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Fe y devoción
«Nada temas.
Yo reinaré a pesar
de mis enemigos»
Le dijo Jesús a santa Margarita María Alacoque
por Giovanni Ricciardi
«¡H
e aquí el Corazón del
cual vosotros los fieles, mi Iglesia, habéis
sido generados, como Eva del pecho de Adán! Ha sido abierto con la
lanza, para abriros la entrada del
paraíso». En la primera mitad del siglo XIV, san Antonio de Padua, en
un sermón, parecía anticipar la devoción al Sagrado Corazón que ha
tenido en los últimos siglos de la
historia de la Iglesia una difusión
enorme, ligada a la figura de santa
Margarita María Alacoque.
Esta religiosa de la Orden de la
Visitación, fundada en 1610 por
san Francisco de Sales, en los 43
años de su breve vida conoció gracias extraordinarias. Jesús se le
apareció varias veces: la había elegido, le dijo, para hacer conocer a
todo el mundo su Sagrado Corazón, fuente de su amor infinito por
los hombres.
Había nacido en 1647 en Lauthecourt, una aldea del centro de
Francia a pocos kilómetros de Paray-le-Monial, el lugar donde pasará su vida religiosa. Era la quinta hija de Claude Alacoque, abogado y
notario del rey Luis XIV.
Pasó la infancia primero en el
castillo de Corcheval, en casa de
una madrina, y luego en un colegio ide las clarisas de Charolles.
Aquí aprendió a rezar y amar a Je48
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En estas páginas, algunas imágenes de Mauro Cavallini, tomadas
del libro Sainte Marguerite Marie, Éditions du Signe, Estrasburgo,
2000. Aquí arriba, Margarita, con sólo cuatro años aprende a rezar
en el castillo de Corcheval
Santa Margarita María Alacoque
Con la mirada fija en el campanario de la iglesia, donde sabe que Jesús está presente,
Margarita absorta en la oración no oye a su hermano que la está llamando
La adoración del Santísimo Sacramento, el Rosario: esto era lo que más
conmovía y atraía a la pequeña Margarita. «La Santísima Virgen»,
escribe hablando de su infancia, «tuvo siempre grandísimo cuidado
de mí; yo recurría a ella en todas mis necesidades y me salvaba
de grandísimos peligros»
sús tan ardientemente que las
monjas le permitieron hacer la
primera comunión a la edad de
nueve años, una excepción en
aquellos tiempos. La adoración
del Santísimo Sacramento, el Rosario: esto era lo que más conmovía y atraía a la pequeña Margarita. «La Santísima Virgen», escribe
hablando de su infancia, «tuvo
siempre grandísimo cuidado de
mí; yo recurría a ella en todas mis
necesidades y me salvaba de grandísimos peligros».
La protección especial de la Virgen la acompañará sobre todo durante la larga enfermedad que la
obligó a guardar cama durante
cuatro años, desde los diez hasta
los catorce, y en los que siguieron,
hasta su ingreso en el monasterio.
Fueron años difíciles, en los que
Margarita perdió a su padre y a una
hermana y se convirtió, por decirlo
así, en “extranjera” en su propia
casa. Los parientes que su madre
había llamado para administrar los
bienes de la familia la privaron a
ella y a Margarita de toda autoridad, tratándolas como siervas.
Cuando Margarita pedía un vestido
decoroso para ir a misa, se lo negaban y ella se veía obligada a pedírselo prestado a una amiga. Además, a menudo no le permitían ni
siquiera salir. «Sin saber dónde refugiarme» escribe la santa, «iba a algún rincón del huerto, al establo o
a otro lugar secreto, en donde podía ponerme de rodillas para derramar mi corazón en amargas lágrimas delante de Dios».
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Luego cayó enferma su madre y
pudo curarse sólo gracias al amor,
los cuidados y las oraciones de
Margarita, que mientras tanto crecía y comenzaba a preguntarse qué
había dispuesto Dios para ella. A
su madre le hubiera gustado verla
casada y madre de familia, pero el
deseo más profundo de Margarita
era consagrarse al Señor: «Me consumía el deseo de amarle», dirá
más tarde.
