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46 Expansión Lunes 13 junio 2016
PAÍS: España
FRECUENCIA: Lunes a sábados
PÁGINAS: 46
O.J.D.: 42136
TARIFA: 11766 €
E.G.M.: 146000
ÁREA: 794 CM² - 74%
SECCIÓN: OPINION
13 Junio, 2016
Opinión
26-J
ELECCIONES GENERALES
¿Es posible bajar los impuestos?
AHORA MISMO
Francisco
Cabrillo
n estos momentos iniciales de
la nueva campaña electoral,
surgen promesas de todo tipo
para conseguir el voto de los indecisos, que, por lo que parece, no son
pocos a fecha de hoy. En este sentido, el Partido Popular se ha comprometido a bajar los impuestos –el
IRPF, en concreto– si gana las elecciones y consigue formar gobierno.
Dado que otros partidos han planteado fuertes subidas de impuestos
–es el caso de Podemos– o el mantenimiento de la presión fiscal, con incrementos puntuales en tributos como los que gravan el patrimonio o
las sucesiones en las comunidades
autónomas que los han reducido de
forma sustancial –lo ha propuesto
Ciudadanos– no es sorprendente
que hayan surgido críticas a la propuesta del PP. Y tales críticas tienen,
además, un punto de apoyo relevante: el Partido Popular hizo una promesa similar antes de las elecciones
generales del año 2011 y luego la incumplió, al elevar de forma notable
los mismos impuestos que había
prometido bajar.
No es éste, sin embargo, el punto
relevante ahora. No me preocupa
tanto lo que se dijo y lo que se hizo en
el pasado como lo que puede –o debería– hacer el gobierno que salga
de las próximas elecciones. En pocas palabras, la cuestión es: ¿tiene
sentido reducir hoy los impuestos
en un país como España, que se enfrenta a un déficit público muy elevado, que el Gobierno no consigue
controlar, y a una deuda pública que
ha alcanzado ya el 100% del PIB?
Cabe argumentar en contra de esta política que, aunque pagar menos
E
impuestos tenga muchas ventajas,
no deberíamos plantearnos siquiera
esta posibilidad mientras no hayamos saneado las cuentas públicas.
Es verdad que menos impuestos
significan mayor actividad económica; y que esto implica una mayor
recaudación y, por tanto, menos déficit público. Pero la pobre experiencia que hemos tenido recientemente en la reducción del déficit, a
pesar de haber conseguido una tasa
de crecimiento del PIB bastante elevada, nos indica que no se puede
confiar en solucionar el problema
del déficit –al menos, a corto plazo–
sólo con un mayor nivel de actividad
inducido por unos impuestos más
bajos.
Creo, sin embargo, que esta forma
de plantear la cuestión no es la más
adecuada. La razón es que no tiene
sentido discutir sobre el déficit y los
ingresos públicos sin prestar atención al gasto. Y, de hecho, una parte
sustancial del problema de nuestro
déficit viene por el lado del gasto. En
efecto, aunque pocos políticos estén
dispuestos a reconocerlo, el sector
público español ha mostrado muy
poca capacidad para reducir su gasto. Es decir, la historia de la austeridad, que se repite una y otra vez, como si de un dogma de fe se tratara,
simplemente no es cierta. No se trata sólo de que tenga poco sentido llamar “austero” a un sector público
que en 2015 gastó 50.000 millones
Una menor presión fiscal
debería ir acompañada
de una disminución
del gasto público
de euros más de los que ingresó. Resulta, además, que en los años de la
crisis el gasto público español se redujo muy poco en términos absolutos; e incluso su participación en el
PIB aumentó, pues la caída de éste
fue mayor que la del gasto. Por tanto,
si queremos solucionar nuestras dificultades financieras, la reducción
de impuestos debería ir acompañada de la disminución del gasto público, al menos hasta que saneemos las
cuentas.
Tentación irresistible
El problema es, naturalmente, cómo
conseguir este objetivo. Y no es fácil,
ciertamente. Lo que la experiencia
nos enseña es que, aunque la manera
ortodoxa de diseñar un presupuesto
sea determinar, primero, cuáles son
los objetivos del sector público y ver,
luego, qué ingresos son necesarios y
comprobar qué costes tendría para
la economía recaudar dicha cantidad, las cosas no son siempre así.
