómenos del proceso de
circulación --la transferencia de títulos de propiedad mediada por el dinero-- y
abstraerse por completo del proceso de producción. La idea central del libro es que,
puesto que el dinero es la representación de las relaciones sociales que constituyen el
sistema, el control del dinero, alcanzado por los bancos a través del control del crédito,
significa el control del sistema mismo. "Una vez que el sistema de crédito ha alcanzado
un cierto grado de desarrollo, la utilización del crédito por la empresa capitalista se
convierte en una necesidad que le impone la lucha competitiva" (p. 93). Las empresas se
hacen cada vez más dependientes de los bancos. La concentración y centralización del
capital aceleran, a la vez que se ven aceleradas, por esta tendencia, al convertirse los
bancos en organizadores y canales de estos procesos. Y puesto que esto lleva a la
formación de monopolios y cárteles, "la relación entre bancos e industria se hace
todavía más estrecha, y al mismo tiempo los bancos adquieren un control creciente
sobre el capital invertido en la industria" (p. 224). Este capital bancario transformado en
capital industrial es el capital financiero.
En esta teoría, como supo ver agudamente Rosa Luxemburgo, Hilferding "copia a
Marx; pero cada vez que va más allá de él, todo está equivocado"139[139]. A Hilferding se
le critica habitualmente por sobrevaluar el papel de los bancos en la formación y el
control del capital. El caso alemán no era, a este respecto, tan típico como él creía, y el
periodo posterior a la II Guerra Mundial ha sido testigo del incremento en la
importancia de autofinanciación empresarial. Estas críticas son justas en el nivel de
concreción que tienen muchos de estos argumentos. Pero en sí mismas no constituyen
una refutación de la teoría de Hilferding, ya que, como señala Bottomore, el papel
central desempeñado por los bancos en el desarrollo industrial llevó de hecho a una
integración del capital industrial y bancario en la que los financieros vinieron a ejercer
el papel principal. Desde este punto de vista, este núcleo es en realidad la visión de un
capitalismo cartelizado en el que el Estado desempeña un papel económico central, una
visión que perdura hoy en día en las concepciones de "capital monopolista" y del
"capitalismo monopolista de Estado"140[140].
Hilferding detalló esta concepción y sus consecuencias políticas, 15 años después de la
publicación de El Capital financiero, en un discurso sobre "las tareas de la
socialdemocracia en la República" ante el congreso del Partido Socialdemócrata
celebrado en Kiel. Este discurso muestra que la fe de Hilferding en la capacidad del
capitalismo para organizarse y autorregularse había sobrevivido a la I Guerra Mundial y
a los cambios sociales, políticos y económicos que trajo consigo. Hilferding defendía la
participación en el proceso democrático, en oposición a quienes defendían la urgencia
de que la izquierda alemana se preparase para la crisis económica y política y para la
lucha extraparlamentaria contra los nazis. Su argumento se basaba en la idea de que el
139[139]
Citado en Internationales, 7:5 (1924), p. 379.
De hecho, la teoría de Hilferding es el precedente directo de la teoría del capitalismo monopolista
de Estado. La teoría del capital monopolista de Baran y Sweezy se anticipa de forma sorprendente en el
libro de Hilferding: "La cartelización proporciona beneficios extraordinarios excepcionalmente grandes
[...] Pero al mismo tiempo, los cárteles tienden a hacer más lentas las inversiones [...] Esta contradicción
exige una solución, que se encuentra en la exportación de capital" (pp. 233-234).
140[140]
sistema capitalista no sólo no muestra ninguna tendencia inherente a la crisis económica
o política, sino que se había transformado en una "economía organizada" mantenida
conscientemente en equilibrio por medio de la regulación estatal. Por supuesto, "el
capitalismo organizado significa en realidad a sustitución del principio capitalista de la
libre competencia por el principio socialista de la producción planeada. Esta economía
planeada, dirigida conscientemente, refuerza poderosamente la posibilidad de un
desarrollo de la economía consciente, que no significa otra cosa que la intervención en
ella de la única organización que posee a la vez conciencia y poder de obligar, es decir,
intervención del Estado"141[141].
Este nuevo estado de cosas se manifestaba también en el plano tecnológico, en el
desarrollo de productos sintéticos, lo que convertía en risible la idea de una guerra
mundial llevada a cabo por medio de materiales como el petróleo. En cualquier caso, la
internacionalización de los cárteles eliminaba la competencia entre las economía
nacionales. En El capital financiero, Hilferding ya había escrito que con este desarrollo
del capitalismo "los periodos de prosperidad del capitalismo se hacen más largos, y más
cortas las crisis" (p. 343); la crisis monetaria es algo que pertenece al pasado, de forma
que las recesiones no suponen "ninguna carrera hacia los bancos ni retiradas masivas de
depósitos" (p. 291). En Kiel, afirmó que "por primera vez desde la guerra hemos
entrado en una onda expansiva general, en particular en el caso de Alemania"142[142].
Este discurso lo pronunció en 1927: dos años antes del crash que dio paso a la Gran
Depresión y a la nueva guerra mundial.
¿Cómo se las arregló Hilferding para estar tan, tan equivocado?143[143] Una primera
respuesta se encuentra ya en la superficie de su libro: las conclusiones de Hilferding no
se derivan de su argumentación y de la evidencia que presenta a su favor. Lo que en
realidad demuestra, siguiendo a Marx, es que el crédito es esencial para el
funcionamiento del sistema capitalista; que el capital social, con su interrelación de
capital bancario, industrial y comercial, tiende a la concentración y a la centralización, a
escala internacional igual que a escala nacional, y que la competencia produce un
empuje hacia posiciones monopolistas y hacia la formación de trusts y cárteles. De esto,
sin embargo, no se sigue la conclusión de que existe un proceso continuo de formación
de un "cártel general" y una economía regulada centralmente.
141[141]
Sozialdemokratischer Parteitag 1927 in Kiel. Protokoll (Berlín, 1927), p. 168.
Ibid., pp. 165 ff.
143[143]
En opinión de Bottomore, "si adoptamos una perspectiva de más largo plazo y consideramos todo
el periodo desde los años 20 a los 70, me parece que la teoría de Hilferding debería tenerse por
sustancialmente correcta", ya que "el principal resultado de la crisis" de los 30 "fue la promoción de un
mayor crecimiento de la intervención del Estado que, como en el caso del New Deal de Roosevelt, ayudó
a 'salvar el capitalismo', a crear las condiciones en las que fue capaz de retomar un crecimiento rápido a
partir de 1945 y a hacer posible el desarrollo de 'Estados del bienestar' y 'economías mixtas'" (p. 15). Un
periodo de 50 años que incluye 20 años de depresión y guerra mundial difícilmente pueden describirse
como una era de 'capitalismo organizado'. El New Deal de Roosevelt no tuvo éxito en la superación de la
crisis, que dio paso tan sólo a una reestructuración del capital llevada a cabo por la guerra. Las
reivindicaciones keynesianas de haber "salvado el capitalismo" no son ya convincentes, pues la rápida
vuelta a la crisis ha traído consigo un estancamiento universal, inflación, una dura competencia
económica internacional y el desmantelamiento del Estado del bienestar. La economía mixta aparece
ahora no como u medio de superar la anarquía del capitalismo, sino como un signo de hasta qué grado el
sistema de mercado ha dejado de funcionar, sin dar paso a una nueva forma de economía. Cf., por
ejemplo, Paul Mattick: Economic Crisis and Crisis Theory (White Plains, 1981), capítulo 4. (El capítulo 3
contiene una crítica iluminadora de El capital financiero).
142[142]
Un paso crucial en la argumentación es la idea de que "hay una tendencia creciente a
eliminar la competencia entre los propios bancos y, por otra parte, a que se concentre
todo el capital en forma de capital monetario [...] Si esta tendencia continuara,
concluiría finalmente en el establecimiento del control de un solo banco o grupo de
bancos sobre el conjunto del capital monetario (y, por tanto), sobre la producción social
en su conjunto" (p. 180)144[144].
Pero no se ofrece evidencia alguna que apoye esta afirmación. Por supuesto, Hilferding
dice en otro lugar que "los cárteles no tienen poder para alterar la competencia entre los
capitales por las esferas de inversión" (p. 296). Argumenta que el "principio profesional
bancario de la máxima seguridad hace que los bancos aborrezcan de forma inherente la
competencia" (p. 179). Pero señala también que la voluntad de eliminar la competencia,
si existiera, no es suficiente para conseguirlo: "así, aparece una contradicción: la
restricción de la competencia puede conseguirse más fácilmente cuando menos se
necesita, en especial en periodos de prosperidad, porque el acuerdo entre los
productores sólo es entonces la culminación de una situación de hecho. Inversamente,
durante una depresión, cuando la restricción de la competencia es más esencial, se hace
extremadamente difícil llegar a ningún acuerdo. Esto explica el hecho de que los
cárteles se lleven a cabo más fácilmente en periodos de prosperidad [...] pero se hundan
durante una depresión, a menos que estén organizados de una forma muy estricta" (p.
193).
Esta "contradicción" puede exponerse de forma más general: la tendencia al
"capitalismo organizado" y a la superación de la anarquía del mercado competitivo está
limitada por el grado en que se supera la tendencia a la crisis. Con relación a esta
cuestión, Hilferding parece darle la vuelta a su propio argumento, al afirmar que "la
anarquía de la producción no se suprime mediante la reducción del número de unidades
individuales y simultáneamente aumentando su fuerza y eficacia [...] La producción
planificada y la producción anárquica no están en oposición cuantitativa de forma que
añadiendo cada vez más "planificación", la organización consciente nacerá a partir de la
anarquía [...] Esperar la abolición de las crisis de los cárteles individuales muestra tan
sólo falta de penetración suficiente en las causas de las crisis y en la estructura del
sistema capitalista" (pp. 286-287).
Aquí el argumento de Hilferding se expone en términos muy curiosos, que, sin
embargo, no vienen acompañados de una explicación. Un cártel general tal que aboliera
las crisis, dice, "puede concebirse económicamente", pero es imposible "en términos
sociales y políticos" porque intensificaría el conflicto de clases y de sus intereses en
estos términos hasta límites extremos (p. 297).
Lo que expresa la segunda parte de esta idea se puede ver en el pasaje en el que
Hilferding describe la tendencia a la formación del cártel general. Un resultado de este
hecho sería que una propiedad tan concentrada aparecería "en oposición directa a la
masa de quienes no poseen ningún capital". El problema de las relaciones de propiedad
alcanzaría así "su expresión más clara, inequívoca y aguda al mismo tiempo que el
desarrollo del propio capital financiero está resolviendo con más éxito el problema de la
organización de la economía social" (p. 235). Como deja claro en el último capítulo de
144[144]
De hecho, Hilferding parece haber creído que esto había ocurrido ya, al menos en Alemania, pues
afirma que "incluso hoy, la toma de posesión de seis grandes bancos de Berlín significaría la toma de
posesión de las esferas más importantes de la industria a gran escala" (p. 368).
su libro, incluso la tendencia hacia una situación de este tipo puede esperarse que
conduzca a que las organizaciones políticas de la clase obrera y la toma del poder del
Estado por sus representantes políticos. El cártel general, en otras palabras, será evitado
por una revolución antes de que su formación permita la completa organización de la
economía mundial y la abolición de las crisis. La idea está expresada también en la
famosa fórmula de que el colapso que conduzca a la victoria socialista "será político y
social, no económico, pues la idea de un derrumbe puramente económico no tiene
sentido" (p. 366).
La crisis económica es entonces una necesidad para el sistema sólo en la medida en que
su grado remanente de anarquía no se supere, y el límite lo establece la lucha política
del proletariado para tomar el control, por la toma del poder del Estado, del mecanismo
mismo de planificación diseñado por el capital financiero para sus propios objetivos de
regulación social145[145]. La crisis económica es en último término un problema político
y social, y no económico. Para entender esta idea, debemos profundizar en la teoría
hilferdinguiana de la crisis, expuesta en una larga sección de El capital financiero.
Esto nos lleva a un nivel superior de dificultad teórica, ya que su análisis de la crisis
resulta consistir en dos teorías diferentes y finalmente incompatibles. Hilferding es
generalmente considerado como un teórico de las crisis de "desproporcionalidad", y éste
es el enfoque del que parte su análisis. En esto, Hilferding seguía el argumento de
Tugan-Baranowsky basado en los esquemas de reproducción del volumen II de El
Capital. Marx usa estos esquemas --que, en opinión de Hilferding, son "desde el punto
de vista del razonamiento económico puro, los (análisis) más brillantes de toda esta
notable obra" (p. 243)-- para demostrar que la reproducción del sistema requiere el
mantenimiento de ciertas proporciones entre la parte de la economía que produce bienes
de consumo y la que produce bienes de producción, de forma que la primera abastece a
los trabajadores, y la segunda a los capitalistas, de ambos sectores. Puesto que éste es un
sistema productor de mercancías, las cantidades de cada tipo de bien deben ser correctas
no sólo en relación con los valores de uso implicados --medios de producción y de
consumo-- sino también con respecto a sus valores. Por tanto, las "complicadas
relaciones de proporcionalidad que deben existir en la producción" dependen para su
mantenimiento de la estructura de precios que liga a estos sectores y a todas las
empresas en un mismo sistema. Puesto que los esquemas de Marx, según Hilferding,
muestran "que en la producción capitalista, tanto la reproducción simple como la
ampliada pueden continuar sin interrupción en tanto se mantengan las proporciones
(necesarias)", las causas de la crisis deben buscarse en la(s) "distorsión(es) de la
estructura de precios que impiden que los precios den una indicación adecuada de las
necesidades de la producción" (pp. 256-257).
Es en la explicación de esas distorsiones de la estructura de precios cuando Hilferding
evoca una explicación de la crisis completamente diferente, la tendencia decreciente de
la tasa de ganancia, que se debe en la teoría de Marx a la contribución decreciente del
trabajo vivo en el proceso de producción: "Una crisis significa una caída de las ventas.
En la sociedad capitalista esto presupone el cese de la nueva inversión capitalista, lo que
presupone a su vez una caída de la tasa de ganancia. Este descenso de la tasa de
145[145]
En palabras del discurso de 1927: "Esto significa exactamente que nuestra generación tiene
planteada la tarea de transformar, con ayuda del Estado, con la ayuda del regulador social consciente, esta
economía organizada y dirigida por capitalistas en una economía dirigida por el Estado democrático. Se
sigue de esto que el problema que se plantea a nuestra generación no es ni puede ser otro que el del
socialismo" (Sozialdemokratischer Parteitag, p. 169).
ganancia es producido por el cambio en la composición orgánica del capital, que ha
tenido lugar como consecuencia de la inversión de capital nuevo. Una crisis es
simplemente el punto en el que la tasa de ganancia comienza a descender" (p. 256).
Durante un periodo de prosperidad, las empresas suben sus precios, sin preocuparse por
las relaciones de valor entre ellos, porque pueden, dadas sus condiciones de producción
y control del mercado; en la recesión, los tienen que bajar, por necesidad, o los
mantienen si pueden. Es este cambio en la estructura de precios lo que perturba las
relaciones de proporcionalidad necesarias entre las ramas de la producción. "Estas
perturbaciones [...] conducen finalmente al hundimiento de las ventas" (p. 266), y a la
ruptura del proceso de reproducción.
Así, en opinión de Hilferding, no se trata de dos teorías diferentes de la crisis sino partes
complementarias de una misma explicación. Un descenso de la tasa de ganancia es
según él una "causa" de crisis, en tanto que las desproporcionalidades derivadas del
carácter anárquico de las relaciones de mercado proporcionan las "condiciones
generales" en las que opera esa causa. Sin esas condiciones generales, el efecto de la
creciente composición del capital sería un ciclo económico, pero un ciclo que
continuaría sin la perturbación de las relaciones de mercado a la que llamamos "crisis".
Ésta es la razón de que la eliminación de la crisis por medio de un cártel general sea
"concebible económicamente".
Esta posición tiene extrañas consecuencias. Por una parte, se nos dice que hay una
tendencia decreciente de la tasa de ganancia, que da lugar a un frenazo de la
acumulación. Por otra parte, esto se describe simplemente como el mecanismo por
medio del cual "se manifiestan a través de la competencia" las tendencias a la
interrupción de las relaciones proporcionales entre las ramas de la producción, pues los
precios se fijan de forma que "si la producción se lleva a cabo en proporciones
adecuadas", como se supone que los esquemas de reproducción de Marx han
demostrado que es posible, "esas relaciones no necesitan cambiar y no tiene por qué
ocurrir interrupción alguna" (p. 261). Con esto queda clara la dificultad que hay en la
posición de Hilferding. Según la teoría de la tendencia decreciente de la tasa de
ganancia expuesta en El Capital, la acumulación tiene que derrumbarse periódicamente,
siendo cada recuperación el preludio de un futuro colapso. Por otra parte, según la
interpretación de los esquemas de reproducción que hace Hilferding, éstos demuestran
que la reproducción ampliada, o acumulación, "puede continuar sin interrupción" en
tanto se mantengan las proporciones requeridas entre las ramas de la producción. Si la
primera teoría es correcta, la segunda tiene que estar equivocada: la acumulación no
puede seguir continuamente si la tasa de ganancia cae. Por supuesto, según Marx, es el
proceso económico básico de la acumulación misma, y no la anarquía del mercado, lo
que produce la tendencia al desequilibrio en las relaciones entre las empresas que
forman la economía social146[146].
Esta autocontradicción teórica no está en Marx. Marx deja muy claro que los esquemas
del volumen II no tienen nada que ver con la cuestión de la posibilidad de una
acumulación equilibrada. No pueden ilustrar las condiciones de equilibrio en el sentido,
146[146]
"La devaluación periódica del capital existente, que es un medio inmanente al modo capitalista de
producción, para retrasar la caída de la tasa de ganancia y acelerar la acumulación del valor del capital
mediante la formación de nuevo capital, perturba las condiciones dadas en las que tiene lugar el proceso
de circulación y reproducción del capital, y viene acompañada, por consiguiente, por frenazos súbitos y
crisis en el proceso de producción" (Marx, op. cit., p. 258).
por ejemplo, de la moderna teoría del crecimiento, ya que para Marx no hay tendencia
al equilibrio en el capitalismo. Su papel es, más bien, demostrar que los fenómenos del
mercado (o de la circulación) pueden subsumirse en los fenómenos de la producción:
que la expansión de la demanda y su división entre demanda de bienes de consumo y
demanda de bienes de producción está determinada por la pauta de desarrollo de la
acumulación.
Hilferding no es, por supuesto, el único en malinterpretar los esquemas de reproducción.
Rosa Luxemburgo no es más que un nombre distinguido dentro de una larga lista al
respecto. Casi toda la discusión de la solución de Marx al "problema de la
transformación", siguiendo el trabajo de Bortkiewicz, se basa en ese error147[147]. Error
que sigue vivito y coleando a pesar de que ya Grossmann expuso el error en 1932148[148].
Radica en último término en la asimilación de la teoría presentada en El Capital con las
teorías del equilibrio de la economía post-clásica. Así, los esquemas se toman por una
expresión de lo que para Marx es una contradictio in terminis: "las condiciones de
equilibrio del proceso capitalista de acumulación" (p. 248). Igualmente, la teoría del
valor de Marx se toma por una teoría de los precios de equilibrio, a pesar de que Marx
asimila el funcionamiento de la ley del valor al de la ley de la gravedad "cuando la casa
de alguien se le cae encima a éste"149[149]. Y de hecho el problema de la teoría de la
crisis de Hilferding tiene sus raíces en la falta de comprensión de la teoría del valor.
El extravío de Hilferding respecto del enfoque de Marx puede observarse en su análisis
del giro desde la prosperidad a la depresión. "Cada ciclo industrial comienza con una
expansión de la producción [...] que puede atribuirse en general a la apertura de nuevos
mercados, el establecimiento de nuevas ramas de producción, la introducción de nueva
tecnología y la expansión de las necesidades que resulta del crecimiento de la
población. Al crecer la demanda, los precios y los beneficios crecen [...] el proceso se
hace general en la medida en que cada rama de la industria crea una demanda para la
producción de otras industrias" (p. 258).
Sin embargo, este movimiento de expansión es contrarrestado por la tendencia
decreciente de la tasa de ganancia, intensificada por los aumentos en el precio de la
fuerza de trabajo, al estrecharse el mercado de trabajo, y en el tipo de interés.
"Comienza una crisis en el momento en que las tendencias hacia el descenso de la tasa
de ganancia [...] prevalecen sobre las tendencias que han generado los incrementos de
precios y beneficios, como resultado de una demanda creciente" (p. 261). Igualmente,
"se necesitan dos condiciones para que vuelva la prosperidad: en primer lugar, la
restauración de la proporcionalidad, que es necesaria para que la depresión termine; y
[...] en segundo lugar, una expansión de la producción, sin la cual no puede haber
prosperidad" (p. 297). Tomemos la segunda de ellas como una simple tautología, pues
Hilferding escribe al respecto: una vez que se supera la desproporcionalidad, la
prosperidad puede "estar en camino tan pronto como innovaciones técnicas o nuevos
mercados generen una demanda incrementada" (p. 298).
147[147]
Véase mi "Some comments on the value-price problem", pp. 725-781, en Économies et Sociétés
(Cahiers de l'ISMEA), 15:6-7 (1981).
148[148]
Véase H. Grossmann, "Die Wert-Preis Transformation bei Marx und das Krisenproblem", pp. 5584, en Zeitschrift für Sozialforschung, 1:1 (1932).
149[149]
El Capital, vol. I (Penguin, 1976), p. 168.
Tomando la distinción entre "fin de la depresión" y "prosperidad" como algo que se
corresponde (no puede encontrarse otro sentido a esto) con la distinción entre
condiciones y causas de la crisis (o de la recuperación), tenemos aquí una imagen de
una expansión de la producción puesta en marcha por un aumento de los beneficios que
se debe a una expansión de la demanda. Pero ¿cuál es la fuente de esta demanda?
Como demuestra Marx en esos esquemas del volumen II, un incremento de la demanda
significa exactamente un incremento en la inversión --ya sea en fuerza de trabajo, lo que
proporciona un mercado para los bienes de consumo, ya sea en medios de producción,
que ofrece un mercado para la nueva tecnología, así como para la renovación de la
antigua150[150]. Pero esto no es sino la reproducción ampliada o acumulación misma. Si
la crisis que pone fin a la anterior prosperidad fue provocada por una insuficiencia de
beneficios para la acumulación, el nuevo ciclo no puede comenzar hasta que se
restablezca un nivel suficiente de rentabilidad. Es decir, ¡la tasa de ganancia debe haber
aumentado para que existan los fenómenos a los que Hilferding liga este incremento!
Las "tendencias hacia una tasa descendente de beneficios" y las "tendencias" que
provocan "incrementos en precios y en beneficios, como resultado de una demanda
creciente", que para Hilferding están en conflicto entre sí, sólo pueden ser cosas
idénticas. No lo son, en opinión de Hilferding, porque él considera la expansión de la
demanda, la introducción de nueva tecnología e incluso la "expansión de las
necesidades que resultan del crecimiento de la población" (como si las necesidades de la
población existente se hubieran satisfecho durante el periodo de depresión) como
factores independientes de, y yuxtapuestos a, la determinación de la tasa de ganancia
por la ley del valor151[151].
Para Marx, el mismo mecanismo, el movimiento de la tasa de ganancia con la
cambiante composición del capital, explica la depresión y la prosperidad. En forma de
quiebras y venta forzada de activos, de hundimientos en los precios de los activos
financieros y de insolvencias bancarias, el capital se devalúa. Con ello, la composición
150[150]
Dejo de lado el aumento en el consumo de los capitalistas. Esto depende en cualquier caso de los
beneficios.
151[151]
En esto, Hilferding se anticipó al intento reciente de Ernest Mandel de combinar tres teorías de la
crisis incompatibles --incluida la de Hilferding--, lo que aquél llama explicación "monocausal" de la crisis
en relación con las desproporcionalidades, el subconsumo y la tendencia decreciente de la tasa de
ganancia. Su combinación de las tres explicaciones en una "teoría correcta de la crisis capitalista",
equivale, sin embargo, a poco más que el reconocimiento de que la economía, en su curso cíclico, muestra
tanto desproporcionalidad en la inversión en los dos departamentos de producción como sobreproducción
de bienes de consumo en relación con la demanda efectiva, mientras que "la ley de la tendencia
decreciente de la tasa de ganancia es [...] una ilustración del mecanismo básico del ciclo industrial en
cuanto tal". Por supuesto, sólo una de estas tres explicaciones puede ser "básica", pero entonces no tiene
sentido describir esto como una "explicación multicausal de la crisis capitalista". Cometiendo el mismo
error que Hilferding, la violación de la distinción entre niveles de explicación, Mandel es aparentemente
inconsciente de que se dirige hacia un eclecticismo aun mayor, pues quiere combinar la teoría de
Hilferding con la tendencia decreciente de la tasa de ganancia, ¡cuando la de este autor ya la incluye! Pero
Mandel no es tan pedante como para preocuparse por la exactitud de su representación de las teorías de
los demás o por el razonamiento lógico. Tras haber atacado la teoría de la tendencia decreciente de la tasa
de ganancia por ser "un arma ideológica diseñada para imponer la carga de la crisis sobre la clase
trabajadora", suponiendo que un descenso de los salarios, al contribuir a mejorar la rentabilidad, ayudará
a superar la crisis --como si el desagrado que provoque una teoría significara su falsedad--, acepta la
misma conclusión él también unas páginas más abajo, junto al argumento de la tasa decreciente de
ganancia ("un corte en los salarios reales [...] conduce a posteriores aumentos en la tasa de ganancia").
Por supuesto, negar esto le obligaría a elegir entre la Scila de contradecir el texto que está introduciendo
(cf. El Capital, vol. III, p. 305) y la Caribdis de colocar a Marx entre los "defensores reformistas de la
colaboración de clases" (Introducción a El Capital, vol. III, pp. 38-53).
orgánica del capital cae y la rentabilidad aumenta hasta el punto en que la acumulación
se hace de nuevo posible. Así, la crisis es ella misma una solución al problema de la
rentabilidad decreciente. Pero al igual que las relaciones de valor entre mercancías sólo
son visibles bajo la forma de precios (que en la concepción de Marx tienen que diferir
de los valores), los movimientos de la tasa de ganancia sólo se manifiestan en forma de
contracciones y expansiones de los mercados de bienes a precios rentables. Lo que ha
hecho Hilferding, en la práctica, es confundir dos niveles de descripción del proceso del
ciclo económico: el nivel teórico del valor y el nivel empírico de los fenómenos de
precio. El primero, si tiene algún sentido, debe explicar el último; los fenómenos de
valor y precio no pueden interactuar. Si la tasa de ganancia ha disminuido debido a un
alza de la composición orgánica del capital, no puede elevarse por "una expansión de la
producción" que requiere a su vez un descenso de la composición.
El problema con la teoría de la crisis de Hilferding no es, por consiguiente, tanto su
divergencia respecto de las opiniones de Marx, algo contra lo que no se puede objetar
en principio. El problema estriba en que Hilferding intenta combinar el análisis de Marx
en términos de la teoría laboral del valor con un análisis en términos de las categorías
burguesas de "demanda", "innovación", etc. Representa el suyo --y aquí se alcanza el
nivel más profundo de la confusión teórica de Hilferding-- un intento de combinar
economía política con su crítica, un primer gran esfuerzo para producir ese (hoy)
corriente, aunque oximorónico**, híbrido llamado "economía marxista". Por supuesto,
Hilferding comienza El capital financiero reclamando un sitio "en el sistema teórico de
la economía política clásica que comienza con William Petty y encuentra su máxima
expresión en Marx" (p. 21). En su crítica a Böhm-Bawerk, Hilferding había atacado la
nueva teoría marginalista por su abandono de la tradición clásica, y localizado en la
teoría marxiana del valor-trabajo la ampliamente buscada teoría general de la economía
, aplicable en principio a cualquier sistema social, aunque desarrollada por Marx para el
caso especial del capitalismo.
La propia visión de Marx sobre la cuestión era muy diferente. De la misma forma en
que creía imposible una teoría general de la historia, que también le quiere adjudicar
Hilferding (p. 23), Marx creía también en el sinsentido de una teoría económica en el
sentido clásico más allá de los límites del capitalismo. Es por esta razón por lo que El
Capital se escribió, no como una contribución a la economía política, sino a su crítica.
La ilusión de la economía política clásica (mantenido también en la post-clásica)
consistía precisamente en creer que categorías específicas de la sociedad moderna -trabajo, capital, valor-- podían usarse para formular leyes válidas para todos los
sistemas sociales, algo que Marx quería refutar.
