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APORTES AL DEBATE CARIBEÑO
www.fescaribe.org
Apuntes para el desarrollo cooperativo en Cuba (1/4)
Mayo 2012
Reflexiones Preliminares sobre
el Cooperativismo, el Capitalismo y el Socialismo
Sergio Reyes Lavega*
[email protected]
I. Una introducción necesaria
Nací el 4 de enero de 1959 en San José, una ciudad del interior de Uruguay. Viví allí hasta los 10
años. Terminé la escuela primaria y cursé los primeros cuatro años de secundaria en Progreso, localidad del departamento de Canelones. A los 15 años “entré” a Montevideo. En la búsqueda de
un cambio que erradique las desigualdades sociales y particularmente las situaciones de penuria,
he militado en la izquierda desde la adolescencia. Mis primeras acciones militantes fueron en 1975,
junto a un grupo de estudiantes del turno nocturno (todos también trabajábamos)
A la vez, desde que comencé los estudios universitarios me interesó la cuestión cooperativa y, dada
mi propensión a la acción, en cuanto pude me involucré en procesos asociativos de mayor o menor
intensidad, en algunos casos como asociado (llegando a ser directivo) y en otros prestando servicios
jurídicos y notariales. Vi en las cooperativas un instrumento de cambio. Sigo convencido de ello. No
obstante, tengo que reconocer que algunas veces mi convicción flaqueó. Y puedo agregar, a esta
altura, que depende mucho de las circunstancias concretas que rodeen su desarrollo y de las acciones que las personas llevemos adelante, el hecho de que las cooperativas realmente coadyuven a
cambios sociales o más bien sean funcionales al estado de cosas imperante.
He tenido la suerte de estar en diferentes lugares del ámbito cooperativo: en el proceso de construcción de una cooperativa de vivienda (mi padre fue el socio y yo integré el núcleo familiar); como
socio activo de una cooperativa de ahorro y crédito; fui dirigente de esa misma cooperativa; presidí
durante varios años la única empresa aseguradora cooperativa (de segundo grado); participé en la
*El autor es uruguayo. Abogado-Escribano, con postgrado en dirección de empresas. Asesor de cooperativas. Coautor de obras de Derecho Cooperativo. Fue durante muchos años dirigente de cooperativas. Integró el organismo estatal asesor en la materia. Participó activamente en la formulación
y aprobación del nuevo marco jurídico cooperativo de su país.
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dirección de la confederación nacional de cooperativas; coordiné en la misma la comisión jurídica;
acompañé el proceso de integración regional (Mercosur) en el campo cooperativo; he participado
en muchos eventos cooperativos nacionales y varios internacionales; integré el organismo asesor
sobre la materia del primer gobierno nacional de izquierda en el país; participé activamente en la
formulación del nuevo marco jurídico e institucional de estas entidades y en el proceso que llevó a su
aprobación; acompaño desde su inicio el proceso de una empresa recuperada por los trabajadores;
soy asesor jurídico de cooperativas agrarias; también brindo servicios jurídicos y notariales de manera permanente a otras clases de cooperativas, incluyendo un complejo de viviendas que cuenta con
525 familias cooperativistas; integro las comisiones técnicas jurídicas especializadas en la materia
de las asociaciones profesionales (escribanos, abogados); soy coautor de algunas obras de Derecho
Cooperativo.
A partir del contacto realizado por la Fundación Friedrich Ebert en Caribe (FES Caribe) con su similar
en Uruguay (FESUR) fui invitado a participar en junio y setiembre del año 2011 en algunos eventos y
reuniones en La Habana, a saber: Conferencia Anual del Centro de Estudios de la Economía Cubana
(CEEC), Conferencia Internacional de Economía y Gerencia (en el marco de la Escuela de Verano
de la Universidad de La Habana y Universidad de Humboldt), reuniones en el Plan Maestro de la
Oficina del Historiador de La Habana, Centro de Estudios de la Economía Cubana, Centro Memorial
Dr. Martín Luther King Jr. y Centro de Desarrollo Local y Comunitario del Ministerio de Ciencia y
Tecnología. En esas ocasiones brindé información y di opinión sobre el desarrollo de las cooperativas
en los países del Mercosur y en Uruguay en particular. Asimismo, recibí mucha información sobre la
etapa actual de la sociedad cubana. De algún modo, estos Apuntes pretenden ser una continuidad
de aquellas instancias.
Mi participación y mis actividades en la práctica del cooperativismo nunca estuvieron alentadas por
la idea o posibilidad de que, en algún momento, se podrían plasmar en reflexiones de esta índole.
Más lejos aún de todo cálculo, estaba el hecho de que pudiesen estar dirigidas a Cuba. Lo que sí
en algún momento comencé a alentar, fue la esperanza de escribir en la materia de Derecho Cooperativo, sobre todo a partir de la experiencia y los estudios que empezaba a acumular. De todos
modos, recién en los últimos años he podido concretar ese anhelo y con las dificultades de ser una
tarea adicional a las que habitualmente se deben seguir cumpliendo. En todo caso, tanto en el ám-
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bito nacional como en el del Mercosur, en general la tarea la he realizado en equipos integrados por
compañeros que tienen la misma vocación. En fin, hoy día, ante la circunstancia de redactar estas
líneas, haré el mayor esfuerzo para que estas breves reflexiones sobre la teoría y práctica cooperativa
(en mi caso muchas veces estuvo primero la práctica y luego la teoría) puedan resultar de alguna
utilidad para un posible desarrollo del cooperativismo en Cuba más allá del existente en el sector
agropecuario.
En los últimos tiempos me he informado todo lo que he podido sobre la situación cubana, a través
de artículos, materiales, presentaciones y comentarios, tanto a la distancia como directamente en
las ocasiones en que estuve el año pasado en Cuba. De ninguna manera esto me habilita a realizar
un análisis integral de la situación de dicho país ni del actual desarrollo de las cooperativas en el
agro. En cualquier caso, los trabajos antedichos serán para mí una importante referencia.
En ese marco, pienso que estos Apuntes quizás puedan ser útiles tanto para reafirmar posibles
caminos estratégicos que se tengan en mente transitar como para poner énfasis en algunos instrumentos concretos. No es mi intención realizar un análisis científico, ni arribar a verdades absolutas
y categorizaciones encasillables en tal o cual teoría, sino simplemente trasmitir algunas ideas y
ejemplos a partir de mi experiencia en el mundo cooperativo, procurando hacerlo del modo más
ordenado y sistemático posible.
