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Los editores y la norma gramatical: el caso de la
pluralización de “haber” en Perú
Carlos Arrizabalaga
Universidad de Piura
El estudio del lenguaje obliga al investigador, entre otras cosas, a prestar atención y
juzgar del modo más atinado posible la actuación lingüística de los hablantes. Eso
incluye también el original empleo del lenguaje de escritores conocidos y la labor de
corrección de las editoriales, con mayor motivo por la responsabilidad que tienen como
configuradores de norma lingüística. Podría parecer que con este trabajo defiendo o
ataco a unos u otros y nada de eso pretendo; trataré a todos si puedo
la mayor
delicadeza. Hay que partir siempre de la presunción de que todos escribimos de la
manera que nos parece mejor.
Reconozco también que este tema una cuestión un poco árida, porque la gramática en
verdad es algo “intangible”, y obliga a hacer un pequeño esfuerzo de abstracción. Y,
por último, entiendo que les pueda parecer algo aburrido e incluso una cosa sin
sentido, para empezar, ¿qué importancia puede tener que si se escribe “había” o
“habían”, si total se trata nomás de una letra? ¿Por qué preocuparse tanto de algo tan
nimio, tan insignificante? Son preguntas legítimas y la respuesta no puede ser de
ninguna manera que hace falta estar un poco loco para estudiar lingüística porque no
hay que irse muy lejos para conocer algo tan íntima y profundamente humano como es
el lenguaje. Y respecto a su importancia tal vez muchos no la descubran a primera
vista, pero seguramente los profesores y correctores de textos ya la habrán advertido
hace rato. El cuidado por el idioma y el estilo de los textos se nota en los pequeños
detalles y el amor a los textos obliga a prestar atención hasta a la más mínima cosa.
Me propongo sencillamente, desde mi profesión de lingüista, mostrar algunos hechos a
partir de los cuales suscitar una reflexión en torno a la responsabilidad de las
editoriales respecto a la norma, el reconocimiento de la norma nacional y sus
peculiaridades en el marco de la norma general del castellano y la labor de los
correctores de texto como mediadores entre la norma y el conjunto de los hablantes.
El verbo haber impersonal
La reflexión se suscita a partir de una de las cuestiones gramaticales más candentes
en la actualidad: la extensión que tiene en Perú y en otros países americanos la
pluralización del verbo haber en construcciones impersonales, particularmente en el
imperfecto: habían ratones aunque se da también en el futuro: habrán ratones, menos
en las formas compuestas: han habido, habían habido, hubieran habido ratones, y en
las de subjuntivo: hayan, hubieran ratones, como en formas perifrásticas: van a haber
problemas, deben haber muchos, etc. (De Mello, 1991: 460).
Provisionalmente podríamos decir que la pluralización de haber es un error gramatical
que se está convirtiendo en norma de una forma arrolladora, hasta el punto que obliga
a un reajuste del sistema gramatical. Lo encontramos profusamente en los titulares de
la prensa, como preferencia en provincias frente a la capital, y en los periódicos
populares más que en El Comercio o en Perú 21. Y no simplemente porque no tienen
correctores o no prestan atención suficiente.
Es un error que los profesores, los editores, los correctores de estilo se lo corregimos a
nuestros alumnos o a los autores de los libros con justa razón porque desde el punto
de vista del español “normativo”, es decir, del dictado por lentes normativos a través
de documentos reconocidos como el Diccionario Panhispánico de Dudas, por ejemplo,
es un error que se recomienda evitar.
La diferencia entre “no habrá consultas” y “no habrán consultas” consiste básicamente
en que el segundo caso asigna concordancia de sujeto al objeto directo por un motivo
semántico: el verbo se asimila a otros de contenido existencia: existían ratones, se
hallaron ratones…,
hasta el punto en que los hablantes revisten al argumento (la
entidad existente) de las propiedades formales de la función sujeto.1
Esto se ha dado siempre y se da más en unos países que en otros, más en Perú,
Venezuela y Bolivia, menos en Ecuador y Chile, no tanto en Colombia, Centroamérica y
las Antillas, muy poco en Argentina y Ciudad de México (en el interior –decía Lope
Blanch (1996)– alcanzaba a todos los sociolectos), y apenas en España, donde es
sentido como un error muy saltante, aunque no falte algún titular periodístico que lo
manifieste.2 Pero hay una pluralidad de normas en castellano y tendremos que
empezar a reconocerlo poco a poco no sólo de palabra, que está muy bien, sino de
hecho, caso por caso (Lauria y López, 2009).