Sin embargo, para Hilferding, lo que es peculiar al capitalismo no son las leyes de la
economía, sino su expresión indirecta en las relaciones de intercambio entre bienes en
el mercado. (su posición es por tanto similar a las de los neomarxistas modernos que
ven las relaciones económicas como uno entre tantos conjuntos de relaciones que
constituyen conjuntamente las relaciones sociales como un todo.) La concepción de
Hilferding se hace más clara si recordamos su comparación del resultado de los actos de
intercambio en una sociedad de mercado con las decisiones de las autoridades centrales
en un sistema conscientemente planificado. En el segundo caso, las relaciones de
producción que ligan a los miembros de la sociedad, como productores y como
consumidores, "se manifiestan directamente como relaciones sociales, y las relaciones
económicas entre individuos pueden interpretarse como determinadas [...] por acuerdos
sociales" (p. 27). En el primer caso, por el contrario, las relaciones sociales que unen a
los miembros de la sociedad son "indirectas": se establecen a través del cambio de
mercancías mediado por el dinero. Es esto lo que da a la teoría económica un papel
especial en el análisis del capitalismo: "descubrir la ley que gobierna este tipo de
intercambios y regula el curso de la producción en una sociedad productora de
mercancías, tal como las leyes, decretos y directivas de las autoridades regulan la
producción en una sociedad socialista" (p. 28). Esto no significa que la economía se
limite al estudio del sistema de mercado y que no tenga sentido para el socialismo, ya
que la diferencia entre los dos sistemas es sólo "que en una sociedad productora de
mercancías, la ley económica no se impone directamente sobre la producción por las
elaboraciones de la inteligencia humana, sino que opera a la manera de una ley natural"
(pp. 366-367). El problema económico, definido por Hilferding como se hace
generalmente en la economía burguesa --"en concreto, revelar la interdependencia
funcional de las acciones económicas que hacen posible la vida social" (p. 406, nota
18)-- debe resolverse en todos los sistemas152[152]. En el socialismo, se resolverá de
forma consciente y directa; en el capitalismo, se resuelve de forma mecánica e indirecta,
por el intercambio de bienes en el mercado.
Si los mecanismos de mercado representan por tanto el dominio de la economía en la
sociedad moderna, su específico carácter social como sistema capitalista lo identifica
Hilferding en la separación institucional entre producción y consumo, que orienta la
producción hacia los beneficios más que a la satisfacción de las necesidades. La
búsqueda de ganancia se considera, por tanto, como un elemento no económico. Ya que
en la "necesidad que tiene el capital existente [...] de lograr una cierta tasa de ganancia"
la "expansión de la producción se topa con una barrera puramente social, que se origina
en, y es específica de, esta estructura social" (p. 241, cursivas añadidas). Hilferding
adscribe a estos rasgos de la estructura social del capitalismo, más que a la operación de
las leyes económicas, la tendencia a la crisis del capitalismo. "La posibilidad de crisis
está implícita en la producción no regulada, es decir, en la producción mercantil en
general, pero sólo se hace una posibilidad real en un sistema de producción no regulada
que elimine la relación directa entre producción y consumo que caracteriza a todas las
demás formaciones sociales, e interpone entre producción y consumo [...] el requisito de
que el capital se valorice a una determinada tasa" (p. 241).
Esta idea explica la concepción de la crisis como económicamente no necesaria, aunque
la imponga la estructura social del capitalismo, y también la concepción que tiene
Hilferding de la relación entre capital financiero y el futuro socialista.
El crecimiento de la cartelización, que implica la subordinación de las relaciones de
mercado a la planificación consciente, representa una tendencia hacia la sustitución de
las relaciones sociales indirectas por las directas. Esta tendencia la descubre Hilferding
en el carácter social de las transacciones crediticias, la base del capital financiero
mismo: "aquí la relación económica material está acompañada siempre de una relación
personal, que aparece como una relación directa entre miembros de la sociedad [...], en
particular, lo que se llama normalmente un 'trust'. En este sentido, un sistema de crédito
completamente desarrollado es la antítesis del capitalismo y representa organización y
control como algo opuesto a la anarquía" (p. 180).
152[152]
Cf. P. 421, nota 4, donde Hilferding critica a Tugan-Baranowsky por "tomar en cuenta tan sólo las
categorías económicas de la producción capitalista", y pasar por alto al mismo tiempo "las condiciones
naturales de producción que son comunes a todos los sistemas de producción".
Sin duda, los directores del Banco Ambrosiano se sonreirían ante la ingenuidad de un
joven doctor socialista que escribía estas palabras; en cualquier caso, el principio de
honor entre ladrones difícilmente puede elevarse al estatus de una planificación
socialista embrionaria. La misma idea puede encontrarse, sin embargo, en la concepción
de Hilferding sobre el dinero, sobre la que construye su teoría del crédito y de las
finanzas, como una "relación social que se expresa en forma de un objeto"153[153].
En opinión de Marx, la razón de la imposibilidad de una teoría general de la economía
es que las categorías económicas no son meras representaciones de las relaciones
sociales en el capitalismo, sino que vienen exigidas por el funcionamiento del sistema.
Mientras que la crítica de la economía política puede explicar que el dinero sirve como
una representación del trabajo social en abstracto, este trabajo abstracto sólo tiene
existencia real gracias al intercambio efectivo de bienes y servicios a través del dinero.
Por supuesto, el trabajo individual puede integrarse en el trabajo social por otras vías:
"directamente", como dice Hilferding. Pero entonces el trabajo social deja de tener el
carácter específico que tiene bajo el capitalismo: se pierde la diferencia específica de la
producción capitalista. El "trabajo abstracto" que es la sustancia del valor no se
construye conceptualmente mediante abstracción de las propiedades de los trabajos
concretos, sino realmente a través del intercambio de productos en el mercado.
Para Hilferding, por el contrario, no hay razón alguna en principio para que la relación
social representada por el dinero no pueda expresarse directamente. El aspecto social
del dinero --su calidad de ser el equivalente de valor de una mercancía-- encuentra su
expresión tangible en la sustancia que se usa como dinero, por ejemplo, el oro. Pero
también puede expresarse directamente a través de la regulación social consciente, y en
particular, puesto que el estado es el órgano consciente de la sociedad productora de
mercancías, por la regulación estatal. Por consiguiente, el Estado puede designar
cualquier símbolo --por ejemplo, una pieza de papel convenientemente etiquetada-como representante del dinero, un símbolo del dinero (p. 38). Es decir, con el papel
moneda, "una relación social conscientemente regulada puede ocupar el lugar de una
relación que se expresa a través de un objeto" (p. 38).
Este potencial se realiza, según Hilferding, con el desarrollo del capital financiero. Al
poseer los bancos el control de la oferta de crédito esencial para el funcionamiento de la
industria a gran escala, todo el capital tiende a concentrarse en forma de capital
monetario, puesto a disposición de los productores sólo a través de la banca. "Si esta
tendencia continuara, resultaría finalmente que un único banco o grupo de bancos
controlaría todo el capital monetario" y, por tanto, "toda la producción social en su
conjunto" (p. 180). Éste sería el sistema del cártel general en el que "toda la producción
capitalista estaría [...] regulada conscientemente por un órgano único que determinaría
el volumen de la producción en todas las ramas de la industria". En este sistema, al
regularse la producción de forma directa y consciente, en vez de indirectamente a través
del sistema de precios de mercado, "la ilusión del valor objetivo de la mercancía
desaparecería junto con la anarquía de la producción, y el dinero dejaría de existir" (p.
234). De hecho, la imposibilidad de este apoteosis del capital financiero es
consecuencia directa de la transparencia de las relaciones sociales, que dejaría de estar
ocultas tras el cuerpo material del dinero: en el cártel general, "la propiedad,
153[153]
Tomo esta observación de Cora Stephan, op. cit.
concentrada y centralizada en manos de unos pocos grupos capitalistas gigantes,
aparece en oposición directa a la masa de quienes no poseen ningún capital. El
problema de las relaciones de propiedad alcanza así su expresión más clara, inequívoca
y aguda, al mismo tiempo que el desarrollo del capital financiero mismo está
resolviendo con más éxito el problema de la organización de la economía social" (p.
235).
La barrera a la formación del cártel general no es, por tanto, política; al igual que no hay
necesidad económica de crisis, o que "la idea de un derrumbe puramente económico no
tiene sentido" (p. 366), así también existe una transformación de la forma, pero no del
contenido económico, en la transición del capitalismo competitivo al capitalismo
organizado. Se trata sólo de que la regulación indirecta de la producción por el mercado
es sustituida por la regulación directa por parte del capital financiero. Esto elimina la
anarquía de la producción; sin embargo, sigue existiendo la relación de propiedad entre
los propietarios del capital y los trabajadores que explotan, y es a la supresión de esta
relación, incorporada en la búsqueda de beneficios, hacia lo que debe dirigirse el
movimiento socialista en cuanto tal.
Hilferding no distingue entre los rasgos sociopolíticos y económicos en las diferentes
instancias en que aborda la cuestión de la legislación bancaria nacional. El control de la
circulación de dinero y de crédito, dice, afecta a la sociedad entera; por tanto, "nacerá
una demanda para que sea el Estado quien se ocupe de esta tarea". Esto amenaza a los
intereses privados, centrados en la rentabilidad de las empresas privadas. Sin embargo,
"el carácter social de esta tarea hace absolutamente indispensable la eliminación o la
restricción radical del objetivo de ganancia" (p. 387, nota 7). Se analiza el objetivo de la
ganancia como algo externo al funcionamiento del sistema social, al igual que se
identifica siempre como un problema "distributivo" más que relativo a la producción (p.
234). Por esta razón, Hilferding describe la sociedad regulada por la ley de valor en
términos smithianos, como aquella en la que "sus miembros son propietarios
individuales obligados por el desarrollo de la división del trabajo a comerciar con los
demás" (p. 27). Por el contrario, para Marx, la producción mercantil generalizada y las
leyes que le corresponden aparecen sólo con el desarrollo del capitalismo. Es la
separación de los productores de riqueza social respecto de sus medios de producción lo
que transforma sus trabajos en trabajo social abstracto, que es la substancia del valor. La
generalización de la forma mercantil del producto de trabajo y la transformación del
trabajo en trabajo asalariado son el mismo proceso. Hilferding reconoce que "sólo la
producción capitalista generaliza la producción mercantil" (p. 240), pero no extrae de
ello la consecuencia de que la forma mercantil sólo puede entenderse de forma completa
en términos de la relación capital-trabajo. Esto hace posible que pueda ver la
transformación del capitalismo en socialismo como algo que sólo afecta a la supresión
del dominio social y político de los capitalistas, sin la abolición del sistema económico
mismo. Las leyes de la economía seguirán vigentes, lo mismo que la continuidad de la
validez de las leyes naturales hace posible la tecnología científica: "la sociedad entera
[...] subordinará finalmente la economía a sí misma, igual que ha sido capaz de someter
siempre a la naturaleza, una vez descubiertas las leyes de movimiento del mundo
natural" (p. 367). Lo que antaño se realizaba de forma indirecta, por el juego de las
fuerzas de mercado, ahora se determina directamente, por el Estado socialista. Es esta
concepción del cambio político, más que la abolición de las relaciones económicas y sus
leyes, como el núcleo del socialismo, lo que está detrás de la incapacidad de Hilferding
para ver la necesidad de la forma monetaria. La naturaleza insatisfactoria de esta teoría
del dinero se debe, en palabras de Stephan, al hecho de que apunta "no a una teoría del
dinero sino a una teoría del Estado, a que se refiere a la teoría del Estado como una
teoría del dinero"154[154].
¿Cuál es esta teoría del Estado? En resume, es la idea, esencial para la concepción
burguesa del Estado y la sociedad civil, de que el Estado es un agente o estructura de
"control social" que puede concebirse de forma independiente de otros determinantes de
la vida social. Para Marx, puesto que el "Estado" y la "economía" modernos sólo
pueden existir como formas distintas de relaciones sociales sobre la base de la relación
de clases específica del capitalismo, el objetivo de la lucha proletaria --la abolición del
trabajo asalariado-- implica la abolición del Estado155[155]. En tanto que, para Hilferding,
"el objetivo político último" de su movimiento es "la conquista del poder del Estado" (p.
368). El principio del socialismo, tal como explicó en el Congreso de 1927, "es
exactamente considerar el funcionamiento de las fábricas y la economía como un asunto
de la sociedad, y la sociedad no tiene otro órgano para su control consciente que el
Estado" Esto está claro también en que "el elemento esencial del Estado moderno son
los partidos", que representan el único medio a través del cual los individuos pueden
actuar a nivel social156[156].
Sobre esta base, es el propio capital financiero, al organizar el proceso de circulación, el
que pone el socialismo a nuestro alcance: "Una vez que el capital financiero ha puesto
las ramas más importantes de producción bajo su control, sólo se necesita que la
sociedad, a través de su órgano ejecutivo consciente --el Estado conquistado por la clase
trabajadora--, se apodere del capital financiero para obtener el control inmediato de esas
ramas de la producción [...] Hoy en día, hacerse con el control de seis grandes bancos de
Berlín significaría el control de las ramas más importantes de la industria a gran escala,
y facilitaría enormemente las fases iniciales de la política socialista durante el periodo
de transición, cuando la contabilidad capitalista todavía sea de utilidad" (pp. 367-368).
Es fácil entender el atractivo de esta concepción para quienes, como Lenin, imaginaban
el socialismo a partir del modelo del servicio postal alemán. De hecho, la descripción
que hace Hilferding del cártel general es una anticipación sorprendente de los sistemas
de partido único que afirman actualmente ser la encarnación del socialismo. Al final de
su vida, Hilferding se apartó horrorizado de las "economías de Estado totalitarias" de la
Unión soviética y de la Alemania nacional-socialista. Pero el hecho de que no existiera
ningún sitio para retroceder salvo el mercado libre sin el cual no existe libertad alguna
demuestra cruelmente hasta qué punto los regímenes de Stalin y Hitler representaban
realizaciones, aunque caricaturizadas, del concepto que tenía Hilferding del
socialismo157[157].
154[154]
Ibid., p. 135.
"La forma económica específica en que el trabajo excedente no pagado se extrae de los productores
directos determina la relación de dominación y servidumbre, y esto deriva directamente de la producción
misma, y reacciona sobre ella a su vez como determinante. En esto se basa toda la configuración de la
comunidad económica que surge de las relaciones de producciones existentes, y también su forma social
específica. Es en cada caso en la relación directa entre los propietarios de las condiciones de producción y
los productores inmediatos [...] donde encontramos el secreto íntimo, la base oculta de todo el edificio
social, y por tanto la forma política de la relación de soberanía y dependencia, es decir, de la forma
específica del Estado en cada caso" (Marx, El Capital, vol. III, p. 927).
156[156]
Sozialdemokratischer Parteitag, pp. 170-171.
157[157]
Cf. Hilferding, "State capitalism or totalitarian state economy", en Modern Review, 1:1 (1947). Es
muy sorprendente que intelectuales izquierdistas opuestos a las dictaduras de partido en el Este no puedan
155[155]
Lo que da a El capital financiero su relevancia particular para los socialistas en el
"capitalismo tardío" actual es el rebrote de la ideología y actividad socialdemócrata de
las últimas décadas. Las momias leninistas que la izquierda de los sesenta resucitó de
entre los muertos parecen haber vuelto finalmente a sus tumbas. Aparte de los
temporalmente inactivos y los numerosos sin-partido, los activistas antiparlamentarios
directos visibles en toda Europa, los izquierdistas parecen estar orientándose cada vez
más hacia diferentes versiones de la socialdemocracia, desde los partidos ecologistas
europeos y las facciones de izquierda dentro de los partidos oficiales de la Segunda
Internacinal --con el Eurocomunismo, como un aspecto más del mismo fenómeno-hasta el DSA y similares en los Estados Unidos.
Es sorprendente cuántas ideas de estas corrientes fueron anticipadas por Hilferding. En
su discurso al congreso de Kiel, por ejemplo, defendió la democracia electoral como el
escenario principal, junto al sindicalismo, para la lucha social; habló de la centralidad de
la "democracia económica y laboral" como objetivos socialistas, parte imprescindible de
la lucha para usar el Estado como "medio de control y dominio de la economía al
servicio del interés general" y en contra de los intereses de los monopolios y de las
grandes empresas; atacó al pacifismo por sus objetivos "poco realistas" y abogó por una
política de defensa socialista; proclamó la necesidad de construir alianzas con el centro
no socialista. Sólo las frases finales de su discurso serían hoy improbables: "Sabemos el
camino, sabemos el objetivo. Cuando luchamos bajo el lema: con la verdad del
principio socialista, inamovibles en nuestro objetivo de tomar el poder del Estado, pero
con la libertad de movimiento para nuestras tácticas, entonces la posibilidad de victoria
se convertirá en la realidad de la victoria"158[158].
Serían improbables porque la socialdemocracia ya no aparece siquiera como la
representante de un movimiento internacinal de la clase obrera en lucha por la
transformación de la sociedad. El marxismo, en particular, se ha convertido en una
especialidad de los intelectuales, no la ideología de un movimiento de masas. Sin
embargo, si se dijeran hoy esas palabras, serían todavía más patéticas de lo que nos
parecen hoy retrospectivamente las afirmaciones centrales de Hilferding en su discurso.
La siempre creciente racionalización del capitalismo por medio del capital financiero
condujo a la Gran Depresión y a la Segunda Guerra Mundial, la victoria del fascismo
gracias a la participación socialdemócrata en el gobierno prusiano fue seguida por la
destrucción del partido, incluido el propio Hilferding, a manos de los nazis. Una
repetición hoy de este escenario, mutatis mutandis, podría ser una farsa desde el punto
de vista del espíritu mundial, y el rebrote de la ideología socialdemócrata en ausencia de
un movimiento obrero es ciertamente bastante farsa, pero la tragedia que promete la
nueva depresión y la amenaza que suponen las armas nucleares hace palidecer la
catástrofe en la que Hilferding perdió su vida. Para la lucha por evitar esta tragedia, la
teoría abstracta representa, sin duda, una contribución pequeña. Lo que podemos
aprender, sin embargo, incluso a partir del estudio de un libro con más de 70 años, es la
conexión interna entre trabajo asalariado, producción mercantil, y Estado burgués, que
imaginar alternativas a éstas diferentes de la reintroducción del mercado, incluso en un momento, como el
actual, en que el sistema de mercado está entrando visiblemente en una crisis de alcance mundial. El
contrapunto a lo anterior es la incapacidad de los sistemas totalitarios para abandonar, como haría el cártel
general según Hilferding, las relaciones mercantiles como mediadoras entre dirigentes y explotados.
158[158]
Sozialdemokratischer Parteitag, p. 184. Vale la pena observar que esta conclusión de un discurso
consagrado en gran parte a atacar al bolchevismo bien podría haber sido pronunciada por el propio Lenin.
deben ser destruidos conjuntamente si queremos escapar a las consecuencias de
cualquiera de ellos.
CAPÍTULO 13
Edward N. Wolff159[159]
TENDENCIAS RECIENTES EN LA PROPIEDAD DE LA RIQUEZA
En este campo, la mayoría de los trabajos estudian la distribución del bienestar y su
cambio en el tiempo en términos de renta. Sin embargo, la riqueza familiar es también
un indicador de bienestar, con independencia de la renta financiera directa que
proporcione. Hay cuatro razones para ello. En primer lugar, la casa ocupada por sus
propietarios les presta servicios directamente. En segundo lugar, la riqueza es una
fuente de consumo, con independencia de la renta monetaria directa que proporciona,
porque los activos pueden convertirse directamente en liquidez y financiar necesidades
de consumo inmediatas. En tercer lugar, la posesión de activos financieros puede
proporcionar liquidez a una familia en épocas de malestar económico, como en
ocasiones de desempleo, enfermedad o ruptura familiar. Por último, en una democracia
representativa, la distribución del poder está relacionada a menudo con la distribución
de la riqueza.
Trabajos anteriores (véanse Wolff, 1994, 1996), usando los Informes de las Finanzas de
los Consumidores de 1983 y 1989, han presentado evidencias de una desigualdad
rápidamente creciente de la riqueza familiar entre 1983 y 1989, en medio de un
crecimiento de los activos poseídos, tanto medios como medianos. Con la aparición del
Informe sobre las Finanzas de los Consumidores (SCF) para 1995, por parte del Sistema
de la Reserva Federal (Fed), es ahora posible actualizar algunas de las cifras anteriores
sobre la propiedad de la riqueza familiar y hacer proyecciones hasta 1997. Este artículo
es especialmente oportuno a la luz del reciente boom de los precios de las acciones, que
ha creado la impresión de que a todas las familias les está yendo bien en términos de
acumulación de riqueza familiar.
Se abordan en él las siguientes nueve cuestiones:
1. ¿Han crecido los activos medios desde 1989? A pesar de la reciente subida en los
precios de las acciones, se observa que la mayoría de las familias estadounidenses han
visto disminuir de hecho su riqueza neta desde 1989. Sin embargo, el único segmento
de la población que ha mejorado su riqueza desde 1983 es el del 5% de los hogares más
ricos.
2. ¿Se ha concentrado la riqueza desde 1989? Mucho, debido a que las acciones siguen
estando muy concentradas en manos de los ricos, estimándose que la reciente fortaleza
del mercado ha causado un salto adicional en la desigualdad de la riqueza,
especialmente entre 1995 y 1997.
3. ¿Está cambiando la composición de la riqueza de los hogares? A pesar de la boyante
economía de los últimos 7 años, la deuda total sigue creciendo entre las familias
americanas. Las acciones y la participación en fondos de pensiones han crecido como
porcentaje de la riqueza familiar, con descensos en las partes correspondientes a los
depósitos bancarios y a los activos inmobiliarios.
159[159]
Department of Economics, New York University. Email: [email protected]
4. ¿Se han estrechado las disparidades raciales de la riqueza familiar? El cociente de
riqueza media entre familias afroamericanas y familias blancas estaba muy bajo en
1983, un 0.19, y apenas se ha movido desde entonces, aunque la riqueza mediana entre
familias afroamericanas ha avanzado en relación a la de las familias blancas.
5. ¿Está creciendo la riqueza más deprisa para los hogares jóvenes o para los
mayores? En 1983, los hogares más ricos eran los encabezados por personas entre 45 y
69 años, aunque entre 1983 y 1989 la riqueza se desplazó desde ese grupo de edad tanto
hacia los grupos de mayor y menor edad. Sin embargo, desde 1989, la riqueza relativa
de las familias más jóvenes ha caído fuertemente.
6. ¿Qué clases de renta están ganando más en términos de riqueza? Aunque riqueza y
renta están positivamente correlacionadas en los hogares, la correlación no es perfecta y
existe una amplia variación de activos entre las clases de rentas. Una cuestión que
provocó gran controversia en los últimos años es la de que los mayores avances en
riqueza entre 1983 y 1989 estaban recibiéndolos las familias de renta media. Desde
1989, la situación ha cambiado y las familias de rentas medias están experimentando las
mayores pérdidas de riqueza.
7. ¿Están disminuyendo los ahorros financieros de la clase media? Una razón potencial
de la creciente "ansiedad" de la clase media puede ser la caída de sus reservas
financieras. En 1989, las familias de renta media podían sostener su consumo normal,
con sus ahorros financieros, sólo durante 3.6 meses. La situación ha empeorado de
hecho en los 90.
8. ¿Cuáles son las razones del descenso de la riqueza familiar? ¿Por qué ha caído la
riqueza del americano medio desde finales de los 80? Esta sección estudiará algunos
factores, incluidas las tendencias en la renta y en el gasto de consumo así como los
cambios en los precios de los activos. Se concluye que el desahorro familiar, junto a
ganancias de capital inferiores a lo normal, explican la mayoría de este descenso.
9. ¿Se obtienen datos similares a partir de otras fuentes de datos sobre riqueza
familiar? Hay dos fuentes principales de series temporales de riqueza familiar en los
Estados Unidos: el Informe sobre Renta y Participación en Programas (SIPP) de la
Oficina del Censo de los EE. UU., y el Panel de Dinámica de Rentas (PSID) del
Instituto para la Investigación Social. Muestran diferentes tendencias en la riqueza
familiar durante los 80 y 90, y trataré de reconciliar mis conclusiones con ambos.
En primer lugar, estudio la medida de la riqueza familiar y describo las fuentes de datos
usadas en este estudio (sección 1). La sección 2 presenta los resultados sobre tendencias
temporales en activos medios; la sección 3, sobre cambios en la concentración de la
riqueza familiar; y la sección 4 se fija en la composición de la riqueza de los hogares.
La sección 5 investiga los cambios en los activos por raza; la sección 6, en los perfiles
de riqueza por edades; y la sección 7 en las diferencias de riqueza por categorías de
renta, incluyendo el consumo sostenible a partir de las reservas financieras.
La sección 8 profundiza en algunos factores responsables del declive en la riqueza
mediana. En las secciones 9 y 10, me refiero a las estimaciones alternativas de riqueza
familiar derivadas de otras fuentes y del SCF. En la sección 11 se presenta unos
comentarios finales y un breve resumen.
13.1. Fuentes de datos y métodos
Las fuentes de datos usados en este trabajo son los Informes de las finanzas de los
Consumidores (SCF) de 1983, 1989, 1992 y 1995, elaborados por el Fed. Cada informe
contiene una parte central con una muestra representativa y un suplemento para las
rentas más altas. El suplemento se extrae de la base de datos de las estadísticas de renta
del Servicio de Rentas Interiores (SRI). En el informe de 1983, por ejemplo, se usaba un
corte de 100.000 $ de renta bruta ajustada como criterio para estar incluido en la
muestra suplementaria. Los individuos se seleccionan para la muestra al azar, en cada
uno de los estratos de renta preseleccionados. La ventaja del suplemento de rentas altas
es que ofrece una muestra mucho mas "rica" de familias de altas rentas y en
consecuencias de familias potencialmente muy ricas. Sin embargo, la presencia de un
suplemento para rentas altas crea algunas complicaciones, porque se tienen que hacer
ponderaciones para mezclar el suplemento con el núcleo central de la muestra160[160].
El SCF ofrece también conjuntos alternativos de ponderaciones. Para el de 1983, he
utilizado el llamado "de ponderaciones compuestas de la muestra completa de 1983"
porque este conjunto de ponderaciones ofrece la mejor correspondencia entre los totales
del balance nacional que se deriva de la muestra y los del Flujo de Fondos del Fed. Por
la misma razón, los resultados de 1989 se basan en la media de las series SRC-DesignS1 (X40131 en la propia base de datos) y en las ponderaciones basadas en el diseño
SRC (X40125); y los resultados para 1992 y 1995 se basan en las ponderaciones de la
base designada (X42000), una ponderación parcialmente diseñada y construida sobre la
base de probabilidades originales de selección y de información marco y ajustada para
las no respuestas. En el caso del SCF de 1992, este conjunto de ponderaciones producía
anomalías importantes en la distribución por tamaño de las rentas de 1991. Como
consecuencia, se modificaron algo estas ponderaciones para hacerlas compatibles con la
distribución de tamaños de las Estadísticas de Rentas ofrecidas por el SRI (véase Wolff,
1996, para el detalle de esos ajustes).
El Fed suministra información para partidas ausentes en el SCF. Sin embargo, a pesar
de este procedimiento, sigue habiendo discrepancias para distintos activos entre el valor
del balance total que se obtiene de la muestra del Informe y los datos del Flujo de
Fondos. Como consecuencia, los resultados que se presentan más abajo se basan en mis
propios ajustes de los valores originales de activos y pasivos de los Informes. Esto se
hace alineando los totales de activos y deudas de los datos del Informe con los
correspondientes totales del balance nacional. En la mayoría de los casos, esto significa
un ajuste proporcional de los valores ofrecidos en las partidas del balance en los datos
del Informe (véase Wolff, 1987, 1994, 1996 y 1998 para más detalles)161[161]. Debería
160[160]
Tres estudios dirigidos por el Fed --Kennickell y Woodburn (1992) para el SCF de 1989;
Kennickell, McManus y Woodburn (1996) para el de 1992; y Kennickell y Woodburn (1999) para el de
1995-- discuten algunos de los problemas implicados en el cálculo de estas ponderaciones.
161[161]
Los factores de ajuste por tipos de activo y años son los siguientes:
SCF 1983
SCF 1989
SCF 1992
SCF 1995
Cuentas corrientes
1.68
Depósitos de ahorro y a
1.50
plazo
Depósitos totales
1.37
1.32
Activos financieros
1.20
tenerse en cuenta que el alineamiento tienen un efecto muy pequeño sobre la medida de
la desigualdad de riqueza, tanto en forma de coeficientes de Gini como de participación
por quintiles. Sin embargo, es importante hacerlos al comparar los cambios en la
riqueza media global y por tipos de activos162[162].
El principal concepto de riqueza que se usa es el de riqueza de mercado (o riqueza neta),
definida como el valor corriente de todos los activos vendibles o fungibles menos el
valor corriente de las deudas. El valor neto es por tanto la diferencia en valor entre los
activos totales y las deudas totales. Los activos totales se definen como la suma de: (1)
el valor bruto de las casas ocupadas por sus propietarios; (2) otros activos inmobiliarios
poseídos por el hogar; (3) dinero en efectivo y depósitos a la vista; (4) depósitos a plazo
y de ahorro, certificados de depósito y cuentas en el mercado monetario; (5) bonos
públicos y privados, bonos extranjeros y otros activos financieros; (6) el valor
remanente líquido de los planes de seguros de vida; (7) el valor remanente líquido de los
planes de pensiones, incluidos los planes IRAs, Keogh y 401(k); (8) acciones de
sociedades y fondos de inversión; (9) valor neto de las empresas no societarias; y (10)
participación en fondos de confianza**. Las deudas totales son la suma de: (1) deuda
hipotecaria, (2) deuda de consumo, incluyendo préstamos para coches, y (3) otras
deudas.
