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Talcott Parsons y J. R. Commons ante teoría social actual
Carlos Mallorquin
No se profundizará sobre aquellos aspectos que explicarían el surgimiento del
institucionalismo norteamericano, su hegemonía y ni su decadencia en el medio
académico norteamericano, situación y proceso que el “jóven” Talcott Parsons
logró percibir tempranamente. Nuestro propósito tiene como objetivo principal
destacar ciertos elementos del institucionalismo de John R. Commons y el
surgimiento de la teoría voluntarista de la acción de Talcott Parsons, haciendo
hincapié en la ausencia de referencia a Commons en su construcción teórica y
cuya similitud da lugar a muchas discusiones. A su vez, la contraposición entre
Commons y Parsons, ayuda a desarrollar la discusión que el propio G. Hodgson
(2008) propone para reconstruir la teoría social y las unidades últimas de la
“realidad” sociológica.
El orden del capítulo es como sigue: en primer lugar se describirá el medio
ambiente y contexto teórico en las décadas de 1920 y 1930 para intentar
comprender
a
Commons
como
a
Parsons
(“Textos
y
contextos
del
institucionalismo norteamericano”), a ello le sigue una presentación de la obra
temprana de Parsons (“La convergencia del pensamiento social: Talcott
Parsons”). Después se expone brevemente la perspectiva institucional de
Commons, opción que aparentemente Parsons no considera como viable
teóricamente (“La mente institucionalizada de John R. Commons”). Finalmente
en “Problemas del pasado para el futuro”, no se proponen conclusiones de
ningún tipo sino que una serie de conjeturas como agenda para discutir sobre lo
que cabría de rescatarse de ambos teóricos con especial referencia a la
estrategia teórica de G. Hodgson (2001; 2004) quien recientemente ha iniciado
la reconstrucción teórica en torno a las unidades constitutivas de la realidad
social desde otros puntos de partida, especialmente T. Veblen. Igualmente ese
apartado hace alusión a la idea de cuestionar la pertinencia de una teoría
general para la explicación social.
1
Textos y contextos del institucionalismo norteamericano
En los medios académicos universitarios norteamericanos de la década de 1920
y 1930 todavía no se presentaban las fronteras excluyentes entre las diversas
disciplinas que hoy se conocen y la ”economía” y la “sociología” aún compartían
departamentos y discusiones, mucho en gran parte debido precisamente a la
relativa hegemonía de la corriente institucionalista. Incluso había una pluralidad
teórica desconocida hoy con la actual profesionalización y especialización de la
“economía”. Paradójicamente, existía cierta ecología cultural que hoy se llamaría
“posmoderna”: la ausencia de un meta-relato, de reglas generales de
evaluación, sintéticamente: una pluralidad discursiva muy diversa.
Gran parte de lo que sigue busca rescatar precisamente algunos aspectos
teóricos de esa época cuando se intentaba redefinir los objetos de las distintas
disciplinas aún en ciernes y los elementos de una teoría social. Si bien es cierto
que los institucionalistas perdieron una batalla política en los medios académicos
–más no teórica- ante el surgimiento de la economía neoclásica, hoy cabe
reeditar algunas de las ideas que aún tienen mucho que ofrecer para repensar la
misma problemática: la teoría social y la noción del agente.
Independientemente de las teorías particulares entonces en pugna, o si se
prefiere entre las “escuelas” del pensamiento “institucionalista” y el “neoclásico”,
ese episodio beligerante entre ellas condujo a la especialización entre la
sociología y la economía eliminando consigo cualquier posibilidad de
interlocución fructífera entre sí a mediados de la década de 1930.
Fue entonces que se establecieron las bases para que subsecuentemente en la
década de 1940 la economía neoclásica norteamericana, dominada por
nociones walrasianas y con una mayor homogeneidad en su formulación teórica,
hiciera a un lado a los institucionalistas del centro de la discusión teórica. La
inconmensurable inclinación de sus postulados académicos hacia modelos de
corte econométrico y hacia la teoría de los juegos con el apoyo del
financiamiento sin límites por parte del ejército norteamericano a sus proyectos
en el campo de la “investigación en operaciones”, transformó el futuro de la
2
ciencia económica (Mirowski, 2002). Ese cambio se inicia en los últimos años de
la década de 1930, con la inminente participación estadounidense en la
Segunda Guerra Mundial, momento que señala el comienzo del declive del
dominio institucionalista en las academias de economía.
Diez años antes, en la década de 1920, la academia de económica mostraba un
notable pluralismo teórico, brillaba por doquier la ausencia de terrorismo
metodológico alguno. Hay que reconocer, pese a esto, que el debate entre
institucionalistas y ortodoxos de la economía no siempre se dio con base en
esos rótulos; entonces se pensaban y se distinguían entre sí como “inductivistas”
y “deductivistas” (Yonay, 1998). En el primero de ellos se destacaba el análisis y
la explicación específica más allá de toda tradición teórica, resaltando la
importancia de comprobar con datos y hechos fácticos ciertas tesis; por su lado,
los deductivistas partían de elaboraciones teóricas más generales para explicar
el funcionamiento del mercado o del equilibrio.
A mediados de 1920, entre los economistas es perceptible la carencia de
certezas sobre la cientificidad de sus postulados y/o la forma de establecer dicha
sustentación, sin que por ello se paralizara la investigación, lo cual ilustra en
parte el pluralismo teórico dominante en aquel tiempo.
Por ejemplo, en un texto titulado The Trend of Economics (Tugwell, 1924) cuyo
objetivo era el de presentar el panorama general de la economía por aquel
entonces, lo que menos existía era “una corriente” que vaya en el mismo
sentido, fenómeno subrayado por el propio Frank Fetter (1925) 1 al reseñar dicha
obra. 2 W. Mitchell hablaba de “varios tipos de economistas-neoclásicos como
Marshall, la escuela de psicología norteamericana representada por Fetter,
aquellos que cultivan la lógica pecuniaria como Davenport, y los campeones de
la teoría institucional como Veblen”. (Mitchell en Tugwell 1924: 19). Tenía dudas
de cómo se producirían las “nuevas especies” en teoría económica a partir de
1
El ensayo de Fetter, aparecido originalmente en alemán, fue entregado para un libro colectivo en torno a
la Obra de Friedrich Wieser en 1925, ver Warren, 1991.
2
Tugwell decía en el prólogo a la obra: “Tanto deductivistas como inductivistas están aquí, igualmente los
neoclásicos que los institucionalistas (...) lógicos marginalistas y experimentalistas (...) conductistas y
funcionalistas”, (Tugwell, 1924: X).
3
dicha
variedad,
ya
que
las
concebía
como
especies
esencialmente
“ricardianas”. 3
Respecto la manera en que se deberían establecer los principios científicos que
regirían la disciplina aparecen varias reflexiones con posturas diversas e
interesantes, sin descontar las consabidas incertidumbres. Una de las más
radicales provino de John Maurice Clark, quien planteaba uno de los más
interesantes experimentos teóricos en torno a una ciencia económica “no
euclideana” (Clark en Tugwell 1924), adelantándose en muchos años a
corrientes contemporáneas de la economía. Esto identifica la importancia que
por aquel entonces se concedía al pragmatismo en el análisis y establecimiento
de nociones sobre la verdad. 4 A su muy particular modo, Frank Knight reflexionó
sobre las características de los agentes en la economía que deben ser
considerados por el economista para pensar la causalidad en cuestión,
fenómenos que aún no han sido investigados suficientemente. Amplios sectores
del medio ambiente teórico de aquel tiempo exhiben sutilmente cierto desorden
epistemológico o cierta deslegitimación de sus discursos en las ciencias
sociales, como la oportunidad y el punto de partida para la reconstrucción de las
ciencias sociales y la propia “economía”, circunstancia apreciable en uno de los
protagonistas teóricos centrales, para bien o para mal, de la sociología, Talcott
Parsons, quien creció en dicho ambiente estudiando economía.
3
“Jevons, Menger Walras, Clark y sus discípulos no produjeron realmente una nueva especie de teoría
económica; lo que fundaron terminó siendo meramente una variedad de las especies ricardianas”, (Mitchell
en Tugwell 1924: 15). Nótese el vocabulario darvinista.
4
(Cfr., Mirowski,1988a; 1988b). Por ejemplo:
A lo largo de la Economía Euclidiana existe un cuerpo amplio de ideas, que algunos escritores
distinguen como ‘arte’ de la economía política, o ‘economía aplicada’ a pesar del hecho de que son
principalmente otros principios que el de los de la economía euclidiana los que se aplican. A grandes
rasgos, podría ser denominada ‘economía social’, diferente de la deductiva, estática economía de
los precios, valor de cambio y de distribución. (...) Tan apartadas entre sí como pueden estarlo, algo
cercano a una síntesis podría ser posible, bajo dos condiciones. Una es que la descripción y el juicio
deben mantenerse diferenciados, con el resultado de que la economía descriptiva sería libre para
describir lo que le plazca sin la necesidad de adoptar una medida final con la cual medir todos los
valores conflictivos con que se encuentra. Bajo estas condiciones, los valores que mide el mercado
no necesitan ser el único material de la economía, ni el precio la única medida reconocida. Otra
condición sería que la selectiva generalización sea reconocida y utilizada como un instrumento de
análisis y medio de acercarse a la verdad, en lugar de fungir como encarnaciones de una veracidad
última y absoluta. El método marginal, como instrumento de análisis, es invaluable; pero como única
fuente de verdad es muy inadecuado.” (Clark en Tugwell 1924: 101).
