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La eficacia de la ética financiera
6 Octubre 2010 | Categorías: Mercados Financieros |
Juan Torres López – Comité Científico
de ATTAC España
Cuando se habla de la necesidad de que las finanzas asuman principios éticos en el
desarrollo de su actividad se suele argumentar generalmente con razones de naturaleza
moral. Y es lógico que sea así cuando el negocio bancario, como en general el de las grandes
corporaciones de nuestro tiempo, es cada vez más ajeno a principios que el resto de los
humanos hemos entendido desde hace ya mucho tiempo que son básicos para evitar que
nuestro mundo se convierta en un infierno anticipado o en un campo de batalla permanente.
No voy a decir que se trate de acciones que en todos los demás ámbitos sociales hayan
desaparecido, pero lo cierto es que en el mundo de los negocios es en donde yo creo que
tienen menos vigencia, si es que en realidad la tienen, principios como los que nos indican
que no se puede engañar, ni robar, ni destruir el medio natural que no es nuestro con tal de
obtener beneficios monetarios, ni aprovecharse deslealmente de la posición de privilegio, que
no se puede buscar el interés propio lesionando el de los demás o que el afán de lucro
personal no pueden entenderse como un fin supremo con independencia del daño que pueda
provocar a uno mismo o a quienes nos rodean.
Basta con echar un simple vistazo a la historia empresarial y bancaria de los últimos
decenios para comprobar que casos como el de Enron, el de las agencias de rating o el de los
bancos que han consolidado a los paraísos y el fraude fiscal y difundido activos basura por
todo el sistema financiero internacional provocando una crisis económica sin precedentes,
por no hablar del modo en que hoy día se regula y se desenvuelve el comercio internacional,
no son casos aislados sino un modo de funcionamiento incluso asumido como ejemplar por
las ganancias que proporciona.
Si hay algo que nos ha enseñado esta última crisis son las consecuencias de un sistema de
negocios en el que todo vale y de que se permita que las corporaciones más poderosas
actúen siguiendo una guía de conducta completamente amoral y ajena a los principios éticos
que consideramos imprescindibles para regular civilizadamente la sociedad.
Pero creo que, siendo irrenunciable el establecimiento de imperativos éticos de conducta
también en el mundo de las grandes empresas y particularmente en el de las financieras, la
necesidad de que sea así no debería entenderse simplemente como una especie de reclamo
moral.
Las finanzas que no responden más que a la búsqueda del beneficio, la inversión dirigida
simplemente a maximizar el rendimiento de un capital sin consideración de cualquier otro
tipo de efectos sobre la naturaleza, la vida y el bienestar humanos, la falta de ética en la
actividad empresarial y en el mundo financiero son, además, una forma ya demasiado
evidente de destruir riqueza y de hacer que las economías funcionen peor y más
ineficazmente.
Utilizar los recursos financieros sin criterios éticos es una forma más de despilfarro
económico.
Bajo el régimen de desregulación financiera dominante en los últimos cuarenta años,
establecido precisamente para hacer que ningún tipo de norma restrinja la búsqueda del
beneficio, y amoral justamente porque no ha estado sometido a ninguna otra restricción, se
han producido, según un estudio publicado por el Banco Mundial, 130 crisis o situaciones de
inestabilidad o stress financiero que han tenido un coste sencillamente incalculable. Y basta
con seguir la evolución de las tasas de crecimiento de la actividad económica (por cierto,
medidas y tomadas como referencia máxima de la política económica y financiera sin ningún
tipo de consideración ética) para comprobar que bajo este régimen desregulado son
considerablemente más bajas. Y ha sido en esta época cuando se han producido los
escándalos y fraudes más graves de la historia económica y cuando, a pesar de disponer de
más recursos que nunca, cuando más seres humanos sufren las carencias de la historia
humana más dramáticas porque son más evitables que nunca.
La inversión responsable, los códigos éticos de buena conducta, el sometimiento de los
criterios de financiación y rentabilización a principios que tengan en cuenta sus efectos sobre
la vida de las personas, en definitiva, la configuración del negocio financiero, y en general de
todo tipo de actividad empresarial, como un tipo de actividad económica al servicio de las
necesidades humanas en el más amplio sentido del término y no simplemente como una
fuente de beneficio, la banca y las finanzas éticas, es también un prerrequisito de la
eficiencia y de la eficacia en el uso de los recursos.
Decía el Premio Nobel de Economía Amartya Sen en su libro sobre ética y economía, que sin
la primera el conocimiento económico se empobrece y creo que esa idea se puede extender
correctamente también a la actividad económica que también pierde vigor y capacidad de
satisfacción cuando se lleva a cabo de espaldas a consideraciones éticas, o cuando éstas solo
se asumen en medida muy marginal, como viene pasando tan generalizadamente,.
Ahora bien, la experiencia nos está demostrando también que para impregnar de ética a la
vida empresarial y particularmente el negocio financiero no basta con la simple
autorregulación.
En su último libro sobre la crisis (Caída libre) el también Premio Nobel de Economía Joseph
Stiglitz afirma que los banqueros no son tipos anormales que se dejan llevar por el egoísmo
desmesurado y la avaricia, sino que actúan así porque pueden hacerlo dadas las normas
dominantes que ellos mismos, por cierto, se encargan de hacer que se establezcan.
Yo no estoy seguro de que sea exactamente así. Me cuesta trabajo creer que lo normal sean
las personas que responden al prototipo que señalaba Juan March cuando decía que a ellos
no les gusta el hecho de tener dinero sino ganarlo, es decir, todo lo contrario de lo que me
parece que, en todo caso, nos gustaría al común de los mortales. Pero, sea como sea, lo
cierto es que cuando se ha dejado que los agentes que disponen de privilegios y poder sean
los que establezcan los estándares de comportamiento, éstos han sido insuficientes.
Es preciso que los poderes públicos establezcan democráticamente, al igual que ocurre en las
actividades humanas de las que más satisfechos podemos estar, la exigencia de asumir y
poner en práctica los principios éticos que hoy día no se vienen respetando en el mundo de
las finanzas y que resultan imprescindibles para evitar que vuelvan a darse episodios
financieros como los que hemos vivido y que haya tantos seres humanos sufriendo tan
innecesariamente en nuestro mundo.
Publicado en el Manual de Responsabilidad Social Empresarial para la pyme, Cinco Días, 30
de septiembre de 2010.