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ELEMENTOS DE LINGÜISTICA Y SEMIOTICA
PROGRAMA
Carlos Reynoso
Segundo cuatrimestre de 2013
1. Introducción a la teoría lingüística contemporánea
a) Antecedentes de la lingüística científica: la lingüística histórica, la filología y la investigación folklórica. Lingüística diacrónica aplicada a la etnohistoria: lexicoestadística y glotocronología.
b) Ferdinand de Saussure: el análisis sincrónico y los fundamentos de la lingüística y la semiología
modernas.
2. Fonología y lingüística funcional
Nociones de fonética. Fonética acústica y articulatoria. La escuela de Praga y la fonología. Las bases
lingüísticas del análisis estructural. Aplicaciones y reformulaciones del análisis estructural en
antropología. Extensiones transdisciplinarias: modelo lingüístico y código genético; adquisición del
lenguaje y afasia. Estudios fonológicos del simbolismo sonoro y la glosolalia. Fases posteriores de la
lingüística funcional: la enunciación.
3. La lingüística norteamericana hasta 1950
a) El idealismo lingüístico. Boas y el lenguaje. Antropología y lingüística en la obra de Edward Sapir.
Benjamin Lee Whorf y el relativismo lingüístico. Kenneth Pike, la metodología del Instituto
Lingüístico de Verano y el ideal emic de la investigación. El relativismo linguístico en la
actualidad. Everett y el caso Pirahã.
b) Positivismo y conductismo. La concepción del lenguaje de Leonard Bloomfield. La lingüística sin
semántica. La descripción conductista de las lenguas aborígenes norteamericanas. Distribucionalismo. El aprendizaje lingüístico según Skinner.
4. Gramática Generativa Transformacional. Introducción a los modelos generativos.
La crítica de Chomsky al estructuralismo lingüístico y al conductismo. El desarrollo del modelo
generativo transformacional: teoría standard, standard extendida y standard extendida y ampliada.
Tendencias actuales: modelo del régimen y ligazón, gramática léxico funcional y gramática relacional.
Relevancia antropológica de las hipótesis del innatismo y de la gramática universal. La polémica
Chomsky-Piaget. Modelos generativos en antropología.
5. Sociedad, lenguaje y comunicación. Teorías integrativas
a) Etología cognitiva (Comunicación animal, zoosemiótica). Rudimentos de lenguaje en animales, de
Hans el Listo a Nim Chimpsky. Especificidad del lenguaje humano. Lenguaje, cerebro y cuerpo en
neurociencia.
1
b)
El lenguaje y el "contexto de situación": orígenes y desarrollo de la sociolingüística inglesa
(Malinowski, Firth, Halliday).
c) Códigos restringidos y elaborados (Bernstein). Teorías y polémicas en la sociolingüística y la
sociología del lenguaje norteamericana (Labov, Fishman).
d) Pragmática y lingüística del habla. Austin y los actos de habla. Dell Hymes: etnografía del habla y
etnografía de la comunicación. Tendencias actuales de la pragmática.
e) Teoría y práctica del análisis del discurso y del análisis de contenido. Modelos de redes y sus
herramientas.
7. Semiología y Semiótica
a) Peirce, Morris y la teoría general de los signos. Derivaciones: Milton Singer y la antropología
semiótica. Dan Sperber y la reacción antropológica contra la semiología.
b) La Escuela de Tartu: Lotman y la tipología de las culturas. La antropología semiótica en la Unión
Soviética. Bajtín y la problemática del signo ideológico. Vigencia de Bajtín en la semiótica y la
antropología cultural.
c) La semiología en Francia, de Barthes a Kristeva. Intertextualidad e ideologema.
d) Semiótica italiana. Rossi-Landi y la alternativa marxista en semiótica. Umberto Eco y la producción
social de los signos.
Parte especial: Niveles y unidades de análisis
1. Los niveles del análisis lingüístico. Consideraciones generales desde las distintas corrientes de
la lingüística contemporánea.
2. Fonética y fonología. Nociones básicas
2.1 Fonética articulatoria: puntos y modos de articulación. El alfabeto fonético internacional (IPA).
2.2 El fonema. Inventario de sonidos. Contraste y pares mínimos. Rasgos distintivos. Los alófonos:
principio de similaridad fonética y distribución complementaria. Ejemplificación y ejercitación con distintas
lenguas del mundo.
Morfología y sintaxis: Nociones básicas
3.1 El morfema: segmentación y alomorfos. Morfema libre y morfema ligado. Afijos, raíces y
clíticos. Morfología flexional y derivacional. Significado social de algunos afijos: honoríficos, personas
inclusivas y exclusivas, evidenciales. Ejemplos en distintas lenguas del mundo.
3.2 Otras unidades gramaticales: Palabra, frase, cláusula, oración Criterios para su delimitación.
3.3 Tipologías morfológicas tradicionales: lenguas aislantes, lenguas aglutinantes, lenguas fusionales y
lenguas polisintéticas.
3.4. Sintaxis y universales lingüísticos: Orden de los constituyentes. Relaciones sintácticas: lenguas
acusativas y lenguas ergativas. La gramática de casos (Fillmore).
Carlos Reynoso
Profesor Titular Regular
Mayo de 2009
2
ELEMENTOS DE LINGÜÍSTICA Y SEMIOTICA
Bibliografía
Segundo Cuatrimestre de 2009
1. Introducción a la teoría lingüística contemporánea
Ardener, Edwin. Antropología social y lenguaje, Bs.As., Paidós, 1976, "Introducción", pp. 1-77 (R).
Henson, Hilary. "Los primeros antropólogos ingleses y el lenguaje", en E. Ardener, Op. cit., pp. 79-102
(T).
Penchoen, Thomas. "La glotocronología", en André Martinet (director), Tratado del lenguaje. La
evolución de las lenguas, Bs. As., Nueva Visión, 1977, pp. 91-109 (T).
Saussure, Ferdinand de. Curso de Lingüística General, Madrid, Alianza, 1984. Introducción (cap. 3 y 4),
Primera parte (cap. 1) y Segunda parte (cap. 4 y 5) - (P).
2. Fonología y lingüística funcional.
Benveniste, Emile. "El aparato formal de la enunciación". En Problemas de Lingüística General, México,
Siglo XXI, 1977.
Casetti, Francesco y Federico Di Chio. "Cómo analizar un film", en El Análisis de la Comunicación,
Bs.Aires, Paidós, 1991.
Jakobson, Roman. "El lenguaje en relación con otros sistemas de comunicación", en Essais de Linguistique
Générale, 1968 (P).
Lévi-Strauss, Claude. Antropología Estructural, Bs. As., Eudeba, vs. eds., Cap.II ("El análisis estructural
en lingüística y en antropología") - (R).
Reynoso, Carlos. 1998. Corrientes en antropología contemporánea. Buenos Aires, Biblos, pp. 187-208
(R).
3. La lingüística norteamericana hasta 1950
Bloomfield, Leonard. Lenguaje, Lima, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 1964, pp. 23-47 y
161-185 (R).
Comrie, Bernard, Matthew Dryer, David Gil y Martín Haspelmath. 2005. World Atlas of Language
Structures (WALS). Londres, Oxford University Press (Libro, CD y programa analítico).
Everett, Daniel. 2005. “Cultural constraints on grammar and cognition in Pirahã”. Current Anthropology,
46(4): 621-646, traducción de la cátedra (T, P).
Gleason, Henry. Introducción a la lingüística descriptiva, Madrid, Gredos, 1975, pp. 182-210
(Constituyentes inmediatos) - (R).
Pike, Kenneth. "Puntos de vista éticos y émicos para la descripción de la conducta", en A.G. Smith (ed.),
Comunicación y cultura, Bs. As., Nueva Visión, 1976, vol. I, pp. 233-248 (T).
Reynoso, Carlos. 2008. “Relatividad lingüística”, en Ciencia cognitiva y antropología del conocimiento.
Buenos Aires, Editorial SB (en curso de edición).
Rossi-Landi, Ferrucio. Ideologías de la relatividad lingüística, Bs. As., Nueva Visión, 1974 (P).
3
Whorf, Benjamin Lee. "Ciencia y Lingüística", en Lenguaje, pensamiento y realidad, Barcelona, Barral,
1970, pp. 235-247 (P).
4. Gramática generativa transformacional.
Chomsky, Noam. Reglas y representaciones, México, FCE, 1982, II, pp. 56-97 (T).
Chomsky, Noam. Crítica de "Verbal Behavior" de B.F. Skinner, en R. Bayés, Chomsky o Skinner?,
Barcelona, Fontanela, 1980 (R).
Gardner, Howard. La nueva ciencia de la mente, Bs. As., Paidós, 1987, pp. 204-246 (R).
Nique, Christian. Introducción metódica a la gramática generativa, Madrid, Cátedra, 1985 (Selección de
la cátedra) - (R).
5. Sociedad, lenguaje y comunicación
Bernstein, Basil. "Códigos elaborados y restringidos. Sus orígenes sociales y consecuencias", en A.G.
Smith, (ed.), Op. Cit., vol. 3, pp. 45-65 (R).
Halliday, M.A.K. El lenguaje como semiótica social, México, F.C.E., 1986, pp. 143-266 (R).
Hymes, Dell. "La Sociolingüística y la etnografía del habla", en E. Ardener, Op. cit., pp. 115-152 (T).
Pratt, Mary Louise. 1991. Utopías Lingüísticas.
Ricoeur, Paul. 1988. "La acción considerada como texto", en Hermenéutica y Acción, Argentina,
Docencia, pp.47-93 (P).
Robins, Robert. "Malinowski, Firth y el 'contexto de situación'", en Ardener, Op. cit., pp. 103-113 (T).
Sherzer, Joel. Sobre la Lingüística y otras Disciplinas: Una Perspectiva desde la Antropología. Apunte.
Sherzer, Joel. 1992. Formas del habla kuna. Quito, Abya-Yala, cap. I (P).
Searle, John. 1980. Actos de Habla, Madrid, Cátedra, cap.II y III (pp.31-79) (P).
Williams, Raymond. Marxismo y Literatura, Madrid, Península (P).
6. Semiología y Semiótica.
Barthes, Roland. Elementos de semiología, Madrid, Alberto Corazón, 1972 (T).
Eco, Umberto. Tratado de semiótica general, Barcelona, Lumen, 1977, caps. 2.14 y 3.9 (págs. 232-248 y
457-472) - (R).
Ekman, Paul y Wallace Friesen. "Origen, uso y codificación: Bases para cinco categorías de conducta no
verbal", Bs. Aires, Nueva Visión, 1967 (P).
Lotman, Yuri. "Un modelo dinámico del sistema semiótico", en Semiótica de la Cultura, Madrid, Cátedra,
1979, pp. 93-110 (P).
Lozano, Joge. "Introducción a Lotman y la Escuela de Tartu", Idem, pp. 9-37 (T).
Lozano, J. Peña Marin y G. Abril. Analisis del discurso. Madrid, Cátedra, 1994 - Selección (P).
Peirce, Charles Sanders. Carta a Lady Welby del 12/10/1904. Varias ediciones (P).
Rossi-Landi, Ferruccio. Programación social y comunicación, Ed. Redondo, s/f (P).
4
Volosinov, Valentin (Mijail Bajtín). El signo ideológico y la filosofía del lenguaje, Bs. As., Nueva Visión,
1976 (selección), (R).
Niveles y Unidades de Análisis - Lecturas:
FONÈTICA Y FONOLOGÌA (Guía de cátedra) (obligatoria)
MALBERG, B., 1986 La fonética , EUDEBA (recomendada)
JAKOBSON, R., G. FANT
(recomendada)
BLOMFIELD, L.
(recomendada)
y M.HALLE, 1969.
Preliminaries to Speech Analysis., MIT Press *
1926. “A set of postulates for the science of language”. Language, 2: 153-164
HOCKETT, CH. 1942. “A system of descriptive phonology”, Language, 8: 3-21 (obligatoria)*
SCHANE, S.A. 1979. Introducción a la fonología generativa”, Barcelona, Ed. Labor, Caps. 1,2,3
(obligatoria).
HALLE, M. y G.N.CLEMENTS, 1991. Problemas de fonología, Madrid, Ed. Minerva. “Introducción”
(obligatoria)
Morfología y Sintaxis – Lecturas:
MORFOSINTAXIS (Guía de Cátedra) (obligatoria)
HOCKETT, CH. 1947. “Problems of morphemics analysis”, Language, 23: 321-343 (R) *
HOCKETT, CH. 1954. “Two models of grammatical description”, Word, 10: 210-231 * (R)
LYONS, J. 1969. Introduction to Theoretical Linguistics, Cambridge, Cambridge University Press. Cap. 5
“Unidades gramaticales” (R)
PAYNE, T., 1997. Describing Morphosyntax. A guide for field linguistics. Cambridge: Cambridge U.P.
Cap. 2: “Tipología morfológica” (P) *
DURANTI, A.2000. Antropología Lingüística, Madrid, Cambridge University Press. Cap. 6 “El
significado de las formas lingüísticas” (P)
Referencias:
(T) : Bibliografía alternativa a las clases teóricas. Obligatoria para alumnos libres.
(P) : Lecturas obligatorias para trabajos prácticos.
(R) : Textos optativos, de lectura recomendada.
La literatura en inglés se trabajará en base a traducciones de la cátedra.
5
ELEMENTOS DE LINGÜÍSTICA Y SEMIOTICA
Segundo cuatrimestre de 2008
Objetivos
El objetivo principal del programa propuesto no es el de impartir conocimientos de lingüística
y semiótica por sí mismas, como parte de un acervo de cultura general que el estudiante debe
asimilar, sino el de destacar por un lado la problemática del lenguaje y de los signos en relación con la
antropología, y de demostrar por el otro la necesidad de interpretar esos fenómenos desde un
conjunto representativo de marcos teóricos, susceptibles de clarificar (por su correspondencia formal)
los entramados referenciales y los diseños de investigación de nuestra propia disciplina, cualquiera sea
el objeto.
De esta manera, la materia asume un interés que se debe tanto a sus contenidos como a las
formas teóricas que en ella se abordan, facilitando a los estudiantes tanto información sustantiva sobre
el lenguaje y la semiosis como experiencia en el uso de diversos modelos (estructuralistas, generativos, conductistas, hermenéuticos, etc.) cuya comprensión resulta esencial en el contexto de la
antropología contemporánea. Esta perspectiva implica que la enseñanza de una teoría no sólo se
aborda como exploración de una serie de postulados más o menos contingentes sobre el lenguaje,
sino además como recurso para alcanzar familiaridad con concepciones teóricas cuyas estructuras
discursivas vuelven a encontrarse casi sistemáticamente en otros campos de la práctica disciplinar.
Esta doble inflexión, que coordina una indagación de los problemas básicos con una reflexión
crítica sobre el modo en que se los aborda, impone una actitud selectiva frente a la enorme abundancia tanto de fenómenos como de teorías y prácticas. De aquéllos se han escogido los que parecen
ser más cruciales desde el punto de vista de una teoría de la sociedad o de la cultura; de éstos, se han
seleccionado los que parecen ser más productivos para la antropología, prescindiendo en algunas ocasiones del valor que se les otorga en su ámbito de origen.
Por ello no se propone aquí el estudio de teorías de mérito indudable (como la glosemática, la
tagmémica o la lingüística estratificacional) que son difíciles de extrapolar adecuadamente a la
antropología y cuya relación con la problemática de la cultura es más bien indirecta. No obstante, y
respondiendo literalmente al carácter introductorio de la materia, se procura transferir al alumno la
capacidad necesaria como para comprender y tipificar razonablemente cualquier texto lingüístico, y
profundizar en él por cuenta propia.
Organización del material de clases teóricas
Las clases teóricas, preparadas con editores de texto y técnicas de desktop-publishing, se editarán conforme a las sucesivas unidades temáticas (más que en correspondencia con las clases en sí) y
estarán disponibles apenas terminadas de dictar, tanto en papel como en el campus virtual. Las técnicas utilizadas permiten estructurar sus contenidos de acuerdo con los objetivos fijados, introduciendo
las modificaciones, aclaraciones y complementos que sean necesarias a juzgar por el ciclo de
evaluación y los informes de trabajos prácticos. Las clases de modifican y restructuran todos los años,
en concomitancia con los nuevos aportes teóricos, metodológicos e instrumentales. Algunas unidades,
a partir de este año, serán de modalidad teórico-práctica, enseñándose en ellas el manejo de
programas de análisis y formulación de hipótesis, como WALS (Comrie y otros 2005).
6
Organización del trabajo y evaluación
La organización de la materia comprende siete unidades temáticas, cada una de las cuales (a
excepción, naturalmente, de la primera) presupone el conocimiento de las anteriores y se liga complementaria u opositivamente con las restantes. El lineamiento principal está dado por el material de las
clases teóricas, que oficia de nexo organizador, y con referencia al cual se ofrece como alternativa para alumnos libres (o como refuerzo para alumnos regulares) bibliografía de teoría lingüística seleccionada conforme a los criterios de utilidad antropológica ya señalados. La materia será de promoción normal, con tres evaluaciones parciales y obligación de asistencia al porcentaje usual requerido
de clases prácticas. A partir de los conocimientos que se imparten en el núcleo teórico de la materia
se plantean dos modalidades de actividad práctica.
La primera comprende la discusión pormenorizada de los problemas básicos planteados en
cada unidad temática y la comparación sistemática de los marcos teóricos en conflicto. El trabajo emergente habrá de ser una elaboración de orden crítico, en favor o en contra de alguna de las tendencias analizadas y con la correspondiente fundamentación. Como alternativa a este trabajo (que podría
obligar a una toma de partido carente de motivación real) el estudiante podrá desarrollar una comparación entre dos o más posturas teóricas, un trabajo de síntesis en torno al seguimiento de un problema o una elaboración original equivalente, que compute como segunda evaluación.
La segunda modalidad de trabajo consiste en una práctica de análisis semiolingüístico según
marcos teóricos a definir, que habrán de ejecutarse sobre un texto o conjunto de textos de interés
antropológico en el curso de todo el cuatrimestre, de acuerdo con los principios que se vayan presentando y poniendo a prueba en las clases prácticas. Esta actividad será objeto de la tercera evaluación
parcial. El primer tipo de actividad familiariza a los estudiantes con la discusión teórica, mientras que
el segundo impone la adquisición y el uso de un método de análisis experimentado relativamente en
profundidad y focalizado sobre material concreto. La primera evaluación parcial, no discutida hasta
aquí, se plantea como examen parcial convencional, para garantizar un seguimiento aceptable de las
clases teóricas y para reforzar, de ser necesario, los puntos más dudosos.
Carlos Reynoso
Profesor Titular Regular
7
ELEMENTOS DE LINGUISTICA Y SEMIOTICA
Prof. Carlos Reynoso – 2007
[email protected]
I
a) La lingüística histórica. El evolucionismo lingüístico. La filología y la investigación
folklórica. Lingüística diacrónica: lexicoestadística y glotocronologia.
Introducción
Esta materia se propone distintos objetivos, que ahora pasamos a enumerar. Uno de ellos es el
de mostrar que no es posible investigar rigurosamente un fenómeno cultural como el lenguaje sin
adoptar un marco teórico que defina cuáles aspectos son pertinentes y cuáles no.
Adoptar un marco teórico impone sesgos en la perspectiva, recortes en el objeto y arbitrariedades en la selección de los hechos a tener en cuenta. Probablemente ustedes encontrarán que algunas
teorías, sobre todo algunas de las que van a revisarse en la primera mitad del programa, resultan un
tanto extravagantes. Por cierto, algunas teorías plantean una simplificación de los fenómenos observables, una idealización de los hechos, que en principio puede parecer arbitraria. El sentido común
aconsejaría tomar en consideración la totalidad de los datos que pueden obtenerse o la mayor
cantidad posible de hechos observables, otorgando igual importancia a todos ellos. Para el sentido
común, todo el mundo sabe qué es el lenguaje (¿acaso todos no somos hablantes de alguno?) y no
parece haber inconveniente en convenir que la función del lenguaje es comunicar significados. Pero en
lingüística, como en cualquier otra ciencia, el sentido común por sí solo no lleva muy lejos; ya
tendremos oportunidad de demostrarlo.
Espero que hacia el final del cursado de esta materia puedan comprender por qué determinados marcos teóricos practican algún ejercicio de arbitrariedad, por qué establecen simplificaciones
que a primera vista pueden parecer excesivas, o por qué idealizan los fenómenos que refieren. Trataré
de demostrar además que no es ni posible ni deseable afrontar los hechos sin una teoría previa, y que
cuando se afirma que no se posee teoría alguna, lo que se tiene en realidad es una teoría sobre la cual
se ha reflexionado poco y que por lo tanto actúa sin que se la pueda controlar.
Lo que nosotros desarrollaremos en este curso es una lingüística no prescriptiva que versa sobre teorías y prácticas que tampoco lo son. Vamos a ver que ya desde principios de siglo la lingüística
no se ocupa del "buen hablar", sino de las formas que se dan concretamente en el lenguaje, independientemente de que algunos académicos puedan pensar que están bien o están mal. Aún las escuelas de lingüística más proclives al análisis abstracto toman como punto de partida el lenguaje
hablado real. Concentrarse en torno del lenguaje hablado pone también en un segundo plano al lenguaje escrito, que sólo ha de ser en lingüística un objeto circunstancial. Una de las cosas que deberán
aprenderse en este curso es renunciar a pensar en los sonidos del lenguaje como "letras".
Otra de las cuestiones que quisiera subrayar a lo largo de esta materia es la correspondencia
que existe, en general, entre los marcos teóricos de la lingüística y la semiótica por un lado y los
programas teóricos de la antropología por el otro. En ambos casos vamos a encontrarnos con empiristas, idealistas, estructuralistas, fenomenólogos, posmodernos, universalistas, relativistas y toda una
serie de tendencias teóricas, de supuestos, de métodos, que prácticamente ocurren paralelamente en
una disciplina y en la otra, a veces remontándose a los mismos precursores y a similares círculos
8
académicos. Algunas polémicas fundamentales (como la dicotomía entre las ciencias emic y las etic)
atraviesan simultáneamente a todos estos campos disciplinares.
Más de una vez encontraremos que esta o aquella teoría antropológica se origina expresamente en una teoría lingüística; este es el caso del estructuralismo. Encontraremos también el caso inverso, como en la llamada antropología cognitiva, en que toda una concepción acerca del significado,
toda una corriente semántica contemporánea, se origina en una problemática y en una investigación
de orden antropológico. Sería interesante aprovechar esta materia para tender un puente entre las
teorías antropológicas y las lingüísticas, y para contemplar determinados tipos teóricos que quizá
puedan apreciarse mejor cuando tratan de fenómenos del lenguaje que cuando tratan de aspectos de
la cultura.
Esto habremos de enfatizarlo sobre todo cuando abordemos el estructuralismo. Las tendencias
estructuralistas cubren la mayor parte de las teorías lingüísticas que vamos a investigar aquí. Comprobaremos que la reacción contra el estructuralismo es relativamente reciente, y que en lingüística al
menos todavía no es mayoritaria. Lo que quisiera, en definitiva, es aprovechar esta incursión por el
estructuralismo lingüístico para sacar conclusiones acerca del estructuralismo en antropología y de
toda una serie de corrientes teóricas que se derivan de él.
Podría decirse que este programa discurre a dos niveles: uno es el que concierne al lenguaje
en sentido estricto, al lenguaje hablado, a la lengua, o (de acuerdo con determinadas corrientes lingüísticas) a la lengua y al habla; la otra parte del programa concierne a los sistemas de signos aparte
del lenguaje, o tal vez a los sistemas de signos, lenguaje incluido, pero poniendo énfasis en una teoría
general de los signos más que en un modelo construido a partir del análisis del lenguaje. En general,
podemos considerar que históricamente la mayor parte de las teorías semióticas o semiológicas1, sobre todo en Europa, se origina en la teoría y en la práctica lingüística. Como quiera que sea, los estudios lingüísticos como modelo de método y el lenguaje como modelo de sistema de signos siempre
habrán de ser referentes especiales en el estudio de la comunicación, aunque a veces su importancia
no sea recalcada de manera explícita. Una de las formas en que yo pretendo acercar la problemática
del lenguaje a las problemáticas antropológicas, es a través de la mediación de las teorías de los
signos y de los sistemas de comunicación en general.
Lamentablemente, para manejar estas teorías es necesario dar un rodeo y ocuparse de
modelos lingüísticos que en un primer análisis pueden parecer demasiado apartados de nuestras
preocupaciones antropológicas primordiales. Pero después veremos que, incluso las teorías
lingüísticas más abstractas, más alejadas de las problemáticas concretas de la antropología, sirven
como heurísticas o como modelos para abordar una serie de problemas bastante concretos. Esto lo
habremos de corroborar a propósito de lo que tal vez sea el modelo más abstracto que se examinará
en el curso de esta materia, que es el modelo fonológico de la escuela de Praga.
Les decía que la mayor parte de las teorías lingüísticas de este siglo están englobadas dentro
de la corriente de pensamiento que se conoce como estructuralismo. Como es sabido, esta es una
corriente que alcanza su apogeo en la década del 60, que últimamente está bastante diversificada, o en
ciencias sociales (como dice Giddens) quizá muerta. Actualmente, en efecto, se habla de tendencias
post-estructuralistas, las cuales se confunden con la corriente principal de los años 80 y 90, que,
probablemente, a nivel de las ciencias sociales, tal vez sea el posmodernismo. Sea como fuere, el
estructuralismo surge, por lo menos en lingüística, en la primera década de este siglo, de modo que es
1
No hay ninguna diferencia entre semiótica y semiología, aunque existe cierta tendencia a denominar "semiológicas" a las
investigaciones de la comunicación o los sistemas de signos que se desarrollan en Europa a partir de las ideas de Saussure, en tanto se
acostumbra llamar "semiótica" a estudios que se ocupan del mismo objeto, pero conforme a una tradición que se inicia en Estados
Unidos con Charles Sanders Peirce.
9
anterior al llamado estructuralismo en matemáticas (la línea de Bourbaki, por ejemplo). Después
vamos a ver cuál es el punto de origen de las tendencias estructuralistas en antropología.
De lo que nos ocuparemos en esta primera unidad temática es de las corrientes históricas de la
lingüística, o sea lo que se ha dado en llamar lingüística diacrónica. Y lo vamos a hacer como modo
de establecer un contraste que presente más marcadamente las características teóricas del estructuralismo que ha de surgir a principios de este siglo. Porque el estructuralismo, tanto en lingüística como
en antropología, enfatiza el orden sincrónico más que el devenir, las estructuras estables más que los
procesos de cambio.
Lo que haremos a renglón seguido será tratar de caracterizar el estado de la lingüística hacia
finales del siglo pasado. Por supuesto, deberemos incurrir en más de una simplificación, porque la lingüística histórica, o los estudios históricos del lenguaje, continúan en la actualidad. De ninguna manera hay que suponer que en el siglo pasado los fenómenos del lenguaje se estudiaban históricamente y
en este siglo, a partir del auge del estructuralismo, comenzaron a estudiarse sincrónicamente, es decir
con prescindencia del cambio. Pero en líneas generales podemos decir que así es. Las tendencias historicistas o diacronistas en la lingüística contemporánea son, hoy en día, absolutamente minoritarias.
En el siglo pasado, en cambio, no se concebía estudiar la lengua si no era históricamente. Preocuparse
por el transcurso del tiempo y concebir las cosas como cambiantes es muy plausible. El problema con
aquellos estudios históricos del lenguaje es más bien de orden metodológico.
El lenguaje ha sido una preocupación constante; podemos remontarnos fácilmente a las especulaciones griegas acerca del lenguaje, o incluso a las refinadas elaboraciones teóricas de los lingüistas hindúes del siglo V a.C., como Pânini. Este último había planteado un esquema de análisis del
lenguaje sumamente parecido a las modalidades estructuralistas, posteriores en 2500 años, incluyendo
una especie de notación algebraica que compendiaba en forma de reglas las estructuras fundamentales
del sánskrito. Si bien existen escuelas sumamente rigurosas en el siglo XVII, (como la Escuela "cartesiana" de Port-Royal), a mediados del siglo XIX una parte importante de los razonamientos sobre el
lenguaje era metodológicamente débil, comparada con los estándares que rigen en la actualidad. La
lingüística antigua, si es que puede hablarse de ella, era más un saber humanista, una práctica erudita,
que propiamente una ciencia.
Lingüística evolucionista
Nota: Esta sección de la primera bolilla, junto con la siguiente sobre glotocronología, no es admisible como
tema de elección libre para el examen final oral, aunque sus contenidos deban ser estudiados de todas maneras. Justifica
esta excepción el hecho de que las teorías aquí tratadas no califican como propuestas científicas y descentran la
posibilidad del tratamiento comparativo de los marcos teóricos mejor elaborados.
La mayor parte de los antiguos análisis del lenguaje reposaba sobre criterios y métodos especulativos y aproximativos. Hasta bien entrado este siglo, no existía, por ejemplo, una forma de notación fonética que permitiera representar con fidelidad todos los matices sonoros de las distintas
lenguas. Y a mediados del siglo pasado, la lingüística, junto con otras ciencias sociales, aparecía
dominada por el evolucionismo, y en este caso por una concepción relativamente ingenua del evolucionismo.
Casi todos los grandes teóricos lingüísticos de la segunda mitad del siglo XIX estaban convencidos de que el lenguaje había seguido una evolución similar a la que habían experimentado con
toda evidencia las formas vivientes y presuntamente las culturas. Partiendo de un esquema evolucionista, por ejemplo, se pensaba que el lenguaje había evolucionado de las formas más sencillas a
las formas más complejas. Y, siendo coherentes con el marco evolucionista en general, se sostenía
también que las distintas manifestaciones del lenguaje contemporáneas (y en particular las lenguas
indígenas), representaban otras tantas formas cristalizadas de la evolución del lenguaje. Esto quiere
10
decir que algunas de las lenguas habladas actualmente en el mundo representarían estados anteriores
en la evolución del lenguaje, cuyo desarrollo culminaba (según distintas opiniones) ya sea en las
lenguas clásicas o en las lenguas europeas modernas. Una lengua "arcaica" constituía un ejemplo de
una etapa por las que las lenguas progresivas ya habían pasado.
En particular se hablaba de tres etapas en la evolución del lenguaje. Y si les doy esta información es porque algunos lingüistas utilizan todavía estos criterios evolucionistas para clasificar las lenguas. Se decía que en un principio el lenguaje había pasado por una etapa que se podía caracterizar
como aislante. Un lenguaje aislante consiste en una serie de términos que significan cosas, pero que
no son gramaticalmente analizables, no se pueden descomponer en unidades gramaticales individuales. En las lenguas aislantes había prácticamente una palabra para cada cosa o conjunto de cosas.
Un ejemplo de una lengua aislante, decían los teóricos del siglo XIX, sería el chino. No sólo
por ser monosílabico, sino porque el chino, según creían estos lingüistas, carecía de gramática. No es
que no hubiera prescripciones sobre cómo hablar el chino. Que una lengua carezca de gramática
quiere decir que no está compuesta por elementos complejos, sino por unidades indivisibles. La lengua china, arquetipo de las lenguas aislantes, es simplemente un conjunto de palabras, y los cambios
en el sentido solamente se pueden llegar a dar a través del distinto ordenamiento de las palabras en la
frase. Cheu pei significa "la parte de atrás de la mano"; pei cheu, "poner la mano detrás de la
espalda", y así el resto.
Los teóricos evolucionistas suponían que después de esta etapa de lenguas aislantes había venido una etapa en que algunas lenguas evolucionaron hacia una pauta aglutinante. Dicho de otro
modo, las lenguas aglutinantes sucedieron, evolutivamente, a las lenguas aislantes.
Las lenguas aglutinantes, como por ejemplo el turco, o la mayor parte de las lenguas aborígenes americanas, incluyen ya, aparte de las palabras originarias de los radicales, algunas señales
gramaticales que se agregan al principio, al final o en el interior de estos radicales, y que constituyen
una especie de gramática rudimentaria. A las raíces se les agregan afijos, que pueden ser prefijos, si
están antes de las palabras, infijos si están incrustados, o sufijos, si son posteriores. Estas categorías
gramaticales todavía se manejan para hacer referencia a algunas características de este tipo de las
lenguas actuales, de las lenguas que, según los teóricos evolucionistas, serían las lenguas flexivas.
Este tercer tipo de lenguas, las flexivas o flexionales, serían, por supuesto, las más avanzadas. El modelo de una lengua flexiva sería el latín o el griego. Serían lenguas que se manejan en
función no ya del encuentro o de la coalición más o menos ocasional de raíces y señales gramaticales,
sino que son lenguas que se originan de acuerdo con un sistema de flexión, de declinación, de conjugación. Nuestra lengua, por ejemplo, sería una lengua flexional. Una lengua relativamente avanzada,
según los criterios evolucionistas, aunque en este sentido no tanto como el griego o el latín; con el
tiempo las lenguas indoeuropeas, excepto las eslavas, han simplificado enormemente sus sistemas de
flexión.
Los evolucionistas siempre tuvieron una especie de ambivalencia frente al hecho de que, de acuerdo con los cánones del evolucionismo, las lenguas debían evolucionar de lo más sencillo a lo más
complejo. Este esquema de progreso es básico en cualquier esquema evolucionista. Pero la ambivalencia de que hablábamos se origina en el hecho de que algunas lenguas muertas, como el griego clásico o el latín, son más complejas y teóricamente más avanzadas desde el punto de vista evolucionista,
que las lenguas que le sucedideron históricamente, como el italiano o el griego contemporáneo.
¿Cómo salieron de este atolladero los evolucionistas? Hay que aclarar que este esquema de evolución no solamente se manejaba a nivel de un esquema abstracto de evolución de las lenguas, sino
que tenía incluso connotaciones racistas. Cierto lingüista de principios de siglo decía que sería un
crimen que un hombre flexivo se case con una mujer aglutinante. Y se suponía verdaderamente que
las lenguas primitivas eran incapaces de expresar sutilezas y matices de pensamiento, o de originar
filosofías como las que se habían gestado en occidente, a caballo de lenguas avanzadas y sistemáticas.
11
Pero en determinado momento, a medida que se iban conociendo mejor las lenguas de las culturas
aborígenes, se comenzó a comprobar que muchas de ellas eran estructuralmente más complicadas que
las lenguas reconocidamente modernas, como por ejemplo el inglés.
¿Cómo salir del paso cuando la evidencia se pone en contra? Algunos evolucionistas salvaron
la dignidad diciendo que en realidad el criterio para valorizar la progresividad de una lengua no pasa
por la complejidad o por la simplicidad, sino por la economía, por el sentido práctico. Esta era una
manera de salvar al inglés, por ejemplo, que es una lengua infinitamente más sencilla2 que la mayor
parte de las lenguas aborígenes conocidas.
Entonces el criterio para poner en tela de juicio una lengua aborigen, debía ser modificado. Ya
no se podía hablar de complejidad, porque las lenguas aborígenes eran más complejas, sino que se
empezó a decir que las lenguas aborígenes testimoniaban una mentalidad poco práctica y que abundaban en una serie de matices inútiles. Aún en la actualidad hay algunos reflejos de esta idea,
como cuando George Steiner escribe:
"Los idiomas más refinados y elaborados coexisten con modos de subsistencia extremadamente primitivos y fundados en una economía rudimentaria. Muchas culturas despliegan en su vocabulario y en su sintaxis
refinamientos y energías adquisitivas de las que su vida cotidiana carece por completo. Las riquezas lingüísticas funcionan como mecanismos compensatorios. Algunas hordas hambrientas del Amazonas dilapidan en el
comentario de su condición más tiempos verbales de los que hubiera podido emplear Platón" (Después de Babel, México, FCE, 1980, p.75).
Determinado lingüista de fines de siglo pasado, observaba que una lengua aborigen norteamericana obligaba a especificar una serie de factores que una lengua práctica y avanzada como el inglés
pasaría por alto. Por ejemplo, para decir que "un hombre mató al conejo", en la lengua ponca había
que especificar que el hombre, un hombre, animado, de pie, en caso nominativo, mató intencionalmente arrojando determinado objeto a un conejo macho, animado, que estaba sentado, en caso objetivo. Es decir, todas estas señales y todas estas especificaciones de sentido tenían que formar parte
de la enunciación para expresar simplemente que "un hombre mató a un conejo".
Esto se estimaba como una especie de desperdicio, como un gasto inútil de energía mental; y
entonces los evolucionistas de la escuela de Powell comenzaron a admitir que las lenguas primitivas
son verdaderamente precisas pero muy poco prácticas, que conforman más bien un lastre para la
mentalidad contemporánea, y que han sido incluso un impedimento para el desarrollo de las ciencias.
Estamos entonces en que los evolucionistas sostenían que los lenguajes se habían desarrollado
históricamente, se habían perfeccionado de alguna manera, obedeciendo a un telos oculto; los criterios para construir la progresión debieron cambiar: primero el progreso iba de lo más simple a lo más
complejo, luego de lo más superfluo a lo más práctico; pero existía en todo caso una forma de acomodar jerárquicamente las lenguas.
Una de las cosas que tenemos que sacar en claro de aquí, es que no existen verdaderamente
lenguas primitivas. Y esto es algo que si los lingüistas lo saben, los antropólogos lo tienen que saber
mejor. No existen lenguas incapaces de expresar matices de significado que se puedan expresar en
otras. Quizás, en ciertas lenguas, determinadas expresiones conceptuales requieran más palabras o
más paráfrasis y circunloquios que en otras, pero básicamente en todas las lenguas se puede expresar
lo mismo.
Después vamos a ver que hay distintas formas y distintas estructuras de lenguas, aunque no
vamos a estudiar lenguas aborígenes ni vamos a describir gramáticas. El hecho es que hay lenguas que
2 Estructuralmente, ya que
no en su léxico.
12
siguen distintas estrategias que otras para ir incorporando nuevos conceptos y nuevas formas de
expresión, aunque todas son capaces de desarrollarse, si es que no de crecer.
Todas las lenguas evolucionan. No existen lenguas que estén detenidas en el tiempo. Existen
algunas lenguas, como por ejemplo el islandés, que por razones culturales no incorporan, como hacen
todas las lenguas en general, neologismos; es decir, no agregan al inventario léxico términos originados en otras lenguas, como lo hacemos nosotros, que decimos por ejemplo "jet" o "televisor", proveniente de un término inglés o del griego.
En determinadas lenguas se van gestando formas de decir, paráfrasis, explicaciones, descripciones, que reemplazan a formas anteriores. Las academias y los doctores de la lengua van recomendando términos que deben ser incorporados a la misma. Esto último pasaría, teóricamente, con el
árabe. De todas maneras esta es una concepción absolutamente teórica. De hecho, las lenguas evolucionan mucho más allá de lo que les gustaría a las academias del lenguaje.
Pero la evolución es un concepto muy amplio, en el que caben innumerables modalidades, tanto progresistas como conservadoras. Para redondear este panorama esquemático de las tendencias lingüísticas históricas del siglo pasado, tendríamos que hacer referencia a uno de los principales
teóricos, un teórico arquetípico de mediados del siglo pasado, un personaje que ha tenido una gran
influencia en la antropología de principios de este siglo, y sobre todo en los estudios folklóricos. Me
refiero a Max Müller. Algunos que hayan hechos materias de folklore probablemente haya oído hablar
de él. En mis tiempos de estudiante las materias de folklore incluían algunos textos de Müller, junto a
los de otros autores todavía más arcaicos, y no siempre se hacía la salvedad del paso del tiempo para
situar sus esquemas teóricos en el debido contexto. Esto es, se tomaban las propuestas de Müller
como postulados científicos en pleno derecho, dándoles cabida junto a teorías posteriores harto más
sensatas.
Max Müller era también evolucionista y había elaborado un sistema que se apartaba en algunos puntos importantes del evolucionismo clásico de Darwin en biología o de Tylor en antropología.
Max Müller incluso polemizó con Tylor. Tylor fue probablemente el primer teórico importante de la
antropología en el siglo pasado, y como es natural militaba en el evolucionismo.
Lo que afirmaba Tylor (y lo que negaba Max Müller) era que el lenguaje se originaba en la expresión de las emociones, en una serie de experiencias o sensaciones inmediatas. Para Tylor las primeras palabras debieron haber sido muy semejantes a ruidos; en un primer momento el lenguaje debió
haber sido puramente onomatopéyico, y la prueba está, decía Tylor, en que todas las lenguas poseen
palabras que tienen un claro origen onomatopéyico. "Asno" se dice eô en egipcio, "cuervo" es crow
en inglés, "gato" es mau en chino, "fusil" es gun en inglés y pung en botocudo, "pito" es pipit en
malayo. A Tylor le era relativamente fácil ejemplificar, porque el inglés posee un gran número de
términos derivados de imitaciones, de estilizaciones lingüísticas de sonidos.
Hago referencia a esta teoría de Tylor y a lo que va a ser la de Max Müller simplemente para
ilustrar el tipo de argumentación teórica y la clase de problemas de las que se ocupaba la lingüística
hasta principios de este siglo. Todo ello tenía que ver con una concepción del conocimiento de puro
sentido común: hacer ciencia consistía en desvelar los "orígenes" de algo, aunque no existiera para
fundamentar ese argumento ninguna prueba rotunda. Y una demostración consistía en una acumulación de ejemplos, tanto mejor cuanto más abundantes, aunque existieran innumerables casos en contrario.
Max Müller disentía de Tylor respecto al origen del lenguaje. Y en su lugar proponía otra teoría que no era menos conjetural. Müller decía que el único testimonio que hay acerca del lenguaje primitivo es el mito. Explicaba de esta manera tanto el lenguaje como la mitología. Afirmaba concretamente que el lenguaje es manifestación del pensamiento, y que los mitos testimonian un estado anterior del lenguaje, y, por lo tanto, un estado anterior del pensamiento. Aseveraba que los mitos se
habían originado en el mismo período en que se formó el lenguaje, un período al que él llama mito13
poético. En ese período las palabras eran, por así decirlo, pesadas, difíciles de manejar, como que
decían demasiadas cosas, o tenían una enorme carga de sentido. De ahí que a los contemporáneos nos
provoque extrañeza el lenguaje mitológico. Müller decía que el mito es algo que requiere una explicación, y una explicación que puede darse es ésta que lo relaciona con un estado anterior del lenguaje,
en el que existía otra relación que la que hoy existe entre lenguaje y significación.
En los mitos, según Müller, los fenómenos se nombran de acuerdo con sus atributos. El sol,
por ejemplo, es "el iluminador", los ríos son "los que corren", y así todo. Müller sacaba estas ideas de
las antiguas etimologías griegas, latinas y sánskritas3. Para Müller el sánskrito representaba el estado
originario del lenguaje. Las raíces sánskritas, en las que por ejemplo la que designa a los ríos expresa
un atributo, serían supervivencias del estado inicial de la humanidad.
Todas estas no son ideas demasiado memorables desde el punto de vista teórico o metodológico, y como les decía, simplemente las exponemos para que después pueda apreciarse el contraste
que va a significar el advenimiento de la lingüística estructuralista en la primera década de este siglo.
Según Max Müller, con el tiempo se fue olvidando el sentido originario de los mitos; el lenguaje fue
cambiando en su forma de significar, en sus modos de referirse a las cosas del mundo: ya no lo hacía
mediante la enumeración de los atributos, sino que significaba de diversas formas. Y los mitos
quedaron como una especie de reliquia de un estado anterior. De un estado en el cual el hombre
todavía no dominaba el lenguaje como después pudo hacerlo, sino que lo manejaba con torpeza. Por
eso Max Müller decía: los mitos son una enfermedad del lenguaje.
Esta teoría de Müller, con todo lo conjetural que puede haber sido, fue en su momento una de
las teorías más elaboradas y avanzadas acerca del lenguaje tanto como acerca de la mitología. Habría
que ponerse un poco en situación. ¿Cuál era el contexto histórico y científico que permitía el
desarrollo de este tipo de especulaciones acerca del lenguaje? En aquella época, estudiosos como
Max Müller (que era concretamente especialista en lenguas indoeuropeas, estudioso del sánskrito y
de las religiones orientales) eran estudiosos típicos; y su modelo, que hoy parece un modelo típico de
anticuario aficionado, era el modelo científico habitual. Ciertas prácticas del folklore y la antropología
en Alemania y en Europa oriental conservan, todavía hoy, el mismo regusto por el dato erudito y la
misma tolerancia hacia la especulación.
Ese tipo de teorías elaboradas sobre todo por orientalistas, más que por antropólogos o lingüistas, constituyó una actividad sumamente frecuente entre mediados y fines del siglo pasado. Era
una actividad frecuente porque existió, como subproducto de la situación colonial, una importante
inquietud por el estudio de las lenguas y las culturas exóticas. Esto se dio sobre todo a partir de fines
del siglo XVIII, principios del XIX, cuando los eruditos europeos descubrieron que la lengua India
antigua, el sánskrito, estaba emparentada con las lenguas de la Europa contemporánea. Al mismo
tiempo se imaginaba que el sánskrito védico (uno de los testimonios de textos más antiguos que existe, aunque su trasmisión haya sido oral) era algo así como un testimonio de los albores de la
humanidad.
El siglo XIX fue el período en el que se originan intentos por sistematizar, por explicar, estas
similitudes encontradas entre las lenguas de culturas sumamente diversas. Se inventó el rótulo de indoeuropeo para hacer referencia a esta super-familia lingüística, que abarcaba tanto al sánskrito como
a la mayor parte de las lenguas europeas, con escasas excepciones, como el finés, el vasco o el húngaro.
3
La etimología (el estudio científico del origen de las palabras) fue una de las actividades predilectas de la fase filológica y humanista
de los estudios lingüísticos. En los años recientes se importancia ha disminuido mucho, y ya no sostiene como antes lo hacía que el
significado de las antiguas palabras está de algún modo subyacente, soterrado, oculto, en los significados actuales.
14
Y se llegó al extremo de imaginar cuál había sido la cultura correspondiente a la lengua indoeuropea madre, a la del idioma indoeuropeo en sentido estricto. Uno de los eruditos que acostumbraba a acomodar las lenguas en este esquema de las tres etapas que vimos al principio de esta
clase, llegó a componer poemas en indoeuropeo, una lengua al fin y al cabo conjetural, que consistía
en denominadores comunes de las diversas lenguas indoeuropeas históricas.
Si bien el estado de la investigación siempre estuvo aferrado a la conjetura y al capricho, este
es un periodo en el que se origina verdaderamente una inquietud por la historia de las lenguas. El indoeuropeo posee una historia documentada de casi tres mil años. Y después vamos a ver que muchas
de las teorías contemporáneas de la lingüística histórica, se basan más que nada en el estudio y en el
análisis de las lenguas indoeuropeas.
En aquella época se suponía que la lengua y la raza eran fenómenos afines. Así como existían,
para los evolucionistas, lenguas arcaicas o lenguas primitivas, también existían razas menos desarrolladas, menos capaces, más primitivas. Se llegó a pensar que la raza y la lengua corrían juntas. Que
allí donde se hablara una lengua primitiva estábamos también en presencia de una raza cerebralmente
poco desarrollada (aunque sus potencialidades se reputaran idénticas), y que el testimonio de este
déficit se hallaba en el atraso cultural de determinadas sociedades.
Con el tiempo se llegó a la conclusión de que raza y lengua no son conceptos interdependientes. No se puede utilizar como se utilizó en el siglo pasado, indiscriminadamente, evidencia lingüística
para determinar la distribución y la diferenciación racial. En el siglo pasado se pensaba que los criterios eran paralelos y que la lengua podía usarse como una especie de prueba sustituta para completar
un esquema de evolución, distribución o historia de las razas o de los pueblos.
Y bajo esta idea se hicieron una serie de propuestas acerca del origen por ejemplo, de las razas americanas. Un lingüista de mediados del siglo pasado, John Kennedy se llamaba, pretendió
probar que los indígenas de América provenían de otros continentes, en este caso de Africa occidental, basándose en un puñado de palabras afines. El método de los folklorólogos alemanes difusionistas conocido como "palabras y cosas" (Wörter und Sachen) se inspira en la idea de que ambas
viajan juntas con quienes las transportan.
Algunos folkloristas algo más recientes (como el argentino Carlos Vega) han creido probar el
origen oceánico de ciertos elementos culturales precolombinos de América guiándose por criterios
parecidos, que a partir de ahora ustedes podrán juzgar mejor en lo que valen. Pero, en definitiva, todo
este tipo de conjeturas y de teorías basadas en pruebas a todas luces insuficientes, fue dejando paso a
una perspectiva que ya se anuncia como un estudio científico del lenguaje.
Los neogramáticos
Si todas las corrientes que revisamos hasta ahora acatan los principios del evolucionismo, la
primera corriente "científica" de estudios lingüísticos tenía que ver más bien con el ideal positivista de
la ciencia. Esta corriente de fines del siglo pasado y principios de éste se conoce como neogramática.
En realidad esta es una traducción bastante poco afortunada del calificativo de "jóvenes gramáticos",
que mereció un grupo de estudiosos alemanes a fines del siglo pasado.
Estos neogramáticos abandonaron, por empezar, todo lo que tuviera que ver con construcciones imaginativas del origen o de la historia de las lenguas. El modelo neogramático prohibía la especulación. Esta es una de las razones por las cuales se reconoce en esta corriente algo que se parece
a lo que vino después.
Lo de "neogramática" tiene que ver con el hecho de que la mayor parte de las tendencias lingüísticas del siglo XIX se encuadraba en lo que se llamó filología o gramática comparada, la cual
era fundamentalmente descriptiva. La gramática de los neogramáticos se proponía no solamente
15
describir la historia de las lenguas y el cambio lingüístico, sino explicarlo. Y esto es algo que surge
claramente del ideal positivista de la ciencia.
Esto fue, podríamos decir, de mil ochocientos setenta y pico hasta, yo diría, 1900, 1910. Incluso después vamos a ver que el fundador de lo que se reconoce como la lingüística científica en el
sentido estricto, que es Ferdinand de Saussure, fue en su juventud miembro de esta escuela neogramática, e incluso escribió un tratado que se reconoce como la obra culminante de la escuela
neogramática, antes de fundar la lingüística científica bajo el signo del estructuralismo.
Lo que proponían los neogramáticos es desanimizar, podríamos decir, el concepto que se tenía sobre el lenguaje, quitarle todas las metáforas orgánicas o biológicas que se desarrollaron en la
lingüística evolucionista. Deseaban eliminar los resabios animistas o biologicistas, y toda una serie de
metáforas que cubrían la concepción que se tenía de los lenguajes. En esa época se hablaba de
lenguas que sufrían enfermedades, o que morían o que declinaban, como si fueran organismos
vivientes. Y esto es algo con lo que rompe la corriente neogramática, que se proponía encontrar las
causas verificables del cambio lingüístico en la actividad concreta de los seres humanos, en la actividad observable de los hablantes.
En el canon neogramático no se estudiaba entonces tanto la lengua, como una especie de fenómeno independiente, que tenía un período de crecimiento, de juventud, de madurez y de decrepitud, sino que se observaba sobre todo la actividad lingüística. Y algo que caracterizó a los neogramáticos era que se ocupaban no de grandes periodos históricos, a lo largo de milenios, sino que
examinaban de cerca transiciones de fase entre dos estados de una misma lengua. Los neogramáticos,
por primera vez, redujeron la escala de las observaciones para definir un objeto mucho más
manejable.
No viene al caso retener los nombres de los neogramáticos (Georg Curtius, Hermann Paul, K.
Brugmann); en la actualidad estas referencias a la corriente neogramática son poco más que una curiosidad. En primer lugar, porque la lingüística de nuestra época cambió los parámetros; no solamente
porque profundizó en los criterios de rigor científico, impuestos por los neogramáticos, sino porque
puso en el análisis de la lengua un énfasis totalmente ajeno a las inquietudes historicistas propias del
siglo XIX.
Lo que cabe rescatar de los neogramáticos es que por primera vez propusieron que el cambio
lingüístico, la evolución de las lenguas, o como se lo quiera llamar, era un fenómeno que debía tener
cierta sistematicidad, debía obedecer a una serie de reglas, debía atenerse a un orden susceptible de
investigación sistemática. También decían los neogramáticos que, dado que la lengua es una actividad
humana, las explicaciones de la conducta lingüística y del cambio lingüístico, se tienen que buscar
dentro de las reglas generales que rigen la conducta humana.
Antes de abordar las corrientes lingüísticas relativamente modernas, vamos a señalar una serie
de puntos que caracterizaron a las corrientes lingüísticas anteriores y que ya han dejado de ser importantes. Por ejemplo, ningún lingüista en sus cabales propondría hoy una teoría acerca de los orígenes
del lenguaje, incluso este es un tema que no se estudia en la actualidad, no porque sea poco
importante determinar cuál es el origen del lenguaje, sino porque no hay modo de abordar el
problema desde el punto de vista lingüístico.
Una de las razones que impiden que estos estudios puedan afrontarse obedece a que no existen testimonios de lenguas arcaicas, precarias o primitivas. Como ya les dije, no solamente todas las
culturas tienen lenguas evolucionadas y relativamente complejas, sino que incluso remontándonos a
los testimonios lingüísticos más antiguos, testimonios lingüísticos que podemos remontar a cuatro o
cinco mil años atrás, no encontramos la menor traza, el menor signo de una lengua en estado de formación.
16
Se reconoce que el ser humano adquirió el lenguaje muchísimo antes de que adquiriera la
forma de fijarlo por escrito, de modo tal que todo lo que pueda decirse sobre lenguas originarias
carece absolutamente de validez. Ustedes saben que se han propuesto diversas lenguas como la
lengua madre, pero esto es una actividad que era propia del siglo pasado y no de éste. Max Müller
decía, por ejemplo, que el sánskrito era la lengua más antigua y que testimoniaba una humanidad que
se encontraba en plena juventud. Y hoy se reconoce que los testimonios conocidos de la lengua
sánscrita corresponden a una cultura sumamente desarrollada, la cultura védica, que nada tiene que
ver con una humanidad primitiva o primigenia. Los restos más antiguos del sánskrito corresponden a
una cultura compleja y a una sociedad ya plenamente urbanizada.
Lo mismo cabe decir del hebreo, por ejemplo, que se ha promovido como la lengua madre a
partir de la exégesis bíblica, y hoy se admite sin gran cuestionamiento que el hebreo, los testimonios
más antiguos del hebreo, son dos o tres mil años más recientes que los testimonios de otras lenguas.
Lo que subsiste como inquietud científica es la investigación del origen de la capacidad lingüística, no del origen de tal o cual lengua, de determinadas familias de lenguas o del origen de las
palabras, sino de lo que puede observarse por ejemplo a través del examen de restos óseos de determinadas especies homínidas. En paleoantropología se estudia a partir de qué periodo el hombre es
capaz de producir sonidos lingüísticos, examinando las improntas de las características corticales, que
según hoy se sabe están relacionadas con esa capacidad. También se emplean criterios
observacionales provientes de la etología.
Uno de los temas más candentes para los etólogos, tiene que ver con la posibilidad de que determinadas especies animales posean algo así como un lenguaje. El semiólogo norteamericano contemporáneo Thomas Sebeok, sostiene que la actividad comunicativa, el manejo de signos, es algo que
caracteriza a todas las especies vivientes, en mayor o menor grado. Sebeok habla incluso no sólo de
semiótica para hacer referencia a esta motividad sígnica, sino de zoosemiótica o de biosemiótica.
Numerosos lingüistas, sin embargo, argumentan que el lenguaje es una capacidad específicamente humana; más aún, sostienen que es una capacidad que permite definir al ser humano como algo
relativamente separado y superior al resto de los animales. Esto por supuesto implica negar el carácter
de lenguaje a las actividades sígnicas de los primates superiores aparte del hombre. Ultimamente se ha
estado investigando, por ejemplo, la capacidad de los chimpancés, e incluso de los gorilas, para aprender y desarrollar modos de comunicación que podrían definirse como lenguajes. Son particularmente interesantes los estudios de la trasmisión lingüística en grupos de primates.
Incidentalmente se ha descubierto que determinados chimpancés, adecuadamente enseñados,
son capaces de aprender lenguajes de signos como el AMESLAN o "American Sign Language", un
lenguaje gestual gestual de los sordomudos norteamericanos; se ha probado que los chimpancés son
capaces de combinar los signos del AMESLAN de manera tal de producir nuevas frases, y hasta
poseen la capacidad para trasmitir esas habilidades a su descendencia.
Por supuesto que esto ha originado toda una disputa acerca de si se puede asimilar el aprendizaje realizado por estos chimpancés con el aprendizaje lingüístico que desarrollan los seres humanos.
Como quiera que sea, estas nuevas investigaciones han desplazado el antiguo interés del siglo XIX
por las reconstrucciones conjeturales, y han fijado una serie de problemáticas que, si bien todavía se
mantienen, son absolutamente periféricas respecto de la corriente principal de la lingüística, que versa
sobre cuestiones quizá no tan apasionantes pero mejor delimitadas. Como vamos a ver en las clases
siguientes, la mayor parte de las corrientes contemporáneas en lingüística son sincrónicas, estudian
estados del lenguaje y no procesos de cambio lingüístico.
Las preocupaciones históricas de la antigua lingüistica son comprensibles. No solamente había
que explicar el hecho del lenguaje en sí, sino que había que explicar antes que nada la diversidad de
las lenguas. Ustedes sabrán que existen alrededor de 4000 o 5000 lenguas distintas. Todo depende de
cuál sea el criterio que se utilice para considerar que dos lenguas emparentadas son o no la misma.
17
Este tipo de problemas en lingüística es sumamente complicado. Se han discutido mucho (y esto lo
vamos a ver más adelante cuando hablemos de sociolingüística) los criterios que sirven para demarcar
una lengua; téngase en cuenta que en el interior de lo que llamamos un idioma las manifestaciones del
habla concreta son absolutamente heterogéneas, y están desparejamente articuladas según las clases
sociales, los sexos, las profesiones, las edades.
Las fronteras entre una lengua y otra, entonces, son sumamente nebulosas, pero de todas maneras, grosso modo, los lingüistas reconocen varios miles de lenguajes o dialectos distintos. En el
siglo pasado esta diversidad se explicaba de diferentes formas. Un lingüista, que no viene al caso
mencionar aquí, postulaba que las lenguas se debían haber originado por el hecho de que se abandonaba a los niños, los niños se criaban solos, no aprendían ninguna lengua, entonces se ponían de
acuerdo e inventaban una. Ustedes se darán cuenta que existen pocas oportunidades de probar una
teoría semejante.
Con el correr del tiempo, hacia 1870 decíamos, surge la escuela neogramática que trata de
acabar con toda esta floración de conjeturas, y sienta las bases de los primeros análisis rigurosos del
lenguaje. Existen algunos intentos aislados por formular leyes, que en un principio van a ser de
carácter histórico. Existe una ley famosa, la ley de Grimm, postulada por el conocido filólogo que
también participó en la recolección de las narrativas tradicionales alemanas, que establece ciertas
regularidades en la evolución de los lenguajes.
Los neogramáticos querían ir más lejos y sobre todo querían explicar hechos del lenguaje que
aparentemente quiebran su regularidad, es decir, su carácter de objeto que obedece a leyes. Ustedes
sabrán que, por ejemplo, las lenguas indoeuropeas distinguen entre verbos regulares y verbos irregulares. Para dar un ejemplo sencillo, en inglés el pasado de un verbo regular se forma añadiendo el sufijo "d" o "ed" a la raíz del verbo; sin embargo, existe dentro del inglés una gran cantidad de verbos,
que ellos llaman irregulares, en los que para formar el pasado se utilizan otros recursos fonológicos,
recursos que no obedecen a una pauta regular (ej keep -> kept).
Los neogramáticos fueron los primeros en plantear que esta aparente falta de leyes se tenía
que explicar encontrando el estado de la lengua dentro del cual estas transformaciones ocurrieran
regularmente; es decir, la transformación que hace que "keep" se transforme en "kept", a pesar de
ser menos numerosa que la transformación anterior, debía ocurrir en número tal y con referencia a un
estado global del lenguaje que confiriera a esa transformación caracter más o menos sistemático. Aún
las aparentes excepciones deben estar sujetas a leyes.
Glotocronología
Haremos referencia ahora a una de las pocas corrientes históricas dentro de la lingüística contemporánea. Es importante que quede claro que la tendencia que vamos a caracterizar como glotocronología, no pertenece a las corrientes lingüísticas del siglo pasado, no es una corriente antigua. Se
origina entre 1951 y 1953. El hecho de que la mencionemos ahora se debe, como les decía antes, a
que es una de las pocas corrientes diacrónicas o históricas que vamos a tener oportunidad de revisar.
La glotocronología, además, tiene cierto interés de cara a la antropología, por cuanto se implementó como una herramienta auxiliar no sólo de los estudios lingüísticos, sino de la etnohistoria y
de la arqueología. Incluso se diría que la idea para formular el método glotocronológico surgió por
analogía del método de datación por el carbono 14, que se utiliza para determinar la edad de una
muestra. Los que hayan cursado materias de arqueología sabrán más o menos en qué consiste.
Lo que se pretendía hacer en glotocronología era medir el tiempo transcurrido desde que dos
lenguas pertenecientes a una misma familia se habían separado. La glotocronología no trabajaba en18
tonces sobre una muestra lingüística sino sobre por lo menos dos. Y la posibilidad de datación estaba
dada por la cantidad de términos que se habían conservado iguales o parecidos en una lengua y otra.
Ahora estoy simplificando un poco la cosa; después introduciremos algunos términos técnicos.
Lo que ha de enfatizarse ahora es, simplemente, que la glotocronología todavía aparece en los manuales de etnohistoria, de lingüística o de arqueología, como un método relativamente confiable para
la datación de este tipo de fenómenos.
La glotocronología surgió en los Estados Unidos en 1953 por iniciativa de Morris Swadesh, y
muy pronto varios lingüistas norteamericanos especialistas en lenguas aborígenes se unieron a esa
propuesta. Durante 10 años, más o menos, la glotocronología fue un método respetado. En 1960, por
ejemplo, comienza a aparecer una de las principales revistas norteamericanas de antropología, Current Anthropology; y el primer artículo del Current, que es una revista que sigue saliendo y es donde
se publica la mayor parte de los trabajos de índole teórica de la antropología norteamericana, es un
trabajo de glotocronología, donde Dell Hymes practica una defensa del método.
Esto quiere decir que entre 1951/53, cuando surge la glotocronología, y 1960, no solamente
había gozado de cierta distinción sino que ya era necesario defenderla. Ustedes se van a dar cuenta
que el método propuesto por los glotocronólogos, o como se los quiera llamar, es difícilmente
defendible; en general se considera que hacia 1962 el periodo de vigencia de la glotocronología, por
lo menos en su formulación inicial, caducó. En 1962, en esa misma revista que se había inaugurado
con una nota sobre la glotocronología, se publica una contraprueba, es decir, un caso que refuta la
validez de la glotocronología, o por lo menos la pone en tela de juicio.
La glotocronología parte de cuatro supuestos. El primer supuesto es que en toda lengua una
parte del vocabulario cambia más lentamente que el resto. Es decir, dentro del inventario léxico de
una lengua existe una parte relativamente privilegiada, básica, que está poco sujeta a cambios. Esto es
lo que los glotocronólogos llaman vocabulario no cultural o núcleo léxico; esta expresión quiere decir
que hay una región del vocabulario que no depende de la cultura ni está sujeto a cambio de acuerdo
con los cambios culturales, sino que se trataría de una entidad lingüísticamente estable.
Este léxico básico se refiere no a los términos que pueden variar de una cultura, de una sociedad a otra, sino a términos que necesariamente tienen que estar presentes en todas las lenguas. Dicho
de una manera más técnica, esa parte del vocabulario refleja términos que tienen que estar
necesariamente lexicalizados en todas las lenguas. Es decir, tiene que existir una palabra para designarlos, en todos los idiomas. Esa parte del vocabulario incluiría por ejemplo las partes del cuerpo,
los términos que designan las manos, los pies, o las actividades biológicas fundamentales, comer,
dormir, morir, o fenómenos naturales presentes en todas partes, fuego, agua, lluvia, sol, luna... Es
decir, los elementos más inmediatamente presentes y universales de la experiencia.
Este núcleo, entonces, estaría lexicalizado en todas las lenguas. Y estar lexicalizados quiere
decir que existen términos o existen palabras que se refieren a esos conceptos. Este es el primer
supuesto, entonces, de la glotocronología. Que existe dentro de todo el vocabulario una parte que,
por diversas razones, necesariamente es universal, y que al ser universal, al no depender de los
caprichos de la cultura, al aprenderse más tempranamente en el proceso de enculturación, es también
más resistente, el menos variable.
El segundo supuesto afirma que el ritmo de cambio del vocabulario básico es constante a
través del tiempo. Esto no quiere decir que las lenguas cambien todas a la misma velocidad. Nos
estamos refiriendo no a las lenguas en su conjunto, sino al vocabulario básico. Según ellos este vocabulario cambia, en todas las lenguas, aproximadamente según el mismo ritmo de cambio. O lo que es
lo mismo, en todas las lenguas el ritmo de retención del vocabulario básico sería el mismo.
¿Y por qué afirman esto? Lo importante es que no se trata de una concepción a priori, sino
que se trata, aparentemente, de un hallazgo que puede generalizarse. No se trata de una hipótesis
19
característica, que después va a ser confirmada o refutada a través de los hechos, sino que se trata de
una generalización a partir de una serie de hechos observados. En principio, cuando se hace esta
formulación de la glotocronología, existen una serie de pruebas que parecen confirmar esta segunda
suposición.
Los glotocronólogos presentan inventarios de lo que ellos llaman el vocabulario básico de una
serie de lenguas. La mayoría de estas lenguas son indoeuropeas, pero también hay casos como el del
japonés o el árabe. Y esos inventarios parecen demostrar que efectivamente el ritmo de cambio del
vocabulario básico es constante. Los glotocronólogos afirmaban que si tomamos cien palabras del núcleo básico de una misma lengua, vamos a encontrar que al cabo de 1000 años cambia un porcentaje
de alrededor del 19%. En todas las lenguas ese porcentaje de cambio es el mismo.
Esta teoría se puede formular solamente en el caso de que exista documentación. Es decir, la
formulación inicial de esta teoría requiere que se conozcan dos estados de la lengua, en este caso a
1000 años de distancia uno de otro. Que se pueda demostrar que las lenguas que se están comparando están emparentadas y que las dos lenguas evolucionaron según el mismo ritmo de retención.
Lo que sucede es que a partir de ahí, podríamos decir que el método se independiza de la
prueba. Es decir, se postula ya como un hecho confirmado que todas las lenguas en su vocabulario
básico cambian a la misma velocidad. El número que les dije recién no es azaroso. Lo que dicen los
glotocronólogos es que el ritmo de cambio de una lengua, al cabo de mil años, es del 19% aproximadamente, o en otras palabras que el 80 u 81% del vocabulario básico permanece constante al cabo de
1000 años.
El tercer supuesto dice, entonces, que ese ritmo de cambio es el mismo en todas las lenguas.
Es una generalización de un hallazgo para una lengua, a una muestra de originariamente 11 pares de
lenguas: egipcio medio/copto; latín clásico/rumano moderno; alto alemán/alemán moderno; chino clásico/chino moderno; latín de Plauto/francés de Molière; caribe dominicano/caribe moderno; latín clásico/portugués moderno; koiné/griego chipriota; latín clásico/italiano moderno; inglés antiguo/inglés
moderno; latín de Plauto/español del 1600.
El cuarto supuesto dice que si se conoce el porcentaje de cognados (es decir, el porcentaje
de términos que permanecen iguales) en dos muestras lingüísticas de lenguas emparentadas, se
puede medir el tiempo que ha transcurrido desde que esas dos lenguas se separaron.
En definitiva, la resultante operativa de la glotocronología, era una formulita que establece
que el tiempo mínimo transcurrido desde que se separaron dos lenguas, equivale a este algoritmo: el
logaritmo de c, que es el número de cognados, es decir de términos del vocabulario básico, sobre el
logaritmo de r, la famosa constante de los glotocronólogos, y que vale más o menos 0.81, es decir el
81% que se supone que no cambia. Este porcentaje indicaría la cantidad de afinidades retenidas
después de un milenio de separación. Hay formas distintas de expresar esta fórmula, pero
conceptualmente son variantes de lo mismo. Por lo común se la escribe de esta forma:
t = log c / log r
Una fórmula que se deriva de la anterior es esta:
d = log c / 2 log r
Donde c denota al vocabulario común entre dos lenguas y r la tasa de resistencia propia de la
lista, expresada en porcentaje.
Si encontramos, para hacer números redondos, que en dos lenguas emparentadas el léxico básico difiere en un 19%, es casi seguro que ambas lenguas se separaron hace mil años. Como puede
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verse, el método glotocronológico supone la aceptación de supuestos considerablemente atrevidos,
aunque algunas de sus ideas concuerden con el más burdo sentido común4.
Ahora bien, ¿tiene alguna incidencia el hecho de que una lengua haya sido fijada por escrito?
Se ha comprobado que la escritura es un buen método de fijación de las prácticas del lenguaje. De
todas maneras, los glotocronólogos tendrían una serie de defensas ante ese tipo de argumentación.
Dado que ellos no se refieren a la totalidad del léxico, que es enorme, sino a un núcleo básico que,
para hacer números redondos y facilitar cuentas, establecieron en 100 términos, es decir los 100
términos más básicos y corrientes e inmediatos del lenguaje, ellos dicen que poco importa que la
lengua esté fijada por escrito o no, porque la frecuentación de uso, la inmediatez de todos esos términos hacen relativamente irrelevante que se los fije o no por escrito.
Inclusive esos términos se aprenden, y eso verdaderamente cualquiera puede testimoniarlo: los
números del uno al diez, los términos que designan a los fenómenos inmediatos o a las partes del
cuerpo, se aprenden mucho antes de saber leer y escribir.
El cuarto principio de la glotocronología es el que hace posible que ella se conciba no como
una hipótesis, sino como una herramienta auxiliar de la arqueología, la antropología, la etnohistoria.
Los glotocronólogos estudian el vocabulario básico, al que ya tienen estandarizado en una hojita que
es de distribución gratuita en todos los institutos de glotocronología, y en la que constan los 100
términos de ese vocabulario. Hay varias versiones, algunas de ellas de 200 términos o más, que
incluyen los pronombres personales, palabras que designan cualidades como grande o chico, o
nociones como hombre, mujer, persona, pescado, perro, árbol (¿cómo se aplicaría la última palabra
en Groenlandia o en el Sahara?).
Los glotocronólogos afirman que aunque la imagen sonora de ciertos términos haya variado,
se puede establecer con facilidad si permanecen constantes o no. Por ejemplo, comparando la expresión castellana "dos" y el inglés "two", se puede demostrar mediante algún artificio fonológico que
están emparentados, y así sucesivamente.
Aquí es donde empiezan los problemas de la glotocronología. Tal como ella está formulada,
lo peor que le podría pasar a la glotocronología es que se encuentren dos muestras correspondientes
a dos estados de la misma lengua que no hayan evolucionado en un tiempo dado según el ritmo en
que la glotocronología prescribe que debería hacerlo. La glotocronología es una hipótesis refutable.
Y eso es fatalmente lo que sucedió en 1962: se la refutó. Por eso yo les dije que la glotocronología
está relativamente desacreditada, y que se la debería reformular para tornarla de nuevo una técnica
instrumental.
En 1962, y en la misma revista Current Anthropology, se publicó un artículo relativo a lenguas escandinavas, de una antigua documentación escrita. Se compararon muestras de Islandia y
Escandinavia, y se llegó a la conclusión, a partir de 5 o 6 muestras, de que el vocabulario básico en
mucho más de 1000 años no había cambiado absolutamente nada. En algunos casos había cambiado
en porcentajes no previstos por la glotocronología.
Esto es lo peor que le podía pasar a la glotocronología, decíamos. Pero otra dificultad con la
que se puede encontrar este método, es que para establecer que dos términos son cognados, están
emparentados, hace falta conocer algo más que el vocabulario básico. Hace falta conocer algo del
4
Sapir (que no fue, como veremos, un glotocronólogo) decía, en efecto, que "cuanto mayor es el grado de diferenciación dentro de
una familia de lenguas, mayor es el período de tiempo que puede presumirse para su desarrollo". La idea de que la cultura evoluciona
según la regla de tres simple presupone, entre otras cosas, que todos los demás factores permanecen constantes (ceteris paribus); esta
es otra idea desacreditada.
21
sistema fonológico al que pertenecen estas muestras, para saber cuáles son los tipos fonológicos más
habituales y poder asegurar que estén o no emparentados.
Otro problema que se suele dar en glotocronología es que existan términos que designan a estos elementos básicos del léxico y que se agregan históricamente a esta denominación. Es decir, que
existan diversos términos alternativos para un mismo concepto. Lo que dicen los glotocronológos es
que hay que utilizar el término que más frecuencia tenga en una muestra lingüística. Por poner un
ejemplo burdo, ahí hay que salirse entonces del método glotocronológico específico y empezar a
medir con qué frecuencia se dice "cabeza", o se dice "testa" o "marote" o "balero", o la palabra que
fuere. Esta medición es problemática, porque bien pudiera suceder que algunos miembros de una
sociedad utilicen más un término que otros, según condiciones de clase, sexo, profesión, edad...
¿Cómo solucionan los glotocronólogos el problema de que exista incertidumbre acerca de
cuál de los términos posibles es el más frecuente? Ellos recomiendan lisa y llanamente que se revolee
una moneda ("to flip a coin"). Y aunque técnicamente sea posible encubrir la crisis del método argumentando pomposamente que se utiliza un método estocástico para evitar arbitrariedades, la cosa no
parece muy seria.
Digamos que, a pesar de todas las complicaciones matemáticas que pueden haber surgido en
algunos de los estudios hechos por la glotocronología, nos damos cuenta que el armazón lingüístico,
el aparato técnico de la glotocronología en términos lingüísticos es más bien primitivo, podríamos
declir que es poco especializado, o que es elemental, desde el punto de vista del modo de trabajo y de
la conceptualización que desarrolla.
Después vamos a ver que en lingüística la concepción que se maneja del significado es bastante más elaborada y bastante distinta que la que manifiestan los glotocronólogos. En esta teoría
parecería pensarse que cada objeto del universo tiene una palabra que lo designa, o que existen
objetos por un lado, y por el otro lado nombres correspondientes a esas cosas.
Es decir, la concepción del lenguaje que se manifiesta dentro de la glotocronología concibe el
lenguaje como nomenclatura. Es decir, simplemente como una denominación de las cosas que ocurren
o que están presentes alrededor. Esta es una concepción que podemos decir que caducó a principios
de siglo. Y después vamos a ver por qué, sobre todo cuando abordemos el problema de la semántica.
Por otra parte, los glotocronólogos trabajan con una unidad lingüística que muchas veces se
ha puesto en tela de juicio, y esa unidad es la palabra. Después vamos a ver que en lingüística en general no se habla mucho de palabras, aunque pueda sonar paradójico. Es decir, las unidades analíticas
de la lingüística científica o por lo menos de la lingüística académica no coinciden con las de la
lingüística intuitiva. Para nosotros, intuitivamente, bien pudiera ser que el lenguaje sea una nomenclatura, y que las unidades básicas del lenguaje sean las palabras. Para los lingüistas no siempre es
así.
De todas maneras, parecería que para los glotocronólogos sí lo fuera. Ellos trabajan con una
concepción bastante guresa, podríamos decir, de cuáles son las unidades correspondientes a los conceptos, dicen que son las palabras. Algún lingüista podrá decir que las unidades de significación son
más bien lexemas o morfemas. Después vamos a entender todas estas categorías, cuando nos adentremos en el programa. Pero, ciertamente, la palabra no es una unidad que los lingüistas utilicen con
demasiada frecuencia, pese a la relevancia que parece tener cuando se la contempla desde el sentido
común.
El hecho es que cuando se propuso esta teoría, o este método, se produjeron una serie de intentos por explotar su validez, aplicarlo. Sobre todo en los Estados Unidos, hay estudios también muy
intensos de glotocronología en América Central. Pero en Estados Unidos el tipo de estudio
lingüístico que se daba era muy peculiar. Podemos decir que la mayor parte de la lingüística nor22
teamericana se origina en una problemática que tiene mucho de antropológica. Y en esto difiere
mucho de la lingüística europea.
Dentro de un par de bolillas nosotros vamos a ver específicamente qué tipo de lingüística
surge de este estado de cosas. De qué manera la situación etnográfica incide sobre la formulación de
teorías lingüísticas. Pero por el momento digamos que en esta situación, en la que se daba una
necesidad de esclarecer la historia de una multitud de lenguas indígenas en trance de desaparición, la
glotocronología aparecía como un método que podía llegar a prestar algún servicio.
Se produjo entonces una serie de discusiones que tenían que ver ya sea con el contenido de las
listas, o con el hecho de que no estaba probado que esas listas o ese léxico básico fuera verdaderamente universal. Se empezaron a aducir ejemplos de lenguas en las que faltaban términos para designar alguna de las palabras presuntamente universales, entre ellas, curiosamente, el indoeuropeo.
El indoeuropeo es el supuesto antecesor de casi todas las lenguas europeas y algunas asiáticas.
Y es la familia lingüística que tiene mayor documentación históricamente hablando. Habíamos hecho
alguna referencia a ciertos eruditos europeos que componían poemas conjeturales en indoeuropeo, y
el indoeuropeo en sí, desde el punto de vista léxico, se puede reconocer todavía en los manuales lingüísticos, porque los términos del indoeuropeo, no estando documentados, aparecen precedidos por
un asterisco.
Es una lengua conjetural porque se fabrica a fuerza de proponer comunes denominadores entre las lenguas indoeuropeas más antiguas que estén documentadas. Si nosotros vemos que, por
ejemplo, en griego se dice "penta" y en sánskrito se dice "pañca", por ejemplo, vamos a encontrar
un término indoeuropeo, de acuerdo con una serie de leyes fonológicas, que sea la palabra
indoeuropea más probable para designar a ese término. Entonces, cuando encontramos esa palabra,
sea cual fuere, la precedemos con un asterisco para denotar que no es una palabra que esté
documentada.
En el siglo pasado y a principios de este se tejían elaboradas conjeturas acerca del tipo de sociedad que debió haber sido la sociedad indoeuropea, en base a los términos que aparecían en su lenguaje. Por ejemplo, si existía una palabra indoeuropea para designar las montañas (y esa palabra se
obtenía comparando las lenguas indoeuropeas más antiguas, por ejemplo el griego clásico, el
sánskrito, el hitita o heteo...), se creía poder determinar que en el paisaje originario de la cultura
indoeuropea debían haber montañas. Por supuesto que todo esto se viene abajo cuando nos damos
cuenta que raza, cultura, lengua, no son términos que siempre van juntos, y que es posible que las
lenguas pasen de un pueblo a otro sin que pase la cultura o sin que se mezclen las razas. Ese método
también dependía de la riqueza de la documentación. Existe una crítica célebre respecto de estas
reconstrucciones conjeturales, que dice que los indoeuropeos debieron ser un pueblo muy curioso,
que conocía la nieve y las manos, pero desconocía la lluvia y los pies, porque los términos para
designar a estos últimos conceptos cambian de una lengua indoeuropea a otra y no se pueden
proyectar a un imaginario indoeuropeo prototípico.
Sigamos con la glotocronología, que no era -urge aclararlo- ni remotamente tan ingenua respecto del indoeuropeo como lo había sido la filolología del siglo anterior. Vamos a redondear los
problemas de la glotocronología para que ustedes, y más que nada los antropólogos, puedan tomar
alguna actitud respecto de las referencias que existen de esta técnica o de esta corriente como algo
que tiene un verdadero valor instrumental.
Hay dos grandes problemas con la glotocronología. El primero es que hay estudios que la desmienten, basados en lenguas documentadas de las que se sabe el parentesco y la fecha de su separación; uno de ellos es el estudio de las lenguas escandinavas, que se exploraron glotocronológicamente
en 1962.
23
El segundo gran problema es que muchas veces resulta difícil establecer cuándo dos términos
son cognados. En el caso de "dos" y "two", nosotros sabemos que son términos emparentados,
conocemos la historia de su separación. Podemos enumerar los números del uno al diez o del uno al
cinco en varias lenguas indoeuropeas y nos vamos a dar cuenta que suenan aproximadamente igual:
en italiano, en francés, en español, en inglés, e incluso en sánskrito, los números del uno al diez
poseen prácticamente los mismos esquemas sonoros con ligeras variantes. Pero a veces la situación es
más confusa.
Un tercer problema surge cuando no se conocen profundamente las dos lenguas, es decir,
cuando nosotros tenemos dos lenguas y debemos determinar a partir de una muestra de cada una y
conociendo a medias el sistema fonológico, si dos términos están emparentados o no. Y esto es
problemático porque muchas veces el sistema fonológico de una lengua experimenta fluctuaciones.
Ya vamos a aclarar más adelante que es esto de sistema fonológico. Por el momento digamos
que el sistema fonológico es un concepto lingüístico que se inventó aproximadamente en 1928 para
hacer referencia a un sistema que estaba un poco más allá (o por debajo) de los sonidos inmediatamente perceptibles. Es decir, el sistema o el ordenamiento subyacente a todos los sonidos que proliferan en el interior de una lengua. Pero digamos que en principio los sistemas fonológicos cambian y
fluctúan y muchas veces se puede se puede dar el caso de que términos que están históricamente
emparentados no se parezcan en nada. De la misma manera, otros términos que parecen estar emparentados, y que se refieren a la misma cosa, como a "day" en inglés y "dies" en latín, se originan en
palabras que no tienen fonológicamente nada que ver, es decir, que no son cognados.
Los problemas de la glotocronología no se terminan solamente así a nivel fonético o fonológico, sino que se originan también en determinados hechos históricos que se caracterizan por perturbar
el estado de cosas lingüístico, como ser las invasiones, el contacto estrecho de dos lenguas, la inercia
que tienen dos lenguas emparentadas por un montón de razones de carácter estructural a seguir evolucionando separadamente en la misma dirección o en direcciones parecidas, la sedimentación lingüística (es decir la presencia de términos atípicamente persistentes, como cristalizados), las modas, los
tabúes lingüísticos.
Ustedes sabrán que cuando se quiso aplicar el método glotocronológico a los distintos dialectos o lenguas esquimales, algunas partes del cuerpo, por ejemplo, parecían no tener una palabra que la
designaran porque eran tabúes de la cultura esquimal. Los tabúes lingüísticos, en ese caso y probablemente en otros perturbaron estadísticamente la muestra, que se basa nada más que en cien términos. Aún la lista propuesta por los glotocronólogos ha sido víctima de algún tabú subliminal, pues en
ella no aparecen conceptos tan básicos como los que designan a los genitales. Y esto llama la atención
sobre un punto no esclarecido: ¿cual es, en efecto, el criterio de selección para constituir las listas del
léxico no cultural?
