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Prólogo a la segunda edición
En el 2002 publicábamos nuestro texto Socioeconomía de la solidaridad, fruto de
un proceso de investigación que incluyó tareas de relevamiento teórico así como
análisis de prácticas. Desde su aparición he tenido la posibilidad de concurrir a
numerosos seminarios, congresos, jornadas académicas y paneles en diferentes
países de América y Europa para compartir con intelectuales, actores sociales y
actores económicos nuestro planteamiento en el sentido de incorporar un marco
teórico suficientemente sólido, atractivo y pertinente para dar cuenta de experiencias, comportamientos y racionalidades económicas diferentes a las hegemónicas
y que por sus características se muestran como un posible nuevo paradigma de
producción, distribución, consumo y ahorro. A la par que compartíamos este
marco teórico, descubríamos nuevos puntos de contacto con otros varios colegas
que en diversas partes del mundo venían reflexionando en términos más o menos
parecidos, y descubríamos además la existencia de numerosas prácticas socioeconómicas que avalaban la tesis de que algo estaba sucediendo en el mundo: son
cada vez más las personas, movimientos y organizaciones que pretenden cambiar
las pautas económicas introduciendo valores y principios como la cooperación, la
reciprocidad, la ayuda mutua, la responsabilidad ambiental, la equidad y la participación democrática, entre otros. Un cambio desde abajo hacia arriba, que no
pretende la toma del poder político para comenzar a operarlos (entre otras cosas
porque el poder si se entiende como un proceso relacional no se toma nunca) y
que se centra en la persona humana y su comunidad, así como en la satisfacción
de las verdaderas necesidades humanas, más allá de las “relaciones de preferencia”
de la teoría neoclásica. Como se señala desde los pueblos andinos, se trata de ir
avanzando hacia el sumak kawsay (“buen vivir” en kichwa ecuatoriano) o suma
qamaña (“vivir bien” en aymara boliviano) y por tanto de cómo la socioeconomía
puede contribuir a su búsqueda aportando desde su particular impronta como
nuevo paradigma.
A lo largo de estos últimos años, y luego de la aparición de nuestra primera
edición, junto con el desarrollo de numerosas otras manifestaciones de la economía
solidaria asomaron algunas interesantes polémicas acerca de su conceptualización y
definición. Quisiera señalar en este sentido que la economía solidaria presenta tres
dimensiones específicas de trabajo. Sólo reconociendo estas dimensiones podemos
captar la pluralidad de manifestaciones que encierra.
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Socioeconomía de la solidaridad
(a) La economía solidaria como movimiento de ideas (o dimensión ideológica).
A lo largo de la historia y desde los tiempos más remotos existieron movimientos de
ideas, corrientes de pensamiento, e incluso prácticas concretas a todos los niveles,
que por sus características se presentaban como críticas con respecto a ciertas
diferencias sociales inaceptables para los parámetros morales de cada época. Estos
discursos, que bien podríamos denominar proféticos, estuvieron siempre dispuestos
a abrazar las banderas de la igualdad y de la justicia social, poniendo el acento en
la forma y los contenidos que adoptaban determinados mecanismos económicos
y sociales en sus respectivos marcos históricos, y proponiendo muchas veces una
utopía que, como nos la describe Tomás Moro en su inigualable obra de 1516, no
debe confundirse con una quimera, sino que debe interpretarse como un proyecto
tanto cuestionador del statu quo como disparador de acciones que permitan dar
pasos concretos para alcanzarla.
Desde la tradición judeocristiana, por ejemplo, adquieren especial relevancia
los textos de Amós (siglo viii a. C.), verdadero profeta de la justicia social, o su
contemporáneo Isaías, con sendos pasajes muy duros contra quienes “compraron
el barrio poco a poco”, “juntan campo a campo”, “dictan leyes injustas”, “despojan
de sus derechos a los pobres”, “venden al inocente por dinero” o “amontonan la
rapiña y el fruto de sus asaltos en sus palacios”.
