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Jesús nos ha descubierto que somos hijos de Dios. Nos lo ha descubierto con sus palabras y con su vida vivida por amor a todos sus hermanos (Gal 4,6). Desde el mismo momento de su nacimiento nos revela que Dios se ha hecho uno de tantos para bendecirnos (Nm 6,23), para hacernos bienaventurados, para hacer buena la historia humana. María, su madre, guardaba este misterio en su corazón (Lc 2,19). Una buena invitación para todos los creyentes. Dios Padre y amigo, bendito seas por esta mañana y por este Año Nuevo, promesa de vida y de renovación. Dios todo ternura, bendito seas por el corazón de cada hombre y por las manos que, al sol de esta mañana, se abren en señal de paz. Dios y Padre de Jesucristo, bendito seas por el regalo de tu Hijo, porque abrazaste nuestra carne, y porque, en Jesús, has querido hacer divino todo lo humano. Bendito seas Padre y Señor, por este año nuevo que nos regalas lleno de días, de expectativas y de esperanzas… Un año nuevo para que viviendo los valores del evangelio luchemos por construir el mundo que tú llamas Reino: el reino de la paz y la comprensión, el reino de la paz, la justicia y la tolerancia, el reino de la paz, la verdad, la esperanza, el perdón y la alegría… Bendito seas Padre y Señor, por Santa María, tu Madre y nuestra madre… Que aprendamos de ella el arte de vivir a la escucha para interpretar las ocultas lecciones de la vida. Que aprendamos a valorar lo pequeño para hallar la verdadera grandeza de cuanto sucede. Que aprendamos de Santa María a guardar lo vivido en el corazón, a encontrar el sentido de una lágrima oculta y el sinsentido del llanto de un niño. Y bendice, una vez más, Padre, el amor que tú mismo has puesto en nuestros corazones para que en este nuevo año podamos cantar tu gloria, con la alegría de los que se sienten hermanos. Quédate con nosotros, Emmanuel, y regálanos tu paz, una paz que dure por los siglos y de los siglos. Amén.
