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LA IGLESIA EN LA CIUDAD DE NUEVA YORK Queens 87-60 Chevy Chase St. Jamaica Estates, NY 11432 (718) 454-1826 Queens 135-20 39 Ave. 7th Floor Flushing, NY 11354 (646) 515-7045 Manhattan 446 W. 34th St. New York, NY 10001 (212) 268-5795 Brooklyn 387 State St. Brooklyn, NY 11217 (718) 666-1343 WWW.CHURCHINNYC.ORG EXTRACTOS DEL MINISTERIO ESTUDIO DE CRISTALIZACIÓN DE ÉXODO TOMOS 5 Y 6 Semana del 27 de junio al 3 de julio, 2016 EL ALTAR DEL HOLOCAUSTO El altar del holocausto tipifica la cruz de Cristo. Al referirse a esto, Hebreos 13:10 dice: “Tenemos un altar, del cual no tienen derecho de comer los que sirven al tabernáculo”. Entre los israelitas en los tiempos antiguos el altar era un tipo de la cruz como el verdadero altar. (Estudio-vida de Éxodo, págs. 1576-1577, 11691170). Cristo indudablemente no fue crucificado sin causa. Por el contrario, Él fue crucificado por una causa muy grande. De hecho, la cruz es el centro de la operación de Dios en Su economía, tal como Cristo mismo es el centro de la economía de Dios. En el asunto de llevar a cabo la economía de Dios, la cruz es el centro. Sin Cristo, la economía de Dios no tiene centro, y sin la cruz de Cristo, la operación de la economía de Dios no tiene centro. Por consiguiente, llevar a cabo la economía de Dios depende totalmente de la cruz de Cristo. La cruz es el centro de la operación de Dios en el universo para llevar a cabo Su economía. (Estudio-vida de Gálatas, págs. 107-108). El altar estaba hecho de madera de acacia (Éx. 27:1a), representando al hombre Jesús (1 Ti. 2:5), que fue juzgado por Dios como nuestro Sustituto. En este punto debemos hacer una pregunta importante: ¿es la cruz, el altar, una persona o una cosa? La razón por la cual debemos hacernos esta pregunta es debido a que la sustancia del altar es la madera de acacia, y la madera de acacia representa la humanidad del Señor. La madera de acacia usada en la construcción del altar estaba recubierta de bronce. No obstante, la sustancia básica, el material básico del altar, era la madera de acacia, no el bronce. Esta madera de acacia representa al hombre Jesús. Esto implica que el altar, la cruz, está relacionada con un hombre. En tipología, el Señor usó la madera de acacia como material para edificar el altar. Esto indica que la eficacia de la cruz no se encuentra en la cruz misma, sino en la humanidad que está relacionada con la cruz y que fue crucificada en la misma. Esta humanidad es la misma que es indicada por el Arca, la cual también estaba hecha de madera de acacia. La madera de acacia es la esencia y la sustancia tanto del Arca como del altar. Sólo una humanidad que alcanza el estándar del Arca puede ser nuestro sustituto en la cruz para salvarnos. Por supuesto que esta humanidad sólo se encuentra en el Señor Jesús. El Señor Jesús es el único que tiene tal humanidad. En Números 16 vemos que el bronce usado para recubrir el altar provenía de los incensarios de los doscientos cincuenta rebeldes que fueron juzgados por Dios con fuego. Luego de que Dios los juzgara, Él le encomendó a Moisés que tomara el bronce de los incensarios y lo usara para recubrir el altar. Por lo tanto, el bronce que recubre el altar indica un juicio. En tipología, el cobre, el bronce y el metal representan el juicio de Dios. Cuando Cristo estaba en la cruz, Él era un hombre, representado por la madera de acacia. No obstante, Él estaba recubierto de bronce, por medio del juicio de Dios. A diferencia del Arca, la cual estaba recubierta de oro representando la naturaleza de Dios, el altar estaba cubierto de bronce, representando al juicio justo de Dios. Por lo tanto, como el hombre que murió en la cruz, Cristo