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OCTAVA CATEQUESIS
LA ENVIDIA SE TRANSFORMA EN IRA Y ÉSTA, EN MUERTE
La historia del hombre es una historia de caídas y levantadas, de tropiezos y debilidades superados
con esfuerzos y sacrificios; es un avanzar sostenido sobre experiencias de solidaridad y egoísmo.
El hombre, a pesar de su pecado, no ha perdido su vocación y esencia de ser imagen de Dios; por
tanto, es un ser diseñado para la comunión, el diálogo y la comprensión al que una espina clavada
en su ser más íntimo por el pecado, lo tienta a la contradicción, al individualismo, el egoísmo y la
insolidaridad.
En la Palabra de Dios esta situación se nos enseña a través de parábolas, mitos y otros recursos
literarios típicos de las tradiciones de los pueblos antiguos sin escritura y con tradiciones orales
como único recurso de trasmisión de las mismas. Estos relatos bíblicos no se pueden entender al
pie de la letra ni se puede ver en ellos historias reales cumplidas en un tiempo y con unos
personajes históricos, aunque sí con un contenido real e histórico del contenido de su enseñanza.
Es un hecho real que los hombres somos por naturaleza seres comunitarios y así lo vivimos y
experimentado todos a cada instante en nuestras vidas tanto en la casa como en el colegio y el
trabajo; pero al mismo tiempo observamos continuos eventos de choques, controversias
desavenencias y dificultades en la convivencia diaria. En la Palabra de Dios a través del relato de
Caín y Abel, podemos entender y comprender mejor el porqué de esta situación y esta vivencia
tan común y al mismo tiempo tan destructiva: ENVIDIA – IRA – MUERTE.
Caín y Abel son dos hermanos, los primeros hermanos, que viven felices en familia, sin problemas
hasta que Caín siente en su corazón la espina de la envidia; ambos hermanos van a presentar a
Dios una ofrenda de sus trabajos, Caín como agricultor y Abel como pastor; pero con una
pequeña diferencia: mientras Caín ofrece a Dios algunos frutos de su trabajo, Abel le presenta a
Dios los Primeros nacidos de sus ganados. Es decir, Caín le ofrece a Dios no lo mejor y primero,
sino los frutos de la tierra que él ha labrado, le faltó el detalle de “lo mejor, lo primero para
Dios”. Entonces Caín baja la vista, no mira de frente, sino retorcido; porque la envidia de ver a su
hermano reconocido como mejor en su ofrenda a Dios le hace sentirse puesto en segundo término
cuando era el hermano mayor.
Cuando la envidia o el egoísmo se instalan en nuestros pensamientos se nos enturbia la mirada y
todos miramos retorcido y sin presentar el rostro al frente para ver y que nos vean el corazón que
se expresan en el fulgor de las miradas. Dios que descubre esta tormenta en el corazón de Caín l e
advierte de lo peligroso de esta actitud y le enseña a prevenirse contra esa tentación y pecado de
la envidia pues se le puede transformar en rencor y odio difícil de controlar.
Efectivamente, Caín deja que la envidia se cambie en rencor y procede a matar a su hermano;
pero la sangre de su hermano clama a Dios pidiendo justicia; por lo que Caín pide piedad para que
nadie tome venganza de la muerte de su hermano la cual le había negado a Dios diciendo que “él
no era el guardián de su hermano”.
Quiere ocultar ante Dios el crimen cometido
desentendiéndose de lo hecho, pero la sangre grita desde el suelo; por esta razón será expulsado
de la tierra fértil del Edén y vivirá en tierra árida y dura de trabajar para conseguir su sustento.
LECTURA DEL GÉNESIS 4, 1 – 16
Salmos, 36
TODOS: Tu misericordia, Señor, llega hasta el Cielo
Papá:
Sólo el pecado habla al impío en el fondo de su corazón; ¡ningún temor de Dios ante sus ojos! Se
mira con tan buen concepto, que se niega a admitir su culpa. Sus palabras son fraude y maldad;
renunció a ser sensato, a obrar el bien. Hasta en su lecho rumia sus maldades; se obstina en el
camino que no es bueno, no renuncia al mal.
TODOS: Tu misericordia…
Papá:
Señor, tu amor está sobre los cielos y tu fidelidad pasa las nubes. Como los altos montes es tu
justicia, y tus decretos como los abismos; Señor, tú ayudas a hombres y animales: ¡qué valiosa es
tu gracia! A ti acuden los hijos de Adán debajo de tus alas se refugian; se sacian con lo mejor de tu
casa, y le quitas la sed en tu río de delicias.
TODOS: Tu misericordia…
Papá:
En ti se halla la fuente de la vida, y es por tu luz que vemos la luz. Conserva tu amor a los que te
conocen, tus premios a los de recto corazón. Que no me aplaste el pie del orgulloso, ni me atrape
la mano del impío. ¡Ahí están, cayeron los malhechores, fueron tumbados y no pueden levantarse!
PADRE NUESTRO Y ABRAZO DE PAZ. NO OLVIDEN LA TAREA DEL NIÑO PARA PRESENTARLA AL
CATEQUISTA EL LUNES.