4
Irving Fisher, tal vez uno de los economistas de la época que con mayor ahínco
buscó construir la teoría económica en términos de los modelos de la física
contemporánea, 5 no se sentía fuera de casa al desempeñarse como presidente
de la American Economic Association en 1918. Fue en esta agrupación,
precisamente, donde W. Hamilton pronunció por vez primera la noción de una
“economía institucional” (Hamilton 1919). 6
No es éste el lugar para explicar y menos analizar el surgimiento, vigencia y
declive del institucionalismo norteamericano. Hay numerosas obras recientes
útiles a tal propósito. 7 Los señalamientos y anécdotas de ciertos personajes
importantes de aquella corriente de pensamiento sólo persiguen subrayar el
hecho de que las derrotas intelectuales fueron en buena medida políticas,
formando parte del proceso de la propia institucionalización de la academia
económica norteamericana, en la que mucho fue olvidado debido al avance de
una corriente teórica que asumió plenamente la matematización y, por tanto, los
modelos de cientificidad de la física contemporánea.
Commons decía que los “economistas del equilibrio automático”, basándose en
las “analogías” sobre las “ciencias físicas” suponían “individuos que son libres,
iguales, moléculas y movibles. Pero sucede que la teoría económica debe
basarse también en la historia además del equilibrio” (Commons 1934a: 876-877
y 746). Igualmente, Mitchell cuestionaba la estrategia teórica de Fisher:
tú hablas sobre periodos de transición y periodos de equilibrio ‘al cual se
aplica propiamente la teoría cuantitativa’. No veo nada inconsistente en tus
conclusiones y cambio de énfasis, siempre y cuando yo pueda interpretar el
término ‘normal’ referido estrictamente a una condición acorde con ciertas
suposiciones utilizadas en el desarrollo de una teoría económica. Dado que
estas suposiciones no están articuladas dentro del mundo real, yo asumo
que ningún periodo es normal. Al tratar con materiales estadísticos, ¿acaso
no estamos tratando con periodos de transición? Esto es, periodos en que
los precios o cambios de precios pueden jugar un rol pasivo o activo. Si es
que juegan lo uno o lo otro, dependen presumiblemente de un complejo de
factores a los que el investigador debe acercarse en detalle. Y cuando
hablas de periodos de equilibrio, ¿acaso no te refieres una vez más a las
5
Sin duda alguna el libro más importante sobre este tema es el de Mirowski (1989).
Véase (Hodgson 2004: 255).
7
Hodgson, 2001; 2004; Mirowski 1988; Yonay 1998; Gruchy 1982.
6
5
condiciones imaginarias en lugar de las condiciones históricas que nuestras
estadísticas reflejan? (Mitchell en Warren 1991: 281)
La respuesta de Fisher no se hizo esperar:
El comportamiento del nivel de precios y de otros elementos en la ecuación
de intercambio es un resultado complicado en cualquier caso individual,
pero la tendencia de la teoría cuantitativa siempre está presente (...) Se
asume comúnmente que la ley del movimiento elíptico de los planetas
significa que los planetas sí se mueven en elipsis. Es obvio que no. Así lo
harían si las fuerzas del sol actuaran sobre ellos. Esto puede ser cierto sólo
en términos aproximados, dado que las perturbaciones causadas por otras
influencias, incluyendo otros planetas, son pequeñas. Consecuentemente,
la ley elíptica, solamente hipotética, aparece ante la mayoría de la gente
como la expresión de un hecho histórico. (…) Pero la misma distinción
fundamental entre la verdad histórica y la científica tiene validez (…)
Evidentemente, he producido en tu mente la impresión de que durante los
periodos de transición, dado que los precios ‘normalmente’ juegan un rol
activo, no pueden jugar un rol pasivo. Pero no abrigo tal pensamiento. El rol
pasivo o activo no son mutuamente excluyentes. De hecho, ni son nombres
adecuados. La teoría cuantitativa expresa lo que debería suceder bajo
ciertas condiciones ideales que nunca se cumplen absolutamente sino que
son realizadas en términos aproximados en una gran cantidad de muchos
casos (Fisher en Warren 1991: 282)
Tal vez Richard Ely exageró en la reunión anual de la American Economic
Association en 1931 cuando dijo que el institucionalismo de la década de 1920
no era nada nuevo y de que Veblen no podía mencionarse como el "fundador de
la economía institucional" (...) porque [ésta] como algo distintivo se remonta en
este país a 1885" (citado en McNulty 1980: 172). Pero sea cual fuese la fecha de
su "nacimiento", la genealogía y/o los predecesores en cuestión, no hay duda
que el punto culminante, desafortunadamente, de su presencia académica e
institucional, fue la década de 1920.
Para ese entonces la difusión e incorporación de la teoría marginal,
especialmente por la labor de Irving Fisher y J. B. Clark, ya había iniciado el
desplazamiento de la relativa pluralidad teórica que presentaba por ese
entonces la academia de Economía. Como hemos mencionado, la descripción
que Frank Fetter (1925) ofrece del estado de la ciencia económica
estadounidense, subraya el hecho de que no había aparecido un "texto" o libro
6
"Introductorio" de la "economía Institucional" como aquellos que asumían la
concepción marginalista de la economía, o sea las "Introducciones" o los
"Principles" que podían encontrarse bajo la autoría de F. W. Taussig (1911), F.
Taylor (1911) o el de I. Fisher (1912), entre otros.
Además cabe mencionar que el panorama teórico en las universidades,
particularmente las norteamericanas, ya no ofrecía la posibilidad de un
acercamiento a este tema vía la subversión de sus conceptos hacia una especie
de "economía sociológica". Esta es la historia que Richard Swedberg nos
propone sobre la evolución en la academia de economía y su infructuosa
"sociologización":
Para los años veinte y treinta, ya era muy evidente que la sociología y la
economía se estaban apartando, a pesar de los esfuerzos en contra por
teóricos como Schumpeter y Weber (...) Durante el período de 1930 a
1950, hubo aparentemente una virtual separación (...) Durante el período
1950 a 1980, hubo muy poca interacción entre economistas y sociólogos,
tal vez menos que antes (...) con la excepción de Francis X. Sutton,
Talcott Parsons, y Neil Smelser (...) y los economistas James
Duesenberry, Carl Kaysen y James Tobin (Swedberg 1990: 13 y 15).
Es más, la economía se radicalizo en una especie de "imperialismo económico"
que hoy tanto abunda en sus versiones de la "elección racional". La explicación
de la estrategia adoptada por el establishment económico muy bien puede
describirse con el símil de la guerra. En este sentido, y tal vez la expresión más
radicalizada de dicha postura, la asume plenamente un joven economista de la
época, Ralph William Souter, quien a su vez, cabe mencionar, difícilmente puede
considerarse un “ortodoxo”:
La salvación de la Ciencia Económica en el siglo veinte yace en un
ilustrado y democrático "imperialismo económico," que invade el territorio
de sus vecinos, no para esclavizarlos o engullirlos, sino para ayudarlos y
enriquecerlos y promover su crecimiento autónomo en el mismo proceso
de su propio socorrer y enriquecimiento. Bajo tales circunstancias, el
conflicto ocasional armado entre las ciencias es inevitable. Tales
conflictos deben ser guiados de acuerdo a las reglas civilizadas de
guerra; y es el deber de cada ciencia de subordinar su estrategia, de la
mejor manera que sabe, a la meta última de una unificación armoniosa
del conocimiento. Errores e injusticias probablemente suceden de vez en
cuando; pero la "ciencia" que no puede mantener su integridad y vitalidad
en dicho medio ambiente merece perecer. Y, en cualquier ciencia, un
7
aislado pacifismo cobarde que grita paz! paz! cuando esta no existe, es
un estigma de desintegración y decadencia intelectual (Souter 1933: 9495).
La convergencia del pensamiento social: Talcott Parsons
Fue en ese contexto que Parsons se presenta a Harvard para estudiar e inicia su
carrera profesional como profesor e instructor en economía. Se observó que el
contexto de la ciencia en general -no solamente el de las ciencias sociales- en la
década de los años 1920 y 1930, está marcado por un claro giro hacia el
desarrollo teórico modelado en la física y modelos matemáticos (Russett 1966;
Weintraub 2002; 1991; Mirowski 1989; 1988); de allí surgirán ciertas nociones
sobre el “equilibrio” así como lo que se pensaba conformaría la economía como
disciplina lo cual en parte explica la aversión abierta contra los “institucionalistas
norteamericanos”.
La figura del profesor Lawrence Joseph Henderson, profesor de Harvard en
biología química tiene una importante participación en la forma de pensar la
ciencia, y su forma de evolución. Henderson difusor de la obra de V. Pareto
reunía a varios intelectuales en el llamado “circulo de Pareto” (Heyl, 1968)
incluyendo al entonces jefe de Parsons: Pitirim Sorokin. Henderson también
logró reunir en su entorno a Elton Mayo, Wallace B. Donham, Fritz
Roethlisberger, Crane Brinton, Bernard DeVoto, Chester Barnard, Charles
Curtis, Conrad Aiken, Charles Homans entre otros (Russett: 141-142).
Henderson fue miembro de la “Society of Fellows” por la misma época en la
universidad y poseía gran poder en la toma de decisión para la contratación de
profesores. El grupo tendrá gran influencia en difundir ciertas visiones sobre la
noción de la “cientificidad” en jóvenes estudiantes como Paul A. Samuelson,
subsecuentemente laureado con el Nobel en economía. Las ideas en torno a la
termodinámica y la física hegemonizaban mucho del vocabulario teórico
entonces ejemplificado por la frase: “La Matemática es un Lenguaje” (J. Willard
Gibbs, 1906 en Weintraub 1991: 62).
Parsons había estudiado bajo W. Hamilton y C. Ayres, connotados líderes del
institucionalismo perspectiva que Parsons irá desplazando como centro de
8
interlocución paras elaborar sus ideas sobre las ciencias sociales y en particular
para su propuesta sociológica muy particular. También percibe el adverso
ambiente intelectual donde los “institucionalistas” ya habían sido tipificados como
simplemente recolectores de datos sin apreciación teórica alguna. (Hodgson
2004, 2001; Camic 1992, 1991, 1987). No existe mejor manifestación del clima
intelectual de la época que por propia pluma, e inclusive cuando su obra aun
presentaba aspectos teóricos del “institucionalismo” no “superados”: “La batalla
metodológica furiosa entre formas ´ortodoxas´ o institucionalistas en la economía
u otras formas no ortodoxas ha estado vigente por un buen número de años sin
muchos signos de paz.” (Parsons 1935 en Camic 1991: 181). Una historia
reciente ha descrito elocuentemente el periodo como una lucha por el “alma” de
la economía entre aparentemente dos corrientes que no lograban conciliarse
(Yonay 1998).