El trabajo lo realizaré en una serie de cuatro artículos, de acuerdo al siguiente plan:
A. En el primero, que desarrollo en esta entrega, haré una introducción a la temática, planteando algunas interrogantes generales y consideraciones primarias, a partir de asumir que
deben ser tenidas en cuenta las particularidades de la sociedad y del sistema socio-económico
cubano, sin dejar de reconocer que las mismas merecen un estudio más profundo. Más allá de
ello y advirtiendo que puede ser este el artículo de contenido más abstracto, adelanto en él mi
convicción de que las cooperativas presentan una serie de características que las hacen
una herramienta válida en la actual hora cubana.
B. En el segundo procuraré profundizar sobre las características del cooperativismo, centrándome en los denominados principios cooperativos del acto cooperativo.
C. En el tercer artículo los comentarios versarán sobre algunos aspectos que considero claves
para el mejor desempeño y la gestión de las cooperativas.
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D. Y en el cuarto, partiendo de una referencia breve a las políticas públicas en la materia, intentaré
hacer un aporte con relación a una posible ley general de cooperativas.
II. Algunas interrogantes
Es sabido que las cooperativas de la era moderna nacieron en la época de la primera revolución industrial y constituyeron una reacción al sistema socio-económico imperante, que hacía la transición
del denominado capitalismo mercantil al capitalismo industrial. Si bien hubo experiencias anteriores
a 1844, se ha tomado a la Sociedad de los Probos Pioneros de Rochdale (Inglaterra), conformada
en ese año, como la primera cooperativa. Y esto obedeció, más que nada, a su éxito y a que dicho
emprendimiento tuvo la virtud de reunir y explicitar un conjunto de reglas, devenidas luego en los
principios cooperativos, que permitieron comenzar a sistematizar la forma cooperativa de producción y distribución de bienes y servicios, y así diferenciarla con claridad de otras formas. Se podría
decir que, a partir de esa experiencia, la praxis que venía dándose tomó cuerpo y conformó su propia teoría.
Es preciso recordar que el emprendimiento de Rochdale se trató de una cooperativa de consumo,
surgida sobre todo por las necesidades de las personas en tanto consumidoras y dado, a la vez, las
casi nulas posibilidades de conseguir aumentos salariales en aquellos momentos. Se debe también
resaltar que las chances de que los trabajadores accedieran a la actividad productiva, por medio
de la adquisición de maquinaria, eran casi remotas; pese a ello, en la segunda mitad del siglo XIX
aparecieron las primeras asociaciones de productores o cooperativas de trabajo. De todos modos,
durante muchos años, por lo menos en Inglaterra (cuna de la revolución industrial), las cooperativas
de consumo tuvieron un predominio sobre estas últimas. Paralelamente, las nuevas entidades también se desarrollaron en otros países europeos, destacándose en Francia las cooperativas obreras de
producción y en Alemania las cooperativas de ahorro y crédito.
En suma, las iniciativas constituían respuestas populares prácticas a los problemas de inseguridad
que les generaba el capitalismo a las personas en sus vidas cotidianas, basadas en la solidaridad
como herramienta, y dentro de una estrategia de resistencia y esperanza de una sociedad más centrada en los seres humanos que en la lógica de acumulación de ganancias del capital. Es a partir
de ese conjunto de experiencias y con base en el Estatuto de Rochdale, que se fue conformando el
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cuerpo de ideas que, con el transcurso del tiempo, delinearon de manera más nítida al cooperativismo, comprendiendo a ambas modalidades (de consumo y de trabajo).
En aquella época nacía también el denominado materialismo histórico o más genéricamente marxismo. En efecto, son de la década de 1840 los primeros estudios y escritos de Marx y Engels que
comienzan a delinear lo que suele denominarse como la teoría marxista de la historia. Y ésta, básicamente, brinda elementos para una interpretación de la historia, vinculada sobre todo a los modos de
producción a través de los cuales las personas nos procuramos socialmente los productos necesarios
para nuestra vida.
Sin desconocer los riesgos propios de una apretada síntesis como la precedente, paso a decir que
ambas construcciones teóricas -el cooperativismo y el marxismo- se consolidaron y han tenido una
relevante aplicación práctica. Al amparo del primero se han creado empresas cooperativas en todo
el mundo, y al abrigo del segundo se han realizado trascendentes revoluciones e instaurados nuevos regímenes sociales en varias partes del mundo. Se aprecia, pues, que tanto uno como otro han
estado vinculados, en los últimos 170 años, a los pretendidos cambios en la manera en que los seres
humanos nos organizamos para producir y distribuir los productos, bienes y servicios para dar satisfacción a nuestras necesidades.
Por otro lado, nadie puede negar que el pueblo cubano transita por una experiencia casi sin igual
en la historia de la humanidad. En 1959 logra “romper las cadenas” y comienza efectivamente
una revolución social tendiente a suprimir la explotación del hombre por el hombre e instaurar un
modelo de convivencia social donde todas las personas puedan alcanzar una vida digna, material y
espiritualmente, donde no predominen las desigualdades sociales sino que, por el contrario, predominen la igualdad y la justicia social.
Por supuesto que en los 53 años que lleva ese proceso muchas han sido y son las circunstancias
adversas que ha debido enfrentar y enfrenta el pueblo cubano, pero igualmente mantiene su lucha
en pos del objetivo mencionado. En ese largo camino muchos han sido también los ensayos y las
pruebas que ha tenido que poner en práctica y experimentar.
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Ahora bien, si se parte del hecho de que el basamento ideológico principal de la Revolución Cubana
es el marxismo1 y éste, como se sabe, sustenta que la historia de la humanidad está determinada,
en última instancia, por la estructura económica y por el modo de producción que caracteriza a la
misma, es pertinente formularse interrogantes tales como: ¿Es posible y beneficioso un mayor
desarrollo de las cooperativas dentro del socialismo cubano? ¿Constituyen las cooperativas verdaderas alternativas de cambio en la dirección de sociedades más igualitarias, o
simplemente atenúan las desigualdades en las formaciones sociales donde se desarrollan?
III. Las líneas programáticas cubanas acerca de las cooperativas
Indudablemente, las interrogantes precitadas vienen a cuento por la especial situación que hoy día
se vive en Cuba, y por la circunstancia de que, en procura de encontrar soluciones a una serie de
problemas sociales y económicos, se ha resuelto impulsar el desarrollo de las cooperativas más allá
de las existentes en el sector agropecuario.
En efecto, en los Lineamientos programáticos aprobados el 18 de abril de 2011, en el 6° Congreso
del Partido Comunista de Cuba 2, se incluye una clara referencia a las cooperativas como una de las
formas de gestión no estatal por donde pueden pasar los cambios necesarios.