Unidad y diversidad
La idea de pluralidad de normas en castellano se genera conforme aumenta el
conocimiento, con el desarrollo de la dialectología hispanoamericana, de las diferencias
propias del español americano y la aparición de una generación de estudiosos que,
especialmente, a partir de Pedro Henríquez Ureña, van a asumir la diferencia
americana en paridad con las particularidades del español peninsular no ya sólo a nivel
léxico, como hicieran Pichardo, Juan de Arona o Esteban Echeverría en el siglo XIX,
sino también a nivel fónico y morfosintáctico, y de ahí proviene también la
reivindicación del voseo centroamericano y rioplatense o el seseo como fenómenos
propios de las normas nacionales hispanoamericanas que, por tanto, merecían la
consideración de formas aceptadas en la norma del español general, que tuvieron que
esperar a los años 50 del siglo pasado para que dejasen de ser tildados de solecismos
o de vicios de dicción. Así se expresará Ángel Rosenblat:
No hay más remedio que admitir que el habla culta de Bogotá, de Lima, de
Buenos Aires o de México es tan aceptable como la de Madrid. La realidad
lingüística postula, para la lengua hablada culta, una pluralidad de normas.
(1967: 24).
1
Las impersonales con haber presentan un comportamiento formal bastante singular: admiten
la sustitución pronominal: “los hay”, pero no admiten pasiva: *ratones son habidos, ni tampoco
preposición ante nombres de persona: *había a dos muchachos. Lo primero puede deberse a
razones semánticas. Lo segundo parece mostrar el proceso de cambio gramatical. Ver Fernández
y Táboas (1999).
2
Ver De Mello (1991: 447) y Aleza Izquierdo (2002: 1018).
Lope Blanch se propuso en primer lugar un ambicioso proyecto para estudiarlas en
profundidad (1986), siguiendo en parte la propuesta de José Pedro Rona (1965), de
estudiar el nivel culto y el nivel vulgar de cada lugar para enseñar al niño las formas
del nivel culto de su propia región, que pueden ser distintas y aun opuestas. Atento al
atomismo que generaría el relativismo extremo de esta propuesta, Luis Fernando Lara
(1976) trata de afrontar la cuestión, en cambio, proponiendo una teoría por la cual la
norma se sitúa en un nivel metalingüístico pre-científico dada la imposibilidad de
resolver la cuestión en términos estructuralistas. Lope Blanch entendía que la norma
es de naturaleza básicamente extralingüística y se basa fundamentalmente en el
prestigio (1972).3 Para Guillermo Guitarte, el policentrismo es básicamente el
resultado de un proceso histórico por el que se consagran, especialmente en el tránsito
del siglo XIX al XX, las normas nacionales de los 19 países hispanoamericanos (1991).
Martha Hildebrandt adopta una postura ecléctica reconociendo que la lengua culta es la
lengua del libro y la del periódico “y también la de la intimidad entre personas cultas”,
pero que está supeditada a la unidad lingüística hipsánica “con un denominador
común: el español general” (2000: 11) José Luis Rivarola (2001) también reconoce la
unidad del español como “lengua de cultura”, pero concibe la existencia de varios
centros irradiadores de norma lingüística con la advertencia de que la mayor parte de
esas normas no tiene codificación por la falta de un consenso en la clase intelectual al
respecto, aunque no duda de su existencia real en cuanto sus diferencias gozan del
prestigio necesario ante los hablantes y por ello revisten un carácter implícitamente
prescriptivo:
La situación actual del español, como producto de la historia, corresponde a una
cultura lingüística pluricéntrica, la cual se define por el hecho de que existen en
el territorio de vigencia de una lengua varios centros que constituyen modelos de
prestigio y que, por consiguiente, son irradiadores de norma para un país o para
una región. Cuántos y cuáles sean exactamente estos centros no se puede
determinar hoy por hoy, pues falta la investigación empírica indispensable.
(Rivarola, 2001)
3
Más adelante Lope Blanch (1993) revisa sus planteamientos, poniendo en duda su idea inicial
de “primacía” de la norma madrileña sobre todas las demás, y se pregunta entonces si en
realidad existe o no una norma lingüística hispánica de valor general, como un paradigma
ejemplar o un ideal común a todos los hispanohablantes que aspiran a hablar bien y en cualquier
caso cómo deberían considerarse las diferencias en las normas de las hablas cultas.
En los años noventa se difundió la idea de una progresiva andinización de la cultura y
la sociedad peruanas llevarían a la transformación de la norma nacional hasta el punto
que algunos rasgos del castellano andino, según Rodolfo Cerrón-Palomino, dejando de
ser desviaciones o, mucho menos, corrupciones, se convertirían en innovaciones que
“adquirirán plena legitimidad imprimiéndole al castellano de los países involucrados su
sello definitivamente andino” (1990: 180). Especialmente los rasgos menos llamativos
terminarían haciendo que ese no saber hablar bien castellano sería el único castellano
“legítimamente peruano”.4 Según Virginia Zavala (1999), habría que reivindicar
políticamente la plena dignidad del hablar motoso, pero se trata de una opción más
ideológica que realmente fundada en los hechos lingüísticos.