A los 22 años recibió la confirmación y añadió a su nombre de
pila el de María, y unos años más
tarde, venciendo por fin la oposición de la familia, logró coronar
su sueño de hacerse monja y entró en el monasterio de la Visitación de Paray-le-Monial. Era el 25
de mayo de 1671.
«Como un lienzo
ante un pintor»
Al entrar en el monasterio se vio
como perdida en medio de los ritos
y de las fórmulas latinas que no entendía. Le pidió entonces a la maestra de las novicias que le enseñara a rezar. Ésta le respondió: «¡Id a
poneros delante de nuestro Señor
como un lienzo ante un pintor!».
Sor Margarita María no lo comprendió enseguida, y mientras estaba un día reflexionando sobre el
sentido de esas palabras, oyó una
voz interior que le decía: «Ven, Yo
te enseñaré». En ese momento, recuerda la santa, Jesús se le acerca
dándole una gran paz. Él se encargaría de todo.
Su amor por Jesús la lleva a pasar en oración ante el Santísimo
Sacramento muchas más horas
que sus hermanas de congregación, las cuales empiezan a mirarla con desconfianza y recelo; pensaban que quería llamar la atención, y así le encargan los trabajos
más humildes, para mantenerla
“con los pies en el suelo”. Por
ejemplo, la mandaban al prado
del monasterio a controlar que
una burra y su cría no entrasen a
comer en el huerto. Una vez, sor
Margarita María, ensimismada en
la oración, se olvida hacerlo, pero, a pesar de esto, con gran
asombro de las otras religiosas,
los animales no estropean nada.
La vida continuaba, dividida entre la oración y el trabajo. A sor
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Margarita María entra en el monasterio de la Visitación
el 25 de mayo de 1671
A los 22 años recibió la confirmación y añadió
a su nombre de pila el de María, y unos años
más tarde, venciendo por fin la oposición
de la familia, logró coronar su sueño de hacerse
monja y entró en el monasterio de la Visitación
de Paray-le-Monial. Era el 25 de mayo de 1671
Santa Margarita María Alacoque
Margarita María le encargan que se
ocupe de la enfermería del monasterio, y a veces sufría por la dureza
con que la trataban las superioras.
Margarita no respondía a las acusaciones y trataba de hacer las cosas tal y como se lo mandaban.
Discípula predilecta
del Sagrado Corazón
Todo esto fue el preludio de la primera aparición y revelación del
Sagrado Corazón a sor Margarita
María, y de la misión que le fue
confiada de hacerlo conocer al
mundo, que ocurrió el 27 de diciembre de 1673: «Mi divino Corazón», le dijo Jesús, «está tan
apasionado de amor por los hombres, y por ti en particular, que no
pudiendo ya contener en sí mismo las llamas de su ardiente caridad, le es preciso comunicarlas
por medio de ti y se manifieste a
ellos para enriquecerlos con los
preciosos dones que te estoy des-
cubriendo, los cuales contienen
las gracias santificantes».
A partir de ese día Jesús se le
aparece otras muchas veces. Durante una aparición de 1674, Jesús le pide dos cosas sencillas y
concretas: comulgar todos los primeros viernes del mes y pasar una
hora rezando todos los jueves de
once a doce de la noche, en recuerdo de su agonía en el Huerto de los
Olivos, y para pedir misericordia
por los pecadores. Oración y sacramentos: los caminos ordinarios
que abren a la gracia de Dios, es decir, a su Sagrado Corazón.
Para todos los que hubiesen seguido estas prácticas, Jesús añadió
unas promesas, y le encargó a sor
Margarita María que las hiciera conocer al mundo. Margarita no sabía cómo hacerlo, rodeada como
estaba por la desconfianza de sus
hermanas, que ni siquiera le permitían hacerse una imagen del Sagrado Corazón y exponerla públi-
camente. Pero Jesús la animaba.
En una de sus apariciones le dijo:
«Nada temas. Yo reinaré a pesar de
mis enemigos y de cuantos se
opongan a ello». «Esto me consolaba mucho», añade la santa en su
autobiografía, «porque sólo deseaba verlo reinar. Puse, pues, en sus
manos la defensa de la causa,
mientras yo sufriría en silencio».
