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Te adoro con fe Hildegard Fischer Hoy sucedió otra vez: mi jefa me pide hablar... Realmente no hay ningún problema, pero sin embargo se me presentan todos aquellos pequeños "pecados" por los que me reclama mi conciencia no muy limpia. En cambio lo que ocasionalmente es desagradable en mi jefa, está en mi oración, está con Dios, simplemente... la adoración transforma. Simplemente tengo que ir a la iglesia, al Santuario o al Santuario del hogar, mirar a Dios o a la Mater y dejar que me miren. La adoración a Dios se nos describe a menudo en la Biblia y en la historia de la salvación : Moisés experimenta que Dios se deja ver en la zarza ardiente y mira personalmente a Moisés ... Si yo – o Moisés – me doy cuenta que el gran Dios que creó el cielo y la tierra – y también a mí – me deja mirarlo y que me mira, entonces la reacción sólo puede ser la adoración La adoración no necesita palabras, la adoración no necesita técnica ni métodos. La adoración es mirar y dejarse mirar. Puedo contemplar a Dios y puedo presentarme ante sus ojos y mostrarle los rincones más remotos de mi alma. Podemos estar seguros que Dios nos mira con amor y benevolencia. No puedo esconder nada a la mirada de Dios, pero tampoco necesito hacerlo. Dios no es una jefa que exige eficiencia y reprende las faltas. Dios es el amor y Él espera y pide sólo amor, no eficiencia. Creo que cada uno sabe de la "eficacia" de mirar y dejarse mirar. Cuántas veces en el Santuario miré con sorpresa el reloj ( ¿¡sólo han pasado cinco minutos!? ¿¡Ya una hora!?) Mirar y dejarme mirar Cuántas veces al mirar a Dios, mis acciones y pensamientos (¡quizás hasta los que elogió mi jefa! ) me parecieron mezquinos, carentes de amor y poco entusiastas. Ante la mirada de Dios sólo puede haber amor. Pero yo puedo "presentar" ante Dios toda mi falta de amor y mi falta de entusiasmo como lo que he hecho, pero también como lo que solo puedo entregar a su amor y que lo devuelvo desde el amor, justamente porque no ha tenido éxito. Quien se deja mirar por Dios, quien con ello invita a Dios a entrar en su alma, se abre al poder infinito del amor de Dios: puedo dejar que mi corazón y mi alma se llenen y se dejen iluminar por la mirada de Dios. A veces hay que tener valor para mirar a Dios, o más aún para dejarse mirar por Él. Ante los demás o ante mí mismo quizás puedo poner cara de póquer, pero si realmente me pongo bajo la mirada de Dios entonces no puedo poner cara de póquer. Pero tan pronto encuentro el valor – y a veces Dios me ayuda muy bien a ponerme en marcha – entonces ya no es necesario, porque puedo presentarle y regalarle todo a Dios. La adoración es infinitamente sanadora. Solo queda lo que puede existir ante su amor Le presento a Dios todos los embrollos de mi vida, le presento las citas de mi trabajo, las dificultades con mis amigos , la presión y la sobrecarga de mi trabajo, justamente cuando todo me sobrepasa, cuando ya no sé para donde debo mirar...entonces tengo necesidad de Dios y de su mirada. La adoración es una Alianza de amor, porque yo siento y creo que Dios me ama y me acepta a mí en una forma totalmente personal, y porque yo puedo abrirme y entregarme totalmente a Él. La adoración transforma, porque cuando yo lo invito a Dios a entrar en mi corazón, cuando en mi corazón solo queda lo que puede existir ante su amor, entonces la transformación es verdaderamente lógica. Por eso el amor de Dios puede ser exigente y dejar su huella. Cristo mostró y vivió el amor de Dios a través de su cruz y de su pasión. El dolor algo es propio del amor...La adoración no es entonces de ninguna manera pasiva, la adoración es fascinante, transforma... La adoración es muchas veces solo educación.