Esta medida refleja la riqueza como depósito de valor y, por tanto, como fuente de
consumo potencial. Creo que éste es el concepto que refleja mejor el nivel de bienestar
asociado a las posesiones de las familias. Por eso, se incluyen sólo los activos que
pueden ser prontamente convertidos en liquidez (es decir, los "fungibles"). Como
resultado, los bienes de consumo duraderos, como automóviles, televisiones, muebles,
aparatos domésticos y similares, quedan excluidos, pues se trata de cosas que no son
fáciles de vender o cuya reventa normalmente se hace muy por debajo del valor de sus
servicios de consumo al hogar163[163].. También se excluye el valor de las prestaciones
de seguridad social futuras que las familias pueden recibir al jubilarse (normalmente
llamadas "riqueza de seguridad social"), así como el valor de las pensiones a percibir en
el futuro a partir de los planes pprivados de pensiones ("riqueza de pensiones"). Aunque
se trate de fuentes de renta futura para las familias, no están controladas directamente
por ellas y no pueden ser objeto de venta164[164].
También uso un concepto de riqueza más restringido, que llamo "riqueza financiera".
Ésta se define como la riqueza neta menos el valor neto de las casas ocupadas por sus
propietarios. La riqueza financiera es un concepto más "líquido" que el de riqueza de
mercado, pues la propia casa es difícil de convertir en liquidez a corto plazo. Por tanto,
Acciones y participaciones
1.06
en Fondos
Trusts**
1.66
1.41
1.45
Acciones y bonos
1.23
Deuda no hipotecaria
1.16
Los otros componentes de activos y deudas no se ajustaron.
162[162]
También debería tenerse en cuenta que he revisado mis ajustes para los datos del SCF de 1989, de
modo que los resultados que aquí se ofrecen para ese año son algo diferentes de mis cifras anteriores
(véanse Wolff, 1994, 1996).
163[163]
Véase la sección 9 para una discusión adicional de este punto.
164[164]
Véase Burkhauser y Weathers, para una estimación reciente de las riquezas en seguridad social y
en pensiones.
refleja los recursos que pueden estar disponibles de forma inmediata para el consumo o
para cualquier forma de inversión.
13.2. La riqueza del hogar estadounidense medio ha disminuido
Quizás, el resultado más sorprendente de la tabla 1 es que la riqueza mediana (la riqueza
del hogar situado en la mitad de la distribución) era aproximadamente un 10% inferior
en 1995 que en 1983. Sin embargo, el descenso no ha sido continuo. Tras crecer un 7%
entre 1983 y 1989, la riqueza mediana cayó un 17% entre 1989 y 1995. Una razón para
esa caída es evidente a partir de la tercera fila del Panel A, que muestra que el
porcentaje de hogares con riqueza neta cero o negativa aumentó desde un 15.5% en
1983 hasta un 18.5% en 1995. Las proyecciones para 1997, sobre la base del cambio
agregado en los valores de los activos y de las deudas, sugieren que la riqueza mediana
ha subido un 9% en comparación con 1995, aunque todavía estaba algo por debajo que
en 1983, y era un 9% inferior al máximo de 1989.
La riqueza media es mucho más alta que la mediana: 205.000 $, en vez de 54.000 $, en
1995. Esto significa que la inmensa mayor parte de la riqueza de los hogares se
concentra en las familias más ricas. La riqueza media también mostró un gran aumento
entre 1983 y 1989, seguido por una caída bastante importante, aunque en conjunto era
un 3% más elevada en 1995 que en 1983 (pero más baja que en 1989)165[165]. Las
proyecciones para 1997 sugieren que, impulsada en gran medida por los precios al alza
de las acciones, la riqueza media saltó un 11% entre 1997 y 1999. Sin embargo, en 1997
su valor estaba levemente por debajo de su máximo en 1989.
La riqueza financiera mediana era menos de 10.000 $ en 1995, indicando que la familia
americana media tenía muy pocos ahorros disponibles para sus necesidades inmediatas.
La tendencia temporal de la riqueza financiera es similar a la de la riqueza neta de las
familias. La riqueza financiera mediana creció un 18% entre 1983 y 1989, y se hundió
luego un 24% entre 1989 y 1995, con una caída neta del 10%. En el mismo periodo, la
fracción de los hogares con riqueza financiera neta o negativa aumentó del 26% al 29%,
en parte explicando el deterioro de la riqueza fianciera media. Sin embargo, la
proyección indica una subida del 12% entre 1995 y 1997, hasta los 11700 $, un valor
algo superior al de 1983 pero todavía inferior al de 1989.
La riqueza financiera media, tras crecer un 18% entre 1983 y 1989, descendió un 8%
entre 1989 y 1995, con una ganancia neta de 9%. Mi proyección sugiere que la fortaleza
del mercado de valores puede haber llevado a un aumento del 17% en la riqueza
fianciera entre 1995 y 1997, un nivel más alto que en 1989.
La renta de la familia mediana, tras caer un 5% entre 1983 y 1989, creció un 2% entre
1989 y 1995, con un descenso neto del 3%. La renta media aumentó un 4% entre 1983 y
1989, pero luego bajó un 5%, con un cambio neto de -1%.
En resumen, los resultados apuntan a un deterioro de las condiciones de vida para el
hogar americano medio, con una riqueza neta mediana, una riqueza financiera y una
165[165]
La tendencia temporal es muy similar si se usan los valores de los activos sin ajustar en vez de mis
valores ajustados, o cuando se incluye el valor de los vehículos en la riqueza neta. Resultados similares
pueden obtenerse también de los nuevos cálculos de Kennickell y Woodburn (1999) para 1989 y 1995.
renta en declive conjuntamente entre 1983 y 1995. Las proyecciones para 1997 sugieren
que la riqueza neta mediana y la riqueza financiera probablemente aumentaron en 1997,
pero hasta un montante que no es muy diferente del de 1983, y está por debajo del
máximo de 1989.
13.3. La desigualdad de la riqueza es todavía mucho mayor que en 1983
Los cálculos mostrados en la tabla 2 indican una concentración extrema de la riqueza en
1995. El 1% superior de las familias (clasificadas por su riqueza de mercado) poseía
casi el 39% de toda la riqueza familiar, y el 20% superior de los hogares poseía un 84%.
La riqueza financiera está más concentrada aun, con el 1% más rico (clasificados en
función de su riqueza fianciera) en poder del 47% de la riqueza financiera total, y con el
20% superior en posesión del 93%. El 1% superior de las familias (clasificadas por
rentas) ganaba el 14% de toda la renta familiar en 1994, y el 20% superior el 55%,
cifras elevadas pero inferiores a las que corresponden a las participaciones en la riqueza.
Las cifras también muestran que la desigualdad de la riqueza, tras crecer rápidamente
entre 1983 y 1989, se estabilizaron entre 1989 y 1995. La parte de la riqueza poseída
por el 1% superior creció en 3.6 puntos porcentuales entre 1983 y 1989, y el coeficiente
de Gini (una medida de la desigualdad global) aumentó desde el 0.80 hasta el 0.83.
Entre 1989 y 1995, la parte del percentil superior ** un más moderado 1.1%, pero la
participación de los siguientes 9 percentiles cayó en 1.3 puntos y la de los dos quintiles
inferiores creció en 0.9 puntos porcentuales, de forma que el coeficiente de Gini global
se mantuvo inalterado. Las proyecciones para 1997, sobre la base de los movimientos
de precios entre 1995 y 1997, sugieren que la concentración de riqueza puede haberse
agudizado rápidamente en los dos últimos años, en gran medida debido al impulso de
los precios de las acciones (y al hecho de que las acciones están muy concentradas en
manos de los ricos), La parte del 1% superior parece haber crecido en 1.6 puntos.
La tendencia es similar para la desigualdad de la riqueza fianciera. La parte del 1%
superior ganó 4.0 puntos porcentuales, y el coeficiente de Gini aumentó del 0.89 al 0.93
entre 1983 y 1989. En los siguientes seis años, la parte de ese 1% más rico creció otros
0.3 puntos, pero la del los siguientes 19 percentiles descendió, al igual que la del
segundo quintil, mientras que las de los dos quintiles inferiores aumentaba en un 1.1%,
de modo que el coeficiente de Gini cayó del 0.93 al 0.91. Sin embargo, la riqueza
financiera estaba distribuida de forma todavía más desigual en 1995 que en 1983.
Además, las proyecciones para 1997 sugieren otro aumento en la parte del percentil
superior, en 1.4 puntos, aunque la parte de los tres quintiles inferiores puede haber
crecido también.
La desigualdad de renta creció fuertemente entre 1982 y 1988. Sin embargo, hubo un
cambio pequeño entre 1989 y 1995. Mientras la parte del 1% superior cayó, del 16.6%
al 14.4%, la parte de los siguientes 19 percentiles aumentó en 1.9 puntos, y la
proporción del quintil central aumentó, lo que hizo que el coeficiente de Gini no sufriera
cambios.
El anexo a la tabla 2 muestra los cambios absolutos en riqueza y en renta entre 1983 y
1995. Los resultados son aun más sorprendentes. A lo largo de ese periodo, las mayores
ganancias en términos relativos las obtuvieron los hogares más ricos. El 1% superior vio
su riqueza media (en dólares de 1995) crecer en 1.2 millones de $ (un 17%). El único
otro grupo cuya riqueza aumentó fue el siguiente 4% más rico de los propietarios de
riqueza (que ganó 0.5 puntos). La riqueza media descendió para todos los demás
grupos, y la tasa de descenso estuvo inversamente relacionada con el nivel de riqueza,
con los hogares en el 40% más bajo experimentando un descenso del 80% en sus
posesiones de riqueza.
La pauta de resultados es bastante similar para la riqueza financiera. La riqueza
financiera media del 1% más rico creció un 20%, y la de los siguientes 4% más ricos, en
un 6%. Todos los demás grupos sufrieron un descenso de su riqueza financiera.
Un cálculo similar usando los datos de renta revela que el único que disfruta de
ganancias positivas en renta real a lo largo del periodo 1983-1992 fue el de los hogares
situados en el quintil superior de la distribución de la renta. En este grupo, las ganancias
fueron superiores para el 1% más rico. Las mayores pérdidas las experimentaron los dos
quintiles inferiores.
Estos resultados indican de forma dramática que el crecimiento de la economía durante
el periodo 1983 a 1995 se concentró en una parte sorprendentemente pequeña de la
población. Sólo el 5% superior de los propietarios y el quintil superior de perceptores de
renta experimentaron un crecimiento positivo.
13.4. Las acciones siguen estando muy concentradas en manos de los ricos
La composición de la riqueza de los hogares muestra las formas en que ahorran las
familias. En 1995, la casa propia era el activo familiar más importante en el análisis que
muestra la tabla 3, representando un 30% del total. Sin embargo, el patrimonio neto que
representaba --el valor de la casa menos la hipoteca pendiente-- subía a menos del 20%
del total. Los otros activos inmobiliarios, eran un 11%, y el patrimonio en negocios
familiares otro 18%.
Los depósitos a la vista, a plazo, los fondos en los mercados monetarios y los
certificados de depósitos (CD) sumaban un 7%, la participación en fondos de pensiones
otro 9%, y el remanente de valor de los seguros de vida menos del 3%. Los bonos y
otros activos financieros sumaban un 4%; las acciones de sociedades, incluyendo los
fondos mutuos**, un 12%; y el patrimonio trust**, un poco más del 3%. La deuda
como proporción de los activos brutos era un 16%, y el cociente deuda-patrimonio (el
cociente entre la deuda familiar total y la riqueza neta) era 0.19.
Ha habido algunas tendencias notables en la composición de la riqueza familiar en el
periodo 1983-1997. La primera es que los fondos de pensiones subieron de 1.5% a 9.2%
del total de activos. Este aumento compensa casi toda la caída en los depósitos totales,
desde el 15.3% al 7.1%, de modo que parece razonable concluir que los hogares han
sustituido los depósitos de ahorro, sometidos a impuestos, por las cuentas en los fondos
de pensiones, que no lo están.
La segunda es que la riqueza bruta familiar en forma de vivienda permaneció casi
constante como proporción del total de activos del periodo. Además, según los datos del
SCF, la tasa de propiedad de la vivienda (el porcentaje de hogares que poseen su propia
vivienda, incluidas las viviendas móviles), tras caer del 63.4% en 1983 al 62.8% en
1989, se elevó hasta el 64.7% en 1995. Sin embargo, la participación del patrimonio
neto en vivienda propia en el total ha caído de forma continua, desde el 23.8% en 1983
al 18.6% en 1997.
La diferencia entre las dos series se puede atribuir al distinto peso de la deuda
hipotecaria sobre el valor de las viviendas, que aumentó del 21% en 1983 al 36% en
1997. De hecho, el endeudamiento total aumentó en el periodo, con un salto en el
cociente deuda-patrimonio desde 15.1% en 1983 a 19.4% en 1995, antes de caer
suavemente al 18.9% en 1997. Además, como vimos, la fracción de hogares con riqueza
neta cero o negativa saltó del 15.5% en 1983 al 18.5% en 1995. Sin embargo, si se
excluye la deuda hipotecaria sobre la residencia principal, entonces el cociente entre las
otras deudas y los activos totales realmente cayó suavemente, desde el 6.8% en 1983 al
5.2% en 1997. Una consecuencia de esto es que las familias están usando ahora
hipotecas protegidas contras los impuestos y préstamos sobre el patrimonio en vivienda
para financiar el consumo normal, en vez de acudir a los préstamos de consumo y otras
formas de deuda de los consumidores.
La proporción de los activos totales en forma de otros activos inmobiliarios (distintos de
las viviendas) cayó fuertemente, desde un 15% en 1983 a un 11% en 1997. El
patrimonio en negocios cayó suavemente como proporción de la riqueza bruta, lo
mismo que los activos financieros. Estos descensos fueron compensados ampliamente
por el aumento en la parte de las acciones de sociedades, desde el 9.0% hasta el 14.5%,
figurando estas acciones de sociedades sólo en tercer lugar de esta clasificación, tras las
viviendas y el patrimonio en negocios.
La tabla ofrece un cuadro de las propiedades medias de todas las familias de la
economía, pero existen marcadas diferencias de clase en cómo las familias de clase
media y los ricos invierten su dinero. Como se ve en la tabla 4, el 1% superior de
hogares (clasificados por riqueza) invertía en 1995 aproximadamente el 80% de sus
ahorros en inversiones inmobiliarias, negocios, acciones de sociedades y activos
financieros. Las acciones, tanto las poseídas directamente por las familias como a través
de los fondos mutuos, cuentas trust** o diferentes cuentas en pensiones, suponían por sí
solas el 21%. La vivienda sólo representaba el 6% de su riqueza, los activos líquidos
otro 8% y las cuentas de pensiones un 5%. El cociente deuda-riqueza neta era de un 5%,
y el cociente deuda-renta , un 74%.
Entre el siguiente 19% de hogares más ricos, la vivienda representaba el 30% de sus
activos totales, los activos líquidos otro 11%, y las cuentas en fondos de pensiones un
13%. 43% de sus activos tenían forma de activos de inversión --inmobiliarios, negocios,
acciones y bonos-- y 19% la de acciones poseídas directa o indirectamente. La deuda
representaba un 13% de su riqueza neta y un 87% de su renta.
En contraste con lo anterior, unos dos tercios de la riqueza del 80% restante de las
familias estaba invertido en la casa propia. Otro 20% aproximadamente eran ahorros
monetarios de una forma u otras o cuentas de pensiones. En conjunto, la vivienda, los
activos líquidos y las cuestiones** de pensiones representaban el 85% de todos los
activos del segundo y tercer quintil y el 90% de los dos últimos quintiles. El resto se
repartía casi por igual entre activos inmobiliarios distintos de la vivienda, propiedad de
negocios y algunos títulos y acciones. Las acciones poseídas directa o indirectamente
sólo suponían el 8% de los activos totales del segundo y tercer quintil y el 5% de los dos
quintiles más bajos. El cociente de deuda a riqueza neta era de un 50% para el segundo
y tercer quintiles, y más de un 2000% para el 40% inferior, mucho más alto que el del
20% más rico; y sus cocientes deuda-renta eran 104% y 86%, respectivamente, también
más altos que los del quintil superior.
Casi todos los hogares del 20% superior de poseedores de riqueza eran dueños de su
propia casa, en comparación con el 64% de los de los quintiles 2 y 3, y el 51% de los
quintiles inferiores. Entre los propietarios de vivienda pertenecientes al 80% inferior en
la distribución de la riqueza, el 10% tenía una casa móvil como primera residencia. Dos
tercios de las familias muy ricas (las del percentil superior) tenían alguna otra forma de
propiedad inmobiliaria (el 26% tenía una casa de vacaciones), comparados con el 45%
de los hogares ricos (situados en los siguientes 19 percentiles) y el 10% de los hogares
en el 80% inferior. 78% de los muy ricos tenían alguna forma de activos de fondos de
pensiones, en comparación con el 71% de los ricos y el 36% de los restantes. Un
bastante sorprendente 72% de los muy ricos declaraban poseer su propio negocio. Las
cifras correspondientes eran un 25% entre los ricos y sólo un 7% en el resto.
Entre los muy ricos, el 88% tenía acciones, fondos mutuos, activos financieros o un
fondo trust**, en comparación con el 73% de los ricos y el 30% de los demás hogares.
85% de los muy ricos poseían directa o indirectamente acciones, mientras que entre los
ricos eran un 71% y menos de un tercio entre los demás. Si se excluye la pequeña
posesión de acciones, entonces las tasas de propiedad caen fuertemente entre el tercer y
cuarto quintiles, desde el 44% al 33%, para paquetes de acciones de más de 5000 $, y al
25% para paquetes superiores a los 10000 $. En los dos quintiles inferiores, sólo el 7%
tenían más de 5000% en acciones.
Otra forma de retratar las diferencias entre las familias de clase media y los ricos es
calcular la parte de los activos totales de distinto tipo poseída por cada grupo (véase la
tabla 5). En 1995, el 1% más rico de las familias poseían la mitad de todas las acciones
y activos trust**, casi dos tercios de los activos financieros y más de dos tercios de la
propiedad de negocios, así como el 35% de los activos inmobiliarios. El 10% superior
de familias representaba un 90% aproximado de las acciones, bonos, trusts y negocios,
y unas tres cuartas partes de los activos inmobiliarios distintos de la vivienda. Además,
a pesar de que el 40% de las familias poseían acciones directa o indirectamente, a través
de fondos mutuos, trusts o cuantas de fondos de pensiones, el 10% más rico de los
hogares representaba el 82% de ese valor total, sólo un poco menos que su 88% de
participación en las acciones y fondos mutuos poseídos directamente.
En contraste, las viviendas ocupadas por los propietarios, los depósitos bancarios, los
seguros de vida y las cuentas en pensiones estaban más proporcionalmente distribuidos
entre las familias. El 90% inferior de éstas tenía más de dos tercios del valor en
viviendas ocupadas, casi el 40% de los depósitos, más de la mitad de los seguros de
vida y casi el 40% del valor de las cuentas de pensiones. La deuda era el componente
mejor repartido de la riqueza familiar, con el 90% de las familias acaparando un 72%
del total.
Hubo pocos cambios entre 1983 y 1995 en la concentración de la propiedad de activos,
con tres excepciones. La parte de todos los activos financieros poseída por el 10% más
rico aumentó del 83% al 90%, y su parte en los depósitos desde el 53% al 62%. La parte
de las cuentas en fondos de pensiones poseída por ese 10% cayó de un 68% en 1983 a
un 51% en 1989, como reflejo del creciente uso de los IRAs por las familias de renta
media, para luego volver a subir hasta el 62% en 1992 y 1995, con la introducción de
los planes 401(k) y su adopción por los perceptores de rentas altas. La parte de la deuda
total del 10% superior también cayó un poco, desde el 32% al 28%.
13.5. La brecha racial se amplía
Se encuentran llamativas diferencias entre las posesiones de riqueza de los diferentes
grupos raciales y étnicos. En la tabla 6, se dividen los hogares en tres grupos: (i) blancos
no hispanos, (ii) negros no hispanos, y (iii) hispanos166[166]. En 1995, mientras el
cociente de rentas medias entre blancos no hispanos y negros no hispanos era muy bajo,
un 0.48, y el cociente de rentas medianas estaba en el 0.53, los cocientes de riquezas
medias y medianas eran más bajos aun: 0.17 y 0.12 respectivamente, y todavía más los
referentes a riqueza financiera: 0.11 y 0.01 respectivamente. La tasa de propiedad de la
vivienda era en 1995 un 47% para los hogares negros, dos tercios aproximadamente de
la tasa de los blancos, y el porcentaje de hogares negros con riqueza neta cero o
negativa era un 31.3%, el doble que el correspondiente a los blancos.
Entre 1982 y 1994, mientras que la renta real media y mediana de las familias blancas
no hispanas permanecieron básicamente estancadas, ambas cayeron para los hogares de
negros no hispanos. Como resultado, el cociente de rentas medias cayó del 0.54 al 0.48,
y el de rentas medianas, del 0.56 al 0.53. Entre 1983 y 1995, la riqueza neta media en
dólares de 1995 aumentó para los hogares blancos perro disminuyó para los negros, de
forma que el cociente bajó de 0.19 a 0.17, mientras que la riqueza mediana aumentó
entre los hogares negros y cayó para los blancos, de forma que la cociente pasó de 7% a
12%.
La riqueza financiera ha permanecido relativamente constante en los hogares negros,
mientras crecías entre los blancos, con un cociente que cayó en el periodo de 13% a
11%. La riqueza financiera mediana de los negros no hispanos también permaneció
prácticamente constante, siendo aproximadamente cero. Como nota positiva, la tasa de
propiedad de la vivienda de las familias negras creció del 44.3% al 46.8% (y aumentó
también en comparación con la de los blancos), y el porcentaje con riqueza neta cero o
negativa cayó del 34.1% al 31.3% (y también disminuyó en relación con la de los
blancos)167[167].
El cuadro es en general más brillante para los hispanos. Los cocientes de rentas medias
y medianas entre hispanos y no hispanos blancos en 1995 eran 0.65 y 0.69
respectivamente, substancialmente más altos que los de los negros. El cociente de
riqueza neta media es 0.21 y el de riqueza financiera neta, 0.16, también mayores que
los de los hogares negros. Sin embargo, los cocientes de riquezas medianas eran de 0.08
y 0.0, respectivamente, más bajos que los correspondientes a los negros. La tasa de
vivienda propia en los hispanos era del 44%, menor que la de los negros o hispanos, y el
38% de los hogares hispanos, frente a un 31% de los afro-americanos, declaraba riqueza
cero o negativa.
166[166]
Se excluye el grupo residual: indios americanos y asiáticos.
Hay un amplio margen de variación en los datos de renta y riqueza tanto para negros e hispanos
sobre una base anual. Esto probablemente refleje los tamaños muestrales pequeños usados para estos dos
grupos, y la correspondiente variabilidad de las muestras, así como algunos cambios en el enunciado de
las preguntas sobre raza y etnia a lo largo de los 4 informes.
167[167]
Los hogares hispanos han mejorado sustancialmente en este periodo en términos
absolutos y en relación con los blancos no hispanos. El cociente de sus rentas medias
saltó del 60% al 65%, el de rentas medianas del 66% al 69%, el de riqueza neta media,
del 16% al 21%, y el de riqueza mediana del 4% al 8%, y el de riqueza financiera media
se duplicó con creces, desde el 7% al 16%. La tasa de viviendas en propiedad se disparó
del 33% al 44%, y el porcentaje de familias con riqueza neta cero o negativa cayó del
40% al 38%. La única nota negativa fue que la riqueza financiera mediana de los
hispanos ha seguido siendo virtualmente cero.
Los resultados muestran que los hogares hispanos han mejorado significativamente en
relación con los de blancos no hispanos, tanto en términos de renta como de riqueza, en
el periodo 1983-1995. En contraste, los negros no hispanos perdieron terreno en
relación con los blancos en ambos campos168[168].
Lo que perturba estos resultados es que incluso en 1995, las respectivas brechas de
riqueza entre ambos grupos y los blancos no hispanos eran todavía mucho mayores que
las de renta. Mientras que los cocientes de rentas eran del 50% o más, los de riqueza
estaban por el 20% o menos. La riqueza financiera mediana de los negros no hispanos y
de los hispanos seguía siendo prácticamente cero en 1995, y el porcentaje con riqueza
neta cero o negativa seguía estando por encima del 30%, en contraste con el 15% de los
hogares bancos no hispanos (una diferencia que refleja la brecha en las tasas de
pobreza). Por tanto, a pesar de ciertas mejoras en términos de estrechamiento de la
brecha racial en riqueza, al menos entre hispanos y blancos no hispanos, todavía era
muy superior que la brecha de renta en 1995169[169].
Una razón importante es la diferencia en las herencias. Según mis cálculos a partir de
los datos de los SCF, el 24.1% de los hogares blancos en 1995 recibían su herencia en
vida, en comparación con un 11% de los hogares negros, y el legado medio entre los
herederos blancos era de 115000 $ (valor actualizado en 1995), frente a 32000 de los
blancos. Por tanto, las herencias parecen desempeñar un papel muy importante en la
explicación de la amplia brecha de riqueza, en particular teniendo en cuenta que las
familias negras parecen ahorrar más que las blancas para niveles de renta similares
(véanse, por ejemplo, Blau y Graham, 1990; Oliver y Shapiro, 1997).
13.6. Los jóvenes se están empobreciendo
Como se ve en la tabla 7, los perfiles transversales de riqueza por edades en 1983, 1989,
1992 y 1995 siguen por lo general la pauta en forma de joroba/campana** prevista por
el modelo del ciclo de vida (véase, por ejemplo, Modigliani y Brumberg, 1954). La
riqueza media aumenta con la edad hasta la edad de 65 años aproximadamente, para
después caer. La riqueza financiera muestra un perfil prácticamente idéntico, aunque la
168[168]
En mi libro de 1996, apunté que los no blancos como grupo habían hecho avances significativos en
relación con los blancos no hispanos en términos de riqueza familiar en el periodo 1983-1992. En
particular, el cociente de riqueza media aumentó del 0.24 al 0.33, y el de riqueza mediana del 0.09 al
0.20. La diferencia entre estos resultados y los de los afroamericanos es que el grupo de no blancos
incluye, junto a los afroamericanos, a los hispanos y a los asiáticos, los últimos de los cuales vieron su
riqueza media crecer hasta el 87% del nivel de los hogares blancos en 1995.
169[169]
Véase también Shapiro (todavía no publicado) para más detalle sobre diferencias de riqueza por
razas.
cima es un poco más elevada en este caso. Las tasas de propiedad de la vivienda
también tienen forma parecida, aunque el descenso después de la edad correspondiente
al pico está mucho más atenuado que en el caso de la riqueza. La riqueza de las familias
mayores (de 65 o más años) es un 80% de media más alta que las de las otras familias, y
su tasa de vivienda en propiedad es un 16% superior ??.
A pesar de la similaridad aparente de estos perfiles, ha habido cambios notables en la
propiedad de riqueza relativa por grupos de edad entre 1983 y 1995. La riqueza relativa
del grupo de edad más joven, por debajo de los 35 años, aumentó desde el 21% de la
media global en 1983 al 29% en 1989, pero después de hundió al 16% en 1995; y la de
los hogares entre 35 y 44 años, tras crecer suavemente del 71% al 72% entre 1983 y
1989, cayó al 65% en 1995. En contraste, la riqueza del grupo de mayor edad, con 75 o
más años, aumentó substancialmente, desde sólo un 5% por encima de la media en
1983, a un 32% superior en 1995. Los resultados de riqueza financiera son muy
parecidos, con una riqueza financiera del grupo más joven que, tras subir del 27% al
28% de la media total entre 1983 y 1989, cayó hasta el 14% en 1995, mientras que la
del grupo más viejo aumentó desde un 10% por encima de la media en 1983 a un 26%
sobre la media en 1995.
Los cambios en las tasas de propiedad de la vivienda tienden a reflejar esas tendencias.
Entre 1983 y 1995, cayeron para los tres grupos de edad más jóvenes, desde el 38.7% al
37.9% para los hogares con edad inferior a los 35 años, desde el 68.4% al 64.7% para el
grupo entre 35 y 44 años, y desde el 78.2% al 75.4% para los que tienen entre 45 y 54.
Los tres grupos mayores muestran un aumento, incluidos los de más de 75 años, cuya
tasa creció tres puntos porcentuales. Las estadísticas apuntan a un claro cambio en la
propiedad de activos desde los jóvenes a los más viejos entre 1983 y 1995,
especialmente entre 1989 y 1995.