Así, de dichos Lineamientos se desprenden, entre otras, las siguientes referencias a las formas no
estatales de gestión y a las cooperativas (los resaltados van de mi parte):
-- el “modelo reconocerá y promoverá … las cooperativas …” (numeral 2);
-- “Se crearán las cooperativas de primer grado como una forma socialista de propiedad colectiva, en diferentes sectores, las que constituyen una organización económica con personalidad
jurídica y patrimonio propio, integradas por personas que se asocian aportando bienes o trabajo,
con la finalidad de producir y prestar servicios útiles a la sociedad y asumen todos sus gastos con
sus ingresos” (numeral 25);
-- “Se crearán cooperativas de segundo grado, cuyos socios son cooperativas de primer grado,
las que tendrán personalidad jurídica y patrimonio propio y se forman con el objetivo de organizar actividades complementarias afines o que agreguen valor a los productos y servicios de sus
1 Cuestión que emerge de los conceptos introductorios de la Constitución de la República de Cuba: http://www.cuba.cu/gobierno/cuba.htm
2 Cubadebate: http://www.cubadebate.cu/noticias/2011/05/09/descargue-en-cubadebate-los-lineamientos-de-la-politica-economica-y-social-pdf/
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socios (de producción, servicios y comercialización), o realizar compras y ventas conjuntas con
vistas a lograr mayor eficiencia.” (numeral 29);
“Estudiar la aplicación de estímulos fiscales que promuevan el desarrollo ordenado de las formas de gestión no estatal.” (numeral 59);
“Ampliar el trabajo en el sector no estatal, como una alternativa más de empleo, en dependencia de las nuevas formas organizativas de la producción y los servicios que se establezcan.”
(numeral 168);
“Lograr la autonomía de gestión de las distintas formas de cooperativas e introducir de
forma gradual las cooperativas de servicios en la actividad agroindustrial a escala local.”
(numeral 180);
“incluyendo la adopción de formas no estatales de gestión para dar solución a los problemas
habitacionales de la población” (numeral 292);
“Reestructurar el comercio mayorista y minorista, en función de las condiciones en que operará
la economía con la diversificación de formas de gestión de la propiedad social y los participantes en los procesos productivos y de prestación de servicios.” (numeral 304)
Por otra parte, como lo señalan Cruz Reyes y Piñeiro Harnecker (2011, p. 51), el cooperativismo
requiere de personas dispuestas a poner en práctica los principios cooperativos, a ejercer las responsabilidades y derechos de manera colectiva tras un objetivo común y a participar activamente
en la toma de decisiones; y todo ello implica “pensamiento crítico, tolerancia de ideas diferentes,
construcción de consensos, etc.” Comparto dichas apreciaciones. No cabe duda que, más allá de
lo que surge de los lineamientos estratégicos, está en manos del pueblo cubano ponerle “carne” a
los mismos.
Pues bien, volviendo a las interrogantes planteadas en el apartado anterior, debo señalar que sería
muy osado de mi parte pretender dar respuesta a las mismas, a lo sumo creo poder esbozar algunas
reflexiones preliminares.
IV. Las relaciones sociales de producción en las cooperativas
Según explica Harnecker (1983, p. 52) las relaciones de producción, componente esencial del modo
de producción, están compuestas por las relaciones técnicas y las relaciones sociales de producción,
siendo estas últimas “las que se establecen entre los propietarios de los medios de producción y los
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productores en un proceso de producción determinado, relación que depende del tipo de relación
de propiedad, posesión, disposición o usufructo que ellos establezcan con los medios de producción” (p. 43) La referencia que sigue es básicamente a las últimas, en tanto, como lo señala dicha
autora, es la función social “la que tiene un carácter dominante” (p. 39)
A mi juicio, se debe tener en cuenta y valorar positivamente que las relaciones sociales que se dan en
lo interno de una cooperativa -que en el segundo artículo intentaré describir con cierto detalle- no
son de tipo capitalistas, sino que presentan determinados caracteres que las diferencian de éstas,
y por eso creo que lo más adecuado es llamarlas simplemente relaciones sociales cooperativas3
. A su vez, si la mirada es al conjunto de algunas formaciones sociales, es muy claro que dichas
relaciones cooperativas se acercan más a las relaciones sociales de producción socialistas que a las
capitalistas (llamémosle también a éstas asalariadas). Si también tenemos en cuenta que, en un
momento histórico dado, en una formación social conviven diversos modos de producción (los que
implícitamente contienen diferentes relaciones de producción), siendo uno el predominante, se podría decir que, si se aspira a construir una sociedad socialista, es preferible el desarrollo de un modo
o forma de producción que se acerque a las relaciones de producción que caracterizan a dicha clase
de sociedad antes que otro que no posea esa cualidad.
Para sostener lo antedicho parto de mi experiencia directa tanto en relaciones asalariadas como en
relaciones cooperativas, y del entendido de que en el socialismo se da la propiedad social de los
medios de producción (es decir, de todo el pueblo) y la no predominancia de un grupo social sobre
otro. Veamos seguidamente la cuestión en dos situaciones concretas.
El primer caso se trata de una cooperativa de trabajo. Por regla en una relación de trabajo
asalariado se da la subordinación del empleado al patrono (económica, social, jurídica-laboral); el
trabajador o empleado se “desentiende” del riesgo empresarial aplicando su fuerza de trabajo para
3 Si bien esto ocurre tanto entre los socios de las cooperativas de trabajadores como entre los socios de las cooperativas de consumidores suele verse
con más nitidez en las primeras. La clasificación en cooperativas de trabajadores y cooperativas de consumidores se realiza a partir de la situación (o
posición) de las personas (socias/asociadas) con relación a la cooperativa: en las primeras las personas desarrollan directamente un trabajo y, por ende,
dichas cooperativas se ubican en la economía en la fase de la producción (hablando de producción en sentido amplio de bienes y servicios); y en las
segundas las personas se proveen o adquieren determinados productos, bienes o servicios en sus cooperativas y, por lo tanto, éstas desarrollan su
actividad en la fase de distribución; también puede haber cooperativas de trabajadores y consumidores a la vez, esto es, en las que haya de las dos
clases de socios.