Las tradiciones utópicas están igualmente presentes en el Oriente: los escritos
del Libro de los Ritos (Li Ji) en el que se describe el periodo de la Gran Unidad
(datong), las ideas del trabajo comunitario en los campos (jingtian) de Mencio
(siglo iv a. C.); las semejanzas del paraíso cristiano con la descripción del inicio
de la humanidad que hace el taoísmo de la mano de Zhuangzi, donde “todo era
virtud perfecta”; las reformas igualitarias de Wang Anshi; los graneros comunes
de Taiping, o la utopía de Tao Yuanming (siglo iv d. C.), descrita en La fuente del
jardín de los melocotoneros, donde prevalece una atmósfera comunitaria, no hay
necesidades insatisfechas y no existe la guerra. En la tradición budista podemos
citar el concepto de fraternidad de la Dhamma, o el concepto de Lokka Nibba de
los birmanos, una especie de Nirvana realizado en este mundo. En fin, desde el
Islamismo tenemos figuras relevantes como Abu Dharr Al-Ghifari, con sus duras
críticas hacia la riqueza material.
Estas visiones, entonces, que desde luego tienen correlatos en la Edad Media, en
el Renacimiento (donde justamente nace el concepto de utopía), y obviamente en
la Modernidad, pasan a ser centrales en el siglo xix con la irrupción de numerosas
corrientes que deseaban un mundo distinto al que estaba conformándose a partir
de la Revolución Industrial. Justamente en este contexto de la llamada “cuestión
social” del siglo xix surge tanto el movimiento cooperativo como las primeras
mutuales de trabajadores.
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Prólogo a la segunda edición
Nuestra posición es que hoy la economía solidaria se ha transformado en un
movimiento de ideas como los anteriores, con un fuerte componente ideológico
(esto es, como discurso que intenta convencer) que hace hincapié en la necesidad
urgente de cambiar nuestra forma de hacer economía. En este marco es que se puede
comprender la fuerza que ha tomado este movimiento a partir de la constitución
del Foro Social Mundial (fsm). Recordemos que el lema del fsm es “otro mundo es
posible”. Las acciones de economía solidaria reformularon el lema que ahora reza
“otra economía es posible”.
(b) La economía solidaria como nuevo paradigma de interpretación científica de
los comportamientos socioeconómicos (o dimensión científica). Justamente para dar
cuenta de los numerosos comportamientos alternativos en términos de producción,
distribución, consumo y acumulación, las categorías analíticas propias o bien del
paradigma neoclásico o bien del paradigma marxista, resultaban o inapropiadas o
insuficientes. La economía solidaria desde esta perspectiva viene a contribuir en
términos teóricos con argumentos, conceptos y categorías analíticas novedosas para
dar cuenta de la racionalidad solidaria. La expresión más visible de esta dimensión
es la publicación de numerosos textos teóricos sobre economía social y solidaria,
la constitución de varias cátedras en diversas universidades sobre todo de América
Latina, la creación de maestrías específicas e incluso de tesis doctorales en la materia.
(c) La economía solidaria como conjunto de experiencias caracterizadas por el
asociacionismo, la cooperación y ayuda mutua (o dimensión práctica). Si se quiere,
esta es la dimensión que más comúnmente define a la economía solidaria, también
reconocida como economía social en otros países. Si se quiere la “economía solidaria” le suma a la “economía social” nuevos comportamientos como el consumo
responsable, el comercio justo, las finanzas éticas, el turismo responsable, etcétera.
Es decir, nuevos aditamentos éticos que ponen lo sustantivo (en nombre de qué
hacemos) por sobre lo formal (qué figura jurídica adoptamos). Aquí se trata de
hacer hincapié en la dimensión de las prácticas económicas, o sea en un conjunto
de experiencias que por sus características, lógicas, visión, manejo de instrumentos,
etcétera, se presentan distintas tanto a los formatos empresariales basados en el
capital como a los formatos empresariales basados en la gestión pública.
En esta obra, el lector podrá descubrir la presencia de todas estas manifestaciones, aunque se detiene especialmente en la segunda, esto es, en construir un
marco teórico que permita dar cuenta de la primera y la tercera dimensión. Una
vez más debo reconocer en esta construcción la influencia de autores como Karl
Polanyi y Luis Razeto.