Otra dimensión del problema se aborda en la tabla 8, que tiene en cuenta las posiciones
relativas de riqueza de las familias definidas tanto en términos de edad como de estado
de los padres. Se debe observar en primer lugar que las familias sin hijos eran mucho
más ricas que las familias con hijos. En 1983, entre las parejas casadas de menos de 65
años, la riqueza neta media del primer grupo era el doble que la del segundo, y su
riqueza financiera, dos veces y media la de éste, mientras que su cociente deudapatrimonio era sólo la mitad, a pesar de que sus tasas de propiedad de la vivienda son
muy parecidas. Entre los hogares cuyo cabeza de familia es mujer, las estadísticas
relativas son muy similares: riqueza media doble, riqueza financiera triple, cociente
deuda-patrimonio dos tercios, y tasa de propiedad de la vivienda un poco mayor.
Además, en comparación con las parejas casadas de 65 o más años, la posición relativa
de las familias con hijos era aun menor en términos relativos. Parte de estas diferencias
se debe a que los hogares sin hijos son, como media, de mayor edad, por lo que tienden
a tener rentas más elevadas y han tenido más tiempo para acumular activos. Otra razón
probable es que la educación de los hijos absorba recursos financieros y reduzca los
ahorros familiares.
Sin embargo, según los cálculos de la tabla 8, la posición relativa de las parejas casadas
con hijos ha mejorado en términos de riqueza desde comienzos de los 80. Entre 1983 y
1995, la riqueza neta media (en términos reales) creció un 9% entre las parejas casadas
con hijos pero descendió tanto entre las parejas casadas jóvenes sin hijos como entre las
parejas mayores. Pero entre las cabezas de familia mujeres de menos de 65 años, la
riqueza media empeoró tanto para las que tenían hijos como para las otras. Los
resultados son muy parecidos para la riqueza financiera, con su valor medio creciendo
entre las parejas casadas con hijos pero cayendo para los demás grupos.
Por el contrario, el endeudamiento (en relación con la riqueza neta) aumentó para todos
los tipos de familia. El cociente deuda-patrimonio aumentó algo más en términos
relativos entre las parejas casadas sin hijos que entre las que tienen hijos, pero en 1995
seguía siendo la mitad en el primer caso. Entre los hogares encabezados por mujeres, el
cociente subió mucho más entre los que tienen hijos. La tasa de propiedad de vivienda
cayó un poco en las parejas casadas, tanto con como sin hijos, aumentó algo para las
encabezadas por mujeres con hijos y para las parejas casadas mayores, y aumentó
bastante para las encabezadas por mujeres sin hijos.
Se puede especular sobre por qué razón a las familias con hijos les ha ido mejor (tanto
en términos relativos como absolutos) en relación con sus posesiones de activos que en
términos de renta. Una razón es que en 1995 las familias con hijos tendían a ser más
viejas, como media, que en 1983, y a tener menos hijos. Otra razón posible es que esas
familias recibieron ayuda financiera de sus padres. Las familias mayores, como es
evidente, tienen recursos financieros considerablemente mayores que las jóvenes, y es
bastante probable que hayan transferido riqueza a sus hijos (una vez crecidos), en
especial a los que a su vez tenían hijos, en formas de regalos y donaciones.
13.7. En la relación entre renta familiar y ganancias de riqueza hay un poco de
todo
Otra perspectiva es la que se obtiene examinando la riqueza media por clases de renta.
Ha habido alguna discusión, especialmente en el Wall Street Journal, sobre si los
grandes ganadores de los 80 en términos de riqueza eran o no familias de clase media.
Se estudia esta relación en la tabla 9.
Se dividen los hogares entre los que tienen menos o más de 65 años porque los más
viejos tienden a haber acumulado una suma superior de riqueza (véase la tabla 7), pero
tras la jubilación tienden a tener menores rentas que los jóvenes. Mezclando los dos
grupos podría inducir a una correlación espúrea entre renta y ganancias de riqueza
debidas a la edad.
La riqueza y la renta están fuertemente correlacionadas, con la renta media creciendo
monotónicamente con la renta para cada grupo de edad y en cada uno de los cuatro
años. También debe tenerse en cuenta que entre los jóvenes sólo la categoría de renta
más alta declara una riqueza neta media que excede a la media nacional, mientras que
entre los viejos lo hicieron las tres categorías de renta superior.
Sin embargo, a pesar de la fuerte correlación entre renta y riqueza, no hay una relación
clara entre nivel de renta y ganancias de riqueza. Entre 1983 y 1989, las familias de
renta media (entre 15.000$ y 19.999 $) disfrutaron con mucho de las mayores ganancias
de riqueza entre las familias de menos de 65 años; y las familias más pobres, las
pérdidas más importantes. Pero entre los hogares mayores, el crecimiento mayor
correspondió a los de rentas por encima de la media (entre 50.000$ y 74.999$), y las
menores ganancias a los hogares más pobres. Entre 1989 y 1995, ocurrió lo contrario.
En las familias jóvenes, las mayores pérdidas tuvieron lugar para las familias en el
abanico de entre 15.000$ y 49.999$, y el crecimiento mayor entre las familias más
pobres; en tanto que, en las familias mayores, el mayor crecimiento se registró entre los
pobres, mientras que todas las demás categorías de renta experimentaron pérdidas.
En el periodo global de 1983-1995, las dos clases de renta inferiores y el grupo de renta
media alta (entre 50.000$ y 74.999$) experimentaron un crecimiento muy pequeño en la
riqueza media entre los jóvenes; mientras que, entre los mayores, la clase de renta
media vio caer rápidamente su riqueza neta, y la clase de más renta también sufrió un
descenso neto, aunque menor, en sus posesiones. Entre los mayores, la clase de renta
inferior disfrutó, con mucho, el mayor incremento de riqueza neta, un 34%. Sin
embargo, la riqueza neta de la clase media baja (entre 15.000$ y 24.999$) cayó un 10%
y la de la clase media un 2%. La riqueza de del grupo de renta media alta creció en un
7%, pero la del grupo de renta superior disminuyó un 7%.
Otra manera de estudiar las posesiones de riqueza de cada clase de renta es en términos
del número de meses durante los cuales pueden usar sus reservas financieras para
sostener su consumo normal. Utilizo la riqueza financiera como la base del cálculo, ya
que las familias siguen necesitando un sitio para vivir aun cuando su renta caiga a cero.
Los gastos anuales de consumo por clases de renta derivan de los Informes de Gastos de
los Consumidores de la Oficina de Estadísticas de Trabajo, para 1983, 1989 y 1995.
Como se ve en la tabla 10, las familias de renta media entre 25 y 54 años de edad en
1983 habían acumulado, como media, sólo una riqueza financiera capaz de sostener su
consumo normal por un periodo de 2.3 meses en caso de pérdida de sus ingresos, y
sostener un consumo al 125% del nivel de pobreza por 4.6 meses. Por supuesto, los
recursos financieros de la clase media alta (el cuarto quintil) eran suficientes para
mantener su consumo normal durante 5.7 meses, y el consumo a un 125% del nivel de
pobreza durante 14.6 meses. La clase media baja y las clases de bajas rentas
prácticamente no había acumulado reservas financieras.
La situación mejoró algo entre 1983 y 1989, cuando la clase media era capaz de
sostener 3.6 meses de consumo normal (frente a los 2.3 meses) y 9.0 meses del
consumo al 125% (frente a los 4.6). Sin embargo, en 1995 la situación era aun más
calamitosa que en 1983. El 40% inferior de familias en este grupo de edad clasificados
por rentas todavía no había sido capaz de reunir ningún ahorro financiero. La clase de
renta media estaba ahora con más apuros que antes, con reservas financieras para sólo
1.2 meses de consumo normal (3.6 en 1989) y 1.8 meses al 125% (frente a 9.0 en 1989).
Las reservas financieras de la clase media alta descendieron también en términos de
ambos criterios,
13.8. ¿Por qué ha descendido la riqueza mediana?
¿Por qué ha descendido la riqueza mediana desde 1989? Parece haber dos factores
fundamentales. El primero es que el ahorro de las familias de renta media fue de hecho
negativo en ese periodo. El segundo es que sus activos se concentraban fuertemente en
vivienda y depósitos bancarios, activos que experimentaron bajas tasas de rendimiento
reales en esos años.
Los resultados se recogen en la tabla 11. En el periodo 1989-1995, la renta mediana de
los hogares descendió en unos 1.500 $. Los gastos de consumo bajaron en un grado algo
mayor para este grupo. Sin embargo, cada año, el ahorro familiar en los hogares de
renta media fue negativo, aunque se hizo un poco menos negativo con el tiempo.
Además, en 1989, el 69% de los activos del quintil intermedio de renta estaba
materializado en vivienda y otro 15% en activos líquidos. En el periodo 1989-95, la tasa
de rendimiento real de la vivienda fue en realidad negativa (-0.3% anual), mientras que
la de los activos líquidos (principalmente, las cuentas de ahorro y los fondos del
mercado monetario) fue un modesto 2.5% anual. En conjunto, la tasa de rendimiento del
patrimonio del quintil de renta media fue un diminuto 0.7% anual, a pesar del gran alza
del precio de las acciones. Esto puede compararse con una media histórica de un 2.9%
anual durante el periodo 1962 a 1992 (véase Wolff, 1999).
El panel inferior de la tabla 11 descompone el descenso en la riqueza familiar mediana,
que fue de unos 9.000 $ de 1995, en tres componentes. Primero, y más importante, es
que el valor presente de los ahorros familiares, acumulados en todo el periodo, fue de 10.500 $. En segundo lugar, esto fue parcialmente compensado por ganancias de capital
de 3.700 $. Otros factores (residuales) contribuyeron con la cifra restante de -2.100 $.
Es interesante observar que si la tasa de rendimiento real se hubiera mantenido
creciendo a su tasa histórica en el periodo 1989-95, la riqueza familiar mediana habría
crecido en ese periodo unos 3.900 $, en vez de descender en 9.000$.
13.9. Un cuento de tres colas
En los últimos 15 años aproximadamente, ha habido una práctica explosión en el
número de estudios de las posesiones familiares de riqueza. Tras una sequía de 20 años,
en la que se obtuvo poca información sobre riqueza familiar, entre el Estudio de las
Características Financieras de los Consumidores (SFCC) de 1962 y el Informe sobre las
Finanzas de los Consumidores de 1983 (con la pequeña excepción del Programa de
Estudio de las Rentas y el Desarrollo, de 1979), el problema es hoy en día es la
sobreabundancia de datos. Hay al menos una docena de Estudios que cubren uno o más
años en el periodo 1983 a 1995, y se llevan a cabo a partir de una base uniforme que
contiene preguntas sobre los activos y las deudas de los hogares. Además del SCF, están
los SIPP de la Oficina del Censo de los EE. UU., para 1984, 1988, 1991 y 1993, y los
PSID del Instituto para la Investigación Social, para 1984, 1989 y 1994.
La tabla 12 presenta algunas comparaciones de cálculos de riqueza derivados del SCF,
el SIPP y el PSID. Téngase en cuenta que tanto el SIPP como el PSID incluyen el valor
de los vehículos en su cálculo de activos totales, y yo hago lo mismo, a objeto de poder
hacer comparaciones, en esta tabla. Sin embargo, aunque se pregunta normalmente por
el valor de los automóviles en los cuestionarios de riqueza, me planteo la conveniencia
de incluir esto en la riqueza neta. Por una parte, si se incluyen, entonces deberían
incluirse también otros bienes de consumo duradero, como muebles (cuyo valor es a
menudo mayor que el de los coches) o artículos de electrónica. Por otra parte, al igual
que los muebles, los automóviles son una necesidad en la mayor parte de los EE. UU. y
no se puede prescindir de ellos sin sufrir una seria disminución de los niveles de vida de
la mayoría de las familias. La inclusión de los autos en la riqueza tendrá el efecto de
aumentar el nivel y el crecimiento de la riqueza neta en el tiempo, así como hacer
descender la desigualdad medida.
Hay notables discrepancias entre las tres fuentes en relación con los niveles y con las
tendencias temporales. La datos de riqueza mediana son relativamente parecidos entre el
SIPP y el PSID, pero siempre mayores en el SCF. Según los datos del SIPP, la riqueza
neta mediana cayó un 17% en términos reales entre 1984 y 1993. En contraste, los datos
del PSID muestran un aumento del 7.3%, y los del SCF del 4.6%, que, por cierto, están
muy próximos a los que se obtienen de los datos de Flujos de Fondos del Fed.
Los niveles y las tendencias en la desigualdad de la riqueza también difieren según las
tres fuentes. Los datos del SCF muestran una concentración mucho mayor de la riqueza
en la clase de riqueza superior (500.000 $ o más), tanto en términos del porcentaje de
hogares en ese estrato de riqueza como en participación de éste en la riqueza total. Sin
embargo, las dos fuentes muestran aproximadamente el mismo incremento porcentual
en la proporción de hogares y en la parte de la riqueza total que pertenece a ese estrato
de riqueza170[170]. Los cálculos del SCF dan también mayores niveles de desigualdad de
riqueza que los del PSID. Además, mientras que los datos del PSID indican que la
desigualdad disminuyó entre 1984 y 1994, en especial la parte de la riqueza total en
poder del 5% superior, los cálculos correspondientes al SCF indican un aumento de la
desigualdad.
Un análisis más detenido revela la fuente de estas discrepancias. Una comparación de
niveles de riqueza media por estratos de renta muestra que los niveles de riqueza media
están bastante cercanos para los cuatro quintiles inferiores en el SIPP y en el SCF, pero
son más de tres veces superiores en el SCF que en el SIPP para el quintil superior.
Además, la riqueza media por tipo de activos es bastante parecida en cuanto a casas,
vehículos y activos líquidos en el PSID y en el SCF, pero los datos del SCF son mucho
mayores en lo relativo a acciones, bonos y patrimonio de negocios no societarios. Estos
resultados indican que la cola superior de la distribución de la riqueza falta tanto en las
muestras del SIPP como en la de PSID. Además, el hecho de que el PSID indique un
crecimiento mayor de la riqueza media y mediana entre 1984 y 1994 que el SCF para el
mismo periodo parece deberse a que el PSID ha mejorado sus tasas de respuesta y su
cobertura de activos entre los dos estudios.
13.10. La reconciliación de los cálculos alternativos con el SCF
En la tabla 13 puede verse otra comparación de cálculos divergentes sobre la magnitud
de la distribución de riqueza de los hogares. En este caso, se basan todos los datos en
una fuente única, el SCF. El panel A muestra mis propios datos, en los que vuelvo a
incluir los vehículos en el valor de la riqueza neta. El panel B procede de Kennickell y
Woodburn (1999), un estudio en el que los autores han usado un conjunto coherente de
ponderaciones (Ponderaciones de base designada, X42000) a partir de los SCF de 1989,
1992 y 1995. Yo uso la misma base para mis cálculos de 1992 y 1995, pero una
ponderación diferente (la media de las ponderaciones de la serie X40131 SRC-DesignS1 y de la base designada X40125) para 1989, ya que las ponderaciones X42000 no
estaban disponibles cuando apareció la base de datos original. Además, mis datos están
170[170]
En términos de coeficientes de Gini calculados sobre la base de intervalos de riqueza iguales en
ambas fuentes, los resultados de SCF indican un nivel considerablemente mayor de desigualdad que los
del SIPP, pero ambas fuentes muestran un cambio neto pequeño en la desigualdad entre principios de los
80 y mediados de los 90.
alineados, en parte, con los datos de balance agregado proporcionados por el Flujo de
Fondos del Fed.
A primera vista, hay más coincidencias que discrepancias entre los dos conjuntos de
datos. Ambos muestran un descenso de la riqueza media y mediana entre 1989 y 1995,
y ambos muestran muy poca variación en el coeficiente de Gini. La diferencia principal
es que mis datos muestran una mayor participación de la riqueza total en poder del 1%
superior de hogares en 1989 y en 1992 (en torno a 6 puntos porcentuales de diferencia),
aunque los dos conjuntos de datos están muy próximos para 1995 (una diferencia de un
punto). La razón es evidente a partir de la última columna de la tabla 13, que muestra el
cociente de los activos financieros (incluidos los depósitos, bonos, otros activos
financieros, acciones, fondos mutuos, fondos de confianza** y algunas cuentas de
pensiones) que derivan del SCF hacia los datos del Flujo de Fondos. Se eligieron estos
activos porque, por construcción y definición, deberían proporcionar una
correspondencia mayor con los datos del SCF171[171]. Mis cálculos a partir del SCF están
alineados mejor con los datos del Flujo de Fondos de 1989 y 1992 que los de
Kennickell y Woodburn, un resultado que explica la mayor concentración del percentil
superior en mis cálculos. Tanto mis cálculos como los de ellos, para 1995, se desvían de
forma similar de los del Flujo de Fondos, lo que explica nuestros resultados bastante
similares para la participación del 0.5% superior.
Además, combinando los nuevos cálculos de Kennickell y Woodburn con los anteriores
de Avery, Elliehausen y Kennickell (1988), encontramos que los artículos de Kennickell
y los míos están casi por completo de acuerdo sobre los datos de concentración de la
riqueza para 1983 y 1995. Los primeros muestran que la parte del 0.5% superior crece
en 3.2 puntos porcentuales, del 24.3% al 27.5%, y la parte del 1% superior crece en 3.6
puntos, del 31.5% al 35.1%. Mis resultados (con automóviles incluidos) muestran 3.3
puntos de incremento (del 25.3% al 28.6%) y 3.8 (del 32.6% al 36.4%),
respectivamente. La diferencia principal es de calendario. El trabajo de Kennickell
muestra todo el crecimiento de la desigualdad (en realidad mayor de un 100%)
concentrado en los tres años que van de 1992 a 1995; mis datos dicen que la mayoría
ocurre entre 1983 y 1989, con un crecimiento más moderado entre 1989 y 1995.
Otro conjunto de cálculos los proporciona Weicher (1995, 1996), que señala dos puntos
principales en sus dos artículos. En primer lugar, los cálculos de la magnitud de la
distribución son muy sensibles a la elección de las ponderaciones usadas (Los SCF de
1983 y 1989 usan ponderaciones distintas). Esto se ilustra con distintos cálculos del
coeficiente de Gini que resulta de la diferencia en ponderaciones seleccionadas en los
Estudios de los dos años. En segundo lugar, el error estándar del coeficiente de Gini,
basado en minuciosos cálculos que utilizan 1000 réplicas, es relativamente amplio.
Como consecuencia, el incremento en el coeficiente de Gini entre 1983 y 1989 es sólo
marginalmente significativo. Además, aunque la diferencia fue positiva en más del 92%
de los casos cuando se usó la ponderación B3016 en la SCF de 1983, fue positiva en
sólo un 48% de los casos al usar las B3019 para 1983 y X40125 para 1989, y un 79% de
los casos usando la B3019 para 1983 y la X40131 para 1989.
171[171]
En particular, el valor de los activos inmobiliarios y de negocios no societarios se basa en el Flujo
de Fondos en el método del inventario permanente, mientras que en el SCF se basan en el valor de
mercado. Además, el Flujo de Fondos registra todas las reservas de los seguros de vida, mientras que el
SCF se basa en su valor líquido remanente, mientras que la categoría de los "otros activos" cubre partidas
bastante diferentes en ambas fuentes.
Su artículo de 1995 ofrece sólo coeficientes de Gini, lo que es una pena pues estos
índices no son muy sensibles a los cambios en la concentración de la riqueza en el
extremo superior, en especial cuando son cercanos a la unidad (como ocurre en la
mayoría de las distribuciones de riqueza). Habría sido más útil mostrar las
participaciones efectivas de riqueza de los percentiles superiores de la distribución, que
sólo se ofrece de forma oblicua en su artículo de 1996. A pesar de estas limitaciones, los
resultados de Weicher, usando una construcción comparable de riqueza de los hogares,
son de hecho muy próximos a los míos. Además, aunque es cierto que los errores
estándar son grandes, las estimaciones de puntos muestran casi el mismo incremento
que en mi caso. Si tomamos la media de sus cálculos para los dos conjuntos de
ponderaciones en cada año, entonces el coeficiente de Gini, como media, aumenta 0.027
en los cálculos de Weicher y 0.032 en los míos, y la parte del 1% más rico aumenta 5
puntos en los suyos y 3.4 puntos en los míos.
13.11. Comentarios finales
La mayoría de la información que recoge este trabajo son malas noticias. La
desigualdad de la riqueza ha continuado aumentando en los EE. UU. desde 1989,
aunque a una tasa algo menor. Mientras que la parte del 1% superior de propietarios
aumentó en 3.6 puntos porcentuales entre 1983 y 1989, sólo creció otro 1.1 punto entre
1989 y 1995. Las proyecciones para 1997 indican un nuevo paso adelante hacia más
desigualdad, con un nuevo incremento de 1.6 puntos.
Otra tendencia preocupante es que la riqueza neta mediana (en $ constantes), tras crecer
entre 1983 y 1989, cayó rápidamente entre 1989 y 1995, llegando a ser inferior en 1995
que en 1983. Lo mismo es cierto para la riqueza financiera mediana. La renta mediana
se recuperó algo entre 1989 y 1995 pero aún está por debajo del nivel de 1983 al final
del periodo. Las proyecciones para 1997 muestran ciertas mejoras en la riqueza
mediana, aunque en 1997 su nivel estimado es inferior al de 1983. Las principales
razones para el descenso de la riqueza mediana en el periodo 1989-95 son que los
hogares de renta media siguieron desahorrando, y que, mientras la clase media
experimentó ganancias de capital positivas (en términos reales) en este periodo, la
ganancia fue considerablemente menor que en las dos décadas precedentes.
Un resultado relacionado es que los únicos hogares que vieron crecer sus riqueza y
riqueza financiera netas en términos absolutos entre 1983 y 1995 fueron los situados en
el 5% más alto de sus distribuciones respectivas, y las mejoras fueron especialmente
fuertes para el 1% superior. Todos los demás grupos sufrieron pérdidas de su riqueza o
de su renta reales, y los descensos fueron más acusados en la parte inferior.
Las nuevas cifras apuntan también a un creciente endeudamiento de la familia
estadounidense. El cociente global deuda-patrimonio ha subido muy rápido desde 1983,
desde un 0.151 a un 0.194 en 1995, aunque las proyecciones sugieren que cayó
ligeramente en 1997, hasta 0.189. Además, la proporción de hogares con riqueza neta
cero o negativa saltó del 15.5% en 1983 al 18.5% en 1995, y la porción con riqueza
financiera cero o negativa pasó del 25.7% al 28.7%. La propiedad neta en vivienda
ocupada como porcentaje de los activos totales cayó fuertemente en el periodo, desde el
23.8% en 1983 al 19.5% en 1995, y 18.6% en 1997, reflejando una deuda hipotecaria
creciente, que pasó del 21% al 36%. El cociente deuda-patrimonio fue también más alto
en el 80% inferior de las familias en 1995, un 0.73, que entre el 1% superior (0.05) o
entre el siguiente 19% (0.13).
La propiedad de activos de inversión estaba aún muy concentrada en manos de los ricos
en 1995. Aproximadamente un 90% del valor total de las acciones, bonos, trusts y
patrimonio en negocios, y unos tres cuartos de los activos inmobiliarios distintos de la
vivienda habitual eran propiedad del 10% de familias más ricas. Además, a pesar de la
extensión de la propiedad de acciones (40% de los hogares tenían acciones, bien directa,
bien indirectamente a través de fondos mutuos, o fondos de confianza, o planes de
pensiones), el 10% más rico seguía teniendo el 82% del valor total de esas acciones.
Otra mala noticia es que los hogares negros no hispanos han vuelto atrás entre 1983 y
1995 tanto en renta como en riqueza tanto en términos absolutos como relativos. Por el
lado positivo, su tasa de propiedad de la vivienda aumentó (y también en relación a los
blancos) y la proporción con la riqueza neta positiva también creció. Sin embargo, en
1985, la riqueza de los hogares negros era como media un 20% de la de los blancos, en
contraste con un cociente de rentas de casi el 50%. Por otra parte, a los hispanos les fue
mejor. Los cocientes de renta y riqueza entre hispanos y blancos no hispanos en 1995
eran mayores que los correspondientes a los cocientes entre negros y blancos (no
hispanos). Además, los hogares hispanos hicieron substanciales mejoras tanto en renta
como en riqueza a lo largo del periodo, tanto en términos absolutos como relativos (en
relación con los blancos no hispanos).
Las familias jóvenes también perdieron en este periodo. La riqueza neta media de los
hogares con menos de 45 años cayó en relación con la media global y su tasa de
propiedad de la vivienda también descendió. Las mayores mejoras las disfrutaron los
hogares en el grupo de edad de más de 75 años. Además, las parejas sin niños (tanto
jóvenes como viejas) eran mucho más ricas que las familias con hijos. Sin embargo, la
posición relativa de las parejas casadas con hijos mejoró en términos de riqueza desde
principios de los 80.
Al agrupar los hogares por rentas, no hay una asociación clara entre rentas y grado de
crecimiento de la riqueza. Sin embargo, lo que sí está claro es que los recursos
financieros acumulados por las familias de los tres quintiles inferiores de renta es muy
pequeña en relación con su consumo normal e incluso en relación con el consumo a un
nivel del 125% del umbral de pobreza, y estos recursos han menguado con el tiempo,
entre 1989 y 1995, en particular para las familias de renta media.
Estos resultados explican algunas de las causas de la "creciente ansiedad" de la clase
media en este país durante la última década y media. Entre 1983 y 1997, las rentas
reales han bajado para todos los hogares excepto para el 20% superior en la distribución
de la renta. La riqueza neta mediana y la riqueza financiera mediana eran
aproximadamente las mismas en 1997 que en 1983. El endeudamiento medio de las
familias estadounidenses en relación con sus activos siguió aumentando entre 1983 y
1997, al igual que la deuda hipotecaria sobre el valor de las viviendas ocupadas por los
propietarios. No ha habido prácticamente crecimiento económico para la familia media:
casi todo el crecimiento en la renta familiar ha ido a parar al 20% más rico. Las finanzas
de la familia estadounidense media son más frágiles a finales de los 90 que a principios
de los 80. No es sorprendente que tanto los problemas con las fuerzas de seguridad,
privadas y públicas, hayan llevado a una creciente sensación de inseguridad en el país.
Estos resultados traen a colación la cuestión de los mecanismos de promoción de la
propiedad en los Estados Unidos. Se necesitan medidas públicas y a la vez privadas. La
restauración de la propiedad de activos de las familias medias y pobres puede contribuir
de forma importante a aumentar su seguridad económica y a restaurar su participación
en la vida social de la comunidad, invirtiendo su sometimiento político.
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Tabla 1: Riqueza y renta media y mediana, 1983-1997a (en miles de $ de 1995)
1983
1989
1992
1995
1997b
% cambio 198395
A. Riqueza neta
1. Mediana
51.1
54.6
46.6
45.6
49.9
-10.6
2. Media
198.8
227.7
221.4
204.5
26.4
2.9
3. % con riqueza neta o negativa
15.5
17.9
18.0
18.5
1. Mediana
11.0
13.0
10.9
10.0
11.7
-9.8
2. Media
144.2
170.0
168.8
156.9
176.2
8.8
3. % con riqueza neta o negativa
25.7
26.8
28.2
28.7
1. Mediana
31.0
29.6
28.3
30.0
-3.2
2. Media
43.9
45.8
46.5
43.5
-0.8
B. Riqueza financiera
C. Renta
a. Fuente: cálculos propios a partir de los SCF de 1983, 1989, 1992 y 1995. Las ponderaciones de 1983 son las ponderaciones
compuestas de la Muestra completa de 1983; y las de 1989 son la media de las series SRC-Design-S1 (X40131) y de las
ponderaciones basadas en la base diseñada (X40125). Los c´qalculos de 1992 se basan en las ponderaciones basadas en diseño
(X42000), con algunos ajustes (véase Wolff, 1996). Las de 1995 son las de las ponderaciones basadas en diseño (X42000). Las
entradas de activosy deudass de 1983, 1989, 1992 y 1995 están en consocnancia con los balances totales nacionales (véase la nota
2).
b. Proyectados sobre la base de las cuentas del Flujo de Fondos del Consejo de Gobernadores del FED (1998). Las proyecciones se
basan en el cambio medio en los valores totales de activos y deudas entre el último trimestre de 1995 y el último de 1997,
estandarizados por el cambio del IPC y el cambio en el número de hogares de las proyecciones para EE. UU. Las proyecciones de la
mediana se basan en la composición de la riqueza del quintil intermedio de riqueza en 1995.
Tabla 2: Distribución de la riqueza y la renta por tamaños, 1983-1997a
Año
Coef.
Gini
4.0%
siguiente
5.0%
siguiente
10.0%
siguiente
20.0%
superior
2º 20.0%
3er 20.0%
40.0%
inferior
Total
22.3
21.6
22.8
21.8
21.9
12.1
11.6
11.8
11.5
11.2
13.1
13.0
12.0
12.1
11.4
81.3
83.5
83.8
83.9
84.5
122.6
12.3
11.5
11.4
10.7
5.2
4.8
4.4
4.5
4.4
0.9
-0.7
0.4
0.2
0.5
100.0
100.0
100.0
100.0
100.0
42.9
46.9
45.6
47.2
48.6
25.1
23.9
25.0
24.6
23.6
12.3
11.6
11.5
11.2
10.7
11.0
10.9
10.2
10.1
8.9
91.3
93.4
92.3
93.0
91.8
7.9
7.4
7.3
6.9
6.4
1.7
1.7
1.5
1.4
2.1
-0.9
-2.4
-1.1.