fue completamente juzgado por Dios como nuestro Sustituto. Él sobrellevó el juicio que nosotros debíamos sobrellevar. Él estaba completamente cubierto, recubierto, por el juicio de Dios. En la cruz Él fue un hombre juzgado por Dios. En Éxodo 27:4 dice acerca de la construcción del altar del holocausto: “Le harás una rejilla de bronce, en forma de red; y sobre la red harás cuatro anillos de bronce a sus cuatro extremos”. La rejilla de bronce, con sus anillos y varas, es el contenido del altar, y representa el contenido interno de la redención efectuada por Cristo. La rejilla de bronce que está dentro del altar indica que el juicio de Dios llegó hasta las partes internas de Cristo. El juicio de Dios sobre Cristo, nuestro Sustituto, no fue simplemente externo. El fuego santo del juicio de Dios no sólo estaba fuera de Cristo, sino que también ardía en Su interior. Vemos esto en el salmo 22, el cual se refiere a los sufrimientos de Cristo en la cruz. El versículo 14 dice: “He sido derramado como el agua, / y todos mis huesos están descoyuntados. / Mi corazón es como cera; / se derrite dentro de mí”. Esto indica que cuando Cristo sobrellevó el juicio de Dios, ese juicio llegó hasta Su corazón, Sus partes internas. Sus huesos se descoyuntaron, pero Su corazón se derritió en Sus partes internas. Esto quiere decir que el juicio de Dios sobre Cristo fue experimentado más internamente que exteriormente. En las cuatro esquinas de la rejilla, es decir, la red, había cuatro anillos de bronce. En tipología, estos anillos representan al Espíritu eterno mencionado en Hebreos 9:14. La sangre de Cristo es eficaz debido a que Él se ofreció a Sí mismo a Dios mediante el Espíritu eterno. El Espíritu eterno, tipificado por los anillos de la rejilla, es la fuente de la eficacia de la cruz de Cristo. El Espíritu eterno es el poder, la fuerza, de la cruz de Cristo. Sin el Espíritu eterno, la obra redentora de Cristo no podría ser eficaz, ni poderosa, ni llena de fuerza. Digo nuevamente, el Espíritu eterno es el poder, la fuerza, la eficacia, de la redención de Cristo. Si a la rejilla se le quitaran los cuatro anillos de bronce se caería. Los cuatro anillos sostenían la rejilla en el altar. Esto tiene mucho significado espiritual. Nosotros podemos hablar de la cruz, de la muerte de Cristo en la cruz y del hecho de que hemos sido crucificados con Cristo. Sin embargo, sin el Espíritu, son sólo vanas palabrerías. Sin el Espíritu eterno, la muerte de Cristo no tiene eficacia. Es muy crucial que nos demos cuenta de que la eficacia y el poder de la obra redentora de Cristo dependen del Espíritu eterno. EL LAVACRO El lavacro tipifica el poder para lavar propio del Espíritu vivificante, lo cual es fruto de la muerte de Cristo. Que el lavacro esté ubicado después del altar significa que el poder del lavacro para lavar procede del juicio de Dios en el altar. Después de haber pasado por el pleno juicio de Dios en el altar (la cruz), el Cristo crucificado entró en resurrección y llegó a ser el Espíritu vivificante que nos lava (1 Co. 15:45; 6:11; Tit. 3:5). Las dimensiones del lavacro no son mencionadas, lo cual significa que el Espíritu vivificante es inconmensurable, ilimitado (Jn. 3:34). (Éx. 30:18, nota 1) Lectura para hoy El bronce representa el justo juicio de Dios (véase la nota 2 de Éx. 26:37). El lavacro estaba hecho del bronce obtenido de los espejos de las mujeres que servían a la entrada de la Tienda de Reunión (38:8), lo cual implica que el lavacro de bronce era un espejo capaz de reflejar y poner en evidencia. Esto indica que el juicio que Cristo padeció en la cruz tiene el poder de poner en evidencia nuestras impurezas y nuestra necesidad de ser lavados. (Éx. 30:18, nota 