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By Thinking Heads
TENDENCIAS DE INDIA
EN 30 MINUTOS
POLÍTICA / India crece más que China pero está a años luz en desarrollo
“India vuelve a brillar o eso quieren hacer creer”, comenta David Pilling (“The dangers
in Delhi’s dream of overtaking China” -Financial Times-). Con la ralentización
económica china y las dudas sobre sus mercados y políticas, India podría sustituir al
gigante asiático como la economía grande que más rápido crece. “Próximamente, India
superará a China en crecimiento y desarrollo”, afirmaba el ministro indio de Finanzas
Jayant Sinha en Bihar, uno de los Estados indios más pobre e inculto (FT). “Si bien India
será la próxima China en términos de crecimiento, seguirán siendo países muy
diferentes en áreas fundamentales como la demografía y la democracia”, añade
Geoffrey Garrett (“Can India really be the “next China?” -The Economic Times-). Hay
razones para el optimismo gracias a un crecimiento indio estimado mayor al de China y
el haber salido favorecido de la ralentización china por la caída de los precios de las
materias primas. India, el tercer mayor importador de petróleo, se ha beneficiado de
los menores precios, mejorando su balance por cuenta corriente y relajando las
presiones inflacionistas. Además, no es un gran exportador de bienes manufacturados
y esto mantiene la economía india relativamente aislada y poco afectada por la débil
demanda mundial (EC). Sin embargo, las esperanzas indias para reemplazar a China
como motor del crecimiento mundial están alejadas de la realidad. La producción india
es una quinta parte de la de China, representa un 2,5% del PIB mundial frente al 13,5%
de China (FT). “Siendo un país compuesto mayoritariamente por agricultores, India
necesita centrarse en la industrialización”, señala Akhilesh Pillalamarri (“Here’s the
Real Reason Why India’s Economy Is Smaller Than China’s?” -The Diplomat-). Sin
embargo, aunque ésta es la base de las políticas económicas del Gobierno de
Narendra Modi, hay una fuerte resistencia. La India moderna desconfía del libre
comercio y la industria, en parte por la colonización británica (The Diplomat). Es
engreído pensar que India superará a China sin esfuerzos. Además, cabe recordar que
las estadísticas indias son tan poco transparentes como las de China. El cambio
realizado en febrero en el cálculo del PIB incrementó su tasa de crecimiento un 2%.
Este crecimiento inflado alimenta una falsa sensación de seguridad, que explica la
lentitud de la agenda reformadora de Modi. El hecho de ser una economía
relativamente aislada es una debilidad para un país que quiere sustituir a China como
centro manufacturero. “Las autoridades indias deberían dejar de alardear y poner en
marcha algún cambio relevante”, advierte Pilling (FT). Como ya hicieron Corea del Sur,
los países del Golfo Pérsico o Irlanda, “India debe dejar atrás la pobreza con políticas
económicas adecuadas y no estancarse como sociedad agraria por el obstruccionismo
político”, finaliza Pillalamarri (The Diplomat). A diferencia del caso chino, ante un
Estado paralizado con déficits presupuestarios endémicos, deberá ser el sector privado
el que impulse las infraestructuras e industria indias. La iniciativa “Hecho en India”
busca atraer inversión extranjera. Sin embargo, aunque empresas innovadoras como
Samsung, Lenovo y Boeing la han apoyado públicamente, el sector privado no actuará
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hasta confiar en la política. “India dispone de los recursos para crecer. Ahora debe
aprovecharlos”, concluye Garret (Economic Times).
Lucha de castas en India por los buenos empleos
“A diferencia del siglo XIX, millones de indios de clase media reclaman ser clasificados
como pertenecientes a otras clases marginadas”, señala Victor Mallet (“The Patels and
the politics of caste” -Financial Times-). Así es como Hardik Patel, un graduado en
comercio de 22 años, logró movilizar a cientos de miles de patels de Gujarat para una
manifestación que acabó con un incendio y la muerte de 10 personas en
enfrentamientos con la Policía. Estos patels no son marginados. Son prósperos
terratenientes y empresarios en India, Reino Unido y EEUU. Su enfado se origina en la
política de los sucesivos Gobiernos que reserva puestos de trabajo y en la universidad
a las castas más bajas como dalits. Los patels reclaman su inclusión en el sistema de
reservas o su abolición en su búsqueda por obtener mayor relevancia económica y tal
vez política (FT). Esta protesta de la clase media es un incómodo recuerdo para
Narendra Modi de la necesidad de crear empleo para 12 millones de indios, pero
también de que la casta no es tan irrelevante como los modernizadores piensan. La
influencia de las castas ha sobrevivido hasta la fecha, especialmente fuera de las
grandes ciudades, a pesar de los intentos por erradicarlas (FT). “Tras la gran victoria del
Bharatiya Janata Party en 2014, interpretada como un triunfo de la religión sobre la
casta, se daban por finalizadas las demandas y políticas de castas con la afirmación de
una India hindú”, comenta Wajahat Qazi (“What the Patel agitation for OBCstatus
shows: Caste politics is back” -First Post-). Sin embargo, siguen jugando un papel
fundamental en la política y no solo en el Estado de Gujarat. Los partidos políticos
cortejan a las castas importantes en el Estado de Bihar ante las próximas elecciones,
vistas como una prueba de la popularidad de Modi. “Ninguna casta es lo
suficientemente grande para dominar un Parlamento, pero esto es solo una pequeña
consolación para aquellos que piensan que el sistema de castas y sus rigideces
pertenece a la historia oscura de India”, finaliza Mallet (FT). Ahora, Patel anuncia la
formación de un nuevo grupo, Akhil Bhartiya Patel Navnirman Sena, con el objetivo de
unir a las comunidades Patel, Kurmi, Gujjar y Maratha en torno a su demanda.