-1.3
-0.3
100.0
100.0
100.0
100.0
100.0
12.8
16.6
15.7
14.4
13.3
13.3
14.8
14.5
10.3
10.4
10.6
10.4
15.5
15.2
15-3
15.9
51.9
55.6
56.4
55.1
21.6
20.6
20.4
20.6
14.1
13.2
12.8
13.6
12.3
10.7
10.5
10.7
100.0
100.0
100.0
100.0
1.0%
superior
A. Riqueza neta
1983
1989
1992
1995
1997b
0.80
0.83
0.82
0.83
33.8
37.4
37.2
38.5
40.1
B. Riqueza Financiera
1983
1989
1992
1995
1997b
0.89
0.93
0.90
0.91
C. Renta
1982
1989
1991
1994
0.48
0.52
0.53
0.52
Anexo: Valores medios por quintil (en miles de $ de 1995)
A. Riqueza neta
1983
6708
1110
482.6
260.6
808.3
124.9
51.9
4.4
198.8
1995
7875
1115
471.7
246.8
858.1
116.8
45.9
0.9
204.5
% cambio
17.4
0.5
-2.3
-5.3
6.2
-6.5
-11.5
-79.6
2.9
B. Riqueza financiera
1983
6187
906
354.0
158.7
658.3
57.0
12.3
-6.3
144.2
1995
7400
963
352.2
158.5
730.0
54.0
11.3
-10.6
156.9
% cambio
19.6
6.4
-0.5
-0.1
10.9
-5.3
-7.8
-68.3
8.8
1982
563.5
145.6
90.4.0
67.2
113.83
47.5
31.1
27.1
43.9
1994
625.0
157.4
90.5
69.2
119.9
44.7
29.7
23.3
43.5
% cambio
10.9
8.1.4
0.0
2.0
5.4
-5.8
-4.5
-14.0
-0.8
C. Renta
a. Fuente: cálculos propios a partir de los SCF de 1983, 1989, 1992 y 1995. Véase la nota a de la tabla 1 para más detalle. Para el
cálculo de las particpaciones de los percentiles en la riqueza neta, las familias se clasifican según su riqueza neta; para porcentajes
de la riqueza financiera, de acuerdo con su riqueza financiera; y para los de renta, según su renta.
b. Proyectado hasta 1997 sobre la base del cambio en los precios de los activos entre 1995 y 1997.
Tabla 3: Composición de la riqueza familiar total, 1983-1997a (% de los activos totales)
1983
1989
1992
1995
1997i
Residencia principal (valor bruto)
30.1
30.2
29.8
30.4
29.3
Otros valores inmob. (valor bruto)
14.9
14.0
14.7
11.0
10.6
Propiedad de negociosb
18.8
17.2
17.7
17.9
17.3
Depósitos totalesc
15.3
15.7
10.4
7.3
7.1
Seguros de vida (valor residual líquido)
2.2.
1.7
1.8
2.7
2.7
Cuentas de pensionesd
1.5
2.9
7.2
9.0
9.2
Activos financierose
4.2
3.4
5.1
3.8
3.1
Acciones de sociedades y fondos mutuos
9.0
6.9
8.1
11.9
14.5
Riqueza neta en trusts personales
2.6
3.1
2.7
3.2
3.6
Ottros activosf
1.3
4.9
2.5
2.8
2.6
TOTAL
100.0
100.0
100.0
100.0
100.0
Deuda sobre la residencia principal
Deudas restantesg
DEUDA TOTAL
6.3
6.8
13.1
8.6
6.4
15.0
9.8
6.0
15.7
11.0
5.3
16.3
10.7
5.2
15.9
Anexo
Valor neto de la casa/activos totalesh
Deuda sobre la residencia principal/valor de la casa
Cociente Deuda/riqueza
23.8
20.9
15.1
21.6
28.6
17.6
20.1
32.7
18.7
19.5
36.0
19.4
18.6
36.4
18.9
a. Fuente: cálculos propios a partir de los SCF de 1983, 1989, 1992 y 1995. Véase la nota a de la tabla 1.
b. Riqueza neta en granjas, negocios y soociedades familiares.
c. Cuentas a la vista, de ahorro, a plazo, fondos del mercado monetario y certificados de depósitos.
d. IRAs, planes Keogh y 401(k), valor acumulado de las contribuciones a los planes de pensiones definidos.
e. Bonos de sociedades privadas, bonos públicos, títulos de mercado abierto y billetes.
f. Oro y otros metales preciosos, royalties, joyas, antigüedades, pieles, préstamos a amigos y parientes, contratos a futuros y otros
activos.
g. Deuda hipotecaria sobre toda la propiedad real excepto la residencia principal, más deuda de consumo, instalación y otras deudas.
h. Cociente del valor bruto de la residencia principal neto de hipoteca sobre el activo total.
i. Las proyecciones para 1997 se basan en los datos del Flujo de Fondos. Véase la nota b de la tabla 1 para mayor detalle.
Tabla 4: Composición de la riqueza familiar por clases de riqueza en 1995 a (%)
Total
1%
Siguiente Signtes
superior 19%
dos
quintiles
A. Porcentaje de los activos brutos
Residencia princpal
30.4
6.4
30.1
64.7
Otra riqueza inmobiliaria
11.0
11.4
13.9
5.1
Activos líquidos (depósitos bancarios, fondos
10.0
7.7
11.3
11.3
del mercado monetario, y valor residual líquido
de los seguros)
Activos de pensiones
9.0
4.7
12.6
8.8
Riqueza en negocios no societarios
17.9
36.8
11.0
3.5
Acciones de sociedades, activos financieros,
18.9
30.3
18.0
4.4
fondos mutuos y trusts personales
Activos diversos
2.8
2.7
3.1
2.2
40%
inferior
73.2
4.1
10.1
6.6
1.0
2.5
2.4
Acciones poseídas directa o indirectamenteb
16.8
20.8
18.9
7.6
5.2
Pro memoria
Cociente deuda/riqueza
Cociente deuda/renta
19.4
91.3
4.8
73.8
12.9
87.1
50.1
104.0
2061.8
85.7
64.7
4.8
17.2
3.9
43.0
11.3
38.8
96.0
0.4
67.4
25.9
78.1
71.8
88.1
93.0
0.9
44.5
11.3
70.8
25.2
72.7
63.8
8.7
9.5
1.5
38.1
6.1
29.6
51.4
3.0
10.6
2.2
33.7
8.2
30.8
40.4
29.5
23.9
84.9
81.7
80.9
70.7
66.7
62.8
44.1
32.6
25.0
21.0
7.4
2.9
B. Porcentaje de hogares que poseen...
Residencia principal
Casa móvil
Otros activos inmobiliarios
Residencia secundaria
Activos en pensiones
Negocios no societarios
Acciones de sociedades, activos financieros,
fondos mutuos y trusts personales
Acciones poseídass directa o indirectamenteb
(1) 5000 $ o más
(2) 10000 $ o más
a. Fuente: cálculo propio a partir del SCF de 1995. Los hogares se clasifican en clases de riqueza según su riqueza neta: el 1%
superior: 2419000 $ o más; siguiente 19%: entre 176701 $ y 2419000 $; quintiles 2 y 3: entre 23300 $ y 176700 $; quintiles 4 y 5:
menos de 23300 $.
b. Incluye la propiedad directa de acciones y la propiedad indirecta a través de fondos mutuos, trusts y planes IRAS, Keogh y
401(k), y otras cuentas de jubilación.
Tabla 5: Porcentaje de los activos totales poseídos por clases de riqueza, 1995 a
Porcentaje del 10% superior
Tipo de activo
1.0%
Siguiente 90%
Total
1983
1989
1992
superior 9-0%
inferior
A. Activos poseídos fundamentalmente por los ricos
Acciones y fondos mutuos
51.4
37.0
11.6
100.0
90.4
86.0
87.6
Activos financieros
65.9
23.9
10.2
100.0
82.9
87.1
83.0
Trusts
49.6
38.9
11.5
100.0
95.4
87.9
87.9
Riqueza en negocios
69.5
22.2
8.3
100.0
89.9
89.8
91.0
Propiedad inmobiliaria
35.1
43.6
21.3
100.0
76.3
79.6
83.0
aparte de la vivienda
TOTAL PARA EL GRUPO 55.5
32.1
12.5
100.0
85.6
85.7
87.6
B. Activos y deudas poseídos fundamentalmente por lo no ricos
Residencia principal
7.1
24.6
68.3
100.0
Depóstitosb
29.4
32.9
37.7
100.0
Seguros de vida
16.4
28.5
55.1
100.0
Cuentas de pensionesc
17.7
44.7
37.7
100.0
TOTAL PARA EL GRUPO 12.8
29.7
57.5
100.0
1995
88.4
89.8
88.5
91.7
78.7
87.5
34.2
52.9
33.6
67.5
41.0
34.0
61.5
44.6
50.5
43.9
36.0
59.7
45.0
62.3
45.2
31.7
62.3
44.9
62.3
42.5
C. Deuda Total
9.4
18.9
71.7
100.0
31.8
29.4
37.5
28.3
D. Pro memoria
Acciones poseídas directa o
indirectamented
41.8
40.2
18.1
100.0
--
--
--
81.9
a. Fuente: cálculo propio a partir de los SCF de 1983, 1989, 1992 y 1995. . Los hogares se clasifican en clases de riqueza según su
riqueza neta: el 1% superior: 2419000 $ o más; siguiente 9%: entre 352001 $ y 2419000 $;80% inferior:: menos de 35200 $.
b. Incluye la depósitos a la vista, de ahorro, a plazo, fondos del mercado monetario y certificados de depósitos.
c. IRAs, planes Keogh y 401(k), valor acumulado de las contribuciones a planes de pensiones, y otras cuentas de jubilación.
d. Incluye la propiedad directa de acciones, y la indirecta a través de fondos mutuos, trusts, así commo IRAS, planes Keogh y
401(k) y otras cuentas de jubiulación.
Tabla 6: Renta y riqueza familiar, por raza y etnia, 1983-1995a
(en miles de $ de 1995, salvo advertencia en contra)
Valores medios
Año
Blancos
no
hispanos
Negros
no
hispanos
Valores medianos
Hispanos
Blancos
no
hispanos
Negros
no
hispanos
1. Renta
1982
47.7
25.7
28.8
33.5
18.7
1988
52.2
23.2
23.8
34.8
13.2
1991
51.9
26.0
24.5
32.0
18.1
1994
47.7
23.0
30.9
32.0
17.0
2. Riqueza neta
1983
232.3
43.7
37.8
66.9
4.4
1989
274.8
46.1
45.2
79.4
2.0
1992
265.9
49.4
59.1
66.6
11.2
1995
242.4
40.8
51.3
61.0
7.4
3. Riqueza financiera
1983
171.1
22.0
11.2
18.6
0.0
1989
207.7
22.5
22.1
25.1
0.0
1992
204.7
28.2
38.0
20.5
0.1
1995
188.4
21.2
29.3
18.1
0.2
4. Tasa de vivienda en propiedad (%)
1983
68.1
44.3
32.6
1989
69.3
41.7
39.8
1992
69.0
48.5
43.1
1995
69.4
46.8
44.4
5. % de hogares con riqueza neta cero o negativa
1983
11.3
34.1
40.3
1989
12.1
40.7
39.9
1992
13.8
31.5
41.2
1995
15.0
31.3
38.3
Hispanos
Cociente Blancos no
hispanos/Negros no
hispanos
Media
Mediana
Cociente
Hispanos/Blancos no
hispanos
Media
Mediana
22.2
16.7
17.0
22.0
.54
.45
.50
.48
.56
.38
.57
.53
.60
.46
.47
.65
.66
.48
.53
.69
2.6
1.7
4.0
5.0
.19
.17
.19
.17
.07
.03
.17
.12
.16
.16
.22
.21
.04
.02
.06
.08
0.0
0.0
0.0
0.0
.13
.11
.14
.11
.00
.00
.01
.01
.07
.11
.19
.16
.00
.00
.00
.00
.65
.60
.70
.67
.48
.57
.62
.64
3.01
3.38
2.28
2.09
3.55
3.31
2.98
2.56
a. Fuente: cálculo propio a partir de las SCF de 1983, 1989, 1992 y 1995. Los hogares se dividen en cuatro grupos raciales/étnicos:
(i) blancos no hispanos; (ii) negros no hispanos; (iii) hispanos; y (iv) indios americanos, asiáticos y otros. Para 1995, el esquema de
clasificación no distingue expresamente entre blancos no hispanos y negros no hispanos para las primeras dos categorías, de forma
que algunos hispanos pueden haberse autoclasificados bien coo blancos bien como negros.
Tabla 7: Perfiles de riqueza por edades y tasas de propiedad de la vivienda por edades, 1983-1995a
Año
1983
1989
1992
1995
A. Cociente de la riqueza neta media por estrato
de edad y la media global
TOTAL
1.00
1.00
1.00
1.00
Menos de 35
0.21
0.290.29
0.20
0.16
35-44
0.71
0.72
0.71
0.65
45-54
1.53
1.50
1.42
1.39
55-64
1.67
1.58
1.82
1.81
65.74
1.93
1.61
1.59
1.71
75 o más
1.05
1.26
1.20
1.32
B. Cociente de la riqueza financiera media por
estratos de edad y la media global
TOTAL
1.00
1.00
1.00
1.00
Menos de 35
0.17
0.28
0.18
0.14
35-44
0.59
0.68
0.69
0.62
45-54
1.53
1.48
1.45
1.43
55-64
1.72
1.60
1.89
1.86
65.74
2.12
1.69
1.60
1.75
75 o más
1.10
1.27
1.14
1.26
C. Tasas de propiedad de la vivienda por clases de
edad (%)
TOTAL
63.4
62.8
64.1
64.7
Menos de 35
38.7
36.3
36.8
37.9
35-44
68.4
64.1
64.4
64.7
45-54
78.2
75.1
75.5
75.4
55-64
77.0
79.2
77.9
82.3
65.74
78.3
78.1
78.8
79.4
75 o más
69.4
70.2
78.1
72.5
a. Fuente: cálculo propio a partir de las SFC de 1983, 1989, 1992 y 1995. Los hogares se clasifican según la edad del propietario de
la vivienda.
Tabla 8: Riqueza media para las familias con y sin hijos, 1983 y 1995 a
(en miles de $ de 1995, salvo indicación en contra)
Tipos de familia y grupos de edad
1983
1995
% de cambio
1983-95
A. Riqueza neta
Todos los hogares
198.8
204.5
2.9
Parejas casadas con menos de 65 años
Con niños
165.1
180.5
9.3
Sin niños
321.3
304.6
-5.2
Hogares femeninos menores de 65 años
Con niños
44.9
36.4
-19.0
Sin niños
96.9
77.5
-20.0
Parejas casadas, de 65 y más años
475.5
435.3
-8.4
B. Riqueza financiera
Todos los hogares
144.2
156.9
8.8
Parejas casadas con menos de 65 años
Con niños
105.3
138.1
31.2
Sin niños
243.8
243.7
-0.0
Hogares femeninos menores de 65 años
Con niños
21.2
16.8
-20.6
Sin niños
67.7
48.3
-28.6
Parejas casadas, de 65 y más años
388.3
339.9
-12.5
C. Cociente deuda/propiedad (%)
Todos los hogares
15.1
19.4
28.6
Parejas casadas con menos de 65 años
Con niños
27.8
36.8
32.0
Sin niños
13.7
18.4
34.5
Hogares femeninos menores de 65 años
Con niños
33.6
56.8
69.0
Sin niños
23.6
28.7
21.7
Parejas casadas, de 65 y más años
2.4
4.8
101.3
D. Tasa de vivienda en propiedad (%)
Todos los hogares
63.4
64.7
2.1
Parejas casadas con menos de 65 años
Con niños
73.2
72.4
-1.2
Sin niños
75.3
74.0
-1.7
Hogares femeninos menores de 65 años
Con niños
39.6
40.0
1.0
Sin niños
41.5
48.1
16.0
Parejas casadas, de 65 y más años
84.1
86.1
2.4
A. Fuente: cálculo propio a partir de SCF de 1983 y 19995. Los hogares se clasifican según la presencia de hijos en el hogar con
menos de 18 años, y por grupos de edad según la edad del cabeza de familia.
Tabla 9: Riqueza neta media de los hogares, por estratos de renta y de edad, 1983-1995a
(en miles de $ de 1995)
Riqueza neta media
Cambio porcentual
Estratos de renta ($ de 1995)
1983
1989
1992
1995
1983-89 1989-95 1983-95
TOTAL
198.8
227.7
221.4
204.5
14.6
-10.2
2.9
De menos de 65 años
Menos de 15000 $
15000-24999
25000-499999
50000-74999
75000 o más
170.1
31.5
49.7
87.0
164.3
825.9
198.4
20.8
71.4
103.6
171.7
826.8
194.7
25.9
44.0
79.3
156.8
930.9
173.7
31.9
50.2
77.3
169.5
774.3
16.6
-34.0
43.7
19.0
4.5
0.1
-12.4
53.2
-29.7
-25.4
-1.3
-6.4
2.1
1.2
1.0
-11.1
3.2
-6.2
De 65 o más años
Menos de 15000 $
15000-24999
25000-499999
50000-74999
75000 o más
319.2
54.7
151.3
275.7
558.2
2601.7
333.5
55.8
165.1
295.5
706.8
2705.5
316.4
58.9
149.5
312.8
618.0
2696.8
314.5
73.4
135.8
270.3
594.6
2409.8
4.5
1.9
9.1
7.2
26.6
4.0
-5.7
31.6
-17.8
-8.6
-15.9
-10.9
-1.5
34.2
-10.3
-2.0
6.5
-7.4
a. Fuente: cálculo propio a partir de SCF de 1983, 1989, 1992 y 1995. Los hogares se claasifican según la edad del propietario de la
vivienda.
Tabla 10: Reservas financieras acumuladas por las familias, por quintiles de renta
(en términos del nº de meses de consumo que pueden financiar), 1983-1995a
Quintil de renta
Nº de meses de consumo actual
Nº de meses de consumo a nivel
que pueden financiarseb
del 125% del estándar de pobreza
que pueden financiarsec
A. 1983
Quintil superior
Cuarto quintil
Quintil central
Segundo quintil
Quintil inferior
B. 1989
Quintil superior
Cuarto quintil
Quintil central
Segundo quintil
Quintil inferior
C. 1995
Quintil superior
Cuarto quintil
Quintil central
Segundo quintil
Quintil inferior
16.5
5.7
2.3
0.9
0.0
51.4
14.6
4.6
1.3
0.0
18.7
4.7
3.6
0.7
0.0
72.6
14.6
9.0
1.0
0.0
19.0
3.5
1.2
1.1
0.0
61.3
7.9
1.8
0.6
0.0
a. Para los hogares con edades comprendidas entre los 25 y los 54 años. Fuente: cálculo propio a partir de SCF de 1983, 1989 y
1995, y de Bureau of Labor Statistics: Consumer Expenditure Surveys, 1983, 1990 y 1995.
b. Definido como el cociente entre la riqueza financiera mediana (riqueza total neta menos riqueza en la casa ocupada como
vivienda) y los gastos de consumo medianos del estrato de renta correspondiente.
c. Definido como el coioente entre la riqueza fianciera neta del estrato de renta y el 125% del estándar de pobreza para una failia de
cuatro miembros.
Tabla 11: Cambio en la riqueza mediana, y factores explicativos, 1989-1995 (en miles de $ de 1995)
1989
1995
Cambioa
1. Riqueza familiar medianaa
54.6
45.6
-9.0
2. Renta familiar medianab
35.5
34.1
-1.5
3. Gastos de consumo para el nivel mediano de rentac
37.5
35.3
-2.1
4. Tasa de ahorro para el nivel mediano de rentad
-5.4%
-3.7
2.7
5. Tasa de rendimiento real de la cartera del quintil intermedio
0.7%
de familias a lo largo del periodo (% anual)e
Pro memoria: Factores explicativos del cambio en la fiqueza familiar mediana, 1989-1995
a. Valor presente de los ahorros familiares, acumulados anualmente a lo largo
-10.5
delperiodo
b. Cambio en el valor de la cartera del quintil intermedio de riqueza debido a
3.7
cambios en los precios de los activos
c. Otros factores (residuo)
-2.1
Cambio total en la riqueza familiar mediana
-9.0
a. Cálculo propio a partir de SCF de 1989 y 1995.
b. U.S. Bureau of the Census, Current Population Surveys, Internet.
c. Bureau of Labor Statistics, Consumer Expenditure Surveys, varios años, Internet.
d. Cociente entre la renta familiar menos el consumo familiar y la renta familiar.
e. Fuentes para los precios de los activos: Council of Economic Advisers: Economic Report of the President, febrero 1998,
Washington, DC: U. S. Government Printing Office; U.S. Bureau of the Census: Statistical Abstract of the United States, 1997,
Washington, DC, U. S. Government Printing Offfice.
Tabla 12: Resumen de estadísticas sobre riqueza neta mediana y media y sobre desigualdad de
riqueza (a partir de SIPP, PSID y SCF, 1983-1995; en miles de $ de 1995)
Estrato de renta de 500000 $ o más
Fuente y año
A. SIPPa
1984
1988
1993
Cambio en %, 1984-93
B. PSIDb
1984
1989
1994
Cambio en %, 1984-94
C. SCFc
1983
1989
1995
Cambio en %, 1983-95
Riqueza neta
mediana
Riqueza neta
media
% de hogares
% de riqueza
47.9
46.1
39.6
-17.3
115.5
118.5
105.2
-8.9
1.9
2.8
3.6
86.4
25.9
27.1
30.5
18.9
44.6
45.2
48.3
8.3
140.5
153.6
150.8
7.3
58.3
62.4
55.8
-4.4
206.3
237.7
215.7
4.6
% de la riqueza
total poseída por el
5% superior
49.5
47.0
44.5
-10.1
4.2
6.3
7.3
74.1
51.5
60.6
63.9
24.0
54.5
57.2
58.0
6.5
a. Fuente: 1984: U.S. Bureau of the Census (1986), tablas 1 y 3; 1988: U.S. Bureau of the Census (1990), tablas 1 y 3; 1988; Y
1993: "Asset ownership of households: 1993", P70-47, en internet, tablas 4 y 5.
b. Fuente: Hurst, Luoh y Stafford (1998), pp. 270, 277.
c. Cálculo propio a partir de SCF 1983, 1989 y 1995. La riqueza neta incluye los vehículos.
d. Los estratos de riqueza están en dólares corrientes.
Tabla 13: Estimaciones alternativas de la distribución por tamaños de la riqueza familiar, a partir
del SCFa (las medias y medianas están en miles de $ de 1995)
Proporción de la riqueza poseída por (%)
Media
A. Cálculos de
Wolffc
1983
1989
1992
1995
B. Kennickell y
Woodburn
(1997)
1989
1992
1995
C. Weicher
(1995, 1996)
1983 (B3016)
1983 (B3019)
1989 (X40125)
1989 (X40131)
Mediana Coef. de
Gini
0.5%
superior
siguiente
0.5%
siguiente
9%
90%
inferior
Total
Cociente
entre los
activos
financieros y
los FOF del
FRBb
206.3
237.7
230.8
215.7
58.3
62.4
55.3
55.8
0.779
0.811
0.802
0.799
25.3
29.2
29.0
28.6
7.3
6.8
6.9
7.8
33.9
32.6
34.0
32.9
33.5
31.4
30.1
30.7
100.0
100.0
100.0
100.0
0.998
0.923
0.894
0.766
229.3
202.7
207.2
57.0
55.1
55.1
0.788
0.782
0.788
23.0
7.3
22.7
7.5
27.5
7.6
1% superior
37.1
36.9
33.2
32.5
32.9
31.5
100.0
100.0
100.0
0.750
0.669
0.685
0.773
0.788
0.801
0.813
30.0
34.0
36.0
38.0
230.8
250.1
248.0
255.3
a. La riqueza neta incluye los automóviles y otros vehículos.
b. Incluye depósitos, bonos, otros activos financieros, acciones, fondos mutuos, fondos de trust y las cuentas de contribuciónes para
pensiones definidas. En el Flujo de Fondos, los diferentes activos que figuran en laa cuentas de pensiones, tales como acciones y
bonos, se consolidan en sus diferentes tipos financieros (coo aciones y bonos). La fuente para los datos del Flujo de Fondos del
Consejo de la Reserva Federal (FRB FOF) es: Board of Governors of the FED (1998).
c. Incluye automóviles. Los valores de los activos se han ajustado a los datos del FRB FOF. Las ponderaciones de 1983 son las
ponderaciones para las rentas en sentido amplio del FRB (B3016) y las ponderaciones compuestas revisadas de SCF (B3019); y las
de 1989 son las series SRC-Design-S1 (X40131) y la X40125.
IV. LAS CONSECUENCIAS DE LA CRISIS GLOBAL
PARA LAS ECONOMÍAS REGIONALES
CAPÍTULO 14
Fred Moseley172[172]
LA ECONOMÍA DE LOS ESTADOS UNIDOS EN 1999:
¿SE ENCONTRARÁ CAPERUCITA AL LOBO FEROZ?
En los dos últimos años, la economía de los EE. UU. ha sido llamada la economía de
Caperucita** porque ha estado marchando perfectamente bien, ni demasiado caliente ni
demasiado fría, con un desempleo y una inflación en sus niveles más bajos en 30 años,
una bolsa en plena expansión, etc. Business Week ha proclamado incluso, en una serie
de números especiales premiados**, que la economía estadounidense había entrado en
una nueva era en la que el rápido cambio tecnológico (especialmente, la tecnología de la
información) hará posible que continúe con esos bajos niveles de desempleo e inflación
en el futuro previsible.
Mientras tanto, la mayor parte del resto del mundo está sufriendo la peor crisis
económica desde la Gran Depresión de los años 1930, sin que su final se vea a la vista.
La mayor parte de Asia ya está en una depresión severa, con caídas en la producción
que van desde un 3% en Japón y 6% en Corea hasta un 15% en Indonesia. Esta
depresión cada vez peor está teniendo efectos devastadores sobre la población de estos
países; el desempleo está aumentando (tasas reales de desempleo del 25% o superiores)
sin que haya prácticamente seguro de desempleo. Los salarios reales han bajado entre
10% y 30% y continuarán cayendo en el próximo o dos próximos años casi con
seguridad. Decenas de millones de personas caerán por debajo de la línea de pobreza
(sólo en Indonesia, se estima la cifra en 40 millones), borrando varias décadas de
mejoras en el nivel de vida y descensos en la pobreza.
La economía rusa está experimentando casi una bancarrota completa. A muchos
trabajadores se les debe el salario de varios meses, y en algunos casos de varios años.
Cada vez más transacciones se llevan a cabo mediante trueque. El gobierno ruso ha
suspendido el pago de una parte de su deuda externa y es probable que suspenda la
mayor parte de la restante, lo que significa que los créditos externos no volverán
probablemente a Rusia hasta dentro de muchos años.
Además, hay una probabilidad creciente de que la depresión se extienda a América
Latina, que en los últimos años estaba empezando a crecer un poco después de la
década perdida de los 80 (en realidad, casi dos décadas). Brasil se ha visto forzado por
el Fondo Monetario Internacional (FMI) a adoptar políticas fiscales y monetarias muy
restrictivas, como condición para recibir el préstamo de 43 mil millones de $ de
diciembre pasado. Estas políticas restrictivas seguro que harán caer a Brasil en una
recesión, o incluso en una depresión, que se llevará consigo a la mayor parte del resto
de América Latina (especialmente, teniendo en cuenta que también estos países están
viéndose forzados por la crisis global a defender sus divisas por medio de políticas
restrictivas). Para los trabajadores, el desempleo aumentará rápidamente y los salarios
reales bajarán en picado, como en Asia. Por tanto, la crisis asiática no es sólo una crisis
en Asia. Se está extendiendo como una crisis global.
Por tanto, la cuestión urgente en estos momentos es: ¿por cuánto tiempo podrán
continuar estas tendencias económicas divergentes, prosperidad en los EE. UU. y
172[172]
Mount Holyoke College, Massachusetts. Email: [email protected]
depresión en el resto del mundo? Incluso Alan Greenspan ha preguntado recientemente:
¿cuánto tiempo puede la economía de los EE. UU. seguir siendo una isla de prosperidad
en medio de un mundo en depresión?
Casi todos los economistas ortodoxos parecen pensar que la economía de los EE. UU.
es tan fuerte que sólo sufrirá levemente la creciente crisis económica global, y que en
concreto no sufrirá una recesión. Yo no estoy de acuerdo con esta opinión dominante.
Creo que es muy probable que la economía de EE. UU. sufra de forma más importante
los efectos de esa expansión de la crisis global, y que caerá en recesión en un año como
mucho. En otras palabras, pienso que Caperucita está punto de encontrarse con el lobo
feroz. Una recesión así en la economía de EE. UU. tendría a su vez efectos devastadores
sobre el resto del mundo, especialmente sobre los países asiáticos, para los cuales el
aumento de sus exportaciones al creciente mercado de EE. UU. es prácticamente la
única esperanza de recuperación.