Por lo mismo, la situación profesional de Parsons en Harvard parecía muy frágil
lo cual explica que sus interlocutores teóricos serían aquellos menos
identificados con lo que por aquella época se entendía por “institucionalismo”
que lo indujo a cruzar el atlántico para continuar sus estudios. A su retorno,
entrenándose como instructor en economía, Parsons fue construyendo un
espacio teórico que lo alejaron de ciertas nociones ortodoxas de la “economía” y
de la “sociología”, a las cuales volvía a incorporar como fuente de interlocución
con el fin de demostrar ciertas ausencias conceptuales y contradicciones que lo
llevarían a proponer el teorema sociológico a partir de sus críticas: la concepción
“voluntarista de la acción”.
Sus primeros trabajos previos a la Estructura de la acción social (1937) resaltan
las inconsecuencias teóricas de algunos teóricos de la economía donde varios
aspectos conceptuales como “las actividades” en Marshall, por ejemplo, que
suponían repensar lo “no económico” en términos de una teoría sobre las
“instituciones” (Parsons 1932, 1934, 1935a, 1935b; 1936a, 1936b, 1937a). La
“economía” seguía apareciendo como simplemente una cadena intermedia entre
medios y fines racionales, cuyos fines o condiciones estaban fuera de la
reflexión y dados como datos pero que podrían haberse reconstruido por la vía
9
del argumento institucionalista. Hoy sabemos que eso no sucedió. Sus
interlocutores demuestran por lo general deficiencias, ya que los economistas
parecen apoyarse en nociones teóricas, o categorías “residuales” que no
obedecen lógicamente a sus perspectivas teóricas. Aspectos que Parsons inicia
señalando como “sociológicos”, en algunos casos y “valorativos” en otros,
elementos que hacen del cálculo entre medios y fines un problema difícil de
resolver en los propios términos de sus interlocutores.
Hablaba de suplementar conceptualmente a la economía con aspectos
sociológicos, y es en ese espacio que lucha por construir, contra la
hegemonización del pensamiento económico ortodoxo, un ámbito que
corresponde a otras disciplinas, especialmente el sociológico. Las fronteras
disciplinarias entonces eran importantes sin haberse establecido plenamente. La
idea de las condiciones últimas y de un sistema integrado de valores últimos
como parte de un sistema más general que incluyera la noción conceptual de la
(s) cadena (s) medio-fin (es) tomaría unos años. Las cadenas intermedias entre
medios y fines eran las que corresponderían al ámbito de la economía; el
aspecto técnico de la relación entre los medios y los fines, a la teoría política y el
poder, aspectos distributivos lo cual suponía resuelto la estabilidad y la
integración de los fines.
Por consiguiente, se denota una estrategia teórica y un vocabulario específico
que elimine toda sospecha de discursos con apreciaciones cercanas a las del
institucionalismo. Es sintomático de ello el hecho de que Parsons no menciona
ni hace referencias a Commons a pesar de que, como veremos más adelante,
intenta colonizar un espacio teórico similar sobre la concepción de la acción.
Así paradójicamente, no obstante que Parsons procede con de fuentes teóricas
muy disímiles a las de Commons, si descontamos la participación de Weber en
ambos, culmina teóricamente con un esquema conceptual que podría haberse
tachado de una especie de plagio por parte del joven intelectual, lo que a su vez
da pie a ciertas especulaciones sobre el conocimiento de Commons por parte de
Parsons y/o lo que podría haber construido Parsons si no hubiera cambiado de
rumbo. Además, no es precisamente ese aspecto de los discursos lo que
10
plantea Parsons con su tesis sobre la “convergencia” téorica? Más aún si
recordamos que tanto Commons, como Parsons creyeron haber resuelto el
problema tan acucioso entonces como hoy día entre los que se dicen
“metodólogos individualistas” o “colectivistas”: Commons habla de haber
“reconcilia(do) las teorías colectivistas e individualistas” (Commons: 1934: 1), lo
cual Parsons plantea en términos del “dilema individualismo-socialismo”
(Parsons, 1968: VI y XI).8
En 1937 Parsons llega a la teoría voluntarista de la acción (Parsons, 1937),
después de haber "rastreado" los orígenes del esquema conceptual "común" a
partir de A. Marshall, V. Pareto, M. Weber y E. Durkheim. Fue a ello que llamó la
“convergencia” del pensamiento social de la época. Supuso a su vez haber
superado lo que llamó la "tradición positivista-utilitarista", con H. Spencer su más
importante exponente, no obstante su desaparición del horizonte teórico: "...el
objetivo de este estudio es seguir con detalle un proceso de cambio fundamental
de la estructura de un único sistema teórico de las ciencias sociales"(Ibíd.: 81).
Operaba así un rescate y superación teórica de las estructuras elementales del
esquema utilitarista positivista hasta entonces vigente. Por tanto tenía que
explicar por qué la concepción utilitarista, que partía del punto de vista del
individuo racional persiguiendo sus propios fines e intereses, se volvió
insostenible y facilitó su superación.
La unidad básica de investigación es el “acto unidad”, no el individuo; ahora
bien, ¿cúal sería la "unidad" o "partes" que constituyen el sistema de la acción
social? La "unidad básica" a la que se refiere puede llamársele "acto unidad", es
la máxima descomposición de los elementos del esquema conceptual. De ésta
forma, un "acto" implica "lógicamente": un "agente o "actor", que tenga cierto
"fin" en mente, por eso es un "acto"; es en este sentido que Parsons define el
"fin" como un "estado de cosas futuras hacia el cual se orienta la acción" (Ibíd.:
82, 83). Por otra parte, la "acción" se da en una "situación" determinada, que
supone cambios debido a que el actor tiende a transformar algunas de sus
8
Aparece en la “Introduction to the Paperback edition” de la La estructura de la acción social (1937), que
no forma parte de la versión en español.
11
condiciones originales en la consecución de su (s) fin (es), es un proceso más
radical que el de una mera “adaptación” a la "situación".
La "situación" del actor está compuesta -en términos analíticos- de dos
elementos diferenciados como "condiciones" y "medios" y existe una elección
posible entre varios "medios" (alternativos) para la consecución de sus fines, por
lo cual se deduce que los "medios", en contraste con las "condiciones", están
bajo control del actor en la persecución de ciertos "fines"; las acciones incluso
pueden remitirse a cambiar las mismas "condiciones" pero a través de ciertos
"medios" determinados dentro de un contexto, con cierta "orientación normativa".
La unidad básica entonces, (actor, condiciones, medios, fin) posee cierta
articulación.
Esto supone que las elecciones del actor entre posibles medios a su alcance,
para realizar cierto fin, no se deben, ni son productos "exclusivamente" de las
"condiciones", sobre las cuales no tiene necesariamente alguna injerencia, pero
tampoco son realizadas al "azar", por eso en cuanto existe una acción ésta es
"normativa". Existe entonces el elemento subjetivo que implica que el actor tome
cierto curso de acción una vez que ha tomado en cuenta las alternativas entre
los medios y los fines en cuestión. Cuando se habla de "adaptación" a las
"condiciones" se pierde precisamente la actividad intencional del actor y se
evaporan las posibles elecciones entre los medios y sus respectivos fines. Es la
propia posibilidad de una elección entre una serie de "medios" por parte del
actor la que nos dice que la "situación" es un complejo de circunstancias que
podrían transformarse debido a su acción. Esto es lo que entiende Parsons por
la idea de que la acción tiene una "orientación normativa" (Ibíd.:118-119), o sea,
supone que el actor debe seguir y tomar en consideración ciertas reglas y
normas específicas (su "situación" particular) para seleccionar ciertos "medios"
para lograr la consecución de cierto "fin". Pero en términos analíticos las
acciones se dan a través del tiempo, son temporales y el hecho de que ocupen
el "espacio", dentro de cierto contexto ecológico, no las convierte en un objeto
de las ciencias físicas o biológicas, o por lo menos no el sentido “subjetivo” al
que hace referencia Parsons.
12
El esquema de la acción, a partir del "acto unidad", tiene una serie de
implicaciones que caben resaltarse una vez descritos sus elementos. En primer
lugar debido a que se realiza en algún espacio y tiempo en particular, con la
consecución de cierto "fin", ello supone que la acción implica un cálculo. O sea,
considera las consecuencias y resultados de perseguir ciertos fines, lo cual no
garantiza alcanzarlos, ni la ausencia de "errores" como producto de una
inadecuada elección ya sea entre los medios y/o los "fines". Entonces el
elemento esencial en el esquema de la acción es la diferencia entre aspectos
normativos y los no normativos.
La teoría de la acción presupone que sus categorías se "expresen" en términos
"subjetivos"; esto significa que tienen un sustrato referencial en el "estado
mental" del actor e inteligibles por él como parte de su accionar. Lo subjetivo, no
es simplemente una estrategia metodológica según Parsons, es más bien el
principio básico de la teoría de la acción voluntarista, que estudia fenómenos
muy específicos que sólo se pueden comprender y analizar a partir de
categorías subjetivas. No niega que algunos elementos de la acción social
puedan ser analizados sin referirse a "estado mental alguno". Por ejemplo: es
posible observar y validar científicamente conceptos desde el "exterior" si
asumimos que cierto saber está "determinando" a la acción, lo cual presupondría
que sigue normas científicas de la racionalidad, haciendo innecesario conocer el
estado mental del actor o hacer referencia a su subjetividad. La física, la
biología, la química, ciencias y conocimientos que podrían influir al agente hace
factible clasificarlos bajo los aspectos de la herencia y el medio (biología) donde
no se requieren las categorías subjetivas.