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que otro u otros -en general los propietarios de los medios de producción- sean los dueños de su
producción y de la empresa y así gobiernen su suerte; los trabajadores no participan en la gestión ni
en la toma de decisiones. En cambio, en las cooperativas de trabajo (de producción o trabajo
asociado) las personas son responsables de su propia suerte porque asumen directamente
la gestión y participan en el proceso de toma de decisiones. Asimismo, la propiedad de los
medios de producción (aunque quizás más estrictamente haya que hablar de los medios
de trabajo) es de carácter colectivo, es decir, se da la propiedad del conjunto de los trabajadores por medio de la entidad que ellos conforman: la cooperativa. Siendo así, es fácil
de comprender que las posiciones que las personas tienen en una y otra clase de relaciones (las
asalariadas y las cooperativas) son claramente diferentes y, por ende, también son diferentes los
comportamientos humanos y las subjetividades que se van forjando en uno y otro caso, así como
las culturas que se van desarrollando. Es a partir de tales diferencias que se puede afirmar que las
relaciones sociales cooperativas se alejan de las relaciones asalariadas (o relaciones de producción capitalistas) y se acercan a las relaciones socialistas de producción.
Veamos el segundo caso. En las cooperativas de vivienda por ayuda mutua (y de propiedad
colectiva) las personas para alcanzar su “casa propia” participan activa y conjuntamente en todo lo
relativo a su proyecto, a su construcción y a la gestión, incluyendo, en el último caso, la del propio
complejo habitacional del cual la vivienda forma parte. Este proceso, que a mi juicio tiene un punto
vivencial alto en el período de la construcción, prepara a las personas para una vida de mayor cooperación (socialización) que en el clásico sistema de la propiedad privada de la vivienda, lo que luego
se refleja tanto en su vida familiar y vecinal como en otros ámbitos sociales.
Por fin, puede ser oportuno señalar que, en tanto las reglas vertebradoras del sistema cooperativo
son universales, no podría haber cooperativas más socialistas o cooperativas más capitalistas. No
obstante, no puede desconocerse que en la práctica la aplicación de esas reglas no siempre se hace
de manera estricta y, ciertamente, algunas cooperativas son más permeables que otras a la influencia del entorno (no cooperativo), como veremos más adelante. Es por ello que para generar
entidades potentes, con un funcionamiento auténticamente cooperativo y evitar que sean
simples “fachadas” o meras formas organizativas, serán muy importantes los aspectos
relativos a la educación y capacitación para la gestión cooperativa, como así también los
tipos de instrumentos que se adopten a fin de su fomento.
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V. ¿Cooperativismo versus socialismo?
Yendo directamente al centro del asunto se puede afirmar que la inquietud está radicada en definir
si cooperativismo y socialismo se contraponen o se complementan. La interrogante también podría
plantearse del siguiente modo: ¿el cooperativismo generalizado en la sociedad no es al fin el
socialismo? Más allá de dejar abierta la cuestión, podría ser del caso traer a colación las siguientes
expresiones de Lenin: “cuando los medios de producción pertenecen a la sociedad, cuando es un
hecho el triunfo de clase del proletariado sobre la burguesía, el régimen de los cooperativistas cultos
es el socialismo”, o, para el caso en que toda la producción estuviese organizada en cooperativas,
“ya estaríamos con ambos pies en el suelo socialista” (citado por Miranda Lorenzo, 2011, p. 72)
Ahora bien, quizás sea vea como un retroceso que dentro del socialismo se estimule el cooperativismo, o sea, que dentro de la organización actual de la sociedad cubana se impulse la realización
de algunas actividades por medio de cooperativas. Sin duda que este asunto se debe analizar con
el mayor rigor y, para ello, es pertinente contraponer, aunque más no sea teóricamente, al actual
estatismo cubano la posible existencia de cooperativas en sectores diversos. Son sin duda los propios
cubanos quienes están más autorizados para esto; personalmente, solo me animo a hacer algunos
comentarios desde la perspectiva del sector cooperativo. También corresponde señalar que, según
me he informado, el desarrollo cooperativo en el agro presenta aspectos interesantes, los que necesariamente deberán ser incorporados a ese análisis.
En lo atinente a la participación, la solidaridad y el compromiso de la gente, puedo afirmar
que están más claramente presentes y se hacen más patentes y tangibles en las cooperativas chicas que en las de gran porte. Puedo agregar que es menor el riesgo de burocratismo en
las más chicas que en las más grandes. Por cierto que si bien no solo esos elementos determinan la
productividad, la capacidad de innovación y el mejor funcionamiento de las empresas, no hay duda
de que inciden mucho en ello.
Asimismo, puedo afirmar que la educación, el conocimiento y la buena información son elementos imprescindibles, junto con el compromiso y la participación de la gente, para el
funcionamiento democrático de toda cooperativa. Y en cooperativas grandes, con miles de
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socios4 , resulta más difícil alcanzar esa situación ideal por las complejidades que apareja el propio
tamaño, y porque el esfuerzo y los recursos que deben destinarse para ello tienen que ser mayores.
En dichos casos, y por lo menos en sociedades donde las cooperativas conviven (más bien compiten)
con otras entidades no cooperativas (capitalistas), ese funcionamiento democrático y participativo
puede entrar en colisión con la necesaria rapidez en la toma de decisiones (cosa que suele calificarse como de falta de eficiencia). En tales situaciones, en primer lugar el esfuerzo debe apuntar
a lograr buenos niveles de identidad, sentido de pertenencia y fidelidad por parte de los
socios, dado que estos son aspectos muy importantes para contrarrestar esa “mayor” eficiencia de
las empresas no cooperativas, máxime cuando la misma solo se mide a partir de las soluciones más
rápidas sin importar ningún otro costo o perjuicio para el conjunto de la sociedad. Asimismo, será
muy importante la inserción de cada cooperativa más allá de los límites de su masa social, es
decir, en la propia comunidad donde actúe; por ello, las políticas y las acciones de comunicación y de educación serán esenciales. Por citar solamente un ejemplo: en una situación de crisis
financiera y bancaria generalizada, se aprecia claramente como incide (positiva o negativamente)
en la suerte de una cooperativa de ahorro y crédito, el grado de conocimiento, comprensión,
convicción y compromiso de la gente (socios y no socios) que se haya logrado con antelación a la
misma. También puedo agregar, por lo que conozco, que tanto en Uruguay como en otros países
los esfuerzos para mantener o recuperar la adhesión y fidelidad de la gente, en los últimos años, son
mayores en las cooperativas de consumo propiamente dichas que en otras clases (de trabajo, de
vivienda, de seguros, agrarias, etc.)
De los comentarios hasta ahora realizados en este apartado no debe inferirse la inviabilidad de las
cooperativas grandes, solo van dichos con la intención de resaltar que en ellas debe prestarse una
atención mayor y permanente a los aspectos referidos, si se pretende tener mayores posibilidades
de supervivencia sin apartarse de los principios cooperativos. Es más, en ocasiones es absolutamente
necesario que las empresas cooperativas tengan cierto porte, ya que en algunas actividades económicas la gran escala es fundamental.
