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El apóstol Santiago cumplió el reto que le lanzó Jesús a él y a su hermano. Así lo expresa la primera lectura que es un acta martirial. El apóstol Santiago fue el primer apóstol que murió por el evangelio, como leemos en los Hechos (Hch 12,2). Santiago y Juan bebieron el cáliz, es decir, pasaron por la experiencia de la muerte de Cristo (Mt 20,23). Y Pablo reflexiona sobre la vocación al martirio de todo apóstol porque lleva en sí la muerte de Cristo (2 Co 4,10). ¡SEÑOR SANTIAGO! Quiero darte gracias hoy por el regalo de poner en nuestra tierra la primera piedra del edificio espiritual de Jesús. Déjame, en este día de tu fiesta, admirar la grandeza de tu fe, fiel hasta dar la vida, y sonrojarme por mi falta de decisión, entrega y compromiso. Déjame, Señor Santiago, darte las gracias por habernos dejado como modelo tu encuentro con María, la auxiliadora y madre de todos los que se ponen en camino para llevar la Buena Noticia por todos los caminos del mundo. ¡SEÑOR SANTIAGO! Como tú también yo, de vez en cuando, me encuentro -¿arreglando o desarreglando?las redes de mi historia a las orillas de la vida. También, como tú, siento una voz que me dice: ¿Qué haces? ¿Por qué te afanas? ¿Qué estás haciendo con tu vida? Y mi respuesta es un silencio largo, abrumador, sin palabras… Me falta tu impetuosidad y me sobra cobardía para saber que el Señor me dice cada día: “¡Ven y sígueme!”. Y ya sabes que, como siempre, mi respuesta es una pregunta: ¿Seguirte, adónde? ¿Para qué? ¿Por qué yo? Y es que, Señor Santiago, sigo atenazado por mis miedos: digo ser cristiano y me cuesta demostrarlo; presumo de estar bautizado y a duras penas me mantengo; quiero, de corazón, seguir al Señor y fácilmente me quedo despistado en cualquier esquina. ¡SEÑOR SANTIAGO, AMIGO DEL SEÑOR! Haz surgir en nuestro corazón lo mejor de nosotros mismos para que sigamos al Señor con tu valor y entereza. Ayúdanos a descubrir el Camino, la Verdad y la Vida, ¡SEÑOR SANTIAGO, NUESTRO AMIGO, GUÍA Y PROTECTOR!
