Download Tres corazones

Document related concepts
no text concepts found
Transcript
Del Tratado de san Juan Eudes, presbítero,
Sobre el admirable Corazón de Jesús
(Libro 12: •• Oeuvres Completes" 6, 344-347)
EL CORAZÓN DE JESÚS ES UNA HOGUERA DE AMOR
En nuestro Salvador adoramos tres corazones que forman
un solo Corazón por la estrecha unión que tienen entre sí.
El primero es su Corazón divino, su amor increado, que es
Dios mismo.
Es también el amor que él tiene, desde la eternidad, en el
seno adorable de su Padre, y que, con el amor de éste, es el
principio del Espíritu Santo.
El segundo es el corazón espiritual de Jesús, la parte
superior de su alma santa, en la que el Espíritu Santo vive
y reina de manera inefable y en la cual encierra los tesoros
infinitos de la ciencia y de la sabiduría de Dios.
Es también su voluntad humana, cuya función propia es
amar, y que él sacrificó para realizar nuestra salvación por la
sola voluntad de su Padre.
El tercer corazón de Jesús es el santísimo corazón corporal.
unido hipostáticamente a la persona del Verbo, formado por el
Espíritu Santo con la sangre virginal de la madre de amor, y que
en la cruz fue traspasado por la lanza.
Este amabilísimo Corazón de Jesús es una hoguera de amor.
Ama a su Padre celestial con amor eterno, inmenso e infinito.
Ama a su madre sin límites ni medida, como lo demuestran las
gracias inconcebibles con que la ha colmado.
Ama a la Iglesia triunfante, purgante y peregrinante. Los
sacramentos -especialmente la Eucaristía, que es el compendio
de todas las maravillas de la bondad de Dios- son otros tantos
canales inagotables de gracia y santidad, cuya fuente es el
océano inmenso del sagrado Corazón de nuestro Salvador.
Finalmente nos ama a todos y a cada uno, como su Padre lo
ama a él.
Por eso todo lo hizo y lo sufrió para librarnos del abismo de
males en los que el pecado nos había arrojado,
y para hacer de nosotros hijos de Dios, miembros de Cristo,
herederos de Dios, coherederos del Hijo, poseedores del mismo
reino que el Padre ha dado a su Hijo.
Nuestros deberes para con este amable Corazón son:
Adorarlo, alabarlo, bendecirlo, glorificarlo y darle gracias;
pedirle perdón por todo lo que él ha padecido a causa de
nuestros pecados; ofrecerle en reparación todas las alegrías que
le han dado todos los que le aman y todos los sufrimientos
aceptados por su amor.
Finalmente amarlo fervorosamente.
También debemos utilizar este Corazón porque en realidad nos
pertenece: nos lo han dado el Padre eterno, el Espíritu Santo,
María y el mismo Jesús, para que sea el refugio de nuestras
necesidades, el oráculo en nuestras dudas y dificultades, y
nuestro tesoro.
Nos lo han dado, finalmente, no sólo para que sea
el modelo y la regla de nuestra vida,
nuestro propio corazón,
y así podamos, por este gran Corazón, cumplir todos
nuestros deberes. con Dios y con nuestro prójimo
corazón de jesús - 69
El tercer corazón de Jesús es el santísimo corazón corporal. unido hipostáticamente a la persona del Verbo, formado por el Espíritu Santo con la sangre virginal de la
madre de amor, y que en la cruz fue traspasado por la
lanza.
Este amabilísimo Corazón de Jesús es una hoguera de
amor. Ama a su Padre celestial con amor eterno, inmenso
e infinito. Ama a su madre sin límites ni medida, como
lo demuestran las gracias inconcebibles con que la ha
colmado. Ama a la Iglesia triunfante, purgante y peregrinante. Los sacramentos -especialmente la eucaristía, que
es el compendio de todas las maravillas de la bondad
de Dios- son otros tantos canales inagotables de gracia
y santidad, cuya fuente es el océano inmenso del sagrado
Corazón de nuestro Salvador. Finalmente nos ama a todos y a cada uno, como su Padre lo ama a él. Por eso
todo lo hizo y lo sufrió para librarnos del abismo de males en los que el pecado nos había arrojado, y para hacer
de nosotros hijos de Dios, miembros de Cristo, herederos de Dios, coherederos del Hijo, poseedores del mismo
reino que el Padre ha dado a su Hijo.
Nuestros deberes para con este amable Corazón son:
adorarlo, alabarlo, bendecirlo, glorificarlo y darle gracias;
pedirle perdón por todo lo que él ha padecido a causa de
nuestros pecados; ofrecerle en reparación todas las alegrías que le han dado todos los que le aman y todos los
sufrimientos aceptados por su amor. Finalmente amarlo
fervorosamente.
También debemos utilizar este Corazón porque en realidad nos pertenece: nos lo han dado el Padre eterno, el
Espíritu Santo, María y el mismo Jesús, para que sea el
refugio de nuestras necesidades, el oráculo en nuestras
dudas y dificultades, y nuestro tesoro. Nos lo han dado,
finalmente, no sólo para que sea el modelo y la regla de
nuestra vida, sino nuestro propio corazón, y así podamos,
por este gran Corazón, cumplir con Dios y con nuestro
prójimo todos nuestros deberes.