Por otro lado, no está demás decir que el funcionamiento democrático y socialmente adecuado de las cooperativas (acorde con los principios y valores en que sustentan su accionar) no
está en contradicción con una adecuada gestión y administración desde el punto de vista
4 Utilizo, indistintamente, las palabras socios/as o asociados/as para referir a las personas integrantes de las cooperativas.
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económico y financiero, y, por ende, con la obtención de los resultados necesarios. Y es muy relevante, en ese sentido, que no se establezcan restricciones que pongan a las cooperativas
en desventaja con otras clases de empresas y, a su vez, que las mismas puedan manejarse
con autonomía.
Digo lo que antecede de otro modo: no hay duda que las cooperativas deben cumplir con el objeto
social para el cual hayan sido creadas, pero a la vez deben ser viables y autosustentables. Si bien
el punto puede ser explicado de varias formas, me parece muy acertada la expresión rentabilidad
necesaria que se utiliza en el ámbito del Banco CREDICOOP de Argentina, una empresa fundada
en 1979 que clasifica como cooperativa de consumidores (los asociados usan o consumen en ella
determinados servicios, financieros en este caso) y es, por cierto, de un gran tamaño. Al respecto
dice su ex Gerente General y actual Diputado Nacional, Carlos Heller (2011, p. 207): “La rentabilidad necesaria es aquella que la entidad cooperativa necesita para poder cumplir con sus planes, su
proceso de innovación tecnológica para no quedar descolocada frente a la competencia, la capacitación de sus asociados y empleados”
La autogestión5 es otro de los elementos que me parece necesario destacar. Sin desmedro del
mayor alcance del concepto de autogestión, se sabe que es un componente esencial de las cooperativas genuinas. También debiera ser algo inseparable de la propiedad social y un objetivo a
buscar por todos en tanto pretendamos sociedades participativas y solidarias. La autogestión exige
un aprendizaje que solo lo proporciona su práctica real y efectiva, y es plena cuando existe real autonomía en la toma de decisiones y, a la vez, asunción de las responsabilidades consecuentes como
contracara de esa autonomía.
Por otra parte, es la autogestión la que pone al individuo en una verdadera posición de no
alienación, es decir, lo acerca a lograr un estado de realización personal a partir de ser “dueño de
sí mismo” y, por cierto, también le insufla mayor responsabilidad. Realmente, es muy diferente ser
efectivamente parte integrante y tomador de decisiones en una empresa que, en el mejor de los casos, ser simplemente consultado cada tanto. Incluso, otro aspecto a destacar es que la autogestión
tiene la virtud de que los lugares que se pueden ocupar en la empresa son muy variados, siendo
uno de ellos, por lo menos por un determinado periodo, un puesto de dirección o representación.
5 Sistema de organización de una empresa según el cual los trabajadores participan en todas las decisiones (Diccionario de la RAE, 22ª edición)
12
O sea, por más horizontalidad que haya considero que es, hoy por hoy, imposible pensar a las cooperativas sin cargos o puestos directivos -por más que sean rotativos- y la posibilidad de asumir esa
experiencia es fundamental. Las cosas se ven con una óptica más realista cuando se está en uno
de esos puestos (o se ha pasado por ellos): (i) se siente más responsabilidad, (ii) es desde donde
mayormente se hace el esfuerzo por conciliar las posturas de todos, (iii) en ellos necesariamente se
aprende y asume que la administración de los recursos implica tomar decisiones que a veces no satisfacen a todos, y (iv) se aprende a valorar las tensiones que en muchas ocasiones se deben soportar
en estos puestos, entre otras cosas. Y esto, que lo digo por conocimiento propio, no implica que las
personas abandonen sus convicciones y cambien sus objetivos cuando son designadas para puestos
de dirección, pero, indudablemente, deben saber conciliar sus posiciones con el menú de decisiones
posibles, que en general es acotado, y, a la vez, mantener la comunicación con la gente procurando
hacer ver ese estado de cosas.
Redondeando esta parte y vinculado con la autogestión referida, haré una breve mención al caso de
la Cooperativa de Trabajadores del Molino Santa Rosa (de Uruguay). Esta nació del esfuerzo
de un grupo de trabajadores que, ante la quiebra de la sociedad anónima propietaria del Molino,
decidió mantener y recuperar la empresa, sobre todo por la necesidad de conservar el trabajo y así
la fuente de ingresos. Mi participación e involucramiento personal en ese proceso, iniciado en 1999,
me permite afirmar que todos hemos crecido y nos hemos enriquecido humanamente, quizás sin
darnos cuenta. Mi acompañamiento ha sido en la función de abogado y escribano, pero he tenido
una inserción muy grande, especialmente en los primeros años durante los cuales fueron muy intensas las acciones y gestiones (y no solo jurídicas) en la lucha por mantener los medios de producción
(especialmente el Molino) A partir de ello, me animo a afirmar que el hecho de asumir directamente
los trabajadores la dirección de la producción ha tenido en sus vidas un impacto enorme. Creo percibir claramente y poder decir que ese cambio tiene como gran causa la diferencia que hay entre
concurrir a trabajar diariamente al Molino con la sola motivación de cumplir una tarea determinada,
sin más, y concurrir a realizar cierta tarea pero contando con toda la información de por qué y para
qué la misma se realiza, y sabiéndose además integrante de la asamblea que adoptó las decisiones
relativas a esos por qué y para qué. Y ese cambio es inseparable del accionar de las personas en
otros ámbitos más allá de la cooperativa, o sea, a nivel familiar, vecinal y social en general. Esto que
digo se ve robustecido con muchos hechos, pero es del caso señalar la influencia de acontecimientos
como la presencia en la propia cooperativa del Presidente de la República, José Mujica, en diciembre
de 2011, en ocasión de la “Fiesta del Pan y del Vino”, diciendo que los trabajadores del Molino
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“han llegado a lo máximo, han llegado a la liberación, porque son los dueños de su producción”.
Por supuesto que sería ingenuo ignorar que se trata, el antedicho, de un emprendimiento que va
a contracorriente de su entorno, donde las reglas generales de juego, el ideario, las normas y la
cultura no obran como facilitadores. Con relación a esto escribo algunos apuntes en el siguiente
apartado, no sin antes dejar dicho que tampoco pueden ignorarse las posibles políticas y acciones,
de diversa clase, que los gobiernos pueden adoptar en procura de apoyar la continuidad de emprendimientos como el referenciado.
