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De plagas a benefactoras Luci Cruz Wilson Los insectos con mayor distribución en el planeta son, sin duda, las cucarachas. Estos ortópteros o insectos de alas rectas, parientes de los insectos palo, langostas y grillos, tienen un exitoso diseño que los ha mantenido prácticamente iguales, excepto porque su tamaño se ha reducido, desde su aparición hace cerca de 350 millones años. Actualmente existen alrededor de 4000 especies de cucarachas cuyas características les han permitido adaptarse y dispersarse casi por todo el mundo desde su lugar de origen, el noreste de África. Las cucarachas se encuentran en prácticamente todos los hábitats terrestres y algunas especies están íntimamente ligadas a las poblaciones humanas, como la más grande de las cucarachas, la Periplaneta americana. Este insecto de hasta cinco centímetros de largo, vive en zonas cálidas y húmedas, comúnmente en alcantarillas y cañerías, así como en grietas de bardas y en jardines; es una verdadera plaga que vive alimentándose de casi cualquier cosa. Debido a sus hábitos alimenticios y hábitat, la Periplaneta americana es hospedera o vector mecánico de una larga lista organismos patógenos como virus, bacterias, hongos, quistes de protozoarios, huevecillos de gusanos, etcétera. Todos estos organismos se encuentran en el exterior o el interior de su cuerpo por lo que son un verdadero peligro para la salud humana, ya que contaminan todo lo que pisan con sus patas, sus excrementos y regurgitaciones. Las cucarachas tienen hábitos nocturnos y además son fotofóbicas (no toleran la luz), por tal razón en ocasiones es difícil saber cuándo pululan por los hogares, principalmente por las cocinas, dejando tras ellas una estela de enfermedades potenciales. Otro ortóptero que puede llegar a ser una plaga sin igual es la langosta Schistocerca gregaria, que a diferencia de las Periplaneta, habita zonas silvestres desérticas o semidesérticas del norte y oeste de África. Las poblaciones de esta langosta están limitadas por la escasez de agua, pero unas cuantas gotas de lluvia bastan para disparar su reproducción, la eclosión de huevecillos. Considerando que cada hembra pone alrededor de 150 huevos y que en una hectárea puede haber varios cientos de millones de individuos que se mueven como uno solo en busca de vegetales que los alimenten, las solitarias langostas se transforman en plagas absolutas capaces de acabar con cosechas enteras en muy poco tiempo. Sin embargo, recientes hallazgos científicos muestran un lado amable de tan peculiares organismos. Medicamentos desde lo natural La búsqueda de medicamentos para la cura de enfermedades en humanos y otro tipo de seres vivos a partir de otros seres vivos podría decirse que nació con el hombre mismo. El conocimiento tradicional, producto del ensayo-error, la herbolaria, muchas medicinas tradicionales y la gran cantidad de sustancias producto de investigaciones científicas y aplicaciones tecnológicas, son ejemplos de ello. La lista de constituyentes y principios activos que se extraen de plantas y animales para uso farmacológico es larga. Quizás porque alrededor del 80% de los seres vivos habita los océanos, muchos de los organismos de los que se extraen constituyentes farmacológicos son marinos, por ejemplo, esponjas, celenterados, briozoarios, dinoflagelados, algunos equinodermos, moluscos, ascidias, crustáceos y peces. Y si de abonar el catálogo de sustancias provenientes del reino vegetal o el fungi se trata, nos tomaría varias páginas hacer el listado pues cada vez se identifican más moléculas blanco que ejercen acciones concretas a distintos niveles de complejidad y que actúan como medicamentos efectivos tanto en el campo de la medicina humana como en el de la veterinaria. El caso de los antibióticos Durante el primer cuarto del siglo XX se pensó que las sulfas eran la panacea para combatir muchos tipos de infecciones. A finales de los años 20 el mundo ignoraba que en Inglaterra, en un laboratorio del Hospital St Mary de Londres, Alexander Fleming descubría uno de los medicamentos clave en la historia de la medicina: los antibióticos o sustancias producidas por algunos microorganismos que frenan o inhiben el crecimiento de otros microorganismos, básicamente de las bacterias. Ha sido arduo el trabajo realizado en este campo desde que Fleming obtuvo la penicilina y sentara las bases para la producción de antibióticos a partir de los años 40. En un principio el proceso de biosíntesis siempre implicó a bacterias y hongos y definitivamente su aplicación en el caso de las múltiples y variadas enfermedades de origen infeccioso fue un parte aguas en la medicina del siglo XX. Sin embargo, casi a la par de su creciente uso en la medicina