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A MIS AMIGOS
“La sensibilidad de un hombre está medida
por las vibraciones emocionales que induce
la lectura de un poema, por muy simple que
éste sea”
Lima 21/09/2000
Pensé antes de escribir estos poemas, que a mi edad había perdido
la sensibilidad humana, que mi cuerpo y alma se habían endurecido
en el tiempo, por la rudeza de la vida y trabajar incesante en la
Ingeniería, que a pesar de todo es parte de mi existencia.
Alguna vez me abrazó el miedo, y desistí regresar en el tiempo para
escribir aquellos poemas juveniles vislumbrados por la belleza e
inocencia de mi eterna y adorada “Silvia”, de los poemas que
arrancaron lágrimas a mis amigos y amigas, de aquellas cartas
platónicas y prestadas que ellos a ruegos me solicitaban, para sus
amores imaginarios. Sin embargo hoy he acariciado a mi suerte, y
como alguna vez dijo nuestro José María Arguedas “he encontrado a
alguien, que me ha regresado el alma al cuerpo”, y sucedido esto,
empecé imaginando el viento jugando con mis penas, para volver a
soñar.
Con la velocidad que nos guía el recuerdo de los años, decidí escribir
estos poemas simples, con intensión de ingresar en ese mundo
impenetrable de corazones confundidos; hoy marcados por la
insensibilidad y anti romanticismo. Esto inconscientemente ha
sepultado temporalmente el gusto fino y melodioso de los poemas,
olvidando que la sutileza de nuestros sentimientos estará graficada
por el efecto de éstos.
Para esto recordé los momentos de mi infancia, mi escuela, mi ciudad,
aquellos días de sol y alegría, de mis años cuando la gente confiaba
en la gente, y el lobo del hombre era el lobo. De aquellos años de
“Chiquilina” de los Iracundos, “Murió la flor “ de los Angeles Negros,
“El amor es un Gitano” de Nicola Di Bari, hasta de su “Yolanda “ de
Pablo Milanés. Todo esto seguramente forma parte de muchos de
nosotros, sobre cuyos hombros han jugado los años y marcan el
permanente transitar de nuestras vidas.
He pensado en las tardes soleadas de mi tierra norteña, de mis
amigos, de mi “Silvia” querida, de mi irremplazable “Silvia” de Melgar,
de aquella que se perdió en la oscuridad del tiempo, aquella eterna
“Silvia” que alumbró los poemas más dulces de mi Juventud. Aquella
que muchas veces comprendió mi soledad y mis lágrimas humectaron
sus brazos. Aquella que en las noches claras de luna juramos amor
eterno. Por ella tengo tanto dolor en este corazón que llora en silencio
y permanecerá por siempre.
Tengo recuerdo de la juventud de mis padres, mi madre hermosa
como la luna, brillante como las estrellas de una noche plateada y sus
besos en mi frente era la presencia del mismo Dios. Como poder
olvidar a mi padre fuerte como el roble, persistente como las gotas de
una tarde lluviosa, luchando como un guerrero por la vida en busca de
una mañana esplendorosa para sus amados niños.
He recordado a mis hermanos, aquellas innumerables criaturas que en
sus inocencias en un segundo llenábamos la mesa y cantábamos al
son de una canción escolar “cual bandada de palomas ...”. Como no
recordar aquellas canciones que alimentaban el alma y hacían mas
dulce nuestros sufrimientos.
También he recordado a mi escuela, mis profesores, mis amigos y
todos aquellos niños que en sus alegrías no conocieron las penas.
Ahora ellos cansados como los años, también recuerdan el pasado y
entregan sus lamentos.
Ya trajinado por el tiempo y acortado por el tiempo he vuelto a
recordar mi pasado, gracias a “alguien”, que he entendido su ternura
de niña, palpando sus manos frágiles como la nieve, su corazón
cargado de alegría cubriendo su tristeza, pero mostrando la sabiduría
de mi madre y el corazón de mi recordada “Silvia”, “de junco y capulí”
versando a Vallejo. A ella que al leer mis poemas, he podido sentir el
vibrar de su pensamiento y palpitar de su corazón que deslizó
lagrimas en sus ojos de niña, le doy gracias por hacerme sentir que
todavía guardo alegría en mi alma.
Por estas cosas que son las mías y seguramente vuestras, demos
gracias a la vida, por tener o haber tenido unos padres eternamente
generosos, por los hermanos que alguna vez marcharon con el viento,
por los amigos, y mi adorable “Silvia” dueña de mis lágrimas, por
nuestras alegrías, ilusiones y fantasías, por todo elevemos nuestras
gracias, cada día y cada noche.
Amigos, si lo leído ayuda a regresar imaginariamente el tiempo vivido
estaré agradecido, y si ha librado la “dureza” de vuestras almas, será
doble mi gratitud, porque a pesar de los problemas que nos presta la
vida, en un alto de sus caminos también han amado y llorado.
Debemos comprender que los años no hacen un alto en el tiempo, y
no existe riqueza alguna que los detenga. Por todo esto empecemos a
soñar, extendamos nuestras alegrías que la vida no es eterna.
Lima, 21/09/2000
ENCARO