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sino de vida vivida, cerca de los jóvenes en búsqueda de lo que es “nuestra única riqueza”: la fe en la Persona de Jesús Cristo, vivo y presente en este mundo. Una castidad que exprese fuertemente y con pasión que nuestro corazón esté lleno de amor, que no necesita de ninguna otra cosa para vivir sino de amor a Dios y a los jóvenes. La calidad y la eficacia de nuestra vida dependen de nuestro esfuerzo de vivir coherentemente la vocación salesiana. “No somos religiosos para hacer algo, sino por causa de Jesús Cristo”. La consagración no es medio para garantizar la funcionalidad de los servicios en las obras, sino que es el contenido fundamental de la misión de los consagrados: es decir el primado de Dios y el valor de las realidades últimas en un mundo que se olvida de Él. Hacer experiencia de Dios no es para nosotros una ocupación intermitente ni tarea secundaria, sino nuestra razón de ser en la Iglesia y nuestra primera misión. Es muy importante cultivar, profundizar y hacer visible nuestra experiencia de Dios como comunidad salesiana. Dios es la causa fundante de nuestra vida y misión. Y nuestra identidad de consagrados, nuestra fraternidad y nuestra misión han de ser percibidas inmediatamente y con claridad, especialmente por los jóvenes. Una vida donde los momentos más ricos del día sean para Él que da paz a nuestro corazón: la oración diaria, hecha con mucha tranquilidad con los hermanos, llena de la presencia de los jóvenes. Rezar lo que vivimos. Vivir lo que rezamos, dando a Dios los mejores momentos de nuestro día. Una vida donde la Eucaristía sea de verdad el centro porque “damos gracias” continuamente por este gran don que hemos recibido: “ser signos y portadores del amor de Dios a los jóvenes”. Una vida llena solamente de la presencia de los jóvenes, del estar con ellos, siempre, porque Dios y ellos llenan completamente nuestro corazón. ¿Como encontrar hoy esa “armonía” entre lo que somos y lo que hacemos? El dilema no es “ser o hacer”. Sabemos que los salesianos somos muy trabajadores, hacemos mucho, aportamos mucho a la sociedad. ¿Quién puede contar los milagros educativos de tantos salesianos en muchos países de nuestra región y en mundo entero? El problema es que no nos hace consagrados lo que hacemos, sino cómo lo hacemos, por qué lo hacemos y por quien lo hacemos. Y este “cómo”, “por A N I M A C I Ó N / C S R F P 7