Download PREMIOS DEMAC

Document related concepts
no text concepts found
Transcript
año 13, no. 42. Invierno 2011
Premios Demac
2009-2010
Para mujeres que se atreven a contar su historia®
de revolución, libertad e independencia personales
Directorio
Amparo Espinosa Rugarcía
Directora
Graciela Enríquez Enríquez
Coordinadora editorial
Amaranta Medina Méndez
Araceli Morales Flores
María Suárez de Fenollosa
Ángeles Suárez del Solar
Colaboradoras
Blanca Delgado Ocampo
Secretaria
Retorno Tassier
Arte y Diseño
Impreso en Nea Diseño
Dr. Durán No. 4 Desp. 118, Doctores
Cuauhtémoc 06720 México, D.F.
DEMAC Para mujeres que se
atreven a contar su historia,
es el órgano de expresión y difusión de
Documentación y Estudios de Mujeres, A.C.
Publicación trimestral. Año 13, Núm. 42
Fecha de impresión: enero de 2012
con un tiraje de 2,000 ejemplares.
Certificados de licitud de título y contenido:
números 12493 y 10064 otorgados por la
Secretaría de Gobernación.
Certificado de reserva:
número 04-2011-092217035900-102
Recibimos la correspondencia en:
José de Teresa No. 253, Tlacopac, San Ángel
Álvaro Obregón 01040 México, D.F.
Tel. 5663 3745 Fax 5662 5208
Correo electrónico: [email protected]
Internet: www.demac.org.mx
Derechos reservados. Se prohíbe la
reproducción total o parcial por cualquier
sistema o método, incluyendo electrónico
o magnético, sin previa autorización
del editor.
5 Ceremonia de la entrega de los
PREMIOS DEMAC 2009-2010
Para mujeres que se atreven a contar su historia®
de revolución, libertad e independencia personales
Amparo Espinosa Rugarcía
7 La abuela de los baños
Josefina Gutiérrez Martínez
11 Auandarhu anapu (Del cielo)
Morelia Peña Belmonte
17 Testimonios de mujeres
mexicanas 2011 Tomo uno
Jorge Alberto Gudiño Hernández
23 Testimonios de mujeres
mexicanas 2011. Tomo dos
Elvira Hernández Carballido
29 El Cuadro
Mónica Guerra Gutiérrez
Editorial
L
es deseo, fieles lectoras, lo mejor para el 2012.
Que todos sus deseos se les cumplan —siempre y cuando sean buenos para ustedes.
Mi editorial en esta ocasión es muy breve.
No quiero repetir lo que leerán de manera más completa en las páginas siguientes. El
primer texto es mío y en él hablo del tema de este boletín, los Premios demac 2009-2010.
Los textos que nos enviaron a concurso en esta ocasión me resultaron fascinantes.
Fascinantes porque me atraparon. Porque, como siempre ocurre con los textos de los
concursos, me divirtieron y me conmovieron. Pero en esta ocasión me di cuenta de que los escritos
de los Premios demac me fascinan, sobre todo, porque me abren la puerta a vidas y a estilos de
vida que no conocía.
Nuestras vidas transcurren dentro de un espacio determinado. Llegamos
a creer que la definición de lo que es vida remite necesariamente a ese espacio.
Sabemos, aunque no tengamos conciencia de ello, que esto no es verdad.
Pero no es sino hasta que nos atrevemos a mirar desde dentro otras
vidas y otras maneras de ser, cuando nos vemos obligadas a aceptar
que nuestra manera de vivir no es sino una entre decenas de miles
de vidas y no es ni la mejor ni la más humana. Entonces podemos
empezar a practicar la humildad, que es una de las más grandes
virtudes.
Amparo Espinosa Rugarcía
Fundadora y Directora demac
4
Casa Lamm
Jueves 20 de octubre de 2011
Ceremonia de la entrega de los
PREMIOS DEMAC 2009-2010
Para mujeres que se atreven a contar su historia®
de revolución, libertad e independencia personales
Amparo Espinosa Rugarcía
B
uenas noches a todos y a todas. Gracias por acompañarnos en esta noche a celebrar, a
homenajear a nuestras dos ganadoras y a todas nuestras menciones. Hace muchos años que
tenemos estos premios, ya más de dos décadas, unos veinticinco años. Yo creo que los textos
ganadores de este año son de los mejores que hemos recibido, son trabajos excepcionales. Muchas
gracias y felicidades.
Ahora presentaré a las personas que estamos en esta mesa: la doctora Elvira Hernández
Carballido, que nos hará una reseña de las menciones; Morelia Peña Belmonte y Josefina Gutiérrez
Martínez, que son nuestras ganadoras; y Jorge Alberto Gudiño, que también nos va a presentar
otros de los libros de menciones, nos han preparado un texto que seguramente será buenísimo.
Nosotros tenemos unas premisas. En demac estamos convencidas de que la escritura sana;
sana emocionalmente y, a veces, también sana físicamente. Otra de nuestras premisas es que
escribir es un derecho. Los gobiernos gastan muchísimo dinero en que los ciudadanos aprendamos
a escribir, y realmente usamos muy poco de la escritura y yo creo que es una herramienta, que
es sanadora, pero aparte sirve para transmitir ideas, para afirmarlas, para que sepamos lo que
realmente somos y pensamos. En demac tenemos este programa para apropiarnos de la escritura
a través de contar nuestra propia historia. Esto es lo que estamos ahora manejando, porque
debo decir que no empezamos así. demac cuando inició hace alrededor de veintitantos años,
comenzó con otras ideas, sí de promocionar y de apoyar a las mujeres mexicanas, pero a través de
microcréditos, microfinanciamiento. Curiosamente, ese proyecto, que es el que yo pensé que iba
a ser el más taquillero, el más exitoso, fue perdiendo importancia, misma que ganó este proyecto
el de los premios, concursos para mujeres que escriben y, más recientemente, el de talleres para
mujeres que se atreven a escribir. Fue como una necesidad sentida, aunque no fue esa la idea
original, pero está resultando, a mí me parece, realmente muy exitosa. Hemos recibido alrededor
de tres mil trabajos en los años que llevamos de trabajar, y publicado cerca de doscientas historias.
5
6
Y ahora, con el arribo del libro virtual podremos
publicar muchos, muchos, libros más.
Nuestros libros se venden muchísimo.