Pero las partes estructurales del esquema conceptual de la acción ("acto unidad"
y sus respectivos elementos: fin, medios, condiciones y normas orientadoras),
son productos teóricos de un acto de “abstracción” que logra "descomponer" el
objeto en sus partes o unidades ("elementos más simples"), que pueden ser
incorporados también a otros sistemas teóricos. Para explicar el caso, Parsons
hace una analogía con el objeto de la física y la biología así como con una serie
13
de acciones sociales que aparentemente también pueden disgregarse en sus
elementos o partes respectivas:
La explicación teórica exige que se descomponga en elementos más
simples, que sirvan como unidades de uno o más sistemas teóricos, de
acuerdo con los cuales será explicado (Ibíd.: 67).
Proceso que se realiza a partir de cierto “realismo analítico” (Ibíd.: 887). Según
Parsons, la observación del objeto de investigación como un todo "orgánico",
integrado por sus respectivas partes, no significa perder de vista que son las
"relaciones" entre ellas lo que:
determina las propiedades de sus partes. Las propiedades del todo no son
mero resultado de las últimas.(…) en la medida en que esto es cierto, el
concepto de `parte´ adquiere un carácter abstracto y, en realidad, `ficticio´.
Y es que la parte de un todo orgánico no es ya la misma una vez separada,
fáctica o conceptualmente, del todo" (Ibíd.: 68).
En otras palabras: las partes y sus propiedades no pueden explicarse, fuera del
dominio de sus relaciones con las otras, lo cual supondría el "caso extremo
mecanicista".
La "abstracción" es indispensable en la medida que sus elementos son
"orgánicos", lo que significa de que analíticamente es posible desmenuzar el
objeto sin por ello perder la noción de su "totalidad", ya sea un sistema total de
acción o un acto unidad individual específico. En otras palabras, no se pueden
agregar un sin fin de actos unidad y describirlos adecuadamente como formando
un sistema de acción total porque los sistemas de acción son más que la suma
de sus partes, tienen:
propiedades que sólo se manifiestan a un cierto nivel de complejidad en las
relaciones recíprocas entre los actos unidad. Estas propiedades no son
identificables en ningún acto unidad aislado, considerado aparte de sus
relaciones con otros actos unidad del mismo sistema. No pueden derivarse,
mediante un proceso de generalización directa, de las propiedades del acto
unidad (Ibíd.: 896). 9
9
Esta indeterminación, una forma de inadecuación empírica, es la dificultad fundamental de las
teorías atomistas cuando se aplican a los fenómenos orgánicos. No pueden hacer justicia a
propiedades, tales como la racionalidad económica, que no son propiedades, de `la acción como tal´,
o sea, de los actos unidad aislados o de los sistemas atomísticos, sino sólo a propiedades de los
sistemas orgánicos de acción más allá de un cierto grado de complejidad. (Parsons, 1937: 898,
cursivas mías).
14
Por otra parte, las "relaciones emergentes de las unidades de los sistemas" no
son:
lógicamente inherentes al concepto de un sistema como tal, pero se
muestra empíricamente que existen en sistemas que van más allá de
ciertos grados de complejidad. Realmente, en contraste con el sistema
utilitario, es principalmente el reconocimiento de la importancia empírica de
estos aspectos emergentes de los sistemas totales lo que caracteriza a la
teoría voluntarista de la acción (Ibíd.: 891).
Parsons propone que existe cierta propiedad específica a nivel del sistema de
acción total (o sea varias unidades actos) llamada "relaciones emergentes de las
unidades de los sistemas"(Ibíd.: 891), entidad supraindividual, la cual "existe
empíricamente".
El esquema de la acción social puede remontarse a ciertos elementos
provenientes de una vieja tradición hasta el siglo XVIII que hoy se denomina
como "iusnaturalista". Para el siglo XIX, un "subsistema" (o, quizá mejor, un
grupo interrelacionado de varios sub-sistemas" (Ibíd.: 90), de la teoría de la
acción "dominaba" el escenario social de Europa. Sus elementos, nuevamente
reorganizados, serían incorporados, con todas sus limitaciones, por los autores
(Marshall, Weber, Durkheim, Pareto) cuyas obras Parsons analizará para
construir el esquema de la acción "voluntarista", reconstituyendo sus elementos
y su superación teórica.
Según Parsons, el "...origen de la costumbre de pensar en términos del
esquema de la acción" es muy viejo, y que al igual que la "física clásica", ".está
enraizado en la experiencia de sentido común de la vida cotidiana (...) de un tipo
(...) que puede considerarse universal para todos los seres humanos." (Ibíd.: 9091). Sus elementos a pesar de haber sido organizado de variadas formas,
conserva "ciertos caracteres comunes". Uno de éstos es el "atomismo", es decir,
toma de manera "aislada" a los elementos del acto unidad y de allí deduce los
componentes de los sistemas de acción generalizándolos. Los "actos unidad"
pasan a formar parte de sistemas. Los posibles actos pueden o no ser
importantes como "medios" y/o "condiciones" para la acción del "otro". Parsons
15
explica la simplicidad del esquema o teorización por su proximidad al "sentido"
común", que se supera cuando se desentrañan (Ibíd.: 91) sus consecuencias
lógicas.
El esquema "atomista" fue reforzado por toda una tradición "intelectual" a "partir
de la Reforma". Los sistemas "orgánicos" que subsumen al "individuo" en la
"sociedad" no fueron muy importantes con la excepción de Alemania. El
"individualismo" es obviamente un elemento "ético" más que "científico". La
Cristiandad creó entonces toda una serie de condiciones para que el
"individualismo" se desarrolle logrando sus máximas consecuencias con la
Reforma.
Un segundo aspecto del "subsistema de acción" es la relación "normativa de la
relación medio-fin en el acto unidad", o sea su rasgo principal es que exista una
especie de parámetro que guíe o norme el cálculo en la consecución de ciertos
fines a partir de la elección de ciertos medios. Debe considerarse la existencia
de una "norma racional de eficiencia", que presupone la elaboración de ciertos
pasos que deben tomarse con ciertos medios para alcanzar adecuadamente
ciertas metas. En síntesis se trata de la "racionalidad" de la acción, no obstante
la ausencia de una definición "positiva" del elemento normativo que regula la
relación medio-fin. La violación de la "norma racional" aparece como "ilógico" o
"irracional". La acción racional se piensa en términos de que está guiada por un
conocimiento válido o científico de las circunstancias. El actor social aparece
como la réplica del investigador científico. Así Parsons establece los gérmenes
de los elementos (atomismo y norma) que compondrían la noción de la acción
social más general. La relación medio-fin debe suponer la existencia de varias
alternativas para transformar la "situación" a raíz de diversos medios al alcance.
Es "atomista" ya que usa el modelo "acto unidad racional" (enfatizando el
aspecto racionalidad). Para analizar los sistemas de acción hay que teorizar la
manera en que dicha "unidad" al lado de otras, se constituyen en sistemas
generales de acción. Inicialmente, la teorización de "sistemas concretos de
acción" partió del supuesto que sólo cabía agregar otras unidades con las
mismas características. Pero a este nivel, el análisis se refiere, a lo sumo, a la
16
relación medio-fin y ni si quiera se intuyó la posibilidad de hacerse preguntas en
torno a la "relación de los medios entre sí" (Ibíd.: 99). Y si se trata de un modelo
"concreto", existen dificultades porque excluye como importante el planteamiento
sobre las elecciones entre los medios posibles para los respectivos fines. En
otras palabras, parecería que las elecciones de los fines no pueden explicarse, y
aparecen de manera "aleatoria". No puede haber explicación alguna que no
considera pertinente razonar en torno a la elección de los medios posibles o
existentes que hicieron o hubieran hecho posible otros fines. Surge entonces, de
manera "indirecta", en el esquema del sistema, la noción de que los "fines" son
fortuitos o aleatorios. Este elemento implícito, no explícito, siempre estará
"asechando en la sombra" al sistema teórico de la acción social.
Así como partirá del "atomismo", será "racional" y supondrá un "empirismo
ingenuo", en el sentido de que no analiza las consecuencias de sumar
"unidades"
con
las
mismas
características,
de
donde
cabe
deducir
implícitamente que presupone una aleatoriedad o carácter "fortuito" de los "fines"
perseguidos, o sea, niega la pertinencia a la propia noción de racionalidad: la
consideración central entre medios-fines desaparece, es insignificativa, cualquier
"fin" es posible; en síntesis ese esquema ("centro lógico del cuerpo de
pensamiento") lo llama Parsons: "sistema utilitario de la teoría social" y del cual
surgirán una serie de alternativas, inviables según Parsons, que serán
rescatadas bajo su acepción "voluntarista".
Pero la estructura lógica del esquema de la acción utilitarista lleva a Parsons ha
plantear que ésta es en última instancia una teoría social "positivista". Esto se
debe a que si examinamos al sistema utilitarista desde el punto de vista del
actor, no obstante que presupone "cierto conocimiento científico racional" de su
situación, no le resulta muy útil “para la determinación completa de la acción"
(Ibíd.: 101), porque ante la ausencia de un "criterio selectivo alternativo para la
elección de los fines o de los medios" (Ibíd.), el sistema aparece como aleatorio,
fortuito. Este modelo hace pensar que la única vía del actor (acción, el no yo, su
mundo externo), en la acción es la "ciencia positiva". Por eso cabe la idea de
que el "sistema utilitarista" es realmente un "sistema positivista" y una versión
17
históricamente previa a éste último, lo cual no implica que allí se agoten sus
posibilidades teóricas, de hecho otras variantes caben desde el punto de partida
del esquema positivista.
La estructura lógica del pensamiento positivista y sus variantes, inclusive la
utilitaria, puede verse más fácilmente si se intenta desplazar el atomismo de sus
otros dos elementos explícitos: el status de los fines de la acción y la propiedad
de la racionalidad. Habría, no obstante serias dificultades, porque el esquema
positivista impone ciertas limitaciones para dicha desviación de su base utilitaria.