Basta con fijarse en lo que sucedió
en los años anteriores a la crisis de
2007, en los que el gasto público creció en nuestro país de forma muy
acusada. ¿Por qué sucedió esto? No
se trataba de que las necesidades del
sector público hubieran aumentado
de un día para otro. Lo que ocurrió
fue más bien que la buena marcha
de la economía elevó de forma sustancial los ingresos de las Administraciones Públicas a todos los niveles; y hay pocos gobiernos, parlamentos o ayuntamientos –en España y fuera de España– que sean capaces de no gastar más cuando tienen la cartera llena. Si hay dinero en
caja, siempre encontrarán algo en lo
que emplearlo; en unos casos, el
nuevo gasto tendrá sentido, pero en
otros, no. La tentación de comprar
votos con más subvenciones o nuevos servicios públicos es demasiado
fuerte como para que los políticos
puedan resistirla.
Me temo que, guste o no, en un
debate de esta naturaleza hay que
partir de un hecho: por lo general,
un gobierno sólo reduce sus gastos
cuando no le queda más remedio… y
cuando la Unión Europea le mira las
cuentas y le pega en la mano si quiere meterla en la bolsa con más entusiasmo del deseable. Por ello, a la
pregunta “¿es posible o conveniente
bajar impuestos en la situación en
que actualmente nos encontramos?” deberíamos contestar que sí,
claramente. Entre otras cosas porque, por las razones antes apuntadas, no hay mejor manera de reducir
el gasto público que controlando los
ingresos del Estado.
Catedrático de economía de la
Universidad Complutense.
‘Think tank’ Civismo.
Propuestas fiscales
VISIÓN PERSONAL
Carlos Rodríguez
Braun
o hay ningún partido que
apueste por proteger los
derechos de los ciudadanos, en particular el derecho fundamental a su propiedad, conculcado
por un abanico de supuestos derechos que exigen su usurpación. Hemos vuelto a escuchar el dislate
marxista conforme al cual la llamada “okupación” –es decir, el robo
de la propiedad ajena– está amparado por el “derecho a la ciudad”,
nada menos.
Dirá usted que esas barbaridades
N
corresponden a la extrema izquierda, que claramente desea oprimir a
millones de trabajadores con más
impuestos (http://goo.gl/R0Dh71).
Pero esa extrema izquierda manda
en los principales ayuntamientos
de España gracias a la izquierda supuestamente moderada, e igual
puede mandar en el Palacio de la
Moncloa dentro de poco.
El PP promete bajar los impuestos. También lo prometió en 2011,
sólo para crujir después a los contribuyentes. Su argumentación fiscal es deplorable. Asegura, por
ejemplo, que “ahora sí se pueden
bajar los impuestos” porque la economía crece, pero los impuestos
debieron bajarse cuando Rajoy los
subió, para que la economía crecie-
ra antes, más y mejor. También repite el PP que los impuestos se bajan siempre que la recaudación no
caiga, con lo cual sitúa el eje del
asunto en el gasto público, que es
precisamente lo que hay que bajar.
Pero no espere usted a que ningún
político proclame que su objetivo
es que la recaudación caiga, para
que el pueblo conserve algo más de
lo que es suyo.
El PSOE no promete bajar los
impuestos, sino subirlos; aunque,
eso sí, repite que sólo pagarán más
No hay tanto rico en
España como para
financiar un mayor gasto
crujiéndolos todavía más
los ricos, lo que es una flagrante
mentira: no hay tanto rico en España para financiar un mayor gasto
crujiéndolos aún más. También es
una bobada eso de decir alegremente que pagarán más impuestos
“las empresas”, como si se pudiera
hostigarlas sin freno y sin consecuencias nocivas para la población.
Falacias
Ciudadanos está en la línea socialista predominante: les gustaría bajar los impuestos, pero no se puede,
no es realista: “Que nos digan de
dónde va a salir el dinero para pagar el gasto”. Otra vez, el gasto no se
negocia: su cartera, señora, sí. Y
muchos economistas, intoxicados
de corrección política, nos hablan
de que el gasto social por habitante
es inferior en España a la media de
la UE, como si eso probara la necesidad de subirlo. Incluso alguno
desbarra afirmando que como pagamos ahora más impuestos que
cuando éramos un país pobre, entonces hemos dejado atrás la pobreza porque hemos pagado más
impuestos. Ya se imaginará usted a
qué conclusiones se llega partiendo
de semejantes falacias.
Posiblemente la clave de la nueva
usurpación tributaria que se avecina la tenga Larra, que, en línea con
el juez Learned Hand, dijo: “El
pueblo no es verdaderamente libre
mientras que la libertad no esté
arraigada en sus costumbres e
identificada con ellas”.