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EDITORIAL
Encuentro de culturas:
un nuevo tejido social
E
l día a día de la memoria histórica tiene cosas
curiosas. A veces se tratan algunos temas como
si fuera la primera vez que se dan en la historia,
cuando, en realidad, nosotros mismos somos
fruto de situaciones que responden a ellos. Así,
cuando en los últimos años se está hablando del
fenómeno de la interculturalidad, la multiculturalidad, el mestizaje, la inmigración, etc. en muchos casos
se hace como si fueran fenómenos nuevos, exclusivamente contemporáneos aunque, por supuesto, no es así.
La historia de nuestras familias, de nuestros países, se teje
con hilos de fenómenos migratorios de distinto signo, gracias
a los cuales, los presentes existimos.
Sin perder de vista esta referencia histórica que
puede iluminar el presente, es cierto que, en cada
momento, dichos fenómenos presentan características, implicaciones o consecuencias diferentes. Y hay que atender a todo ello, en una
reflexión que pretenda ser seria y atinada.
Además, deben saber tomarse en su justa medida algunos hechos que, bien por su fuerza bien
por el tratamiento mediático que reciben, pueden llevar a acentuar algunos aspectos en detrimento de otros que son igualmente importantes
a pesar de ser, tal vez, menos dramáticos o
impactantes.
El monográfico de este número de RE se dedica
a la innegable realidad contemporánea de los
encuentros culturales, a la que sólo podemos
hacer un primer acercamiento. Conscientemente, hemos rehuido reducir este tema al complejo
contexto provocado por los atentados del 11 de
septiembre en Nueva York y Washington, y del
11 de marzo en Madrid; así como por la polémica
invasión de Afganistán, primero, y la posterior
guerra de Irak, ambos todavía humeantes. En el
pasado número de RE ofrecimos una reflexión
elaborada a raíz de ello. Expresamos nuestro
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revista de pensamiento y opinión no 55
rotundo rechazo a toda forma de enfrentamiento
armado que destruya vidas humanas y quiebre las
posibilidades de un entendimiento digno de la
condición humana.
De acuerdo con el estilo de la Revista, consideramos
importante en un momento de tanta ebullición,
aportar reflexiones serenas que contribuyan a
enfocar la situación, así como a prevenir otras
semejantes en el futuro. De ahí que el monográfico
que se presenta incluya algún material anterior a la
fecha de estos atentados. Nos parece que ciertas
reflexiones elaboradas sin la presión ambiental
aportan un tipo de enfoque que, siendo vigente,
merece ser recogido. Así mismo, se ofrecen a lo
largo del monográfico unos pequeños apuntes
elaborados al hilo de algunos textos tomados del
libro «22 historias clínicas –progresivas– de realismo
existencial» que se exponen como posibles pautas
orientativas en las relaciones interculturales.
El encuentro de culturas supone el encuentro de los
sujetos que viven en ellas. Y la cultura no es algo
estático, sino que evoluciona al ritmo de la vida.
Entenderla como un museo dedicado a conservar
las reliquias adquiridas en el pasado es una restringida concepción de la misma. Parece conveniente
conocer nuestras raíces y respetar los parámetros
en los que vivimos, pero entendiendo que no por
el hecho de ser se deduce que sean todos necesariamente buenos. El encuentro con personas que
provienen de otros entornos culturales hace que
unos y otros nos planteemos qué es lo que de bueno
hay en la propia cultura y qué es lo que merecería
ser relegado a los libros de antropología. Sobre
todo, lo que parece inaceptable es instalarse en
cuestionar la viabilidad de la relación con otras
personas por el hecho de responder a distintas
referencias culturales, en lugar de buscar el modo
de acercarnos y entendernos. Como escribe A.
Rubio «lo hermoso [...] es ir unos hacia otros
fundiendo nuestras respectivas coordenadas y hacer de nuestro centro uno cada vez mayor». R
Natália PLÁ y Elena GIMÉNEZ