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LA IGLESIA EN LA CIUDAD DE NUEVA YORK
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EXTRACTOS DEL MINISTERIO ESTUDIO DE CRISTALIZACIÓN DE ÉXODO TOMOS 5 Y 6
Semana del 27 de junio al 3 de julio, 2016
EL ALTAR DEL HOLOCAUSTO
El altar del holocausto tipifica la cruz de Cristo. Al
referirse a esto, Hebreos 13:10 dice: “Tenemos un altar,
del cual no tienen derecho de comer los que sirven al
tabernáculo”. Entre los israelitas en los tiempos
antiguos el altar era un tipo de la cruz como el verdadero
altar. (Estudio-vida de Éxodo, págs. 1576-1577, 11691170). Cristo indudablemente no fue crucificado sin
causa. Por el contrario, Él fue crucificado por una causa
muy grande. De hecho, la cruz es el centro de la
operación de Dios en Su economía, tal como Cristo
mismo es el centro de la economía de Dios. En el asunto
de llevar a cabo la economía de Dios, la cruz es el centro.
Sin Cristo, la economía de Dios no tiene centro, y sin la
cruz de Cristo, la operación de la economía de Dios no
tiene centro. Por consiguiente, llevar a cabo la economía
de Dios depende totalmente de la cruz de Cristo. La cruz
es el centro de la operación de Dios en el universo para
llevar a cabo Su economía. (Estudio-vida de Gálatas,
págs. 107-108).
El altar estaba hecho de madera de acacia (Éx. 27:1a),
representando al hombre Jesús (1 Ti. 2:5), que fue
juzgado por Dios como nuestro Sustituto. En este punto
debemos hacer una pregunta importante: ¿es la cruz, el
altar, una persona o una cosa? La razón por la cual
debemos hacernos esta pregunta es debido a que la
sustancia del altar es la madera de acacia, y la madera
de acacia representa la humanidad del Señor. La
madera de acacia usada en la construcción del altar
estaba recubierta de bronce. No obstante, la sustancia
básica, el material básico del altar, era la madera de
acacia, no el bronce. Esta madera de acacia representa
al hombre Jesús. Esto implica que el altar, la cruz, está
relacionada con un hombre.
En tipología, el Señor usó la madera de acacia como
material para edificar el altar. Esto indica que la eficacia
de la cruz no se encuentra en la cruz misma, sino en la
humanidad que está relacionada con la cruz y que fue
crucificada en la misma. Esta humanidad es la misma
que es indicada por el Arca, la cual también estaba
hecha de madera de acacia. La madera de acacia es la
esencia y la sustancia tanto del Arca como del altar. Sólo
una humanidad que alcanza el estándar del Arca puede
ser nuestro sustituto en la cruz para salvarnos. Por
supuesto que esta humanidad sólo se encuentra en el
Señor Jesús. El Señor Jesús es el único que tiene tal
humanidad.
En Números 16 vemos que el bronce usado para
recubrir el altar provenía de los incensarios de los
doscientos cincuenta rebeldes que fueron juzgados por
Dios con fuego. Luego de que Dios los juzgara, Él le
encomendó a Moisés que tomara el bronce de los
incensarios y lo usara para recubrir el altar. Por lo tanto,
el bronce que recubre el altar indica un juicio. En
tipología, el cobre, el bronce y el metal representan el
juicio de Dios. Cuando Cristo estaba en la cruz, Él era
un hombre, representado por la madera de acacia. No
obstante, Él estaba recubierto de bronce, por medio del
juicio de Dios. A diferencia del Arca, la cual estaba
recubierta de oro representando la naturaleza de Dios,
el altar estaba cubierto de bronce, representando al
juicio justo de Dios. Por lo tanto, como el hombre que
murió en la cruz, Cristo fue completamente juzgado por
Dios como nuestro Sustituto. Él sobrellevó el juicio que
nosotros
debíamos
sobrellevar.
Él
estaba
completamente cubierto, recubierto, por el juicio de
Dios. En la cruz Él fue un hombre juzgado por Dios.
