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MINI HIGGS
Mi abuelo, un hombre mayor, de unos 90 años, era para mí, mi referencia, ese alguien
al que todos queremos imitar o simplemente queremos seguir sus pasos para finalmente
conseguir hallar nuestro propio destino.
Cuando visitaba su casa, sentada en su regazo, oía durante horas todas aquellas
anécdotas que contaba con todo detalle, con aquella mirada llena de júbilo y ternura, hasta
que finalmente ambos quedábamos rendidos. Muchas de estas venían y días más tarde eran
olvidadas por mi hermano y por mí; pero, de vez en cuando, había alguna que permanecía
dentro de nuestras mentes durante un tiempo y que luego, viajaban a nuestros corazones y
nos enseñaban que debíamos querernos. Una de esas historias era la de su sueño de ser
científico, deseo que se había hecho realidad y siempre llevaba en su interior; mientras, con
una mezcla de orgullo y humildad, nos contaba cómo había logrado aquel sueño que, en
aquella época, parecía inalcanzable.
Muchas veces hablaba en ese lenguaje que solo los adultos más mayores saben
entender y, finalmente, siempre con mucho cariño, añadía al ver mi cara de asombro ante la
belleza de aquellas palabras incomprensibles: “sigue siendo tal y como eres y llegarás a ser…
quien sabe, a lo mejor una Mini Higgs o algo así” y reía durante un rato de tal manera, que yo,
en sus rodillas, me balanceaba suavemente.
Guardar aquellas palabras en el corazón a la vez de en la mente, es algo muy
complicado, pues cuando decides abrir la puerta de uno, la del otro lo hace con aun más
velocidad y al final lo único que te queda es meterlo en una caja fuerte anti-óxido y anti-olvido
y esperar a que no se abra durante el suficiente tiempo. Pero al final, se quiera o no, todo se
acaba yendo o por lo menos emborronando. Porque yo crecí y crecí, y de repente un día, me
acordé de la caja, la abrí y comprobé satisfecha que había seguido los consejos de mi abuelo y
me había convertido en Mini yo.
Si ahora os cuento esto, mis queridos nietos, no es para que lo olvidéis en 5 minutos,
recordadlo, guardadlo en vuestro corazón y algún día, como quien sube al polvoriento desván,
lo encontraréis. Y en aquel momento alguno dirá “si no sabes dónde buscar tu propio destino,
mira dentro de ti, como decía la abuela”, y eso es verdad. Pues al menos en mí aún resuena lo
de Mini Higgs.