En mi opinión, tanto por lo visto en este como en el anterior apartado, el cooperativismo
es compatible con el socialismo. Y, en el caso de Cuba, un mayor desarrollo del mismo
podría pasar por la asunción por parte de empresas cooperativas de actividades que hoy
día realizan entidades estatales, lo que muy probablemente repercutirá favorablemente
en cuanto a la participación y al compromiso de la gente. Ciertamente que para lograr el
buen funcionamiento económico-financiero de aquellas y los resultados más adecuados,
serán muy importantes, entre otras cosas, la educación en cooperativismo, la capacitación
en gestión y administración, la información de la que puedan disponer los cooperativistas,
la real inserción en la comunidad de las nuevas empresas y las buenas prácticas de autogestión.
El dictado de una ley en la materia será sin duda otro elemento importante para que las cooperativas puedan abrirse camino. Y, del mismo modo, será trascendente el contexto general en que se
desenvuelvan, y particularmente el económico. En tal sentido, nada descubro al decir que su desarrollo estará muy vinculado a las estrategias y políticas económicas generales, y especialmente a las
variables macroeconómicas y a los instrumentos microeconómicos.
VI. La influencia del entorno en las cooperativas
Como ya se dijo, las cooperativas nacen como contestatarias al sistema capitalista que encumbra la
mercantilización de la fuerza de trabajo, oponiendo a él, como alternativa, el sistema asociativo
basado en los valores de ayuda mutua, responsabilidad, democracia, igualdad, equidad y
solidaridad, y en los llamados principios cooperativos, o sea, los lineamientos (o reglas)
por medio de los cuales las cooperativas ponen en práctica dichos valores. Pero, más allá de
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esto, no es menos cierto que se verifica, históricamente, que las cooperativas no articulan mayormente entre sí, en la búsqueda de la consecución del poder político a fin de impulsar un cambio ya
no de parcelas de la sociedad sino de la sociedad toda. Una mirada de largo alcance a la experiencia
de Uruguay y del Cono Sur -aunque me animo a decir que es más generalizable- indica que la lucha
de las empresas cooperativas termina siendo más que nada por la supervivencia y la defensa del
espacio inmediato conquistado, en un medio competitivo que en general le es hostil. Por supuesto
que no se deben desconocer los planteamientos programáticos de los movimientos cooperativos y sus luchas por conquistarlos, pero, generalmente, estos programas políticos no son
comprensivos de la sociedad en su conjunto sino que refieren al sector cooperativo, y muchas veces
tienen un carácter defensivo, por cuanto procuran frenar los embates de los sectores de la sociedad
a los que no les interesa que en la misma cobren vigor e impulso los emprendimientos solidarios.
Así las cosas, el sector cooperativo, objetivamente considerado, está siempre propenso al “contagio”
de los elementos del modo de producción predominante en la sociedad, no solo en lo que refiere a
los aspectos estructurales económicos sino también, y sobre todo, en lo relativo a las dimensiones
ideológicas, culturales y jurídicas. En un medio predominantemente capitalista es muy difícil que, a
cierta altura, un empresario cooperativo no tienda a asimilarse a un empresario capitalista, clase a
la cual corresponden las pautas culturales dominantes. La arraigada cultura de la subordinación
pone en jaque, permanentemente, la actitud de los cooperativistas de trabajo que procuran evitar
el “natural” desdoblamiento producto de la división entre patrones (empresarios) y trabajadores
.
También la influencia se vincula con que las entidades cooperativas, que tienen un fin de servicio, deben necesariamente actuar en un ambiente cuyas reglas de juego se corresponden a un
sistema cuyo fin principal es el lucro. Así pues, no es lo mismo para los cooperativistas y sus cooperativas operar en un entorno en el que predominen efectivamente valores humanistas, que en un
ambiente en el que la cultura dominante refiera a los valores del individualismo competitivo (o sea,
donde “el pez grande se come al chico”)
Se podría profundizar más en este punto, pero lo ya dicho me parece suficiente para dejar claro que
las cooperativas por sí solas no cambian el contexto social, económico y político, por lo que tarde o
temprano dicho contexto les termina influyendo. Por ello el accionar consciente y responsable
de los cooperativistas, de sus líderes y demás personas interesadas en el éxito de las coo15
perativas es fundamental para contrarrestar lo que puede ser una influencia negativa del
sistema reinante. Ese accionar entiendo que pasa mayormente por operar en redes entre
sí y con otros emprendimientos o instituciones que persigan intereses sociales similares,
procurando la más amplia complementación y las mayores sinergias, con integración vertical y horizontal, y asumiendo siempre la tarea de capacitación y educación como algo
permanente.
Por su parte la sociedad cubana cuenta, entre otras cosas, con un sedimento solidario que puede
ser un elemento muy importante para un mayor desarrollo del cooperativismo. Más precisamente:
se puede decir que el componente ideológico en Cuba es favorable para la expansión de
las empresas cooperativas más allá del sector agropecuario, como así también que constituirán importantes desafíos, tanto que en la estructura jurídica-política se de cabida adecuadamente a esta forma empresarial, como que ésta conviva y se complemente con las
otras formas empresariales. Dicho de otro modo: los usos y costumbres cubanos de cooperación
y solidaridad constituyen un entrenamiento muy favorable para las prácticas cooperativas; si a esto
se le suma que aquellos están incorporados en el imaginario colectivo, todo ello podría ser motivo
suficiente para presumir que la dimensión ideológica podría jugar un rol protagónico, o hacer las
veces de estructura regional dominante (Harnecker, 1983, pp. 140/141), para lograr un autentico
desarrollo del cooperativismo dentro del sistema socialista cubano.
VII. La cooperativa: una empresa de propiedad colectiva que puede insertarse en una articulación general
Sin entrar, en este artículo, en la descripción más detallada de lo que constituye una cooperativa y su
doble componente asociativo-empresarial, partamos de la aceptación general de que la misma supone una forma de propiedad colectiva, esto es, que el uso de los medios e instrumentos de trabajo
pertenece al grupo de asociados. Aspecto este, que, entiendo, resulta facilitador para la existencia
de cooperativas dentro del socialismo.
