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Junio 2004
10
En lucha
Malcolm X: “No puede existir
capitalismo sin racismo”
por Xavi Estanyol
A
nte el creciente racismo y
la islamofobia surgida a
partir de los atentados del
11-S en Estados Unidos y del 11-M
en Madrid, es necesario recordar
cómo los negros de Estados Unidos, muchos de ellos musulmanes,
lucharon durante los años 50 y 60
para reivindicar sus derechos, haciendo temblar los pilares de la
sociedad norteamericana.
Malcolm X (negro, musulmán y
revolucionario) es quien mejor encarna el espíritu de esa época. Él
era la voz de los sin voz, la esperanza y el ejemplo a seguir para miles
de negros que sobrevivían entre la
miseria de los suburbios de las
grandes ciudades. En cambio, para
los blancos era como una especie
de reflejo demoníaco de su propia
deshumanización.
Ya desde bien pequeño, Malcolm
convivió con el racismo y la pobreza
provocada por la Gran Depresión
que sufrió EEUU durante los años 30.
Nacido en Omaha (Nebraska) en
1925, tuvo que emigrar a Boston en
1940 para conseguir un trabajo. Antes, en 1929, su padre había sido
asesinado. Y su madre, viuda y con
ocho hijos a su cargo, fue ingresada
en un psiquiátrico en 1939, a causa de
las duras condiciones de vida que
tenía que afrontar día tras día.
De la delincuencia a la
lucha antirracista
En Boston tuvo algunos trabajos
temporales, pero pronto cayó en la
delincuencia, que le llevó a la cárcel
en 1946. Fue precisamente allí donde conoció la organización Nación
del Islam, a finales del 48. A partir
de ese momento su vida cambió
radicalmente: con una autodisciplina extraordinaria abandonó todos los malos hábitos que tenía,
empezó a leer diccionarios para
ampliar su limitado vocabulario,
devoró libros sin parar sobre temas
muy dispares y tomó conciencia de
la explotación que sufrían los negros desde hacía siglos.
La Nación del Islam, liderada
por Elijah Muhammad, fue fundada
en 1930, y en los años 60 llegó a tener
100.000 miembros. Era especialmente popular en los guetos de las grandes ciudades del norte, mientras
que el movimiento por los derechos
civiles se expandía en el sur.
Los seguidores de la Nación
del Islam substituían su apellido
por la letra X simbolizando así el
auténtico apellido que sus antepasados, llevados de África a Estados Unidos para trabajar como
esclavos, habían perdido juntamente con sus raíces.
Las ideas de esta organización
eran un tanto excéntricas. Partían
del Islam, pero defendían la idea de
que los blancos eran el resultado
de un extraño experimento realizado por un científico negro 6.000
años atrás. Los negros podían
salvarse si se separaban totalmente de los blancos y seguían a la
Nación del Islam. Aunque lo que
realmente atraía a miles de negros
no era esto, sino la desafiante idea
de que los negros no eran inferiores a los blancos.
Malcolm X pronto se convirtió
en el miembro más importante de la
organización. A causa de sus ideas
y de su lenguaje violento, la prensa
le definió como “racista a la inversa”. Incluso recibió muchas críticas
Malcom X encarna la lucha contra la opresión racial en los Estados Unidos.
de algunos de los líderes del movimiento por los derechos civiles, que
le acusaron de ser tan malvado como
los supremacistas blancos.
Pero una respuesta al racismo,
aunque sea confusa o violenta, no
es lo mismo que el racismo. Como
el propio Malcolm dijo: “responder con violencia al racismo blanco no es racismo negro. Si vienes
a pasarme una cuerda al cuello y
yo te cuelgo por eso, no se trata de
racismo. Tu actitud es racista, la
mía (...) es la reacción de un ser
humano que trata de defenderse y
protegerse”.
A principios de los 60, cuando
Malcolm se convertía en un líder
de la lucha contra el racismo, sus
ideas y las de la Nación del Islam
tomaban caminos distintos. Mientras las ideas de Malcolm se radi-
calizaban y apostaba cada día más
por la acción, los líderes de la
organización no veían con buenos ojos el nuevo movimiento
antirracista, que incluía a blancos
y negros en una misma lucha.
Cuando en 1962 la policía de Los
Ángeles mató a siete miembros de
la Nación del Islam, Malcolm X
quería organizar una campaña de
protesta a nivel estatal, pero Elijah
Muhammad la prohibió.
Fue en 1963, tras unas polémicas declaraciones de Malcolm acerca del recientemente asesinado
presidente de los EEUU, John F.
Kennedy, cuando la Nación del
Islam le apartó de todas las responsabilidades que ocupaba en
ese momento. En marzo de 1964
Malcolm X rompió definitivamente con esta organización.
Siempre hay tiempo para leer...