Otro de los problemas suscitados por la glotocronología es el de si existe o no existe un vocabulario universal. Ellos partían de la propuesta del núcleo léxico como un hecho dado, pero en
realidad esto no fue nunca estudiado como se debiera. Nunca se probó que existiera un núcleo,
aunque más no fuera de 50 palabras, que estuviera lexicalizado necesariamente en todas las lenguas.
El hecho es que la glotocronología fue cuestionada desde numerosos ángulos. Se ofrecieron
contrapruebas, excepciones y anomalías, como se las quiera designar, que prácticamente hicieron que
esta corriente perdiera popularidad a mediados de la década del 60. Veremos que la misma secuencia
de súbito apogeo y pérdida de la popularidad se va a dar en otras corrientes históricas. Yo no les quisiera presentar la glotocronología (o la antropología cognitiva, que es una también una teoría lingüística a revisar) como una teoría plenamente aplicable que no han sufrido ningún tipo de descrédito. Me
parece más sensato ser realista a estos respectos, aunque lo mejor sería que ustedes saquen sus propias conclusiones antes de atenerse a las mías: no todas las teorías y técnicas propuestas a examinar
24
en este curso son utilizables sin crítica; sin embargo, siempre se pueda sacar de ellas, incluso de su
fracaso, una lección metodológica.
Hay que tener en cuenta que la glotocronología planteó algunos problemas que revisten cierto
interés. Problemas tales como los de la necesidad de examinar la velocidad del cambio lingüístico. Un
problema que se puede formular, por ejemplo, preguntándose si las lenguas cambian a un ritmo constante o si hay factores históricos, culturales, sociales, o lo que fuere, que alteran el ritmo de cambio
de una lengua, en qué sentido lo alteran, con referencia a qué tipo de estructuras lingüísticas, si son
morfológicas, si son léxicas. En la experiencia de la glotocronología, aunque sea una experiencia relativamente fallida, podemos encontrar una serie de incentivos para la investigación en torno a problemas que evidentemente revisten interés, y de los que podría quizá desarrollarse algo como lo que la
glotocronología no fue, es decir una herramienta útil. Uno de los problemas planteados también por la
glotocronología, tiene que ver con la necesidad de determinar si el cambio, en este caso el cambio léxico, ocurre al azar o si es previsible. Si hay partes del vocabulario, por ejemplo, que son más resistentes al cambio que otras.
Para terminar con esta corriente quisiera subrayar dos ideas: la primera es que la glotocronología se inscribe dentro de un tipo de estudio lingüístico que se conoce como lexicoestadística. Es
decir, estadística aplicada al léxico. Esta lexicoestadística, a su vez, se inscribe dentro de los estudios
lingüísticos estadísticos en general. Es decir, no sólo referido al léxico sino a otros aspectos del lenguaje. Esto involucra que hay toda una familia de estudios, una especie, dentro de la lingüística, que
es de orden cuantitativo. La podemos identificar como lingüística estadística, dentro de la cual está
la lexicoestadística, que ha sido y sigue siendo muy común, sobre todo en Francia (cf. Muller 1973).
Hay estudiosos franceses que se pasan la vida comparando la frecuencia de palabras en las obras de
Racine y de Molière, por ejemplo, midiendo la extensión del vocabulario o la riqueza lexical, la
repartición de los vocablos, la frecuencia o probabilidad de la aparición de los términos, etc. No es
ninguna rareza, ninguna monstruosidad, ninguna novedad absoluta. Es simplemente un miembro de
una especie, un tipo de estudio lingüístico que, en lo que a nuestro medio respecta, es muy poco frecuentado. Como habrá de verse, la mayor parte de los estudios lingüísticos, por más formales que
sean, es cualitativa.
La segunda idea que me gustaría que quedara definitivamente en claro, es que la glotocronología surge en la década del 50 y del 60 de este siglo, y que de ninguna manera debe confundírsela
con la lingüística histórica del siglo XIX. Este es un error bastante frecuente, sobre todo en los
exámenes finales.
En la siguiente unidad desarrollaremos una temática absolutamente distinta. Es importante que
se aproveche esta distintividad, es decir que se aprecie el contraste entre las propuestas lingüísticas
que vamos a comenzar a examinar ahora y las que estuvimos viendo. Hay que interpretar los elementos de juicio que se van acumulando no como una enumeración de teorías, sino como un cotejo entre
paradigmas o alternativas de la teoría y la práctica científica. El primer contraste pasa por la diferencia que media entre diacronía y sincronía, o estudios de procesos y estudios de sistemas o
estructuras por el otro.
1. b) Ferdinand de Saussure: el análisis sincrónico y los fundamentos de la lingüística y la
semiología modernas.
Nota: En este punto comienza prácticamente el ciclo de la lingüística científica, y con ella el material
susceptible de ser escogido como tema libre para el examen final.
25
Al tratar la figura del suizo Ferdinand de Saussure comenzamos a desarrollar el tema de la lingüística estructuralista, que va a ser la corriente dominante en este siglo, y que probablemente lo sigue siendo, bajo distintos nombres, incluso bajo la forma de distintas corrientes que se han formulado
como críticas al estructuralismo; tanto la lingüística idealista como la lingüística materialista norteamericanas, son ambas estructuralistas. Esto implica que el estructuralismo es algo más que una escuela: es una categoría envolvente que incluso afecta a teorías ideológica y filosóficamente discrepantes.
Después vamos a ver que va a ser difícil definir qué se quiere significar cuando se dice "estructuralismo" a secas, sin ninguna cualificación. Y recién apreciaremos que se quería significar con
ese término cuando nos ocupemos de la sociolingüística, allá por la bolilla 7 u 8 del programa,
contemplando una profunda crítica a la concepción estructuralista dominante. Allí afrontaremos un
estudio totalmente distinto, que pone énfasis precisamente en todos aquéllos aspectos que el estructuralismo niega. Ahí nos vamos a dar cuenta cuál es la unidad que recorre a una serie de tendencias y de postulados lingüísticos aparentemente distintos.
El lingüista que origina al mismo tiempo el estructuralismo como corriente de pensamiento
general, la lingüística estructural como teoría dentro de la lingüística, y lo que todo el mundo reconoce como la lingüística científica en oposición a la lingüística intuitiva del siglo anterior, es decir,
quien verdaderamente otorga carta de ciudadanía científica a la lingüística, quien formula problemas
que todavía se siguen discutiendo, quien propone conceptos que todavía son objeto de polémica y
son objeto de uso, es Ferdinand de Saussure.
Al mismo tiempo, incidentalmente, Sassure es el fundador de una de las escuelas de la lingüística, que como de costrumbre se designa por su lugar de origen. Saussure era suizo y originó en
consecuencia la escuela de Ginebra en lingüística. En este curso haremos referencia a la escuela de
Praga, a la escuela de Copenhague, a la escuela de Kazán, a la escuela de Tartu y a otra serie de
escuelas que, con pocas excepciones, no nos preocuparemos por indagar en detalle.
Lo más importante de todo lo que origina Saussure no es tanto que el estructuralismo, sino
probablemente el estatuto científico mismo de la lingüística. Este origen está dado por una serie de
cursos que imparte Saussure en Francia y cuyo contenido fue reunido a partir de notas tomadas por
los alumnos una vez muerto Saussure; ese curso fue publicado en una fecha tan inoportuna como
1916, vale decir en plena guerra mundial.
Durante un tiempo nadie le prestó la menor atención; había cosas más importantes de qué
preocuparse, aún en Suiza con toda su tradición de neutralidad. Pero podemos decir que antes de
que terminara la década ya se había impuesto como la formulación por excelencia de la lingüística
científica. Una formulación a la que tenían que referirse todas las teorías o las prácticas lingüísticas de
ahí en más, ya sea para ponerla en tela de juicio o para profundizarla.
Subrayemos el hecho de que Saussure no escribió nada sobre lingüística general. Todos los
estudios que se conservan de Saussure, de mano propia, se refieren o bien a temas muy particulares,
muy específicos, o bien a cuestiones de lingüística histórica, y son anteriores a la obra más conocida
de Saussure, que Saussure por otro lado nunca escribió, y que es el Curso de Lingüística General.
Habíamos dicho ya que este curso había sido tomado por sus alumnos, en base a anotaciones
muy breves de las clases que dictaba Saussure; la base documental autógrafa es muy escueta, ya que
Saussure acostumbraba destruir sistemáticamente los apuntes de las clases que iba dictando. Es decir,
Saussure escribía apuntes y esbozos como los que algunos profesores escriben para apoyar las clases,
y una vez que las daba inexorablemente los echaba al fuego, atribuyéndoles quizá escasa importancia.
Para colmo de males, los apuntes tomados por los alumnos de Saussure que después fueron reunidos
para conformar el Curso de Lingüística General son discrepantes. Se encuentran incluso versiones
contrapuestas referidas a los mismos asuntos. Todos los apuntes son incompletos y corresponden
26
además a distintos años de dictado de ese famoso seminario, que fue, según creo, el primer curso que
se dio sobre lingüística general.
"Lingüística general" significa la lingüística tomada en su conjunto, en tanto ciencia que se
ocupa de los fenómenos del lenguaje, como una disciplina unitaria. Antes de Saussure la lingüística
general, si es que existía, no tenía ni por asomo la importancia que adquiriría después; toda la ciencia
del lenguaje estaba compartimentalizada en especialidades: indología, paleografía, filología de esta o
aquella familia de lenguas, gramática, dialectología, fonética. Pero la "generalidad" de la lingüística de
Saussure es concomitante al hecho de que él por un lado amplía el estudio del lenguaje, mientras que
por el otro lo restringe. Luego profundizaremos esta observación.
Es bastante milagroso que en las condiciones en que se dio el Curso de Lingüística General
llegara a convertirse en lo que fue, es decir en el libro fundador de prácticamente una disciplina, más
que de una teoría o una tendencia. En contraste con los planteos del Curso de Lingüística General,
muy dificilmente se pueda reconocer estatuto científico a la lingüística tal como se la practicaba el
siglo pasado, la cual, salvo algunas honrosas excepciones, abundaba en prácticas caprichosas como
las que revisamos en la clase anterior.
Los trabajos verdaderamente escritos por Saussure, ya dije, se ocupan de cuestiones muy minuciosas, pero que son totalmente periféricas respecto de la lingüística general. Por ejemplo, hay un
trabajo sobre anagramas, que es de interés algo más que anecdótico, porque es sumamente original;
pero se refiere a una curiosidad lingüística, es decir a los mensajes escondidos dentro de la poesía y a
otras minucias semejantes.
Saussure también dejó trabajos escritos por él, de puño y letra. Los ensayos de Saussure anteriores al Curso de Lingüística General, como la célebre Memoria sobre las vocales del indoeuropeo,
se inscriben dentro de la lingüística tradicional, aunque unos pocos eran de relevancia: el trabajo más
importante de Saussure publicado de su propia mano, es, como quien no quiere la cosa, el texto culminante de la escuela neogramática. Es de hacer notar que alguna vez Saussure renegó de la escuela
neogramática, y que incluso llegó a criticar "la monstruosa estupidez de los alemanes" que alentaban
esa clase de estudios.
Digamos que además Saussure no comenzó su trayectoria como una personalidad reconocida
dentro de la lingüística general, sino que tuvo que fundarla. Nunca antes se había hablado de lingüística general con una visión totalizadora, casi filosófica. Los neogramáticos, por ejemplo, hablaban del
cambio lingüístico, del estudio de las transiciones de fase entre dos estados de una misma lengua, del
principio de analogía, etc, pero no tenían una visión de la lengua en su conjunto, por lo menos no una
visión propiamente científica como la que intentó originar Saussure.
Yo recomendaría que el Curso de Lingüística General se convierta en un componente estable
y permanente de toda biblioteca; aunque aquí vamos a consultar una pequeña parte de las secciones
más importantes, se trata de un texto de consulta fundamental; no porque sea importante poseer una
obra que tiene un interés histórico por haber fundado la lingüística o por haber sido la piedra fundamental del estructuralismo (el cual, según Giddens, ya sería una tradición muerta), sino porque gran
parte de las discusiones lingüísticas, estructuralistas, semióticas o semánticas, es decir, todo lo que se
refiera a los signos, a la comunicación, al significado, al lenguaje, (y me refiero a las discusiones estrictamente contemporáneas), casi siempre hacen referencia a Saussure, aunque más no fuere para
discutirlo, rebatirlo o superarlo. Ningún intelectual contemporáneo pasa demasiado lejos de aspectos,
conceptos o problemas planteados alguna vez por Saussure.
Para comprender las famosas incursiones de Lévi-Strauss o de Lacan en la lingüística, por
ejemplo, casi lo único que hay que conocer (porque asimismo es casi lo único que esos autores
denotan conocer) es la parte inicial del Curso de Saussure; el celebrado virtuosismo lingüístico de los
estructuralistas franceses consiste, si se lo mira bien, en una dosis de Saussure aderezada con unos
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cuantos principios elementales de la Escuela de Praga, ambos bastante mal digeridos y a veces
técnicamente mal aplicados.
Intentaremos una especie de síntesis contextualizada y aclarada de lo que dice el Curso de
Lingüística General, el cual a menudo es un tanto oscuro, incompleto y ambiguo. No se trata de hacer
una síntesis neutra, un resumen. Va a ser más bien una síntesis que obedece a la necesidad de relacionar los postulados lingüísticos de Saussure con los de la antropología, o por lo menos con los de una
lingüística antropológicamente enfocada.
Una de las primeras cosas que pone en claro Saussure es que la lingüística se debe ocupar de
todas las manifestaciones del lenguaje y no solamente tener en cuenta las buenas maneras, es decir lo
que se llama el buen hablar. Y esta distinción tiene su importancia porque gran parte de la lingüística
del siglo XIX era de carácter prescriptivo o valorativo. Para Saussure la lingüística deja de tener ingerencia sobre lo que está bien y lo que está mal en el lenguaje, y simplemente se limita a describir o a
explicar lo que sucede, aunque con fuertes salvedades y abstracciones, como luego veremos.
Uno de los puntos más importantes de la perspectiva de Saussure, y que va a marcar también
a todo el estructuralismo, se refiere al hecho de que Saussure afirmaba que todo en la lengua es
psicológico, incluso los aspectos mecánicos, que podríamos llamar los aspectos acústicos, físicos,
sonoros, o como se los quiera llamar. Si vamos a hablar de lengua vamos a referirnos a lo esencial
-dice más o menos Saussure- y por lo tanto haremos referencia a algo que fundamentalmente es psicológico; y todo lo demás, es decir todo lo que se refiere a cuestiones físicas, fisiológicas, o lo que
fuere, va a ser considerado como relativamente accidental, como no inmediatamente relevante.
Nótese que Saussure no está hablando del lenguaje, en lo que acabo de decir, sino que está
hablando de la lengua. Y esto se debe a que él ha introducido una distinción que se va a mantener
como una distinción básica en toda la lingüística de este siglo hasta bien entrada la década del 60.
Casi toda la lingüística estructuralista, explícita o implícitamente, no es una lingüística del lenguaje en
general, sino una lingúística de la lengua.
Saussure dice que el lenguaje se compone de lengua y de habla. O, dicho de otra manera,
que dentro del lenguaje en su conjunto cabe distinguir dos aspectos radicalmente distintos: la lengua
por un lado y el habla por el otro. Esta distinción es fundamental y urge comprenderla bien.
Decíamos que el verdadero objeto de la lingüística, para Saussure, no es el lenguaje en su
conjunto sino únicamente la lengua. Y esto va a ser algo que ustedes van a poder seguir identificando
en todas las teorías que deban algo al estructuralismo, sean lingüísticas, filosóficas, históricas,
antropológicas, o lo que fuere. Posteriormente se dirá que sólo en la lengua hay sistematicidad y
estructura. Es decir, el lingüista no se va a ocupar del lenguaje en general, sino de aquellos aspectos
del lenguaje que sean reductibles a un sistema, de todos los aspectos del lenguaje que se articulen
según un cierto orden. Este conjunto de fenómenos de los cuales se van a ocupar el lingüista es la
lengua.
Recién en la década de 1960, les decía antes, se va a promover la fundación de una lingüística
del habla, por las razones que más adelante detallaremos. Para Saussure, lo esencial en el hombre, lo
que resulta verdaderamente admirable, no es el lenguaje articulado, la capacidad de articular más o
menos prolijamente cierta corriente de sonido, sino la facultad de construir una lengua, es decir,
fabricar un sistema de signos distintos correspondientes a ideas distintas. Proferir sonidos que
correspondan a cosas, por admirable que sea, no es suficiente para construir un sistema; la lengua es
algo más, o mejor dicho es otra cosa, que si se quiere corresponde a otro nivel de análisis.
Cuando hablamos de sistema, nuestro objeto es la lengua, es decir, nuestro objeto se restringe
a lo que en el interior del lenguaje posea carácter sistemático. Y aquí vamos a formular una precaución. Lo que quiere decir Saussure no es que dentro del lenguaje ocurran una multiplicidad de
eventos, algunos de los cuales sean sistemáticos y otros no, ni quiere decir tampoco que la lingüística
28
se va a ocupar de esos eventos que casualmente sean sistemáticos dentro de lo que se puede observar
en el lenguaje, sino que lo que está diciendo más específicamente es que a cierto nivel de análisis
dentro del lenguaje en su conjunto se puede distinguir cierto orden, cierta estructura. No importa por
ahora (porque de eso no se va a ocupar Saussure) que la lengua verdaderamente esté allí o que recién
surja por obra del análisis científico.
A ese orden o a esa estructura, o a los hechos o eventos relacionados inmediatamente con ese
orden o esa estructura, lo vamos a llamar sistema de la lengua; siguiendo a Saussure, nos ocuparemos
por un momento exclusivamente de eso, prescindiendo de todo lo demás. Que la lengua sea un sistema (o que posea un sistema) involucra, además, que puede (o debe) ser objeto de una ciencia específica: un sistema es, antes que nada, un objeto de estudio que posee coherencia propia.
Después vamos a poner una multitud de ejemplos respecto a qué es sistemático y qué es asistemático, pero en general podemos identificar un poco la lengua como un nivel relativamente idealizado dentro del lenguaje. Si nos situáramos a nivel del habla, o a nivel del lenguaje en general,
analizando la forma en que puedo pronunciar yo las palabras, o en que las puede pronunciar otra
persona, deteniéndonos en modismos dialectales, etc, hallaremos fenómenos sin duda discrepantes;
pero a nivel del sistema de la lengua esa discrepancia se pasa por alto, deliberadamente. En otros
términos, el estudio de la lengua, el estudio del sistema lingüístico, pasa por alto una multitud de aspectos, se fija en los denominadores comunes y dentro de esos denominadores comunes trata de
hallar o de definir cuál es el orden que se mantiene, qué es lo que rige a ese sistema.
Vamos a poner en claro que lo que se trate en esta unidad temática va a ser absolutamente
fundamental para la comprensión de la mayor parte de las tendencias de lingüística y semiótica que se
revisarán en este curso. Me atrevería a decir que la comprensión del modelo de Saussure proporciona
también la clave para comprender los principales movimientos intelectuales de los últimos 20 o 30
años, sobre todo los de origen europeo, del estructuralismo en adelante, comprendidas las elaboraciones estructuralistas de la historia, las matemáticas, el psicoanálisis, y por supuesto la antropología. De
la iniciativa de Saussure se derivan, por otro lado, no menos de tres líneas de investigación, que son
conocidas, en lingüística, como la escuela de Praga, la escuela de Copenhague (la llamada "glosemática" de Hjelmslev) y la escuela de Ginebra. Esta última agrupa a los continuadores directos de Saussure, que por diversas razones no han sido ni de lejos tan importantes como él.
Ya habíamos comentado que Saussure no escribió su Curso de lingüística General, y que este
tratado, que es el libro más clásico, más citado de toda la lingüística, se origina en tres cursos de lingüística general impartidos por Saussure en la primera década de este siglo; dijimos que el texto se
basa en anotaciones de cátedra, ya que según los indicios ninguno de los editores del Curso de
Lingüística General, presenció las clases de Saussure directamente, y que además de ciertas contradicciones que se pueden encontrar en el modelo, existen grandes dudas respecto a las intenciones
de Saussure al definir algunos términos básicos.
Sea como fuere, la principal distinción realizada por Saussure es la que efectúa entre lengua y
habla. La lingüística que él promueve no va a estudiar el lenguaje en su conjunto, sino solamente lo
que corresponde a la lengua, lo cual supone una segmentación en el objeto de estudio, la que a su vez
no es quizá tanto deliberada como lo es necesaria. Idealizar el objeto, abstraerlo, se convierte en una
especie de necesidad metodológica. Para que la ciencia lingüística sea posible, hay que renunciar a
ciertos aspectos del objeto, los que son tal vez más cercanos al sentido común y a la intuición.
Lo primero que va a decir Saussure es que el lenguaje en su conjunto no está estructurado, no
está ordenado, no constituye un sistema. Lo que sí constituye un sistema es la lengua, y lo que es más
importante para llevar a cabo una lingüística científica es distinguir la lengua, como sistema, de las
realizaciones individuales y concretas, distinguir, en otras palabras, la lengua del habla. Dicho de otra
forma, las manifestaciones concretas y "tangibles" del lenguaje no son el sistema, no son la lengua,
29
aunque sea necesario suponer la existencia de la lengua o del sistema para que esas manifestaciones
sean posibles.
Tenemos entonces que el habla englobaría las manifestaciones observables, registrables, del
lenguaje; todas y cada una de estas manifestaciones, un montón inabarcable, siempre creciente y en
transformación. Mientras que la lengua haría referencia al sistema o código subyacente, que no es inmediatamente observable, sino que hay que deducirlo. Aquí se origina lo que se llamó después lingüística inmanente. Es decir, una lingüística que toma como objeto de estudio, no a los fenómenos directamente observables, sino a un sistema, a una abstracción subyacente a ese fenómeno. Aunque la
lengua se derive analíticamente de los hechos, no está presente inmediatamente en todos y cada uno
de ellos: está más bien por debajo, que es lo que literalmente quieren decir "inmanente" o "subyacente".
Para poner un ejemplo trivial de la diferencia entre lo que sería una manifestación de habla y
una estructura o un sistema de lengua, digamos que el código o el sistema o la lengua es lo que permite la comunicación. Todos los hablantes se refieren, en general, inconscientemente, a este código o
a este sistema, más allá de diferencias dialectales o diferencias de jerga.
También dice Saussure que la lengua no es una función del sujeto hablante, no es algo que la
persona pueda manejar a su antojo, pueda transformar o modificar de acuerdo con su voluntad. La
lengua es un producto social que el individuo registra pasivamente y que se le impone. Todas las
modificaciones introducidas por las personas no alteran, en principio, este código, sino que modifican
en todo caso las expresiones a nivel del habla. Nosotros no podemos modificar la lengua por un acto
de voluntad.
Esto no quiere decir que las lenguas no sean susceptibles de transformarse, a la larga, a partir
de decisiones tomadas en algún momento. Lo que esto significa es que estas modificaciones afectan inicialmente al habla y después eventualmente, y no siempre, se pueden llegar a incorporar al código.
La frase de Saussure es taxativa: "todo cuanto es diacrónico en la lengua solamente lo es por el habla;
es en el habla donde se halla el germen de todos los cambios".
Muchos estudiosos suponen que cuando Saussure dice que la lengua no es función del sujeto
individual, sino que es un producto, un hecho social, está reflejando una idea sociológica propia de la
escuela de Durkheim. No voy a tratar de resumir aquí cuál es el esquema sociológico de Durkheim,
por cuanto se trata de un modelo extremadamente amplio y complejo; pero lo que sí podría señalar es
que Durkheim, en efecto, sostenía que los hechos sociales no podían explicarse en función de los
individuos. Como sucede con casi todas las afirmaciones de Saussure, se ha discutido, más o menos
ampliamente, el hecho de que ésta en particular se derive directamente de la sociología de Durkheim,
que estaba en boga a principios de siglo.
Siguiendo adelante con las categorías básicas de Saussure (y después vamos a sacar las conclusiones que sea menester de cada uno de los conceptos que refiramos), hay que decir que Saussure
localizaba la lengua en esa porción de circuito de comunicación en la cual una imagen acústica se
asociaba con un concepto. Y esta categorización es una de las más delicadas, y posiblemente una de
las más revolucionarias, introducidas por Saussure.
Habíamos dicho que todos los hechos pertinentes de la lengua eran hechos psicológicos. Todo
en la lengua, decía Saussure, es psicológico. Lo esencial de la lengua no tiene nada que ver con una
realidad tangible, observable, con fenómenos físicos, por ejemplo. Que el lenguaje se manifieste como
un comportamiento fisiológico por un lado o como un fenómeno acústico por el otro no es esencial.
Nótese, en fin que estas dos categorías, que definen prácticamente a la lengua, son las dos de
orden psicológico: imagen acústica y concepto. Cualquiera diría intuitivamente, que el lenguaje vincula palabras con cosas. Esta es la idea con la cual Saussure rompe. No habla de palabras o de
sonidos, sino de imágenes acústicas, es decir una entidad psicológica, y no habla de cosas, sino de
30
conceptos. Con esto Saussure toma distancias de la concepción del lenguaje como nomenclatura, una
concepción que estuvo en vigencia durante toda la historia de la lingüística anterior a él.
En este punto parecería, sin embargo, que hay una contradicción. Por un lado Saussure dice
que lo esencial en la lengua es de orden psicológico, y por otro lado dice que la lengua no es función
del sujeto, que es un hecho social que se impone a los individuos. Yo diría que no hay una
contradicción, en tanto tengamos presente cuál es la naturaleza que Saussure asigna al lenguaje, y por
derivación, a la lingüística. Saussure va a decir en algún momento que la lingüística forma parte no de
la psicología en sentido del individuo, sino de la psicología social.
Si bien las imágenes acústicas y los conceptos hacen referencia a realidades mentales, no se
trataría de realidades mentales personales, idiosincráticas, sino más bien algo que podríamos llegar a
llamar, tal vez distorsionándolo un poco, ideológico; algo que pertenece simultáneamente a la mente y
a la sociedad. Por más que la idea de social parecería remitir a una esfera de cosas concretas, la postura de Saussure inaugura un largo predominio de enfoques idealistas en materia de lingüística: "una
sucesión de sonidos sólo es lingüística si es soporte de una idea" (p.175).
Saussure dice que un signo lingüístico tiene dos caras o dos aspectos: uno es la imagen acústica y otro es el concepto. Podríamos decir que son, respectivamente, el correlato del fenómeno acústico en la mente y la idea a la cual esa imagen acústica se refiere. Poco a poco las categorías de
imagen acústica y de concepto son reemplazadas por otras, o son recubiertas por otras, que van a ser
no sólo más expresivas, sino también más productivas, en el sentido en que tienen que ver con una
concepción de la lingüística como una ciencia de los signos. En efecto, Saussure caracteriza al signo
lingüístico como la unión de un significante y un significado. Señalemos, sin embargo, que estos
conceptos aparecieron tardíamente en el Curso, casi al terminar, y que en apariencia sólo fueron
mencionados en una sola clase, el 19 de mayo de 1911.
Cada uno de los componentes del sistema de la lengua, cada signo, es interdependiente respecto de los demás. La lengua está compuesta no tanto por palabras, sino por signos. La lengua es un
sistema de signos, en otras palabras. Y la lingüística es el estudio de un sistema de signos, que en este
caso son signos lingüísticos. Pero puede concebirse una ciencia que estudie la vida de los signos en
general en el interior de la vida social; la lengua es uno de esos sistemas de signos, el que utiliza la
gente para comunicarse; probablemente es el sistema de signos más importante, sin duda también es el
mejor conocido, o el que tiene a su servicio la ciencia más desarrollada, que es la lingüística. Pero, en
definitiva, la lingüística no configura nada especial. Estudia un sistema de signos de los muchos sistemas de signos que componen o que intervienen en la vida social: lenguajes de gestos, ritos, costumbres, formas de cortesía, signos militares, códigos de señales. Saussure dice que una ciencia que estudie la vida de los signos en general sería parte de la psicología social. Y propone que esta ciencia se
llame semiología. Sus palabras son proféticas:
"Puesto que todavía no existe, no se puede decir qué es lo que ella será; pero tiene derecho a la existencia, y su lugar está determinado de antemano. La lingüística no es más que una parte de esta ciencia general".
Esto que dice Saussure constituye el precedente de la ciencia semiológica que va a comenzar a
desarrollarse de manera explosiva muchos años más tarde, a principios de la década del 605, y que en
Estados Unidos se ha de llamar semiótica, término que terminaría por imponerse sobre el de semiología, utilizado este último en Francia.
No es posible determinar la estructura lingüística de todos los signos; algunos coinciden con la
palabra, otros necesitan de varias para expresar una idea, otros más necesitan sólo partículas grama-
5 Con la publicación de
las obras más importantes de Barthes, Eco, Rossi-Landi, Kristeva y otros.
31
ticales mínimas. La única definición posible de signo no es material ni gramatical, sino ideal: un signo
es "una porción de sonoridad que, con exclusión de lo que precede y de lo que sigue en la cadena hablada, es el significante de cierto concepto" (p.176).
Saussure no estudia exhaustivamente las propiedades de todos los signos, ni siquiera de los
signos lingüisticos, pero señala alguna de sus características. La más importante es que la relación
entre significante y significado es arbitraria. Esta es la propiedad que se conoce como la arbitrariedad del signo lingüístico: nada hay en el significado de una palabra (p.ej., la idea de "vaca") que
influya sobre la forma que ha de adoptar el significante que le corresponde (p.ej. la palabra "vaca").
Antes de Saussure se reconocía ya que la relación entre ideas y cosas era convencional; al decir
"arbitraria", y ya no sólo "convencional", Saussure enfatiza el carácter libre y contingente de la
convención.
Es notable que Saussure distinga entre "signos", que son para él arbitrarios, y "símbolos", que
en su opinión no lo son tanto. Lo que sucede es que Saussure otorga al concepto de "símbolo" características que para nosotros son más bien las de la alegoría (el "símbolo" de la justicia, por ejemplo,
con los ojos vendados, la espada y la balanza). No habrá de ser ésta la idea de símbolo de la semiótica
moderna, que seguirá insistiendo en que todos los signos (símbolos incluidos) son fundamentalmente
arbitrarios.
Algunos autores posteriores discutirán la idea de que todos los signos son totalmente arbitrarios. El mismo Saussure admitía que una vez fijado dos signos arbitrarios, p.ej. "nueve" y "diez", la
constitución de otro signo derivado (p.ej. "diecinueve") ya no era tan arbitraria después de todo. Más
adelante estudiaremos las opiniones de Jakobson a este respecto, que son claramente distintas.
Hay una especie de contradicción entre la idea de la arbitrariedad del signo lingüístico y la de
sincronía, ya que la primera se refiere no al uso sistemático de los signos, sino a su génesis histórica,
la cual según el propio Saussure no es relevante para la lingüística de la lengua. Anthony Giddens
opina que el término 'arbitrario' no es una denominación particularmente feliz para el fenómeno en
cuestión. Como el propio Saussure reconocía plenamente, no cabe duda de que las convenciones
implicadas en el uso del lenguaje no son arbitrarias en el sentido de que quien emplea el lenguaje sea
libre de elegir entre las realizaciones que prefiera. Por el contrario, el uso aceptado tiene una gran
fuerza vinculante.
Lo que importa es que la tesis de la naturaleza arbitraria del signo es, en último término, oscura, especialmente en tanto que se refiere a la naturaleza del significado más que a la naturaleza del significante. Si Saussure únicamente pretendía afirmar que las palabras tienen tan solo un nexo convencional con los objetos que designemos o a los que nos refiramos al emplearlas, esto es obvio hasta el
extremo de resultar trivial. Si -como muchas veces parece ser el caso en la tesis de Saussure- por 'naturaleza arbitraria del signo' entendemos que el lenguaje está construido mediante la diferencia, es
cierto que esto tiene implicaciones relativas a la naturaleza del significado, pero Saussure no desarrolla estas implicaciones: la naturaleza de los significados se deja en gran medida sin explicar. Es evidente que Saussure pretendía afirmar que el significado de una palabra no es el objeto al cual puede referirse la palabra; sin embargo, como no analiza en ninguna parte la naturaleza de la referencia, esta
afirmación queda, en lo esencial, sin elucidar filosóficamente. El resultado es la confusión señalada
por Benveniste y citada por Giddens:
"Incluso aunque Saussure dijera que la idea de 'hermana' no tiene relación con el significante s-ö-r
[soeur], él pensaba, nada menos, en la realidad de la noción. Cuando hablaba de la diferencia entre b-ö-f
[boeuf] y o-k-s [ox, buey], se estaba refiriendo, a pesar de sí mismo, al hecho de que estos dos términos se aplican a la misma realidad. Por consiguiente, la cosa, expresamente excluida en un principio de la definición de
signo, se desliza ahora en esa definición dando un rodeo".
Otra fundamental idea saussuriana es que el sistema lingüístico no está compuesto por
"cosas", sino más exactamente por valores. Esto quiere decir que lo que importa en el estudio de la
32
lengua como sistema, no es es cómputo o la enumeración de los elementos, sino las relaciones que
estos elementos tienen entre sí, los valores relativos de los distintos elementos que componen el
sistema de la lengua.
Saussure llega a aseverar que en la lengua no hay más que diferencias. En otras palabras, diríamos que en el sistema de la lengua prácticamente no hay términos positivos, que tengan un valor en
sí mismos, sino que todos los términos tienen un valor relativo a los demás: la idea de "oscuro" sólo
adquiere significación en contraste o en diferencia con la idea de "claro", y así todo lo demás. Para
describir la posición o situación de un término en el sistema de la lengua, hay que hacer necesariamente referencia a lo que ese término no es. Ninguno se puede definir por sí solo, y habrá necesariamente
que contrastarlo con otros para expresar su significado.
Esto va a quedar mucho mas claro cuando nosotros caractericemos efectivamente un sistema,
lo que recién podrá hacerse cuando revisemos el modelo fonológico de la escuela de Praga, pues si
bien Saussure concibió la idea de que existe un sistema, jamás demostró la existencia de ninguno, ni
aplicó prácticamente los conceptos de su curso a una investigación lingüística concreta. Incluso, creo
yo, sería muy difícil señalar alguna investigacion lingüística que haya sido realizada en los términos
estrictamente fijados por Saussure. Hay algunos estudios de sistemas de signos inspirados en
Saussure, como el análisis de Caroline Humphreys sobre los dibujos mágicos de los buryatos, pero en
estos casos los conceptos de Saussure siempre aparecen mezclados con ideas expresadas luego por
otros autores: Barthes, Benvéniste, Lévi-Strauss.
De Saussure vamos a caracterizar dos o tres conceptos más, uno de ellos el que hace a las diferencias entre las relaciones sintagmáticas y las relaciones asociativas. Saussure dice que, por un
lado, en el discurso las palabras se encadenan, y por este encadenamiento contraen relaciones fundadas en el carácter lineal del significante, carácter que excluye la posibilidad de pronunciar, o de
proferir, dos elementos a la vez. Esto es lo que se ha dado en llamar el carácter lineal del significante.
El discurso en si, observado a nivel de sus significantes, es un encadenamiento de elementos,
una especie de ristra o serie sin espesor. Este encadenamiento define una asociación lineal, una secuencia de términos, presentes en una serie, que constituye lo que Saussure llama relaciones
sintagmáticas o relaciones en presencia (lo dice en latín: in præsentia). Se las llama relaciones en
presencia porque, en un caso dado, todos los términos están igualmente presentes en la serie lingüística, todos están efectiva y concretamente ahí.
Pero sucede que fuera del discurso, las palabras tienden a asociarse en la memoria, y forman
grupos en los cuales reinan relaciones de muy diverso carácter. Si yo digo por ejemplo "la vaca come
pasto" a nivel del análisis de la frase tenemos una serie de encadenamientos, es decir de relaciones
sintagmáticas entre términos, relaciones en presencia. Y a otro nivel de analisis tenemos una serie de
relaciones que se establecen de cada uno de los términos hacia afuera. Estas son las relaciones en ausencia, o relaciones asociativas.
Si yo digo 'vaca', se me van a ocurrir una serie de términos que podrían ser análogos a 'vaca',
que habrían podido ocupar su lugar. Si yo digo 'la enseñanza de lingüística es aburrida', el término
"enseñanza" se asociaría con "educación", "aprendizaje", "escuela"; o tal vez evoque ideas tales como
"templanza", o "esperanza", que sólo tienen con "enseñanza" una relación gramatical muy lejana; o
quizá incluso se me ocurra "lanza" o "balanza", ligadas con la primera idea sólo por su rima. Todas
estas son relaciones de ideas de muy distinto carácter y de muy variada estructura. La cantidad de
asociaciones verticales que atraviesan una frase o enunciado es prácticamente infinita.
Se preguntarán ustedes qué sentido tiene hacer esta diferenciación entre relaciones que se dan
linealmente, secuencialmente, y otras que se dan verticalmente, como asociaciones de ideas. Cuando
tratemos de la escuela de Praga, veremos que estas dos relaciones, señaladas inicialmente por Saussure, van a ser profundizadas. Se van a sacar todas las consecuencias posibles, con una pequeña dife33
rencia. Se va a seguir hablando de relaciones sintagmáticas, y se va a definir como sintagma a cada
uno de los elementos que conforman un enunciado, en la medida en que sea un elemento participante
en un encadenamiento de este carácter. Pero en lugar de relaciones asociativas se va a hablar de relaciones paradigmáticas y de paradigma. Vamos a tener entonces asociadas a un enunciado, a una
frase, a una palabra, en una palabra a un signo, relaciones sintagmáticas y relaciones paradigmáticas.
A su vez, en la escuela de Praga las relaciones sintagmáticas se van a relacionar con la figura
retórica de la metonimia y las relaciones paradigmáticas con la figura retórica de la metáfora. Más adelante explicaremos en detalle esta terminología y revisaremos sus notables aplicaciones prácticas,
que se extienden a la antropología, al psicoanálisis y hasta al tratamiento de trastornos cerebrales.
Hay que subrayar el hecho de que Saussure se negaba a estudiar el cambio lingüístico, aunque no
podía menor que reconocer su existencia. La única posibilidad que tenía la lingüística de llegar a ser
plenamente científica, era concentrándose en los estados sucesivos de la lengua, es decir, en sistemas
que, a los fines analíticos, debían considerarse inmutables. Para Saussure la oposición entre sincronía
y diacronía era irreconciliable "y no admitía componendas". El habrá de ser quien legue a la
lingüística posterior su cariz fuertemente anti-histórico.
Para terminar con Saussure, digamos que a pesar de que era un estudioso que aborrecía los
neologismos y las palabras extravagantes, él introdujo en la terminología lingüística una cantidad de
términos y de distinciones categoriales que quedaron incorporadas permanentemente: sincronía y diacronía, lengua y habla, signo, significante y significado, sintagma y paradigma, el concepto de valor
lingüístico, el concepto de código, la idea del circuito del habla (que va a ser la base del posterior modelo comunicacional), semiología, oposición, sistema. El único concepto que no está testimoniado
que haya utilizado Saussure, pero del que podemos decir que brilla por su ausencia, es el concepto de
estructura. Saussure, en general, utiliza el concepto de sistema en lugar del de estructura; pero eso no
impide que se lo considere el genuino fundador del estructuralismo en lingüística y en ciencias sociales en general. Todos los conceptos fijados por Saussure van a quedar incorporados no solamente a
las tendencias lingüísticas que se reconocen como estructuralistas; formarán parte de la teoría y del
método lingüístico en general. Son términos comunes a distintas orientaciones de la lingüística, que
se sirven de ellos con absoluta naturalidad, como si hubieran existido siempre o como si fueran teoréticamente neutros. Según han observado los especialistas, son muy pocos los conceptos básicos de la
lingüística comunes a todas las tendencias que no tengan su origen en Saussure.
Por supuesto que no es el caso que se haya publicado el Curso de lingüística General en 1916
y de la noche a la mañana todo el mundo se haya dado cuenta de que tenía entre manos el fundamento científico de la lingüística. Como es habitual, muchos lingüistas tendieron a subestimar el
aporte del curso. En Estados Unidos se lo tradujo recién en 1959. En Argentina estaba traducido
desde 1945. Y el hecho de que se haya traducido recién en 1959 en Estados Unidos implica que la
aparición de este texto fundacional es dos años posterior a la revolución lingüística impulsada por
Chomsky6, revolución que según Chomsky mismo (como después veremos) acabaría por liquidar a la
lingüística estructural. Despues vamos a tratar de establecer por qué en los Estados Unidos se prestó
relativamente poca atención al Curso de Saussure. Antes de 1959, por supuesto, los lingüistas más
informados conocían su existencia. Pero todo el terreno local estaba ocupado por otra corriente que
también se puede caracterizar a grandes rasgos como estructuralista, pero que tiene un origen
totalmente independiente. Y en algún momento analizaremos cómo Saussure es redescubierto, en la
década del 60 (no tanto en Estados Unidos como sí en Europa) por mediación del antropólogo
Claude Lévi-Strauss.
6 Esto
es, la teoría lingüística conocida como "gramática generativa transformacional", en sus numerosas etapas y variedades.
34
ELEMENTOS DE LINGUISTICA Y SEMIOTICA
Prof. Carlos Reynoso
[email protected]
2007
II
2. Fonología y lingüística funcional.
Nociones de fonética. La escuela de Praga y la fonología. Las bases lingüísticas del análisis estructural. Aplicaciones y reformulaciones del análisis estructural en antropología. Extensiones transdisciplinarias: modelo
lingüístico y código genético; adquisición del lenguaje y afasia. Estudios fonológicos del simbolismo sonoro y
la glosolalia.
Nociones de fonética
Ya habrán oído decir que la lingüística estructuralista, desde el punto de vista metodológico,
se basa principalmente en el estudio de la fonología (o del sistema fonológico de una lengua), estudio
a partir del cual quedaron establecidos modelos aptos para analizar otros aspectos, tanto de lenguaje
como de la cultura. Habría que poner en claro antes que nada qué es el sistema fonológico y en qué se
distingue un estudio de dicho sistema de un análisis fonético. Una de las primeras nociones que aprende un lingüista es que fonética y fonología son dos conceptos distintos, aunque relacionados, y que ni
una ni otra tienen que ver con "letras" de la escritura, sino, en todo caso, con los sonidos del lenguaje
hablado7.
Para poder apreciar en qué se diferencia la fonética de la fonología utilizaremos una analogía,
más que una definición. La diferencia que media entre la fonética y la fonología es la misma que media entre la descripción de una realidad empírica y el análisis de un sistema o de una estructura. Esto
quiere decir que la fonética sería un estudio descriptivo de una serie de fenómenos sumamente variados, una descripción lo más fiel posible de todos los matices de de la realidad sonora del lenguaje,
mientras que la fonología sería el análisis de la estructura subyacente a todos esos fenómenos.
Vamos a ver que esta diferencia que estoy trazando ahora entre la fonética y la fonología, a
otro nivel de análisis, tambien es en cierto modo paralela a la diferencia entre una estrategia empirista
y una estrategia racionalista. Se me ocurre que este paralelismo va a quedar más claro cuando estudiemos concretamente en qué difieren un análisis fonético y un análisis fonológico. Pero es absolutamente esencial estar atentos a esta diferencia si se quiere comprender, aunque sea un poco, qué es el
estructuralismo.
Se ha dicho que la fonética es una rama de la lingüística que se ocupa de los sonidos del lenguaje, o bien, según quieren algunos, una ciencia aparte, que no necesariamente tiene que ver con una
teoría o con un marco general lingüístico. Hay gente que se ocupa exclusivamente de analizar los
7
Advirtamos, sin embargo, que Saussure utiliza el concepto "fonología" para referirse a lo que hoy en día llamaríamos más bien "fonética"; pero
esta es una excepción.
35
sonidos del lenguaje y que no sabe una palabra de sintaxis o de semántica. Esta gente, los fonetistas,
simplemente analiza, clasifica o estudia los sonidos de distintas lenguas.
Si lo pensamos bien, este análisis se puede realizar de dos maneras. La primera es estudiando
cómo se producen estos sonidos y la segunda, naturalmente, analizando como se perciben. En términos de la teoría de la comunicación, que después vamos a abordar más detenidamente, podríamos
decir que se puede estudiar la fonética tanto desde el punto de vista del emisor como desde el punto
de vista del receptor.
Desde el punto de vista del emisor vamos a tener lo que se ha dado en llamar una fonética
articulatoria; desde el punto de vista del receptor, una fonética acústica. Incluso podríamos llegar a
decir que estas dos formas de estudiar los sonidos del lenguaje se derivaron en otras tantas tendencias
hasta cierto punto antagónicas. Es decir, hay fonetistas que insisten en que la producción de los sonidos del lenguaje tiene que estudiarse desde un punto de vista articulatorio y otros dicen que se tiene
que estudiar acústicamente, tal como se perciben.
En general, los fonetistas acústicos aducen que ellos tienen métodos de análisis muchísimo
más finos, más elaborados, por ejemplo espectrogramas, análisis osciloscópicos, que involucran una
serie de aparatos que analizan todas las ondas sonoras y las descomponen en todos sus componentes,
permitiendo establecer una serie de relaciones. De todas maneras, la fonética articulatoria también
cuenta con sus aparatos (sistemas radiográficos, etc) que analizan puntualmente las posiciones de la
lengua, de los dientes, de la glotis, y de todos los órganos y cavidades que intervienen en la fonación.
Lo que aquí veremos de fonética sólo pretende establecer familiaridad con cierta terminología;
no es para que lo aprendan de memoria, ya que en general los detalles de la fonación no forman parte
de las preguntas de examen. El objetivo es de introducir una serie de conceptos que rompen con la
tendencia que comúnmente se tiene a identificar los sonidos del lenguaje con las letras. La gente habla, por ejemplo, de la pronunciación de la letra 'f', lo cual es incorrecto: la pronunciación pertenece al
nivel de la articulación del lenguaje, y las letras pertenecen al nivel de la escritura. El lenguaje es
anterior en todo concepto a la escritura: no pronunciamos letras, sino que más bien son las letras las
que se usan para notar sonidos. Cuando confundimos ambas cosas estamos mezclando dos nociones
que tienen muy poco que ver, y que son el objeto de dos ciencias distintas: la fonética por un lado y la
gramatología por el otro.
En fonética, nosotros vamos a hablar no de "letras" sino de fonos o sonidos. Esto implica que,
como la lingüística no se ocupa en general de la escritura, de ahora en adelante las letras quedan excluidas de toda consideración en este curso. Casi todos los textos que realizan transcripciones fonéticas anotan los fonos o los sonidos entre corchetes, y así haremos en adelante. Nosotros vamos a ver
en el transcurso de esta materia que existen distintos tipos de notaciones, referidos a otros tantos niveles de análisis: la notación fonológica, por ejemplo, se hace entre barras. Toda vez que en la literatura especializada encuentren corchetes, habrá que interpretar esa convención como una transcripción
fonética.
Existen dos alfabetos fonéticos distintos. Uno es el llamado Alfabeto Fonético Internacional
(A. F.I), y es el más antiguo. Se origina en una estandarización de mediados del siglo pasado. El
A.F.I. se crea en 1885, y se revisa después de la década del 30; es un alfabeto fonético que se algunos
puristas utilizan cuando se desgraba un texto en lengua aborigen. Esto en condiciones ideales, por supuesto. Las antiguas etnografías de la escuela de Boas incluyen amplios textos en lengua aborigen y
en notación fonética.
El problema con el A.F.I. es que incluye una serie de caracteres que es muy improbable que
las imprentas posean. Por ejemplo, letras griegas, letras invertidas, etc. Es muy difícil contar con una
imprenta que posea los tipos necesarios para reproducir un texto en transcripción fonética, lo cual
plantea formidables problemas de edición. Por supuesto que la transcripción fonética es hasta cierto
punto inevitable si se pretende hacer una transcripción fiel de los sonidos de una lengua extraña. Los
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antiguos libros que registran frases o palabras en idiomas indígenas por medio del alfabeto vulgar no
son fuentes confiables. Como vamos a ver hoy, los sonidos de las distintas lenguas difieren muchísimo. Ustedes mismos sabrán por experiencia que las vocales del alemán, del inglés o del francés, y ni
hablar de las consonantes, difieren bastante de las que nosotros proferimos hablando en español.
Cuando se aprende una lengua extranjera hay que reeducar el aparato fonatorio, y en cierta forma
reeducar el oído.
El único lugar donde los extranjeros (o los aborígenes) hablan con la misma pronunciación
del español es en las películas del oeste o en las de Tarzán. Si bien en las películas los personajes
étnicos hablan en infinitivo, por ejemplo, habrán observado que ni los indios de los Estados Unidos ni
Tarzán tienen acento extranjero, cosa sumamente extraña. Al contrario, su pronunciación suele ser
elegante y la sintaxis correcta, si se hace la salvedad de que los verbos no aparecen conjugados.
Aquí nos ocuparemos de la versión más sencilla de la fonética, que es la fonética articulatoria;
es más simple, porque no implica ningún conocimiento de física ni nada por el estilo, aunque obliga a
realizar cierto análisis de cómo se produce el sonido a fin de poder describirlo. No utilizaremos el
A.F.I., porque si bien fue el alfabeto más utilizado, a principios de siglo sobre todo, fue abandonado
después en beneficio del llamado Alfabeto Fonético Dactilográfico o Mecanográfico.
Este segundo alfabeto fonético se basa en los caracteres que pueden producirse con una máquina de escribir. Esta es una solución de compromiso que tampoco todas las imprentas pueden llegar
a solucionar, pero que se puede implementar sin duda mejor que el alfabeto internacional. Lo que se
utiliza para la representacion de los sonidos que difieren de las manifestaciones fonéticas habituales,
es el agregado de signos diacríticos: guiones, diéresis, tildes y hasta signos de admiración. Por ejemplo, un guión sobre la 'a' [â] o dos puntos después de una letra [a:] indica una vocal larga, un guión
tachando el palito de la 'b' [b] indica un sonido fricativo, y así sucesivamente.
En lo que respecta a cuál alfabeto es mejor, las opiniones están divididas. En general, hay
acuerdo en que lo más correcto es utilizar el AFI porque además es el que está avalado por estándares, por acuerdos de congresos, encuentros y simposios. Digamos que es la convención que los lingüistas acordaron llevar adelante. El problema es que resulta muy poco práctico. El alfabeto dactilográfico tampoco las tiene todas consigo, porque si bien resulta práctico con máquinas de escribir, no
lo es tanto con las modernas computadoras, en las que resultaría más sencillo escribir una letra griega
como α, ß o λ que ponerle un acento a una letra 's'.
Lo que emprendemos ahora es una caracterización muy sencilla de todas las variables que
intervienen en la descripción fonética de un sonido. Consideraremos todos los aspectos a los cuales
les prestaría atención un fonetista articulatorio, aquellos que hay que considerar cuando se describe
un sonido de una lengua extraña.
torio.
En general hay cinco aspectos que hay que tener en cuenta desde el punto de vista articula-
1) El primero, es si el sonido es vocal o es consonante. Y esto no tiene nada que ver con la
escritura. Se considera vocal todo sonido relativamente puro desde el punto de vista de su descripción
en términos físicos. Acá vemos que hay una especie de interferencia de lo que sería un criterio acústico con un criterio articulatorio. En general, las vocales son los sonidos del lenguaje que no incluyen
lo que en física o en acústica se denominan ruidos. Todo el mundo sabe intuitivamente qué es una
vocal e intuyen su contraste respecto de por lo menos algunas de las consonantes. Las vocales, por
ejemplo, se pueden prolongar indefinidamente, cosa que no con todas las consonantes sucede.
2) Lo segundo que se tiene en cuenta, es si la columna de aire mediante la cual se produce es
expirada o aspirada. Podríamos llamar a este criterio dirección de la columna de aire. En general, este criterio descriptivo se deja de lado porque la abrumadora mayoría de los sonidos del lenguaje se
produce con aire expelido o expirado, es decir, sacando aire de los pulmones hacia afuera y no a la in37
versa. Pero sucede que algunas lenguas, muy pocas, incluyen sonidos inspirados, implosivos o
aspirados que se llaman 'clicks'; este es el caso de las lenguas khoisan del sur de Africa, habladas por
los bosquimanos y los hotentotes. Prácticamente son las dos únicas lenguas donde se utilizan masivamente estos sonidos llamados 'clicks', que son como chasquidos de la lengua. Estos sonidos se transcriben mediante signos de admiración (!), o con un signo igual [=] tachado por una barra, u otros signos dependiendo del click que se trate. El nombre de una de las etnías khoisánidas de bosquimanos,
por ejemplo, es !kung.
3) La tercera variable que se tiene en consideración es lo que se llama el modo de articulación
de un sonido. Ustedes no van a encontrar dos libros de lingüística o de fonética que enumeren los
mismos modos de articulación. Cada uno clasifica las cosas más o menos como se les da la gana, y
aquí no pretendemos ni una enumeración exhaustiva ni una clasificación sistemática. Pero en general
se habla de los siguientes modos:
Un modo oclusivo, en el que la corriente de aire que sale de los pulmones es momentáneamente obstruida, como por ejemplo en [p], [t], [k].
Hay un modo nasal, que es el que se daría cuando la resonancia ocurre no en la cavidad oral, sino en la nariz, en la cavidad nasal, como sería al caso de los sonidos [m] o
[n].
Hay también un modo lateral, en el que la lengua bloquearía parcialmente la boca y
dejaría pasar aire por los costados; es el caso del sonido [l].
El modo vibrante presentaría vibración de alguno de los órganos que intervienen en al
fonación, y esa vibración puede ser simple [r] o múltiple como en [rr]. En general el
modo vibrante lo protagoniza la lengua, pero a veces es también la úvula o campanilla;
en español tenemos una vibrante lingual [rr], mientras que en francés su usa una
vibrante uvular.
El quinto modo sería fricativo. También en algunos textos, sobre todo españoles o en
traducciones españolas, lo van a encontrar como espirado, aunque algunos autores
separan fricativas y espiradas (las espiradas típicas son las sibilantes) en función de la
menor tensión de los músculos fonadores. El modo fricativo es un modo tal que los
sonidos, al igual que en el caso de las vocales, se pueden prolongar más o menos indefinidamente, aunque también tenemos alguna forma de fricación o frotamiento,
porque el canal respiratorio se estrecha sin llegar a cerrarse. Fricativas típicas son [f],
[b] y [d]. Por supuesto que algunos de estos modos se superponen con otros.
El modo africado, por su parte, incluye una oclusión y una fricación. Es decir, un cierre momentáneo en la salida de aire de los pulmones y luego una liberación o un sonido continuo. El sonido africado típico se escribe como [ch]; otro sonido africado es
[ts]. Cabe agregar a estos modos más o menos elementales otros que surgen de la
combinación o sucesión de las articulaciones básicas, y que no vamos a enumerar aquí.
4) Sigamos con el cuarto conjunto de elementos de juicio que intervienen en una descripción,
y que se refiere al punto de articulación. Esta variable tiene que ver con los órganos de la fonación,
habitualmente las partes móviles y las cavidades que se ilustran en la figura aquí incluida; la figura reproduce lo que nuestros viejos profesores de lingüística llamaban la "cavidad supraglótica", o sea
todo lo que se encuentra por arriba de la glotis o cuerdas vocales: labios (L), dientes (D), alveolos
(A), paladar (P), velo del paladar (VP), úvula (U), ápice o punta de la lengua (Ap), dorso de la lengua
(Do), raíz o posdorso de la lengua (R), faringe (F), laringe (La), glotis o cuerdas vocales (CV), fosas
nasales (FN), epiglotis (E) y esófago (Es). El concepto de punto de articulación define el lugar y los
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órganos intervinientes en la fonación en un caso dado. Para caracterizar esta variable hay que analizar
primero dónde se articula y luego en dónde resuena (si en la boca o en la nariz).
Conforme al punto de articulación, se distinguen sonidos bilabiales (p.ej. [p] o [b]), labiodentales (como [v]), dentales o apicodentales ([d]), apicoalveolares ([t]), palatales ([c]), velares ([k],
[g]), glotales, etc; casi todos estos sonidos aparecen ya sea con resonancia oral o nasal. Existen
algunas articulaciones sonoras relativamente extrañas, como las retroflexas, que se pronuncian dando
la vuelta el ápice de la lengua hacia atrás.
5) Haciendo referencia a todas las variables que vimos hasta ahora, si yo quiero definir un
sonido exhaustivamente, diría, por ejemplo, que se trata de una consonante, expirada, oclusiva,
bilabial, oral. Ese sonido sería [p]. Añadiría una quinta variable a tener en cuenta, que es la actividad
de las cuerdas vocales: observaría si las cuerdas vocales vibran o no vibran en el momento en que se
produce ese sonido. Si no vibran se tratará de un sonido sordo, si vibran se tratará de un sonido
sonoro. En el ejemplo de la [p] nos encontramos ante un fono sordo. El sonido sonoro correspondiente vendría a ser [b], si está situado a principio de palabra en español. Entonces, la única diferencia
entre estos dos sonidos sería que uno es sordo y el otro es sonoro.
Estas características intervienen en la descripción fonética según un punto de vista articulatorio. Donde mayor dificultad puede llegar a haber es en la definición del punto de articulación, en
aquellos casos en que no es inmediatamente observable. Sucede que en fonética se dan problemas de
interpretación respecto a cuál es el punto en el que verdaderamente se produce la articulación; para
resolverlos suelen utilizarse a veces mediante aparatos relativamente complejos, y ante todo sistemas
de rayos-X. Estos problemas se presentan, por ejemplo, con los sonidos llamados dorso-palatales, los
que se pronuncian en la parte de atrás del paladar. Ejemplos de ellos serían [g] y [j]. Existen también
en otras lenguas sonidos que se pronuncian más atrás aún, y que vendrían a ser dorso velares: intervendrían en su articulación el dorso de la lengua y el velo del paladar.
Sintetizando todo esto, podríamos decir que la descripción de los sonidos desde un punto de
vista articulatorio es algo relativamente complejo. Existen ligeros matices que, dependiendo de la
lengua que se trate, tienen o no correlato al nivel de las significaciones. Nosotros no distinguimos
entre el sonido [k], tal como se pronuncia por un lado en 'cuello' y tal como se pronuncia habitualmente en 'quijada'. Y sin embargo estos dos sonidos, muy ligeramente, difieren en cuanto al punto de
articulación. Esa pequeña diferencia, que para nosotros pasa totalmente inadvertida, en algunas lenguas impone un cambio de significación de la palabra.
Aquí hay que subrayar un concepto muy importante: en general, los estudios fonéticos no se
refieren en absoluto al hecho de que el significado cambie o no. Los estudios fonéticos conciernen a la
descripción de los conjuntos fonéticos o sonoros que se perciben en una lengua determinada o en una
familia de lenguas. Cuando interviene el significado, nos encontramos ante otro tipo de estudio (los
estudios fonológicos) que caracterizaremos más adelante.
Otra cuestión digna de señalarse es que si bien nosotros acabamos de referir cinco variables
para la descripción de los sonidos de una lengua, estas variables no son ni remotamente todas las que
intervienen. Existen otros procedimientos articulatorios que en algunas lenguas tienen carácter distintivo. Por ejemplo la duración o cantidad. En latín, sin ir más lejos, existen las vocales largas y las vocales breves. En muchas lenguas indoeuropeas que no están demasiado lejos filológicamente del español, encontramos vocales largas y vocales breves. Aunque pueda parecer extraño, el fenómeno de la
duración se da tanto en lo que respecta a las vocales como en las consonantes. Hay lenguas que
tienen vocales breves, largas y extralargas, como el estoniano, hablado en una de las repúblicas bálticas. También hay consonantes largas y breves en el caso de sonidos oclusivos. Esto se da en algunas
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lenguas africanas. Algunas lenguas (como el italiano) poseen consonantes sucesivas o geminadas, que
no constituyen un solo sonido largo sino al menos dos.
Otra modalidad de articulación que a veces significa un cambio de sentido se refiere a la
intensidad. Esto es a lo que nosotros hacemos comunmente referencia como acento. En nuestra lengua el acento, el cambio de intensidad, tiene que ver en general con las vocales, pero existen lenguas
donde se acentúan las consonantes, cambiando el significado por el hecho de estar acentuada o no.
Este acento es entonces una especie de reforzamiento, de aumento de la presión del aire.
El aspecto articulatorio posiblemente más llamativo es el de la altura musical. Nosotros tenemos una lengua monótona, no porque sea extremadamente aburrido lo que se dice en ella, sino porque el tono en general no interviene en la significación. Y digo en general porque hay una leve incidencia del tono en el caso de las frases interrogativas. La diferencia entre la afirmación "Vino Juan" y
la pregunta "¿Vino Juan?" es sólo una diferencia de alturas musicales.
El uso de la altura musical es muy común, y en casi todos los continentes hay lenguas en las
que el tono musical interviene de alguna manera. Hay distintas formas de articulación tonal, como por
ejemplo lo que se llama tono melódico, y que se percibe inmediatamente en el caso de la lengua china,
del vietnamita, del birmano. Se percibe que el sonido o bien asciende o bien desciende tonalmente una
cierta cantidad de grados, y que ese ascenso o descenso tienen incidencia en la significación. El aspecto significativo o pertinente desde un punto de vista fonético estaría dado por esa curvatura que
iría tomando la cadena hablada a lo largo del tiempo, por el perfil tonal de la frase. Otro uso de la
altura musical concierne a lo que se llama registro tonal; las lenguas con registros tonales proliferan
sobre todo en Africa. Ya no se trataría de una inflexión ascendente o descendente sino de que los distintos sonidos del lenguaje se enuncian más agudos o más graves, como en distintos registros
sonoros. Existe el caso de una lengua africana que tiene hasta cuatro registros sonoros diferentes.
Esto quiere decir que el mismo sonido se puede pronunciar a cuatro alturas diferentes y cada caso
participará, llegado el caso, de otras tantas palabras con sentidos distintos.
La entonación, que vendría a ser un tercer aspecto tonal, al lado de los tonos melódicos y de
los registros, muy rara vez tiene un valor distintivo. La entonación, por ejemplo, interviene en lo que
nosotros captamos como acentos regionales o tonadas. Esto rara vez introduce una modificación en
los significados, salvo que la entonación participe en una distinción significativa como sería el caso de
la interrogación.
Todas las variables que hemos revisado hasta aquí (duración, intensidad, altura), en algunos
manuales de lingüística se definen como características suprasegmentales o suprasegmentos. Un
suprasegmento es algo así como un agregado por encima de la articulación. Al lado de toda la
descripción de los fonos que intervienen en un lenguaje, el acento, la duración o el cambio de registro
son entonces variables suprasegmentales, que se colocan por encima de los elementos primarios como
una especie de añadido. Y este caracter suprasegmental, según ciertos lingüistas, estaría negando el
carácter lineal de los fenómenos del lenguaje tal como lo afirmaba Saussure: al contrario de lo que
éste pensaba, cuando se profieren sonidos del lenguaje suceden varias cosas a la vez. De hecho, a un
nivel fonético, hay una concurrencia de aspectos. Cuando describíamos un sonido diciendo que era
una vocal expirada, oclusiva, apico-dental, sonora, estamos haciendo referencia a seis aspectos, en
este caso articulatorios, que intervienen o que se manifiestan simultáneamente. Lo mismo ocurre si en
lugar de una descripción articulatoria realizaremos un análisis acústico, considerando criterios como
compacto/difuso, agudo/grave, zonas espectrales, formantes y resonancias. Y lo mismo va a suceder a
otros niveles de análisis, cuando hablemos, por ejemplo de los fonemas.
Hasta aquí hemos estado hablando del inventario o de la descripción fonética de una lengua y
no del sistema fonético. Y esto simplemente porque no existen sistemas fonéticos. Tal como se pronuncian, en toda su enorme variedad, los sonidos del lenguaje (objeto de la fonética) no constituyen
un sistema; lo cual no obsta para que toda descripción fonética procure ser sistemática.
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De la fonética a la fonología
Sin profesar necesariamente el credo estructuralista, es evidentemente muy difícil tratar de
definir un sistema a nivel de los sonidos tal como se perciben en la vida real, o tal como se articulan.
En primer lugar, nadie articula un mismo sonido dos veces de la misma manera. Muchísimas veces ha
sucedido, cuando se transcribía un texto aborigen, que se asignaran signos distintos a sonidos que de
alguna manera eran el mismo. El problema inverso también se presenta con frecuencia. Por añadidura,
no existe ninguna clasificación de los sonidos que sea verdaderamente sistemática; las clasificaciones
articulatorias son demasiado heterogéneas y desordenadas, mientras que las clasificaciones acústicas
dependen en demasía de los métodos de registro y análisis.
El problema para la definición de un sistema a nivel fonético tiene que ver, por ejemplo, con el
hecho de que se articula diferentemente de acuerdo con el contexto de la pronunciación. Por ejemplo,
en la palabra 'nene' y en 'mango' los sonidos representados por [n] son considerablemente distintos.
En la palabra 'bebé' las dos 'b' (en realidad [b] y [ß]) son distintas, la primera es oclusiva y la segunda
es fricativa: en la primera cerramos el conducto por un momento y en la segunda lo mantenemos
abierto.
Uno de los rasgos que permiten diagnosticar que una persona es extranjera se suscita cuando
ella pronuncia de las misma forma esos sonidos que para un hablante nativo son diferentes. En todas
las lenguas, el sonido de las consonantes varía excesivamente en función de su contexto sonoro circundante. Todo esto quiere decir que si nosotros queremos hacer un inventario de los sonidos que
verdaderamente se dan en el lenguaje, aunque sea en base a datos de un solo informante, que conserva la conducta lingüística muy coherente y que trata de pronunciar todos los sonidos iguales en
todos los contextos, nos vamos a encontrar con una cantidad de sonidos abismal.
Para poder hablar de sistema hay que trasladarse a otro nivel de análisis, que va a ser el nivel
fonológico. Dicho sea de paso, aquí es donde comenzamos a considerar el lenguaje como si estuviera
conformado por una serie de niveles, que de abajo hacia arriba conciernen a cuestiones cada vez más
complejas y a ciencias cada vez más amplias y de más difícil sistematización. Anticipemos también un
cuadro posible de esos niveles de análisis y de las disciplinas que les corresponden, las cuales, grosso
modo, se fueron sucediendo también en la historia en ese orden:
Aspecto
Contexto
Texto
Significado
Frases
Sintaxis
Morfema
Fonemas
Sonidos del lenguaje
Especialidad
Pragmática, sociolingüística
Análisis del discurso
Semántica
Gramática
Sintáctica
Morfología
Fonología
Fonética
Y aquí es también donde vamos a comenzar a hablar de la Escuela de Praga, que es el movimiento que sistematiza las ideas de Saussure, modificando en algunos casos los conceptos, los procedimientos y los criterios que aquél estableciera; y que más que modificarlos con vistas a una exposición teórica más o menos coherente, los aplicará a una multitud de aspectos tanto lingüísticos como
extralingüísticos. A partir de los desarrollos de la Escuela de Praga, y muy en especial de los de Jakobson, comienza a hacerse real la extensión de los métodos y de los criterios de la lingüística a otras
manifestaciones de la comunicación humana, a otros sistemas de signos. Probablemente ya en los
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primeros desarrollos de la Escuela de Praga, entonces, esté en germen lo que en la década del 60 todo
el mundo ha de llamar semiología, término que en cierto momento del desarrollo de las ciencias sociales y de la intelectualidad en general era prácticamente indisociable de estructuralismo.
Aclaremos por último una cuestión terminológica respecto de la fonología. Fonología es
exactamente lo mismo que fonémica o fonemática, términos que se encuentran en distintas traducciones y en distintas orientaciones teóricas. La denominación de "fonología" se ha usado primordialmente en Europa, mientras que "fonémica" o "fonemática" se ha popularizado más bien en América; extraño paralelismo, ciertamente, con el caso del doble nombre de la semiología y la semiótica.
La Escuela de Praga
La historia de la Escuela de Praga y de los conceptos básicos de esta tendencia lingüística,
probablemente la más creativa e importante (por lo menos de Europa), se remonta a 1928-1929. Tratemos de situar los parámetros cronológicos en torno a los cuales nos estamos moviendo. Saussure
publica el Curso de Lingüística General en 1916 (mejor dicho, se los publica póstumamente). En
1917 tiene lugar la revolución de Octubre en Rusia. Doce o trece años después se origina lo que se
conoce como el círculo de Praga, que era una asociación al inicio informal, luego formalizada casi
burocráticamente, hasta con sus estatutos, actas y declaraciones de principios.
Esta escuela o círculo estaba constituida por un grupo de emigrados rusos, que circunstancialmente y por fuerza de la situación se encontraban en Checoslovaquia. En realidad fueron muy pocos
los checos que formaron parte del círculo. Los dos lingüistas más importantes de la Escuela de Praga
sin ninguna duda son Trubetzkoy y Jakobson. En el tiempo de surgimiento de la Escuela de Praga hay
en Rusia dos modalidades dominantes de lingüística: la primera es la llamada Escuela de Kazán, que
seguía un rumbo semejante al de Saussure, con algunas incursiones interesantes (aunque todavía no
sistemáticas) en el terreno de la fonología; la segunda es la escuela de Marr, un lingüista bastante
exótico que intentaba fusionar la disciplina con los principios del marxismo.
Vale la pena caracterizar en unas pocas líneas el pensamiento de Nikolai Marr (1864-1934),
un especialista en lenguas caucásicas que propuso un sistema de lingüística "marxista" que durante
algún tiempo fue algo así como la teoría oficial respecto del lenguaje. Para Marr el lenguaje era una
forma de ideología, y como tal pertenecía a la superestructura y era parte del sistema de clases. La
evolución del lenguaje, según su esquema, tenía lugar por medio de saltos cualitativos que se correspondían a diversas formaciones sociales. Esta es una consecuencia no deseada de la famosa "teoría
del reflejo": todo lo que hay en la superestructura (filosofía, religión, ciencia) "refleja" o "reproduce"
la naturaleza de las bases estructurales materiales y económicas.
Marr alegaba que antes que la humanidad desarrollara el lenguaje hablado utilizaba un lenguaje de gestos, que se correspondía a la antigua sociedad sin clases. Como el lenguaje hablado actual
es un rasgo más de la sociedad de clases, en la futura sociedad comunista sin clases habría de ser suplantado por una especie de lenguaje-pensamiento sin palabras y por lo tanto universal. Como no
habría más lucha de clases, el lenguaje (instrumento para la racionalización y justificación de los intereses de clase) no tendría casi nada que hacer. Puede verse que el modelo de Marr era algo más que
una ortodoxia; en rigor era tan tonto que tuvo que ser refutado nada menos que por Josef Stalin,
quien propiciaba una teoría lingüistica ingenua pero considerablemente más sensata. La teoría lingüistica de Stalin se puede conseguir en una traducción española editada por los chinos.
Volviendo a la Escuela de Praga, digamos que la influencia de Jakobson se prolonga prácticamente hasta la actualidad. En Jakobson se origina, entre otras cosas, el estructuralismo antropológico.
Si la primera escala en la emigración de Jakobson fue Praga, proveniente de Rusia en la década del 20
y huyendo del comunismo, la segunda va a ser Nueva York en la década del 40 huyendo de los nazis.
Es decir, en 1940 la Escuela de Praga se traslada a América, y allí viaja Jakobson. Claude Lévi42
Strauss, que también era judío y emigrado, estudia con Jakobson en Nueva York, y en esa experiencia, en ese encuentro, se originan todas las ideas que van a dar lugar al estructuralismo en antropología. Jakobson y Lévi-Strauss llegaron a hacer unos pocos trabajos conjuntos, que a mi juicio no
son los más memorables ni para una ciencia ni para la otra.
Pero el hecho es que en 1928 se funda la Escuela de Praga, que se da a conocer en ocasión de
un evento importantísimo, como lo fue el primer congreso internacional de lingüística. Y así como en
Saussure nosotros veíamos una inquietud por los distintos aspectos del lenguaje, por los distintos niveles de análisis, conformando o delineando una lingüística general, en los trabajos iniciales de la Escuela de Praga la atención se va a focalizar predominantemente en el sistema fonológico. Por eso se
ha hablado en ocasiones del modelo fonológico de la Escuela de Praga aunque no se hablara en concreto ni de fonología ni de lingüística.
En otras palabras, el análisis arquetípico y más representativo de toda la Escuela de Praga, y
probablemente de toda la lingüística estructuralista, tiene que ver con el sistema fonológico, aunque
sus implicancias afectan a otros niveles del lenguaje y (metodológicamente hablando) a otras disciplinas fuera de la lingüística. Pues este va a ser un análisis que otras disciplinas van a procurar adaptar
a sus objetos como si de una heurística se tratara. No por nada Lévi-Strauss consideraba a la
lingüística como "la disciplina piloto entre las ciencias del hombre" y al modelo fonológico como el
logro culminante de la lingüística, comparable a lo que ha sido la física nuclear en las ciencias duras.
Ciencia piloto y heurística tienen significados similares. Heurística quiere decir algo así como
una estrategia o modo orientativo. Cuando uno se inspira en un modelo exógeno lo utiliza a modo de
heurística, como una guía metodológica. Nosotros vamos a ver que a pesar de su aparente abstracción y especificidad en torno a temas lingüísticos, la teoría fonológica va a ser utilizada como modelo
orientador en una amplia gama de disciplinas, entre ellas la biología, que no es precisamente (después
de la revolución genética molecular) lo que llamaríamos una ciencia blanda. Después vamos a ver
cómo se da concretamente este fenómeno.
Lo que es importante subrayar (y esto es un aspecto que normalmente los antropólogos pasamos por alto), es que la teoría de la Escuela de Praga es tanto estructuralista como funcionalista, y
quizá antes lo segundo que lo primero. Después precisaremos qué significa cada uno de estos rótulos
y comprobaremos que no son tan opuestos o incompatibles como a veces se supone o como lo sostiene el propio Lévi-Strauss.
La Escuela de Praga se basa en una idea funcionalista, por cuanto los fundadores de esta tendencia, Trubetzkoy y Jakobson, se habían propuesto investigar las funciones que desempeñan los elementos y los mecanismos que intervienen en la lengua. Investigar la función de algo quiere decir investigar para qué sirve, qué finalidades satisface. La explicación funcionalista, tanto en lingüística como en economía o en antropología, es una explicación que trata de determinar precisamente esto: para qué sirve determinada cosa, qué objetivo cumple determinado elemento en un conjunto dado de
fenómenos.
Y la forma en que se encaró esta investigación en la Escuela de Praga tuvo por base el desarrollo de un método, propuesto inicialmente por Trubetzkoy, para el examen de los fenómenos en el
nivel de análisis llamado fonológico que pasamos a caracterizar. Este nivel, que tiene indudablemente
que ver los fenómenos fonéticos tal como se perciben, es sin embargo distinto. Siguiendo a Saussure,
podríamos expresar que lo que es la fonética en relación con el habla, es la fonología con respecto a
la lengua.
Cuando hablamos de lengua y cuando hablamos de fonología, estamos hablando, en ambos
casos, de un sistema. Estamos en un nivel de análisis más abstracto que cuando nos referimos a habla
y sonido. El hecho que busquemos situarnos en un nivel de análisis se origina además en una concep43
ción peculiar de la ciencia y del método que se preocupa, antes que nada, por establecer cuáles son las
unidades de análisis que hay que determinar para poder construir luego, a partir de ellas, un sistema.
Los fonólogos de la Escuela de Praga sabían que no podían definir un sistema a partir de los
fenómenos fonéticos. Ya vimos por qué: las peculiaridades fonéticas son variables, incluso en el comportamiento lingüístico del mismo hablante en el transcurso del tiempo, y hasta cierto punto son caprichosos, no siempre están sujetos a leyes. Hay una serie de variaciones contextuales que dificultan
establecer algo así como el sistema. Nosotros escribimos "moscas", pero nadie lo pronuncia así; todo
el mundo pronuncia algo parecido a [mojkas]. Y así pasa con una cierta cantidad de sonidos que se
alteran de acuerdo con cuál sea su comitiva anterior y posterior. Lo que se propone la fonología es
establecer como paso inicial algo así como un alfabeto, un inventario de los sonidos pertinentes de una lengua. Los alfabetos históricos, si se lo piensa bien, conciernen más a una idealización fonológica
que a una realidad fonética8.
Pero un alfabeto no es todo el sistema; un sistema no es un conjunto casual de elementos sino
un conjunto ordenado de relaciones, de modo que para completar la caracterización del sistema hay
que determinar en qué consisten y cuáles son esas relaciones. Lo primero que advirtieron los
lingüistas de la Escuela de Praga fue que determinadas modificaciones o transformaciones de los
sonidos estaban relacionadas con modificaciones en el nivel de la significación, algunas veces sí y
otras veces no. Y propusieron establecer el sistema fonológico de una lengua no solamente en base al
inventario de los sonidos de esa lengua, sino trayendo a colación esa capacidad de determinados
sonidos para modificar o para mantener el significado.
Vamos a poner un ejemplo: Nosotros decimos "bata", y podemos intentar someter el sentido
de esta palabra a una serie de transformaciones. Podemos pronunciar "bata" con variados énfasis;
podemos articular el fono inicial como bilabial o más como labio-dental, sin alterar en absoluto el significado. Pero cuando nosotros decimos en cambio "pata" es indudable que el significado se alteró.
En este caso cambió porque el sonido inicial pasó de ser sonoro a ser sordo. En todos los demás aspectos ese sonido es el mismo: es una consonante, bilabial, oclusiva; pero en un caso es sonora y en el
otro es sorda; es la única diferencia.
Si nosotros decimos [paba] (escrito en términos fonéticos, no en términos alfabéticos) el
sonido [b] puede llegar a ser no oclusivo, es decir un sonido continuo, o puede haber una oclusión, y
sonaría entonces como dirían muchos extranjeros; y sin embargo, a pesar de esa deformación
seguiríamos reconociendo el significado. En cambio si decimos [papa], el significado cambia. En el
primer caso se ha alterado el hecho de que el sonido sea oclusivo o no oclusivo, en el segundo se
alteró el hecho de que sea sonoro o sordo; todos los demás aspectos permanecen constantes.
Esto quiere decir que la transformación de sordo a sonoro, en español, según este análisis
preliminar, tiene carácter distintivo a nivel del significado. Podemos experimentar con otros sonidos y
con otros rasgos que integran su descripción. Siempre comprobaremos que, trátese del sonido que se
trate, cuando se modifica uno solo de esos rasgos, el significado cambia. En ese caso, los fonólogos
van a decir que, para la oposición que se está tratando sonoridad/sordez es un rasgo distintivo; los
demás no.
¿Cómo procede el análisis fonológico? Se toma lo que se llaman pares mínimos de términos,
como por ejemplo "bata" u "pata", y se va cambiando a cada uno de los elementos sonoros uno de los
rasgos que lo definen como sonido, observando si el significado de la palabra resultante cambia o
permanece igual. Como dicen los fonólogos, estaríamos analizando si el significado conmuta o no
conmuta; conmutación quiere decir aquí variación del significado. En el caso de que el significado
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Mientras que en el habla real nosotros producimos una casi infinidad de sonidos, el alfabeto incluye solamente una treintena de elementos. No
todos los alfabetos (y no todas las escrituras) pretenden ser sistemas de transcripción fonológica.
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cambie (y siguiendo con nuestro ejemplo) se dice que para esa oposición, para la oposición de los sonidos consonantes, bilabiales, oclusivos, el contraste a nivel de sordo o sonoro constituye un rasgo
distintivo, porque si se modifica ese rasgo se modifica también el significado.
Nosotros vamos a volver sobre esto infinidad de veces porque el concepto de rasgo distintivo
es básico en fonología y en lingüística, pero vamos a tratar de conceptualizar bien qué tipo de análisis
está proponiendo, para qué sirve, y qué alcances tiene. Lo primero que hay que tener en claro es que
este análisis permite definir las unidades de las cuales va a hacer uso ese análisis en lo sucesivo. Esto
quiere decir que a través de ese análisis de modificación de rasgos, se logrará definir a la larga el inventario fonológico de una lengua, al mismo tiempo que se va construyendo el sistema de sus relaciones mutuas.
Nosotros vamos a encontrar así que, por ejemplo en castellano, la [b] oclusiva y la [β] no oclusiva, sea cual sea el contexto donde se introduzca esa modificación, no van a diferenciar significado según se apliquen una u otra, en ningún caso. Se dirá entonces que todas estas manifestaciones
sonoras corresponden al mismo fonema, que se va a denotar arbitrariamente como [b] o [β]; como
ambos fonos son fonológicamente iguales (o mejor dicho, como ambos constituyen alófonos del mismo fonema), no interesa en cuál recaiga la elección. Esta situación implica que mientras que en el
habla tenemos una serie de posibilidades fonéticas o sonoras, a nivel de la lengua o del sistema vamos
a tener un fonema, una unidad que resume o subsume la variación fonética posible.
Existen muchas definiciones de fonema, de acuerdo con la escuela que se trate. Después
vamos a referir distintas definiciones o concepciones del fonema, que arrojan (y aquí está lo
importante) ciertas consecuencias sobre la concepción del sistema teórico en general.
La concepción de los praguenses es la primera a examinar. Pese a que el inventario de
fonemas, según la Escuela de Praga, se obtiene a partir de un análisis del significado, eso no implica
que los fonemas sean portadores de significación. El elemento /b/, considerado como fonema (por eso
se escribe entre barras), no posee ninguna significación propia o diferencial. La presencia o la
ausencia de este término de por sí en la cadena lingüística no aporta ningún significado específico.
Entiéndase bien: los fonemas de un sistema determinado, si bien sirven para diferenciar significados, no poseen significado en sí mismos. Observen ustedes cómo llegamos al principio funcional del
análisis fonológico. Habíamos dicho que los propulsores de la Escuela se habían propuesto determinar cuál era la utilidad, el servicio, la función de cada una de las unidades del lenguaje. Empezaron
por los fonemas y llegaron a la conclusión de que los fonemas se utilizan para diferenciar significados.
Tienen entonces una función distintiva.
Como vimos en la ejemplificación que hicimos, cada una de estas unidades, de estos fonemas,
se puede interpretar entonces como una especie de conjunto, o de haz, de manojos de rasgos, algunos
de los cuales son distintivos y otros no. Lo que harán los miembros de la Escuela de Praga para llegar
a fijar el sistema fonológico de una lengua, es aislar los rasgos fonéticos pertinentes, que están presentes en una pronunciación determinada, y distinguir los que tienen valor distintivo de los que no lo
tienen. Esto por supuesto involucra que uno dispone de una muestra representativa, de un corpus.