Frente a este empuje del castellano andino popular, la norma culta limeña de corte
tradicional, según Rivarola “ha dejado de tener fuerza normativa irradiadora y
absorbente” (1990: 171). Sin embargo, habría que comprobarlo en la realidad a través
del análisis de focos de prestigio lingüístico como los medios de comunicación, los
sistemas educativos, etc., así como la evolución misma de la variación en la realidad
urbana, al modo como plantea Juan Carlos Godenzzi, en la que puede comprobarse un
panorama complejo.5
Distingue tres situaciones claramente marcadas, el habla de un pueblo joven de
mayoría migrante como Huaycán, el de un distrito de población nueva pero ya
asentada en el pujante cono norte, como Los Olivos y una zona urbana tradicional
como Magdalena y Pueblo Libre. En los tres casos hay un claro esfuerzo por perseguir
un ideal de norma lingüística, aunque las soluciones que les parecen mejores no son
siempre las mismas. Sólo en el primer caso se dan rasgos que denotan un origen
migrante andino como la doble marca del locativo (en allá), neutralización del género
(en la capital mismo), o el reportativo conclusivo (diciendo). Los otros sectores
presentan características similares de "pertenencia limeña" en el debilitamiento
consonántico: levantao, abogao, ciudá, destacando el hablante de Los Olivos por sus
innovaciones
fonéticas
(adactan),
algunos
rasgos
de
estratos
populares
no
estigmatizados (tamién, nadies) y el uso profuso de préstamos: (chévere, dancing)
4
También Anna María Escobar considera que “el contacto entre el quechua y el español está en
proceso de dejar huella que perfilará el español peruano del siglo XXI de una manera más
distintiva” (2000: 44-45).
5
"El español en Lima: variación sociolingüística en el contexto de la urbanización" (investigación
en curso).
que delatan una actitud de "sector que busca un refinamiento", a la vez que cierto
autonomismo. El hablante más tradicional no tiene rasgos tan marcados y la única
manifestación diferencial trasluce un fuerte dequeísmo (el hecho es de que en la
juventud...). También emplea algunas muletillas ("bastoncillos") característicos, como
“llámese radio o televisión”. Y parece tener una mayor disposición a recuperar la -d
final (juventud, realidad) al menos al inicio del discurso, cuando se tiene todavía cierto
control sobre los recursos empleados. Godenzzi cree que los rasgos remiten a grupos
sociolingüísticos definidos con valores de pertenencia frente al origen migrante, lo que
indica luchas y resistencias por su inserción en la gran ciudad.
El hablante de los barrios nuevos muestra rasgos limeños para "higienizarse" (se
autocorrigen diciendo: "deja tu papa", "deja tu mote", "habla bien, oye"), en un claro
esfuerzo de ascenso social, filtrando rasgos limeños indicativos de cierta norma de
prestigio especialmente en la "elite" de los conos (los jóvenes que acuden a los
grandes centros comerciales del norte y sur de Lima, por ejemplo).
El hablante de las zonas más tradicionales guarda distancia y recelo frente a los
primeros y no emplea rasgos que le confundan con ellos. Incluso las trazas lingüísticas
"capturadas" por el migrante (debilitamiento consonántico) se reponen en sectores
tradicionales. Su modalidad busca el ideal de habla prestigiosa evitando demasiadas
innovaciones, considerándolas "huachaferías".6 De cualquier modo se comprueba un
fortalecimiento de la norma limeña, a la vez que una ebullición de fuerzas a favor y en
contra
de
su
transformación.
Godenzzi
ha
seguido
de
alguna
manera
las
recomendaciones de Rivarola:
La investigación que puede sacarlas a luz, como paso previo a su codificación, no
se agota en la pura investigación dialectológica, ya que lo que interesa es
determinar la valoración de los usos y la pertenencia o no de los mismos a los
modelos de lengua que tienen vigencia en cada caso. (Rivarola, 2001).
De cualquier modo, en el español limeño está presente una conciencia normativa y
conservadora, a la vez orgullosa de de su pasado y abierta a procesos de andinización
y de innovación paralelos que interactúan entre sí. Los medios de comunicación
adoptan posturas diversas: mientras unos se aferran a la norma académica, otros
6
Juan Carlos Godenzzi, "Trazas lingüísticas y discursivas de la ciudad: el caso de Lima",
conferencia inaugural del V Congreso Nacional de Investigaciones Lingüístico-Filológicas,
organizado por la Cátedra UNESCO de la Universidad Ricardo Palma, el 6 y 7 de agosto de 2007.
tratan de congraciarse con las hablas populares, ya sea de grupos migrantes o de los
conos emergentes.