En lo que sigue, examinaré los varios efectos de la crisis global sobre la economía
estadounidense, e intentaré determinar la probabilidad de una recesión en el plazo
aproximado de un año.
Paradójicamente, hasta ahora la crisis asiático-global ha tenido efectos mayormente
positivos sobre la economía estadounidense. En primer lugar, ha contribuido a una
menor tasa de inflación. La aguda devaluación de las divisas asiáticas ha significado
importaciones baratas desde Asia (ordenadores de menos de 1000 $, Honda Accords por
16.000 $, Hyundais por 6.000 $, electrónica de consumo barata, etc.) y esto a su vez ha
reducido la tasa global de inflación. La crisis ha reducido también la demanda total de
petróleo y de otras materias primas, que ha llevado a un descenso significativo en los
precios de estas mercancías (por ejemplo, un 30% de caída en el precio del petróleo, de
modo que la gasolina está ahora por debajo de un dólar el galón), contribuyendo así aun
más a rebajar la tasa global de inflación. Además, los tipos de interés en los EE. UU.
están por debajo de lo que estarían en otro caso, tanto a causa de la baja tasa de
inflación como debido a las grandes entradas de capital extranjero que llega de Asia en
busca de la seguridad de los bonos del Tesoro americano.
Sin embargo, los efectos negativos de la crisis global están empezando a dejarse sentir,
y es probable que se intensifiquen en los próximos meses hasta superar esos efectos
positivos. Hay tres componentes de la demanda agregada a través de los cuales la crisis
global podría afectar negativamente a la economía estadounidense: las exportaciones
netas, el gasto en inversión y la demanda de consumo. Examinaré uno a uno cada uno
de ellos.
14.1. El descenso de las exportaciones netas
El componente de la demanda agregada que sufrirá un impacto inmediato y directo de la
crisis global serán las exportaciones netas (exportaciones menos importaciones). El
efecto negativo más inmediato de la crisis asiático-global sobre la economía de los EE.
UU. se producirá a través de la reducción de las exportaciones y el aumento de las
importaciones. Debido a la enorme devaluación de las divisas asiáticas, los bienes
estadounidenses son ahora relativamente mucho más caros, tanto las exportaciones
como los que compiten con las importaciones abaratadas en el mercado interno.
Además, el gran bajón de las economías asiáticas reducirá aun más su demanda de
exportaciones desde los EE. UU. Por otra parte, se dice que algunos productores
asiáticos están practicando dumping en el mercado de los Estados Unidos (es decir,
vendiendo por debajo del coste y obteniendo pérdidas) sólo para conseguir alguna renta
y compensar la disminución de sus ventas en Asia. El ejemplo más importante hasta
ahora es la industria siderúrgica. Las importaciones de acero se han incrementado en un
50% en el último año. Los productores estadounidenses están teniendo que cerrar
plantas y despedir trabajadores, y están demandando la protección del gobierno frente a
la competencia extranjera desleal. La pérdida de los mercados de exportación y la
pérdida del mercado interno a favor de las importaciones no sólo reduce la demanda
agregada de los EE. UU., sino que significa también menos empleos para los
trabajadores estadounidenses y, por tanto, una mayor tasa de desempleo.
Hasta ahora, las exportaciones de EE. UU. a Asia han bajado un 20% aproximadamente,
y las importaciones procedentes de Asia sólo han subido un 5%. Puesto que las
exportaciones totales de EE. UU. sólo representan el 12% del PIB, y el porcentaje de las
exportaciones totales que se dirige a Asia (incluido Japón) es sólo de un 30%, esta
reducción en las exportaciones netas estadounidenses (exportaciones menos
importaciones) ha tenido sólo un efecto negativo pequeño sobre la tasa de crecimiento
de la economía de EE. UU (menos de un 1%). Muchos economistas concluyen de esto
que lo peor de la crisis asiática ya ha pasado (es decir, que esas economías han tocado
fondo y empezarán a recuperarse el año próximo), y, por tanto, que los efectos
negativos sobre las exportaciones e importaciones estadounidenses no empeorarán más
en el próximo año. Si esta opinión dominante es correcta, entonces este pequeño efecto
negativo no tendría por qué producir una recesión en los Estados Unidos.
Sin embargo, dudo mucho de que la crisis asiática haya pasado ya. Más bien, creo que
la crisis está todavía en su etapa inicial, y que queda mucho de ella --lo peor-- por venir.
La principal razón para esperar esto es que muchas (quizás, la mayoría) de las empresas
capitalistas en Asia (incluido Japón) están hoy técnicamente en bancarrota, es decir,
perdiendo dinero (pues sus ingresos son inferiores a sus costes) y son incapaces de
hacer frente a sus obligaciones de deuda pendientes. Joseph Stiglitz, economista jefe del
Banco Mundial, fue citado recientemente en el New York Times como autor de lo
siguiente: En indonesia, el 75% de las empresas están en quiebra. ¿Cómo se puede
hacer funcionar una economía cuando el 75% de sus empresas están en quiebra? La
respuesta inmediata es: no se puede. De forma similar, las estimaciones para Corea
muestran que el cash flow (beneficios y depreciación) del sector de sociedades en su
conjunto supone menos que el montante integro de los pagos corrientes por intereses
(Cho, 1999). En otras palabras, las cargas de depreciación se están usando para ayudar a
pagar los intereses, y aun así esto no es suficiente. En Japón, la brecha negativa entre
cash flow y pagos de intereses del sector de sociedades es similar a la tasa de Corea, o
quizás peor. Si estas economías continúan a la baja en 1999, la insolvencia del sector
empresarial se agravará aun más. William Tabb (1998) ha insistido recientemente en
estas mismas páginas este aspecto central de la crisis económica asiática.
La alta incidencia de impagos en la economía asiática actual se debe en parte a una
importante característica del estilo asiático de capitalismo: las empresas capitalistas
dependen mucho más que sus homólogas occidentales de los fondos ajenos
(provenientes fundamentalmente de los bancos) para financiar sus inversiones. Los
cocientes normales entre deuda y fondos propios son en Asia un 300% o 400%,
mientras que en los EE. UU. y en Europa un cociente del 100% se considera ya
peligrosamente alto. Este estilo de capitalismo altamente endeudado ayudó a hacer
posibles las altísimas tasas de crecimiento de las economías asiáticas durante décadas,
pero también las ha hecho ahora mucho más vulnerables a cualquier caída de la
economía. Con la rápida caída de estas economías durante el último año y pico, los
ingresos por ventas de la mayoría de las empresas han bajado rápidamente. Además, los
tipos de interés subieron mucho para intentar detener la salida de capital, y esto añadió
peso adicional a la carga de deuda soportada por las empresas. Como resultado, muchas
empresas están sufriendo ahora pérdidas y son incapaces de hacer frente a sus
obligaciones actuales de pago. En los Estados Unidos, una situación así produciría
normalmente que los acreedores obligaran a las empresas insolventes a declararse en
quiebra; es decir, las empresas insolventes cerrarían y sus activos sacados a subasta para
que los acreedores puedan recuperar al menos una parte de sus préstamos. El tiro de
gracia para muchas empresas con deudas denominadas en dólares fue el 50% de
devaluación de las divisas asiáticas, que dobló la carga de la deuda de estas empresas en
términos de sus propias monedas.
Sin embargo, hasta ahora en Asia se ha dejado que muchas empresas insolventes
continúen operando. Muchas empresas pequeñas y medianas han sido obligadas a
quebrar, pero a las más grandes se les ha permitido continuar operando o incluso se les
ha extendido crédito adicional por parte de sus acreedores, los bancos, frecuentemente
bajo la presión de los gobiernos nacionales. En algunos casos, los gobiernos asiáticos
mismos han prestado dinero directamente a las empresas --en su mayor parte, empresas
muy grandes, consideradas demasiado importantes para dejarlas quebrar, debido a la
depresión aun más profunda y a los mayores niveles de desempleo que se habrían
derivado de ello. Los bancos no han tenido interés en forzar la declaración de quiebra de
estas empresas porque en ese caso sólo podrían recuperar un pequeño porcentaje de sus
inversiones originales, lo que habría mostrado qué poco valen en realidad los préstamos
anotados en sus libros contables. Por supuesto, el reconocimiento de toda la magnitud
de estas pérdidas causaría que muchos de estos bancos quebraran a su vez (pues sus
pérdidas serían mayores que su valor neto).
Sin embargo, estos salvamentos bancarios y gubernamentales de las empresas en
quiebra no resuelven los problemas fundamentales de las rentas a la baja, los beneficios
insuficientes y las pesadas deudas. Finalmente, la mayoría de estas empresas insolventes
tendrán que verse obligadas a quebrar realmente. Así es la forma perversa de trabajar
característica del capitalismo. Las quiebras de algunas empresas son el medio a través
del cual se logra aumentar la tasa de ganancia de las empresas supervivientes, creando
con ello las condiciones para una recuperación final en algún momento futuro. Sin
embargo, a corto plazo, las quiebras causarán por supuesto una depresión más profunda.
Las quiebras de empresas resultarían también en grandes pérdidas para los bancos
asiáticos, como se acaba de decir, lo que empeoraría la ya severa crisis bancaria de estos
países. Muchos bancos quebrarían a su vez, resultando todo ello en una contracción
adicional de la economía.
Japón es, de lejos, la economía más importante de Asia, concentrando prácticamente el
60% del PIB asiático. La crisis bancaria en Japón es peor que en los otros países porque
los bancos japoneses han sido los prestamistas más importantes del resto de Asia en las
décadas recientes. De modo que los bancos japoneses están sufriendo ahora pérdidas, no
sólo por las insolvencias de las empresas japonesas, sino también a causa de los
impagos de los deudores de esos otros países. Se estima que los bancos japoneses
cuentan con un mínimo de un billón de $ (165 billones de pesetas) en créditos de difícil
cobro (cerca de un 25% de su PIB). Como resultado, la mayoría de esos bancos ha
dejado de prestar, lo que ha provocado una severa crisis de crédito. La economía
japonesa descendió en casi un 3% durante 1998, y es muy probable que caiga otro tanto
en 1999, o quizás más aun. Esta creciente depresión en la segunda mayor economía del
mundo está obligada a tener efectos negativos graves en todo el mundo, especialmente
en el resto de Asia y también en los Estados Unidos. En suma, creo que la crisis asiática
está lejos de haber terminado; Jan Kregel (1998a) llega a la misma conclusión por las
mismas razones básicas, y, por tanto, cabe esperar futuros descensos significativos de
estas economías y, por tanto, en la demanda de exportaciones estadounidenses.
Además, muchos países latinoamericanos, con Brasil a la cabeza, están cayendo
también en recesión, lo que reducirá aun más la demanda de exportaciones
estadounidenses. Incluso Europa sufrirá finalmente un parón en su crecimiento;
Inglaterra parece estar ya cayendo en recesión. En estas circunstancias de una economía
mundial en declive, parece probable que las exportaciones americanas desciendan otro
10% o 20% el próximo año. El déficit de la balanza comercial de Estados Unidos
aumentó en 1998 desde unos 100.000 millones de $ hasta 150.000 millones. Aumentará
aun más el próximo año, quizás hasta los 300.000 millones o más. El efecto negativo de
este descenso adicional en las exportaciones podría no ser suficiente para llevar a la
economía de EE. UU. a la recesión, pero reducirá sin duda la tasa de crecimiento a un
1% o 2% como mucho, muy por debajo de la tasa de 4% de los últimos años.
14.2. El descenso de la inversión empresarial
Otro posible efecto negativo de la crisis global sobre la economía de los Estados Unidos
es una reducción de la inversión empresarial. La demanda de inversión ya cayó
suavemente en el tercer trimestre de 1998, tras varios años de fuerte inversión (con
incrementos medios de un 10% anual aproximadamente). Esta aguda caída de la
inversión se debe fundamentalmente a los beneficios estancados o en descenso (véase
Moseley, 1998, para una discusión de la incapacidad de la tasa de ganancia de la
economía de los EE. UU: para recuperarse completamente del descenso que
experimentó desde los 60 y 70). La tasa de ganancia en los EE. UU. cayó
aproximadamente un 50% hasta mediados de los 70 y desde entonces sólo ha
recuperado un tercio aproximadamente de ese descenso, de forma que la tasa de
ganancia actual está un 30% o 35% por debajo de su cima de los primeros años de la
postguerra. Véase Moseley (1992) para una discusión más detallada de este descenso de
la rentabilidad y de sus causas.
Otras causas de la caída en la demanda de inversión son la decreciente tasa de
utilización de la capacidad instalada (es decir, el porcentaje de los equipos productivos
existentes que se están utilizando de hecho) y las expectativas a la baja de sobr**
demanda futura. Si hay una caída adicional de la inversión en los próximos meses
debido a la crisis global, lo que parece probable, esta reducción pondría a la economía
estadounidense al borde de una recesión, si no dentro de ella.
Además, existe otro peligro que podría conducir a un descenso aun mayor en el gasto de
inversión: una crisis de crédito por la que los prestamistas rechazaran prestar a las
empresas o estuvieran dispuestos a hacerlo tan sólo a tipos de interés mucho mayores.
El tipo normal de crisis de crédito ocurre por medio de los bancos que, en tiempos de
recesión, o de amenaza de ella, endurecen las exigencias crediticias y reducen su
actividad de crédito. Esta forma típica de crisis de crédito no parece probable justo
ahora en los EE. UU. Sin embargo, esto podría cambiar rápidamente si los bancos
sufrieran pérdidas significativas en los próximos meses, como resultado de una
extensión de la crisis global, debido a préstamos a países de mercados emergentes, o
préstamos a fondos de cobertura con altos riesgos en estos países; el ejemplo más
conocido es el fondo de cobertura Long Term Capital Management (LTCM), que pidió
prestados casi 100.000 millones de $ a los mayores bancos de los EE. UU. y del exterior
para especular con los precios a futuro de los bonos en todo el mundo, y que escapó por
los pelos de la quiebra gracias a la intervención del Sistema de Reserva Federal. LTCM
apostaba en esencia por que no habría ninguna crisis seria que perturbara los
diferenciales normales entre los diferentes tipos de bonos, y perdieron mucho tras la
suspensión de pagos rusa, y la intensificación del riesgo de los propios contratos de
derivados relacionados con esos países. "Derivados" es uno de esos términos para todo
que puede referirse a muy distintos tipos de nuevos instrumentos de inversión
desarrollados por los bancos en la última década. Muchos de estos derivados se refieren
en último término a un préstamo hecho a alguno de esos países emergentes, y están por
tanto sujetos a riesgos de insolvencias más elevados (y también a un riesgo de
devaluación de la divisa) [Véase Kregel (1998b) para una discusión excelente de estos
derivados.]
Kregel afirma que uno de los principales objetivos del desarrollo de estos derivados era
sortear las restricciones impuestas a los fondos de pensiones y otros inversores
institucionales que limitaban su capacidad de invertir en mercados emergentes. Además,
en los meses recientes, ha aparecido un nuevo tipo de crisis de crédito que amenaza con
hacerse más grave: una crisis de crédito en el mercado de bonos, en donde los
inversores dejan de estar dispuestos a comprar bonos de las sociedades (salvo las de
mejor calificación), o sólo lo están si esos bonos ofrecen un tipo de interés
significativamente más alto (es decir, sólo si estos bonos ofrecen una prima de riesgo
más elevada). Los inversores han sido alertados por la crisis rusa y por la cuasi-quiebra
de LTCM. Como resultado, ha habido un desplazamiento desde el riesgo a lo seguro (es
decir, desde los bonos de las empresas a los del Tesoro). Era este nuevo tipo de crisis de
crédito lo que preocupaba especialmente a Greenspan cuando ingenió el juego a tres
bandas de la reducción en octubre de los tipos de interés. El pánico del verano pasado y
de comienzos del otoño disminuyó algo en las semanas subsiguientes (de modo que
parece que las acciones del FED tuvieron éxito en tranquilizar a los inversores y
convencerlos de que tiene ambas manos sobre las palancas de la economía y de que no
permitirá que ésta se le vaya de las manos). Aunque los tipos de interés se dispersen,
entre los bonos del Tesoro y los más calificados de los de las sociedades todavía hay
varios puntos porcentuales más de lo normal, lo que indica que sigue habiendo
reticencias a prestar a las corporaciones. Sin embargo, estos temores siguen estando sin
duda bajo la superficie y volverían a surgir a flote con toda su fuerza tan pronto como
una próxima sorpresa desagradable en la economía mundial --por ejemplo, otros
impagos de Rusia, salidas de capital y crisis de la divisa en Brasil, una profundización
de la depresión en Japón, una intensificación de los conflictos de clase en Corea del Sur
o en Brasil o en otra parte, una devaluación denminbi** chino, o incluso del dólar
estadounidense, etc.). Si estallara una crisis de crédito severa, entonces el gasto en
inversión caería rápidamente (pues el mundo de los negocios no sería ya capaz, o lo
sería menos, de obtener fondos ajenos para invertir). Una caída importante de la
inversión debida a una crisis de crédito situaría casi con seguridad a la economía
estadounidense en una recesión.
14.3. El desenfreno del gasto en consumo: ¿por cuánto más tiempo puede durar?
El único componente de la demanda agregada que sigue creciendo actualmente en los
Estados Unidos es el gasto de consumo. Por supuesto, los hogares estadounidenses
están dándose un festín de gasto a tope. El porcentaje de la renta después de impuestos
que los hogares de EE. UU. gastan (que no ahorran) ha sido siempre mayor que en la
mayoría de los países (un 94% aproximadamente, comparado con un 80% en Japón o un
85% en Alemania). Pero en los últimos años la tasa de gasto ha subido aun más,
¡habiendo superado en los últimos meses el 100%! Esto significa que los hogares
americanos están gastando más de lo que ganan tras pagar impuestos (es decir, la tasa
de aahorro es negativa). Normalmente, un país con una tasa de ahorro tan baja tendría
una tasa de inversión igualmente baja, pues los ahorros de los hogares son una de las
fuentes principales de fondos para la inversión empresarial. Sin embargo, la economía
de los Estados Unidos en los últimos años ha sido capaz de mantener una alta tasa de
inversión, a pesar de su bajísima tasa de ahorro, debido a la enorme entrada de capital
extranjero en el país en ese periodo. En otras palabras, el resto del mundo ha estado
dispuesto a proporcionar los ahorros necesarios para mantener la inversión en los
Estados Unidos, haciendo así posible que los EE. UU. se comieran el pastel (el
consumo) y al mismo tiempo lo conservaran (la inversión). (Véase Moseley, 1999, para
ulteriores discusiones del importante papel de las entradas de capital extranjero en el
mantenimiento de la prosperidad relativa de la economía de los EE. UU. desde
mediados de los 80, y especialmente desde 1995). Sin embargo, esta situación
encantadora no puede durar para siempre. En los próximos años, los intereses por esos
préstamos extranjeros tendrán que pagarse, aparte de que, en cualquier momento, los
inversores extranjeros pueden decidir dejar de prestar dinero a los Estados Unidos y
retirar de allí su capital, lo que sería un golpe tremendo para la economía
estadounidense.
El principal factor impulsor del gasto de consumo en los últimos años ha sido la subida
del mercado de valores. Los precios de las acciones se han incrementado un 50%
aproximadamente en los dos últimos años, y han crecido un 150% desde 1993. Este
crecimiento tan rápido de los precios de las acciones ha hecho aumentar muy rápido la
riqueza de los hogares americanos, especialmente de la pequeña minoría de hogares que
poseen la mayoría de las acciones de las empresas. En 1983, el último año para el que se
dispone de un estudio oficial, el 10% más rico de los hogares poseía el 89% de las
acciones de las sociedades privadas; y el 1% más rico poseía el 47%. Esta alta
concentración de la propiedad de las acciones de sociedades ha disminuido algo en los
90, pero probablemente no mucho (Fuente: Joint Economic Committee of the US
Congress, 1986).
Esta riqueza creciente con origen en el mercado de valores ha tenido un fuerte efecto
positivo (llamado "efecto riqueza") sobre el gasto en consumo (el gasto en consumo de
los ricos, es decir, de los que disfrutan de esta riqueza caída del cielo). Estos hogares
sienten evidentemente que su riqueza creciente en acciones les proporciona todo el
ahorro que necesitan para el futuro, por lo que no tienen necesidad de ahorrar a partir de
su renta corriente (¡en vez de eso, pueden gastarse toda su renta presente, e incluso
más!).
Así, podemos ver que la fuerza principal que impulsa hacia delante a la economía de los
EE. UU. en estos momentos --es decir, la fuerza principal que la aleja de la recesión-- es
el boom de la bolsa que impulsa la demanda de consumo. ¿Pero por cuanto tiempo
puede durar este desenfreno consumista empujado por la bolsa? Para continuar, el
mercado de acciones no sólo debe mantener sus altos niveles actuales, sino que debe
seguir creciendo rápidamente como en los últimos años. Sin embargo, los temores de
una crisis global ya han causado un descenso del 15% en agosto y septiembre (de 1998).
Desde entonces, la bolsa ha recuperado su base perdida (en gran medida, gracias a la
política monetaria expansiva del Fed), pero no creo que vaya a crecer mucho más en
1999. El cociente medio actual entre precios y beneficios por acción (el cociente entre el
precio de las acciones y los beneficios actuales) está ya a unos niveles tan altos, nunca
antes conocidos, de 25:1; la media histórica a largo plazo es de 15:1. Atendiendo a esta
media histórica, los precios de las acciones están sobrevaluados actualmente en un 67%
(la reciente recuperación de la bolsa la llaman ahora algunos la "burbuja Greenspan").
Esta amplia sobrevaluación sugiere por sí misma que, como mínimo, los precios de las
acciones no es probable que suban mucho más en el año próximo. Si los precios de las
acciones no siguen creciendo, entonces desaparecerá la influencia positiva que tiene el
efecto riqueza sobre el gasto de consumo.
Además, estos altísimos precios accionariales se basan en expectativas tremendamente
optimistas sobre los beneficios futuros de las sociedades. Por ejemplo, la previsión
compartida por los analistas de títulos apunta a un 17% (¡!) de crecimiento en los
beneficios de las sociedades durante el año 1999, y de un 13.5% en el 2000 (Wolff,
1998). Sin embargo, en su conjunto, los beneficios de las sociedades sólo crecieron un
5% en 1998, y, con una economía en frenada el año próximo, es probable que crezcan
todavía menos, o que desciendan incluso. Por consiguiente, estas muy optimistas
expectativas de beneficio casi seguro que van a verse decepcionadas. Esta decepción
puede causar una liquidación de acciones y por tanto un descenso en sus precios.
Greenspan dijo en julio: "Sabemos por la historia que una corrección en la bolsa es
probable. Lo que no sabemos es cuándo" Creo que el cuándo será 1999. Un descenso de
la bolsa así provocaría un descenso adicional del gasto de consumo, al invertirse el
efecto riqueza. Por consiguiente, el motor clave de la economía estadounidense en el
momento actual --el fuerte gasto de consumo impulsado por la creciente riqueza en
acciones-- está a punto de griparse el próximo año. Como mucho (con un mercado
estancado y no en declive), el incremento del gasto de consumo es probable que se haga
más lento, convirtiéndose en otro factor de freno de la economía de EE. UU., y
empujándola hacia la recesión. En el peor de los casos (con un descenso del mercado de
valores), el gasto de consumo es probable que disminuya, lo que empujará
definitivamente a la economía hacia la recesión.
14.4. Conclusión: ¿el lobo feroz?
Mi conclusión es que es muy probable que la economía americana caiga en una recesión
a lo largo del próximo año. Es posible, aunque no muy probable, que sólo experimente
un crecimiento más lento sin caer en recesión. Si todo ocurre en el mundo de forma
adecuada --es decir, si las economías asiáticas y latinoamericanas comienzan a
recuperarse (Japón y Brasil en especial); si no ocurre ninguna sorpresa desagradable en
alguna parte de la economía mundial; si se evita una crisis de crédito en la banca y en el
mercado de bonos de los EE. UU.; si la bolsa estadounidense sigue subiendo, a pesar de
los precedentes históricos y de los beneficios reales; si los hogares continúan gastando
más de lo que ganan, etc.--, en resumen, si se dan todas esas condiciones, entonces
quizás la economía americana sólo se frenará algo sin caer en una recesión. Sin
embargo, con que no se satisfagan una o dos de esas condiciones (por ejemplo, si no
produce la recuperación en Japón y/o en Brasil), me parece que hay una alta
probabilidad de que la crisis global llegue a casa. Caperucita se encontrará ante el lobo
feroz.
Si ocurre una recesión en la economía de los EE. UU., entonces creo que hay peligro de
que se trate de una bastante mala. La razón principal de ese peligro es que, en caso de
recesión, el gasto de consumo probablemente descenderá rápidamente. Como se vio
antes, los hogares han estirado su capacidad de gasto hasta el límite, o incluso más allá,
y este desenfreno consumista ha sido impulsado fundamentalmente por un boom de la
bolsa. Sin embargo, una recesión pondría muy probablemente fin a ese boom, y causaría
un descenso significativo de la bolsa. Como se vio más arriba, un descenso así en la
bolsa llevaría con casi toda seguridad a una grave reducción del gasto de consumo. Los
hogares tendrían no sólo que financiar su ahorro a partir de sus ingresos corrientes, sino
que tendrían, además, que reponer los ahorros perdidos en el mercado de valores
mediante una ahorro superior de su renta. La tasa de ahorro de los hogares podría subir
repentinamente en los EE. UU., del 0% al 5% o más, lo que reduciría aun más el gasto
de consumo y empujaría la economía hasta el fondo de una recesión. Por otra parte, los
hogares americanos están también muy endeudados (la deuda de los hogares es ahora de
aproximadamente el 100% de la renta después de impuestos, un récord nunca
alcanzado). Una recesión significaría una pérdida de empleos y de renta para muchos de
estos hogares altamente endeudados, que tendrían que reajustar su gasto enormemente
para evitar la quiebra personal.
Si tuviera lugar una recesión en los EE. UU. en el próximo año o dos, entonces esa
recesión tendría a su vez un efecto devastador sobre el resto de la economía mundial, en
especial para Asia y Latinoamérica. La mayor esperanza para que esos países se
recuperen de su actual depresión es el aumento de sus exportaciones al expansivo
mercado americano (una esperanza más antigua era la de aumentar sus exportaciones a
Japón, pero esa esperanza se evaporó al caer Japón en su propia depresión). Si la
economía de EE. UU. entra en recesión, entonces disminuirá la demanda de los EE. UU.
de exportaciones asiáticas, en vez de aumentar. Perdida su principal esperanza de
recuperación, estas economías seguirían en una depresión severa durante años. Y si la
depresión global continúa, esto seguiría arrastrando a la baja a la economía de los EE.
UU. ***
**
La política monetaria expansiva no ha sido hasta ahora capaz de detener el
deslizamiento de la economía del Reino Unido hacia la recesión. Parece que pronto
seremos testigos de un examen empírico histórico y muy importante sobre la eficacia de
la política monetaria expansiva en los Estados Unidos para salvar los Estados Unidos de
recesiones y depresiones.
Si la política monetaria expansiva fracasara en los próximos meses en los EE. UU.,
entonces la otra opción importante que la política económica del gobierno podría usar
para intentar evitar la recesión sería la política expansiva (un aumento en el gasto
público y/o una reducción de los impuestos). Sin embargo, una política fiscal expansiva
tarda meses en ser instrumentada (legislada) y más meses aun en ser llevada a la
práctica, y más aun en tener efectos sobre la economía. En consecuencia, si la política
fiscal expansiva debe tener una oportunidad para ayudar a la economía de EE. UU. a
evitar una recesión, entonces debería ser propuesta y legislada tan pronto como sea
posible. Pero nadie en Washington habla actualmente de una política fiscal expansiva.
La política fiscal expansiva no se cree necesaria para evitar la recesión y, además,
generaría déficit fiscal, lo cual iría en contra del objetivo principal de la actual política
fiscal, que es un presupuesto equilibrado. Por tanto, la política fiscal expansiva no es
probable que salve a la economía de EE. UU. de caer en recesión en 1999.
Si la economía americana se deslizara hacia una recesión severa, y la mayor parte del
resto del mundo en una depresión creciente, entonces este empeoramiento de la crisis
del capitalismo global infligiría grandes sufrimientos a la población mundial,
especialmente en Asia y en América Latina: pérdida de empleos, menores rentas,
mayores hambre y pobreza, mayor ansiedad y desesperación, etc. ¿Cómo responderían
los trabajadores, en todo el mundo y en EE. UU., a esta extensión y crecimiento de la
miseria? David McNally ha descrito recientemente en estas páginas la creciente
militancia y fuerza organizativa de los trabajadores en Asia, y sus recientes luchas
contras los despidos, cortes salariales, etc. Este año, trabajadores de todo el mundo
tendrán que enfrentarse probablemente a una elección similar y muy difícil entre aceptar
pasivamente el desempleo y la rebaja salarial o resistir activamente estas consecuencias
y luchar para defender su sustento económico. Es posible que, si las condiciones
económicas se deterioran, estas luchas de los trabajadores por su supervivencia en un
capitalismo en crisis conduzca a un número creciente de ellos a poner en entredicho el
capitalismo en cuanto tal, y su capacidad para hacer frente a sus necesidades
económicas básicas. Si el capitalismo exige estos ataques sobre nuestro nivel de vida,
entonces quizás haya un sistema económico alternativo que no requiera esos ataques y
que pueda, por el contrario, atender a nuestras necesidades.