Racismo y capitalismo 1,50 euros
Naturalmente se entiende por
racismo el hecho de discriminar en menor o mayor medida
a las personas de una raza distinta a la propia.
Pero desde una óptica marxista, el concepto es mucho
más complejo y mantiene estrechos vínculos con las relaciones de clase en la sociedad
capitalista.
Diferentes palabras, así
como xenofobia o islamofobia,
expresan variables del mismo
fenómeno que surgen en momentos en que las relaciones
de clase viven situaciones con-
cretas, como la inmigración de
trabajadores y trabajadoras de
países islámicos.
Este folleto de Alex Callinicos
explica cual es el origen y la naturaleza del fenómeno conocido
como racismo, y su vinculación
con los intereses concretos de la
clase dominante en diferentes
momentos históricos.
Leerlo nos ayudará a comprender mejor porqué existen
las leyes de extranjería y la llamada Europa fortaleza, y porqué
desde la izquierda anticapitalista debemos oponernos a ello
con todas nuestras fuerzas.
Un nuevo camino
Desde ese momento hasta el 25 de
febrero de 1965, cuando Malcolm
X fue asesinado mientras daba
una charla en Harlem (Nueva York),
empieza una carrera para reordenar sus ideas y para construir una
nueva organización política. El
movimiento antirracista y la lucha
contra el colonialismo tuvieron
una gran influencia en él.
Durante estos 11 meses viajó a
Oriente Medio y a África, donde por
primera vez conoció muchos musulmanes que no eran negros. Recordando una conversación con el embajador de Algeria en Ghana (“quien
es extremadamente militante y es un
revolucionario en el más puro sentido de la palabra”), Malcolm se dio
cuenta que su nacionalismo negro
no tenía nada que ofrecerle a ese
Folleto de En lucha
hombre “porque era blanco”. “Así
que tuve que repensar mucho mi
definición de nacionalismo negro”.
Y añadió: “yo no hablo contra la
sincera, bien intencionada y buena
gente blanca. He aprendido que no
toda la gente blanca es racista.”
Las ideas de Malcolm asustaban a los dirigentes del país, a los
racistas y al propio FBI, que le
espió durante años. Sobre Estados Unidos decía: “no, yo no soy
americano. Soy uno de los 22 millones de negros que son víctimas
del americanismo. Uno de los 22
millones de negros que son víctimas de una democracia que no es
otra cosa que una hipocresía disfrazada. (...) Me dirijo a vosotros
en tanto que víctima de este sistema americano. Y veo América con
los ojos de la víctima. Lo que veo
no es un sueño americano, sino
una pesadilla americana”.
Sobre la violencia decía: “si la
violencia es mala en América, es
mala en el extranjero. Si el hombre
actúa mal al usar la violencia para
defender unas mujeres negras (...),
entonces América actúa mal al llamarnos bajo las banderas y haciéndonos practicar la violencia en el
extranjero para su defensa. (...) Yo
no estoy con quien me dice que
ponga la otra mejilla cuando un
racista me rompe la mandíbula”.
En el último año de su vida
Malcolm se dio cuenta de las conexiones entre las distintas luchas
que había en el mundo. En su
último discurso dijo que “vivimos
una época revolucionaria, y la revuelta de los negros americanos
es parte integrante de la rebelión
contra la opresión y el colonialismo que caracteriza esta época”
Malcolm era un anticapitalista
convencido. Dijo: “enséñame un
capitalista y yo te enseñaré un chupasangre (...) No puede existir capitalismo sin racismo. (...) Cuando en
una discusión con un hombre blanco tengas la sensación de que no
hay lugar para el racismo en su forma
de ser, normalmente es porque se
trata de un socialista”. Malcolm no
era un socialista, pero sí un revolucionario, y esto significa que buscaba la forma en que los oprimidos y
explotados podrían derribar el sistema al que estaban sometidos.
Él creía que la unidad era la primera condición imprescindible, aunque fuera difícil de conseguir. El
primer paso, dijo, era construir una
organización de militantes negros.
El movimiento contra la guerra del
Vietnam y los levantamientos en los
guetos negros a finales de los años
60 ofrecieron la oportunidad de conseguir la unidad entre blancos y
negros. Nadie sabe cómo hubieran
evolucionado las ideas de Malcolm,
ni como hubiera reaccionado ante
estos hechos. Lo que sí sabemos es
que ni por un momento pensó que
una “élite ilustrada” pudiera acabar
con el racismo o que la gente negra
debiera tener fe en los cambios desde las instituciones.
Malcolm X fue una gran influencia para miles de negros, por su
capacidad de apartarse de la delincuencia, por su autodisciplina, y
porque entendía a la perfección lo
que sentían los habitantes de los
pobres y marginales suburbios americanos. Pero él es también una influencia para la gente blanca, en
tanto que contribuyó enormemente
en la lucha contra un sistema que
produce racismo y guerras. Una lucha que nosotros continuamos hoy.