En todas estas dimensiones, mientras tanto, la economía solidaria ha madurado y avanzado. Desde la primera, destaca, sobre todo en América Latina, el
surgimiento de redes como la Red Intercontinental de Promoción de la Economía
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Socioeconomía de la solidaridad
Social y Solidaria (Ripess) o como el Espacio por un Mercosur Solidario que, junto
a tantos buenos amigos y amigas de Argentina, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay
conformamos en el marco de la Primera Feria Canaria de Economía Solidaria
(Atlántida - Uruguay, enero del 2006). También aquí deberíamos mencionar otros
espacios creados en los últimos años como Clac, Relacc, wfto-lac, entre otros.
Desde el plano de las prácticas, se han multiplicado (quizá por el efecto de la
crisis social en algunos casos, o de la crisis socioambiental en otras, o quizá por
la mayor toma de conciencia) las expresiones de la economía solidaria. Especial
atención en nuestro continente nos merece la irrupción de corrientes del comercio
justo que pretenden generar alianzas en el Sur para crecer en el objetivo de crear
también en estas latitudes conciencia de consumo responsable. El Sistema Nacional
de Comercio Justo y Solidario de Brasil es un ejemplo al respecto. En este contexto se
comprende el surgimiento de varias tiendas de economía solidaria y comercio justo;
o el afianzamiento de ferias como las de Santa María (Brasil) o la Feria Canaria de
Canelones (Uruguay). Entre las prácticas también se están expandiendo emprendimientos autogestionarios, de economía popular y solidaria, empresas recuperadas,
nuevos formatos cooperativos, etcétera. También quisiera mencionar la irrupción de
nuevas políticas públicas de fomento y promoción; interés por parte de organismos
multilaterales; avances en términos de reformas constitucionales que incorporan esta
mirada (el caso de Ecuador es emblemático) así como en legislaciones específicas
nacionales (Honduras, Colombia, Ecuador, México, España, Portugal, Francia) o
regionales (legislaciones locales en Argentina, Brasil, Italia Suiza, etcétera) como
indicadores de este especial dinamismo al que hacíamos referencia.
Desde el plano del paradigma, hubo una notoria expansión de la enseñanza
universitaria de grado y posgrado, además de muy interesantes líneas de investigación para conocer más acerca de estos fenómenos o un mayor número de
revistas científicas en la materia. En los hechos, además, aumentó la exposición
académica de estos asuntos y el relacionamiento entre intelectuales que analizan
las economías alternativas y solidarias en buena parte del mundo, desde diferentes
disciplinas. Destacaría en este sentido, para el caso del continente, el impulso
de iniciativas como la Red de Investigadores Latinoamericanos de la Economía
Social y Solidaria (Riless), la Red Universitaria Eurolatinoamericana de Estudios
Asociativos y Cooperativos (Rulescoop) o el Comité Procoas del Grupo Montevideo.
Destacaría además cierta reconversión de institutos universitarios que nacieron para
dar cuenta del cooperativismo y que ahora amplían sus miras hacia otras variadas
fórmulas de la economía solidaria y el surgimiento de incubadoras o programas
de extensión en muchas de nuestras universidades. También podemos citar el caso
de la Asociación Iberoamericana de Comunistarismo (aic) que hemos conformado
junto con calificados colegas y amigos para revitalizar el pensamiento comunitario
en los países de habla hispana.
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Prólogo a la segunda edición
Si bien nos sentimos tentados a modificar algunos pasajes de esta obra, con
ocasión de esta segunda edición preferimos dejarla intacta y sólo agregar este
Prólogo. De todas maneras el lector eventualmente podrá acceder a otros textos
de mi autoría escritos con posterioridad a este.
Finalmente quisiera agradecer a la Universidad Cooperativa de Colombia por
su disposición a publicar esta nueva edición de Socioeconomía de la solidaridad. No
es un dato menor que una universidad inspirada en los valores de la economía
solidaria y dispuesta a avanzar aun más en el campo de la educación e investigación
en estas materias haya querido publicar este libro que espero sea de provecho para
quienes quieran comprender el funcionamiento de la economía con una mirada
alternativa a las dominantes.
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