En cualquier caso, la pluralización de haber es cada vez más tolerada en todos los
estratos sociales de tal modo que salvo excepciones se ha incorporado casi totalmente
a la norma culta, no sólo al estándar peruano, como lo ha reconocido también Miguel
Rodríguez Mondoñedo.7 Digo excepciones porque una parte no pequeña de las
personas cultas en el Perú no emplean la pluralización de haber, o tratan de corregirla
al menos en la lengua escrita, aunque estimo que va ganando cada vez más terreno y
por supuesto no se siente tan estigmatizada como “haiga”, “estábanos” u otros
fenómenos, que sí se corrigen en la lengua escrita y en la norma culta. La opinión que
al respecto ofreció Rocío Caravedo es también concluyente:
Las
formas
impersonales
no
presentes
del
verbo
haber
resultan
casi
categóricamente flexionadas en número concordando con el objeto verbal:
habían personas, hubieron casos, habrían oportunidades, etc., en el habla de la
costa de hablantes escolarizados, e incluso éstos llegan a corregir los casos en
que se presenta la forma correcta en su propio discurso o en el de los demás, lo
que revela hasta qué punto el sistema valorativo de esos hablantes no es
coherente con las normas prescriptivas. (1996: 166).
En la forma “habemos pocos” el habla culta es todavía más indulgente con la
pluralización frente a la norma general. Lo empleaba Valdelomar: “Hipocamos no
habemos sino nosotros” (1988: 553).8 Es común entre la gente del campo:
Yococo y los hombrecitos no habían. Se habían ido a matar ratas y matar cerdos.
(Jara, 1981: 29).
Y también general en el habla culta, como también ha señalado Martha Hildebrandt,
con ejemplos que la justifican plenamente:
En una oración como “habíamos treinta personas en la sala”, habíamos tiene sin
duda la ventaja de expresar claramente que el hablante está incluido entre las
treinta personas de la aseveración. La forma impersonal propugnada como
7
“Ha echado sólidas raíces en tierras peruanas, donde alcanza diferentes estratos sociales y
situaciones comunicativas” (Mondoñedo, 2007).
8
Ver Moreno de Alba (2006).
correcta: “había treinta personas en la sala”, en cambio, no proporciona esa
información. (2000: 153).
Hildebrandt
reconoce
que
el
uso
de
habemos,
de
cualquier
modo,
“resulta
irremplazable para muchos peruanos a pesar de su exclusión de la lengua general”
(2000: 153).
La pluralización de haber tiene antecedentes en el siglo XIV, pero todo parece indicar
que se encuentra en un “estado transitorio” hacia la definitiva instalación en el español
peruano general, como es normal en todo proceso de gramaticalización: siempre hay
una fase de vacilación, de inseguridad entre la forma antigua y la llamara a
reemplazarla en el sistema, que nunca es un sistema acabado, sino que siempre está
en transformación. Vacilación también por la presión de otras normas que no admiten
esta solución, aunque cabe considerar la progresiva autonomía de la norma peruana
respecto a la madrileña, la bogotana o la bonaerense, por más que éstas sigan
teniendo todavía cierto prestigio. Conforme el país siga en un camino de prosperidad y
desarrollo, su propia norma lingüística adquirirá también una mayor consideración de
sí misma.
La normativa panhispánica
En noviembre de 2005 se presentó el Diccionario panhispánico de dudas, una obra de
consulta de gran formato, dirigida –supuestamente– a todos los hispanohablantes que
desean usar adecuadamente su idioma. En orden alfabético responde miles de dudas,
con respuestas claras y bien fundamentadas, tratando de sugerir y recomendar más
que de condenar. Pero respecto a la pluralización de haber su dictamen es rotundo:
lo más apropiado es que el verbo permanezca en singular, y así sucede en el uso
culto mayoritario, especialmente en la lengua escrita, tanto en España como en
América (2005: 330),
Y por ello:
se debe seguir utilizando este verbo como impersonal en la lengua culta formal,
de acuerdo con el uso mayoritario entre los escritores de prestigio (2005: 331).
Parece no tomar en cuenta los recientes estudios sobre el español americano, los
resultados del famoso proyecto de estudio coordinado del habla culta promovido hace
décadas por Lope Blanch. Lingüistas como Charles S. Kanyu (1969), George Demello
(1991), Paola Bentivoglio y Mercedes Sedano (1996), o Milagros Aleza (2002) revelan
la extensión del fenómeno.9
Pero al parecer, el criterio académico tuvo más en cuenta la opinión de importantes
gramáticos como Emilio Alarcos (1994: 275), o del tan influyente Gómez Torrego
(2000: 162-164).10 La nueva Gramática de las Academias de la Lengua y el compendio
que publicó en forma de Manual, de todos modos, se muestran más condescendientes.
Pero no se trata de “conceder” como si fuésemos súbditos de su dominio idiomático,
sino de reconocer la realidad tal cual es.
Lauria y López García (2009) consideran tal vez algo exageradamente que la condena
de la pluralización de haber es un ejemplo del unilateralismo centralista que promueve
la Real Academia Española por un interés político y teórico por que sea el español
peninsular el que logre el estatuto de “lengua internacional” como estándar unificado
del español en contra de otras normas, como la rioplatense, que por su parte tiene
gran interés por afirmarse como igualmente legítima en la enseñanza del español en el
gran mercado brasileño. De todos modos, no cabe duda de que en el caso que nos
ocupa la normativa académica “equivoca el contexto de recolección de los usos reales
de comunicación” al ceñirse solamente a los escritores considerados “legítimas
autoridades de la norma” con una circularidad manifiesta, porque son muchas veces
aquellos que publican en España sometiéndose, al menos en este caso, al rigor de la
corrección de estilo según el patrón de la norma madrileña (2009: 77).
