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Paul Valéry
La invención estética
Publicado en el volumen del Centre International de Synthese dedicado a la Invention,
París, Alcan, 1938.
El desorden es esencial para la «creación», en tanto que ésta se
define por un cierto «orden».
Esta creación de orden participa a la vez de deformaciones
espontáneas que se pueden comparar a las de los objetos naturales que
presentan simetrías o figuras «inteligibles» por sí mismas; y por otra
parte, de el acto consciente (es decir: que permite distinguir y expresar
separadamente un fin y los medios).
En resumen, en la obra de arte están siempre presentes dos
constituyentes: primero, aquellos de los cuales no concebimos la
generación, que no pueden expresarse en actos, aunque puedan ser
modificados a continuación por actos; segundo, aquellos que están
articulados, han podido ser pensados.
Hay en toda obra cierta proporción de esos constituyentes,
proporción que desempeña un papel considerable en el arte. Las
épocas y las escuelas se distinguen según sea preponderante el
desarrollo de uno u otro. En general, las reacciones sucesivas que
marcan la historia de un arte ininterrumpido en el tiempo se [204]
reducen a modificaciones de esta proporción, sucediendo lo
reflexionado a lo espontáneo en el carácter principal de las obras, y
recíprocamente. Pero esos dos factores están siIempre presentes.
La composición musical, por ejemplo, exige la traducción en
signos de actos (que tendrán por efectos sonidos) de ideas melódicas o
rítmicas que se separan del «universo de sonidos» considerados como
«desorden» -o mejor como conjunto virtual de todos los órdenes
posibles, sin que esa determina(;:ión particular nos sea, en sí misma,
concebible-. El caso de la Música es particularmente importante -es el
que muestra en el estado más puro el juego de las formaciones y de las
construcciones combinadas-. La música está provista de un universo
de elección -el de los sonidos seleccionados del conjunto de los
ruidos, bien diferenciados de éstos, y que son a la vez clasificados y
localizados en instrumentos que permiten producidos idénticamente
mediante actos-. Estando así el universo de los sonidos bien definido y
organizado, el espíritu del músico se encuentra de algún modo en un
solo sistema de posibilidades: el estado musical le viene dado. Si se
produce una formación espontánea, plantea de inmediato un conjunto
de relaciones con la totalidad del mundo sonoro, y el trabajo
reflexionado vendrá a aplicar sus actos sobre esos elementos:
consistirá en explotar sus diversas relaciones con el campo al que
pertenecen sus elementos.
La idea primera se propone tal cual. Si excita la necesidad o el
deseo de realizarse, se da un fin, que es la obra, y la consciencia de tal
destino llama a todo el aparato de los medios y adquiere el aspecto de
la acción humana completa. Deliberaciones, ideas previas, tanteos,
aparecen en esta fase que he llamado «articulada». Las [205] nociones
de «comienzo» y de «fin» que son ajenas a la producción espontánea
intervienen igualmente sólo en el momento en que la creación estética
debe adquirir los caracteres de una fabricación.
En materia de -poesía, el problema es mucho más complejo.
Resumo las dificultades que ofrece:
A. La poesía es un arte del lenguaje. El lenguaje es una
combinación de funciones heteróclitas, coordinadas en reflejos
adquiridos mediante un uso que consiste en tanteos innumerables. Los
elementos motores, auditivos, visuales, mnemónicos, forman grupos
más o menos estables; y sus condiciones de producción, de emisión,
así como los efectos de su recepción son sensiblemente diferentes
según las personas. La pronunciación, el tono, el ritmo de la voz, la
elección de las palabras -y por otra parte, las reacciones psíquicas
excitadas, el estado de aquel a quien se habla
otras
tantas
variables independientes y factores indeterminados. Tal discurso no
tendrá en cuenta la eufonía, tal otro, la secuencia lógica, otro más, la
verosimilitud..., etc.
B. El lenguaje es un instrumento práctico; además está. tan cercano
al «yo», del que extrae, por el camino más corto, todos los estados que
le son propios, que sus virtudes estéticas (sonoridades, ritmos,
resonancias de imágenes, etc.) se ven constantemente descuidadas y
convertidas en imperceptibles. Llega a considerárseles lo mismo que
se consideran los frotamiento s en mecánica (Desaparición de la
Caligrafía).
C. La poesía, arte del lenguaje, se ve así obligada a luchar contra la
práctica y la aceleración moderna de la [206] práctica. Resaltará todo
aquello que puede diferenciarla de la prosa.
D. Así pues, completamente diferente del músico y menos
afortunado, el poeta se ve obligado a crear, en cada creación, el
universo de la poesía -es decir: el estado psíquico y afectivo en el que
el lenguaje puede cumplir un papel muy diferente que el de significar
lo que es o fue o va a ser-. Y en tanto que el lenguaje práctico es
destruido, reabsorbido, una vez alcanzado el objetivo (la
comprehensión), el lenguaje poético debe tender a la conservación de
la forma.
E. Significación no es por lo tanto para el poeta el elemento
esencial, y finalmente el único, del lenguaje: no es más que uno de los
constituyentes. La operación del poeta se ejerce por medio del valor
complejo de las palabras, es decir, componiendo a la vez sonido y
sentido (simplifico...), como el álgebra operando sobre números
complejos. Me disculpo por esta imagen.
F. Asimismo, la noción simple de sentido de las palabras no basta a
la poesía: he hablado de resonancia, hace poco, como figura. Quería
hacer alusión a los efectos psíquicos que producen las agrupaciones de
palabras y de fisonomías de palabras, independientemente de las
relaciones sintácticas, y por las influencias recíprocas (es decir: no
sintácticas) de sus proximidades.
G. En fin, los efectos poéticos son instantáneos, como todos los
efectos estéticos, como todos los efectos sensoriales.
La poesía es además esencialmente «in a ctl1 ». Un poema
solamente existe en el momento de su dicción, y [207] su verdadero
valor es inseparable de esta condición de ejecución. Lo que equivale a
decir hasta qué punto es absurda la enseñanza de la poesía que se
desinteresa totalmente de la pronunciación y de la dicción.
De todo ello resulta que la creación poética es una categoría muy
particular entre las creaciones artísticas; a causa de la naturaleza del
lenguaje.
Esta naturaleza compleja hace que el estado naciente de los
poemas pueda ser muy diverso: unas veces un -determinado tema, o
un grupo de palabras, o un simple ritmo, otras veces (incluso) un
esquema de forma prosódica, pueden servir de gérmenes y
desarrollarse en pieza organizada.
Es un hecho importante a señalar esta equivalencia de los
gérmenes. Olvidaba, entre aquellos que he citado, mencionar los más
sorprendentes. Una hoja de papel blanco; un tiempo vacío; un lapsus;
un error de lectura; una pluma agradable a la mano.
No entraré en el examen del trabajo consciente, ni en su análisis en
actos. Tan sólo he querido dar una idea muy sumaria del dominio de
la invención poética propiamente dicha, que no se debe confundir,
como se hace constantemente, con el de la imaginación sin
condiciones y sin materia.