Pero fijémonos en un pequeño problema, sumamente delicado, que se presenta a la teoría funcionalista-estructuralista como una especie de obstáculo. Para poder hablar del sistema fonológico de una
lengua, se supone que la muestra de la cual partimos tiene que ser representativa por un lado y exhaustiva por el otro.
El objetivo de una teoría o de una descripción de esta naturaleza (después vamos a ver claramente este punto) no es solamente definir cuál es el sistema fonológico de una lengua. Eso, verdaderamente, como objetivo científico es bastante pobre. Sería bastante limitado decir que a lo que vamos
a dedicar nuestra carrera de investigador va a ser a establecer los sistemas fonológicos de las distintas
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lenguas. Se supone que la determinación de los distintos sistemas fonológicos tiene que servir a un fin
científico un poco más interesante.
Veremos despues, entonces, que el trabajo no se termina con establecer un catálogo de fonemas de tal o cual lengua. De hecho la cosa va a llegar bastante más lejos. Fijense ustedes las preguntas
que uno se puede plantear una vez que tiene definidos estos sistemas, una vez que tiene cierto conocimiento de una lengua en términos más o menos sistemáticos y ordenados. A partir de este conocimiento, uno se puede plantear como objetivo averiguar si existe algún rasgo, alguna tendencia universal en todos estos sistemas o en todos los sistemas que se analicen. En efecto, y sobre todo por obra
de Jakobson, la Escuela de Praga va a fijar una serie de universales lingüísticos que atraviesan todas
las lenguas, y que no solamente tienen una importancia a nivel del sistema fonológico, sino que
también afectan a otros aspectos universales de la sociedad o de la cultura.
No les quisiera presentar la imagen de la Escuela de Praga como una tendencia que ha logrado
cumplir sus objetivos plenamente. Recién habíamos hecho alusión a que hablar de un sistema fonológico implicaba que nosotros habíamos tenido la suerte de contar con un muestrario representativo
de alocuciones, con una muestra respetable donde se pudieran presentar los pares mínimos que nosotros teníamos que oponer a efectos de que el método pudiera desplegarse. Para poder fijar el inventario fonológico hay que aplicar un método de conmutacion. Nosotros por ejemplo vamos a tener que a
partir de un par como "pero"/"perro", podemos llegar a la conclusión de que la diferencia entre
vibrantes simples y vibrantes múltiples en español es significativa.
Pero para llegar a esta conclusión, y esto afecta en realidad a todo el método, nosotros tenemos que contar con palabras que introduzcan un cambio de significado. Si nosotros no tuvieramos
la palabra "perro" en el conjunto léxico de la lengua, y si no tuviéramos otras palabras que conformarían pares mínimos en este análisis, es dudoso que pueda decirse que el significado cambiaría. En
realidad, algunos lingüistas dicen que es bastante milagroso e infrecuente que todas las lenguas presenten los pares mínimos necesarios como para posibilitar este análisis.
La existencia de pares mínimos es fundamental para que el método de conmutación resulte
efectivo. La conmutación se aplica a dos niveles. Por un lado se aplica a la operación que se realiza
sobre los rasgos que conforman un fonema. Nosotros tenemos un sonido que es consonante, oclusivo, bilabial, sonoro, etc. Una operación de conmutación se realiza cambiando sonoro por sordo, por
ejemplo, y luego observamos si el significado conmuta o no también, es decir si cambia o no. El método es conmutativo sea a nivel de las modificaciones que se introducen, de las transformaciones a las
que se somente ese sonido, y también es conmutativo en el sentido que se observa si el significado
cambia o no.
Pero ¿qué pasa si un cambio a veces conmuta o otras veces no? Eso es trágico. Lo que nosotros vamos a ver a través de este cuatrimestre, y esto me gustaría que quedara muy claro, es que
todas no todas estas teorías han logrado éxito o aceptación general, ni han llegado a demostrar siempre lo que se proponían. Como vamos a tratar de mostrar, ninguna teoría nos presenta, por lo menos
a nosotros los antropólogos, un modelo del cual todo el mundo opine que es plenamente satisfactorio.
En lingüística como en antropología hay abundancia de propuestas, pero no podemos decir que haya
un consenso unánime a ningún respecto. Y las limitaciones son tan grandes que distintos lingüistas,
cuando trataron de establecer el sistema fonológico de una misma lengua, han llegado a respuestas
totalmente discrepantes. Y acá no estamos hablando de lenguas como el samoyedo, o el chino en dialecto mandarín, sino del sistema fonológico de las vocales en el inglés. Se llegan a números que varían. Pero por lo menos podemos decir que hay un núcleo consensual más o menos aproximativo y
existiría cierto conjunto de conocimientos sobre los cuales existen relativamente pocas dudas. La
teoría ha logrado el objetivo de disminuir, por lo menos en parte, la arbitrariedad de la descripción.
Creo haberles dicho que este movimiento, la Escuela de Praga, se origina en 1928 o 1929. El
primer estudioso que propone el método fonológico y los principios básicos de este análisis es el
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conde ruso Nikolai Trubetzkoy, quien fallece prematuramente en 1938. Su continuador en este tipo
de análisis funcionalista va a ser entonces Roman Jakobson, llevado por las circunstancias al liderazgo
del grupo. A la larga otros teóricos, como André Martinet, van a adherir a la idea de un estudio funcionalista del lenguaje, aunque eso no implicaría adherir a las otras premisas y métodos de la Escuela
de Praga.
No quisiera dejar la impresión de que la fonología solamente se estudió en el interior de la Escuela de Praga o que la Escuela de Praga solamente se abocó al estudio de la fonología. De hecho,
casi todas las tendencias lingüísticas están de acuerdo en que existen los fonemas en el interior de un
sistema fonológico propio de cada lengua. Pero el hecho es que cada tendencia de la lingüística le va
a conceder a estos fonemas un caracter que va a variar según los principios teóricos a los que adhiera.
Algunos lingüistas van a decir, por ejemplo, que el nivel fonológico es una abstracción imposible, que no existe algo que sea el nivel fonológico específico de una lengua, por cuanto ese nivel
fonológico solamente se podría establecer a partir de un nivel semántico, es decir, a partir de un análisis de los significados. Y entonces van a afirmar que el sistema fonológico de una lengua (si es que
concebimos esa lengua como un conjunto de niveles más o menos interdependientes), no es en realidad un sistema por cuanto no es una entidad cerrada sobre sí misma; depende, para poder ser definido, de un análisis del significado: y hay muchos lingüistas que niegan la cientificidad de un análisis
del significado. Nosotros veremos más a delante que de todas las ramas de la lingüística, de todos los
aspectos de esta ciencia, la semántica (es decir el estudio del significado), es el más polémico y el
menos satisfactoriamente desarrollado.
Y esto viene bien para hacer una acotación respecto a las posibilidades de estudio del lenguaje. La escuela de lingüística más importante de los Estados Unidos hasta fines de la década del 50, negaba no solamente que el significado se pudiera estudiar científicamente, sino que el significado tuviera que ver con la lingüística. En esta escuela, que es el descriptivismo (también llamado distribucionalismo), se estudiaba el lenguaje prescindiendo del significado, cuando uno diría que el lenguaje
es primordialmente un medio de significación, que la lengua sirve para significar, para comunicar
significados. Sin embargo, la tendencia más importante de la lingüística norteamericana hasta hace
pocos años relativamente, y una de las tendencias más importantes del mundo en materia de lingüística negaba que el significado tuviera que preocupar a los lingüistas y casi todo el mundo estaba de
acuerdo con esto. Esto constituye una abstracción casi ofensiva al sentido común; y una de las tendencias teóricas que, inaugurando el estructuralismo en un sentido más estricto que el saussureano,
comenzó por situarse un poco más allá del sentido común, fue precisamente la Escuela de Praga.
Definiciones alternativas del fonema
Estábamos diciendo, a propósito de esto, que el fonema va a ser definido de manera distinta
de acuerdo con la tendencia teórica de que se trate. Por ejemplo, la Escuela de Praga va a usar un criterio funcional. Se va a definir el fonema como la unidad mínima de sonido mediante la cual se puede
diferenciar el significado. Esta es la famosa concepción funcional de la Escuela de Praga: el fonema
sirve para diferenciar significados.
Los norteamericanos de la escuela de Bloomfield van a definirlo como la familia de sonidos
que satisfacen ciertas condiciones ¿Cuáles van a ser estas condiciones? Las anticipamos ahora pero
las explicaremos en otras clases. Estas condiciones van a ser la similaridad fonética y la distribución
complementaria. La idea norteamericana, y esto se los voy anticipando, es la de que se puede hacer
no solamente el inventario fonológico, sino el estudio sistemático de una lengua sin hacer la menor
referencia al significado, sin conocer el significado de ninguna palabra, término o frase que forme
parte de esa lengua. Después comprobaremos que esta no es una idea tan ridícula como parece, ya
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que en cierto modo obedece con mucha sensatez y responde con excelentes resultados a las condiciones en que se desarrolló históricamente la escuela norteamericana.
Una tercera definición, que podríamos llamar "mentalista" o "psicológica" (sostenida por Baudouin de Courtenay y Sapir, entre otros), define al fonema como una especie de sonido ideal al que
apunta un hablante; éste se desvía de la pauta ideal en parte porque es difícil reproducir un sonido
siempre de la misma manera, y en parte por la influencia que ejercen los sonidos vecinos.
El sistema fonológico
La Escuela de Praga, al definir el método y al definir el concepto de fonema, empieza a habérselas con un orden más o menos sistemático. En ella se probó por primera vez que existía en el lenguaje un conjunto de fenómenos, a determinado nivel de análisis, que configuraba un sistema. Y con
ello van a dar cumplimiento empírico a una de las ideas que habíamos visto originarse en Saussure, y
esta es la idea de valor.
Hemos visto antes un ejemplo del nivel más elemental, en el cual ese sistema comienza a
hacerse aparente, que es en el tratamiento de los pares mínimos; pero los lingüistas de Praga llegarán
a definir un conjunto de fenómenos ordenados que reduce drásticamente la multiplicidad de los hechos observables a una dimensión que se puede llegar a manejar intelectualmente. Esto quiere decir
que si nosotros nos acercamos a una lengua sin metodología, simplemente tratando de reproducir
todos los fenómenos que se dan en ella, indudablemente seremos desbordados al poco tiempo y jamás
podremos delinear su ordenamiento interno.
Al postular un sistema, se reduce entonces la multiplicidad de los fenómenos a un pequeño orden observable. Los lingüistas de Praga van a observar, por ejemplo, que en todas las lenguas hay un
número mínimo y un número máximo de fonemas. Demostrarán que algunas lenguas construyen una
relación sistemática entre tres vocales y otras lo hacen entre ocho, pasando por todas las posibilidades
intermedias; pero ninguna lengua va a tener ni más de tres ni menos de ocho, y se va a explicar
aceptablemente por qué. A este nivel comienzan a fijar muy lentamente una serie de leyes universales,
que aunque no hayan sido universalmente aceptadas por lo menos constituyen interesantes hipótesis
de trabajo.
Estudiando las distintas lenguas van a encontrar por ejemplo que en ciertas variantes del árabe
hay tres vocales (a nivel fonológico por supuesto, a nivel fonético hay infinidad), mientras que en
turco osmanlí hay ocho. En un principio esto va a ser un hallazgo puramente empírico, pero a medida
que se vaya afinando el conocimiento que se tiene sobre los sistemas en el interior de una lengua, se
va a poder encontrar la explicación de este fenómeno, y se va a poder fijar una ley que no necesariamente va a ser modificada cuando se encuentre una lengua que viole este principio.
Con todo esto consumarán una comprensión tan extraordinaria del sistema que permitirá efectuar predicciones; las aparentes excepciones podrán ser afrontadas como problemas muy bien definidos. Después vamos a ver, cuando hablemos de Jakobson, algunas de estas leyes que en un principio
parten de una observación de hechos y luego alcanzan una elaboración puramente deductiva.
Ustedes sabrán que el estructuralismo es una escuela de ciencias sociales, de lingüística,
incluso de matemáticas, que se engloba dentro de lo que se conoce filosóficamente como racionalismo. A grandes rasgos, podemos decir que en lo que a la ciencia concierne existen dos grandes tendencias: racionalismo por un lado y empirismo por el otro. Los lingüistas de la Escuela de Praga partieron de un análisis empírico y accedieron a un principio racionalista que les permite llegar, según
ellos, a leyes de validez universal. Es decir, leyes que son puramente deductivas y que no constituyen
generalizaciones inductivas, que es todo a lo que pueden aspirar los empiristas. Después retornaremos
sobre estas consecuencias epistemológicas generales.
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Ahora bien ¿Qué tipo de predicciones podían hacer? Después vamos a ver ejemplificaciones
lingüísticas más específicas. En un principio parten de la observacion de ciertos hechos, por ejemplo,
del hecho de que en casi todas las lenguas conocidas (y esto en función de cuidadosas recoleccciones
de varios centenares y hasta miles del lenguas) las palabras que designan a la madre y al padre responden aproximadamente al mismo patrón fonológico. En las palabras que designan a la madre casi
siempre encontramos nasales, fonéticamente hablando, como ser [m], y en las palabras que designan
al padre determinada familia de sonidos que están en una relación específica con respecto a las nasales, como ser [p].
La identificación del sistema fonológico habrá de ser la base que permitirá establecer, llegado
el caso, leyes o principios que subsuman esas regularidades explicativamente. Veamos uno de esos
casos.
Pancronía y lenguaje infantil
Lo que lograron los fonólogos de Praga, y después vamos a ver cómo, es establecer en
función del sistema una explicación y una ley que reviste un carácter prácticamente inviolable. La cosa
no era tan pretenciosa, indudablemente. Incluso se ofrecieron una serie de explicaciones que por el
momento sería estéril que yo las diera, respecto a cuál es la sucesión de fonemas que construyen un
sistema. Para llegar a hablar de las leyes que fijaron los lingüistas de la Escuela de Praga tendríamos
que hacer referencia a uno de los puntos en que esa tendencia difiere más ampliamente de Saussure, y
que es el del análisis diacrónico.
Jakobson afirmará que el sistema fonológico de una lengua no va a ser solamente un orden
que se encuentra construido desde el vamos, sino un orden que históricamente se debió construir o
desarrollar de determinada manera, y un orden también que es el mismo en el cual el niño aprende su
sistema fonológico. Jakobson no va a hablar de sincronía y diacronía, sino de pancronía. Va a definir
un conjunto de leyes, por ejemplo relativas al vocalismo, determinando la existencia de un sistema
vocálico mínimo de tres vocales y un sistema vocálico máximo de ocho. Luego situará al vocalismo
mínimo y al vocalismo máximo en una cadena evolutiva y que se van a corresponder al orden en que
se adquiere ese vocalismo en el aprendizaje lingüístico individual.
Y también se va a corresponder aunque en una forma invertida con el orden en que se
pierden, en que se va deteriorando el sistema, cuando el hablante es afectado por una patología del
lenguaje, concretamente por una afasia. Esto es lo que quiere decir Jakobson con pancronía. Cuando
un sistema fonológico se pierde progresivamente, se pierde exactamente en el orden inverso en que
fuera adquirido, lo que hace que todo el proceso se asemeje a una regresión hacia las etapas
lingüísticas más elementales. Después vamos a ver una serie de ejemplos y vamos a ver cuáles son sus
consecuencias para todo un conjunto de ciencias.
Como vamos a volver sobre la cuestión del fonema cuando acumulemos determinados conocimientos que por el momento están faltantes, les aconsejo dejar un cierto espacio como para después
completar esta definición. Comenzaremos a caracterizar ahora algunas de las aplicaciones prácticas de
la idea de sistema fonológico, aplicaciones prácticas que fueron propuestas inicialmente por Jakobson,
basándose en parte en los tecnicismos del modelo fonológico, y en parte en base a otras observaciones que después fueron promovidas al rango de leyes científicas e integradas en un modelo cada
vez más rico y con un sello cada vez más personal.
Habíamos comentado que Jakobson encontró que el sistema fonológico de una lengua y luego
por extensión todos los sistemas que conforman la lengua, más allá del fonológico, obedecen a un
cierto orden de construcción. Los sistemas no se generan de golpe en el proceso individual de aprendizaje de la lengua y con toda probabilidad tampoco se generaron de golpe en el proceso histórico de
constitución de cada una de las lenguas. Jakobson observó algo que cualquiera de nosotros podría
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haber observado, pero que no todo el mundo llevaría al status de una ley científica. El hecho de observación es que los niños no aprenden los sonidos del lenguaje en cualquier orden sino en un orden
perfectamente definido. El orden no es el mismo exactamente en todas las lenguas, porque todas las
lenguas poseen sistemas fonológicos propios. En algunas lenguas faltan determinados sonidos, determinadas familias de sonidos, incluso. Después vamos a ver que una de las consecuencias de esta concepción en términos de sistema va a implicar, de acuerdo con este principio, que las lenguas no pueden incluir cualquier sonido, sino que los sonidos que la integran tienen que estar de acuerdo con las
oposiciones y con los órdenes vigentes en el interior de su sistema fonológico.
Si bien cada lengua tiene un sistema fonológico que le es propio, con sus familias de sonidos
posibles, con sus oposiciones básicas, en general se puede decir que el orden en que aparecen determinados tipos de fonemas en el proceso de aprendizaje lingüístico es universal. En ninguna lengua,
por ejemplo, siempre se va a dar el caso de que los niños asimilen los sonidos vibrantes como la "rr",
antes de ciertos sonidos nasales y ciertas oclusivas.
Jakobson observa y sistematiza estas puntualizaciones en base a un amplio muestrario. En la
bibliografía de prácticos hay algunos indicios sobre el orden en que aparecen las distinciones básicas,
y sobre el tipo de leyes "universales" que pueden derivarse de estos hechos. Para los propósitos de
esta cátedra, no vale la pena preocuparse por los aspectos técnicos de fonética y fonología que allí se
encuentren; lo fundamental es interpretar la línea argumental de estas teorías, y no el detalle de la
construcción de los sistemas fonológicos. De todas maneras, lo más interesante que descubre Jakobson es que los niños no siguen una línea perfectamente ordenada y progresiva en el aprendizaje de la
lengua, sino que invariablemente, en todas las lenguas, manifiestan dos etapas radicalmente distintas,
dos etapas que podrían presentar, si no se dispusiera de la idea de sistema fonológico, una paradoja
insoluble. En algunos casos aislados las dos etapas se transforman en tres, apareciendo un breve
"período de mudez" entre las etapas originales; pero en general el proceso es universal y uniforme.
La primera etapa es la que Jakobson llama etapa de balbuceo. Es una etapa de vocalismo y
consonantismo absolutamente libre. En todas las lenguas se manifiesta aproximadamente el mismo patrón de balbuceo9. Los niños balbucean de manera tal que aparentemente pueden producir una multitud de sonidos. Pero lo que advierte Jakobson es que al principio de su vida los niños balbucean sin
ningún tipo de limitación. No tienen preocupaciones lingüísticas, comunicativas. Indudablemente
intentan llamar la atención, pero no han descubierto aún el código que rige la comunicación entre las
personas. Profieren cualquier ruido que les pasa por las cavidades supraglóticas. Pero, en determinado momento, esta capacidad de balbuceo, esta habilidad de producción sonora prácticamente ilimitada, se quiebra. No digamos que esto sucede de la noche a la mañana, pero claramente existe una
transición hacia un comportamiento que ya pretende ser comunicativo. Y de repente el niño pierde la
capacidad de producir sonidos que en la etapa de balbuceo producía. Esto puede llegar a parecer
paradójico, pero sin duda es así.
Por otra parte, parecería como que los niños rechazaran una parte del modelo lingüístico que
se les trata de imponer. La asimilación de determinadas pautas de pronunciación, de determinados
elementos fonológicos, es más dificultosa que la asimilación de otros sonidos. Casi nunca se da el
caso de que un niño no pueda pronunciar "mamá" o "papá" a poco tiempo de comenzar a asimilar el
código; sin embargo con otros sonidos pertenecientes al mismo sistema fonológico puede llegar a tener problemas y adquirirlos tardíamente. En otros niveles del lenguaje se observarán fenómenos semejantes; el niño construye poco a poco su idea acerca del sistema y a veces las proyecta incluso más
allá de lo debido, como cuando dice "ponido" en lugar de "puesto" o "escribido" en vez de "escrito".
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En los años recientes se ha formulado en Francia una pregunta opuesta: ¿balbucean los bebés en su lengua materna, o existe un esquema de
balbuceo universal? No existe aún una respuesta unánime a este problema.
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Jakobson es uno de los primeros que propone estudiar sistemáticamente el habla infantil empleando para ello el aparato conceptual de la lingüística. Es el primero que propone esta distinción
entre dos etapas claramente delimitadas, propuesta que generó toda una serie de estudios que en general han sido confirmatorios. Jakobson llega a la conclusión de que la etapa de balbuceo es prelingüística. No nos olvidemos que la Escuela de Praga es funcionalista. El primer principio que acata,
antes de preocuparse siquiera de los fonemas, es que la lengua sirve para la comunicación. De esto se
deduce, en relación con el tema que estamos desarrollando ahora, que el balbuceo no tiene intención
(o función) comunicativa, mientras que la etapa que le sigue sí.
No es que en el balbuceo el niño no intente comunicarse, sino que lo concreto es que todavía
no se ha dado cuenta cuál es el código, no advierte que no se puede comunicar como se le da la gana,
sino que se tiene que adaptar a ciertas pautas comunicativas, que el lenguaje le impone ajustarse a
ciertas reglas. Jakobson decía que en determinado momento el niño advierte que tiene que adquirir un
código, adquirir un sistema (en este caso el sistema fonológico de su lengua) para poder comunicarse
eficientemente y con precisión. En todo este proceso, que es bastante largo, más largo que el del balbuceo, se pierden algunos sonidos lingüísticos esenciales que se producían en la etapa de balbuceo.
Balbucear un sonido dado no cuesta nada; incorporar un fonema sí, porque en primer lugar no se lo
puede incorporar en cualquier orden, sino siguiendo la lógica constructiva del sistema.
Y esto, según Jakobson, obedece a que funcionalmente estos sonidos ya tienen un valor fonemático, es decir, tienen un sentido dentro del sistema. Luego se va a comprobar también, en un examen comparativo, que algunas lenguas que tienen sistemas fonológicos más simples, carecen precisamente de los sonidos que en general los niños tardan más en adquirir. En efecto, se va a descubrir
un fuerte paralelismo entre la incorporación del sistema fonológico por parte de los niños y la hipotética evolución de los sistemas fonológicos de las distintas lenguas. Este es un juicio netamente
evolucionista, y es evolucionista también en la correspondencia que fija entre la situación de los niños
y la situación de determinadas lenguas.
Después vamos a sacar las conclusiones que hagan falta de todo esto, pero mientras tanto
ocupémonos de lo que decía Jakobson. Las dificultades del niño en adquirir determinados sonidos
que antes podía pronunciar fácilmente en la etapa del balbuceo obedece a una dificultad que podríamos llamar intelectual o conceptual. Los comportamientos sonoros en la etapa del balbuceo eran libres, no estaban sujetos a nada, a ninguna ley. Pero ahora todas las manifestaciones sonoras, en la
etapa de adquisición del lenguaje en sí, son reemplazadas por lo que Jakobson llama una distribución
o un orden conceptual de los sonidos articulados. Ese orden es aproximadamente progresivo. A medida que el niño va incorporando fonemas, el sistema fonológico que debe manipular como código a
través del cual comunicarse es mayor y más complejo. Uno de los argumentos que Jakobson utiliza
para ejemplificar este razonamiento, es el hecho de que determinadas manifestaciones más o menos
periféricas del lenguaje, como por ejemplo las exclamaciones, los ruidos y cierto tipo de onomatopeyas, se basan en sonidos que no siempre pertenecen al sistema fonológico de las distintas lenguas.
Parecería como que Jakobson insinúa que todas estas exclamaciones, ruidos, manifestaciones evidentemente emocionales, sensoriales, están fuera del sistema, y probablemente sean desde el punto de
vista evolutivo más primitivas, menos racionales.
Lo que dice concretamente es que estos ruidos o exclamaciones utilizan, como regla general,
en distintas lenguas, sonidos que han quedado vacantes, o que no se emplean en el sistema fonológico de cada una de ellas. Determinadas lenguas orientales no incluyen vibrantes que son propias de
las lenguas occidentales, como [r] y [rr]; parecería que cuestan trabajo a los hablantes de determinadas lenguas orientales cuando tienen que aprender una lengua occidental. Sin embargo ningún hablante de esas lenguas experimenta la menor dificultad en pronunciar vibrantes haciendo de cuenta
que se trata de la imitación de un ruido, por ejemplo el ruido de un motor. Una cosa es, entonces,
producir un sonido y otra cosa es incorporar determinado sonido en el interior de un código o de un
sistema. Son dos trabajos intelectuales radicalmente distintos.
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Lingüística y afasia
Y esto ha tenido cierta consecuencia relativamente impensada. Ustedes sabrán que hay gente
que por un accidente, por ejemplo un golpe en la cabeza capaz de afectar la corteza cerebral, pierde
ciertas capacidades lingüísticas, cuando no todas. A veces esas capacidades tienen que ver con lo que
los lingüistas de Praga llamarían el sistema fonológico. Se pierden ciertos sonidos o ciertos fonemas
que integran el sistema, cuando no todos. Existen varias clases de afasias. Jakobson caracterizó primero las afasias progresivas, que son correlativas a un daño cerebral que se va incrementando. El daño es cada vez más grande, la capacidad lingüística cada vez menor. Y en un golpe de genio observó
que el proceso de pérdida del sistema fonológico que se da en una afasia progresiva es exactamente
inverso al orden de adquisición del sistema fonológico en el aprendizaje de esa lengua. Las consecuencias prácticas de toda esta cuestión se ven en el momento en que el foniatra o reeducador de los
trastornos del lenguaje tiene que hacer que el paciente recupere el sistema perdido. Jakobson dice, y
todo el mundo está de acuerdo, que para que el paciente pueda reconstruir su sistema fonológico el
orden tiene que ser el mismo orden en el que se generó o adquirió ese sistema en la lengua correspondiente. Esto es algo que ningún educador violaría. Ante una persona que ha perdido totalmente el
sistema fonológico a nadie se lo ocurriría empezar por las palatales o por las vibrantes, sino que se
trataría de empezar por los sonidos que resultan más fáciles e inmediatos, y esos son los que primeramente se originan en el proceso de adquisición por parte del niño.
Una de las ideas que se le ocurrieron a Jakobson, y que antes no se le había ocurrido a nadie,
fue hacer un análisis lingüístico de los trastornos del lenguaje. Estos trabajos de Jakobson son
aproximadamente de principios de la década del 60. Los ensayos sobre lenguaje infantil que
comentamos antes eran de fines de la década del 30. Estos trastornos habían sido tratados por médicos, eventualmente por educadores o reeducadores, pero no por lingüistas. Lo que se pregunta Jakobson es si los lingüistas tienen algo que decir a este respecto. ¿Qué clasificación pueden hacer de
estos trastornos? ¿Qué relación pueden establecer, por ejemplo, entre la tipología lingüística de un
trastorno y el tipo de daño cerebral observable? ¿Qué relación hay entre la localización del daño y la
pauta lingüística resultante? Este es el tipo de preguntas que promueve Jakobson, y sin duda son
preguntas interesantes.
Jakobson siempre sigue el mismo método. Parte de una serie de hechos aparentemente
curiosos, paradojales, y después trata de establecer cuáles son las leyes a las que estos fenómenos
obedecen. Uno de estos hechos curiosos, por ejemplo, tuvo oportunidad de presenciarlo reiteradamente en pacientes japoneses que experimentaban daños lingüísticos y daños cerebrales. Los japoneses tienen dos sistemas de escritura. Uno que es más o menos un sistema fonético, como el nuestro,
alfabético, y otro que es ideográfico; en este último los elementos de la escritura representan no sonidos sino ideas, conceptos, como en el sistema de escritura chino, del cual se derivan los ideogramas.
Y Jakobson observó una correlación absolutamente perfecta en términos estadísticos entre el lóbulo
cerebral afectado y el tipo de escritura que resultaba perdido o afectado en el caso de pacientes japoneses. Lo que propuso Jakobson a propósito de esto es que determinadas capacidades lingüísticas
también pudieran estar relacionadas con ciertas zonas de la corteza cerebral.
Pero las observaciones más interesantes y creativas de Jakobson no se refieren a trastornos
afásicos del sistema fonológico, sino a otro tipo lingüístico de trastornos afásicos. El definió la existencia de afasias gramaticales y semánticas y encontró que estos tipos de afasias tenían que ver inesperadamente con las dos categorías aparentemente gratuitas que trajimos a colación a propósito de
Saussure, que eran las de relaciones sintagmáticas y las relaciones asociativas o paradigmáticas.
Jakobson no hizo uso de los términos sintagmático y paradigmático, sino que caracterizó esas afasias
en términos de metonimia y metáfora.
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Según los retóricos clásicos, una metonimia es una figura del lenguaje que tiene que ver con
relaciones de contigüidad. Distintas relaciones de contigüidad se engloban, según la retórica clásica,
dentro de la figura del tropo llamado metonimia. Por ejemplo las relaciones entre el todo y la parte:
cuando nosotros decimos "las cabezas del ganado", es una metonimia, estamos haciendo referencia a
una parte del animal. Cuando nosotros decimos "velas" en lugar de "barcos", como hacían los españoles, la relación es también metonímica, el todo por la parte. Tomamos una parte y hacemos que
valga como si fuera el todo. Una relación metonímica también es la que media entre la causa y el
efecto, como si la contigüidad fuera extensible al tiempo.
En la metáfora, por el contrario, utilizamos un criterio de semejanza. Cuando nosotros decimos de alguien que es un león, estamos asimilándolo con un león, porque asociamos la bravura de
una persona a una de las características salientes del león. Es una relación externa, distante, no tiene
ni contigüidad, ni continuidad. Como diría Saussure es una relación en ausencia. En efecto, la metáfora tiene que ver con las relaciones asociativas de Saussure o con lo que otros lingüistas llaman relaciones paradigmáticas. La metonimia tiene que ver, por el contrario, con las relaciones sintagmáticas, es decir con el encadenamiento de las frases y componentes lingüísticos.
Lo que va a observar Jakobson concretamente es que a determinados pacientes afásicos se les
van a afectar las relaciones sintagmáticas en tanto que a otros las asociativas. Esto quiere decir, por
ejemplo, que algunos pacientes no van a poder entender una metáfora, van a aferrarse a los sentidos
literales, mientras que otros pacientes no van a poder construir gramaticalmente una frase. Son dos
afecciones completamente distintas, podríamos decir que opuestas. En este preciso aspecto Jakobson
recupera a sabiendas una distinción formulada por Saussure.
Ejemplifiquemos este aspecto de los estudios de Jakobson, porque sus implicancias son amplísimas para la antropología, y también para el psicoanálisis. Cuando un hablante profiere una frase,
el oyente o el receptor descifra lo que el hablante dice de dos maneras, dos formas concurrentes de
desciframiento que posibilitan este aspecto de la comunicación. Por empezar, el oyente se refiere por
un lado a un código compartido con el hablante, y cuando escucha una frase recorre ese código y establece las correspondencias pertinentes. Si yo digo la frase "él come" cada uno de los segmentos que
conforman esta frase se corresponde a una clase de elementos lingüísticos que conforman en su
conjunto lo que podríamos denominar el código. Se identifican entonces los segmentos o las partes de
una frase o de un discurso, como pertenecientes a una clase, y al conjunto de esas clases como
conformando el código que permite este aspecto de la comunicación.
Lo que es obvio es que no basta con reconocer el código, o con establecer esa clasificación
inicial, para apreciar el sentido de una frase o de un discurso. En el caso del ejemplo, para saber quién
es "él" es también importante examinar el contexto en el que esa frase o ese discurso ocurre. Lo mismo vale para cada uno de los elementos o de los segmentos que conforman una cadena lingüística,
una frase, un texto. Hay que examinar el contexto de la totalidad de los fenómenos lingüísticos y los
contextos sucesivos de las sucesivas partes de la frase o de la enunciación. En otras palabras, tenemos
que los componentes de todo mensaje se ligan, por un lado, a un código y, por el otro, a un contexto.
Jakobson asimila entonces las relaciones sintagmáticas, posteriormente la figura de la metonimia, a la
noción de contexto; y las relaciones paradigmáticas, la figura de la metáfora, a la noción de código. Si
nosotros deseamos realizar una traducción, tenemos que recurrir tanto a un código como a un
contexto. Incidentalmente la dificultad de la traducción automática está dada porque las reglas referidas a un código se pueden introducir en una máquina, mientras que las que se refieren al contexto
normalmente no.
Si nosotros traducimos, por ejemplo, "Times flies like an arow", esto es una frase hecha que
viene a querer decir algo asi como "el tiempo vuela como una flecha". Pero si nosotros hiciéramos
que una máquina traduzca esta frase, podría segmentarla de distintas maneras y darle distintos sentidos en función del código, porque la máquina ignora todo lo que se refiera al contexto. Podría traducir, en función de los significados posibles de todas estas frases, "flies" como "vuela" o también como
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"moscas". Podría traducir "like" en el sentido de "como" o de "gustar". Y podría producir de esta manera traducciones como "las moscas del tiempo gustan de una flecha", que desde el punto de vista del
código es inobjetable, pero en sentido contextual es absurda. Lo que la máquina ignora es el contexto
preciso que rodea al enunciado, y lo que es muy difícil introducir en una máquina es el conocimiento
enciclopédico que hace falta para garantizar la coherencia del sentido más allá de las relaciones a nivel
del código o de las clases lingüísticas.
Esto simplemente lo ejemplifico a efectos de que quede más claro lo que es una relación de
código, asociativa o paradigmática, y lo que es el contexto. El contexto no es solamente la relación
gramatical que se establece a lo largo de la frase, sino todo lo que rodea, todo lo que está en contacto, todo lo que confiere en última instancia, una especie de envoltura significativa a los enunciados
lingüísticos.
En este orden de distinciones, Jakobson dice que para hacer una diagnosis lingüística de la
afasia, hay que practicar un examen muy cuidadoso respecto de si esa afasia se refiere a problemas de
código o relaciones asociativas, o a problemas de contexto. A partir de este tipo de distinciones Jakobson elabora lo que podríamos llamar la primera tipología lingüística de los trastornos del lenguaje.
Y distingue dos tipos de trastornos: trastornos de la semejanza y trastornos de la contigüidad. Tenemos entonces por un lado patologías de las relaciones asociativas o del código, y por el otro deficiencias de las relaciones sintagmáticas o del contexto. El cuadro de esta antinomia perfecta (y Jakobson era amante de las "oposiciones binarias", como que fue su inventor) quedaría fijado aproximadamente así:
Código
Semejanza
Metáfora
Contexto
Contigüidad
Metonimia
Lo interesante de esto está en la caracterización que Jakobson hace de estos dos tipos de problemas lingüísticos, y por supuesto en el respaldo empírico que tienen esas categorías o esas clasificaciones en relación con los trastornos que se dan concretamente en los casos afásicos. Yo les diría
que no hay unanimidad respecto de la validez o no de la clasificación de Jakobson, en términos generales. Es decir, existen muchos más trastornos afásicos que los caracterizados por Jakobson, lo cual
no significa que las dos categorías que vamos a examinar ahora carezcan de respaldo o de representatividad en los casos reales.
Es decir, los dos trastornos del lenguaje que vamos a caracterizar siguiendo a Jakobson,
tienen una amplia representación empírica, si bien no cubren todos los trastornos posibles del lenguaje. Esto ya está implicito en los estudios que antes había realizado Jakobson y que habían tomado
como objeto las afasias progresivas.
Jakobson dice que cuando un paciente tiene afectadas las relaciones de semejanza, es sin embargo capaz de completar un contexto. Por ejemplo, si se le proporciona una frase parcial, es capaz
de completarla en un sentido gramatical. Por ejemplo, supongamos que omitimos un artículo o un
verbo; el paciente no tiene gramaticalmente ningún problema en completar esa frase. Los problemas
empiezan cuando tiene que prescindir del contexto.
Este tipo de pacientes es incapaz por ejemplo de comenzar una frase o un discurso sin apoyo
contextual, o de sustituir los elementos de una frase por otros. Si decimos "los perros comen" no puede proponer alternativas para cada uno de los términos (p.ej. "gatos" o "personas" en lugar de "perros"). Recordemos que las que están afectadas son las relaciones asociativas. Las relaciones sintagmáticas no experimentan problemas en esta clase de trastornos.
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Lo que también resulta afectado es, por ejemplo, la sinonimia. Así como no pueden proponer
alternativas para reemplazar cada uno de los componentes de esa frase, para producir frases nuevas,
son incapaces de expresar esa frase de otra manera. Son incapaces de establecer una paráfrasis, una
explicación o una circunlocución, a pesar de comprender perfectamente lo que esa frase quiere decir.
Tampoco pueden pasar de un código a otro. Por ejemplo, si se les señala la imagen de un objeto, de
un perro comiendo, no pueden pasar a la representación verbal, es decir "un perro come".
Cuando se les suministra pruebas de asociación libre, no responden con analogías metafóricas
sino con analogías metonímicas. Si se les muestra, por ejemplo un rascacielos, no van a decir "hormiguero", lo cual sería una metáfora, sino que van a decir algo que esté en relación de contigüidad, o de
parte a todo con el edificio: probablemente ciudad, ascensor, departamento o vértigo. En suma, responderán con algo que esté inmediatamente asociado o que forme parte de la experiencia de un
edificio.
Las palabras que mejor se conservan en este tipo de afección son las palabras más abstractas,
las palabras que forman parte esencial de la gramática, como ser las conjunciones, las preposiciones,
los pronombres, los artículos... Palabras que no promueven ninguna asociación de ideas, ya que la única función que cumplen, podemos decir, es gramatical. Son como el pegamento que liga los términos del lenguaje, las "conjunciones" por excelencia, la experiencia misma, a nivel lingüístico, de la
contigüidad.
Los pacientes que sufren trastornos de la semejanza se guían exclusivamente por el contexto,
es decir, los pacientes que experimentan trastornos de la semejanza, tienen que apoyarse en el
contexto. Son incapaces de pronunciar una frase que no sea una respuesta inmediata a lo que dice su
interlocutor, o que no responda a la situación contextual que se está dando en ese momento. Por
ejemplo, un paciente afectado por este tipol de trastorno no puede decir que está lloviendo a menos
que esté lloviendo realmente, es decir que haya un apoyo contextual que esté relacionado con esa
alocución. Por ejemplo, un paciente al que un lingüista le pidió que enumerara una cierta cantidad de
animales, pronunció una lista de animales cuyo orden correspondía al orden en que ese paciente los
había visto en el zoológico. Los pacientes que tienen afectadas las relaciones de semejanza no pueden
comprender además las metáforas. Interpretan todo en sentido literal estrictamente.
El otro tipo de trastorno es prácticamente opuesto, siempre y cuando entendamos como
oposición este tipo de cruzamiento entre las relaciones paradigmáticas y las relaciones sintagmáticas.
Jakobson habla de trastornos de la contigüidad. Y así como en el transtorno anterior el paciente conservaba todos los elementos gramaticales, en este tipo de trastornos esos elementos que son puramente gramaticales son los primeros que se pierden. El paciente se expresa a través de términos
carentes de ligazón gramatical o sintáctica. Habla una especie de lenguaje denominado "telegráfico".
Se perturban además todas las operaciones sintácticas del tipo de la conjugación o la declinación. Este
es un tipo de trastorno que se conoce como agramatismo, es como si perdiera la gramática.
Cada uno de estos trastornos se caracteriza además por una especie de acentuación de las posibilidades que se conservan. El paciente puede repetir palabras familiares, pero no palabras afines a
palabras familiares. Si le decimos que diga "rubia" dice "rubia", pero si le decimos que diga "fubia"
experimenta dificultades simplemente en la repetición de esa palabra. Relaciona "rubia" con algo, pero
al no relacionar "fubia" con nada es incapaz incluso de reproducir esa palabra cuando se le pide que la
repita.
Existe una clasificación posterior, realizada por Jakobson, donde se intenta ligar cada uno de
los tipos lingüísticos a una zona específica de la corteza cerebral, pero esta clasificación es bastante
más compleja que la que yo les estuve dando, y no tiene practicamente aceptación, incluso entre los
lingüistas. Lo importante de estas polaridades distinguidas por Jakobson entre relaciones asociativas o
paradigmáticas o metafóricas o problemas del código, y los probemas del contexto radica posible55
mente en que esa distinción es análoga a otras que se han dado por ejemplo en el psicoanálisis o en la
antropología.
En antropología, una de las clasificaciones más antiguas y difundidas acerca de los tipos de
magia, la de James Frazer, uno de los fundadores de la antropología inglesa de fines del siglo pasado,
autor de La Rama Dorada y otros estudios clásicos. Frazer distinguía entre magia contagiosa y magia homeopática o imitativa. La magia contagiosa se basaba en el principio de la contigüidad, y la
magia homeopática se basa en el principio de la asociación de ideas o, podríamos decir, en la metáfora. La primera se manifiesta en especial en todo lo que se relaciona con las ideas de la polución y el
contagio, la segunda aparece cuando se utilizan imágenes, símbolos y analogías.
De la misma manera, los psicoanalistas hablan de dos tipos de elaboraciones que se dan en el
trabajo de sueño, es decir, de dos tipos de distorsiones que el sueño impone en los fenómenos de la
vida real que se reflejan en ellos. Por un lado desplazamientos, que podrían ser análogos a las relaciones contextuales, y por otro lado asociaciones de ideas, reemplazos, simbolismos, semejanzas, que
serían equivalentes a las relaciones asociativas o paradigmáticas. Lacan que tiene tambien una amplia
base estructuralista, va a relacionar estas dos manifestaciones reconocidas por Freud en la elaboración
onírica con sus correlatos lingüísticos caracterizados por Jakobson.
Código genético y código lingüístico
Uno de los aspectos también más productivos del modelo fonológico tiene que ver con las disquisiciones de Jakobson acerca de las similitudes entre el llamado código genético y el código lingüístico. A fines de la década del 50 los biólogos descubrieron que la herencia biológica estaba determinada por una especie de mensaje que estaba escrito en los cromosomas, en una especie de alfabeto
químico. A partir de este descubrimiento ha sido muy común que en genética molecular se utilicen expresiones derivadas más o menos directamente de la lingüística para hacer referencia al código genético o a las leyes de la herencia. Por empezar, por supuesto, hablar de código genético es ya una
apropiación que procede de la lingüística.
Y hay quien afirma, y entre ellos Jakobson, que todo el desarrollo de la biología molecular y
todos los avances en genética fueron posibles a partir del momento en que los biólogos se dieron
cuenta de que podían aprovechar categorías lingüísticas para estudiar fenómenos biológicos, entre
ellos por supuesto el código genético. Jakobson exploró relativamente a fondo esta analogía, e
incluso propuso una razón por la cual el codigo lingüístico reproduciría pautas fundadas en el código
genético.
Como vamos a ver más tarde, Jakobson propuso algo así como una dependencia del lenguaje
respecto de la estructura genética. Lo que más le llamaba la atención es que los dos códigos, el genético y el lingüístico, se basaban en componentes discretos, separados. Lo mismo pasa, por ejemplo,
en los sistemas fonológicos. En fonología tenemos que un sistema está basado en una cantidad reducida de componentes discretos. Discreto es aquí equivalente a analíticamente taxativo. En fonética
podemos dudar si un sonido responde a un patrón o no; en fonología no existe duda: tenemos una
cantidad fija y definida de fonemas por sistema, un ejemplar del lenguaje pertenece, sí o no, a cada
clase fonológica, y no hay grados intermedios. Los fonemas son entidades discretas.
Lo mismo pasa con los elementos que componen el código genético. Son elementos discretos,
que no tienen ningún sentido por sí mismos, pero que se combinan en unidades que tienen algún
"significado", lo que en este contexto es lo mismo que efecto biológico. Lo que es el significado a
nivel lingüístico, aquí sería el efecto genético. De la misma manera que una frase constituye un segmento de un texto, un gen corresponde a un segmento de la fibra nucleica.
Parecería que todo lo que sucede a nivel genético podría entenderse como una especie de
intercambio de mensajes referidos a un código, y basados en un conjunto finito y discreto de ele56
mentos que se combinan de distinta maneras, combinaciones de muy pocos elementos, se habla por
ejemplo de cuatro radicales químicos que se repiten millones de veces a lo largo de cromosoma,
combinándose y permutándose como si fueran las letras de un alfabeto.
Jakobson dice que lo que vendría a ser la frase en relación con un texto es el gen en relación
con el cromosoma o con toda la fibra nucleica. En ambos casos, tanto en el de la frase como en el de
los genes, tenemos una secuencia determinada que comienza y termina de una manera diferenciada,
que Jakobson caracteriza como signos de puntuación. Esos signos de puntuación o esas discontinuidades se dan tanto en lo que respecta a las frases en el conjunto de los textos como en lo que respecta
a los genes en el conjunto del cromosoma.
Jakobson asevera que en la actualidad el código genético también está totalmente descifrado.
Se ha definido algo así como el diccionario de las combinaciones posibles, se han identificado los signos de puntuación, es decir los elementos que median entre las cadenas nucleicas, se han establecido
combinaciones genéticamente equivalentes, que Jakobson asocia con los sinónimos. Es decir, elementos cuyo efecto genético es el mismo a pesar de que son combinaciones diferentes. En una palabra, tenemos una serie de analogías entre lo que serían las frases y los genes, o los fonemas y los radicales químicos, es evidente que existe un fuerte paralelismo estructural entre ambos objetos científicos. En ambos casos, en el de las frase y en el de los genes, tenemos una estricta linealidad en la secuencia de los elementos. Según Jakobson tenemos posibilidad también de reducir las combinaciones
posibles o los elementos de ese código a una serie de relaciones binarias. Después vamos a volver a
esto.
En ambos casos puede distinguirse analíticamente una serie de niveles jerárquicos. En el
lenguaje teníamos el nivel de los fonemas, el morfológico y el sintáctico, configurando toda una serie
de niveles superpuestos; lo mismo se da en el código genético, a pesar de la estricta linealidad de los
fenómenos, tanto en lo que respecta a la frase como en lo que respecta al encadenamiento de
elementos en la fibra nucleica.
Lo que se pregunta Jakobson es si el isomorfismo entre estos códigos resulta simple
casualidad o si existe una razón más profunda para que ambos universos puedan ser analizados en
base al mismo tipo de categorías. Jakobson postula que es posible que el modelo del código
lingüístico haya sido modelado directamente sobre los principiios estructurales del código genético.
Especula que el código genético impone que todos los fenómenos comunicativos de los seres
vivientes reproduzcan de alguna manera su estructura.
La polémica más importante se desarrolló entre el propio Jakobson y François Jacob, biólogo,
autor de un libro muy conocido, La Lógica de lo Viviente. Paradójicamente, Jacob se opuso a la idea
de que ambos fenómenos estuvieran causalmente ligados. Sostenían que tanto el código genético como el código lingüístico sirven a la comunicación: el proceso de la herencia es algo así como un fenómeno de comunicación a nivel biológico. Jacob sostenía también que todos los fenómenos de comunicación tienen una especie de similitud inevitable, dada la naturaleza de su función. Los sistemas
de comunicación tienen que obedecer a una serie de principios comunes, como ser la cantidad finita
de elementos básicos, la amplitud de combinaciones posibles entre estos elementos, un carácter relativamente lineal, una estructuración jerarquizada. La analogía funcional es a juicio de Jacob explicación
suficiente de las similitudes, lo cual excluye las relaciones causales entre los fenómenos de un orden y
los de otro.
Jacob planteó además una objeción a la teoría de Jakobson, argumentando que si el código
lingüístico estuviera basado directamente en el código genético, probablemente todos los seres vivientes hubieran desarrollado algo muy parecido al lenguaje, lo cual es algo bastante plausible. El código genético, por de pronto, es parecido y estructuralmente idéntico en el hombre, las ranas, los rabanitos o cualquier otro ser viviente; mientras que el lenguaje es una capacidad específica del ser humano.
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Funciones del lenguaje y modelo de la comunicación
Cuando comenzamos a hablar de al Escuela de Praga, dijimos que esta escuela se inscribe
dentro del estructuralismo, al igual que la mayor parte de las teorías que vamos a revisar, y también
participa de lo que se denomina funcionalismo. Uno de los objetivos de los miembros del círculo de
Praga había sido el de analizar las funciones del lenguaje, es decir, determinar para qué sirven cada
uno de los elementos o aspectos del lenguaje.
De este interés funcionalista se deriva lo que se conoce como el modelo comunicacional de la
Escuela de Praga, que nuevamente fue desarrollado principalmente por Jakobson, constituyendo una
de las formulaciones más clásicas y más conocidas de todas las que se refieren a los procesos de la
comunicación. Podríamos decir que es un esquema a partir del cual cada uno de los teóricos o investigadores posteriores establecieron una serie de variaciones y de enriquecimientos.
El modelo de la comunicación de Jakobson al mismo tiempo sistematiza el problema de las
funciones del lenguaje. Jakobson decía que en todo fenómeno de comunicación tenemos primariamente un emisor y un receptor, que se comunican a través de un canal, que en el caso del lenguaje
será un canal auditivo (en el caso de otros sistemas de comunicación será de otro orden perceptual).
Para que esa comunicación sea posible el emisor y el receptor tienen que compartir un código, es
decir, tienen que hacer referencia a una serie de convenciones compartidas. Y a través de ese canal, y
con referencia a ese código circulan una serie de mensajes. Toda comunicación, por último, se desarrolla en un contexto.
Tenemos entonces seis elementos: emisor, receptor, canal, código, mensaje, contexto. En base
a cada uno de estos seis elementos Jakobson va a caracterizar las diversas funciones del lenguaje. Jakobson aclara que ningún mensaje o fenómeno comunicativo se basa en uno de estos aspectos por
separado con prescindencia de los demás. Este modelo de la comunicación es además el modelo mínimo. En una comunicación real ninguna de estas partes componentes puede estar ausente. Lo qe
sucede es que es posible definir funciones, objetivos, propósitos diferentes de la comunicación según
el énfasis se deposite en uno u otro de esos elementos que conforman el fenómeno comunicativo.
Esto quiere decir que ningún mensaje satisface una sola función, aunque es posible que
distintos mensajes enfaticen distintos aspectos. En todo fenómeno comunicativo existe una jerarquía
funcional, de modo que la estructura de un mensaje depende de la función que prevalezca. Todas las
funciones están presentes siempre, pero en momentos alguna de ellas aparece mas enfatizada o más
reforzada que las demás. Dependiendo de cual sea la función dominante, o la funcion prevaleciente en
un fenomeno de comunicación determinado, así va a ser la estructura o la categoría a que ese fenómeno comunicacional pertenezca.
Por ejemplo, la llamada función referencial del lenguaje sería la que enfatiza el contexto. El
contexto básicamente es lo que ocurre fuera del fenómeno lingüístico mismo. Podríamos decir que la
función referencial enfatiza el tema, la referencia, la denotación en detrimento de otros aspectos intervinientes. Esto es lo que otros teóricos han llamado la función denotativa o cognoscitiva del lenguaje. Algo que caracteriza centralmente al lenguaje entre otros sistemas de comunicación es que ese
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contexto no necesita ser el contexto inmediato, es decir el contexto en el que se desarrolla el fenómeno comunicativo. Aquí "contexto" hay que tomarlo en un sentido muy amplio, como aquello a lo
que el lenguaje se refiere, o más estrictamente como aquella realidad extralingüística a la que el lenguaje o el fenómeno comunicacional denotan.
Otra función es la emotiva o expresiva, cuando el énfasis está puesto en el emisor. En el caso
del lenguaje emotivo, el centro del fenómeno comunicativo parecerían ser los sentimientos o los estados afectivos del emisor, del que produce inicialmente ese fenómeno de comunicación. La forma pura
del lenguaje emotivo sería, para Jakobson, la interjección. La forma elaborada, la forma sublimada de
esta función emotiva, estaría dada en ciertas variedades de la poesía, aunque en torno a ella se ha
identificado una función aparte.
La tercera función del lenguaje y de los fenómenos cumunicativos en general, es la que Jakobson denomina función conativa, también llamada función apelativa. En este caso, y a la inversa
de la función emotiva, el énfasis está puesto en el receptor. En una comunicación de este tipo, se
coloca el acento sobre lo que el receptor debe hacer, y por ello la forma típica de este tipo de
comunicación es el imperativo, las órdenes.
Una de las funciones más interesantes, y más inesperada, en este esquema es lo que se llama la
función fática, que es la que enfatiza el canal. Es un tipo de comunicación que simplemente denota
que el canal de comunicación está abierto. Prácticamente se podría decir que la función referencial o
denotativa de este tipo de comunicación es absolutamente irrelevante. Entran dos personas en un ascensor y una le dice a la otra: "¿Calor, no?". Este es un tipo de comunicación que simplemente comunica, sin más, sin que el contenido interese realmente. Está el canal disponible y se utiliza, y la
caracterización de este tipo de comunicación sin contenidos, ni emotivos, ni referenciales ni imperativos, no fue hecha por los lingüistas ni por Jakobson, sino por los antropólogos, y concretamente
Malinowski. Este fue quien caracterizó la función fática del lenguaje en un estudio sobre el lenguaje
en las culturas primitivas de 1923, sobre el que vamos a volver cuando hablemos de sociolingüística y
lingüística del habla.
Continuando con las funciones lingüísticas, Jakobson dice que existe una comunicación que
hace referencia al código, y esa es la función metalingüística: a través del lenguaje se está hablando
sobre el lenguaje. Ejemplificar esta función es fácil: es lo que hacemos en estas clases, por ejemplo,
aunque no lo advirtamos. Inclusive tiene algunas manifestaciones informales muy frecuentes, como
cuando se corrige a una persona en sus usos gramaticales. La función metalingüística se basa en una
de las capacidades básicas del lenguaje que es la reflexividad: el lenguaje puede hacer referencia al
lenguaje usando para ello al lenguaje mismo. Después vamos a ver algunos otros aspectos y problemas del metalenguaje y de la metacomunicación cuando abordemos la sociolingüística.
La última y sexta función del lenguaje, es la que enfatiza el mensaje, es la manifestación
comunicativa donde el mensaje tiene un valor intrínseco preferencial, el mensaje por el mensaje
mismo. Esta es la función poética. Esto se confunde un poco con la función emotiva que hacía referencia al emisor. Pero esta función poética es bastante más generalizada. Se refiere a aquellas manifestaciones en las que el mensaje tiene un valor por sí mismo en tanto mensaje, y ya no como vehículo
de las emociones. El ejemplo clásico sería la poesía, que exalta el arte por el arte. La poesía no sólo
refleja los sentimientos del poeta, sino que se define mejor como un mensaje que tiene valor literario o
estético en sí.
Desde ya, en la comunicación varios elementos pueden estar enfatizados al mismo tiempo.
Hay libros de ciencia (denotativos o referenciales) que poseen una fuerte carga emotiva y un alto
valor poético. Lo que proporciona Jakobson es una construcción ideal. Es una propuesta acerca de
cómo llamar a las distintas funciones o aspectos de la comunicación cuando se enfatiza uno u otro
elemento. Jakobson es el primero en decir que no existe una comunicación que sea funcionalmente
exclusiva o pura, porque siempre están presentes todos los elementos en el fenómeno comunicativo.
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Jakobson afirma que ninguno de los aspectos del lenguaje, y sobre todo la función poética, se
puede estudiar fuera de los problemas generales del lenguaje y fuera del circuito global de la comunicación. Incidentalmente, Jakobson fue uno de los primeros en estudiar la poesía desde el punto de
vista lingüístico y en proponer categorías analíticas que no provenían de la estética, es decir categorías relativamente formales para abordar la poesía. Incluso uno de los trabajos más conocidos de
Jakobson, que es un análisis del poema de Baudelaire "Los gatos", está hecho conjuntamente con un
antropólogo, Lévi-Strauss.
Algunas consecuencias metodológicas del modelo comunicativo dejan bastante que desear.
¿Cómo clasificar, por ejemplo, la función de los chistes? ¿Un chiste es sólo una comunicación fática,
un acuerdo sobre la existencia de un canal, rellenado con contenidos triviales? ¿Se los consideraría
acaso textos denotativos, centrados en la función referencial, en la misma categoría que las alocuciones científicas, los chismes o las confesiones de un delincuente? Notemos este defecto del modelo: Jakobson no proporciona las indicaciones operacionales que posibiliten u orienten la tipificación, por lo
que el nexo entre las estructuras formales del lenguaje y sus funciones sociales no queda bien resuelto.
Cuando se hace ciencia no alcanza sólo con proporcionar una tipología: también hace falta especificar
los criterios para que otro estudioso puedan clasificar los objetos de la misma manera y las razones
que hacen que tipos muy distintos de hechos se engloben en las mismas categorías.
Los teóricos de la comunicación va a ser enriquecer o modificar este modelo en los años siguientes. Cuando lleguemos a la sociolingüística vamos a ver que este se ha ido complicando. La sociolingüística actual maneja, por así decirlo, un esquema de la comunicación mucho más rico, en el
que intervienen muchos más factores que lo que sería el caso en el modelo que estamos viendo. De
todas maneras podríamos decir que ésta es un poco la piedra fundamental; téngase en cuenta que es
una elaboración relativamente temprana, que arranca en la década del 30.
Simbolismo sonoro y glosolalia
Las preocupaciones de Jakobson en torno del lenguaje, si bien estaban basadas en el modelo
de Saussure y en el modelo fonológico inicial desarrollado por Trubetzkoy, abarcaron, como se ha
visto, toda una multitud de aspectos. Hemos hablado primero de los estudios más puramente fonológicos, en los que Jakobson propone una especie de esquema evolutivo de la emergencia del sistema
fonológico de los niños. Luego pasamos a su modelo sobre los trastornos afásicos en sus dos variantes: las afasias progresivas y después la bipartición entre afasias asociativas y afasias sintagmáticas.
También tratamos sucintamente la polémica alrededor del código lingüístico y el código genético que
se desarrolló a fines de los 60 y principios de los 70, que se refleja en un libro (el Cuaderno Nº 92 de
Anagrama) que hoy es bastante difícil de conseguir.
Uno de los estudios más polémicos, discutidos e interesantes de Jakobson tiene que ver con el
problema del simbolismo lingüístico en general y del simbolismo sonoro en particular. ¿Cuáles son -se
preguntaba Jakobson- las constantes simbólicas del lenguaje, aparte de sus determinaciones formales
y de los universales de la denotación pura? Habíamos comentado, a propósito de Saussure, que uno
de los acuerdos básicos de los lingüistas concernía al principio de la arbitrariedad del signo, es decir,
al carácter arbitrario de los significantes. Saussure mismo decía que no existe ningún nexo necesario
entre el signo /vaca/ y el concepto "vaca', entre el fenómeno sonoro o imagen acústica (o la cadena
fonológica) y el concepto, referente o denotación de este significante. No hay nada en una vaca, como
cosa, que nos haga llamarla de esta manera y no de otra.
Este parecía uno de los criterios lingüísticos más difíciles de poner en tela de juicio, por lo
menos globalmente. Pero Jakobson lo va a cuestionar. No de una manera integral, pero sí explorando
fenómenos del lenguaje que parecerían ser no totalmente arbitrarios. Por supuesto uno de esos fenómenos son las onomatopeyas. El mismo Saussure reconoce que las onomatopeyas parecerían imponer
una especie de excepción al principio de la arbitrariedad del signo lingüístico; pero consideraba que si
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bien existiría alguna similitud entre las onomatopeyas o los nombres onomatopéyicos como
"cacareo" o "mugido" y aquello a lo que estos significantes se refieren, despreciaba la importancia de
esos casos. Casi todos los lingüistas son de la opinión de que las onomatopeyas o las palabras que
tienen un origen icónico o de reproducción más o menos inmediata en relación con el fenómeno al
que denotan no son representativas de la totalidad del lenguaje10. Para buena parte de los lingüistas,
desde el punto de vista de su masa en el conjunto del inventario léxico, las onomatopeyas o las palabras de origen onomatopéyico son más la excepción que la regla.
Jakobson responde argumentando que no solamente hay simbolización, iconismo o falta de
arbitrariedad en las onomatopeyas, sino que existe un conjunto de fenómenos lingüísticos que son
claramente simbólicos y que están motivados de alguna manera, no son totalmente arbitrarios. Por
ejemplo, en casi todas las lenguas la pequeñez, la cercanía o la familiaridad, se denotan a través de
fonemas o de sonidos similares a /i/, mientras que lo grande y lo lejano se simbolizan con sonidos
semejantes a /a/. Jakobson establece el argumento, desde ya, en términos de un análisis formal y aportando numerosos ejemplos.
Por ejemplo la oposición que hay para denotar en francés la cercanía con "ici", la lejanía con
"lá". O en inglés "this" y "that". En castellano "aquí" y "allá". Y así sucesivamente. Hay una serie de
ejemplos en un conjunto de escritos que Jakobson dedicó a estas temáticas, donde incluso se tratan
algunas aparentes anomalías o excepciones como el hecho de que en inglés "grande" se diga "big" y
"pequeño" se diga "small" (la [i] de big es abierta, tirando a [a], mientras que la [a] de small es cerrada, tirando a [o]). Jakobson llega incluso a analizar en distintas lenguas la referencia que se hace a
las "aguas menores" y a las "aguas mayores" como "pis" y "caca" respectivamente. Es decir, la pequeñez denotada por sonidos parecidos a la [i] y el tamaño grande por sonidos abiertos parecidos a
la [a].
Otra observación de Jakobson, y que parecería apuntar a un fenómeno lingüistico que
probablemente sea universal, tiene que ver con el hecho de que las palabras marcadas y no marcadas
tengan un correlato morfológico más o menos uniforme11. En casi todas las lenguas, para formar un
plural se agrega un elemento a la palabra que denota el singular. Los plurales son entonces más largos
que los singulares respectivos, constituyendo una clara analogía. Cosas parecidas se manifiestan en
toda una serie de fenómenos lingüísticos que postula Jakobson, arrojando un número increíble de
hipótesis de trabajo. En este mismo ámbito de estudio, relacionado con el simbolismo sonoro, es
donde podemos situar las reflexiones de Jakobson acerca del fenómeno de la glosolalia. La glosolalia
es lo que la Biblia se llama "hablar en lenguas". Numerosas religiones, casi siempre las religiones que
tienen algún componente místico o de posesión espiritual, o que poseen rituales de iniciación con
fuerte participación personal, conocen alguna variante de este tipo de fenómenos.
Se supone que cuado uno está influenciado por algún espíritu y en el caso bíblico visitado o
poseído por el Espíritu Santo concretamente, adquiere lo que se llama el "don de lenguas". "Hablar
en lenguas" quiere decir expresarse en otro lenguaje que no es la lengua materna, un lenguaje que, según se sostiene, no se aprendió nunca y que puede ser tanto una lengua histórica reconocible como un
idioma desconocido. En la Biblia misma hay varios testimonios de glosolalia. En los "Hechos de los
Apóstoles" se narra que en Pentecontés el Espíritu Santo descendió sobre los presentes, quienes
adquirieron inmediatamente el "don de lenguas".
10 ¿Acaso no es el mismo Jakobson quien destaca
11
que las onomatopeyas parecen construidas al margen de los sistemas fonológicos?
Una palabra "marcada" es una palabra específica, mientras que una palabra "no marcada" es un término genérico. "Hombre" es, por ejemplo,
la palabra no marcada que no sólo denota a los varones, sino que puede emplearse como concepto genérico para referirse a los seres humanos
(p.ej. "la antropología es el estudio del hombre"). "Mujer" en cambio no se aplica a la generalidad: es por lo tanto una palabra "marcada".
61
Todas las sectas u organizaciones pentecostales (desde la del Pastor Giménez hasta Jimmy
Swaggart) aseguran experimentar el don de lenguas (manifestación por excelencia de la presencia del
Espíritu) con cierta asiduidad. El fenómeno es tan fácilmente observable como una misa. Si ustedes
realizaran algún estudio en alguna comunidad de las que últimamente proliferan, probablemente lo
presenciarían muchas veces. La gente se pone a hablar espontáneamente en lenguas desconocidas, a
veces identificables por sus compañeros, en la mayoría de los casos no. Actos parecidos se dan, por
ejemplo, en numerosas religiones africanas. Casi siempre que hay trances, sobre todo cuando son
trances extáticos, violentos, convulsivos, en toda una multitud de religiones (ya sea influenciadas o no
por la religión católica) aparecen fenómenos de glosolalia. Se han registrado fenómenos de "hablar en
lenguas" en religiones que son absolutamente insospechables de contaminación cristiana.
La glosolalia es un fenómeno religioso y antropológico apasionante ¿Qué tienen que decir los
lingüistas acerca de ella? ¿Es verdad que se habla en otras lenguas, o se trata de una simple farsa? Lamentablemente sucede que la glosolalia, desde el punto de vista lingüístico, ha sido mal estudiada. De
hecho existen muy pocos registros grabados o escritos de manifestaciones glosolálicas. Lo que es interesante investigar, por lo menos para Jakobson, es si estas manifestaciones, que normalmente tienen
lugar en cierto estado de trance, son lingüísticamente sostenibles o si son simples elocuciones que no
tienen una estructura fonológica, morfológica, gramatical o sintáctica que permita asegurar sobre una
base firme que esa manifestación es en rigor una manifestación lingüística.
Una de las conclusiones a las que Jakobson llega, a pesar de que los registros escritos o grabados son sumamente escasos, es la de que existe cierta similitud entre las diversas manifestaciones de
glosolalia, independientemente de cuál sea la lengua materna de quien la experimenta. Sobre todo en
el caso de las glosolalias que no pasan por ser una lengua conocida como el latín o el griego, parecería ser que existe mayor similitud entre dos manifestaciones glosolálicas entre sí, que la que existe
entre cada una de ellas y las respectivas lenguas maternas de los hablantes. Un hablante de inglés
producirá un fenómeno de glosolalia que se parece más a otro fenómeno del mismo tipo producido
por un hablante de samoyedo, que lo que se parecen el inglés o el samoyedo, respectivamente.
Jakobson acompaña estas afirmaciones con una breve caracterización fonológica y morfológica de casos de glosolalia. De los ejemplos se desprende la idea de que existen algunas constantes
universales o preferencias por ciertas combinaciones fonológicas como /nd/ o /nt/. Ciertas cadenas de
fonemas que se dan con muchísima frecuencia, incluso allí donde los registros glosolálicos son sumamente pequeños. Esto, sin embargo, puede interpretarse tanto como una prueba taxativa de la
realidad del don de lenguas, o como una demostración de que la mentira tiene patas cortas y hacer
sanata no es tan fácil después de todo: propóngase a varios hablantes que inventen frases en idiomas
imaginarios y se observarán, sin duda, las mismas clases de recurrencias. La verdad es que el asunto
requeriría un estudio más amplio y sistemático.
Uno de los aspectos interesantes de estos estudios, que están a mano para ser estudiados tanto
desde el plunto de vista lingüistico como antropológico y rara vez son analizados con seriedad, concierne al estudio que realizó primero Saussure y que retomó Jakobson de un caso de una sonámbula
suiza de fines del siglo pasado, que experimentaba accesos de glosolalia, que se llamaba Helene
Smith, muy conocida en círculos iniciáticos. La Smith afirmaba que en las crisis de sonambulismo se
comunicaba con marcianos, algunas veces, y con sabios de la antigua India otras. Y en esos accesos
de sonambulismo registraba por escrito lo que se le comunicaba.
Esos escritos llegaron a manos de Saussure, quien era indoeuropeísta y conocía el sánskrito
bastante bien. Saussure analizó lo que se supone eran escritos de una variante afín de esa lengua de la
antigua India, para determinar si podían ser más o menos atendibles o si eran una burda falsificación.
Llegó a la conclusión de que este vocabulario no presentaba ninguna coherencia, ni palabras inteligibles que se pudiera decir que derivaban del sánskrito o de otra lengua; pero señaló que desde el punto
de vista fonológico no existía ninguna objeción, pues no había ninguna combinación de fonemas que
62
fuera contraria a las reglas fonológicas del sánscrito. Lo cual, según creo, no quiere decir mucho,
porque en francés o en castellano las reglas fonológicas son bastante parecidas a las del sánskrito.
Hago referencia a estas cuestiones porque forman parte de un estudio de simbolismo sonoro
que eventualmente podría formar parte de nuestras inquietudes antropológicas. El estudio de la glosolalia está abierto para cualquiera que se acerque a un grupo religioso pentecostal, ya sea en el
Chaco de los tobas o en plena Buenos Aires. Con esta observación terminamos con delinear la
lingüística de Jakobson, sobre la que volveremos muchas veces.
Del estructuralismo lingüístico al estructuralismo antropológico: el análisis estructural de LéviStrauss
Desde hace unos años hemos incorporado al programa una visión crítica del estructuralismo
levistraussiano que se ha de construir sobre los conceptos que se elaboran en esta materia. No se trata
de una descripción de la teoría estructuralista sino de una crítica. Se supone que los aspirantes a
antropólogos tienen muchas oportunidades de tratar la obra de Lévi-Strauss de primera mano, y aquí
no vamos a revisar contenidos ya demasiado conocidos. La bibliografía para comprender bien la
crítica siguiente se ciñe a los capítulos II y XI de Antropología Estructural. De todas maneras, la
crítica es en cierta medida autónoma, por lo que no se exigirá de esos capítulos más conocimientos
que las referencias que aquí se incluyen.
Lévi-Strauss es tal vez el antropólogo más reputado fuera de la antropología, y aunque más
no sea por ello debe haber completa familiaridad con sus postulados. Durante muchos años se pensó
que la formulación de Lévi-Strauss constituía uno de los puntos culminantes de la teorización y el
desarrollo del método antropológico, y que exigía conocimientos previos de matemáticas, lógica y
filosofía, situándose casi en los límites de la comprensión. Su "dificultad" se ha considerado
proverbial, y es un hecho que numerosos antropólogos (no pocos de ellos en los Estados Unidos)
nunca la ha comprendido. Se han escrito libros que enseñan "cómo leer a Lévi-Strauss". Edmund
Leach, todo un profesional, aseguraba que Lévi-Strauss le parecía fascinante, incluso en los momentos en que no podía comprenderlo12.
Para ser honesto, admito que yo también llegué a pensar que Lévi-Strauss era lo máximo, aunque más no fuese por la mediocridad de los marcos que se presentaban como sus rivales. Durante un
tiempo la alternativa en nuestro país se llamó fenomenología, y por más defectos que se le encuentren
a Lévi-Strauss entre él y la etnología tautegórica hay una diferencia abismal de trabajo, de poesía y de
imaginación; Lévi-Strauss fue una de las pocas cosas que alcanzó a entrar antes de los años oscuros,
y sus coqueteos con el marxismo le confería una cierta aura de ilegitimidad. Todos le perdonábamos
sus boutades y sus lagunas, sus extravagancias y sus ambigüedades, calificadas como las licencias
poéticas que podían excusarse a un genio.
Pensé que Lévi-Strauss era supremo hasta que pude percibir que lo suyo no se situaba, como
se creía, en las cumbres de la teoría sino mucho más acá; y que él había producido algo que se parecía
a un simulacro de despliegue metodológico, o en el mejor de los casos un método tan mal caracterizado que nadie más lo podría implementar. Aquí afirmaré que, en efecto, Lévi-Strauss no ha desarrollado un método replicable, y que es dudoso que haya plasmado uno que funcione aunque más no fuere
en sus propias manos. El problema con todo esto es que se llegue a pensar que con el fracaso del estructuralismo levistraussiano está implicado el fracaso de todo aborde sistemático que se constituya
alrededor de problemáticas semejantes. El problema no es el estructuralismo, ni los proyectos que
buscan rigor metodológico; el problema es Lévi-Strauss.
12
Cuando Lévi-Strauss dio una conferencia en la Huxley Memorial Lecture de 1965, Leach comentó luego en público que no tenía idea de por
qué había asistido tanta gente, puesto que posiblemente sólo él y unos pocos más podrían haberla entendido.
63
Con Lévi-Strauss nos encontraremos ante un diagnóstico distinto que el que fuera el caso con
otros investigadores a los que ya hicimos alusión; mientras que la mayoría de los autores de la línea
interpretativa aboga más o menos frontalmente por la aniquilación del método o su subordinación a
otros intereses (retóricos, ideológicos, estéticos), con Lévi-Strauss nos hallamos frente a un autor que
asume una postura que se alega científica, y que en ocasiones llega hasta el cientificismo. Extendiendo
un símil que podría haber sido levistraussiano, diríamos mientras en aquella primera instancia se
afirma que todo método es un fingimiento, en ésta se finge escrupulosamente que se está desarrollando un método. Es más: la obra más importante de Lévi-Strauss, los cuatro volúmenes de las
Mitológicas, es nada más que el pausado despliegue de un método que nadie podría reproducir sin
compartir sus gruesos errores conceptuales. Y aquí yo voy a cuestionar que ese método incluso lo
sea, pues entiendo que no es un método una pauta de trabajo que no establece claramente sus reglas
de juego, no es un método un conjunto de procedimientos no aplicable, y no es un método un procedimiento que, aún en el caso de que pudiera aplicarse, produciría, operando sobre un mismo objeto,
tantos resultados analíticos diferentes como se quisiera.
Si Lévi-Strauss ha llegado a identificarse con el estructuralismo, ello se debe a que en
principio extrapoló (o creyó extrapolar) a la antropología los métodos y los principios de la
lingüística estructural, identificada a su vez por él con los lineamientos de una escuela lingüística
estructuralista en particular, la Escuela de Praga. Hacia el final de las Mitológicas Lévi-Strauss dejó
algún registro de su conocimiento de las matemáticas estructuralistas, pero estas insinuaciones son incidentales. Aunque hay en él otras influencias señalables (la teoría de la comunicación, la semiología,
la cibernética), comprender los aspectos básicos del modelo lingüístico de la Escuela de Praga es
fundamental si se quiere entender el estructuralismo levistraussiano.
En lo que se refiere a la extrapolación del modelo lingüístico, por empezar, no incurriré en el
portentoso error metodológico que perpetran todos los antropólogos que creen "enseñar estructuralismo": describir el modelo estructuralista en lingüística según la espantosa y sesgada versión que de
él da el propio Lévi-Strauss. Hay editados suficientes textos de lingüística como para que ese modelo
pueda ser descripto conforme a sus fuentes auténticas. Si nos basáramos en el relato heroico de LéviStrauss, no podríamos juzgar la corrección formal de sus proyecciones, la adecuación semántica de
sus analogías ni la originalidad de su aporte.
En estas clases pondré severamente en tela de juicio los alcances del método estructuralista
según Lévi-Strauss. Sostendré a este respecto las siguientes hipótesis, que ahora enumero, después
desarrollo y finalmente ratifico:
• La extrapolación del método lingüístico a la antropología es formalmente incorrecto: se
aplica a un objeto inapropiado, desarrolla analogías infundadas y define "sistemas" cuya articulación
interna es incierta y que son incapaces de cubrir exhaustivamente su objeto.
• La analogía lingüística es semánticamente empobrecedora: no obstante aplicarse a un objeto
más rico, desarrolla estructuraciones más simples que las de su matriz lingüística. Mientras que en
lingüística las formas de relación eran tan ricas que merecían ser clasificadas, en antropología sólo se
aplica mecánicamente una (la oposición binaria), y algo más tarde otra (la mediación), que están claramente mal planteadas ambas.
• Lejos de constituir algo así como el estructuralismo en su estado puro o por excelencia, la
versión de Lévi-Strauss es una completa perversión del pensamiento estructuralista en matemáticas, el
cual, por supuesto, es también cronológicamente anterior. Mientras el estructuralismo matemático
brinda mucha materia de inspiración a la antropología, la concepción distorsionada de Lévi-Strauss no
hace más, a mi juicio, que precipitarla en una enorme serie de problemas mal planteados y peor
resueltos. De los textos de Lévi-Strauss, sin duda brillantes y maravillosamente escritos, el antropólogo puede todavía sacar un inmenso caudal de ideas; el problema comienza cuando Lévi-Strauss cree
estar desarrollando un método y cuando el antropólogo pretende hacerlo funcionar. Y sobre este pro64
blema habremos de concentrarnos, aunque para ello sea preciso incursionar un poco en la lingüística,
que es donde en apariencia el método se origina.
Como bien se sabe, el modelo fonológico gira en torno de la noción de sistema. En la
fonología, que constituye el nivel de análisis más frecuentado por la Escuela de Praga, este sistema se
define como un conjunto de relaciones funcionales entre los fonemas que constituyen el inventario
fonológico de una lengua. Esto se puede exponer de otra manera: los fonemas de una lengua constituyen, de acuerdo con sus relaciones diferenciales u opositivas, un sistema. No se trata de un
amontonamiento de entidades heterogéneas, sino de un conjunto homogéneo y ordenado.
Decir que algo es un sistema impone identificar las relaciones entre sus elementos. Para caracterizar este sistema hace falta no sólo reducir los innumerables fenómenos sonoros a un conjunto restringido de elementos, sino establecer la naturaleza precisa de sus relaciones y delimitar las clases de
relaciones que estructuran el sistema. Este es el logro de Trubetzkoy, continuado luego por Jakobson
con ciertas importantes alteraciones. El sistema no se encuentra en los fenómenos observables, sino
que está como si fuera oculto, en un plano subyacente, lo que obliga a plantear el análisis a cierto
nivel de abstracción. Aquí comienzan las dificultades, ya que no tratamos con la realidad etnográfica
en bruto, sino con un modelo que el antropólogo abstrae a partir de ella.
Ahora bien, no hay que dejarse impresionar demasiado por los rigores aparentes del modelo
lingüístico y por los aparatosos gestos de Lévi-Strauss, quien llegó a decir que la teoría de la escuela
de Praga representaba para la lingüística un logro equivalente a lo que la física nuclear representó
para las ciencias de la naturaleza. A pesar de lo especializado del asunto, la cosa es más modesta,
mucho más modesta. Tal como llegó a esbozarlo Trubetzkoy el modelo lingüístico no constituye lo
que se dice una axiomática rigurosa, sino una primera serie de intentos aproximativos. En cada
artículo, en cada formulación, Trubetzkoy aplica criterios constructivos diferentes, sin llegar a una
elaboración definitiva del modelo. El lenguaje en que está presentado el modelo de Trubetzkoy es
bastante confuso, y algunas denominaciones distan de ser apropiadas. Pongamos algunos ejemplos.
Cuando Trubetzkoy define las clases de relaciones, caracteriza primero una propiedad opositiva, la correlación, en base a la identificación de pares correlativos. En una correlación, uno de los
miembros está caracterizado por una propiedad de la que el otro miembro carece (p.ej. sonoridad).
En el interior del sistema se pueden trazar series de correlaciones. En este ejemplo el rasgo considerado es la sonoridad:
/p/ /t/ /k/ /f/
/b/ /d/ /g/ /v/
En otro contexto, Trubetzkoy estableció un conjunto de relaciones más rico que el de las simples correlaciones, aunque por desdicha su enumeración no es ni exhaustiva ni sistemática. De todas
maneras, las relaciones identificadas por Trubetzkoy son bastante más jugosas y articuladas que su
homóloga antropológica (la "oposición binaria"), derivada más bien de Jakobson.
Trubetzkoy ha definido oposiciones multilaterales y bilaterales, oposiciones aisladas, oposiciones proporcionales. Se dice que una oposición es multilateral cuando hay otros elementos en el
sistema que comparten algunos de los rasgos considerados. P.ej.: dado el par /b/ y /d/, está claro que
en otros elementos, como ser /g/ aparecen los rasgos de sonoridad y oclusividad. Se dice en cambio
que una oposición es bilateral cuando se presentan casos que manifiestan diferencias específicas; p.ej.
/t/ y /d/, en alemán o francés, son las únicas oclusivas dentales del sistema.
Una oposición es proporcional cuando hay otros pares en el sistema a los que se aplica la
misma diferencia: /p/ y /b/; /t/ y /d/; /k/ y /g/. Y una oposición es finalmente aislada, cuando ningún
otro par presenta la misma relación diferencial interna: /r/ y /l/.
65
La estructura de un sistema fonológico depende de la repartición de los diversos tipos de oposición. Un sistema -dice Trubetzkoy- será tanto más simple (y por ende, sistemático) cuantas más
oposiciones multilaterales y proporcionales posea. El problema que se va manifestando es que en algún momento se advierte que el conjunto de las oposiciones e indiferencias no es en sí mismo sistemático, y que a medida que se contemplan diferentes casos lingüísticos aparecen clases de relaciones
específicas y residuales: oposiciones "privativas", "graduales", "equipolentes" etc. Muchas de estas oposiciones se solapan, y a menudo es imposible saber ante qué diferencia nos hallamos y para qué
sirve identificar en última instancia el tipo de oposición que se presenta entre n elementos.
Algunas de las metidas de pata más formidables de Lévi-Strauss tienen su origen en las
contradicciones del modelo fonológico. Pongamos una: un análisis estructural nada puede decir sobre
la mente que produce el objeto que se estudia, pues se ocupa de una estructura inherente, no de una
ontología del objeto o de una génesis trascendental. Trubetzkoy a veces se atenía a esta regla de oro.
En sus Principios de Fonología el rechazo a la psicología es total. Decía: "Es preciso evitar recurrir
a la psicología para definir el fonema: ésta es una noción lingüística y no psicológica. El fonema es,
ante todo, un concepto funcional que debe ser definido en relación con su función. No podemos
obtener su definición mediante conceptos psicológicos" (2a edición francesa, 1957, p.33). Sin embargo, poco después se olvida de su propio purismo y remite el análisis fonológico a la dimensión de
lo inconsciente, que es una dimensión tan ligada a la psicología como la de la conciencia. Lévi-Strauss
es todavía más transgresor; en el El Pensamiento Salvaje (1964), salteando alegremente etapas de
razonamiento y de demostración, confunde en una sola cosa la estructura de los productos del
pensamiento y la mente humana. Ya en el mismo título pone en foco entidades sobre las que un
análisis estructural riguroso nada puede decir.
Trubetzkoy fallece en 1938, antes que Lévi-Strauss tomara contacto con el modelo fonológico
de Praga. Este modelo le llega en realidad por mediación de Roman Jakobson, exiliado como él en los
Estados Unidos. Jakobson y Lévi-Strauss se encuentran en Nueva York en 1941, y comienzan a
discutir entonces la posibilidad de elaborar un método de análisis cultural basado en la fonología.