Otras alternativas sin dejar el marco positivista pueden plantearse.
Una alternativa posible parte diferenciando los fines de la acción de los
elementos de la acción, es decir, la situación per se, interponiendo el aspecto
"positivista" consistente en que los fines deben entenderse como algo fortuito,
independientes, no deducibles de la relación medio-fin, ni del conocimiento por
parte del actor de su situación. Esta postura no podía quedarse sin ser
cuestionada. La misma perspectiva positivista la pone en duda intentándole dar
una respuesta, que de hecho no existe.
Si se parte de la idea de que los fines no son "fortuitos" sino que son productos
de un cálculo del actor, dentro de las bases positivistas, es decir, con
conocimiento de la realidad empírica, se produce un devastador efecto teórico:
se asimilan los fines a la situación de la acción, evaporándose la independencia
analítica de los fines. La acción se perdía como parte integrante de las mismas
condiciones, o como producto de las condiciones. El actor se convierte en un ser
que se adapta a las condiciones. Las condiciones y los medios como elementos
para la acción quedan borrados si los fines pierden su independencia o
aleatoriedad, transformándose en productos de las condiciones. Bajo la
sospecha positivista, Parsons se pregunta sobre la posibilidad de que la acción
del actor alguna vez se "equivoque" si su acción estaba subsumida y
determinada por el conocimiento de sus condiciones. En los hechos, el
pensamiento positivista se veía encerrado en lo que llamó el "dilema utilitario":
o bien la mediación activa del actor en la elección de los fines es un factor
independiente de la acción, y el elemento fin debe ser fortuito, o bien se
niega la implicación objetable del carácter fortuito de los fines. Pero, en
18
este último caso, su independencia desaparece y son asimilados a las
condiciones de la situación; es decir, a elementos analizables en términos
de la herencia y del medio, en el sentido analítico de la teoría biológica
(Ibíd.: 104-105).
El "dilema utilitario" es, según Parsons, el trasfondo problemático teórico de los
autores que se analizarán con mayor profundidad; y lo que denominó como
"positivismo racionalista radical" es el caso límite porque prácticamente
prescinde del "utilitarismo", y la "acción" se convierte en producto de sus
"condiciones". También existe otro elemento problemático del esquema
utilitarista, la propia "norma de racionalidad", su maximización implica que el
actor posee algún conocimiento de la situación para la consecución de sus fines.
Un distanciamiento de dicha norma supone que sus "conocimientos" no son los
adecuados. Pero desde una postura utilitarista y/o positivista no existe una
norma distinta a partir de la cual se podría evaluar la extensión o razones del
"desvío", eso hace posible que surja el "error" y/o "ignorancia". Ante la ausencia
de la adaptación a la "norma racional", el esquema sólo propone que el actor
"creía que sabía, pero, en realidad, no sabía" (Ibíd.: 106).
A su vez, el "anti-intelectualismo positivista radical" lleva al extremo el uso de la
biología negando la pertinencia de la teoría de la acción voluntarista ya que los
fines están dados por las condiciones. Asimismo, Parsons tampoco acepta que
la teoría de la acción se reduzca a la psicología, cuando mucho la psicología
podría haberse supuesto vía los procesos deterministas de la herencia genética,
lo cual supone un esquema conceptual que opera a otro nivel, como el
conductismo. Una forma de alejarse de dicho reduccionismo, supondría la
posibilidad de negar la homología entre el organismo individual biológico y el
sujeto de la psicología. La biología estudiaría la anatomía y las relaciones de las
partes o elementos, que de hecho son "espaciales", pero la propia psicología no
podría deducirse de sus principios de la misma forma, se explaya en términos no
espaciales. En última instancia los dos esquemas dice Parsons, se
compenetrarían pero no pueden reducirse el uno al otro.
Además la teleología implícita de los organismos biológicos no significa que
requieran una referencia subjetiva, no obstante que son entes activos. En
19
contraste, el organismo en psicología sí implica una referencia subjetiva. Utiliza
necesariamente términos como "sensación", "fin", "propósito", etc. Pero a nivel
biológico estas categorías subjetivas pierden significado porque no son
reducibles a términos de ubicación en el espacio
Al pensar en términos biológicos, nos enfrentamos con condiciones del
aspecto subjetivo de la acción humana, condiciones que son necesarias
pero no suficientes (…) el hecho de que los rasgos mentales se transmitan,
en parte, por herencia no prueba que sean, en este aspecto reducibles a
categorías biológicas. (…) Así pues, debe considerarse que los términos
herencia y ambiente con los cuales se han resumido, desde el punto de
vista del análisis de la acción, los factores positivistas radicales incluyen
elementos tanto biológicos como psicológicos (Ibíd.: 131).
En este sentido, el positivismo radical elimina la referencia subjetiva y termina en
el conductismo donde la psicología es subsumida por la biología. Por otra parte,
el esquema de la “personalidad” es otro esquema descriptivo secundario o de
acción: "es un sistema organizado de actos unidad, reunidos por su referencia
común al mismo actor." (Ibíd.: 904). Este proceso de "agregación" puede
ampliarse, cuando se deben considerar sistemas de acción donde se suponen
una pluralidad de actores que pueden identificarse como "grupos"; y la persona
se convierte en un miembro de un grupo. Asimismo los propios "grupos" tienen
propiedades que no pueden deducirse de las "personas", aisladamente. Así
podemos describir el grupo haciendo economía, excluyendo detallar los
caracteres de las personas. Al mismo tiempo, las "propiedades", del grupo
pueden ser reducidas a las propiedades de los sistemas de acción y "no hay
teoría analítica de grupo no traducible a términos de la teoría de la acción" (Ibíd.:
906), de hecho, según Parsons, Durkheim partió de las características de los
grupos produciendo el esquema de la acción y a la teoría general de la acción.
La mente institucionalizada de John R. Commons
En contraste, para Commons la “ultima unidad de la investigación económica”
(Commons 1934: 4), es la “transacción”, que se convierte en la base para poder
explicar la transferencia del control legal a diferencia con aquella unidad última
20
de la economía política clásica bajo la idea de “mercancías, trabajo, deseos,
individuos e intercambio”.
Una transacción, con sus participantes, es la unidad más pequeña de la
economía institucional. (…) no son los intercambios de mercancías en el
sentido físico de su entrega, son la alienación y adquisición entre individuos
de los derechos de la futura posesión de las cosas físicas, determinadas
por las pautas de trabajo de la sociedad. La transferencias de estos
derechos deben negociarse entre las partes en cuestión, en acorde a las
pautas de trabajo de la sociedad, antes de que el trabajo pueda producir y
los consumidores puedan consumir, o las mercancías puedan entregarse
físicamente a otras personas (Commons, 1934: 57-58).
Por ello el centro de atención debe darse en torno a las “transacciones” y cuya
actividad económica mayor la representaba, la del proceso interesado (outgoing
concern), donde confluyen varias transacciones dependiendo del punto de vista
observado, empleadores, gerentes, bancos, etcétera.
Si las unidades de las “transacciones de regateo” (bargaining) son las unidades
de investigación” (Commons 1934: 93), entonces el mundo cambiante de la
acción colectiva y el “cambio perpetuo del mundo futuro” es el objeto de la
economía institucional. Sin embargo, desde el punto de vista de los economistas
del pasado la unidad última de investigación fue la “mercancía” (Commons 1934:
118) tanto en las corrientes objetivas, como en las subjetivas. La primera hace
de la mercancía algo útil (valor de uso; objetivo) la segunda, recupera los
sentimientos para explicar la mercancía (decrecimientos marginales; marginalessubjetivas), los economistas transaccionales hacen de las transacciones la
unidad última de investigación. Lo cual supone una relación de propiedad, entre
los hombres, mientras aquellos que tratan a la “mercancía” como tal, como su
última unidad de investigación, omiten la noción de posesión y la convierten en
una relación de hombre-naturaleza: una relación física de producción de riqueza
o la relación psicológica de satisfacción de necesidades. Pero ello supone que la
transacción -como una unidad propietaria o unidad de investigación- contiene en
sí misma todos los efectos que había dividido a esas escuelas. “Conflicto,
dependencia y Orden. Toda transacción las supone.” (Commons 1934: 120).
21
Es cierto que en su previa obra, Legal Foundations of Capitalism (1924) ya había
hecho hincapié sobre la estructura elemental de las relaciones sociales de las
Transacciones, la cual supone a cinco partes interactuantes: por un lado, en el
caso del proceso interesado -una empresa por ejemplo-, existe el vendedor
actual de cierta mercancía a cierto precio y la contraparte potencial de otra
oferta, y por el otro, el comprador actual y el comprador potencial alternativo con
otro precio, y finalmente la quinta parte: “juez, paterfamilias, sacerdotes, árbitro”
(Commons 1924: 67), que trata el aspecto de los límites de poder que se pueden
ejercer para resolver cualquier diferendo antes o después de la “venta-compra”
(que como veremos más adelante se trata de posesiones de deudas y sus
liberaciones), en otras palabras se trata de un fenómeno que es por esencia
conflictivo, fenómeno ausente en la economía ortodoxa que lo estipula como un
simple acto de intercambio y/o demanda-oferta.
Pero lo que distingue Legal Foundations… (1924), de Institutional Economics…
(1934), es que en el primer libro, se presenta la historia legal de las
transformaciones de propiedad, de posesión en separación entre distintas
“propiedades” y la manera como evolucionaron, siguiendo de cerca las
decisiones de la Corte Suprema Estadounidense, mientras que en el segundo,
se relata la historia de la comedia de errores del pensamiento económico sobre
dicha “unidad última”, la cual se organiza bajo ciertas “pautas de trabajo”
(working rules) para que el proceso interesado pueda proseguir su actividad
hacia el futuro con cierta “estabilidad”.