En efecto, el Diccionario Panhispánico de Dudas se apoya en los textos de varios
escritores, entre ellos Mario Vargas Llosa, aduciendo el ejemplo: “Había unos
muchachos correteando”, de La tía Julia y el escribidor (1977: 308).11 Sin duda el
escritor es una referencia importante y de alguna manera responde a los ejemplos de
pluralización aducidos, también peruanos:
«Hubieron muchos factores que se
opusieron a la realización del proyecto» (Expreso 22.4.90); «Entre ellos habían dos
niñas embarazadas» (Caretas 1.8.96). Pero pese a la riqueza del lenguaje criollo que
9
Rafael Lapesa, apoyado en los datos de Kany (1969: 212-219) y de Rona (1962), reconoce que
la personalización está “muy extendida en América” (1981: 589).
10
11
Ver Moscol (2010: 112).
Otros casos en esa misma novela: “Había boletines cada hora, de un minuto” (1977: 9),
“Había programas de cierto relente intelectual” (1977: 10), “si no les pongo un paralé, pronto
habrá colas de oyentes por ahí” (1977: 97).
emplea Vargas Llosa en la novela cabe dudar de que pueda considerarse el mejor y el
único representante de la norma culta peruana, más aún cuando tal libro, como todos
los de Vargas Llosa luego de Los jefes, fue publicado en Barcelona antes que en Lima.
Hace unas semanas le preguntaron a José Manuel Blecua qué pensaba sobre el
spanglish y si le parecía un problema. “El spanglish no es una lengua, respondió. No es
un problema porque no llega a los medios de comunicación ni a la literatura. Vargas
Llosa unifica mucho más de lo que pueda disgregar el spanglish.”12
La pluralización en el habla culta peruana
Sin duda nuestro premio Nobel es un punto de referencia importante para establecer la
norma culta del idioma. Yo he comprobado que desde sus primeros textos Vargas Llosa
utiliza correctamente el verbo haber impersonal, por ejemplo, en Los jefes, La Casa
Verde y en El pez en el agua:
“Tampoco nosotros podemos aceptar que nos jalen a todos porque usted quiere
que no haya horarios. ¿Por qué quiere que todos saquemos notas bajas?” (1958:
22).
“Había loritos, bueno saberlo por si faltaba comida” (1966: 11).
“Envié el cuento al concurso, que debía fallar un jurado presidido por Jorge
Basadre y en el que había críticos y escritores –Hernán Velarde, Luis Jaime
Cisneros, André Coyné y Sebastián Salazar Bondy” (1993: 501).
Aunque la profesora Doris Moscol ha encontrado un caso en que el escritor pluraliza el
verbo haber, tal vez por un descuido, en La guerra del fin del mundo:
Pero no es el corral lo que Rufino mira con ojos graves, inquisitivos, extrañados,
sino la explanada donde antes no habían esas dos cruces que hay ahora, sujetas
con piedrecillas.” (1981: 169).
12
ENTREVISTA: JOSÉ MANUEL BLECUA Nuevo director de la RAE: "Se escribe más que nunca,
pero la gente no comprende lo que lee" JAVIER RODRÍGUEZ MARCOS - Madrid - 21/12/2010 El
País.
http://www.elpais.com/articulo/cultura/escribe/gente/comprende/lee/elpepucul/20101221elpepi
cul_6/Tes
Martha Hildebrandt se ha referido a algunos errores del escritor en su estudio sobre el
habla culta del Perú, por ejemplo, en sus artículos de Contra viento y marea: “el
sentido que querramos darle” (2000: 257). También advierte repetidamente otro error
de la conjugación (2000: 31): “La arena estaba tibia y nuestros pies se hundían, como
si andáramos sobre un mar de algodones” (1958: 51), que en la versión definitiva de
Los jefes se corrige con una solución elegante: “como si estuviéramos sobre un mar de
algodones” (1978: 36). Aunque se pierde algo el matiz de movimiento acentúa la
sensación de paroxismo. Pero son errores que comete cualquiera, por pura analogía
primero
con
el
futuro
“querremos”,
y
segundo
con
otros
verbos
similares
(“cantáramos”, “paráramos”). Las formas correctas son “queramos” y “anduviéramos”.
Quiero decir que Vargas Llosa también comete errores, pero en el caso de la
pluralización de haber parece tener conciencia clara de que no se acepta en la norma
culta, sea por lo que sea. Por el contrario, en una sola novela (en La tía Julia y el
escribidor) emplea catorce veces un uso de queísmo considerado incorrecto por la
norma pero totalmente generalizado en el habla culta peruana (lo utiliza también, sin
excepción, Julio Ramón Ribeyro). Un ejemplo vargasllosiano:
Yo me di cuenta que me estaba indemnizando por el terremoto (1977: 21).