Sin embargo, las posibilidades de extrapolar el método a la antropología ya había sido
considerada por Jakobson muchos años antes de conocer a Lévi-Strauss. En una documentación poco
conocida, la correspondencia entre Trubetzkoy y Jakobson, publicada recién en 1975, el segundo
contesta a una carta del primero fechada el 31 de julio de 1930:
"Cada vez me convenzo más de que su idea respecto de la correlación como una relación mutua constante entre un tipo marcado y otro no marcado es uno de sus conceptos más notables y fructíferos. […] Me parece que es significativo no sólo para la lingüística sino también para la etnología y la historia de la cultura, y
que correlaciones histórico-culturales tales como vida/muerte, libertad/no libertad, pecado/virtud, días festivos/días laborables etc siempre se limitan a relaciones de 'a/no-a' y que es importante averiguar cuál es el
elemento marcado para cada época, grupo, nación, etc." (1975:163)
Sin pretender menoscabar la originalidad del aporte de Lévi-Strauss, hay que señalar mientras
tanto que éste no había ni siquiera terminado sus estudios de filosofía (1931), ni realizado su experiencia de campo en Brasil (1934-38). Tenemos aquí algo que preanuncia el programa de las Mitológicas, pero nada menos que 34 años antes.
Lévi-Strauss comienza a elaborar la aplicación del método lingüística al análisis cultural en un
artículo de la revista Word (vol.1, nº 2) de agosto de 1945. La revista se edita por cuenta del círculo
lingüistico de Nueva York, y el artículo, "El análisis estructural en lingüística y en antropología",
contemporáneo exacto del bombardeo a Hiroshima, es el mismo en el que se incluye la poco feliz
comparación del método fonológico con la física nuclear.
Afirma Lévi-Strauss que la lingüística es, entre todas las ciencias sociales, la más avanzada, la
única que puede reivindicar el nombre de ciencia, la que posee el objeto mejor delimitado y los métodos más rigurosos. Hasta hace poco -continúa- la antropología sólo podía extraer de la lingüística
66
ciertas lecciones ocasionales: nada permitía adivinar una revelación. La fonología (identificada con el
método de la escuela de Praga) ha modificado esta situación.
Es llamativo que Lévi-Strauss no se base en los famosos Principios de Trubetzkoy de 1938 (a
los que no menciona y, según creo, a los que no conocía por entonces) sino en un artículo breve de
1933, en el que Trubetzkoy expone el método fonológico como consistente en cuatro etapas.
• 1. La fonología pasa del estudio de los fenómenos lingüísticos "conscientes" al de su es-
tructura "inconsciente".
•
2. Rehúsa tratar los términos y se basa en las "relaciones" entre ellos.
•
3. Introduce la noción de "sistema" mostrando su estructura total.
•
4. Busca descubrir leyes generales subyacentes a los fenómenos observables.
En el estudio del parentesco, y también en otros, sin duda, el antropólogo se encuentra según
Lévi-Strauss en una situación semejante a la del fonólogo:
• Al igual que los fonemas, los términos de parentesco son fenómenos de significación.
• Como ellos, adquieren significación a condición de integrarse en sistemas.
• Los sistemas de parentesco son elaborados por el espíritu [es decir, por la mente] en el plano
del pensamiento inconsciente.
• La recurrencia universal de esos sistemas permite creer en la actuación de leyes ocultas.
Hoy en día (escribe en 1945) el estudio del parentesco se encuentra aproximadamente en la
misma etapa en que se encontraba la lingüística en vísperas de la revolución fonológica. Podría postularse, sin más, una extrapolación de los métodos de una ciencia a otra. Pero -prosigue- no se puede
aplicar el método mecánicamente, igualando los términos de parentesco a los fonemas en base a sus elementos diferenciales y a sus oposiciones (p. ej. generación, sexo, edad relativa, afinidad). Este procedimiento sería analítico sólo en apariencia, ya que el sistema obtenido sería mucho más complicado
y difícil de interpretar que los datos originales de la experiencia13.
Lévi-Strauss no se ha de ocupar de los términos de parentesco, sino de las actitudes, procurando definir el sistema de actitudes de la conducta recíproca.
Propone entonces concentrarse sobre el sistema de actitudes ligadas al parentesco, definiendo
para empezar la estructura parental más simple que pueda concebirse, a la que llama pomposamente
"el átomo de parentesco". Esta estructura es el avunculado, que incluye cuatro términos: hermano,
hermana, padre, hijo. Estos cuatro términos están unidos entre sí por los tres tipos de relaciones familiares que deben existir siempre en una sociedad humana: una relación de consanguinidad, una de
alianza y una de filiación.
El llamado "problema del avunculado" ya había sido abordado innumerables veces por la antropología, entre ellas por Radcliffe-Brown en la década del 20.
Según este antropólogo, el término "avunculado" recubre dos sistemas de actitudes contrapuestas: en
un caso, el tío materno representa la autoridad familiar, y es temido, obedecido y respetado por el
sobrino; en el otro, el sobrino adopta hacia su tío una actitud de familiaridad y lo toma más o menos
como a una víctima. En segundo orden, en lo que concierne a la relación con el padre, se da una
13
En una nota al pie de 1958, Lévi-Strauss se refiere expresamente a los análisis componenciales practicados por Goodenough y Lounsbury,
quienes independientemente de él proyectaron los métodos estructuralistas desde la fonología a la semántica. Lo que no deja claro Lévi-Strauss
es que el análisis componencial sí se propone analizar los términos, mientras que él acaba analizando las actitudes.
67
relación muy curiosa: en los grupos en los que la relación con el tío materno es familiar, la relación
entre padre e hijo es rigurosa; y a la inversa, donde la relación con el tío es rigurosa, la relación entre
padre e hijo es familiar.
Radcliffe-Brown proporcionaba una interpretación de este fenómeno peculiar, explicando los
hechos según el tipo de filiación que se diera en el grupo: en las sociedades matrilineales el tío materno encarna la autoridad, y las relaciones de familiaridad se fijan sobre la línea paterna; por el contrario, en las sociedades patrilineales, el tío materno es considerado como una "madre masculina", a la
que se trata con la misma familiaridad que a la propia madre.
Según Lévi-Strauss, la interpretación de Radcliffe-Brown adolece de algunos problemas: el avunculado no aparece en todos los sistemas matrilineales y patrilineales, y a veces se da en sistemas
que no son ni una cosa ni la otra. Además, la relación avuncular no es entre dos términos, sino entre
cuatro: hermana, hermano, cuñado y sobrino. Siempre de acuerdo con Lévi-Strauss, la interpretación
de Radcliffe-Brown "aisla arbitrariamente ciertos elementos de una estructura global, que debe ser
tratada como tal".
Considerando unos cuantos ejemplos etnográficos que gracias a Dios no vienen al caso, y
caracterizando las relaciones joviales y familiares con el signo '+' y las relaciones hostiles, antagónicas
o reservadas con '-', Lévi-Strauss encuentra una constante universal: la relación entre tío materno y
sobrino es a la relación entre hermano y hermana, como la relación entre padre e hijo es a la relación
entre marido y mujer. De tal manera, que conociendo un par [cualquiera] de relaciones, sería posible
siempre deducir el otro par.
La reinterpretación de Lévi-Strauss adolece de innumerables defectos metodológicos, algunos
de los cuales son extensivos a su propia caracterización del problema. El avunculado no ha sido, tampoco, un problema acuciante de los estudios de parentesco, y me inclino a pensar que Lévi-Strauss
dramatiza su importancia para que el ejemplo luzca como un logro de cierta trascendencia. Pero dejémoslo pasar. Veamos nada más que algunos aspectos oscuros de esta elaboración en particular.
Quien tenga voluntad puede ocupar largas horas en enumerar otros defectos, errores e inconsistencias, que tienen que ver sobre todo con el hecho de que se define un problema y se ataca otro, se
cambian y se mezclan sobre la marcha las definiciones de los conceptos, y se formulan principios que
luego no se aplican.
1) Que el avunculado no esté presente en todas las sociedades patrilineales y matrilineales y
que en cambio sí aparezca en sociedades que no son una cosa ni la otra no anula la explicación de
Radcliffe-Brown que se refiere a los casos de avunculado en algunos de los tipos mencionados. Que
las relaciones que aparecen en una sociedad o patrilineal no sea la que corresponde a la teoría sí lo
contradice; pero Lévi-Strauss no llama la atención a este respecto aunque efectivamente haya casos
en que la explicación de Radcliffe-Brown no se cumple.
2) Las buenas matemáticas inducen a creer que entre cuatro términos no hay cuatro
relaciones, sino, lamentablemente, seis14. Esta es una consecuencia de la vieja fórmula matemática de
los exponenciales. Para proceder a su demostración, Lévi-Strauss también "aísla arbitrariamente
ciertos elementos de una estructura global" para que su demostración sea más contundente. Saca del
plato sin mayor rebozo la relación entre la madre y el hijo y la relación entre los cuñados, considerándolas implícitamente irrelevantes. Entre los que han cuestionado los métodos levistraussianos,
al parecer, nadie se dio cuenta de esta impresionante gaffe; tampoco es verdad que las relaciones
faltantes sean estructuralmente secundarias: una de las relaciones efectivamente consideradas, la de
tío-sobrino, también lo sería, ya que no pertenece ni al orden de la consanguinidad, ni al de la
14
Y probablemente sean 12, ya que en la vida real, a diferencia de lo que es el caso en las matemáticas, la relación entre A y B no
necesariamente es la misma que entre B y A.
68
filiación, ni al de la alianza, que serían los tres órdenes básicos que según él mismo definen la esencia
de toda estructura de parentesco.
3) Metodológicamente, reducir el carácter de las relaciones familiares al signo '+' y las antagónicas al signo '-', involucra un verdadero atropello a la interpretación de los hechos: Este procedimiento presupone, en primer lugar, que la información etnográfica permite llegar a una evaluación no
problemática de todos los casos, y que los referentes de una descripción se pueden calificar fácil y
unívocamente como de un signo o de otro, sin que se presenten dudas, ambigüedades, transformaciones en función del tiempo o matices intermedios, y sin que las relaciones entre parientes, como en
la vida real, tengan aspectos positivos, negativos y neutros humanamente entremezclados. En segundo orden, presupone que en cada sociedad rige un solo patrón de conducta, que todo el mundo
acata con absoluta unanimidad, sin que se presente lo que se ha dado en llamar "variación intracultural". En tercer lugar, la dualidad de las asignaciones posibles hace que conductas de manifiesta
diversidad (una tenue animadversión y una relación patológicamente violenta, por ejemplo) queden
clasificadas como analíticamente iguales. En cuarto lugar, cuando la información etnográfica es contradictoria o indecidible, siempre se puede escapar por alguna tangente para ponerle a la tribu y relación que sea el signo que se quiera; cuando otros etnógrafos discreparon con las atribuciones sígnicas
de Lévi-Strauss, éste encontró en seguida párrafos sueltos y aspectos de las complejas relaciones
humanas que podían más o menos interpretarse para el lado que él quería.
4) Lévi-Strauss afirmaba antes que "los términos de parentesco son fenómenos de significación", al igual que los fonemas. Aquí urgen dos aclaraciones. Primero, los fonemas no son, en rigor,
portadores de significado; el nivel de análisis que en lingüística tiene que ver con el significado es el
plano semántico, y no el fonológico. Los fonemas sirven (en la concepción funcionalista de la Escuela
de Praga) para diferenciar significados, pero no portan significado ellos mismos. Lévi-Strauss confunde, por lo visto, dos articulaciones diferentes del lenguaje: una, construida en función de elementos
formales sin significado propio, susceptible de ser abordado por el método estructural; la otra, atinente al significado, y difícilmente abordable en esos términos. Segunda, en la elaboración levistraussiana es imposible determinar en qué nivel de análisis puede garantizarse la propiedad del método, ya
que no está clara cuál pueda ser la función "diferencial" de los términos de parentesco; también se
ignora si la doble articulación característica del lenguaje puede postularse a propósito del parentesco
y cómo se inserta el problema de la significación en todo esto.
5) Decía Lévi-Strauss que "los sistemas de parentesco son elaborados por el espíritu en el
plano del pensamiento inconsciente". Yo opino más bien que ningún análisis levistraussiano deslinda
lo que él considera que es el "inconsciente". Ninguna verificación empírica verifica que las estructuras
y procesos que analíticamente establece el antropólogo tengan un correlato intencional o pre-intencional en los actores sociales. Lévi-Strauss no estudia el inconsciente con ninguna herramienta que
confirme la identidad entre sus interpretaciones y lo que realmente pasa en la mente de alguien. El
"inconsciente" del otro no es más que la conciencia del antropólogo, que establece diferencias sobre
un producto cultural sin analizar en absoluto la mente que lo produce, o los procesos mentales concretos de los que se deriva, o las distancias que median entre la conciencia (o la inconciencia) de las
personas individuales y la dimensión colectiva de la cultura. Apliquemos esa observación de LéviStrauss al desarrollo concreto que estamos revisando. "Los sistemas de parentesco...": ¿de qué sistemas está hablando? Lo que cabe revisar aquí, según sus propias palabras, es el sistema de actitudes;
y estas actitudes, lejos de ser entidades inconscientes, no son otra cosa que conductas manifiestas y
observables. Si se arguye ahora que las conductas pertenecen al plano de lo inconsciente, he aquí
entonces un nuevo y extravagante fragmento de teoría psicológica.
5) Finalmente, aunque Lévi-Strauss descubre en apariencia algo que podría llegar a
considerarse una estructura, ni por asomo aporta algo que se parezca a una explicación. Una explicación genuina de las actitudes tendría carácter genético, psicológico, o cualquier cosa, excepto estructural. Confundir un análisis estructural con una explicación implica confundir entre la configuración
69
de una cosa y su génesis. Después de Lévi-Strauss sabemos tanto el por qué de las contraposiciones
avunculares como sabíamos antes, con Radcliffe-Brown, y peor aún: en caso que el hallazgo levistraussiano de los signos contrapuestos corresponda a un fenómeno real (lo que afortunadamente no
parece ser el caso) tendríamos ya no que explicar el cruzamiento que intrigaba a Radcliffe-Brown,
sino la nueva contraposición descubierta. Que Lévi-Strauss considere que ha explicado estructuralmente el dilema (o que crea que su razonamiento y el de Radcliffe-Brown se refieren al mismo
planteamiento del problema) me parece realmente asombroso.
En el mismo artículo de 1945 que estamos comentando se encuentra en germen una idea de
Lévi-Strauss que le llevaría a acometer un ejercicio mayor de analogía entre los sistemas de parentesco y los lenguajes. "El parentesco -dice- es un lenguaje". Esta idea se complementa con otra: los
hombres intercambian mujeres; de este intercambio se derivan las contraprestaciones, las reciprocidades y los vínculos que podemos subsumir bajo el rubro de cultura. Es más, la cultura misma se origina en ese intercambio, en ese renunciamiento al acceso carnal con las mujeres inicialmente propias:
hijas y hermanas.
Lévi-Strauss asimila el intercambio de mujeres con el intercambio de mensajes que se da a
nivel de la lengua; de allí que en alguna medida, al apropiarse de los principios de la teoría de la
comunicación, el análisis antropológico sea también un análisis semiológico. Para Peirce -recordemosel hombre es un signo; para Lévi-Strauss, la mujer inicial y eminentemente lo es. Tengamos
precaución del punto hasta el cual conviene llevar la crítica. Esta analogía no puede desecharse sobre
la base empírica de que las mujeres y los mensajes son cosas distintas; es legítimo interpretar la
realidad a través de analogías y metáforas. La cuestión radica más bien en analizar si la analogía es
correcta, y si las heurísticas que se derivan de su aplicación son o no productivas. No hay regla proyectiva de aplicación general. Hay que averiguar caso por caso cuán lejos se pueden llevar las
analogías antes que la investigación se despiste en trivialidades, y, antes que eso, si se las puede
comenzar a aplicar definiendo problemas sustantivos más que seudoproblemas.
Perry Anderson y Ernest Gellner formularon cuestionamientos parecidos a propósito de la
diferencia que media entre los dos sentidos que la palabra intercambio asume cuando se habla de
intercambios de mujeres y de intercambios lingüísticos. En ambos casos el problema se origina en el
hecho de que, pese a parecer ligado al punto de origen de la metáfora, el "intercambio" de palabras
que en apariencia se da en el lenguaje presupone de por sí una metáfora incorrecta proyectada desde
otro orden de fenómenos. Estrictamente, las palabras no se intercambian, porque carecen de valor
material y no se enajenan a quien las enuncia. Es el intercambio de palabras (y no el de mujeres) el
que suscita una descripción figurada.
Las objeciones señaladas hacen que resalte la impropiedad del símil en el momento en que se
enuncian cosas tales como que "el parentesco es un lenguaje", o en el que se considera que el tratamiento "lingüístico" de los hechos de parentesco es en principio una forma de análisis naturalmente
ligada a la esencia del fenómeno que se indaga, y por ello una analítica privilegiada por un poder de
esclarecimiento que no es puramente formal, y que por ello puede arriesgar incluso hipótesis de orden
genético.
Desde nuestro punto de vista, no interesa tanto que el parentesco y el lenguaje sean
abordables con las mismas herramientas de análisis estructural, como que estas herramientas se
apliquen adecuadamente. Lo primero que salta a la vista, es que Lévi-Strauss no alcanza a elucidar
cuál es el nivel en el que la noción de sistema deviene operable. El sistema ¿cubre a todas las
estructuras de parentesco, o tan sólo al avunculado (o a las "formas elementales")? En el caso de que
sólo algunas modalidades y campos del parentesco sean sistemáticas, entonces, por propia definición,
no se da la analogía necesaria entre parentesco y lenguaje.
En lingüística nos encontramos con una situación diferente. Esta no se debe sólo al "estado
más avanzado" de las prácticas disciplinares, ni a la "mayor simplicidad" del objeto, sino ante todo a
70
la mayor adecuación del método. El sistema fonológico es exhaustivo. No existen en el nivel correspondiente de la lengua empírica más entidades que las que el sistema descubre, analiza y sitúa. No
sucede lo mismo con su aplicación antropológica. Mientras que en lingüística existen unos pocos
niveles interactuantes, en etnografía ignoramos con cuántos sistemas nos hemos de encontrar, y carecemos de una marca formal que nos indique que la totalidad del nivel de análisis correspondiente ha
sido sistematizado. Un análisis fonológico puede estipular veinte consonantes en una lengua, otro
más, dieciocho o veintidós; los métodos no son perfectos, pero de todas maneras las cifras son siempre más o menos del mismo orden ¿Puede decirse algo parecido de los sistemas de la etnografía?
El análisis estructural de los mitos
En lo que concierne al análisis estructural de los mitos, capítulo en el que el presunto método
llega a su culminación15, podríamos proponer dar vuelta en contra de la presentación del método sus
innumerables manejos retóricos, sus distinciones analíticas inútiles, sus decisiones arbitrarias, sus contradicciones internas. Como en el análisis del mito de Edipo (el célebre capítulo XI de la Antropología Estructural), podríamos situar los errores y falacias del análisis en un tablero paradigmático
de trampas retóricas. La pregunta que podríamos dirigirle al método es: ¿qué es lo que queda de útil y
valedero en el análisis estructural luego de descartados sus errores?
La mayoría de los antropólogos ni siquiera advierte las arbitrariedades de Lévi-Strauss, o si
las advierte (cosa que dudo) no las considera fatales. Yo, por el contrario, pienso que el método
jamás funcionó, y que su descripción se erige como uno de los mayores monumentos a la falsa
conciencia científica de toda la antropología. No creo que haya, en toda la exposición del método del
capítulo XI una sola aserción fundamental que sea formalmente correcta. No hay en él ni en ninguna
otra exposición del método un encadenamiento lógico de ideas, sino una portentosa simulación. He
publicado un texto que se titula "Seis Razones Lógicas para Desconfiar de Lévi-Strauss" (Revista de
Antropología, Nº 10, 1991) creo que las razones para esa desconfianza no son seis, sino muchas más,
y que cualquier analista con los ojos abiertos puede descubrirlas por docenas al compás de los textos
estructuralistas. Consulten esas críticas y corroboren que, en lo que sigue, no me he visto en la necesidad de repetir ninguna.
Comencemos ahora una especie de contrapunto con el material levistraussiano que ustedes
han de leer. Tomemos, para empezar, la frase donde Lévi-Strauss dice:
"… el lugar que ocupa el mito en la escala de los modos de producción lingüística es el opuesto al de la poesía, pese a lo que haya podido
decirse para aproximar uno a la otra. La poesía es una forma de lenguaje
extremadamente difícil de traducir en una lengua extranjera, y toda traducción entraña múltiples deformaciones. El valor del mito como mito, por
el contrario, persiste a despecho de la peor traducción. Sea cual fuere
nuestra ignorancia de la lengua y la cultura de la población donde se lo ha
recogido, un mito es percibido como mito por cualquier lector, en el mundo
entero." (p.190)
¿Cómo interpretar estas afirmaciones? ¿A qué obedecen? Las falacias y las trampas son tantas
que es difícil decidir por dónde empezar. Pasemos por alto, sin embargo, el hecho ostensible que la
poesía puede ser percibida también como poesía "por cualquier lector, en el mundo entero" y que el
valor de la poesía como poesía también "persiste a despecho de la peor traducción". Otras ofensas a
15
Los antropólogos ingleses, que algo sabían del asunto, no apreciaron positivamente los escarceos de Lévi-Strauss con el parentesco; incluso
para Edmund Leach, admirador deslumbrado y acrítico de los ejercicios levistraussianos, la analítica estructural del parentesco era poco
interesante y tal vez fallida.
71
la inteligencia del lector son más irritantes. Tal como vendrá barajado su procedimiento, Lévi-Strauss
está metodológicamente obligado a parafrasear el mito, a reemplazar la narración original por su
propia selección, por su propia concepción de lo que en el mito es narrativamente relevante. No es el
mito lo que se analiza, sino la paráfrasis, afirmando que ella constituye algo así como un nivel subyacente.
Antes de poder suplantar el mito por su propio objeto de análisis, más manipulable, LéviStrauss debe hacer que el lector subestime factores tales como la fidelidad lingüística, la precisión
semántica y hasta la estructura discursiva. Se le hace fácil negar valores poéticos al mito, porque la
narración mítica se sitúa, literariamente, fuera de nuestra propia tradición lingüística y cultural. Por
eso Lévi-Strauss afirmará, pocos renglones después, arrojando todo escrúpulo filológico por la borda,
que cualquier versión del mito vale lo mismo: es igual entonces el mito originario, con todos sus
meandros narrativos, que la versión que el propio analista quiera postular como punto de arranque del
análisis. El colmo de todo esto queda ejemplificado en el primer análisis estructural que se nos presenta, el del mito de Edipo, en el cual el mito sobre el que se ejecuta el análisis ni siquiera es expuesto. Todo el mundo lo conoce; o, como creo yo, todo el mundo lo desconoce, por lo menos lo suficiente para que Lévi-Strauss pueda hacer campear su arbitrariedad. (Entre paréntesis, podríamos
observar que no existe tal cosa como "el mito de Edipo": lo que Lévi-Strauss considera como tal es
una narración literaria, cuyas fuentes se remontan al Edipo Rey de Sófocles, la obra de un intelectual,
y a referencias dispersas en los poemas homéricos, que en apariencia remiten, en forma confusa, a
acontecimientos históricos).
Aún cuando más adelante, en las Mitológicas, Lévi-Strauss transcriba los mitos, la analítica
habrá de operar sobre los aspectos de la narración que a él se le dé la gana, sin que se sienta obligado
a dar cuenta de todos los aspectos narrativos o (si eso no es posible) sin fijar ningún criterio para tomar algunos elementos de base en lugar de otros. Hay un proceso de cambio en la analítica levistraussiana que confirma lo dicho: mientras que en la presentación del método el análisis se opera sobre un mito (presumiendo que el tratamiento propuesto es capaz de desvelar su estructura, en el comienzo de las Mitológicas el objeto de análisis ya no es un mito, sino una mitología, y al final del
texto, todas las mitologías que sean necesarias para cerrar el balance de las oposiciones binarias y las
mediaciones. En las frecuentes entrevistas periodísticas, mientras tanto, y en aras de un comprensible
didactismo, el método se estipulará aplicable incluso a pedazos de mito, si eso es oportuno. Muy fácil
será fingir que se dispone de un método, cuando hasta el objeto sobre el cual se aplica es incierto.
Sigamos adelante con la presentación del método y analicemos la forma en que Lévi-Strauss
define las unidades de análisis.
"… a los elementos propios del mito … los llamaremos: unidades
constitutivas mayores. ¿Cómo se pocederá para reconocer y aislar estas
grandes unidades constitutivas o 'mitemas'? Sabemos que no son asimilables
ni a los fonemas ni a los morfemas ni a los semantemas, sino que se ubican
en un nivel más elevado: de lo contrario, el mito no podría distinguirse de
otra forma cualquiera del discurso. Será necesario, entonces, buscarlas en
el plano de la frase" (p. 191).
En esta propuesta se esconde otra pequeña trampa, amén de otras triquiñuelas menores, derivadas del hecho de que Lévi-Strauss no puede mantener la boca cerrada y necesita desparramar
observaciones casuales a las que después recurrirá como si hubiera ido demostrando algo. Se nos
insinúa, por ejemplo, que en el mito las unidades pertinentes se sitúan en el plano de la frase,
mientras que en otras formas del discurso parecería que no es así; pero el problema ni remotamente se
desarrolla.
Ahora bien, cualquier estudiante de lingüística sabe que el plano de la frase no es relevante ni
adecuado cuando se trata de indagar la significación de un texto o discurso. Más aún, los lineamientos
72
significativos de un texto o discurso no guardan relación con ninguna unidad lingüística identificable.
Una frase puede decir: "Yo también" o "Eso no es cierto"; el significado de esas entidades impone
considerar aspectos deícticos, que apuntan hacia afuera del discurso, y complejos aspectos contextuales (anáforas, catáforas), que tienen que ver con la forma en que las frases apuntan al entramado sintagmático que las rodea.
Si bien la lingüística del texto no estaba todavía muy desarrollada cuando Lévi-Strauss
propone la fundación del método aplicada a los mitos (1955), en los años siguientes nunca introdujo
aclaraciones a este respecto, y siempre aludió a las unidades mitemáticas como elementos sintácticos
del nivel de la frase. Sin embargo, él mismo violará esa precondición, como podremos contemplar en
los ejemplos que siguen, introduciendo criterios que ni siquiera son ya inherentes al texto (información cultural heterogénea, etimologías, indicios, interpretaciones de terceras partes) y disolviendo su
propio discurso a propósito de las "unidades" del análisis (los átomos de mitologicidad) en una pura
pérdida de tiempo.
Anotemos cuidadosamente esta observación: Lévi-Strauss aplica un examen presuntamente
inspirado en la lingüística a unidades de significación que ni siquiera la lingüística más chapucera jamás reconocería como pertinentes, ni como bien definidas. Y guardemos también esta otra, que
resultará aplicable en todo momento de nuestro desarrollo crítico: Lévi-Strauss afirma situarse a nivel
de las relaciones sintácticas entre frases, cuando lo que en realidad hace es acomodar en un solo tipo
de relación invariante (la oposición) elementos que corresponden al plano de los significados. Pese a
todo lo que se diga, no es en un plano soterrado y oculto de las relaciones sintácticas entre frases
donde hinca la cuchara el método, sino en la superficie misma de los significados, sean éstos los que
constan en el texto mismo de una versión que no interesa, o los que Lévi-Strauss estime necesario
contrabandear después.
Siguiendo adelante con la presentación de referencia, observemos la forma en que LéviStrauss construye su carta paradigmática de "haces" de mitemas en la ilustración. No es necesario
para evaluar esta analítica conocer textualmente el presunto mito de Edipo, aunque ello sería
conveniente para advertir otras transgresiones. Nótese, por ejemplo, que Lévi-Strauss incluye
continuaciones encadenadas que no forman parte originariamente del relato básico, como el episodio
de Antígona. Los límites entre el mito de Edipo en sí y la mitología que lo rodea son entonces
difusos, y es posible sospechar que esto sucede en primer lugar porque el relato mismo nos ha sido
escamoteado y en segundo lugar porque la retórica de la demostración así lo requiere.
Veamos primero en qué consisten los mitemas: la mayor parte de ellos son articulaciones
narrativas, "hechos" referidos por el relato; sin embargo se han filtrado también apreciaciones
evaluativas o clasificatorias (el Dragón y la Esfinge son "monstruos") y hasta etimologías ("Lábdaco"
significa "cojo"). A esto se agregarán interpretaciones tal vez dudosas de Marie Delcourt sobre el
carácter ctónico de la Esfinge, y otros materiales dispersos. El nombre del padre de Layo es la perla
culminante, pues Lábdaco no juega ningún papel en la trama. He aquí la erudición trascendental al
servicio de un análisis que debería ser inmanente. Algunos elementos tienen como agregado expreso
una constelación de observaciones que serán necesarias para tejer las relaciones pero que no forman
parte de la unidad del hecho narrativo como acción: a la búsqueda de Europa por Cadmo (¿es éste el
mitema básico?), se agrega que Europa es hermana de Cadmo, y que había sido raptada por Zeus.
Todo vale, en tanto sirva, porque el objetivo no es esclarecer el relato sino celebrar las virtudes del
método.
También es significativa la ausencia de otros elementos de la narración: el suicidio de Yocasta,
el enceguecimiento de Edipo, la fundación de Tebas, el rapto de Europa, la disputa con Tiresias, el
destierro de Edipo. Lévi-Strauss traerá a colación algunos de ellos después, diciendo (sin base) que se
trata de "ciertos motivos de las versiones más antiguas" y contrariando su propia observación res73
pecto de la igual relevancia de todas las versiones. Lo concreto es que en el momento de trazar relaciones esos otros episodios no encajarían demasiado bien.
Cadmo busca a su hermana Europa, raptada
por Zeus
Cadmo mata al dragón
Los espartanos se exterminan mutuamente
Lábdaco (padre de Layo)
= "cojo"
Edipo mata a su padre
Layo
Layo (padre de Edipo) =
"torcido"
Edipo inmola a la Esfinge
Edipo = "pie hinchado"
Edipo se casa con Yocasta, su madre
Etíocles mata a su hermano Polinices
Antígona entierra a Polinices, su hermano, violando la prohibición
Obsérvese, además, que la tabla paradigmática no da cuenta de todos los episodios narrativamente relevantes del relato edípico, sino sólo de aquellas instancias que son las más oportunas para
dibujar los "haces de relaciones" en los que se entretendrá Lévi-Strauss. Cabría preguntar entonces
cuáles son los elementos que el análisis debe tomar como punto de partida y cuáles son las relaciones
que hay que establecer entre ellos. Lévi-Strauss sólo mucho más tarde responderá oblicuamente esa
pregunta, hacia el final de las Mitológicas: el punto de partida de las relaciones y oposiciones es indecidible; lo que quiere decir que no hay regla, más que la suerte, la imaginación y el sentido común.
Ernst Gellner especulaba que dos o tres analistas estructurales saldrían de cuartos cerrados con otros
tantos análisis diferentes. Yo creo que, tomando en cuenta que los elementos narrativos pueden ser
tanto funciones actanciales (es decir, sucesos), como etimologías o significados dispersos, y considerando que los límites del mito-objeto pueden acoger cualquier entidad más o menos culturalmente
relacionada, las variantes de análisis posibles son virtualmente infinitas, sin que se puedan definir
criterios para juzgar una mejor que la otra.
Ahora bien, lo más extraordinario del caso (y aquí nos limitaremos al tratamiento del mito de
Edipo) es la "interpretación" de las relaciones sobre el cuadro de los paradigmas mitemáticos. Como
si las arbitrariedades ya introducidas no fueran suficientes, Lévi-Strauss agrega otras más para fingir
que el análisis arroja consecuencias adicionales a las de su discutible acomodamiento en una matriz.
Los incidentes agrupados en la primera columna, nos dice, conciernen a parientes consanguíneos cuya relaciones son "exageradas": estos parientes son objeto de un tratamiento más íntimo que
el autorizado por las reglas sociales. Cadmo se opone a los dioses para reunirse con su hermana,
Edipo se casa con su madre y Antígona viola la ley para dar sepultura a su hermano. Estirando un
poco la cosa, Lévi-Strauss define a la primera columna como caracterizada por la expresión de
"relaciones de parentesco sobreestimadas". Luego observa que la segunda columna traduce la misma
relación, pero con un signo inverso; y de inmediato la bautiza: "relaciones de parentesco subestimadas
o desvalorizadas". Lo hace, a despecho de que no haya referencias de que en sus querellas intestinas
74
los espartanos mataran a parientes consanguíneos, o de que el exterminio de parientes figurara entre
los objetivos principales de sus luchas.
El esclarecimiento de las dos columnas siguientes es bastante más forzado, si cabe. La tercera
se refiere a monstruos: "el dragón, monstruo ctónico que es preciso destruir para que los hombres
puedan nacer de la tierra", y luego la esfinge que se esfuerza "mediante enigmas que se refieren también a la naturaleza del hombre, por arrebatar la existencia a sus víctimas humanas". La clausura viene
dada por esta frase magistral, que culmina en una afirmación incomprensible a la luz de los elementos
de juicio considerados, y en las que están más o menos las palabras que corresponden a la analítica
anterior, pero acomodadas en relaciones semánticas que no se justifican:
"El segundo término reproduce [?] pues, el primero, que se refiere a
la 'autoctonía del hombre'. Puesto que los dos monstruos son, en definitiva, vencidos por hombres, puede decirse que el rasgo común de la tercera
columna consiste en la negación de la autoctonía del hombre". (p.195)
Sugiero cambiar la idea de la autoctonía (que propone la mediocre traducción de Eliseo
Verón, revisada por Eduardo Menéndez) por la más correcta acepción de ctonía, es decir, la idea de
que el hombre procede de la tierra. Si no lo hacemos, lo que dice Lévi-Strauss corre el riego de pasar
por un puro jeroglífico. Aún así, será difícil encontrar asidero a la conclusión levistraussiana. Que se
pueda considerar a Edipo, nacido de Layo y Yocasta, como "nacido de la tierra", otorgando a ese
rasgo el valor de una articulación esencial es un exceso de interpretación mitológica, por más que su
nombre quiera decir "pie hinchado", y por más que los pies hinchados impidan caminar.
Volviendo a la cita anterior, es evidente que Lévi-Strauss considera el efecto de conmutación
de algunas negaciones mientras niega el de otras, o que se marea en su propio torbellino de afirmaciones y negaciones encadenadas: se diría que matar a un monstruo que impide a los hombres nacer
de la tierra no niega la ctonía del hombre sino que más bien la afirma. Podría argumentarse que al ser
ctónicos los monstruos mismos, al matarlos se está negando de alguna manera la ctonía. Pero ¿hasta
dónde es legítimo llevar el límite de las posibilidades interpretativas?
En la cuarta columna, según Lévi-Strauss, se refieren etimologías que trasuntan que, en
muchas mitologías, los hombres nacidos de la tierra sean representados como caminando con torpeza
o incapaces de caminar. El rasgo común de la cuarta columna podría ser entonces, dice, "la persistencia de la autoctonía humana". Curiosa digresión: Cadmo, Yocasta, Antígona y Polinices también son
nacidos de alguna manera, y sobre la etimología de sus nombres Lévi-Strauss no nos dice una sola
palabra.
Pero es en este punto donde radica el núcleo de la interpretación. Si el mito de Edipo significa
algo, según Lévi-Strauss, ese significado es "la imposibilidad en que se encuentra una sociedad que
profesa creer en la ctonía del hombre de pasar de esta teoría al reconocimiento del hecho de que cada
uno de nosotros ha nacido realmente de un hombre y de una mujer". Aunque esta dificultad es insuperable, el mito de Edipo ofrece una suerte de instrumento lógico que permite tender un puente entre
un problema inicial (¿se nace de uno solo, o bien de dos?) y un "problema derivado" que se puede formular aproximadamente así: ¿lo mismo nace de lo mismo, o nace de lo otro?
Ofrezco una gratificación especial a quien suministre información que permita dar con el paradero del "puente lógico" proporcionado por el mito de Edipo, a quien nos diga qué beneficio conceptual, qué coartada existencial o qué consuelo estético aporta ese puente, o a quien identifique en qué
momento del análisis surge la necesidad lógica o mitológica de plantear la segunda pregunta. Sea como fuere, Lévi-Strauss consigue sintetizar la estructura del mito en una relación también memorable
por la oscuridad de su sentido y su total ausencia de motivación, como si se confiara que los lectores
del país de los ciegos de la antropología viven eternamente distraídos:
75
"la sobrevaloración del parentesco de sangre es a la subvaloración
del mismo, lo que el esfuerzo por escapar a la ctonía es a la imposibilidad
de lograrlo" (p.197).
¡Este resulta ser el logro explicativo que nos dice por qué el mito de Edipo está estructurado
como lo está! ¡Para lograr esto o cosas como estas se han escrito tantas páginas y se nos pide dilapidar tanto esfuerzo! Este cruzamiento de oposiciones binarias ofrecería material para escribir un libro
sobre los recursos de la retórica estructuralista. En primer lugar, observemos que la "negación de la
ctonía del hombre" se ha transformado en un esfuerzo para escapar de ella, mientras que la afirmación
de la ctonía deriva en una imposibilidad de lograr hacerlo. La dimensión ontológica de los hechos
relatados se confunde con el carácter lógico de las frases que los consignan. En segundo orden, LéviStrauss traza una correspondencia de este tipo:
sobrevaloración del parentesco
negación de la autoctonía
------------------------------------------- = ---------------------------------------subvaloración del parentesco
afirmación de la autoctonía
Lo más plausible, quizá, hubiera sido postular la relación contraria. De todos modos, el
carácter ctónico o no ctónico de personajes esenciales para autorizar esa relación (Yocasta, Antígona,
Etíocles, Cadmo) ni siquiera es mencionado en el análisis, y la relación misma se establece sin ningún
criterio para definir sus segundos numeradores o denominadores como tales, y sin dejar instrucciones
de cómo, en lo sucesivo, los respectivos operandos han de cruzarse o permanecer en paralelo. No es
suficiente que dos pares de términos "opuestos" existan en el mismo contexto para que puede estimarse entre esos pares una relación de proporcionalidad. Y no hay proporcionalidad, en absoluto, entre elementos situados en una continnum (estimación) y elementos conmutables (afirmación/negación).
Y en tercer lugar, lo que es más importante, en esa relación se sientan las bases de lo que
habrán de ser las "oposiciones binarias" levistraussianas, en las que se imagina que todas las
diferencias son iguales. Lévi-Strauss insinúa, en efecto, que una diferencia "digital" de signo (afirmación/negación) es equivalente o comparable a una diferencia "analógica" sobre un continuum (sobrevaloración/subestimación). Esta es la misma equivocación que le hace poner signos positivos y
negativos a la caracterización de relaciones humanas que tienen un amplio rango de posibilidades, y
que incluyen una zona extensa de ambigüedad.
Todas las diferencias son iguales, y lo mismo da lo que dicen textualmente las fuentes que lo
que podamos conseguir por ahí. Una vez admitido esto, todo es posible. Bastará contar con un
episodio que consista en diferencias cualesquiera (y no hay ninguno que no consista en ello), para
poder tejer las correspondencias que se nos dé la gana. Podremos decir, luego de ese malabarismo,
que hemos hallado su estructura.
Desearía que no se confunda esta crítica extendida e intensiva del modelo levistraussiano con
una obstinación para desacreditarlo a toda costa, con un espíritu de negación resentida o con un hipercriticismo innecesario. Mi intención ha sido construir un modelo de crítica, centrado en las exigencias de consistencia interna y rigor metodológico. Es imprescindible juzgar así a todo modelo, si
es que queremos ponerlo en funcionamiento, a riesgo de incurrir en las mismas falsedades si lo adoptamos como palabra santa. Se me objetará no introducir mecanismos de corrección, tendientes a obtener luego de aplicados un instrumento que funcione mejor. Pero cuando un método falla desde su
raíz eso, por desgracia, no es posible. Si hay que desarrollar a toda costa un modelo estructural de análisis habrá que hacerlo sobre operaciones y conceptos totalmente redefinidos, y alrededor de reglas
76
de juego más transparentes. Lo que surja de ese desarrollo no será un Lévi-Strauss enmendado, sino
un proyecto independiente, que no arrastre ese precedente como lastre histórico.
Se ha criticado muchísimo la obra de Lévi-Strauss; él mismo se ha ocupado de algunas de las
críticas, aunque no de las que afectan de plano a las operaciones metodológicas, para luego descartarlas. Analizar el juego entre las formulaciones originales, las críticas y los rechazos es, creo, un excelente ejercicio de metodología. Y aquí hay que decir que la mayoría de las críticas merecen descartarse. Se ha atacado a Lévi-Strauss, por ejemplo, por ser "idealista", o por analizar la realidad sólo
parcialmente. Déjenme decir que esta crítica es inadecuada: cada quien es dueño de seleccionar para
su tratamiento el objeto que se le antoja, y el objeto que resta no tiene por qué ser el conjunto del universo. Toda elaboración teórica debe necesariamente dejar fuera muchísimas más cosas de las que
pueden tratarse.
También se ha objetado que Lévi-Strauss redefine a su manera los conceptos que utiliza, y
esta también es una crítica defectuosa. Lo que interesa en la construcción de un modelo no es
atenerse a una ortodoxia de definiciones, sino aplicar los conceptos de manera consecuente. Esto es
lo que Lévi-Strauss no hace, pero no es ésto lo que los críticos le objetan.
Una crítica que me parece excepcional es la de Terence Turner, de la Universidad de Chicago,
quien no tiene nada que ver con Victor Turner, durante un tiempo profesor de la misma universidad.
Turner responde a un artículo de Almeida, en el que se propone que un examen cuidadoso de las
ideas matemáticas de transformación, invariancia, grupo, estructura y entropía puede servir para comprender la posición teorética de Lévi-Strauss y derivar de ella un análisis provechoso. Turner marca
su desacuerdo: el uso vagamente metafórico de esas ideas está plagado desde el vamos por
concepciones erróneas y contradicciones que nada tienen que ver con las propiedades matemáticas de
esos conceptos.
"La síntesis teorética de Lévi-Strauss entre la lingüística y la
matemática, creativa y brillante como indudablemente es, simplemente no
funciona, a juzgar por sus propios criterios, cuando se aplica al análisis
de fenómenos sociales y culturales. Es imposible señalar un solo ejemplo de
análisis por parte de Lévi-Strauss de cualquier conjunto de datos sociales
o culturales que satisfaga el criterio de su concepción 'matemárica' grupal-teorética de estructura: la identificación de un conjunto finito de
transformaciones que conserve algún aspecto invariante de las relaciones
entre los términos que define a un conjunto como un todo integral. Esto no
implica negar que su análisis abunde en ideas e intuiciones valiosas; lo
que pretendo señalar es simplemente que el sentido exacto del 'análisis
estructural' que entrañan las ideas matemáticas que pretende aplicar no
está entre ellas" (Turner 1990:564).16
Prosigue Turner diciendo que en lugar de considerar que el fracaso de los análisis
estructurales para modelizar los datos puede sugerir que algo anda mal en los modelos, Lévi-Strauss
intenta racionalizar la situación echando la culpa a los datos. El mismo ha debido señalar que los
datos son intrínsecamente fragmentarios, decentrados, abiertos, siempre cambiantes, relativamente no
estructurados, en suma, bricolé. A pesar de establecer que "la prueba del análisis se encuentra en la
16
La crítica de Turner se asemeja, en algunos aspectos, a la que yo mismo formulara en "Seis Nuevas Razones Lógicas para Desconfiar de
Lévi-Strauss". Lo mismo que yo, Turner insiste en cuestionar la analítica levistraussiana conforme a sus propios criterios; se trata, entonces, de
una crítica interna, la única clase de crítica que podemos considerar válida y pertinente. Obviamente, yo no conocía el artículo de Turner cuando
escribí las "Seis Razones" en 1986; las observaciones de Turner son de 1990, y en general coincido con ellas.
77
síntesis", Lévi-Strauss y los estructuralistas han debido enfrentarse al hecho de que la síntesis no ha
podido materializarse tras cuarenta años de trabajo.
Para Lévi-Strauss, cualquier fenómeno cultural, sean mitos o sistemas de parentesco, se puede
considerar como si representara una transformación singular de una estructura invariante y subyacente. El efecto principal de esta presunción ha sido que la "totalidad" correspondiente al "grupo" matemático de transformaciones siempre se desplaza: a grupos de "variantes" de un mito, al conjunto de
todas las "estructuras elementales" de parentesco. Se ha probado imposible, sin embargo, definir esas
metatotalidades hipotéticas con la precisión requerida para identificar las constricciones invariantes
que delimitan el conjunto de transformaciones.
Lévi-Strauss nunca ha considerado la posibilidad de que las relaciones estructurales, en el sentido grupo-teorético (grupos de transformaciones, constricciones invariantes) se puedan identificar a
nivel de la organización interna de conjuntos de mitos o de sistemas de parentesco. Esto es sobre
todo evidente en sus especulaciones tardías sobre los mitos, donde el objeto al que se considera el
locus de las constricciones invariantes es un conjunto indefinido de mitos de diferentes sociedades y
épocas. Como muy bien subraya Turner, si se define la estructura en términos de una relación invariante entre una pluralidad de transformaciones, se vuelve paradójicamente imposible hablar de la estructura de una variante singular, por ejemplo, un mito o un solo sistema de parentesco. La estructura
de las variantes sólo se podría localizar fuera de ellos, a nivel de las relaciones entre ellos. Esto tiene
sus consecuencias: al desplazar el concepto de estructura fuera de cualquier construcción cultural
concreta, la estructura se separa por definición de cualquier articulación con conciencias subjetivas,
significados interpretativos, acciones y agregados sociales. Pero se ha probado imposible, una vez
más, identificar cualquier base empírica para tales "grupos" supraculturales, o definirlos con la precisión formal requerida por la teoría.
Podría haber traído a colación otras críticas; hay miles, y algunas, como las de Gellner y Terence Turner, son más que aceptables. Pero la mayor parte de los arrebatos críticos son tan defectuosos, metodológicamente, como las secuencias lógicas del propio discurso de Lévi-Strauss. Aunque
el análisis estructural de un sistema simbólico me parece un objetivo respetable, no encuentro
aspectos de la analítica levistraussiana dignos de preservarse, más allá de la intención de construirlo.
Por el contrario, las falacias recurrentes de Lévi-Strauss han adherido a la sustancia de un estructuralismo una costra de malentendidos que a la posteridad le costará trabajo erradicar.
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ELEMENTOS DE LINGUISTICA Y SEMIOTICA
Prof. Carlos Reynoso
[email protected]
2007
3. La lingüística norteamericana hasta 1950
a) El idealismo lingüístico. Antropología y lingüística en la obra de Franz Boas y Edward Sapir. Benjamin
Lee Whorf y el relativismo lingüístico. Kenneth Pike, la metodología del Instituto Lingüístico de Verano y el ideal emic de la investigación. La tagmémica.
b) Positivismo y conductismo. La concepción del lenguaje de Leonard Bloomfield. La lingüística sin
semántica. Distribucionalismo. Universales del lenguaje.
El Idealismo Lingüístico
Toca describir ahora el contexto lingüístico al cual se aproximó Jakobson cuando comenzó a
enseñar y difundir sus teorías en los Estados Unidos. En ese país han habido desde hace décadas dos
corrientes irreconciliables en materia de lingüística, y estas dos corrientes habrán de tener un correlato
bastante claro en antropología.
La primera de las dos corrientes principales de la lingüística norteamericana hasta 1956 o
1957 (que es cuando surge la gramática generativa transformacional) tiene que ver con una postura
explícitamente idealista y humanista; la segunda corriente, en cambio, es afín a una especie de materialismo relacionado con la psicología conductista. Representantes de la primera línea son Boas,
Sapir, Whorf y Kenneth Pike. El más importante codificador de la segunda será Leonard Bloomfield y
luego Zellig Harris, el maestro de Chomsky. Comenzaré aquí a esbozar los planteos de la corriente
idealista de la lingüística norteamericana, los cuales tienen todavía gran influencia y siguen incidiendo
sobre todo en la elaboración de aquellas teorías antropológicas que siguen de cerca el desarrollo de la
lingüistica. Estas corrientes lingüísticas idealistas siempre estuvieron relacionadas con el trabajo antropológico concreto, al punto que es difícil deslindar en muchas de las contribuciones si encuadran
en una u otra ciencia. En principio, los cuatro autores que mencionamos de la primera corriente practicaron tanto la lingüística como la antropología.
Franz Boas y el culturalismo
Franz Boas es considerado el fundador de la antropología profesional norteamericana, o por
lo menos de la corriente principal de la antropología nortemericana, que sucedió inmediatamente al
evolucionismo. La teoría y la práctica lingüística de Franz Boas están vinculadas a la forma en que él
concebía el trabajo antropológico. Y también están ligadas al concepto que Boas elaboró de la cultura, como una totalidad integrada y orgánica que solamente podía ser comprendida en sus propios
términos. Específicamente, Boas constituye algo así como el fundador de lo que se conoce como el
particularismo antropológico, que consiste en el postulado de que cada cultura es en cierta forma
una entidad incomparable, o por lo menos difícil de comparar. El sentido de la cultura está dentro de
ella misma, y es extremadamente impropio analizarla mediante categorías traídas desde fuera.
79
Se ha dicho que la orientación básica de Boas era "antiteórica". Lo cierto es que Boas quizá
constituya el mejor ejemplo de lo que puede llegar a ser el empirismo en antropología. Boas descolló
sobre todo por la elaboración de las etnografías más pormenorizadas que se conozcan, las que constituyen el modelo de la etnografía totalizadora en la antropología norteamericana. Entiéndase aquí como "etnografía" al trabajo de descripción de una cultura, la materia prima para el trabajo antropológico de síntesis. Al prescindir de toda categoría exterior a la cultura, Boas consideraba que la cultura
sólo podía comprenderse mediante una descripción equidistante y pareja de todos sus aspectos. Para
Boas no había que privilegiar absolutamente ninguna instancia; no había que poner énfasis, por ejemplo, ni en las organizaciones sociales, ni en las instituciones, ni en la base económica, ni en la ideología o en el universo ideológico de la cultura. A todo había que prestar atención y había que tratar
de describirlo por completo. Lo más que podía llegar a hacer un antropólogo, según Boas, era una
descripción cabal y consistente de una cultura.
En lo que respecta a la concepción boasiana del lenguaje, tenemos prácticamente los mismos
postulados. Según Boas, cada lenguaje organiza el conocimiento y la percepción del mundo de una
manera que lo hace difícil comparar con otras organizaciones del conocimiento y de la percepción. Si
nosotros queremos abordar una lengua indígena, por ejemplo, en términos de sustantivos, pronombres, verbos, género, número, tiempo verbal, etc., (es decir en términos de la gramática tradicional de
occidente), encontraremos que esas categorías analíticas no nos brindan una concepción clara de la
organización de esta lengua. Cada lengua difiere hasta el punto que las categorías tradicionales de la
lingüística no son capaces de reflejarla ni sistematizarla. Para Boas, entonces, había que estudiar cada
lenguaje "desde dentro", y también describirlo en su totalidad. La cultura es, para todos los aspectos
de la vida (y más que nada en lo que concierne al lenguaje) una especie de elección, única y arbitraria,
que la sociedad realiza sobre un abanico infinito de posibilidades.
Boas fue el editor del inmenso Handbook of American Indian Languages, en tres tomos que
se publicaron entre 1911 y 1938; fue también el fundador del International Journal of American Linguistics (IJAL), una de las revistas de lingüística más importantes. Fue maestro tanto de antropólogos
como de lingüistas, y para ambas profesiones sentó las bases del trabajo de campo por un lado y de
los informes y reportes científicos por el otro. Boas en realidad no realizó trabajo teórico en
lingüística, ni sentó los fundamentos de una teoría lingüística exhaustiva o de una metodología; simplemente reflejó conocimientos aborígenes en sus lenguas originales, brindando una traducción
verbatim (palabra por palabra), y después una explicación más o menos global de lo que decían los
distintos elementos textuarios que se recogían, como ser mitos, narraciones de variada naturaleza, e
incluso grandes áreas verbalizadas de la cultura, que incluían cosas de lo más heterogéneas, desde
refranes a recetas de cocina, transcriptos en caracteres del alfabeto fonético internacional. Todos los
aspectos verbalizados de la cultura fueron recogidos por Boas minuciosamente; pero sea como fuere,
no es él quien elabora lo que va a ser la base teórica del idealismo norteamericano. Lo más cerca que
estuvo de ello fue en la elaboración de un conjunto de reglas prácticas orientadoras, un método de
trabajo etnográfico, concebido para uso de los antropólogos sin mayor entrenamiento en lingüística.
Edward Sapir y la concepción "psiquiátrica" de la lingüística antropológica
El rol de Edward Sapir en la construcción del idealismo lingüistico es complejo. Si bien
escribió una obra inmensa, ésta se encuentra desperdigada en un cúmulo de libros y artículos que no
alcanzan a conferirle un cariz sistemático y que recién ahora, varias décadas después de su muerte, se
están terminando de editar. De toda su obra (y más allá de su librito más popular, El Lenguaje,
editado por el Fondo de Cultura Económica) lo más que puede sacarse es una serie de principios que
luego serían reafirmados más o menos explícitamente por el movimiento idealista: individualismo
metodológico, tendencia al irracionalismo, oposición a la cuantificación, erudición humanista, esteticismo.
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En este contexto, "individualismo metodológico" ha de interpretarse como una re-denominación más bien técnica del enfoque que Sapir llamaba "psiquiátrico", y que no era otra cosa que considerar la cultura y la sociedad como proyecciones en grande del psiquismo individual. Culture (decían
los boasianos) is individual psychology writ large: o sea "la cultura es la psicología individual en
grande". No por nada Sapir fue uno de los precursores del movimiento de Cultura y Personalidad, la
tendencia dominante de la antropología psicológica norteamericana hasta (digamos) fines de la
década del 50. El individualismo metodológico es una postura teórica que supone que los colectivos
(p.ej. la sociedad, los grupos, las organizaciones) se rigen o se explican por los mismos principios que
rigen o explican la conducta de sus unidades componentes.
El irracionalismo de Sapir se traduce como una postura opuesta a la antropología académica,
que él consideraba tecnocrática y burocratizada. Su antiacademicismo, que no fue de protesta sino
más bien de orden estético, hizo de él una especie de marginal, tesitura que su amigo y discípulo
Whorf llevaría al extremo. Whorf ni siquiera fue un antropólogo o un lingüista profesional, y vivía de
su empleo como investigador en una compañía de seguros contra incendios. Hay quien afirma que el
problema con la antropología de Sapir era más bien estilístico. Zellig Harris alegaba que su modalidad
de ciencia era "pre-administrativa", y que no se ajustaba demasiado a las prácticas profesionales de los
antropólogos, condicionados por la necesidad de conseguir subsidios y fuentes de financiación, sobre
todo en la época de la depresión.
Muchos de los que admiran las ideas de Sapir encuentran dificultoso integrarlas en conceptos
y marcos teóricos preexistentes. En sus innumerables artículos, Sapir utilizaba un amplio conjunto de
términos sin definir y en forma al parecer indistinta: los mismos conceptos cubren contenidos diferentes, y distintas palabras técnicas se usan como si significaran lo mismo. Ejemplo de ello son vocablos
tales como "estructura", "sistema", "complejo", "organización", "forma", "marco" (framework), "patrón" (pattern), "configuración" y "red" (network). Un lingüista, Apresian, opina que por todo esto
"la lingüística de Sapir es de una imprecisión asombrosa". La idea de sistema del lenguaje desarrollada
por Sapir es asimismo de orden psicológico: más allá del sistema objetivo del lenguaje hay otro más
limitado, interno o "ideal". Cada término del sistema se caracteriza no sólo por su articulación
concreta, sino por una "distancia psicológica" respecto de los demás miembros del sistema.
La hipótesis de Sapir-Whorf
La plena elaboración de la base teórica del idealismo lingüístico norteamericano tiene que ver,
en general, con lo que se conoce como la hipótesis de Sapir-Whorf, o principio del relativismo lingüístico. Sapir y Whorf, cada uno por su lado e influyéndose mutuamente, alegaban que no solamente
cada lengua tiene su propia organización gramatical, sino que cada lengua organiza el conocimiento
acerca del mundo de una manera absolutamente incomparable. No solamente difícil de comparar
desde el punto de vista analítico o formal, sino conceptualmente incomparable. Ellos decían que cada
cultura organiza el mundo en función de sus categorías lingüísticas, y en la medida en que estas
organizaciones o categorías lingüísticas difieren, difieren también las concepciones del mundo que articulan el conjunto de la cultura. Sapir, siguiendo a Boas, aseguraba que las diferentes culturas (en razón de sus idiosincracias lingüísticas) viven en diferentes mundos, y no en el mismo mundo rotulado
de distinta manera.
Uno de los corolarios de esta postura es que la traducción de las lenguas es prácticamente
imposible, y en consecuencia también es imposible la comprensión o la explicación de una cultura en
términos que no sean emergentes de la lengua que la articula, que la vertebra o que la ordena. No
solamente entonces las lenguas son incomparables e intraducibles, sino que hasta cierto punto las
culturas también lo son. Esto lleva bastante lejos el principio boasiano del particularismo cultural. Para comprender cabalmente una cultura, entonces, hay que hablar la lengua que la organiza, hay que
ser prácticamente un actor nativo, hay que ser literalmente miembro de esa cultura. Un antropólogo
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munido de categorías analíticas elaboradas en la tradición académica de occidente, no podría describir
una cultura de manera correcta y mucho menos explicarla, según estos autores.
Vemos en principio que ellos identifican lenguaje con pensamiento, y el pensamiento con lo
que es la cultura. Mientras que para algunos antropólogos la cultura es un conjunto de elementos que
incluye instituciones, técnicas y recursos materiales, que tiene que ver con el ámbito ecológico, que a
su vez incluye tecnologías, para los autores que estamos viendo la cultura se restringe a lo expresable
a través de una lengua que no se puede traducir. Estos autores son alumnos de Boas, están estrechamente relacionados con él, como mentor o como líder de todo este movimiento particularista e
idealista que, con variadas renovaciones, dura hasta la actualidad.
En efecto, si hacemos mención de Boas, Sapir, Whorf y luego de Kenneth Pike, es porque todos los fundamentos de sus lingüísticas y de sus antropologías están en mayor o menor medida vigentes en gran parte de las corrientes antropológicas de los Estados Unidos, y en cierta forma en otras
corrientes fuera de ese país. Eso no quita que por ejemplo la antropología concreta desarrollada por
Sapir haya sido superada o haya sido dejada de lado. En la actualidad es muy poco lo que se utiliza de
la antropología de Sapir, pero la hipótesis de Sapir-Whorf pertenece al acervo perdurable de la lingüística, y confiere significación a la mayor parte de las polémicas al respecto del relativismo o del
universalismo lingüístico y hasta del relativismo o el universalismo epistemológico.
En un artículo donde se desarrollan algunos de los postulados de este relativismo lingüístico,
Whorf dice que la estructura del lenguaje que se utiliza influye sobre la imagen del mundo que uno
sostiene. Prácticamente no hay pensamiento independientemente del lenguaje; lenguaje y pensamiento
son la misma cosa, porque para Whorf el lenguaje es la mera exteriorización del pensamiento. Es el
único medio que se tiene para acceder al pensamiento en el caso en que sean dos cosas distintas. Los
pensamientos de un aborigen (él estudió sobre todo la cultura Hopi) suelen organizarse de manera
muy distinta de como se organizan nuestros pensamientos, a juzgar por la manera en que difieren los
lenguajes de uno y otro.
En idioma Hopi, por ejemplo, siempre hay una referencia tanto al espacio como al tiempo;
éstas no son entidades diferenciables dentro de esa lengua. Whorf asegura que la teoría de la relatividad de Einstein, donde se juega a identiflicar o a confundir estas dos entidades tradicionalmente separadas en la filosofía y en la ciencia occidental, estaría mucho mejor expresada en la lengua Hopi que
en algunas lenguas occidentales, se formularía en aquélla mucho mas naturalmente. Para comprender
entonces adecuadamente la teoría de la relatividad hay que abandonar en cierta forma esas
diferenciaciones que se hicieron tradicionales a través de la historia intelectual de occidente. Para
Whorf, el Hopi dispondría de una serie de términos, o mejor que esto, de una especie de lenguaje
natural en el que tiempo y espacio aparecen siempre entremezclados. Tal es así que el tiempo no
aparece en la lengua hopi como un concepto separado. Como Einstein nos exige categorizar tiempo y
espacio como una unidad, nada mejor que una lengua en que ambas categorías sean una sola para
pensar la idea.
Hay que aclarar que a pesar de haber sido una figura enormemente influyente, Whorf no era
un lingüista desde el punto de vista académico. Incluso podríamos decir que la lingüística tal como él
la practicó y la teorizó es bastante poco académica. En algunos momentos los postulados teóricos de
la lingüística de Whorf tienen fuertes componentes ocultistas; de hecho, él estuvo vinculado a la
teosofía, y publicó algunos de sus ensayos más conocidos en revistas teosóficas. Sus primeros trabajos lingüisticos trataban de brindar una imagen sintética de ciertas lenguas aborígenes, a partir del
descubrimiento de unos elementos ocultos, unos criptotipos, como él decía, que serían las raíces que
dentro de cada lengua organizaban la totalidad de la comprensión del mundo. Los criptotipos serían
muy pocos, quizá una docena o poco más de conceptos seminales, de los que de derivaría toda la
Weltanschauung de una cultura. El decía que todo el campo ideacional de una lengua está encapsulado en una cantidad reducida de nociones o de raíces elementales, mediante un proceso o un fenómeno, que se denomina oligosíntesis, Esta es algo así como una síntesis realizada sobre unos pocos
82
elementos, a partir de los cuales es posible generar todo el universo ideacional que puede ser cubierto
por una lengua.
Cuando Whorf empieza a estudiar con Sapir, que tenía una conexión más estrecha con Boas,
es cuando desarrolla específicamente la idea de la relatividad lingüística. Y la relatividad tiene que ver
sobre todo, no tanto con la extrañeza de las categorías gramaticales que se iban descubriendo en las
lenguas aborígenes norteamericanas, que verdaderamente son atípicas en contraste con las lenguas de
occidente, con las lenguas derivadas del indoeuropeo o SAE (standard average european), sino que
tiene que ver con la forma en que las distintas lenguas, y por lo tanto las distintas culturas, organizan
los significados.
Y en esto radica una de las diferencias principales entre toda esta corriente que estamos
viendo hoy, el idealismo lingüístico norteamericano y su contrapartida, el descriptivismo o el conductismo proyectado a la lingüística. Como vamos a ver más adelante, la tradición teórica conductista y
descriptivista que se opone a toda esta corriente que estamos revisando, va a proponer que el significado sea excluido de los estudios lingüísticos. Los descriptivistas propondrán describir la lengua prescindiendo del significado, mientras que los idealistas van a poner el significado en primer plano. Más
aún, ellos comparten una definición de la cultura como el conjunto de los significados compartidos
por un conjunto social. Comprender el conjunto de estos significados compartidos es entonces
comprender la cultura.
Vamos viendo entonces que los idealistas llegan prontamente a la conclusión de que solamente se puede comprender una cultura desde dentro, en sus propios términos, en términos de los
actores que viven una determinada realidad cultural. Esto es lo que se conoce como la perspectiva del
actor o el "punto de vista nativo". Y esto va a tener consecuencias inmediatas en lo que se conoce
como antropología cognitiva y a la cual dedicamos una parte del programa de Teorías Antropológicas
Contemporáneas.
En síntesis, todo el idealismo lingüístico norteamericano comparte la idea de que cada lengua
recorta y organiza la realidad de distinta forma; comparte también la idea de que las distintas lenguas
son mutuamente intraducibles; y comparten la idea de una relación íntima, que es prácticamente de
identidad, entre el lenguaje y la realidad psicológica o entre el pensamiento y el lenguaje. Fíjense
ustedes hasta donde nos lleva esta teoria. No solamente se enfatiza la diversidad de los lenguajes, sino
que en algún momento se llega a la conclusión de que las distintas culturas piensan distintamente.
Estas maneras de pensar, según ellos, no son ni mejores ni peores, simplemente son distintas. Esta va
a ser una idea de grandes consecuencias en el desarrollo de la teoría y la práctica antropológica de
este siglo. Y esto va a ser también una especie de desafío al conocimiento y a la teoría que está todavía en gran medida en pie.
Decía Whorf que de la misma manera en que es posible cualquier número de geometrías (es
posible por ejemplo una geometría euclideana y una no euclideana que concibe el espacio de distinta
forma), así también podemos encontrar descripciones del universo, todas válidas, que no contengan
nuestros contrastes y nuestras categorías familiares del espacio, del tiempo, etc. Whorf basaba su
argumentación en una serie de ejemplos más o menos exóticos sobre distintas formas en que se
presentaba el significado en un conjunto de culturas. En la lengua Hopi, que era la que mejor conocía,
ciertos elementos, como por ejemplo el fuego, las olas, las nubes, no se referían mediante sustantivos,
sino mediante verbos, o algo más parecido a los verbos que a los sustantivos. Todo lo que vuela, todos los seres que vuelan, sean insectos, murciélagos, aves o incluso seres no vivientes como los
aviones, tienen en Hopi un solo nombre. Por contrapartida, no existen en esa lengua categorías
lexicales que nosotros podríamos juzgar absolutamente necesarias, mientras que por otra parte hay,
en Hopi, un montón de categorías minuciosamente diferenciadas que a nosotros nos parecerían
superfluas.
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Ustedes van a poder evaluar estas ideas acerca del relativismo lingüistico cuando consulten el
material de Whorf. Nosotros vamos a volver reiteradamente sobre el tema de la relatividad lingüística
porque es una de las constantes de la discusión lingüística de cuarenta o cincuenta años a esta parte.
Todavía hoy, buena parte de los antropólogos y los lingüistas está a favor de versiones más o menos
moderadas de la hipótesis de Sapir y Whorf, y unos pocos tienen las cosas suficientemente claras para
estar decididamente en contra. Se siguen realizando estudios de refutación o verificación de esos
principios. De modo que no se trata de una idea más o menos exótica olvidada en el curso del tiempo,
sino que sigue siendo polémica y sigue siendo discutible tanto desde el punto de vista de la lingüística
como de la antropología. Ahora bien, ni Whorf, ni Sapir, ni Boas, sistematizaron la idea del relativismo lingüístico desde el punto de vista técnico; tampoco la resumieron en una sola obra.
Kenneth Pike y la polémica emic-etic
El que lo hizo, y quien trató de darle contenidos al idealismo y al relativismo lingüístico
norteamericano fue Kenneth Pike. Este es posterior a los otros autores que mencionamos. Tal es asi
que sus obras más importantes son de principios y mediados de la década del 50. Tengamos en cuenta
que Whorf, por ejemplo, muere en 1941; Sapir había muerto en 1939. A Pike se debe también una de
las distinciones más polémicas de la antropología reciente. En Pike se originan algunas de las discusiones más violentas y todavía no acabadas, no solamente en la antropología norteamericana, sino
también en el resto del mundo, como las que giran en torno a la alternativa entre las estrategias emic y
las etic.
Tengamos también en cuenta que Pike no es solamente lingüista o antropólogo, sino que está
relacionado estrechamente con el trabajo misionero del Instituto Lingüístico de Verano (ILV). Esta
institución se dedica primordialmente a la difusión de la Biblia entre pueblos ágrafos, mediante un trabajo que tiene su culminación anual durante el verano en el hemisferio norte, es decir, en la época de
las vacaciones académicas. Es en ésta época cuando todos los allegados al Instituto realizan su aproximación más intensa a las distintas culturas, y al mismo tiempo que van documentando las sociedades
y lenguas y van componiendo mejor las articulaciones de estos lenguajes para llegar a traducir la
Biblia mediante los mismos, van practicando una enseñanza bilingüe que versa casi exclusivamente en
asuntos bíblicos.
Se trata de una organización pastoral y editorial sumamente poderosa, que tiene acceso a
varios centenares de grupos aborígenes, y que se caracteriza por elegir los enclaves más apartados y
más difíciles de estudiar del mundo etnográfico. El Instituto Linguistico de Verano tiene sus avanzadas, por ejemplo, en Nueva Guinea o en la Amazonia peruana. Si un etnólogo pretende tener acceso a
un grupo étnico bajo la tutela del ILV (como por ejemplo los bora de la Amazonia Peruana) lo más
probable es que tenga que negociar su ingreso con la delegación del instituto. Kenneth Pike es uno de
los que formulan los fundamentos metodológicos del Instituto Linguistico de Verano. Estos tienen
que ver con la idea del relativismo lingüístico y con la necesidad de estudiar las culturas desde dentro,
que después vamos a caracterizar.
Pike define dos modalidades contrapuestas de ciencia (él dice "dos puntos de vista distintos")
para abordar los fenómenos culturales: el punto de vista etic estudia desde fuera la conducta de un
sistema particular; el punto de vista emic, en cambio, lo hace desde dentro. Ambos términos se derivan de la lingüística, donde la fonética constituye el estudio "objetivo" de los sonidos del lenguaje,
mientras que la fonémica (el apelativo americano de la fonología) analiza más bien la forma en que
los sonidos se usan, subjetivamente, para diferenciar significaciones.
Pike presenta las características de ambos enfoques en un cuadro de oposiciones:
1. Intercultural / específico. En enfoque etic considera varias lenguas o culturas a la vez; el
enfoque emic aborda típicamente una sola lengua o cultura. Esta es una reformulación del
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principio del particularismo cultural, fuertemente opuesto a las comparaciones interculturales.
2. Unidades disponibles de antemano / unidades determinadas durante el análisis. Las
unidades y clasificaciones etic, basadas en muestreos o en investigaciones previas, existen
antes de que se realicen los estudios particulares. Las unidades emic, en cambio, se deben
establecer una vez iniciada la investigación; es preciso descubrirlas y no predecirlas. Es
éste un componente que denota la inclinación empirista del idealismo, el cual supone que
las categorías válidas para el análisis de un fenómeno son inherentes a él y no se pueden
ni se deben construir.
3. Creación de un sistema / descubrimiento de un sistema. La organización etic de un
esquema intercultural puede ser creada por el analista; la estructura emic de un determinado sistema debe ser descubierta. Esta oposición es la misma que los lingüistas llamaron
el contraste entre el abracadabra (hocus pocus) y la verdad de Dios (God's Truth). En el
abracadabra el estudioso saca de la galera el orden que describe, lo construye, aún sin
darse cuenta que lo hace. En la verdad de Dios, no hace más que descubrir lo que está
verdaderamente en la realidad. El contraste se asemeja al que media entre racionalismo y
empirismo: en el primero "la realidad" es construida conforme a una teoría y un punto de
vista; en el segundo, descubierta "tal cual es".
4. Concepción externa / concepción interna. El punto de vista etic presupone una mirada
exterior, extraña a la naturaleza de lo que se estudia; las descripciones emic brindan una
concepción interior, con criterios escogidos dentro del sistema.
5. Plan externo / plan interno. Un sistema etic puede ser establecido por criterios o planes
lógicos cuya pertinencia es ajena al sistema que se está estudiando. El descubrimiento del
sistema emic requiere la inclusión de criterios pertinentes al funcionamiento interno del
sistema mismo.
6. Criterios absolutos / criterios relativos. Los criterios etic se consideran a menudo
absolutos, directa y objetivamente mensurables; los criterios emic se relacionan con las
características peculiares al sistema, son relativos a él.
7. No integración / integración. La concepción etic no requiere que se conciba cada unidad
como parte de un conjunto más amplio. La visión emic considera que cada unidad
funciona dentro de un conjunto estructural más amplio, en una jerarquía de unidades y
conjuntos.
8. Igualdad y diferencia como medido / Igualdad y diferencia como sistemático. Dos
unidades son éticamente distintas cuando las mediciones instrumentales así lo demuestran. Las unidades son émicamente distintas cuando provocan respuestas diferentes de la
gente que actúa dentro del sistema.
8. Datos parciales / datos totales. Los datos etic se obtienen en un primer momento en base
a información parcial. En principio, los criterios emic requieren que se conozca el sistema
total con el cual se relacionan y del cual toman su significación.
9. Presentación preliminar / presentación final. Los datos etic permiten tener acceso
inicial al sistema, y dan resultados provisionales y tentativos. El análisis o presentación
final, sin embargo (y siempre según Pike), debe darse en unidades emic.
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La caracterización de Pike, evidentemente, hace agua por todas partes. Muchas veces no se
sabe con certeza si la distinción se refiere a "puntos de vistas" diferenciales (el de la cultura nativa
versus el del etnógrafo), a "criterios" contrapuestos (y en tal caso, ¿criterios de qué?), al origen de los
datos (Pike habla de datos emic y etic) o al de los conceptos que se utilizan en su análisis. Esta ambigüedad ha causado que etnólogos muy sutiles en otros respectos, utilizaran la distinción equivocadamente. Lévi-Strauss, por ejemplo, remite la distinción a niveles perceptivos, llegando a decir
cosas tales como que "la naturaleza de las cosas es de origen emic, y no etic" (cf. La Mirada
Distante, ed. Argos-Vergara, 1984, pp.140-141).
Todo el proyecto de Pike es intrínsecamente ambiguo y de una inquietante superficialidad.
Los problemas fundamentales no han sido siquiera insinuados; él no aclara, por ejemplo, si los datos
emic han de estar integrados a un marco de hipótesis etic, o si por el contrario corresponde construir
un diseño investigativo íntegramente emic. En ambos casos sería preciso que alguien especificara cómo hacerlo, ya que resulta por lo menos dudoso que una ciencia diseñada para satisfacer inquietudes
intelectuales siempre necesariamente etic pueda ser resuelta mediante conceptos (o procedimientos, o
datos, o lo que fuere) emic.
Muchas veces se pretende salvar la idea de una ciencia emic haciéndole decir a Pike cosas que
él no ha dicho, dado que lo que ha escrito es, desde el punto de vista epistemológico, más bien
deplorable. Pero la semblanza de Pike es la que acabamos de ver. La mayor parte de sus juicios son
idealizaciones a priori que no se basan en ninguna demostración; cuando él dice, por ejemplo, que los
estudios emic conducen a una comprensión del modo como se construye una lengua o cultura, "no
como una serie de partes separadas, sino como un todo compacto", confía implícitamente en que los
hablantes de una lengua o los actores de una cultura dispongan de los elementos conceptuales necesarios como para dar cuenta de esa globalidad, como para ordenar o articular la comprensión de su
lengua o su cultura desde dentro. Es ostensible que ese no es el caso, y la exploración cognitivista lo
demostró hasta el hartazgo. Cuando a fines de los 60 se trató de fundamentar émicamente la
descripción de las culturas, los resultados variaron entre lo desastroso y lo trivial. Como veremos en
el punto siguiente del programa, los conceptos nativos necesarios para integrar los diversos dominios
culturales o lingüísticos "en un todo compacto" brillaron por su ausencia, por la sencilla razón de que
los nativos no son ni lingüistas ni antropólogos, ni tienen por qué poseer en su conciencia las
respuestas a las preguntas contingentes que nuestras ciencias formulan.
Para apreciar mejor las arbitrariedades de Pike, propongo pensar por un instante que ustedes
son informantes caracterizados de su propia lengua o cultura. Es obvio que, antes de adquirir formación académica específica, ninguno de ustedes (ninguno de nosotros) posee una visión conexa y
global de la lengua o la cultura, capaz de poner al descubierto sus resortes esenciales. Eso ya lo han
documentado el marxismo, el psicoanálisis y el estructuralismo, que acabaron con la perspectiva
ingenua de considerar que las claves de lo real se hallaban al alcance de la conciencia y del sentido
común.
El psicoanálisis pone en crisis la suficiencia de la conciencia como vehículo de la comprensión.
La conciencia aparentemente no es suficiente para comprender algo que se diría está incorporado al
hombre y que es fácil de comprender como es su propio pensamiento, sus propios procesos psíquicos.
Freud puso de manifiesto que lo más importante de los fenómenos de la mente humana está más allá
del alcance de la conciencia, y que es incluso necesario romper lo que se percibe fenomenológicamente para poder llegar a lo esencial. Cualesquiera sean los aspectos cuestionables del psicoanálisis (y yo creo que son muchos), la concepción psicoanalítica del inconsciente permanece como
uno de sus contribuciones valederas.
El marxismo afirmaba aproximadamente lo mismo con respecto a lo que podríamos caracterizar como la concepción ideológica. La concepción que una persona, miembro de una cultura o de
una sociedad, tiene de las relaciones sociales, por de pronto, y de las relaciones de producción más
específicamente, no son las de estas relaciones tal como son en la vida real, sino tal como son a través
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de un reflejo, de una ideología, de una elaboración, que no necesariamente corresponde a los hechos.
Es decir, existe toda una tradición de crítica del conocimiento, que está dada por el marxismo y el
psicoanálisis, independientes entre sí, pero en alguna medida coincidiendo en lo esencial, que
tendríamos que dejar de lado si quisiéramos adoptar con alguna mínima consistencia el esquema de
Pike.
La postura emic tiene que ver muchísimo con lo que ha sido la fenomenología antropológica
en este país, y con lo que es la antropología fenomenológica en buena parte del mundo. Todas estas
tendencias, opuestas en general a la teorización, parten de una base que es, más o menos explícitamente, mero empirismo. Para Kenneth Pike existe un sitema dentro de una cultura o de una lengua
que debe ser descubierto. Ese sistema no puede ser construido por un estudioso o por una persona
exterior a ese sistema, sino que se descubre viéndolo desde dentro. Eso es entonces la "verdad de
Dios": consiste en evitar imponer un patrón desde fuera, y encontrar ese patrón o ese orden en los
hechos que se están examinando. El papel del estudioso es ínfimo, si no nulo: encontrar lo que ya está
allí. Casi todos los idealistas norteamericanos son partidarios, en antropología y en lingüística, de lo
que se ha dado a conocer entonces como "verdad de Dios", y que en ciertas manifestaciones de la
fenomenología norteamericana, sobre todo de la antropología, se ha revelado como una especie de
empirismo trascendental, ligado explícitamente a la fenomenología como corriente filosófica.
A este esquema hay que verlo en el contexto en el que esta teoría, o esta forma de concebir
tanto la lingüística como antropología, se origina. En lo antropológico, Pike estaba batallando contra
el comparativismo, contra la escuela de Murdock, y desde el punto de vista lingüístico contra la escuela de Bloomfield. Estas distintas escuelas, en sus respectivas disciplinas, podríamos decir que eran
los enfoques dominantes en el momento en que Pike establece esa distinción entre emic y etic a
mediados de la década del 50.
Y Pike concede a estos principios de distinción entre emic y etic la suficiente dimensión como
para presentarlos no solamente como una técnica o una metodología lingüística o antropológica, sino
como una visión capaz de brindar una especie de ciencia unificada, o la posibilidad de la unificación
de la ciencias, por lo menos de las ciencias sociales. Las ciencias humanas, la historia, la sociología, la
antropología, según Pike, iban a quedar en algún momento subsumidas bajo el punto de vista emic.
En algún momento se iba a reconocer que cada cultura, cada sociedad, cada lengua, cada período
histórico, solamente podrían ser comprendidos en sus propios términos, poniendo entre paréntesis,
para emplear una metáfora fenomenológica,todos los conocimientos o todos los supuestos previos
que lleva el estudioso de occidente académicamente formado.
Hay que admitir que este enfoque tiene, a primera vista, cierto grado de plausibilidad. Reconocer el conocimiento nativo como tal es, sin duda alguna, un componente esencial de toda investigación. En principio parece ser necesario para comprender una cultura convertirse en una especie de
actor nativo, comprenderla desde dentro. El método de la observación participante, aunque se origina
en un marco etic como lo ha sido el estructural-funcionalismo, es un precedente del emicismo. El
problema es si es verdad que los actores culturales tienen una comprensión global y completa de su
propia cultura, que es lo que aquí se nos está diciendo. El dilema es hasta qué punto cada uno de
nosotros, por ejemplo, tiene una comprensión cabal de la lengua que habla como sistema y como
objeto de conocimiento, porque a fin de cuentas de lo que se trata es de hacer ciencia. ¿En qué medida el que usa una lengua conoce objetivamente, y sabría explicitar y explicar los mecanismos que
pone en marcha para hablar, para manejar esa lengua? Lo mismo se puede decir de los fenómenos
culturales. ¿Hasta qué punto cada miembro de una cultura es antropólogo de su propia cultura?
¿Poseemos todos nosotros una visión organizada, coherente, totalizadora, como la que supuestamente deberíamos tener desde un punto de vista emic, en tanto actores culturales de una cultura?
El enfoque de Pike presupone que las culturas o los lenguajes son mejor conocidos por los
hablantes o por los actores culturales que por los estudiosos que vienen desde afuera. Y en cierta forma esto es cierto; desde el punto de vista de la acción práctica, de lo que es hablar una lengua, vivir
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una cultura, indudablemente el actor nativo tiene una ventaja empírica, concreta, sobre el estudioso
que ignora prácticamente todo en el momento que llega. Pero esto no quiere decir que, desde el
punto de vista de las exigencias del conocimiento (que todavía siguen siendo las exigencias del
conocimiento originadas en la tradición occidental), el conocimiento práctico de los hablantes nativos
o de los actores culturales sea suficiente como para brindar una explicación o una visión teorética orgánica tal como Pike lo suponía. No se trata de vivir una experiencia práctica consistente en sentir y
actuar como un nativo, sino de describir (y en lo posible explicar) formas culturales y lenguajes.
En el momento en que se intenta llevar a la práctica en antropología una estrategia emic rigurosa y completa, se va a ver claramente que no existe una visión orgánica y totalizadora de la cultura
por parte de los actores culturales, y esto vale para todas las culturas estudiadas y para todos los
ámbitos posibles, occidente inclusive, por la sencilla razon de que la visión orgánica y totalizadora de
una lengua o de una cultura no forma parte necesariamente de todas las lenguas o de todas las
culturas, sino que son una necesidad y un producto histórico surgido en occidente a partir de condiciones histórico-sociales específicas. Esto se va a ver sistemáticamente cuando se trate de llevar a
cabo el planteo de la antropología cognitiva en la década del 50, y que es un planteo emic riguroso y
totalizador, que como veremos en las próximas clases, fracasa sistemáticamente y sin atenuantes,
como pocas empresas científicas han fracasado.