Recientemente, nos pidieron un título que
están usando como libro de texto en escuelas
de tanatología. Han sabido encontrar su
mercado. Al principio, muchos decían: “No va
a funcionar, sólo se venden los libros de autoras
consagradas”; pero parece ser que no está
resultando así, realmente están encontrando
mercado, se están vendiendo, hemos hecho
separatas, segundas y terceras ediciones.
Tenemos otro proyecto, el de literatura
carcelaria, y ese proyecto también ha resultado
muy exitoso. Tenemos varios volúmenes
escritos por mujeres en reclusión que suscitan
la curiosidad y estimulan la reflexión: ojalá y
algún día los lean.
Amparo Espinosa Rugarcía dirige actualmente Documentación y Estudios de Mujeres, A.C.
(demac). Es presidenta de la Fundación Espinosa Rugarcía (Esru), y miembro del Comité
Directivo del Centro de Estudios Espinosa Yglesias (ceey).
Entre sus publicaciones se encuentran: La Leyenda de Ameyhale. La princesa que le robó la
escritura al dios del viento (demac 2012); Dios Padre, ya no creo en ti (Jus, 2011); Secretos, leyendas y
susurros: rituales para mujeres que se atreven a apropiarse de la escritura, conjuntamente con Ethel
Kolteniuk Krauze (demac, 2007); Dulce asalto al poder: perfil político de las nuevas primeras damas
(Edamex, 2003); Shikoku: peregrinaje de la madurez a la vejez (Porrúa, 2002); Última llamada al
heroísmo (Edamex, 2000); Talladoras de Montaña (Diana, 1997); Manual de supervivencia para la
mujer (Diana, 1992); Palabras de mujer (Diana, 1989); Había una vez mi familia (Siglo XXI, 1981) y
Pensamiento contemporáneo en México (Porrúa, 1974).
Es licenciada en Administración de Empresas y maestra y doctora en Desarrollo Humano
por la Universidad Iberoamericana (uia). Tiene estudios en teología por la misma universidad
y es doctora en Psicoanálisis por el Instituto Mexicano de Psicoanálisis, A.C. (impac).
La abuela de los baños
Josefina Gutiérrez Martínez
M
uy buenas tardes a todos y a todas. Ya que me soltaron el micrófono, ahora para que lo
suelte va a estar medio cabrón. La verdad es que me siento muy nerviosa, quisiera quitarme
la capa y luego volvérmela a poner, y a ver qué más hago, porque no estoy acostumbrada a estos
trotes. La verdad es que me siento muy contenta, muy satisfecha con la vida, muy agradecida con
Dios, porque después de haberme dado la oportunidad de vivir tantas y tan bonitas experiencias,
todavía me da la satisfacción tan grande de ser ganadora, de que se haya publicado un libro con
mis vivencias; eso para mí es algo maravilloso, una satisfacción interna, espiritual, muy grande.
Al estarlo escribiendo, me sentí menos víctima. No crean que así, totalmente iluminada y
qué perdonadora, no. Eso no es cierto. Lo intento día con día, pero sí me siento menos víctima.
Ahora sé que en todo lo que he vivido yo he tenido el setenta y cinco por ciento de
responsabilidad; no el cincuenta, el setenta y cinco, porque para que haya un abusador, debe
de haber un pendejo que se deje. Eso me hace recapacitar y verme como un ser humano con la
autoestima muy baja, porque así la tenía y, de vez en cuando, me llega todavía. No vine aquí a
decirles mentiras, vengo a decirles verdades. Y todavía, de vez en cuando, me llega, pero, entonces,
cuando me llegan esas rachitas, así de “no lo merezco”, digo: “¿Cómo chingaos no? Requete lo
merezco si me la he partido bien y bonito, ¿cómo que no lo voy a merecer?”, y entonces me siento
mucho mejor, me siento más tranquila, aceptando mi vida de la mejor manera. A lo mejor no hago
lo que quiero hacer, pero he aprendido con mucho esfuerzo a querer lo que hago, y eso para mí es
lo más maravilloso: hacerlo con amor, también por necesidad, pero entre el amor y la necesidad,
ahí se van dando un quién vive.
Hoy en la mañana pensaba: ¿qué les voy a decir a estas gentes si ellas sí que saben? Y luego
pensé: pues yo también sé, y si no, pues tengo que aprender. ¿Qué chingaos tiene un micrófono?,
no se ha comido a nadie ¿verdad? Y, pues, ya quítenmelo porque me sigo.
Muchas gracias a todos ustedes, gracias a Dios, gracias a la vida, gracias a mi familia,
gracias a mis hijos que me han dado la oportunidad de sentirme útil, porque eso para mí es bien
importante; que mis hijos me hayan permitido servirles de la manera que pude. No fui la mejor
madre, no fui la madre que ellos necesitaban, pero fui su madre y ni pedo.
7
8
Déjenme les digo por qué mi historia se
llama La abuela de los baños: porque yo trabajaba
en los baños de un bar gay, cuidaba los baños
de los jotos, los de las lesbianas no porque son
muy tacañas, ésas no dan propina. Por eso
se llama así, porque para ellos sigo siendo su
abuela.
Aquí está mi hijo, uno de mis amores
más grandes.
Josefina Gutiérrez Martínez.
Fecha de nacimiento: 24 de febrero de 1949.
Lugar de nacimiento: Monterrey, N. L.
Estudios: carrera comercial.
Oficio: florista decoradora.
Empleos varios: cocinera, vendedora ambulante de artículos
domésticos, sirvienta, vendedora ambulante de flores,
mesera y cajera.
Aspiraciones a los 20 años: tener casa propia y una familia
lo más normal que se pudiera (aquí entre nos, nunca lo
logré).
Sueños guajiros a los 30: ser propietaria de una florería y
tener la pareja ideal (juro no volver a soñarlo).
Aspiraciones a los 65: tener casa propia y ya sin el príncipe
azul.
Pasatiempo favorito desde que tengo uso de razón:
escribir versos, calaveras y un diario de mi vida.
Lugares donde he vivido: Monterrey, N. L.; Cd. Delicias,
Chih.; Cd. Acuña, Coah.; Aguascalientes, Ags.; Los Mochis,
Sin.; León, Gto.; Cd. Juárez, Chih.; Jalapa, Ver.; etcétera.
Obra inédita: poemas y versos.