Las pautas de trabajo establecen límites sobre la conducta del individuo y
por lo tanto reduce su voluntad a cierta acción uniforme (...) Lenguas y
muchas otras pautas de trabajo son aceptadas por individuos a través de la
experiencia cotidiana e instrucción de sus mayores (...) [las pautas] nacen a
raíz de los convenios que surgieron de disputas y de la acción asociada del
grupo como masa en ofensiva o defensa con otros grupos. Esto
necesariamente significa la selección entre los buenos hábitos y las
prácticas de los individuos y los malos hábitos y prácticas que debilitan al
grupo como totalidad. (...) No debe pensarse que las pautas de trabajo son
algo externo, fijo o preciso, existiendo fuera del mismo comportamiento. Se
manifiestan solo como actos, transacciones y actitudes -siendo la actitud
una disposición para actuar de cierta manera en vez de otra. (...) Éstas
pautas de trabajo (...) han atribuido su origen histórico a muchas y
22
diferentes fuentes, tales como dioses, antecesores, conquistadores, ´a la
naturaleza', ´la voluntad del pueblo', etcétera. (...) De todas formas,
aparecen, en la historia de la raza humana, como el último medio y esencia
a través de los cuales los miembros de las unidades pueden trabajar de
manera conjunta por un fin común y ejercer su poder de manera conjunta
contra otras unidades (Commons 1924: 135 - 136 - 138 - 140 - 68 y 69).
La economía política clásica -insiste Commons-, así como la escuela ortodoxa
suponía que la posesión era un fenómeno relacionado con cosas materiales, y
por tanto eludía temas sobre la ética, la costumbre y el derecho. Todo podía
verse como el intercambio o “circulación” físico de materiales y servicios.
Omitían derechos de propiedad, porque lo suponían natural. Subraya que los
economistas de la escuela histórica alemana enfrentaron a dichas corrientes
teóricas pero no lograron superarlas ya que no descubrieron la unidad de
actividad común al derecho, a la economía y la ética. La materia de la economía
política no son solamente “los individuos y las fuerzas de la naturaleza, sino
seres humanos obteniendo su sustento mutuo y transferencias de derechos de
propiedad entre sí” (Commons 1934: 57), Lo cual exigía observar al derecho y a
la ética para comprender los grandes cambios que dichas actividades traen
consigo. Pero en la economía clásica, basada en las relaciones de los hombres
y la naturaleza no existía el
conflicto de interés (…) entre demandante y defensor (...) no tenían
conflictos de intereses las unidades de investigación, debido a que sus
unidades eran mercancías e individuos (…) Estas unidades últimas
produjeron, en los hechos, con la analogía del equilibrio, una armonía de
intereses en lugar de conflicto. Por lo tanto la última unidad de actividad
debe buscarse en el problema de correlacionar derecho, economía y la
ética es la unidad de intereses de la posesión en conflicto. Pero esto es
insuficiente. La unidad última de actividad debe ser también una unidad de
intereses dependientes mutuos. La relación entre los hombres entre sí es
de una de interdependencia al igual que el conflicto. Más aún, esta unidad
última debe ser una que no solamente se repite continuamente a sí misma,
con variaciones, sino que sean repeticiones que se esperan que continúen
en el futuro por parte de los participantes (…) La unidad debe contener una
seguridad de expectativas. A este tipo de esperanza la nombramos Orden.
(Commons, 1934: 57, cursivas en el original).
23
Por lo tanto la unidad última de actividad, que correlaciona el derecho, la
economía y la ética, debe contener en sí mismo los tres principios de conflicto,
dependencia y orden. Como se ha enfatizado, esta unidad es la Transacción.
Por lo mismo las acciones individuales son realmente “trans-acciones”
(Commons, 1934: 73), acciones entre individuos así como “comportamiento
individual”, ya que todo acto individual es algo que incorpora a los “otros”. Es “el
cambio de mercancías, individuos e intercambios hacia el de las transacciones y
las pautas de trabajo de la acción colectiva lo que marca la transición de la
escuela clásica y hedonista” (Ibíd.) a la escuela institucional; la transformación
teórica se da en torno a la “unidad última de la investigación económica: de
mercancías e individuos a transacciones entre individuos” (Ibíd.).
Pero estrictamente hablando se trata de
ciudadanos de un proceso interesado. En lugar de fuerzas de la naturaleza,
ellos son la fuerza de la naturaleza humana. En lugar de las uniformidades
mecánicas del deseo de los economistas hedonistas, ellos son
personalidades altamente variables. (…) participantes en transacciones,
miembros del proceso interesado (Commons, 1934: 74).
Dada la noción de propiedad explícita como implícita de los economistas
clásicos, les estaba vedada la observación de que no solamente se trataba de
bienes corpóreos sino de un poder de regateo (“bargaining power”) y la
“libertad”, como poder de regateo, en todas las transacciones económicas.
Igualmente, fue el concepto del “Tiempo” subyacente en el pensamiento
económico del pasado donde se encuentran las limitantes: Macleod fue el
primero -no obstante su inconsistencia en haber señalado que “el presente” es el
punto cero del tiempo entre el “futuro entrante” y el “pasado que se aleja”
(Commons, 1934: 83)-, en destacar que se trataba de la posesión y traslado de
deudas, de entidades incorpóreas e intangibles, de “cantidades de tiempo” entre
el precio actual y el precio “esperado” en el futuro de las deudas-débitos en
cuestión, siendo las “cosas materiales” algo incidental. Fue difícil aceptar que se
debían observar las transacciones en lugar de las “mercancías” y su producción
para incrementar la “riqueza”. Según Commons, todo gira en torno a la
“posesión”, no de los materiales sino de la venta y la compra de deuda, que
24
como tal es una mercancía, lo cual supone reglas para su enajenación. Un
aspecto es de la posesión de una cosa material, propiedad corpórea, el otro es
el de una “posesión de deudas” (ownership), propiedad incorpórea. Por un lado,
una deuda de un vendedor para entregar productos a futuro como obligación y
su ejecución, y por otro, se trata de una deuda del comprador de pagar por
dichos productos, obligación de pagar: estas deudas son los equivalentes
económicos de las obligaciones legales. Esa es una idea de la “cantidad
económica” de Macleod, algo que no es una cosa física, sino una “cantidad”
comerciable.
La confusión en la economía política clásica surge de la noción de riqueza con
su doble significado, por un lado como algo material y por el otro como su
“posesión”. Los derechos y las libertades aplican no a cosas físicas per se, sino
al de su posesión y el significado de la propiedad se convierte en la expectativa
de transacciones entre individuos y/o en el proceso interesado. Por lo tanto el
“significado de propiedad se amplía de cosas físicas a transacciones y a la
esperanza de la repetición de las transacciones y de valores de uso a valores en
términos de escasez (“scarcity values”) expresados en precios.”(Commons,
1934: 168).
Igualmente, si bien en Legal Foundations… se menciona el concepto de
escasez, es en Institutional Economics… donde se desarrolla ampliamente el
tema, ya que se trata de un fenómeno que implica la exclusión de la posesión y
del uso de ciertos bienes-precios respecto otros agentes potenciales. Lo cual
nuevamente supone desarrollar la idea de posesión y su enajenación.
Cada sociedad resuelve con pautas específicas del trabajo las bases para
la exclusividad de la posesión de aquello que es escaso. La escasez es
causada por las misma acción colectiva política y propietaria similar a la
que denunciaba (Smith) como monopolios artificiales del mercantilismo
(Commons 1934: 198).
Por ello el valor de la “propiedad” se incrementa con el valor de escasez. Y el
“significado de la propiedad se mantiene como la retención de aquello que es
escaso relativamente a las necesidades de otros” (Ibíd.: 201).
25
Commons insiste que la base de la posesión es su escasez y la “acción colectiva
de la sociedad construye las reglas del intercambio de la posesión” (Ibíd.: 253).
Pero su significado tiene consecuencias, ya que un aspecto tiene que ver con el
monto de la producción (output) -valor de uso- que no decrece con su
producción ampliada y el otro, el del -valor de escasez-, tiene que ver con el del
ingreso que depende de la diferencia entre los materiales y su posesión, entre
riqueza y activos, con la capacidad de excluir a otros de su posesión y por tanto
incrementar su escasez para elevar el ingreso. La “economía tecnológica”
(“engineering economics”) se dedica a incrementar la producción de materiales
independientemente de quien los posea, pero el derecho de propiedad lo
convierte en ingreso. Existe una diferencia crucial: entre “output e ingreso, entre
capital tecnológico que amplia el output y el capital propietario que obtiene y
limita su demanda u oferta” (Ibíd.: 254).
Por tanto si el valor de uso, la producción de riqueza (output), se define
anticipadamente como ingreso de la riqueza, es obvio que se trata del doble
significado señalado por Fisher: “la propiedad y los servicios son, es cierto,
inseparables de la riqueza y la riqueza de ellos, pero ellos no son riqueza. Al
abrazar a todos bajo un término implica un especie de conteo triple” (Ibíd.: 253).
Pero la posible duplicación contable sólo sucede si previamente existía un doble
significado de riqueza: riqueza y activos, lo cual reniega del significado que
otorgado por Macleod, ya que no son cosas las que se intercambian o “circulan”,
sino los derechos de posesión, o mejor dicho, son deudas las que se
intercambian. En lugar de las cosas, Macleod elabora un concepto de “cantidad
económica”. El crédito, puede comprarse, poseerse y venderse. Commons
señala que a pesar de la noción contradictoria de crédito en Macleod, él fue
quien señaló que el ingreso monetario derivado de una venta futura de
productos -propiedad incorpórea- es un ingreso-deuda y que el ingreso
monetario del pago futuro de una deuda -propiedad intangible- se trata de una
venta-ingreso. No obstante, hizo del “intercambio de posesiones” el centro de su
sistema en lugar del de intercambio de cosas” (Ibíd.: 417).