“Trabajamos para unir a la gente, solo los partidos políticos piensan en pelear entre
ellos”, recoge First Post (“Hardik Patel forms new group called Akhil Bhartiya Patel
Navnirman Sena”).
¿Una India hindú puede ser moderna?
“La imagen de modernidad del primer ministro Narendra Modi, el primero avezado en
tecnología y redes sociales, contrasta con la imagen más tradicional de sus ministros
del Bharatiya Janata Party y algunos de los fundamentalistas hindúes que le apoyan”,
sostiene Victor Mallet (“India’s tech-savvy Modi embraces modernity – just not at
home” -Financial Times-). Estos no comparten la visión más abierta del mundo de
Modi. Desde su llegada al poder, el Gobierno o sus aliados políticos hindúes han
prohibido el consumo de carne de ganado y libros de historia incómodos, han tomado
el control de instituciones culturales y se oponen a la difusión del inglés. También han
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acosado a organizaciones no gubernamentales como Greenpeace y a la Ford
Foundation. Las primeras medidas eran discretas y el Gobierno podía negar que se
tratara de un intento de imponer una agenda hindú, ahora parece haber abandonado
esa discreción inicial. Mahesh Sharma, ministro de Cultura, citaba este mes a los
líderes del Rashtriya Swayamsevak Sangh (RSS), “eliminaremos toda connotación
occidental del discurso público, donde necesita recuperarse la cultura y la civilización
india”. Este fanatismo podría responder a un intento desesperado por ganar las
próximas elecciones en Bihar polarizando al electorado. Sin embargo, en la era de
Internet, Modi y el BJP no pueden apelar a unos valores culturales en casa y a otros
totalmente diferentes fuera y esperar que nadie lo note. El primer ministro debe
decidir si quiere ser un líder de la civilización hindú demasiado orgulloso para aceptar
ayuda del exterior o uno moderno, joven, que mira hacia el futuro. “Modi y sus aliados
quieren mantener modernidad y valores occidentales separados y eso no funciona”,
advierte Mallet (FT). Sin embargo, “esta dicotomía entre desarrollo e Hindutva es
falsa”, asegura Nissim Mannathukkaren (“The Hindu Software Code Bill” -Outlook
India-). Malinterpreta la naturaleza del BJP y su relación con la RSS y la Sangh parivar e
infravalora al electorado que, sin apoyar a Hindutva, apostaron por un una identidad
nacional hindú. Lo más importante es que no entiende la lógica común del desarrollo
capitalista neoliberal e Hindutva: una actitud instrumental, desarrollo económico
primero y cultura después. Por eso, interpretar la búsqueda de progreso económico y
tecnológico de Modi como un intento de modernidad es un error. La modernidad es
un proyecto más amplio que el desarrollo económico o tecnológico. Es la liberación de
la mente humana de la sinrazón, las opresiones y el ansía de libertad, igualdad y
fraternidad. Sin esto, no hay modernidad. Además, el nacionalismo hindú satisface el
deseo de reconocimiento en un mundo globalizado y proporciona ancla y orden en una
sociedad fracturada por la reivindicación política de las castas inferiores y el miedo de
los musulmanes. Aunque no se reconozca explícitamente Hindutva, India se construye
sobre el hinduismo y quiere reafirmar su lugar como una nación hindú moderna. “Es
perfectamente compatible con la modernidad superficial -que no debe confundirse
con modernidad- de una India digital”, concluye Mannathukkaren (Outlook India).
ECONOMÍA / El dilema energético indio, crecer sin contaminar
“India se encuentra ante un dilema energético”, afirma Richard Martin (“India’s
Energy Crisis” -MIT Technology Review-). Intenta construir una economía moderna
industrializada y proporcionar acceso universal a la electricidad sin aumentar las
emisiones de CO2. Sin embargo, gran parte de la electricidad del país procede de viejas
centrales de carbón. Su infraestructura energética es pésima y su red eléctrica,
obsoleta. En 2050, India contará con el 20% de la población mundial. Si ésta depende
de los combustibles fósiles para crecer y reducir la brecha con las economías
avanzadas, el resultado será una catástrofe medioambiental independientemente de
las medidas adoptadas por EEUU o China para reducir sus emisiones. Revertir esta
tendencia requiere cambios drásticos en la producción y distribución de la electricidad.