9
10
Auandarhu anapu (Del cielo)
Morelia Peña Belmonte
B
uenas tardes. Indudablemente el trabajo que hizo Josefina es una cosa maravillosa. Me
gustaron mucho los trabajos de otras personas que tienen mención honorífica, algunos muy
bien documentados dentro del contexto, otros con muy buena corrección de estilo, y otros con
historias extraordinarias. De hecho, todos con historias maravillosas, así que, por ese lado, soy
afortunada, porque soy la que ahora está de este lado. Eso no quiere decir que los demás trabajos
no hayan sido buenos, porque todos lo fueron. Me siento más bien privilegiada porque se fijaron
en mi locura de treinta y tantas cuartillas nada más.
Por otro lado, a mí me dijeron que viniera a decirles algo sobre mi experiencia de escribir,
y como en mi casa no me dejan hablar, tengo que encontrar un lugar donde desahogar las
frustraciones, así es que se van a tener que aguantar un ratito.
Para mí, escribir mi autobiografía fue algo catártico, muy liberador, y me ayudó a darle
una dimensión diferente al recuerdo que tenía de mi historia. Me ayudó a valorar las cosas de una
manera más realista, pero también a darme cuenta de que las etapas de mi vida y todas las cosas
que sucedieron y dejaron de suceder pasaron por algo. Si no hubieran ocurrido no sería hoy la
mujer que soy; y eso es algo valiosísimo que rescaté de esta oportunidad que se me dio.
Jamás pensé que se publicara mi texto, porque era secreto de Estado y solamente lo hice
como terapia. Cuando me dijeron que lo iban a publicar, pensé: “Ahora sí, que todo México se
entere”. Después de ser secretos tan guardados en las casas y en las familias pensé que... a lo mejor
sería bueno regalarle a mi mamá, a mi papá, a la nana y a toda esa gente el libro con un moñito el
día de Navidad, cuando todo mundo se reúne muy sonriente, con los secretos ocultos en el sótano.
Pero, para evitar que se enfermaran y después me tocara a mí pagar el hospital, preferí no hacerlo.
Mi familia no vino el día de hoy. Yo quería que los vieran para que le pusieran rostro a cada
personaje, pero el día de mañana se titula la hija que tuve a los dieciséis años. Es arquitecta, como
su papá; así que el papá se tuvo que quedar a ayudarle a terminar las diapositivas.
Ha sido muy bueno Dios conmigo. Y para quienes me han preguntado por qué mi texto
se llama Auandarhu anapu, les diré que soy de la meseta purépecha, soy huare, de un lugar que se
llama Huáncito, de la cañada de los Once Pueblos, en Michoacán. Auandarhu anapu quiere decir
“Del cielo” o “Caído del cielo”, dependiendo de las regiones dónde se haga la traducción, porque
tenemos diferentes interpretaciones. Le puse así porque en todas las etapas de la historia de mi
vida estuve recibiendo ayuda del cielo, de diferentes maneras. Dios siempre envió ángeles al
11
12
lugar donde yo estaba, para levantarme
cuando me caía, a sacudirme el polvo y seguir
caminando. En todas las etapas de mi vida
hubo gente buena que me ayudó, y que influyó
para que mis hijos pudieran crecer, para que yo
siguiera estudiando y todas las historias que
ahí les cuento.
Quiero agradecer mucho a demac la
oportunidad de que México se enterara y de
que mi mamá casi se muriera del susto. Fue un
placer saludarlos. Gracias.
Amparo Espinosa Rugarcía invita a Morelia
que nos cuente algo de su vida, porque muchas
personas todavía no han leído el libro. Josefina
ya dijo por qué es La abuela de los baños, ahora
Morelia platicará algunos fragmentos que ella
quiera contarnos.
Creo que no soy muy entonada, pero me costaría
menos trabajo cantar que platicarles esto. Hay
fragmentos de mi vida con los que, seguramente,
muchas mujeres se han identificado. El otro día
se descompuso la camioneta de una amiga, y
mientras esperábamos le regalé mi libro a la
esposa del mecánico. Cuando terminó de leerlo,
porque estuvimos ahí como dos horas o más,
me dijo: “Estaba pensando en divorciarme,
creyendo que era la mujer que había tenido la
historia más desastrosa, y que mi vida había
sido lo peor, pero acabo de leer tu libro y ¿qué
crees? Me di cuenta de que no estoy tan mal,
que mi vida es bella”.
En pocas palabras, mi vida se traduce
en bien poquitas etapas, porque de los cero a
los doce años, no tuve memoria, se bloqueó la
parte que tenía que bloquear para defenderme
y para seguir estando. De los doce a los catorce
años y cacho, la pasé peleándome con mi mamá,
porque el único recuerdo que tenía era: eres
una estúpida y no sirves para nada, estúpida,
estúpida. Llegó el momento en que yo decía:
“¿Para qué me reclamas o para qué me encargas
cosas, si al cabo soy estúpida?“ Y, si algo tiraba,
pues qué tiene, al cabo tengo más. Me casé a los
quince años, fue como pensar en salir de casa,
“para que se le quite a mi mamá”, y después, a
quien se le andaba quitando fue a mí.
Tuve mi primera hija a los dieciséis
años; lloraba ella y lloraba yo. No sabía qué
hacerle, y seguramente ella tenía muy clara
la premonición de que estaba en manos muy
inexpertas y por eso era su llanto. Desde luego,
cuando la fabriqué, fue con toda inconsciencia,
pero con mucho disfrute y mucho amor, en una
cama desvencijada.
La familia donde nací —hay cosas
muy rescatables— es de profesionistas y gente
muy sobresaliente. Mi papá fue varias veces
secretario de Estado en Michoacán, gente muy
ocupada. Y los papás siempre hacemos las
cosas… tratando de darles una vida mejor a
nuestros hijos. Ellos trabajaban mucho para eso,
y la vida mejor fue que yo y mis otros cuatro
hermanos fuimos víctimas de abuso sexual,
físico y psicológico de una nana que teníamos
de planta y por la gente que ella llevaba a casa.
Por eso bloqueé gran parte de mi historia,
y después salí inmediatamente para buscar
una vida mejor. Y mejoró en cuanto me fui a
vivir con mi marido. Él y yo éramos, además,
compañeros desde la primaria y vecinos de la
cuadra; todos los días, por lo menos de lejos,
nos veíamos. En prepa nos casamos y seguimos
siendo compañeros. Vamos a cumplir, en este
diciembre, veinticuatro años de casados. Cada
año lo obligo a que me regale algo, porque me
lo merezco.