Muchos han cuestionado incluso el hecho de que llamara emic a su enfoque en relación con
los fenómenos fonémicos o fonológicos. Esto estaría insinuando que los hablantes de una lengua tienen un conocimiento analítico específico, expresable y comunicable, sobre, pongamos el caso, el
sistema fonológico de una lengua. Si fonémico equivale a fonológico, indudablemente lo que está
queriendo decir Pike al llamar emic a su enfoque por analogía con fonémico o fonológico no es lo
mismo que lo que vimos el otro día. Acá mismo, en el desarrollo de este programa y al reflejar estas
teorías lingüísticas que sin duda suenan tan extrañas, y paradojicamente se están refiriendo a un fenómeno tan accesible, tan obvio y tan presuntamente conocido por nosotros como es el lenguaje, se
está poniendo de manifiesto que hay cierto sistema, cierto orden en el lenguaje que está relativamente
oculto, y que solamente el enfoque practicado desde fuera, desde lejos, puede poner de manifiesto.
No estoy queriendo decir que las cosas tienen que ser estudiadas desde fuera para ser comprendidas,
pero es indudable que el hecho que uno sea hablante de una lengua o miembro de una cultura no le
proporciona el tipo de conocimiento que habitualmente se exigen y se necesitan por un lado en la
lingüística y por otro en la antropología.
Existen por otra parte teorías fonológicas (y esto viene a cuento de la impropiedad que Pike
llamara emic a su enfoque) que no hacen referencia al significado. Expresamente la fonología de la
escuela de Praga no se refiere al significado, sino que utiliza al fonema como algo que sirve para
distinguir significados, lo cual es algo bastante distinto. Es decir, el estudio del significado en sí pertenece al plano de la semántica y no al plano de la fonología, y es bastante dudoso que el plano de las
significaciones de una lengua determinada tenga la misma organización sistemática que puede llegar a
tener un sistema fonológico, que es un sistema prácticamente combinatorio, que opera en lo que nosotros habíamos definido la clase pasada como la primera articulación del lenguaje. Esa primera articulación donde se encuentran una serie de fenómenos más o menos relacionados con lo físico o con
lo fonético y que prácticamente no tiene una relacion directa con el universo del significado.
Por otra parte, hay algo que en los estudios o estrategias emic, de Pike en adelante, no está
demasiado claro, y esto es la distinción entre un estudio emic y el uso de una categoría emic. Es decir,
un estudio involucra una estrategia completa de análisis de un fenómeno determinado, una categoría
emic podría llegar a ser por ejemplo el concepto de MANA o el concepto de TOTEM en una cultura
determinada, idealmente la cultura de origen de estos conceptos.
Nada impide que un estudio etic o un estudio comparativo se sirva de categorías emic, de categorías que no tienen contenidos concretos como fueron MANA o TOTEM en su origen. Antropológicamente hablando, nada impide que especifique cuáles son los contenidos de esas categorías y que
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las inscriba en un marco comparativo más amplio, que incluso pueda proyectar, como de hecho se
hizo, esas categorías originariamente emic al nivel de categorías etic, a categorías abarcadoras que
sirvan para un enfoque comparativo.
Más de una vez también sucede que de hecho las lenguas con las que se encuentra el lingüista
o las culturas con la que se encuentra el antropólogo no sean comprensibles de acuerdo con los
cánones o con las categorías tradicionales. Esto en antropología ha sucedido concretamente con el
estudio de los fenómenos económicos. Ustedes saben que existe una discusión en antropología económica prácticamente igual a la que se ha desarrollado acá en lingüística y en antropología cultural, y
que se relaciona con la utilidad o la practicidad de los conceptos económicos elaborados en Occidente
para analizar por ejmplo una economía primitiva. En efecto, la postura sustantivista en antropología
económica sostiene que las categorías descriptivas de la economía de una sociedad tienen que emanar
de las categorías propias de la cultura que se trate, mientras que la postura formalista sostiene la
validez de los conceptos económicos occidentales, o "técnicos", para abordar cualquier fenómeno
económico.
La tagmémica
El problema de Pike no es solamente teórico. Hagamos notar un hecho que no todos los partidarios (locales o extranjeros) del enfoque emic y de la perspectiva del actor parecen haber advertido:
la formulación de Pike, hasta donde la hemos visto, es solamente programática. Que un marco
teórico sea programático quiere decir que enuncia los principios a que ha de atenerse, pero sin especificar cómo es que los mismos pueden llevarse a cabo en términos de procedimientos, métodos y técnicas concretas. Tener un programa está muy bien, siempre y cuando se lo pueda llevar a la práctica,
esto es, siempre que se lo pueda instrumentar. En algún momento, como parte de ese proyecto de
unificación de la ciencia que quería llevar adelante bajo el signo del enfoque emic, Pike tuvo que
poner en marcha estos principios relativos al enfoque emic, sistematizando de una vez por todas un
mecanismo emic de análisis del lenguaje, y esto dio lugar a la elaboración de un marco teórico que se
conoce como tagmémica.
La tagmémica es entonces la teoría elaborada por Kenneth Pike relativa al estudio del lenguaje
desde el punto de vista emic. Es entonces una teoría, un marco teórico, conceptual, metodológico,
incluso técnico, que facilita al realización de un estudio de los fenómenos del lenguaje realizado desde
el interior de cada uno de los lenguajes que se analizan. Ustedes van a tener que elaborar hasta qué
punto el establecimiento de esta tagmémica como teoría como método y como práctica lingüística, no
está violando la necesidad de estudiar cada una de las lenguas desde dentro, hasta qué punto no se
está incurriendo en una contradicción radical cuando se confiere carnadura y contenidos concretos a
un estudio emic del lenguaje.
Hay que tener en cuenta que Pike no cae en un error muy básico, que es el de definir el
lenguaje según las categorías lingüísticas tradicionales. Y esto porque él considera que el lenguaje, al
estar relacionado con el pensamiento, con la concepción del mundo y con los hechos culturales, sobre
todo con las conductas, no forma una entidad separada, sino que está relacionado orgánicamente con
todo un universo de fenómenos. Esta tagmémica, entonces, va a ser una teoría del lenguaje, y de la
gramática primordialmente, que pretende integrar también toda la conducta no lingüística. Y esas
conductas no lingüísticas son integradas a través de una serie de complejas unidades de comportamiento que en un principio se llaman conductemas (behavioremas), que consisten en una superposición ordenada de niveles.
Acá aparece una categoría básica en la tagmémica de Pike, que es la categoría de slot. Este
concepto aparece también en las teorías más recientes de la psicología cognitiva, que es una cosa muy
distinta a la antropología cognitiva; slot, literalmente "ranura", es el concepto de algo que está en una
estructura y que oficia el papel de una cavidad, de un hueco, que puede ser llenado por distintos
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contenidos. Vendría a ser una especie de categoría vacía, donde se pueden introducir distintas clases
de elementos según el nivel de análisis que se trate. El slot es una categoría puramente estructural,
vacía de contenidos específicos, pero que se puede llenar con distintos elementos en sus distintas
instanciaciones. Basicamente, un slot hace referencia a una clase de fenómenos.
Ahora, esos conductemas que se articulan básicamente de acuerdo con este principio de los
slots, o de cavidades estructurantes y significativas, tienen que ver con hechos culturales complejos,
como podría ser por ejemplo un discurso político, un partido de futbol, una ceremonia religiosa. Cada
uno de estos ámbitos está caracterizado por un conjunto de conductemas que a su vez están ordenados en una serie de niveles, algunos de los cuales vamos a ejemplificar.
La teoría es mucho más compleja de lo que aquí podemos trasuntar, de modo que las categorías que comenzaremos a introducir no se pretende que sean memorizadas; las presentamos sólo a los
efectos de que ustedes tengan una idea clara del enrevesamiento de la teoría elaborada por Pike, que
se supone que nosotros, en tanto hablantes nativos de una lengua, deberíamos comprender espontáneamente. Pike centraliza su análisis en lo que él llama sintagmema, que vendría a ser algo así como
una frase; no es exactamente una frase, sino que es una cadena compuesta de tagmemas; de la
importancia central de los tagmemas y los sintagmemas viene el nombre de tagmémica para esta
teoría.
Estos sintagmemas, organizados a su vez por tagmemas, a un nivel de análisis más bajo o
elemental, estarían a su organizados por lo que Pike llama tagmas. Existe cierta similitud entre lo que
es tagmema y tagma por un lado, con lo que en otras corrientes lingüísticas se va a denominar morfema y morfo, o con lo que hemos visto como fonema y fono. La partícula ema parecería indicar la
presencia de un componente significativo desde el punto de vista, a la vez que la versión reducida de
la categoría denotaría su carácter "objetivo". A su vez, un conjunto de tagmemas constituye un
sintagmema, y así sucesivamente. No podía faltar el concepto de alotagma, que alude a los elementos
formalmente distintos, pero que contienen los mismos significados.
Es muy difícil establecer la correlación, la correspondencia, el sentido concreto que le quiso
dar Pike a cada una de estas unidades. En realidad la cosa se vuelve bastante complicada, porque hay
que tener en cuenta que no solamente está practicando un análisis lingüístico, sino que está tratando
de dar cuenta de un conjunto bastante complicado de fenómenos, que si bien se articulan sobre una
base verbal no son exclusivamente verbales sino que tienen que ver con conductas culturales complejas. Estas categorías, además, no son sólo categorías estructurales, sino también categorías funcionales. Esto quiere decir que están relacionadas con determinado tipo de significado, y son por ello unidades no tanto formales como de función. Y para hacer la cosa más confusa, los tagmemas no pretenden ser tanto cosas como relaciones, es decir, términos relacionales y abstractos. Ahora bien, relacionales o en correlación a qué, cabría preguntar. Pike dice que van a estar relacionados con esa clase
de unidades sustituibles que son los elementos que pueden llenar un slot determinado en una instanciación o en un fenómeno que se esté estudiando en un momento dado.
Pike construye en realidad todo un complicado sistema de análisis, lleno de términos relativamente exóticos, que va a terminar subsumiendo los distintos sintagmemas en frases, las distintas
frases en párrafos y los distintos párrafos en textos. Y va a decir que lo único que es accesible éticamente es el nivel de los tagmas, los elementos individuales, los elementos dispersos carentes de significación en un principio. En otras palabras, cuando un estudioso se enfrenta con un fenómeno de
conducta lingüística o de otro orden complejo, va a encontrarse con algo que son tagmas, que son los
elementos que componen ese fenómeno, ese complejo de conducta, y que por sí no tienen ninguna
significación. La significación la empiezan a adquirir a partir de su integración en unidades jerárquicamente superiores y en niveles de análisis sucesivamente más elevados, cuya naturaleza, cuya significación sólo puede ser comprendida por quienes hablan esa lengua y por quienes viven esa cultura.
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Los distintos niveles de análisis están correlacionados. Entre ellos, dice Pike, existe un enlace
correlativo.
Y acá va a proporcionar otra jerarquía, que tiene que ver con otras temáticas que nosotros
vamos a desarrollar en la segunda parte del programa, aunque su terminología no prosperó. Pike asevera que existen prácticamente tres niveles de análisis que son:
a ) El nivel de las particulas, o de los elementos básicos, que está relacionado con el modo en
que se manifiesta un fenómeno, es decir, con un modo determinado de manifestación, y que
se correspondería, si es que tenemos que establecer un símil con lo que nosotros estuvimos
viendo antes, con el nivel de la fonología.
b) Por encima de esto, tenemos fenómenos de onda, que tienen que ver con el modo de distribución de estos elementos de nivel inferior, y que se corresponderían lingüísticamente
hablando con la gramática o la sintaxis.
c) Y finalmente, en un nivel más elevado, tenemos los fenómenos de campo que tienen que
ver con el modo rasgo y con los fenómenos semánticos, con el significado en toda su
plenitud.
A través de esta metáfora física que subsume las trés categorías básicas de la física -la
partícula, la onda y el campo-, tenemos organizado todo el nivel de los fenómenos.
Cuando hablemos de la antropología cognitiva veremos porqué el nivel superior, el del campo
semántico, tiene que ver con el modo rasgo, según lo llama Pike. Esta idea se relaciona con la concepción del significado que se maneja en esta teoría lingüística, y que gira en torno del llamado
campo semántico, una visión del significado desarrollada en Europa, pero que en su versión norteamericana concibe el significado como un elemento complejo, que está formado por una serie de
rasgos elementales que tiene cada uno diferente valor.
Esta estratificación teórica que lleva desde lo que en otros contextos sería la fonología, hasta
la semántica, y que trata de establecer relaciones sistemáticas entre los distintos niveles en que se da
el lenguaje, es una especie de respuesta a la teorías rivales a la de Pike, en el momento que él desarrolló la suya. La teoría principal de la lingüística norteamericana, ajena a toda esta corriente idealista
que hoy estuvimos viendo, es la que se conoce como distribucionalismo, la cual realiza un análisis de
los fenómenos del lenguaje en función de la distribución de los distintos elementos que lo conforman.
Esta teoría está relacionada a su vez con la figura de Bloomfield, que es en materia de lingüística
prácticamente todo lo opuesto a Pike.
La tagmémica tuvo cierta utilización práctica en el terreno de la enseñanza de las lenguas,
todavía la sigue teniendo. Existe una práctica de enseñanza que se llama práctica del pattern, que
tiene que ver explícitamente con la tagmémica. Los que desarrollaron la técnica del pattern como
método de enseñanza de lenguas extranjeras son gente allegada al Instituto Linguistico de Verano y a
Pike, y parten de un concepto de frase como una cadena que está constituida por slots, o cavidades,
en las que pueden entrar distintos elementos. Un lenguaje se enseña mediante tres técnicas.
Esas tres técnicas son:
1) La técnica de la sustitución. Nosotros damos una categoría gramatica, decimos por ejemplo "mi padre", y esto, en tanto categoría gramatical, puede estar reemplazado por "mi tío" o por "el
profesor", "el perro", y así sucesivamente. Al aplicar esta técnica, se enfrenta al que está aprendiendo
esta lengua con toda una serie de posibilidades de sustitución de cada una de las unidades.
2) La segunda técnica, que es la de expansión, impone la sustitución de elementos más
complejos. Por ejemplo "en el parque" puede ser sustituido por "antes de las vacaciones" o "a principios del año pasado", y así sucesivamente.
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3) La tercera técnica sería la de las
transformaciones, adiciones o supresiones de
constituyentes. Esto lo van a poder comprender
mejor cuando veamos lo que es el
distribucionalismo en lingüística.
Todo esto conforma no solamente un discurso, o un proyecto teórico, sino una discusión
lingüística y antropológica bastante compleja que hasta donde hemos llegado en el dictado del programa es en parte incomprensible, tal vez porque no escuchamos todas las campanas y porque faltan
explicar numerosos conceptos técnicos. La tagmémica de Pike se apropia de categorías y métodos del
distribucionalismo, y tal vez también de algunas ideas de la gramática generativa. Las derivaciones
prácticas de la tagmémica han sido ampliamente cuestionadas. Se ha comprobado que la producción
automática de series de estructuras de frases hace perder las relaciones de sentido y el efecto de las
oraciones individuales. La técnica del pattern es un método elemental que sólo de forma primaria y
rudimentaria puede servir como fundamento de un ejercicio de comunicación.
Conductismo y materialismo lingüístico
Abordaremos ahora el tema de la lingüística norteamericana académica, que estuvo en vigencia hasta mediados de la década del 50, y que posiblemente haya sido la tendencia dominante en la
teoría y la práctica de la lingüística durante varias décadas, hasta que fuera desbancada por la
revolución lingüística chomskyana de 1956-57.
Aquí deberemos abrir un paréntesis para explicar en qué consiste una estrategia conductista.
Pues bien, el conductismo es una de las tres o cuatro corrientes principales de la psicología, junto al
psicoanálisis, a la psicología genética, a la psicología cognitiva y a la psicología de la Gestalt. Me refiero a las grandes corrientes de psicología que dominaron gran parte del siglo XX. A diferencia de
otras corrientes más filosofantes, el conductismo va a montar, por así decirlo, todo una metodología
de la experimentación. Gran parte de la terminología experimental de las ciencias sociales se origina
en el conductismo; y muchas de las llamadas ciencias duras adoptaron estilos y conceptos experimentales que se desarrollaron en esta corriente. El conductismo, por otra parte, y de acuerdo con su
herencia materialista, afirma que la conducta del hombre no tiene nada distintivo que la diferencie de
la conducta de cualquier otra especie viviente.
Más importante trodavía es el hecho de que el conductismo prescinde de todos los principios
descriptivos o explicativos que no sean inmediatamente observables; aunque pueda parecer paradójico, la psicología conductista prescinde nada menos que de la mente, lo que llevará a que la lingüística conductista prescinda nada menos que del significado. Sólo se puede hablar de lo observable, y lo
único observable son conductas o comportamientos (behaviors).
A todo esto, es bastante común que los conductistas realicen sus experimentos con animales.
Ellos alimentan la idea de que las conductas de los diversos seres vivientes son, por lo menos, comparables en tanto tales. Para el conductismo el hombre es un animal más, como cualquier otro. Incluso,
más todavía, la ciencia observacional que construyen los conductistas es simplemente una ciencia de
la conducta sumamente inespecífica, que atañe tanto al hombre como a las demás especies animales.
Ahora bien, ¿cómo se llena este armazón conceptual del conductismo?. Por lo menos en su
versión más pura, el conductismo es una ciencia estrictamente observacional. El científico conductista
observa el comportamiento en una situación dada y luego establece las generalizaciones del caso.
Maneja las variables de la situación y observa cuáles son las conductas resultantes. Lo que sale de
esto es lo que se conoce como el modelo de la caja negra: ante un estímulo al que es sometido un
determinado ser viviente, se observa por parte de ese ser viviente determinada respuesta. Este es el
modelo de estímulo-respuesta que es prácticamente universal a los modelos conductistas.
92
¿Qué es lo que sucede para que determinados estímulos provoquen determinadas respuestas?
Eso el conductismo no lo puede contestar, ni se preocupa por contestarlo. Lo que hay en el interior
del cerebro humano, en la mente humana, o en la mente de cualquier otra especie viviente, es por definición una caja negra. Todo lo que se diga sobre la mente y sobre los procesos mentales, al no ser
observable es para los conductistas puramente conjetural y carece de validez científica.
Se puede decir que en psicología han habido desde principios de este siglo, tres generaciones
conductistas, lideradas respectivamente por John B. Watson, por Clark Hull y por Burrhus Frederic
Skinner. Hay una cadena más o menos continua de teorización, de afinamiento metodológico, de
formalización de toda la idea conductista, que se inicia con las ideas de Watson.
Watson es el que fija las dos variantes principales del conductismo. La primera, que se conoce
como conductismo metodológico, reúne las afirmaciones que estuvimos exponiendo hasta ahora: que
no hay diferencia entre el hombre y los animales, que las únicas informaciones válidas son las que se
pueden recoger mediante la observación, que al observación ideal, la observación controlada, se da en
una situación experimental, por lo común en un laboratorio, que es donde se pueden manipular más
limpiamente las variables intervinientes. Watson es también el científico que inventa la experimentación con ratas blancas, que luego se popularizó en otras ciencias (Skinner trabajó más bien con
palomas). La otra variante del conductismo, definida por Watson, es la que se conoce como conductismo radical, en el sentido de conductismo más extremo. Y esta variante afirma que la conciencia no
existe y que los estados mentales son simples apariencias sobre lo que muy poco puede decirse.
Hay que tener en cuenta que el conductismo, que surge a partir de las primeras décadas de
este siglo, constituye una reacción contra una forma de psicología que se basaba en una instrospección y que tomaba como palabra sante incluso las opiniones del propio psicologo, en sus propias
percepciones y estados mentales. Y el conductismo es también una reaccion contra una rama de la
psicología que explicaba todo en función de los instintos. Watson dice que el conductismo favorece
una concepción de la psicología como rama experimental y objetiva de las ciencias naturales.
Pero el teórico más influyente y el codificador más importante de todo el conductismo es
Clark Hull, quien dicho sea de paso es el inventor de las categorías de "necesidades básicas" y "necesidades derivadas" que adoptaría años más tarde el funcionalismo antropológico de Malinowski. Y es
posiblemente Hull el conductista que ha tenido mayor influencia sobre la lingüística y la antropología.
Hull desarrolla el modelo del estímulo y la respuesta, en la que se basa para construir una teoría del
aprendizaje. Aprendizaje concebido en los términos de automatización, de respuestas ante determinados estímulos, organización de conjuntos de respuestas ante conjuntos de estimulares. Es una
teoría observacional empirista, que consiste básicamente en una serie de generalizaciones.
Hull es el líder inicial de la escuela de Yale en psicología. Es una escuela que funciona aún
hoy en una universidad en la que se pretendió fundar, sobre la psicología conductista toda una ciencia
unificada de la conducta. La expresión "ciencias de la conducta", que todavía se utiliza para hacer
referencia a las ciencias humanas, tiene su origen en este movimiento. Donde tuvo lugar esta experiencia fue, concretamente, en el Instituto de Relaciones Humanas de la Universidad de Yale (Human
Relations Institute), luego Area de Relaciones Humanas (Human Relations Area). El conductismo
simpatizaba además con el empirismo lógico o neopositivismo. Y una de las inquietudes y de los
proyectos principales de Hull consistió en un trabajo interdisciplinario donde convergieron antropólogos, psicólogos, lingüistas y semiólogos. Entre los lingüistas el que más nos interesa a nosotros es
Leonard Bloomfield entre los antropólogos George Peter Murdock, y entre los semiólogos Charles
Morris.
Como resultado de estas confluencias, se proyectaron los principios metodológicos del conductismo hacia la lingüística por un lado y hacia las ciencias sociales por el otro, partiendo de la base
de que las conductas lingüísticas eran comportamientos comparables a cualquier otro, eran comportamientos en general, y que lo mismo podía decirse de los demás comportamientos sociales. Nada hay
93
en el lenguaje o en la sociedad que no se pudiera examinar como cualquier otro comportamiento
observable.
Además de fundar el Instituto de Relaciones Humanas y de establecer el modelo del aprendizaje, Hull logró formalizar la psicología conductista. Formalizar quiere decir expresar una teoría sistemáticamente y en un lenguaje inequívoco. Por lo común las formalizaciones se hacen en términos de
una especie de álgebra o de notación simbólica y de un esquema axiomático, o sea un esquema de
axiomas, teoremas y demostraciones rigurosamente encadenadas. La axiomatización es el modo de
formalización por excelencia17. Hull se basó en el método axiomático de Euclides, es decir, en el
modelo de axiomatización de la geometría euclidiana, y decidió formular todos los conocimientos
sobre el comportamiento humano en términos de postulados de los cuales se derivan corolarios,
conclusiones, nuevos teoremas, etc. Algunos lingüistas de orientación conductista hicieron lo mismo a
propósito del comportamiento lingüístico. Entre ellos, Bloomfield tuvo una época en que, inspirado
por el sistema axiomático de Hull expresó también el conocimiento lingüistico bajo la forma de
axiomas, teoremas y corolarios.
La influencia del modelo de Hull en la antropología norteamericana fue enorme. El conductismo es, por otra parte, un movimiento que prácticamente no cuajó fuera de los Estados Unidos. En
el mismo instituto donde trabajaba Hull, el antropólogo George Peter Murdock fundó los archivos
etnológicos más importantes de que dispuso la antropología durante mucho tiempo, y que se conocen
como Archivos del Area de Relaciones Humanas (Human Relations Area Files, o HRAF). Es a estos
archivos donde todos los antropólogos que buscan datos sobre las distintas culturas pueden normalmente recurrir. Además Murdock fundó una revista que compendia esta tendencia conductista en
antropología que es la revista Ethnology, que aún hoy sigue saliendo y cuya colección completa se
encuentra en la biblioteca del Museo Etnográfico.
Para darles una idea de las fechas, Murdock empieza a trabajar en la Universidad de Yale con
Hull a fines de la década del 30. 1938 es el año en que se promueve el primer intento multidisciplinario de unificar las ciencias bajo un esquema conductista. En 1949 es cuando se funda el archivo etnológico de la Universidad de Yale. En 1960, aproximadamente, es cuando empieza a salir la revista
Ethnology. Y con algunas modificaciones, en antropología se puede decir que este modelo todavía
subsiste bajo la forma de la llamada Antropología Transcultural o Cross-Cultural Anthropology, el
modelo comparativo por excelencia.
La relación entre un modelo de caja negra y un aborde comparativo es, por así decirlo, una
relación natural, que se da como una casi espontánea consecuencia lógica: el modelo de la caja negra
es observacional y por lo tanto inductivo18; dentro de la inducción la operación más común es la generalización. En el caso de la antropología transcultural, lo que se compara son las variables dependientes o conductas que se correlacionan con las variables independientes, que son las condiciones de
estímulo; la estructura "natural" de los estudios comparativos es, por esta misma razón, de tipo estadístico. Casi toda la antropología que se ocupa de la enculturación, es decir, del "aprendizaje" o
"internalización" de las pautas culturales, ha sido en algún momento tributaria del conductismo, el
cual es la corriente psicológico que ha hecho mayor hincapié en el estudio del aprendizaje.
No vamos a hacer mención de otros antropólogos que actualmente representan esta línea,
pero podríamos destacar por ejemplo un trabajo de Marvin Harris, publicado en 1964 y que no ha
17
Entiéndase bien que la axiomatización es una modalidad de sistematización científica que no necesariamente tiene que ver con el
conductismo. Existen innumerables formulaciones conductistas no axiomatizadas, así como también existen numerosas
axiomatizaciones en líneas teóricas que nada tienen que ver con el conductismo.
18
La inducción es la operación lógica que va de lo general a lo particular; la deducción, por el contrario, es la operación inversa que
subsume un caso particular en una ley general.
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sido traducido, y que se llama "La naturaleza de las cosas culturales", donde Harris codifica el método de la antropología según criterios rigurosamente observacionales, en un todo de acuerdo con el
canon del conductismo. El materialismo cultural de Marvin Harris es una elaboración posterior que se
codifica más o menos a mediados de la década del 70, cuyos vínculos con el conductismo son algo
más tenues.
Quien prácticamente cierra este capítulo de la evolución del conductismo en psicología es
Skinner, un psicólogo que estuvo activo hasta hace unos 10 años. Algunos han dicho que la principal
innovación de Skinner ha sido la de cambiar las ratas blancas por palomas, y esto es porque Skinner
tenía toda una concepción filosófica del conductismo que no solamente concebía el conductismo
como una ciencia observacional sino (y esto es probablemente más peligroso) como una ciencia aplicada. Skinner realizó incluso experimentos de control de conducta en ámbitos sociales relativamente
cerrados. Skinner tenía la idea de una sociedad ideal que se podía manipular y tornar en una cosa muy
equitativa, muy equilibrada, muy rigurosa y muy racional, recurriendo a lo que se sabía acerca de la
conducta. En otras palabras, Skinner fue una especie de utópico, y hasta escribió una utopía llamada
Walden Two.
Skinner creía, como la mayor parte de los conductistas, que se podía aprender cualquier cosa.
Primero que nada, que toda conducta es aprendida, y en segundo lugar toda conducta, toda habilidad,
toda disposición es aprendible. Hay una cosa que tiene el conductismo , por más que haya llegado a
extremos sumamente discutibles, y es que la caja negra del conductismo es al mismo tiempo lo que en
filosofía se llama una "tabula rasa". Esto quiere decir que el hombre nace con un espacio en blanco,
con una especie de disposición, de potencialidad, para adquirir cualquier conducta. El conductismo
asevera que todos los seres humanos tienen la misma dotación biológica, y la misma tabula rasa; en
definitiva, la consecuencia es que todos los seres humanos son iguales.
Por discutible que sea el conductismo hay que cuidarse muy bien de no confundirlo con otra
rama experimental de la psicología, que es más bien una psicología diferencial (promulgada, por
ejemplo, por el polémico E.J. Eysenck), la cual postula que existen diferencias de inteligencia y de
capacidades a través de los sexos o a través de las razas. Sean cuales fueren las limitaciones metodológicas y teóricas del conductismo, el conductismo es igualitarista, no solamente a través de los
sexos y las razas, sino en última instancia tal vez a través de las especies. Y el hombre no es nada
especialmente privilegiado, aunque es un animal que ha demostrado en laboratorio mayores capacidades de aprendizaje que otros. Es simplemente una cuestión de grado, más que de esencias, porque
después de todo las esencias no son observables.
Lingüística Conductista: Leonard Bloomfield
Hay que examinar ahora la forma en que incide el conductismo sobre la lingüística. Digamos
desde ya que el contexto en el que surge esta inquietud dentro de la lingüística de asimilar el método
y los principios del conductismo, tiene mucho que ver en la formulación resultante. Los lingüistas
norteamericanos de las décadas del 30 y del 40 se encontraban en una situación muy distinta a la de
los lingüistas europeos, por poner un caso. El hecho es que en Estados Unidos existían numerosas
tribus indígenas, algunas de ellas reducidas a grupos humanos sumamente pequeños, y que en
conjunto hablaban centenares de lenguas y dialectos distintos, en gran medida desconocidos o por lo
menos mal estudiados. En algunos casos, los mismos grupos humanos que eran portadores de esas
lenguas mal estudiadas, estaban físicamente en trance de desaparición, arrasados por pestes para las
que no habían desarrollado defensas o abrumados por valores y posibilidades que su cultura no había
tenido tiempo de elaborar. Y donde no se daba esta circunstancia, se daba el hecho de que las lenguas
en sí estaban en franco retroceso frente a las lenguas intrusivas de origen europeo, obviamente el
inglés primero que nada, el francés en Canadá, el español en el sur de los Estados Unidos.
95
La urgencia que tenían los lingüistas norteamericanos preocupados por el estudio de las
lenguas indígenas, era idear un método para estudiar estas lenguas que estaban desapareciendo; este
método debía ser en primer lugar un método homogéneo, que se pudiera imponer a lenguas de muy
diversas estructuras. Se buscaba esto, en primer lugar, para que cada monografía lingüística, cada relevamiento, no se transformara en un universo cerrado; para que se pudiera llegar a conclusiones genéricas, a clasificaciones, a un conocimiento un poco más ordenado y también más inteligible. Los
lingüistas influenciados por el conductismo sostenían que distintos investigadores basados en los mismos procedimientos, tenían que obtener los mismos resultados cuando estudiaban el mismo fenómeno. Imagínese lo que hubiera sucedido si el método adoptado fuera como el de Sapir, en el que
cada expresión significa una constelación no analizada de conceptos nebulosos y en el que los lineamientos operacionales concretos brillan por su ausencia.
En última instancia, se necesitaba también un método que fuera rentable, rápido y efectivo. Y
el único método que según estos lingüistas podía garantizar todos estos objetivos y necesidades, era
el método conductista. Es decir, un método puramente observacional, no ligado en principio a ninguna teoría, a ninguna concepción a priori acerca del lenguaje, que permitiera por lo menos establecer
una descripción pautada, una descripción regular, uniforme.
Esta tendencia conductista que se origina con Bloomfield en la década del 30 y el 40, va a
ser conocida también como lingüística descriptiva, y se prolongará hasta un día para muchos fatídico
de 1957, cuando se la pone duramente en tela de juicio. El que la va a poner en tela de juicio, incidentalmente, es Noam Chomsky, pero eso será tema de otra clase.
Digamos, para sintetizar, que Bloomfield inicia más de dos décadas de vigencia y de desarrollo de una escuela lingüística basada en el conductismo, que es puramente observacional, que se
plantea como un método riguroso y que va a tener algunas consecuencias dramáticas en la teoría y la
práctica de la llingüística a nivel mundial. Para establecer un pequeño paralelismo entre dos paradojas
que señalamos en esta clase, digamos que así como el conductismo es una psicología que prescinde
de la mente humana, el descriptivismo lingüístico de raigambre conductista va a ser una tendencia lingüística que va a prescindir del significado.
Bloomfield se basa en algunas premisas del conductismo como la que sostiene que el
comportamiento humano es totalmente descriptible a partir de las situaciones contextuales en las que
este comportamiento aparece, es decir, a partir de las condiciones de estímulo. Fíjense ustedes que lo
que querían hacer los conductistas es determinar qué respuestas o que comportamientos se manifiestan ante qué estímulos o en qué situaciones contextuales. Lo mismo afirma Bloomfield respecto del
comportamiento lingüístico: conociendo suficientemente bien el contexto de las manifestaciones o de
los comportamientos verbales, se puede predecir, hasta cierto punto, el tipo de fenómeno de lenguaje
que puede llegar a producirse.
Para Bloomfield, todo lo que sea relativo a la mente humana, a los atributos de la mente, a los
procesos mentales, no forma parte del modelo lingüístico. Fíjense que esto es prácticamente una
inversión de los modelos que estuvimos viendo. Es prácticamente una inversión de la lingüística que
se origina en Saussure. Esto se contrapone incluso a toda la escuela boasiana, de fuerte sustrato mentalista. Sin embargo, la lingüística conductista-descriptivista, no abandona el campo de los modelos
estructuralistas que van a caracterizar a la lingüística hasta por lo menos 1957. Bloomfield decía que
el habla, las manifestaciones del lenguaje se tienen que explicar con referencia a las condiciones
externas en que se manifiesta, tiene que prescindir de toda noción relativa a las intenciones, a las
creencias, a los sentimientos, por parte del sujeto hablante.
Podríamos decir que lo que proporciona Bloomfield no es un modelo que sirva para definir la
lengua como sistema, que era el caso de lo que sucedió en la escuela de Praga, sino más bien un
procedimiento para describir los actos lingüísticos tal como son observables al investigador. El conductismo lingüístico de Bloomfield tiene algunas ideas que podríamos decir que son de origen filosó96
fico, respecto al lenguaje. Bloomfield dice que gracias al lenguaje, entre otras cosas, son posibles la
organización social y la distribución del trabajo.
Bloomfield lo ejemplifica con una especie de anécdota imaginaria, que no se sabe muy bien si
es simplista por razones didácticas o por motivos paródicos: él dice que Jack y Jill van caminando por
un camino y de repente Jill, que es la muchacha, siente algunas vibraciones en el estómago (todo en la
narración, como se ve, aparece en términos muy observacionales y objetivos); Jill ve una manzana, o
mejor dicho la imagen de una manzana penetra en su retina, ella asocia esa imagen que percibe con las
vibraciones del estómago, que algunos llamarían "hambre", y le dice a Jack "dame esa manzana". Lo
que podría hacer Jill como alternativa es agarrar esa manzana por ella misma, pero el lenguaje le
facilita ese desplazamiento; ella delega en Jack el trabajo de alcanzar la manzana, le comunica a Jack
el deseo que ella tiene, y con esto genera el germen, la idea , la síntesis, la imagen de lo que son las
relaciones humanas, la organización social y la distribución del trabajo.
Entonces, el foco de toda esta corriente lingüística se va a poner en las condiciones observables del acto lingüístico. Pero para Bloomfield existe un problema, y este problema también se ha manifestado en la psicología y antropología conductistas. El problema es que todavía no se conoce
demasiado sobre las relaciones entre condiciones y conductas como para poder explicarlas verdaderamente. Lo que se puede hacer por el momento es simplemente describir, en este caso lo que toca describir son los fenómenos del lenguaje. Esto es lo que va a hacer toda esta línea teórica y metodológica
de la lingüística que se deriva de Bloomfield: describir, proporcionar un modelo de descripción de la
lengua. Hasta ahí se puede llegar. Esta descripción tiene que prescindir de toda consideración de tipo
mental y por lo tanto del significado de las palabras, pero aunque en teoría haga referencias al
contexto, en lo concreto la lingüística resultante sigue siendo una lingüística de la lengua, en la que se
reconoce al fenómeno del lenguaje una estructura sistemática.
Se recordará que Saussure había definido del significado en términos de un concepto, de una
imagen mental. Para Bloomfield el significado no interesa. Entonces, ¿cómo se puede verdaderamente
describir una lengua, que en la mayoría de los casos va a ser desconocida, prescindiendo del significado? ¿Cómo se van a poder separar las palabras, los elementos del lenguaje, cómo se podrá luego
ordenarlos en clases?. Lo que van a desarrollar estos lingüistas va a ser precisamente una metodología
para la descripción de las distintas lenguas. Ahora bien, cabría preguntarse cuál es la unidad global,
cuál es el conjunto sobre el cual se va a realizar esta descripción. Los lingüistas bloomfieldianos van a
partir de la noción de corpus, es decir un conjunto representativo de manifestaciones lingüísticas. En
el caso que a nosotros nos interesa, es decir en el estudio de las lenguas indígenas norteamericanos, la
fase de recolección va a consistir en elregistro de una serie de manifestaciones, de elocuciones, o,
como dicer en lengua inglesa, de utterances, que quiere decir más o menos "palabras proferidas" o
"elocuciones", con algunas lindicaciones sobre los contextos en que esas elocuciones se manifiestan, y
sin ningún tipo de preguntas a los informantes relativas a cuáles son las palabras, o los elementos, o
los términos que integran ese corpus. Los informantes, según esta lingüística descriptiva, simplemente
suministran el corpus. No tienen nada que decir acerca del corpus, ni de sus elementos, ni de su
significado.
Entonces, si se excluye incluso la función del lenguaje, si se excluye la intención del hablante,
si se excluye la significación, lo único que queda como para sistematizar ese corpus, para permitir la
determinación de regularidades, para identificar las clases de elementos es el contexto. Este contexto
lineal serán las cadenas que constituyen las manifestaciones del lenguaje. En base a esas cadenas o
comportamientos lingüísticos, se van a identificar los elementos que ocurren más o menos regularmente; en otras palabras, se procurará definir en qué contextos (lingüísticos) ocurren determinadas
manifestaciones verbales.
Tomemos por ejemplo una serie de frases:
El perro ladra.
97
Un perro ladra.
Un perro come.
Un gato maúlla.
Estoy dando ejemplos ostensiblemente elementales, ya hasta podría decirse que tontos, para
poder ver qué es lo que buscan ellos. Primero, clases de sustitución. Después, equivalencias contextuales.
El primer trabajo que realizan con este criterio es el de segmentación, determinar cuáles son
las unidades. Si se lo piensa bien, las manifestaciones del lenguaje (en especial en una lengua no conocida) suenan como cadenas ininterrumpidas; lo primero que hay que hacer es segmentar esa cadena en
unidades. Los lingüistas descriptivos lo hacen a través de un trabajo comparativo, consistente en fijar
una serie de clases, de regularidades, de pautas, que son de tipo contextual o estructural. Definir el
contexto lineal de una unidad consiste en indicar la serie de unidades que lo preceden y la serie de
unidades que la siguen.
Por ejemplo, al elemento perro lo puede llegar a preceder el, algún, un, ningún, etc. Hay
toda una serie de elementos que examinando ese corpus pueden precederlo; y lo mismo con lo que lo
sucede. El concepto de contexto o entorno, como también se lo llama, sirve para definir la distribución de una unidad. Y este concepto es muy importante. Así como les dije que esta lingüística se conoce también como lingüística descriptiva, el tipo de análisis se va a llamar distribucional. Se estudia
la distribución de los elementos, es decir en qué contextos aparecen. Este análisis distribucional será
el recurso primario que ha llegado a utilizarse para descifrar escrituras que no se conocen, por ejemplo la escritura del Indo, la de los Cuna de Panamá o la aparente escritura de la isla de Pascua. La
distribución entonces es el conjunto de los contextos en que aparecen determinadas unidades en el
corpus.
Esos elementos pueden ser de distinto nivel de abstracción. Pueden ser lo que nosotros llamamos palabras, o puede ser una unidad ligeramente menor, y que son los "morfemas". Po ejemplo, un
estudio distribucional de un morfema español, nos mostraría que existen en el corpus perro, perros,
gato, gatos, etc. Es como si hubieran determinados pares de palabras, que nosotros sabemos cuáles
son porque somos hablantes nativos de la lengua, que corresponden a lo que llamamos singular y
plural, y se caracterizan por incluir o no determinado elemento. Ese elemento es lo que se llama morfema. en este caso se trata del morfema del plural. Un morfema es la mínima unidad de significación,
pero para éste análisis no interesa lo que signifique. En castellano los morfemas del plural serían "s",
"es" o lo que se llama el elemento vacío φ como en "análisis". Haciendo un análisis distribucional cuidadoso se puede llegar a determinar en qué contextos, en este caso, en qué contextos fonológicos, se
presentan uno u otro de esos morfemas, y luego plasmar la generalización correspondiente. Por ejemplo, para construir el plural en español cuando el morfema anterior termina en vocal, el morfema de
plural es "-s", si termina en consonante es "-es", y en ciertos casos bien definidos es "φ". Hablamos
aquí de "plural", pero en rigor esta categorización semántica no es ni siquiera necesaria: se puede
plantear el análisis totalmente en términos de correlaciones contextuales (correlación de "el" con
"perro" y de "los" con "perros", etc).
Este sería, muy esquemáticamente, un estudio distribucional en base al concepto de morfema;
pero también se pueden estudiar fonemas de esta manera, y hasta palabras o construcciones sintácticas complejas. El distribucionalismo entonces propone un método para descomponer los enunciados
del corpus en una serie de unidades que se llaman constituyentes inmediatos (C.I.). Los CI son simplemente las unidades observables, y el carácter de "inmediato" depende del nivel de análisis. A partir
del corpus yo voy a observar que aparece perro en distintos contextos, que aparece el en otros contextos, y voy a tomar esa recurrencia como definición de un CI, que va a ser por ejemplo perro. A un
nivel de análisis más detallado voy a tener por ejemplo los fonemas o los sonidos /p/, /e/, etc. como
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constituyentes inmediatos, a otro nivel de análisis voy a tener el perro como constituyente inmediato,
y así sucesivamente.
La descripción completa se entiende como una jerarquía de constituyentes inmediatos. Se va a
proceder primero definiendo los constituyentes inmediatos más amplios, después los CI de segundo
orden, y así sucesivamente. La unidad menor de este análisis va a ser nuevamente el fonema. Lo
notable de todo esto es que se va a llegar a determinaciones bastante precisas y operativas acerca de
lo que es un fonema, por ejemplo, estableciéndolo mediante una modalidad semejante a la que vimos
a propósito de la determinación acerca del morfema de plural. A partir de estos análisis, se va a
poder describir qué es un fonema en términos bastante regulares y precisos.
A partir de estos conceptos ellos van a definir sustitutos, gato en lugar de perro, un en lugar
de el, come en lugar de ladra. y así el resto, hasta acabar con todos los elementos del corpus; se van
a definir luego clases de sustitutos, que tienen una cierta semejanza con la idea de paradigma que habíamos visto en el modelo de la escuela de Praga, y que son las clases que pueden sustituir o que se
asocian con otras en un contexto, en este caso. Podemos decir, desde ya, que un y el son artículos,
perro y gato son sustantivos, y come y ladra son verbos; pero los distribucionalistas no hacen eso y
se conforman con fijar las clases. Muchos de estos conceptos van a ser utilizados por otras corrientes
lingüísticas diferentes que la bloomfieldiana. Es decir, van a formar parte de la lingüística en general,
integrando una técnica de análisis del lenguaje que se va a basar en gran medida en todas estas ideas
de Bloomfield y los bloomfieldianos, prescindiendo en la mayoría de los casos de todas sus
correlaciones ideológicas o de sus conexiones concretas con el ideario del conductismo.
De hecho, esta escuela que se origina en Bloomfield va a ser la más productiva cuantitativamente de todas las tendencias lingüísticas hasta el año fatídico de 1957. Así como Murdock había
fundado una de las revistas esenciales de antropología, Ethnology, Bloomfield funda la revista esencial de la lingüística, que es Language, actualmente una de las revistas de más amplia trayectoria y
que recoge trabajos de diversas tendencias dentro de la lingüística. Esta revista se funda en 1924, en
plena época conductista radical. Se sigue publicando en la actualidad, y algunas edicioines van a incluir trabajos que resultan esenciales, no sólo para la lingüística, sino para la antropología. Por dar un
caso: en 1956, en esta revista, publicada en la universidad de Yale, se van a publicar los trabajos fundacionales de una corriente antropológtica que se conoció como antropología cognitiva o etnociencia.
En síntesis, podemos decir que Bloomfield considera el lenguaje como un comportamiento
comparable a cualquier otro, y proporciona un método objetivo y replicable que otro investigador
también puede poner en marcha para llegar a los mismos resultados. El lenguaje capacita a una persona para coordinarse con otras personas. El funcionamiento de la sociedad humana solo es posible
mediante el lenguaje, esta capacidad de exteriorizar sensaciones, de comunicar determinadas nociones, de desplazar la respuesta a los estímulos, etc.
El conductismo lingüístico ha merecido fuertes críticas, y cuando hablemos de Chomsky revisaremos algunas de las más interesantes. Muchas de esas críticas se refieren a las pretensiones de
cientificidad de la teoría que concebía al lenguaje como una función de las condiciones de estímulo.
Decía Lyons:
"Hay que hacer una verdadera profesión de fe para aceptar que esta teoría, suficiente
para explicar enunciados del tipo 'tengo hambre', 'está lloviendo' o 'pásame la sal', sea capaz de
dar cuenta de toda la complejidad del comportamiento lingüístico".
Sin embargo, el mismo Lyons incurre en la indelicadeza de considerar el comportamiento lingüístico como tal, lo cual carecería de relevancia fuera de los marcos conductistas. Aunque por cierto
no hay pruebas de que otras construcciones verbales, aparte de algunas como las enunciadas, se
hallen también bajo la acción de estímulos procedentes del medio, lo cierto es que las metodologías
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del distribucionalismo tienen bastante poco que ver con las exigencias contextuales del viejo conductismo: del único contexto que se habla es del contexto lingüístico.
A pesar de que podemos decir que en cierta forma algunos postulados filosóficos del conductismo son relativamente simplistas, de hecho todo el proyecto de describir las lenguas indígenas norteamericanas se llevó a cabo de este modo, y -cosa notable- se concluyó. Es decir, el método demostró
que hasta cierto punto funcionaba como método de descripción lingüística, lo cual en nuestras
ciencias blandas no es un logro despreciable.
Una de las equivocaciones más notorias de todo este marco conductista tiene que ver con el
rechazo del significado. ¿Por qué Bloomfield rechaza el significado? El razonamiente en que él explicita por qué lo hace es notoriamente erróneo. El dice que la lingüística tiene que ser absolutamente
científica y rigurosa. Se puede estudiar entonces científica y rigurosamente la distribución de los CI,
se pueden definir clases distribucionales con igual rigor, pero el significado no se puede estudiar con
la misma certidumbre. Algunos constituyentes del lenguaje, por ejemplo, la palabra sal, se pueden definir más o menos unívocamente. En este ejemplo, "sal" es definible como "cloruro de sodio". Pero
otros términos del lenguaje no admiten una definición estricta, es decir no se puede saber cuáles son
sus referentes.
Para poner este razonamiento más en contexto, digamos que un estudio riguroso, un estudio
contextual más amplio, permitiría predecir que en presencia de la sustancia conocida como cloruro de
sodio puede ser que alguien diga sal. Pero no sucede lo mismo con todos los términos. Ningún o muy
pocos términos del lenguaje poseen una correlación referencial tan exacta como sería este caso. Por
ejemplo, como definir referencialmente términos como amor u odio. Y también sucede que las denominaciones lingüisticas contradicen las clasificaciones científicas. Bloomfield dice: los caballitos de
mar, por ejemplo, no son verdadermamente caballos. Las ballenas, que en algunas lenguas se nombran
con alguna palabra que incluye la idea de pez, no son peces científicamente hablando. Todo esto lleva
a Bloomfield a decir que el significado no se puede estudiar rigurosamente en términos de sus
referencias y por lo tanto se lo debe excluir del estudio del lenguaje. Aparte de eso, porque el significado corresponde a una esfera relativamente internalizada o no observable de la vida mental.
Lo que en definitiva termina proporcionando esta escuela es una metodología para definir
estos constituyentes inmediatos y para clasificar los sonidos, las palabras, los morfemas, etc. La
descripción de una lengua, según este criterio, implica establecer cuáles son sus unidades fundamentales en todos los niveles de análisis, cuáles son las clases de esas unidades elementales, y cuáles son
las leyes de combinación de las clases y de los elementos. Y una de las cosas que se van a codificar y
que van a pasar a otras tendencias de la lingüística, va a ser una clasificación de las distribuciones.
Esta tipología distribucional facilitará la tarea de determinar si dos fonemas o dos sonidos son el
mismo o son diferentes, sin recurrir al significado.
Por ejemplo: nosotros decimos "bala" y decimos "haber". Las dos "b" son dos sonidos distintos, a comienzo de la palabra es oclusiva [b] y entre vocales no, es más bien [β]. ¿Cómo podemos
hacer para saber si esos dos sonidos corresponden al mismo fonema o a fonemas distintos, en términos estrictamente distribucionales y sin hacer referencia al significado? Como veremos, ello no solamente puede hacerse, sino que vale, metodológicamente, para operar el análisis en cualquier lenguaje.
Los distribucionalistas encontraron que distintos sonidos se pueden definir como el mismo
fonema cuando tienen similaridad fonética por un lado y distribución complementaria por el otro, y
ya vamos a aclarar estas nociones. Distribución complementaria quiere decir que esos dos sonidos
que se están contrastando para ver si pertencen ono al mismo fonema, pongamos por caso /b/ y [β],
no ocurren en los mismos contextos. En esto caso se puede determinar que estos sonidos son fonéticamente similares, pero que [b] aparece siempre a principio de palabra y [β] en contexto intervocálico.
100
Las otras distribuciones que van a reconcer los distribucionalistas son la distribución contrastiva, cuando una parte de la distribución es diferente y la otra coincide, y la alternancia libre,
cuando las entidades pueden o no coincidir.
El concepto de distribución complementaria va a pasar a
otras corrientes lingüísticas, que
la adoptarán como si no tuviera
carga teórica, al punto que hoy
en día constituye la pauta para
determinar igualdad o diferencias
de fonemas (o lo que fuere) en
cualquier lengua. Piensen por ejemplo el par [b] y [g]. Podemos
determinar que en español no tiene distribución complementaria.
Tanto el sonido cerrado de
"gato" como el de "bala",
aparecen en la misma distribución (a principio de palabra), y lo mismo para sus complementarios respectivos [β
β ] y [γγ]; por más que podamos decir que tienen alguna similitud fonética, no tienen distribución complementaria y por lo tanto son fonemas diferentes.
Si trabajáramos conforme a otras teorías lingüísticas, diríamos que trocando [b] por [β
β ] no
cambiaríamos es significado aunque la palabra suene rara, pero cambiando [b] por [g] sí. Lo importante aquí es que se puede hacer un análisis fonológico prescindiendo de una clasificación morfológica o sintáctica, y prescindiendo totalmente del significado, en base al análisis puramente distribucional.
El problema con todo esto es que si bien a veces permite llegar a resultados más o menos
plausibles, el sistema no es del todo perfecto. Los distribucionalistas, por ejemplo, no se pusieron de
acuerdo respecto de cuántos fonemas hay en la lengua inglesa, que se supone tendría que ser sumamente conocida. Algunos dicen que tiene seis fonemas vocálicos otros que tiene nueve (Observemos,
sin embargo, que la oscilación es muy pequeña: nadie propone modelos de veinte vocales, y la
discrepancia se funda más bien en problemas ineludibles de muestreo y de criterios de distintividad
que la hacen desaparecer no bien aquellos siguen la misma pauta y estos coinciden). Todo esto obedece por supuesto a una clasificación sumamente fina, rigurosa de la estructura fonética de estos
fonemas, y a un análisis exhaustivo de este sistema fonológico que tiene bastante poca relación con el
inglés como lengua escrita. Si bien el método proporciona una aproximación aceptable a una descripción rigurosa de una lengua, que funciona aparentemente bien cuando las lenguas son desconocidas o
cuando se trata de un primer acercamiento a una lengua indígena desconocida, no es un esquema ideal.
Al plantearse además como un método descriptivo, el distribucionalismo dejó de lado algunas
preocupaciones tradicionales de la lingüística, como fue por ejemplo la preocupación por los universales del lenguaje. Aunque el método proporcionado servía para describir cualquier lenguaje, los métodos comparativos no se desarrollaron al compás de la unificación metodológica y conceptual.
Los universales del lenguaje
¿Cuáles son los universales a los que se puede llegar mediante un análisis de este tipo? Aquí
hay que decir que los conductistas, tanto en psicología como en antropología y en lingüística, siempre
se opusieron a la especulación, a las generalizaciones filosóficas y a todo lo que se le pueda parecer.
Ellos se resignan a trabajar sobre un esquema de laboratorio que otras tendencias, más proclives al
101
vuelo de la imaginación, juzgarían intelectualmente muy pobre. Y sin embargo la caracterización más
conocida en lingüística acerca de los universales del lenguaje, vienen de la escuela distribucionalista.
Los universales del lenguaje son los elementos o rasgos que tienen todas las lenguas, tratese de la
lengua que se trate. La lista típica de universales del lenguaje más conocida que se fabricó en esta escuela es la de Hockett. Es uno de los inventarios de universales del lenguaje que ha logrado mayor
aceptación, aunque tiene bastante poco que ver, pensándolo bien, cono todo el ideario y la metodología conductista.
Hockett, autor de un texto de lingüística publicado hace algunos años por EUDEBA, fue uno
de los miembros principales de la escuela descriptivista o distribucionalista americana, que con el
tiempo se conoció como la escuela Post-bloomfieldiana, según el nombre de su fundador. Hockett
estableció los universales del lenguaje, en una elaboración sobre lo que vamos a volver en algún
momento cuando hagamos referencia a otros sistemas de signos más allá del lenguaje, en la parte del
programa que se ocupa de la semiótica. Los rasgos definidos por Hockett como universales del
lenguaje, son al mismo tiempo sus rasgos definitorios, los que se supone que diferencian al lenguaje
hablado de otros sistemas semióticos, de otros sistemas comunicativos o sistemas de signos.
1) El primero de estos rasgos es el que Hockett llama "arbitrariedad" y este concepto se
emplea en oposición a la "iconicidad". Esto quiere decir que el lenguaje no es icónico, no representa
ningún aspecto que sea similar a su propia estructura; o a la inversa, que la estructura del lenguaje no
tiene ningún aspecto que se corresponda a la estructura o a la apariencia de lo real. No hay nada en lo
real que imponga llamarlo a través del lenguaje de determinada manera. La arbitrariedad de Hockett
equivale a lo que Saussure llamaba "arbitrariedad del signo".
2) Otro aspecto universal y definitorio es lo que Hockett define como "dualidad". En esto
coincide Hockett y la escuela norteamericana en general con lo que los europeos llaman "doble articulación" del lenguaje. Esto quiere decir que el lenguaje tiene por lo menos dos niveles de organización o don niveles de análisis; uno que es el de los sonidos o del de los fonemas si se quiere, y otro
que es de un orden totalmente diferente y que concierne al significado. Esto implica que a partir de la
combinación de elementos que por sí no poseen significado alguno, es posible expresar significados a
través del lenguaje.
3) La tercera propiedad el la "productividad" o creatividad. Esto significa que una vez que se
domina el código de un lenguaje, es posible producir una cantidad infinitamente grande de
enunciados. De hecho el lenguaje es absolutamente inagotable en su productividad.Y esto tiene dos
caras: quiere decir que por un lado, el hablante es capaz de crear significados o combinaciones de significado que nunca antes se han poducido, y que el oyente es capaz de interpretar y comprender enunciados que no ha escuchado anteriormente. A otro nivel de an álisis, es posible combinar indefinidamente los elementos gramaticales y semánticos, o los elementos de significación que componen
un lenguaje, para articular significados de complejidad indefinida y de significación siempre nueva.
4) La cuarta propiedad es la de "discreción". Esto quiere decir que el lenguaje está compuesto
por unidades discretas, que los términos que componen el lenguaje, a cualquier nivel de análisis
(morfológico, fonológico o sintáctico) poseen límites bien definidos, discretos. En el lenguaje no se
da como se podría dar, por ejemplo, en una articulación de orden visual, ninguna arbitrariedad respecto de donde termina un componente y comienza otro. Esto tiene una multitud de consecuencias,
como por ejemplo que basta modificar ;un solo componente discreto de una palabra para alterar su
significacion. Por ejemplo, manta contra canta. Observen a su vez como esto se relaciona con otras
propiedades del lenguaje. Alterando un solo elemento discreto en una palabra, hemos verificado al
mismo tiempo la primera propiedad que habíamos descripto, la propiedad de arbitrariedad. No hay
ninguna cercanía significativa entre manta y canta, a pesar de que fonológicamente pudieran ser similares. También verificamos la doble articulacion.
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5) La quinta es la "semanticidad". La "semanticidad" hace referencia a un nexo asociativo,
una relacion entre los signos del lenguaje y los aspectos del mundo exterior. A partir de esta categoría
se pueden plantear una serie de cuestiones como la que concierne a la propiedad o impropiedad de
llamar lenguaje a un estilo de pintura abstracta, que carece de esta propiedad de significación, de la
capacidad (o de la intención) de hacer referencia al mundo externo. Lo mismo podría decirse de la
música. Si partimos de esta categoría de la semanticidad para plantear este tipo de cuestiones, es
porque hoy en día se está poniendo en tela de juicio la legitimidad misma de una ciencia de los signos,
de los lenguajes o de los modos de comunicación en general19.
6) La sexta característica del lenguaje vendría a ser la propiedad de "desplazamiento". Esto
tiene alguna relación con la propiedad anterior. Se refiere a la capacidad de la lengua para hacer
alusión a sucesos y a cosas que se encuentran alejados del tiempo y del lugar de la enunciación, a fenómenos que no están inmediatamente presentes. Esta capacidad de desplazamiento habría de ser,
precisamente, la que pondría en aprietos al programa conductista de sistematizar las relaciones entre
los enunciados del lenguajes y las características de las condiciones de estímulo.
7) La siguente es la "retroacción" o retroalimentación. Y es una propiedad que hace posible
estudiar el proceso de la comunicación verbal como un sistema que se autocontrola o se autocorrige.
Esto quiere decir que el hablante al mismo tiempo que habla se escucha y es capaz de controlar su
propia actuación, de corregir enunciados y de ir manteniendo un rumbo más o menos prefijado. Existen otros sistemas de comunicación que carecen de esta capacidad. El concepto de retroacción es,
según creo, una versión dinámica de la función del lenguaje que Jakobson llamaba "metalingüística".
8) La categoría de "intercambiabilidad" implica para Hockett y los que lo siguen la capcidad
que tiene todo organismo tanto de emitir mensajes como de recibirlos. A diferencia de otros procesos
y otras formas de comunicación que implican un adiestramiento específico, como por ejemplo la
ejecución de instrumentos musicales, en principio cualquier persona adulta es capaz tanto de proferir
mensajes como de comprenderlos, específicamente en la lengua materna.
9) La "transmisión cultural" es la novena propiedad. No cabe duda que el lenguaje se transmite culturalmente. Nadie nace sabiendo, conociendo, dominando, su lenguaje. El lenguaje no se
transmite genéticamente. Todo el mundo, incluso los que han propuesto hipótesis innatistas o biologicistas de la capacidad lingüística, reconocen que el lenguaje debe ser aprendido. En las próximas
clases, sin embargo, vamos a hacer alusión a una teoría innatista, que es probablemente la teoría lingüística más importante de la segunda mitad de siglo, que es la gramática generativa transformacional
de Chomsky.
10) La décima característica es la de "aprendibilidad". Y esto es al mismo tiempo una característica que tiene cierta limitaciones específicas. Hockett dice que cualquier ser humano, de cualquier
raza y de cualquier cultura, puede aprender cualquier lengua durante su infancia, y esto parece ser determinante. En condiciones normales, la lengua materna, es decir la primera lengua que se aprende,
conserva, casi siempre una situación lingüística central. Todo aprendizaje posterior se realiza con
referencia a la lengua materna; y parece ser que existe una tendencia general a que las sucesivas
lenguas que se van aprendiendo nunca se lleguen a dominar tan bien como la primera. Existen por supuesto numerosas excepciones. Cuando hablemos de sociolingüística, veremos que hay culturas que
se articulan en un contexto bilingüe o incluso multilingüe. Hay también casos excepcionales de
19
Existen (y es importante que esto se haya manifestado en el interior de la antropología) quienes cuestionan la idea de que exista una
ciencia de los signos o de los lenguajes en general. Uno de estos cuestionadores ha sido Dan Sperber, quien observa que tiene tan poco
sentido hablar de la comunicación en general como del movimiento "en general", abarcando tanto la conducta motriz de los seres
vivientes como las leyes gravitacionales y las caídas de los cuerpos. Para Sperber no tiene sentido crear una ciencia específica para
estudiar fenómenos tan genéricos y tan difíciles de delimitar de otros que, a su vez, serían no-comunicacionales.
103
personas que tienen hasta tres lenguas maternas. Uno de ellos ha sido George Steiner, un ensayista
muy lúcido que ha reflexionado especialmente en los problemas del lenguaje y de la traducción. Ha
escrito un libro muy interesante que se llama Después de Babel, en el que plantea por un lado una
crítica a Chomsky y por otro una serie de observaciones apasionantes sobre lo que implica cambiar de
un código a otro, pensar simultáneamente en tres lenguas diferentes, y de qué manera el pensamiento
se ve alterado cuando se realiza en una lengua o en otra.
11) La penúltima de las características es la "reflexividad". Esto es algo fundamental, y probablemente exclusivo y específico del lenguaje hablado. Que el lenguaje sea reflexivo quiere decir que se
puede referir a sí mismo. Se puede hablar acerca del lenguaje. Es bastante más difícil y rebuscado que
otra forma de expresión haga referencia a sí misma, aunque por supuesto como en todo existen
excepciones. Pero en principio se podría decir que el lenguaje es el único sistema semiológico que
naturalemente se puede referir a sí mismo.
12) La última característica,que también tiene su importancia, es la de "prevaricación". Prevaricar quiere decir mentir. El lenguaje hablado se puede usar, y de hecho se usa a menudo, para mentir o para dar información falsa. Esto pareciera ser una característica que algunos teóricos creen definitoria para circunscribir o diagnosticar que estamos en presencia de un sistema de signos. Umberto
Eco dice que un sistema de signos se puede usar para mentir y eso permite definirlo. Todo lo que no
permite mentir, por definición no ha de ser un sistema de signos sino que se tratará de otra cosa.
Es importante ir pensando hasta qué punto estas propiedades son definitorias y exclusivas del
lenguaje. Sugiero reflexionar sobre la existencia de otras formas de la comunicación humana (gestos,
manifestaciones artísticas, música, etc.) que posean en común algo que permita llamrlos lenguaje, y
que por ello se gane algo al estudiarlos con los mismos metodos que al lenguaje hablado. Esto es un
poco el objetivo que aquí tenemos para reproducir esta enumeración, y se trata de un punto sobre el
cual habremos de volver.
104
ELEMENTOS DE LINGUISTICA Y SEMIOTICA
PROF. CARLOS REYNOSO
[email protected]
2007
4. Gramática generativa transformacional. La crítica de Chomsky al estructuralismo
lingüístico y al conductismo. El desarrollo del modelo generativo transformacional: teoría estándar,
estándar extendida y estándar extendida y ampliada. Tendencias actuales: modelo del régimen y
ligazón, gramática léxico funcional y gramática relacional. Relevancia antropológica de las hipótesis
del innatismo y de la gramática universal. La polémica de Chomsky-Piaget. Modelos generativos en
antropología.
La revolución chomskyana
Desarrollaremos ahora el tema de la llamada "revolución lingüística", protagonizada por
Noam Avram Chomsky. Se trata de una revolución que, como ya les anticipara, tuvo lugar alrededor
de 1956 o 1957, que es cuando Chomsky arremete contra el paradigma dominante de la lingüística
norteamericana, que entonces era el modelo distribucional. Se esté a favor o en contra de Chomsky (y
todavía hoy las opiniones están divididas entre los lingüistas), podemos asegurar que la lingüística,
como disciplina científica, fue de una manera antes de Chomsky y de otra muy distinta después de él.
Lo que sucedió en 1956 fue ante todo la presentación de un sistema de análisis que modificó el
enfoque de los lingüistas con respecto al problema del lenguaje en general.
Tratemos de situarnos en el contexto. En 1956 Chomsky tenía menos de 30 años. Casualmente había nacido en 1928, el mismo año en que se funda el círculo Lingüistico de Praga, lo que es
decir también en la misma época en que en Estados Unidos se gestan las primeras manifestaciones, todavía muy preliminares y rudimentarias, de la lingüística descriptiva que vendría después.
Recordemos que la lingüística descriptiva se basa en la psicología conductista, y en un modelo
de la investigación científica entusiastamente sesgado hacia un positivismo a veces poco sutil. Chomsky no va a romper del todo con el positivismo, pero sí con el conductismo. Y lo ha de hacer como
parte de la elaboración del mismo modelo mediante el cual, según él, se refuta y se supera a la lingüística estructuralista. Notemos que Chomsky se opone tanto al estructuralismo en lingüística como
al conductismo, en ambos casos explícitamente. En otras palabras, el modelo de Chomsky se presenta
como una refutación del modelo estructuralista, sobre todo en lo metodológico, y del modelo conductista, sobre todo en lo filosófico.
Si prestamos atención a lo que dice Chomsky, la lingüística estructuralista englobaría tanto a
las escuelas que se originan en Saussure (como la escuela de Praga) como a la lingüística descriptiva
norteamericana, independientemente de que estas dos corrientes, en especial, se basen una en una
estrategia mentalista y la otra en una concepción materialista. Lo que pasa es que Chomsky define a la
lingüística estructuralista en un sentido muy amplio. El modelo que él formula busca presentar una
alternativa frente a la lingüística vigente, y en todo momento él es consciente de que, al hacerlo, está
fundando una nueva modalidad de estudio del lenguaje, e incluso una nueva modalidad de estudio en
general.
Lo significativo es que con el correr del tiempo, y no de mucho tiempo, el propio Chomsky
será considerado estructuralista por los que vengan después, y sobre todo será convertido en caso representativo o extremo del estructuralismo por parte de los sociolingüistas. Todas estas especificaciones tienen por objeto señalar lo delicado y lo relativo que es el uso de rótulos cuando uno se refiere a
105
una caracterización teórica, en particular cuando nos enfrentamos a una semblanza tan amplia que
concierne al estructuralismo en su conjunto. Ya veremos que las dos caracterizaciones, la que realiza
Chomsky de la lingüística estructural y la que realizan los sociolingüistas para considerar estructuralista a Chomsky, aunque opuestas, tienen ambas cierto fundamento.
Habíamos visto que el distribucionalismo trabaja en base a la noción de corpus. En opinión de
Chomsky, los que siguieron la línea de Bloomfield, conocidos como postbloomfieldianos, hasta llegar
al maestro mismo de Chomsky, Zellig Harris (uno de los principales sistematizadores y codificadores
del distribucionalismo), sentaron las bases metodológicas para una lingüística científica, pero lo
hicieron a costa de una serie de limitaciones.
Consideremos por empezar, el error que corresponde a la delimitación del objeto. El distribucionalismo toma como objeto un corpus. Chomsky dice que la lengua es algo muy distinto de un corpus. Un corpus, por definición, es un conjunto finito de frases, de enunciados, de casos. Chomsky
afirma que la característcica más básica de la lengua es que la productividad lingüística es infinita; se
pueden proferir infinidad de enunciados siempre diferentes, de modo tal que definir un conjunto de esos enunciados como corpus y actuar sobre ese corpus como si fuera un objeto científico sensato, según Chomsky, carece totalmente de sentido.
La lengua, dice Chomsky, es mucho más que un conjunto de enunciados. Incluso es más que
un conjunto infinito de enunciados. Lo que Chomsky va a definir de acá en adelante no es tanto la
lengua en sí, sino más bien la capacidad de producir enunciados en el interior de una lengua. Y a esto
lo va a llamar competencia lingüística. Competencia tiene aquí el sentido de capacidad, no de
competición. Una persona capaz de hablar una lengua es un hablante competente; y es esa habilidad,
esa competencia (una habilidad eminentemente psicológica) lo que Chomsky ha de poner en primer
plano.
La competencia lingüística es entonces la capacidad de producir enunciados pertenecientes a
una lengua determinada. Podríamos decir, más exactamente, que la competencia lingüística es el conocimiento, la capacidad, la posibilidad que tiene el hablante tanto de producir enunciados como de
distinguir entre los enunciados correctos desde un punto de vista gramatical y los que no lo son.
A partir de estos principios, Chomsky irá definiendo un modelo que explica la competencia
lingüística; se trata entonces de un modelo de la competencia lingüística, y ya no de un modelo que
describe una lengua, aunque ambas problemáticas estén sin duda mutuamente involucradas. Y aquí
vamos a marcar un detalle sumamente significativo: mientras los distribucionalistas de la línea de
Bloomfield trabajaron casi siempre con lenguas indígenas desconocidas o poco conocidas, Chomsky
va a construir todo su modelo en base al inglés, que es su propia lengua nativa. Eventualmente también introducirá algunas ejemplificaciones en hebreo, pero en general se puede decir que los lingüistas
de la línea chomskyana trabajan con su propia lengua, aunque también se han producido modelos
generativos de lenguas indígenas, orientales o antiguas.
Uno de los objetivos que se plantea Chomsky desde el inicio es que el modelo tiene que ser
capaz de explicar la competencia lingüística. Habíamos visto que el distribucionalismo norteamericano simplemente se proponía describir, pensando que los tiempos no estaban aún maduros para una
explicación científica de los hechos del lenguaje. Y aquí se marca una diferencia bastante notable
entre el descriptivismo bloomfieldiano y el modelo de Chomsky. La lingüística descriptiva era empirista, mientras que la lingüística explicativa que va a fundar Chomsky es explícitamente racionalista.
Notemos además que la lingüística bloomfieldiana se basa en el lenguaje como fenómeno externo,
observable, casi podríamos decir tangible, mientras que la lingüística chomskyana, al ser un modelo
de la competencia del hablante, se podría caracterizar como una especie de psicología; es un modelo
mental de la competencia lingüística.
Todo lo que vinimos diciendo hasta ahora, implica que para Chomsky un modelo de la competencia, un modelo de procesos mentales, puede y debe llegar a explicar los fenómenos lingüísticos ob106
servables. Pero no son los fenómenos lingüísticos observables el objeto del modelo. No es ese el tema
del cual se va a ocupar Chomsky, quien preferirá concentrarse en torno de los mecanismos que producen esos fenómenos. Y acá corresponde hablar de una de las distinciones fundamentales del modelo
de Chomsky: la diferencia entre competencia y performance (o ejecución). La perfomance atañe a los
fenómenos lingüísticos observables, mientras que la competencia corresponde a los mecanismos que
producen esos fenómenos. Existe cierta correspondencia también, y después vamos a ver por qué,
entre competencia y lengua en un sentido saussureano por un lado, y entre perfomance y habla, por el
otro.
A decir verdad, Chomsky no es un lingüista excesivamente fácil de asimilar y toda esta gramática que se origina con Chomsky acostumbraba ser hace unos años el tema tabú de esta materia. Podríamos decir que esa Gramática Generativa Transformacional, como se le llama a este modelo, acostumbraba aterrorizar a los antropólogos poco familiarizados con la lingüística. En realidad, el modelo
impresiona como algo mucho más difícil de lo que en realidad es, aunque las últimas elaboraciones
chomskyanas son genuinamente abstractas y dificultosas. Acá procuraremos clarificar el modelo de
Chomsky, no porque sea importante dentro de las teorías lingüísticas, que indudablemente lo es, sino
porque constituye una construcción científica, un esquema de explicación que se encuentra cada vez
con mayor frecuencia tanto en la lingüística como en otras ciencias. Y es un esquema de explicación
lo suficientemente general como para haber inspirado metodologías que no tienen nada que ver con el
lenguaje, o que tienen una relación con él sumamente indirecta.
Por poner algunos ejemplos, podemos mencionar un método desarrollado por Benjamin Colby, un antropólogo americano incorporado a la antropología simbólica, que analiza los relatos folklóricos de una tribu centroamericana (los ixil de Guatemala) en función de un modelo generativo inspirado en Chomsky. Ese modelo se expone en un libro clásico de los años 80, El Contador de los Días,
milagrosamente traducido al español. Existe también una serie de trabajos de Fredrik Barth, sumamente recientes, que desarrollan un modelo generativo del cambio social muy diferente del chomskyano, aunque remotamente basado en él. Han aplicado también modelos generativos Floyd Lounsbury,
el etnocientífico, y Mridula Durbin, una antropóloga hindú estudiosa del jainismo. En algunos dictados de esta materia los alumnos vieron en los prácticos un trabajo de Eliseo Verón en el que se desarrolla un modelo generativo del proceso ideológico; hay infinidad de casos más.
Veamos primero por qué la gramática de Chomsky se llama generativa. Lo que pasa es que
ahora tendría que salirme del libreto y explicar el fundamento mecánico de la gramática de Chomsky,
pero podríamos subrayar que todo este modelo chomskyano se denomina Gramática Generativa
Transformacional, y articular a partir deOsu nombre una buena caracterización sintética. Los tres
términos constituyen un excelente machete para los contenidos del modelo, pues sintetizan estos conSV
tenidos en el mero orden que están expuestos.
Chomsky se dio cuenta de que una descripción perfecta de un fenómeno lingüístico equivalía
SN de la producción de ese fenómeno. Si nosotros consideramos
formalmente a cierta caracterización
SN
descripciones de frases como ser: "los fenomenólogos distorsionan la antropología", unas frase eleA
N esta frase seV puede considerar
A
N dividida en una serie de dos
gida al azar, vamos a encontrar
que
segmentos a la que podríamos llamar "sintagma nominal" y "sintagma verbal".
Los fenomenólogos distorsionan la antropología
Que el sintagma Nominal se divide a la vez en un Artículo (A) y un nombre (N); que el
Sintagma Verbal (SV) se divide a su vez en un Verbo (V) y en otro sintagma Nominal (SN) y así
sucesivamente. Podemos expresar esto mismo en fórmulas:
O -> SN + SV
SN -> A + N
REGLAS GENERATIVAS
107
SV -> V + SN
Las expresiones con textura de fórmulas como las de este ejemplo denotan lo que se ha llamado reglas generativas. Comprendiendo esto se puede llegar a entender todo el modelo de Chomsky,
independientemente de que existan partículas y series gramaticales bastantes más complejas que las
del Artículo, Nombre o Verbo. Aquí no nos vamos a complicar la vida con cosas tales como Objeto
directo, pronominalización, anáfora ni nada semejante, porque si lo pensamos bien no hace falta
hacerlo para aprovechar y comprender antropológicamente el modelo.
Lo que advirtió Chomsky es que la descripción de un fenomeno lingüístico, en este caso de
una frase, equivalía a una serie de reglas o de procedimientos que dictaban como debía construirse
ese fenómeno. Si se lo piensa bien, una descripción que se aplica con regularidad no es algo muy
distinto de un conjunto de prescripciones. Decribir una frase en este sentido es lo mismo que decirle a
un hablante: "Si quiere producir una frase de este tipo, hay que unir un Sintagma Nominal y uno
verbal; si quiere producir un sintagma nominal hay que unir un Artículo y un nombre; si quiere
producir un sintagma verbal hay que vincular un verbo y un sintagma nominal", y así el resto.
Este es todo el misterio. La cosa puede ser un poco más complicada, puedo agregar otras
partículas y especies gramaticales, insertar adjetivos, etc; pero en definitiva esta parte descriptiva y al
mismo tiempo generativa del modelo chomskyano es la base de todo lo que va a venir después.
Chomsky se dará cuenta desde el comienzo que un modelo generativo, que es lo mismo que decir un
modelo descriptivo, puede llegar sólo hasta cierto punto; es necesario agregarle a estas reglas generativas otras reglas más, que se van a llamar reglas de transformación. De ahí el nombre, un tanto
pomposo, de Gramática Generativa Transformacional. En seguida explicaremos de dónde surge la necesidad de establecer otros tipos de reglas, y en qué radica la importancia de identificar la naturaleza
de las mismas.
Uno de los detalles que hay que anotar es que Chomsky se sitúa no a nivel de la fonología, de
la fonética o de la morfología, sino de la gramática. El considera que un modelo de la competencia
lingüística se tiene que situar desde un inicio en el nivel gramatical, y que en cierta forma los demás
niveles no pueden ser definidos de una manera taxativa; de ahí entonces que su modelo se llame también gramática y no otra cosa. Esta gramática vendría a abarcar aproximadamente lo que los lingüistas tradicionales llaman habitualmente sintaxis, aunque el concepto chomskyano de gramática es
en realidad un tanto más complejo que un modelo sintáctico.
Pasemos entonces a observar un poco más de cerca lo que se puede caracterizar como el
componente generativo dentro del modelo chomskyano. Las reglas generativas son absolutamente
elementales, es decir, tratan un elemento por vez. Examinemos de nuevo las fórmulas y comprobaremos que aunque a la derecha de la flecha o del signo => pueden haber varios símbolos, a la izquierda
siempre hay uno solo. Lo que arriba expusimos como una flecha quiere decir "se reescribe como': una
oración se reescribe como un sintagma nominal más un sintagma verbal. Es lo mismo que decir: "si
usted quiere producir una oración, ponga primero un sintagma nominal y luego un sintagma verbal".
Por eso este tipo de reglas se llamarán generativas, de reescritura o de Estructura de Frase20.
Dicho de otra forma: una Gramática Generativa se puede llamar también Gramática de Estructura de Frase. Lo más habitual en la representación de estas Reglas de Estructura de Frase, como
pueden advertir abriendo cualquier libro de Chomsky, es la representación en forma de árbol, como la
que vimos en la figura.
20
Un estudioso español, Carlos Peregrin Otero, ansioso de demostrar que él es más vivo que Chomsky, ha introducido en sus
traducciones el concepto de "estructura ahormacional", que no aparece en los originales y que es de significación confusa. Mi consejo
es que escapen de los libros de Otero como de la peste; una introducción preferible a la GGT es la de Christian Nique, incluida en la
bibliografía de la materia.
108
Los elementos terminales de ese árbol nos van a dar la frase. Eventualmente vamos a ver que
algunas Reglas de Estructura de Frase o Reglas Generativas son un poco más complejas, un poco más
atípicas, porque en lugar de agregar un elemento, por ejemplo, se lo suprime; pero en general el
procedimiento es siempre el mismo; se toma lo que se llama un símbolo por vez y se va despejando su
estructura interna.
Lo que quiere obtener Chomsky es verdaderamente un modelo tal que si se lo introdujera en
una computadora pueda llegar a producir todas las frases o todos los enunciados gramaticales que se
dan en una lengua determinada. Si uno introduce un conjunto de estas reglas en una computadora
puede llegar a producir ciertas frases, incluso frases bastante extensas o complejas; pero (y esto es lo
importante) no todas las frases ni los tipos de frase de una lengua real. ¿Por qué? Porque la
Gramática Generativa tiene varias limitaciones, y estas limitaciones son propias de todos los sistemas
generativos (o descriptivos) que analicen (o produzcan) su objeto mediante este tipo de
procedimientos.
Lo que estoy formulando aquí no es todavía una crítica de Chomsky, sino más bien la explicación que él mismo proporciona acerca de por qué una gramática no puede ser solamente generativa
y tiene que tener también reglas de transformación. El mérito de Chosmky no consiste en haber inventado el aspecto generativo de la gramática, sino en haber precisado sistemáticamente sus limitaciones.
Para Chomsky existen muchas gramáticas generativas posibles, y esto es verdad. El está muy
lejos de creer que la suya es la gramática generativa, ya que sabe muy bien que existen muchos modos de producir o describir un fenómeno. Las gramáticas generativas son las más utlilizadas en lingüística computacional, que es toda una especialidad que hasta tiene sus propias academias y publicaciones periódicas. Lo que va a proponer Chomsky concretamente es una Gramática Generativa peculiar que se va a llamar, como podía preverse, gramática generativa transformacional (o transformatoria). Y esto lo hace en función de una serie de consideraciones que ahora vamos a detallar.
Para esto es necesario puntualizar un poco más la naturaleza del modelo de Chomsky. El dice
que es necesario fabricar el modelo de una gramática que sea capaz de producir frases gramaticales
dentro de una lengua determinada. No unas cuantas frases sino todas las frases. Lo importante para
Chomsky es que esas frases tienen que ser gramaticalmente correctas. Es esencial entonces que la
gramática o el modelo de gramática no solamente produzca todas las frases correctas de una lengua,
sino que evite producir frases gramaticalmente incorrectas según los parámetros de esa lengua.
Chomsky elabora un exigente sistema formal, que se autoimpone dos exigencias: la adecuación
descriptiva, que exige que la gramática engendre efectivamente todos los enunciados de la lengua y
nada más que ellos, y la adecuación observacional, que estipula que pueda representarse en esta
gramática el saber intuitivo de los hablantes de una lengua. Una tercera exigencia, la adecuación
explicativa, vendría a estipular que la gramática debe arrojar información esencial sobre la facultad
humana del lenguaje y no debe contradecir lo que sobre ella se conoce.
Chomsky va un poco más lejos todavía, y define la competencia lingüística de la que
habíamos hablado como la capacidad innata para usar y para comprender la lengua; capacidad que
permite, obviamente, producir todas las frases gramaticales de esa lengua y comprenderlas, darse
cuenta de cuando una frase es correcta y cuando no lo es. Y aquí pasamos por uno de los puntos más
polémicos del modelo de Chomsky, quien incidentalmente les tengo que decir que es uno de los personajes más polémicos de la cultura norteamericana.
Lejos de ser un frío académico, Chomsky ha sido un personaje políticamente activo, un crítico
de la guerra de Vietnam en la década del 60, un enemigo de cierta intelectualidad norteamericana incrustada en las jerarquías académicas, e incluso actualmente un crítico mlitante y sumamente activo
de la política exterior norteamericana en general, y en especial en lo que concierne a Centroamérica y
al golfo pérsico. ¿Cómo encuadran juntos la fascinación científica por el racionalismo y la ciencia for109
mal y la pasión política y la militancia de izquierda? Chomsky sabe muy bien que sus procedimientos
en la política y en la lingüística no son que digamos demasiado homogéneos, aunque advierte que en
última instancia ambas actividades se refieren a problemas simétricos, cada uno de los cuales debe ser
abordado en forma específica.
Chomsky sitúa ambos problemas, el de la lengua y el de la política, en una esfera cognitiva, es
decir, en un ámbito referido al conocimiento. Ambas instancias, lengua y política, plantean problemas
opuestos. La lengua plantea el "problema de Platón", que consiste en explicar cómo es que conocemos tanto disponiendo de datos tan escasos y fragmentarios; la política plantea en cambio el "problema de Orwell"21, que consiste en explicar cómo comprendemos tan poco, a pesar de que poseemos
un conocimiento tan rico.
La hipótesis del innatismo
Estábamos hablando del carácter polémico del modelo de Chomsky, y lo más desafiante que
figura en ese enunciado acerca de la definición chomskyana de la competencia lingüística, es que
Chomsky asegura que esa capacidad de producción y de comprensión lingüística en cierta forma es
innata. Y este es el punto donde se opone más rotundamente a los conductistas.