26
Sin embargo, una deuda-crédito es simplemente “una institución negociable, un
estatus económico de seguridad y conformidad, una cantidad económica con
futuro como una de sus dimensiones, hechas como una mercancía para
venderse”(Ibíd.: 413) lo cual se convierte en el sentido moderno de capital. Con
ello la teoría bancaria y la economía quedaron fusionadas. Producto teórico de
Macleod que trastoca los materiales al “futuro” y los sustituye por actos mentales
y el ejercicio del derecho que dan pie a derechos-propiedades. Si derechospropiedades “son en sí mismos créditos, entonces lo bancario es solamente un
caso especial del principio universal de comprar y vender créditos” (Ibíd.: 413).
Por lo tanto, Macleod fue uno de los primeros en relacionar la concepción de la
economía objetiva como algo relacionado con el Futuro. (“futuristic”). Fue su
significado contradictorio del “crédito como ingreso futuro de pagos de deudas e
ingreso futuro de ventas” (Ibíd.: 418), traslapado a veces como significado de
una propiedad corpórea, lo que lo excluyó del listado de los economistas
venerables quienes se quejaban que contabilizaba dos veces la misma
actividad.
Tuvo que surgir la noción moderna de propiedad incorpórea para poder distinguir
y comprender que el intercambio y la “circulación”, comprar-vender, se realiza
entre los derechos a deudas y su aplicación legal. Así el “ingreso futuro de las
ventas –a saber, propiedad intangible- es distinguida del ingreso futuro de los
pagos-deudas- a saber, propiedad incorpórea” (Ibíd.: 419). La propia empresa, el
“proceso interesado” entre la gente y los empleados, crea y libera deudas y
obligaciones al final del periodo de producción. Por lo mismo, el proceso
interesado es “una sucesión de propiedades incorpóreas e intangibles, creadas
sucesivamente” (Ibíd. 423).
Obviamente que el crédito no produce mercancías, como lo hace el trabajo, pero
“el crédito incrementa la velocidad de las transacciones sobre las cuales
depende la producción de riqueza” (Ibíd.:450). Similar a Ricardo, la maquinaria
no es capital, “solamente incrementa la productividad del trabajo”, igualmente el
crédito es productivo, pero no produce “algo”, “sino que incrementa la velocidad
de producir algo” (Ibíd.).
27
Macleod cambia el sentido de la “producción” por el de “velocidad de la
producción”, un cambio de la producción por la eficiencia, de “circulación” por la
tasa de repetición, o sea, el crédito incrementa la velocidad de rotación, y por
tanto, la tasa de producción de riqueza: “Si la corriente de la Circulación o la
Producción se detendría hasta que los Consumidores hayan pagado por los
bienes en dinero, (la producción) se disminuiría considerablemente” (Ibíd.: 451).
Pero el universo “económico” del cual habla Commons, no se puede comprender
si no se recupera el aspecto “volitivo” (“volitional”), o de la voluntad de los
actores respecto del futuro: “Si la economía institucional es una economía
volitiva (“volitional”), requiere una psicología volitiva
(“volitional”) que la
acompañe” (Ibíd.: 90), que es la psicología de las transacciones. Había hecho
alusión en Legal Foundations al aspecto de la voluntad:
Detrás del comportamiento está la voluntad. (...) Es esto lo que
distinguimos como la diferencia entre la teoría del ´conductismo'
(behavioristic) y la teoría volitiva del valor. Una teoría del conductismo toma
en cuenta todos los factores de un mecanismo en movimiento bajo el
principio de múltiples hipótesis (...) En otras palabras es una ciencia natural
(physical science). Llega a su fin cuando todos los factores del mecanismo
pueden establecerse en términos de números y ecuaciones. (...) Por otro
lado, la teoría volitiva va un paso más adelante; después de eliminar la
voluntad divina, el éter cósmico y toda metafísica, subsiste la voluntad
humana que actúa misteriosamente a la distancia, sencillamente debido a
que no toma en cuenta a todos lo factores complementarios sino que
selecciona aquél factor limitante que puede ser controlado y cuyo control
puede ser utilizado para guiar otros factores (...) En este sentido, todos los
fenómenos de la voluntad humana son ´artificiales', en contraste con
aquellos que se pueden distinguir como ´naturales'. Aquello que es
´artificial' no es por ello lo no natural, sino que es el proceso altamente
´natural' de la voluntad humana, seleccionando los factores limitantes de la
naturaleza con el fin de guiar ciertos factores complementarios en la
dirección deseada por las intenciones humanas (...) El atributo esencial de
la teoría volitiva es el concepto del fin último o meta y los instrumentos
directos o indirectos para alcanzar esa meta (Commons, 1924: 375-376 y
381). 10
10
Cabe mencionar que en uno de sus primeros libros la noción de “voluntad propia” no tiene participación
alguna, en A Sociological View of Soverignty (1899), solamente existen la “soberanía” de la “coerción y la
persuasión”¡¡¡ Sin embargo en el libro póstumo subraya la relación entre la valuación y la voluntad:
Los primeros economistas fueron descarrilados (“misled”) por lo problemas de valuación por su
imitación de las ciencias naturales (“physical sciences”). Una teoría más adecuada de la valuación
gira sobre el análisis de las metas humanas y la voluntada humana en acción. Tal teoría debe
rechazar una teoría causal mecánica simple; también debe mirar más hacia el futuro que el pasado.
28
Se trata de una causalidad pensada hacia el futuro en lugar de un anterior o del
pasado, que es donde lo ubican las teorías del trabajo de Locke, los
economistas clásicos y los comunistas. La teoría de voluntad (“volitional”) tiene
consecuencias futuras ya que mira las “negociaciones actuales y transferencias
del control legal, determinando si es que la producción se llevará a cabo” (…),
determinando hasta qué punto la “producción será expandida o contraída”
(Commons 1934: 7). Sin embargo, el tiempo es un fenómeno totalmente
“institucional” (Ibid.: 642).
Se trata del tiempo humano (durante las transacciones) dirigido hacia el futuro; y
“una economía teórica basada sobre ella no es ni una teoría materialista de
mercancías, ni una teoría subjetiva de las sensaciones o fisiología, sino una
teoría volitiva de la actividad económica dirigida hacia metas en el futuro (Ibid.:
643).
Igualmente hay subrayar que el análisis no inicia con el “individuo” sino con
las transacciones entre individuos y las repeticiones esperadas de dichas
transacciones, que desde el punto de vista organizado es el de los
procesos interesados y desde el desorganizado, el de la costumbre. Cada
transacción de regateo en sí misma es un proceso colectivo. En su más
extrema simplicidad la transacción no puede resolverse en unidades de
individuos, sino que requiere la actual o potencial presencia de por lo
menos cinco individuos quienes representan ante los otros varias
relaciones de oportunidad iguales o desiguales, justa o injusta
competencia, moral, económica y poder físico y la compartida esperanza
de una decisión en disputas posibles por parte de una quinta parte
representada por la colectividad de la cual cinco individuos son sus
miembros (Commons 1934: 241-242, mis cursivas).
El concepto de lo volitivo -“volitional”- es distinto al de Benthan hedonista, e
igualmente diferente al del voluntarismo -“volitional”- tradicional de la ética
individualista, tratase aquí del voluntarismo -“volitional”- colectivo. Este es un
concepto de una elección entre oportunidades relativamente escasas:
es por lo tanto un concepto económico de voluntad, contra el concepto
introspectivo del placer y el dolor. Estas oportunidades son la propiedad del
yo y otra gente; esta propiedad depende de una acción concertada, no sólo
Finalmente una teoría del valor que sea suficiente para las necesidades de la acción moderna, debe
ser relevante para la acción colectiva y los intereses en conflicto (Commons 1950: 150).
29
del Estado, sino de corporaciones, sindicatos, agrupación criminal, que
determinan por medio de sanciones morales, económicas físicas, cuales
deberán ser los valores, conformidades, libertades y la exposición de los
individuos en su elección de oportunidades, ejercicio del poder y
competencias (Commons 1934: 242-243).
En el rescate de la obra de Commons, hemos intentado presentarla subrayando
la
similitud
con
la
tesis
de
Parsons
sobre
la
“acción”,
a
veces
extraordinariamente equivalentes no obstante la manera tan dispar en la manera
de construir sus conceptos: Parsons aludiendo a nociones de “análisis” y
“abstracción” y Commons vía la reconstrucción de un vocabulario que no
percibía los significados que implícitamente llevaba el lenguaje, que a su vez se
considera como algo estrictamente “artificial” y utilizado “pragmáticamente” por
el Hombre para calcular el futuro.
Problemas del pasado para el futuro
Creemos entonces poder “traducir” ciertas nociones comunes entre Parsons y
Commons y que desafortunadamente solamente pueden percibirse a posteriori.
La idea de las condiciones de los valores últimos para la acción puede ser el
análogo de las pautas de trabajo en Commons, y también podemos realizar la
misma identidad cuando se piensa en la acción como un acto volitivo o
voluntarista pensado hacia el “futuro”. Por otra parte, sin duda alguna la noción
de “transacción” en Commons es mucho menos “económica” para definir el
esquema de la acción que la concepción de Parsons con la noción del “acto
unidad” cuya simplicidad no puede dejar de subrayarse.
A su vez, la propia obra de Parsons es el claro ejemplo de intentar recomponer
tardíamente su alejamiento del institucionalismo norteamericano; sus libros
como el de Economy and Society… (1956) escrito con N. Smelser y El Sistema
Social (1951) intentan “integrar” conceptualmente a la “economía”, vía la
categoría de “subsistema”, dentro de un medio ambiente sociológico general que
previamente en la Estructura de la acción social… había sido relegada como un
sector “intermedio de la cadena medio-fines”. El análisis “estructural de los
30
sistemas de acción” reveló, según Parsons que la “teoría económica no está, en
modo alguno, igualmente interesada por todos los elementos estructurales de tal
sistema” (Parsons 1937: 340), o sea solamente a lo que llama el “sector
intermedio” (Ibíd. 341) el cual Parsons divide a su vez en tres subsectores: a) “el
orden distributivo” y las reglas no explicada por la ortodoxia económica, o los
intentos por romper con las reglas en cuestión; b) el sector tecnológico de la
cadena medio-fin que las supone resueltas y finalmente c) el “subsector central”
del “sector intermedio” como el punto central de “la teoría económica”:
Es el punto en el que resultan implicadas consideraciones de asignación de
medios escasos entre recursos escasos. Consiguientemente, y a efectos
de este estudio, cabe definir a la economía como la ‘ciencia que estudia los
procesos de adquisición racional de medios escasos para los fines del
actor mediante la producción y el intercambio económico, y de su
asignación racional entre usos alternativos’ (Ibíd.).