Los papás pensamos que para darles
una vida mejor a nuestros hijos tenemos
que llevarles dinero; y si bien es cierto que el
dinero se ocupa para comer, tendríamos que
buscar un equilibrio. Nos cuesta trabajo, sobre
todo en esta época tan yoica y egoísta, en la
que usamos como pretexto a los hijos, cuando
en realidad lo que queremos es evadirnos de
nuestras responsabilidades. Vivimos corriendo
y corriendo, y tan aprisa, tan aprisa, que en
realidad ni sabemos hacia dónde vamos. Como
dice el libro de El principito, la gente corre y
corre, y no sabe adónde va.
Cuando tuvimos a nuestra primera hija,
no teníamos ni qué comer. Vivíamos en una
casa que me prestó mi suegra; y mis papás
no quisieron saber nada de mí porque me
había apestado. ¿Cómo se me ocurrió a los
quince años salirme de la casa? Vivíamos en la
planta alta de la casa y la baja la rentábamos a
estudiantes. Si a ellos no les llegaba lo que los
papás les mandaban para sus gastos, pues no
comíamos.
Cuando nació Judith, mi esposo dijo:
“Pues, entonces, alguien tiene que dejar de
estudiar para que mantenga la casa y, cuando
ése termine su carrera, deja que estudie el otro”.
Entonces le contesté: “Pues, si quieres, déjalo
tú”. “No, mejor deja tú”, alegó. Entonces decidí:
“Pues, entonces, ninguno de los dos lo deja”.
Seguimos estudiando. Es arquitecto ahora. Él
iba en un turno a la escuela, y yo al otro; el que
se quedaba, tenía que cuidar a la niña. Tengo
muy clara la imagen de cuando vivíamos en la
planta alta, y mi marido, a las doce o una de la
tarde, desde una ventana que daba hacia la calle,
estaba con la niña en la ventana, esperando el
relevo.
Después de la más grande, tuve otro
hijo, se llama Héctor, igual que su papá. Tiene
diecinueve años y está estudiando comercio
internacional y relaciones… una cochinada
de ésas que no sirven para nada, menos
para la gente que no tenemos dinero ni qué
exportar, pero eso le gusta. Y tengo una hija más
pequeña, Yunuen, que es la que se parece más
a mí, a la que he dejado más ser, porque con
mi hija mayor fui muy castrante, muy exigente,
me preocupaba mucho. Para mí era: no tuve
papás y yo tengo que ser mamá, y de tiempo
completo y con toda conciencia. Entonces fui
muy exigente con mi hija mayor, y a la más
chica, más bien tengo que jalarle el cordón. Sé
que es mi responsabilidad y que, mientras siga
conmigo y siga siendo mi hija, tendré que irle
enseñando el caminito amarillo: y no te salgas
de ahí para evitarte problemas y evitármelos a
mí. No quiero cuidar nietos tan pronto.
Económicamente tuvimos una vida difícil,
pero algo que quiero compartirles es el recuerdo
de una compañera de la preparatoria cuando yo
estaba embarazada de mi primera hija. Como
13
14
no teníamos dinero para la bata de maternidad,
mi marido empezó a cortarles y meterles un
triangulito de tela a los pantalones que yo usaba
cuando era delgada, para hacerlos crecer y que
así pudiera seguir saliendo a la calle. Entonces
mi compañera, con lo de su mesada, me llevó
a La Parisina a comprar un metro de tela, y su
mamá me hizo un costal, literalmente, y esa fue
mi bata de maternidad. Es algo que llevo en el
corazón, que no se paga con nada. Como ella,
hubo más gente que siempre llegó, que siempre
estuvo, para que tuviéramos con qué seguir
adelante. Por eso digo que Dios siempre estuvo
en todas las etapas, que las cosas hubieran sido
peores si no hubiera estado.
Estando embarazada, me daba más
hambre, porque tenía que comer por dos, y
no teníamos. En la casa de los vecinos había
un árbol de limón y le cortábamos hojas y nos
hacíamos té; y si teníamos más hambre, pues
tomábamos más té. Si había para el camión,
tomábamos camión, pero si no, había que
recorrer los dos kilómetros a los que quedaba
la Facultad de Derecho o la preparatoria San
Nicolás de Hidalgo, que es donde estudié.
Cuando fabriqué a mi segundo hijo,
me fui a comprar muchas batas de maternidad
porque ya tenía con qué comprármelas, y
aunque no se me notaba la panza, yo tenía mis
batas. Además, comía como marrana; lo difícil
fue a la hora de parirlo.
Hemos tratado de ser padres con toda
conciencia, de dedicarles todo el tiempo del
mundo, tratando de estar verdaderamente con
calidad.
Actualmente me dedico a dar talleres de
equidad de género, soy consultora certificada
por el Instituto Nacional de la Mujer, junto con
mi hermana. Ella, que también fue abusada
sexualmente, igual que nosotros, a los tres o
cuatro años, más o menos, se cortó la vagina
con un cuchillo. Me acuerdo que la llevamos al
hospital y ella no quería salir de él. Seguramente
se sentía más protegida con gente desconocida
que con la familia o con la gente que vivíamos. Y
así como ella, mis otros hermanos… Tuvo varios
intentos de suicidio, pero ella es licenciada en
Filosofía y tiene una preciosa familia; fundó
una asociación civil que se llama Mujeres por
la democracia genérica. Las dos somos muy
sumisas, abnegadas y sujetas a nuestro marido,
aunque únicamente en el rubro de dejarnos
mantener. En esa asociación civil trabajan otras
mujeres que, al igual que yo, se han enamorado
del proyecto. Les compartimos a otras mujeres
que podemos estar bien, y equilibrar nuestra
vida sin perder el sentido y la responsabilidad
que tenemos como madres educadoras. A
veces pensamos que la liberación femenina o la
equidad de género es: todo contra ellos, subirles
el pie y somos iguales, y nos olvidamos de lo
que nos toca. Eso es lo que ha deteriorado a la
sociedad en la actualidad, porque si no tienes
familia, pues tampoco hay sociedad, y por eso
tenemos niños sicarios de nueve años.
Me dedico a dar talleres de Perspectiva
de género, generalmente en zonas marginadas
y con más alto índice de violencia. Hago
diagnósticos municipales y con perspectivas
de género, también allí, en Michoacán, para
el Inmujeres directamente o el Indesol. Soy
licenciada en Derecho, maestra y doctora en
Educación y estoy terminando mi doctorado
en Derecho. Soy catedrática de la Facultad
de Derecho de la Universidad Michoacana;
coordinadora del Sistema a Distancia y
de los campus que tenemos de la Facultad
de Derecho. Todas esas cosas las he logrado
creyendo; creyendo que no soy estúpida,
que puedo hacer las cosas y que, además,
soy fregonsísima; nada más faltaba que yo
me lo creyera. En todas las vidas se abre una
bifurcación donde pasan cosas y cada quien
determina hacia dónde quiere ir. Regodearse en
su dolor y estarse consolando: “¡pobrecita de
mí, qué triste vida!”, o decir: “Pues no es cierto,
me caigo, me levanto, me sacudo el polvo”.