En Éxodo 27:4 dice acerca de la construcción del altar
del holocausto: “Le harás una rejilla de bronce, en forma
de red; y sobre la red harás cuatro anillos de bronce a
sus cuatro extremos”. La rejilla de bronce, con sus
anillos y varas, es el contenido del altar, y representa el
contenido interno de la redención efectuada por Cristo.
La rejilla de bronce que está dentro del altar indica que
el juicio de Dios llegó hasta las partes internas de Cristo.
El juicio de Dios sobre Cristo, nuestro Sustituto, no fue
simplemente externo. El fuego santo del juicio de Dios
no sólo estaba fuera de Cristo, sino que también ardía
en Su interior. Vemos esto en el salmo 22, el cual se
refiere a los sufrimientos de Cristo en la cruz. El
versículo 14 dice: “He sido derramado como el agua, / y
todos mis huesos están descoyuntados. / Mi corazón es
como cera; / se derrite dentro de mí”. Esto indica que
cuando Cristo sobrellevó el juicio de Dios, ese juicio
llegó hasta Su corazón, Sus partes internas. Sus huesos
se descoyuntaron, pero Su corazón se derritió en Sus
partes internas. Esto quiere decir que el juicio de Dios
sobre Cristo fue experimentado más internamente que
exteriormente.
En las cuatro esquinas de la rejilla, es decir, la red, había
cuatro anillos de bronce. En tipología, estos anillos
representan al Espíritu eterno mencionado en Hebreos
9:14. La sangre de Cristo es eficaz debido a que Él se
ofreció a Sí mismo a Dios mediante el Espíritu eterno.
El Espíritu eterno, tipificado por los anillos de la rejilla,
es la fuente de la eficacia de la cruz de Cristo. El Espíritu
eterno es el poder, la fuerza, de la cruz de Cristo. Sin el
Espíritu eterno, la obra redentora de Cristo no podría
ser eficaz, ni poderosa, ni llena de fuerza. Digo
nuevamente, el Espíritu eterno es el poder, la fuerza, la
eficacia, de la redención de Cristo. Si a la rejilla se le
quitaran los cuatro anillos de bronce se caería. Los
cuatro anillos sostenían la rejilla en el altar. Esto tiene
mucho significado espiritual. Nosotros podemos hablar
de la cruz, de la muerte de Cristo en la cruz y del hecho
de que hemos sido crucificados con Cristo. Sin embargo,
sin el Espíritu, son sólo vanas palabrerías. Sin el
Espíritu eterno, la muerte de Cristo no tiene eficacia. Es
muy crucial que nos demos cuenta de que la eficacia y el
poder de la obra redentora de Cristo dependen del
Espíritu eterno.
EL LAVACRO
El lavacro tipifica el poder para lavar propio del Espíritu
vivificante, lo cual es fruto de la muerte de Cristo. Que
el lavacro esté ubicado después del altar significa que el
poder del lavacro para lavar procede del juicio de Dios
en el altar. Después de haber pasado por el pleno juicio
de Dios en el altar (la cruz), el Cristo crucificado entró
en resurrección y llegó a ser el Espíritu vivificante que
nos lava (1 Co. 15:45; 6:11; Tit. 3:5). Las dimensiones del
lavacro no son mencionadas, lo cual significa que el
Espíritu vivificante es inconmensurable, ilimitado (Jn.
3:34). (Éx. 30:18, nota 1) Lectura para hoy El bronce
representa el justo juicio de Dios (véase la nota 2 de Éx.
26:37). El lavacro estaba hecho del bronce obtenido de
los espejos de las mujeres que servían a la entrada de la
Tienda de Reunión (38:8), lo cual implica que el lavacro
de bronce era un espejo capaz de reflejar y poner en
evidencia. Esto indica que el juicio que Cristo padeció
en la cruz tiene el poder de poner en evidencia nuestras
impurezas y nuestra necesidad de ser lavados. (Éx.