2) ¿Acudimos diariamente al lavacro para que el Espíritu Santo nos limpie de nuestro contacto terrenal y mundano? ¿Cómo se siente usted cuando va a las tiendas? ¿Se siente santo y espiritual después de haber pasado un tiempo comprando? El contacto terrenal nos ensucia, no con cosas pecaminosas, sino con las mundanas. (El sacerdocio, pág.115) Antes que los sacerdotes entrasen al tabernáculo o se acercasen al altar para ministrar, ellos tenían que lavar sus manos y sus pies en el lavacro para no morir (Éx. 30:19-20). Esto significa que antes de que nosotros, los creyentes como sacerdotes neotestamentarios, sirvamos a Dios por medio de Cristo y Su cruz, debemos ser lavados de la contaminación proveniente del contacto que tenemos con las personas, cosas y asuntos terrenales. Si permanecemos en esta contaminación, no podremos servir a Dios, no podremos orar y no podremos ejercer nuestra función en las reuniones. Necesitamos ser lavados y renovados a diario por el Espíritu Santo en el elemento divino (Tit. 3:5) para que podamos llegar a ser una nueva creación con la naturaleza divina a fin de servir a Dios en la vida divina con miras al cumplimiento de la economía neotestamentaria de Dios. El Señor Jesús lavó los pies de los discípulos con agua (Jn. 13:5). Aquí el agua representa al Espíritu Santo (Tit. 3:5), la palabra (Ef. 5:26; Jn. 15:3) y la vida (19:34). El Señor nos lava espiritualmente mediante la operación del Espíritu Santo, por la iluminación de la palabra y mediante la operación interna de la ley de vida. En las Escrituras el agua simboliza a cada uno de estos elementos. Nosotros debemos permitir que el Espíritu, la palabra viva y la vida interna laven toda impureza que hayamos acumulado mientras vivimos en la carne y andamos en esta tierra polvorienta. En Efesios 5:26 vemos que Cristo purifica a la iglesia por el lavamiento del agua en la palabra. Esta purificación es una purificación metabólica, en la que un nuevo elemento se añade a nosotros y reemplaza al elemento viejo. El propósito de Cristo al entregarse a Sí mismo por la iglesia es santificarla, no sólo separándola para Sí mismo de todo lo profano, sino también saturándola de Su elemento para que ella sea Su complemento. Él logra este propósito al limpiarla por el lavamiento del agua en la palabra. (Ef. 5:26, nota 1) [La palabra lavamiento en Efesios 5:26 literalmente significa] lavacro. En el griego aparece el artículo definido antes de la palabra lavamiento, y esto hace que se refiera al mismo lavacro que era conocido por todos los judíos. En el Antiguo Testamento los sacerdotes usaban el lavacro para lavarse de su contaminación terrenal (Éx. 30:18-21). (Ef. 5:26, nota 2) Según el concepto divino, [en Efesios 5:26] el agua se refiere a la vida de Dios que fluye, la cual es tipificada por una corriente de agua (Éx. 17:6; 1 Co. 10:4; Jn. 7:38-39; Ap. 21:6; 22:1, 17). Aquí el lavamiento del agua es diferente del lavamiento de la sangre redentora de Cristo. La sangre redentora nos lava de nuestros pecados (1 Jn. 1:7; Ap. 7:14), mientras que el agua de vida nos lava de los defectos de la vida natural de nuestro viejo hombre, tales como manchas, arrugas y cosas semejantes, según se menciona en Efesios 5:27. Al separar y santificar la iglesia, el Señor primero nos lava de nuestros pecados con Su sangre (He. 13:12) y luego, con Su vida, nos lava de nuestras manchas naturales. Ahora estamos en este proceso de lavamiento a fin de que la iglesia sea santa y sin defecto (Ef. 5:27). (Ef. 5:26, nota 3) Estos extractos del ministerio fueron tomados de La Palabra Santa para el Avivamiento Matutino - Estudio de cristalización de Éxodo, Tomos Cinco y Seis; Witness Lee; Publicado por Living Stream Ministry.