Me he dado cuenta de que soy una mujer muy
valiente y muy valiosa. Así ha sido, más o
menos, la historia de la vida. Gracias.
15
Nací en la bella ciudad de las canteras rosas, Morelia,
en Michoacán de Ocampo. Aquí he vivido siempre y,
aunque conozco otras ciudades, sé que éste es mi lugar.
Pese a los lamentables actos de inseguridad a que estamos
expuestos, sigue siendo bella, sigue siendo mi ciudad.
Soy madre de tres hermosos hijos: Judith, Héctor y
Yunuen, que son la luz de mi vida.
Soy licenciada en Derecho, realicé una maestría
en Ciencias de la Educación con especialidad en
Administración Educativa y actualmente curso un
doctorado. Tengo diversos diplomados en filosofía,
sociología de la educación y corrientes pedagógicas.
Desde hace nueve años soy catedrática de la Facultad de
Derecho de la Universidad Michoacana de San Nicolás de
Hidalgo, actividad sumamente gratificante.
Soy tallerista en la asociación civil Mujeres por
la Democracia Genérica, donde abordamos temas de
violencia intrafamiliar, autoestima, derechos humanos,
equidad de género, y trabajamos con mujeres de diversas
localidades del estado, generalmente en zonas marginadas.
Esta actividad es absorbente y requiere de mucha energía,
pero da grandes satisfacciones, sobre todo al final de cada
taller, cuando escuchas a las mujeres decir lo que se llevan:
aprenden a quererse, valorarse y respetarse.
16
Testimonios de mujeres
mexicanas 2011 Tomo uno
Jorge Alberto Gudiño Hernández
B
uenas noches. Hay algo de injusto en que yo hable ahora, ya que
hablaron ellas, pues es poco lo que se puede decir que llame la
atención. Les presentaré el tomo uno de los Testimonios de mujeres
mexicanas, que corresponde a las menciones honoríficas.
Cuando me preguntan a qué me dedico, mi respuesta es muy
extraña y la mayor parte de la gente no me cree, pero mi ejercicio
profesional consiste básicamente en leer. Vivo de leer y, si dijera
cosas un poco más profundas, diría que vivo para leer, y gran parte
de mi tiempo lo dedico sólo a eso. Muchas veces he discutido con
otras personas, que también leen y se dedican a lo mismo, por qué
nos dedicamos a este extrañísimo oficio que es leer. Y hay muchas
posturas, desde los hiperacadémicos que dicen que esperan encontrar
en el lenguaje una cosa maravillosa que está ahí adentro, y que luego
asocian con planteamientos filosóficos muy complejos, hasta los
que son simples, simples, como yo, que leemos porque nos gusta
que nos cuenten historias. En verdad, leo porque hasta ahora no he
encontrado ningún otro medio que me cuente las historias mejor que
la palabra escrita.
Cuando fui invitado a participar leyendo los muchos trabajos
que se presentaron a este concurso, me puse contento. Pensé: voy a
seguir leyendo y dedicándome a lo que me gusta. Luego me empecé
a “conflictuar” un poco, porque el premio que entrega demac es
muy extraño. Lo primero que me dijeron, y a varios de los lectores,
fue: “No se fijen en lo que tradicionalmente se fijan; es decir, en las
técnicas, en el uso del lenguaje, en los narradores. Fíjense en lo más
importante que hay en estos textos: las historias que cuentan. Dije de
inmediato: “De aquí soy; justo a mí me gusta que me cuenten cosas”.
17
18
Al margen de que soy capaz de
identificar algunos de esos elementos técnicos,
lo importante para mí siempre ha sido que una
historia consiga comunicar al grado de que
me permita identificarme con lo que sucede
ahí adentro. Hablar de la identificación en los
libros es un tanto complicado, pero, cuando era
niño, alguna vez fui a ver Karate Kid, y recuerdo
con mucha precisión que, al salir, todos los
niños sentíamos que podíamos ser karatecas
de ese nivel. Y eso lo descubrí muchos años
después, pero es justamente la identificación.
Claro, ésa era una identificación muy sencilla:
uno quería ser mejor, hacer cosas más o menos
maravillosas. La identificación con los textos
que presentan al Premio demac es muchísimo
más complicada, y más para alguien como yo,
ya que es un premio para mujeres. Soy hombre
aún; el aún es importante, me voy a deshacer
de él dentro de poco. Identificarse implica,
simple y sencillamente, ser capaz de ponerse en
los zapatos del otro, así de sencillo, sobre todo
después del componente de la empatía.
Me toca hablar del tomo uno de los
Testimonios de mujeres mexicanas 2011, que
está compuesto de cinco trabajos que son
sumamente diferentes: en extensión, hay
alguno que no llega a las diez cuartillas, y
otro que pasa de la centena; en temática, los
hay muy esperanzadores y otros sumamente
perturbadores; en tratamiento, se nota que
unos fueron escritos por alguien acostumbrado
a escribir y otros que no, que implican más un
ejercicio catártico o de liberación. Y, pese a ello,
pese a esas enormes diferencias, puedo decir,
con absoluta sinceridad, que logré identificarme
con los cinco. De las cinco escritoras de estos
textos, sólo hay aquí dos; de cualquier modo
hablaré de los cinco.
María Antonia Carrillo Couttolenc sí
está y escribió “Reflexiones para iniciar una
nueva vida”, el primero de ellos y el más
largo. Perderse en ese texto es muy sencillo,
porque uno se va metiendo poco a poco en un
mundo que parece conocido, y eso lo hace muy
interesante porque, de pronto, más que María
Antonia, parece que uno va ahí, caminando con
ella. Y se está a gusto ahí; no porque todo lo que
cuenta haya sido grato, sino porque ahora que lo
cuenta, ya pasó ese primer impacto, ese periodo
19
en que las cosas, quizá, no fueron tan buenas.
María Antonia muestra que siempre queda
camino hacia delante, mientras uno esté en la
vida, siempre se puede seguir hacia delante, y
lo hace narrando una vida completita. Es capaz
de reunir la acción y la palabra, y de motivarnos
y replantear lo que estamos haciendo y hacia
dónde queremos ir.