Para Vargas Llosa, la pluralización de haber es claramente menos aceptable que el
queísmo en la locución verbal “darse cuenta de que”. Pero podemos decir que en el
Perú la pluralización de haber no es solo un error de más o menos (yo diría
muchísimos) hablantes, sino que debemos reconocer que se ha generalizado también
como norma y que se refleja también en el uso de los escritores, cada vez con más
frecuencia.
En los materiales recogidos por Rocío Caravedo para estudiar la norma culta limeña
(1989),13 que pese a sus deficiencias no deja de tener una gran utilidad para conocer
la aceptación en el uso familiar culto de esta y otras peculiaridades gramaticales,14
podemos encontrar ejemplos como estos:
13
14
Sobre este clásico proyecto de estudio coordinado de la norma culta ver Lope Blanch (1986).
Ver reseña de José Joaquín Montes Giraldo en Thesaurus, 47, 1992, pp. 188-189. No es tan
benévola en sus juicios la reseña de Yolanda Carballera Cotillas, en Anuario de Lingüística
Hispánica, 9, 1993, pp. 370-373, aunque sus críticas no se dirigen a lo sustancial del corpus sino
a las inconsecuencias y deficiencias de su transcripción semiortográfica.
Luego, empecé a informarles sobre todas las ferias, salones especializados que
habían en Francia, o sea una cosa ya bastante completa (1989: 115).
Ya no pueden sacarlo de Francia de otra forma a no ser que tenga, que hayan
atenuantes políticos o problemas (1989: 122).
Habíamos un grupo de todos los viernes en la tarde llegábamos con un maletín a
cuestas, porque al salir de clase, de frente nos íbamos a la estación (1989: 204)
Un mismo hablante presenta alternancias en un contexto muy próximo:
Ha habido épocas en nuestra vida, bastante duras. Yo recuerdo épocas de
pobreza en mi familia (…). Mi mamá si ha tenido siempre, pero mi papi, ha
habido épocas en que no, como trabajaba siempre con empresas extranjeras, por
un motivo u otro quebraban, se iban en fin. (…) Y ha habido épocas, te digo en
que mi mamá y mi abuela se dedicaban a la costura. (1989: 125).
George de Mello (1991) encontró 62 casos de haber impersonal en singular frente a 42
casos en que se pluraliza el verbo en los materiales publicados por Rocío Caravedo, lo
que le da un porcentaje de 40% para la pluralización (1991: 449), sólo superado por
Venezuela (55%) y Bolivia (50%). Todo parece indicar que el proceso está en plena
expansión.
El uso, la norma y los editores. El caso de Julio Ramón Ribeyro
Trataré de de mostrar algunos casos en los que los textos literarios propuestos como
norma nacional muestran una vacilación típica de un estado de transición y en realidad
ofrecen formas que parecen haber sido corregidas por los editores, particularmente
argentinos y españoles en lugar de las que emplearon sus autores espontáneamente,
con lo que se deforma absolutamente la naturaleza de la normativa académica. Se
establece así un círculo vicioso: los correctores aplican la norma que está basada en el
uso literario registrado por las entidades normativas que, a la vez, se apoya en las
manifestaciones literarias que han sido corregidas por los mismos correctores.
La profesora Doris Moscol me puso en la pista de este ejemplo. En la primera edición
de “El chaco”, en Tres historias sublevantes, dice lo siguiente:
Mi cara, como la suya, debía estar también ahora color de ceniza, casi vieja, sin
tiempo, como una de las tantas piedras que habían allí tiradas. (1964: 66).
Este dramático cuento se incluye en el segundo tomo de La palabra del mudo en la
edición de Carlos Milla Batres y allí se mantiene la forma plural: “tantas piedras que
habían allí tiradas” (1977: 55). Pero en la edición española de los Cuentos completos
de Ribeyro reunidos por la editorial madileña Alfaguara, se corrige: “tantas piedras que
había allí tiradas” (1994: 242). Nuevamente en la edición que preparó Ángel Esteban
con una selección de cuentos de Ribeyro para la colección Austral de Espasa Calpe, en
Madrid, se repone la forma original: “tantas piedras que habían allí tiradas” (1998:
245). ¿Ribeyro quiso que fuera así o no? Sabemos que corrigió la edición de sus
Cuentos completos con mucho interés porque sus ediciones no habían sido tan
cuidadas como él hubiera querido, pero es difícil llegar a una conclusión.
Veamos otro caso. En el tercer volumen de La palabra del mudo, en la primera edición
de Milla Batres, Julio Ramón Ribeyro dice:
Y ya que en la quinta habían ratones, lo indicado era un gato (1977: 40).