Pronto, en efecto, le llegó la
ayuda del padre jesuita Claude La
Colombière, que durante muchos
años fue su director espiritual, y
reconoció como inspiradas verdaderamente por Dios las revelaciones que sor Margarita María había
recibido. La animó, defendió su
causa ante las superioras de la Visitación y él mismo se convirtió en
apóstol de la devoción al Sagrado
Corazón.
Poco a poco, primero su monasterio, luego algunas familias, y
en fin muchísimas personas estando aún en vida santa Marga- ¬
Margarita María, ensimismada en la oración,
se olvida de vigilar que la burra y su cría
no entren en el huerto del monasterio.
Pero los animales no estropean nada
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Fe y devoción
En una de sus apariciones le dijo: «Nada temas. Yo reinaré a pesar
de mis enemigos y de cuantos se opongan a ello». «Esto me consolaba
mucho», añade la santa en su autobiografía, «porque sólo deseaba verlo
reinar. Puse, pues, en sus manos la defensa de la causa,
mientras yo sufriría en silencio»
rita María se sumaron a la devoción al Sagrado Corazón, que
después de su muerte conoció un
difusión extraordinaria, por lo
que, a menos de cien años de la
desaparición de Margarita María,
Clemente XIII, solicitado a instituir para toda la Iglesia una fiesta
del Sagrado Corazón,se enteró
con asombro que ya existían en el
mundo 1.090 hermandades consagradas a él, y se convenció a
conceder esta fiesta el 6 de febrero de 1765.
Más tarde el papa León XIII
acogió plenamente el mensaje de
santa Margarita María, consa-
grando el mundo entero al Sagrado Corazón el 11 de junio de
1899. Veinte años después, en
París, sobre la colina de Montmartre, donde san Dionisio había
padecido el martirio junto con sus
compañeros, fue consagrada la
gran Basílica del Sagrado Corazón que domina la capital de
Francia.
Paralelamente a estos actos
públicos, se difundió cada vez más
en todo el mundo católico la devoción al Sagrado Corazón.
Respecto a Margarita María,
su vida concluyó, en los últimos
años, con una creciente petición
Margarita María, maestra de las novicias,
recibe de ellas como regalo un dibujo
del Sagrado Corazón
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de consejos espirituales y con un
número cada vez mayor de personas que querían ver y tocar a
aquella que había visto y tocado,
como santo Tomás, el Corazón de
Jesús. Pero esto no hacía más que
aumentar su deseo de vivir apartada, la aspiración que había resumido en una frase: «Todo de Dios
y nada mío, todo para Dios y nada
para mí, todo por Dios y nada por
mí!». Esta frase era la simple respuesta a las palabras amorosas
que Jesús le había dirigido directamente poco tiempo antes: «Yo
soy tu vida y tú no vivirás más que
en mí y para mí».
q
Santa Margarita María Alacoque
Jesús se aparece a Margarita María
El Papa Clemente XIII instituye el 6 de febrero de 1765
la fiesta del Sagrado Corazón y Paray-le-Monial se convierte
en meta de peregrinaciones
Promesas del Sagrado Corazón
En los escritos de santa Margarita María Alacoque se hallan numerosas promesas que hizo Jesús
a los devotos de su Sagrado Corazón. Las de esta lista, sacadas de las cartas de la santa,
nos recuerdan de manera sintética y fácil las gracias ligadas a esta devoción
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Les daré todas las gracias necesarias a su estado de vida.
Daré paz a sus familias, los consolaré en todas sus aflicciones.
Seré su refugio seguro durante la vida, y, sobre todo, en la hora de la muerte.
Derramaré abundantes bendiciones sobre todas sus empresas.
Los pecadores hallarán en mi Corazón la fuente y el océano infinito de la misericordia.
Las almas tibias se volverán fervorosas.
Las almas fervorosas se elevarán rápidamente a gran perfección.
Bendeciré las casas en que la imagen de mi Corazón sea expuesta y venerada.
Daré a los sacerdotes y a los que obran por la salvación de las almas la gracia de mover
los pecadores más endurecidos.
 Las personas que propaguen esta devoción tendrán su nombre escrito
en mi Corazón y jamás serán borrados de él.
 A todos los que comulguen nueve primeros viernes de mes, continuos,
les concederé la gracia de la perseverancia final y de la salvación eterna
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