Alejandra Falcón González, que no está,
escribió “Niñez”, y como su nombre lo dice,
trata de la infancia de la autora, pero desde una
perspectiva doble, porque para ella la niñez
no fue algo grato, no fue algo bello, aunque
tampoco muy violento; simplemente no le caía
bien su niñez. Y la perspectiva es doble porque
consigue hacer eso que, los que sí saben de
literatura y de esas cosas, llaman “distorsión”.
Y separó la distorsión de la no distorsión, es
decir, recordó su niñez desde el ahora, desde
el presente, interponiendo una distancia que le
permitió reflexionar acerca de lo vivido y volver
a su niñez, y volver a su niñez implicaba dejar
de ser la que es ahora, adulta, para volver a ser
esa niña. Eso es algo sumamente complicado,
pero probablemente esa complejidad que
consiguió al narrar este texto fue la que le
permitió llegar a la conclusión de que el perdón
es el primer paso para llegar más lejos, y yo
espero, sinceramente, que lo haya logrado.
Mónica Franco Muñoz, que tampoco
está, escribió “Memorias de la médica del pueblo.
Desde el exilio”. Ese texto me llamó la atención
de inmediato porque son las memorias de una
doctora colombiana que vivió la guerrilla, la
guerra del narco, el asunto de los paramilitares,
algo que nosotros no habíamos escuchado. Ella
tuvo que salir de Colombia y vino a México,
pero siendo médico en el límite, no en un
hospital establecido con todos los aparatos, sino
justamente en esas comunidades con guerrilla,
20
con narcotráfico, con grupos paramilitares; y
luego llegó a México, y siguió al límite en este
estilo de ser médico con la intención de ayudar
más que con una intención pragmática, ser
médico en la más pura de sus definiciones.
Alejandra González Martínez, presente,
tituló su texto: “¡Como lagartija!” Y, cuando
se lee el título, uno de inmediato piensa:
“Este texto debe ser un texto jubiloso, como
lagartija, alegre”. Alejandra utilizó el recurso
del diario para contar una de las historias
más estremecedoras que he leído recientemente,
estremecimiento que se vuelve más pronunciado
cuando uno se da cuenta de que en realidad
está leyendo historias verdaderas. Si uno a
veces se puede abandonar a la ficción, siempre
hay algo que resuena y que está diciendo: “Es
ficción, es ficción”. Y cuando uno lee estos
libros, la advertencia de que esta historia está
basada en hechos reales, está presente todo el
tiempo. Y así pasa con el texto de Alejandra.
Hay mucha violencia, casi una estructura de
tragedia que, como buena tragedia, tiene hacia
el final la anagnórisis, esa toma de conciencia
necesaria para que el personaje, nuestra
narradora, llegue a un momento tal en el que
sólo le queden dos alternativas: hundirse o salir
adelante. Evidentemente, fue la segunda, si no,
no estaría aquí.
Por último, el quinto texto es de Laura
Armida López Sánchez, “El amigo que me
cambió”. Y, si lo piensan, también suena como
un asunto positivo. Sólo que el amigo que
cambió a Laura es el cáncer, y en este sentido
el texto funciona como una metáfora muy
bien planteada. Supongo que nadie piensa en
el cáncer como un amigo, salvo que lo haga
desde un momento en el que se dio cuenta
de que aprendió a revalorar la vida gracias
a esa enfermedad. Eso es lo que permite que
esta gran diatriba contra el cáncer —porque
el texto está escrito como un diálogo con la
enfermedad—, funcione a la larga como una
oportunidad, y de ahí la amistad.
Les dije que era hombre, y que era
hombre todavía, aunque en verdad espero
seguirlo siendo. El español siempre ha sido
un idioma machista, pero en los últimos dos
años, en la última revisión de la Gramática de
la Lengua Española, la Real Academia permitió,
que no impuso —porque a veces así es la
Real Academia—, que ahora yo, justo en este
momento en que hay más mujeres que hombres,
pueda decir: “Nosotras estamos aquí”. Antes
tendría que haber dicho nosotros, así fuera yo
el único hombre y todas las demás, mujeres.
Cuando les digo eso a mis alumnos —porque,
además, en mis grupos suele haber más mujeres
que hombres en la carrera—, nosotras estamos
aquí, se ríen un poco también, y mis alumnos
hombres me empiezan a mirar con suspicacia.
Y yo les explico que es un asunto del lenguaje,
que está autorizado y que, en realidad, así
debería ser; es una cuestión democrática. Si hay
más mujeres, entonces el femenino es lo correcto.
La única conclusión a la que puedo
llegar es decir gracias, por supuesto a demac,
pero sobre todo a aquellas mujeres que nos
compartieron sus historias. Cada vez más
nosotros somos nosotras. Gracias.
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Además,
se dedica a la docencia universitaria y a la literatura.
Es conductor de “La tertulia”, revista literaria que se
transmite, desde hace seis años, por Radio Red am
(1110 am) todos los viernes de 21 a 22 horas. Conduce
la sección de análisis literario: Punto y seguimos dentro
del programa “Colección Nocturna” (Radio Red am,
1110 am) y ha escrito textos relacionados con la literatura
para La Jornada Semanal y la revista Rolling Stone México.
En ese mismo tenor, ha participado como colaborador
en “Noticias 22” realizando entrevistas a autores y una
cobertura especial de la FIL Guadalajara en 2007, 2008 y
2009, y ha colaborado para “Entre líneas TV” a partir de
la temporada 2009 (que tuvo 23 emisiones en ese año).
En 2010 publicó “Los trenes nunca van hacia el este”.
Recientemente ha publicado su segunda novela: “Con
amor, tu hija” bajo el sello de Alfaguara, con el que ganó el
Premio Literario Lipp 2011.
21
22
Testimonios de mujeres
mexicanas 2011. Tomo dos
Elvira Hernández Carballido
C
uando a un corazón femenino le da por dictar.
Un libro late en mis manos porque su portada está ilustrada con un corazón dorado, un
corazón que desde la primera página busca refugio en mi propio corazón de mujer que reconoce y
se identifica con otras mujeres mexicanas que se han atrevido a contar su historia porque siguieron
el dictado de su corazón femenino.
Al avanzar en la lectura de cada historia, se puede intuir que más bien hay en su interior un
corazón rojo, como la pasión que las inspiró a escribir sobre sí mismas, pero algunas confesiones
sugieren que más bien se trata de un corazón lúdicamente provocativo que se viste de un amarillo
amanecer, como nuestras esperanzas, que alguna vez se perfuma con aromas de naranja para
tolerar el lado agrio de la vida. Pero en varias oraciones se encuentra un tono amarillento que
aviva el fuego de nuestros santos secretos, un anaranjado pálido que no refleja la fuerza de nuestra
alma, y hasta un dorado intenso que corona nuestros pecados.