Así también en la antología de La palabra del mudo que hizo el mismo editor
encontramos la forma plural: “habían ratones” (1980: 170). De nuevo se recoge ese
cuento (seguramente habrán advertido que se trata de “Tristes querellas en la vieja
quinta”), en la colección titulada: La juventud en la otra ribera y otros relatos editada
poco después en Barcelona: “habían ratones” (1983: 221). Sin embargo, en la edición
revisada de La palabra del mudo que preparó Campodónico ya se ha corregido: “había
ratones” (1994, III: 50). El escritor había fallecido el año anterior y puso su mayor
esfuerzo en corregir la forma final de sus cuentos.
Así también en la edición de los Cuentos Completos en Alfaguara (1994: 423) y en la
definitiva de Seix Barral (2009, II: 76) emplean la forma singular: "había ratones".
También en la edición limeña que prepararon Carlos Garayar y Ángel Esteban para
Peisa (2005: 235).
Ribeyro trataba de ser muy cuidadoso con sus textos, como dije, y parece que los
revisaba cuidadosamente. En los meses previos a la edición de Milla Batres señala en
su diario:
Con un ímpetu completamente en contradicción con mi estado de salud y hasta
contra la circunstancia mantenida –corte de corriente, compra de dos velas para
seguir escribiendo– prosigo corrigiendo los cuentos para el tercer tomo de La
palabra del mudo (1995: 100).
Y el 7 de mayo lo daba por concluido y anota: “enviado el manuscrito” (1995: 112). El
libro estaba anunciado desde agosto de 1975 en que recibe una carta del editor
urgiéndole por los textos, y Ribeyro protesta: “lo que me obligará a concluir
rápidamente otros relatos comenzados y dejar sin pulimento los ya listos” (1995: 47).
Ribeyro luchaba “empecinadamente” (1995: 52) para escribir, corregir y revisar los
cuentos que formarían parte de esa colección en la que por dos veces encontramos la
pluralización de “haber”. La edición del libro se retrasó por problemas del editor y
recién en enero de 1978 Ribeyro lo recibe en París los ejemplares impresos. Con
notable desasosiego encuentra diversas erratas (1995: 195), que procurará corregir en
las siguientes ediciones, sobre todo en la que preparó para la editorial Anagrama,
porque él consideraba que tenía mala suerte con los editores y que con este tercer
tomo de La palabra del mudo simplemente continuó “la serie negra”. Pero no hay duda
de que Ribeyro usaba normalmente el plural, porque en su diario personal anota:
En nuestra playa habían de pronto dos o tres niños que tenían un balde de
plástico con un barquito en bajorrelieve exacto al de nuestro hijo. Al final, no se
sabía cuál era de cuál (1993: 134).
Ciro Alegría
Lo mismo podríamos decir de otros casos. En la edición de los relatos de Ciro Alegría
que Dora Varona preparó poco después de la muerte del escritor, aparece por primera
vez el relato titulado “Siempre hay caminos”, que casi es una novela corta. Cuenta la
vida del celendino Candelario, guía de andinistas en el Salcantay, quien toma la
palabra y dice:
Yo estaba de cara al cerro, pero al pie mío solo habían precipicios con la muerte
esperando en el fondo. (1968: 146).
Pues bien, esta forma se mantiene en la edición del relato que hizo la Biblioteca
Nacional (1987: 69), pero en la colección que preparó Dora Varona para la editorial
Losada, corrigieron la forma verbal según la norma académica: "había precipicios"
(1978: 144). Digo "corrigieron" porque el escritor había fallecido en 1967. En fin, la
edición de Novelas y cuentos de Ciro Alegría que preparó Ricardo Silva Santisteban,
mantiene la forma original: “habían precipicios” (2004: 497).
El caso más llamativo que he podido detectar está en otro relato de Ciro Alegría. Pues
bien, la primera versión (con el título: "La piedra y la cruz"), salió en la revista Letras
peruanas que dirigía el profesor Jorge Puccinelli y mencionaba en un momento: "las
piedras transportables que había en las cercanías" (1951: 2). Así también figura en la
antología que reunió luego Enrique Congrains Martín (1955, II: 30), y en la edición de
Silva Santisteban (2004: 558).
Pero ese mismo relato fue reproducido en la antología liberteña promovida por Marco
Antonio Corcuera con la forma plural: "las piedras transportables que habían en las
cercanías" (1958: 53). Esta es la forma con que aparece el relato en la página digital
de "bibliotecasvirtuales.com" y en "educared.org" se registra la forma plural.
Mientras tanto, en la edición que salió en Buenos Aires, en 1965, la solución fue "las
piedras transportables que hubo en las cercanías"
(16), y de esta forma fue
reproducido el mismo cuento en 1968 (23), y también en 1978 (37). También en la
que sacó Guillermo Martínez en Madrid, en 1992 (16). Al mismo tiempo el título del
relato pasó a ser “La ofrenda de piedra” y no sé cuál habría sido la forma en que
escribió el cuento Ciro Alegría, pero estoy seguro de que no le habría resultado extraña
con el verbo haber en plural, que es la forma en que circula en la internet peruana.