Marx y Engels cuestionaron primariamente a las cooperativas (críticas que pueden ubicarse dentro de las
generales al “socialismo y comunismo critico-utópicos”; 1955, pp. 47 a 49), pero, a cierta altura de su desarrollo, valoraron sus méritos en tanto ejemplos de asociaciones de productores libres e iguales que hacían
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posible la coexistencia de los intereses sociales e individuales (especialmente estimaron el potencial de las
cooperativas de producción)
Por su parte, Lenin “asumía la teoría marxista sobre el cooperativismo tanto en la producción como
en el consumo como uno de los métodos de avance al socialismo”, y “defendía la existencia de
cooperativas en uno y otro ámbito y la necesidad de que ellas formaran parte de una economía
planificada” (Gil de San Vicente, 2011, pp. 103/104)
Partiendo, pues, del hecho de que las cooperativas implican una forma de propiedad colectiva,
tenemos también que en ellas no se da una disociación entre quienes son propietarios de
los medios de producción y quienes no lo son, y por ende no hay dos grupos de personas
enfrentados. En las cooperativas hay una identidad entre las personas a quienes corresponde la
propiedad de los medios e instrumentos de producción y las personas que toman las decisiones y
utilizan esos medios para la satisfacción de una determinada necesidad. Dicho de otra manera, los
propietarios de los medios de producción y quienes los utilizan para producir son las mismas personas.
Sin perjuicio de lo antedicho, también podríamos decir que en el cooperativismo estamos ante una
situación de propiedad dividida o fragmentada en tantas partes como empresas cooperativas haya,
y esos fragmentos o secciones de propiedad podrán ser miles. Entonces, en aras al interés de
toda la sociedad resulta lógico pensar que las acciones de esas diversas secciones sean vertebradas de alguna forma, y es ahí que aparece la necesidad de una coordinación, sea para
definir los planes estratégicos generales o matrices detrás de los cuales se deberán alinear
todas esas empresas, sea para complementar sus acciones, sea para articular de manera
permanente en pos de ese interés general. Esa articulación será necesaria para que no se produzca una lucha descarnada de pequeños grupos, cada uno “cinchando” hacia su lado. Si bien por
un cierto tiempo cada una de esas empresas o grupos podrá aparecer como una pieza suelta cuyo
objetivo será, probablemente, prevalecer sobre las demás, poco a poco deberán ir encastrando para
conformar así el interés de la sociedad en su conjunto a manera de gran puzle. Demás está decir
que será una tarea compleja, pero necesaria. Y también puede aventurarse que si esos planes
generales se realizan sin la efectiva participación de las cooperativas o coartan su gestión,
administración o autonomía, se perderá una oportunidad histórica para valorar si tales
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entidades, en actividades que no sean las agrarias, pueden constituir una de las soluciones
a la actual problemática cubana.
VIII. Algunas reflexiones de estudiosos de la economía solidaria y cooperativa
Como se trata el presente de reflexiones primarias sobre el cooperativismo, el capitalismo y el socialismo, y habiendo comenzado el artículo con algunas interrogantes, me parece oportuno terminarlo
recurriendo a parte del análisis realizado por dos autores/actores brasileños sobre la cuestión. Se
trata de Luis Inacio Gaiger y Paul Singer.
Creo que son interesantes sus reflexiones, más que nada porque emergen de estudios relativamente
recientes y se basan, sobre todo, en el actual desarrollo que han tenido en los últimos veinte
años, en Brasil, los emprendimientos de la denominada Economía Solidaria6 , dentro de los
cuales se encuentran cooperativas de trabajo y formas similares.
Las cooperativas de producción o trabajo se han desarrollado mucho en los últimos 20 años, por lo
menos en estas latitudes (Argentina, Brasil, Uruguay). Esto no hace más que reafirmar que, al igual
que en casi todo el mundo, la modalidad de cooperativas que mayor desarrollo tuvo, en los orígenes del cooperativismo, fue la de consumidores. Como dije en el segundo apartado y muy bien lo
explica Cracogna (2011, pp. 51/52), las experiencias cooperativas que predominaron en el siglo XIX
y buena parte del siglo XX fueron las de consumidores. Dice este autor que el desarrollo posterior a
Rochdale (1844) “resultó en una significativa afirmación del cooperativismo de consumo, asentado
no ya en la búsqueda de mejoramiento de la situación del proletariado industrial sino en el designio
de lograr el progreso de los consumidores en general; es decir, de toda la población puesto que la
condición de consumidor tiene carácter universal.” Reafirmando el punto, Cracogna nos recuerda
que los estudios teóricos estuvieron dedicados fundamentalmente a esa clase de cooperativas y que
resulta claramente demostrativa de dicha tendencia la prédica del Economista Charles Gide, dentro
de la cual se incluye la célebre conferencia intitulada “El reino del consumidor”, que pronunciara,
en Lausana, en 1938.
6 Este desarrollo ha estado acompañado, incluso, por una nueva institucionalidad en el Estado brasileño: la creación bajo el gobierno de Lula de la
Secretaría Nacional de la Economía Solidaria (SENAES)
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Por otro lado, resulta claro que las opiniones de los autores brasileños se hacen en un contexto muy particular, a partir del cual enfocan sus estudios en la significación e incidencia que pueden llegar a tener los
referidos emprendimientos de la economía solidaria en una formación social dada (en este caso la brasileña)
Gaiger (2007, pp. 79/109), apelando a Godelier, Sahnin y Giannoti, recoge la distinción marxista
entre modos materiales de producción y modos de producción, refiriendo a los segundos como “la
totalidad histórica dada por el conjunto de relaciones que vinculan los individuos y grupos al proceso de producción, en el sentido amplio de sus condiciones de existencia, abarcando igualmente
a la circulación y el intercambio de bienes materiales. Representa la forma estructurante de cada
sociedad, por la cual son provistas sus necesidades materiales, en una etapa determinada de su
desarrollo”, y luego de enumerar los elementos que componen el modo de producción capitalista,
concluye que “el capitalismo está fundado en una relación social entre individuos desigualmente
posicionados frente a los medios de producción y las condiciones de valorización de su capacidad
de trabajo.” Asimismo, expresa (siguiendo a Shanin) que “formas económicas desprovistas de una
estructura política-económica relativamente autosuficiente, capaz de reconstituir continuamente
las relaciones de expropiación y acumulación de excedentes propias de dichas formas, no remitirían
al modo de producción como unidad de análisis, so pena de remover de esa categoría sus insights
analíticos más importantes.”
En su análisis Gaiger enuncia tres retos que deben enfrentar los emprendimientos solidarios para
mantener sus rasgos distintivos, a saber: “a) asumir la base técnica heredada del capitalismo, aprovechando los beneficios para su forma social de producción propia o, aún, logrando desarrollar
paulatinamente fuerzas productivas especificas y apropiadas a la consolidación de esta última; b)
compararse con los emprendimientos capitalistas, dando prueba de la superioridad del trabajo asociado ante las relaciones asalariadas, en la medida que impulsan, en su interior, una dialéctica positiva entre relaciones de producción y fuerzas productivas; c) resistir a las presiones del ambiente
económico, mediante mecanismos de protección y de la externalización de su lógica cooperativa a
las relaciones de intercambio y de trueque.” Y finaliza diciendo en esta parte de su trabajo que “Si
ello ocurre, presenciaremos una experiencia económica genuina según la óptica del trabajo, fundadas en relaciones cuyas prácticas de solidaridad y reciprocidad no son meros dispositivos compensatorios, sino factores operantes en el seno de la producción de la vida material y social.”