Ellos decían que del hombre es como una tábula rasa, que carece de toda determinación biológica, sobre todo en lo que concierne a los problemas del conocimiento y del aprendizaje. Chomsky
dice que el hombre no viene al mundo como un tabula rasa, lingüísticamente hablando, o como un
hueco totalmente vacío y absolutamente programable, sino que ya trae incorporada una capacidad,
que es una capacidad específicamente lingüística. Va a decir también que esa competencia lingüística,
consiste en algo así como (o se la puede describir como si fuera) una gramática universal.
Esto tiene muchos costados, y ha sido sumamente discutido. En general yo les diría que no es
cuestión de decir que este modelo es absolutamente inverosímil y fantástico, por lo menos hasta que
no se consideren cuáles son las alternativas que otras teorías y otras corrientes ofrecen para explicar
el fenómeno del aprendizaje lingüístico. Ahora bien, ¿qué postula el cognitivismo en relación a esta
teoría?
Nosotros habíamos visto que el modelo básico del cognitivismo se origina en 1956, aproximadamente en el mismo momento en que Chomsky comienza a presentar este modelo de Gramática
Generativa Transformacional. Lo que sucede dentro de la corriente cognitivista en antropologia es:
por un lado, la corriente principal del cognitivismo no presta atención al modelo de Chomsky y sigue
trabajando de acuerdo con los modelos descriptivos tradicionales; por otro lado, uno de los lingüistas
y antropólogos que participaban en la antropología cognitiva, Floyd Lounsbury, reformula el modelo
de la antropología cognitiva, y en lugar de basarse en un análisis de tipo componencial descriptivo, se
basa en un análisis componencial modificado, de tipo generativo. Hasta ahí llega la incidencia de
Chomsky en lo que respecta a la antropología Cognitiva. De todas maneras el modelo de Lounsbury
es marginal dentro de esa corriente. De lo expuesto puede sacarse la conclusión de que, por los azares
del destino, la Nueva Etnografía era ya lingüísticamente vieja antes siquiera de empezar; desde el
punto de vista lingüístico, el surgimiento de la gramática chomskyana la convirtió en un anacronismo.
¿De dónde saca Chomsky lo innato? ¿Tiene que ver con Lévi-Strauss? El modelo de LéviStrauss no se basa tanto en capacidades innatas concretas y definidas, sino en una característica
biológica un poco más básica, que tiene que ver incluso con la oposición funcional de los hemisferios
21
George Orwell fue, como se sabe, un escritor inglés de tendencia trotskista que cuestionó al stalinismo en dos novelas célebres,
Rebelión en la Granja y 1984. La caracterización chomskyana del problema de Orwell tiene que ver con esta última novela, en la que
se describe la capacidad de un estado totalitario para imbuir creencias firmemente aceptadas, pese a estar en contradicción con los
hechos más obvios del problema del lenguaje.
110
cerebrales, con la importancia de las dicotomías en la simbolización humana, con el hecho de que la
codificación de la información cerebral sea (según algunos) de tipo binario, y con ideas semejantes.
Mientras Lévi-Strauss que la culminación de la lingüistica como ciencia se identifica con los
logros de la Escuela de Praga en la década del 20 y el 30, Chomsky va a proponer algo bastante
distinto. La pregunta es muy interesante porque la relación entre ambos, Chomsky y Lévi-Strauss, se
planteó alguna que otra vez. Aparentemente tanto Chomsky como Lévi-Strauss trabajaron con absoluta prescindencia uno del otro. Generaron modelos que pueden tener puntos en común pero también
discrepan abiertamente. Y después vamos a ver por qué, cuando caractericemos en qué consisten las
capacidades innatas, que se supone vienen incorporadas biológicamente al hombre.
Según la postura de Chomsky, esas capacidades asumen la forma de una gramática. Las personas cuando nacen no vienen con un pan, sino con una gramática bajo el brazo. Con una gramática
no transformacional todavía, pero por lo menos con una capacidad de producir frases, estrictamente
con una Gramática Generativa. Por supuesto que los niños no se ponen a producir frases apenas nacen; todavía no tienen los elementos sustantivos necesarios (como por ejemplo el léxico), aunque sí
poseen (y esto es lo polémico) las estructuras básicas que permitirían hacerlo.
Esta capacidad no tiene nada que ver con lo que sería un análisis gramatical como el que
acabamos de practicar, sino que es algo bastante más abstracto. Una gramática o un análisis gramatical no son en rigor las capacidades mismas, sino apenas un modelo de esas capacidades, una especificación estructurada de sus mecanismos. Hay que tener en cuenta que esa gramática universal que
uno traería incorporada cuando nace, es una especie de disposición, de capacidad para producir enunciados correctos dentro de una lengua. Esta capacidad es algo prodigioso, y ya vamos a ver por qué.
Existen numerosísimas razones por las cuales Chomsky dice que la capacidad lingüística es
innata. Una de ellas, la más importante, es que los que aprenden a hablar son los niños, cosa que en
general los conductistas parecían no haber advertido. El que aprende a hablar se supone que apenas
tiene uso de razón, como se diría desde ciertas orientaciones teológicas; carece de una capacidad de
abstracción desarrollada. El mismo Piaget, que se opone a Chomsky ardientemente, postula un modelo donde las capacidades de abstracción teóricamente necesarias para dominar el lenguaje aparecen
bastante más tarde de la edad en la que los niños aprenden a hablar. Los niños aprenden alrededor de
los dos años o un poco antes.
E insiste Chomsky en que los niños aprenden a hablar (y esto es algo que resulta muy difícil
de discutir) cualquiera sea la complejidad de la lengua en la que se desenvuelven, y cualquiera sea la
atención que se les preste en la enseñanza cultural del lenguaje. De hecho existen culturas donde la
educación lingüística recibe cierta atención por parte de la gente; en ocasiones se corrige a los niños
que emplean frases mal formadas, pero esto es indudablemente ocasional. Existen otras culturas, en
cambio, donde no se presta la menor atención a la corrección o incorrección de las expresiones lingüísticas de los niños, y sin embargo, en muy poco tiempo, los niños son capaces de expresarse correctamente. No me imagino a un yanomamö de la selva venezolana recriminarndo a su hijo que ha
utilizado mal el pluscuamperfecto. De hecho, nadie le dice a los niños cuáles son las reglas gramaticales, porque además todo el mundo ingnora cuáles son esas reglas. Nadie le enseña a los bebés que
para producir una frase tienen que juntar un sintagma nominal y un sintagma verbal, porque esa
misma prescripción no es consciente para los hablantes maduros, y hasta hace poco no estaba clara
siquiera para los lingüistas. Hasta el advenimiento de Chomsky, las gramáticas eran un amontonamiento amorfo de prescripciones asistemáticas.
Los conductistas decían que los niños estaban expuestos a un ambiente lingüístico, y a una
serie de prescripciones, de correcciones, de prácticas normativas, que les iban metiendo dentro de la
cabeza todos los elementos del lenguaje. Esta es algo así como una teoría del contagio, en la que el
aprendizaje lingüístico se consideraba explicado por contigüidad con un ambiente en el que se ha111
blaba. Y Chomsky demuestra prácticamente con suma facilidad, que las experiencias lingüísticas del
niño, el lenguaje que el niño escucha alrededor de él no tiene el carácter exhaustivo, sistemático y orientador que correspondería a una verdadera enseñanza. De hecho los niños aprenden sin que nadie
se preocupen rigurosamente por hacerles aprender el lenguaje. Aprenden de todas maneras, a pesar de
la ineficacia de la enseñanza adulta, casi en contra de ella.
Por supuesto, el léxico del niño va a ser mayor o menor conforme a las influencias contextuales. El niño no adivina el léxico. Utilizará con mayor o menor corrección determinados giros del
lenguaje; pero podríamos decir que la capacidad básica incluso está presente en niños con severas deficiencias orgánicas de retraso mental, o con dificultades mecánicas para producir el lenguaje.
Indudablemente que hace falta establecer un modelo que explique todo esto. Y Chomsky se arriesga a
especificarlo.
La gramática o la capacidad que tienen los niños para aprender el lenguaje, indudablemente
tiene que ser universal. Un niño puede ser sacado de su ambiente biológico, trasladado a un sitio
donde se impongan pautas lingüísticas sumamente distintas a las de sus progenitores, y sin embargo
va a aprender el lenguaje de todas maneras. Es decir, hay un núcleo. El núcleo que tiene que explicar
el modelo de Chomsky, hasta cierto punto corresponde a algo así como una gramática universal.
Cabría formular otra pregunta: ¿Qué pasa si el niño es apartado del ámbito social? Pues bien,
en general ese es un tema bastante mal estudiado. Aparentemente en esos casos no se desarrolla el
lenguaje. En los pocos casos conocidos de los llamados niños selváticos (muy mal documentados y
peor estudiados) se encontró que los niños culturalmente abandonados no desarrollaron el lenguaje o
lo hicieron muy mal. Pero en rigor no hay casos adecuados en los que uno pueda basarse para decir
qué sucede lingüísticamente cuando hay privación de contacto social. Existe por supuesto una
multitud de conjeturas al respecto, pero ningún modelo satisfactoriamente expuesto.
Todo esto no se contradice con lo del modelo innato, porque lo que dice Chomsky es que uno
viene al mundo con una especie de gramática universal incorporada, que va a ser una gramática generativa, abstracta, de determinadas características, y lo que sucede en el medio social es una especie de
acción de incidencia del ambiente lingüístico sobre esa gramática, que suscita una especie de reacción
lingüística por parte del niño. Para ponerse en funcionamiento, esa gramática innata tiene que ser estimulada de alguna manera. Para ese fin puede servir el ambiente lingüístico en el que el niño se desarrolla, que es algo que indudablemente existe y participa en el hecho de que esa gramática generativa
se ponga a producir frases. Pero este ambiente lingüístico en el que se mueve el niño es necesario,
pero no suficiente para explicar el proceso de aprendizaje, si prescindimos de la capacidad innata.
Reglas de transformación
Una gramática generativa, aunque incorpore complicados recursos para establecer sensibilidad
al contexto combinatorio, genera sólo una especie de combinatoria que no puede dar cuenta, ni de
lejos, de la complejidad de articulaciones de la sintaxis real.
Si alguno de ustedes se toma el trabajo de sentarse frente a una computadora y escribe un programa en estos términos, definiendo entidades tales como SN, SV, A, N, V, y después agrega toda
una serie de elementos a las pilas de entidades terminales, comprobará que se van a producir frases
que pueden llegar a ser gramaticales pero que son absolutamente incongruentes desde el punto de
vista del significado.
Las reglas de estructura de frase, que son el primer tipo de reglas que define Chomsky, no son
suficientes para explicar todas las series terminales o todos los fenómenos observables del lenguaje.
Sin embargo, estas reglas tienen una serie de características que las hacen de sumo interés. Una de
ellas, una de esas características que perminten potenciar el modelo generativo hasta cierto límite, es
la característica de la recursividad.
112
Esta característica implica que determinados elementos o terminos pueden entrar en la definición de otros. Una regla recursiva es una definición de un tipo tal que algunos de los elementos que se
definen, se definen en base a una versión diferente de ellos mismos. Una definición recursiva es casi
circular, pero no es circular estrictamente. Por ejemplo si nosotros decimos "los fenomenólogos distorsionan la antropología y los materialistas fabrican modelos inverificables", vamos a tener una especie de encadenamiento de frases tal que uno de los componentes de esa frase compleja sea otra
frase. Es decir vamos a tener una oración definida de esta manera:
O -> SN + SV + NEXO + O
El hecho de que la oración participe en la definición de la oración misma es lo que se
denomina recursividad. Eso sirve para explicar cosas tales como incrustaciones de frases dentro de
frases, y otros fenómenos gramaticales análogos. Desde un punto de vista generativo, se puede decir
que la complejidad de una frase tendría como causa el encadenamiento, encajamiento o anidamiento
de otras frases, la conexión sucesiva de diversas frases, etc.
El problema con las reglas generativas es que a pesar de la potencia de estructuras definicionales como las de recursividad, aquellas poseen una serie de limitaciones bastante grandes, en tanto
caracterización de la competencia lingüística. ¿Cuáles son esas limitaciones? Si nosotros decimos,
como en la frase que nos sirve de modelo, "los fenomenólogos distorsionan la antropología, y decimos por otra parte "la antropología es distorsionada por los fenomenólogos", tenemos dos frases que
prácticamente significan lo mismo, en español con un ligero cambio de énfasis, en inglés prácticamente sin cambio alguno, pero esas dos frases son de una estructura gramatical bastante distinta.
Es decir, el sentido profundo de esas frases es semejante, existe una analogía en el significado,
prácticamente una identidad, que no es reflejada gramaticalmente. Las reglas de estructura de frase no
nos permiten explicar, ni siquiera describir la relación que hay entre una frase y otra. Si nosotros
decimos, por ejemplo "Bórmida se contradice", y decimos "Bórmida contradice a Bórmida", o (en el
contexto adecuado) "él se contradice" las tres frases desde el punto de vista gramatical son distintas y
semánticamente son casi idénticas.
Lo que dice Chomsky, entonces, es que las reglas generativas, si bien dan cuenta hasta cierto
punto de la capacidad lingüística, no pueden explicar fenómenos lingüísticos sumamente relevantes y
comunes, como sería la relación entre una frase en voz pasiva y otra en voz activa; pero lo más grave
es que las reglas generativas no pueden resolver el problema de la ambigüedad. El problema de la
ambigüedad se daría, por ejemplo, en una frase del tipo "El temor de los ladrones". Ante una frase
semejante, salvo que hagamos una análisis contextual saliéndonos del modelo más allá de ella, no podemos saber si el hablante se refiere al miedo que se siente repecto a los ladrones, o al miedo que
sienten por alguna razón los ladrones. Este problema no es reflejado siquiera por la definición de las
reglas que generan esta frase.
Para poder saber a qué se refiere verdaderamente esa frase habría que examinar procesos que
no son inmediatamente observables, y que atañen a la relación entre el significado profundo de lo que
se quiere decir y la manifestación lingüística observable. El meollo de la frase, dirá Chosmky en algún
momento, es algo que podemos denominar su estructura profunda; la frase aparente, observable, posee una estructura de superficie. Estos dos conceptos complementarios no aparecen en los primeros
libros de Chosmky, sino en los que escribe a partir de los años 60, en los que va perfeccionando y
precisando su modelo. El más importante de estos libros es Aspectos de la Teoría de la Sintaxis, de
1965.
La estructura profunda tendría que ver no tanto con el significado, en los primeros modelos
de Chomsky, sino con la estructura gramatical básica de esa frase. Y aquí hay un cierto punto de
contacto entre Chomsky y los conductistas. Chomsky alega que, hasta cierto punto, la Gramática
Generativa Transformacional es un modelo que prescinde del problema del sigificado. Esto va a ser
muy problemático porque analizar qué quiere decir realmente una frase del tipo "el temor de los
113
ladrones" es un problema indudablemente semántico. En sus primeros ensayos, Chosmky creerá que
existe la posibilidad de representar toda la capacidad lingüística prescindiendo del significado. Esto,
por supuesto, si uno se mantiene a un cierto nivel de abstracción.
Tendríamos entonces una especie de gramática universal, o estructura profunda, que estaría
representada por las reglas generativas; pero esas reglas generativas no nos darían directamente las
frases registrables en una lengua, sino una especie de núcleo abstracto al cual se aplicarían luego una
serie de transformaciones, de las cuales resultarían las frases registrables en la lengua. Chomsky llega
a decir que las reglas generativas no engendran frases, sino "series básicas" que pueden (o no) ser
objeto ulterior de transformaciones. Esto es un poco complicado y lo voy a volver a explicar.
Lo que Chomsky quiere decir básicamente es que el núcleo del lenguaje, la estructura profunda, está constituida por una serie de frases sumamente abstractas. Hagamos de cuenta que una de ellas es la frase donde se define verdaderamente el significado de "el temor de los ladrones", y sobre
esa estructura profunda operan una serie de transformaciones que varían de una lengua a otra, y de
las que resultan las frases verdaderamente registrables. Esto quiere decir que para saber estrictamente
qué significa "el temor de los ladrones" como estructura de superficie, tendríamos que bucear hasta la
estructura profunda de esa frase, seguir su historia de transformaciones.
Chomsky considera que cada uno de nosotros tiene incorporado una gramática universal, que
en cierta forma se puede exponer en forma de reglas generativas, que es igual para los hablantes o
para los modelos de competencia lingüística de todas las lenguas, y que las diferencias van a estar
dadas por reglas de transformación, como las que modifican una frase en voz activa para llevarla a
voz pasiva, las que modifican una frase afirmativa para exponerla en forma interrogativa o negativa,
las que explican el fenómeno de la pronominalización, es decir el hecho de que yo pueda reemplazar
"los fenomenólogos distorsionan la antropología", por "ellos distorsionan la antropología" o "ellos la
distorsionan"; es decir la relación que habría entre una frase y la otra sería explicable a través de una
transformación.
Si ustedes tratan de hacer la prueba de pasar de la primera frase a la segunda mediante reglas
generativas, no van a poder hacerlo. Es, por decirlo así, matemáticamente imposible. Las reglas generativas se aplican a elementos, mientras que las reglas de transformación se aplican a estructuras ya
consumadas, como ser árboles, frases nucleares, frases profundas o terminadas, y las transforman.
De acuerdo con los supuestos de su teoría, Chomsky va a decir que la estructura profunda de
todas las lenguas es igual, y lo único que varían son las estructuras de superficie. O, dicho de otra
manera, que todas las lenguas se basan en las mismas reglas generativas, pero se diferencian porque
aplican distintas reglas transformacionales. Habría entonces dos niveles de análisis, dos tipos de reglas
básicas del modelo chomskyano. Existen muchos tipos de reglas de transformación (no vamos a detallarlas aquí) que tienen que ver con la sustitución, con la supresión de términos (como en el caso de
la pronominalización), con las permutaciones (la posibilidad de decir una frase tanto al revés como al
derecho), etc.
Siempre que se expulsa al significado, acaba penetrando de vuelta por la puerta trasera. El
problema es que este modelo no pudo permanecer completo con dos tipos de reglas y tuvo que
reconocer la existencia de un tercer tipo, que son las reglas llamadas de subcategorización. Es decir,
no hay dos, sino tres tipos de reglas: Generativas, de Transformación y de Subcategorización, que son
las peor definidas en el modelo chomskyano, porque son las encargadas de garantizar la coherencia
semántica, la lógica del significado de las frases.
Serían las encargadas de dar cuenta de una diferencia bastante sutil en algunos casos, entre lo
que es la corrección gramatical y lo que es la corrección semántica. Una frase "las nubes piensan" es
gramaticalmente correcta, pero semánticamente absurda, salvo en el lenguaje poético, el cual introduce, dicho sea de paso, dificultades adicionales. La frase "Ideas verdes incoloras duermen furiosamente" [colorless green ideas slept furiously], la utiliza Chomsky precisamente para explicar este tipo de
114
reglas de subcategorización, que garantizarían que este tipo de frases gramaticalmente correctas pero
semánticamente imposibles, no se produzcan en el interior de una lengua. Existen por supuesto
trabajos que contraponen a la idea chomskyana de las reglas de subcategorización la inmensa libertad
que caracteriza al lenguaje poético, donde uno puede decir frases tales como "las nubes piensan" o
"ideas verdes incoloras duermen furiosamente" sin ofender prácticamente a nadie.
El modelo de Chomsky sufrió toda una serie de transformaciones, valga la redundancia. Un
par de años después de publicados sus primeros textos en que presentaba la gramática generativa
transformacional, introdujo esa distinción fundamental entre las estructuras profundas y las estructuras de superficie, y un par de años después abandonó esa distinción. Podríamos decir que la
estructura lógica de la gramática actual de Chomsky es extremadamente compleja, al punto de que las
antiguamente llamadas estructuras profundas ya no son más frases, sino que son lo que él llama
formas lógicas, enormemente abstractas. En fin, este modelo se ha modificado sucesivas veces, un
poco al vaivén de las críticas, de los enfrentamientos entre lingüistas, de las polémicas, algunas de
ellas célebres como la que sostuvo Chomsky en 1974 con Piaget.
El modelo de Chomsky en general pasó por una serie de etapas que tampoco vamos a caracterizar con finura, porque la anécdota de sus cambios de idea tienen atractivo sólo para los especialistas. Ustedes podrán leer una serie de libros que exponen, por ejemplo, la teoría estándar de Chomsky, que después va a ser reemplazada por la teoría estándar extendida, y después por la teoría estándar extendida y ampliada, que son algunos de los nombres que sucesivamente van rotulando las
distintas posturas teóricas de Chomsky.
En la actualidad, cada una de las gramáticas, cada uno de los modelos presentados por
Chomsky, ha originado una escuela diferente. Algunos lingüistas se sintieron particularmente atraídos
por las reglas generativas, y crearon una teoría que se llama gramática generativa extendida, donde
pretenden dar cuenta de un montón de fenómenos del lenguaje en función exclusivamente de reglas
generativas. Lo mismo ha sucedido con otros aspectos y modalidades del trabajo chomskyano. Incluso la lingüística soviética reciente ha copiado (a veces sin reconocerlo) enormes porciones de las
teorías de Chomsky como si fueran desarrollos originales; pensemos, por ejemplo, en los trabajos de
Shaumian; la gramática chomskyana fue bien acogida en los países que hasta hace pocos meses estaban detrás de la cortina de hierro. A fin de cuentas, de Chomsky se podía decir muchas cosas,
excepto que fuera burgués y reaccionario.
La polémica con el conductismo
De hecho, podemos decir que toda la trayectoria de la gramática generativa transformacional
está signada por una serie de discusiones, algunas de las cuales son extremadamente interesantes
antropológicamente hablando. Una de las polémicas principales es la que sostiene Chomsky, bastante
tempranamente, hacia 1957, con F. B. Skinner, el pontífice del conductismo que había formulado una
teoría del aprendizaje lingüístico en términos conductistas.
En efecto, una de las pasiones de Chomsky por esa época va a ser la refutación ordenada y
sistemática de la teoría conductista del aprendizaje lingüístico. Chomsky siempre ha sido un polemista
feroz, aunque algunos de sus argumentos son bastante oscuros. Está muy claro, sin embargo, que él
se opone a la idea de que el comportamiento lingüístico sea un comportamiento más entre otros. Se
opone entonces a una idea que era básica en la lingüística descriptiva norteamericana, que era mayoritariamente conductista: para el conductismo, todos los aprendizajes son iguales, e incluso el aprendizaje de los animales no es algo diferente del aprendizaje humano, aparte de su menor complejidad y
riqueza. Chomsky dice que en tanto comportamiento, el comportamiento lingüístico es totalmente sui
generis, no tiene nada que ver con el resto del comportamiento en general. Chomsky incluso duda de
que se pueda hablar científicamente de algo así como el comportamiento en general.
115
Y esto tiene una consecuencia bastante grave. Porque lo que va a decir Chomsky es que si el
comportamiento lingüístico no es un comportamiento como cualquier otro, el aprendizaje lingüístico
tampoco es un aprendizaje como cualquier otro. Si el aprendizaje del lenguaje elude las generalidades
de la ley en materia de aprendizaje, quizá carezca de sentido imaginar que puede pensarse en un
aprendizaje en general.
La teoría conductista de Skinner, que explicaba o que pretendía explicar el aprendizaje lingüístico, decía que básicamente el comportamiento lingüístico era una especie de reacción o de
respuesta a un estímulo dado. Ese estímulo podía ser enormemente complejo, podía ser la situación
contextual global del hablante, sumada a su experiencia lingüística, pero de todas maneras, para
Skinner, existía la posibilidad de explicar un comportamiento verbal como una respuesta a un estímulo.
Consecuentemente, existía la posibilidad de predecir en determinadas condiciones contextuales, qué comportamiento lingüístico se iba a manifestar. En congruencia con su teoría del condicionamiento, Skinner dirá que, por ejemplo, es posible incitar a una persona para que diga "lápiz"; una de
las formas posibles es pedirle por favor que diga la palabra "lápiz". Desde un punto de vista objetivo,
dado que tenemos aquí algo que responde a una definición categórica de la situación experimental,
podemos decir que el hablante está respondiendo a un estímulo, está siguiendo en un todo el modelo
conductista.
Cuando Chomsky cuestiona todo este modelo, no duda en caricaturizar la postura de Skinner,
aunque no por ser casi humorística su lógica siga siendo demoledora. Chomsky apuesta, por ejemplo,
que serían mayores las posibilidades de que una persona diga "lápiz", utilizando la técnica conductista
de estimulación aversiva. Por ejemplo, apuntándole con un revólver en la cabeza y obligándolo a que
diga lápiz. O mediante una especie de truco, dándole un block y diciéndole que escriba algo; entonces
la persona no va a tener más remedio que pedir un lápiz o algo parecido. Dice que habría que darle un
block pero no un lápiz, y ofrecerle una buena recompensa por dibujar un gato. También seria útil, dice
Chomsky, ponerle una serie de voces de fondo, que fueran diciendo "lápiz, lápiz...", o grandes
letreros con la palabra lápiz", y así sucesivamente.
En tal caso, Chomsky garantiza que Skinner diría que es muy probable que la persona diga
lápiz. Indudablemente existe cierta caricatura en la caracterización que Chomsky hace de la teoría de
Skinner, pero por otro lado, existe también cierto simplismo en la teoría conductista del aprendizaje.
Y este es el punto de palanca en que se apoya Chomsky para hacer más elocuente su ejercicio de
refutación.
Chomsky además se opone a la idea de que el lenguaje sea una propiedad de otros animales o
de otros seres vivientes aparte del hombre. La concepción filosófica global de Chomsky define el
lenguaje como una propiedad específica del hombre, determinada biológicamente por cierto, pero no
ligada inmediatamente a ningún antecedente en todo el resto del mundo animal. Ultimamente hay una
serie de trabajos de etólogos que atribuyen rudimentos de lenguaje a los chimpancés, y tal vez a los
gorilas. Hay toda una serie de trabajos de Premack sobre todo, muy discutibles, pero de indudable
interés, que reseñan ensayos experimentales tendientes a enseñarles a los chimpancés a utlizar algo
que puede llegar a ser definido como lenguaje. Y esto es algo que Chomsky básicamente no puede
aceptar.
Chomsky incluso se vuelve a burlar de las teorías que atribuyen capacidades lingüísticas a los
simios, a los gorilas, a los chimpancés, y compara estas ideas a una tradición antigua que afirmaba que
los monos podían hablar, pero que no lo hacían por miedo a que les asignaran un empleo y los
obligaran a trabajar. Teoría que existió verdaderamente.
Una de las cosas que va a negar Chomsky, y que la sigue negando hasta la actualidad, es que
el lenguaje tenga una función determinada, es decir que sea un comportamiento orientado a satisfacer
una función. función que habitualmente se define como comunicación. Aunque pueda decirse que
116
Chomsky sigue siendo estructuralista, lo concreto es que ha tomado buena distancia del funcionalismo. En rigor, Chomsky es uno de los grandes enemigos de las teorías comunicacionales en general,
las cuales tienden a concebir un universo de fenómenos análogos al lenguaje, y que reducen al
lenguaje a una forma más de comunicación entre otras formas posibles.
Chomsky es entonces un enemigo natural de los razonamientos semióticos, y ha llegado a negar con distintos argumentos que el lenguaje sea una capacidad que sirve a los fines de la comunicación humana. Chomsky propone otras funciones que no son comunicativas y que serían tanto o más
importantes que éstas: la función expresiva, la posibilidad de otorgar cuerpo y tangibilidad al pensamiento, etc.
El punto más cuestionable y más cuestionado del modelo de Chomsky, aparte de su formalismo, y aparte de sus relaciones ambiguas con el significado, tiene que ver con la famosa hipótesis del
innatismo. Algunos críticos se han preguntado hasta qué punto es necesario vincular formalmente todo el aparato de las reglas generativas y transformacionales con una teoría innatista. Otros han argumentado que es posible tomar la parte formal de las teorías de Chomsky, dejando a un costado todos
los aspectos "filosóficos" o conjeturales, y entre ellos la hipótesis del innatismo.
Otras de las objeciones que se han hecho es que el modelo chomskyano, pese a que en un
inicio pretendía una cuota de realismo superior a la del descriptivismo con su inaceptable concepción
del corpus, etcétera, ha acabado por convertirse en una idealización inaceptable de los hechos de lenguaje. El modelo de la competencia lingüística de Chomsky es un modelo idealizado, que corresponde a la capacidad lingüística de un hablante ideal, y esto es explícito. Chomsky se propone no
explicar todos y cada uno de los matices que se dan en el habla verdadera, sino construir un modelo,
lo más poderoso posible, de la competencia lingüística de un hablante ideal, en una comunidad
lingüística ideal, que tiene límites perfectamente definidos, en la que no se hablan dialectos, en la que
la lengua no se contamina con criterios transformacionales provenientes de otras lenguas, no evoluciona en el tiempo, no se cometen errores, etc.
El modelo de chomsky, entonces, es un modelo no solamente abstracto, sino consciente y
controladamente idealizado; este va a ser uno de los puntos cuestionados más centralmente por los
sociolingüistas y por los partidarios de la lingüística del habla, los que van a constituir el eslabón siguiente de la teorización lingüística.
Habíamos dicho que la Gramática Generativa de Chomsky, que se formula públicamente en
1957, a través del texto Estructuras Sintácticas, origina una revolución en la que se inscribe gran
parte de la nueva promoción de lingüistas norteamericanos. La mayor parte de los lingüstas tradicionales o convencionales siguen aproximadamente en los lineamientos de la escuela idealista o de la
materialista; pero de todos modos, Chomsky, ya a fines de la década del 50, se ha convertido en una
referencia casi inevitable.
El texto original de Chomsky, Estructuras Sintácticas, es un texto extremadamente denso, de
carácter axiomático, y corresponde a un resumen de una obra de chomsky mucho más extensa y mucho más formal, que fue publicada recién años más tarde, y que constituye el punto culminante de la
experiencia de Chomsky en materia de formalización del lenguaje. En 1965 sale el segundo gran texto
de Chomsky, que se llama Aspectos de la teoría de la sintaxis, y después se van sucediendo una serie
de numerosos estudios donde el modelo es enriquecido, y no pocas veces modificado.
Nosotros habíamos hablado de una Teoría Estándar, que es la teoría que queda relativamente
cristalizada en el texto de 1965. Con el correr del tiempo esta teoría es sucedida por la Teoría
Standar Extendida, la Teoría de Standar Extendida y Ampliada, y otras teorías más, no siempre
bautizadas con un nombre específico. Después Chomsky abandonó la Teoría Estándar y generó una
serie de teorías más o menos complementarias, como por ejemplo la teoría del Régimen y Ligazón,
cuyos textos básicos se encuentran fragmentariamente traducidos y en venta para quien tenga la
117
inquietud de profundizar en estos temas. Existe también una Teoría de la Barra y otras elaboraciones
más específicas, que atañen a aspectos más circunscriptos del lenguaje.
No pretendo que de esta materia se decante un conocimiento verdaderamente acabado de lo
que es el modelo de Chomsky, porque eso obligaría a incursionar en tecnicismos de gramática; me
conformo con que tengan una idea general y que intuyan la naturaleza de las elaboraciones formales
que Chomsky introduce, por más discutibles que puedan ser.
Chomsky explica por primera vez propiedades del lenguaje, tales como la recursividad, que no
habían recibido antes de él un tratamiento formal. La recursividad, como habíamos visto, permitiría
explicar fenómenos tales como la incrustación o la ramificación, que por analogía con Lévi-Strauss
podríamos caracterizar como estructuras complejas.
Existen diversos tipos de ramificación lingüística definidos por Chomsky, algunos de los cuales aparecen en ciertas lenguas y en otras no. Por ejemplo, en el castellano aparece un tipo de ramificación estructural de la frase que tiene aproximadamente la misma estructura que el cuento de la buena pipa. Frases tales como: "Este es el gato que agarró a la gata, que se comió el queso que se compró la chica que se puso el vestido que hizo la modista...". La frase del ejemplo es lo que se llama una
ramificación a la derecha o dextrógira. No hay en castellano, que yo sepa, ramificaciones o recursiones a izquierda. La formalización de ambos tipos de ramificaciones o incrustaciones, constituye
una definición analítica que, incorporada a la gramática, permite dar cuenta de frases aparentemente
complejas, reduciéndolas en última instancia a procedimientos transformacionales relativamente
simples.
Creo haber dicho que Chomsky participa del ideario racionalista. El intenta proporcionar un
modelo de un aspecto fundamental de la mente humana. Se trata entonces de un modelo que tiene un
fuerte componente psicológico, aunque la caracterización de sus articulaciones esenciales sea más
lingüística que otra cosa. Así como habíamos visto que Saussure incorporaba la lingüística dentro de
la psicología social, Chomsky la inscribe dentro de la psicología cognitiva, que no debe ser confundida en ningún momento con la antropología cognitiva que hemos revisado en clases anteriores.
La psicología cognitiva, en sus periodos iniciales por lo menos, compara la mente humana con
un mecanismo procesador de infromacion, y más concretamente con una computadora. No con una
computadora específica, sino con un mecanismo abstracto capaz de procesar información de explicar
o describir aspectos de la memoria y del conocimiento. La mayor parte de los modelos de la psicología cognitiva son modelos que se sirven de metáforas o términos computacionales, y es dentro de
esta corriente que Chomsky inscribe, por lo menos inicialmente, su Gramática Generativa Transformacional.
El racionalismo de Chomsky queda todavía más asentado cuando él proporciona un paralelismo entre su modelo lingüístico y el de la llamada escuela de Port Royal. Esta era una escuela de análisis del lenguaje del siglo XVII, que estaba influida por todo el espíritu del racionalismo cartesiano.
El trabajo de Chomsky se llama Lingüística Cartesiana y destaca las afinidades entre lo que podríamos llamar una concepción cartesiana del lenguaje y la suya propia.
Una de las ambiciones de Chomsky es proporcionar simultáneamente una caracterización de la
gramática universal que viene incorporada como mecanismo o como predisposición innata de todas
las personas, y después derivar de esa gramática universal, mediante Reglas de transformación, todas
las frases posibles en todas las lenguas, o todas las manifestaciones lingüísticas en cualquier lengua.
Aspira a realizar un modelo que sea un modelo particular y exhaustivo de la gramática universal, al cual se va a agregar una especie de teoría general o de complemento, que le va a permitir a
ese modelo reproducir la conducta lingüística de los hablantes. Tiene que ser un modelo lo suficientemente amplio y abstracto como para que no se venga abajo cuando se le presenten dos o tres excep118
ciones o rarezas, aunque hay que reconocer que el trabajo de Chomsky para incorporar los aspectos
más complicados de la sintaxis ha sido realmente titánico.
Chomsky no va a pretender que el modelo verdaderamente produzca todas las frases que se
pueden registrar, sino que se va a contentar con un modelo que aproximadamente reproduzca la capacidad humana del lenguaje. Para esto va a ser necesario por supuesto idealizar bastante la situación.
Chomsky no pretende fabricar un modelo computacional o matemático o lo que sea que verdaderamente imite la forma de hablar de cada una de las personas, sino que se contenta con que ese modelo
se comporte como representación de una especie de hablante ideal.
Uno de los sacrificios que vuelve a hacer Chomsky, desde el punto de vista empirista, es el de
la diacronía. El hace un modelo sincrónico. Un modelo que no explica el cambio lingüístico y la evolución de las lenguas, ni nada que se le parezca22. Todo este proceso de las reglas que aparentemente
generan frases o estructuras profundas que a su vez son transformadas y que después reciben un tratamiento subcategorial para tener coherencia semántica, no constituye un modelo verdaderamente
dinámico, que pueda explicar cosas tales como la historia de una lengua, sino un análisis de una
lengua en un momento dado. Esto es fundamental.
Posiblemente el modelo de una gramática universal tenga que ser necesariamente atemporal.
Es decir, el hecho de que la lengua evolucione o no evolucione no forma parte del núcleo del modelo
que sería el que daría cuenta de esa gramática universal. Estos factores, es decir: el hecho de que el
modelo sea sincrónico y racionalista, el hecho de que defina un hablante ideal, lenguas ideales,
comunidades lingüísticas ideales en definitiva; todos estos factores hacen que Chomsky haya sido
englobado, a pesar de sus protestas, dentro del estructuralismo lingüístico.
El estructuralismo se puede definir, como ya vamos viendo de diversas maneras. Si nosostros
decimos que el estructuralismo se ocupa de estructuras subyacentes o de modelos ideales, el estructuralismo es eminentemente sincrónico y eminentemente racionalista, Chomsky es un estructuralista
más. Ademas Chomsky coincide con el estructuralismo porque concede una importancia secundaria al
estudio del significado. Esto es importante, porque casi todas las tendencias que nosotros estuvimos
viendo con la posible excepción de la antropología cognitiva, no conceden al significado una importancia central. De hecho, la semántica es la parte menos desarrollada de toda la lingüística en general,
están mucho más avanzados los estudios fonológicos que los estudios semánticos, y eso en casi todos
los modelos teóricos.
Chomsky deja de lado el problema del significado porque no puede ser introducido claramente
en el modelo. Las definiciones de los elementos que componen el lenguaje, como por ejemplo, nombre, verbo, adjetivo, etc., son definiciones puramente sintácticas, podríamos decir posicionales, y definiciones en cierto sentido bastante abstractas. Y esto porque las definiciones semánticas tradicionales
que a nosotros nos enseñan desde la escuela primaria, como ser que los nombres o los sustantivos
expresan cosas, los verbos acciones, los adjetivos cualidades, si lo miramos bien no funciona. Y esta
es una de las razones por las que Chomsky elude este tipo de definiciones. Las definiciones clásicas
no funcionan porque "gentileza", que es un nombre, expresa una cualidad. "Carrera", que es un sustantivo, expresa una acción. Si ustedes empiezan a mirar el lenguaje de esa manera van a encontrar
que esas definiciones tradicionales no sirven para nada.
De todas formas, con el modelo de Chomsky pasa lo mismo que pasó con otras teorías que
prescinden del significado. El hecho es que con el correr del tiempo Chomsky va introduciendo cada
vez más el significado en su modelo. Echando una visión de conjunto, es fácil observar que la mayor
22
Aunque existe, de hecho, una lingüística histórica que utiliza procedimientos y principios analíticos de la gramática generativa
transformacional.
119
parte de las discusiones y de las polémicas en el interior de esa escuela se deben a discrepancias con
respecto al tratamiento del significado.
Si prestamos atención al primer modelo de Chomsky, que está esbozado a través de esas
reglas (y sobre todo de las dos primeras, las de reescritura y las transformacionales), veremos que lo
que se genera a través de ellas es una especie de entidad sintáctica, puramente sintáctica. Pero cuando
Chomsky empieza a ahondar en el problema de las transformaciones, por ejemplo la transformación
de voz activa en voz pasiva, cuando se empieza a ocupar del problema de la ambigüedad, como vimos
con la frase "el temor de los ladrones", indudablemente se tiene que ocupar a pesar suyo y cada vez
con mayor frecuencia y detalle del problema del significado.
En inglés, la voz pasiva y la voz activa tienen un significado que se parece mucho más entre sí
de lo que es el caso en castellano. Si nosotros decimos "Juan golpea al perro" y decimos "el perro es
golpeado por Juan", tenemos un cambio de énfasis, de foco, que en español es bastante perceptible.
En inglés el significado no varía. Y este tipo de fenómenos, según los críticos, puede servir de base
para cuestionar gran parte de la lingüística chomskyana.
Primero que nada, el hecho que el significado tenga que considerarse a fin de cuentas. Para
poder hablar de voz activa y pasiva, para poder considerar que las frases antes mencionadas se refieren a la misma cosa, indudablemente hay que tratar el problema del significado, hay que utilizar el
significado como parámetro, como referencia. Como quiera que sea, el modelo de Chomsky se va
transformando, dando material a una amplia variedad de escuelas; en la actualidad él es uno de los
lingüistas más productivos y más respetados, pero posiblemente ya no sea quien lidere el consenso
mundial.
Con la Gramática Generativa Transformacional se cierra una trayectoria que si bien es enormemente amplia, variada, sumamente rica en formulaciones, en conceptos, en modelos, está afectada
por una serie de limitaciones que se van a manifestar públicamente hacia 1970. Me refiero a todos los
modelos que hemos visto desde Saussure en adelante, Chomsky incluído.
Una de esas limitaciones, compartida por todos estos modelos, atañe al problema del cambio
lingüístico. Ninguno de ellos explica o ni siquiera describe razonablemente la evolución o el origen de
las lenguas. Todos los modelos, casi sin excepción, son sincrónicos. Y la limitación más estremecedora de estos modelos, la más inquietante, es que lo más que llegan a explicar o describir es la frase.
Las gramáticas no consisten en general en modelos que puedan a llegar a explicar lo que ahora se llama un texto o un discurso, sino que en el mejor de los casos llegan a hacerlo con frases, como es el
caso de Chomsky. La gramática de Chomsky genera todas las frases gramaticales de una lengua, no
genera presuntamente las no gramaticales, pero no explica ni describe la relación entre una frase y
otra. Es decir, no puede abordar lo que se conoce como texto o discurso, o más precisamente, la
enunciación, el lenguaje real tal como se da en una conversación o en un libro.
Esta es una limitación realmente grande. Tenemos que los modelos, tan laboriosamente desarrollados por la lingüística a lo largo de prácticamente 80 años, se detienen, incluso en sus versiones
más formalizadas, dentro de los límites de la frase. La teoría del lenguaje para la mayor parte de las
teorías lingüísticas no es una teoría del lenguaje sino una teoría de la frase.
Y por otro lado, todos estos modelos, en mayor o menor grado, son modelos ideales. El lenguaje real podemos decir que está ausente. Se refieren a entidades tales como lenguas o idiomas, que
como vamos a ver son sumamente difíciles y hasta imposibles de definir. La tendencia que va a oponerse a todas estas escuelas lingüísticas, y que ha de generar prácticamente una disciplina nueva, es la
que se conoce como sociolingüística. De ella nos ocuparemos en las siguientes clases.
Ultimo momento
120
Según el consenso casi universalmente aceptado, la batalla entre Chomsky y los conductistas
se dirimió en favor de aquél. Sin embargo, en los últimos 5 o 6 años, en el terreno de la Inteligencia
Artificial, ocurrieron una serie de acontecimientos que determinarían transformaciones revolucionarias en las ciencias de la conducta si éstas fueran sensibles a las demostraciones científicas.
El caso es que en la Inteligencia Artificial existieron desde siempre dos tendencias antagónicas. La primera de ellas, que podríamos llamar "teoría de los sistemas lógicos de símbolos", pensaba
que para reproducir las capacidades de la inteligencia humana en una máquina había que introducir en
un programa un número suficiente de reglas lógicas de especificación. Esta primera teoría alcanzó
logros muy importantes, como los "sistemas expertos", capaces de reproducir comportamientos diagnósticos muy refinados. La segunda teoría, llamada "teoría emergentista", "darwinismo neuronal"23 o
"redes neuronales", pensaba que para reproducir en una máquina características de inteligencia lo único que había que hacer era reproducir la estructura biológica del cerebro humano: neuronas conectadas en sinapsis con valores de peso sináptico entre ellas. Convenientemente expuestas a estímulos, las
redes neuronales artificiales serían capaces de "aprender" habilidades tales como hablar, conducir un
vehículo o reconocer visualmente fórmulas, capacidades que se habían mostrado refractarias a los sistemas lógicos de símbolos. Durante un largo período, esta segunda teoría pareció fracasar, hasta que
en los últimos años, modificando ligeramente ciertas premisas estructurales en el diseño de las redes,
alcanzó un triunfo fulminante.
Fácilmente podemos ver que la primera teoría tiene la misma configuración que las gramáticas
chomskyanas: un conjunto de reglas de especificación. Esta teoría presupone que se puede "tener una
teoría" (vale decir una descripción mecánica) de lo que hay dentro del cerebro, que en el caso del
lenguaje será una gramática. También podemos ver que la segunda teoría posee el mismo aire de la
caja negra y de los principios de aprendizaje del conductismo. Enseñar a una red neuronal (vacía de
estructuras innatas específicas consistentes en reglas) reproduce las pautas de aprendizaje del laboratorio conductista.
No podemos aquí penetrar en el detalle de este debate teórico, que ustedes pueden encontrar
expuesto en un libro que yo edité y que se llama El Nuevo Debate de la Inteligencia Artificial. Redes
Neuronales y Sistemas Simbólicos (México, Gedisa, 1993). Pero una cosa está clara: la teoría conductista del aprendizaje lingüístico, contra lo que todo el mundo esperaba, demostró ser correcta, y se
ha verificado hasta el hartazgo, aunque todos nuestros intelectuales lo ignoren. Hoy en día las redes
neuronales se usan rutinariamente para reconocimiento de patrones complejos, segmentación lingüística, modelización del sentido común y otras tareas imposibles de describir mediante un número finito
de reglas. Alguna vez habrá que sacar la conclusión debida de todo esto.
23
Porque el aprendizaje es adaptativo y emergente, y porque se lo puede concebir como la supervivencia de las capacidades
intelectuales más aptas.
121
ELEMENTOS DE LINGÜISTICA Y SEMIOTICA
Prof. Carlos Reynoso
[email protected]
2007
6. Sociedad, lenguaje y comunicación. Teorías integrativas.
a) El lenguaje y el "contexto de situación": orígenes y desarrollo de la sociolingüística inglesa (Malinowski,
Firth, Halliday, Bernstein).
b) Códigos restringidos y elaborados. Teorías y polémicas en la sociolingüística y la sociología del lenguaje
norteamericana (Labov, Fishman).
c) Pragmática y lingüística del habla. Austin y los actos de habla. Dell Hymes: etnografía del habla y
etnografía de la comunicación. Tendencias actuales de la pragmática.
d) Teoría y práctica del análisis del discurso, la conversación y el análisis de contenido.
Criticas sociológicas de la lingüística
Las limitaciones de la lingüística convencional comienzan a hacerse patentes a mediados y
fines de los años 60. Algunas son sorprendentes, y da la sensación que los lingüistas no hubieran reparado en ellas. He aquí que los modelos tan laboriosamente desarrollados por la lingüística a lo largo
de prácticamente 80 años, se detienen, incluso en sus versiones más formalizadas, dentro de los
límites de la frase. Resulta entonces que la alardeada teoría del lenguaje de la mayor parte de las
corrientes lingüísticas no es en rigor una teoría del lenguaje sino una teoría de la frase. Por otro lado,
todos los modelos de la lingüística convencional, en mayor o menor grado, son modelos ideales, muy
indirectamente relacionados con la realidad lingüística. Podemos decir que el lenguaje real está
ausente de estos marcos teóricos. Los modelos de la lingüística se refieren a entidades tales como
lenguas o idiomas, que como vamos a ver son difíciles y hasta imposibles de definir con algún rigor.
El movimiento que ha de oponerse a todas las escuelas lingüísticas tradicionales, y que generará prácticamente una disciplina nueva, es el que se conoce como sociolingüística. La
sociolingüística no es una tendencia o un modelo, sino más bien un conjunto de teorías y prácticas
que establecen la necesidad de vincular lo lingüístico con lo social.
Los modelos y teorías que vimos hasta ahora excluyen al contexto, es decir, excluyen el ambiente social donde se manifiesta el lenguaje, o no lo consideran parte del problema. Prácticamente
todas las teorías lingüísticas entrevistas consideran que la sociedad es un conjunto de individuos, y se
detienen ahí. Así conceptualizado, ese conjunto de individuos no tiene ninguna característica propia
que resulte del hecho de constituir una sociedad. Y es de esta manera que numerosas categorías de la
lingüística tradicional comienzan a revelarse imperfectas cuando se analizan sus aspectos sociales.
Por ejemplo, la noción de lengua misma, en el sentido de idioma, es sumamente cuestionable,
porque los límites de una lengua cualquiera son extremadamente imprecisos. Como categoría
analítica, un concepto como el de lengua es muy difícil de operacionalizar. La lengua castellana, por
poner un ejemplo claro, incluye manifestaciones lingüísticas sumamente diversas. La forma de hablar
de los españoles del norte, de los andaluces o de los colombianos, chilenos o argentinos, no solamente difiere en algunas cuestiones de léxico, sino que exhibe diferencias estructurales bastante apreciables. Si consideramos históricamente los límites de una lengua, las transiciones de fase entre el castellano antiguo y el moderno, son harto difusas, nebulosas. Una lengua es algo muy difícil de aislar o
de analizar en términos inequívocos.
122
Y más difícil todavía es diferenciar una lengua de un dialecto. Esta definición es
absolutamente equivocada. Mucha gente considera que la versión del italiano que se habla en Roma
es el italiano, y la que se habla en Nápoles o en Calabria es un dialecto, una versión deformada,
inexacta o no del todo correspondiente con el italiano del Lacio. Un napolitano o un calabrés hablan,
de acuerdo con este razonamiento, un italiano "cerrado", "torcido", "atravesado" o "incomprensible".
Pero de hecho todos son dialectos, incluso el romano. Si lo pensamos bien no hay lenguas por un lado
y dialectos por el otro, sino que o bien son todos dialectos que por una razón histórica u otra se imponen como lengua nacional, o bien son todas directamente lenguas. La diferencia entre una lengua y
un dialecto es de carácter histórico y totalmente accidental: una lengua, se ha dicho, es un dialecto
con un ejército. El hecho que se hable o que se imponga una versión estándar por encima de otra no
tiene nada que ver con su mayor perfeccion o sistematicidad.
Lo mismo puede decirse con respecto a la lengua estándar, y a propósito de determinadas
manifestaciones lingüísticas a que han sido llamadas subestándar por estimarse que son inferiores a la
versión oficial de una lengua determinada. Por ejemplo en Nueva York se habla en inglés, que es la
lengua estándar, y según algunos lingüistas los negros de Harlem hablan una modalidad totalmente
deformada del inglés, que no pocos estudiosos consideran subestándar. Con esta expresión peyorativa
se denota una versión prácticamente infantil, esquemática o caricaturesca de lo que se supone que es
la lengua estándar.
Y estos razonamientos son absolutamente equivocados, o por lo menos discutibles. Los sociolingüistas descubrirán posteriormente, que los códigos lingüísticos de Harlem son tan ricos y tan
sistemáticos como los de los intelectuales de Nueva York, independientemente de que el léxico de los
negros de Harlem (el vocabulario técnico sobre todo) pueda no estar tan desarrollado.
Uno de los aspectos sobre el que los sociolingüistas van a insistir es en el hecho de que en el
interior de las llamadas lenguas, el español, el italiano, el inglés o cualquier otra, no existe una uniformidad general, sino que existen una serie de dialectos o sociolectos, relacionados con la clase, con la
edad, eventualmente con el sexo o con la ocupación; hay asimismo jergas profesionales y modalidades
idiomáticas de vida transitoria.
Habíamos dicho que la sociolingüística no es una teoría, sino un conjunto de orientaciones,
una serie de escuelas o de estudiosos independientes, o ciertas maneras de enfrentarse con el
problema del lenguaje, que tratan de evitar, por encima de todo, la idealización o la abstracción que
caracterizó a la lingüística en su conjunto. Y a través de los cuestionamientos iniciales y de los
estudios posteriores, la sociolingüística descubre todo un universo nuevo de estudio del lenguaje. Por
una vez, la crítica, en lugar de cerrar un panorama, abre o inaugura otro más grande.
La lingüística se sigue practicando, se siguen haciendo estudios del lenguaje de tipo abstracto,
matemático, computacional. Pero también se reconoce ahora legitimidad a un estudio tal vez teóricamente más difuso, metodológicamente más complicado, más difícil, de hecho menos avanzado y poco
formalizado, que incorpora todos estos fenómenos históricos, sociales, culturales y eventualmente
políticos, al estudio del lenguaje.
La sociolingüística no surge de golpe. Existen algunos antecedentes. Algunos lingüistas o
ensayistas que analizaron por ejemplo los lenguajes autoritarios del fascismo o de la Alemania nazi,
antes que se comenzara a hablar de sociolingüística. Pero desde 1960 o 70, la sociolingüística es una
realidad. Es una formulación que incluso tiene sus propios congresos, sus propias publicaciones periódicas; y ustedes saben que cuando una disciplina publica varias revistas permanentes ya queda casi
definitivamente consolidada. En tanto duran las revistas, dura la disciplina.
Fenómenos sociolingüísticos
Las observaciones que antes hicimos están poniendo en cuestión las unidades o las categorías
básicas de casi toda la lingüística, y están señalando aspectos fundamentales de la realidad lingüística,
123
que los modelos de la lingüística tradicional no pudieron afrontar. Tratemos de enumerar algunos de
esos fenómenos.
En casi todas las culturas existen los llamados tabúes lingüísticos. Hay palabras, expresiones,
que los informantes en materia lingüística jamás proporcionan. En algunas culturas o subculturas no
se puede hablar de determinados temas, en muchos ambientes no se pueden mencionar determinados
términos. Los actores argentinos por ejemplo jamás dicen "víbora". Los esquimales tienen docenas o
centenares de palabras tabúes que van cambiando a lo largo del año, de acuerdo con la estación o el
contexto. Nosotros mismos, en determinadas circunstancias, no utilizamos un montón de palabras,
sobre las que pesan prohibiciones implícitas, pero fuertes. A nadie se le ocurriría decir "mierda" o
"sorete" en una clase, porque son palabras tabú. En cambio empleamos términos que significan
exactamente lo mismo. "Mierda" puede ser un poco más aceptable, pues tiene un no se qué de
francés; en cambio "sorete" es inadmisible.Podemos decir tranquilamente "excremento", pero no
podemos emplear todas las palabras en todos los contextos, por más que su uso sea semánticamente
apropiado.
Uno de los aspectos que se incorporan al estudio, por ejemplo, es el de los préstamos lingüísticos. El estudioso de los préstamos lingüísticos analiza cómo pasan los términos de una lengua a
otra. Estos préstamos son abundantísimos, y es una total simpleza tratarlos como si fueran una excepción, un fruto de la moda o una patología. Nosotros decimos "jet", "rap", "jingle" o "spray", etc., una
serie de palabras prácticamente infinitas que se van infiltrando día tras día en el léxico de la lengua
castellana, y que a veces no corresponden a sus pautas fonológicas. Sería infantil pretender bloquear
del todo esta infiltración (como se ha pretendido hace poco), pues ninguna lengua ha demostrado
tener la productividad necesaria para producir equivalentes de las nuevas nociones a medida que se
necesitan. El préstamo lingüístico no es de ninguna manera una circunstancia o un fenómeno ocasional, sino que bien mirado, la mayor parte de los términos de una lengua son de orígenes
sumamente heterogéneos. Si nos pusiéramos a contar las palabras del castellano que se derivan del
árabe, del griego, del latín, del inglés, no terminaríamos nunca. Un número importante de palabras
castellanas procede incluso de lenguas indígenas americanas u oceánicas, a veces de lenguas ya desaparecidas: "totem", "tabú", "batata", "cacique", "chocolate", etc.
Las lenguas puras, cerradas sobre sí mismas, con su propio sistema semántico o fonológico o
morfológico, parecerían ser creaciones idealizadoras, y que no corresponden con la realidad del lenguaje. El carácter permeable de los lenguajes, sus contenidos heteróclitos, rompen con lo que se
puede decir acerca de un sistema, por lo menos a nivel de la lexicografía. Aparentemente se puede
prestar o tomar prestadas estructuras lingüísticas más complejas que las palabras. Y a veces sucede
que determinadas circunstancias, sobre todo de la actividad científica o tecnológica, en ámbitos que
por el momento parecerían más bien restringidos, se manifiestan explosiones en el uso de términos
prestados. De repente aparece todo un horizonte de términos, como es el caso de la jerga de la
computacion, donde prácticamente no existen o no se les presta atención a los posibles equivalentes
castellanos. Yo les diría que incluso una traducción castellana literal de un texto de computacion, por
poner un caso, sería algo absolutamente ininteligible aún para alguien que esté en el tema.
Uno de los fenómenos más sorprendentes que se pueden abordar con las nuevas categorías
que va a incorporar la sociolingüística, pero que antes hubiera sido imposible estudiar, es el fenómeno
de los pidgin. Los pidgin son lenguas que surgen ante una necesidad determinada de comunicación
entre grupos humanos que hablan lenguas totalmente distintas. Por ejemplo, cuando los ingleses o los
holandeses comenzaron a penetrar en la Polinesia e intentaron comunicarse con los nativos para establecer representaciones comerciales o agencias del gobierno, o directamente para instrumentar la
dominación colonial, en determinados lugares de Oceanía, de Africa, de Asia, surgieron algo así
como lenguas intermedias, que hablaban exclusivamente las dos partes que estaban en contacto. A
menudo eran lenguas que tenían un léxico sumamente restringido, referido a transacciones
124
comerciales por ejemplo, o a relaciones laborales circunstanciales, pero que de a poco se fueron
enriqueciendo. Y esto es lo que se entiende como pidgin.
Un pidgin mezcla habitualmente estructuras, términos, características fonológicas de lenguas
discrepantes. Y a pesar de que la creación de pidgins es un fenómeno que se ha manifestado hasta
hace relativamente poco, y se sigue manifestando, se trata de un aspecto de la creatividad lingüística
que indudablemente tiene que ver con una realidad contextual concreta, y que lingüísticamente no ha
sido estudiado o lo ha sido muy mal. Un pidgin, contra lo que pudiera pensarse, muchas veces es una
lengua compleja. En ocasiones es una lengua que es más compleja que cualquiera de sus partes componentes. Algunas veces un pidgin resulta de la fusión no de dos sino de tres o más lenguas.
Técnicamente, un pidgin es una lengua que no tiene hablantes nativos; es entonces una lengua
que no se aprende como primera lengua. A nadie le enseñan un pidgin cuando aprende a hablar, porque se utiliza en circunstancias de contacto cultural muy específicas. Pero se ha dado el caso de algunos pidgins que llegaron a convertirse en lenguas nacionales, en lenguas nativas. Cuando un pidgin
tiene hablantes nativos se deja de ser un pidgin y se llama lengua criolla. En sentido estricto, entonces, una lengua criolla es un antiguo pidgin que comienza a tener hablantes nativos, hablantes que aprenden esa lengua como la lengua materna. La lengua nacional de Nueva Guinea fue un pidgin.
Otro de los fenómenos que hubiera sido imposible estudiar con los modelos lingüísticos tradicionales, es el que se llama age grading. Este término identifica una tendencia a hacer uso de
determinadas estructuras lingüísticas en funcion de la edad. Se da más intensamente en algunas
culturas que en otras. Es correlativa de una tendencia que existe en determinadas lenguas a diferenciar
lingüísticamente los sexos o las clases, o los grupos de edad. Es decir, existen tribus en las cuales las
mujeres hablan una lengua ligeramente distinta o a veces bastante distinta de la que hablan los
hombres tanto a nivel del léxico como de la estructura. Esto pasaba por ejemplo en las tribus de las
praderas norteamericanas. Y esto aparentemente es correlativo de determinados usos culturales,
como por ejemplo del hecho de que en esas mismas tribus existían dos estilos artísticos de
representacion pictórica, dos estilos de pintura tambien correspondientes a cada uno de los sexos: los
hombres pintaban el exterior del tipi con esquemas no figurativos, mientras que las mujeres pintaban
su interior con representaciones naturalistas.
El age grading, como les decía, se manifiesta más en determinadas culturas que en otras, pero
en las lenguas occidentales ha sido identificado este fenómeno en algunos grupos sociales, y en
relación con los niños. Parecería ser que los niños se transfieren usos lingüísticos independientemente
de la lengua y de los usos lingüísticos que hablan los mayores. Esto se da más en algunos casos que
en otros. Pero existen hábitos que pueden ser más o menos proliferantes, más o menos complejos,
que indicarían que el age grading es un fenómeno lingüístico de relativa importancia.
Muchos fenómenos lingüísticos comenzaron a observarse una vez que los sociolingüistas pusieron en práctica sus propios modelos del lenguaje. Una cosa es criticar a la lingüística, como vimos
que se la puede criticar, y otra cosa es salir al campo y poner en marcha un modelo alternativo. Todas
estas críticas son viables, son oportunas, son atendibles, son justas, pero ¿qué es lo que hay que hacer
de ahora en adelante en materia de lingüística?. Este problema se les presentó obviamente, a los
sociolingüistas, y podemos decir que hasta cierto punto es un problema no resuelto.
Existen numerosas teorías y modelos en sociolingüística, pero todavía ninguna que haya
logrado el consenso general. El campo de la teoría y la práctica sociolingüística es hoy en día mucho
más heterogéneo que el de la lingüística convencional, y si bien todo el mundo parece estar de
acuerdo en que hay que hacer ciertas cosas y ocuparse de ciertos problemas, no hay casi consenso
sobre cómo es que debe hacerse. De todas maneras, con sólo tener en cuenta los fenómenos lingüísticos que se pusieron de manifiesto cuando se salió a estudiar la relación entre el lenguaje y sociedad, entre lenguaje y cultura, entre lenguaje y política, lenguaje e historia, ya hubo cierta ganancia. La
cantidad de fenómenos que se pusieron de relieve fue enorme.
125
Por ejemplo una psicolingüista que realizó estudios en comunidades bilingües, llegó a determinar que los hablantes manifestaban opiniones diferentes según hablaban en una lengua o en otra. Esto
aparece en los notables estudios de la psicolingüista feminista Susan Ervin Tripp. En ellos se
descubrió que existían pautas culturales o ideológicas o afectivas que resultaban más enfatizadas o
mejor expresadas por un marco lingüístico que por otro. Sería interesante caracterizar los marcos o
las corrientes que se originaron a partir de este tipo de constataciones y de críticas.
Tendencias y escuelas en sociolingüística
Si consideramos válida la distinción que realizó Saussure entre lengua como sistema relativamente subyacente y abstracto, y habla como conjunto de los hechos individuales o de todos los
hechos observables del lenguaje, vamos a ver que la mayor parte de las teorías lingüísticas que estuvimos analizando en la primera parte del programa constituyen una lingüística de la lengua. Son por lo
tanto modelos teóricos que se ocupan de los fenómenos del lenguaje a cierto nivel de abstracción y
generalidad.
Lo que se origina a partir de críticas como las que estuvimos viendo se podría concebir globalmente como una lingüística del habla, con algunas salvedades y modificaciones. A veces se llama
lingüística del habla a una corriente lógica inglesa, representada por John Austin y John Searle. Este
es un movimiento relativamente al margen de la lingüística, porque desde su punto de vista el
problema no consiste en determinar cuáles son las relaciones entre la sociedad y el lenguaje, sino
analizar ciertos aspectos del lenguaje tal como se dan en la realidad. La preocupación de esta corriente filosófica no es específicamente sociolingüística o sociológica, aunque comparte muchos de
sus supuestos.
El principal de esos supuestos es el de estudiar fenómenos lingüísticos reales, y con toda la
complejidad y ambigüedad que corresponda en la medida que se refiera a fenómenos observables. El
concepto más utilizado en esta escuela es el llamado acto de habla. En los textos en inglés lo van a
encontrar como Speech Act. Podemos decir que determinados fenómenos lingüísticos han sido satisfactoriamente caracterizados dentro de esta tendencia, aunque el énfasis en general se deposita sobre
cuestiones lógicas o filosóficas más que sociológicas. Austin era básicamente un lógico, un filósofo
del conocimiento, enfrentado con el positivismo lógico a la manera de Bertrand Russell.
Entre los actos del habla que él describió o caracterizó, están los llamados actos
performativos. Estos son actos lingüísticos de una clase especial, desde un punto de vista funcional.
Son actos lingüísticos que realizan una acción, que ejecutan un acto, que consuman un hecho, como
por ejemplo una declaración. Decir algo así como "yo te bautizo", o "yo declaro solemnemente..", son
acciones observables que se manifiestan lingüísticamente, y que tienen aparentemente una estructura
especial, además de determinada universalidad.
Que la teoría de los actos de habla se haya manifestado en filosofía, antes que en sociología,
por ejemplo, arroja como saldo fuertes deficiencias metodológicas24. Los diversos autores afirman de
plano lo que afirman, sin que nada de lo que dicen sea fruto de una comprobación en regla de que las
cosas sean así. Lo mismo pasa, en otro terreno, con las afirmaciones de autores como Jürgen Habermas, a quien no pocos antropólogos intentan instrumentar como si se tratara de un científico que
destila sus caracterizaciones de lo social a partir de un testeo de hipótesis.
Podría decirse que la tradición filosófica en torno de los actos de habla se alinea a lo largo de
tres generaciones de estudiosos (generaciones muy próximas entre sí, valga la aclaración) conducidas
24
Filosofar sobre el lenguaje (o sobre la sociedad) es bastante distinto de afrontar una investigación empírica. Pese a que la teoría de
los actos de habla cuestiona la idealidad de las teorías convencionales del lenguaje, ella misma emplea siempre ejemplos imaginarios
que no son fruto de ningún trabajo sobre el terreno, de ninguna elicitación verdadera.
126
sucesivamente por Austin, Searle y Grice. Poco a poco las especulaciones de tono filosófico se van
convirtiendo en una analítica con preocupaciones metodológicas, delineando con los años una
modalidad de estudio que hoy en día se llama más bien pragmática. Hoy en día la pragmática es un
campo de la lingüística sólidamente establecido, como lo demuestra la publicación periódica (que se
puede consultar en la biblioteca de lingüística de 25 de Mayo) Journal or Pragmatics.
El aporte de la teoría de los actos de habla es ante todo conceptual. Austin, por ejemplo,
introdujo el concepto de los actos ilocutivos (o ilocucionarios), que son los actos verbales que
poseen carácter de acción. Searle, poco después, sistematiza un análisis de los verbos performativos
(afirmar, aseverar, pedir, criticar, etc). Los mismos autores definieron luego el llamado efecto
perlocucionario, o sea las consecuencias que un acto ilocucionario tiene sobre el oyente. La teoría
profundizó también el análisis de las presuposiciones, es decir, los supuestos que confieren a una
elocución su significado y su carácter de proposición, pedido, orden, pregunta, etc.
Otro estudioso de los actos de habla, Grice, procuró identificar los principios o máximas que
rigen la conversación, para luego ahondar en las llamadas implicaturas conversacionales. Si alguien
pregunta "¿Ha dejado Estados Unidos de presionar a Cuba?", esa pregunta no se puede responder ni
por sí ni por no, sin llevar la implicatura que que Estados Unidos efectivamente presionó a Cuba alguna vez. Si se dice "Incluso Bórmida conocía el capítulo XV de Antropología Estructural", esto
implica (por lo menos) dos cosas: que había otros que lo conocían y que resultaba relativamente poco
probable que Bórmida lo hiciese.
Una implicatura conversacional es una especie de valor agregado o de derivación defectuosa
de lo que podríamos llamar el significado estricto; es, propiamente, un efecto, que muchas veces se
maneja a los fines retóricos y que supone, de acuerdo con Grice, una suerte de violación de las pautas
o máximas que rigen el juego limpio conversacional. Las llamadas "máximas de Grice" intentan describir esas reglas de juego limpio o de conversación ideal, y lo hacen para después analizar situaciones
pragmáticas tales como la violación de esas mismas reglas. Las máximas de Grice (inspiradas en
Kant) son las siguientes:
- Máxima de cantidad. Dividida en dos subreglas: (a) que haya tanta información como se necesite. (b) Que no haya más información que la requerida.
- Máxima de calidad: (a) No diga lo que cree que es falso; (b) No diga aquello para lo cual
carece de evidencia adecuada.
- Máxima de relación: Sea relevante.
- Máxima de manera: (a) Evite la oscuridad de expresión; (b) Evite la ambigüedad; (c) Sea
breve; (d) Sea organizado.
Las máximas de Grice no son ni de lejos la pavada que parecen; no son en realidad consejos
conversacionales, ni reflejos ingenuos de la realidad pragmática, sino que constituyen una forma de
descripción de una serie de supuestos que rigen toda conversación, o que por lo menos deberían
regirla: que la gente no habla al cohete, que lo que se dice es verdad, que el discurso es más o menos
sistemático, etc. Cuando no es así (y muchas veces no es así) hay lugar entonces para analizar la realidad de las cosas como implicaturas, efectos o desviaciones.
Después de Grice, otros pragmáticos propusieron otras máximas y principios: principio
cooperativo, principio de gentileza, máxima de modestia, etc, distinguiendo entre grandes aspectos
retóricos, divididos en principios primero, después en máximas y finalmente en submáximas. El que
sigue es uno de los cuadros clasificatorios de Geoffrey Leech, expuesto sólo para dar una ligera idea
de la tendencia de las lingüísticas del habla a la profusión conceptual y a la taxonomía idiosincrática.
Este tipo de relaciones entre actos o sucesos y manifestaciones lingüísticas se estudió sobre
todo en Inglaterra. Otra de las tendencias que se originan con este tipo de inguietudes es la llamada
127
lingüística funcional inglesa, o escuela de Londres. La escuela de Londres es una escuela de
lingüística bastante antigua que se fusiona con la sociolingüística o se confunde con ella en la década
del 60, pero que ya tenía una tradición anterior. Malinowski es un antecesor explícito de esta escuela,
y uno de los que aportaron a esta tendencia algunos de los conceptos más importantes ya en 1923.
RETORICA
Máxima de cantidad
<Submáximas>
Principio
Máxima de calidad
...
cooperativo
Máxima de relación
...
Máxima de manera
...
Máxima de tacto
...
Principio
Máxima de generosidad
...
de gentileza
Máxima de aprobación
...
Máxima de modestia
...
Máxima de acuerdo
...
Máxima de simpatía
...
Máxima fática (?)
...
INTERPERSONAL
Principio de ironía
...
Principio de broma
...
Principio de interés
...
Principio de Polyana
...
Principio de procesabilidad
...
RETORICA
Principio de claridad
...
TEXTUAL
Principio de economía
...
Principio de expresividad
...
En ese año, en un estudio que se llamó "El estudio del lenguaje en las sociedades primitivas",
Malinowski afirmó que el lenguaje no podía estudiarse fuera del contexto en el que ocurría. Para
entender una frase, un texto, un fenómeno lingüístico, había que estudiar simultáneamente la circunstancia en que se daba esa frase, ese texto, ese fenómeno. Eso es lo que se llama técnicamente el
contexto de situación: es el ámbito que confiere a los enunciados o a los fenómenos lingüísticos su
verdadero significado.
Una frase cualquiera es o puede llegar a ser ambigua, si no se examina bien el contexto en el
que esa frase ocurre. Si yo digo, para poner un caso extremo, una frase como "Esto no es así',
indudablemente hay que examinar el contexto en el que ocurre esa frase, para saber lo qué significa.
El argumento de Malinowski por supuesto es bastante más complejo, está extraordinariamente bien
caracterizado y ejemplificado con casos trobriandeses, como casi siempre. Y en el mismo artículo,
Malinowski aporta otro concepto que fue el de comunicación fática, y que se refiere a esos
fenómenos de comunicación lingüística que no tienen ningún contenido esencial. Que son superfluos,
pero que sin embargo ocurren, son frecuentes, son regulares y se dan en determinadas circunstancias,
128
eventualmente predecibles, como por ejemlo un ascensor o una habitación de paso donde se da un
encuentro y una permanencia forzada. Se encuentran dos personas que viven en el mismo edificio, y
algo se van a decir.
La comunicación fática entonces, es un tipo de comunicación que posiblemente no tenga ninguna estructura propiamente lingüística, pero que se manifiesta lingüísticamente. La comunicación
fática y el contexto de situación van a ser recuperados por lingüistas y antropólogos ingleses, al punto
tal que va a ser la única teoría lingüística y antropológica que se va a dar conjuntamente en Inglaterra
durante muchos años. El lingüista que va a desarrollar principalmente esta corriente es John Rupert
Firth, a quien no hay que confundir con Raymond Firth, que fue antropólogo.
A través de John Rupert Firth, que va a desarrollar mucho más detalladamente el concepto de
contexto de situación, constituyendo una especie de sociolingüística del habla, como se la quiera llamar, que se desarrolla hasta mediados de la década del 70, se va a prolongar entonces esta corriente
inglesa hasta llegar a su codificador actual, su máximo representante, que probablemente sea M.A.K.
Halliday, cuyo modelo vamos a analizar más adelante. Toda esta es una tendencia que podría llamarse
funcionalista; se ocupa de la función del lenguaje como fenómeno de comunicación social.
La contrapartida de esta corriente, en Inglaterra y Estados Unidos, se materializa en la obra de
dos lingüistas o sociolingüistas contrapuestos, o antagónicos, Basil Bernstein y William Labov,
respectivamente. En algún momento también vamos a hacer alguna referencia a sus modelos. Les
podría anticipar ahora que Bernstein desarrolló dos conceptos que fueron sumamente utilizados,
incluso por algunos antropólogos, como Mary Douglas25. Estos conceptos son el de código
restringido y código elaborado. Bernstein decía que en una lengua determinados hablantes se
manifestaban a través de un código que tenía ciertas características de sistematicidad, de riqueza, de
amplitud. Este sería un código elaborado, en términos lingüísticos. Y podría decirse que en los
márgenes o en la periferia de esa misma lengua, en determinadas condiciones sociales, sobre todo de
pauperización o de miseria extrema, los hablantes desarrollaban un código llamado restringido, que
era sumamente más pobre tanto cuantativa como estructuralmente.
Esto es más o menos parecido a lo que dijimos antes, de lengua estándar y subestándar. La
cuestión es que Bernstein desarrolló esta idea con una amplísima ejemplificación y con un sustento
bastante grande de trabajo de campo. En general, sus trabajos se desarrollaron entre los negros de
Harlem o en otras comunidades socialmente marginales o que se podían describir en términos de
marginalidad, y condujeron a la identificación de los códigos restringidos con la privación o la
pobreza lingüística. Esto es lo que dice Bernstein.
Y contra esto es que se opone Labov. Este también realiza sus investigaciones entre los
negros de Harlem, intentando poner a prueba estos conceptos de código elaborado y código
restringido. Lo va a hacer estudiando concretamente el fenómeno tal como lo caracterizó Basil Bernstein en una serie de escuelas de barrios relativamente pobres de Nueva York. Despues va a extender
su prueba por otras comunidades pero básicamente va a estudiar los mismos ámbitos sociales que se
supone estudió Bernstein.
Bernstein había llegado a decir que en una situación escolar los miembros de una determinada
clase social, que casualmente también eran al mismo tiempo los miembros de una determinada raza,
25
Otros conceptos de Basil Bernstein también fueron aprovechados por Mary Douglas, como las nociones de grilla y grupo. Creo yo
que entre ellos existe una notoria afinidad intelectual, que casi siempre salta para el lado de la ideología; las concepciones de ambos
autores apuntan con cierta incomodidad a los fenómenos de la pobreza y la marginalidad. Para Mary Douglas, la pobreza es menos
una situación económica (o política) que un estado de ánimo o una elección si se quiere estética; para Bernstein, es sólo la
consecuencia del uso de un código de comunicación inadecuado. Véase p.ej. Mary Douglas y Baron Isherwood, El Mundo de los
Bienes. Hacia una antropología del Consumo, México, Grijalbo, 1990.
129
demostraban un rendimiento apreciablemente menor que los miembros de la raza blanca, socialmente
más acomodados. Es decir, en una misma escuela parecía que desde el punto de vista lingüístico
existía un techo, un límite, para los niños de raza negra y de condición social extremadamente
humilde. Eso generaba una situación de carencia lingüística que era irreversible, según Bernstein. El
complementaba estas observaciones con estudios presuntamente demostrativos de ciertas limitaciones
comunicacionales de los hablantes negros de Harlem. De estos estudios aparentemente surgiría la
conclusión de que el código utilizado por estos hablantes tiene determinadas restricciones y es
incapaz de expresar determinadas ideas.
Labov va a refutar empíricamente estas apreciaciones. De hecho se podría decir que no va a
hacerlo aplicando un método diferente, sino un criterio más amplio y sobre todo estableciendo con los
informantes una relación más estrecha. Y este es el punto crítico. Lo que Labov va a poner de
manifiesto, y va a demostrar irrefutablemente, es que los informantes de Bernstein no le dijeron todo
lo que sabían. Básicamente el problema pasaba por una mala relación entre los informantes y el investigador, el problema pasaba por la imposibilidad del investigador de acceder al código del
informante, establaecer una relación lingüística fluida con el informante, y no por la mayor riqueza o
pobreza del código que este informante presuntamente manejaba.
Podemos decir que el método de Labov es más adecuado al fenómeno, desde el momento en
que se sitúa en relación de aprendizaje con el informante. Es decir el informante le enseña a Lavob el
código, y él va penetrando poco a poco en ese código y va aprendiendo a comunicarse con el informante a traves de él, cosa que Bernstein no realizaba. Es decir, Bernstein intentaba apreciar o aprender ese código en términos tradicionales, convencionales, desde el punto de vista de un análisis
lingüístico distante, y no penetraba en ese código haciendo uso de sus mismas herramientas.
Por supuesto que va a ser muy fácil para Labov demostrar que el código lingüístico de los negros de Harlem es tan rico como el de cualquier otra población o estrato social, y que es perfectamente adecuado para los fines comunicativos que surgen en esa esfera social. Obviamente los negros de
Harlem van a tener en condiciones sociales normales dificultades para hablar de temas de filosofía
escolástica o física nuclear, pero no va a ser por la imposibilidad del código, sino por otros factores
que son absolutamente irrelevantes.
Lo que se origina entonces con la polémica entre Bernstein y Labov, o más bien con el aplastamiento de la postura de Bernstein por parte de Labov, va a ser una nueva corriente norteamericana
de sociolingüística, que desarrolla algunos métodos y conceptos propios y específicos. Esto sucede
más o menos entre 1950 y 1970.
Esto es correlativo a otras corrientes de gran importancia en los estudios lingüísticos norteamericanos, y que son ligeramente distintos en las relaciones que se establecen entre las disciplinas que
intervienen en cada uno de esos proyectos. Por ejemplo, Bernstein y Labov serían representantes de
una sociolingüística más o menos en estado puro, que combina un estudio del lenguaje en relación
con un contexto social. Esta modalidad mixtura categorías, criterios y conceptos de la lingüística y de
la sociología más o menos por partes iguales, con cierto énfasis lingüístico. Se trata más de un
estudio lingüístico que de un estudio sociológico, aunque lo sociológico es fundamentalmente tenido
en cuenta.
En contraste a esta sociolingüística surge otra corriente, también por lo 60 y 70, que en lugar
de llamarse sociolingüística se llama sociología del lenguaje. El representante más conocido es Joshua
Fishman, y como su nombre lo indica, esta tendencia es una corriente sociológica que estudia
fenómenos lingüísticos. Vendría a ser la vertiente de la sociología que se ocupa de las manifestaciones sociales del lenguaje, o del lenguaje en tanto hecho o fenómeno social. Es un problema de
énfasis más que nada, ya que las metodologías desenvueltas son muy parecidas.
Así como existió una polémica entre Labov y Bernstein, existe todavía hoy polémica bastante
dura entre la sociología del lenguaje y la sociolingüística. Incluso acá, en esta facultad, en la carrera
130
de Letras sobre todo, había estudiosos partidarios de la sociolingüística que se consideraban
enemigos acérrimos de la sociología del lenguaje.
Quizá lo más interesante para nosotros sea que no sólo la sociología confluyó con la lingüística, sino que con la antropología pasó aproximadamente lo mismo, más o menos a partir de 1964. En
esa fecha algunos antropólogos que habían formado parte de la corriente cognitivista, y sobre todo
Hymes, deciden fundar un estudio antropológico de los fenómenos del lenguaje. En principio, lo que
se va a fundar va a ser, como lo enuncia el título de un libro que salió publicado por esa fecha, el
estudio del lenguaje en sociedad: su objeto son los fenómenos del lenguaje en relación con la organización, la estructura social, las prácticas culturales.
La diferencia con la sociolingüística o la sociología del lenguaje estaría dada por el hecho de
que esta corriente, fundada por Dell Hymes, nos se va a limitar a las sociedades o los grupos
europeos y norteamericanos, sino que va a ser tan cosmopolita o tan universalista como la propia
antropología. Y esta corriente tiene también su nombre o rótulo y es el de Etnografía del Habla. Y
fíjense que es etnografía del habla, explícitamente, recuperando la distinción que se había establecido
desde Saussure entre lengua y habla. Se va a ocupar etnográficamente de los fenómenos del lenguaje
tal como se dan en la realidad, evitando en principio toda modelización abstracta, toda esquematización del fenómeno lingüístico, aunque sin rechazar ninguna de las herramientas conceptuales y
metodológicas desarrolladas en el curso del tiempo.
Después de unos pocos años, y prácticamente por iniciativa del mismo lingüista, esta etnografía del habla se va a llamar también etnografía de la comunicación. Serían dos nombres que tienen
la misma orientación teórica, que todavía se mantienen por cuanto todavia tienen sus propias publicaciones periódicas, y que va a concitar sobre todo trabajos de tipo interdisciplinarios. Un trabajo
clásico va a ser una cooperación interdisciplinaria entre un lingüista y un antropólogo, o algo más o
menos semejante.
Existe una pequeña y última variante en todas estas corrientes, algunas de las cuales vamos a
detallar en profundidad, y que es importante de mencionarla ahora, porque comenzó a utilizarse y desarrollarse dentro de la sociología y se está extendiendo hacia la antropología más o menos rápidamente. Es un tipo de estudio del lenguaje, de la comunicación verbal especialmente, identificado con
lo que se llamó microsociología, que se ocupa más bien del análisis de la conversación, pero
poniendo énfasis en las estrategias conversacionales más que en los contenidos o las formas de lo que
se conversa. Esta línea analiza por ejemplo qué formas se utilizan para iniciar una conversación, qué
estrategias se desenvuelven para cambiar de tema o para eludir ciertos temas. Son problemas sumamente puntuales y restringidos. Este estudio microsociológico de conversaciones y de relaciones cara
a cara, se desarrolló en el ámbito de la llamada etnometodología, que es una corriente microsociológica norteamericana, de tono fenomenológico, de la que probablemente hablemos en alguna ocasión.