Conclusiones
Hay que ponerse a pensar qué tanto confunden los editores y los correctores de textos
el juicio de los académicos, puesto que el criterio normativo siempre se basa en el uso
de la gente educada, como decía Bello, pero a veces resulta que ese uso literario no es
tan correcto como se supone y que, como en este caso, puede ser sistemáticamente
ocultado o disfrazado por la puntillosidad de los correctores de estilo, sobre todo
cuando los textos se publican fuera del país, en Buenos Aires o en España…, y así el
dictamen académico se queda anquilosado y fuera de la realidad.
Hay que ponerse a pensar también qué tanto atienden los académicos a los estudios
de los lingüistas, prefiriendo tomar en cuenta ejemplos directamente entresacados de
escritores reconocidos sin el criterio o la precaución de atender las descripciones de los
dialectos implicados.
Y caemos en un círculo vicioso: los correctores reemplazan la forma empleada del
escritor por la norma debido a que la norma está basada en el uso del escritor, que a
su vez ha sido corregida en virtud a la norma y así sucesivamente. Sería oportuno,
entonces, que no se tome como norma peruana un texto publicado fuera del Perú,
aunque el escritor será peruano, como el caso de Vargas Llosa.
Hay
que
preguntarse
también
hasta
qué
punto
los
editores
extranjeros,
particularmente argentinos y españoles, en realidad están ocultando la norma que está
imponiéndose
en
el
Perú.
Los
editores
peruanos
se
muestran
mucho
más
complacientes e incluso aceptan normalmente la pluralización. Un piurano de los años
50, Francisco Vegas Seminario emplea el plural, por ejemplo, en Taita Yoveraqué:
“En los tiempos en que poseyeron estas tierras los agüelos de mis agüelos no
habían papeles”. (1956: 144-145).
Y el plural no se corrige en las ediciones más recientes de Houdini Guerrero (1994:
132) y de Genaro Maza (2005: 117). En el Perú hasta los hablantes más cultos, los
periodistas y los editores se muestran vacilantes o incluso ya totalmente aferrados a la
pluralización de haber impersonal. Lo vemos en titulares de primera página, en las
declaraciones de un ministro o entre las vivanderas del mercado. Podríamos aducir
muchos ejemplos más y veríamos que el error ya se está convirtiendo en norma.
Veamos finalmente dos ejemplos de textos universitarios, uno del arqueólogo Peter
Kaulicke y otro de Fernando de Trazegnies que lo muestran de modo palpable:
Debajo de esta última [tela] habían dos uncus con pequeñas mangas y un corte
para la cabeza; más abajo habían dos pecheras hechas de tela tosca, reforzadas
con algodón, azules por la parte delantera y blancos por la posterior, con
aplicaciones de conchas cortadas.” (Kaulicke, 1997: 51).
En ese pórtico o terraza de madera, habían dos o tres bancas, una mesa y una
hamaca. (Trazegnies, 1994: 168).
Los escritores emplean con frecuencia la pluralización de haber aunque la forma
singular se resiste todavía de todos modos en cierta cantidad de casos:
Lo que sí se puede afirmar que con Dios no había problemas (Gutiérrez, 2004:
77).
En este estado transitorio habrán resistencias, como la que desataba Alfredo Valle
Degregori en las páginas de El Comercio y en sus libros de Borrones. Pero del mismo
modo que otros muchos hablantes no transigen con el uso de le por lo (“le he visto”),
que ya está aceptado por la Academia y no es más que otro caso en que el error se
vuelve norma. No puede ser que el error de unos sea más perdonable que el de otros
por mucho que vivan más cerca de la calle Felipe IV. Los errores gramaticales
producen alarma y realmente afectan a la estructura más fundamental del idioma,
pero son también una fuente importante de cambio y renovación de las lenguas. Y en
ello se manifiesta, en definitiva, la pluralidad de normas del castellano.
La pluralización de haber es un error que se está convirtiendo en norma de una forma
arrolladora. Los profesores, los sistemas educativos, los manuales de estilo de los
periódicos y las instituciones nacionales irán tomando conciencia conforme la nueva
norma se fortalezca. La conciencia normativa es un hecho cultural, una convención
histórica hasta cierto punto arbitraria y mutable (aunque cambia lentamente), su
existencia es innegable y las Academias de la Lengua deben tratar de encaminarla
hacia la forma más generalmente aceptada o aún preferida por los propios hablantes,
que son los que al fin y al cabo dirigen el barco de nuestro idioma.
La norma es una creación cultural, que se basa, en cualquier caso, en un prestigio real
que reside en la conciencia de la mayoría de los hablantes. Todos podemos cometer
errores, pero sabemos de alguna manera que hay un ideal que debemos respetar, y
las Academias no hacen sino presentar de forma clara este ideal "estandarizado" de
alguna manera (por ello han de estar atentos a la expresión literaria que lo refleja).
Pero la norma debe basarse en la realidad. Y los lingüistas, sin perdernos en tontas
discusiones teóricas debemos aplicarnos a estudiar la realidad del lenguaje para
ofrecer un análisis lo más acertado posible.
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