30:18, nota 2)
¿Acudimos diariamente al lavacro para que el Espíritu
Santo nos limpie de nuestro contacto terrenal y
mundano? ¿Cómo se siente usted cuando va a las
tiendas? ¿Se siente santo y espiritual después de haber
pasado un tiempo comprando? El contacto terrenal nos
ensucia, no con cosas pecaminosas, sino con las
mundanas. (El sacerdocio, pág.115)
Antes que los sacerdotes entrasen al tabernáculo o se
acercasen al altar para ministrar, ellos tenían que lavar
sus manos y sus pies en el lavacro para no morir (Éx.
30:19-20). Esto significa que antes de que nosotros, los
creyentes
como
sacerdotes
neotestamentarios,
sirvamos a Dios por medio de Cristo y Su cruz, debemos
ser lavados de la contaminación proveniente del
contacto que tenemos con las personas, cosas y asuntos
terrenales. Si permanecemos en esta contaminación, no
podremos servir a Dios, no podremos orar y no
podremos ejercer nuestra función en las reuniones.
Necesitamos ser lavados y renovados a diario por el
Espíritu Santo en el elemento divino (Tit. 3:5) para que
podamos llegar a ser una nueva creación con la
naturaleza divina a fin de servir a Dios en la vida divina
con miras al cumplimiento de la economía
neotestamentaria de Dios.
El Señor Jesús lavó los pies de los discípulos con agua
(Jn. 13:5). Aquí el agua representa al Espíritu Santo (Tit.
3:5), la palabra (Ef. 5:26; Jn. 15:3) y la vida (19:34). El
Señor nos lava espiritualmente mediante la operación
del Espíritu Santo, por la iluminación de la palabra y
mediante la operación interna de la ley de vida. En las
Escrituras el agua simboliza a cada uno de estos
elementos. Nosotros debemos permitir que el Espíritu,
la palabra viva y la vida interna laven toda impureza que
hayamos acumulado mientras vivimos en la carne y
andamos en esta tierra polvorienta.
En Efesios 5:26 vemos que Cristo purifica a la iglesia por
el lavamiento del agua en la palabra. Esta purificación
es una purificación metabólica, en la que un nuevo
elemento se añade a nosotros y reemplaza al elemento
viejo. El propósito de Cristo al entregarse a Sí mismo
por la iglesia es santificarla, no sólo separándola para Sí
mismo de todo lo profano, sino también saturándola de
Su elemento para que ella sea Su complemento. Él logra
este propósito al limpiarla por el lavamiento del agua en
la palabra. (Ef. 5:26, nota 1) [La palabra lavamiento en
Efesios 5:26 literalmente significa] lavacro. En el griego
aparece el artículo definido antes de la palabra
lavamiento, y esto hace que se refiera al mismo lavacro
que era conocido por todos los judíos. En el Antiguo
Testamento los sacerdotes usaban el lavacro para
lavarse de su contaminación terrenal (Éx. 30:18-21).
(Ef. 5:26, nota 2) Según el concepto divino, [en Efesios
5:26] el agua se refiere a la vida de Dios que fluye, la cual
es tipificada por una corriente de agua (Éx. 17:6; 1 Co.
10:4; Jn. 7:38-39; Ap. 21:6; 22:1, 17). Aquí el lavamiento
del agua es diferente del lavamiento de la sangre
redentora de Cristo. La sangre redentora nos lava de
nuestros pecados (1 Jn. 1:7; Ap. 7:14), mientras que el
agua de vida nos lava de los defectos de la vida natural
de nuestro viejo hombre, tales como manchas, arrugas
y cosas semejantes, según se menciona en Efesios 5:27.
Al separar y santificar la iglesia, el Señor primero nos
lava de nuestros pecados con Su sangre (He. 13:12) y
luego, con Su vida, nos lava de nuestras manchas
naturales. Ahora estamos en este proceso de lavamiento
a fin de que la iglesia sea santa y sin defecto (Ef. 5:27).
(Ef. 5:26, nota 3)
Estos extractos del ministerio fueron tomados de La Palabra Santa para el
Avivamiento Matutino - Estudio de cristalización de Éxodo, Tomos Cinco y
Seis; Witness Lee; Publicado por Living Stream Ministry.