Teoría
Conceptos
Teóricos
Teoría de los actos de habla
Performativos
Actos ilocucionarios
Austin, Searle
Pragmática
Principio cooperativo,
regla de gentileza
Grice, G. Leech
Sociolingüística
Contexto de situación
Campo, tenor, modo
J.R Firth, M.A.K. Halliday
131
Sociolingüística
Código restringido,
código elaborado
Bernstein, Labov
Etnografía del habla
Etnografía de la comunicación
Competencia comunicativa
John Gumperz, Dell Hymes
Sociología del lenguaje
Variación
Joshua Fishman
Teoría de la enunciación
Enunciado, texto
Benveniste, Ricoeur,
Ducrot
Análisis del discurso
Discurso
Harris, Maingueneau
Gramática del discurso
Texto, discurso
Teun Van Dijk
Análisis conversacional
Estrategias
Schegloff, Sacks
Psicolingüística
-
S. Ervin Tripp
Esta tabla no pretende reflejar las cosas tal cual han sido, ni es demasiado rigurosa en sus
criterios selectivos. Existen otras formas posibles de ordenar este inmenso campo. Ramón Sarmiento,
traductor y prologuista de Joshua Fishman, ha propuesto una clasificación de las teorías y tendencias
sociolingüísticas que es bastante aceptable. Con algunas modificaciones que me he permitido, ella se
podría diagramar como sigue.
La sociolingüística y todos los movimientos que se le asocian o se le parecen surgen alrededor
de la década del 60, y proponen que la unidad de análisis sea el texto o el discurso. El texto y el
discurso se van a considerar dentro de estas corrientes en relación con su situación contextual y no
como algo que puede ser estudiado en sí mismo. Se ha acabado el tiempo de la lingüística inmanente,
y aquí, por unanimidad, se buscará siempre la forma de ligar los hechos del lenguaje a sus contextos.
Por supuesto la lingüística tradicional sigue en sus carriles, todavía hoy siguen en vigencia
grandes movimientos teóricos en Europa y en Estados Unidos, pero lo cierto es que a partir del 60
tenemos un vuelco fundamental. Por primera vez se exige que el análisis de los fenómenos del
lenguaje contemple también otras cosas fuera del lenguaje, cosa que hasta el momento no había
sucedido nunca.
Lo que tenemos entonces, del 50 para atrás es todo un período caracterizado por la presencia
de una variedad u otra del modelo estructuralista, y una concepción de la lengua como algo
inmanente o cerrado sobre sí mismo, que se puede estudiar con prescindencia de cualquier otro fenómeno.
Escuela de Londres
Caracterizaremos dos lineamientos: uno que podría ser el de la llamada escuela de Londres
(de la cual analizaremos el modelo de Halliday), y otro que ha de ser el de la etnografía del lenguaje
norteamericana, cuyo representante más característico es el antropólogo y lingüista Dell Hymes.
Estos dos modelos no son absolutamente independientes, sino que en mayor o menor medida se basan
en una serie de criterios que se confunden. Los dos autores conocen la obra del otro, y a menudo los
conceptos se cruzan y se mencionan. Sin embargo, yo voy a tratar de caracterizar los aspectos más
representativos del modelo de Halliday de la sociolingüística reúne representativamente toda una serie
de modelos que como habíamos visto se remontan a Malinowski. Y aquí tenemos un énfasis de
carácter más bien funcionalista.
132
Halliday parte de la base de que el lenguaje es un proceso social o es un producto del proceso
social, y se tiene que estudiar entonces teniendo eso en cuenta. Esto quiere decir que no se puede
considerar por una parte el lenguaje y por otra el proceso social, como si fueran realidades absolutamente independientes. Hay que estudiar, en otras palabras, el lenguaje en relación con el proceso
social que lo produce.
Así como no se puede estudiar el lenguaje prescindiendo de los procesos sociales que lo originan, tampoco se puede aprender el lenguaje como algo totalmente cerrado e independiente. Halliday
dice que cuando el niño aprende el lenguaje, el niño también va aprendiendo cosas a través del lenguaje, y se va formando una imagen de la realidad. A medida que se va incorporando entonces el
conocimiento o el dominio lingüístico, se utiliza ese dominio para ir comprendiendo, ir estableciendo
contacto con otras esferas de la experiencia. Y esto Halliday lo define como una forma de construcción de la realidad. A través del lenguaje, el niño aprende a construir la realidad. O, dicho de otra
manera, lo que aprende el niño es un sistema de significados que ordenan o codifican la realidad.
Halliday dice que hay dos aspectos fundamentales en la realidad social que resulta codificada
por el lenguaje. O, dicho de otra manera, el lenguaje sirve a dos fines fundamentales. Por un lado el
lenguaje, como diría Lévi-Strauss, es bueno para pensar. Es decir, satisface por así decirlo una serie
de necesidades de orden intelectual o del orden del conocimiento, tiene que ver con el conocimiento.
Lo que agrega Halliday a esta definición típicamente estructuralista es que además el lenguaje sirve
para comer. Es decir, es una herrammienta. Puede llegar a satisfacer necesidades sumamente abstractas en el orden cognitivo, pero básicamente el lenguaje es también algo que se utiliza como una
herramienta básica de la vida social.
Entonces, el lenguaje viene a ser tanto un medio de reflexión sobre las cosas como un medio
de acción sobre las cosas. El primer aspecto, es decir, el lenguaje utilizado cognitivamente o intelectualmente, constituye el componente ideacional, mientras que el segundo, el más pragmático, el que
está referido con la acción, constituye el componente interpersonal. Por supuesto Halliday va a decir
que no se pueden separar taxativamente estos dos aspectos del lenguaje. Coloca a los dos aspectos en
el mismo nivel. Todos estos enfoques, en general, van a tratar de ser integrativos.
Como se ve venir, Halliday acabará caracterizando a la lingüística tradicional como una forma
de estudios que está orientada prevalentemente hacia los aspectos ideacionales, los aspectos cognitivos, las funciones referenciales del lenguaje, con prescindencia de todo lo demás. Entonces lo que va
a hacer es definir toda una serie de aspectos del lenguaje que complementan esta capacidad ideacional
o de reflejo del pensamiento que tiene el lenguaje, e integrarlo en un marco global.
Halliday asevera que la realidad se puede entender como un conjunto de significados. Esto ya
lo hemos visto cuando hablamos de la antropología cognitiva. Es además un tipo de definición de la
cultura sumamente común. La cultura es el conjunto de significados. En otras palabras, es una construcción semiótica, va a decir Halliday. Cuando veamos la semiótica en las próximas clases vamos a
darnos cuenta que todo lo que se refiere al significado, todo lo que se refiere al intercambio de signos,
se confunde en última instancia con la cultura en sí. La cultura entonces es una construcción
semiótica compleja, es decir, un conjunto complejo de significados interdependientes. Y el lenguaje es
uno de esos sistemas semióticos, uno de los sistemas de signos que constituyen la cultura. Para
Halliday es, sin duda alguna, el sistema semiótico más importante, o por lo menos se trata de un sistema semiótico que es algo distinto de los demás, en la medida en que el lenguaje puede ser usado
para hacer referencia a otros sistemas semióticos. Por ejemplo, a través del lenguaje se puede hablar
de los gestos o de música, mientras que la inversa no siempre es cierta. Otros sistemas semióticos
difícilmente puedan hacer referencia al lenguaje.
Naturalmente para Halliday como para casi todos los sociolingüistas, no resulta satisfactorio
un análisis lingüístico que se detenga en las frases. Se reconoce por supuesto que las frases tienen que
ser estudiados todos los niveles de articulación del lenguaje, pero es necesario ir un poco más allá.
133
Halliday dice que el lenguaje no consiste en oraciones, sino en textos o discursos. Hay que acostumbrarse, en todo este contexto teórico, al hecho de que los textos en general se refieran tanto a enunciados verbales, situaciones dialógicas, diálogos, manifestaciones verbales en general, como a textos
escritos.
A menudo en el contexto de las teorías sociolingüísticas se utiliza el texto para hacer
referencia al conjunto de enunciados, independientemente de que sean verbales o escritos. Hay que
advertir también que con esto se rompe con la tradicional tendencia de la lingüística estructuralista a
considerar exclusivamente el lenguaje hablado, con prescindencia de sus manifestaciones escritas. El
lenguaje entonces, dice Halliday, consiste en textos o consiste en discursos (él utiliza indistintamente
estos dos términos), y estos textos se refieren a o están consituidos por intercambios de significaciones en contextos o en situaciones interpersonales de diferente tipo.
No hay que interpretar que este intercambio es algo que la gente hace maquinalmente, dice
Halliday. La gente hace más que intercambiar mecánicamente información. El intercambio o el contexto interpersonal no consiste simplemente en gente que se encuentra, intercambia información, y
después pasa a hacer otra cosa. Lo que sucede a través de ese intercambio de mensajes verbales, sino
al intercambio de significados en general, la gente afirma sus roles, transmite sus sistemas de valor, y
eventualmente transmite también sus conocimientos.
Lo que resulta crítico y lo que va a ser difícil investigar es de qué manera las significaciones
que se intercambian reflejan o representan el sistema social. Halliday reconoce que es difícil desde el
vamos, porque indudablemente no existe una correspondencia o un isomorfismo entre la naturaleza
de los mensajes que se intercambian y el sistema social al cual este intercambio pertenece. Esto va a
ser un poco el problema básico de casi toda la sociolingüística.
Halliday decía que necesitamos examinar las relaciones entre la estructura social o el orden
cultural y los fenómenos de lenguaje. Pero va un poco más lejos, y dice que el lenguaje representa o
simboliza el orden social. Las variaciones del lenguaje corresponden a variaciones que caracterizan a
las culturas o a las sociedades humanas. La variación dialectal, es decir la diferencia entre los distintos
dialectos, por ejemplo, corresponde a la variación o la diversidad de ciertos procesos sociales. En una
clase, en una universidad, nos mantenemos en un registro comunicacional o en un registro de significación determinado. Estamos hablando de determinada cosa, estamos en un proceso que consiste en
referirnos a determinado orden de fenómeno, y eso define de alguna manera lo que Halliday va a
llamar registro.
Después vamos a ver que los conceptos medio se superponen y además engloban a otros y
terminan dibujando un modelo bastante confuso en general. Solamente la notación de los conceptos
que maneja Halliday abarca dos páginas de un libro en letra sumamente pequeña. El suyo es un
cuadro conceptual sumamente complejo, lleno de conceptos referidos a una cantidad de complicadas
instancias sociales y lingüísticas.
Halliday dice que no se va a llegar a entender la naturaleza del lenguaje, si se atiende al tipo de
cuestiones que plantean clásicamente los lingüistas, que, como nosotros hemos visto, consideran el
lenguaje desde dentro, no les interesa nada que tenga que ver con una realidad extralingüística. Para
Halliday, como para el conjunto de los sociolingüistas, este tipo de análisis no puede revelar jamás
cuál es la naturaleza del lenguaje. El propondrá, desde luego, estudiar el lenguaje desde fuera. Y esto
quiere decir, interpretar los procesos lingüísticos desde el punto de vista del orden social. Después
vamos a ver cómo lo hace.
El modelo más atacado por Halliday (y por toda la sociolingüística) es el de Chomsky. La sociolingüística considera el modelo chomskyano como la culminación de la lingüística en el sentido
clásico de la palabra. Cada uno de los postulados chomskyanos va a ser cuestionado una y otra vez
por los sociolingüistas. En este caso, Halliday ataca todo lo que se refiere a la concepción
chomskyana de la producción lingüística. Recordemos que Chomsky decía que las personas, los
134
individuos, producen frases gramaticales de una lengua basándose en reglas que aplican cada vez. La
lingüística chomskyana y la que se deriva de ella, presuponen entonces que cada vez que alguien
quiere producir una frase que transporta cierto significado, aplica las reglas generativas y las reglas
transformacionales correspondientes. Siempre son los mismos procesos, las mismas reglas que
ocurren cada vez que se manifiesta un hecho del lenguaje.
Halliday afirmará prácticamente lo contrario. Para él la mayor parte del discurso es rutinario.
Halliday no niega que se pueda analizar el lenguaje a partir de un conjunto de reglas. Lo que va a
decir es que ese conjunto de reglas no se aplica cada vez que se habla, sino que se impone con cierto
automatismo. A medida que uno va repitiendo significados y estructuras, uno va incurriendo en
lugares comunes, pues gran parte del discurso es rutinario. Las personas no siguen las reglas, no
desarrollan toda la ecuación correspondiente a la producción de una frase, sino que actúan más o
menos tradicional y automáticamente.
Los análisis que realiza Halliday lo llevan a la conclusión de que gran parte del lenguaje es un
encadenamiento de lugares comunes, un encadenamiento de automatismos26. Una de las investigaciones de Halliday consistió en seguir a determinados sujetos experimentales, analizando las constantes
comunicativas, los elementos reiterativos del comportamiento verbal en diferentes circunstancias.
Halliday comprobó que la gente cuenta siempre las mismas anécdotas, de formas más o menos parecidas, expresa las mismas opiniones una y otra vez en distintos contextos, y que lo más probable es
que el marco más adecuado para describir este estado de cosas sea de orden retórico, y no del orden
de las reglas o de los cálculos computacionales o cognitivos que hacen falta para producir una frase.
Una enorme proporción es entonces una masa de lugares comunes. Por desdicha, Halliday no
especifica cual es esa proporción ni brinda mayores detalles experimentales. Hay algunas referencias a
los lugares comunes del lenguaje en producciones culturales que son de tipo seriada (las series de
televisión, las películas). Sin lugar a dudas, los ejemplos que se pueden llegar a dar de lugares
comunes son abrumadores. Los casos de repetición de significados globales o de estructuras de frase
que se pueden llegar a enumerar, por supuesto, son prácticamente infinitos.
Halliday adoptará sin embargo no un criterio retórico ni una terminología retórica, sino una
terminología funcional. Creo que está claro que una explicación funcional o funcionalista es una
explicación que investiga para qué sirve determinada cosa, qué fines satisface determinado comportamiento. Halliday adopta entonces una explicación funcional de la lengua.
Previamente a esto, antes de empezar a decir cuáles son las funciones, va a cuestionar una
concepción que pertenece tanto a la lingüística chomskyana como a la lingüística conductista, y que
atañe a lo que se ha llamado la adquisición del lenguaje. Aunque no nos demos cuenta, al decir que
el lenguaje se adquiere estamos desplegando una metáfora. Halliday niega que sea correcto hablar del
lenguaje como algo que se adquiere, porque el concepto de adquirir el lenguaje insinúa que la lengua
es una especie de mercadería, una especie de cosa que se deposita en algún espacio mental que originariamente estaba vacío, que por determinadas razones ciertas personas no están en condiciones de
adquirir ese producto, por ejemplo porque no reciben una enseñanza formal, o que determinadas personas no pueden adquirir ese producto en cantidad suficiente.
Halliday niega entonces la validez de la llamada teoría del déficit lingüístico, que está relacionada con la figura de Bernstein, de quien hemos hablado más arriba. Esta teoría para Halliday está
vinculada con prejuicios de clase, y lo que él propone en lugar del concepto de adquisición del lenguaje es el de desarrollo de la lengua. Y es interesante observar cómo construye Halliday este
concepto de desarrollo lingüístico. Este concepto de desarrollo lingüístico desde ya no es nuevo ni lo
26 ¿No
decía acaso Borges, refiriéndose al carácter repetitivo de los códigos, que "hablar (o escribir) es incurrir en tautologías?
135
inventa Halliday; podría decirse que existen dos corrientes o modalidades que conciben de manera
diferente el proceso de desarrollo lingüístico.
Por desarrollo lingüístico, obviamente estamos haciendo referencia al crecimiento, al desenvolvimiento de la capacidad creativa. Halliday caracteriza las dos tendencias como nativista y ambientalista. En líneas generales podemos colocar por ejemplo a Chomsky como nativista y a los
conductistas norteamericanos como ambientalistas. Los nativistas como Chomsky sostienen que
existe una capacidad específica del lenguaje esa gramática universal innata que en determinado
momento se dispara y comienza a producir fenómenos lingüísticos. Para los nativistas la persona ya
tiene una facultad incorporada para el lenguaje, bajo la forma de una serie de estructuras que en un
momento se ponen a funcionar. Entonces para los nativistas, como ser Chomsky, desarrollar el
lenguaje consiste en hacer encajar lo que se oye alrededor de uno, lo que sucede lingüísticamente
alrededor de la persona, en las estructuras que ya están incorporadas biológicamente.
La concepción ambientalista, por el contrario, niega el juicio nativista según el cual el niño ya
tiene una estructura incorporada, una gramática ya en condiciones prácticamente de funcionar.
Halliday niega tanto el concepto nativista de que los niños ya vienen con una gramática como el
concepto ambientalista que deriva el desarrollo lingüístico de una simple acumulación de
experiencias. Ustedes recuerdan lo que decía Chomsky sobre el misterio del aprendizaje lingüístico,
que tiene que ver con el hecho de que el niño aprenda a hablar a pesar de que todas las comunicaciones que se desarrrollan alrededor de él son asistemáticas, inconexas, incompletas y a menudo
erróneas.
Halliday va a realizar una serie de experimentos en este sentido. Un experimento bastante simple consiste básicamente en poner un grabador y ver los que sucede lingüísticamente alrededor de un
niño, o de varios niños, en distintos contextos. Por supuesto Chomsky había hecho lo mismo. Lo que
va a suceder es que Halliday coloca sus grabadores, por ejemplo, en situaciones domésticas. En una
casa donde verdaderamente hay niños que están expuestos a un ambiente lingüístico. Mientras que lo
que había hecho Chomsky era simplemente poner un grabador en ambientes de conversación diferentes que casi siempre eran conversaciones entre universitarios. Implícitamente, Chomsky consideraba
eso como algo representativo de un ambiente lingüístico al cual podía llegar a estar expuesto un niño.
Halliday procurará demostrar que la idea de Comsky se origina en que los primeros testimonios que se recabaron en contextos o conversaciones intelectuales, que son sumamente deshilvanadas,
que están llenas de supuestos compartidos, que tienen premisas que cambian constantemente, que no
suelen referirse a la situación inmediata. Son conversaciones sumemente alejadas de la situación
concreta, y que por lo tanto no constituyen buenas vías contextuales. Es decir, difícilmente, dice Halliday, el niño pueda llegar a aprender a hablar si su contexto lingüístico son conversaciones entre
intelectuales universitarios.
Acá hay algo que podría explicarse mediante lo que se llamaría el contexto de situación del
propio Halliday. Casi todas las teorías de Halliday tienen que ver con sus experiencias personales en
la crianza de una serie de hijos. Cada uno de los hijos de Halliday fue, por así decirlo, sujeto
experimental. Es algo parecido a lo que hizo Piaget en determinado momento. Me atrevería a decir
que si Halliday no hubiera tenido hijos su teoría sociolingüística sería sumamente distinta.
El hecho es que la mayor parte de los ejemplos de Halliday proede incluso de los procesos, de
los fenómenos, los episodios de comportamiento lingüístico de sus diferentes hijos. De todas maneras
lo que hizo Halliday fue analizar el lenguaje que se habla alrededor de los chicos y comprobó que las
secuencias estaban gramaticalmente bien formadas en casi todos los casos. Que las conversaciones
que se mantenían alrededor de los chicos eran gramaticalmente correctas y eran buenos ejemplos. Es
decir, la experiencia que se les podía suministrar a los chicos no era de ninguna manera defectuosa o
fragmentaria como decía Chomsky.
136
El hecho es que lo que aprende el niño, de todas maneras, no tiene mucho que ver con las estructuras gramaticales, o por lo menos no tiene mucho que ver primoridalmente con eso, dice Halliday, sino que el niño en esas transacciones, en esos intercambios lingüísticos, aprende a desarrollar
potenciales de significación. O, dicho de otra manera, aprende a desarrollar funciones, satisfacer necesidades, establecer una relación con su ambiente social, personal y objetual. Lo que define Halliday,
entonces, es una serie de funciones que satisface el lenguaje en los procesos a los que está expuesto
un niño. Lo que él no va a hacer, explícitamente, es enumerar todas las funciones que el lenguaje
satisface, más allá de la comunicación del pensamiento como podría ser el caso para alguna teoría
lingüística tradicional.
Halliday dice que, por ejemplo, el lenguaje satisface una función instrumental. Los niños
dicen "quiero tal cosa". Satisfacen entonces a través del lenguaje una serie de necesidades, por lo
común materiales. Los niños también utilizan el lenguaje en función reguladora, es decir, requiriendo
que las personas que están alrededor ejecuten determinadas conductas. Solicitan a determinadas
personas hacer determinadas cosas. Controlan o pretenden controlar a través del lenguaje la conducta
ajena. También utilizan el lenguaje con una especie de funcionalidad personal, como forma de
manifestarse a sí mismo, de enfatizar su presencia, fortalecer su identidad, imponerse enel contexto de
las otras personas. También se utiliza el lenguaje cen una función que se podría llamar heurística. Es
bastante clásico que los niños pasen por extensos periodos en los que preguntan el por qué de todas
137
las cosas. La función heurística, entonces, es una función orientadora o exploratoria. Se utiliza el
lenguaje para explorar el entorno, para situarse en él.
Se utiliza el lenguaje además con una finalidad imaginativa. Es decir, como un modo de
carear universos imaginarios o niversos ficticios, o por lo menos situaciones imaginarias, para crear
un mundo propio y, en fin, para diversos fines lúdicos o como se los quiera llamar. Y obviamente se
utiliza también el lenguaje como manifestación o como vehículo para transmitir meramente información, en el sentido referencial, en el sentido clásico.
Entonces para Halliday el aprendizaje lingüístico, en síntesis, no es un proceso de adquisición
que esté sometido a las mismas reglas que la adquisición de determinados objetos, sino que su definición del aprendizaje lingüístico equivale a un dominio progresivo de las funciones básicas. El niño no
solamente aprende ejemplos gramaticales de conducta lingüística, sino que aprende, a través del
lenguaje, a satisfacer determinada función; domina progresivamente mejor las capacidades del
lenguaje que le permiten por un lado construir un conjunto de significados, y por el otro manejarse en
su relación con otras personas y con el mundo en general.
Lo que va a hacer Halliday no va a consistir en una nueva enumeración de los usos o de las
funciones del lenguaje, sino en una conceptualización tendiente a ordenar o a sistematizar la representación de los contextos lingüísticos y de los fenómenos en relación con esos contextos. Por el
contrario, propone un modelo sociolingüístico que se va a centrar en aquel problema que habíamos
señalado de la relación entre el contexto y la manifestación lingüística, y va a proponer una serie de
conceptos tendientes a organizar esa relación.
El concepto básico, siguiendo la tradición de Malinowski, es el de contexto de situación, y se
refiere a las diferencias del uso del lenguaje en relación con las circunstancias en las que el lenguaje se
manifiesta. Dice Halliday, siguiendo a Malinowski, que el lenguaje siempre se experimenta, siempre se
realiza en relación a algún escenario, en relación con otras personas, con determinados sucesos, y de
estos escenarios, de estas personas, de estos sucesos, se deriva la significacion de lo que se dice.
Si yo digo: "Esto es una porquería", eso no se va a poder entender más que a través del
análisis de la situación donde ocurre ese acto lingüístico. No siempre se va a manifestar una relación
tan clara de dependencia del lenguaje en relación con el contexto, como en el caso de este ejemplo
que dimos; lo que sucede con el lenguaje es que hay una serie de aspectos que hacen referencia al
contexto inmediato, que señalan algo, mediante una capacididad del lenguaje, una característica del
lenguaje que se llama deixis. Es decir, existen elementos del lenguaje que son deícticos.
Por ejemplo: "este", "eso", "aquel", o incluso determinados elementos del lenguaje como los
pronombres, que señalan cosas, personas, y que cambian de significado según las personas que señalen. Una característica de los elementos deícticos del lenguaje es que su significación está dada por
el contexto. Todo el lenguaje es más o menos deíctico, es decir, hay una dependencia mayor o menor
del contexto, pero siempre la hay. Contexto que incluye también otros actos lingüísticos, contexto
que confiere a los hechos del lenguaje coherencia y sentido.
Si yo digo dos frases: "el niño lloraba" y "la madre lo alzó", nosotros hacemos un montón de
inferencias que no están para nada explícitas, respecto de que la madre alzó al niño porque el niño lloraba. Establecemos un conjunto de elementos de juicio que no están explícitos en las frases que se
pronuncian en sí, y vamos estableciendo la coherencia de los sucesivos elementos lingüísticos o frases
o términos, en función del contexto lingüístico global, en función del texto al cual esas frases pertenecen.
Esto es a lo que se refiere Halliday cuando habla del contexto de situación. Destacar la importancia del contexto de situación equivale a afirmar que cualquier explicación del lenguaje que prescinda de la situación como ingrediente esencial, va a ser posiblemente artificiosa, va a ser
138
posiblemente errónea. Por más que nosotros analicemos gramaticalmente una frase como "la madre lo
alzó", el significado global que transmite esa frase se va a perder a no ser que analicemos el contexto.
Ahora bien, este contexto tiene que ser claramente definido. No es suficiente decir: tenemos
que tener en cuenta elcontexto para comprender los fenómenos del lenguaje o para entender perfectamente su significado, sino que tenemos que hacer algo más que una enumeracion de distintos
aspectos que aparecen en ese contexto. Malinowski decía que el lenguaje de los primitivos no se
podía traducir, entre otras cosas, porque en esa traducción tenía que incorporarse una cantidad de
informaciones contextuales abrumadoramente grande.
Pero lo básico es que no hay ningún método que nos diga por dónde empezar y hasta dónde
seguir cuando tenemos que hacer una descripción del contexto. No existen heurísticas que nos indiquen cuál es la enumeración o la caracterización que tenemos que hacer del contexto para que todo
ese conjunto de contexto y comportamiento lingüístico quede descripto o explicado.
Por otra parte, hay un invonveniente adicional. Si nosotros estamos en una universidad discutiendo sobre Aristóteles, o para el caso sobre Malinowski, o sobre el mismo Halliday, no va a haber
prácticamente ninguna relación o habrá una relacion muy tenue, entre el escenario, las personas que
participan de ese intercambio verbal y las cosas, personas o fenómenos a los que esa conversación se
refiere. Es decir, va a ser sumamente abstracto, estaremos hablando de Aristóteles y de la polis
griega, o de lo que fuere. Indudablemente no vamos a poder deducir del contexto de situación, nada
que tenga que ver inmediatamente con el lenguaje y viceversa.
En una discusión intelectual o en una charla entre expertos las referencias suelen ser sumamente remotas e indirectas, la relacion entre contexto inmediato y los contenidos de la conversación
es extraordinariamente débil. Es muy posible que en ese caso analizar la relación entre el contexto y
los significados tenga relativamente poco interés. De todas maneras, existe alguna relación entre el
contexto y los contenidos significativos, que Halliday va a englobar mediante el concepto de registro.
Hablar de matemáticas, situarse en lo que podría llamarse "el registro matemático" de la
lengua o del lenguaje, implica que se va a hacer referencia a determinadas cosas utilizando
determinados conceptos. El registro se define por una serie de parámetros; por lo que realmente
ocurre en el acto de la conversación, por quienes participan en la misma y por las funciones que
satisface o que cumple el lenguaje en esa circunstancia. En otras palabras, atañe a la realidad circundante, las personas que intercambian significados y las funciones que satisfacen mediante ese
intercambio lingüístico. Estar en determinada circunstancia, moverse en determinado registro, implica
que se van a selccionar ciertos significados posibles.
Si yo estoy en un registro matemático, en un lugar donde se habla de matemáticas, una
conversación entre profesores y alumnos, supongamos, satisfaciendo una función de tipo referencial o
cognitiva, implica que se van a poder predecir ciertas cosas que van a suceder más o menos plausiblemente en ese acto lingüístico. Se vaa hacer referencia a cierto universo de significados, se van a
utilizar determinados conceptos, se van a utilizar detrminadas formas lingüísticas, y toda esta
selección, todo este proceso conforma entonces lo que Halliday llama registro. Registro es una
entidad medio ambigua, que comprende cosas relativamente heterogéneas, pero podemos más o
menos identificar el registro con el tema, el asunto tratado, agregando a ese tema una serie de
definiciones contextuales.
Lo que hay que hacer entonces, según Halliday, es desarrolar una teoría del registro. Esto implica tratar de mostrar los principios generales que rigen esta relación entre estructuras, procesos o situaciones sociales y significados, formas, manifestaciones del lenguaje en general. Esa relación o
correspondencia entre lo social o lo cultural y lo lingüístico se va a hacer a través de este concepto de
registro, el cual permitirá determinar, y en el mejor de los casos predecir, qué factores de la situación
determinan qué características lingüísticas. Se trata de elaborar entonces un modelo predictivo.
139
Por más que Halliday cuestione los modelos de la lingüística tradicional, lo que está haciendo
en definitiva es promover un modelo científico, un esquema de interpretación, que percibe cierto
grado de formalización y de predictibilidad. Esa predicción consiste en determinar, conociendo la
situación o contexto de uso del lenguaje, ciertas características de ese lenguaje, o ciertas
características de comportamiento verbal. Entonces, la pregunta básica es: ¿Qué necesitamos saber
respecto del contexto, contexto de situación social, o eventualmente registro, a fin de predecir
fenómenos lingüísticos?. La pregunta se parece bastante a la que formulaban los conductistas de la
línea de Bloomfield, aunque los modelos resultantes van a ser diferentes.
Para lograr ese objetivo, Halliday define tres categorías. Lo que necesitamos saber acerca del
contexto de situación se puede resumir en tres conceptos o aspectos, que son los de campo, tenor y
modo. Saben ustedes que lo que está tratando de hacer es sistematizar, ordenar, conferir cierto marco
de ordenamiento, a todo lo que concierne a la caracterización de contexto. No se puede pretender
enumerar todo lo que sucede en la estructura social o en la situación lingüística, porque no se
acabaría nunca. Lo que está tratando de hacer es proporcionar un marco mínimo para poder primero
describir el contexto, como para llegar después a algún tipo de predicción sobre el lenguaje.
El campo se va a referir entonces al marco institucional en que se produce esa manifestación
lingüística. El marco isntitucional se refiere no solamente, por poner un caso, a lo que sería el edificio
de la universidad, sino a las personas que participan en un intercambio lingüístico, a la actividad de
esas personas en ese marco.
El tenor es, por decirlo a través de un sinónimo, el carácter, el tono. Es decir, si la relación entre los que participan en el intercambio lingüístico es de carácter formal, afectivo, autoritario, el grado
de calor emotivo o de bronca... Quien analiza el tenor observa cuál es el carácter de ese intercambio
lingüístico: si es una discusión violenta, o un frío intercambio de ideas... Qué relación hay entre los
participantes, si es una relación de familiaridad, de conocimiento previo, de premisas compartidas...
Y el modo se va a referir, por una parte, a la forma en que se canaliza ese intercambio. Es
decir, si se utlizan, por ejemplo, prevalentemente gestos, o palabras, o un lenguaje sumamente elaborado. Y eso a su vez tiene que ver con el foco o con el tema de ese intercambio.
Todo esto se confunde con la definición de registro. Es decir, por un lado tenemos la definición de registro, por otro la de campo, tenor y modo. La relación entre estos conceptos es sumamente nebulosa en el modelo de Halliday, y además cambia según qué artículo de Halliday se lea. El
modo, en definitiva, está más relacionado con lo que podría llegar a ser el registro. Para Halliday
campo, tenor y modo son determinantes, y no simplemente componentes del habla. En algunos artículos va a decir, incluso, que campo, tenor y modo determinan el registro. Pero en general la
relación entre estos conceptos es bastante oscura.
La mayor parte del modelo de Halliday consiste en una afinación progresiva de cada uno de
estos conceptos básicos, en la multiplicación de ejemplos concernientes a los diversos aspectos del
intercambio lingüístico, en los que los protagonistas básicos han sido los hijos de Halliday y las
situaciones familiares de su educación lingüística. Por ejemplo, para caracterizar estos conceptos de
campo, tenor y modo, describe una escena de conversación entre la esposa de Halliday y un hijo de él,
cuando la madre le estaba dando un baño al nene, que tendría un año y pico. En esa circunstancia el
campo era el aseo personal del chico con ayuda de la madre, y en ese campo se manifestaba una especie de exploración del niño con referencia al entorno, de carácter fundamentalmente verbal. El tenor
tenía que ver con la interacción entre la madre y el hijo; era, obviamente una relación sumamente
afectuosa o por lo menos familiar, en la que el niño resultaba más o menos conducido por la madre. Y
el moddo era el de un discurso hablado, cooperativo, sin mayor conflicto.
Cada uno de estos aspectos determina algunos elementos de juicio en la esfera de lo verbal. Es
decir, el campo determina ciertos patrones, por ejemplo los nombres de los objetos que hay alrededor
en esta escena del baño, los objetos a los que se hace referencia en la conversación: el jabón, el agua
140
caliente, la canilla, etc. El modo establece el tipo de conversación que se haga, que en este caso es
una estructura de preguntas y respuestas; el niño pregunta, la madre contesta; hay proliferación de
fenómenos de deixis: el niño señala determinadas cosas, requiriendo información sobre ellas. Y el
tenor, por último, afecta a las formas en que se realiza este intercambio: unas pocas veces ellas se
tornan imperativas, pero en general hay un tenor comunicativo bastante genérico.
Este es básicamente el perfil del modelo. Les decía que la exposición del modelo completo llenaría varias páginas, porque cada uno de estos conceptos es a su vez multiplicado en una serie de
aspectos parciales.
Etnografía del habla y de la comunicación
Lo mismo sucede con el esquema de Dell Hymes, el cual tiene dos formulaciones, una que es
de 1964, en la que Hymes establece lo que se llamó etnografía del habla, y otra que es de 1971, en la
que se define una etnografía de la comunicación. Lo que sucede entre un modelo y otro, desde el
punto de vista histórico, es, por una parte, la experiencia y el colapso de la antropología cognitiva,
con la que Hymes tuvo algo que ver. Inmediatamente después Hymes queda con las manos libres para
formular su etnografía de la comunicación.
En el interin, durante la mayor parte de la década del 60, es cuando se desarrolla en Estados
Unidos una especie de auge respecto de una concepción comunicacional de la cultura. La cultura como fenómeno de comunicación, y el lenguaje concebido como un conjunto de pautas de comunicación entre otros conjuntos posibles. Se van a desarrollar toda una serie de trabajos donde se
habla, en términos lingüísticos, por ejemplo de la danza. Muchas veces estos trabajos se originan en la
misma antropología. En esta época se hace un intento de caracterizar una serie de conceptos para
describir lingüísticamente, con el mismo rigor que es propio de la lingüística, los movimientos del
cuerpo durante las danzas. Este es el objetivo de la coreométrica de Alan Lomax.
De la misma manera, se investigan por ejemplo fenómenos como los lenguajes del tambor africanos, o el lenguaje de silbidos de las islas Canarias, y una multitud de otros fenómenos que constituyen algo así como una especie de paralingüística. A veces se habla explícitamente de
paralingüística.
La década del 60, en buena medida, fue una década donde se comenzó a hablar masivamente
de la comunicación. Se concibió la cultura como un conjunto de sistemas de comunicacion interdedependientes. Se utilizó el criterio comunicacional como para ordenar una descripción global de la cultura. Se consideró cada uno de estos órdenes (gestos, espacio circundante, danzas, fenómenos paralingüísticos) como otros tantos fenómenos de comunicación, que estaban relacionados en mayor o
menor medida con el resto de las pautas culturales.
El primer modelo de Hymes, es, entonces, la etnografía del habla, y el segundo modelo va a
ser al etnografía de la comunicación. Los dos más o menos siguen las mismas pautas en líneas
generales. Lo que sucede es que la etnografía de la comunicación es un modelo más elaborado, más
complejo, que proporciona un marco conceptual sumamente rico e integrativo, del cual se deriva, por
ejemplo, entre otras cosas, todo el análisis de la narrativa folklórica que prevalece hoy en la antropología de los Estados Unidos. Hymes se ha de convertir en el pionero de una serie de concepciones
comunicacionales, que por esos azares del destino después se va a concentrar en ese campo de la antropología que es el folklore.
De todas maneras, lo que realiza Hymes es explícitamente una contribucion a la antropología
social y cultural, tanto en lo que respecta al primer modelo como al segundo. Apunta además a una
colaboración interdisciplinaria explícita, ya una fusión de los estudios lingüísticos con el resto de los
estudios culturales. Nuevamente Hymes cuestionará el hecho de que la lingüística tradicional se
realizó prescindiendo del contexto, crítica que ya hemos visto en Halliday, y va a cambiar su foco de
141
interés de la lengua al habla, asignando al concepto de habla una mayor riqueza que la que se refiere a
los intercambios o los comportamientos puramente lingüísticos.
El concepto de habla, para Hymes, va a englobar explícitamente todos los fenómenos que se
puedan interpretar en términos comunicativos, ya sea el lenguaje, la danza, el manejo del espacio, los
gestos. La etnografía del habla tiene desde el inicio una cierta ambición comparativa; Hymes quiere
fundar una modalidad de estudio no necesariamente exótica, pero sí interesada en la organización de
las diferencias.
El concepto más importante que introduce Hymes es una modificación del concepto
chomskyano de competencia. Nosotros habíamos visto que Chomsky distingue entre competencia y
performance. La competencia lingüística equivale en cierta forma al conocimiento de las reglas por
parte del hablante. Hymes va a redefinir la competencia, por cuanto no se trata ahora de una competencia lingüística, sino de una competencia comunicacional generalizada.
Como ya no se va a poder concebir el lenguaje como una esfera autónoma, esa competencia
va a incluir aspectos que están más allá de lo puramente verbal. Para adelantar un ejemplo, les diría
que una persona no solamente tiene que aprender como decir o cómo transmitir determinado
significado, sino en qué ocasiones transmitirlo, de qué manera y en qué tono, con referencia a qué
interlocutores, etc., para manejarse comunicacionalmente en el interior de su cultura.
Hymes cree que la lingüística convencional considera que los factores de ejecución (y todos
los aspectos culturales deben ser ubicados allí) como cosas que limitan la realización de las
posibilidades gramaticales, en lugar de ser constituyentes o habilitantes. Pero en la actualidad se está
reconociendo, dice, que la ejecución no es una instancia negativa, y que la noción de competencia
debe ser extendida más allá de lo gramatical. Hay que tener en cuenta los factores sociales que
participan en su realización como algo que es constitutivo del lenguaje y que lo mismo que él están
gobernados por reglas.
Aclaremos que Hymes comparte los objetivos científicos de Chomsky, y hasta lo admira por
atreverse a establecerlos; pero las metas que él, como antropólogo, persigue, no pueden alcanzarse en
los términos que Chomsky propone, ni echando mano de la lingüística solamente. Hay reglas de
adecuación más allá de la gramática que gobiernan el habla y que son adquiridas como parte de las
concepciones del yo. No se trata sólo de reglas de etiqueta o del tipo de maneras que rigen, por
ejemplo, al lenguaje jurídico. Hay un amplio abanico de fenómenos que exigen una perspectiva y un
método descriptivo y un enfoque metodológico diferente. Esto es posible ahora (dice Hymes en los
60) porque ya la lingüística misma ha extendido el análisis de la oración hacia las secuencias de
discurso, ha ido más allá del lenguaje individual hacia las formas culturales del habla y también más
allá de la función referencial hasta lo que podría llamarse estilística.
En este proyecto la antropología sociocultural debe intervenir activamente. La contribución de
esta disciplina puede consistir en explorar la estructura de la interacción conversacional como parte
natural de la etnografía, y sobre todo en la insistencia de que las estructuras discursivas no ocurren en
el vacío sino que están situadas. Es decir, las estructuras discursivas pertenecen a ocasiones culturales y personales en las que descansa parte de su sentido. Pero considerar que el discurso está situado
no implica referirlo a una multitud inabarcable de factores contextuales posibles; la sola enumeración
de los factores intervinientes tiende hacia el infinito.
Lamentablemente, para muchos aspectos de los modos de hablar falta elaborar modos de formulación adecuados. El tratamiento de estos asuntos, además, exige un conocimiento profundo de los
recursos lingüísticos de una comunidad. Dice Hymes que como se deben estudiar la pluralidad y el
estatus problemático de las funciones, hay que prestar atención a otras funciones del lenguaje además
de la función referencial. La función referencial, consistente en la idea de que el lenguaje es un mero
indicador entre sonidos y sentidos, es importante pero no es la única. La imagen del hombre que ella
trasunta es la de un individuo aislado, abstracto, relacionado sólo con un mundo de objetos que
142
esperan ser nombrados y descriptos. En lugar de esto (dice Hymes, evocando a los pragmatistas
ingleses) se debe partir del estudio del habla como un modo de acción.
Todo esto implica una forma de análisis hasta hoy infrecuente, que sistematice la variedad de
fenómenos observados: entre los araucanos, por ejemplo, es un insulto pedir que le repitan una pregunta; ciertos pueblos prefieren no contestar una pregunta el mismo día en que se la formulan; los
aritama prefieren usar intermediarios para hacer pedidos. La ciencia que ha de constituirse es doble:
sería una teoría lingüística que descubriría los fundamentos etnográficos del habla y una etnografía
que descubriría los fundamentos lingüísticos de la cultura.
El modelo de Hymes, elaborado y reelaborado no menos veces que las gramáticas de Chomsky, es una construcción complicada y heterogénea, como una especie de pegatina ecléctica que incorpora observaciones y conceptos de muchas teorías. En fin, acaba delineando una enumeración de los
factores participantes en un marco de análisis que incorpora, entre otros aspectos:
- El lugar o la escena (el tiempo, el espacio, el ambiente psicológico).
- La descripción de los participantes.
- Los fines y propósitos de los sucesos comunicativos.
- Las características del acto, tanto de forma como de contenido.
- El tono o el espíritu (serio, divertido, irónico).
- El canal de comunicación (mensaje hablado, escrito, canto, silbido, movimientos,
coreografía).
- El código (dialectos y variantes lingüísticas).
- Las normas tácitas o expresas que rigen la interacción (nadie, por ejemplo, interrumpe una
misa para hacer una pregunta).
Estudios antropológicos de la comunicación
No es casual que Hymes haya cambiado el nombre de su etnografía del habla para terminar
llamándola etnografía de la comunicación. La comunicación fue durante un par de décadas una
especie de lugar común de los estudios socioculturales, aunque la definición misma del concepto
nunca estuvo demasiado clara, superponiéndose a otras ideas tales como la de sistema, código,
interacción o interdependencia.
Examinaremos a vuelo de pájaro dos propuestas teóricas comunicacionales de los años 60 y
70 que tuvieron su cuarto de hora y que fueron formuladas, incidentalmente, por antropólogos: la
kinésica de Ray Birdwhistell y la proxémica de Edward Hall.
La kinésica de Birdwhistell (un antropólogo fallecido hace poco, a fines de octubre de 1994)
pretendía estudiar la variabilidad intercultural de la gesticulación humana, o en otras palabras la relación entre patrones de gesticulación y contexto. En sus primeros ensayos, Birdwhistell se encontraba
inclinado a aceptar sin mayor crítica proyecciones de las categorías lingüísticas aplicadas al análisis
gestual. Era la época en que se consideraba a la lingüística algo así como una ciencia piloto de las
ciencias humanas, una disciplina que había llegado a un fuerte grado de formalización y a la que las
demás disciplinas, más atrasadas en lo metodológico, harían bien en imitar.
Sea como fuere, los estudios de Birwhistell siempre fueron de inspiración bastante ecléctica.
Se encontraban en ellos ideas provenientes de los análisis lingüísticos de los suprasegmentos o de la
tagmémica de Kenneth Pike, junto a observaciones de sentido común. Lo mejor de los ensayos de
Birdwhistell (esto se aplica también a los de Hall) es la profusión de anécdotas: el alcalde La Guardia
de Nueva York, por ejemplo, que era trilingüe, gesticulaba de manera distinta de acuerdo con que su
143
oratorio estuviera compuesto por judíos, italianos o anglosajones. Después de las anécdotas lo mejor
expuesto eran los interrogantes: ¿existe un patrón universal de gestos, o los gestos varían hasta
hacerse incomprensibles de una cultura a otra? ¿Es la expresión de las emociones universal o varía en
el tiempo y en el espacio?
Las investigaciones iniciales de Birdwhistell, inspiradas en el estudio clásico de Darwin La Expresión de las Emociones en el Hombre y en los Animales, se fundaba en la idea de que la comunicación verbal está sometida a y es responsable de la diversidad, mientras que la comunicación no verbal
proporciona una base universal que es resultado de la unidad del género humano. Pero cuando Birdwhistell estudió los aspectos universales y los peculiares de la sonrisa, todo este prejuicio se vino abajo: había quienes "sonreían" en condiciones adversas, existían culturas donde se sonreía mucho, otras
donde sonreir estaba mal visto. En ciertos sitios, al que sonríe se le pregunta por qué está enojado; en
otros al que sonríe se lo increpa: "¿qué le hace gracia?". La conclusión de Birdwhistell es que no hay
en la sonrisa nada natural, que corresponda mecánicamente con una sensación de placer. El caso es
que en cada cultura, los niños deben aprender a sonreir en las circunstancias adecuadas.
Toda estructura kinésica -dice Birdwhistell- está minuciosamente ordenada por la cultura,
aunque los actores culturales no sean conscientes de ello. Por otra parte, ningún gesto (por ejemplo la
"sonrisa") se puede estudiar uniformemente, porque no es una cosa en sí misma, sino que abarca un
extenso campo de complejas construcciones quinomórficas. Y el significado de este inmenso campo
sólo se puede deslindar mediante un análisis de los múltiples canales de la comunicación.
Lo que Birdwhistell cree haber llegado a determinar es que no existen expresiones faciales o
gestos que despierten idénticas respuestas en todas partes. Sea como fuere, otros estudiosos (David
Efron, Eleanor Rosch, etc) han llegado a conclusiones distintas, pues la cosa depende demasiado de la
forma en que se planteen las preguntas. En efecto, una pregunta como "¿Tiene el gesto X difusión
universal?" difiere sensiblemente de "¿Suscita el gesto X las mismas respuestas en todas partes?".
Ambos interrogantes tienen, como diría Grice, diferentes implicaturas conversacionales.
Con el correr de los años la investigación kinésica se esfumó, y del proyecto de Birdwhistell
quedó bastante menos que el recuerdo. Lo que fracasó más rotundamente fue su intento de crear una
notación kinésica, intento que redundó en una taquigrafía ilegible de centenares de signos imposibles
de memorizar y en un inventario de gestos que en nada se parece a un sistema fonológico, por
ejemplo. Birdwhistell pasó años enteros de su vida desmenuzando una famosa "escena del cigarrillo"
que duraba apenas diez segundos, y que era muy interesante pero científicamente trivial. Insistió
demasiado en la "enorme complejidad de los códigos gestuales", expresión que trasunta visiblemente
la incapacidad de reducirlos a unos pocos aspectos relevantes. Si de todo esto hay que sacar alguna
moraleja, es que la lingüística no ha resultado casi nunca fácil de extrapolar, y que muchos modelos
construidos a su imagen y semejanza se hubieran beneficiado de haber recurrido a otras inspiraciones.
La proxémica de Edward Hall siguió por los mismos años un rumbo parecido. Hall tuvo la
suerte de publicar algunos best sellers, como La Dimensión Oculta, que popularizaron los estudios
sobre el manejo cultural de la territorialidad personal y el espacio próximo. También en su caso lo mejor de todo es el anecdotario: los ejecutivos norteamericanos charlan relajados a seis o siete metros de
distancia, mientras que los ejecutivos europeos o asiáticos conversan tensos casi escupiéndose en la
cara; los hablantes de Estados Unidos mantienen siempre una distancia interpersonal muy amplia,
mientras que los árabes entran en una comunicación próxima, donde incluso deben intervenir canales
olfativos; las fincas norteamericanas están separadas por un pequeño seto de ligustrina o una marca
en el suelo, y a veces ni eso, mientras que las propiedades de latinoamérica están aisladas por cercos
de ladrillos que impiden la visión y que a menudo tienen vidrios en la parte de arriba.
También en el caso de Hall hubo un intento fracasado de desarrollar una enrevesada notación
proxémica y un exceso de énfasis en la diversidad de los fenómenos tratados, con una mirada demasiado atenta en los vericuetos de la hipótesis de Sapir Whorf. Desde el punto de vista teorético,
144
Hall ha sido siempre superficial: si para muestra alcanza con un botón, digamos que se tragó hasta las
heces el cuento del Don Juan de Castaneda.
Limitaciones y problemas de la sociolingüística
La sociolingüística en su conjunto nos dice que hay que estudiar el lenguaje en relación con el
sistema social o con el orden cultural. Por un lado están entonces los fenómenos del lenguaje en un
sentido amplio (lenguaje hablado, lenguaje no verbal, equivalencias o proyecciones comunicacionales
diversas), la comunicación en general, y por el otro se encuentran las estructuras o el orden social, o
como se lo quiera llamar. La premisa básica de la sociolingüística y de todos estos movimientos que
estamos viendo, dice que hay que estudiar el lenguaje en relación con esas estructuras sociales. Lo
que va a ser difícil es, precisamente, determinar cuál es la naturaleza de esa relación: qué modelo
conjunto podemos establecer, que sea relativo simultáneamente a las estructuras sociales o al orden
cultural, y a las manifestaciones del lenguaje. Una cosa es decir que el lenguaje tiene que ser
estudiado en relación con su contexto social, y otra cosa es llegar a un esquema de comprensión o de
explicación del lenguaje en relación con su contexto que medianamente funcione y que sea
universalmente aplicable por otros estudiosos a otros entornos culturales.
Puede apreciarse que todas estas propuestas de la sociolingüística son lo que se dice programáticas. Esto quiere decir que establecen un programa, o una enunciación de un conjunto de problemas a resolver, que exponen una serie de ejemplos relativos a esos problemas. Por poner un caso,
las diferencias sexuales en el habla de determinadas culturas, o el fenómeno de los pidgins, o el age
grading, etc., pero sin proporcionar prácticamente ningún modelo original que tenga visos de ser
mínimamente manejable.
Es como si entre la lingüística en el sentido tradicional, relacionada con el lenguaje como cosa
separable o inmanente, y las sociolingüísticas de sentido amplio y sensibilidad contextual, existiera algo así como una quiebra, por cuanto los modelos que se proponen son radicalmente distintos. La lingüística tradicional llegó a establecer una serie de modelos tremendamente formales, aunque por
supuesto abstractos. Modelos que tenían una serie de limitaciones, sobre todo contrastados con los
fenómenos reales del lenguaje, pero que en tanto esquemas de descripción o de explicación, mal o
bien funcionan.
En contraste con todo esto, la sociolingüística va a promover una serie de esquemas globales,
que son básicamente una serie de cuadros conceptuales, donde se contemplan todos los diversos
aspectos que intervienen o inciden en la situación comunicacional, y concretamente en el intercambio
lingüístico; pero no se va a llegar a ningún marco que tenga la productividad y la simplicidad de los
modelos lingüísticos, y esto es, obviamente, porque se intentan contemplar muchísimas más variables
simultáneamente, y porque se hace referencia sobre todo a la necesidad de esclarecer relaciones para
las cuales no existen aparatos conceptuales desarrollados. Nosotros no tenemos terminología relacional, todavía hoy, ni para las cuestiones sociolingüísticas ni para grandes aspectos de la antropología
social y cultural.
Ni duda cabe que el desafío de la sociolingüística es legítimo y que, a largo plazo, la búsqueda
puede arrojar beneficios conceptuales interesantes. Pero ningún planteo científico, hasta hoy, se
puede considerar logrado por el hecho de manifestarse necesario. El interrogante fundacional de la
sociolingüística sigue hasta hoy en pie: ¿cómo podría constituirse una ciencia que relacione
verdaderamente el lenguaje con lo social y lo cultural? Y todavía más: Fuera de la acumulación de
anécdotas y la proliferación de clasificaciones torcidas ¿Es posible una ciencia semejante?
145
ELEMENTOS DE LINGUISTICA Y SEMIOTICA
Prof. Carlos Reynoso
[email protected]
2007
7. Introducción a la semiótica
Esta clase concierne al último punto del programa, en el que intentaremos cubrir una visión de
conjunto de la semiótica. Primero daremos un cuadro general de sus múltiples definiciones y de su desarrollo histórico, y luego revisaremos algo más en detalle la semiótica norteamericana de Peirce y de
Morris, la semiótica soviética de Bajtín y la Escuela de Tartu, algunas de sus derivaciones francesas y
por último la semiótica italiana de Eco y Rossi-Landi.
Una vez más, el concepto de semiótica no está ni remotamente unificado. No existe consenso
acerca del objeto del método y de los objetivos de la ciencia de los signos, no hay definiciones
consensuadas y no problemáticas y hay serias dudas sobre el carácter científico de la especialidad o
sobre la utilidad que ella pudiera prestar a otras disciplinas. Tampoco existe consenso acerca de si
esta disciplna o este conjunto de problemas se debería llamar semiótica o semiología. A este respecto,
las tendencias han ido cambiando con el correr de los años. En un principio, en Estados Unidos, se
utilizó más el término semiótica, en Francia y sus zonas de influencia se usó semiología, y en los
últimos años se percibe que la noción de semiótica se va imponiendo sobre su rival.
Desde ya, no se trata de dos ciencias, o de dos disciplinas diferentes, sino probablemente de
una sola. Quizá convenga hacer un pequeño diagrama del desenvolvimiento histórico y de las distintas
tendencias de la semiología y la semiótica, a fin de que podamos contextualizar lo que vayamos a
decir después sobre cada una de ellas.
La semiótica no es nueva, ni siquiera como ciencia. Podríamos caracterizarla tal vez como la
orientación más antigua entre todas las que hemos visto: la semiótica de Estados Unidos, codificada
inicialmente por Peirce sobre una base más bien filosófica, aparece alrededor de 1860; permanece sin
desarrollar hasta que es retomada por Morris en los años 30, y continúa en la actualidad bajo el
liderazgo de Thomas Sebeok y todo el grupo de colaboradores que se reúnen en torno de la revista
Semiótica, que es una revista internacional, pero donde principalmente se da cabida a la tendencia
norteamericana, y secundariamente a la francesa.
Podríamos decir que, cronológicamente, existe un segundo conjunto de teorías y prácticas
afines a la semiótica, que se desarrolla en lo que hasta hace poco era la Unión Soviética, en forma de
distintas corrientes sucesivas y en ocasiones rivales. La más temprana, sin duda alguna, es la corriente
conocida como formalismo ruso, en la que incidentalmente se inició Jakobson, y de la cual surgieron
una serie de teóricos formalistas que abordaron áreas que en otros países aparecen englobadas bajo la
antropología social o cultural. Como se verá más adelante, la tendencia general en la Unión Soviética
considera que los estudios culturales forman parte de la semiótica o se abordan con metodologías
asociadas a ella.
La segunda corriente, dominante en algún momento, es la llamada escuela de Marr, de la que
ya hemos hablado cuando comenzamos a estudiar los aportes de Jakobson. No se trata en rigor de
una analítica semiológica, aunque sus elucubraciones filosóficas y especulativas en torno del lenguaje
como manifestación ideológica hagan que sea relevante citarla en este contexto.
La tercera corriente de la semiótica y las teorías del lenguaje y la comunicación en la Unión
Soviética es la llamada escuela de Tartu, así denominada por el nombre de la localidad de su centro
146
de estudios en Estonia. El representante más destacado de esta escuela es Yuri Lotman, que formuló
una teoría semiótica de la cultura, que es el equivalente soviético de la antropología cultural.
Y la cuarta tendencia, que ha sido retomada en occidente a fines de la década del 70, y que
constituye una de las bases de ciertas tendencias postmodernas en casi todas las ciencias sociales y en
casi todas las disciplinas humanísticas, es la llamada "escuela de Bajtin", de acuerdo con el nombre de
su principal teórico. Bajtin es una figura que también tuvo que ver en algún momento con el
formalismo ruso, y que en algún momento trató de fundir o de integrar la teoría marxista con las
ciencias del lenguaje y la comunicación.
He establecido el criterio de colocar a la Unión Soviética antes de, por ejemplo, Francia, por
cuanto la influencia en la época reciente se va a dar del ámbito soviético al francés más que a la inversa. En Francia ciertamente existe una formulación temprana, en este caso de la semiología, que como hemos visto es la de Saussure, antes de 1910. Saussure decía que en algún momento debería
constituirse una ciencia que estudiara "la vida de los signos en el interior de la vida social", que esa
ciencia formaba parte de las ciencias sociales, y particularmente tenía estrechas relaciones con la
psicología social, que esa ciencia iba a ser llamada semiología, y que en algún momento iba a
formular sus objetivos y su conceptualización.
La idea de una "ciencia de los signos" existe, si vamos a ser rigurosos, desde la época griega,
más concretamente desde la codificación del saber de la escuela médica de Hipócrates. En ese
contexto los "signos" que había que interpretar eran más bien indicios o síntomas corporales, señales
e insinuaciones que trasuntaban diferentes dolencias ocultas. La semiología médica todavía existe, al
punto que la mayor parte de los libros que se refieren a semiología a secas son textos de medicina
más que de la comunicación de signos en el seno de la cultura. Más aún, hay numerosas elaboraciones
del hecho de que la interpretación o hermenéutica semiótica y la diagnosis médica están regidas por el
mismo tipo de razonamiento, en el que prevalece la abducción27. Después volveremos sobre este
punto.
De todas maneras, si bien la semiótica puede reclamar ciertos predecesores, y si bien el
término semiótica se comenzó a usar en el siglo XVII, el principal responsable del uso del término, y
el que primero lo codifica de una manera más o menos útil para una ciencia social, es el norteamericano Charles Sanders Peirce.
El objetivo de Peirce era construir una ciencia sumamente rigurosa, una ciencia formal, "cuasimatemática", decía. Ahora bien: ¿Una ciencia formal de qué? Una ciencia formal de los signos. El
problema con respecto a estos signos es que Peirce consideraba que todo es signo. De modo que lo
que pretendió formular Peirce a través de la semiótica fue, de alguna manera, una ciencia, una filosofía bien fundamentada, general, referida prácticamente a todas las esferas de la actividad y el
pensamiento humano.
Mientras que en Estados Unidos prevalece en un principio la idea de una ciencia de los signos
independiente de la lingüística y con algún que otro nexo con el concepto de una hermenéutica o
interpretación de signos, en Francia la semiología seguirá otro derrotero. Desde que se hiciera público
el anuncio de Saussure, que figura en su Curso de Lingüística General, hasta la formulación de la semiología en el ámbito de habla francesa, van a pasar más o menos cuarenta años en los que el
desarrollo de la ciencia de marras es poco menos que nulo. A fines de la década del 50 o principios
del 60, se reformula una semiología en Francia sobre la base del estructuralismo, o por lo menos con
estrechas afinidades con el estructuralismo. El mismo Lévi-Strauss afirmaba que la antropología
27
He tratado el tema con algún detenimiento en el ensayo "El Lado Oscuro de la Descripción Densa", presentado en el Tercer
Congreso Argentino de Antropología Social (Rosario, 1990); este ensayo se encuentra en curso de publicación, pero aún se lo puede
conseguir en Biblos o en la Biblioteca del Museo Etnográfico.
147
como él la entendía era una ciencia semiológica. Tal es así que para muchos teóricos franceses estructuralismo y semiología son prácticamente sinónimos. Lo que acabo de decir se aplica sobre todo a
Roland Barthes, por lo menos en su primera etapa.
Ambito
Estados Unidos
Unión Soviética
Francia
Italia
Representantes
Charles Sanders Peirce (1860)
Charles Morris
Thomas Sebeok
Formalismo Ruso
Mijail Bajtín
Escuela de Tartu (Lotman, Uspenski)
Ferdinand de Saussure
Grupo Tel Quel (Barthes, Derrida, Kristeva)
Tzvetan Todorov
Ferruccio Rossi-Landi
Escuela de Bologna (Umberto Eco)
En un segundo momento, hacia fines o mediados de los 70, comienzan a introducirse ideas
bajtinianas y del formalismo ruso, incluso de la escuela de Tartu, en el ámbito francés, por mediación
de Julia Kristeva, de familia búlgara. Esta segunda etapa está relacionada más bien con lo que podría
llamarse un postestructuralismo o un estructuralismo modificado. Esta es la tendencia que prevalece
en la actualidad, y que en alguna medida se ha disuelto en o se confunde con el llamado postmodernismo.
La cuarta tendencia nacional en materia de semiótica en orden de importancia, sin duda es la
italiana. Existe un amplio conjunto de estudiosos italianos de los fenómenos de comunicación, de los
cuales los más renombrados han sido quizá Rossi-Landi, fallecido en 1985 y por supuesto Umberto
Eco, no tanto por la originalidad de sus formulaciones sino por su enorme capacidad de comunicador,
su prolífica actividad como divulgador de la semiótica. Umberto Eco empezó identificándose con los
estructuralistas de la década del 60, absorbiendo luego la influencia de Morris en 1970. En su
Tratado de Semiótica General y en los últimos tres o cuatro años, asimilando el influjo de la antropología interpretativa norteamericana en lo metodológico y la influencia literaria de Borges en lo
estilístico, ha modificado completamente su paradigma de 1970, y también se identifica hoy con el
postmodernismo.
La semiótica de Peirce
Luego volveremos a ocuparnos del cuadro, al que ahora procuraremos dotar de contenidos.
El punto obligado de inicio para este tratamiento es la obra de Charles Sanders Peirce. Este en
realidad no escribió nunca un tratado de semiótica, lo que no quiere decir que no escribiera nada al
respecto. Escribió aproximadamente 8000 páginas de densos tratados filosóficos, lógicos, epistemológicos, en relación con un marco filosófico que en un momento se llamó pragmatismo y que fue la
corriente mayoritaria en la filosofía norteamericana del siglo pasado.
Lo que habitualmente se difunde como la semiótica, o los textos de semiótica de Peirce, son
párrafos entresacados de sus libros filosóficos por distintos autores, y según distintos criterios, sin
contar además con ediciones autorizadas de esos escritos. Gran parte de las especulaciones de Peirce
148
en torno de la semiótica no proceden de material de ensayos, sino de su correspondencia con una
admiradora y mecenas, la enigmática Lady Welby.
El esquema semiótico de Peirce se supone está inscripto en la filosofía llamada “pragmática”.
El pragmatismo norteamericano tiene aproximadamente un contenido acorde con el significado de la
palabra. Es una filosofía que en algún momento empezó a otorgar prioridad a la práctica, a lo útil
como criterio de valor filosófico. Lo que sucede es que Peirce comenzó dentro de este pragmatismo y
luego se fue indudablemente distanciando. La idea básica del pragmatismo era formular una filosofía
que escapara del psicologismo. Es decir, el crimen máximo que se podía cometer en el ámbito del
conocimiento era incurrir en explicaciones psicológicas. Como vamos a ver, lo que los pragmatistas, e
incluso Peirce, entendían como psicología es algo muy distinto a lo que nosotros llamamos por ese
nombre. Su "psicología" tenía que ver más bien con el carácter, los sentimientos, las pulsiones.
Oponerse a ella no impedirá, como ha de ser el caso, que la filosofía diseñada para oponérsele sea de
un idealismo recalcitrante.
Peirce fue un personaje que tuvo una vida académica bastante azarosa. Podemos decir que a
su manera fue una especie de marginal, de francotirador respecto del establishment académico norteamericano. Tuvo serias dificultades para mantenerse en el ámbito académico, y muchas de sus obras
filosóficas más complicadas las escribió en condiciones miserables. Es muy difícil sacar algo en limpio
del esquema de Peirce, y más difícil todavía es tornarlo operativo para aplicarlo en un diseño serio de
investigación. Sin embargo, acá intentaremos por lo menos ponerlo en claro, más que nada porque
hay gente que sostiene que este esquema es fundamental para la ciencia de la semiótica o para una
teoría comprensiva de la comunicación humana. Peirce tiene sus fanáticos, y hay algunos que dicen
que introduciendo los conceptos de Peirce se puede llegar a revolucionar la ciencia social, la teoría de
la comunicación o incluso la antropología.
Sea como fuere, Peirce proporcionó la definición más utilizada de signo. Dijo, concretamente,
que signo es algo que está, para alguien, en lugar de otra cosa en algún aspecto o disposición. Fíjense
el aluvión de términos "imprecisos" que forman parte de esta definición: "algo", "alguien", "otra
cosa", "algún aspecto". Esta definición fue caracterizada por Jakobson como una definición afásica.
Pero Jakobson no la estaba criticando, sino todo lo contrario. Como tantos otros pensadores, sostenía
que Peirce proporcionó el esqueleto, el sostén conceptual para la comunicación humana y para el uso
de signos en general.
Después vamos a ver cuáles fueron las razones que llevaron a Peirce a afirmar no sólo la
universalidad y omnipresencia de los signos, sino la imposibilidad de cualquier actividad humana que
pueda prescindir en algún momento del uso de signos. Pensamos a traves de signos, hablamos a
través de signos y, según dice Peirce, solamente tenemos contacto con signos. Peirce dice que el
hombre no percibe las cosas, sino más bien signos de las cosas. Percibe, para ejemplificarlo un poco
brutalmente, un gato o una pared porque está mediatizando o interpretando sus percepciones a través
de una serie de categorías sígnicas, a través de un conjunto ya incorporado de signos, y no está
viendo las cosas en sí.
Peirce decía algo así como que nunca podemos tener ninún contacto real y directo con otra
cosa que no sean signos. Y fue un poco más lejos: decía que no conocemos cosas, sino signos. Que la
única forma de hacer referencia o de interpretar esos signos es a través de otros signos, de modo tal
que lo único que existe desde el punto de vista de la mente, de la percepción, de la inteligencia, del
pensamiento humano, es un torbellino de signos en recursion infinita. Esta es la idea que se ha conocido como semiosis infinita. "Semiosis" es todo lo que se refiera a signos.
Asimismo, el hombre se percibe a sí mismo como hombre, es decir, mediatizado por una determinada conjunción de signos. El hombre es nada más ni nada menos que la idea de hombre, la que
a su vez puede definirse o analizarse como una conjunción (todo lo variable que se quiera) de otras
149
ideas. Salteándose quizás algunas etapas lógicas, Peirce llega a la conclusión que el hombre también
es un signo.
Ustedes se preguntarán qué penetración lógica, metodológica o empírica otorga concebir todo
como signo. Es decir, qué beneficios conceptuales acarrea igualar la naturaleza, la sociedad, el hombre, la historia, con una sucesión o con un conjunto de signos. Esa ha sido la pregunta de mucha
gente: qué se gana con rebautizar todas las cosas con el marbete de signos. Esa pregunta no la voy a
contestar. Voy a exponer simplemente el esquema de Peirce y ustedes sacarán las correspondientes
conclusiones. No hay conocimiento que no esté determinado por un conocimiento anterior, decía
Peirce. Todo conocimiento se expresa mediante conjuntos, articulaciones, organizaciones de signos.
Tampoco hay un conocimiento que sea fundante, que pueda servir de base inicial a todo el conocimiento. Todo conocimento se basa en un conocimiento anterior, y así hasta el infinito.
El mérito o el límite de Peirce fue el de establecer una serie de clasificaciones de signos.
Clasificaciones que se pueden leer también como caracterizaciones de la estructura o de la naturaleza
del signo, como enumeración de sus atributos y modalidades posibles28. Nosotros vamos a hacer una
leve referencia a la clasificación de los signos de Peirce, no sin antes aclarar ciertas cosas, para evitar
chocar de frente con la rareza de su terminología. El principal problema que tiene la nomenclatura de
Peirce es que él sostenía que todo concepto técnico tiene que evitar el uso de palabras vernáculas, es
decir, el uso de palabras tradicionales del lenguaje.
Hay una excepción, que es la que concierne a los propios "signos". Este es el concepto básico,
pero todo lo que se refiera a las categorías filosóficas esenciales y a las características estructurales
del signo, van a ser expresadas por Peirce, en la medida de lo posible, con palabras nuevas, utilizando
además conceptos filosóficos que no hayan sido utilizados previamente con otros sentidos o sentidos
parecidos. Y además, imitando la forma tradicional de los conceptos filosóficos, utilizando palabras
griegas o latinas. Antes de proponer un término filosófico, Peirce aseguraba revisar todo el inventario
filosófico disponible, para garantizar que ese término no interferiría con ningún otro. Y además, trataba de utilizar términos griegos cuya reinvención en el futuro fuera improbable. Es decir, se servía de
palabras deliberadamente raras a fin de que a nadie se le ocurriera inventar un término igual o similar
en el futuro.
El problema con todos estos supuestos acerca de cómo debe funcionar una terminología, es
que Peirce no fue constante a través de todas sus escrituras. Inventó, por ejemplo, términos nuevos
para categorías que ya había definido previamente. Usó los mismos términos para categorías distintas
e hizo referencia al mismo fenómeno bajo una serie de vocablos totalmente distintos. De modo tal que
yo diría que el conjunto de la obra semiótica de Peirce es lisa y llanamente un caos que ha servido de
pantalla proyectiva a interpretaciones contrapuestas y arbitrarias.
Ustedes se preguntarán para qué nos preocupamos de Peirce. Desdichadamente existen ciertas
tendencias contemporáneas en materia de análisis del discurso, sobre todo, que afirman que Peirce
(quien jamás emprendió investigación empírica alguna ni corroboró la aplicabilidad y productividad
de sus conceptos) proporciona la clave para la comprensión de las actividades comunicativas
humanas. Y como prácticamente todo, desde la historia (como hizo Todorov recientemente con el
descubrimiento de América), hasta la política (como hizo Eliseo Verón a propósito de los discursos
de Perón), se puede interpretar como intercambio de signos o como fenómeno comunicacional, de allí
se deduce la esencialidad del aporte peirceano, como si la mera clasificación de los signos introdujera
un esclarecimiento adicional en el análisis de lo real. Tanto Verón como Todorov y muchos otros teó-
28
Una clasificación no es otra cosa que un análisis de los atributos de los componentes de una clase. Eliseo Verón niega que las
clasificaciones ostensibles de Peirce sean clasificaciones; afirma que son otra cosa, aunque no especifica qué.
150
ricos, sobre todo franceses, pero últimamente también norteamericanos, se basan en las concepciones
del signo de Peirce. Nunca queda demasiado claro por qué.
El esquema semiótico de Peirce, como les decía, forma parte de una filosofía o de una lógica
englobante. Como parte de la lógica, se ocupa de una teoría general de los signos. El resto de la
lógica corresponde a lo que Peirce llamaba faneroscopía, y este es uno de los términos obviamente
inventados y que designa a la teoría de las categorías de los conceptos.
Yo no quisiera entrar en la semiótica de peirce sin antes hacer referencia a una categoría suya,
que según estimo tiene cierta utilidad. Ustedes sabrán que, en materia de teoría del conocimiento,
existe por una parte un enfoque deductivo, es decir, un proceso de inferencia que va de lo general a
lo particular, y un proceso de inducción que va delo particular a lo general. Una deducción explica un
fenómeno como parte de una ley general, o situándolo en las coordenadas de un marco teórico determinado; y una inducción, normalmente, se basa en la captación de hechos individuales que en algunos
casos pueden llegar a ser subsumidos en leyes transitorias o en generalizaciones inductivas.
Peirce caracterizó un tercer tipo de proceso lógico sumamente interesante y que está muy de
moda, que se llama abducción. Hace poco salió en Buenos Aires un libro de Thomas Sebeok, gran
admirador de Peirce, dedicado a la abducción peirceana, en donde compara a Peirce con Sherlock
Holmes. En ese librito se trata de caracterizar el proceso lógico de la abducción, que es un fenómeno
que está sumamente de moda actualmente en la antropología de tendencia postmoderna. Yo les
podría decir incluso que la antropología interpretativa de los años 70 y 80 se basa sobre todo en el
principio o en el método de la abducción, que se puede identificar con una especie de intuición o sensibilidad no totalmente expresable.
En este libro de Sebeok, incidentalmente, se ejemplifica un caso de abducción a través de un
episodio de la vida de Peirce. Se supone que Peirce iba a emprender un viaje y alguien le robó el equipaje. Entonces Peirce hizo reunir a la tripulación, compuesta íntegramente por negros, los miró a todos cuidadosamente, luego se dirigió a uno de esos negros y dijo: "usted me robó el equipaje". Fueron a la casa del negro, quien negaba tajantemente haberle robado el equipaje y descubrieron el equipaje robado. Peirce analizó durante varios años y a través de varios artículos este fenómeno, interpretándolo como una especie de abducción, caracterizándolo como un lance, una tentativa basada en indicios sumamente remotos y a veces inexpresables, muy semejantes a los que utilizaba Sherlock Holmes en sus investigaciones. La anécdota, sin embargo, tiene un costado molesto: no queda claro en el
libro por qué descubrió que ese negro precisamente le había robado el equipaje. Sea como fuere, esa
especie de lance, de tentativa, de riesgo, de hipótesis provisional y parcialmente inexplicable, es el
proceso lógico que está más de moda en la antropología postmoderna.
Expondremos el esquema de Peirce de una manera hasta cierto punto superficial, lo más rápidamente posible, como para que ustedes simplemente tengan una idea de en qué consiste, y para que
vean si es posible servirse en antropología de este esquema. Incidentalemente, a fines de la década del
70, en Estados Unidos, el antropólogo Milton Singer (formado filosóficamente en el neopositivismo a
la manera del último Wittgenstein) formuló una "antropología semiótica" sobre la base de este esquema peirceano de clasificación de los signos.
Como les dije antes, hay que partir de la definición de Peirce, examinándola cuidadosamente.
Peirce decía que los hombres, para comunicarse, lo hacen a través de signos, y que esto es
sumamente práctico. No se olviden que él formaba parte de la escuela pragmática. El hecho de que
los hombres se comunicaran mediante signos, indudablemente reflejaba su inteligencia, su sentido
practico. Sería sumamente engorroso cualquier otro sistema de comunicación que no se realizara a
través de signos. Ustedes conocerán la novela Los viajes de Gulliver de Jonathan Swift, donde hay
un episodio que transcurre en un lugar que se llama Laputa (todo junto), en el cual los sabios de este
lugar imaginario discuten o argumentan no mediante signos, sino directamente mediante las cosas a
las que están haciendo referencia. Entonces, cuando los sabios de Laputa se reúnen para discutir
151
tienen que llevar gigantescas bolsas, donde se incluyan todos los objetos que puedan llegar a ser parte
del tema de discusión. Este es un ejemplo que da un poco irónicamente Peirce acerca de por qué el
hombre utiliza signos, por qué la comunicación humana no se basa en una presencia inmediata de las
cosas, sino en una referencia mediata o remota a una realidad por medio de signos. Esas referencias a
realidades siempre son referencias a otros signos de esa realidad, nunca a la realidad misma. No se
olviden que acá hay una recursión inflinita, es decir, un proceso lógico un poco inmanejable.
Un signo entonces, también llamado representamen, es algo que está para alguien en lugar de
algo, o en lugar de otra cosa, en algún aspecto o disposición, o en alguna circunstancia. Podemos
decir que cuando en la mente del hombre pasa algo, aparece cierta correlación mental respecto del
signo que el hombre utiliza. Esa entidad mental es lo que Peirce denomina interpretante.
El signo tiene también una realidad a la que apunta, sin acercarse o sin poderla tocar nunca.
Eso es lo que se llama el fundamento del signo. Entonces tenemos algo así como una especie de trinidad o conceptualizacion básica ternaria, tres términos sobre los que se va a construir todo el edificio
conceptual de algunas de ls formulaciones peirceanas sobre los signos, no de todas.
El signo es algo que incluye, entonces, lo que podriamos llamar: el signo en sí, el representamen; la imagen de ese signo en la mente del hombre, que es el interpretante; y que hace referencia a
otra cosa que podríamos llamar su fundamento. Y esto es indefinido. Fíjense ustedes que si lo que se
crea en la mente del hombre es un signo, el signo que se crea en la mente del hombre, el interpretante,
es también un signo, entonces interiormente también tiene un representamen, un fundamento, un interpretante, que a su vez son signos, y así hasta el infinito. Esto pasa con todos los niveles. El fundamento de un signo, es otro signo. Si nosotros decimos "gato", ese gato implica un vertebrado, cuadrúpedo, mamífero, felino, etc. Cada uno de los elementos o de los términos que van definiendo el
concepto originario posee la misma estructura, infinitamente anidada. No hay modo de salirse del remolino de los signos que se remiten y encadenan mutuamente.
R
F
R
F
I
R
SIGNO
F
I
Ustedes se darán cuenta que este sistema puede ser llevado verdaderamente hasta el infinito.
Lo que va a considerar Peirce para construir su sistema de signos, o su análisis de la estructura del
signo, que son dos proyectos que se confunden en su semiótica, es relacionar todos estos aspectos del
signo, cruzarlos. Observen ustedes que este cuadro sintetiza la definición de signo de Peirce. El representamen implica a la relación del signo, es decir, este es un signo en alguna relación, y en alguna
circunstancia. El fundamento es la parte de la definición que decía "en lugar de algo". El interpretante
es "para alguien". Recorriendo esa estructura podemos recuperar entonces la definición de signo.
No les voy a dar el cuadro completo de los signos de Peirce, porque existen diversas versiones
acerca de cuántos tipos de signos hay, o cuantas características relevantes tiene un signo, que son,
152
como les decía recién más o menos la misma pregunta. En algunas versiones de la semiótica de Peirce
hay 84 características del signo o tipos de signos. En otras hay más de 100. En realidad, la que más se
utiliza tiene básicamente 9 o 10 tipos de signo, y la que verdaderamente se ha difundido, sintetizando
la semiótica de Peirce tiene solamente tres.
Si consideramos que el representamen privilegia el aspecto de la relación, que Peirce
estructura en términos de las categorías de comparación, posibilidad y forma; si pensamos además
que el fundamento enfatiza los aspectos del objeto (estructurado a su vez en las categorías peirceanas
de actuación, hecho y existencia) y que el interpretante concierne más bien al pensamiento, la
necesidad y la ley, el cruzamiento de ese cuadro inicial nos da esta matriz inicial.
Representamen
Fundamento
Interpretante
Representamen
CUALISIGNO
SINSIGNO
LEGISIGNO
Correlato formal
Fundamento
ICONO
INDICE
SIMBOLO
Correlato existencial
Interpretante
RHEMA
DICISIGNO
ARGUMENTO
Correlato legal
Esta matriz se podría leer aproximadamente así:
- El representamen del representamen es un cualisigno. Este aspecto del signo se refiere a las
formas posibles de sustitución, o quizá a los aspectos formales del objeto signo, lo que
equivale a decir, a su interpretabilidad.
- El fundamento del representamen es un sinsigno, y éste se refiere a la existencia de una
forma sustitutiva, por ejemplo a la disponibilidad de un código.
- El interpretante del representamen es un legisigno, el cual tiene que ver con el valor de una
forma de sustitución, con las leyes de proyección de un mapa, por ejemplo, o con la
regularidad de una distribución combinatoria.
- El representamen del fundamento es un icono, concerniente a la existencia posible de la
sustitución. Un modelo, por ejemplo, sería un icono, lo mismo que los puntos y las rayas
del código Morse.
- El fundamento del fundamento es un índice (también traducido como indicio o señal). El
índice tiene que ver con la existencia actual de la sustitución (un mapa determinado, una
secuencia de signos concreta) aunque en otras partes Peirce lo define de otro modo.
- El interpretante del fundamento es un símbolo, el cual se traduce como el valor de la
sustitución existente: la representatividad inherente a los mapas, en fin, la simbolicidad.
- El representamen del interpretante es un rhema, referido al valor de la posibilidad de
sustitución: la eficacia de una convención para mostrar relaciones estructurales, su
suficiencia o exhaustividad.
- El fundamento del interpretante es un dicisigno, o sea la existencia de un valor de
sustitución: la ubicación de un mapa en otro mapa más amplio, la situación del alfabeto
Morse en el contexto de la comunicación.
- El interpretante del interpretante es un argumento, referido al valor de los valores de
sustitución: los criterios interpretativos, la correspondencia biunívoca entre dos alfabetos.
Siempre me preguntaré por qué extraña razón adversarios acérrimos de la categorización
aristotélica encuentran digerible una triangulación semejante, la cual ni siquiera puede ejemplificarse
153
debidamente. Esta "sistematización" peirceana, para colmo de males, se establece de una manera
totalmente a priori, como un simple juego de posibilidades combinatorias que no responde a ninguna
pregunta acerca de los símbolos sino que más bien establece previamente las posibilidades de formularlas.
Pero la cosa no termina ahí. Una vez establecidas las categorías básicas, Peirce procede a
recruzarlas, estableciendo una especie de ley para la formación de nuevos signos o un mapa para
adentrarse en su estructura. Para hacer esto, como si fuera una receta, se toma sucesivamente una
cualidad del representamen, otra del fundamento y otra del interpretante y se colocan en hileras que
están jerárquicamente ordenadas: cada una de ellas contiene a las superiores, y la inferior puede
articularse con elementos de la superior pero no a la inversa. De ello resultan los siguientes aspectos
del signo:
Cualisigno icónico rhemático
Sinsigno icónico rhemático
Sinsigno indicial rhemático
Sinsigno indicial dicisígnico
Legisigno icónico rhemático
Legisigno indicial rhemático
Legisigno indicial dicisígnico
Legisigno simbólico rhemático
Legisigno simbólico dicisígnico
Legisigno simbólico argumental
Asimilar todo el cuadro de Peirce sería sumamente arduo e implicaría arrojarnos en características o cualidades respecto de las cuales el propio Peirce no pudo dar ejemplos concretos, porque
eran definiciones abstractas y formales. Lo más notable del caso es que algunos estudiosos actuales
admiran el intento sistematizador de Peirce, por más que sea harto más oscuro que estructurado, pero
no lo toman íntegramente, sabiendo que es contradictorio e inabarcable. Toman de este esquema algunos pedazos indefinidos, algunas ideas sueltas, como si después de semejante acción lo que quedara
fuese algo sistemático, algo que puede contribuir al ordenamiento o clarificación del material simbólico. Hay sin embargo una idea de Peirce que ha prendido muy fuerte y que es de uso habitual en
filosofía y en ciencias sociales. Y esta es la tipificación ternaria de los signos en símbolos, índices e
iconos. Peirce dice que un símbolo es un signo cuya relación con su fundamento o con la "realidad",
es de carácter totalmente arbitrario.
Alumno: ¿esto de la arbitrariedad del signo ya venía de antes?
Ya venía de antes, indudablemente. De todas maneras, tengan en cuenta que esta idea de
Peirce es de 1860 o 1870 y pico. Ya había por esa época lingüistas (como Whitney) que habían destacado la naturaleza convencional de lo que después se llamarían los signos. Podemos decir que las
palabras o nociones del lenguaje son símbolos, en la medida en que su relación con sus referentes es
totalmente arbitraria. Nada hay en la palabra "vaca", en el símbolo "vaca" considerado en este caso,
que tenga que ver natural o directamente con su referente.
Acuérdense que en Saussure la definición era totalmente al revés. Para Saussure símbolo era
una alegoría por así decirlo. Es decir, que había alguna referencia con la realidad.