Este corazón dorado que ilustra la portada de este libro representa ese tenue resplandor
que ilumina nuestras páginas en blanco para seguirlas llenando de palabras, de nubes, de sueños
o pesadillas, de confesiones y miedos, ideas, sentimientos y confidencias de corazones femeninos
dispuestos a delatarse con toda la lealtad de nuestro ser femeninamente femenino, feminista,
diverso y real.
Este libro de corazón dorado es el tomo dos que reconoce la calidad y la belleza de otros
testimonios de mujeres que confiaron en demac y escribieron sus historias con el simple propósito
de plasmar su corazón femenino y su dictado estricto, latidos que descifran nuestro sentir y sus
palabras, estímulos acorazonados que palpitan para describir un sentir auténticamente de mujeres
de palabras.
Y este libro da asilo a cinco corazones femeninos que inician su desfile vestidos de un
aire dorado, como esta bella portada, para luego ataviarse de arco iris, de colores existentes
e inexistentes, mezclas y combinaciones alocadas, felices, intranquilas, rebeldes e inspiradas.
Las menciones honoríficas en demac aceleran el ritmo de nuestro corazón y permiten que otras
mujeres encuentren, busquen, se topen, se enfrenten a estos espejos que todas buscamos, no para
23
24
reconocernos como las más bonitas, sino como
mujeres mexicanas que compartimos nuestros
testimonios, que nos atrevemos a contar
nuestras historias que, desde el momento en
que pasan a este papel impreso, ya son de todas
nosotras.
Y los primeros latidos que escucho
de este dorado corazón, dividido en cinco,
multiplicado por cinco, duplicado cinco veces,
retratan la historia tan maduramente infantil,
tan ingenuamente madura, tan ancianamente
juvenil que revela un corazón femenino que
gracias a sus “Veinte años”, curiosamente título
del primer testimonio que forma parte de este
libro, tiene ya toda una vida que compartir. Así,
Sandra Ximena Mata Zenteno nos ubica en el
centro de una vida deportiva, donde el amor,
los temores, la confianza y el triunfo laten
llenos de vida. Poemas sensibles, una narración
auténticamente honesta y un corazón fuerte,
permiten bordar la historia de una mujer “llena
de ilusiones y sueños” porque su corazón le
dicta que “los sueños, junto con la ilusión y la
esperanza, es lo que le da sentido a la vida, los
que nos mueven a actuar e incluso los que, a
pesar de la dificultad, nos mantienen de pie”.
Y de pronto, al dar vuelta a la siguiente
página, los latidos se defienden feroces para no
ser silenciados, ya que se comparte la historia
de una mujer que, pese a los infiernos que la
amenazan, logrará pisar tierra firme en las
nubes de su alma fuerte e indestructible. María
Angélica Navarro Mojica comparte su lucha,
su pesadilla y su autonomía en su testimonio
titulado “De un depredador, otros demonios
y un corazón liberado”. No hay consejos ni
lecciones de vida, simplemente la convicción
de que “hay que aprender a decir NO a tiempo,
y buscar, buscar, buscar a alguien o algo que
te ayude a mantener tu decisión. Sobre todo
cuando tu ser lo grita y te lo exige desde dentro.
Agotar las opciones, buscar alternativas, darle
tiempo al tiempo y no desistir”. Un corazón
dorado que se defiende, que se equivoca y
reacciona, que reacciona y decide latir de
manera más auténtica.
Tomando aire junto con ese corazón
liberado, mi mirada se posa en una historia
donde los latidos sonaban de manera que ni
ellos mismos se reconocían como parte
de un corazón único. Entre confusiones e
incertidumbres, poco a poco se dieron cuenta
de que valía más su ritmo acompasado, así,
provocado por una vida honesta y leal, donde
el origen, el destino y los secretos dieron
pauta a un reencuentro consigo misma. “Con
el nombre prestado”, Elsa Rodríguez Osorio
se presenta ante nuestra mirada con más
autenticidad y honestidad que otras personas
que nos pueden recitar y deletrear su nombre
y apellido, pero no muestran un corazón tan
vivo como el de Elsa, ella misma, tal cual,
sin secretos ni humillaciones, simplemente
ella y su sentir, y sus sueños, su dignidad y
su auténtico corazón que responde a un solo
nombre, el de su alma fuerte, entera, bella y
segura. Elsa es este corazón que recuperó su
historia y ahora nos la comparte. Mireya es
ese corazón que late dentro de ella y que, de
seguro, también dictó esta historia. Las dos que
son una se han prestado el nombre, pero mi
impresión final es que hay un solo corazón que
25
ganó muchas batallas y le permitió dar la razón
a esta libertad que la hace reconocerse ante el
espejo, ante la mirada de la gente que la ama y
ante la memoria de la gente que no la olvidará
después de haberla leído.
¿Y cuántas de las personas que estamos
en esta sala podríamos escribir con certeza
y convicción dos palabras tan sencillas,
pero al mismo tiempo tan retadoramente
provocadoras? Esas dos palabras son: vivir y
feliz. Dos palabras que pueden armar una frase
admirable y retadora, curiosa y admirable.
Dalia Rodríguez Sánchez humildemente nos
advierte que es un testimonio sin proezas ni
heroísmos, redactado con “absoluta sinceridad
y salpicado de una inevitable ironía”. “Ser
feliz”, qué frase tan sencilla y al mismo tiempo
tan llena de osadía, frase provocadora, título
estimulante. Un corazón sonriente que se
mece orgulloso en la red de un alma sensible
y optimista, que traza un mapa cotidianamente
sorprendente, donde los lugares son comunes y
próximos, pero la forma de habitarlos le da ese
toque humano y esa caricia diaria a la felicidad.
El testimonio es una historia feliz sin final, pero
sí con la felicidad latente de quererse como se
quiere ser.