Bibliografía
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la Allied Social Sciences Association, enero.
Joint Economic Committee of the United States Congress (1986). The Concentration of Wealth in the
United States: Trends in the Distribution of Wealth Among American Families.
Kregel, J. (1998a). "Yes, it dis happen again. A Minsky crisis happened in Asia", The Jerome Levy
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McNally, D. (1998). "Globalization on trial: crisis and class struggle in East Asia", Montly Review, 50:4,
septiembre, pp. 1-14.
Moseley, F. (1992). The Falling Rate of Profit in the Postwar United States Economy, N. York: St.
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(1998). Review of Radical Political Ecoomics, 29:4, otoño, pp. 23-41.
(1999). "The US economy at the turn of the century: entering a new era of prosperity?, Capital
and Class, de próxima aparición.
Tabb, W. (1998). "The East Asian financial crisis", Monthly Review, 50:2, junio, pp. 24-38.
Wolff, M. (1998). "The equity puzzle", Financial Times, 15 diciembre, p. 15.
CAPÍTULO 15
Alejandro Valle173[173]
DIFERENCIAS NACIONALES DE SALARIOS MEDIOS:
EL CASO DE MÉXICO Y ESTADOS UNIDOS174[174]*
Introducción
En America: What Went Wrong, un libro que ocupó por varias semanas la lista de
grandes éxitos de The New York Times, el segundo capitulo intitulado "Derrotados por
México" enfatiza los peligros que significan los bajos salarios mexicanos para los
trabajadores estadounidenses. Relata, entre otros ejemplos, como en 1986 Universal
Manufacturing Company de Paterson Nueva Jersey dejó sin empleo a 500 trabajadores
al trasladarse a Matamoros. Los trabajadores estadounidenses ganaban 7.91 dólares por
hora y los mexicanos recibían 1.45 dólares por hora.175[175] Las enormes diferencias
salariales entre México y EUA parecen plantear la posibilidad de que todas las nuevas
inversiones de EUA encontrarán conveniente trasladarse a México. Esa amenaza será
esgrimida una y otra vez contra los trabajadores estadounidenses y mexicanos para
arrancarles concesiones al capital. En México las organizaciones patronales promueve
una reforma profunda a la Ley Federal del Trabajo para volver más flexible las
condiciones del trabajo urgiendo a los trabajadores mexicanos con la mayor
competencia impuesta por el TLC. De manera que los bajos salarios mexicanos sirven
para presionar a los trabajadores de los tres países para que acepten salarios más bajos.
En este trabajo se avanza hacia una explicación de las diferencias salariales entre países
desde el punto de vista de la economía marxista. Sostendremos que los bajos salarios no
son simplemente una ventaja para los capitalistas que quieran trasladarse México.
Argumentaremos que las diferencias salariales son resultado: de las productividades
desiguales, de las diferencias en la distribución del producto entre asalariados y
capitalistas y de la diferencia entre la tasa de cambio vigente y la tasa de cambio que
igualaría los niveles de precios entre los países involucrados, la tasa de paridad de poder
adquisitivo (PPA). Dicha conclusión se deriva de manera muy directa de la teoría
marxista del valor trabajo pues de ella se deriva una definición muy simple de
productividad y con ella llegar a las conclusiones anteriores. La implicación más
importante del análisis es que los bajos salarios mexicanos son expresión de una retraso
en la productividad: de una desventaja absoluta y eso frena las posibilidades de
utilizar a México para que Canadá y EUA enfrenten la competencia internacional
trasladándose a México.
Parece que los sindicatos de los tres países tendrán que convivir con este problema por
un largo tiempo.
Este artículo presenta aspectos teóricos y empíricos. Primero plantearemos el problema
de las diferencias salariales a partir de lo ocurrido en la Posguerra con las economías
norteamericanas. En segundo término resumiremos algunas de las posiciones de los
economistas críticos que se refieren a la cuestión de las diferencias salariales.
173[173]
División de Postgrado, UNAM, México, D.F., México. Email: [email protected]
Este trabajo recibió financiamiento de la Dirección General de Asuntos del personal Académico de la
UNAM, proyecto IN401-393. Agradezco a todos los participantes del proyecto su ayuda para este trabajo y
especialmente a Gloria Martínez y Florentino Salazar. Los errores en el trabajo son míos.
175[175]
.Citado en El Financiero, junio 11 de 1992, pp. 23
174[174]
Posteriormente desarrollaremos nuestra explicación. A continuación examinaremos la
evidencia empírica. Finalmente apuntaremos algunas conclusiones provisionales
15.1. Planteamiento del problema
A. Los salarios son muy diferentes entre México y los EUA.
Puede apreciarse en la gráfica 1 que las remuneraciones176[176] de los trabajadores EUA
son mucho mayores que las de los trabajadores mexicanos.
(Poner la gráfica 1 cerca de aquí) Aunque la razón entre ellas ha disminuido la
diferencia en dólares es enorme. La razón de las remuneraciones anuales medias de
EUA y México era de casi trece veces en 1960 y pasó a poco más de ocho veces en
1993. En éste último año un mexicano percibía en promedio en un día de trabajo lo que
un estadounidense ganaba en una hora.
Gráf. 1: México y EUA remuneraciones
anuales medias
40000
dólares por año
30000
20000
10000
0
6062646668707274767880828486889092
Méx. EUA
Gráf. 2. Razón de remuneraciones
medias en EUA y Mexico.
18
16
14
veces
12
10
8
6
4
6062646668707274767880828486889092
PPA
176[176]
Paridad de mercado
La diferencia entre salarios y remuneraciones es que éstas últimas incluyen además de los salarios, la
percepción monetaria directamente recibida por el trabajador, las prestaciones entre las que destaca la
participación patronal para la seguridad social.
En la gráfica 2 se observa otro hecho importante de explicar: la proporción entre las
remuneraciones mexicanos y las de EUA ha pasó de ser de aproximadamente 4.7 veces
en 1981 a 14.0 en 1983. (Poner la gráfica 2 cerca de aquí) )Cuál es la explicación de un
cambio tan repentino y considerable como el ocurrido entonces?. Veremos que en ese
período se dieron dos drásticas variaciones: los trabajadores mexicanos se
empobrecieron porque disminuyeron los salarios relativos la proporción de los salarios
en el producto generado por ellos mismos; y además el peso mexicano pasó de una gran
sobrevaluación a una subvaluación en esos dos años. No queremos decir con lo anterior
que la diferencia salarial explicada por la tasa de cambio no sea "real". Los capitalistas
dedicados a la maquila obtuvieron reales y enormes ganancias por esa modificación en
el salario mexicano medido en dólares corrientes. Por ello la maquila en México ha
absorbido grandes volúmenes de mano de obra en México y si la situación actual
volviera a ser la de 1981 habría serios problemas en esa actividad.
En lo que sigue veremos que hay tres razones que explican los bajos salarios
mexicanos:
a)
las diferencias de productividad entre los dos países,
b)
las diferencias en la distribución de la riqueza entre las clases sociales,
c)
las variaciones en la tasa de cambio de mercado con respecto a la de PPA.
Antes de sustentar los puntos de vista anteriores veamos algunas de las ideas que han
nutrido este trabajo:
15.2. Algunos puntos de vista de la economía crítica sobre las diferencias salariales
Mandel afirma que los salarios bajos no son un reflejo del bajo nivel de la productividad
de la mano de obra en los países coloniales. Ello no se sostiene --según Mandel-- puesto
que hay ramas donde las productividades son semejantes a la estadounidense y sin
embargo los salarios son del orden de 10% de los de ese país.177[177]
"La productividad está ante todo, en función del equipo puesto a disposición del
trabajador, de su aptitud técnica y cultural general y de su capacidad de esfuerzo físico.
Ahora bien el colonialismo produce precisamente un nivel anormalmente bajo de estos
tres elementos básicos de la productividad. Puede afirmarse con mucha más razón que
el bajo nivel de la productividad no es la causa, sino el resultado del bajo nivel del
salario y del conjunto del subdesarrollo que caracteriza a la economía colonial y
semicolonial.
Alain de Janvry sostiene algo semejante: la diferencia salarial entre la industria
manufacturera de Brasil y la de EUA era del orden de 1 a 8 en 1973 y de 1 a 18 para
Marruecos y EUA. Dado que la productividad del trabajo en la manufactura moderna y
en los enclaves de exportación no es marcadamente diferente de la del centro.178[178] ; las
diferencias nacionales de salarios tendrían que explicarse mediante las discrepancias en
las tasas de plusvalía. De Janvry señala, por ejemplo, que la tasa de plusvalía en EUA
era en 1972 de 0.62 y de 1.66 en Brasil179[179] )Por qué diferencias que son menores de 3
a 1 explican diferencias del orden de 8 a 1? De Janvry no afirma las cosas con la
177[177]
Mandel, E. Tratado de economía marxista, Ed. Era(serie popular) t. II, México, 1978, pp. 276
. Janvry de, Alan The Agrarian Question and Reformism in Latin America, pp. 38
179[179]
.ibid
178[178]
precisión necesaria para que se discutan satisfactoriamente los nexos entre diferencias
nacionales de salarios, productividad y tasa de plusvalía.
Emmanuel también afirma en el Intercambio Desigual algo semejante, pues sostiene
que "la intensidad del trabajo --productividad del trabajo con igualdad de herramientas-del obrero medio de las zonas subdesarrolladas es un 50 o 60% de la del obrero medio
de la de las zonas industrializadas... en tanto que los salarios son 30 veces más
bajos".180[180]
En una traducción reciente de un trabajo de A. Shaikh pone la cita anterior de
Emmanuel y utiliza el término "productividad directa"181[181] para referirse al hecho de
que aún con medios de producción idénticos la fuerza de trabajo del país
subdesarrollado produce menos que su contraparte en un país industrializado.
En su polémica con Emmanuel, Bettelheim encuentra en la baja productividad y en la
naturaleza la explicación de los bajos salarios de los países pobres. Critica acremente la
deducción de Emmanuel de que los trabajadores de los países ricos participan de la
explotación de los trabajadores de los países pobres y para ello la explicación de los
bajos salarios de éstos últimos resulta esencial.
Es la naturaleza y la combinación específica de las fuerzas productivas y las relaciones
de producción de los países pobres, bajo la égida de las relaciones mundiales
capitalistas, las que constituyen la base objetiva de la "pobreza" de algunos países, los
países dominados, y que explica tanto los bajos salarios como "el intercambio desigual"
que eventualmente puede surgir de ahí. Para escapar en forma duradera al "intercambio
desigual", no hay otro medio que el transformar esta base objetiva y, por lo tanto,
eliminar las relaciones de producción que "obstruyen el desarrollo de las fuerzas
productivas".182[182]
Podemos decir que Bettelheim utiliza las ventajas absolutas en valor trabajo para
explicar los bajos salarios. La cuestión de las ventajas absolutas del comercio ha sido
destacado cabalmente por A. Shaikh en sus trabajos sobre comercio internacional183[183].
Guerrero, D.184[184] enfatiza las enormes diferencias que hay entre la economía
convencional que habla de ventajas relativas por carecer de una teoría del valor trabajo
y la teoría marxista que si puede desarrollar éste último concepto y extraer conclusiones
inalcanzables para la teoría ortodoxa. Guerrero señala que en la práctica bajos costos y
salarios altos van por lo general unidos porque la técnica superior hace perfectamente
posible esta combinación como resultado normal del proceso de mecanización y
capitalización de la producción.185[185]
180[180]
. Emmanuel, A. El Intercambio desigual, Siglo XXI eds., México, 1972, pp.89
. Shaikh, A. Valor Acumulación y Crisis, Tercer Mundo Eds., Colombia, 1991, pp. 202
182[182]
Bettelheim, C. "Observaciones teóricas" en Emmanuel, A. El intercambio desigual. Siglo XXI eds,
México, 1972, pp. 325.
181[181]
183[183]
Veáse, por ejemplo, Shaikh, A. "Competition and Exchange Rates.: Theory and Evidence". Documentos
de Trabajo num. 25, Department of Economics, New School for Social Research. Nueva York, 1991.
184[184]
185[185]
Guerrero, D. Competitividad: teoría y política. Ariel. Barcelona. 1995
Guerrero, D. "La técnica, los costos, la ventaja absoluta y la competitividad". Comercio Exterior , mayo
1996. pp. 404.
Resulta que algunos de los autores revisados hablan de la productividad a nivel de la
planta por ello no se refieren a un aspecto esencial: la eficacia de un proceso productivo
es inseparable de la eficacia de todos aquellos procesos que producen los medios de
producción utilizados en él. De manera que aun cuando se utilizara en el país A la
misma planta que en el B y los obreros en ambos fueran igualmente laboriosos y
con idéntica calificación; el valor trabajo del producto será generalmente diferente
pues depende del trabajo vivo y del valor trabajo de los medios de producción
consumidos.
De manera que en algunos de los autores revisados de literatura crítica se desestima la
importancia de la productividad para explicar las diferencias salariales. Hay algunos
autores que por el contrario explican los bajos salarios basándose en la productividad.
En lo que sigue desarrollaremos esta idea y la ligaremos con el concepto marxista de
salario relativo.
15.3. Hacia una explicación
A. Productividad
En muchos de los autores antes mencionados hay un problema que consiste en el
inadecuado manejo del concepto de productividad. Ellos afirman que hay ínsulas en las
que en países con distintos grados de desarrollo se utilizan los mismos medios de
producción. Pero eso no iguala la eficacia del trabajo en la producción de los bienes
considerados ni cambia el hecho de que los salarios se establecen socialmente. Mandel,
Shaikh y Emmanuel reconocen que una parte de las diferencias salariales entre zonas
con grados diferentes de desarrollo se explican por las diferentes productividades y
tratan de distinguir entre las diferencias atribuibles a las tecnologías empleadas y las
explicadas por el grado de "acondicionamiento a la producción capitalista"186[186]. Sin
embargo; la productividad que analizan es una productividad local, a nivel de empresa o
de rama industrial. Ese es el concepto corriente de productividad: una relación entre la
cantidad de valores de uso producidos en una empresa y la cantidad de trabajo
directamente empleado. Desde luego que aun en ésta definición hay un sinnúmero de
dificultades que tienen que ver con la uniformidad del producto o del trabajo; pero
ignorando esas dificultades hay un problema más importante. Supongamos que una
empresa acerera compara la cantidad de acero producida por trabajador con el dato de
su rival y sabe que esa productividad es menor en su empresa. A menos que los medios
de producción utilizados en ambas empresas sean iguales no podrá atribuir diferencia en
el rendimiento por trabajador a las características de su fuerza laboral, ni concluir que
sus costos unitarios de producción son mayores. Sólo si las tecnologías son
relativamente uniformes las comparaciones de esa productividad resultan significativas.
Dentro de una economía nacional el costo de producción tiene que ver con todos los
insumos utilizados y con el costo salarial. Ello implica una cosa fácil de enunciar y
difícil de manejar: las interrelaciones ente los distintos procesos productivos son
generalmente enormes, de manera que todos los costos son interdependientes. Esto se
manifiesta, por ejemplo, en que los costos de los productos agrícolas influyen a los
costos de la siderurgia, a los de la rama automotriz, etcétera, y éstos costos determinan a
186[186]
Shaikh, A. ibid
su vez los costos agrícolas. Ese hecho fue comentado por diversas escuelas de
pensamiento económico desde el siglo XIX. Pero, esa importante característica de los
sistemas económicos no se maneja adecuadamente ni de manera tan generalizada como
debería. Para entender las diferencias salariales, una definición aceptable de
productividad necesita tomar en cuenta todas las interrelaciones económicas existentes.
Eso es lo que hace el concepto marxista de valor trabajo. La interrelación de los costos
proviene de que cada proceso laboral es individual y social al mismo tiempo. Individual
en tanto que propiedad de un capital particular orientado al lucro. Es, al mismo tiempo,
social pues precisa de una multitud de otros proceso laborales para desempeñarse. La
eficacia del resultado de cada proceso laboral depende de sus condiciones particulares
pero inevitablemente depende también de la eficacia de todos los procesos que lo
nutren. Eso es precisamente una de las cosas que queda dicha en la concepción marxista
acerca de que el valor de un producto está determinado por el tiempo de trabajo
abstracto socialmente necesario para la producción de la mercancía. Cada proceso
laboral rinde un producto que es resultado de la aplicación de una porción del trabajo
social y no sólo de los trabajadores directamente involucrados.
Por lo anterior proponemos la siguiente definición de productividad:
La productividad con la que se elabora un bien es el recíproco del valor de
dicho bien. Es obvio que si se trata de una canasta de mercancías será un
promedio ponderado de los valores de dichos bienes y lo razonable será
ponderar con las cantidades de los bienes considerados.
Sea mi el valor de la mercancía i, entonces la productividad πi = 1/mi sería igual al
consumo por trabajador si esa mercancía fuese el único componente de la demanda
final. La productividad agregada puede ser definida como:
π = 1/Σyimi
i=1,2..n
también es igual al consumo por trabajador de la canasta yi, i=1,2..n
Argumentaremos que los distintos niveles salariales están relacionados con la eficacia
del trabajo social, independientemente de que esta desigualdad en la eficacia se
explique por causas naturales - diferencias en la fertilidad del suelo o de las minas- o
por causas sociales, como son distintos niveles de acumulación o el acondicionamiento
de la fuerza de trabajo para trabajar en la producción capitalista.
Un trabajador agrícola mexicano ganará menos que un estadounidense aún cuando labre
tierra de idéntica fertilidad, trabaje con la misma intensidad, emplee los mismos medios
de producción y sea igualmente explotado, debido a que en otras ramas, la
productividad sea menor que la productividad en los Estados Unidos.
Para entender lo primero supongamos que sólo se produce maíz en los tres países y que
no hay capitalistas en ningún país. Consideremos que se produce maíz con una
productividad de cincuenta toneladas anuales por hombre en EUA y en Canadá. Si el
precio en dólares en cada país es de dos dólares por tonelada el producto anual por
hombre ocupado será de 100 dólares y el ingreso por hombre ocupado será igual al
producto. Supongamos que en México la productividad es de 10 toneladas por año y
que el precio sea de 10 pesos, el producto anual por hombre ocupado será de 100 pesos
y el ingreso que podría recibir un trabajador sería, también de 100 pesos por año.
Si los tres países comercian internacionalmente habrá una tasa de cambio que
relacionará unas monedas con otras. La función de la tasa de cambio es tratar de
uniformar los precios internacionales. Una tonelada de maíz mexicano deberá venderse,
en dólares estadounidenses, al mismo precio que una tonelada de maíz producida en
EUA. Por lo tanto la tasa de cambio debe ser de 5 pesos por dólar para que el maíz con
precio doméstico de 10 pesos se venda al mismo precio que el estadounidense en el
mercado internacional. Las tasas de cambio en los diferentes países serían:
1 dólar canadiense = 1 dólar estadounidense = 5 pesos mexicanos.
Por ello los ingresos por hombre ocupado serían de 100 dólares estadounidenses en
Canadá y EUA, pero sólo de 20 dólares anuales por hombre ocupado en México.
Las diferencias de productividad explicarían íntegramente las diferencias de ingreso por
hombre ocupado. Todo esto es correcto si la tasa de cambio permite igualar los precios,
pues de otra manera aparece otra variable. Por ejemplo si la tasa de cambio entre
Canadá y EUA en nuestro ejemplo no fuera de 1 dólar canadiense por dólar de EUA la
relación entre los ingresos por hombre ocupado reflejaría este hecho: parecerían más
alejados de lo que las productividades determinan.
Podemos formalizar lo anterior para el caso de un sólo bien de manera muy simple. Si
denotamos con pA,y con mA el precio y el valor del maíz en el país A y si denotamos
con αA a la relación entre ambos conceptos o sea lo que Marx denominó la expresión
dineraria del valor, tendremos:
p A = mA
(1)
p B = mB
(2)
si denotamos con c* a la tasa de cambio que iguala ambos precios
p A = c* p B
(3)
sustituyendo 1 y 2 en 3 llegamos a:
A
c*
=
B
mB
=
mA
A
(4)
B
Puede probarse que el PIB monetario por hombre ocupado será igual a la expresión
dineraria del valor y por lo tanto la razón de los PIB por hombre empleado en las dos
economías en términos de alguna de las dos monedas será igual al cociente de las
productividades πi. Esto se cumple si la tasa de cambio entre las monedas iguala los
precios del país en los dos países considerados. De no ocurrir así, de regir la tasa de
cambio c, tendremos que la expresión 4 deberá modificarse:
A
zc
=
B
mB
=
mA
A
(5)
B
donde z es la relación: c*/c. Si z<1 la moneda del país B está sobrevaluada pues el
precio del maíz en el país A será inferior al del país B. Ocurrirá lo contrario si z >1.
De acuerdo a lo anterior la relación entre los PIB por hombre empleado expresarán las
distancias entre las productividades y la distancia entre la tasa de cambio corriente y la
tasa de cambio que igualaría los precios, la tasa de cambio de paridad de poder
adquisitivo PPA.
Ahora agreguemos una dosis de realismo y consideremos que hay capitalistas en los tres
países.
B. Salarios y productividad
Según hemos visto, las diferencias de productividad deben manifestarse como
diferencias en los niveles de ingreso. Pero la productividad no puede entenderse a nivel
local sino que necesariamente involucra a la economía en su conjunto. Aquí veremos
que algo semejante ocurre con el salario. Ello será así porque el salario se establece de
acuerdo a las condiciones sociales y de productividad, en toda la economía y no en una
rama particular. Esto es una parte de los elementos "histórico morales" de que hablaba
Marx. Difícilmente podría darse que una empresa o una rama que disfrutara de
condiciones más elevadas de productividad se tradujera en salarios ostensiblemente más
altos. La competencia entre trabajadores se traducirá en un tendencia a la homogeneidad
de los salarios medios. El salario medio deberá expresar la productividad habida en un
país pero adicionalmente deberá expresar la distribución del producto entre las clases
sociales. Haciendo la usual simplificación de sólo considerar dos clases sociales en
nuestro modelo, la tasa anual de salario tendrá que ser menor al producto interno por
hombre ocupado.
Supongamos que en EUA los patrones se apropian de la mitad del producto y en
México de las tres cuartas partes. El salario anual sería de 50 dólares en EUA puesto
que el producto por trabajador es de 100 dólares anuales. En México el salario será de 5
dólares al año, la cuarta parte de un producto anual de 20 dólares por hombre ocupado.
Conforme la porción del producto que reciben los trabajadores sea menor el salario
decrecerá. Empleando los términos marxistas si la explotación aumenta el salario
disminuye. Pero cuando hacemos comparaciones internacionales también entra la
productividad, a mayor productividad mayor salario.
Lo anterior puede formularse así:
sA
=
sB
1e A
z
B 1e B
A
(6)
sA y sB son los salarios del país A y los del país B. eA y eB son las tasas de plusvalía
definidas como la porción del trabajo que se apropia la clase capitalista. O bien
podemos entender (1-eA) como el salario relativo en el país A, z es la relación entre la
tasa de cambio que equilibraría los precios de los países A y B y la tasa de cambio
vigente. Cuando ambas son iguales z es uno obviamente.
La expresión 6 nos dice que la razón de salarios a la tasa de cambio corriente es igual a
la razón de productividades multiplicada por la razón de salarios relativos y por la
razón tasa de cambio de PPA tasa de cambio corriente.
Supongamos que la tasas de plusvalía en México es el doble de la de EUA y que la tasa
de cambio vigente es la que equilibra los precios; manteniendo las diferencias de
productividad (πA/πB = 5) entonces los salarios mexicanos serán 1/10 de los
estadounidenses.
En resumen, podemos deducir de la teoría del valor trabajo que la razón de salarios en
distintos países a la tasa de cambio vigente depende de: la razón de productividades, de
los salarios relativos (o de la tasa de plusvalía) y de la desviación de la tasa de cambio
corriente con respecto a la tasa de PPA. Analicemos ahora información empírica
relacionada con el modelo.
15.4. Análisis preliminar de la información.
No debe olvidarse que nuestro modelo es bastante simple, es un "modelo de grano puro"
que ha sido utilizado desde los tiempos de David Ricardo. La realidad es mucho mas
compleja, así que uno se puede preguntar sí tal modelo es útil para entender la realidad.
)Los datos empíricos apoyan el modelo? Las dificultades a las que nos enfrentamos
resultan inesperadas. Veamos un modelo contable que es análogo al modelo previo.
Podemos escribir tasa salarial es igual a la participación salarial ζi multiplicada por el
producto interno bruto por trabajador ocupado yi. Por supuesto que es necesario tomar
en cuenta el tipo de cambio, con ello llegamos a:
sA
=
cs B
yA
B cy B
A
(7)
Ahora tenemos dos modelos: un modelo marxista de diferencias salariales (MMDS) y
un modelo contable de diferencias salariales (MCDS) con obvias semejanzas y
diferencias. El MMDS es un modelo con pleno significado. No ocurre así con el modelo
contable. Por ejemplo, en la literatura neoclásica sobre productividad, el producto
interno bruto por trabajador se denomina "productividad del trabajo". Esta nomenclatura
es internamente inconsistente ya que la teoría neoclásica afirma que hay otros factores
de producción distintos al trabajo. Pero en la teoría marxista, el PIB por trabajador
ocupado puede ser definido apropiadamente como la productividad. Otra diferencia
importante entre ambos modelos es el tipo de cambio. En el MMDS el tipo de cambio
utilizado se puede deducir de la teoría; en el MCDS el tipo de cambio no está definido;
se puede optar por el tipo de cambio vigente o por el de PPA. Podría utilizarse con este
modela la razón salarial con distintas monedas.
La ventaja del MCDS es que nos
Gráf. 3 Desviaciones peso corriente
a PPA, 1982=1.
1.6
1.4
veces
1.2
1e A
=
B 1e B
A
yA
B c* y B
A
1
0.8
0.6
6062646668707274767880828486889092
z
permite efectuar cálculos que pueden apoyar el MMDS. Podemos igualar la expresión 6
con la 7 y obtenemos:
Esta expresión no es totalmente correcta ya que el lado izquierdo de la igualdad se
obtuvo a partir de un modelo de un solo bien, mientras que el miembro derecho
proviene de un modelo con múltiples mercancías. Sin embargo la expresión sugiere
claramente que el PIB por trabajador ocupado puede ser analizado como una variable
proxy de la productividad, y que la participación salarial puede ser una variable proxy
del salario relativo.
Recordemos de la gráfica 2 (supra) que la razón de remuneraciones entre EUA y
México ha oscilado entre 4 y 16 veces aproximadamente. De acuerdo a nuestro modelo
parte de esa oscilación se debe a las desviaciones entre la paridad de mercado y la tasa
de PPA. En la gráfica 3 podemos ver que esa variable ha jugado un papel importante y
muestra demás el comportamiento característico de algunos procesos "explosivos":
Veamos como se comporta nuestro indicador de productividad: valor agregado por
hombre ocupado. Los datos muestran que los EUA son mucho más productivos que
México tal como se percibe fácilmente. Esa enorme diferencia de productividades se ha
venido acortando y está muy influida por las desviaciones entre la tasa de cambio de
mercado y la tasa de cambio de paridad de poder adquisitivo PPA. La gráfica 4 muestra
la relación entre las productividades a tasas de cambio de mercado
Una conclusión importante que se puede derivar de las diferencias en productividad
agregada entre México y las economías de EUA: las diferencias entre los salarios
mexicanos y los salarios en EUA están en gran medida determinadas por las diferencias
de productividad por las ventajas absolutas de EUA, y éstas no se pueden disminuir
rápidamente. Si la productividad en los EUA fuese 3 veces la productividad mexicana, y
si la primera creciera al 1% anual, mientras que la segunda lo hiciera al 4% anual, el
tiempo requerido para igual ambos niveles sería de 37.5 años. Parece que los
sindicatos de América del Norte deben aprender a manejar las grandes diferencias
salariales entre México y los otros dos países.
Una segunda conclusión que se deriva del bajo nivel de la productividad agregada en
México es que, en muchos casos sería mas caro producir en México que en los Estados
Unidos a pesar de los bajos salarios mexicanos. De acuerdo con la teoría marxista del
valor, una baja productividad quiere decir que, en promedio, los productos mexicanos
cuestan mas trabajo que otros productos de Norteamérica. También se debe recordar
que el tipo de cambio solo podría igualar algunos precios ya que las diferencias en
productividad no son uniformes. Desde nuestro punto de vista, esta conjetura podría
explicar el porqué la maquiladora es una forma fácil de obtener lo mejor de dos
mundos: las maquiladoras importan materiales semielaborados de los EUA, el país más
productivo, y agregan una parte significativa del costo salarial en México, el país de los
bajos salarios. Para muchas industrias mayores valores-trabajo en México que en EUA
o Canadá implican mayores costos no laborales. Simétricamente, habrá productos que
Gráf. 4: Razón de productividades
EUA y México
6
veces
4
2
0
6062646668707274767880828486889092
sean mas baratos en México que en los EUA a pesar de la menor productividad
mexicana. Esto podría se un elemento importante para predecir qué industrias o
procesos son candidatos para emigrar en la búsqueda de bajos salarios.
