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LA EXCEPCIÓN NO CONFIRMA LA REGLA
(en http://lacienciaysusdemonios.com/2010/11/04/la-excepcion-no-confirma-la-regla/)
Dice una conocida expresión popular que “la excepción confirma la regla”, y tal afirmación suele utilizarse para presentar
como verdadera una tesis en la que aparecen casos contradictorios. No creo equivocarme cuando digo que a la mayor parte de
nosotros nos choca la falta de lógica del enunciado. ¿Cómo puede una regla ser confirmada por el incumplimiento de la
misma? Particularmente he participado en numerosas conversaciones de este tipo:
– “Este tren siempre llega con retraso”
-“Eso no es cierto, ayer lo tomé y llegó a su hora”
-“Claro, la excepción confirma la regla”.
Resulta a todas luces evidente que no es cierto que el tren siempre llegue tarde; a lo sumo, generalmente llega tarde. Creo que
ésta es la acepción que normalmente pretendemos reflejar: si el caso observado supone una excepción (la puntualidad), lo más
frecuente es lo contrario (el retraso). Sin embargo, aquí entra en juego otro factor decisivo: el sesgo en la apreciación del
fenómeno. Solemos prestar más atención y recordar con mayor relevancia los casos anecdóticos que los rutinarios. No resulta
extraño escuchar que “el metro siempre se estropea“, cuando en realidad tal circunstancia solamente ocurre de forma
esporádica. Además, en muchas ocasiones no lo afirmamos de forma figurada, sino que realmente tenemos la impresión de que
la frecuencia de nuestra desgracia es mayor que la real.
Están locos estos romanos!
Lo más curioso es que todo este lío viene de un error de traducción: el origen de la expresión a la que nos referimos se
encuentra en un principio jurídico medieval que reza “exceptio probat regulam in casibus non exceptis” o “exceptio confirmat
regulam in casibus non exceptis“, que viene a significar “la excepción confirma la regla en los casos no exceptuados”. Con
esto se pretende señalar que al indicar una excepción se está dando por supuesto que en el resto de ocasiones ocurre lo
contrario. Podemos entenderlo mejor sirviéndonos de un sencillo ejemplo: si en un museo observamos un cartel que dice
“entrada libre los miércoles”, entendemos que durante el resto de la semana es necesario abonar la entrada. Así, el verbo
probat tiene el significado de probar la existencia de la regla, no de confirmar su validez universal.
Este aspecto es muy importante en ciencia, dado que una hipótesis se descarta en cuanto encontramos un único caso que
la contradiga (todo lo contrario que en la errónea aplicación del refrán). Así pues, el enunciado “todas las golondrinas son
negras” se vería refutado por el descubrimiento de una única golondrina blanca. Ni siquiera se suele emplear el significado de
la frase latina original, por ser demasiado inexacta: “en España todas las golondrinas son blancas” no implica que en el resto
del planeta no existan golondrinas de este color.
Complicando la historia
En casos más complejos es necesario replantear la hipótesis, dado que la excesiva simplicidad puede llevarnos a la invalidación
de la misma. Si estamos describiendo el comportamiento de determinado antibiótico, el enunciado “la amoxicilina cura la
fiebre tifoidea” podría parecer razonable. Sin embargo, la administración de amoxicilina no produce la curación en todos los
casos, y estas excepciones no confirman la hipótesis original, sino todo lo contrario. Lo único que podemos hacer es
preguntarnos el porqué y tratar de averiguarlo.
Investigando los suficiente, llegaremos a descubrir que la amoxicilina impide la formación de la pared bacteriana, produciendo
la muerte del microorganismo responsable de la infección (principalmente Salmonella typhi). Sin embargo, estamos lejos de
haber solucionado el problema: está claro que en algunas ocasiones esta inhibición no se produce, pues la infección continúa
aún en presencia del antibiótico. Siguiendo adelante, comprobaremos que ciertas mutaciones en el ADN bacteriano alteran los
puntos en donde se une el antibiótico, modifican la permeabilidad al fármaco o desarrollan enzimas capaces de destruirlo,
reduciendo así su eficacia. Esto explica que nuestro enunciado de partida fuera incorrecto, siendo necesario reformularlo a algo
parecido a esto: “la amoxicilina actúa sobre Salmonella typhiy otras bacterias causantes de la fiebre tifoidea inhibiendo la
síntesis de la pared bacteriana, salvo en los casos en los que el microorganismo desarrolla resistencia al antibiótico”.
Ni aún así…
Queda por explicar un último fenómeno observado al hilo de este ejemplo: la resistencia al antibiótico aumenta
progresivamente con el tiempo, llegando a convertir un fármaco altamente eficaz en algo totalmente inoperante al cabo de unos
cuantos años. Afortunadamente, la deseable coherencia que persigue cualquier descubrimiento científico con respecto al resto
de conocimiento establecido nos permite recurrir a la ayuda de otras disciplinas. En el ejemplo que estamos utilizando, la
biología evolutiva nos ofrece la explicación del aumento en la resistencia al antibiótico: al destruir las bacterias sensibles,
estamos dejando el campo libre a aquellas que presentan muy esporádicamente la mutación resistente. Tras la aplicación
continuada, la población original se sustituye por otra formada únicamente por microorganismos resistentes a los que el
antibiótico ya no hace ningún efecto, siendo incapaz de acabar o tan siquiera reducir la infección.
Para probar tal explicación, basta con un experimento muy sencillo: si utilizamos un antibiótico de características o acción
diferentes sobre las bacterias resistentes, debería ser efectivo al menos durante un tiempo. Y eso es exactamente lo que ocurre.
Contra la fiebre tifoidea comenzó a usarse a mediados del siglo XX el cloranfenicol, pero comenzaron a aparecer cepas
resistentes y se cambió a la amoxicilina, ampicilina y cotrimoxazol; tras algunos años, se desarrollaron nuevas cepas resistentes
a estos antibióticos y actualmente se encuentran prácticamente sustituidos por ceftriaxona y ciprofloxacino, ante los cuales se
están observando crecientes resistencias en todo el mundo.
Marcando la diferencia
Este resumen de décadas de investigación en unas pocas líneas viene a demostrar la crucial diferencia entre el modo de
proceder científico y la forma de trabajar de otras disciplinas que englobamos en la denominación de pseudociencias. Cuando a
estas últimas se les presenta la tesitura de por qué no ha funcionado su tratamiento, no reconocerán desconocer la causa. Por el
contrario, recurrirán a nuestra querida máxima “la excepción confirma la regla”, empleando cualquier explicación
rocambolesca para tratar de justificar el fallo, como la falta de equilibrio interior, un error en los síntomas o la poca fe del
paciente. Tampoco encontrarán ayuda en otros campos, dado que no sólo están desconectadas del corpus general de
conocimientos, sino que suelen entrar en franca contradicción con él. Al carecer de estudios estadísticos, tampoco sabremos
nunca si las “excepciones” en las que no ha funcionado son tales, o realmente representan la norma general y los casos
positivos son tan anecdóticos como la rotura del metropolitano.
Quizá esto también explique por qué ciertos tipos de “medicinas alternativas” no hayan avanzado ni en métodos ni en
resultados durante cientos de años.
.
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https://es.wikipedia.org/wiki/La_excepci%C3%B3n_confirma_la_regla