Document related concepts
Transcript
LA VANGUARDIA DOMINGO, 1 FEBRERO 2004 “La era del dinero fácil, la turbulenta década de 1990, disfrazó la cara oculta de la nueva Rusia. El oxígeno de la libertad era embriagador, pero muchos lo interpretaron como una invitación a abusar de la manera más descarada. Había libertad para esquivar la ley, estafar al Estado, robar a la población y salir impune. Mineros, pensionistas y maestros se quedaban sin cobrar su salario porque los banqueros 'autorizados' –los magnates de la banca–, que tenían que repartir su paga en dinero 27 nombre del Estado, usaban el dinero para obtener beneficios rápidos. Rusia ofrecía el espectáculo de una elite moscovita que se había hecho más fuerte que el Estado, protegida por sus propios ejércitos privados (...) Yeltsin y los reformistas liberales que le rodeaban habían dedicado sus mejores años a destruir los símbolos soviéticos y no deseaban resucitar un gran Estado, ya que constituía un peligro aún fresco en su memoria” De “Los oligarcas” ¿El fin de los oligarcas rusos? Hoffman narra el ascenso y caída de los nuevos magnates rusos y se interroga por Putin “Los oligarcas” David E. Hoffman TRADUCCIÓN DE FRANCISCO RAMOS MONDADORI. BARCELONA, 2003 624 PÁGINAS, 23,90 EUROS Justo Barranco l pasado mes de noviembre era detenido en el aeropuerto de la ciudad siberiana de Novosibirsk el empresario ruso Mijail Jodorkovsky, acusado de evasión fiscal y fraude. No era una detención cualquiera. Sólo unos meses antes, Jodorkovsky, al frente de la petrolera Yukos, la segunda del país, había adquirido bajo los auspicios del Gobierno que ahora le detenía la quinta petrolera rusa, Sibneft. Se creaba así la cuarta empresa privada mundial del sector, y Jodorkovsky, que ya era el hombre más adinerado de Rusia, anunciaba su intención de convertir la empresa en líder global: hoy está entre rejas a la espera de juicio y su detención ha creado inseguridad en los mercados mundiales. La caída de Jodorkovsky no ha sido un acontecimiento puntual. Le habían precedido, a manos de la administración Putin, la persecución del magnate de los medios de comunicación Vladimir Gusinsky y la de Boris Berezovsky, que llegó a controlar el primer canal de televisión del país, la petrolera Sibneft y Aeroflot. Los tres eran parte de los “siete magníficos”, los oligarcas rusos cuya fortuna nació con la extinción de la URSS y cuya fortuna se multiplicó durante el Gobierno de Eltsin. Pocos han llorado estos tropiezos y no es difícil comprender que así haya sido leyendo el libro “Los oligarcas”, de David E. Hoffman, redactor jefe de Internacional de “The Washington Post”. Los oligarcas se aprovecharon una y otra vez de la transición rusa. Unas veces, gracias a la ignorancia de los administradores estatales, otras, gracias a su colaboración, e incluso, gracias a su necesidad. Sin descartar otros métodos: en la subasta de una empresa pública en una ciudad rusa de provincias, los interesados en adquirirla llegaron a cerrar el aeropuerto para que no pudiera llegar nadie a la puja. E El Kremlin y la catedral de San Basilio en un día brumoso En el libro de Hoffman el entorno de Eltsin sale mejor parado que de costumbre. Sus colaboradores cercanos eran con frecuencia corruptos e incompetentes: a Gusinsky se le impidió durante tiempo emitir por el hundido Canal 4 público. El problema era que al entrenador de tenis de Eltsin se le metió en la cabeza convertirlo en un canal de deportes. Cuando Gusinsky lo supo, prometió al entrenador que habría muchos deportes: poco después pudo emitir la luego influyente NTV por ese canal. Sin embargo, Egor Gaidar, el economista que llevó a cabo el cambio al capitalismo, y Anatoli Chubais, jefe del programa de privatizaciones y actual presidente del monopolio eléctrico ruso, aparecen como pragmáticos que comprendían las consecuencias de sus acciones pero, también, tenían clara su prioridad: evitar el retorno del régimen soviético, aún cercano. Una prioridad que era también la de Eltsin. De ahí que eligieran un progra- ma de choque que causó hiperinflación pero que establecía la guía de los precios en la economía. Y de ahí que accedieran a que un grupo de nuevos ricos, Gusinsky, Jodorkovsky, Berezovsky o Potanin, se hicieran con las joyas de la economía rusa: su sector mineral y energético. Todos estos empresarios, los oligarcas, la mayoría jóvenes, algunos de los cuales, apenas cinco años antes se encontraban intentando abrir un bar de su propiedad en la cantina de la universidad, accedieron de un plumazo a riquezas incalculables. Habían ya acumulado dinero gracias a su cercanía al poder y a los resquicios legales de la nueva sociedad: la gente ni siquiera comprendía bien cómo funcionaba la inflación –y ellos retenían durante meses el dinero público destinado a salarios–, y mucho menos conocía el funcionamiento de las acciones , lo que dio lugar a fraudes piramidales. Bagatelas al lado del bocado final: el petróleo, el níquel. En 1995 Los oligarcas consiguieron en subastas amañadas las joyas energéticas y minerales rusas Putin puede estar tratando de construir un Estado fuerte o simplemente cambiar de oligarcas el Gobierno ruso necesitaba desesperadamente dinero para pagar los salarios atrasados y Vladimir Potanin, con el resto de futuros oligarcas detrás, ofrecieron al Gobierno un crédito que tomaría como garantía las acciones de algunas de las mayores empresas rusas. Chubais veía venir lo que sucedería: no se podría pagar y tendrían que subastar las acciones, pero quería acabar con los “directores rojos” de esas grandes empresas, que las privatizaban a su manera. Las subastas fueron amañadas para los oligarcas: el 38% de Norlisk Níquel, con beneficios anuales de 1.200 millones de dólares, se vendió a Potanin por 170 millones. Nacía el matrimonio entre los oligarcas y Eltsin, decisivo para mantenerle otras elecciones al frente de Rusia. Los oligarcas se hicieron con los resortes del poder del Estado a cambio de poner sus medios de comunicación y su dinero. Un matrimonio que, con guerras intestinas entre los oligarcas, aguantó hasta que, enfermo Eltsin, estos creyeron haber encontrado un sucesor manejable en un antiguo jefe del KGB nombrado primer ministro, Vladimir Putin. Durante el primer año, el enfoque de Putin respecto al capitalismo oligárquico fue no cambiar el sistema. Lo único que quería era hacerse con su control. Pero el hecho es que si bien los oligarcas no movían ya los hilos de poder, en agosto de 2002 el 85% de las ventas de las empresas privatizadas pertenecían a ocho grandes grupos industriales y financieros con gran influencia. Las empresas pequeñas y medianas no han prosperado demasiado en Rusia por falta de crédito. Pese a la caída de Gusinsky y Berezovsky, propietarios de poderosos medios de comunicación que restaban poder a Putin, a Jodorkovsky le fue inicialmente bien: subía el precio del petróleo y se convirtió en un empresario transparente y filantrópico. Hasta noviembre, acusado de financiar una hipotética mayoría política alternativa en la Duma. Pero Hoffman recuerda que en la etapa Putin ha habido guerras corporativas como las anteriores: la pregunta es, pues, si Putin trata de construir un Estado fuerte tras la debilidad de Eltsin, o si sólo se está tratando de sustituir la oligocracia anterior por otra más manejable.