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¿Dónde lo escondes tú?
Ly Colz
¿Dónde lo escondes tú?
-¿Para qué siembras las balas?
-No las siembro, las escondo para que desaparezcan.
-¿Y qué va a crecer ahí?
-Nada, solo espero que se las trague la tierra.
-¿A Jorge se lo tragó la tierra?
-No, está desaparecido.
-¿Va a crecer algo sobre él donde está escondido?
Sé que ha crecido algo desde que está desaparecido, pero no crece donde está él, crece en la
ausencia, crece en el coraje y sin necesidad de enterrar balas. No hay un por qué o un quién para
acompañar la fecha marcada con lágrimas evaporadas en el calendario.
La incertidumbre tiene un sabor a silencio, a censura y uno da por hecho que así será para siempre.
La nada pegada a las encías haciendo salivar resignación. Hasta que llega el día donde una niña te
interrumpe la amargura al verte por costumbre los casquillos en las manos mientras el ‘hubiera’ te
lacera la vida y golpeas con el recuerdo a tu aletargamiento inútil, a la pesadez que duele, esa
misma que venda los ojos y ensimisma pensando que de ausencia solo mueres tú.
-No sé… no sé si donde esté crece algo. Tal vez muchas ganas de ser encontrado, eso seguro crece
en cada segundo.
-¿Las balas quieren ser encontradas?
Tu inocencia es una contradicción pura a mi intolerancia, pero a la vez siento unas ganas insufribles
de hacerte creer y más que creer, quiero anclarte a la búsqueda de lo que desaparece: nombres,
causas, objetos y objetivos, palabras y memoria.
Las respuestas asesinas de la paz, te rozan los oídos, pero tu ignoras tanta crueldad porque no
entiendes su idioma. Tu artesanal inocencia solo conoce una lengua, que aunque traduce balas, solo
les pude decir ‘malas’ sin percibir el glosario que arroja la población.
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¿Dónde lo escondes tú?
Ly Colz
-¿Dónde lo escondes tú?
-En el corazón y la memoria
-¿Ahí también enterraste balas?
No, ahí todavía no llegan, pero me quedé sordo. Dicen que la injusticia cega, pero a mí me dejó
sordo. Lo único que escucho es tu grito, Jorge, tu alarido. Esas vocales alargadas que pedían
libertad. Me duele el recuerdo todo el día, me duele no sentirte, me duele que buscabas y solo
conseguiste perderte… aún no sé si es para siempre.
- Pssstt, te hablo, ¿también tienes balas enterradas en el corazón?
- No. Solo me duele la memoria.
- Yo estoy triste.
- ¿Por qué?
- Porque ya no me acuerdo de Jorge.
Es entonces cuando una bala pérdida encuentra mi corazón, porque pareciera que él no ha dejado
nada, que hoy, de nada sirve que nacieras, que de nada sirve esquivar la muerte por los que vienen o
por los que están al lado. ¿De nada te sirvió confrontar al miedo, Jorge?
Me duele la memoria, pero es lo que me sobrevive y se guarda al ritmo de un reloj que late, ritmo
que junta al corazón con tu recuerdo que se niega a enterrarte como a las balas que resecan las
manos que aún sirven tanto para enterrar como para quitar la tierra que censura y que calla. Pueden
levantar las mantas llenas de sangre que dejaste en el escenario moribundo que te vio por última
vez, que te admira, que al parecer en los medios, te culpa y te asigna oficios al tanteo que esta niña
que me enfrenta tal vez crea, pues la imagen que resplandece lo enajena.
Tu ausencia no es solo un hecho que respira, no debería ser una noticia que se ignora en un clic que
se juzga por la fugacidad tecnológica de un ‘lo vi, pero no sé de que trata, supongo estuvo fuerte’.
¿En donde te busco, Jorge?, ¿en dónde sobrevivirás?, ¿cuántas mentes inocentes tienen que
recordarte para reconocer lo que es una lucha dadivosa?, ¿cómo sabrá esa generación que
desaparecer no es callar ?
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¿Dónde lo escondes tú?
Ly Colz
- ¿Por qué Jorge estaba ahí?
- ¿Dónde más podría estar?
- En su casa, conmigo o contigo.
- ¿Tú dónde estarías si ves que algo muy malo puede pasarle a los que quieres y a los que te
rodean?
- Contigo, protegiendo a todos.
Y siento la sangre de vuelta, mas esta vez no hirviendo en la cabeza, sino en la esperanza, porque
tus pequeñas manos quieren proteger a todos, como Jorge lo sintió -pequeñas manos que protegen a
un país aunque ese país no lo sepa-. Y si supieras por qué Jorge estaba ahí y no contigo en casa
cenando me reclamarías ¡y por qué tú no estabas ahí! si su causa era tan noble y te respondería con
un devastador ¡no sé! que me secaría la garganta. Entonces entiendo que la memoria no solo es una
virtud de los que se niegan a repetir errores, la memoria es el combustible que exige justicia y
libertad para los que creen.
-Dibújame a Jorge.
Me das tu cuaderno foliado y un lápiz sin goma; no puede existir ningún error. Comienzo por los
ojos que vieron tanto y mis trazos remueven la nostalgia y la nostalgia despierta mi talento y el
talento despierta lento, pero despierta tocando la puerta.
- Si, ¡ahí está, así sonreía!
Ríes a carcajadas porque lo recuerdas y me jalas la ropa porque te emociona volverlo a ver.
- Dibújalo, dibújalo siempre para que no lo olvide yo ni nadie.
Aprieto los puños porque ahora sé que nadie me arrebató la voz de las manos y mis armas de
grafito, pincel o lienzo encuentran tu nombre, tu esencia libertaria. Puedo gritar consignas y
verdades para alfabetizar consciencias nuevas con imágenes donde vean salir el sol y aprendan
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¿Dónde lo escondes tú?
Ly Colz
donde encontrarlo para ver el otro amanecer. Sanar de a poco la antipatía con trazos de poeta que
hará perenne la búsqueda de paz. La alegoría no recortará la búsqueda, solo inmortalizará la
necesidad de continuarla. Que tu causa no quede en fusiles, sino en patria para que el fuego dé
estética a la igualdad.
Lo sé, Jorge, mi medio no para el ruido, pero crea eco que se escuchará más allá.
- Ven
- ¿A dónde vamos?
- A pintar Jorges para que todos los recuerden.
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