La pérdida de electricidad en la transmisión y distribución -energía que no llega al
consumidor o que se usa y no se paga- se sitúa entorno al 25%, alcanzando el 50% en
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algunas zonas. Esta tarea recae sobre el ministro de Energía, Piyush Goyal. Desde su
nombramiento se ha convertido en defensor de las energías renovables licitando
inversiones de 100.000 millones en renovables y 50.000 millones para mejorar la red
eléctrica. Sin embargo, también es firme partidario del carbón. India consume cerca de
800 millones de toneladas anualmente, cifra que podría doblarse en 2035. Para hacer
frente a esta demanda y limitar las importaciones de carbón, el ministro quiere
aumentar la producción nacional hasta 1.500 millones de toneladas en 2020
asegurando que “es un gran paso hacia la seguridad energética del país a largo plazo”.
Para el ex ministro de Medioambiente, Jairam Ramesh, “el problema de India es un
problema de carbón”. El 70% de la electricidad india procede de centrales de carbón
frente al 10% de las renovables, principalmente eólica. Pero incluso aumentando la
proporción de fuentes de energía limpia, las emisiones de carbón casi se doblarían, de
2.100 millones de toneladas en 2014 a más de 4.000 millones en 2040 según la AIE
(MIT). “Ante esto, el Gobierno de Modi apuesta por un programa de generación
eléctrica poco contaminante que alcance el 40% de la capacidad instalada en 2030. Un
verdadero desafío en la situación actual”, asegura Shreya Jai (“India’s renewable
energy targets may be overambitious” -Business Standard-). Expertos del Gobierno
calculan que serían necesarios entre 350.000 megavatios de energía renovable para
alcanzar ese objetivo. Sin embargo, India espera sumar 175.000 megavatios de fuentes
de energía limpia en 2022: 60% solar, 30% eólica y el resto biomasa e
hidroelectricidad. Las empresas extranjeras se preparan para invertir en el sector de
energías renovables indio. Sin embargo, estos proyectos resultan excesivamente caros
y requieren un nivel de disciplina fiscal y voluntad política que India difícilmente tiene.
“Expertos e inversores se mantienen a la espera de una mayor claridad política”, indica
Jai (Business Standard). “Con instalaciones deterioradas, alta dependencia del carbón,
una red eléctrica defectuosa y un sector energético paralizado por subsidios e
interferencias, India parece no tener ninguna oportunidad. Sin embargo, un análisis
más detallado muestra una imagen más complicada y menos desalentadora”, asegura
Martin (MIT). “El Gobierno central y los inversores extranjeros se centran en los
grandes proyectos, pero la verdadera innovación ocurre a nivel local”, afirma Anshu
Bharadwaj, director del Center for Study of Science, Technology and Policy (MIT).
SOCIEDAD / Expansión internacional de la educación superior india
“Mientras las universidades extranjeras quieren entrar en el creciente mercado de la
educación superior en India, algunas instituciones indias están abriéndose camino
fuera”, señala The Economist (“Go forth and multiply”). El Observatory on Borderless
Higher Education estima que en 2020, universidades de todo el mundo habrán
establecido 280 campus fuera de su país de origen, siendo gran parte de este
crecimiento Sur-Sur. Amity University, propiedad del Grupo AKC, quiere estar en 50
países en los próximos 10 años, afirma su rector Atul Chauhan. Algunos competidores
reaccionan ante esta expansión -no exenta de errores- asegurando que crear un
campus no significa instaurar una cultura de la enseñanza o lograr un nivel académico
elevado. Mientras, los prestigiosos institutos de tecnología indios -públicos y menos
flexibles que las organizaciones privadas- se quedan de momento en el país. El
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mercado nacional se desarrolla rápidamente -según algunas estimaciones, en 2020
habrá 42 millones de indios en educación superior-, pero está saturado -hay más de
35.000 facultades y 700 universidades-. Parece lógico buscar el mercado que supone la
diáspora india y los 200.000 indios que salen a estudiar al extranjero. Según Shobha
Mishra Ghosh del lobby empresarial FICCI, “los niños ricos indios con bajas
calificaciones son un mercado atractivo para las instituciones indias en el extranjero,
donde puede resultar más fácil el acceso a la Universidad”. Los rankings
internacionales son otra razón para esta expansión exterior. Para obtener una buena
clasificación, es necesaria una gran proporción de estudiantes extranjeros y abrir
sucursales fuera lo facilita (The Economist). “Este año, 17 universidades indias
aparecen en la lista de las mejores 800 universidades. Sin embargo, queda mucho por
hacer para competir con otras economías emergentes como China con 37 instituciones
en los rankings”, recoge Prashant K. Nanda (“IISc, IIT Bombay only two Indian institutes
among top 400 varsities” -Live Mint-). Con una población joven que crece y una mayor
presión sobre los recursos, es más importante que nunca invertir en investigación y
fortalecer las relaciones con otros países. El Gobierno ha anunciado un plan para
mejorar la educación superior, pero sigue sin implementarse.
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