Finalmente, Fabiola Sánchez Palacios
lanza un reto intenso, como ese corazón que
la hizo escribir esta magnífica historia: “Que
baje Dios y diga que no es cierto”. Y su historia
me hace preguntar si el pasado y el ayer de las
mujeres de nuestra vida marcan, determinan,
tuercen o cobran factura a las generaciones que
heredan apellidos, pero quizá también destinos,
pasados inciertos y futuros trazados. El corazón
de esta historia puede maldecir o bendecir,
perdonar o no olvidar, recordar y condenar,
sentenciar y exculpar. En esta fascinante y
mágica historia hay cielos rojos que derraman
sangre, prohibiciones imponentes que congelan
lágrimas, cartas firmadas con el aroma de la
infidelidad más honesta, el orgullo masculino
que mantiene latente la herida de un abandono
26
femenino, olor a luto, misoginia culposamente
lastimada que considera que solamente existen
dos clases de mujeres: las malas y las peores;
hay desgracias que se fraguan mucho antes de
que sucedan, se advierte el poder del olvido
cuando logra sepultarte en la memoria de los
otros, gente que gusta escribir con su puño y
letra la historia de los demás, pero equivocarse
y escribirla mal, venganzas absurdas que se
chingan a otros, y un Dios como protagonista,
como villano, como juez, como culpable, como
testigo y como palabra que no siempre se
cumple, pero que marca destinos, por eso quizá
Dios no baja cuando queremos y no siempre
desmiente nuestras historias para dejar al rojo
vivo un corazón intenso lleno de dudas y algún
perdón.
Así es como Testimonios de mujeres
mexicanas 2011, tomo dos, muestra y reconoce
la calidad y la sensibilidad de cinco mujeres, de
cinco historias, de cinco atrevimientos y de cinco
alianzas con la palabra femenina. Este libro de
corazón dorado, de corazones femeninos y
latidos honestos, debe estar en sus manos para
que disfruten, escuchen y no olviden que en cada
latido, cada mujer, cada historia y cada palabra
nos delata, nos pone en el centro del escenario
cotidiano y nos permite recuperarnos a nosotras
mismas para descubrir otros corazones de mil
colores, colorido que sin duda acentúa, delata
y motiva una organización maravillosa como
demac que, como hoy y como siempre, nos
vuelve unas atrevidas de corazón dorado.
Gracias Ximena, María Angélica, Elsa,
Dalia y Fabiola, por contarnos sus historias
que ya desde hoy son nuestras. Testimonios
que esta noche maravillosa de premio y
reconocimiento, permiten escuchar el latir de
un corazón dorado que cree en nuestra palabra,
que inspira nuestros secretos compartidos, que
se transforma en brújula para encontrar los
recovecos de nuestra alma y que pone palabras
y traduce los latidos de nuestros propios
corazones dorados, plateados, vivos, únicos,
acompasados, honestos, sensibles, de mujeres.
Les invito a conocer este tomo dos de
Testimonios de mujeres mexicanas 2011, para
que su lectura, su mirada y su corazón latan
como lo hicieron conmigo, no solamente en mis
manos, sino en mi alma, y busquen inspiradas
este ritmo dorado que delata el buen corazón
de demac, el corazón desordenado de nuestra
vidas y el color con el que queremos trazar
nuestro ayer, iluminar este presente y marcar el
presagio de nuestro mañana.
*Elvira Hernández Carballido nació el 15 de abril de 1962, y ha decidido ser, hasta la fecha, hija,
hermana, periodista, profesora, investigadora, amiga, esposa, madre, amante, feminista, nube,
cielo, bella y airosa, ese modo de ser humano y libre que Rosario Castellanos invita a ser.
Es profesora-investigadora de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo desde
2004. Cursó sus estudios en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, de la unam, hasta
doctorarse. Hizo una especialidad en Estudios de la Mujer en El Colegio de México. Ha escrito
para la revista Fem y el suplemento DobleJornada. Actualmente colabora en el blog Mujeresinfo.
net, en el periódico hidalguense El Independiente; produce el programa Quinto Poder y es
comentarista en Radio Universidad de Hidalgo.
demac le otorgó dos menciones honoríficas. La primera fue por la biografía de dos
periodistas del siglo XIX, y la segunda, por la historia de vida “El castillo del Maternazgo”.
Publicó su primer libro, Nuestra memoria impresa, en 2009. Su tema de investigación es la historia
de la prensa mexicana y la participación femenina. Este año coordinó el texto Cultura y Género,
editado por Conaculta. Y está a punto de parir Bellas y airosas. Mujeres en Hidalgo.
27
28
Menciones Honoríficas:
29
María Antonia Carrillo Couttolenc.
Alejandra González Martínez.
Sandra Ximena Mata Zenteno.
Elsa Rodríguez Osorio.
Dalia Rodríguez Sánchez.
Fabiola Sánchez Palacios.
El Cuadro
Mónica Guerra Gutiérrez
30
B
uenas noches a todos y a todas. Me toca cantar estos versos que
escribió mi madre, dedicados a mi papá, por la dulce vida que
le dio. También se los quiero dedicar a mi hermano, pues son sus
preferidos. Se llama El cuadro y yo le puse la música.
Casarse con un borracho, es más gacho que quedarse,
sobre todo cuando el macho traga tequila hasta hartarse.
Y cuando llega a su casa, siempre con paso marino,
qué pinche olor a resaca, hasta en la cuna del niño.
Y qué tristeza tan grande, porque se anula el cariño.
Los borrachos tienen suerte, les tocan mujeres buenas
que aguantan hambres, maltratos, vejaciones y pobrezas;
“discúlpalo, está borracho”, dicen para sus adentros.
“Tú lo escogiste”, le dicen, y hieren sus sentimientos,
pues la familia no sabe, ¡cómo es él si está contento!
Después de tres días de peda, llega bien crudo a su casa
con el ceño bien fruncido pa’ que no le digan nada,
y la mujer, que ha pasado esas noches sin dormir,
mejor se queda callada, no sea que se vuelva a ir.
Que ya no te haga sufrir, ya mándalo a la chingada.
Se llevan a los amigos a seguirla pa’ su casa,
¡qué les importa la vieja!; ellos no saben qué pasa.
Si le duele la cabeza, si se enferma de la panza,
si no se pagó la renta, si no pudo dar la tanda,
ellos quieren presumir que en su casa él es quien manda.
Los hijos ni los menciones, pues él no quiere saber
si tienen para comer o si les faltan calzones.
A él lo buscan los gorrones por si tiene tanguarniz
Con ellos está sonriente, a todo dice que sí.
No sabe que su familia es de lo más infeliz.
Es una vida arrastrada vivir con un catarrín
Es más gacho que quedarse, digo, porque lo viví,
y me quedé bien frustrada, porque no supe elegir
una vida diferente, no sé quién chingaos me dijo,
¡que casarse es ser decente!
31