y de que diera inicio la era de los antibióticos, surgieron las cepas de bacterias, causantes de enfermedades, resistentes a alguno de estos útiles medicamentos gracias a su gran capacidad de mutabilidad. Es pertinente apuntar que cada uno de los antibióticos actúa sobre un grupo exclusivo de microorganismos. Durante la segunda mitad de siglo pasado los antibióticos se utilizaron sin restricción, sobre todo en los países en desarrollo, pretendiendo curar enfermedades que no tienen un origen bacteriano y que su prescripción médica se cumpliera cabalmente. Todas estas circunstancias condujeron por un lado a la continua aparición de cepas de bacterias patógenas resistentes y a que gran cantidad de bacterias benéficas para el ser humano (microbiota intestinal) fueran afectadas por los antibióticos tomados indiscriminadamente. Paralelamente a los hallazgos de cepas resistentes a los antibióticos convencionales, la investigación y los avances tecnológicos en la producción de nuevas generaciones de antibióticos sintéticos han sido fecundos, pues muchas enfermedades comenzaron a ser intratables, no sólo en la medicina humana, sino también en el área veterinaria, la de la acuacultura y la agricultura, convirtiéndose en un enorme problema de salud pública en todo el planeta. Los antibióticos más usados son las penicilinas y ampicilinas (producción a partir de Penicillium crysogenum), las cefalosporinas (producción a partir de Cephalosporium acremonium), estreptomicinas y neomicinas (producción a partir de los hongos Streptomyces grieseus y S. fradiae), tetraciclinas (producción a partir de Streptomyces rimosus) y eritromicinas (producción a partir de Streptomyces erythreus). En el intento de ganarle la carrera a las cepas de bacterias resistentes y tener a la mano fármacos efectivos contra las enfermedades que producen, los antibióticos naturales se han mejorado en laboratorios y se ha obtenido una larga lista de antibióticos semisintéticos. Desafortunadamente, la automedicación y el incumplimiento de los tratamientos según las prescripciones médicas han conducido a que los antibióticos de este tipo también sean ineficaces. Nuevos horizontes Recientemente se publicaron resultados preliminares sobre hallazgos de sustancias naturales que podrían ser las bases para generar nuevos antibióticos, entre ellas las provenientes de las cucarachas Periplaneta americana y las langostas, y de otros organismos como algunos tipos de ranas. La revista Science News del pasado mes de octubre menciona que en una reunión sobre microbiología en la Universidad de Nottingham en Inglaterra, unos investigadores reportaron que en sus experimentos lograron matar con extractos de cerebros y tejidos nerviosos de las cucarachas mencionadas y de las langostas (Schistocerca gregaria), a más del 90% de las bacterias resistentes a Escherichia coli, causante de meningitis, a Staphylococus aureus, la bacteria causante de una gran variedad de padecimientos que inclusive pueden ser mortales, así como a Acinetobacter, a Pseudomonas ya Burkholderia, estas últimas se reproducen a gran escala en los hospitales. Los investigadores incubaron distintas bacterias en diferentes recipientes con trozos machacados (extractos) de varias partes del cuerpo de cucarachas y langostas. El resultado fue que los extractos de cerebros y tejido nervioso del tórax de ambas especies aniquilaron a casi todas las bacterias. El grupo de investigadores de la Universidad de Nottingham se encuentra ahora trabajando sobre los detalles de los componentes químicos del sistema nervioso de las cucarachas y las langostas, y hasta la fecha han identificado al menos nueve moléculas bactericidas. Hoy día hay muchas y muy diversas investigaciones para ?cazar? moléculas que tengan las aplicaciones que han dejado de tener los antibióticos utilizados hasta ahora. Por ejemplo, otro grupo de científicos de la Universidad de Maryland trabajan con las secreciones de la piel de más de 6,000 especies de ranas en busca de actividad antibiótica en ellas (Physical Biology, agosto de 2010) y ya han identificado varias enzimas líticas para eliminar bacterias específicas. La explosión y el hallazgo de sustancias antibacterianas revolucionó la investigación farmacológica de la segunda mitad del siglo XX, sin embargo, pocas cosas están escritas en ciencia y habrá que admitir que los microorganismos han mostrado poseer más herramientas de sobrevivencia en esta ardua carrera armamentista. Referencias: *Ehrenberg, Rachel, ?Cockroach brains can kill bacteria?, Science News, 9 de octubre de 2010. ------------------------------------------------------------------ Imagen del icono tomada de http://www.larazon.es/noticia/9971-el-cerebro-de-las-cucarachaspodria-albergar-nuevos-antibioticos