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ORACIÓN DE CONSAGRACIÓN A LA VIRGEN MARÍA
“Oh María, tú has guardado en tu corazón todos los acontecimientos de la vida de
Jesús y los has meditado en la oración. En la Anunciación, obedeciste la voluntad del
Padre, en la fe, creyendo que nada era imposible para Dios. Creemos que eres la
Madre de la oración del corazón y de la súplica incesante. Cuando los apóstoles
esperaban el Espíritu que se les había prometido, tú uniste tu súplica a la de los
discípulos, convirtiéndote así en el modelo de la Iglesia suplicante. Obtennos la gracia
de orar sin cesar para que se nos conceda el don de la oración del corazón.
Sobre la cruz, Jesús quiso que tú fueras nuestra Madre y tú nos recibiste
verdaderamente como hijos. Como el apóstol Juan, queremos acogerte y consagrarte
toda nuestra persona, como respuesta a tu amor de Madre. Pedimos al Espíritu Santo
que nos dé a gustar tu presencia maternal. Como una mamá enseña a andar a su hijo
pequeño, enseña a nuestro corazón, a nuestro cuerpo y a nuestro espíritu a ser
suaves y dóciles a la voz del Espíritu Santo. Como tú, quisiéramos obedecer en fe la
voluntad del Padre y ser enteramente consagrados al Espíritu de Jesús resucitado.
Confesamos que está a nuestro alcance desearlo, pero no realizarlo pues somos
pecadores. Nos volvemos hacia ti, Omnipotencia Suplicante. Pide para nosotros a tu
Hijo la gracia de orar sin cesar, para que lo imposible se haga posible, en toda nuestra
existencia.
Una vez más, pedimos al Espíritu Santo que nos conceda la gracia de experimentar tu
presencia. Confesamos que es un don gratuito que no se concede a todos, pero que
transforma la vida del que lo recibe. Así podremos pensar, hablar, obrar en ti, y sobre
todo saborear la alegría de compartir tu oración y dejarnos mirar por ti”.
(P. Jean Lafrance).