De esta manera Parsons otorga a la “economía” un ámbito muy específico a
pesar de que estaría subsumido bajo la lógica más general de los sistemas de
acción que se guían por valores últimos que en ningún sentido podrían
deducirse de aspectos “tecnico-racionales”.
Las posturas de Parsons y Commons facilitan actualmente poder pensar a los
agentes/actores y sus respectivas decisiones en términos de que hacen posible
desplazar la dicotomía “individualismo-social”. Siempre y cuando no busquemos
construir a su vez lo que Parsons intentó realizar -como hemos mencionado- en
su obra posterior a La estructura de la acción social…: una teoría general del
“sistema social” o el de la “personalidad”. 11
Pero la noción de un agente que toma decisiones con ciertas metas en una
situación y medios específicos todavía puede pensarse como un fenómeno de lo
11
Según Parsons:
la teoría sociológica debe estar interesada con sistemas complejos, esto es, sistemas compuestos de
muchos subsistemas (…) En términos muy generales, el tipo de problemas de las fronteras que
surgen entre sistemas sociales y otros tipos de sistemas de acción, surgen nuevamente entre el
sistema social, convirtiéndose más prominente a medida que tales sistemas adquieren una mayor
diferenciación. Nuestro punto de vista es que la economía y la política deben examinarse como
subsistemas funcionales dentro de la sociedad. El objeto primario de la sociología no es con el
funcionamiento de estos subsistemas, sino con el de los otros dos subsistemas primarios funcionales:
aquellos que tratan con las funciones de integración y el del ‘mantenimiento de patrones’ Parsons:
1961: 30 y 34).
31
“subjetivo” lo cual debe problematizarse. Si no existe razón alguna para suponer
que solamente “individuos” humanos pueden tomar decisiones, entonces cabe
sostener la idea que no todos los agentes-actores son individuos-humanos cuyo
presupuesto es fundamental en Parsons y Commons. Si bien la estructura de la
acción (acto unidad) o las transacciones (bajo ciertas pautas de trabajo) son el
elemento indispensable para pensar la acción y decisión de los agentes, ya sea
en su versión parsoniana o en la de Commons, cabe plantear la existencia de
agentes de otra naturaleza con “capacidades” similares para realizar cálculos y
tomar decisiones. 12 Toda una serie de agentes sociales, partidos, estados,
universidades, corporaciones, etcétera, lo hacen sistemáticamente y por tanto la
idea sobre la necesaria “orientación subjetiva” sale sobrando siempre y cuando
las entidades en cuestión posean algún mecanismo de resolución-decisión
(Hindess 1988; 1989).
Es cierto que la crítica de Savage (1999) y Hindess (1977) a Parsons tiene
sentido si nos referimos a sus escritos después del texto clásico de 1937 cuando
intentaba construir una teoría general sobre una totalidad social específica. Pero
si los discursos no tienen unidad necesaria alguna, hace factible la recuperación
de los mejores momentos teóricos de 1937 y los que le antecedieron que son
aspectos teóricos que asimilan gran parte del corpus institucionalista sin
confesarlo. Como de lo que se trata es evadir la construcción de una teoría
general sobre las decisiones y cálculos de los agentes y los sitios específicos
desde los cuales se llevan a cabo por medio de ciertos medios discursivos en
particular, entonces elementos de la obra de Commons y Parsons resaltadas
pueden sernos muy útiles. De hecho en la latitud latinoamericana, a partir de la
década de 1950 surgieron discursos en torno a la problemática del “desarrollo”
muy similares, corriente teórica denominada como la “escuela estructuralista
latinoamericna” (véase por ejemplo: Sanchez Torres y Mallorquin, 2006).
12
De hecho Parsons, en una obra posterior al de La Estrucutra de la acción… (1937) y muy importante
desde su propio punto de vista, El sistema social (1959) asume la impertinencia teórica en cuestión:
“Finalmente, la tercera consideración fundamental afecta al muy discutido ‘punto de vista subjetivo’,
especialmente al estudio de la acción ´desde el punto de vista del actor’. Frente al punto de vista sostenido
por el autor de la Structure of Social Action, este postulado aparece ahora como no esencial para al marco
de referencia de la acción en su forma más elemental.” (Parsons 1984: 499, subrayados míos).
32
Eso cabe solamente donde se presupone que no existen “centros” (Hirst 1982;
1979) o totalidades organizadas de antemano. Ese es el proyecto de
construcción teórica sobre la “integración” y “socialización” del sujeto vía el
intercambio entre el sistema “social” y el de la “personalidad” del Parsons post
1937 que no debemos porqué asumir. 13
Por otra parte las críticas de Hodgson (2004) a Commons son sin duda alguna
coherentes, especialmente las que se refieren a la interpretación de Darwin por
parte de Commons respecto la distinción entre la “selección natural” y la
“artificial” y también si lo que se busca es establecer un principio básico último
sobre el “origen” y “causalidad” de las acciones de los agentes, lo cual supone la
teorízación de los “hábitos” y la “predisposición” del ser humano. Pero esa
postura teórica incluye como explicación “científica” de las acciones humanas
solamente los actos de voluntad, sus creencias y sus formas discursivas
específicas que se suponen determinadas bajo un fenómeno causal primordial,
que son las predisposiciones engendradas por la información genética. Sin
embargo, el supuesto de los aspectos de la herencia en los seres humanos no
implica necesariamente que sean el punto de la causalidad privilegiada para
explicar las acciones sociales. Para el caso podemos señalar la idea rescatada
por D. Davidson de que las propias “razones” explicativas de parte de los
agentes pueden operar en el sentido “causal” de su acciones y que en parte
subsume la idea que presenta Hodgson, ya que como todo “materialismo”
acepta que los eventos son algo “físico”, no obstante que reniega de la idea de
que a los fenómenos mentales se les pueda imputar una “descripción puramente
física” (Davidson en Malpas 1992: 71, nota a pie de página), postura que se ha
llamado “materialismo anómalo”. Las acciones de los agentes y los términos
planteados como las razones para sus actos -lo cual no significa que siempre
procedan correctamente- obviamente ofrece la posibilidad de eludir la idea de un
criterio “causal” ontológico privilegiado, supuesto por cierta noción de ciencia y
su validación, pero tal vez esa idea ya no sea necesaria, como argumentarían D.
Davidson y R. Rorty entre otros.
13
Parsons 1961: 45-46.
33
Hodgson ha dado una explicación sobre las razones de la desaparición de la
concepción darwinista con el declive del pensamiento de Veblen: la lectura de
Darwin pudo haber apuntalado proyectos de fuerzas políticas racistas durante la
década de los treinta, tanto en Europa como en Estados Unidos, pero su
propuesta del rescate de Veblen y Darwin para la teoría social supone una
concepción teórica cuya envergadura hay que tomarla en serio pero con calma.
Paradójicamente Parsons que fue blanco de la crítica de Hodgson (2004) por
haber huido del darwinismo en los años treinta (no obstante la importancia de la
noción de las “propiedades emergentes” para explicar el “acto unidad”), para la
década de 1960 ha cambiado su postura notablemente, especialmente si
pensamos su propuesta de la teoría social
en la Estructura de la acción…
(1937).
En la década de 1960 empieza a plantear la necesidad de la recuperación del
pensamiento darvinista para la teoría general de los sistemas y en particular el
sociológico:
la insistencia en una entidad socio-cultural analíticamente independiente
fue una característica crucial de la historia intelectual más relevante para el
trasfondo de la teoría sociológica contemporánea. Así como eso fue
esencial, sus proponentes dispararon por encima de la marca denegando
la relevancia de la interacción social de los niveles subhumanos del mundo
biológico, así como la relevancia de los prototipos subhumanos de la
cultura humana. Pero una vez que las líneas analíticas fundamentales han
sido establecidas, es mucho más fácil intentar restaurar este tipo de
balance y nosotros intentaremos hacerlo a en los lugares relevantes (…)
La tendencia claramente singular desde entonces ha sido en la importancia
de la ‘motivación’ de la interacción social a través de la escala evolutiva
biológica, especialmente en la de sus mayores alcances (Parsons: 1961:
34; mis subrayados).
Y no podía ser de otra manera, es lógico y habitual que una teoría general exija
integrar nociones generales sobre el ser y su respectiva ontología. Así como
Hodgson sustenta que sin esa perspectiva la noción de ciencia y de causalidad
quedaría coja; de manera similar, en materia de la reproducción del sistema
social, Parsons también nos amenaza a su manera muy particular. Dice,
respecto la noción del “equilibrio”, que:
34
la negación de la legitimidad del [equilibrio] en el armario de la ciencia
social es, en mi tal vez no tan humilde opinión, sintomático de una
negación que la ciencia social sea en sí misma legítima o realísticamente
posible (Parsons 1961a: 339).
En el texto que el lector tuvo en sus manos, se intentó demostrar que tal vez
algunos conceptos que pueden encontrarse en la obra de Parsons y Commons
valen la pena ser rescatadas por las mismas razones propuestas por el propio
Hodgson (2008) desplazando la pertinencia central del “individuos” como punto
de explicación de la interacción social subrayando ciertos aspectos que harían
posible pensar la institucionalización de ciertas prácticas rutinarias así como la
contingencia de las mismas. Igualmente a diferencia de Hodgson (2008, 2004),
se propone la conjetura de que tal vez no es necesaria una teoría general para
pensar el agente y su toma decisiones.
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