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www.buscandotusimpatia.bligoo.cl EL MENSAJE “Si ayudo a una sola persona a tener esperanza, no habré vivido en vano.” Martin Luther King Adriana, Esteban y yo, la amamos profundamente. Sin embargo, hace más de diez años, sabemos que su muerte puede suscitar una cierta sensación de caos y desolación, algo más o menos parecido a lo que esperábamos encontrar. Veo difícil que alguien más entienda el significado profundo que tiene la existencia de alguien como ella: que la tierra dé sus frutos se debe a su palabra, que las estaciones se ordenen tiene que ver con su deseo y que el corazón de cada hombre permanezca cálido es obra de su amor. ¿Cómo es posible que el mundo brille de esta manera? Es realmente triste amar tanto a alguien cuya existencia no es más que un error. Nunca lo lamentaremos lo suficiente. Nunca. Adriana, el escudo. Esteban, la espada. Yo, el testigo de la historia de tres enviados que deben recuperar la fe en su misión. Pero cuesta trabajo, en estos casos pareciera no importar la superioridad de nuestra estirpe. Debemos matar Leonor Almíbar, a quien tanto amamos. Hace años, cuando Esteban y yo, jóvenes aún, llegamos a Leonor, su mirada nos atravesó como un rayo. Como debe sentirse un universo entero sobre los hombros, así sentimos sobre nosotros la profunda lástima que nos tenía: no le éramos necesarios. Era la visión aterradora de una persona feliz. Nadie te prepara para estos encuentros, nadie. Nos dio nombres, nos enseñó sus palabras, nos llenó de dones y atenciones: nos regaló parte de su felicidad. ¿Qué habíamos sido antes de conocerla? Ahora, ya viejos, todavía conservamos esa luz que traíamos para la humanidad, luz cuyo brillo es imperceptible cuando estamos ante la presencia Leonor Almíbar, la mujer que más amamos en este mundo. Años después, buscándonos, llegó Adriana. Nos costó darle explicaciones, no podíamos encontrar las palabras para hacerle entender que, en el fondo, ahí no nos necesitaban. También trajo consigo su luz, pero al poco tiempo ya tuvo un nuevo nombre, y dejamos de ver su brillo. Sólo en ciertas ocasiones, después de largas conversaciones en que los tres terminábamos lamentándonos de nuestra patente inutilidad, la luz de Adriana podía percibirse. Pero bastaba que llegara Leonor y besara tiernamente a Adriana al momento de darle las buenas noches, para que toda duda se disipara, al menos hasta el año siguiente, y luego sólo hasta el mes siguiente, y luego la semana siguiente… Sí, fue gracias a la persistencia de Adriana que comprendimos que aún teníamos una posibilidad de brillar en medio de tanta luz. El oscuro corazón de Adriana tiene habitaciones en las que Leonor no puede entrar. Y Esteban, por su parte, es el único que ha llegado a ser digno del odio de Adriana. Desde lo más profundo del corazón de Adriana, Esteban podría lanzar su golpe mortal. ¿Pero por qué ella lo odia? La respuesta, desde la www.buscandotusimpatia.bligoo.cl www.buscandotusimpatia.bligoo.cl perspectiva correcta, es simple: porque nuestra misión debe ser cumplida, porque no hemos nacido en vano. A mí, Adriana me ama. Me ama con simpleza, sin dolor y sin tragedia, y es todo lo que necesito. No moveré un dedo para cambiar este mundo. - ¿Han venido a matarme? – dijo Leonor. Sí, perdóneme – dijo Adriana, sin intentar ocultar sus lágrimas. Esteban, oculto en esa oscuridad, era el único capaz de sostener ese puñal. Adriana era su apoyo: mientras ella lo odiara, la perfección del mundo era casi irrelevante; un mundo mejor era posible, un mundo más allá de Leonor, un mundo sin el odio de Adriana. Yo, por mi parte, nunca entendí esos sentimientos. - Tienes que morir – dijo Esteban –. Hace ya muchos años, llegamos con un mensaje para ti. Lamentablemente, Leonor Almíbar, de alguna manera, tú ya habías llegado a ser perfecta, no tenías nada que esperar, ni de nosotros ni de nadie. Sé que en ese momento debí proteger a Leonor. Sin embargo, soy alguien de temer, alguien que juega con las perspectivas para no ensuciarse nunca las manos. - La herida no fue mortal – dije. Por fin, después de quizá cuántos años, el dolor brilló en los ojos de Leonor y, mirándonos unos a otros, no pudimos evitar sonreír, mientras nuestras mentes, hasta entonces un poco confusas, recobraban su claridad. - Teníamos razón. Es hora de empacar. ¿Voy a morir? – dijo Leonor. No, tranquila – dijo Adriana, y miró a Esteban con satisfacción. Me duele mucho, voy a morir – repitió Leonor. No temas, no vas a morir – dijimos casi al unísono. La satisfacción que se siente al dar una palabra de aliento a quien lo necesita, confirma la importancia de nuestra misión. Leonor Almíbar, a quien tanto amábamos, sabía ahora que llegaría un momento en que no tendría que sufrir. Y nosotros se lo habíamos hecho saber. Esteban sonreía, había cumplido su misión. Adriana ya no lo odiaba, la forma en que lo miraba ahora se lo decía. ¿Extrañaríamos a Leonor? ¿Moriría pronto? ¿Nos importaba? ¿Éramos felices? Por supuesto que no lo éramos, pero a cambio teníamos la seguridad de que nadie más lo era. Y nadie debería serlo mientras no llegue ese mañana, donde todo será mejor. Porque siempre puede ser mejor, todo puede ser mejor. (FIN) www.buscandotusimpatia.bligoo.cl