Tenemos finalmente que los salarios relativos explican también una parte importante de
las diferencias salariales. De manear gruesa, el salario relativo estadounidense es el
doble del mexicano tal como se muestra en la gráfica 5:
De manera que la razón entre las remuneraciones estadounidenses y las mexicanos es el
doble de la razón entre productividades debido al efecto de los salarios relativos.
Las diferencias salariales entre México y EUA dependen de las diferencias de
productividades, de la relación entre las tasas de cambio de mercado y de paridad de
poder adquisitivo, y de la participación de las remuneraciones en el PIB, de los salarios
relativos.
Los resultados anteriores parecen corresponder a un modelo que no puede arrojar error.
¿Es una tautología hueca la expresión 7? En realidad el problema del error aparece de
manera no muy evidente porque tanto la productividad como la tasa de plusvalía o el
salario relativo son conceptos bien definidos en la esfera del valor trabajo. Lo que
observamos directamente son las expresiones monetarias de esas variables y es ahí
donde están los errores. Tomemos por ejemplo los salarios relativos, para su análisis
)debe considerarse la distinción marxista entre trabajo productivo e improductivo y en
tal caso cómo?.187[187] De manera que la participación de los salarios en el PIB no es el
salario relativo. Lo mismo ocurre con las productividades. El MMDS define como
productividad el recíproco del valor de una mercancía, cuando lo generalicemos deberá
definirse como el recíproco del valor de una canasta. Al medir esta variable y otras de la
expresión 6 ya habrá alguna discrepancia entre el lado izquierdo y derecho de la misma.
De manera que en rigor la expresión 7 es tautológica sólo si hace el supuesto absurdo de
que las variables más fácilmente observables son las que la teoría requiere.
Gráf. 5: Razón de salarios relativos
EUA y Mexico.
3
veces
2
1
0
60 63 66 69 72 75 78 81 84 87 90 93
15.5. Algunas conclusiones
187[187]
Este punto par México está desarrollado en el trabajo de Martínez B. G. " Salario relativo industrial en
México 1960-1990" (véase Guerrero, 1997/98).
Un análisis que debemos considerar preliminar de los datos nos permite concluir que
hay grandes diferencias entre los niveles medios de productividad de México y los de
los Estados Unidos. Estas diferencias explican la enorme brecha salarial entre ambos
países. Parece que estas diferencias no se pueden reducir rápidamente; los sindicatos de
los dos países deberán convivir con los bajos salarios mexicanos.
Una segunda fuente de diferencia salarial entre países son los salarios relativos.
Eliminando las diferencias de productividad los trabajadores mexicanos perciben la
mitad de lo que ganan los estadounidenses. De manera aproximada eso duplica las
diferencias salariales entre ambos países. Esta fuente de diferencia salarial tiene que ser
explicada y de ahí podremos estimar las posibilidades de que los trabajadores igualen
los salarios relativos entre ambos países.
Una tercera fuente de diferencia salarial es la variación del tipo de cambio vigente peso
dólar con respecto a la tasa de PPA. Especialmente si se considera un período donde la
tasa de cambio pasó de una sobrevaluación a una subvaluación, como fue el período
1981-1989, la desviación de la paridad corriente con respecto a la de PPA explica una
parte significativa de las diferencias salariales. La sobrevaluación del peso mexicano
con respecto al dólar estadounidense acerca los salarios mexicanos a los de EUA. Lo
contrario ocurre con la subvaluación del peso.
Tan grande es la diferencia salarial entre ambos países que resulta un problema explicar
por qué no toda la nueva inversión de Canadá y EUA trata de trasladarse a México. La
propuesta de nuestro modelo es que los bajos salarios mexicanos son expresión de una
productividad media más baja. Por ello los bajos salarios no son una "ventaja
comparativa" tal como lo plantea la teoría neoclásica sino un resultado de una
"desventaja absoluta". El comercio exterior se posibilita, a pesar de dicha desventaja
absoluta de la producción mexicana, mediante los precios. El modelo nos sugiere que
los precios podrán ser relativamente parecidos entre dos países con diferentes
productividades. Estas se reflejarían en salarios diferentes y no en los precios. La
apertura comercial que se experimenta en todo el mundo parece una clara tendencia de
las economías capitalistas contemporáneas. Su motivación es preservar o expandir el
capitalismo. No es la eliminación de las pugnas intercapitalistas sino el establecimiento
de nuevas reglas para pelear. En las nuevas relaciones comerciales se están formando
bloques y sus posibilidades de triunfo dependen de una variable clave: la productividad.
En los nuevos bloques se trata de aprovechar que las diferencias de productividad se
traducen en diferencias de salarios. La maquila es una forma de aprovechamiento que
trata de comprar la mano de obra "barata" en cuanto a su nivel de vida, pero no tan
barata porque la productividad social del trabajo es menor para producir con la eficacia
internacional. Esto sólo es posible importando un altísimo porcentaje del producto. De
manera que la maquila es la solución capitalista para aprovechar la baja productividad.
Los salarios mexicanos sólo podrán igualarse a los de Canadá y EUA cuando se
equiparen las productividades medias y se eliminen las diferencias de salarios relativos.
Finalmente debemos una explicación de que nuestro análisis empírico se basó en un
modelo contable y tanto el PIB por trabajador como la participación de los salarios en el
PIB son aproximaciones a las variables requeridas por la teoría: las productividades y
los salarios relativos. Las variables consideradas explican íntegramente las diferencias
salariales, no hay pues ningún error como es usual en el trabajo empírico. Este hecho es
provisional puesto que cuando midamos las variables requeridas seguramente aparecerá
un error. Nos parece que las mejoras de medición que podamos hacer en el futuro no
modificarán la siguiente conclusión: la teorías marxista del valor y de la plusvalía nos
proporcionan una explicación clara y suficiente de las diferencias de salarios entre
países.
CAPÍTULO 16
Pablo Bustelo188[188]
LAS CRISIS FINANCIERAS Y PRODUCTIVAS EN ASIA ORIENTAL (1997-1999):
UN ANÁLISIS CRÍTICO
16.1. Introducción
Las crisis financieras y productivas de algunos países de Asia oriental en 1997-99 han
puesto de manifiesto al menos dos aspectos económicos de gran trascendencia. Por una
parte, han sacado a la luz, y de manera fehaciente, los graves inconvenientes del tipo
vigente de globalización, cuyo funcionamiento pone en peligro incluso a países con un
grado elevado de solidez macroeconómica. Por otro lado, han destacado la importancia
que tiene, en la gestación de las crisis cambiarias, el comportamiento de algunos
indicadores, de tipo no convencional (y por tanto desatendidos, por lo general, en la
literatura sobre crisis de tipo de cambio), como son la evolución de la rentabilidad del
capital y de la eficiencia de la inversión; el nivel y los cambios de la relación entre
deuda externa a corto plazo y reservas en divisas; y el crecimiento del crédito bancario
al sector privado. Todos ellos guardan una estrecha relación con el ritmo y la intensidad
de la liberalización económica (y especialmente financiera) previa de los países que
sufren tal tipo de crisis.
Este trabajo aborda, en primer lugar, los rasgos novedosos de la globalización financiera
en los años noventa y sugiere que, como resultado de sus nuevas características, la
internacionalización actual del capital financiero tiende a provocar crisis recurrentes en
las economías emergentes, a crear inestabilidad a escala internacional y a aumentar el
riesgo de deflación en el mundo. En segundo lugar, se señalan los rasgos principales de
las crisis asiáticas (imprevistas, novedosas, heterogéneas, controvertidas, y generadoras
de una fuerte incidencia global y regional) y se sugiere una interpretación de las mismas
en la que se insiste en los ataques especulativos exógenos y, sobre todo, en el carácter
determinante que tuvo una liberalización endógena prematura e indiscriminada.
16.2. La internacionalización del capital financiero y las economías emergentes
La experiencia de los años noventa sugiere que la globalización económica,
especialmente en el terreno financiero, tiende a desencadenar crisis recurrentes en las
economías emergentes, a crear inestabilidad a escala internacional y a aumentar el
riesgo de deflación, recesión e incluso depresión en el mundo (Bustelo y Olivié, 1999,
Chesnais, 1994; Chesnais, dir., 1996).
188[188]
Departamento de Economía Aplicada I, Fac. CC. Económicas, UCM, Campus de Somosaguas,
28223, Madrid; E-mail: [email protected]; URL: http://www.ucm.es/info/icei/asia/Bustweb1.htm
1. La internacionalización del capital en los años noventa
Tales efectos están relacionados con los nuevos rasgos de la internacionalización del
capital en los años noventa (Eichengreen y Fishlow, 1998).
La inversión directa extranjera (IDE) ha aumentado de una media anual de 50.000
millones de dólares en 1980-85 a 318.000 millones en 1995. Los flujos anuales de IDE
han pasado de representar un 2% de la inversión total mundial en 1985 a suponer un
apreciable 5% en 1995. En cuanto a las transacciones internacionales de activos
financieros, representaban menos del 10% del PIB en Japón, Estados Unidos y Alemania
en 1980. A principios de los años noventa, suponían ya 80% del PIB en Japón, 135% en
los Estados Unidos y 170% en Alemania. El intercambio transfronterizo diario de divisas
(currency trading) ha pasado, en términos medios, de 15.000 millones de dólares en 1973
a 1,3 billones en 1995 y a casi 2 billones en 1998 (esto es, 100 veces el valor del comercio
internacional). Además, buena parte de ese intercambio es a corto plazo: 82% tiene un
vencimiento de menos de siete días y 43% tiene un vencimiento de menos de dos días.
La globalización ha hecho aumentar mucho los flujos de capital privado hacia el Tercer
Mundo y, en particular, la inversión directa y, sobre todo, en cartera (Kahler, comp.,
1998). La media anual de esos flujos (netos) ha pasado de 17.200 millones de dólares en
1983-89 a 130.400 millones en 1990-97. Además, ha crecido mucho la proporción de la
inversión directa y de la inversión en cartera, en detrimento de la de los préstamos
bancarios (López-Mejía, 1999). Por ejemplo, entre 1985 y 1996 la proporción de la
inversión directa en los flujos totales (brutos) de capital hacia los países del Tercer Mundo
pasó de 15,7% a 38,4%, mientras que el peso relativo de la inversión en cartera (bonos y
acciones) aumentó de 7,9% a 32,2% (McCulloch y Petri, 1998).
Con la única excepción de la inversión directa, los flujos de capital hacia países del Tercer
Mundo son potencialmente (y también en la práctica) reversibles. Según un estudio del
Instituto de Finanzas Internacionales (IIF), de Washington, los flujos netos de capital
privado hacia el conjunto de las economías emergentes disminuyeron de 327.700 millones
de dólares en 1996 a 143.300 millones en 1998, correspondiendo la mayor parte de la
caída a los préstamos bancarios (que pasaron de 119.700 millones a menos 29.000
millones) y a la inversión en cartera (que se redujo de 35.700 millones a 2.400 millones).
Sólo aumentó la inversión directa, de 93.300 millones a 120.400 millones (IIF, 1999).
La inversión extranjera en cartera es intrínsecamente inestable (FitzGerald, 1998 y 1999).
En primer lugar, para contener el riesgo individual, los inversores optan por instrumentos
que les permitan una elevada liquidez y una salida rápida, de manera que tienden a
invertir en acciones bursátiles y a reescalonar las posiciones a corto plazo. En segundo
lugar, prefieren diversificar geográficamente su cartera en vez de buscar más información
y de obtener más control sobre la inversión en país determinado. En tercer lugar, puesto
que la competencia entre los fondos de inversión es intensa, éstos ofrecen a sus clientes
colocaciones de alto rendimiento y de elevado riesgo.
2. Crisis, inestabilidad y deflación
Esos rasgos novedosos han contribuido a desencadenar crisis cambiarias recurrentes,
especialmente en el Tercer Mundo, que han sido, en los años noventa, cada vez más
intensas y contagiosas: Europa occidental en 1992-93; México en 1994-95; y Asia oriental
en 1997-99.
La globalización financiera ha hecho aumentar la volatilidad en los mercados financieros
internacionales, generando asimismo una tendencia deflacionaria en la economía mundial
(Eatwell, 1996). Las razones principales de la creciente volatilidad son unas cada vez
mayores asimetría de la información y dificultad en el cumplimiento de contratos, el
creciente uso de instrumentos financieros derivados (futuros y opciones) y el alto grado de
apalancamiento (deuda/recursos propios) que presentan algunos fondos internacionales de
inversión colectiva (Bustelo y Olivié, 1999). Además, los movimientos financieros
generan un sesgo deflacionario en la economía mundial: el aumento que generan en los
tipos de interés a largo plazo induce una apreciación de las monedas y un deterioro del
saldo presupuestario, con lo que las exportaciones se resienten y las políticas de demanda
tienden a hacerse más restrictivas (Chesnais, 1994; Eatwell, 1996).
16.3. Las crisis financieras y productivas de Asia oriental: rasgos e interpretación
1. Rasgos principales
Las crisis financieras asiáticas (adviértase el uso del plural) de 1997-99 fueron, en una
medida difícil de entender hoy, totalmente imprevistas. Los especialistas universitarios
en crisis financieras, las agencias internacionales de calificación de riesgo, los analistas
financieros e incluso el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Asiático de
Desarrollo (BAsD) fueron incapaces, todos ellos, de predecir, no sólo las crisis, sino
cualquier tipo de revés económico o financiero de importancia (una meritoria excepción
fue Park, 1996). Durante la primera mitad de 1997 se publicaron incluso varios estudios
que aplaudían la consolidación del auge económico de Asia oriental (BAsD, 1997;
Radelet y Sachs, 1997). Aunque tal error no fue nuevo (ocurrió algo similar antes de la
crisis mexicana de 1994-95), dice mucho sobre la falta de capacidad predictiva de los
economistas. No obstante, en lo que atañe a Asia oriental la imprevisión estaba
parcialmente justificada. Entre 1990 y 1996 los países que luego entrarían en crisis
(Corea del Sur, Filipinas, Indonesia, Malasia y Tailandia, llamados a partir de ahora
Asia-5) tenían todos unos indicadores macroeconómicos (fundamentals) convencionales
que estaban más que saneados (Bustelo, 1998). Altas tasas de ahorro e inversión,
crecimiento rápido del PIB, inflación moderada, saldos presupuestarios positivos o sólo
ligeramente negativos, escasas deudas públicas, sustanciales reservas en divisas y altas
y aparentemente sostenibles entradas netas de capital extranjero eran rasgos que
compartían todos los países de Asia-5. Además, el entorno internacional en 1995-97 fue
igualmente favorable: crecimiento razonable del PIB en los países desarrollados (salvo
Japón), bajas tasas de interés (especialmente en Japón), expansión sostenida del
comercio internacional y estabilidad en los mercados de materias primas. Así las cosas,
las crisis fueron una gran sorpresa. También resultaron inesperadas su fuerte incidencia
y su larga duración.
Las crisis asiáticas han sido también novedosas, en el sentido de que su naturaleza ha
sido muy distinta a la de crisis cambiarias anteriores, como la del mecanismo de
cambios del Sistema Monetario Europeo (SME) en 1992-93 y la de México en 1994-95
(Bustelo, 1999). Las crisis de Asia oriental han sido básicamente crisis de
sobreproducción, mientras que la del SME respondió a una fuerte restricción monetaria
en un contexto de tipos de cambio fijos y deflación externa y mientras que la de México
se debió a una fuerte caída de la tasa de ahorro privado y fue, por tanto, una crisis de
sobreconsumo (Palma, 1998).
Las turbulencias financieras asiáticas fueron, además, heterogéneas. En términos
generales, los países del sudeste asiático (Filipinas, Indonesia, Malasia y Tailandia)
sufrieron una crisis de balanza de pagos (esto es, una crisis debida a la sobrevaloración
de la moneda en un contexto de alto déficit corriente), aunque con diferencias notables
entre los países de esa región (por ejemplo, Malasia no tenía una moneda muy apreciada
e Indonesia no presentaba un elevado déficit por cuenta corriente). En cuanto a Corea
del Sur, sólo tuvo inicialmente problemas de liquidez de bancos y empresas (y no de
tipo de cambio o de balanza corriente), que se debieron a la sobreinversión y a una
excesiva deuda externa, aunque finalmente tuvo que enfrentarse también a graves
dificultades de solvencia internacional.
Además, las crisis asiáticas han sido extremadamente controvertidas, al menos en tres
aspectos: las interpretaciones de los especialistas; los remedios de política económica
impuestos por el FMI en Indonesia, Tailandia y Corea o aplicados, a contracorriente, en
Malasia; y las implicaciones sobre la necesidad o no de regular, tanto a escala nacional
como global, los flujos internacionales de capital.
Por añadidura, habida cuenta de la importancia de Asia oriental en la economía
mundial, la incidencia internacional de esas crisis ha sido notable: el planeta estuvo al
borde de una recesión global a mediados de 1998; algunas otras economías en
desarrollo o en transición se vieron contagiadas (Rusia, Brasil, Argentina y Chile); y los
países desarrollados están aún sufriendo el impacto comercial de las crisis.
En cuanto al impacto local de las crisis, los países de Asia-5 han sufrido en la segunda
mitad de 1997 y en 1998, como es bien sabido, una fuerte caída de los índices bursátiles
y de la cotización de las monedas y, sobre todo, una más que notable recesión, con el
consiguiente incremento del desempleo y de la pobreza. En 1998 el PIB cayó un 13,7%
en Indonesia, un 8% en Tailandia, un 6,8% en Malasia, un 5,8% en Corea del Sur y un
0,5% en Filipinas. No es exagerado afirmar que algunos países de Asia-5 han
retrocedido un decenio en su proceso de desarrollo.
2. Una interpretación teórica
La interpretación de las crisis de Asia oriental que se defiende en este apartado puede
exponerse de la siguiente manera: el comportamiento especulativo y de rebaño
(herding) de los mercados internacionales de capital se superpuso a una vulnerabilidad
endógena en los países de Asia-5, que se debió a una liberalización (desregulación y
apertura) prematura e indiscriminada y que generó problemas de rentabilidad y de
endeudamiento externo.
Los flujos netos de capital privado extranjero en Asia-5 pasaron de 102.300 millones de
dólares en 1996 a menos 27.600 millones en 1998, correspondiendo el grueso de la
caída a los créditos bancarios (que pasaron de 62.700 millones en 1996 a menos 36.100
millones en 1998) y no bancarios (21.100 millones en 1996 y menos 5.300 millones en
1998), aunque también se redujo la inversión en cartera (de 13.900 millones a 4.300
millones), según datos del IIF (1999).
La pauta de desarrollo de Asia oriental se hizo vulnerable cuando comenzó a modificar
sus rasgos distintivos previos, esto es, cuando empezó a reducir la intervención del
Estado en la economía y a abrir esta última, de manera indiscriminada, a los flujos
comerciales y financieros internacionales (véase Jomo, comp., 1998). La interpretación
es pues la siguiente: las crisis fueron crisis de liberalización, o de manera más
inequívoca, de desregulación (o de infrarregulación) y de apertura. En palabras de Ajit
Singh, ―si esos países [los de Asia oriental] hubiesen seguido manteniendo el modelo
asiático de inversión dirigida por el Estado y de control estatal del sistema financiero,
no se habría producido una crisis en absoluto. La crisis se debió directamente a la
desregulación y a la liberalización, en virtud de las cuales los gobiernos renunciaron al
control del sector financiero y de las actividades de inversión de las empresas privadas.
Tal proceso condujo a una mala asignación de la inversión (hacia el sector inmobiliario,
por ejemplo), así como a la sobreinversión‖ (Singh, 1998, p. 10).
El caso más significativo de desregulación es el de Corea del Sur. A partir de 1993 el
gobierno decidió abandonar la coordinación estatal de las inversiones y renunció, a
todos los efectos, a una política industrial activa. El sistema de planes quinquenales de
desarrollo fue sustituido por una estrategia a más corto plazo. La Oficina de
Planificación Económica (Economic Planning Board, EPB), que tan buenos resultados
había arrojado en el pasado, fue integrada, junto con el Ministerio de Finanzas (MOF)
en un nuevo Ministerio de Finanzas y Economía (MOFE), lo que supuso ―el declive de
la ‗planificación‘ en Corea‖ (Chang, 1998, p. 1558). Además, el gobierno renunció, en
la práctica, a la política industrial (que había sido muy eficaz en decenios anteriores)
salvo en algunas actividades de Investigación y Desarrollo (I+D) en sectores de alta
tecnología. Por ejemplo, las autoridades permitieron en 1993 a la empresa Samsung
entrar en el saturado sector de automoción, lo que demostró enseguida ser un error.
En cuanto a la desregulación financiera, todos los países de Asia-5 iniciaron, a finales
de los años ochenta y principios de los noventa, la eliminación de los controles sobre los
tipos de interés y los créditos, la apertura del sector bancario y financiero a nuevas
instituciones privadas y extranjeras, la política de otorgar más autonomía a los bancos y
la privatización de las instituciones financieras gubernamentales. Indonesia fue el
primer país en eliminar los controles sobre los tipos de interés (en 1983, tras la caída de
los precios del petróleo) y en reducir las barreras a la entrada en el sector financiero, al
permitir, a partir de 1988, la instalación de más bancos privados nacionales y
extranjeros y la creación de instituciones financieras no bancarias. Así, el número de
bancos pasó de 124 en 1988 a 244 en 1994. Además, las instituciones no bancarias
pudieron emprender actividades de tipo bancario a partir de 1993. Tailandia eliminó las
restricciones a los tipos de interés sobre los depósitos en 1990 y sobre los préstamos en
1992. Los países del sudeste asiático, especialmente Tailandia y Malasia (empeñados en
competir con Singapur como centro financiero regional) permitieron la entrada en el
sector de nuevos bancos privados, nacionales y extranjeros, y de instituciones
financieras no bancarias, como compañías financieras, empresas de leasing o trusts de
inversión. Muchas de esas nuevas instituciones fueron autorizadas a desempeñar labores
de tipo bancario, como, entre otras, operaciones en divisas. Por ejemplo, los bancos de
negocios (merchant banks) pasaron en Corea del Sur de 6 en 1994 a 15 en 1995 y a 30
en 1996 (Chang, 1998, p. 1558). Tailandia e Indonesia eliminaron las restricciones al
aumento del crédito bancario y otorgaron más autonomía a los bancos en sus decisiones
de préstamos. Corea redujo sustancialmente las normas de asignación del crédito y
continuó con su programa de privatización de bancos estatales.
El abandono, por los gobiernos de los países de Asia-5, de sus actividades tradicionales
de coordinación de inversiones y de control del sector financiero fue muy nocivo. Sus
efectos principales fueron la sobreinversión en sectores manufactureros con exceso de
capacidad y en actividades inmobiliarias y bursátiles; el fuerte aumento del crédito
bancario al sector privado (alimentado, además, por las fuertes entradas de capital
foráneo); y, sobre todo, el incremento de las colocaciones en actividades arriesgadas,
por causa del aumento de los tipos de interés, del desmantelamiento de los controles
sobre el crédito, de la entrada de instituciones financieras no bancarias (poco reguladas
e mal supervisadas) y de la casi total autonomía de los bancos privados. Las inversiones
arriesgadas generaron un aumento de la proporción de préstamos morosos y, en
definitiva, una gran fragilidad financiera. Tal cosa se podría haber impedido (o cuanto
menos contenido) de haber mediado una adecuada supervisión de las instituciones
financieras durante y después de la liberalización. Sin embargo, ―los países [de Asia
oriental] cometieron un error al proceder a la liberalización del mercado financiero
cuando deberían haberse concentrado en crear una estructura reguladora adecuada,
fortaleciendo las regulaciones en algunas áreas al tiempo que las eliminaban en otras‖
(Stiglitz, 1999, p. 9).
Además, en los años noventa los países de Asia-5 aceleraron su liberalización
comercial, en parte para cumplir los programas acordados con el GATT (luego OMC) y
las medidas convenidas en el marco de la APEC o como resultado de las presiones de
los países occidentales con quienes tenían elevados superávit bilaterales y, en el caso de
Corea, para cumplir los requisitos necesarios para ingresar en la OCDE (tal ingreso se
produjo en diciembre de 1996). La apertura financiera fue quizá el rasgo más destacado
del proceso de renuncia a la pauta original de desarrollo. Además de desmantelar todos
los controles de cambio importantes, Tailandia creó en 1993 la Bangkok International
Banking Facility (BIBF), con ventajas fiscales y una menor regulación, para atraer más
capital extranjero y fomentar la competencia en el sector financiero. La BIBF fue
pensada como un centro bancario offshore para suministrar préstamos en divisas a
empresas de otros países de la región (actividad out-out), aunque en la práctica sirvió
para que las empresas tailandesas obtuvieran fondos externos (actividad out-in). Las
transacciones por cuenta de capital se habían liberalizado en 1991, apenas un año
después de las transacciones por cuenta corriente. En el caso de Corea, el gobierno
relajó los controles sobre los empréstitos exteriores más de lo que era necesario y
razonable y, sobre todo, no supervisó adecuadamente a las instituciones financieras que
accedían a tales empréstitos.
La liberalización de las economías de Asia-5 fue la causa principal de los desequilibrios
sucesivos que condujeron a las crisis. La fuerte entrada de capital extranjero contribuyó
al rápido crecimiento del crédito bancario al sector privado y a la apreciación de las
monedas, de manera que se generó un proceso de sobreinversión y un importante
deterioro de las balanzas por cuenta corriente. De resultas de tales fenómenos se registró
una crisis simultánea de deuda externa y de rentabilidad de la inversión.
El endeudamiento externo corrió a cargo del sector privado (sobre todo bancario): por
ejemplo, entre 1990 y 1996 los empréstitos externos de los bancos comerciales pasaron,
en proporción del PIB, de 5% a 27% en Tailandia y de 4% a 9% en Corea. Además,
aumentó la proporción de deuda a corto plazo en la deuda total, alcanzando 67,8% en
Corea y 65,6% en Tailandia en junio de 1997. La relación entre deuda externa a corto
plazo y reservas en divisas era extremadamente alta, en el segundo trimestre de 1997, en
Corea (2,06), Indonesia (1,70) y Tailandia (1,45).
En cuanto a la rentabilidad, todo parece indicar que se produjo un descenso de la misma
(medida por la eficiencia del capital), especialmente en sectores manufactureros con
exceso de capacidad. En primer lugar, el cociente entre la tasa de inversión y el
crecimiento del PIB aumentó de 4,14 en 1990-94 a 4,72 en 1995-96 en Malasia y de
4,54 a 5,79 en Tailandia. En segundo lugar, los ratios incrementales capital-producto
(ICOR) mostraron un aumento, entre 1987-92 y 1993-96, en Malasia, Corea y
Tailandia. En tercer lugar, la rentabilidad de los activos en el sector empresarial se
redujo más de dos puntos porcentuales, entre 1992 y 1996, en Tailandia y en Indonesia
y casi un punto en Corea.
16.4. Conclusiones
Las crisis asiáticas han puesto muy claramente de manifiesto los inconvenientes que el
tipo vigente de globalización económica comporta para los países del Tercer Mundo. Por
tanto, resulta necesario tomar medidas, tanto nacionales (apertura financiera muy
precavida; controles de capital, etc.) como internacionales (una nueva arquitectura
financiera global), para gestionar adecuadamente esa globalización.
Además, las turbulencias de Asia oriental en 1997-99 han llamado la atención de los
economistas sobre la importancia, para la prevención de futuras crisis, de que los países
del Tercer Mundo renuncien a los tipos de cambio nominales fijos, desincentiven las
entradas de capital a corto plazo, gestionen adecuadamente la deuda externa (para evitar
que el endeudamiento a corto plazo supere a las reservas en divisas) y vigilen el
crecimiento del crédito bancario al sector privado y el comportamiento de la
rentabilidad de las empresas. Sin embargo, la enseñanza principal de las crisis asiáticas
es que las economías emergentes deben abordar con extrema precaución (en lo que
atañe tanto al orden como a la intensidad) la desregulación financiera y la apertura de la
cuenta de capital. Acometer tales políticas de manera prematura e indiscriminada no es
sino una receta segura para sufrir una crisis financiera.
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[Pablo Bustelo es profesor titular de Economía Aplicada en la Universidad
Complutense de Madrid y coordinador de estudios asiáticos en el Instituto Complutense
de Estudios Internacionales. Es autor de varios libros sobre las economías de Asia
oriental y sobre el desarrollo económico, entre los que destacan Estructura económica
mundial (con Carlos Berzosa y Jesús de la Iglesia), Síntesis, Madrid, 1996 y Teorías
contemporáneas del desarrollo económico, Síntesis, Madrid, 1998]
EPÍLOGO
Carlos Berzosa189[189]
PERSPECTIVA GENERAL SOBRE EL
I SEMINARIO INTERNACIONAL COMPLUTENSE
NUEVAS DIRECCIONES EN EL PENSAMIENTO ECONÓMICO CRÍTICO
v
189[189]
Departamento de Economía Aplicada I, Fac. CC. Económicas, UCM, Campus de Somosaguas,
28223, Madrid; E-mail: [email protected]