Sin perjuicio del mayor análisis que Gaiger realiza acerca de la economía solidaria como una forma
social solidaria de producción, de la larga temporalidad de las transiciones y de una economía a
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partir del trabajo en perspectiva, me parece importante recoger, a estos efectos, su afirmación en
cuanto a que la defensa de una alternativa económica debe sostenerse en evidencias de que, en el
modelo alternativo propuesto, las relaciones de producción adquieren un carácter diferente a las
capitalistas y tienen posibilidad real de vigencia histórica, es decir, reflejan intereses subjetivos de los
trabajadores y responden a condiciones objetivas de viabilidad y perpetuación. Y luego agrega que
hoy día los emprendimientos solidarios se pueden entender como expresión de “una forma social
de producción especifica, contrapuesta a la forma típica del capitalismo, y con la cual, no
obstante, debe convivir para subsistir en formaciones históricas dominadas por el modo
de producción capitalista”
Singer (2007, p. 59/78), por su parte, luego de hacer un repaso del surgimiento del capitalismo,
consigna que “la economía solidaria surge como un modo de producción y distribución alternativo al capitalismo, creado y recreado periódicamente por los que se encuentran (o temen
quedarse) marginados por el mercado de trabajo. La economía solidaria une el principio de la unidad entre posesión y utilización de los medios de producción y distribución (propio de la producción
simple de mercancías) con el principio de la socialización de esos medios (propio del capitalismo)
El modo solidario de producción y distribución parece, a primera vista, un hibrido entre
el capitalismo y la pequeña producción de mercancías. Pero, en realidad, constituye una
síntesis que supera ambos. La unidad típica de la economía solidaria es la cooperativa de producción.” A continuación hace una referencia al desarrollo de las cooperativas en general y concluye
que es difícil hacer un diagnostico sobre qué representan las cooperativas en términos de economía
solidaria, pero que resulta significativo que la Alianza Cooperativa Internacional (ACI), en 1995,
reafirmó los principios generales del cooperativismo en términos esencialmente idénticos a los de la
economía solidaria.
Otros aspectos que Singer destaca son: (i) los emprendimientos solidarios preparan a los trabajadores en la autogestión; (ii) hay una creencia generalizada y equivocada de que se deben requerir
capacidades científicas para gerenciar las empresas eficientemente y de que los trabajadores no
pueden gerenciarlas; (iii) en las empresas solidarias se construyen colectivamente las habilidades,
sin perjuicio de lo cual sobre todo en los comienzos no se puede prescindir de especialistas; (iv) las
bases de sustentación más importantes son las fuentes de financiación, redes de comercialización,
asesoramiento técnico científico, formación continua de los trabajadores y apoyo institucional y
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legal de parte de las autoridades gubernamentales; (v) lo que debilita a la economía solidaria es
que gran parte de sus unidades actúan aisladamente en mercados dominados por empresas capitalistas, con poco o ningún acceso al crédito, a redes de comercialización, a la asesoría tecnológica,
etc., pero el gran contraejemplo de esto es el Complejo Cooperativo Mondragón (integrado por
más de 100 cooperativas de producción, y que cuenta con un gran banco: la Caja Laboral Popular,
una de las mayores redes de supermercados de España, una universidad y varias cooperativas de
investigación tecnológica), y también en otras regiones la economía solidaria ha alcanzado alguna
densidad elevando su potencial de expansión (norte de Italia, Quebec); (vi) la construcción de un
sector integrado de empresas e instituciones que se rigen por los principios de la economía solidaria
es condición esencial para su afirmación.
IX. Comentario final
En el transcurso de estos apuntes retomé algunas interrogantes sobre la cuestión cooperativa, que
no por repetidas pierden su vigencia. A ese respecto realicé algunos comentarios y breves reflexiones. Tal lo anunciado en la introducción, la idea es continuar en otras tres entregas de acuerdo al
plan detallado, procurando siempre compartir estos apuntes sobre la base principal de las experiencias prácticas y con el mejor ánimo de aportar un granito de arena en el proceso desafiante que
enfrentan cubanas y cubanos.
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BIBLIOGRAFÍA REFERENCIADA
Cracogna, Dante. “La legislación de defensa del consumidor y las cooperativas” en “Boletín de la
Asociación Internacional de Derecho Cooperativo. 2011: Las cooperativas y la defensa del consumidor”, Publicaciones de la Universidad de Deusto, Bilbao, 2011.
Cruz Reyes, Jesús, y Piñeiro Harnecker, Camila. “Una introducción a las cooperativas” en “Cooperativas y socialismo. Una mirada desde Cuba”, Compiladora: Camila Piñeiro Harnecker, Editorial
Caminos, 1ª edición, La Habana, 2011.
Gaiger, Luis Inacio. “La economía solidaria y el capitalismo en la perspectiva de las transiciones históricas” en “La economía social desde la periferia. Contribuciones latinoamericanas”, Organizador:
José Luis Coraggio, Editorial Altamira, 1ª edición, Buenos Aires, 2007.
Gil de San Vicente, Iñaki. “Cooperativismo socialista y emancipación humana. El legado de Lenin”
en “Cooperativas y socialismo. Una mirada desde Cuba”, Compiladora: Camila Piñeiro Harnecker,
Editorial Caminos, 1ª edición, La Habana, 2011.
Harnecker, Marta. “Los conceptos elementales del materialismo histórico”, Siglo XXI Editores, 50ª
edición, España, 1983.
Heller, Carlos. “Palabra política”, Ediciones Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini, 1ª
edición, Buenos Aires, 2011.
Marx, Carlos, y Engels, Federico. “Obras Escogidas”, Tomo I, Editorial Progreso, Moscú, 1955.
Miranda Lorenzo, Humberto. “Cooperativismo y autogestión en las visiones de Marx, Engels y
Lenin” en “Cooperativas y socialismo. Una mirada desde Cuba”, Compiladora: Camila Piñeiro Harnecker, Editorial Caminos, 1ª edición, La Habana, 2011.
Singer, Paul. “Economía Solidaria. Uno modo de producción y distribución” en “La economía social desde la periferia. Contribuciones latinoamericanas”, Organizador: José Luis Coraggio, Editorial
Altamira, 1ª edición, Buenos Aires, 2007.
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