Los íconos, por el contrario, no son arbitrarios, o por lo menos no son totalmente arbitrarios.
La relación entre el ícono y la cosa que se representa es hasta cierto punto "natural". Un ícono es, en
general, cualquier representación que tenga alguna semejanza con aquello que representa. Por ejemplo un mapa. Existe una correspondencia entre los contornos del mapa y los accidentes geográficos
154
de la realidad que ese mapa representa. O en el caso de la pintura realista, existe una semejanza estructura, formal, o de algún tipo, entre esa intura y el paisaje o el retrato que está representando. Esa
correspondencia es de tipo geométrica, de tipo funcional, puede ser de varios tipos, pero indudablemente tenemos un tipo de relación radicalmente distinto que en el caso de los símbolos.
La tercera clase de signos es relativamente heterogénea en sudefinición. Un índice, indicio o
señal, decía Peirce, es un signo que perdería totalmente el caracter de signo si su objeto fuera suprimido. Un índice, en otras palabras, vendría a ser algo así como una huella. Depende de la existencia
de aquello que la origina, en tanto índice o en tanto señal. Un agujero de bala en una madera (este es
un ejemplo que da Peirce) es signo de que por esa madera pasó una bala. Si no hubiera existido la
bala no existiría ningún índice, ningún indicio, ninguna señal. Otros ejemplos que da Peirce son tal
vez menos claros. Por ejemlo, dice que un hombre que se bambolea cuando camina es señal de que es
marinero. Un reloj también indica, los índices indican o señalan, la hora del día. También son, en
alguna medida, índices los pronombres: yo, tú, él,... porque señalan, indican a las personas.
Nótese que toda esta definición de los tipos de signo es bastante difícil de conciliar con la
otra, con la definición básica en la que se hablaba de un representamen, un fundamento y un interprentante. En realidad no se sabe muy bien cuál es el nexo entre estas dos categorizaciones o estos
dos abordes acerca del signo.
Esto no impide que esquemas íntegros de la comunicación, de las ciencias sociales, o incluso
de la antropología, se basen en un desarrollo de estas ideas de Peirce. Por ejemplo, la antropología
simbólica tal como la concibió Edmund Leach en años recientes; ella es una extensión de este
esquema peirceano ligeramente modificado, adaptado más mal que bien para la interpretación de los
fenómenos culturales, y de la cual cabe sospechar que ni siquiera se inspira en una lectura sistemática
de las escrituras de Peirce, sino más bien en sus divulgaciones vía Jakobson, con toda la
contanimación del tipo "metáfora/metonimia" que esa mediación implica. El trabajo al cual estoy haciendo referencia se llama Comunicación y Cultura, y es de 1976. A este trabajo siguieron varios y
fue un tema sumamente discutido en la antropología simbólica inglesa.
La influencia del modelo semiótico de Peirce estuvo suspendida durante unos cuantos años.
Los textos de Peirce no fueron editados hasta hace relativamente poco. Todavía se los continúa editando. Se supone que terminarán siendo varias docenas de volúmenes. Todavía se continúa trabajando acerca de la semiótica de Peirce incluso en Europa, sobre todo en Francia. Jakobson, que comenzó más bien hablando en términos de semiología y siguiendo el modelo de Saussure en algún
momento, en los últimos años de su vida se volcó hacia el modelo semiótico de Peirce, reinterpretándolo a su manera.
Y aquí vamos a hacer notar que entre la semiótica que se originan en Peirce y la semiología
que se origina en Saussure hay históricamente una gran e importante diferencia, que es la siguiente: la
semiología que se deriva de Saussure estudia en general los signos basándose en el modelo de la
lingüística, y concretamente de la estructural, por eso no es accidental que 20 años atrás se utilizaran
los conceptos de semiología y de estructuralismo indistintamente. En algún momento, semiología y
estructuralismo, y estructuralismo lingüístico concretamente, fueron sinónimos, y para algunos
estudiosos lo siguen siendo.
Por el contrario, esto que estuvimos viendo hoy no tiene nada que ver con el lenguaje hablado, o tiene muy poco que ver con el lenguaje hablado. De hecho Peirce da muy pocos ejemplos de
signos lingüísticos. Cuando tiene que dar un ejemplo (y pareciera que siemrpre lo hace a regañadientes) más bien se basa en el código morse, o en la cartografía, y por lo tanto podemos sintetizar
esta situación diciendo que la semiótica que se origina en Peirce es una teoría de los signos en gran
medida independientemente de la lingüística como ciencia y del lenguaje como fenómeno comunicacional privilegiado.
155
La tradición norteamericana que se origina en Peirce va a considerar en general, que todos los
sitemas de signos son importantes, y que el lenguaje hablado es uno más de esos sistemas. La semiología que se origina en Saussure, por el contrario, va a considerar que el sistema de signos más desarrollado es el lenguaje hablado y que en consecuencia, el modelo para una ciencia de los signos debe
buscarse en la lingüística, que es la ciencia referida a los signos también más desarrollada. Por eso va
a haber quien diga, y fue precisamente un antropólogo, que la lingüística es la ciencia piloto de las
ciencias sociales, o es la ciencia social más desarrollada. Concretamente, ese antropólogo, como
sabrán ustedes, fue Lévi-Strauss.
El problema con el contenido de la teoría semiótica de Peirce es que ofrece toda una serie de
dificultades. La primera de esas dificultades es que Peirce no ofreció un sistema integrado de semiótica, sino un montón de sistemas fragmentarios, por llamarlos de alguna manera, que se contradicen
mutuamente. A menudo, Peirce retoma, después de cierto tiempo, el tema de la semiótica en el interior de sus obras filosóficas, cambiando totalmente la terminología, redefiniendo totalmente los conceptos y articulándolos de maneras divergentes.
La semiótica conductista de Morris
Les decía que el modelo de Peirce fue desconocido durante muchos años, y se lo comenzó a
frecuentar en 1930 y pico. varios años. El que lo desarrolló fue Charles Morris. Lo hizo en una serie
de libros, entre 1938 y 1945, aproximadamente, que fueron los que mayormente difundieron la semiótica en Estados Unidos. La historia de esta resurrección es bastante curiosa. Y fíjense ustedes el paralelismo que hay con la situación francesa: en Estados Unidos, en 1870 y pico un filósofo propone una
ciencia de los signos, que prácticamente no es atendida por nadie en su momento y que se queda durmiendo hasta 1940 y algo. En Francia, o por lo menos en la Europa francoparlante, Saussure, propone una ciencia de los signos en 1910, que también se va a quedar durmiendo hasta más o menos 1960.
Las dos historias son, como les decía, hasta cierto punto independientes. Ni Saussure, ni Peirce, tuvieron conocimiento el uno del otro; Peirce fue, de hecho, bastante anterior; Saussure vivió bastante
poco. Las dos teorías de los signos tienen orígenes distintos, pero en algún momento van a confluir.
En síntesis, yo les diría, antes de entrar en Morris, que la semiología de tradición saussureana va a
perder un poco de su influencia en la decada pasada, y la mayor parte de los intelectuales se va a
basar en el esquema de Peirce, en el cual, por otra parte, se siguen basando, con amplias modificaciones, por cierto.
Lo que sucedió con Morris es que, según él dice, comenzó a elaborar una teoría de los signos,
desconociendo en un primer momento el modelo de Peirce. Hasta cierto punto, esto es verosímil, por
cuanto los fundamentos intelectuales de Morris son totalmente distintos de los de Peirce. Si bien
Peirce decía que él iba a hacer una ciencia de los signos absoluta, rigurosa, cuasi matemática, y fundamentalemente no psicologista, de hecho todos los signos definidos por Peirce son fenómenos mentales. No hay contacto con una realidad, sino con los signos que la representan o incluso que la constituyen. Eso decía Peirce.
El punto de partida de Morris es otro, porque Morris es conductista. Nosotros ya hablamos
del conductismo al hacer referencia a la lingüística descriptiva norteamericana. Hablamos de la
escuela de Yale y del psicólogo que dirigió el Instituto de Relaciones Humanas, que fue Hull, e
hicimos referencia también a un proyecto ambicioso de unificación de las ciencias humanas, bajo el
modelo conductista, que tuvo lugar precisamente en ese instituto de la Universidad de Yale, elpunto
neurálgico del conductismo en las décadas del 30 y del 40.
Morris parte entonces de una base conductista. De un criterio observacional, hasta cierto
punto empirista, aunque el modelo que va a proponer recoge ciertas influencias también de la filosofía
europea, y concretamente del positivismo lógico. Lo que quiere hacer Morris no es como quería
Peirce, una especie de filosofía fundamental, o de teoría del conocimiento fundamental, sino por el
contrario una herramienta de la ciencia. Morris dice que en este proyecto de unificación de las cien156
cias que proponía Hull, la herramienta a utilizar tendría que ser la semiótica. Todas las ciencias se basan en signos. La ciencia, para Morris, es un discurso científico, o es una práctica que tiene fundamentos lógicos y conceptuales que cabe caracterizar en última instancia como signos. La diferencia
básica con Peirce está dada también porque Peirce define al hombre como al animal que usa signos,
en tanto que para Morris, como buen conductista, el hombre es un animal más.
El hombre es un animal que usa signos, como cualquier otro animal. Todos los animales usan
signos, decía Morris, pero el hombre tiene un dominio de los signos mucho más elaborado. La semiótica, como ciencia de los signos, va a ser entonces el instrumento de esa unificación de las ciencias. Se
ha de convertir en el ámbito, entonces, donde las diversas ciencias que se ocupan del hombre, de la
historia, de la sociedad, del lenguaje, de la filosofía, etc., habrán de encontrarse. Dado que todas las
ciencias usan signos, todas las ciencias dependen en alguna medida de la ciencia de los signos, la semiótica, que es, por lo tanto, la ciencia de las ciencias. Es al mismo tiempo la herramienta de esa
unificación de las ciencias o de esa ciencia perfecta totalmente abarcadora, y la ciencia o el ámbito
que engloba a todos los proyectos del hombre, cientificos o no.
Pasaremos por alto algunos detalles de carácter técnico de la semiótica de Morris, para recuperar justamente lo más esencial, que es su clasificacion de los signos; o mejor dicho la clasificación
de los tipos de relaciones y de los tipos de estudios que se pueden realizar a partir de los signos. El va
a considerar tres tipos de relaciones que se pueden dar en la vida sígnica, que son: primero las relaciones de los distintos signos entre sí, cómo se ordenan, cómo se estructuran los distintos signos en
una manifestación cualquiera. Y va a llamar a esa relación entre signos y signos, un análisis sintáctico
de los signos. Esto va a ser entonces pertinencia de la sintaxis. La sintaxis, dicho en otras palabras,
estudia las relaciones de los signos entre sí en un fenómeno sígnico determinado.
La segunda posibilidad va a estar dada por el estudio de los signos con los referentes, es decir
con los significados de esos signos, y esto es pertinencia de la semántica. Morris reconoce que la semántica es la parte menos desarrollada de la semiótica, aunque nombra en su descargo los logros formales de las "definiciones coordinativas" de Reichenbach o las "reglas de correspondencia" de Tarski.
Y la tercera posibilidad en relación con los signos, va a estar dada por la relación entre los
signos y los que interpretan, los que utilizan los signos. Y esto se va a llamar pragmática. Pragmática
se refiere a la praxis, a la acción: como ciencia, la pragmática analiza cómo los hombres usan los
signos. La pragmática se ocupa de los hechos bióticos de la semiosis, lo cual engloba a todos los
fenómenos psicológicos, biológicos y sociológicos que se presentan en el desarrollo de los signos.
Si tuviéramos que hacer una clasificación de las ciencias, toda ciencia o toda disciplina, o todo
marco teórico, entraría necesariamente en alguna de estas categorías. Ciertos análisis estructujrales,
por ejemplo, serían del tipo sintáctico. Supongamos los estudios de Lévi-Strauss, que estudian una
especie de combinatoria o analiza una situación de posiciones relativas de signos en un contexto determinado. Un estudio como los de la antropología simbólica que basa esencialmente en los significados, sería un estudio de tipo semántico. Y la sociolingüística, por ejemplo, como la concibe Hymes
o Halliday, sería un estudio del uso de signos, y sería por lo tanto un estudio de tipo pragmático.
¿Qué pasó con este proyecto de unificación de las ciencias de 1930 y pico. Como todo el
mundo sabe, las ciencias no se unificaron. Podemos decir que, hasta cierto punto, la semiótica tuvo
que ver en ello. No se pudo probar que todas las ciencias se esclarecieran haciendo uso de categorías
o razonamientos semióticos. No por lo menos en los términos del modelo de Morris, sobre el que
verdaderamente no hay mucho más que decir que lo que aquí dijimos.
Hay que hacer notar, sin embargo, que aunque la semiótica dominante hoy en día no es
morrisiana, los objetivos de Morris son los que prevalecen. En enero de 1986, por iniciativa de
Thomas Sebeok, se enviaron 91 cuestionarios a destacados representantes de la semiótica, preguntándoles qué les gustaría ver como los principales objetivods a alcanzar por la semiótica en la última
década del siglo, y si piensan que esos objetivos son alcanzables. Casi todos los encuestados respon157
dieron que la semiótica debería ser "el marco de referencia fundacional para la reintegración interdisciplinaria" (Richard Baumann), "proporcionar una teoría unificada de los signos para todas las disciplinas" (James Brun), "convertirse en la lingua franca del mundo intelectual" (Richard Lanigan),
etc.
De la amplitud de perspectivas y el carácter tremendo de las ambiciones de la semiótica se
deriva, tal vez, esa desmesura que algunos autores (Eco, Jakobson) han denominado el "imperialismo
semiológico". Si todo es signo ¿no sería más sensato hablar simplemente de interdisciplinariedad? Si
(como sostiene Sebeok) la semiótica "abarca" a la antropología ¿también se hará cargo de deslindar
los problemas ecológicos, la economía, los procesos evolutivos e históricos, la tecnología, etc? ¿Cuál
es la utilidad, en todo caso, de redefinir disciplinas preexistentes como meros estudios de este o aquel
aspecto de los signos, aparte de propiciar un acto de redenominación?
La semiótica norteamericana actual: el triunfo del eclecticismo.
Para redondear el panorama sobre la semiótica en el ámbito norteamericano después de Peirce
y Morris hay que considerar su especial situación actual. Lo esencial es que la semiótica, a pesar de
las dificultades del esquema de Peirce, y del fracaso ostensible del proyecto de unificación de las
ciencias bajo la conducción de la semiótica, se fortalece. La semiótica norteamericana es ahora una
institución intelectual, académica, con sus propias publicaciones naturalmente. En el ámbito norteamericano es donde se edita la revista más importante, y en este momento más antigua de semiología
y semiótica, que es precisamente Semiótica, dirigida por Sebeok.
Lo que hace Sebeok es más que nada promover el uso de la semiótica. Sebeok prácticamente
no tiene un esquema propio, y sin embargo es uno de los principales protagonistas de la semiótica actual de los Estados Unidos. Lo único que, creo yo, inventó o desrrolló Sebeok como aporte personal
a la ciencia de los signos, fue el concepto de zoosemiótica, que tiene mucho que ver con el antecedente conductista. La zoosemiótica es el estudio del uso de signos por parte de los seres vivientes.
El término, como lo reconoció el propio Sebeok el año pasado, está mal aplicado, porque tendría que
ser biosemiótica, de manera de no excluir a los vegetales entre los seres vivientes, pero en fin.
La idea de Sebeok fue realizar estudios comparativos, más que nada, del uso de los signos
animales y humanos. Esto tuvo algunas consecuencias en la antropología norteamericana que por el
momento no vamos a revisar.
Esto esencialmente es lo más importante de la semiótica norteamericana, excluyendo
definiciones posteriores como las del antropólogo Clifford Geertz, que en el ámbito de la antropología norteamericana, fue el principal promotor de la llamada antropología simbólica, y redefinió la antropología como una ciencia de carácter semiótico. Esto lo hizo en 1973, en el prólogo a La interpretación de las culturas. Un libro que origina prácticamente una revolución en la antropología norteamericana, sobre la base de definir la antropología como un estudio de los significados culturales, y
concebirla por lo tanto como una ciencia semiótica. Notese que Geertz, en términos morriseanos, restringe la semiosis al ámbito de los significados, es decir, una especie de semántica.
Alumno: cuando Morris habla de la unificación de las ciencias, ¿se refiere a todas las ciencias,
o únicamente a las humanas?
A todas las ciencias. Lo que pasa es que Morris parte de un concepto positivista que no
distingue entre las ciencias sociales y las que no lo son. Al incorporar la lógica, la filosofía, y al
concebir, por ejemplo, las ciencias exactas como creación del hombre, termina englobando a todas las
ciencias dentro de las ciencias humanas.
158
Antecedentes de la semiótica soviética: Mijail Bajtín
En la antropología norteamericana reciente la expresión dominante es el posmodernismo; y es
imposible realizar una visión de conjunto del movimiento posmoderno sin hacer alguna referencia a
Mijail Bajtín. Bajtín fue lo que podríamos llamar un crítico literario y un semiólogo en el sentido que
tiene en la Unión Soviética esa especialización profesional. Al igual que Vladimir Propp, había conseguido elaborar una serie de marcos de análisis y de conceptos que brindaban una cierta cobertura
semiológica al pensamiento marxista, o quizá al revés.
La concepción de Bajtín, sin embargo, no fue del todo ortodoxa según el estalinismo; se dice
que sufrió cárcel, que fue perseguido, censurado y deportado a Siberia; de hecho en algún momento
desapareció y nunca más se supo de él hasta que hace algunos años sus obras se filtraron a Occidente
y comenzó a ser reivindicado en su país. Se rumorea que algunas obras atribuidas a sus discípulos (y
más en concreto a Volosinov) son en realidad de Bajtín, aunque este punto fue rebatido por algunos
sovietólogos. Las más importantes obras de Bajtín son La Cultura Popular en la Edad Media y el
Renacimiento: El contexto de François Rabelais, El signo ideológico y la filosofía del lenguaje,
Estética de la creación verbal y Problemas de la poética de Dostoievski (1929)
Los inicios de la obra de Bajtín pueden interpretarse como una polémica en contra de ciertos
supuestos y procedimientos de la tendencia dominante en la Unión Soviética desde 1915-16, el
formalismo ruso. Como corriente de crítica y análisis literario, el formalismo, antecedente del estructuralismo, significó en su momento una ruptura con la estética de lo bello y también una fuerte propensión hacia la descontextualización en beneficio de un examen formal de propiedades posicionales,
sintácticas. Shklovski, uno de los principales exponentes del formalismo, aseguraba que "el contenido
de una obra literaria es igual a la suma de sus procedimientos estilísticos".
Bajtín enfatizó antes que nada el carácter no subjetivo e interactivo del lenguaje y propuso
pensar en él en términos de situaciones discursivas específicas; para él no existían palabras y frases
neutras, monológicas, privadas: todo está cargado de intenciones y acentos. De allí se desprende todo
un conjunto de conceptos destinado a caracterizar aspectos del contexto y de la interacción lingüística.
Un cronotopo, por ejemplo, denota una configuración de indicadores espaciales y temporales
en un escenario de ficción en donde (y cuando) tienen lugar ciertos acontecimientos. No se puede
situar históricamente un acontecer sin recurrir implícita o explícitamente a cronotopos, que vendrían a
ser equivalentes espaciotemporales de lo que en antropología llamamos más bien "contextos". Según
James Clifford, Lévi-Strauss practicó con virtuosismo la construcción de cronotopos en Tristes
Trópicos, en donde los lugares específicos (Río, el Matto Grosso, los lugares sagrados de la India)
aparecen como momentos de un orden humano inteligible, rodeados por corrientes de cambio.
El carnaval (o carnavalización, si lo abordamos como proceso) es otro de los elementos
recurrentes en la escritura de Bajtín. Naturalmente, él contemplaba al carnaval como una manifestación de valores y actitudes genuinamente populares que en el resto del tiempo permanecían soterradas o reprimidas. Uno de los elementos que los antropólogos posmodernos han recuperado de la
noción bajtiniana de carnaval es que en él desaparece la diferencia entre actores y espectadores, o
como se dice en otros órdenes, entre sujeto y objeto. No hay posibilidad, dice Bajtín, de permanecer
afuera del carnaval como observador no afectado por él.
Bajtín es sin duda el fundador de la dialógica, que es algo bastante diferente de la dialéctica,
aunque guarda alguna relación escondida con ella. La dialógica de Bajtín se opone a la concepción
monológica del lenguaje, la cual separa a las expresiones del contexto dialógico en que ocurren. Según la dialógica, cualquier expresión, por autónoma o completa que parezca, no es otra cosa que un
momento de un diálogo, un fragmento en el proceso continuo de la comunicación verbal o intertextual. Aún en un texto identificable que en apariencia cierra un conjunto de postulados, es posible
159
detectar que los contenidos responden a otros textos y predecir que a su vez será respondido por otros más. Un texto (o un monólogo) no es sino una unidad de una intertextualidad continua. En la
antropología norteamericana el codificador de la dialógica aplicada a la etnografía ha sido sobre todo
Dennis Tedlock, quien reconoce el antecedente de Kevin Dwyer y sus Diálogos Marroquíes.
Otro concepto de Bajtín es el de heteroglosia, opuesto a la idea de las tendencias centrípetas
y homogeneizadoras de la expresión. La heteroglosia es la diferenciación interna y la estratificación de
lo que a los académicos les parece indiferenciado y planar. Todo lenguaje está diferenciado socio-ideológicamente: está el lenguaje de las clases sociales, de los grupos profesionales, de las generaciones sucesivas. Al lado de las fuerzas centrípetas, las fuerzas centrífugas de la heteroglosia trabajan ininterrumpidamente. Este concepto, además, según Alex Callinicos, evita que el dialogismo de Bajtín
degenere en una visión trivial del lenguaje como simple intersubjetividad, confiriéndole una dimensión
social.
En la analítica de Bajtín, los contenidos connotativos de un signo no están dados de una vez y
para siempre. Cada sector social impone a su lenguaje acentos diferentemente orientados que se intersectan con los signos. El signo llega así a dinamizarse y a constituirse en terreno de la lucha de clases.
La multiacentuación social del signo se opone así a la idea que los etnometodólogos e interaccionistas simbólicos tendrían del proceso de construcción del significado, donde éste es resuelto en términos de una negociación entre iguales. La multiplicidad bajtiniana de los significados proviene entonces
no de una inestabilidad inherente al lenguaje, sino de la función del discurso como campo de fuerzas
de un choque de intereses.
En los Estados Unidos la influencia de Bajtín se manifiesta sobre todo en lo que concierne al
estilo de escritura etnográfica. Las ideas de Bajtín están en la base misma de (1) el análisis y el cuestionamiento de la autoría (o autoridad) etnográfica por parte de James Clifford y sus seguidores de la
Universidad de Santa Cruz, (2) la dialógica de Tedlock y (3) la polifonía y la heteroglosia proclamadas por los etnógrafos experimentales y llevada a su paroxismo por la "evocación" de Stephen
Tyler. De estas corrientes tratamos con más detalle en Teorías Antropológicas Contemporáneas.
Escuela de Tartu
Algo habíamos anticipado acerca de la escuela de Tartu. Quizá ustedes hayan tratado también
el tema en prácticos. El hecho es que esta es una modalidad de ensayos y estudios que surge en Tartu,
en Estonia. Constituye entonces una tendencia soviética, aunque no rusa, aunque siempre han habido
vínculos, continuidades y referencias entre la escuela de Tartu y la tradición formalista rusa de análisis
lingüístico, estilístico y cultural.
El principal codificador y uno de los escritores más prolíficos de esta escuela es Yuri Lotman,
que comenzó a ocuparse de la semiótica de la cultura en la década del 50, y que prosigue ocupándose
en la actualidad. Sigue estando en Estonia, según creo, pero con una apertura mayor de la que fuera
propia en la década del 50, especialmente hacia lo que es la semiótica occidental, y particularmente la
norteamericana. Yuri Lotman es uno de los integrantes del comité editorial de la revista Semiótica,
junto a Todorov, Kristeva y Sebeok.
El hecho más importante es que todas las tendencias desarrolladas en la Unión Soviética
siempre estuvieron en relación con los vaivenes de la apertura o del cierre político. En este caso, a
pesar de que la escuela de Tartu empezó a codificarse y a formularse en una época donde todavía se
hablaba de la guerra fría, desde el punto de vista intelectual siempre fue una escuela bastante abierta a
las nuevas corrientes y a las innovaciones en materia semiótica, cosa que es relativamente atípica.
Ustedes saben que en la Unión Sovietica es muy habitual, o lo ha sido antes de la Perestroika,
el hecho de que determinados escritores tengan que escribir a nombre de otros; eso pasó concretamente con Bajtin. Con la escuela de Tartu no ha pasado así, porque el discurso es ostensiblemente
160
menos politizado. Así y todo, la escuela de Tartu incorpora algunas corrientes de pensamiento que no
estuvieron siempre bien vistas en la Unión Soviética, como han sido la teoría de la información y la
cibernética. En la actualidad se puede decir que la escuela de Tartu ya no funciona. Todo esto se ha
disuelto en una especie de semiótica generalizada. Hay algunos grupos y estudiosos sueltos que han
continuado las mismas líneas, pero podemos decir que se trata de una escuela que ya no está activa.
Lo que les estaba diciendo es que los miembros de esta escuela parten de la base que la
cultura es un sistema de signos, o se puede interpretar como un sistema de signos, como un conjunto
de fenómenos de comunicación, si les gusta decirlo de esta manera; y estos sistemas de signos o
fenómenos comunicacionales se pueden abordar de muy distintas maneras a través de toda una serie
de teorías que se ocupan de esos sistemas desde diferentes ángulos: la teoría de la información, la
cibernética, la lingüística, la estética, etc.
El objetivo inicial de la escuela de Tartu fue, en un principio, establecer una modalidad científica de estudio de los hechos culturales. Y aquí por científica, para ser fieles a la intención real de
los miembros de la escuela de Tartu, queremos decir cuantitativa. Se propuso entonces establecer una
modalidad de análisis de los fenómenos de la cultura que permitiera introducir herramientas de cuantificación, para alcanzar mediante ellas el mismo rigor de las ciencias naturales. Después vamos a ver
a qué viene esto de la cuantificación, pero de hecho los distintos sistemas de signos que componen la
cultura van a ser abordados, como les decía, según una serie de marcos teóricos y de metodologías
relativamente heterogéneas, y hasta podríamos decir, de acuerdo con una estrategia ecléctica, en la
base de la cual se sitúa la llamada teoría de la información.
La teoría de la información surgió a fines de la década del 40 en Estados Unidos, como parte
de un estudio de carácter técnico, concretamente un estudio de ingeniería, relacionado con las técnicas de trasmisión de información; el objetivo de estas técnicas era garantizar que la información
trasmitida de una parte fuera correctamente recibida desde otra. Había que desarrollar por ende códigos que garantizaran la compensación de los ruidos, de las distorsiones que sufría la información
transmitida por determinado canal.
Lo que se estudiaba entonces, eran las propiedades, las características cuantitativas de la
transmisión de señales. Muchos teóricos de la información (Bar-Hillel, por ejemplo) prefieren hablar
de la trasmisión de señales y no de información, en cuanto este último término tiene connotaciones
relativas al significado. La información, en un sentido estricto, en el sentido de la ingeniería de la información, o de la trasmisión de señales no tiene nada que ver con el significado de los mensajes que
se trasmiten, sino con las propiedades cuantitativas de las señales que corren por un canal determinado. Es un problema de física, de electrónica, de electricidad, y no de semántica.
De eso resulta una serie de ecuaciones relativas a lo que se llama información. No nos vamos
a meter con la naturaleza matemática de la teoría de la información, que es sumamente interesante,
que por otra parte demostró que respondía a la misma estructura de ecuaciones matemáticas que
determinadas aspectos de la física, concretamente de la termodinámica. Se descubrió una relación de
equivalencia entre la información por un lado y la entropía por el otro, que es la segunda ley de la
termodinámica y de acá se sacaron toda una serie de conclusiones. Pero lo importante de todo esto es
que se desarrolló una teoría matemática relativa a la transmisión de la información y punto. Esto no
implica absolutamente nada con respecto a lo que se ha llamado teoría de la comunicación.
Con respecto a la teoría de la comunicación en general, la postura de la cátedra, básicamente,
está de acuerdo con el hecho de que no existe semejante cosa, y dada la amplitud y heterogeneidad de
los fenómenos involucrados es posible que no exista jamás. La comunicación es algo bastante más
amplio que la información. La información es un aspecto, si se quiere, cuantitativo de la transmisión
de señales, y se termina ahí.
Esta teoría de la información de la que estábamos hablando, que surge en relación también por
ejemplo con el desarrollo de las computadoras, que se afina con el advenimiento de nuevas técnicas,
161
como la transmisión de señales por satélite, con la necesidadd de hacer convivir señales heterogéneas
en un mismo canal, por ejemplo en un mismo canal sobre el cual se introducen numerosísimas comunicaciones telefónicas, o numerosas comunicaciones de televisión, si que se mezclen. Piensen ustedes
que por un cable coaxil le vienen 20, 30 o 100 canales de televisión, sin que se mezclen las señales.
Todo este tipo de desarrollos puramente técnicos y cuantitativos fueron posibles gracias al desarrollo
de esta teoría.
¿Qué pasó? Numerosos científicos sociales: lingüistas, semiólogos, pensaron que esta posibilidad de cuantificar la trasmisión de señales, de establecer apreciaciones cuantitativas sobre los códigos, poder medir por ejemplo la complejidad de los códigos, arrojaba una serie de consecuencias sobre una teoría o un enfoque más amplio, sobre un enfoque comunicacional. Si consideramos que la
cultura es algo que consiste en una superposición o sistema de fenómenos de comunicación, y si la
teoría de la información nos da una base cuantitativa para examinar ese tipo de fenómenos, vamos a
poder tener, decían estos científicos, una genuina teoría científica de la cultura.
No solamente en Tartu pensaron de esa manera. Existen una serie de desarrollos teóricos de
gran influencia que se han dado sobre todo en Francia y en Alemania que pretendieron construir
teorías de la cultura, de la comunicación, del arte, sobre la base de la teoría de la información. Fueron
teóricos muy leídos en las décadas del 60 y 70, que desarrollaron por ejemplo "una sociodinámica de
la cultura" y una "teoría informacional de la estética", basadas o presuntamente basadas en la teoría
de la información.
Digamos que en algún momento, en las ciencias sociales, y sobre todo en Europa, existió la
convicción de que la posibilidad de cuantificar señales y de medir la complejidad de los códigos, daba
una base para abordar científicamente fenómenos hasta el momento sujetos a una expresión más
ambigua. Abraham Moles construyó toda una teoría sociodinámica de la cultura, basada en este tipo
de ecuaciones informacionales, y Max Bense se ocupó más bien de estudios del arte, de la percepción
artística. Se planteaba cosas tales como analizar cuánta información trasmitía un cuadro, una figura,
una representación plástica; de qué manera la persona que observaba una obra de arte, prestaba más
atención a determinadas zonas que a otras, cómo se podía cuantificar ese tipo de fenómenos, etc. El
construyó la teoría informacional de la estética.
Esto desembocó rápidamente en un callejón sin salida. Pronto se vio que no había forma de
ligar fenómenos puramente cuantitativos, relativos a la ingeniería de la comunicación, y cosas tales
como la relevancia de una obra de arte o la complejidad, la riqueza, o el sentido de un fenómeno cultural. Esto por supuesto se pudo llegar a comprobar después de que se hizo la experiencia, aunque si
se hubiera pensado un poco se hubieran evitado muchos disparates.
En lo que estábamos es que la escuela de Tartu parte de esta teoría de la información, de la cibernetica, de la semiología europea, de la semiótica norteamericana, mezcla todo eso, sumado a los
antecedentes de la vieja escuela formalista rusa, y con todo eso arremete contra la cultura para
analizarlos científicamente.
Habría que caracterizar la distribución, el ordenamiento de las ciencias en el ámbito soviético,
y en el ámbito de Tartu en particular, para apreciar este intento con alguna justicia. Se puede decir
que en la Unión Soviética no ha existido la antropología socio-cultural como la conocemos en Occidente. Podemos decir incluso que hasta hace unos diez años la antropología sociocultural prácticamente no tuvo incidencia alguna sobre los estudios culturales realizados en la órbita soviética. Lo
que sí existió allá desde un principio, era una etnografía de características bastante clásicas, muy
parecida a la etnografía documental de Boas o de los particularistas norteamericanos.
Esta etnografía todavía se sigue practicando, aproximadamente de esta manera, y no tiene
prácticamente nada que ver con las teorías y prácticas de la escuela de Tartu. Es una etnografía empirista, descriptiva...; sucede como si no se hubiera suscitado ahí la necesidad de construir una teoría
general de la cultura en función de la información etnográfica, que es como se ha dado en Estados
162
Unidos, en Francia, en Inglaterra. La mayor parte de estas etnografías se ocupan de los pueblos asiáticos, y más concretamente de los pueblos soviéticos. Es una etnografía sumamente confiable,
desde el punto de vista de la información que trasunta (si se dejan al margen algunos párrafos de
compromiso bastante fáciles de aislar relativos al bienestar de los pueblos bajo el régimen), pero sin
mayor vuelo ni desarrollo teórico.
La otra área que experimentó cierto desarrollo en la Unión Soviética es la del folklore, que se
ocupa más bien de lo que en Occidente se caracteriza como folklore literario, o literatura oral,
narrativa, etc. Cuando nosotros estudiábamos antropología veíamos una de estas manifestaciones del
folklore sovietico, y concretamente la teoría o el método de Propp para analizar los cuentos
fantásticos rusos. Este folklore también es bastante ecléctico. En general teóricamente también está
más limitado, más restringido que algunas de las manifestaciones del folklore científico occidental; no
ha alcanzado el grado de formalismo de ciertas tendencias norteamericanas, por ejemplo. Pero en las
décadas del 20 y del 30, a través de Propp y de otros teóricos, desarrolló una teoría analítica del
relato que hoy todavía sigue siendo ejemplar. Este método de Propp no viene por el momento al
caso, pero se mencionó en la decada del 60 como uno de los precedentes del método estructuralista
de Lévi-Strauss para el análisis de los mitos. En realidad no tiene mucho que ver, salvo el hecho de
que ambos métodos intentan formalizar un acercamiento riguroso a ciertos conjuntos narrativos.
Incluso en la decada del 60 hubo una famosa polémica entre Propp y Lévi-Strauss respecto de quién
tenía básicamente el mejor método. Ese era el meollo de la cuestión. Lévi-Strauss lo reconoció como
uno de sus antecedentes pero dijo que no tenía demasiado que ver, y además dijo que su método era
mejor, cosa que depende del color del cristal con que se mire. La diferencia, a mi juicio, reside en que
el método de Propp funciona y el de Lévi-Strauss no29.
Propp tiene cierta relación con una tercera corriente. Habíamos mencionado la etnografía
tradicional, el folklore soviético, y la tercera corriente sería la emanada del formalismo ruso, que
utiliza métodos de análisis literario para afrontar sistemas de comunicación, más allá de la literatura.
Los formalistas, por ejemplo, estudian tanto novelas o cuentos orepresentaciones plásticas, como la
vestimenta, los gestos, y ese tipo de cosas. El formalismo es un método que podríamos identificar en
un principio con el estructuralismo a la manera temprana de Jakobson o de la escuela de Praga. De
hecho, como ustedes sabrán, Jakobson no era checo, sino ruso, y sus primeras obras son formalistas.
La cuarta corriente, entonces, que ocupa aproximadamente el lugar de la antropología sociocultural, es en la Unión Soviética la llamada semiótica o semiología. Se puede separar claramente esta
semiótica del formalismo, en la medida en que el formalismo utilizaba métodos, que, como su nombre
lo indica, atendían a las características formales o morfológicas de los fenómenos, a las características
puramente estructurales o posicionales de esos fenómenos, sin preocuparse mayormente por la significación, por la dimensión semántica, los contenidos, etc.
En la escuela de Tartu la significación, por el contrario, va a ser abordada centralmente. Con
la escuela de Tartu, iba a hacer referencia entonces a la manifestación más representativa de esta tendencia semiótica en la Unión Soviética. De todas maneras, la escuela de Tartu es una tendencia
bastante ecléctica. En todos los trabajos de la escuela hay referencias al formalismo y a todas las corrientes analíticas, tanto soviéticas como occidentales, que puedan aportar alguna claridad al análisis.
El punto de partida de la Escuela de Tartu, entonces, era el supuesto de que las matemáticas
informacionales iban a aportar el fundamento de una teoría de la cultura "cuandos se acumulara la
información suficiente". De esta manera, las teorías de la cultura iban a poder abordarse con todas las
garantías de las ciencias duras. Al compás de estas ideas se intentaron varias docenas de trabajos de
29
He tratado algunos de estos asuntos en "Seis Nuevas Razones Lógicas para Desconfiar de Lévi-Strauss", Revista de Antropología
No. 10, 1990.
163
carácter estadístico o cuantitativo. Yo voy a hacer referencia aquí a una manifestación típica de la
escuela de Tartu, que es la teoría de Kolmogorov sobre las propiedades del lenguaje poético. No
interesa tanto que retengan el nombre de Kolmogorov, como que aprecien el tipo de teoría o construcción analítica que se propició en los primeros años de la escuela de Tartu.
Kolmogorov distingue, dentro de la lengua en general, tres aspectos o tres dimensiones
cuantitativas. Dicho de otra manera, hay tres aspectos cuantificables de una lengua, lo que implica
que existen tres dimensiones a considerar. El objetivo de él era definir la lengua poética. Entonces
distingue tres dimensiones, no importa cómo se llaman. Yo se los voy a decir, pero no importa
verdaderamente, que son h1, h2 y ß. Esto suele ser, llamativamente, lo único que recuerdan los alumnos en el examen, los nombres de estas tres dimensiones, olvidándose de todo lo demás.
La dimensión h1 vendría a ser la capacidad que tiene una lengua de transmitir información
semántica, la capacidad de significacion de una lengua. Supongamos que una lengua tenga un léxico
más rico, más articulado que otras; bueno, en esas condiciones, comparativamente, la lengua que
tenga un h1 una dimensión más elevadas, va a ser semánticamente más poderosa. Esto sirve tanto para
comparar lenguas como para determinar, dentro de cada lengua, las características que tiene que
tener una lengua o lenguaje poético. Para esto se determinan, por ejemplo, ámbitos de sentido, se
puede medir el léxico de una lengua, todo depende del ámbito de significación que se esté
considerando. Cuando describamos las otras dimensiones, va a estar más claro el tipo de medición
que se puede practicar. Habitualmente, el h1, la capacidad de significación de una lengua, es una
especie de inventario léxico, o de análisis un poco más pormenorizado de la sinonimia, las
homonimias, y ese tipo de característica.
La dimensión h2 es la elasticidad de una lengua, es decir, la capacidad de trasmitir el mismo
contenido semántico, la misma significación, de maneras distintas. Ustedes recordarán de la escuela
primaria, que algunas maestras insisten con la cantilena de que el castellano es una lengua riquísima
porque posee una enorme cantidad de sinónimos. Existen numerosas formas de decir lo mismo. Para
Kolmogorov esta dimensión es la base de la posibilidad misma del lenguaje poético. Esto define la
riqueza, los matices de una lengua. Cuando h2 es igual a 0 (cero), es decir, cuando no existen
posibilidades alternativas para la expresión de determinados significados, se dice que la poesía con esa
lengua es imposible. Esto sería el caso de un lenguaje como el de computación, o un lenguaje formal,
totalmente artificial, que excluye la sinonimia o la polisemia.
La tercera dimensión, ß (Beta), vendría a ser una especie de coeficiente. Normalmente, en este
tipo de análisis informacional, se utilizan letras griegas para designar coeficientes. Este coeficiente se
refiere a las limitaciones que impone el lenguaje, en este caso el lenguaje poético, en relación con las
imposiciones formales de la poesía. Dicho de otra manera, la poesía no es un género totalmente libre;
por más que uno este utilizando un lenguaje sumamente rico, existen restricciones a la libertad poética, por lo menos en las formas tradicionales de la poesía. Uno tiene que seguir ciertas pautas. El
texto tiene que tener coherencia semántica y unidad estilística; no se puede, en condiciones normales,
hacer un verso en un lenguaje totalmente arcaizante y utilizar un lenguaje revolucionario e innovador
en el renglón siguiente. La poesía normalmente tiene que rimar. Existen limitaciones de carácter métrico, hay que utilizar versos de la misma cantidad de sílabas, hay limitaciones en los acentos, en las
intensidades, etc.
Claro, existe cierta poesía avanzada que ese tipo de limitaciones no la respeta. De todas maneras Kolmogorov dice que ese tipo de limitaciones se puede llegar a medir. Por supuesto que hay toda
una serie de fórmulas, un desarrollo de una serie de ecuaciones, que más o menos prestarían cierta
plausibilidad a este intento. Kolmogorov de hecho llega a formular una ley, según la cual la creación
poetica solamente es posible si h2 es superior a ß, por empezar. Y si, por supuesto, h2 por definición
es mayor que 0 (cero). Fíjense ustedes que no va demasiado lejos. De hecho este trabajo de Kolmogorov de las posibilidades de predecir a partir del análisis de un lenguaje, si se trata de un lenguaje
164
apto para la lengua poética o no, es bastante dificultoso. No obstante, este tipo de análisis fue
bastante frecuente hasta principios de la década del 70.
El mismo Lotman, que era un representante de la escuela de Tartu, y por lo tanto estaba
especialmente interesado en analizar estas posibilidades de cuantificacion de los fenómenos lingüísticos y comunicacionales, objetó y criticó bastante duramente este empeño de Kolmogorov. Estas
cosas no sólo pasaban en Rusia. Umberto Eco también dio amplia cabida a la teoría de la información
en su Tratado de Semótica General, que es de 1970.
Con el tiempo se vio que un análisis informacional no podía llegar demasiado lejos. Supongamos, para dar una idea de los límites y las posibilidades de este tipo de estudio, que se trata de analizar la riqueza informacional de una sinfonía de Beethoven. Entonces se van a toma los distintos elementos que forman aparte de esa sinfonía, concretamente, de movida, la escala musical, se va a analizar la posibilidad de predecir determinadas sucesiones de sonidos, y en la medida en que esa posibilidad no pueda ser predicha, se va a hablar de que la obra trasunta o transmite una gran cantidad de
información. Es decir, la información, matemáticamente hablando, es lo mismo que la predecibilidad.
Si nosotros tenemos una obra musical que se basa únicamente en dos sonidos, la capacidad de una
obra compuesta con ese código, va a ser muy pobre. Nosotros vamos a poder predecir, con un cincuenta por ciento de probabilidades de equivocarnos, cuál va a ser el sonido siguiente en una secuencia determinada. Con una sinfonía de Beethoven, donde a la sucesión melódica se superponen
combinaciones armónicas, las posibilidades de predecir son bastante más escasas. Por lo tanto se dice
que una sinfonía, en la que además no se pueden descubrir por ejemplo pautas recurrentes o reiteraciones, posee una cantidad, o transmite, o trasunta una cantidad de información X.
¿Qué pasa con este análisis? ¿Qué tiene que ver la información con el significado? ¿Qué tiene
que ver esa posibilidad de medición con el mismo hecho de poder predecir o no el sonido que viene
posteriormente en una sucesión melódica? No tiene absolutamente nada que ver. El hecho es que la
teoría de la información, por ejemplo, no incorpora factores esenciales de la comunicación humana. Si
nosotros conocemos una sinfonía de Beethoven de memoria, la cantidad de información que trasmite
una sinfonía de Beethoven es nula. Nosotros ya sabemos exactamente qué nota viene después de qué
otra, de modo tal que no tenemos ninguna sorpresa. Acuérdense que la sorpresa es la medida de la información. Se supone que una obra que transmite mucha información, sorprende continuamente. Esto
tiene mucho que ver con los cánones estéticos de Occidente, los que privilegian o favorecen la originalidad por encima (por ejemplo) del apego a la tradición. De modo tal que este tipo de teoría no permite dar cuenta de factores culturales tan obvios o tan inevitables como la familiaridad o el conocimiento previo, la memorización, el uso de lugares comunes, etc.
Bueno, el hecho de que la teoría de la información como herramienta de análisis cultural o
comunicacional se viniera abajo hace unos 15 o 20 años, no impidió que la escuela de Tartu, y los
semiólogos incorporados en ella, siguieran probando modos de analizar los fenómenos comunicacionales. Se dejó de prestar atención entonces a los aspectos cuantitativos que, como habíamos dicho,
eran unos de los pocos que pudo llegar a medianamente sistematizarse, y se trató de adoptar una
terminología y un método un poco más adecuados al objeto.
La definición de cultura que dan los semiólogos de Tartu es la de un sistema de signos o un
sistema de información no hereditario, que recoge, almacena y transmite la sociedad humana. Las
sociedades entonces poseen mecanismos para recoger, almacenar y trasmitir información no hereditaria. Se podría considerar, dicen los semiólogos de Tartu, que la cultura es a las sociedades lo que
la memoria es a los individuos. De allí en adelante, considerarán todos los comportamientos sociales,
los mitos, las instituciones, todos los elementos que puedan formar parte de la cultura, como elementos de un amplio sistema de significaciones.
Más todavía, para los semiólogos de Tartu no puede concebirse ningún fenómeno cultural que
no sea un sistema de signos. Incluso sistemas que no pretenden expresamente comunicar o que no se
165
dan cuenta que comunican, comunican. Es decir, forman parte de la comunicación humana. Esto en
Occidente se va a decir de otra manera. se va a decir: "es imposible no comunicar". Toda actitud
humana que se realiza en sociedad comunica necesariamente algo a alguien, por lo menos potencialmente puede hacerlo.
Al decir que la cultura es un conjunto de sistemas o de fenómenos de comunicación, se va a
implicar necesariamente que existen códigos, reglas, órdenes, restricciones, que se imponen a la
conducta humana. Esto es lo mismo que decir que la conducta de las personas que viven en sociedad
está sujeta a una serie de restricciones, de limitaciones, eventualmente de presiones y de opresiones,
que forman parte también del fenómeno comunicacional. Después vamos a poner algunos ejemplos.
Toda conducta humana está reglada por códigos. Obviamente lo que van a intentar los semiólogos de
Tartu es descubrir la naturaleza y la estructura de estos códigos.
Lo notable de todo esto es que al hablar de la cultura como un conjunto de reglas, de códigos,
de sistemas de comunicación, va a estar abierta la posibilidad de comparar cada uno de estos sistemas
o de aspectos de la cultura con el lenguaje. Los semiólogos de Tartu van a decir: la cultura es un
conjunto de signos organizados, sometidos a reglas, y esto permite considerarla como una lengua, o
un conjunto de lenguas. Básicamente por el hecho de que sabemos que la lengua es un conjunto de
códigos, de reglas, que están estructuradas y organizadas, podemos por esto tomar el lenguaje como
modelo o arquetipo de los fenómenos humanos de comunicación, y podemos tomar a la lingüística
como el modelo o el arquetipo de las ciencias que se ocupan de los signos.
Los semiólogos de Tartu proporcionaron una serie de clasificaciones de los sistemas lingüísticos y culturales. Si lo miramos en cierta forma, el aporte de la escuela de Tartu va a consistir en una
serie de clasificaciones de este tipo. Por ejemplo, van a distinguir entre lenguajes naturales, de los que
el lenguaje hablado normalmente en sociedad es el ejemplo más claro, y los lenguajes artificiales,
como ser los códigos de señales, o las jergas científicas, o las de computación, y propondrán un tercer
tipo que es el tipo que define característicamente el aporte de la escuela de Tartu en este terreno, que
es el de los lenguajes secundarios, o como dicen ellos, ya vamos a ver por qué, sistemas de modelización secundarios.
El más importante de estos sistemas de modelización secundarios, o por lo menos el que va a
ser más estudiado por los semiólogos de Tartu, es el arte. La expresión artística es un sistema de
comunicación que se puede estudiar como un lenguaje, pero de hecho no es ni un lenguaje natural, ni
convencional, artificial, fijada con conciencia de lenguaje. Es decir, se trata de una especie de lenguaje
por extensión. Se va a llamar secundario a este tipo de sistema de modelización o sistema lingüístico,
sin querer decir por esto que estos sistemas sean de menor importancia. Son sistemas de modelización
dentro de los cuales podemos englobar la mayor parte de los aspectos de la cultura.
Los semiólogos de Tartu considerarán consecuentemente a la cultura como un sistema de modelización secundario. Esto es, un conjunto de códigos, de reglas, asimilables a los que articulan las
lenguas. Lotman argumentará, específicamente, que la cultura es como un sistema lingüístico cuyas
manifestaciones concretas son como textos. En esto se va a anticipar en unos años a una tendencia
cada vez más dominante en la antropología cultural norteamericana reciente, que considera a la cultura como un conjunto de textos que deben ser descifrados. Este es el enfoque que ha popularizado
Clifford Geertz, inspirándose en una noción de Ricoeur que ustedes ya conocen.
En consecuencia, dado que la cultura se puede concebir como un conjunto de textos, la investigacion cultural, para Lotman, se va a asemejar a la filología, al desciframiento, o a la traducción
de esos textos. En realidad, estos teóricos afirman, no que la cultura sea equivalente a una sola lengua, sino más bien a una superposición de distintos lenguajes, de distintos códigos, que se presentan
para los actores culturales como un conjunto complejo de opciones o de alternativas de conducta, que
trasuntan la posibilidad de manifestar su conducta de distintas maneras, a través de distintos conjuntos
de códigos. Esto es algo parecido a lo que Bajtín concebía como heteroglosia, aunque es notable el
166
esfuerzo de los semiólogos de Tartu anteriores a la Perestroika para no nombrar a Bajtín ni
reproducir literalmente sus conceptos.
Una persona puede manifestar una actitud social determinada de diversas maneras, regladas o
regidas por códigos. Si una persona desea protestar puede pintar un cartel, encadenarse a una reja,
prenderse fuego, proferir malas palabras, etc. El funcionamiento de la cultura, entonces, supone un
complejo de elecciones, sustituciones, transcodificaciones. El hecho es que existen culturas que eligen
o alientan u otorgan prioridad a distintas maneras de expresión y de conducta social. Los japoneses,
por poner un caso, practican huelgas que no son boicots, sino que hacen funcionar las cosas mucho
mejor para que la gente aprecie qué es lo que se está perdiendo. Y a propósito de esta varianza
Lotman va a proporcionar uno de los ejemplos tipológicos clásicos de la escuela de Tartu, afirmando
que existen dos modalidades culturales posibles.
Existen dos formas de cultura, afirma, que se relacionan con dos formas de aprendizaje lingüístico. Lotman compara por un lado la forma en que se aprende la lengua materna, y por el otro la
forma en que se aprende una segunda lengua o una lengua extranjera. En el primer caso, cuando el
niño aprende la lengua materna, no se le presentan reglas gramaticales o de ningún otro tipo, sino que
simplemente se le presentan textos. El niño se ve enfrentado a una serie de manifestaciones lingüísticas, que son como textos. Básicamente no se le enseñan, no se le imponen reglas para producir esos
textos, sino los textos en sí mismos.
Por el contrario, cuando uno aprende una lengua extranjera o una segunda lengua, se le presentan las reglas para generar esos textos, es decir la gramática. Si ustedes estudian, supongamos,
inglés o alemán en el departamento de lenguas modernas de esta facultad, se van a encontrar con una
serie de especificaciones gramaticales, y mínimamente con textos, prácticamente no se van a encontrar con textos independientes de prescripciones gramaticales. Eso vendría a ser un poco el arquetipo
de los que sería el aprendizaje o la enseñanza de una segunda lengua.
Lotman tuvo la ocurrencia de conectar estas dos modalidades de aprendizaje lingüístico que a
su manera se pueden asimilar a modalidades de transmisión, de asimilación, de aprendizaje cultural,
con dos distintos tipos de cultura. Para él existen dos tipos básicos de sociedad o cultura: una que podríamos decir que es más bien tolerante y otra que es más bien autoritaria. En otras palabras, existen
culturas que se consideran a sí mismas como un conjunto de comportamientos posibles, como un
conjunto de precedentes, como un conjunto simplemente de hechos o de relaciones sociales, o también como un conjunto de textos. Estas culturas funcionarían, en o que respecta a los procedimientos
de enculturación, del mismo modo que se comportan las enseñanzas textualizadas. El modo de enseñanza de estas culturas es el ejemplo. Es decir, se presenta ante el actor cultural una serie de
conductas que el actor cultural puede o no asumir, asimilar, imitar. Estas son sociedades o culturas
textualizadas.
Las otras culturas, en cambio, se conciben más bien como conjuntos de normas, como conjuntos de reglas. Son culturas, para Lotman, fuertemente legalistas y regimentadas. En estas sociedades, prevalece la ley, y él las llama culturas gramaticalizadas. Los ejemplos lotmanianos proceden
de la historia rusa, por lo que son poco inteligibles para nosotros, que la conocemos muy mal. Es muy
posible, además, que la dicotomía de Lotman se inspire en la antinomia de Bajtín entre la "palabra
persuasiva" de la cultura popular y la "palabra autoritaria" de la cultura establecida.
El hecho de que una cultura se pueda considerar una cultura gramaticalizada o una cultura
textualizada no es una fatalidad que se impone de una vez y para siempre, sino que puede ser más
bien un período en la vida de una cultura. Una cultura puede pasar de una modalidad de enculturación, o de un tratamiento de los actores culturales al otro. Existen incluso paralelismos o equivalentes
occidentales de esta clasificación de Lotman. Por ejemplo, en teoría de la comunicación de masas se
considera que la alta cultura es una cultura gramaticalizada, que está regida por fuertes reglas de
etiqueta, reglas de comportamiento, reglas incluso de interpretación o de elaboración de los produc167
tos correspondientes, y existe a su lado una cultura de masas que es más bien informal, que se puede
corresponder con lo que Lotman llama una cultura textualizada. En este caso, la alternativa entre la
alta cultura y la cultura de masas que se maneja en al teoría de comunicacion de masas equivaldría a
la distinción desarrollada por Lotman.
Sea como fuere, para los teóricos de Tartu la cultura no es simplemente un conjunto de
códigos que funciona de determinada manera, sino un conjunto que implica la convivencia, la
superposición, la copresencia de distintos códigos, algunos de los cuales pueden ser de un tipo y otros
pueden ser de otro. Lo que sucede es que en toda cultura hay una especie de código, o una modalidad
de comportamiento dominante, que es posible descubrir analíticamente siguiendo los procedimientos
de la escuela de Tartu.
En esta teoría se considera que la cultura es básicamente algo dinámico. Concretamente se
habla del trabajo de la cultura. La cultura no es una estructura que está construida, congelada o
cristalizada de determinada manera, sino que es una especie de mecanismo o de proceso. El trabajo de
la cultura consiste en organizar, en estructurar, el mundo que rodea a las personas. Lotman dice que
la cultura es un generador de estructuralidad, que todos los textos, todos los mecanismos culturales,
todos los fenómenos de enculturación, de educación, de aprendizaje, de comunicación, crean
alrededor del hombre lo que Lotman llama una sociosfera, una envoltura social, que hace posible la
vida de relación. Así como la biosfera hace posible la vida biológica, por así decirlo, la sociosfera
hace posible la comunicación humana.
Para esto la cultura tiene que tener una serie de mecanismos que Lotman llama mecanismos
de estereotipización, que obliga a las personas a interpretar las cosas de determinada manera, que
otorga estructuración, sentido, significación, a todos los elementos del mundo circundante, tanto del
mundo de los objetos como del mundo de las personas. El ejemplo más clásico de esta estereotipización, de este mecanismo de estructuración del entorno, es por supuesto el lenguaje. El lenguaje estructura u ordena la percepción, la interacción con las cosas y con las personas.
Si ustedes recuerdan que Lotman comparaba la cultura de las sociedades con la memoria de
las personas, el hecho de que la cultura sea memoria, de que se relacione con la experiencia pasada y
con la historia, genera una interesante serie de situaciones concretas, que pueden ser estudiadas de acuerdo con esta categorización. Por ejemplo, Lotman dice que una de las formas más agudas y al mismo tiempo más sutiles de lucha social, en el ámbito de la cultura, tiene que ver con la interpretación
de los hechos pasados, es decir con la interpretación de la memoria cultural, con el significado que se
otorga a los hechos que sucedieron. Y esto en última instancia, rige al significado que se otorga a las
consecuencias actuales de los sucesos anteriores. Se ha dado el caso, dice Lotman, de que el estado
de las luchas sociales y de los intereses en el interior de una sociedad hace que por ejemplo se imponga el olvido obligatorio de determinados aspectos de la experiencia histórica. En numerosas ocasiones, se ha llegado incluso a negar la existencia de determinados hechos efectivamente ocurridos. Esto
implica que se está replanteando el significado de la memoria, se está redefiniendo la significación, el
sentido, la naturaleza de los hechos que conforman la dimensión temporal de una cultura. Esto no es
tan ocurrente, ni tan lejano. Nosotros tenemos una ley de olvido. Posiblemente tengamos más.
Para cumplir entonces con estos objetivos y funciones de estereotipización, de estructuración
de la memoria colectiva, la cultura o la sociedad tiene que tener una serie de mecanismos de codificación. Estos dispositivos codificadores tienen que tener ciertas propiedades para poder funcionar. Estas propiedades son, por ejemplo, la de tener una alta capacidad modelizadora. Es decir, los mecanismos culturales tienen que ser capaces de comprender, de abarcar, la mayor cantidad de objetos, incluso dice Lotman, aquellos objetos que por el momento son desconocidos para los actores culturales.
Ustedes piensen en la forma en que uno afronta determinados objetos y los va englobando
dentro del conjunto de sus experiencias, les va otorgando un sentido conforme a las posibilidades de
168
estructuración y semantización que le brinda su cultura, su educación, su experiencia. Este requisito
de alta capacidad modelizadora, es un poco el prerrequisito de los mecanismos culturales. Y esta
capacidad de modelización que tienen los dispositivos culturales tienen incluso que poder declarar
inexistentes o irrelevantes determinados objetos en determinado momento. Es decir, la cultura fija la
relevancia, la importancia, el mérito, el prestigio, el valor de los distintos fenómenos o sucesos que se
le pueden presentar a la experiencia de las personas.
De estas capacidades o de otras capacidades parecidas de la cultura o de los mecanismos de
modelización de la cultura, se va a derivar la tendencia que tiene la cultura de parecer una cosa totalmente autónoma. La cultura, en determinado momento, parecería ser algo que sólo tiene que ver con
ella misma y no, por ejemplo, con las condiciones materiales sobre las cuales la sociedad se asienta.
Esta es en síntesis la cáscara, el esquema básico de la semiótica según la escuela de Tartu. Las
derivaciones posteriores de la escuela de Tartu tienen que ver con la generalización del modelo
semiótico que por ese entonces se va popularizando también en Occidente. Podemos decir que la
trayectoria seguida por la escuela de Tartu y por la semiótica europea occidental, es aproximadamente la misma.
La semiótica de Kristeva y el Grupo Tel Quel
El grupo Tel Quel surge en el seno de la intelectualidad francesa de izquierdas con anterioridad a mayo de 1968, y lleva en general el sello distintivo del estructuralismo. Los invito a tener
en cuenta que se trata de un grupo de intelectuales, de gente inteligente y sagaz, de comentaristas agudos de la realidad, más que de científicos obligados a construir una metodología consistente y
replicable. Es un grupo heterogéneo y abierto, con muchos integrantes que, por separado, abjuran en
ocasiones del psicoanálisis, del marxismo, del estructuralismo y hasta de la semiótica: Michel
Foucault, Deleuze, Guattari, Derrida, Kristeva, Lacan, Todorov, Barthes...
Kristeva empieza a trabajar, a publicar con este grupo, y se habla de los textos de Kristeva
como los textos fundadores de una sociocritica, es decir, una crítica que tome el aspecto social , y
que pone a Bajtin en circulación dentro de la teoría francesa. Como ejemplificando la capacidad de
los sistemas de modelización secundarios, el grupo va a abundar en re-lecturas del saber más clásico:
Saussure, Freud, Marx.
Kristeva intenta, típicamente, recolocar los temas convencionales, por un lado dentro de la
problemática semiótica, y por otro, dentro de la problemática marxista. Se la incluye, les decía, dentro
de un marxismo estructuralista, y una de sus líneas maestras de pensamiento es la semiologización del
mundo social, con cierta cuota de psicoanálisis (lacaniano) que no aparece ni en la Unión Soviética ni
en Italiana, y que sólo mucho más tarde penetra (y no mucho) en los Estados Unidos.
Yo les diría que el precursor de la idea de la semiologización del mundo fue Lotman, y ella
tomó la idea porque sabía ruso. La cuestión de los sistemas modelizadores primarios y secundario fue
introducida un poco antes por Barthes, que otorgaba a la primariedad del lenguaje un carácter más
taxativo: para Barthes la semiótica era o debía ser mucho más glotocéntrica, al punto que la
consideraba sólo una extensión de la lingüística. En algo se parece a esto la idea de Lacan de que "el
inconsciente está estructurado como un lenguaje"30.
Estamos en el tema de los sistemas glotocéntricos. Un sistema que pone como eje la lengua.
Ahora, que este grupo tenga tanta fuerza, toda una estructura glotocéntrica tenga fuerza en
Occidente, no es arbitrario, porque piensen que estamos en una civilización, en un mundo donde todo
30
Esta afirmación es inexacta, y denota el escaso conocimiento que tenía Lacan, digan lo que digan, de los conceptos lingüísticos
elementales. Todo el mundo sabe que "el lenguaje" no está estructurado, sino que en el mejor de los casos lo que está estructurado es
la lengua.
169
ha pasado por la imprenta, todo se ha escrito. Entonces, cómo no vamos a hablar de un sistema
glotocéntrico en una civilización, como dice Foucault, que nos impulsa a la palabra.
La confesión, el psicoanálisis. La vocación de la verdad, la vocación de saber de la que habla
Foucault, está relacionada con esto, con el esquema del glotocentrismo. Ahora, yo les decía, Kristeva
toma esta cuestión de la lengua como modelizador primario, es decir, el sistema sobre el cual se
estructuran los otros lenguajes, y el arte, todos ellos, como modalizadores secundarios.
Uno de los conceptos fundamentales que pueden encontrar en Kristeva es la desmaterialización de concepto marxista de producción. ¿Por qué desmaterialización? Esta desmaterialización del
concepto marxista de producción es lo que permite considerar toda producción como producción de
significado o, mejor, de significación. En su modelo, la producción económica misma es pensada
semiológicamente. Es decir, la producción económica es pensada desde lo sígnico.
Fíjense que es un trabajo inverso al que hace Rossi-Landi en Italia, del cual nos ocuparemos
después. El materializa en la lengua un concepto marxista, y ella desmaterializa en la producción un
concepto marxista. Hace una inversión, ella dice que el modelo de la producción del significado se
propone como espejo de todas las produccionesn de sentido sociales. Así como se produce significado, se producen todas las demás cosas. Se propone como espejo de todas las producciones sociales.
Ahora, ¿cuál es el problema que yo le encuentro a esta forma de pensar en Kristeva? Ella tiene
un conflicto con las formas de pasaje de un concepto a otro. Cuando ella se mueve con niveles muy
concretos, muy materialistas, y pasa a un nivel abstracto, esa forma de pasaje siempre es difícil y
forzada. Ella la va a hacer mediante la figura que se denomina "paráfrasis". Una paráfrasis en el
sentido de Kristeva involucra tomar un término, descontextualizarlo y aplicarlo en un marco teórico
para el que no fue pensado. Lo que en Freud (releído por Lacan) aparece como constitutivo de la
producción significante se proyecta a todas las prácticas sociales, y todo ello está expresado en un
lenguaje lacaniano de innecesaria opacidad.
La Semiótica General de Umberto Eco
Aquí voy a hacer una leve referencia a la semiótica como la planteó Umberto Eco. Eco
empezó en la década del 60 con una semiótica que tenía que ver estrechamente con cierta
interpretación del estructuralismo. Esto está más que nada expresado en La estructura ausente. Pero
el texto más importante de Eco declara que sus modelos anteriores son puramente provisionales, y
que su modelo semiótico es el que figura en el Tratado de semiótica general.
Este Tratado es claramente más heterogéneo que general. Engloba, entre otras cosas la teoría
de la información, como uno de los componentes de una de las posibilidades de análisis semiótico de
la cultura o de la sociedad; postula también la generalidad de la semiotica, en el sentido de que esta
semiótica englobaría comodamente a las ciencias sociales, a las ciencias históricas, a todo lo que
conlleve o pueda interpretarse en términos de comunicación o de intercambio de signos. Y engloba
tambien la semiótica en el sentido conductista de, por ejemplo, Morris, con algunas importantes
modificaciones, pero en general aceptándola en su conjunto.
Ustedes se acuerdan que Morris distinguía tres niveles en el tratamiento de los signos, o de las
manifestaciones de los signos. Esos tres niveles eran el sintáctico, el semántico y el pragmático.
Respectivamente, la relación de los signos entre sí, la relación de los signos con sus referentes y la
relación de los signos con los usuarios, es decir con las personas que se servían de esos signos con los
usuarios, es decir con las personas que se servían de esos signos para comunicarse. De estos tres
aspectos, Eco va a privilegiar el tercero, la pragmática. Y concretamente se va a ocupar no solamente
del uso que el hombre hace de los signos, sino de lo que él llama el modo de producción de los
170
signos. Como se produce socialmente, y sobre todo políticamente, la significación en un sentido
general. Cuáles son las relaciones entre lo social, lo político, lo comunicativo.
Lo que sucede, a grandes trazos, en esta semiótica general de eco, es que esta disciplina
englobante de la semiótica se presenta un poco como el garante de la cientificidad de las ciencias
sociales. Eco hace algo más que insinuar que la semiótica es la herramienta a traves de la cual las
ciencias sociales van a poder acceder a cierto grado de cientificidad.
El paralelismo que yo quería dibujar con la escuela de Tartu viene dado por el cambio en la
posición de Eco a lo largo de 15 años, más o menos. Si ustedes leen el De los Espejos y otros ensayos que es de 1980 y pico, van a advertir que la semiologia o la semiótica de Eco ya no pretende ser
la garantía de la cientificidad de las ciencias sociales, ni tampoco la herramienta analítica rigurosa y
formal qu se insinuaba en el Tratado, sino simplemente una modalidad interpretativa de los fenómenos
de la comunicación humana, a un nivel que Eco llama local. Es decir, el conocimiento que puede
brindar la semiótica de los fenómenos de comunicación humana, no son en 1984 equiparables al enunciado de leyes científicas, sino que se parecen más bien a interpretaciones más o menos intuitivas
de fenómenos que se parecen a textos, y que al no poder generalizarse, tienen valor solamente en
relación con el fenómeno concreto de comunicación que se analice en un momento dado.
Eco asume entonces en 1980 una postura interpretativa sumamente distinta a la modalidad
queel propugnaba en 1970.Esta tendencia en los trabajos de Eco, esta desconfianza progresiva en los
cánones de la matematización y de la cuantificación, se va a dar en general en todas las corrientes
semióticas. Es un poco el proceso que se está viviendo en la actualidad. Lamentablemente no vamos a
profundizar como yo quisiera en estas corrientes semióticas y en otras corrientes de la sociolingüística, porque el tiempo se nos ha terminado.
Ferruccio Rossi-Landi y la Semiótica marxista italiana
Es sin duda Ferruccio Rossi-Landi (y de ninguna manera Umberto Eco, una figura muy poco
proclive al análisis sistemático) el semiótico más importante de la mal llamada "escuela italiana". De
hecho no existió tal escuela, sino un conjunto más o menos idiosincrático de practicantes de la
semiótica en diversas modalidades. Sea como fuere, Rossi Landi también ha sido el primer semiótico
de Italia en ganar predicamento internacional y en ser traducido a otros idiomas.
En 1953 Rossi-Landi (1921-1985) se dió a conocer publicando un ensayo en el que recuperaba la figura de Charles Morris, a quien él consideraba el re-fundador de la semiótica (el fundador,
sin duda, había sido Peirce). Esta fue la primera monografía sobre la semiótica y la teoría general de
los signos que apareciera en Italia, y posiblemente también la primera en toda Europa.
El trabajo de Rossi-Landi no suscitó en aquel entonces ninguna impresión; los europeos
consideraban a Morris un filósofo demasiado consustanciado con el positivismo y el conductismo, y
según piensan algunos la época no estaba aún lista para hablar de semiótica.
De hecho, Rossi-Landi no fue el primer semiótico europeo en línea con la tendencia peirceana;
él mismo era alumno de Giovanni Vailati, el primer especialista italiano en Peirce y en Lady Welby.
Parte de la educación formal de Rossi-Landi se realizó en Inglaterra, en el seno de la llamada filosofía
oxoniana del lenguaje.
Durante algunos años, y tras haber sido rechazado para un cargo en una universidad italiana,
Rossi-Landi estuvo radicado en los Estados Unidos; marxista consecuente, dictó cursos de filosofía y
semiótica en La Habana y recién regresó a Italia en 1975.
Según él mismo lo ha caracterizado, la obra de Rossi-Landi se puede dividir en tres etapas.
1) El primer ciclo coincide con la década del 50 e incluye su monografía sobre Morris y
Significato, comunicazione e parlare comune.
171
2) El segundo corresponde a los 60 y se construye alrededor de El lenguaje como trabajo y
como mercado (1968), en el que sienta las primeras analogías entre la lingüística y la economía (o
entre el lenguaje y la actividad económica), luego ferozmente plagiada sin el debido reconocimiento
por Pierre Bourdieu. Otro volumen, Semiótica e Ideología (1967-1972) incluye su famoso ensayo
sobre la ideología de la relatividad lingüística, uno de los mejores trabajos críticos (al margen de los
hallazgos experimentales de la escuela de Berkeley) sobre la hipótesis de Sapir-Whorf.
3) El tercer ciclo coincide con los años 70 y con la publicación de Ideología, donde RossiLandi discute el problema de las conexiones entre la ideología y el lenguaje con especial desarrollo del
problema de la alienación, incluyendo lo que él llama alienación lingüística. La ideología, según
Rossi-Landi, no puede estudiarse separadamente, sino en relación con la falsa conciencia y la falsa
praxis, ambas incluidas a su vez en el concepto de alienación. En esta década analiza prevalentemente
el tema de la incidencia de los sistemas de signos en la reproducción social.
Rossi-Landi combatió siempre a la llamada "semiótica del código", la que presuponía un intercambio entre iguales. Esta semiología, de origen saussuriano, concibe al signo en términos de un nexo
entre significante y significado y reduce toda la complejidad de la vida lingüística a una oscilación
entre los dos polos del sistema: lengua y habla.
Para Rossi-Landi no es casual que el modelo saussureano de signo se haya construido sobre la
base del concepto de valor de la teoría económica. Como el valor es fijo, esta concepción imagina que
pasa inmodificado del emisor al receptor; este último se limita a decodificar el mensaje sin intervención creativa. El sólo descifra el mensaje en función de un código no ambiguo, fijado de una vez y
para siempre.
Esta concepción del signo, aunque haya proliferado al abrigo del estructuralismo, se conecta a
una idea del sujeto en la que éste coincide perfectamente con su propia conciencia; el sujeto está
plenamente consciente de todos los aspectos relevantes de la comunicación.
Al introducir la noción de habla común como el conjunto de técnicas usadas al comunicarse,
enseñadas de generación en generación como parte esencial de la práctica social, Rossi-Landi introduce una tripartición del proceso comunicacional entre el habla común o colectiva (luego "trabajo
lingüístico colectivo"), el lenguaje colectivo (fundado en aquél) y el habla individual, que es una
construcción de carácter secundario.
El habla individual utiliza modelos y técnicas tomados del habla común y se ubica en la
frontera entre uno mismo y el otro, entre el sujeto y quienes participan con él en la vida social; los
materiales no se toman de un código impersonal, sino que utiliza materiales e instrumentos que son
parte del habla colectiva, de modo que, como dice Rossi-Landi "en parte, el habla es siempre de
alguien más".
De acuerdo con Rossi-Landi, la producción y circulación de mercancías y la producción y
circulación de mensajes son aspectos del mismo proceso social: la comunicación; todos los procesos
de comunicación comparten los mismos atributos, de modo que separarlos es artificioso. Esto justifica hablar del lenguaje en términos económicos.
Podría decirse que Rossi-Landi utiliza el mismo esquema de Levi-Strauss, pero en sentido
contrario. Mientras Lévi-Strauss usó ideas de la lingüística para describir procesos de intercambio
(concretamente, intercambios de mujeres), Rossi-Landi se sirvió de conceptos del intercambio económico para reinterpretar fenómenos de comunicación lingüística (y en algún momento también nolingüística). Rossi-Landi, en efecto, se preocupó por los signos no verbales como parte de su interés
por los aspectos materiales de la comunicación.
De acuerdo con Rossi-Landi, su concepción era fiel al marxismo, en la medida en que la
desmixtificación marxiana de la concepción fetichista, que consideraba a las mercancías como algo
172
dado y natural y que interpretaba la relación económica como una relación entre cosas y no entre
hombres es estructuras sociales específicas, constituye a su modo un análisis semiótico.
La alienación lingüística consiste en perder de vista la verdadera naturaleza del proceso de
intercambio. Esta alienación consiste en hacer ver el intercambio como un intercambio de mensajes,
más que como una relación entre hablantes. El sujeto hablante se encuentra entonces en la condición
de ser hablado por sus propias palabras, como si fuera un repetidor pasivo de modelos suprapersonales.
En su tercera fase (en la que abordó la ideología) Rossi-Landi utiliza como hipótesis de
trabajo la idea de que las dificultades en el estudio de las relaciones entre infra y superestructura se
originan en la falta de un elemento mediador. Para él ese elemento mediador es la totalidad del
sistema de signos que opera en una comunidad humana. A los modos de producción y a las
elaboraciones ideológicas es menester agregar entonces una tercera instancia, que son esos sistemas.
A través de los mismos se realiza la propia reproducción social.
_________________________________________________________________________________
Con estas breves referencias a un semiótico sumamente personal concluimos nuestro tratamiento de los sistemas teóricos en semiología, que en realidad han sido examinados de preferencia en
las clases prácticas.
Convendría cerrar el desarrollo del programa con una visión de conjunto de los marcos
teóricos que se han revisado. La mayor parte de ellos responde al llamado estructuralismo lingüístico,
la tendencia dominante en la lingüística científica en lo que va del siglo, y que abarca desde la
fundación formal de la disciplina por Ferdinand de Saussure hacia 1910 hasta la gramática generativa
transformacional chomskyana, pasando por la escuela de Praga, el idealismo y el conductismo
lingüístico norteamericano y la antropología cognitiva.
Como vemos, el estructuralismo recubre una amplia variedad de posturas, tanto mentalistas
como materialistas, tanto positivistas como inclinadas al humanismo. Las constantes que definen al
estructuralismo tienen que ver mayormente con cierta abstracción; con la excepción de algunos
lingüistas de la escuela de Bloomfield, lo que se analiza no son las manifestaciones concretas del habla, sino las estructuras más o menos organizadas y sistemáticas de la lengua, que siempre son subyacentes y no son de inmediato inteligibles o perceptibles por parte de sus usuarios; en el caso peculiar
de Chomsky, habría que decir que no se estudia la ejecución de las elocuciones lingüísticas, sino la
competencia de un hablante ideal, en la que las estructuras se manifiestan bajo la forma de reglas.
El segundo ingrediente del estructuralismo tiene que ver con su sincronismo; aunque reconociendo que los fenómenos reales del lenguaje se desenvuelven en el tiempo, los estructuralistas en
general privilegiaron enfoques que concebían el sistema lingüístico como una entidad estática. En
lingüística las teorías que enfatizan la dinámica y el cambio (los procesos, más que las estructuras)
siempre han sido en general minoritarias. Aquí sólo hemos comentado algunos esbozos del evolucionismo primitivo del siglo XIX y las nociones principales de la glotocronología.
Hemos visto que este estructuralismo fue respondido por las corrientes inscriptas en la sociolingüística, la lingüística inglesa del habla, la etnografía del habla, la etnografía de la comunicación y
demás corrientes que se agruparían en torno de una dimensión que en la semiótica de Morris hemos
visto definida como "pragmática". Todos estos son abordes que responden mejor a la perspectiva del
sentido común, que percibe los fenómenos del lenguaje "ligados" con fenómenos y procesos de otra
naturaleza, y no como una entidad autónoma. Luego nos hemos ocupado tangencialmente de la
semiótica, que bajo la forma de la semiología francesa pretendió en algún momento abordar los
fenómenos de la comunicación humana echando mano de recursos lingüísticos, hasta que se impuso
173
mundialmente la perspectiva peirceana de la semiosis, con una conceptualización por completo independiente de la influencia de los estudios del lenguaje.
A nuestro juicio las teorías semiológicas en su conjunto no siempre satisfacen los requerimientos de una formulación científica. Las líneas que derivan de Peirce, en particular, se caracterizan
por una actitud tipológica hacia los fenómenos de semiosis que deja de lado la elaboración de lo que
podemos llamar operadores teoréticos. Un operador teorético no es otra cosa que un concepto que se
utiliza para volver a reunir lo que se ha separado mediante las operaciones analíticas iniciales, proporcionando una descripción suficiente del fenómeno y, en el mejor de los casos, una explicación. Al
carecer de estos operadores, el conjunto de la semiótica no ha podido superar, en general, el plano de
las descripciones analíticas que dejan el campo de los signos sin integrar en un esquema teórico y, por
supuesto, sin explicar gran cosa acerca de la comunicación humana. Es innegable que una proporción
significativa de los semiólogos contemporáneos se abocan más a un inexplicable culto a la personalidad intelectual de Peirce que articular métodos que funcionen. Respecto de esta situación escribí
hace un tiempo en Paradigmas y Estrategias en Antropología Simbólica un párrafo que no he
podido mejorar:
"Se acepta en silencio, por puro culto del genio, que los textos fundacionales de la
semiótica, los escritos de Peirce, constituyan un acervo opaco, contradictorio, ambiguo, y que
la primera tarea de la semiótica, en trance de prolongarse indefinidamente, sea menos elucidar
el símbolo, investigándolo bajo una luz novedosa, que agotarse en disquisiciones escolásticas
sobre la exégesis de ese testamento y en la recolección de ejemplos para los que sus aforismos
pudieran venir al caso".
En la versión de la semiología que se ha venido practicando en Francia, peculiarmente, las
prácticas no han podido trascender la analiticidad, y es por ello que a mi juicio toda esa vertiente descuella como perspectiva intelectual pero no como marco de referencia que sirva para articular investigaciones en el sentido científico del término. Una investigación científica, tal como la entendemos,
no consiste sólo en reflexiones inteligentes acerca del objeto como las que pueblan la semiología francesa (y que son ensayos de un apreciable valor literario), sino en la verificación de hipótesis en función de premisas explícitas y métodos trasparentes. Ayer decía que en la ciencia hay pontífices y
jornaleros; los primeros idean sistemas, conceptos y paradigmas; los segundos aplican los métodos
forjados por aquéllos. En la semiología francesa los métodos han probado ser idiosincráticos, irreplicables; en ella son todos pontífices.
A lo largo de este curso hemos revisado no tanto aspectos del lenguaje como teorías que
definen, entre otras cosas, cuáles aspectos del lenguaje son pertinentes. Me he esforzado por subrayar
siempre cuáles son las premisas desde las cuales los diversos marcos teóricos construyen su objeto y
de qué maneras encarrillan sus demostraciones, para hacer ver algo que recién voy a subrayar ahora:
el lenguaje, como cualquier otro fenómeno cultural, es una entidad demasiado rica o compleja como
para satisfacerse a través de una descripción desprovista de teoría. Se dirá que algunas teorías son
demasiado sesgadas, demasiado parciales, incluso extravagantes; es posible estar de acuerdo con esto,
si es que se lo fundamenta. Pero el sesgo y la abstracción son inherentes a toda perspectiva científica;
siempre se podrán aducir conexiones y determinaciones entre los diversos fenómenos, casi hasta el infinito. Así se seleccione como objeto algo tan minúsculo como las partículas subatómicas, ninguna
perspectiva agotará jamás todas las posibilidades de su análisis.
El universo, por otra parte, no está recortado en cosas, sino que es un conjunto infinito de
interrelaciones complejas. La primera decisión en toda ciencia es no tanto la definición del objeto como su aislamiento del resto del universo. La sociolingüística proporciona ejemplos de lo que puede
suceder cuando se quieren introducir, de acuerdo con los dictámenes del sentido común, más variables de lo que es posible manejar conceptualmente en una visión sistemática. Los últimos textos de
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Halliday, por ejemplo, incluyen cuadros inmensos, diagramas y vectores que intentan representar
todas las instancias en juego en un fenómeno de lenguaje.
En cuanto a la abstracción, ella también es necesaria en tanto se la practique criteriosamente
para evitar perderse en un laberinto de hechos y relaciones que seguirá siendo infinito por más que la
definición del objeto intente restringirlo a su mínima expresión. Reflexivamente practicada, la abstracción (o la "idealización" del fenómeno a través de un modelo) no siempre pierde de vista la realidad, contra la que después de todo, todas las teorías, aún las más abstractas, deben en última
instancia contrastarse para verificar si dan cuenta de ella adecuadamente. Todo esto podrá resultar
consabido para quienes hayan sabido asimilar nociones básicas de epistemología y metodología; pero
en primer lugar nunca está de más decirlo, y en segundo lugar son muchos los que piensan que se
puede atrapar conceptualmente "la realidad" sin imponerle un orden y tal como se da a la percepción
de todos.
Mi presentación de las teorías lingüísticas apunta preferentemente a poner en contacto con las
principales ideas que se han formulado, a las que siempre se verá más o menos extrapoladas o reproducidas en la práctica de la antropología en general. En antropología también ha habido estructuralismo, evolucionismo, materialismo, funcionalismo, conductismo y otros "ismos" más, en estrecha
correlación (y en ocasiones históricamente vinculados) a ideas que, aplicadas a un fenómeno más
unitario como es el lenguaje, tal vez se aprecien con mayor nitidez que en el aborde de la cultura o las
estructuras y procesos sociales. He procurado al mismo tiempo que se perciban todas las teorías
como esencialmente criticables en algún respecto, esforzándome por señalar las críticas internas, es
decir, las que se concentran en las conclusiones indeseadas que se derivan de las propias premisas de
la teoría que en cada oportunidad se critica. A una comprensión teórica y crítica de la antropología (y
a la larga, a una visión lo más rigurosa y verdadera posible de los hechos y procesos a que esta
disciplina se refiere) es que apunta, en fin, todo lo que en este curso se ha examinado.
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