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autor : Franco Castignani
(Por) una epifanía material
Narración, de Carlos Battilana, Bahía Blanca, Vox, 2013.
Decía Javier Adúriz, y creo que bien vale el ejercicio de memoria y de recuperación para una poesía, y en este caso para un poemario,
que ha hecho del trabajo con los recuerdos, sus zonas opacas y aparentemente intransitables, casi un procedimiento para la
construcción de un estilo, decía Adúriz que cuando el poeta se adentra en los laberintos de la memoria no se trata de quedar adherido
peligrosamente a sus trampas, nudos y grietas arbitrarias, sino de poder traccionar aspectos de una epifanía inducida. En este sentido,
si la mirada es lo suficientemente aguda, cada fotograma manipulado puede ser colocado en la secuencia de una violenta y tierna
mutación: el como-sí de la impersonalidad, esa justa atmósfera para la contemplación y la invención. Ya que al no haber felicidad, nos
dice no sin ironía el maestro y el poeta, debemos construir en ese desierto nuestro edén, una naturaleza propia, encarnada y expandida
mediante pequeñas modulaciones y movimientos afectivos.
A mi entender son estos movimientos afectivos, mínimos pero atravesados por una intensa fragilidad, los que ofrecen la hoja
de ruta para transitar porNarración. En principio, un epígrafe tomado de un film de William Wellman, el conocido cineasta
norteamericano obsesionado con los espacios abiertos, los viajes por el desierto y las aventuras, epígrafe que funciona no sólo como
obertura del poemario sino en tanto inicio de una composición de lugar: “El desierto es un espacio y un espacio se cruza”. Allí la
primera clave del texto. Un desierto delimitado espacialmente al sur de la provincia de Buenos Aires, más precisamente en Mar del
Sur. Es Junio, otra indicación temporal no explícita pero fácilmente deducible para quien alguna vez transitó por esos lugares, y debido
a las delicadas descripciones presentes en los sucesivos poemas; el otoño comienza a ceder frente a decorados más fríos y áridos. Allí
parece transcurrir la escena y lo que se cuenta de ella. El locativo bien definido no encubre sino una primera e interesante paradoja: el
lugar de exilio y de errancia al que habitualmente asociamos la imagen del desierto se encuentra atravesado por una “narración”, una
historia en donde aquello que aparece en primer plano es la imagen familiar, figura que suele inscribirse muchas veces con demasiada
rapidez en el campo de la quietud, la estabilidad y hasta de lo puramente inercial.
Es quizá desde esta díada familia-desierto, tensionada por su vínculo paradójico, desde donde se organizan y se escanden las
modulaciones afectivas de los diferentes fotogramas-narraciones. Volviendo a nuestro planteo inicial –la posibilidad de una epifanía
inducida a partir de un atento y elaborado trabajo con la memoria– hacia el final del poema “El Viento” se describe desde la primera
persona del singular al poeta que observa fascinado el modo en que el aire puede hacer del tiempo un pedazo de materia. Inducción a
una manifestación del orden de lo inhabitual –el aire como posible anclaje material del tiempo– desde una dicción refrenada y
contenida, que se extiende a lo largo del poemario casi como un “arte poética” silenciosa, que no cede a la tentación de apelar a
suplementos efectistas ni barroquismos innecesarios. Aquí podríamos recordar sin temor a ser arbitrarios, aquel adagio de Vicente
Huidobro, cuando afirmaba, también en su “Arte Poética”, que el adjetivo, cuando no da vida en el poema, sencillamente mata.
Es en el uso mínimo de la adjetivación -y aquí, si se me permite el paréntesis, podría serializarse esta poesía con una extensa e
importante secuencia de poetas y narradores argentinos publicados en los últimos 20 años- donde Battilana pareciera encontrar el
camino para que el lenguaje avance y a la vez acompañe las opacas manifestaciones de lo real, sean estas la escena de un otoño en el
sur, el saludo a los arboles raquíticos del lugar o la simple y llana observación de un hombre que camina por la playa sumido en su
soledad. En este sentido, el poema “Anotación física” nos ofrece, desde su fragmentariedad que es también en Narración
otra marca de procedimiento, un acercamiento a la forma del impersonal (como si), el fluir particular de una escritura que abjura de
cualquier forzamiento, y en esa inoperosidad aparente alumbra su más adecuada materialidad. Leemos:
"Como si el lenguaje fuera indeleble, como si no admitiera falta de tensión, como si la falta de tensión fuera una decisión o una
voluntad, me retiro de ese razonamiento falso, recuerdo con estoicismo la vaga llanura, el bosque inextricable, los largos y espesos
ríos con que la tierra comercia y trabaja."
El poeta parece proponer que sólo resulta interesante la mirada que es capaz de aquietar su movimiento voraz y detenerse a
contemplar, la mirada que decide vía cierto ejercicio ascético disminuir la tensión que la obnubila y contractura, diestra para reconocer
en el viento, el mar, la llanura y los bosques el único capital de los días –significantes cuyo atributo no menor en esta constelación es
sugerir un horizonte de aperturidad para quien contempla-. Desde dicha apertura a lo otro -un paisaje, los ojos compasivos y lejanos de
su padre, la ternura del abrazo con una mujer- los poemas-fotogramas dibujan un escenario donde los hechos no son más que muros
arrasados por el mismo suceder temporal, en el cual la soledad ante el propio cuerpo -devenido otro debido a la sustracción que
impone la quietud contemplativa- es motivo de escucha, de descubrimiento y de posibles nuevos nacimientos. La proximidad con la
dimensión epifánica que porta el lenguaje, traccionada e inducida a partir del trabajo sutil con el detalle. Abandono que, como bien
supo leer y sugerir Deleuze en su lectura del Bartleby melvilleano, no hace sino elevar el singular a su mayor potencia. Desde esas
manifestaciones inesperadas pero de una muy específica y a veces hostil materialidad, Battilana construye su liturgia del instante, que
asigna e impone su ordenamiento azaroso sobre lo que llamamos realidad. La voz que se escribe sobre la arena, una y otra vez, sin
heroísmos ni elocuencias vanas, por fuera de todo afán que no sea sino paciencia con su más íntimo fervor.
(Actualización marzo – abril 2014/ BazarAmericano)